≪•◦ ❈◇Especial de Navidad ◇❈ ◦•≫

¡Mis queridos lectores!

En esta navidad 2022, deseo para cada uno de ustedes todas las cosas maravillosas que nuestro Dios les pueda otorgar. Que el niñito Jesús,  permanezca en sus corazones por la eternidad. 

🌟Feliz Navidad,  mis amores.🌟

Disfruten junto a su familia y dense mucho amor.

🌟🌟🌟

En otro orden, aquí les traigo un capitulo especial de navidad, espero que les guste.




En cada rincón de la Ciudad de México, se sentía el aire navideño, todos se movían para acá y para allá comprando los regalos para sus seres queridos y amigos, pues es tradición agradar a las personas más cercanas con obsequios, pero aún más importante era compartir en familia.

En víspera de navidad todos se encontraban en un solo lugar, Toluca de Lerdo. Bueno, no todos pudieron llegar allí, sus compromisos no se lo permitieron.

— Creo que a Elena le gustará este — dijo Keily con una sonrisa tomando en sus manos un vestido —. Definitivamente, es su estilo, ¿Tú qué opinas, Bi?

Ambas estaban en un centro comercial comprando algunos regalos que aún le faltaban. La morena que se encontraba distraída, giró hacia la pelinegra y esta la miró y endosó una sonrisa empática.

—Disculpa, Kei —respondió —. No te escuché.

Keily la miró con detenimiento y comprendió que ella tenía sus pensamientos en otro lado. Se le notaba algo apagada, aún cuando su mirada albergaba un pequeño brillo, la tristeza se lo hacía opacar, se le notaba perdida, como sin rumbo.

—No te preocupes —dijo la pelinegra, entendiendo por qué se encontraba así —. Solo te decía que compraré esto para Elena, aunque no tiene fecha de llegada.

—Estoy segura que le encantará — manifestó, Bianca, sonriente olvidando un poco su situación —. Ojalá no tarde en llegar, ya hace falta por aquí.

— Si, hace una falta terrible, si no fuera por ti ya hubiese muerto.

La morena, sonrió divertida.

— Ambas nos hacemos compañía en estos días, lo bueno de todo esto es que me has hecho comer sin parar.

— Debes alimentarte y no lo estabas haciendo bien, Bianquita — expresó la pelinegra mientras miraba unos deportivos para hombres—. Sé que te gusta mi comida y por ahí comencé a despertar y seducir tu apetito.

—Créeme que no tengo como agradecerles todo lo que han hecho — dijo Bianca, en un susurro —. Tu madre y tu familia, se han convertido en la mía. Gracias, en verdad.

La morena pasaba por una situación difícil y había ido a México a pasar una temporada.

—Es un gusto tenerte aquí entre nosotros, Bi — dice la pelinegra —. Somos familia.

— Si, lo somos — logra decir Bianca con una sonrisa —. ¿Qué te parece si te ayudo a escoger el regalo para Marcelo?

Keily, sonrió ampliamente.

—Ese ya lo compré y no te voy a decir lo que es.

Ambas sonrieron cómplices.

—Ya me lo dirás cuando no puedas con la emoción — expresó la morena con una sonrisa que va disminuyendo poco a poco —. Yo también tengo el regalo perfecto para... — tragó saliva al tiempo que sus ojos se cristalizaban. Keily, se acerca a ella rápidamente —. Lo compré porque tengo la esperanza de que todo este desastre termine en algún momento, yo...

Sus sollozos no dejaron que continuara.

—Estoy segura de que esto pasará, las cosas se van a ir acomodando, no pierdas la fe.

— No sé, kei, yo no quiero pasar por este proceso sola — dijo mientras una de sus manos se encontraba en su vientre —. Tengo tanto miedo a lo que pueda ocurrir, solo deseo que esta nube negra que nos embarga en estos momentos se disipe y vuelva a brillar el sol.

—Todo va a estar bien, Bianca.

— Es lo que me repito todos los días, Keily, y si no fuera por este rayito en mi oscuridad, no sé qué hubiese sido de mí. Es lo único que me mantiene en pie.

Keily, la miró con una sonrisa genuina.

