cincuenta y dos; Kent (final)


Viernes

Vuelvo a levantar la barra de metal con un peso extra de sesenta kilos con mis brazos. La sostengo en el aire por unos segundos más antes de perder la fuerza de mis brazos y dejarlo otra vez sobre el soporte. Suspiro con pesadez, sintiendo como las gotas de sudor están resbalando por mi frente. Observo el techo por unos segundos, con los brazos caído, que mis nudillos están tocando el suelo.

No pasan ni tres segundos cuando siento como si alguien estuviese estrujando mi corazón con fuerza, así que, para dejar de sentir, me obligo a levantar la pesa por más tiempo, es como si el dolor fuese de mi corazón hacia los brazos, y me alivia por unos momentos.

Escucho como la puerta del gimnasio se abre, supongo que es una mujer de la limpieza, debido a que hace poco le pedí toallas secas. Los pasos de la persona se escuchan lento, así que veo por el rabillo a Jeremy.

—Descansa —ordena con un semblante tan serio que me hela toda la sangre.

Dejo de aplicar fuerza en los brazos, y al mismo tiempo que la barra toca el soporte, mis brazos caen nuevamente, sin fuerza. Voy a inhalar cuando siento un bastón de madera caer sobre mi estómago que me saca el aire de los pulmones.

—No te fuerces más, ¿no ves que estás agotado? —masculla él con frustración, posando el bastón sobre el suelo, apoyando ambas manos—. Te has ejercitado más de lo que tu cuerpo, debes de parar.

—Si paro... —Paso saliva al sentir mi voz cortada.

—... ¿Se te va a partir el corazón? —completa Jeremy, fijando sus ojos marrones y cansado sobre mí.

Muerdo mi labio inferior y permanezco callado, me es un poco incómodo hablar de esto.

—Es tu primer corazón roto, ¿verdad? —Dibuja una media sonrisa, parece que se está mofando un poco.

Aprieto la nariz sin querer darle la razón, aunque es verdad.

—Por eso te disfrázate de pizza hace unos días —insiste, haciendo una mueca y soltando una carcajada—. Parecías un ridículo, ni te podías mover ¿Por qué te disfrazaste de eso?

—La verdad yo quería un gran oso marrón, pero la pizza fue más fácil de conseguir en diez minutos —resoplo con indignación—, quería parecer honesto.

—La honestidad no se gana con un disfraz. —Aprieta los ojos por unos instantes—. La honestidad se gana con hechos y no con palabras ni disfrazándote de una pizza, la comida favorita de ella es el pescado, ¿y por qué de un oso? —pregunta, arrugando el entrecejo y parece que está a punto de dar un beso al alzar sus delgados labios arrugados.

—Pues porque le digo osita... —replico, girando mis grandes ojos hacia arriba.

—¿Y por qué ese animal? —Jeremy busca con sus ojos algo dentro del gimnasio que contiene siete máquinas para hacer ejercicio.

Él retrocede unos pasos antes que pudiese responderle, en busca de un banco. Lo coloca a un lado de mí y se sienta.

—Sigo esperando tu respuesta —insiste, Jeremy tiene las rodillas ligeramente abiertas y el bastón en medio— ¿Por qué osita?

Levanto mi espalda, sentándome sobre la camilla, con las piernas en los costados, froto mis manos y me pongo a pensar. Nunca me he puesto a pensar al respecto, solo es algo que mi boca escupió.

—No lo sé, Jer. Creo que poco a poco fui conociéndola y creo que es cálida con aquellos que ella ama, justo como son los osos. Estoy seguro de que ella sacaría las garras si fuese necesario, es temeraria, no sé. —Me encojo de hombros, frotando las manos.

—¿Qué es lo que sientes por ella? —Apoya sus codos sobre las rodillas y acaricia un poco su mentó con el pulgar y el dedo índice—. Cuando uno se enamora, esa persona está constantemente en tu cabeza, haces cosas ridículas por ella, siempre te interesa saber cómo está o qué hace...

