☆°••●Capítulo 84●••°☆


Marcelo, miraba a Manuel quien agonizaba en el piso.

—¿Quién fue? — Preguntó, Manuel, con dificultad, mientras una cantidad de sangre salía de su boca.

Marcelo, miró detrás de él y se sorprendió bastante al ver aquella figura.

—Te dije que me pagarías lo que le hiciste — gruñó, aquella persona, mientras se acercaba a él.

A Manuel se le cristalizaron los ojos.

—¿Tú? — Preguntó con dificultad.

—Nunca debiste meterte con los míos, Manuel. Te lo advertí.

—Siempre te cuidé — reclamó, con cansancio.

Diego, tragó saliva.

—No lo hiciste y ambos lo sabemos.

—¿Todo fue por ella? ¿Por Keily?

Diego, frunció el ceño.

—Vi la grabación de como la golpeaste en el despacho, fuiste un cobarde. Por más que te advertí, no me hiciste caso.

Marcelo, solo escuchaba la conversación, aunque no se sentía muy bien, había perdido demasiada sangre.

— Ella fue la culpable de la muerte de mi abuela y la desgracia de mi familia — dijo, con dificultad.

—Ella solo fue una víctima de Danilo y de todos ustedes —habló, Diego con coraje.

Todo estaba fuera de control.

—¿Asi que eso es lo que piensas de tu familia, Dieguito? — Preguntó, Danilo, llegando al lugar, también tenia un arma.

Diego y Marcelo, miraron en su dirección.

—Nunca estuve de acuerdo con su forma de actuar — le hizo saber, el pelinegro.

—Pero si tu también participaste en todo esto, incluso, llegaste a amenazar a la panterita por teléfono — replicó, indignado.

Diego, sonrió.

—Me pediste una prueba de lealtad y te la di, además, de que tomé todo a la ligera, solo quería asustarla para que se alejara de Marcelo, pero con el tiempo me di cuenta de que por más que hiciera, no podía luchar contra lo que ellos sentían.

—Eso quiere decir que...

—Me mantuve cerca porque quería saber tus movimientos y porque mi madre estaba involucrada, solo eso. Quería salvarla, alejarla de toda esta mierda, pero me fue imposible.

—¿Es decir que yo nunca te importé, sobrino? — Preguntó, aquel hombre, enojado.

—Lo siento, tío, pero nunca lo hiciste. Nunca me importaste.

Dicho esto, el hombre, frunció el ceño totalmente, se había enojado tanto con Diego, que no dudó en disparar su arma logrando impactarlo.

—¡No! — gritó, Marcelo malherido, al tiempo que veía a su hermano caer en el piso —. ¡Diego, no!

Gritó con dificultad, con dolor...

Marcelo, trato de acercarse a su hermano, pero sus heridas le estaban pasando factura.

Danilo, logró herir a Diego en su estómago y este estaba perdiendo mucha sangre. Marcelo, llegó hasta él y ayudó a hacer presión en su herida.

—No puedes morir — le dijo, el rubio.

Diego, sonrió adolorido.

—No finjas que te preocupas por mi — dijo bajo, como si le faltara el aire.

—Lo hago, eres mi hermano, aunque no nos llevemos bien, no significa que no te quiera — aseguró, Marcelo.

Diego, lo observaba con sus ojos cristalizados.

—Te hice daño y permití que te lo hicieran — confesó con dificultad —. También se lo hice a ella.

Marcelo, miró la herida, estaba saliendo mucha sangre.

—Un día nos sentaremos y hablaremos de esto, no ahora. ¿Me entendiste?

Diego, dio un asentimiento.

—Me aburre su bla bla bla — soltó, Danilo, indiferente —. ¡Ya muérete si lo vas a hacer!

Marcelo, lo miró fulminante.

—¡Eres un parásito! — despotricó, el rubio, enojado —. Un cobarde, no debiste dispararle a tu sangre, a tu familia.

Danilo, comenzó a reír como loco por algunos segundos.

—Es lo mismo que te pasará a ti, Marcelo Sandoval — dijo, recomponiéndose de la risa —, luego buscaré a Keily y Cristina, formaremos una linda familia, tendremos hijos y un gran jardín.

Diego, comenzó a respirar con más dificultad.

—Lo... lo siento mucho... — logró decir.

Marcelo, lo miró y este tenía su vista en él.

—No te rindas, la ayuda viene en camino — habló, el rubio, tratando de cubrir más la herida.

—Tendré el placer de presumir que he asesinado a los dos hijos de Fabricio Sandoval — rió como loco —. Nunca me cayó bien por prepotente que era. Así que despídete, Marcelo Sandoval...

Un disparo se escuchó.

—Nunca voy a perdonarte el que le hayas disparado a mi hijo, Danilo — gritó, Florencia, entre lágrimas apuntando aquel hombre que yacía en el piso —. Me has traicionado.

—¡Eres una desgraciada, mala agradecida!

Los sollozos de Florencia se escuchaban por todas partes.

—¿Cómo te atreves a dispararle a mi hijo? — lloriqueó, dolida.

Miraba a su hijo con agonía y no dudó en salir corriendo hacia él.

—¡Hijo! — fue lo primero que dijo, mirándolo —. ¡Por favor!

Marcelo, miraba a la que siempre vio como una madre llorar desconsoladamente por su hijo.

—¡Me la van a pagar caro! —gritó Danilo, con dificultad, mientras apuntaba hacia ellos con un arma.

Florencia, se asustó, sin embargo...

Marcelo, tomó el arma que Diego tenía en sus manos anteriormente y con una agilidad increíble, disparó hacia aquel hombre.

Los quejidos del hombre se escuchaba en aquel almacén, poco a poco fue disminuyendo hasta que no se escuchaba nada.

¡Todo había terminado, Danilo había muerto!

Por lo menos, esa parte, si estaba solucionada, sin embargo, Marcelo, se sentía muy mal , se sentía agotado, mareado y de más.

El arma que portaba en las manos, cayó en el suelo y él fue dejándose caer poco a poco. Estaba herido y había perdido mucha sangre.

Florencia, se colocó rápidamente entre sus dos hijos, estaba dolida por todo aquello que había causado.

—Perdónenme, por favor – susurraba entre lágrimas.

Sus dos hijos estaban heridos de muerte y le había hecho daño a un ser inocente. Amelia.

Tres hombres del bando de Danilo, llegaron al lugar para ayudarlo, pero era demasiado tarde. Estaba en el piso.

—Señora, debemos irnos — dijo, uno de ellos a Florencia. Estaban agitados y con miedo a todo lo que ocurria.

Pero no dio tiempo a nada.

De pronto, todo el lugar fue invadido por policías y los amigos de Marcelo que lo apoyaban en ese momento.

Amenazaron a los hombres que allí estaban y a la misma Florencia para que no tuviera tiempo de hacer nada, sin embargo, esa no era su intención, ella se había rendido.

Ángel y Jason, se sorprendieron bastante al mirar su panorama. Corrieron a auxiliar a Marcelo.

—¡Un médico! — gritó, Ángel, desesperado, corriendo hacia donde se encontraba su hermano.

Lo revisó y vio las heridas que este tenía.

—No está bien — dijo, preocupado.

—Los médicos están cerca — informó, Jason.

—¿Y Keily? — Preguntó, aquella voz rasposa.

Ángel, miraba a su hermano.

—Esta a salvo — dijo —. Tu también lo estarás, ¿Entendiste?

Marcelo, sonrió, levemente.

—He perdido mucha sangre de aquí — señaló la herida de bala —. Pero no tengo intenciones de morirme ahora.

Tanto Jason como Ángel, compartieron una mirada preocupada. Se escuchaba débil.

—Más te vale que así sea, Sandoval — gruñó, Jason —. Recuerda que no debes hacer llorar a mi hermana y si lo haces voy a matarte.

Marcelo, volvió a sonreír levemente.

—Lo sé — respondió con dificultad, mientras perdía el conocimiento.

Después de ahí todo fue un caos.

Los gritos de Ángel llamando por ayuda eran desesperantes.

Florencia lloraba viendo todo aquello, mientras era levantada del piso por un oficial quien le colocó las esposas y le informaba sobre sus derechos.

Los médicos llegaron y revisaron todos los heridos. Efectivamente, Danilo había muerto. Diego estaba gravemente herido, al igual que Marcelo.

Manuel también estaba vivo, pero grave.

Las ambulancias, estaban a la espera para dirigirse al centro de salud más cercano. En una de ellas Keily, estaba siendo atendida debido a petición de Marcelo.

Cuando ella vio a Marcelo, siendo trasladado en una camilla hacia una ambulancia, su corazón cayó de picada.

Su miedo fue mayor que cualquier cosa y salió corriendo, dejando a los médicos allí...

—¡No puede correr, señora...! — gritó uno de ellos, tratando de detenerla, pero fue inútil.

Quiso morir cuando vio a su esposo en las condiciones en las que estaba, lleno de sangre y tan débil.

Era la primera vez que lo veía en esas condiciones, siendo tan frágil.

