treinta y cuatro; Kent
Sábado
Mi celular suena, el nombre de una enfermera acapara toda la pantalla de mi celular lo cual capta de inmediato mi atención. Leo que Talitha tiene permiso para llevar a Don Jeremy al cine, que en un momento más iba a llegar ella. Eso es lo bueno de tener una informante dentro del asilo, especialmente que le doy un incentivo económico para que haga un excelente labor.
Veo al perro echado sobre mi cama que mantiene sus ojos sobre mí, su cuello está estirado con sus patas delanteras cruzadas. Veo mi reflejo por el espejo que está en frente, me acomodo los mechones rubios que cuelgan sobre mi frente. Veo mi mirada verdosa y penetrante para lamer mi dedo pulgar para fijar bien ambas cejas.
—Hora de conquistar. —Froto mis manos con euforia antes de salir de mi habitación hacia el garaje donde están mis autos deportivos.
Tomo las llaves de mi última adquisición, estar detrás del volante me hace sentir que soy un dios inalcanzable. El aire acondicionado golpea mi rostro, no sería capaz de bajar el vidrio, porque podrían despeinarme.
Claro me estoy dirigiendo hacia el asilo a toda velocidad para llegar antes que mi repartiera de pizza, asegurándome que es una casualidad del destino.
Cuando llego al lugar, estaciono a mi bebé una cuadra antes para que mi osita se lleve una grata sorpresa. Una vez que me aseguro de que mi carro esté bien cerrado camino hacia la entrada.
En la entrada se encuentra una recepcionista que al escuchar abrir la puerta alza su mirada en mi dirección, me regala una cálida sonrisa para devolver a ver su celular. Ya me conoce, por lo que no necesita ser excesivamente amable conmigo. A un lado está una enfermera que se acerca a mí en una zancada.
—Don Jeremy está arreglándose para la salida. Es muy complicado darle a algún voluntario, pero la determinación de Talitha logra sacarlo a pasear un par de veces —explica la enfermera, entrelazando sus dedos y torciendo sus labios en una mueca. Ladeo mi cabeza con confusión, ya que ni idea tengo de lo que está hablando—. Don Jeremy no tiene familiares o al menos eso es lo que se cree, y sufre de una enfermedad. Por lo que lo hace incapaz de tomar decisiones y como Talitha no es su familia, no es permitido entregarlo, así como así, pero ella siempre pasa por todos esos papeleos.
—¿Por qué le importaría tanto cuidar de una persona que ni siquiera sabe si ese es su real nombre? —inquiero en mi mente, pero creo que formulo la palabra en voz alta.
—Desde un inicio tuvieron una conexión; la mamá de Talitha trabaja mucho, por lo que no tiene tiempo para sus hijos. Su padre los abandonó cuando supo que eran gemelos, así que supongo que se Jeremy le da el calor que ella también necesita. Además, siempre intenta ayudar a lo que más puede, por eso trabaja, hasta para apoyarnos —concluye, encogiéndose de hombros—. Si quieres ir a la habitación, seguramente Emmet debe de estar terminando de alistar a Jeremy.
Asiento con la cabeza, después de agradecer para encaminarme hacia la zona de las habitaciones, donde algunos tienen las puertas abiertas.
Parece que es hora de medicar a los ancianos, ya que algunos enfermeros y están dando algunas pastillas o al menos eso es lo que puedo observar de reojo. Al llegar a la pieza de Don Jeremy tocó unas tres veces con mis nudillos, esperando el permiso que proviene del enfermero llamado Emmet, es un hombre calvo con un poco de panza redonda le está terminando de abrochar una camisa de color negra, pero Jeremy golpeaba sutilmente las manos del enfermero, pues veo que quiere hacerlo por su propia cuenta.
—Emmet, si quieres puedo terminar de vestirlo yo, si no te parece...
—Sí, sí, Kent. A ver si prefiere que el Joker lo termine de preparar. —Infla sus mofletes que están decoradas por el crecimiento de una barba no más de una semana.
Así es, el abuelito que está en frente de mí es el que se ha encargado de divulgar a todo el lugar que yo soy el maniático Joker que quiere estirar hacia el mal a Talitha, digo, Robín. Pero él como es Batman, sobre su cadáver lo va a hacer.
—Hola, Joker —saluda Jeremy en un murmuro, sacándome de mis pensamientos de golpe.