—Sí, estoy enamorado de ella, y claro que me encantaría ir hacia ella, ponerle pegamento y pegarla a mí para que no esté lejos ni un segundo —corto en seco, pues su tono pícaro me lo estaba confirmando—. Amo todo de ella, y soy el chico que siempre ha fingido estar enamorado.

—¿Y qué fue lo que le hiciste a Talitha para que te rompiera el corazón?

Me siento incomodo con su pregunta, así que me muevo inquietamente ¿Cómo le digo que aposté sus sentimientos sin que suene tan mal?

Es que me va a golpear con su bastón si confieso mis acciones.

—Pues le mentí en varias cosas que creo que eso hizo que ella perdiera la confianza, y ahora no sé qué hacer —resoplo, mordiendo el interior de mi mejilla y apretando los ojos con fuerza, esperando el golpe.

No obstante, no llegó.

—Yo creo que debes de darle tiempo para que ella sane las heridas, pero si genuinamente la quieres, lo único que vas a desearle es su felicidad.

Muerdo otra vez el interior de mi mejilla, sus palabras quedaron sobre mi piel como un tatuaje.

—Hace dos años cuando la conocí yo era una persona muy amargada, mi primera impresión hacia ella fue nefasta, yo estaba caminando por el pasillo mientras que ella estaba llegando con vasos de gelatinas, quería dar una buena impresión. Ella estaba despistada, iba corriendo y alguien le quitó que tuviera cuidado. Talitha se sobresalta, y por no chocar contra mí, ladea todo su peso hacia un lado y arroja hacia arriba la charola con las gelatinas. Ella cayó al suelo, pero las gelatinas sobre mi ropa —narra con tranquilidad, sus labios están ligeramente curvados hacia arriba.

Yo me imagino a una osita más chica, ¿usará sus aretes grandes y circulares? ¿Siempre llevará el cabello corto o alguna vez lo tuvo largo? ¿Siempre tuvo ese corazón servicial o lo fue desarrollando?

Las dudas crecen en mi interior, yo solo quiero conocer hasta el último lunar de su piel.

Y estoy jodido.

—Yo le grité mil cosas horrendas, pateé la charola para mancharla. Estaba muy enojado, sobre todo porque me sentía abandonado. Pero, eso no fue un impedimento para ella, intento ser mi amiga a toda costa, ella me hizo sentir querido después de mucho tiempo. —Recolecta el aire en sus pulmones por unos segundos.

Me siento de la peor manera, porque sé que la causante de aquello fue mi mamá. Yo no puedo entender cómo es que Jeremy la haya perdonado con tanta facilidad, que su secreto está enterrado y no le va a decir ni una palabra a mi papá.

Supongo que ella se sigue sintiendo mal, porque todavía sigue hospedada en el hotel, un par de veces ha venido a la casa por algo de ropa. Su club de lectura lo ha tomado un descanso. Y yo estoy todavía aprendiendo a llevar mis sentimientos con acciones que no me afectan directamente.

—¿Has perdonado completamente a mamá?

Jeremy asiente con su cabeza un poco dudoso.

—A través de los años he aprendido que no vale la pena seguir enfrascado en el pasado cuando tienes diferentes oportunidades en el presente. —Se encoje de hombros, pero desvía la mirada.

Sé que también es difícil para él perdonar, creo que hasta para mi mamá ha sido complicado perdonarse.

—Odiar y ser resentido es envenenarte a ti mismo. —Suspira, tronando su cuello de un lado a otro—. Pero, otra cosa que es difícil es remediar un corazón roto, y más si es el primero. —Juguetea con sus manos.

La ironía, se supone que yo debía de romperle el corazón a ella, y el que destruí fue el mío.

—¿Y qué hago para que no duela? —Paso saliva, relamiendo mis labios.

—No hay cura para eso, pero no te estés maltratando. Le he dicho a Newt que venga unos momentos, tal vez estar con personas que quieres te hace sentir mejor.

