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— EY QUÉ HUEÁ CÓMO QUE TE ASALTARON.
— Ya baja la voz, Juan Ricardo, que te van a escuchar —dijo Roger—. No me quitó nada, pero me dijo que tengo que conseguirle marihuana, y me acordé que el Hans tiene.
— Ese hueón tiene arsenal de drogas. Se cacha que es flaite, sino hubiera pedido coca —comentó el Juan Ricardo anotando en su libreta la actividad que les había dejado el Reinaldo de tarea.
— Mira, la Coti está abajo, así que por favor, baja la voz —pidió de nuevo el rubio—. Y deja la hueá de libreta ahí, que es para la próxima semana y esto es importante.
— Bueno, ya, pero después le sacay una piscola a tu viejo, que tiene de las buenas —pidió—. Ya, cuéntame.
— EY PERO QUÉ HUEÁ SI TE ACABO DE CONTAR —repuso el Roger—. Uf, la Trini me mata si se entera.
— Ni que fuera tu polola —dijo el Juan Ricardo rodando los ojos—. Mira, estay re tenso, pura mala vibra, así que podríamos ir a la playa el fin de, y hacer body, obvio, y después salir a carretear.
— No, hueón, no quiero, me da paja —suspiró Roger frustrado—. ¿Y si mejor me junto con el flaite? Así no me asaltan más po, y a la Trini ni a ti tampoco.
— No seay gil, te van a asaltar igual aunque seay amigo de todos los giles del Puente del estero Marga Marga que salieron en el reportaje del canal trece —repuso el Juan Ricardo.
— Uy, lo voy a intentar aunque tenga que ir al McDonald's de San Martín —dijo el Roger convencido.
— Puta el culiao terco —masculló Juan Ricardo.
(...)
— ¡Wena cabros culiaos, me conseguí mota pal' viernes!
— ¡Weeeena Brayan! —exclamó su amigo el Jonathan, al verlo.
— ¿Cuánto? —preguntó el Freddie, su otro amigo.
— Puta que soy weón no le di cantidad al cuico ese —masculló Brayan—. Uhmm sorpresa, po cabros.
— Ojalá sea harto po, la otra vez te conseguiste con cuea dos hojas —reclamó el Freddie.
— ¡Es caleta, lo prometo! —exclamó El Brayan.
— Bueno, ya, habrá que creerte no más po —comentó el Jonathan—. ¿Cuánta plata juntaron?
— Diez lucas —respondió el Brayan.
— Dos billeteras, un IPhone y veinte lucas —respondió el Freddie con normalidad.
— Nunca entendí cómo chucha conseguí' tanto, voh —comentó Brayan—. Yo me fui pa Reñaca y no agarré tanto.
— Es que tení que ir al mall Marina po, ahí ni cuenta se dan entre tanto weon que hay en la pasarela. Las veinte lucas me las encontré botá' en la calle.
— Con esa cuea mejor ándate a jugar al loto —comentó Jonathan—. Yo conseguí treinta lucas.
— Bueno, po mis diez lucas vienen con mota —dijo el Brayan picado—. Y eso pone al Johnny como el culiao que se consigue la chela.
— Buena, voy pal Jumbo a comprarla —se encogió de hombros el mencionado—. Pa la próxima semana yo voy pa Reñaca, el Brayan pa viña y el Freddie pa valpo, ¿tamos?
— Tamos —dijeron los otros dos.
— Ya weones, yo me voy a ver a mi mamita que anda resfriada —comentó el Brayan tomando sus cosas—. Además estoy arreglando la wea de antena pa tener mejor conexión.
— Tu toma es más rasca que la mía y tení wifi —comentó el Freddie—. Yo tengo que robarle la clave a la vieja culia de la vecina.
— Es que mi papá me paga un plan po, es charcha pero sirve harto —explicó el Brayan.
— Como sea, consíguete la wea de mota o te conseguí la chela voh' —dijo el Jonathan.
— Sí, weon, el viernes me la entregan, pero no weí más, tengo que decirle al cabro que me la pase —dijo el Brayan—. Ya, chao, nos vemos mañana en el liceo.
— Chao, weon.
— Chao, Brayan.
(...)
— ¿Aló, Hans? —preguntó Roger con el Juan Ricardo al lado.
— Hola, Roger, ¿cómo estás? —preguntó el aludido al otro lado de la línea.
— Súper, eh... te llamé para preguntarte si tienes mercadería. Ya sabes...
— Pucha, Roger, no te pongai así, si ya me has pedido una vez, ¿cuánto quieres?
El Juan Ricardo lo miró mal, así como el meme de la chancha Peppa. El Roger se puso colorado por la vergüenza.
— Era para la Clara —se justificó en voz baja—. Lo más que puedas, por favor, que mira que hoy día me intentaron asaltar y me salvé no más porque le prometí marihuana al tipo.
— Ya, mañana te la paso en el colegio, pero vay a tener que tener cuidado, te pilla un inspector y cagaste.
— Tranqui, yo veo eso —aseguró—. Me lo pasas a la salida.
— Como querai, total sabí que es más seguro que la guarde yo. Veinte lucas por guardártela.
— Puta Hans que eres estafador —bufó Roger—. Bueno, te pago más veinte lucas.
— Trato entonces, po, mañana te la traigo.
— ¡Gracias, Hans! ¡Me salvaste, héroe!
— Sí, sí, nos vemos mañana, chao.
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