—Hola, Don Jeremy...
—Batman —corrige sin darme oportunidad— ¿Cuándo has visto tú que Batman necesite ayuda para vestirse? —reprocha con impotencia, empuñando su mano sobre la playera planchada—. No soy un inútil.
—Eso ya lo sé ¿No ha visto que me ha derrotado muchas veces? —bromeo, codeando su brazo con sutileza para animarlo.
—Gracias. —Me regala una sonrisa, noto como su puño se va relajando y termina de abrochar su camisa.
Toma el bastón que esta enseguida de la cama para un mayor soporte. Siempre me ha tocado verlo sentado y creo que, en sillas de ruedas, por lo que no tengo la certera de hasta ese momento. Además, lo único que sé es que tiene alzhéimer.
Unos sutiles golpes atraen mi atención, Jeremy autoriza que ingresen a la habitación y Talitha elimina su sonrisa de sus labios cuando posa sus ojos sobre mí.
—¿Hola? —Parece confundida, llevando un mechón de pelo detrás de su oreja, lo cual me da una buena vista sobre sus arracadas circulares— ¿Qué haces aquí? —inquiere con curiosidad, entrecerrando sus ojos en forma de almendra color café con unos destellos de miel.
—Viene a acompañarlos a sea donde sea que vayan, voy a ser su chofer. Va a salir más barato —ofrezco, guiñando el ojo.
Talitha cruza sus brazos sobre su pecho y recarga su barbilla sobre una de sus manos.
—Disculpa, ¿quién te invitó? —interrumpe ella, refunfuñando.
—Batman. —Señalo con los ojos discretamente al hombre que estaba viendo su reflejo en el espejo.
— Sí, sí. Tengo que estar presentable para la muchacha que me va a llevar al zoológico —murmura sin despegar sus ojos del espejo.
—Te lo dije —afirmo con superioridad, inflando sutilmente el pecho—. Vamos, tengo el carro parado acá atrás. Pero... ¿En serio a un zoológico?
—Sí, ¿por qué?
—No lo sé, me da la sensación de que eres de esas personas ambientalistas y que quieren a los animales en su propio lugar —refuto, arqueando una de mis cejas.
—Y sí, tienes razón, pero creo que actualmente hacen una labor, debido al estado del mundo, donde muchas especies están perdiendo su habitad. Por lo que una manera de tratar de conservar la su especie es de esa manera. Ahora, nosotros podemos apoyarlo de una manera.
Ah, la verdad que no lo he pensado de esa manera.
—¿Entonces nos vamos? Ya sabes, para ayudar a esos animales de lo que apoyas.
—¿Nos vas a llevar tú, Kent?
Mi corazón de pollo se ablanda cuando escucho por primera vez mi nombre en el señor, ya que siempre me ha llamado como un clásico enemigo de Batman.
—Ya escuchaste, andando —ordeno, girando sobre mis propios talones para iniciar la caminata.
Talitha toma el bastón de madera para dárselo a Jeremy que se apoya sobre este. La chica avanza a un lado con paso lento del señor, así que me pregunto porque no le da su brazo para ir más de prisa. Así que retrocedo varios pasos para llegar
Con poca fuerza, él me avienta y me hace una mueca ¿Ahora qué fue lo que hice mal?
—No soy ningún inútil. —Sacude su mano con fuerza.
Noto como la chica se desliza por atrás del señor hasta llegar a mí, donde sujeta firmemente el borde de mi camisa de la parte trasera, evitando que yo siguiera avanzando. Siento como coloca toda la palma de ambas manos para intentar levantarse en las puntas de los pies.
Siento como su respiración choca contra el hueco de mi cuello, siento como si sus labios estuvieran rozando mi piel, pero solo murmura:
—No intentes ayudarlo, a menos que él te lo pida. Y camina lento.
Después de esa indicación, dejo de sentir el calor de su cuerpo sobre mi espalda. Ella regresa a lado del señor, que mantiene una distancia, y disponible si Jeremy necesita algo. Salgo de mi trance para salir de la habitación, los dos caminan por el pasillo, dejándome atrás.
Al menos, Talitha ha aceptado que los voy a acompañar.
En la recepción, la castaña se despide de los enfermeros, pero Jeremy tiene prisa por irse, así que solo sacude a la chica.
—¿Dónde está tu carro? —pregunta ella, mirándome de reojo.