—Pues... No me ha dicho "te lo dije" —mofo, encogiéndome de hombros mientras me levanto del lugar.

Jeremy imita mi acción, golpea mi rostro con una toalla de color blanco, desequilibrándome por unos segundos. El señor que es bastante bajo por la edad extiende su brazo hacia a mí para enroscarlo con el mío.

A paso lento caminamos hacia la salida.

—¿Mi papá ya no está histérico porque camines? —pregunto con picardía, antes a mi papá le molestaba que se saliese de la cama y ahora si se saliese de la habitación.

—Tu papá es el inútil yo no, y yo soy el mayor, así que él debe de obedecerme a mí y no al contrario —se queja, apretando el bastón y alzándolo un poco.

Asiento con la cabeza, dándole la razón.

En el pasillo está Grissy, sacudiendo la cola, en la pata trasera está Silver que se siente seguro con el perro a un lado.

Jeremy suelta mi brazo, deseando tocar la cabeza del grandote. Yo le digo que me voy a duchar, por lo que voy a mi habitación.

Cuando estoy debajo de la regadera, el agua escurriendo por mi rostro, vuelvo a sentir que mi corazón duele, ya que no me estoy distrayendo en nada. Intento dejar de pensar en Talitha.

Pero, no lo consigo.

Cada vez que cierro los ojos, los marrones de ella aparecen en mi visión. No escucho el agua impactarse con el suelo, lo que escucho es su carcajada. Y mis ojos me están picando, así que creo que mis lagrimas se están mezclando con el agua.

¿Qué puedo hacer para dejar de pensar ella? Es que no puedo ni respirar, porque todo me lleva devuelta a ella.

Froto mis ojos con las palmas de mis manos antes de cerrar la regadera. Extiendo la mano hacia la barra adherida a la pared, secándome el rostro y pasándola por el resto de mi cuerpo, envolviéndola en la cadera.

Salgo del baño, y me estremezco al ver a Newt sentado en la cama.

—¿¡Qué es lo que te pasa!? —exijo, dando un brinco hacia atrás.

—¿Por qué? ¿Qué es lo que he hecho? —inquiere con tranquilidad, encogiéndose de hombros, restándole importancia.

—No tenía ni idea que ibas a venir —farfullo, caminando hacia el armario para vestirme.

—Pues siempre vengo, no sé porque te sorprendes —refuta con tranquilidad

Cierro la puerta de madera una vez que estoy adentro, busco entre las perchas colgadas un pantalón de denim oscuro el cual me pongo después de unos bóxeres, en la parte superior tomo una con un estampado, no le pongo atención cuando me revuelvo el pelo todavía húmedo.

Salgo del clóset, arrojo la toalla en el cesto de la ropa sucia, y voy hacia el espejo donde tengo los productos para el cabello. Conecto el secador para pasarlo por mi cabello con ayuda de un cepillo, y pasando un poco de crema. Mi cabello ha crecido un poco más, pero sigo manteniendo corto en los costados, en la parte superior lo hago hacia atrás con mis dedos.

—¿Y qué es lo que haremos? Yo digo que unas cervezas están bien, podemos ir al bar o las puedo pedir —sugiero, torciendo mis labios.

El pelinegro de ojos claros me escudriña por unos momentos, resopla.

—No, acuérdate que si tomas vas a engordar y ya no vas a tener ese cuerpo tuyo —advierte con el ceño fruncido—. Yo no entiendo cómo es que te mantienes en forma cuando pides pizza tres veces a la semana.

—Es porque no me como toda la pizza, a veces es media o una, además lo compenso con el gimnasio —respondo con obviedad.

—Sí, tienes razón. La siguiente semana voy a cumplir veintidós años, quiero hacer una fiesta y no puedes faltar, eh —anima, dibujando una amplia sonrisa.

—Sí, sabes que no te fallaría.

