cincuenta y uno; Talitha

Martes

Mi perro grande tiene la cabeza recargada sobre el regazo de Paxton que está sentado en el sofá de mi casa, el coreano parece que lo tiene hipnotizado, debido a que desde lo vio, no ha podido separar sus ojos de él. Mi hermano está preparando unos panqueques, ya que un compañero le ha hecho un encargo.

—Paxton, ¿verdad? —habla mi Tyron, apretando la masa dentro de un gran tazón de metal— ¿Cómo les fue en la comunidad?

—Algo triste, pero no voy a perder contacto con Milla ni Gary, tal vez podamos hacer un proyecto para presentarlo al gobierno y que subsidien la construcción de una escuela. Esos niños se veían con muchas ganas de aprender —responde Paxton, echando la cabeza hacia atrás para prestar atención a mi hermano—. Aunque un chico fue allá en helicóptero por pingüinita, ella lo echó a los diez minutos —agrega el pelinegro.

Abro mis ojos de par en par, haciéndole saber que no es necesario comentar eso último. Aunque es un poco tarde. Tyron deja de moverse al instante, arruga el entrecejo, toma una toalla para limpiar el resto de harina de sus manos. Da un paso largo en nuestra dirección, soltando un suspiro.

—Creo que no escuché bien. —Tyron hace un ademán de limpiar la cerrilla de sus oídos— ¿Quién fue a verte? ¿Quién es "pingüinita"?—Cruza sus brazos sobre su pecho—. No me digas que ese idiota supo dónde estabas...

—Sí, algo así... —afirmo, mordiendo el interior de mi mejilla.

—Hasta llevo unos bocadillos de chocolate para los niños y varios regalos. Todos estaban muy... —Paxton pasa un poco de saliva por su garganta, desviando la mirada hacia el otro lado.

—¡Pax! —exclamo con desesperación, con ganas de meterle un puño de masa cruda en la boca para que deje de hablar.

—Todavía no puedo deshacerme del otro, y ya me traes uno nuevo —farfulla Tyron, extendiendo el brazo en dirección a mi invitado, seguido cubre su cara con la mano.

—¿Qué? ¿Cómo es que te vas a deshacer de mí? —exagera Paxton, intercalando una fugaz mirada entre mi hermano y yo—. Yo no tengo nada que ver, eh. —Alza las dos manos en señal de paz, agachándose para pegar su mejilla a la cabeza de mi perro.

Me inclino hacia ellos, acomodando unos mechones de su cabello oscuro que está cubriendo la frente de él.

—Necesito explicaciones Talitha Leets —exige mi hermano otra vez.

Suelto todo el aire contenido en mis pulmones, encorvando mi espalda.

—Pues Kent supo qué estaba haciendo, no sé la razón. Al principio, cuando vimos un helicóptero en el cielo, no pensé nada. Tal vez el gobierno estaba haciendo algo. Nos asustó a todos cuando vimos que estaba descendiendo, así que nos hicimos a un lado —inicio con lentitud, dirigiendo mis ojos a un punto fijo detrás de mi gemelo, pero no lo estoy viendo en realidad.

Estoy viajando hacia el pasado, recordando lo que viví ese día.

Mi piel está erizada, prestando atención cómo el helicóptero está acercándose al suelo. Los voluntarios tomamos las manos de los niños que están a nuestro cargo. Tomo las manitas de Martina Brent y los estiro hacia atrás. Paso saliva por mi garganta y una punzada sobre mi pecho como advertencia me está diciendo que esto no está nada bien.

Le doy mis niños a Rosa quien está a un lado mío mientras intento caminar entre la multitud de las personas. Toco el brazo de la supervisora, que mira anonada el transporte.

—¿¡Qué es eso!? —pregunto en un grito, debido a que las aspas del helicóptero están haciendo mucho ruido.

