treinta y seis; Kent

Viernes

Uno de los gatitos está colgando en mi pantalón de mezclilla mientras llevo al gatito blanco en brazos. El más inquieto es el gris, es muy aventuro. Y el de manchas se ha apegado mucho a Grissy, por lo que siempre se la pasa colgado en su lomo.

Ayer llevé a los gatitos a consultar, están en perfecto estado, solo algunos parásitos en su estómago, uno que otro pequeño raspón y algunas pulgas.

Cuando papá arquea su ceja al ver todos los animales que me están siguiendo, tuerce los labios en una mueca.

—¿Por qué pone esa cara?

—No soy muy fan de los animales, te permito traer los animales, pero por favor no vayas a traer un elefante —dicta, regresando su mirada al celular.

Solo traería a casa un elefante si Talitha me lo pidiese.

—Están bonitos los gatos.

Papá vuelve a posar sus ojos sobre el gato gris, el brillo de sus ojos desaparece por in instante, es como a su memoria le estuvieran llegando recuerdos. Parpadea un par de veces para prestar atención.

—¿Qué es lo que piensas? —inquiero con curiosidad, rascando la oreja del gato que llevo en brazos.

—Mi papá tenía un gato, siempre se colgaba de los jeans de él, así como a ti. Ese gato ya era grande.

—¿El abuelo amaba a los animales?

—No, yo creo que amaba a ese gato —sintetiza, recarga sus codos sobre la mesa, entrelaza sus dedos y recarga su barbilla ahí, el agua que se acumula en sus ojos, por lo que los aprieta para que el agua no se escape—. Papá ya era grande, yo creo que el gato salió de la casa y papá fue detrás de él. Desde ese día no he visto a mi papá, y los detectives que contrato no han dado con su paradero.

—Lo siento papá, lo único que espero es que donde sea que esté, se encuentre bien.

—Yo también espero eso.

Escucho como una de las señoras que hacen la limpieza se acerca hacia nosotros, carraspeando su garganta.

—Disculpe la molestia, señores. Solo que los hermanos gemelos...

—¡Papá, voy a darles la bienvenida! —digo con velocidad, que probablemente mis palabras se entrelazan, pero no le tomo importancia.

Prácticamente corro hacia mi habitación para dejar los animales en mi habitación. Grissy va directo a acostarse sobre mi cama, los gatos lo siguen como un líder. Oportunidad que me da para acomodarme mi cabello, paso los dedos para darle un poco de volumen en el centro. Tomo mi colonia que está en frente del espejo para rociar un poco sobre mi cuerpo y detrás de mis oídos.

Espero unos minutos más antes de volver a bajar, haciéndome el interesante. Cierro la puerta de mi habitación, asegurándome que los animales estén en el interior. Mi mano izquierda envuelve el barandal de las escaleras que formaban una media luna.

En medio de las escaleras están los gemelos, pero me toman por sorpresa cuando hay otra niña, un poco más alta que mi osita con cabello largo y tiene su brazo enroscado sobre el de Tyron, él está hablando con mi mamá, me imagino de los pastelitos que él vende o el club de lectura.

Cuando me encuentro con ellos, choco el puño con Tyron y me inclino hacia delante para depositar un beso a la Talitha. Es tan pequeña, yo digo que a penas me llega a la altura de los hombros.

Repito mi acción con la acompañante extra, presentándome:

—Me llamo Kent Mcneer, mucho gusto. —Aprieto sutilmente su mano contra la mía— ¿Tú eres?

—Soy Amalia, mucho gusto. —La chica aleja su mano muy lentamente.

Se me ha olvidado que las señoras ya están sentadas en la sala para dar sus argumentos de no sé qué libro, tampoco es que me importa.

—Amelia se nos va a unir al club de lectura, también le encanta leer. Además, le da otra perspectiva, logra ver cosas que normalmente no analizamos. Da teorías tipo conspiraciones, y así —aclara Tyron.

—Espero que disfruten de su club de lectura. —Termino por posar mis ojas en mi madre, quien me regala una sonrisa de oreja a oreja.