Apresuró su paso a pesar del dolor que sentía en la parte baja, Jason trató de detenerla, pero fue inútil.

Se colocó al lado de la camilla e iba caminando a pasos apresurados junto a esta, pues el hombre debía ser atendido con urgencia, tenía varias complicaciones debido a la pérdida de sangre.

—¡Mi amor! — sollozó, ella, tratando de palpar con sus manos las heridas que él tenía. Las lagrimas bajaban sin cesar —. ¡Abre los ojos, por favor!

Más este no respondió.

—¡Marcelo Sandoval! — gritó más fuerte, tratando de removerlo —. ¡Respondeme, por favor!

—No puede hacer eso, señora — se acercó un médico, tratando de detenerla, separándola de él —. El paciente está muy delicado, podemos perderlo.

Aprovecharon para subirlo en la ambulancia

—¡No! — gritó fuerte, sacudiéndose— ¡Suéltame! ¡Marcelo! ¡Mi amor, por favor!

Jason, llegó en ese instante para ayudar a la persona, trató de calmarla.

—Por favor, Kei...

—¡Nunca te voy a perdonar que me dejes sola! — volvió a gritar más fuerte, mientras que trataba de zafarse del agarre de su hermano —¿Me escuchaste, Marcelo Sandoval? ¡No te lo voy a perdonar!

Todos lloraban al ver las condiciones en la que estaba aquel hombre que había luchado por qué su mujer estuviera a salvo.

Cristina, lloraba al ver a Keily tan rota, tan desesperada. Lloraba cubriendo sus boca con las manos.

—¡Por Dios, Keily! — exclamó, Jason, desesperado al ver a su hermana así.

Ella lo abrazó de pronto, entre sollozos. Enterró su rostro en el hueco del cuello de su hermano, no tenia fuerzas para luchar con tanto.

—Si le pasa algo a Marcelo, me muero, Jei — murmuró, abatida, en la misma posición.

—Todo va a estar bien, debes confiar en que así será — dijo, con calma —. Ahora debes ser igual de fuerte que antes, además, sabes que no estas sola, me tienes a mi, a toda tu familia y amigos contigo.

Keily, se aferró más a su hermano.

—Solo... solo llévame con él, por favor.

Jason, no dudó en cumplir el deseo de su hermana, pero los médicos recomendaron cuidados especiales y la subieron en la ambulancia.

Ya en el centro de Salud, se reunieron parte de la familia y amigos, apoyando desde la sala de espera.

—No puedo creer que este pasando todo esto, hijo — lloraba, Amanda en los brazos de su hijo Ángel —. Si mi hijo se muere, yo...

—Eso no va a pasar, señora —reprendió, Martina, entre lágrimas —. Mi muchacho no lo vence cualquier cosa, siempre ha sido tan fuerte y...

Sus sollozos no la dejaron continuar.

—Los médicos aún no han dicho nada, lo tienen en la sala de cirugía — habló, Ángel.

Tenia parte de su brazo con una venda, pues tenía un rozón de bala.

—Marcelo estará bien — animó, Cristian, preocupado —. Conozco a mi amigo, mi hermano y no se rendirá tan fácil.

—Solo espero que con Keily, este todo bien — volvió, Amanda a hablar, esa era otra preocupación más —. El doctor solo permitió una sola persona y, Elena, quiso quedarse.

—Jason también está allí, el médico no tuvo más remedio que aceptar su presencia, no pudieron sacarlo de allí.

—Ya estoy agotada de tantas tragedias para con los míos — habló, Martina, con coraje e impotencia —. ¡Ya basta!

Su sufriendo era palpable.

En la sala de espera de aquel centro de salud, todos pensaban lo mismo, pero el ser que los creo, parece que nunca pensó que era suficiente.

No se podría estimar el tiempo exacto que transcurrió, pero no fue mucho, cuando un médico hizo su aparición entre ellos.

—Familiares de Marcelo Sandoval.

Todos estaba alerta.

—Somos nosotros, doctor — habló, Amanda —. ¿Cómo esta mi hijo?

—El señor Sandoval, se encuentra estable, la extracción de balas fue exitosa, sin embargo, se nos hace urgente realizarle una transfusión de sangre.

—¿Y porqué no lo han hecho? — Preguntó, Ángel.

—Porque el tipo se sangre del paciente es especial — informó, el galeno —. La sangre dorada, también conocida como Rh nulo (RHNull), no es común y hemos hecho todo lo posible para conseguirla y no lo hemos logrado, es por ello que decidimos venir ante ustedes que son su familia, ya que entre ustedes, podría estar el que le salve la vida.

Todos se quedaron fríos ante lo que el doctor había dicho.

—Debió empezar por ahí, doctor — habló, Ángel, dando un paso al frente —. Tengo ese tipo de sangre.

Todos vieron aquella esperanza palpable en el hermoso de Marcelo, sin embargo...

—Usted me va a disculpar, pero usted también ha perdido sangre el día de hoy y es imposible que pueda donar.

—Dios santo, hasta en eso nos salió complicado Marcelo Sandoval — dijo, Cristian de pronto.

—Entonces, si mi hijo no puede, yo puedo doctor — habló, Amanda.

—Señora, consideramos que una mujer...

—Voy a hacerlo, no me importa las políticas ni lo que crean, doctor — habló con determinación —. El que esta en riesgo es mi hijo y voy a hacer lo que sea necesario para salavarle la vida.

El doctor sonrió ante la determinación de la madre.

—Lo que podemos hacer es lo siguiente...

El galeno explicó paso a paso lo que se debía hacer y ellos no dudaron en ponerse en marcha a la brevedad.

Mientras que en un consultorio médico, Keily, fue revisada por dos médicos, quienes le mandaron a realizar algunos exámenes para descartar cualquier cosa.

—No me imagino lo que pasaste, Kei — habló, Elena, hacia ella —. Fue un infierno para nosotros todos estos días.

Keily, se incorporó un poco, estaba acostada en una camilla.

—Fue desesperante todo el tiempo — expresó —. Los extrañé tanto a todos, sobretodo a mi pequeño, a Marcelo. Solo... solo quiero saber como está...

Jason, la miró.

—Necesita una sangre especial y están tratando de conseguirla — informó el.

Sus ojos se cristalizaron, su agonía era grande.

—¿Qué sangre especial? — Preguntó desesperada.

Jason, le explicó todo lo que le había dicho Cristian hace unos minutos atrás.

—Quiero verlo — volvió a hablar.

—Lo harás cuando la doctora venga y te diga que es lo que pasa — aseguró, su hermano —. No voy a permitir que te pongas de pie hasta entonces.

—Es mi esposo, Jei...

—Y tu eres mi hermana, Kei.

Sus sollozos fueron más grandes aún.

—¿Porqué pasa todo esto, Jei? — dijo, entre lágrimas —. Dime que Marcelo estará bien, por favor...

Ambos se miraron y no dijeron más nada.

Elena miraba a su amiga con tanta tristeza. Que no dudó pedirle a su dios que intercediera por ellos.

De pronto, la doctora entró al lugar con unos documentos en las manos.

—Señora Sandoval, aquí tenemos los resultados de sus analíticas.

—Necesito ver a mi esp...

—Lo hará cuando hablemos, señora.

La cara de seriedad adoptada por la doctora indicaba que algo pasaba.

—¿Qué sucede, doctora Rodriguez? — Preguntó, Elena, preocupada.

—Lamento decirles que la señora Sandoval, tuvo un aborto espontáneo...

La cara de Keily y los demás era de pura sorpresa.

—¿Estabas embarazada? — Preguntó, Jason por inercia.

Keily, lo miró sorprendida. Elena, se limitó a cerrar los ojos con fuerza.

— Es normal que no tuviera enterada, señora, pues el embarazo era muy reciente, posiblemente no llegaba a las cuatro semanas.

Keily, estaba ida en sus pensamientos, estaba sin poder creer lo que escuchaba.

—No sabia que estaba embarazada — murmuró, mientras sus ojos se perdían en una pared cualquiera —. Yo... yo no sabía.

Elena, se acercó a ella y la abrazó con fuerza, sin embargo, Keily, seguía ida en sus pensamientos, asimilando la noticia que había recibido.

No pasó mucho tiempo cuando correspondió el abrazo de su amiga, aquella que era una hermana para ella. Lloró desconsolada por la pérdida de lo que sería otro hijo con el hombre que amaba.

Jason también se acercó a apoyarla, a darle palabras de aliento, entendía que la vida había golpeado a su hermana tantas veces y que esta lo necesitaba.

Después de unos minutos más, la doctora aclaró que no había nada que hacer que el ultrasonido realizado había mostrado que no había ninguna evidencia del feto. Debía tener ciertos cuidado, pero no era necesario practicar un legrado.

Esto rompió aún más a Keily, aunque ella no tenia ningún plan de tener más hijos pronto, era doloroso saber que perdió una vida fruto del amor que ella y Marcelo se tenían.

Era difícil.

Keily, entendía que allí no tenía nada que hacer, se puso de pie y agradeció a la doctora, salió de ese lugar y se dirigió a la sala de espera en donde fue informada de la salud de Marcelo.