—Ahora no estás sola y estoy segura que podrás con lo que venga, Bianca. Eres fuerte, ya lo has demostrado una y otra vez.

La morena abrazó la pelinegra con fuerza mientras se desahogó por completo.

—Ya no quiero llorar más ni pensar en eso — dijo al separarse un poco de Keily y limpiando las lágrimas que había derramado sin permiso —, bastante lo he hecho ya, creo que es suficiente, además, estoy muy sensible, pues Sinclair y mi sobrino, me hacen una falta terrible, cada vez que pienso en ellos, me dan ganas de llorar.

—Cuando lleguemos a casa haremos una video llamada, así los ves y Dorian te hará reír.

Keily, sonrío y ella también.

— Esta bien, Kei, esa idea me encanta —dijo, Bianca más animada —. Ahora hablemos del regalo que le daré a Iván el bueno.

Las dos comenzaron a reír.

—Bueno, en eso te puedo ayudar con gusto.

La pelinegra se refería a no tocar el tema de la situación que embarga a la chica y también a ayudarle a escoger el regalo de su primo.

Ambas mujeres hablaron de lo bien que se sentían en el momento, a pesar de las dificultades. Del mismo modo, comentaron de los gustos y peculiaridades de sus amigos y familiares mientras compraban los obsequios.

Unas horas más tarde ya estaban en el Rancho Presley, pues ahí se encontraban desde hace unos días. Todos se reunieron en el jardín compartiendo mientras que la pelinegra estaba en su habitación en una videollamada con el rubio.

— Es que por más que me expliques no voy a entender cómo es que estas de viaje un día como este y no estás con tu familia, Marcelo — dijo Keily con pesar —. Es nuestra primera navidad juntos.

El rubio soltó un suspiro profundo a través de la pantalla al ver la cara de decepción de la mujer frente a él. En ese momento estaba de viaje, en Argentina, por algunos negocios que había que atender con carácter de urgencia.

—Tú sabes que mi deseo es estar contigo, mi cielo, pero...

—No te preocupes, no vuelvas a decir que no puedes — manifestó con calma —. Entiendo que hay asuntos importantes que atender.

—Tú eres lo más importante, nena, nunca dudes de eso — Keily, por defecto, se sonrojó —. Me encanta verte así, cuando te pones roja.

—Eres un idiota —masculló ella.

—Te aprovechas porque sabes que ahora no puedo besarte — anunció, el rubio, sonriendo —. Pero sabes que me las cobro en cuanto te vea.

Ella sonrió, sonrojada.

—Muero porque me cobres todo — respondió, seductora mientras lo miraba—. No me gusta tener deudas con alguien y mucho menos contigo.

El hombre la miró con admiración, pues hace mucho tiempo, él le había dicho esas mismas palabras cuando ella, de manera descarada, lo sedujo en su oficina, todo por adquirir de vuelta su teléfono celular. Por las venas del hombre, corrió el ferviente deseo de volverla a estrechar entre sus brazos.

— Te extraño mucho, mi cielo — dijo el rubio de pronto —. Esta semana sin ti ha sido un infierno.

—Yo no extraño nada de ti — expresó ella y eso hace que en la cara del hombre se forme una sonrisa —. Me estoy acostumbrando a tu ausencia.

—No seas mentirosa — dijo con una sonrisa de lado —. Me extrañas y lo sabes — ella sonríe sonrojada —. Dime que me extrañas.

— Te extraño.

El rubio sonríe ampliamente.

—Lo sabía, siempre a sido así.

Ella sonrió con astucia.

—Simplemente, te dije lo que querías escuchar, Marcelo Sandoval.

El hombre no dudo un instante en seguir provocando a la única mujer que lo volvía loco desde aquella vez que se encontraron en aquel Club.

Mientras tanto, en el gran jardín del rancho había una pareja manifestándose su amor, este había surgido así de la nada.

— Eres la mujer de mi vida, Lisbeth — dijo el pelinegro llevando un mechón de cabello detrás de la oreja de la mujer —. Tienes los ojos más hermosos que he visto y siento — da un beso a la chica —, que no podría vivir sin mirarlos.

Las mejillas de la chica se calentaron.

—Tú sabes que, si hablamos se ojos, los tuyos son más hermosos, mi duende hermoso.

