cuarenta y cuatro; Kent

Martes 

El maestro revisa el reloj de su muñeca antes de darnos la salida. Mis compañeros guardan sus pertenencias dentro de la mochila, al igual que yo. Del otro extremo del salón de clases se encuentra Newt que me mira de reojo, pero saca su celular para prestar atención a la pantalla. 

Ruedo los ojos cansado antes de colgarme la mochila de mi hombro para salir del salón. Es la última clase de mi horario, y debería de al hospital donde mi papá todavía obliga a mi abuelo a permanecer, aunque ya está hastiado del lugar, aunque cada vez que lo veo a los ojos veo el reflejo de mi madre pidiendo perdón por abandonarlo en el asilo. 

Mi jodida madre lo dejó ahí por más de una década. 

¿Qué se supone que debo de sentir? Todavía no sé si decírselo a mi papá, ya que cada vez que voy a visitar a Jeremy, el único que habla soy yo y no permanezco por más de tres minutos en su habitación. 

Talitha también ya debe de estar a punto de salir, no me molesta llevarla a casa. Aunque últimamente ha mantenido un comportamiento extraño, parece que ni una de mis actitudes le molesta, es como si siempre estuviese sumergida en sus pensamientos, por lo que creo que hay un gato encerrado, necesito saber el motivo de su comportamiento. 

Es que me gusta cada vez que me rezonga. 

Por el pasillo de la Universidad, visualizo a Victoria quien se acerca a mí, coloca sus dos manos en cada uno de mis hombros y deposita un beso en mi mejilla como saludo. 

—Hola Kent —saluda Victoria retrocediendo un paso—. Mi auto se ha descompuesto, ¿podrías llevarme a casa, por favor? 

Dejarla en su casa y manejar de regreso a la escuela de Talitha me tomaría un largo tiempo. Estoy tentado a decirle que no, que llamase al chófer de su papá. Sin embargo, me hace un puchero con los labios a modo de súplica, una acción que ella siempre hacía cuando éramos pareja y no deseaba acceder a sus peticiones. 

—Está bien, vamos. 

Salimos de la Universidad hacia el estacionamiento, saco las llaves del bolsillo de mi pantalón y presiono dos veces para quitar el seguro a todas las puertas. Victoria espera a que le abra la puerta de copiloto, como el caballero que soy, lo hago. Ella jala una palanca para hacer el asiento para atrás, a Talitha le gusta más corto, porque es bajita.

Rodeo el auto para sentarme detrás del volante, enciendo la radio y Victoria conecta su celular a las bocinas. Durante el trayecto, Victoria intenta entablar una conversación profunda, pero yo solo respondo con monosílabas.

No he estado de buen humor, por lo que no converso.

Cuando llegamos a fuera de su mansión, ella se inclina hacia a mí en un intento de besar mis labios, pero corro la cara y al final, termina depositando un beso casto en la mejilla, que parece llenarla de vergüenza, musita un bajo agradecimiento antes de salir despavorida de mi coche, azotando la puerta con fuerza al cerrarla.

¿Qué culpa tiene mi automóvil?

Inhalo con profundidad antes de volver a incorporarme dentro de la calles de Toronto para ir hacia la escuela de Talitha. El reloj me está marcando una media hora después de su salida, así que tal vez ya tomó el camión devuelta a casa. Para no quedarme con la intriga, la llamo.

Conecto la llamada con mi celular y escucho tres timbres antes que sea respondido.

—¿Bueno? —responde cuando atiende ella la llamada.

Parece que está ahogando una carcajada, lo cual enciende mis alertas ¿Quién está intentando que ella ría?

—Hola Talitha ¿Dónde estás? ¿Estás en la escuela? ¿Quieres que vaya por ti? —pregunto rápido que espero que mis palabras no se entrelacen.

—No, estoy con unos amigos. Estoy bien, no te preocupes. Al rato hablamos.

Talitha cuelga la llamada sin siquiera despedirse de mí, es que no me puede estar haciendo eso.