Mi supervisora se encoge de hombros con confusión, y mi corazón palpita abruptamente. Solo rezo al cielo para que no sea lo que está cruzando por mi cabeza.

Cualquier esperanza desaparece cuando veo al rubio bajar del helicóptero con regalos. Todos los niños se acercaron con curiosidad. Lo único que siento es ganas de ahorcarlo.

Cansada, cansada de que todo lo quiera resolver con dinero. Me siento... Confundida. Es como si lo único que le importarse es impresionarme con eso, ¿no puede pensar en otra persona que no sea él?

Tal vez los niños se deslumbren y puedan sentirse mal por no tener algo como eso. Una flama se enciende en mi interior, ya estoy cansada de seguir su estúpido y absurdo juego.

Un juego que va a llegar a su fin en este momento.

Un chasqueo de dedos me hace regresar al tiempo presente. Parpadeo un par de veces, intercambiando una mirada hacia mi hermano.

—¿Entonces? ¿Cómo se sintieron los niños? ¿Qué pasó de Kent?

—Bueno, pues él había traído una especie de galletas con malvaviscos y chocolate, por unos minutos los niños están muy feliz. Le pedí a Kent que se retirara y lo hizo cuando terminaron de repartir las cosas. —Relamo mi labio inferior—. Pero, unos niños me dijeron que un día si les gustaría ser como ese hombre, llegando con comida y juguetes para todos; otros estaban desanimados, pues creían que jamás iban a alcanzar a hacer algo como él.

Recargo mis codos sobre las rodillas cubriendo mi mano. Siento un peso sobre mi espalda, arrastrando la palma en círculos, como si me estuviese consolando.

—Tal vez la intención de Kent no era presumir —inicia el hombre a mi lado—. Solo quería hacer una buena acción, pero no era la mejor manera.

Descubro mi rostro, enderezando la espalda. Muevo la cabeza de un lado a otro, tronando algunos huesos. Mis cejas están rectas, y rodando los ojos, termino bufando.

¿Quién le ha golpeado la cabeza?

—Sí, está bien. También estaba un poco cansada, me había bañado en tina con una escasa agua. Dormir en el suelo por dos semanas me tiene entumecida la espalda todavía por ahora —resoplo, echando la espalda hacia atrás—. La comida era poca, pero ver a los niños comer eso era como un festín. Claro que me dio una visión distinta de la vida, y disfruté convivir con aquellos niños...

Durante las dos semanas mis sentimientos eran como un torbellino que no logro comprender por completo.

—Tranquila, pingüinita —anima Paxton, regalándome una sonrisa—. Vamos a seguir en contacto con Gary para intentar alzar la voz por ellos, verás que todo irá de maravilla. —Acaricia mi cabello con cariño, cierro los ojos gracias a su tacto y mi rostro dibuja una sonrisa sin mostrar los dientes.

—Dos, van dos. Aleja tu mano de mi hermana —farfulla Tyron celoso.

Al instante, Paxton se aleja de mí, recorriendo con su trasero hacia el otro del sillón, Tyron camina hacia mí y se sienta sobre mis piernas sin avisar, por lo que me saca el aire. Toma mis dos brazos y me obliga a abrazarlo.

—Está chiquita —declara mi hermano, no logro ver su rostro y golpeo mi frente contra su espalda.

—La he invitado a mi baile de graduación —informa Paxton con timidez, girando su cabeza hacia nosotros.

—Y también yo, lo he invitado al mío.

—Ah, entonces no planeas ser mi pareja de baile. Está bien, está bien. —Tyron con indignación se suelta de mi agarre y se levanta de mi regazo.

Gracias al cielo, porque mis piernas se están durmiendo.

—Creía que habíamos dicho que íbamos a ir juntos, no me agradas del todo. —Mi hermano cruza sus brazos sobre su pecho, girando sobre sus pies para regresar a la cocina.