Ambos se besaron con amor en ese gran jardín, la felicidad se sintió en el aire en cada instante.

Del otro lado del mismo jardín, se encontraba el otro pelinegro de la familia Presley, hablaba por celular con la mujer que también se había encargado de descongelar su corazón.

—Lástima que no puedes estar aquí conmigo, chaparrita.

—Pronto estaremos juntos, mi amor — dijo ella a través de la línea —. No podía dejar a mi familia sola en este momento y mi hermano me necesitaba.

El pelinegro, soltó un suspiro profundo.

—Nunca voy a olvidar lo que hizo Cristian, no es santo de mi devoción — manifestó, sonriente —. Algún día también lo golpearé, sabe que me las debe y no lo he hecho por que no he coincido con él.

Cristina, sonríe a través de la línea.

—Ustedes están locos en verdad, mi hermano lo hizo para defender mi integridad — dijo ella riéndose.

El pelinegro sonrió al escucharla divertida.

—Pero yo también cuido tu integridad, chaparrita...

Los dos siguen su conversación y allí se dice lo importante que son el uno para el otro.

En los alrededores se sentían muchos movimientos, en especial en la cocina, la señora Sarah, Sonia y las servidumbres preparaban el gran banquete para esta noche.

Bianca se encontraba distraída mirando al gran jardín e Iván el bueno, como ella lo llama entró al lugar, la observó con cautela y no pudo evitar soltar un suspiro cansado, él quisiera hacer más por ella, quisiera borrar esa mirada triste que manifestaba en ocasiones y que ella sonriera más, pues al conocerla hace unos meses atrás, no pudo evitar querer cuidarla como lo hace con sus hermanas.

—Llegué yo, el que te hace reír a carcajadas — dijo, sorprendiéndola —. Soy Iván, el mejor.

Eso la hizo reír más.

— Te llamas como el demonio que atormenta mis sueños — soltó la morena, riendo —. No sé qué tan bueno seas.

— ¡Qué lástima! — enunció, divertido —. Pero yo seré el ángel que los divierta de ahora en adelante, Blanquita.

— Eres un tonto — dijo, Bianca, sonriendo.

—Ven aquí — abrió los brazos para abrazarla — ¿Cómo está mi ahijada? — Preguntó tocando su panza — Estoy seguro que se parecerá a mi...

—Puede que sí, tu color de cabello es parecido al de su padre, es probable que tengan algún parecido.

— Eres una asesina de sueños, Bianquita — dijo, divertido.

—Es la verdad – él sonrió con picardía.

—En ese caso la gente va a pensar que es mi hija y no mi ahijada ¿Te imaginas eso? — ella le negó sonriendo —. Y si eso ocurre, no dudaré en robarme la criatura, seria feliz aquí con los caballos, sería la pequeña "Indomable".

– Estas loco la verdad – sonrió con más fuerza a las ocurrencias de su amigo – pero aún no sabemos que será y ni creas que dejaré que me la robes.

– Aguafiestas, solo estoy jugando, me gusta ver cuando sonríes hermanita de otra madre – la atrae a sus brazos – ven aquí abrázame.

– Que conste que lo hago para que dejes el drama, hermanito de otra madre.

Ambos hablaron por un rato más sobre los últimos acontecimientos, se habían convertido en buenos amigos incluso tenían un cariño tan fraternal que se a simple vista podían confundir a cualquiera, pero el corazón de ambos ya tenían dueños.

Mientras tanto, al otro lado del mundo, en una parte de Europa, también había personas que no paraban de moverse, estaban acomodando todo para pasar su noche en familia.

La familia Álvarez, no era la excepción. Elena, había ido a pasar unas semanas con ellos, puesto que, le surgió un trabajo de diseño y quiso ayudar a su hermano Héctor. Esto le serviría para despejar su mente y así tomar las decisiones adecuadas para su vida.

— Quiero saber quién es el responsable de eso — dijo, Héctor, seriamente hacia su hermana —. Porque eso no se hizo solo.

— Te dije que ir a una clínica y pagar mucho dinero para que hagan esto es bastante fácil, Hect — respondió, la pelirroja sonriendo —. Debes ponerlo en práctica, es muy eficaz.