Tampoco sé dónde se encuentra, por lo que conduzco hasta el hospital donde está mi abuelo. Dejo el automóvil en el estacionamiento. Cuando cruzo por la entrada, todos los empleados me ofrecen el mejor servicio. No tengo ánimos de hablar, así que les esbozo una sonrisa sin mostrar los dientes antes de llegar al elevador.

Cuando estoy en el piso de mi abuelo, siento como si mi estómago estuviese siendo apretado con fuerza.

Estupefacto, porque mi madre organizaba una bonita ceremonia de aniversario a través de los años cuando mi abuelo desapareció. No creo que tenga justificación. Y creo que mi papá merece conocer la verdad, pero eso sería traer más problemas de los cuales ya no quiero saber.

Toco con los nudillos la puerta de madera. Mi abuelo, como siempre, está repostado en la cama. Gira su cabeza hacia la puerta y nuestras miradas se conectan por la ventana, asiente con la cabeza para dejarme entrar.

Abro la puerta y camino por la habitación, tomo asiento en el sofá individual que está a un lado de la cama y tomo su mano.

—Hola Joker —bromea Jeremy con una sonrisa débil—. Dile al loco de tu padre que me saque de acá lo más pronto posible que me estoy volviendo loco. Es que no siquiera me deja ir a mear sin que nadie me deje tranquilo ¡Que no soy un inútil! Todos aquí son una bola de idiotas —resopla con coraje.

Veo el semblante de frustración de mi abuelo, su piel arrugada se tensa y quiere salir huyendo.

—Ya le dije a mi papá que mejor te llevemos a casa y si es necesario, llevar a los doctores hasta allá —afirmo, prestando atención a su mano.

Mirarlo a los ojos me hace sentir culpable, y es algo que no puedo soportar.

—Kent... —musita Jeremy cerca de mi oído—. Necesito hablar contigo... Pero, debes de mirarme.

Sin ganas, echo la cabeza hacia atrás, posando mis ojos azules en los de Jeremy, mordiendo el interior de mi mejilla. Por favor, que no me diga nada de lo que estoy pensando. 

—Debes de saber que yo perdoné a tu mamá, debes hacerlo tú —asegura con dulzura—. Ella no es una mala mujer.

Me levanto del sillón con brusquedad, caminando de un lado hacia el otro con nerviosismo. No puedo entender la razón de que lo dice tan tranquilo. Yo creo que, si alguien me hubiera abandonado por tanto tiempo, estaría fúrico, creo que sería capaz de iniciar una tercera guerra mundial.

—¿Cómo es que puedes decir eso? ¡Te dejo abandonado! Mujer ambiciosa, te privó de muchos privilegios, de tu hijo, y tu solo la vas a ¿Perdonar? Si mi papá...

—Sam no se va a enterar de nada. Nunca sabes la historia que hay detrás de una persona —corta mi abuelo con sus cejas rectas y cruzadas del pecho—. Te lo prohíbo. Yo también... Cuando fui joven no era una buena persona, tal vez fue parte de mi castigo para reivindicarme.

—¿Qué es lo que estás diciendo? —Inflo mi pecho de aire con confusión, aunque no quiero dar esa imagen.

—Cuando fui joven y la mayor parte de mi adultez, no me interesó el bienestar de las demás personas, no me importó pisotear a quien sea para llegar a dónde llegue... —inicia s relato, con los ojos posados en un punto fijo detrás de mi espalda.

¿No se supone que mi abuelo tiene pérdida de memoria? Seguramente todo lo está inventando para contenerme. Es que conozco a la perfección al hombre que tengo en frente de mí ¿Cómo va a ser una persona despreciable si él siempre defiende a Talitha de mí?

—He estado recordando cosas, que para ser honesto no es algo de lo que estoy muy orgulloso de eso. No recuerdo los hechos claros, pero partes de  ello sí... —explica con tranquilidad.

—No eres malo, Jeremy —contesto con tranquilidad, sintiéndome suficientemente incómodo por la conversación.

