diecinueve; Talitha
Martes
Le doy un gran mordisco a mi gran rebanada de pizza, por lo que me embarro de salsa de tomate por todos mis labios, me limpio con el dorso de mi mano antes de que Hanna haga una mueca para tenderme una servilleta que tomo torpemente para frotarla en mis manos.
—Gracias —balbuceo con ineptidud.
—Eres bien grotesca para comer, amiga ¿Por qué? —finge sollozar, mordiendo como una dama de Reino Unido—. No sé porque acepto a que me invites a comer pizza, me he ganado un par de kilos extra por tu culpa —acusa, apretando los ojos.
—Eso es, porque tengo descuento de empleado, ahorita entro a mi turno, y no entiendo de la tarea de matemáticas, y como eres mi mejor amiga que eres, y además eres muy buena para esa materia, me vas a ayudar a hacerla, porque no pienso reprobar. —Pestañeo frenéticamente para agregarle dulzura a mi comentario.
Hanna enrosca su larga melena en el dedo, curvando sus labios en una sonrisa, mostrando todos sus dientes. Vuelve a meter un bocado de pizza en su boca antes de continuar con la pregunta.
—¿Has aprendido algo de la tarea?
—Sí, explicas mucho mejor que el profesor ese, se revuelve solo si no lo está anotado. —Aprieto con fuerza el puente de mi nariz, recordando que nunca le he entendido ni una palabra a ese señor.
Hanna arquea una de sus delgadas cejas, entrelazando sus dedos de las manos encima de la mesa. Recargando su barbilla encima de ellos. Yo absorbo un poco de mi agua mineral para pasar la comida.
—Mi hermano me estuvo explicando ayer, pero da miedo, se estresa porque no aprendo nada, tú si me tienes mucha paciencia. —Inflo mis cachetes, mi hermano es un hombre protector, sin embargo, no es paciente.
La pantalla de mi celular se enciende por el mensaje que acaba de legar, lo veo de reojo y noto que un mensaje del absurdo cliente constante de la pizzería, ruedo los ojos con fastidio para erguir mis hombros.
—¿Por qué pones esa cara de querer asesinar a alguien? ¿Te habló el guapo? —Se inclina hacia delante para alcanzar mi celular, desbloquearlo y empezar a leer todos los mensajes que me envía, hago una mueca con desaprobación—. Creo que no tiene dignidad —mofa, negando la cabeza con diversión—. Te escribe un libro y tu respondes con monosílabas, te amo.
—En primera, sí es guapo, pero con su actitud nefasta lo hace feo — recrimino, indicando con un dedo—. En segundo, ahora que adoptó al Grissy, me habla con cualquier excusa con respecto a él, aunque la verdad no creo que le ponga tanta atención, como él jura que lo hace ¿Crees que hice lo correcto en dárselo a él? Quiero decir, es un perro muy amoroso, que ha sido abandonado un par de veces, y lo único que él necesita amor, pero el niñato es muy quisquilloso, que adoptar a un perro de la calle... —Tuerzo mi boca de un lado a otro, mordiendo mi labio inferior—. Puede darle comida, un techo, pero, ¿y el amor? —Estrujo con fuerza las servilletas de mi mano con frustración.
—Y si tenías tantas dudas..., ¿por qué permitiste la adopción? —inquiere, tecleando algo en mi celular, para bloquearlo y así entregármelo—. Ya le respondí al mensaje, igual vas a verlo ahorita.
—Lo di en adopción, para darle más atención a otros perritos, y sabes lo difícil que es encontrarles un lugar a esos perros. Pero, Asthon va a ir a hacer un monitoreo en dos semanas para ver como se ha desarrollado la relación entre el perro junto con la familia, después estaré más tranquila —respondo, inflando mis mejillas de aire.
—Tal vez Kent puede ser muy guapo, sí, también puede ser narcisista, prepotente, fastidioso, creído, fastidioso, superior... —Abre su boca para tomar un enorme bocado de aire.
Muevo mi mano para que apresure el punto de su parloteo.
—..., pero en el fondo, no creo que sea tan mala persona para lastimar un animal indefenso. Puede lastimar personas, ya ves que se le metió la estúpida idea de enamorarte para destrozar tu corazón.
La castaña se queda pensativa, acariciando su mentón, observando el techo de la pizzería, tal vez la relación entre las palabras que acaba de decir no tiene coherencia, así que cierra sus ojos por unos segundos más del necesario.
—No, yo creo que sería mejor mantener un ojo sobre él para que sea buen dueño. Tal vez su mamá sea buena persona, esperemos que le dé mucho amor...
Louis carraspea su garganta para llamar nuestra atención, sonríe sin mostrar sus dientes.
—Taly, ya necesitamos que vayas a repartir las pizzas, tenemos cinco a domicilio, pero sabes que, si esperamos, se van a seguir acumulando, ¿puedes irte a cambiar?
Deslizo el zíper de mi suéter afelpado negro para mostrar la playera del trabajo, el cambio lo llevo en la mochila que está colgando en la silla en la que estoy sentada.
—Esa es la actitud —halaga mi compañero, alzando los pulgares con aprobación —. Eres mi favorita.
Hanna se levanta al mismo tiempo que yo lo hago, me da un beso en la mejilla para despedirse de mí, después lo hizo con mi compañero para salir por la puerta de entrada, donde estaba su mamá esperándola.
—Las pizzas ya están en la motocicleta, lo bueno es que están cerca. Aquí está el celular con las direcciones. —Saca el aparato de su celular, lo único que significa es que le urge que me vaya, por lo que sacudo mi mano para ir a la parte de atrás donde esta estacionada mi vehículo.
