epílogo; Kent
Epílogo
Tres años después
Mi respiración está agitada, por lo que me detengo un segundo, recargando la palma de mi mano sobre el tronco. Grissy se ha alejado mucho más que no logro visualizarlo cerca, tampoco es que me preocupe, ya que estamos dentro del espacio que hay dentro de la mansión de mis padres.
Se ha vuelto una rutina, desde que recibí mi título el año pasado y mi papá me ha estado involucrando dentro de las actividades de los hoteles. Últimamente hemos tenido una relación más estrecha; de padre e hijo.
Mis papás ya me confesaron que su matrimonio no es real, que son amigos, y cada uno tiene su vida. Es un poco incómodo el conocer a alguien con quien ellos estén, así que por mí no hay problema, pero tampoco es que quisiera estar informado sobre esos temas.
Mamá aún se sigue sintiendo un poco incomoda con la presencia de mi abuelo en casa y trata de no encontrárselo, aunque él ni guarda rencor. Supongo que un poco más de tiempo, mi mamá va a terminar de personarse.
Introduzco dos dedos a mi boca, silbando con fuerza para que mi perro pueda regresar hacia a mí, no pasa ni un minuto para cuando lo veo corriendo de regreso, me parece extraño ver en su hocico algo, supongo que ha de ser una vara de algún árbol.
—¿Qué es lo que traes, amigo? —inquiero, dando unos ligeros golpes en la cabeza.
Siento que mi perro sonríe, antes de agacharse y abrir el hocico. Quedo estupefacto cuando veo un pájaro color café que parece tener el ala roto, ya que lo tiene extendido, no deja de parlar con dolor, y parece estar asustado.
Grissy tiene un complejo de salvador, la última vez fue un gatito con heridas en los ojos. Lo lleve a un refugio de animales cuando estuvo sano. A lo largo de esto tres años he adoptado tres gatos más y dos perros, aunque con quien estoy más relacionado es con este perro gris.
Me inclino hacia delante, doblando las rodillas, intentando examinar al pájaro, que empieza a chillar y a intentar huir de mí. Acerco mi mano y me pica, así que me deshago de mi camisa, colocándola encima de él, tratando de evitar que me pique, debido a que sigue estérico.
Lo levanto, procuro tener una distancia entre el ave y mi pecho. Camino de regreso hacia la casa con zancadas grandes, mi perro está detrás de mí con desesperación, ladrando con preocupación. Entro por la cochera que está abierta, una de las señoras que hace la limpieza está sacudiendo el polvo y al verme, se acerca con preocupación.
—¿Qué es lo que necesitas? ¿Quieres que te ayude en algo? —Dejo su herramienta de trabajo, acercándose a mí.
—Por favor, ¿tienes una caja de zapatos? Voy a llevarlo al veterinario —informo, haciendo una mueca con los labios.
La señora busca ahí mismo y me da una caja de cartón, ni siquiera estoy seguro si es de zapatos, pero eso es lo de menos.
—¿Quieres que te busque una camisa? —pregunta la señora con una voz temerosa.
—No, solo me va a tomar el tiempo. Espero alcanzar al veterinario antes de que se vaya a comer, que es una hora sagrada y no atiende las llamadas. —Observo el reloj de mi muñeca y faltan menos de quince minutos para que se vaya.
Abro la puerta del copiloto del auto más cercano a la salida, debajo pongo la caja con el animal que sigue aterrorizado. Levanto mis piernas, pasando por encima del capo y subirme del lado del copiloto.
Enciendo el motor para salir de la mansión y de la zona cercada. Presiono el pedal del acelerador al ver que el ave está intentando volar para huir. Escucho como los otros autos presionan su claxon cada vez que los arrebozo con brusquedad y no encender las intermitentes. A mi favor, debo de admitir que la policía no se encuentra cerca para multarme.
Suelto un suspiro de alivio cuando llego en frente de la veterinaria y hay un espacio al frente. Cuando apago el motor, me inclino hacia un lado para tomar la caja, abro la puerta y bajo, la mantengo abierta para que mi perro imite mi acción.
Damos unos pasos hacia al frente, empujo la puerta de cristal. El interior del hospital está fresco, no hay personas en la pequeña sala de espera donde en el centro hay una pequeña mesa cuadrada con una torre de revistas. Entrecierro los ojos con evidente confusión, ya que tampoco está la secretaria detrás del escritorio. Tampoco hay música ambiental y está en completo silencio.
¿Es que el veterinario se fue a su hora de comida y dejó su consultorio abierto?
Grissy da unos pasos al frente, meneando la cola, un poco ansioso. El ave sigue desesperada, intentando escapar de la caja.
Aunque no sé qué es lo que debo hacer, ¿me voy o debo de esperar a el veterinario para que no le vayan a robar?