—Bueno, obligué a tu papá a casarse con tu mamá, a pesar de que sabía que él estaba en una relación, y amaba mucho a la otra mujer —confiesa con el ceño fruncido, encogiéndose de hombros—. Tal vez si no hubiera pasado esto, hoy sería otra persona.

—Pero, mis papás ahora se quieren mucho.

Ellos siempre han sido mi ejemplo para seguir en lo que respecta a un matrimonio. Me gusta como papá en la mañana prefiere que mamá le sirva en lugar de las cocineras. Se tratan con respeto y cariño, y siempre tienen una sonrisa plasmada en los labios cuando están a lado uno del otro.

—Sí, pero fueron obligados a casarse, y no quieres saber el resto. Deberías de darle una oportunidad a tu mamá, si yo se la di ¿Por qué tu no?

Permanezco en silencio por unos cuantos segundos, es que no sé qué responderle. Entreabro mis labios para ahora sí responderle, pero la puerta se abre, mostrando a mi papá con una bandeja llena de comida.

—¿Qué es lo que está pasando? —Fija sus ojos en mí y luego en el abuelo— ¿De qué me he perdido? —cuestiona, borrando su gran sonrisa— ¿Te sientes bien? ¿Llamo al doctor? —inquiere desesperado, mirando a su papá.

—Sí, que yo estoy bien, le estaba diciendo a Kent que no soy ningún inútil, mejor llévame a la casa. Prefiero que me contrates una enfermera —implora Jeremy, palmeando la sábana blanca que cubre la mitad de su cuerpo inferior.

Mi mente no deja de maquinear escenarios sobre mi abuelo es que él no se ve una persona cruel. Yo siempre he creído que mis padres se han casado por amor, pero no ¿Qué es lo que vendrá después? ¿Qué soy adoptado? 

—Papá, ¿cómo es que no le vas a hacer caso a Jeremy? —irrumpo con un poco de incomodidad.

—Abuelo, dile abuelo —corrige mi papá, levantando el dedo índice.

Sé a la perfección que el señor que tengo en frente de mí es mi abuelo, pero por el momento prefiero llamarlo por su nombre.

—Con el tiempo lo hará, no presiones Sam.

Estoy un tiempo más en la habitación del hospital, papá está muy emocionado con Jeremy, platicando todavía los últimos años de su vida, se están volviendo a conocer, y eso lleva tiempo.

Decido ir a la casa de los gemelos, porque estoy exhausto mentalmente, lo único que me apetece es ver televisión a lado de mi osita. 

Conduzco hacia la casa de Talitha, y al estacionar no se escucha ni siquiera un solo ruido. Por lo que creo que todavía no han llegado ¿Por qué ella se la pasa todo el día fuera de su casa?

Mi celular vibra, avisando que tengo un mensaje. Me toma desprevenido cuando me percato que viene de Talitha, preguntando que, si puedo esperarla en su casa, que me tiene una sorpresa. Eso sí, debo permitirle que ella maneje.

No soy una persona fan de compartir sus carros, aunque si es por ella, puedo hacer una pequeña excepción, y solo por esta vez.

Me recargo en mi asiento por unos minutos hasta que escucho otro auto acercarse. Veo por el retrovisor un auto muy similar al de Newt, confirmo que es el de él cuando lo veo detrás del volante ¿Qué es lo que está haciendo Talitha con él? ¿Por qué? ¿Y por qué está tan risueña?

Mis ojos siguen en ella, lleva el pelo suelto y me siento orgulloso cuando veo el broche que lleva puesto es el mío, creo que si le ha gustado.  También lleva puesta una chaqueta de color verde militar y unos pantalones flojos. Ella suelta una carcajada más antes de sacudir la mano como despedida y camina hacia el auto mientras que el de Newt toma el lado contrario.

Ella toca la ventana del lado del piloto, lo que me hace estremecer. Ella señala con su cabeza que salga, y yo sin objetar obedezco.

—¿Por qué no saliste a saludar a Newt?

—¿Por qué estabas con él? —evado su pregunta, no me gusta verlo con él.