Paxton y yo intercambiamos una mirada, cuando conectamos, empezamos a estallar a carcajadas. Él vuelve a acercarse a mí, tomándome de las manos, pero no entrelaza nuestros dedos.

Un ligero calorcito inicia sobre mi estómago, no soy capaz de sostener los ojos sobre los suyos rasgados, así que la desvío hacia nuestras manos, llevándome un mechón detrás de la oreja.

La alarma de mi celular suena unos segundos más tarde, avisando que debo de estar tomando el camión para ir hacia mi trabajo. Aunque lo único de lo que me apetece es ir hacia la cama y quedar dormida.

—Me tengo que ir al trabajo —comunico, arrugando la punta de mi nariz— ¿Quieres...?

—Te llevo, vamos. Yo tengo que terminar en los últimos proyectos de la escuela —informa, curvando sus labios en una sonrisa—. Los proyectos de ciencia sin un poco complicados, pero son los mejores. Te prometo que no voy a hacer el volcán de bicarbonato —bromea, levantándose del sillón para ir a despedirse de mi hermano.

Quien me lanza una mirada de advertencia, como si no pudiese salvarme del gran castigo, ignoro a mi hermano y junto a Paxton salemos de mi casa con mi bolsa preparada con mi uniforme. Caminamos hacia la motocicleta color rojo de él. Toma un casco de seguridad azul clarito, lo pone sobre mi cabeza. Se inclina hacia al frente, ajustando la correa debajo de mi barbilla.

Paxton cruza una pierna por el asiento, yo me pongo detrás, cruzando mis brazos por su abdomen, sujetándome fuerte. Sé que conduzco una todos los días, pero me pone ansiosa cuando subo con alguien más. No entiendo que es lo que me pasa, pero es extraño.

Paxton es precavido y constantemente me mira por el retrovisor, revisando que todo esté en orden conmigo. Desde el primer día, él ha sido muy atento a todo lo que hago, es detallista.

Y creo que me gusta.

Dejo de escuchar el motor cuando nos estacionamos justo en frente de la pizzería local en la que trabajo. Me sujeta de la mano, evitando que baje antes que él. Cuando está a mi lado, extiende su brazo para que me baje.

—Gracias por traerme, Pax. —Curvo mis labios en una sonrisa, quitándome el casco para entregárselo.

Paxton pasa sus dedos por mi cabello una vez más, peinándome algunos mechones.

—Nos vemos después, pingüinita. —Sus manos acaricia mis mejillas, y acuna mi rostro. Sus dos pulgares dibujan círculos sobre mi piel—. Ve que no me voy a mover hasta que te vea entrar al trabajo —añade, se escucha un poco de eco por el casco.

Asiento con la cabeza, retrocediendo un paso, dando una media vuelta para abrir la puerta del local. En la ventana, sacudo la mano, él satisfecho se va del lugar.

—¿Y quién es ese? —pregunta con curiosidad Louis, rodeando el mostrador hasta colocarse a un lado de mí.

—Paxton. —Me encojo de hombros, restándole importancia—. Lo conocí hace poco.

—De acuerdo, bienvenida de todas formas. —Uno de sus brazos cruza por mis hombros, acercándome a él—. Aunque tu hermano es un buen conductor, tarda un poco en seguir las indicaciones del GPS. Lo bueno es que ya estás acá. —Me suelta con delicadeza—. Ya que hay varios pedidos a domicilio, no muchos, pero hay.

Suelto una carcajada.

—Entonces no me extrañas a mí, extrañas mi manera de conducir —bromeo, golpeando sus costillas con mi codo.

—No, no seas ridícula.

Me dirijo hacia el baño para cambiar la playera blanca por la negra del uniforme. Salgo hacia la parte trasera, porque Louis ya me ha puesto las direcciones en el GPS, las cajas ya están en la parte trasera, manteniéndolas calientitas. Pongo el casco sobre mi cabeza, enciendo el motor, esperando a que este se caliente un poco antes de arrancar.