—Lo dejé atrás, pero si gustan.
—Que me gusta caminar, el inútil es otro. —Jeremy indica en mi dirección para caminar a su paso, que no era tan lento, pero si se toma un poco más de tiempo.
Al caminar las dos cuadras, Talitha abre la puerta del copiloto y arrastra el asiento hacia atrás mientras el hombre mayor dobla una de sus rodillas para meterse, ella se asegura que se haya puesto bien el cinturón de seguridad.
¿No que tenderle un sinónimo de inútil?
Me subo del lado del piloto mientras que la repartidora de pizza toma asiento en la parte de atrás. Pongo en el buscador la dirección del lugar, iniciando la ruta. El abuelo y mi osita están conversando, y rara vez me hacen participes de la conversación. Puedo ver la sonrisa que tiene ella cada vez que Jeremy la hace carcajear; sus ojos se achicas y sus mofletes incrementa su volumen.
Cuando llegamos al zoológico tengo que pagar una cuota para estacionarme. El lugar se encuentra lleno, inclusive puedo notar como hay una larga fila para adquirir los boletos. Una de las cosas que más odio es eso, hacer fila. Así que echo mi cabeza hacia atrás con frustración. Pero, esta gente no se compara a mí, así que puedo tener algunos privilegios solo por ser yo.
Talitha se baja del carro para rodear por el frente y abrir la puerta al abuelo. Jeremy le tiende su codo y ella sin pensarlo dos veces enrosca su brazo en el suyo para caminar en una de las filas, nuevamente me dejan atrás.
—¿Por qué hacemos fila?
—Porque queremos ingresar.
—Yo no pienso hacer fila —refuto, meneando mis hombros— ¿Dónde puedo hablar con el gerente?
—No, Kent. Vamos a hacer fila, un poco. Ahorita tenemos preferencia por las personas de tercera edad.
—No, osita. Entiende que estar conmigo existen ciertas ventajas. —Guiño mi ojo con picardía, y camino entre la multitud.
El olor a pasto y desechos de animales llega a mi nariz, la arrugo demostrando mi descontento. Siento miradas desagradables sobre mi persona de las personas que incrementan cuando estoy cerca de la taquilla.
—¡Estamos haciendo fila!
—¡Que no se meta!
Ignoro completo cada uno de los comentarios, le sonrío a una chica que no pasa de los quince años que se derrite al instante que parece que no le molesta que pida tres entradas al zoológico.
—Joven —dice el señor que está detrás del cristal—. Debe de hacer fila para su boleto.
—Pero... Yo soy Kent, tengo una membresía...
—Sí, señor Kent. —Carraspea su garganta—. Le reitero nuevamente que no puedo atenderlo, detrás de usted hay una fila que se debe de respetar.
—En mi vida he hecho fila.
—¡Sáquenlo! —exclaman a coro unas voces detrás de mí.
Me recargo más sobre el cristal con indignación.
—Si no hace fila señor, no me va a quedar de otra manera que lo escolten a la salida los de seguridad.
Estoy a punto de replicar cuando siento que dos pequeños brazos envuelven mi antebrazo y me jalan hacia atrás.
—Perdónenlo, es que es un poco desesperado. Yo le dije que íbamos a hacer fila rápido, pero no vuelve a pasar. Gracias. —La aguda voz de mi osita inunda mis oídos.
Ella se gira hacia las personas que están detrás de mí, pidiendo disculpas en mi nombre.
—Ni oportunidad me dejaron de explicar, ¡La próxima vez voy a cerrar todo el lugar para que no molesten! —vocifero con fuerza para que escuchen todos ellos, que tengo el poder de hacer eso y más.
—No seas ridículo, por favor, Kent. Es la peor vergüenza que he pasado en mi vida. —Agacha la mirada, soltando por fin mis brazos—. Jeremy está esperando en la banca de allá. Aquí tengo tu pulsera y me debes cuatro dólares. —Saca una pulsera de papel color verde que envuelve mi muñeca.
Que fea pulsera jamás he visto.
—No será de oro, pero es solo para que no te echen, aunque sin problemas te la puedes quitar —bufa Talitha con una sonrisa burlona—. Por favor, ya no le arruines el paseo a Jeremy.
Nos acercamos al señor que tenía una mano sobre su bastón con un semblante serio, buscándonos entre la gente. Talitha le ayuda a levantar al hombre para preguntar:
—¿Qué animal quieres ver?