Giro sobre mis talones, camino hacia el sofá de color café. Dejo caer todo mi peso sobre uno, colocando la caja de cartón sobre mi regazo. El animal está cubierto por mi camisa oscura, intento meter la mano y parece alborotarlo, por lo que la saco al instante.
No pasa mucho tiempo cuando en el fondo escucho dos voces murmurando que cada vez se hacía más cerca. Por el pasillo puedo ver que dos siluetas, una es un poco robusta, pero de la misma altura que la segunda que es más delgada. Por la sombra logro ver una bata, no tenía ni idea que William contrató a alguien que le ayudase con las consultas.
Cuando la imagen está más clara, mis piernas tambalean y mi garganta se pone seca. Mi ritmo cardiaco se dispara como un cohete, a pesar de que estoy medio desnudo, me siento acalorado.
—Tobby es un buen gatito, dentro de dos semanas tiene que volver a venir para la siguiente consulta —informa con su voz dulce, pero firme, agachándose para ver el gato que está en una caja transportadora.
Mi osita...
Talitha camina hasta llegar detrás del escritorio, no deja de curvar sus labios brillosos en una sonrisa, al verlos ligeramente rojos provoca a que recuerde la primera vez que la besé, pude haber muerto.
Sin embargo, desde ese momento mi nuevo sabor favorito son las fresas.
Ella se ve tan cambiada, su cabello ha crecido, le cubre la mitad de su espalda, también está un poco más claro, pero está atado en una cola de caballo bajo. Se sienta por unos segundos, escribiendo algo en la cartilla de vacunación de Tobby. Termina cobrando, despidiéndose del dueño con escaso cabello.
Yo continúo paralizado en la sala de espera, creo que ni siquiera me ha visto ¿Qué debo de hacer? ¿Correr? ¿Escapar? ¿Esconderme?
Grissy está alborotado y corre en su dirección, meneando su cola. Se levanta en dos patas, lamiendo su rostro con desesperación. Yo no puedo creer que todavía se acuerde de ella. De la felicidad, ella lo acaricia con la palma de la mano.
—Hola, muchacho, que bonito es verte —dice a Grissy, retrocediendo un paso para bajar las patas de mi perro de sus hombros.
Todas mis posibilidades se van al caño al instante.
El hombre robusto se empieza a acercar a la salida, ella va a la par del paciente y me sonríe con un sonrisa antes de cerrar la puerta. Grissy va tras ellos, y desde la caja transportadora se escucha un histérico gato asustado, entonces al dueño le urgía desaparecer.
—Hola, Kent —saluda con sorpresa, mi nombre se escucha como un nuevo descubrimiento de sus labios.
Tantos años, y no puedo formular una sola oración.
—Hola, hola —balbuceo con torpeza, pasando saliva— ¿Cómo estás, Talitha?
—Muy bien, gracias ¿En qué te puedo ayudar? —Frunce el entrecejo, escudriñándome.
Agradezco por tener unos grandiosos abdominales que no he descuidado con el paso del tiempo, es que sigo siendo muy sensual.
—Me he encontrado un pajarillo. —Me levanto del sofá, entregándole la caja a la linda veterinaria.
—¿Por qué no tienes...? —Mueve su mano sobre su pecho, simulando que es el mío.
—Es que tuve que ponerla en el pájaro, me iba a picar —explico, encogiéndome de hombros, restándole importancia.
—Bueno, si me sigues por acá, puedo revisar al pájaro. —Estira su cuello del lado izquierdo, empezando a caminar.
Mi perro sigue alborotado con la presencia de la hermosa chica, parece que yo he desaparecido de su vida.
—Tengo una camisa extra en mi mochila, es un poco grande, si quieres ponerte una —ofrece Talitha, prestando atención a la caja que está en las manos.
Cuando llegamos al consultorio, ella enciende el interruptor, da unos pasos y coloca la caja sobre la mesa de metal que está en el centro. Yo me pongo en frente de ella, mis dedos tocan la mesa, golpeándola con consistencia.
—Sí, por favor —replico con nerviosismo.
Estar medio desnudo en frente de ella me hace sentir vulnerable.
Talitha cruza por una puerta, tarda unos minutos antes de regresar con una playera de algodón de un azul chillante. Extiende su brazo hacia a mí, ofreciendo la prenda.
—Hay un baño...
Veo la playera, en la parte trasera está su apellido con el número veintiocho en grande, parece que está en un equipo. Cuando meto mi cabeza, puedo sentir su olor dulce, pero no quiero parecer un desquiciado, así que termino de ponérmela.
Mi veterinaria ya ha sacado al ave de la caja, le ha quitado mi playera, tirándola en el suelo. Puedo observar más los colores; tiene el lomo café, el pecho de un color naranja claro y en sus patas uno amarillo. En su cara parece que está usando un antifaz negro, su pico es pequeño y grande.