Mi madre guía a los dos invitados hacia el resto de las señoras. Yo vuelvo mi mirada hacia la castaña que ama sus arracadas.

—¿Cómo estás? ¿Cómo están los gatitos? —pregunta, moviendo su cabeza de un lado a otro, parece que está buscando algo.

Pero, si cree que los gatitos están escondidos detrás de mi espalda. Está equivocada.

—Muy bien, el veterinario me dijo que tenían algunos detallitos. Grissy los ama con locura, lo veo mucho más animado. Y ya no tienen pulgas —explico, curvando mis delgados labios en una amplia sonrisa de oreja a oreja.

—¡Perfecto! —Talitha aplaude, haciendo eco en la recepción, da un pequeño brinco sobre su lugar— ¿Dónde están los gatitos?

—En mi habitación. —Mi mirada se desvía hacia el techo.

Talitha examina con velocidad el lugar y cuando localiza algo, va directamente al sillón, donde se sienta con sus piernas cruzadas. Recarga las palmas de sus manos sobre las rodillas para terminar de prestar atención a un jarrón de flores.

—¿Qué es lo que estás haciendo? —Rasco detrás de mi nuca, ladeando su cabeza.

—Me estoy poniendo cómoda, te voy a esperar aquí —replica con obviedad.

—No seas tontita, ven a acompañarme que no te voy a morder —aseguro con una sonrisa dibujada en mis labios, pero tengo la sensación de que aspiro a lucir como un pervertido—. A menos que tú quieras —termino en voz baja, pero teniendo intención que mi repartidora de pizza lograse escuchar.

—No, gracias. Prefiero esperar aquí y respetar tu casa —asegura, apretando sus labios.

—¿Y por qué ibas a irrespetar esta casa?, ¿eh? Yo con gusto lo hago. —Alzo mis cejas con diversión.

Ella refunfuña, levantándose de golpe de su asiento. Lleva un mechón de su corto cabello detrás de su oreja. Parece que muerde el interior de sus mofletes, accediendo finalmente.

Victorioso, coloco una mano detrás de mi espalda mientras que con la otra la guía hacia las escaleras, doblando un poco mi espalda. Ella me ve con confusión y empieza a subir las escaleras.

La visión que tengo está perfecta, sus blusas holgadas no acentúan sus curvas, por lo que me da curiosidad ¿De qué tamaño serían? Su trasero es pequeño, pero de igual manera los jeans le favorecen.

—Gira a la derecha, y vasa ver una puerta —indico, empujando mi barbilla.

Antes de dar la vuelta, los ladridos llegan a mis oídos. Grissy no se alborota cuando me acerco, por lo que me hace sentir importante. Cuando llegamos a la puerta blanca, Talitha se hace a un lado.

—Puedes abrir la puerta, no me molesta.

Talitha gira la perilla, y lo primero que noto es como mi gran perro gris se lanza hacia sus brazos. Mi osita envuelve el torso del perro con fuerza mientras él le pasa la lengua por su rostro. Por un microsegundo me dan ganas de ser ese perro.

Espera... ¿Qué fue lo que dije?

—¿Cómo estás, muchacho? ¿Kent te ha tratado bien?

El perro se sienta, meneando su cola de un lado a otro con frenesí. Yo pase a ser plato de segunda mesa.

—¿Dónde están los gatitos? —pregunta con ilusión.

Los gatitos, en fila estaban detrás del gran perro. La chica dobla sus rodillas hasta alcanzar a uno. Lo sujeta debajo de sus brazos y sus piernas quedan colgando. Inclina un poco la cabeza para acariciar la rosada nariz del felino contra la suya pequeña.

—Están más gorditos, me da mucho gusto —murmura, noto como sus armas de defensa van cayendo de poco a poco—. Ya hablé con el refugio y si hay un hueco. En mi casa ya no hay espacio para más animales, si termino llevando a otro yo creo que me va a terminar echando a mí —bromea, soltando un suspiro.