Su hermano soltó un suspiro cansado, ya había tenido esa conversación con ella.

— Y yo te dije que teniendo esos órganos como los tienes, no había necesidad — manifestó él, incrédulo—. Te juro que descubriré el responsable, yo no me trago ese cuento.

Pero Héctor, sabía todo lo que estaba pasando.

— Ese es tu problema — dijo mientras metía en el horno una lasaña —. Solo déjame en paz, eres muy pesado cuando te parece.

Su hermano sonrió a su espalda.

—Entonces tenemos visitas el día de hoy, pensé que era una cena familiar.

Elena, sonrió y se giró para mirarlo.

—Es mi amigo y no quise decirle que no, Hect.

—Un amigo que fue tu novio y que ahora anda detrás de ti — expresó con tono serio —. Te siguió hasta acá.

—Solo es un amigo...

— Que podría convertirse en algo más, enana.

Ella tragó saliva antes de hablar.

—No quiero hablar de eso, por favor, Héctor.

—Aunque no lo parezca sé muchas cosas, Elena, soy muy observador y cuando fui a México hace unos meses me di cuenta de muchas cosas.

—Lo sé, hermano — dijo con voz rota — pero ahora no estoy lista para hablarlo, además, bastante tengo con mi padre, aún está enojado.

— Hablaremos luego, cuando estés preparada para hacerlo — habló, Héctor, acercándose a su hermana para abrazarla —. Y lo que concierne a nuestro padre, ya se le pasará, no te mortifiques por eso.

—Gracias por todo tu apoyo, Hect.

Los dos hermanos se abrazaron con cariño en aquella cocina.

La tarde estaba cayendo, la alegría se sentía por todas partes, pues la navidad eso dejaba. Sin embargo, estas fechas traían anhelos, deseos de ver aquellas personas que son realmente importantes en nuestras vidas.

Volviendo al rancho de los Presley, ya todos estaban en la mesa, él banquete se veía delicioso y las risas que se escuchaban en el salón eran contagiosas, todos compartían momentos memorables, estaban fortaleciendo lazos familiares.

— Es un gusto ver como mi familia ha crecido de manera considerable — comenzó el señor Presley a hablar con una sonrisa de orgullo en su rostro —. No tengo que decirles que esta es su casa y que no tienen que avisar para llegar aquí, gracias por ser parte de mi familia, amigos. ¡Salud!

Todos levantaron sus copas y también dijeron algunas palabras.

—Aprovecho el espacio en donde mi familia está completa, en donde solo faltan algunos, pero sé que están de acuerdo conmigo, quiero hacer una petición — habló, unos de los pelinegros para los presentes, se pone de pie y saca algo de sus bolsillos. Todo están a la expectativa de lo que será —. Lisbeth, en estos meses me he convencido a mí mismo de que eres la mujer de mi vida, aquella con la que quiero formar una familia y vivir el resto de mis días.

La chica de ojos rayados se ha quedado estática en su lugar, no puede creer lo que ha escuchado.

Bianca y Keily, eran las únicas que sabían de qué se trataba todo esto y la emoción reinaba en el lugar, porque no hay que tener tres dedos de frente para saber lo que el pelinegro buscaba.

—¿Qué... qué me estás queriendo decir? — dijo Lisbeth, con su corazón amenazando por salir corriendo de su pecho.

Las chicas estaban tan emocionadas, Sarah tiene lágrimas en los ojos, Roberto y Sonia Presley, se han quedado mudos de la emoción y por la sorpresa.

—No seas el mismo sensacionalista de siempre y habla ya... — dijo una emocionada Keily.

— No, será lo que estoy pensando —manifestó, Fran Irene con incredulidad.

— Pues creo que si — dijo, Bianca, sonriente.

El pelinegro las miró a todas, pero llegó el momento de volver a mirar al que considera el amor de su vida.

Estaba nervioso, pero eso no le impidió continuar:

—¿Quieres casarte conmigo? —logró decir al tiempo que abría la pequeña caja en sus manos, aquella que contenía un anillo de compromiso.

Esas palabras hicieron eco en el salón de donde se encontraban. La chica no podía creer que el amor de su vida le estuviera pidiendo matrimonio.