El pájaro picotea la mano de Talitha un par de veces, ella está firme y yo lo único que quiero es matar al animal. Su tacto sigue siendo dulce, acaricia su cabeza, para darle seguridad y confianza.
—Vamos amigo, lo único que yo quiero es que estés bien —anima en voz baja, acariciando sus patas—. Verás que ya no te va a doler.
El pájaro se queda quieto, igual que yo; paralizado. Ella le extendió el ala, y quitó varias astillas, empezó a palpar todos los huesos, llevando su tiempo en cada área.
—Es que llevarlo a rayos es innecesario. Por el momento es hacerle una férula con unos palos. —Talitha se endereza, sosteniendo al pájaro con una mano, sus dedos están envueltos por las patas— ¿Dónde lo encontraste?
—No fui yo, fue Grissy. William suele ir a la casa para las consultas, pero fue una emergencia ¿Qué ave es? ¿Desde hace cuándo trabajas aquí? —inquiero con curiosidad, es que en mi cabeza lo único que hay son preguntas que necesitan respuesta.
—Es un pájaro macho, ampelis chinito. Son los más comunes que andan por acá, pero es nuestro deber cuidar de los animales y de su ambiente.
Talitha camina hacia unos gabinetes que están insertados en la pared, donde abre las puertas, en busca de unos palos, unas vendas y otras cosas. Cada que encuentra algo, lo coloca sobre la mesa.
—Tengo como un año y medio trabajando aquí, gracias a Jeremy que me consiguió el trabajo —responde a mi segunda pregunta.
¿Por qué demonios tarde tanto en venir a la veterinaria?
—¿Entonces ya no trabajas como repartidora de pizza? —vuelvo a preguntar sin ser capaz de retirar mis ojos de ella, que está concentrada en el ave.
Con una mano la está obligando a extender el ala, de un lado coloca un palo recto, de esos que utilizan los médicos para empujar la lengua y ver con más claridad la garganta. Envuelve el ala con unas gasas, lo sujeta con unos broches y vuelve a colocar al ave dentro de la caja.
—No, ya no. Desde que tengo este trabajo, la verdad se me complicó estudiar veterinaria, estaba escogiendo una carrera más administrativa, pero conseguí estudiar esto, y aquí estoy. Lo que sucede es que quería estar tomando práctica, y Jeremy me dijo que William contrataba, y aquí estamos. De hecho, él ya debe de estar a punto de llegar si lo necesitas para algo —explica, levantando su barbilla, posando sus ojos en mí.
¿Por qué me siento como si el tiempo no hubiese pasado?
Parece que Talitha invocó al veterinario, porque toca con los nudillos la puerta que está abierta. Él es ligeramente más alto que la otra veterinaria, tiene poco cabello, color negro, pro ya tiene canas. Su piel tiene pocas arrugas, es excelente en su trabajo.
—Hola, Kent ¿Por qué no me avisaste para que fuera a tu casa? ¿Hay una urgencia? Ya conociste a mi protegida, ¿verdad? Tiene un don para los animales —adula el señor, colocándose una bata blanca.
—Es que Grissy hay encontrado un ave lastimada, y lo he traído, Talitha lo atendió muy bien.
—Tiene que llevarlo dos semanas, pero hay que cambiarle cada tres días. Después puedes liberarlo para que se vaya —recomienda ella, regalándome una sonrisa—. Doctor, ya terminamos. Si gusta revisarlo...
—No, sé que has aprendido hacer un excelente trabajo. —Intercambia una fugaz mirada conmigo.
Grissy se acerca a Talitha, lamiéndole las manos, cosa que parece sorprender al veterinario.
—No puedo creer que el perro te le por primera vez y ya te tiene cariño.
—No es la primera vez, ella me lo dio en adopción —corrijo, relamiendo mi labio inferior.
—Entonces ustedes ya se conocen. —Encarna una ceja el señor con picardía.
—Sí, ya teníamos mucho tiempo que no nos veíamos, pero sé que siempre ha cuidado mucho de Grissy.
—Faltan quince minutos para que vayas a tu hora de almuerzo, puedes irte con Kent un rato, me da la sensación de que necesitan hablar un poco.
Talitha sonríe sin mostrar los dientes, desabrocha la bata blanca, se acerca a un perchero y la cuelga. Se despide del veterinario, pero dice que en quince minutos tiene que regresar. Ella estira su cuello para indicarme la salida. William se ofrece a cuidar al pájaro mientras que Grissy no se quiere separar de su salvadora.
Nunca creí que le tendría envidia a un perro.
Al salir del consultorio, caminamos al frente, donde es un parque con algunas bancas. Mis manos vuelven a sudar, estoy ansioso, y no sé qué decir.