Entretanto, veo la lista de tres encargos, y una de ellas está la casa de Kent, resoplo con frustración. Se supone que le dije que se buscase otra pizzería a la cual encargase.

Esta vez, le voy a regalar la pizza. No quiero lidiar una vez más con él.

Inicio mi recorrido, dejando las primeras dos pizzas en las casas. La velocidad disminuyo cuando estoy en la zona más rica de la ciudad. Al estar en frente del portón, anuncio mi llegada. En lugar de ir hacia la mansión para dejar la pizza, me acerco a la caseta de seguridad que está en el interior. Toco la ventana con los nudillos de mi mano.

—¿Sí? —inquiere el señor con confusión.

Giro mi torso, sacando la última pizza y se la entrego.

—Aquí está la pizza, no tengo tiempo para ir hacia allá, así que se la dejo a usted. No se preocupe por el precio, gracias.

Antes de dejarlo hablar, acelero para salir de la propiedad. Suelto un suspiro con tranquilidad en dirección hacia la pizzería otra vez. Estaciono la motocicleta frente para bajarme, cruzo por la puerta de clientes. Louis me regala una sonrisa, mofándose.

—¿Qué te pasa? —inquiero, arqueando una ceja— ¿Por qué te ríes?

—Es que tu cliente ha pedido otra pizza, no tengo ni la menor idea del motivo. —Infla sus mejillas de aire, evitando reír una vez más.

¿Por qué Kent es el ser más terco que he conocido?

Echo la cabeza hacia atrás con confusión. Termino resoplando, extendiendo mi mano para que me dé la pizza.

—Esta es el único pedido, te espero en quince minutos. —Pone la caja sobre el mostrador.

Inhalo con profundidad, tomando la caja para ir otra vez a la motocicleta. Dejo la caja en el baúl antes de ponerme en marcha. Al estar en frente del portón de la misión por segunda vez en el día, siento como si alguien estuviese apretando mi estómago.

El portón se abre otra vez, voy a detenerme en la caseta. Pero, el guardia ni siquiera abre la ventana. Suelto un grito de frustración, mordiéndome la lengua. Quisiera ir y saludar a Jeremy, pero no debo. No sé si deba terminar mi relación con él para alejarme de Kent, aunque la verdad no quiero. Con ayuda de mis piernas estoy empujando la motocicleta, sin ganas de llegar en realidad.

Mi celular vibra, Louis me dice que tengo otro encargo. Arriba de ese está el mensaje de Caroline, preguntándose qué es lo que ha pasado con su hijo, ya que no ha dejado de ejercitarse excesivamente todo el día. Lo único que le he informado es que tenemos discrepancias, pero no sé nada sobre eso.

Estaciono la motocicleta justo en frente, dejo el motor encendido y saco la caja de pizza. Subo varios escalones y timbro, no pasan ni tres segundos cuando la puerta se abre de golpe, obligándome a dar un paso hacia atrás.

—Buenas noches —pretendo que él sea otro cliente—. Son doce dólares.

—Talitha... —musita el rubio, metiendo una mano dentro de su pantalón, saca un billete y me lo entrega— ¿Podemos hablar, por favor?

Le doy una media sonrisa sin mostrar mis dientes, me doy la media vuelta y huyo.

Ahora la cobarde soy yo, supongo.

Acelero con la motocicleta para ir hacia mi trabajo por tercera vez. Espero ya no tener pedidos extras, pues entre semana son muy pocos. Sin embargo, parece que el universo está conspirando contra mí.

Ahora voy a manifestar al universo, como Hanna lo hizo para conseguir una cita con Newt.

No obstante, ahorita no es el momento, debido a que Louis me dice con confusión que el cliente ha pedido otra vez.

¿Qué es lo que le pasa al idiota este?

No porque compre pizza tres veces, significa que voy a hablar con él. No quiero escuchar su respuesta.