—En unos meses vas a cumplir también tú, ¿qué es lo que te gustaría?

—No sé, todavía falta para que noviembre 12 —replico sin darle importancia.

Los cumpleaños solo son una perfecta excusa para las fiestas o para adquirir el último coche, aunque puedo hacerlo sin ningún pretexto.

—¿Te parece ir al centro comercial? Podemos comprar un helado y despejar tu cabeza, ves que ya estamos a escasas dos semanas para que culmine el ciclo escolar —ofrece Newt, levantándose de la cama con el gato en brazos.

Silver maúlla, empujando sus patas sobre el pecho de Newt, aterrizando sobre el suelo de madera.

—Vamos —persuade Newt insistente, relamiendo sus labios.

Asiento con la cabeza un par de veces, él aplaude con sus manos, sujetándome de la muñeca para estirarme hacia fuera de la habitación. Una de las señoras se hace a un lado cuando nos ve correr hacia abajo.

—¡No es correcto correr en las escaleras, joven Kent! —exclama con preocupación ahogada.

Newt suelta una carcajada, yo sacudo la mano, avisando que estoy bien. No soy tan idiota para caerme de las escaleras.

Mi amigo sale por la entrada principal, bajando las pocas escaleras y llegando hasta su auto, donde saca las llaves, por lo que le quita el seguro. Él toma asiento del lado del piloto mientras yo tomo lugar del otro lado.

Pongo música en la bocina para el trayecto, ni uno de los dos menciona ni una palabra, y tampoco se siente tenso el ambiente. Él está en una especie de relación con Hanna, la mejor amiga de Talitha, y estoy seguro de que sabe cómo está ella. Me gustaría preguntarle, pero no es un tema para nosotros.

Newt prefiere no meterse en problemas, porque en serio le gusta Hanna o al menos eso es lo que he entendido.

Llegamos al mismo centro comercial. Newt se estaciona a un lado de un árbol. Los dos bajamos y caminamos hacia una entrada, aunque desde la otra entrada me parece que está Talitha.

¿En serio es ella? Lleva medio cabello recogido, está usando una chamarra color verde militar y está prestando atención a su celular. Aprieto los ojos por un segundo, y al volver a abrirlos, ella ya no está.

—¿Qué es lo que te pasa? Parece que te has congelado. —La gran mano de Newt se impacta con mi hombro izquierdo, de alguna manera me está sacudiendo, sacándome de mi trance.

—Nada, solo me ha parecido que he visto algo. Supongo que estoy cansado. —Cubro mis ojos con la palma de mi mano un milisegundo antes de recobrar la compostura y adentrarnos al centro comercial.

Al atravesar las puertas de cristal que se deslizaron en automático siento una brisa de aire helado por unos segundos, debo de admitir que me he refrescado.

—¿Qué es lo que quieres? —pregunta Newt, parado a un lado de mí, observando de reojo las tiendas de la planta baja.

Siempre hemos venido al centro comercial de tres pisos extras, conozco cada una de las tiendas que están aquí. No es ninguna novedad ni una de las tiendas. Aunque el primer piso hay postres, no es hasta el segundo piso donde se encuentran todas las áreas de comida.

Las tiendas solo se encuentran en los costados, no hay ni una isla de un negocio. En el centro hay algunas fuentes incrustadas en suelo con algunos grandes peces de color naranja y otros de color blanco.

—Pues hemos venido por un café, vamos a la cafetería que está por allá. —Señalo con el meñique la cafetería con un exquisito café importado desde Colombia, de los mejores cafés de todo el mundo.

Newt empieza a caminar, yo estoy justo a un lado. Empujo la puerta de cristal con una mano para entrar, y la sujeto unos instantes más para que mi amigo pase. Vamos hacia la caja registradora, lo único que quiero es un café bien cargado, debido a que no he podido descansar bien, últimamente.