Procuro estar bien asegurada al poner el casco sobre mi cabeza antes de salir hacia mis entregas. Al llegar a la primera, me recibe un pequeño de doce años que prácticamente me arrebata la pizza de mis manos para darme quince dólares, exclamando que puedo conservar el cambio. Me encojo de hombros con felicidad para volver a montar en dirección a la mansión del millonario, por lo que me arroja el celular.
Acelero cuando veo vacío el libramiento hacia la casa, pero disminuyo al llegar el portón. Presiono el botón para reportar mi identidad, así que se desliza la puerta para seguir adelante. Me sorprende que al llegar a la entrada de la gigantesca casa se encuentra el perro más adorable del mundo, y a lado está el rubio con una sonrisa gigantesca.
Apago el motor de mi motocicleta, me saco el casco para dejarlo colgando en el acelerador. Giro mi anatomía para sacar una caja de pizza y subir las pequeñas escaleras hasta la puerta.
El grande perrito menea su cola con devoción para alzar las dos patas traseras y acercarse a mí, olfateando la pizza. Prácticamente le arrojo la caja al cliente a la vez que el peludito se levanta en dos patas, apoyándose en mis hombros, descansando su cabeza en la mía.
—Hola, Grissy ¿Cómo estás? —Rasco su espalda, hundiendo mis dedos en sus pelitos.
El perro se aleja un poco, agacha su hocico para dar un par de lengüetazos en mi cara.
—Ya, ya —carcajeo, tomando sus patas para indicarle que se baje—. Es muy bonito el niño.
—Hola, Taly ¿Cómo ves al perrito? —El rubio palmea una vez la cabeza del perro sin la caja en manos, extiende el dinero para pagar la pizza.
—Gracias. —Inclino mi cabeza mientras giro sobre mis talones para marcharme, pero me detiene su chasqueo de lengua.
—Oye, ¿cómo ves a Grissy? —repite su pregunta con voz ronca.
Suelto un profundo suspiro para volver a verlo, pero en ese momento veo como una gran camioneta entra por el portón para estacionarse detrás de mi motocicleta. Del lado del piloto se baja un hombre vestido de traje negro con un sombrero formal para rodear el carro hasta abrir la puerta trasera donde extiende la mano hacia la mujer que está dentro.
Es una mujer preciosa, con un porte elegante, su peinado perfectamente peinado con el volumen que da brillo a su rubia melena, unos ojos tan azules como los de Kent, pero más grandes y adornados con pestañas rizadas. Su piel parecía de porcelana y es ligeramente más bajita que Kent aun llevando tacones como de quince centímetros. Aunque su complexión es un poco más ancha que yo, pero aún pueden verse sus delineadas curvas.
No es un cuadrado como yo.
Lo que yo deduzco es que es madre del cliente, pero no me permite profundizar en mis pensamientos, porque me sonríe como si nos conociéramos de toda la vida, lo cual me hace confundir.
¿Cómo es que una mujer tan agradable parió esa cosa que llama hijo?
—Mi amor, ¿quién es tu amiga?
Grissy ladra con alegría al verla hasta me da la sensación de verlo sonreír, por lo que el nudo que he estado llevando durante todos estos días desaparece, porque sé que ha llegado a un lugar amoroso..., al menos por parte de la mamá.
—Buenas noches, señora. Soy repartidora de pizza, y me llamo Talitha. —Extiendo mi mano para apretarla, ella la acepta con sutileza.
—Yo soy Caroline Mcneer, madre de Kent; espero que no te hay molestado que lo voy a castigar. —Da un par de pasos hasta llegar a lado de su niño para reposar so brazo en los hombros de él.
—No, yo no la he molestado en lo absoluto. Pero, mamá, ella me dio en adopción a Grissy.
Los ojos de la señora brillan que hace competencia a la luna llena que nos alumbra. Suelta a su hijo para estrecharme con fuerza entre sus brazos, lo que me hace sentir asfixiada e incómoda, pero con dificultad intento devolverle el abrazo.
—Gracias. —Me suelta para tomarme de las manos, no entiendo lo que está pasando—. No sé qué brujería hiciste, pero mi hijo nunca había estado interesado tener un animal, mucho menos en adoptarlo, pero aquí estamos —declara, ella me observa con dulzura y acaricia mi cabeza con mano—. Me gusta que mi hijo tenga amigos como tú, ¿te gustaría cenar con nosotros?
—No puedo señora, estoy trabajando y se me hace tarde para mi siguiente entrega. —Indico el reloj en mi muñeca con desesperación, no quiero otro incidente de estar regalando pizzas por esa tonta norma de las pizzerías.
Sacudo mi mano como despedida para correr a mi motocicleta, pero la voz de la señora interrumpe mi acción. No puedo ser grosera con una mujer que se ve tan amigable.
—Ven el viernes, por favor. A festejar la brujería que le hiciste a mí hijo, no lo dejes caer en malos pasos.
—¡Mamá! —reclama el rubio, frunciendo el entrecejo y cruzando los brazos sobre el pecho.
—Yo después le confirmo a Kent, que disfruten su pizza. —Vuelvo a sacudir mi mano como despedida más veloz que flash para correr hacia mi motocicleta y volver a ponerme el casco de seguridad para ir a mi siguiente entrega.
—¡No permitas que Kent de dos pasos para atrás cuando ya ha avanzado uno! —grita con todo pulmón antes de que acelere.
A pesar de ser una mujer que es pan de Dios que sigo sin entender cómo es posible que tiene a esa bestia de hijo ¿Yo por qué tengo que cuidar a un hombre de sus acciones?
Solo soy la mujer que él quiere quebrar el corazón.
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