—¿No quieres cambiar, Louis? Yo me encargo de la caja por unos minutos, es que ya me dolió el trasero de estar ahí —improviso, pero me doy cuenta de que mi excusa es demasiada estúpida.

Louis se recarga sobre el mostrador, extendiendo su brazo hacia a mí, dándome un sutil golpe sobre la cabeza. Arrugo mi nariz y me dieron unas ganas increíbles de morderle el brazo. Para su fortuna, me contuve.

—Piensa primero tus mentiras, que después es muy fácil ahogarte en ellas —aconseja, regalándome una sonrisa—. Ahora ve.

Nuevamente, esto es el único pedido que voy a entregar. Vuelvo a ponerme el casco de seguridad. Conduzco con velocidad hasta llegar en frente del portón. El guardia de seguridad parece no estar, aunque creo que solo está escondido de mí. Planteo repetir mi estrategia anterior, solo debo de tener listo las cosas. Dejo el motor encendido, tomo la caja de pizza y subo las tres escaleras.

Tomo un bocado de aire antes de llamar al timbre.

La puerta se abre, y...

Inflo mis mejillas de aire, evitando soltar una carcajada.

Por un segundo, he olvidado todo y lo único que está en frente de mí es Kent.

—¿Qué carajos es lo que estoy viendo? —pregunto para mí misma, entre risas.

Por contenerme, mis ojos se empiezan a inundar.

—Me presento, soy Kent; el amor de tu vida —réplica con naturalidad.

Sigo anonada, sin creer lo que tengo en frente de mí. El rubio está usando una botarga de pizza de cuerpo completo, que cubre hasta su cabeza. Es un triángulo equilátero con la punta hacia abajo. La corteza esta sobre su cabeza. Hay un agujero en el que le permite sacar la cabeza, algunos mechones rubios están alborotados, parece que estar dentro de ahí lo deja tener inmovilidad.

Los brazos parecen que tampoco se pueden mover y sus piernas están cubierta por los pantalones de denim. La pizza es de pepperoni, la única que pide. Pero, no puedo tomarlo en serio.

—¿Por qué estás usando eso? —Doblo mi espalda hacía en frente, porque mi estómago empieza a doler.

No obstante, la caja que sigo sosteniendo se abre y mi brazo se pega al queso derretido que está ardiendo. Por la incomodidad y el dolor, suelto la pizza sin pensarlo. Mientras estoy gruñendo por el dolor que ha dejado sobre mi piel. Enderezo mi postura, alzo el brazo para ver el área lastimada, mi antebrazo.

Kent se acerca a socorrerme, la piel está ligeramente rojiza. El rubio se agacha como puede y sopla la zona, como si intentase apagar el ardor.

—Perdón por tirar tu pizza —disculpo, posando mis ojos sobre el desastre que he dejado en el suelo.

—¡A la mierda la pizza, me importas tú! —Su mano se coloca en mi mentón, obligándome a alzar la mirada.

Mis ojos se conectan con los suyos azules, los de él brillaban y parecía que me están gritando cosas que tal vez él no puede decir, y solo me importa.

—Perdóname, por favor. Me equivoqué, pero mi amor por ti es sincero, osita —implora con desesperación, tomando mi otra mano y posándola sobre su pecho, él está respirando con agitación—. Siente como mi corazón late por mí, no me di cuenta hasta que sentí que pude perderte. Siéntelo para que veas que no te estoy mintiendo, por favor.

—Kent. —Intento estirar mi mano, alejándome de su pecho, pero él me sujeta con fuerza.

—¿Ves que si tengo un corazón? Y late por ti —decreta, con su otra mano desabrocha mi casco y me lo quita de la cabeza, dejándolo en el suelo.

—Por favor...

—No, por favor tú, por favor créeme que tengo un corazón que te he entregado hace tiempo, y no me di cuenta.