La señorita cobra con mi tarjeta, ingreso el código de seguridad y todo está en orden. Ella con una sonrisa amable dice que en un momento más va a llevar nuestro pedido a la mesa. Yo busco con la mirada un lugar, a lado de la gran ventana, estiro mi cuello en la dirección. No es muy difícil que mi amigo entienda mis señales.

Tomamos asiento en la mesa de mármol que es para dos personas, él asiento es un pequeño sofá forrado con tela de terciopelo color morado. Minutos más tarde, los cafés llegan en una taza.

Newt le pone una cucharada de azúcar, pero no soy tan fan del dulce. Lo que si hago es mantener la cuchara dentro de la taza, revolviendo en círculos, para que no esté hirviendo.

—¿Por qué miras tanto la ventana? —inquiere Newt, absorbiendo un poco.

Sé que no es de buena educación, pero sinceramente no me importa y coloco mi codo sobre la mesa, con mis ojos aun puestos sobre la ventana.

Llevo la taza a mis labios, pero verla otra vez me desconcierta, ladeando la taza a un lado, cayendo líquido sobre el dorso de mi mano. Me estremezco sobre mi asiento, tomando una servilleta que me ofrece Newt y quitar algún resto sobre mi piel.

El dolor es inexistente cuando veo como un hombre con rasgos asiáticos, cabello negro un poco largo que cubre la mayor parte de su frente se acerca hacia mi osita con una sonrisa de oreja a oreja. Ella se arroja hacia sus brazos, él tiene doblada un poco la espalda, pero no la alza en el aire.

¿Quién es él? ¿Por qué la está abrazando de esa manera? Lo más probable es que sea su amigo, eso es lo que yo necesito.

No me percato cuando mi mano está temblando por el nerviosismo, ese abrazo está durando más tiempo del necesario.

—¿Quién es ese? —Señalo con el dedo índice, estupefacto.

Newt gira su cuello hasta posar sobre sus ojos en mí misma dirección.

—Un chico que Taly conoció cuando fue a la comunidad, la semana pasada. —Su respuesta es corta, se nota que no me quiere dar más explicaciones.

Pero, la curiosidad crecía sobre mi pecho.

Muerdo mi labio inferior cuando ese parásito toca los bonitos cachetes de mi osita con su dedo pulgar y parece hacer círculos. Solo veo un lado de su perfil, pero estoy seguro de que lo hace lo mismo del otro lado.

¿Dónde está la pistola? ¿Dónde? ¿Puedo conseguir una aquí? ¿Dónde está el guardia de seguridad? Tal vez él tenga uno en la mano, ¿verdad?

Newt chasquea sus dedos para traer mi atención.

—No estés viendo, no te tortures —ordena él serio, volviendo tomar un poco café, aunque ignoro su petición.

Ese hombre le toma la mano a mi niña, entrelazando sus dedos, partiendo una caminata.

Mi corazón se está muriendo, es como si alguien le hubiese enterrado un cuchillo y estuviera enterrándolo con profundidad. Las palmas de mis manos están humedecidas, las limpio con la servilleta. Veo como mi piel está enrojecida, pero no siento nada.

Me levanto apresuradamente, sin querer perderlos de la vista. Hago el asiento para atrás y salgo apresuradamente de la cafetería, Newt está justo detrás de mí. Ellos se suben en elevador que tiene las puertas abiertas.

Sujeto la muñeca de mi amigo, corriendo hacia las escaleras eléctricas, sin perderles la pista.

—¿Por qué te quieres torturar, Kent? —pregunta, meneando la cabeza.

—Tal vez es un amigo, ella es muy amigable con el mundo. Solo necesito...

—Kent... —irrumpe con voz apagada, soltando un suspiro.

—¿No me ves? ¿¡No ves que ella me vuelve loco de amor!? —ladro con frustración, observando como las puertas de metal se están deslizando en el primer piso, donde está toda la ropa de marca.