—¡Los elefantes! —grita con emoción, como si fuese un niño pequeño.
—¿Hay peces fango? Digo, si crees que me parezco a ello.
—Kent, por favor. Ahora no —recrimina, apretando los labios y señalando al abuelo con la mirada—. Vamos a estar en paz, aunque sea un solo día —implora, regalándome una sonrisa encantadora que me hizo sentir como si fuese lo único que importase en ese momento.
Jeremy va caminando entre nosotros, los niños que pasan corriendo por en frente nuestro traen un gran bote de palomitas con un montón de globos con helio.
Cuando llegamos a la zona de los elefantes, Talitha se aleja de nosotros para comprar una bolsa de maní. Sin pensarlo dos veces, ella se lo da a Jeremy quien de uno a uno se los da al gran animal gris. La larga trompa se enreda en la mano vieja y me causa nauseas, debido algunos vellos que se ven.
—¿Por qué ese rostro? —Talitha golpea mis costillas—. Los elefantes son los animales más pacíficos y nobles del mundo, ven.
Mi osita le pide un cacahuate a Jeremy, pero él se niega al instante.
—¿Tus papás no te quieren lo suficiente que no te trajeron al zoológico? Ven. —El señor me da un maní, seguidamente hace ruidos extraños con la boca para atraer la atención del animal.
—Mis papás un día me llevaron, pero en Londres, y cerraron el lugar.
—¿Qué? ¿Qué cerraron el lugar? ¡Patrañas! —Tomo mi mano con firmeza para acercar mi mano al elefante—. El elefante no te va a hacer nada, pero necesitas estar relajado para que te tenga confianza.
Cierro mis ojos y aspiro con fuerza el aire para calmarme. Acerco mi mano hacia el elefante, aunque solo soy capaz de abrir un ojo. Siento unos picos enredar mi mano que me hace brincar en mi lugar. El animal recoge el maní de mi mano y con su trompa la lleva a la boca.
Por un momento me siento muy feliz.
—Wow. —Es lo único que mis labios pueden formular.
—Los elefantes son mis animales favoritos.
Continuamos viendo varios animales, en su mayoría grandes, como las jirafas o los rinocerontes hasta que llega el momento en que el abuelo tiene hambre y lo único que le apetece es un perro caliente, pero me pregunto si él puede comer ese tipo de comida.
—¿Puede comer eso? —pregunto en voz baja cuando llegamos a un carrito de alimento.
—No te importa, chismoso —responde Jeremy, escuchando a mis preguntas.
—Solo un poco de mayonesa —musita en un tono más bajo— ¿Vas a querer uno? —me pregunta con serenidad, sin ese muro de defensiva que siempre tenía contra mí.
—Sí, por favor.
—No entiendo cómo es que estás en buena forma si lo único que comes es comida chatarra —canturrea mi osita, pero creo que piensa en voz alta, ya que cuando termina la oración, noto un sutil rubor en sus mejillas.
—Entreno duro, mira. —Alzo la camisa a la altura de mis pectorales, para que mi osita sea capaz de admirar todos mis abdominales—. Podrías lavar tus calzones aquí. —Acaricio cada uno de mis cuadros.
Veo como el color rojizo aumenta, por fin la he dejado sin palabras en la boca.
—¡Respete, bruto!
Un palo de madera se impacta sobre mi pecho con tal fuerza que me saca un poco de aire, ya que lo hizo cuando estoy distraído. Jeremy se acerca a mí y acomoda mi camisa, hasta intenta fajarla.
—Eso de andarse encuerando en medio del mundo es incorrecto, grosero —me vuelve a recriminar Jeremy—. Deja a mi Robín, ¡Que no respondo! —Advierte, achicando los ojos como una amenaza.
n/0*
qué onda chiquillos? cómo están? ando muy feliz, porque actualice pronto, no sé, tengo mucha emoción con este par. Bienvenidos a las personitas que se acaban de integrar, así que gracias por el apoyo.
en fin, qué piensan? cómo están? espero de corazón que estén bien n.n disculpen los errores
este capítulo está dedicado a priisr5 muchas gracias por todo tu apoyo, no sabes lo feliz que me hace saber que le emocionan los capítulos, y yo me emociono con tu apoyo. así que gracias por dedicarme el tiempo en leer,un beso y abrazo <3
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