Elena y Jason, estaban a la expectativa de aquella mujer, pues sabía que, aunque no lo demostraba, esa noticia le había afectado.

Cuando llegó allí, ya Amanda no estaba, había ido con los médicos

Angel, abrazó de manera protectora a la pelinegra.

—Todo estará bien, Lirio — besó, la cabeza de aquella mujer —. Mi madre ya está haciendo lo que tiene que hacer.

Keily, se separó de él y lo miró confundida.

—¿Qué? ¿Dónde está Amanda?

—Esta a punto de dar vida a su hijo por segunda vez Kei — respondió, Cristian.

Así pasaron las horas y Amanda, hizo lo que tenía que hacer para salvar la vida de su hijo, solo había que esperar a que la salud de aquel hombre comenzara a estabilizarse.

Debido a la desesperación que imperaba en la sala de espera, el doctor autorizó la visita a su paciente de sólo dos familiares.

Sin duda, Keily, sería la primera entrar.

Entró a aquella habitación a paso lento, quería llorar, si, pero no lo hizo, no quiso soltar aquellas lágrimas que aún tenía acumulada.

Cuando estuvo a su lado, no dudó en pasear su vista por aquel hombre tendido en la cama. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no las soltaba.

Miró aquellos ojos que permanecían cerrados, sostuvo su mano formándose un nudo gigantesco en la garganta.

—Escúchame bien, Marcelo Sandoval — murmuró, Keily, tan bajo —. Estoy esperando a que te levantes de esta cama para que me abraces, necesito que me quites esta sensación de miedo que tengo, amor. Te necesito tanto.

Lloró desconsoladamente. Lo abrazó.

—Si por alguna razón me dejas sola, no te voy a perdonar eso — sollozó —. No lo soportaría, ¿Sabes? Tienes que ver crecer a nuestro hijo y...

Sus sollozos no la dejaron continuar por algunos segundos.

—No quieres verme molesta contigo... ¡Por favor, mi amor!

Keily, tenia tanto dolor dentro, todo lo que había pasado en los últimos días la tenían devastada.

Fue separada de Marcelo, no quería, pero fue obligada por los doctores con ayuda de Jason.

Tuvieron que colocarle un tranquilizante para poder calmarla.

Por otro lado, Diego también estaba delicado, pero tenía un mejor panorama. Se iba a recuperar. La habitación en la que se encontraba, estaba siendo custodiada por dos policías, pues él tambien estaba detenido.

Fran Irene, lo acompañaba en el proceso, en verdad se veía enamorada. Él agradecía su compañía.

Florencia fue llevada a prisión y allí fueron leídos todos sus derechos, sin duda alguna, pasaría muchos años en la cárcel.

En cuanto a todas aquellas mujeres que participaron en la golpiza de Keily, pronto serían procesadas. También, tendrían una larga temporada en prisión.

Más de ocho horas habían pasado después de que Marcelo había recibido la transfusión.

Ya los médicos habían dado la noticia de que estaba fuera de peligro y volvió el alma al cuerpo de aquellos familiares y amigos

—Pueden pasar a ver el paciente, pero no hagan que se esfuerce, por favor.

—Gracias, doctor — habló, Keily, con una sonrisa. Miró su su hermano —. Llévame con él, por favor.

Jason, sonrió, mientras dio un asentimiento.

—Si, te llevo, pero tómalo con calma, ¿De acuerdo?

—No me pidas eso, Jei. Es imposible — dijo, impaciente.

Comenzaron a caminar por los pasillos de la clínica hasta que llegaron a su destino.

Keily, entró a paso lento, queriendo no despertarlo, efectivamente, Marcelo, se veía con mejor semblante, pero seguía dormido.

Esta vez, ella no tenia deseos de llorar, solo quería estar con él.

Se acercó a Marcelo y comenzó a pasar sus dedos suaves por el rostro, luego acomodó un poco la sabana que lo cubría.

—Lo estas haciendo muy bien, mi amor — murmuró, Keily, mirando el rostro de su esposo y lo acariciaba lentamente —. Quiero que te levantes de aquí y vayamos a casa con nuestro hijo. Lo extraño tanto y quiero ir a casa, pero solo si es contigo, cielo.

Keily, continuó hablando con Marcelo a sabiendas que era posible de que él no la estuviera escuchando.

—Quiero que sepas que me siento más que satisfecha, eres mi héroe, amado mío y nunca tendré como agradecerte lo que hiciste por mi — continuó ella, nunca dejó de acariciarlo —. Te amo tanto, mi amor...

—Yo también te amo — murmuró, aquella voz rasposa, haciendo que el corazón de Keily, saliera volando.

A ella se le cristalizaron los ojos y su corazón latió muy fuerte al escucharlo. Jason que estaba, prácticamente, en la puerta apresuró sus pasos hasta llegar a él.

Marcelo, abrió los ojos dejando que Keily, viera su cielo azul personalizado. Al ella no decir nada, Marcelo sonrió levemente.

—Nos da tanto gusto que te estés recuperando — habló, Jason, con media sonrisa —. Nos asustaste a todos.

Marcelo, lo miró.

—Lo lamento — se disculpo.

Jason, lo miró fulminante.

—Si que eres idiota, solo a ti se te ocurre disculparte por eso, salvaste a mi hermana.

Marcelo, volvió a sonreír levemente, mientras dirigía la vista a una muy callada, Keily.

Acarició la mano de su esposa.

—Hola, mi amor— murmuró él.

Ella tragó aquel nudo en la garganta y procedió a abrazarlo con cuidado de no lastimarlo.

—¡No vuelvas a hacerme eso, idiota — lloriqueó, suavemente, la pelinegra —. Juro que si vuelves a ponerte en peligro, te mataré...

Marcelo, trató de rodearla con el único brazo que tenia movilidad, pero que también estaba herido.

—Perdóname por causarte este tipo de angustias, mi amor — murmuró, al tiempo que besaba la cabeza de aquella mujer —. Trataré de que no pase de nuevo.

Jason bufó, exasperado.

—Otra vez con la misma idiotez — bufó, nuevamente —. Mejor voy por el doctor para que te revise.

Salió de la habitación.

—Dime, mi amor, ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? Dime... ¿Qué puedo hacer...? — hizo preguntas tras otra, desesperada.

Marcelo, sonrió bonito.

—Estoy bien, mi amor, tranquila — la interrumpió —. Solo...

—Marcelo Sandoval — interrumpió, el doctor, entrando al lugar —. Me da gusto que hayas rebasado las complicaciones de manera satisfactoria.

Keily, se apartó para que el doctor lo revisara. Se colocó al lado de su hermano y de Ángel, que habia llegado con el.

—Los signos vitales están muy bien, muchacho — manifestó, el médico, satisfecho —. Tenías a todos muy preocupados, que bueno tenerte entre nosotros.

Marcelo, lo miró.

—No podia ser de otra manera, no podía partir de este mundo con mi esposa molesta conmigo.

El doctor, miró a Marcelo y a Keily, al mismo tiempo y sonrió.

Las mejillas de aquella mujer, se pusieron rojas.

Sabía que Marcelo la había escuchado.

—Más te vale, mi amor...

—Más le vale hacer caso, muchacho, no hay nada peor que una esposa molesta — soltó, el doctor con una sonrisa —. Bueno. Me retiro, pero estén al pendiente, mandaré a realizar algunos exámenes para verificar que todo este bien.

Después de unas palabras más, el galeno se retira.

—Me da gusto que estés bien, hermano — expresó, Ángel, mientras se acercaba a Marcelo —. Nos diste un buen susto.

—Gracias por estar al pendiente...

En eso, entró Amanda, Martina y los demás que estaban fuera, querían ver a su ser querido.

—¡Hijo..!

Ambas mujeres se acercaron para ver las condiciones de su muchacho. Cristian lo miraba a distancia, al igual que Elena. No querían agobiar al convaleciente.

—Gracias a todos por estar aquí — agradeció, Marcelo.

—Solo evita estas situaciones — habló, Cristian, dramático —. Recuerda que tenemos corazón y casi lo haces pedazos con tus ocurrencias.

Todos rieron.

—¿Dónde está Danna? —Preguntó, Marcelo, al notar su ausencia.

—Esta con David en casa, no quisimos dejarlo solo con Nina.

Marcelo, dio un asentimiento en agradecimiento.

—Quiero ver a mi hijo — murmuró, Keily —. No hay nada que desee más en la vida.

—Voy a llevarte con él dentro de un rato — dijo, Jason.

Keily, lo miró rápidamente.

—No voy a...

—Tienes que ir con él, Kei — intervino, Marcelo —. Nuestro hijo te necesita, ya ha pasado mucho tiempo lejos de ti y viceversa.

—No quiero dejarte aquí — se le cristalizaron los ojos —. Yo...

—Sabemos que te sientes dividida, hija — habló, Amanda, con calma —. Pero mira — señaló a Marcelo —, mi hijo está bien, se está recuperando.