—Fuimos a comer, nada más —contesta con inocencia—. Tal vez deberías de saludarlo, es tu amigo después de todo, ¿no?

Asiento con la cabeza sin decir ni una palabra.

—¿A dónde me quieres llevar? ¿Por qué quieres manejar?

—Es una sorpresa que te va a encantar. —Guiña su ojo izquierdo con picardía y relame su labio superior.

Está bien, ¿quién es esta mujer y dónde me han dejado a Talitha?

Ella busca dentro de su bolsa algo, y feliz saca un pañuelo. Me empuja de los hombros, obligándome a dar una media vuelta. Me pega contra la puerta de mi pared.

Pensamientos impuros están atravesando por mi mente cuando siento sus pequeños pechos sobre mi espalda, parece que está escalando, pero cubre mis ojos con una frazada, tomándome estupefacto. 

Ella aprieta el nudo con fuerza detrás de mi cabeza. Ella retoma su altura, aun deslizando sus pechos sobre mi espalda. Toma una de mis manos para guiarme hacia el otro lado del carro, escucho como abre la puerta,  pone una mano sobre mi cabeza, obligándome a agacharme para subirme.

Está situación me pone inquieto, pero la voy a gozar.

Espero unos segundos antes de sentir como mi osita se sube del lado de piloto, escucho unos botones, por lo que supongo que está acomodando el sillón a su gusto.

—¿Dónde están las llaves del carro?

Introduzco una mano dentro del bolsillo de mi pantalón, finjo tener complicaciones y suelto un refunfuño lleno de frustración.

—No encuentro las llaves, date un clavado y búscalo por mí, por favor —digo sugestivamente, alzando mis cejas, aunque se me complica por la tela que cubre mi mano.

—No voy a meter mi mano en tu pantalón —asegura, puedo percibir indignación en su tono de voz.

—Entonces nos vamos a quedar aquí, la verdad que con tu compañía es más que suficiente —asevero con tranquilidad.

Escucho un gritillo de la chica a mi lado, parece que debate consigo mismo, porque escucho algunos murmullos de palabras cortadas, no entiendo lo que dice.

Y un instante después siento una pequeña mano cálida deslizarse por el bolsillo de mi pantalón, revolotea en su interior. Pero, de ese lado no se encuentra nada. 

—Aquí no hay nada —resopla, alejando su mano.

—Es que te equivocaste de lado —musito con diversión.

—¿Y por qué no me dijiste antes? —inquiere con irritación.

—Es que no me dijiste que te ibas a echar un clavado a mi pantalón...

Gruñe Talitha, se inclina hacia un lado y huelo su dulce perfume a dulce, poniendo la mano en mi otro bolsillo, su hombro se estrella contra mi pecho en un absurdo intento de intentar cobrar venganza.

—Nada más ten cuidado con el automóvil.

—Sí sé manejar, tranquilo.

Talitha pone su música a un alto volumen mientras maneja a nuestro destino final. Intento crear mis suposiciones según los giros del automóvil, pero no tengo ninguna conclusión.

Hasta que mi bebé deja de moverse, escucho como Talitha abre la puerta de mi lado, indica que me baje. Ella entrelaza su codo con el mío, pero no estoy tan cómodo, por lo que me suelto y rodeo sus hombros con mi brazo.

—Así siento que no me voy a caer —miento cuando siento que quiere zafarse de mi agarre.

Talitha deja de sacudirse y caminamos. Ella me ayuda con los escalones. La temperatura del ambiente cambia cuando cruzamos la puerta. Siento como la chica a mí lado hace ademanes antes de seguir caminando.

¿Es que me ha preparado una cita romántica?

Siento un cosquilleo en mi estómago cuando mi cuerpo se eleva, deduzco que estamos en el interior de un ascensor y me lo confirma al oír el característico sonido de las puertas. Talitha me empuja por la espalda para salir, y vuelvo a aferrarme a ella como si mi vida dependiese de ella.

Caminamos por lo que intuyo que es un pasillo y nos detenemos en una puerta.