—Yo la verdad que siento mucha conexión con el gris —confieso mientras señalo como el escurridizo gato se encuentra nuevamente entre mis piernas.

—Yo también la veo. —Talitha atrae el gatito sobre su pecho, viendo como el gato se aferra a mí— ¿Me estás tratando de decir que lo quieres conservar? Yo encantada, veo que Grissy te quiere.

—Y Newt sintió una conexión con el manchado, le dije que tenía que verlo contigo, porque no eran mis gatitos.

Talitha toma al otro gato, fijando sus ojos en el perro y asintiendo con la cabeza en cada una de mis oraciones.

—Sí, perfecto. Me dijiste que ayer te llevó a atender a los gatos. Esa es la actitud: adoptarlos y luego esterilizarlos. Eso sí, necesito como una carta compromiso donde aseguren que los van a esterilizar. —concluye, bajando al gato con manchas.

—¿Es un trato? —extiendo mi mano hacia ella.

—Es un trato —confirma, tomando mi mano entre la suya, noto como la felicidad sale de cada uno de sus poros—. Tu reloj está bonito, ¿qué hora es?

—Sí, gracias.

Mis ojos están atentos al reloj de mi mano derecha, así que no vacilo ni un segundo antes de desabrocharlo para quitármelo. A ella le gusta, yo se lo voy a dar.

Grissy se coloca detrás de la chica, recarga su cabeza a la altura de los muslos y empieza a empujarla en dirección a mi cama. Ella intenta bloquearlo al colocar su mano en la cabeza del perro. Sin embargo, el animal es muy terco y la obliga a subir las tres escaleras hasta que llego al borde del colchón.

—De acuerdo. —Niega con la cabeza, doblando sus rodillas para sentarse.

Sin perder el tiempo, tomo asiento a su lado. Ella me observa de reojo y se desliza un poco para mantener una distancia. Los pequeños felinos no tardan en trepar hasta la cama, dejando unos cuantos pelos a su alrededor.

Me gusta ver como mi osita no deja de acariciar las grandes orejas de mi perro y conversa con él, lo cómico es que el perro asiente con cada oración, como si lograse entender las palabras.

—Bueno, Kent. Tengo unas cosas que hacer, me tengo que ir —me informa sin mirarme.

Al juntar mis manos veo mi reloj e inmediatamente me lo quito. Tomo su muñeca derecha para intentar colocárselo. Ella la gira, haciendo mi trabajo más difícil. Las chicas les gusta la joyería y los lujos, ¿por qué es tan recia con lo que yo le quiero dar?

—¿Qué es lo que estás haciendo? —cuestiona, tratando de atraer su brazo hacia ella.

—Te estoy tratando de poner mi reloj, ya que te encanta traer cosas de otros chicos —bufo con molestia, sintiendo como mi estómago se encoge.

—¿Perdón? —tartamudea inverosímil.

Termino de poner el broche, mi reloj le queda grande que se le puede caer sin problemas. Su muñeca es demasiado pequeña y cálida que la podría envolver con mi pelar y con los dedos meñique y pulgar.

—¿Qué? Mira, no te queda, pero lo puedo mandar a ajustar...

—¿Qué? ¡No! No te molestes, digo, me gusta tu reloj, pero en ti. No en mí ¿Acaso no ves que es más grande que mi brazo?

Estoy a punto de diferir, pero el gato blanco se empieza a restregar en Talitha hasta captar su atención. Ella lo carga para colocarlo sobre su regazo, dándole toda su atención, aunque yo solo puedo ver como no se ha quitado el reloj, pero hace mucho ruido en cada uno de los movimientos.

Aprecio su nariz redonda, sus labios son rosados y se ven un brillo natural, mi piel se eriza, porque la desesperación de contornear su rostro con mis dedos invade cada espacio de mi ser.

Reprimo las sensaciones que son extrañas, así que decido unirme a acariciar al gato que está sentado sobre su regazo. Pero, la cercanía hacia ella que mi respiración se entrecorte. Ella parece no afectarle, seguramente no es consciente de mi cercanía, porque levanta su barbilla cuando el gatito queda completamente dormido.