—Además, puedes ir a descansar y volver — propuso, Martina —. Recuerda que debes guardar reposo.

Marcelo, la miró rápidamente.

—¿Qué pasa? ¿Porqué debe guardar reposo? — miró a Keily, preocupado—. ¿Estás bien?

Keily, trató de disimular lo más que se pudo.

Sonrió.

—Estoy perfecta, mi amor — se acercó para darle un beso —. Solo que...

—Pasó muchos días encerrada y merece descanso — terminó, Ángel.

Marcelo, enserió el rostro, pero no dijo nada sobre el tema.

—Prefiero que vayas a descansar y pases tiempo con David, por favor.

—Pero tu...

—Yo me quedaré con él — habló, Amanda.

—Yo también lo haré — dijo, Martina —. Usted vaya con Keily y traiga algunas cosas que necesitaremos.

Ambas mujeres se pusieron de acuerdo.

Keily, estaba muy cerca de Marcelo y tenían la oportunidad de mirarse a los ojos.

—Prometo que no te dejaré mucho tiempo solo, amor — susurró, ella.

—No debes preocuparte, solo ve a casa y cuida de nuestro hijo está noche, descansa y luego vienes, ¿De acuerdo?

—¿No vas a extrañarme? — Preguntó, afligida.

—¿Qué dices? Voy a extrañarte como un desquiciado, mi cielo — murmuró, sosteniendo la mano de su esposa —. Pero quiero que estés con nuestro hijo, él ahora te necesita más.

Ella dio un asentimiento. Odiaba sentirse así, tan dividida, sabia que los dos grandes amores de su vida la necesitaban, pero no había mucho que hacer.

—Esta bien.

Keily y Marcelo, se despidieron con muchos besos y abrazos.

Jason, llevó a Keily a casa y también a Amanda.

Danna, recibió a Keily con muchos abrazos, Thomas también estaba allí, cuidando de su nieto. Se puso muy contento al ver a Keily bien.

Después de unos minutos, Keily entró de manera apresurada a la habitación en donde se encontraba su hijo. Este estaba llorando y la niñera trataba de consolarlo, sin embargo, no le era posible.

Se acercó a él y lo tomó en sus brazos.

—¡Mi cielito, hermoso! —murmuró, mientras lo arrullaba y pegaba su mejilla contra la del bebé —. ¡Qué grande y fuerte estas?

El bebé, se fue calmando poco a poco al tiempo que ella le hablaba. Fue inevitable para aquella madre comenzar a llorar en silencio, se sentía aliviada por la oportunidad de volver a ver a su hijo y sus seres queridos, pero que también había perdido tanto.

Amanda entró a la habitación y vio aquella escena, se conmovió tanto.

—No sabes lo feliz que estamos por ti, por tu bienestar, hija.

Keily, la miró y sonrió.

—Gracias, Amanda — dijo, aun con sus ojos cristalizados.

—Crei que mi hijo se volvería loco, Kei — dijo, de pronto —. Creo que lo único que lo mantuvo cuerdo fue...

—David — terminó ella —. Me puedo imaginar lo difícil que fue esto para él, para todos.

Amanda, dio un asentimiento.

—Sin embargo, prometió que te traería devuelta y lo ha cumplido.

—Pero estuve a punto de perderlo — pronunció con temor —. Creo que eso no lo hubiese superado. He perdido tanto que otra pérdida así me dejaría devastada.

Se hizo un silencio, pero no pasó mucho tiempo cuando la rubia mayor, habló.

—Elena me ha comentado lo que te ha dicho la doctora, hija. En verdad, lo siento mucho.

—Tengo tantos sentimientos encontrados, suegra.

Amanda se acercó a ella y ambas se sentaron en un sofá.

—No he sabido que hacer con lo que siento por dentro, no se...

—Es normal que así sea, pues no sabías que estabas embarazada, primero debes asimilar que lo estabas y luego...

— El haberlo perdido — terminó, Keily, sus ojos estaban llorosos —. La vida me ha quitado tanto, Amanda.

La rubia comenzó a pasar su mano por el hombro de la pelinegra, en señal de apoyo.

—Eso es cierto hija, pero también ha sabido recompensarte con otras.

Keily, la miró atentamente.

—En eso tienes mucha razón — coincidió.

—Debes entender que cada persona es un libro escrito por un ser superior, mucho antes de que nacieramos, estoy consciente de que todo pasa con la finalidad de encaminarnos a un propósito mayor, Kei, solo nos queda salir adelante y enfrentar con fiereza las adversidades que se presenten.

—No es fácil...

—Nadie dijo que lo fuera, mi amor, sin embargo, soy fiel creyente que las satisfacciones más grandes de mi vida son aquellas que me han costado más, por las que más he luchado, por las que más he sufrido.

Keily, sonrió, levemente, sintiéndose un poco mejor.

—Tienes toda la razón, debo dar gracias por todo lo que tengo — miró a su hijo y sonrió —. Mi hijo, mi esposo, mi familia es mucho con demasiado y debo ser agradecida por todo aquello que se me ha otorgado.

Amanda, dio un asentimiento en conjunto con una sonrisa.

—Todo va a estar bien — dijo, Amanda.

—Todo va a estar bien — repitió, Keily.

Ese día ella no volvió a la clínica, hizo lo que le pidieron, se quedó descansando en casa y cuidando de su hijo, tratando de recuperar el tiempo que estuvo lejos de él.

A la mañana siguiente, Sarah, había llegado muy temprano, estaba muy molesta porque no le comentaron nada sobre el accidente de Marcelo, aun no sabe sobre el cautiverio que vivió su hija.

Keily, dejó a su hijo en manos seguras y, en compañía de Elena, fue hacia el centro de salud en donde estaba Marcelo.

Cuando llegaron, lo encontraron con mucho ánimo, incluso estaba desayunando, pero era obligado por Martina.

—¿Asi que le estas dando de comer a tu bebé, nana? — soltó, Keily, con una sonrisa.

Marcelo, sonrió al verla tan repuesta.

—Pues para mi siempre será mi bebé — dijo, mientras llevaba la cuchara a la boca de Marcelo.

—Esto esta horrible, nana — se quejó el rubio.

—Debes comer esto para que te dejen salir de aquí lo más pronto posible — sugirió, Amanda con una sonrisa.

Keily, puso su bolso en un sofá y se acercó a su esposo para saludarlo como se debe. Con un beso en los labios.

—Hola, mi amor — dijo, ella con una sonrisa.

—¡Mmmmm!— volvió a besarla —. Esto era lo que necesitaba para sentirme mucho mejor...

Keily, sonrió, entre besos.

— Te amo — dijo, ella.

Marcelo, sonrió.

—Nadie ama en este mundo como yo te amo a ti, mi amor.

A Keily, le brillaron los ojos y procedió a abrazarlo, sabía que eso era cierto, ya que él se lo había demostrado una y otra vez.

—Ustedes son un amor — dijo, Elena, haciendo que ellos se separaran un poco —. Te ves guapo igual que siempre, bombón, eso quiere decir que te vas pronto de aquí.

—Muchas gracias, Elena — habló, Marcelo —. Espero y el doctor me de el alta, ya no aguanto este lugar.

—Creo que estarás bien, aunque las heridas aún están recientes, debes cuidarte.

—Yo voy a cuidarlo — soltó, su esposa.

Marcelo, la miró rápidamente y le brillaron los ojos.

—Ah, ¿Si? — dijo, él, suavemente —. ¿Cómo vas a hacerlo?

Ella sabía por dónde iba.

—Voy a cuidarte de todas las maneras posibles, mi amor — la mirada de la pelinegra era peligrosa ante los ojos de Marcelo.

—¡Quiero irme a casa, ya!

—Dejen sus cosas para cuando estén solos, ¡Por Dios! — exclamó, Martina.

Amanda, sonrió.

—Déjalos, Mati, creo que se merecen un poco de todo esto después de todo.

Elena, sonrió.

—Si lo dejas pasar por alto, no va a haber quien aguante a estos dos — replicó, Elena con una gran sonrisa.

Todos rieron.

—Esta vez no me importa nada más que mi esposo, así que ustedes sabrán...

Keily, abrazó con cuidado a su esposo con una gran sonrisa.

Marcelo, se quedó por algunos días en la clínica, en observación, luego los médicos determinaron que podía ir a casa.

Estando allí, Marcelo no pudo sentirse más feliz al tener a su hijo y su esposa a salvo, el compartir con su madre y sus hermanos, con Martina y Thomas, hasta el momento todo marchaba bajo control.

Los días pasaban rápidamente, Marcelo y Keily, debían asistir a dar las declaraciones de todo lo ocurrido y asistir al enjuiciamiento de todas las personas que le habian hecho daño.

Marcelo, se sentía dolido con su madre adoptiva por lo que había ocurrido, por el daño que le había causado a él. De no ser por todo lo que hizo, hubiera crecido en una familia, con sus verdaderos padres.

En este preciso momento, Cristian había ido a visitar a Marcelo en conjunto con su abogada.

—Vengo a informarle que ya puede hacer uso de sus bienes, señor Sandoval — informó, la señora Inoa.