Niego con la cabeza, sus ojos están inundados y su piel un poco más pálida. Algo dentro de mí me está exigiendo que crea. Mi intuición está de acuerdo, pero yo no.

Mis labios se curvan hacia abajo, intentando quitar mi mano de su pecho.

Yo si quiero a Kent, le tengo afecto, pero no es amor, y mi corazón me lo confirma cuando se contrae. Sé que todo lo que hemos compartido no ha sido una actuación, o tal vez en el inicio lo fue, pero perdió su guion.

—Kent, yo puedo ser tu amiga... —Aprieto mis labios con fuerza.

—No, no quiero eso. Lamento haber apostado eso, lo lamento. Lamento ser un completo idiota, yo te quiero, osita... Si crees una vez en mí, te prometo que no te voy a defraudar.

La gran puerta de madera se desliza, mis labios se amplían en una sonrisa cuando veo un cabello blanco con un bastón sosteniéndose. Sus pobladas cejas están rectas, pero se relajan al instante cuando me ve.

—¿Por qué Kent es un ridículo? — pregunta al escanear con sus ojos a su nieto— ¿Cómo estás tú, por qué tienes el brazo alzado?

—Me quemé con queso, pero me da mucho gusto verte.

Me acerco al abuelo para darle un abrazo, tengo la sensación de que no lo he visto en años. Pero, él me detiene, viendo mi herida.

—Estoy bien, no te preocupes, ya me tengo que ir. —Deposito un beso en la mejilla, para no entrar a su lugar—. Adiós.

Me agacho, levantando mi casco. Doy una zancada, bajando las escaleras. Siento la presencia de Kent detrás de mí. Mis sentimientos son sensatos y serenos, pues no quiero preocupar a Jeremy. Me pongo el casco, mirando la moto.

El rubio coloca una mano sobre mi cadera, algo que es difícil, porque la botarga no es muy cómoda. Ajusto la corre sobre mi mentón.

—Una oportunidad, osita —suplica, con desesperación.

—Puedo ser tu amiga, Kent. Pero, necesito tiempo para confiar en ti —replico con incomodidad al ver a Jeremy en el marco de la puerta.

—Es que yo no te veo como una amiga, ¿no lo entiendes?

—Y yo no puedo verte como algo más, Kent —contesto del mismo modo que él, muerdo el interior de mi mejilla—. Debes de entenderlo, porque tal vez te tenga un poco de cariño, pero no es suficiente, yo solo puedo verte como un amigo.

—No, no, voy a hacer que te enamores de mí.

Soplo con frustración, intentando no gritar.

—No, Kent. Si realmente me amas, como dices —afirmo con ironía, paso mis manos por su cuello, obligándolo a estar de mi altura, acaricio su rostro con las yemas de mis dedos.

Su piel es suave, pero sentía como si algo estuviese clavando sobre las palmas de mis manos.

—Vas a respetar mi decisión, que lo único que yo puedo ofrecerte es una amistad — continúo, guiando mis labios hacia su frente, colocándolo ahí, presionándolos con fuerza antes de separarme de él.

—Pero, yo no puedo tenerte sin tenerte —refuta con un hilo de voz, su labio inferior no deja de temblar—. Por favor, osita.

—Entonces debemos de darnos tiempo para recuperarnos, porque lo que mal empieza, mal termina —finalizo la discusión, cruzando la pierna sobre la moto, montándome en ella y alejándome de la mansión.

Una lágrima se escapa por mi ojo al posar mi mirada sobre el retrovisor, viendo como Kent caía sobre sus rodillas, parecía estar devastado. Siento los mismos pinchazos sobre mi pecho, y paso un poco de saliva.

¿Has sentido alguna vez como quieres confiar, pero sabes que no debes hacerlo, debido a que vas a salir herido?

¿Qué solo se necesita una mala acción para derrumbar todo lo que hemos construido?

Así es como me siento en estos momentos.  

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top