trece; Talitha


Sábado

Observo a mi alrededor con sigilo, buscando que ningún enfermero estuviese cerca de nosotros. Una vez que estoy segura, saco de mi bolsa un paquete de galletas para pasarle una al señor de la tercera edad que está en frente mío. El hombre canoso imita mi acción para meter la galleta con rapidez en la boca.

Tal vez no debería de estar alimentando a una persona con galletas que no pueden comer, porque le causa un poco más de energía, y a veces, se vuelven pesados. Pero, él a pesar de su alzhéimer, me suplica por sus galletas favoritas, y aquí estamos; contrabandeando galletas de chocolate.

—¿Está rica? —pregunto, inclinándome hacia él para que nadie nos escuche.

El hombre asiente con la cabeza frenéticamente, disfrutando del bocado de su boca. Le decimos Don Jeremy, porque fue el primer nombre que dijo cuando llegó al asilo para personas adultas. Su llegada siempre había sido enigma, porque apareció de la nada, como si la tierra lo escupiese. No llevaba documentos con él, y según la policía, no se encontraron registros con sus huellas digitales. Sufre de pérdida de memoria constantemente, y la mayoría de tiempo no está lucido.

Aunque tampoco estábamos seguro, porque siempre tenía identidades diferentes. Un día había sido el primer astronauta en viajar a la luna, al otro; había sido el inventor de la imprenta; hace una semana era un millonario fundador de una cadena de hoteles, y hoy era Batman.

Lo único que parecía que no se le olvidaba era su amor por las galletas de chocolate, y yo. Yo también solía interpretar diferentes papeles, debido a que yo era como su bastón, porque siempre se apoyaba en mí.

—Estas personas están mal de la cabeza, ¿cómo se atreven a mí, Batman a negarme estas galletas? —interrumpe mis sentimientos, cubriéndose la boca con su mano mientras masticaba.

—Agacha la cabeza, nos pueden ver. —Me enderezo, intentando cubrir con mi espalda para que no nos pillen.

La última vez que nos descubrieron, nos castigaron prohibiéndonos ver la televisión y no cenar el arroz con leche de ese día. Semejante sanción para nosotros dos, pero el resto de las personas nos dieron un poco. Los adultos que reside ahí siempre fueron muy unidos sin importar en la condición en la que se encontraban.

Era un asilo del estado de Ontario, Toronto, así que había trece adultos mayores, unos en sillas de ruedas con enfermedades sin mucha comunicación, otros estaban muy sanos a comparación, diferentes enfermedades. Cada uno de ellos era especial a su manera, mientras unos me escuchaban cada acción de mi día a otros les encantaba inventar su propia historia, justo como Don Jeremy.

—Eres la mejor compañera que Batman pudo conseguir —halagó el hombre, limpiándose la comisura de los labios para deshacerse de las evidencias —. Ni mi compañero pasado me senvía tanto como tú, que bueno que lo despedí, la mejor opción de mi vida, estúpido Robin—. Suspira lleno de orgullo—. Vas a venir mañana para seguir con nuestras aventuras, ¿verdad? —pregunta con un brillo especial en su mirada.

Inflo mis pulmones de aire para evitar sentir el rompimiento de mi corazón, porque no puedo. Me he atrasado un poco en la escuela con los deberes, así que debería de ponerme al corriente. La gran ventaja es que soy muy organizada y sé controlar mi tiempo para que me alcance para todas mis actividades, muchos se sorprenden por todo lo que puedo hacer un día. Y todo es posible con una agenda muy bien desarrollada.

—El lunes Batman. —Muerdo mi labio inferior con nerviosismo—. Tengo otras ciudades que rescatar, pero el lunes sin falta le traigo todos mis informes. —Curvo mis labios en una amplia sonrisa para asegurarme que el brillo de sus ojos no apareciese— ¿Le parece bien?

—Sí, Thaly. —Alzó su cabeza para devolverme la sonrisa, toma una de mis manos para apretarlas con fuerza—. Yo voy a estar al pendiente por cualquier novedad.

Me levanto de la silla que está en frente del señor para luego él hacerlo lo mismo, se tambalea un poco, pero antes de que pudiera reaccionar, él se sujeta de la silla detrás. En ese momento tomo una postura recta para llevar mi mano en la sien con mis labios delgados y rectos, una típica pose para un soldado. Al bajar mi mano con fuerza estiró un poco el gran aro plateado que cuelga de mi oreja.

Don Jeremy se preocupa, así que se acerca a mí para ver si no me hecho daño. Lo bueno es que somos relativamente de la misma corta altura y pudo observar bien, con las gafas tan grandes que siempre usa.

—No hay desgarres, compañera. Pero esos aros podrían ser letal en algún momento, así que, por favor, le pido que se deshaga de esas armas mortales —ordenó con seriedad, encarnando una de sus blancas y bien pobladas cejas.

—Estas armas mortales me hacen ver maravillosa. —Chasqueó mis dedos tres veces para doblar mi rodilla y levantar mi pierna para modelarlos.

—Eso no lo voy a negar, pero no me gusta —refunfuñó, arrugando cejas.

Río con humor para relajarnos, él me palmea los hombros como despedida, pues no es muy fan del contacto físico, no al menos en su personalidad de Batman. Yo no voy a andar obligando a las personas para que me den un abrazo, así que adopto la cultura asiática de hacer una pequeña reverencia como despedida.