— ¿Hablas en serio? — Preguntó, son poder creer lo que escuchaba.

— Estoy hablando muy en serio, mi peluchita.

Lisbeth derramó algunas lágrimas de sus hermosos ojos y pasa su mano al pelinegro.

—Acepto. Claro que acepto, mi duende.

Él le colocó el anillo en su dedo anular y luego de eso se lanzó a sus brazos.

Todas las personas presentes comenzaron a gritar de la alegría, estaban felices por la formación de una nueva pareja, es decir, otro matrimonio en la familia, se casa otro Presley más.

La cena navideña fue como se esperaba, llena de emociones, reír en conjunto con los seres que se aman, no tiene precio.

Horas más tarde, las personas del salón platicaban sobre la fecha de la boda y los preparativos de la misma. Los novios decidieron contraer matrimonio lo más pronto posible, puesto que, deseaban vivir juntos y no quieren que el hermano de la chica se entrometa en sus decisiones, ya que Louis, sentía algo más que algo fraternal por su hermana.

— Yo me encargo de la decoración — propuso la pelinegra.

— Yo te ayudo, puesto que en estos meses he adquirido más experiencia al estar al lado de Elena y de ti, Kei.

Keily, sonríe a sus anchas.

— Por supuesto, nena.

—Me uno a ustedes —dijo, Fran Irene con ina gran sonrisa.

—Yo paso —agregó Esther —. No sé nada de decoración y esas mierdas.

—No se necesita tu ayuda —aportó, Jason muy serio —. Ni siquiera tu opinión.

—No se vayan a pelear — advirtió, el tío Roberto —. Pues aun tengo la autoridad para halar sus orejas.

Todos hicieron silencio colocando una mala cara, pero la alegría que sentían era mucho más poderosa que el mal rato que puedan pasar.

— Estoy tan feliz — dijo la chica de ojos rayados —. Estamos hablando de mi boda, no lo puedo creer.

— Pues créelo, mi amor — manifestó el pelinegro dando un beso en la mejilla de la chica.

— Mis hijos han crecido tanto, no me creo que ya se estén casando y creando su propia familia — anunció, Sarah.

— No me hagas llorar, Sarah — dijo, la señora Sonia con lágrimas en los ojos —. Nuestros pequeños, no son tan pequeños.

La familia y sus allegados, no podían creer todo lo que estaba pasando.

—Bueno, familia, esto es real, hay una boda, solo esperemos que a este si podamos asistir — dijo, Fran Irene.

—Lo harán — dijo Jason con seguridad —. De eso me encargo yo.

Mientras todos compartían en la sala de estar, hablando de aquellas cosas que le causaban felicidad, un helicóptero se dirigía a la hacienda, un hombre que no podía concebir pasar sus navidades sin la persona que más ama sobre la faz de la tierra. Hizo todo lo que estaba en sus manos para poder compartir con su niñita esa noche. Sus pensamientos giraban en torno a ella, siempre fue así y es posible que así lo sea por la eternidad.

Un tiempo transcurrido, él se encontraba en el lugar indicado esperando por ella.

Ella estaba de camino en unas de las camionetas del rancho, puesto que, su hermano, le pidió hablar con carácter de urgencia en un lugar privado. Keily, accedió sin dudarlo un segundo, Jason, era muy importante en su vida.

Ella no imaginaba que él la esperaba. Cuando llega al lugar indicado, su cabaña, aquella que siempre ha sido tan especial para ella, sonrió, sospechaba que algo más había tras las palabras de urgencias de su único hermano.

— Ya me había hecho la idea de que no te vería en esta navidad, Marcelo Sandoval — dijo, observando al hombre que se encontraba en el interior de la cabaña.

—No podía pasar nuestra primera navidad lejos de ti, mi cielo.

Sonrió, emocionada al verlo.

Ella detalló bien su rostro y todo su cuerpo. Su vestimenta, era una camisa color negro remangada hasta los codos, unos pantalones grises y zapatos formales. No podía faltar su costoso reloj en su muñeca.

Todo el lugar estaba iluminado por las luces de unas velas que él mismo se había encargado de encender.