Ella tomó el caso de la demanda en contra de Marcelo, sobre el mal uso de fondos de la empresa Sandoval, luego de que Lixie, saliera del país sin avisar.

—Es una excelente noticia, señora Inoa — expresó, Marcelo —. Eso quiere decir que se ha demostrado mi inocencia sobre los hechos.

La mujer, sonrió.

—Asi es, señor Sandoval. El señor Diego Sandoval, su hermano, retiró la denuncia en su contra y pidió disculpas ante el juzgado porque, según él, había culpado la persona equivocada.

Cristian y Marcelo, se miraron a la cara, estaban incrédulos ante lo que escuchaban.

—Entonces, ¿Qué sigue ahora? — Preguntó, Cristian.

La señora, respiró profundo.

—No deben preocuparse por nada ahora, de lo que sigue me encargo yo.

—Entonces, dejo todo en sus manos. Muchas gracias, señora Inoa —habló, el rubio.

La señora, sonrió, al tiempo que de ponía de pie.

—Fue un placer para mi trabajar en su caso, señor Sandoval.

Ambos se dieron la mano en modo de despedida y, unos minutos después, Cristian y él, estaban solos.

—¿Crees que Diego este tramando algo con este tipo de comportamiento inusual que ahora tiene?

Marcelo respiró profundo.

—Creo que ha llegado su etapa de madurez, hermano.

Cristian, bufó.

—Vaya momento en el cual ha llegado, ¿No pudo llegar antes?

Marcelo, sonrió, mientras se ponía de pie.

—Creo que su tiempo es justo ahora.

—Solo espero que esta vez sea en serio.

—También espero eso.

Ambos comenzaron a caminar fuera del despacho.

—¿Y dónde está Keily? — Preguntó, el castaño —. Es raro no verla merodeando por aquí.

Marcelo, sonrió.

—Salió temprano a la empresa, debía resolver algo, pero no debe tardar.

Cristian, respiró profundo.

—Es bueno que no se encuentre, así podré hablarte sin interrupciones, Marcelo.

Este último, enserió el rostro.

—¿Qué sucede?

—Mi padre fue apresado el día de ayer cuando intentó dispararle a mi madre y mi hija.

Su amigo lo miró, sorprendido.

—¿Pero están bien?

—Si, gracias a dios que lo están. La policía nos había puesto vigilancia a todos y pudieron intervenir con rapidez.

—Si tu padre está tras las rejas, debes sentirte más tranquilo — habló Marcelo.

—Lo estoy, en verdad que si, pero me duele todo lo que esta pasando.

—Es normal que así sea, Cris. Es tu padre y no es fácil en la posición en la que puso su familia.

—Su ambición siempre fue más fuerte que todo, incluso, hasta que el amor que decía sentir por su familia.

—Es momento de que te mentalices por que será más duro para ti a partir de ahora.

Cristian lo miró.

— Si mi hija y Elena están bien, me doy por bien servido.

—Es justo que ahora tenga un poco de paz.

Se hizo un silencio entre los dos.

— No era solo de eso que querías hablarme, Cristian.

El castaño lo miró seriamente.

—Me conoces bien, hermano.

— Habla de una buena vez, por favor.

—Lixie, estuvo en la empresa, quería verte para tratar de convencerte de que retires la demanda en su contra y amenazó con hablar sobre ti y ella con Keily.

Marcelo, apretó su mandíbula.

—No voy a retirar ninguna demanda – gruñó, molesto —. Y más le vale que no moleste a mi esposa con sus estupideces. Ya bastante a tenido en las últimas semanas.

—Ha sido muy duro lo que ha vivido – dijo, Cristian.

—Me ha costado mucho sacarle la idea de que no tiene la culpa de la pérdida de nuestro bebé.

—No ha sido fácil para ustedes.

Marcelo, tragó saliva recordando cuando se enteró de esa noticia.

—Es un dolor que no se disipa, Cristian, tuve que hacerme el fuerte por ella, para apoyarla.

—Siento mucho su pérdida, en verdad.

—Gracias, hermano.

Se hizo un silencio entre los dos.

—Volviendo a lo de Lixie...

—Por más amparo que tenga en este momento tendrá que enfrentar la justicia.

—Roguemos a que esto acabe pronto...

—Hola –interrumpió, esa voz suave.

Ambos hombres dirigieron la mirada hacia ella.

Sonrieron.

—Kei... —saludó, Cristian, poniéndose de pie para abrazarla —. ¿Cómo has estado?

Ella correspondió al abrazo con una sonrisa.

—Todo bajo control, mi Cris. No te pregunto cómo estás, pues lo imagino con todo lo que está pasando.

El castaño dio un asentimiento.

—Elena, te ha contado.

—Si, lamento mucho lo que está pasando y, por favor, siempre ten presente que estamos aquí para ti, para apoyarte.

Cristian, sonrió conmovido y la abrazó de pronto.

—Gracias, mi amiga.

Ella correspondió el abrazo en silencio, mientras que Marcelo observaba la escena con una leve sonrisa.

Unos segundos después, se separaron.

—A mí no me has saludado, mi amor – se quejó el rubio.

Keily, lo miró y respiró profundo con media sonrisa.

Se acercó a él y lo rodeó por el cuello y dio un tierno beso en los labios.

—Hola, cielo – murmuró, entre besos.

Marcelo, sonrió al tiempo que rodeaba su cintura.

—Hola, mi vida – dio varios besos más hasta que terminaron y quedaron muy juntos.

—¿Y nuestro hijo? – preguntó, la pelinegra.

—Está en el jardín con mi madre y Mario.

Keily, dio un asentamiento en conjunto con una sonrisa.

Mario era el esposo de Amanda, padre de Danna y Angel, había llegado hace una semana atrás.

—Entonces, iré con ellos.

Se separó un poco de Marcelo y cruzó el espacio hasta la salida, cuando estuvo a punto de salir, dio media vuelta y miró a su esposo.

—Marcelo – quiso llamar la atención del hombre que ya tenía. Este frunció el ceño —. Tu ex abogadita, me esperó en la entrada de esta casa y quiso hablarme de ti y sus...

—Nada de lo que ha dicho es cierto, amor.

Ella lo miró en silencio y dio un asentimiento.

—Lo sé, Marcelo – dijo, ella —. Confío en ti.

Dicho esto, dio media vuelta y se retiró.

Cristian, miró a su amigo, quien aún tenía la mirada perdida en dirección a la salida.

— Eso es amor del bueno. En donde hay confianza a ciegas, hermano.

—Te equivocas, Cris – manifestó, el rubio —. No es solo confianza a ciegas. Es amor verdadero, es respeto, devoción, compromiso y lealtad el uno por el otro.

Cristian, no supo qué decir en el momento, le parecía imposible que fuera Marcelo quien dijera aquellas palabras.

—Definitivamente, no eres el hombre de hace un poco más de dos años atrás, Marcelo.

Este sonrió.

—Simplemente, no había encontrado el amor de mi vida, Cristian.

—Me da tanto gusto verte siendo feliz.

—A partir de ahora es lo que seremos. Tanto tú cómo yo con ellas, con las mujeres de nuestras vidas, vamos a ser felices y construir nuestra familia.

—Recordemos que la felicidad eterna no existe, Marcelo.

—Pero si existe la lucha y la perseverancia en los momentos difíciles, siendo el bastón del otro siempre y cuando se necesite. Tienes toda la razón la felicidad plena no existe, no obstante, el cúmulo de momentos felices, si.

Cristian, sonrió, dándole la razón a su amigo, pues todas sus palabras eran ciertas.

Su plática continuaban así como también iban pasando los días, mientras que la vida de cada uno de los personajes de esta historia era complicada para uno y se aligeraba para otros.

🌟💫🌟

Varias semanas después, una conversación muy interesante, se desarrollaba en las instalaciones de la empresa Sandoval.

—Es mucho dinero, abuelo.

—Es lo que obtendrás si permites que usemos la constructora para esto, hijo – habló, Fabricio —. Eres un hombre ambicioso, con deseos de comerte al mundo y de la única manera que lo harás es aceptando mi propuesta.

—Lo que quieres es usar la empresa de mi padre como lavadora de dinero.

—Así es, hijo. No te preocupes por nada, tengo años haciendo esto y nunca hemos tenido problemas.

—Ejemplifica, por favor — pidió, Diego, acomodándose en su lugar.

El abuelo Patricio, sonrió victorioso.

—Tengo siente empresas a nombre de distintas personas y, a través de estas, he realizado todas las operaciones pertinentes – confesó —. Casinos, hoteles turísticos, envasadoras de vinos, entre otras. Cualquier prueba que pueda involucrarme la tengo en el lugar que te enseñé ayer.

Diego, dio un asentimiento.

—Es decir, que los señores que me presentaste hace unas semanas son parte de todo esto.

—Así es – respondió —. Manrique, Sosa, Maldonado y Suiza, ganan millones de dólares en poco tiempo por prestar su nombre y ser mis socios.

Diego, respiró profundo.