Talitha está muy risueña, lleva una bolsa cruzada sobre su pecho que sujeta. Tiene inclinada la cabeza hacia atrás con sutileza. Él es un hombre alto, pero no a mi altura. Ni siquiera me han visto cuando se giraron sobre sus talones en mi dirección. Intuitivamente me oculto detrás de un pequeño árbol muy delgado.

Mi mente no es clara, y no sé lo que estoy haciendo.

Ellos ingresan a una tienda de vestidos lujosos. Me acerco de puntillas hacia el cristal que abarca toda la tienda. Ni siquiera soy consciente si mi amigo me está siguiendo.

—¿Por qué quiere un vestido? ¿Se lo va a comprar a su mamá? —pregunto, imaginándome el mejor de los escenarios a mi favor.

En ningún momento ella dejo de sonreír, incluso no deja de tocar el brazo de su estúpido y feo acompañante.

No es nada atractivo, debo de admitir. Sus ojos se pierden en cada una de su sonrisa, y su piel es excesivamente pálida.

Una empleada de la tienda se acerca hacia ellos con una sonrisa, ellos empiezan a hablar y por más que intento descifrar sus labios, no pienso en nada coherente.

—Kent, por favor. No quiero estar espiando a Talitha, ¿no ves que está muy feliz?

Mi cabeza gira hacia él por un milésimo de segundo, pero vuelvo a prestar atención hacia la ventana.

Su pregunta provoca que mi piel se erice, ella luce feliz.

Talitha saca de su bolso un listón de color verde esmeralda que parece una corbata. Ella lo entrega a la vendedora ¿Ella está buscando un vestido del mismo color?

¿Es que su mamá está saliendo con alguien y van a hacer algo importante?

—Kent —implora Newt, sujetándome del codo—. Parecemos unos psicópatas desde aquí.

—Pues vamos a la tienda, tengo un excelente gusto...

—No le arruines la tarde a Talitha, piensa en ella, aunque sea solo una vez.

Sus palabras conmocionan una vez más dentro de mis pensamientos, lo que me hace que mis pies estén plantados sobre el suelo y me prohíbe moverme.

Ella si luce feliz, parece que sus ojos destellan luces, las más hermosas que alguna vez he visto. No deja de hablar hacia el hombre quien no mantiene las manos lejos de ella; si no está colocándole un mechón detrás lo oreja, pasa sus manos por sus hombros y luego por el largo de sus brazos.

Lo detesto, porque él puede hacer lo que yo quiero. Tenerla entre mis brazos.

La vendedora se acerca a ellos con vestidos largos de diferentes estilos, todos del mismo color que la corbata: verde militar. Talitha sujeta la percha de uno para alzarlo, tiene strapless, corto y es de lentejuelas. Les da un reojo a los otros, parece que está preguntado por el probador.

¿El vestido no es para su mamá?

Ella se quita la bolsa y se la da a su horrible acompañante quien sin pensarlo dos veces cruza la correa por la cabeza. Entretanto, Talitha sigue a la vendedora hacia los probadores.

—¿Por qué la está acompañando a ella? —pregunto con demanda a mi mejor amigo.

Estoy seguro de que él debe de saber algo, aunque sea su nombre.

—Porque Paxton tiene una buena relación con ella...

Ah, con que el desgraciado se llama Paxton.

Talitha suelta un grito estruendoso con el nombre de ese imbécil, pidiendo que vaya. Él no espera otro llamado y va, yo no alcanzo a ver nada, debido a los estantes llenos de vestidos de gala. Así que me adentro a la tienda, entre un pasillo, sin ser visto por el resto de las empleadas, y Newt está a mi lado.

—¿Qué se supone que estamos haciendo, Kent? No sé cómo decírtelo, pero tu oportunidad la perdiste, vámonos y deja de torturarte.

Una vez más ignoro la petición de Newt, intento alzar la cabeza sin ser muy notorio. Pero, creo que he atraído la atención de otras trabajadoras, ya que nos acerca una y carraspea su garganta para atraer nuestra atención.