Él sostenía una copa de vino en una de sus manos, también detalló cada centímetro de ella, y no podía sentirse más afortunado en tenerla.

—Entonces, no me vas a saludar, Marcelo Sandoval —anunció con una sonrisa.

Se acercó a ella para envolverla en un abrazo, ambos se abrazaron y besaron con ganas, ya tenían una semana sin verse.

—No sabes cuanto extrañé tenerte en mis brazos — susurró él.

—Yo solo un poquito —manifestó ella, divertida, pero haciéndose un poco la difícil con él.

—No se te da bien mentir.

—Como sea... —dijo, restando importancia al asunto.

— Deja el enojo y mira que tenemos una deliciosa cena para los dos.

En el centro de la pequeña cabaña, había una mesa preparada, iban a tener una cena para dos.

— Ya he cenado — dijo, Keily, haciéndose la fuerte.

El rubio, sonrió.

— No es problema para ti, sé que puedes con más.

Ella sonrió ampliamente al tiempo que daba un casto beso en sus labios. No quiere estar enojada con él por más tiempo.

— En eso tienes razón, cielo mío — expresó con una sonrisa seductora entre sus labios y llevando sus brazos alrededor de su cuello —. Pero quiero comer el postre antes.

Esto lo pronunció mientras desabotonaba la camisa del hombre, no podían demorar más para tenerse y entregarse uno al otro.

—Era la propuesta que tenía en mente — masculló en los labios de ella —, pero por lo visto, mi mujer se me adelantó.

Entre risas y coqueteos quitaron de manera desesperada cada una de las prendas que los cubría y, al igual que en aquella ocasión, hace un tiempo hicieron el amor en la misma cabaña, se entregaron uno al otro de esa manera tan especial que solo ellos pueden hacerlo, sin perder la conexión inexplicable que siembre han tenido al comunicarse a través de su mirada, la cual, es la perdición de los dos.

Ahora se encontraban uno frente al otro en la pequeña mesa, estaban muy cerca, solo iluminados por la luz de las velas. Él tenía el torso desnudo, ella se colocó la camisa del rubio, se miraban a los ojos mientras tomaban una copa de vino, sus ojos brillaban y todo alrededor de ellos parecía magia, pues se amaban.

—Si sabes que eres el...

Él pronunció las palabras que a ella le encantaba escuchar de sus labios y no pudo evitar sentir su corazón amenazando salir de su pecho, era un efecto que él causaba en ella.

— Sí, lo sé — dijo ella en susurro acompañado de una sonrisa y tratando de peinar el cabello del hombre —. Tú también eres el amor de mi vida, Marcelo Sandoval.

Él sonrió a sus anchas y la miró como siempre lo hacía, con admiración, devoción y, sobretodo, como la mujer de su vida. Nunca se cansaría de escucharla diciendo que él era su amor, su vida, pues ya no era un secreto de que los dos se pertenecían tanto en cuerpo como en alma.

—Lo sé, siempre lo he sabido.

Ambos sonrieron cómplices.

—Ahora si vamos a cenar y celebrar nuestra primera navidad juntos — propuso ella con sus mejillas sonrojadas, mirando la comida y tomando en sus manos unas de las uvas —. Esto se ve delicioso.

Él volvió a sonreír al verla.

—Siempre he admirado tu forma de comer, mi cielo — manifestó el rubio, sonriendo —. Me voy a poner celoso del cómo estas mirando la comida en estos momentos, nena.

Ella sonrió con picardía.

—Tú te pones celoso hasta de la ropa interior que uso — dijo entre risas —. Así que, ¿Qué más da?

Ambos rieron y disfrutaron uno del otro en el día de navidad. Horas más tarde, se unieron al resto de la familia y compartieron en el día de Navidad, escucharon música e hicieron algunas anécdotas.



◇🌟◇



🌟 NOTA DE LA AUTORA 🌟

Capítulo especial de navidad.

Espero que les guste.

Este capítulo podría contener algunos spoilers de "Mi Perdición" y "Camino de Espinas".

Este capítulo fue revisado y autorizado por Lizzzoloz y está totalmente de acuerdo con los spoilers que podrían estar en la historia.

Muchas gracias, mi Liz, por prestarme a tus bebes.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top