—Eres un delincuente de cuello blanco, abuelo.

—Estoy haciendo que la fortuna de los Sandoval sea más grande, es tu herencia.

—Mi padre no estaría de acuerdo.

—Tu padre era un hombre de poca visión y fue lo que inculcó en el bastardo de Marcelo – expresó con calma —. Tú eres distinto a ellos, eres mi nieto, llevas mi sangre con orgullo. Eres igual de ambicioso que yo.

El pelinegro, sonrió.

—Espero seguir llenando tus expectativas, abuelo.

—Serás un empresario exitoso, mi orgullo total.

Hubo un silencio entre los dos.

—Seré el dueño de todo — descasó, Diego en su asiento, pues aún se encontraba convaleciente.

—Serás el rey del mundo – soltó con orgullo el viejo Sandoval —. Tendrás la oportunidad de aplastar a Marcelo y su esposa, esa muchachita insípida que se atrevió a desafiarme.

—Keily, no te ha hecho nada.

El rostro del viejo, se endureció.

—Me enfrentó, se atrevió a tocarme con sus manos sucias y eso tendrá que pagarlo.

Diego, lo miró inexpresivo.

—Keily, es una mujer extraordinaria, abuelo, le ha tocado una vida...

—Peor la pasará cuando decida a acabar con ella y el bastardo que mi hijo decidió adoptar – dijo con rectitud —. Ya tengo todo preparado para mi venganza. Le montaré una trampa para que su empresa de cuarta aparezca como una lavadora más a nombre de ellos y...

—Eso no sucederá – interrumpió, el pelinegro, con pesar —. Lo siento, abuelo.

El otro hombre frunció el ceño, confundido.

De pronto, la puerta principal y la que llevaba a los baños de esa oficina,  se abrió dejando ver a varios policías, estos apuntaban en dirección a aquel hombre.

—¿Qué es esto? ¿Qué pasa? – preguntó el Sandoval mayor preocupado.

—Patricio Sandoval queda usted detenido por lavado de activos en a gran escalas y otros delitos como tráfico de sustancias controladas, soborno trasnacional y extorsión.

La cara de los presentes era de pura sorpresa. El abuelo miraba a su nieto, incrédulo, este le devolvió la mirada inexpresiva.

—¿Tú lo sabías? ¿Tú me delataste? — preguntó, dolido.

—Lo siento mucho, abuelo – dijo, honestamente —, pero, esta vez, quiero hacer las cosas bien y tratar de enmendar mis errores.

Patricio, lo miró con rencor.

—Nunca te lo voy a perdonar – expresó, mientras un oficial le ponía los grilletes.

—No espero que lo hagas, Patricio.

Al antes mencionado, se le cristalizó la mirada.

—¿Por qué?

Diego, tragó saliva.

—No quiero que la empresa de mi padre, termine siendo una lavadora de activos y que su nombre se ensucie por algo de esa magnitud.

—No te conozco – despotricó —. ¡No eres mi nieto!

—Creo que ni yo mismo lo hago, así que no te preocupes.

—¡Eres un malnacido! ¡Un desgraciado!

Los policías, empezaron a sacarlo de las instalaciones a rastras y delante de todos los curiosos que se asomaban.

Patricio se sentía humillado, nunca se había sentido tan mal en su vida.

Mientras que en la oficina, Diego, se quedó pensativo.

Le dolía todo aquello.

—Hizo muy bien su trabajo, Señor Sandoval — habló el comandante Trujillo —. Esto se le tomará en cuenta para su proceso penal – Diego, no dijo nada —. Tiene solo dos días para presentarse ante las autoridades y cumplir con lo estipulado en nuestro trato, así que resuelva sus pendientes, ya que tendrá que comparecer ante la justicia y estará encerrado hasta su juicio.

—Lo tengo pendiente, comandante – dijo, seriamente.

—Siendo así, me retiro — informó, sonriente mirando a los dos hombres —. Hoy tenemos celebración, capturamos un pez gordo del lavado de activos, es un golpe duro para ellos y regocijo para nosotros. Hasta luego, señores Sandoval.

Se despidió y se retiró dejando a los dos hermanos en la oficina en donde solo existía un silencio ensordecedor.

—Aún no tengo muchas cosas claras del porque estás haciendo todo esto, Diego — habló, Marcelo, por primera vez.

— Lo hago porque quiero darle un nuevo rumbo a mi vida, por mi hija que viene en camino, por mi. Quiero hacer las cosas diferentes.

Marcelo lo miraba y por primera vez en su vida, sabía que le estaba diciendo la verdad.

—¿Tú hija? – preguntó, interesado.

— Mi hija – respondió, con una mini sonrisa —. Nos dieron la noticia de que Fran Irene y yo seremos padres de una niña.

—Muchas felicidades –dijo, Marcelo.

—Es la primera vez que tengo ganas de que todo me salga bien, quiero hacer las cosas bien y que mi hija sepa que tiene un papá que ha cometido errores, pero también ha sabido enmendarlos.

—Estoy sorprendido de escucharte hablar de esa manera – confesó, el rubio.

—No eres el único sorprendido aquí – pronunció, el pelinegro.

Ninguno de los dos dijo nada por algunos segundos. Se miraban expectante, pensando en sus próximas palabras.

—Debo agradecerte nuevamente el que me hayas dado la dirección exacta en donde estaban Keily y Cristina. Si no hubiese sido por ti, no sé qué hubiera pasado.

—No debes agradecerme nada – dijo, seriamente. Aún las cosas se tornaban complicadas entre los dos hermanos —. Se lo debía a ella, lo hice porque no merecía más sufrimiento del que ya ha tenido.

Marcelo, no dijo nada. Pues sabía que los sentimientos de Diego hacia Keily, seguían siendo los mismos de antes.

—No te preocupes más por mí con respecto a ella, no voy a interferir más en sus vidas.

Marcelo, lo miraba. Analizaba cada una de sus palabras.

—¿Qué piensas hacer? – indagó.

Diego, respiró profundo.

—Voy a cumplir con el proceso penal que me corresponde y, luego, trataré de darle lo mejor de mí a mi hija.

—Entiendo que estés reflexionando por qué quieres lo mejor con tu hija con Fran Irene, sin embargo, tienes una con Nataly y no...

—No es mi hija, se comprobó que no lo es mediante una prueba de ADN.

—Lo lamento mucho.

—Gracias.

Unos segundos de silencio se efectuó entre los dos.

— Y bien, ¿Qué es eso que pretendes decirme?

Diego, se movió un poco y rebuscó entre sus carpetas. Encontró una de color negro y la pasó a Marcelo.

Este lo miró inexpresivo. No obstante, tomó la carpeta en sus manos y la abrió. Inmediatamente, dirigió la mirada a su hermano, sorprendido.

—Es una oferta de venta de la empresa constructora Sandoval – habló con seriedad —. Quiero vender las acciones que me corresponden y con las tuyas, las de mi madre serías el dueño de más de un 75%.

Marcelo, no podía creer lo que sus oídos escuchaban. Cerró la carpeta y se detuvo un momento para analizar bien sus palabras.

—No puedo creer que estés haciendo esto. Luchaste mucho por estar donde estás ahora.

Diego, respiró profundo.

—Quiero otras cosas, pero tendrán que esperar a que salga de la cárcel y así iniciar una nueva vida.

Era sorprendente lo que Diego estaba experimentando en su vida. Estaba tratando de enmendar sus errores.

—Las empresas serán de mi propiedad en su totalidad.

—Tu podrás continuar el legado de mi padre, podrás llevar la empresa donde yo no podré, pues como te puedes dar cuenta en el documento que tienes en mano, las acciones han menguado bastante.

Dio un asentimiento.

—No sé qué decirte.

—Solo acepta – pidió —. No tienes nada que perder.

—¿Por qué haces esto? —preguntó, el rubio, mirándolo a la cara —. Para ninguno de los dos es un secreto de que me odias.

Diego, pensó unos segundos en lo que iba a responder.

—Te odio por muchas cosas, Marcelo, y eso creció el día en el que supe que eras el hombre del cual la mujer que amaba había puesto sus ojos, fue un golpe duro para mí – expresó con dolor —, pero lamentablemente, me di cuenta que por más que haga y quiera intervenir entre ustedes, no lograré nada. Basta verlos juntos y ver la mirada que tiene ella cada vez que estás cerca. Es una que nunca me dio a mí. Sin embargo, quiero hacer las cosas bien y estoy convencido de que eres la persona idónea para llevar en su totalidad en control de la empresa como dueño y señor.

A Diego, le costaba menos hablar de aquello que sentía, pero estaba siendo difícil.

—Haré la transacción de lugar esta misma tarde y procederemos a firmar todos los documentos de lugar.

Así lo hicieron, sin ningún percance, Marcelo y Diego, firmaron los documentos de lugar convirtiéndose el primero en el único dueño de empresas Sandoval.