Me despido del resto de los abuelitos en voz alta para que me escuchen, ya que algunos tienen problemas auditivos. Unos me devolvieron el grito mientras otros agitaron la mano. Llego a recepción para despedirme de la enfermera que está en recepción.

—Ya me voy a ir, Lisa. —Aprieto con fuerza la correa de mi bolsa, ella siempre es la que me regaña por traer algunos dulces. —Me encojo de hombros mientras me levanto de puntitas para ser lo más silenciosa posible, lo cual no entendía la razón de mis acciones, porque ya me había visto

Es que no me puedo negar cuando ellos me piden sus dulces, es que son tan tiernos. Tampoco es que los sature de azúcares, y no es todos los días.

—Alto ahí, ya sé que trajiste galletas y les diste a varias personas, yo no soy ninguna boba. A veces, no te digo nada y me hago de la vista gorda, porque veo como eres capaz de llenarlos de vida, ya ves que acá la mayoría son personas que han sido abandonadas. Así que tú eres como la luz dentro de su oscuridad, pero la siguiente semana tráeles el sábado, que, por su salud, no pueden dos veces por semana —comenta sin despegar su rostro serio en frente de la computadora.

—Sí, ese es nuestro trato. Nos vemos el lunes, suerte en tu trabajo. —Despega sus ojos oscuros por un segundo para medio sonreír sin mostrarme los dientes para regresar a la pantalla.

Salgo por la puerta principal para caminar unas cuadras en la parada de autobuses, sacó los cascos de mi celular para conectarlos a mi celular y escuchar música. No espero mucho para tomarlo e ir a mi trabajo.

La luz del día está desapareciendo para darle la bienvenida a una resplandeciente luna. Camino por el pasillo en busca de un asiento disponible, encuentro uno al fondo y recargo mi cabeza en la ventana.

No me doy cuenta cuento tiempo transcurre hasta que por fin llego a la parada. Presiono el botón para avisarle al conductor con antelación, me levanto para ir a la puerta trasera, así que me bajo cuando se encuentra estático. Emprendo una caminata hasta llegar a la pizzería, saludo a mis compañeros y Louis me da la bienvenida con un abrazo.

—¿Cómo estás? —pregunta él cuando me suelta.

—Bien, un poco cansada, pero amo conducir la moto ¿Hay trabajo? —pregunto, cubriendo mi boca para bostezar.

—Ya sabes que sí, estamos agarrando mucho trabajo por tu buena actitud siempre con todos. El jefe de hecho quiere hablar contigo, no sé de qué. —Se encoge de hombros, siendo sugerente para una travesura.

Abro mis ojos de par en par, ¿a qué se refiere con qué me quiere ver? ¿Por qué me quiero ver?

Me siento que me congelo y mi alegría abandona mi cuerpo, así que me acerco a la cocina para ver que ya hay varias pizzas preparadas con la dirección en la tapa. Tomo las cuatro cajas para ir a la parte trasera y montar mi motocicleta, verifico que el tanque este lleno de gasolina, tomo la cangurera con la feria dentro.

Monto a la moto una vez que me puse el casco y arranco para ir a la primera casa del niño arrogante y millonario, yo siento una esperanza que él va a dejar de molestarme un día. Pero..., ¿y si levantó una queja contra mí por el perro del otro día? ¿Y si me despiden?

Quiero morder mis uñas, pero no puedo. Debo de mantenerme fría, que no me percato cuando ya estoy tocando el timbre del gran portón eléctrico, anunciando mi entrada. Las puertas de metal se deslizan con lentitud, y avanzo hacia el interior de la mansión.

Para mi sorpresa, está el rubio con los brazos cruzados sobre su pecho, intuitivamente trago saliva con nerviosismo. Él sonrió fanfarrón y baja las tres caleras para caminar hacia mí mientras me giro para sacar una pizza.

—Son doce dólares —menciono con una voz gélida.

No tengo ganas de discutir, así que no me quito el casco. Eso parece molestarle al cliente, porque bufa sin descaro, rodando los ojos. Ignoro su comportamiento, y extiendo mi mano para esperar el dinero.

—¿Qué tienes? —pregunta con sorpresa—. Ya sé, te deslumbras por mi belleza, ¿verdad? Te da pena verme, porque te pongo nerviosa, por eso no quieres quitarte el casco —afirma firme.

En serio que no tengo ganas de discutir, así que emito un sonido desde mi garganta que ni yo misma entiendo.

—Ya lo sabía —dice, asintiendo con la cabeza y apretando sus enormes ojos.

El rubio saca el total de la pizza, yo estoy perpleja, lo tomo para volver aprender el motor.

—Todavía me debes una cita, Taly, y por favor, ya no le hables a Newt que él otro día te dijo fea —intenta meter cizaña.

—Que disfrutes la pizza —omito su último comentario para arrancar hacia la salida.

—Creo que ya la enamoré —musita con una voz melosa llena de superioridad.

Logro escuchar antes de desaparecer de su vista, pero lo único que puedo concentrarme es el motivo de la curiosidad del jefe hacia a mí.   

n/o*

hola, cómo andan? disculpen la tardanza, he andado bien ajetreada, he hecho más largo el capítulo, les ha gustado? cualquier duda, idea, sugerencia son bienvenidos, gracias x tomarse el tiempo de leer <3

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