—Buenas tardes, caballeros ¿Les puedo ayudar a algo?

—No, gracias —replico sin mirarla, ya que al frente de mí está la mujer más hermosa del mundo.

Con un feo vestido, sí. No obstante, ella sigue luciendo preciosa.

Lleva puesto un vestido corto, hasta la rodilla con strapless, en la zona del pecho está cubierto por lentejuelas, pero el verde no es bonito. El escote no tiene forma de corazón, que yo creo que le sentaría de maravilla, debido a que no es muy voluptuosa de esa zona.

—¿Sabe quién es ella y por qué está con él? —Giro mi cabeza hacia ella por unos segundos.

La señora arruga el entrecejo con frustración, va a abrir los labios para responderme. Sin embargo, saco unos billetes de mi bolsillo y se los ofrezco.

—Bien, puedo darles información, pero necesitamos pretender que están buscando un vestido —farfulla, tomando los billetes y guardándolos sobre el saco de su traje—. Por lo que escuché, están buscando un vestido para su baile de graduación, pero no dijeron nada si son pareja.

He dejado de respirar, y no sé si porqué Talitha va a ir a su baile con ese parásito o que ha salido con un segundo vestido, del mismo color. Aunque esté es mucho más exquisito. Es de un solo color, completamente largo con una abertura en sus piernas. En la parte superior eran dos pedazos de tela, cubriendo su pecho con un profundo escote, que se sujeta como una gargantilla de su cuello. Se nota que le queda un poco grande en la zona del pecho, por lo que se ha dejado puesto su sujetador.

Yo la veo preciosa, ese vestido grita su nombre y su piel luce exquisita. Parece que el diseñador lo ha hecho exclusivamente a ella. Ella luce excesivamente alegre, girándose sobre su propio eje, dándole vuelo al largo de su vestido.

Mi ilusión se rompe cuando esa persona silba con los dos dedos en su boca ¡Ja! El muy tonto ni siquiera sabe silbar sin sus dedos.

Las mejillas de Talitha toman un color carmesí, agachando la mirada por un instante, sintiéndose halagada. El hombre coloco uno de sus brazos sobre su abdomen y otra en la espalda, haciendo una reverencia a la chica.

Mi osita se ve genuinamente feliz.

Las palabras de mi abuelo hicieron eco en mi mente, por lo que no quiero arruinar su momento, debido a que lo único que deseo es que su sonrisa jamás se borre de su rostro.

—Vamos, Newt —digo derrotado e indicando con mi cabeza hacia la salida.

Le doy una sonrisa forzada a la vendedora por la poca información que me ha dado. Procuro no resaltar, ya que no quiero atraer la atención de Talitha que sé que no me ha visto, debido a que parece que solo tiene ojos para esa persona menos atractiva que yo.

Newt parece entender mi silencio, y se mantiene caminando a un lado mío.

—Lo siento, Kent. —Newt descansa su mano sobre mi hombro como apoyo.

—¿De qué? Si yo solito me lo he ganado —resoplo con ironía, mordiendo mi lengua por el nudo en mi garganta.

No lo sé, tal vez estoy loco por no luchar por su amor.

Me he enamorado de la más dulce venganza.

Tal vez lo jodí todo y no quiero admitirlo... He destruido lo que pudo ser con mi osita, y ni siquiera puedo limpiar el desastre.

Y al final, el idiota fui yo, y debo de pagar las consecuencias de mis actos.

No dejaría que nadie la lastimara, incluyéndome en ello.

Gracias por enseñarme que el amor despierta el alma, por darme la riqueza e incendiar un fuego en mi corazón que no quiero extinguir.

Ahora comprendo que lo único que quiero es que ella sea feliz, a pesar de que no soy yo quien la va a estrechar en sus brazos y besar esos labios de fresa que se convirtieron en mi nuevo sabor favorito, sin importar que eso me pudiera llevar a la muerte.

Te amo, osita. 

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