Los días pasaron y cada quien estaba viviendo su proceso, las personas que golpearon a Keily alguna vez, habían sido enjuiciadas y castigadas según las leyes del estado. Lo mismo ocurrió con el viejo amigo de la pelinegra, que por un amor no correspondido decidió aliarse a personas que lo único que querían era hacerles daños a personas inocentes.

Mientras tanto, en la cárcel, se llevaba a cabo una conversación entre dos viejas amigas. Ambas se miraban después de tantos años.

—Amanda – murmuró, aquella mujer con uniforme de reo.

—Florencia — saludó, la rubia de ojos azules.

—Me parece mentira tenerte frente a mí.

La aludida, sonrió, con un atisbo de ironía.

—Lo sé – manifestó, con calma y elegancia —. El objetivo era que estuviera muerta y te falló.

Aquella mujer, tragó saliva.

—¿Qué es lo que quieres? – preguntó.

—Verte después de tantos años.

Florencia, sonrió con tristeza.

—Vas a regocijarte con mi desgracia...

—Desgracia que tú misma provocaste. Solo por una ambición que nunca pudiste saciar ni siquiera casándote con Fabricio.

—Todo fue tu culpa, le ibas a decir a Fabricio del dinero que te debía. En aquel entonces, era mucho y no podía pagarlo, no podía permitir que se enterara, pues debía proteger a mi hermano.

—Por unos cuantos pesos me mandaste a matar – dijo, Amanda con dolor —. Me privaste del privilegio de ver creer a mi hijo. Eras mi mejor amiga, Florencia.

—No te quejes tanto, lo crié bien, además, según lo investigado tienes un buen marido y más hijos. No te ha ido tan mal – ironizó.

—Ya puse una denuncia en tu contra –informó —. Con lo que le hiciste a nuestra familia y ser aliada de tu hermano, es suficiente para que pases unos 30 años en la cárcel.

Florencia, sonrió con pesar, tenía muchas ganas de llorar. Sabía que había actuado mal, pero también sabía que era muy tarde para arrepentimientos.

—Mis hijos me ayudaran a salir de aquí – dijo, con rapidez.

—Cometiste un error muy grande, Florencia – habló, Amanda —. No te importó lastimar a tus hijos para lograr tus propósitos. Marcelo nunca te perdonará lo que le hiciste a su esposa.

—Es mi hijo, tiene que ayudarme.

—Keily, estaba embarazada y perdió a su hijo durante el secuestro. Ambos están tratando de superar eso.

La cara de Florencia se tornó consternada.

—No sabía que...

—Ellos tampoco lo sabían – interrumpió —. Nadie estaba enterado y, en lo particular, Marcelo, no quiere saber nada de la mujer que le hizo daño a su mayor tesoro que es su mujer.

—Se que me ayudará. Marcelo, es bondadoso como tú —dijo con rectitud.

Amanda. Sonrió.

—Lo dudo – soltó —. Es momento de que te hagas a la idea de los años que te tocan aquí. Vas a empezar a pagar todo lo que nos hiciste.

Florencia apretó los dientes.

—Es momento de que te vayas – pidió sin salida.

—Tranquila, amiga – dijo, despacio —. Me iré y no me volverás a ver. Espero y tu estadía en este lugar sea de tu agrado.

—Maldita – comenzó a vociferar —. ¡Te odio!

Los guardias, se acercaron un poco, ya que esta se había puesto de pie.

Amanda, respiró tranquila, mientras se ponía de pie con elegancia.

—Disfruta tu estadía, querida amiga.

Amanda, salió de ese lugar con lágrimas en los ojos, sabía que lo que había hecho con burlarse del mal de Florencia, no era lo correcto, pero necesitaba devolverle un poco de lo que ella tanto ha recibido por su culpa. Desprecio.

Angel, la esperaba fuera de ese lugar y consoló a su mamá por algunos minutos. Ella también había sufrido mucho en tanto tiempo. Sin embargo, todo tiene su fecha de nacimiento, de creación y también su momento de caducidad.

Era momento de comenzar a cosechar aquello que cada quien, en esta larga historia, había sembrado.

El tiempo iba muy de prisa, Marcelo y Keily, estaban construyendo su familia, dando a demostrar que juntos son uno y que pueden con todo.

—No creo que vaya a poder con eso, Marcelo – replicó, Keily, asustada —. Eso no es lo mío, lo mío es diseñar. Vivo eso.

Ambos estaban en el despacho de su casa. Pues habían regresado hace unos meses y, Amanda, en conjunto con su familia, se quedaron en la casa natal de Marcelo, hasta que se dé por terminado su sorpresa, pues para eso, no faltaba mucho.

Marcelo, respiró profundo en su lugar. La miró de esa manera especial que siempre lo hacía.

—Ven aquí, mi cielo – pidió, mientras palmeaba su regazo.

Ella lo miró y no dudó ni un instante en ir a sentarse sobre él.

Él rodeó su cintura y, ella, se posicionó de manera que pudiera mirarlo sin problemas.

—No vas a dejar de diseñar, mi amor, solo me gustaría que te hicieras cargo de lo que es tuyo.

—¿Es mucho trabajo para ti llevar las dos empresas? – preguntó, preocupada, mientras rodeaba el cuello de su esposo con sus brazos.

—Puedo con ambas cosas, además tengo la ayuda de Cristian, pero me gustaría que aprendieras a administrar tu propio negocio. Yo mismo voy a enseñarte.

Ella se quedó observándolo por algunos segundos.

—No quiero dejar de diseñar...

—Y no lo harás. Solo que tendrás un poquito más de responsabilidad y si te das cuenta de que no quieres la gerencia, yo la tomo sin problemas, mi vida, pero necesito capacitarte, ¿De acuerdo?

Suspiró derrotada.

—Está bien, voy a hacer eso que dices – pronunció, acercando sus labios a lo de su esposo –. Pero si no me...

—Se hará lo que tú digas – soltó, al tiempo que respondía al beso —. En esta casa y en todas partes, se hace lo que diga la señora Sandoval.

A Keily, le brillaron los ojos. Se removió sobre Marcelo y procedió a hablar.

—Entonces, quiero que me hagas tuya aquí y ahora, pues últimamente, me has tenido muy abandonada.

Marcelo, sonrió de boca cerrada.

—¿Te sientes abandonada con tan solo siente horas de no hacerte el amor, mi amor?

—Eso es mucho tiempo para nosotros que hemos pasado un día completo en casa – soltó, removiéndose sensualmente sobre él.

Él comenzó a tocarla en su senos por encima de su vestido. Se sentía victorioso al sentirla así, en verla de esa manera sobre él.

—Vamos a ponerle remedio a esa falta imperdonable, mi amor...

Ella se puso de pie y levantó su vestido, bajó su ropa interior bajo la atenta mirada de su marido. Este la miraba como siempre lo hacía con un deseo insaciable de poseerla.

Keily, miró aquel bulto con deseo y se aproximó a quitar todo aquello que le estorbaba para verlo y disfrutarlo.

Marcelo, nunca apartó su mirada de aquella mujer, quien en ese momento le hacía sexo oral.

De manera silenciosa, hicieron el amor en aquel lugar, tratando de demostrarse, a cada instante, lo mucho que se amaban.

MESES DESPUÉS ...

En este momento, todas las personas allegadas a la familia Sandoval Andersson, se encontraban en la iglesia, ya que hoy se celebraría el bautizo de David.

—Dañaste al niño, Marcelo –soltó, Cristian, mientras cargaba al niño que solo pedía los brazos de su padre —. Es igualito a ti, hasta tu gesto malhumorado tiene.

Todos rieron.

—Es un bebé precioso – dijo, Elena, con una sonrisa, mientras pinchaba la nariz del niño vestido completamente de blanco —. No hagas caso, rubio coqueto de tía–madrina.

—Solo te recuerdo, Cris, que a partir de hoy seremos compadres, debes respetarme.

Cristian, frunció el ceño.

—Creo que todavía hay tiempo de buscar a otro padrino. ¿Eh? – propuso, Keily, llegando con la niña de Elena, estaba a punto de cumplir su primer añito.

—Ni lo sueñes, mujeron andante, de ese bebé, seré yo el padrino...

—Nosotros seremos del siguiente — propuso Imanol, llegando con Bianca atados de manos. Todos lo saludaron con una sonrisa —. Eso no puedes negármelo, Marcelo.

Marcelo, sonrió al verlos.

—Ya es un compromiso que tenemos, hermano.

—Para nosotros será un honor – dijo, la morena con una linda sonrisa.

Keily, respiró profundo acompañada de una mini sonrisa.

—El supuesto bebé ni siquiera está planeado y ya tiene padrinos.

En ese momento, Keily, recordó su embarazo perdido y su sonrisa titubeó.

—Espero y nos hagan padrinos muy pronto – deseó, Imanol.

David, comenzó a reclamar los brazos de ay madre y, Keily, no tuvo otra opción de pasarle a Cristal a Elena y tomar a su bebé.

—¡Venga con mamá, mi cielito precioso!

El niño comenzó a sonreír con su mamá. Marcelo y los demás, miraban a escena encantados.

—Mi ahijado es un traidor, se va así no más para donde su mamá – se quejó, Cristian.