¿Será que ella quiere entregarme ese dulce cuerpo?

El chirrido de la puerta no se hace esperar y mi piel se eriza por completo. Escucho como cierra la puerta detrás de nosotros, ella estando detrás de mí. Así que giro sobre mis propios talones para acorralar a la chica contra la puerta, colocando mis dos manos sobre su cadera, depositando un corto beso en la piel de su cuello.

Me estremezco cuando siento un pisotón sobre mi pie que me obliga a retroceder.

—¿Qué paso?

—Vamos a comer —titubea con nerviosismo.

Ella me empuja hacia delante para que camine hasta llegar hacia una silla. Me ayuda a sentarme, y murmura en mi oído.

—No te vayas a quitar la venda hasta que te diga.

Me siento tan afortunado por estos momentos. Pongo mis manos encima de la mesa que tengo en frente. Espero unos segundos, escucho ruidos extraños y al final, un silencio total. Talitha no es capaz de dejarme en la habitación, ¿verdad?

Tomo la venda con las manos y la estiro hacia arriba, quedándome quieto cuando veo a la mujer traidora que me dio la vida. Paso saliva por mi garganta con dificultad, siento congelado de mi cuerpo ¿Qué se supone que tengo que hacer? Me dan ganas de salir corriendo, pero mi cuerpo no obedece ni uno de mis movimientos.

—¿¡Qué haces aquí!? —bramo con ferocidad.

Pero, mi cuerpo se siente atado a la silla por su inmovilidad.

—¿Dónde está mi osita?

—Yo le pedí que te trajera, la verdad es que necesito hablar contigo, necesito explicarte los hechos, solo dame una oportunidad. No sabes cuanto duele que no seas capaz de sostenerme la mirada, prefiero morirme a que tú me odies —implora, tomando asiento en la silla que está justo en frente de mí—. Por favor, perdóname. Sé que cause mucho daño, pero...

—¡No, no te quiero escuchar! Eres... eres como una gran bola de nieve que crece con cada mentira —argumento, girando la cabeza para no verla más.

Sin embargo, algo dentro de mí, quiere escucharla, ya que no salgo huyendo y mi cuerpo no está atado a la silla.

—¿No se te ha atravesado por la mente que mis secretos son para protegerte? —Su voz se quiebra al instante, sus ojos se cristalizan e intenta limpiar una lágrima que amenaza con escaparse.

Permanezco en silencio, como si mis labios estuviesen sellados.

—¿En serio crees que necesitas saberlo todo? ¿Ser incapaz de tal vez mi único error como madre en la vida? —Inhala con profundidad para decir—: Pues aquí esta.

Agacha la mirada, suponiendo que está tomando valentía. Alza la cabeza y me da esa mirada penetrante azul.

—He sido lesbiana toda mi vida. Y cuando mi papá se enteró, me llevó a donde un padre que abusó de mí durante tres años hasta que "curó mi enfermedad". Por eso he sido la mujer perfecta ante los ojos de todo el mundo, menos para mí. —Coloca sus manos encima de la mesa y los aprieta con fuerza—. Y cuando lo hice, tu abuelo me descubrió, y tenía miedo de que quisiera "curarme de mi enfermedad". —Aprieta sus labios, las lágrimas se deslizan por sus mejillas, pero las limpia rápido con el dorso de su mano.

—¿Estás feliz? —indaga unos segundos después, intentando recobrar la cordura y de su desgarradora voz—. Ese es mi gran secreto.

Mis piernas tiemblan, pero reaccionan y se echan para atrás. Me levanto de golpe de la silla, porque no sé en qué pensar. Mamá imita su acción e intenta acercarse a mí, pero doy un paso hacia atrás.

Su piel está tornándose roja, pero deja de intentar acercarse a mí.

—Perdóname.

Sacudo con la cabeza, necesito tiempo para asimilarlo. Corro hacia la puerta, del otro lado está Talitha, recargada en la pared y sentada en el suelo. Sus bonitos ojos se posan sobre los míos y solo está confundida.