¿Qué se supone que debo de decir?
—Me da mucho gusto que cuides bien de Grissy, Jeremy si me ha dicho, pero es bonito verlo —inicia Talitha, que camina a un lado mío, alza su barbilla, nuestros ojos se conectan y mi corazón solo late más rápido.
—¿Sigues viendo a mi abuelo?
Mendigo viejo, nunca me dice nada.
Talitha asiente con la cabeza.
—Sí, ayuda al asilo que lo cuido, me encanta ir, todavía voy, como al refugio de animales. Lo único que he cambiado es la pizza por William. —Enumera con sus dedos— ¿Qué hay de ti?
—Y también, supongo que te has agregado a un equipo deportivo. —Señalo con el dedo la playera que cubre mi pecho— ¿Por qué la has pedido tan grande?
—Es un requisito para la beca de la universidad, pero para serte sincera soy pésima. Mi cara es como un imán de balón, en torneos o así, nada más participo dos minutos, porque... No se me da muy bien. —Tuerce sus labios en una mueca.
—¿Qué deporte es?
—Es volibol, ahí lo intentamos ¿Qué hay de ti?
—El año pasado me gradué de la universidad, estoy tomando las riendas del negocio familiar, y todo de maravilla —resumo, la verdad no hay nada interesante, pero a mí si me interesa escuchar más de ella.
Newt y Hanna terminaron a los seis meses, porque Hanna se tuvo que ir a otra ciudad para estudiar maquillaje artístico y no cree en las relaciones a distancia, así que tuve que consolar a mi mejor amigo por unos días. Ella no tenía planeado marcharse, pero la oportunidad llegó, no la desperdició.
—Me da mucha alegría, que esté organizada tu vida.
Pero, tú la desordenaste hoy.
—Sí, a mí también. De hecho, mi papá ha estado adquiriendo acciones en una aerolínea en Rusia, y quiere que vaya a hacer presencia, yo quiero hacer una maestría allá y aprender el idioma —comunico mi plan, dibujando una sonrisa.
En ningún momento hemos dejado de caminar recto, Grissy a lado de ella. Me gusta ver su nuca, aunque preferiría ver su bonito rostro.
—¡Me parece perfecto, verás que te irá de maravilla! —expresa con alegría sincera.
Detiene su andar y se coloca en frente de mí, tomándome por sorpresa.
—Tendrás que enseñarme ruso cuando lo aprendas, eh —bromea, picando mi pecho con su dedo índice—. Tenemos que regresar al consultorio, me deben de estar esperando.
—¿Quién te espera?
—Mi novio, quedamos en que iríamos a comer, es que también trabaja y casi nuestros horarios no concuerda mucho —informa, sus ojos brillan y estoy seguro de que no se ha dado cuenta que ha suspirado con amor.
—Claro que sí, Taly ¿Cómo se llama tu novio? —Siento un pinchazo en mi estómago cuando pronuncio la última palabra, confundiéndome por completo.
Yo creía que mis sentimientos por ella se habían apagado.
—Paxton, tenemos casi tres años juntos ¿Tú tienes a alguien?
—He salido con varias chicas, pero no, ahora menos que me voy a ir a Rusia.
—Estoy segura de que puede que allá encuentres un amor inolvidable —desea con sinceridad.
Tú eres mi amor inolvidable, osita.
Pero soy incapaz decir eso en voz alta.
—Muchas gracias, Talitha, estoy seguro de que lo encontraré. —Palmeo su cabeza con cariño—. Me da mucho gusto volver a verte y saber que te está yendo muy bien.
—A mí también me gusta, te ves tan... —Ladea su cabeza a un lado, examinando por el rabillo—... Diferente, y eso es bueno.
—Este, no sé... Si no te molestaría..., me gustaría ser tu amigo y, y... —Rasco detrás de mi cabeza con inquietud.
—Sí, Kent. Si me gustaría ser tu amiga, y salir antes de irte a Rusia.
—Me has leído la mente.
Cuando llegamos al veterinario, sobre la banqueta hay una motocicleta con un chico de cabello negro con los ojos rasgados. Talitha se aleja de mi lado, corriendo hacia él con frenesí, echándose a sus brazos. Él la recibe gustoso, y la levanta en el aire unos segundos antes de regresarla al suelo.
Ella posa sus labios sobre los de él por una milésima de segundo, intercambia unas palabras con él, toma la mano de su novio, estirándolo hacia mí.
Mi perro gruñe cuando la pareja está en frente, después de todo, sí está de mi lado.
—Mira Kent, él es mi novio, Paxton. Pax, él es mi amigo, Kent —presenta ella, con una sonrisa sobre sus labios, sin dejar de observarme.
Me alegra verte feliz, osita.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top