— Mi hijo es así cuando se trata de su madre – consoló, Marcelo al castaño —. Es débil con ella.

—Contigo también lo es, mi amor – habló, Keily, mientras daba un beso en los cachetes del bebé —. Hay veces que no me presta atención porque lo acaparas por completo.

Marcelo, sonrió. Sabía que era cierto.

—Sé lo que se siente, Marcelo — habló, Imanol —. Los hijos y el tiempo que se pueda estar con ellos es maravilloso, no tiene punto de comparación, dímelo a mí, amo estar con mis hijos, son parte de mi debilidad.

—Eres muy consentidor, hermoso – dijo, Bianca con media sonrisa, mientras le daba un beso en las mejillas —. Amo verte siendo padre.

— Y esposo – añadió él.

—Y esposo – estuvo de acuerdo ella.

Ambos se dieron un corto beso en los labios.

Cristian, respiró profundo.

—¿Quién diría que éramos todos nosotros los número uno en los desastres como pareja hace unos meses atrás? Aún recuerdo, las lágrimas por aquí y por allá de todas ustedes por nosotros – soltó, egocéntrico.

Elena, lo miró con una ceja levantada.

—Estoy segura que no solo eran las lágrimas de todas nosotras las que andaban por aquí y por allá, sanguijuela idiota.

—No quiero ni pensar en eso. Así que cambiemos de tema – planteó, Imanol.

—No quiero recordar mis días sin mi esposa, así que hablemos de otra cosa – estuvo de acuerdo, Marcelo —. Además, creo firmemente, que tú tampoco quieres recordar aquello, ¿Verdad, compadre?

El castaño, bufó.

—Hagan lo que quieran, blandengues...

En ese momento, el sacerdote que iba a oficiar el bautizo de David Sandoval, anunció de que estaba todo listo para iniciar con la ceremonia.

Y así inició todo, Los padres del bebé se posicionaron felizmente en su lugar, se miraban con tanto amor, que daba felicidad de solo verlos sonreír.

La ceremonia, duró alrededor de 40 minutos y de ahí, se fueron todos a celebrar en unos de los salones más prestigiosos de la ciudad de Mérida.

Allí estaban las personas más cercanas a la familia y algunos periodistas, en primera fila, aquellos pertenecientes a la revista más popular del momento, Legacy Ferrer, pues allí también se haría la presentación en sociedad de David Sandoval.

—Fue tan emocionante ver a mi primer nieto convertirse en hijo de Dios, a través del bautizo – manifestó, Sarah, con alegría.

—Comparto totalmente tu alegría, querida mía – habló, Amanda con una sonrisa. Ella tenía al bebé en brazos.

—Santo cielo, si se le sale el orgullo por los poros – agregó, Danna, feliz —. Pero he de decir que soy la tía más feliz de tener a un sobrino tan precioso como lo es mi nene.

Marcelo y Keily, lo observaban de lejos.

—Creo que debes sentirte muy feliz, mi amor – habló, Keily, mirándolo de una manera especial.

—No puedo creer que después de tener tan poco, tengo tanto — manifestó —. Mi familia se reducía a unos pocos, mi gente era Thomas, Martina y Amelia – sonrió, mirando la escena —. Ahora no solo lo tengo a ellos, tengo a mamá, mis dos hermanos, mi esposa, mi hijo y toda la familia de ella. En verdad, estoy muy agradecido con la vida por eso.

Keily, sonrió bonito, mientras lo abrazaba por el torso.

—Te amo tanto, Marcelo – dijo, ella de repente. Él la miró —. Que no tengo idea de lo que sería mi vida sin ti.

Marcelo, se colocó frente a ella y la miró con amor, acariciando una de sus mejillas.

—Te puedo asegurar, mi vida – susurró, él —. Que no existe en este mundo un amor como el que yo siento por ti. Nadie ama en el mundo como yo te amo a ti.

Keily, no aguantó las ganas de besarlo tiernamente en aquel lugar.

—Nadie ama como yo te amo a ti, mi amor – protestó, ella suavemente.

Él, sonrió.

—Es posible que nuestro amor supere el de todos, mi cielo.

—Amo cuando me llamas así.

Marcelo, rodeó la cintura de su mujer y la miró directamente a los ojos.

—Tu eres mi cielo, la que siempre tienes el paraíso perfecto en sus ojos solo para mi, mi amor.

Dicho esto, procedió a besarla con amor, con ternura sin importar quien estuviera viéndolo.

Unos segundos después, los flashers de las cámaras hicieron que el beso se detuviera.

Ambos miraron en esa dirección  y algunos periodistas estaban captando aquel momento.

Ellos, se abrazaron y sonrieron a las cámaras.

—Señor y señora Sandoval — comenzó uno de ellos —. Si no es mucha molestia, queremos hacerles unas preguntas.

Marcelo, dio un asentimiento.

—¿Cómo se siente usted con esta nueva etapa, viendo crecer su familia?

—Me siento muy afortunado de tener a mi esposa e hijo, mi madre y hermanos, a mis viejos y de más — informó.

—Sabemos que es ahora que está dando a conocer formalmente su familia, su esposa e hijo a la sociedad – continuó, el periodista —. ¿Alguna razón del porqué no fue antes?

—Simplemente, decidimos hacerlo en este momento, no hay ninguna razón especial.

—Muchas gracias, señor Sandoval – dijo, aquel periodista para luego mirar a Keily —. ¿Puedo hacerle unas preguntas, señora.

—Por supuesto.

—¿Cómo se siente usted siendo madre y esposa de esos galanes?

Keily, sonrió, preciosa.

—Me siento tan feliz que no puedo explicarlo con palabras — manifestó —. Mi esposo y mi hijo, en conjunto con mi familia, son mi mundo completo.

Todos sonrieron con ella, con su felicidad.

—¿Piensan tener más hijos?

—Mi esposo dice que 1, 2 y 3 no son suficientes – informó, riendo —. Sin embargo, es algo que aún está en discusión.

Marcelo, sonrió de boca cerrada, pero no dijo nada.

—Esperemos y seamos invitados para conocer los demás miembros futuros de esta hermosa familia – agregó, una de las periodistas presentes.

—Por supuesto – aseguró, Keily.

—Gracias. Ahora si nos permiten tomar algunas fotos familiar.

—Claro.

Los demás miembros de la familia fueron llamados

Los periodistas, comenzaron a acomodar a todos para tomar distintas fotos y así publicarla en sus respectivos diarios y revistas. Del mismo modos, los medios televisivos estuvieron presentes en este gran acto.

Después de que todo había pasado, la familia había llegado agotada a casa.

El pequeño, llegó dormido y su padre lo llevaba en brazos hacia su habitación, Keily, lo acompañaba.

—Debo cambiar su pañal antes de acostarlo en su cuna – dijo, ella, mientras se movía para abrir la puerta y procedió a buscar lo que necesitaba —. Colócalo aquí, por favor.

Señaló la cama que había en aquella habitación.

—¿Crees que despierte? – preguntó, Marcelo, preocupado.

Keily, le brindó una sonrisa.

—Está rendido. No creo que despierte hasta mañana.

Marcelo, colocó el bebé en el lugar indicado y ella hizo lo suyo. Cambió el pañal y limpió el cuerpo del bebé con toallas húmedas para que durmiera limpio. Hecho esto, lo acostaron en la cuna y continuó dormido, tal cual lo había dicho la madre.

Keily, le dio un beso y le dio su bendición. Marcelo, hizo lo mismo.

Salieron de la habitación del bebé para ir a la suya, estaban cansados, el día fue largo y con diversas actividades, no era para menos.

Marcelo, fue directo al baño a preparar el jacussi para ambos.

Luego, de unos minutos estaban metidos allí, Keily, sentada en medio de las piernas de Marcelo y este abrazándola desde atrás. Sus cuerpos desnudos y una copa de champán.

Permanecieron así un largo rato, conversaban de cualquier cosa, en esta ocasión no hubo sexo de por medio, solo dos esposos sintiéndose en paz, hablando de su día y sus cosas.

—Valoro mucho estar así contigo – susurró, Keily —. En tus brazos puedo descansar tranquilamente.

Marcelo, respiró profundo en el cuello de Keily. Pues su rostro descansaba allí.

—En lo que a mí respecta, amo cualquier cosa que tenga que ver contigo, mi amor. No importa que.

Ella sonrió en la misma posición.

—Te amo.

—Lo sé – respondió él —. Yo también te amo.

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🌟 NOTA DEL AUTOR 🌟

CAPÍTULO NUEVO.

—Hola, gente bella. ¡Cuánto tiempo ha pasado! Espero y no se hayan olvidado de esta linda historia que llega a su fin.

Me disculpo por el atraso, pues he tenido unos meses difíciles, no todo fue malo, pero si me impidió avanzar en este capítulo. Me sentía bloqueada, pero ya lo terminé, espero llenar sus expectativas.

Gracias infinitas por el apoyo de siempre, ustedes son mi motor a seguir con esto.

Recuerden que se les quiere mucho con demasiado.

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