Mis ojos detallan los suyos, son de un marrón oscuro, sus pestañas son largas y chinas. El ambiente no se siente para nada pesado y no quiero moverme para no cortar el momento. No obstante, mis manos parecen tener vida propia, ya que un rápido movimiento acuna su rostro y la jalo hacia a mí para depositar mis labios sobre los suyos.

Mantengo mis ojos cerrados por lo que no puedo ver las reacciones de mi osita. Talitha está estupefacta por unos segundos, pero siento como poco a poco me corresponde por menos de un segundo, y sus labios dejan de moverse.

Sus manos se sitúan sobre mi pecho y me empujan. Siento como la estrella sobre mi mejilla, pero no le siento, debido a que estoy saboreando sus labios todavía.

Ella ha paso a un segundo plano, donde escucho sus reclamos como un eco.

Sus labios saben a... ¿¡Fresas!?

Mi respiración se entrecorta, pongo mi mano debajo del cuello con desesperación.

—¿Por qué sabes a fresas? —farfullo con dificultad, mi visión se nubla por las lágrimas que se están acomunalando.

—Es porque mi gloss es de fresa —replica, al parecer ya se está dando cuenta de mi situación, porque se levanta de la cama— ¿Qué te pasa? ¡Tu cara está hinchada! ¿Qué hago? ¿Qué demonios tengo que hacer?

Mi mano tiritando señalo el pequeño cajón que está en la mesa a lado de la cama. Ella con desesperación corre hacia el cajón, lo abre y saca mi inyección para mi alergia hacia las fresas.

Destapa la inyección y me lo da, ella ayuda a descubrir la parte superior de mi brazo y sin pensarlo dos veces, clavo la aguja sobre la piel para que el líquido haga su efecto. No pasa mucho tiempo para que haga efecto.

Me siento un poco mareado, así que intento echarme un poco de aire con mi mano. Talitha, un poco afligida imita mi acción, en su mirada puedo percibir como su mirada esta todavía espantada, así que me esfuerzo por tranquilizarla tranquilizarla.

—Vaya que nuestro primer beso fue intenso. —Curvo mis labios en una sonrisa, mis mejillas todavía están infamadas.

Ella resopla, meneando la cabeza. Creo yo, que no me quiere alterar.

—¿Debo de hablarle a tu mamá?

—No, no, ella es exagerada y va a llamar la ambulancia para que vengan por mí. No te preocupes, estoy mejor.

Talitha permanece callada el resto del tiempo, la atmósfera está pesada. Aunque, me siento extraño, me gusta más ver a la repartidora de pizza a la defensiva, es más divertido.

—¿Quieres repetir el beso, osita? Para ponerle pausa a la cinta y reiniciar, y tener un agradable recuerdo.

—¿Qué?

Talitha saca un tubito transparente del bolsillo de su pantalón, lo abre y con ayuda de una varita lo esparce por todos sus labios.

—¿Qué haces? —Inflo mis mejillas para no reírme.

—Solo me retoco el labial de ¡Fresas! Sabes que mi labial es de ¡Fresas!, ¿verdad? —vocifera con fuerza la última palabra—. Que siempre llevo conmigo a todas partes.

Así es como me gusta mi osita.

n/o*

holiii, ositos deeeeeee, ya bien copia del kent, bueni, hagan fila aquí, porque les voy a dar sartenazos a quienes me digan "es que estoy cayendo" qué es esoooooo?  si los leo 

en fin, oigan casi casi llegamos a 100 k y para festejar ¿que les gustaría hacer? ustedes digan e.e porque si me dicen rana, yo brinco. Hope lo promete. tambien disculpen las faltas que popr ahí andan viajando :(

Este capítulo esta dedicado a RachelJ-chapame-mami muchas gracias por estar ahí, eres muy ocurrente y yo me río, mi mamá preguntandme "quien te trae sonriendo como pendeja? un vato?" y yo como si supieras jijiji te mando muchos besos y abrazos

hasta la prox, hope xoxo n.n

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top