Extiendo mi mano para que ella la tome, y la jalo hacia mí con rapidez, ella intenta formular una oración, pero la digo yo antes que diga algo:

—Escapa conmigo.

Presiono desesperadamente el botón del elevador, pero no se mueve de prisa. Así que la obligo a caminar hasta la puerta de servicio, estirándola hacia la escaleras, donde solo hay que bajar siete pisos. Talitha intenta zafarse de mí, ya que no logra seguir mi ritmo. Así que, bajo dos escalones, estiro uno de sus brazos por mi hombro y hago lo mismo con el otro. La sujeto de las rodillas para subirla a mí espalda y bajar más rápido. 

Cuando llegamos a la recepción, veo que a los empleados que lo único que hacen es abrirme la puerta. Saco las llaves de mi pantalón y presiono el botón de la bocina, doy varias zancadas y Talitha se sube del lado del copiloto.

Acomodo el asiento a mi estatura y empezó a conducir afuera de la ciudad a toda velocidad, porque mi cabeza está dando vueltas.

—¡Alto! —grita ella con angustia, colocando su mano sobre mi pecho.

Presiono el pedal de freno y justo en ese momento el semáforo se está cambiando a color rojo. No me inmuto por su preocupación, y cuando el semáforo está verde, vuelvo a conducir como un loco, con la mirada nublada mientras escucho las palabras de mi mamá en eco dentro de mi cabeza.

—¡Detente, por favor! —suplica Talitha, sacándome de mis pensamientos, hiperventilando.

Por inercia, vuelvo a presionar el pedal del freno, dándome cuenta de que estamos en medio de la carretera. Conduzco a un lado para tranquilizarme, pongo la palanca en freno, apago el motor y salgo del coche, azotando la puerta. 

Doy dos zancadas hasta estar al frente del carro, me siento en el cofre que está caliente, pero no me interesa la verdad, acuno mi rostro con ambas manos, y sin darme cuenta, empiezo a llorar como un niño pequeño. 

En mi mente no cabe todo lo que ha sufrido mi mamá, solo estoy confundido y no sé qué pensar.

No me percato que Talitha está justo en frente de mí, colocando sus manos sobre las mías. Ella limpia las lágrimas que salen de mis ojos con los pulgares de sus manos. Su tacto se siente tan cálido, tan correcto. Inclino mi cabeza hacia ella, buscando su consuelo.

Ella desliza sus manos por mi pecho, por los costados hasta llegar a mi espalda, atrayéndome hacia su calor. Recargo mi cabeza sobre su hombro y continúo sollozando con fuerza, pasando mis brazos por debajo de sus brazos. Minutos después, escucho como ella tararea vagamente, meciéndose de un lado a otro, llevándome con ella.

No tengo idea porque se siente tan bien y tan mal al mismo tiempo.

—Todos merecemos una segunda oportunidad, somos humanos, y somos imperfectos —afirma, acariciando mi cabello.

¿Ella sabe? No quiero pensarlo en ese instante, lo único que quiero es permanecer entre sus brazos hasta que el dolor de mi pecho se desinstale por completo.

n/a*

hola, corazones de melones, como están? ta dificil para kent, porque el nunca ha tenido problemas y descubrir verdades lo saca de su zona de confort, igual le hubiera dicho algo a su mama

que es lo que piensan? muchas gracias por leer, y regalarme su tiempo. oigan ya casi se termina la historia, que emoción, veran, kent ya me dice que "ya lo tengo bien harto con sus problemas que YO le meto, o sea, me ice que soy la culpable, y ya necesita que talitha lo ame, que ya esta harto de mí" y yo de skuismi?

y también el otro niño mío me pide atención, me dice "es porque e rubio, vdd?" y yo "pfff el único rubio que me gustaba estaba teñido, ppfff" vayan a darle una oportunidad a "el capricho de morfeo" les prometo que esta chida JAJAJAJAJ

recuerden que en IG subo pequeños adelantos, pueden encontrarme como fixaunicorn, como ese:

nos leemos el viernes, hope oxox

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