≪•◦ ❈. Capítulo 81. ❈ ◦•≫
Observaba a Keily, quien no dejaba de mirar sus manos, estaba nerviosa, podía sentirlo y no es para menos.
Esperaba tranquilo a que ella estuviera lista para iniciar su conversación, a que ella me contara todo aquello que estaba ocurriendo.
No obstante, su celular comenzó a sonar y ella llevó su mirada hasta donde se encontraba, lo tomó en sus manos e inmediatamente, sus ojos se llenaron de temor.
Ella no respondió, se veía tan agotada.
—¿No vas contestar?
Ella negó con la cabeza.
—Si lo hago, es posible que me llene de mucha impotencia nuevamente y vuelva a caer en otra crisis y no quiero — respondió, mirando sus manos. Me duele verla así. Se ve tan cansada.
Me puse de pie y caminé hasta ella. Tomé el celular y lo apagué.
Con una de mis manos y acaricié la suya.
—Cuéntame todo.
Dio un asentimiento y me miró. Sus ojos estaban llenos de determinación, en ese momento supe de que hoy era ese día en el que llenaría todos los huecos de mi investigación.
—Hace mucho tiempo, recibía mensajes y llamadas de alguien oculto — comenzó, su tono de voz era sueve, pero podia sentir el miedo que esto le causaba —, al principio, lo vi como parte de una broma, por que no sucedían tan a menudo. En otras, pensaba que era Diego, para amedrentarme y hacer que volviera con él, pero con el tiempo, se volvió más habitual y comencé a tener miedo.
—¿Qué tanto tiempo hace de eso? — Pregunté.
—Aún estábamos tu y yo, con la relación no definida — respondió con una pequeña sonrisa. Eso me hizo sonreír —. Pero luego de eso, esto se intensificó más.
—¿Se volvió más recurrente después de nuestra boda?
Ella frunció el ceño, pensándolo un poco.
—Más bien unos meses antes y se volvió más insistente después de nuestro casamiento — respondió, un poco nerviosa —. Las amenazas eran muy recurrentes y todas ellas iban relacionadas a lastimar a mi familia, a lastimarte a ti.
Traté de escucharla sin interrupciones.
—Un día, estaba decidida a contarte todo a buscar ayuda para descubrir de quien se trataba — me explicaba y no me pasó desapercibido, el temblor de sus manos —. Me dirigía a la compañía telefónica, pues
estaba tan asustada que tomé la decisión de cambiar de número y fue ahí que me llamó y lo escuché por primera vez.
Apreté mi mandíbula hasta más no poder, sentía mucha impotencia ante lo que ella había vivido.
—Empezó a extorsionarme y me reusé, entonces me advirtió que estaba hablando en serio y que me lo iba a demostrar.
—¿Y lo hizo? — Pregunté, aún sabiendo la respuesta.
Ella dio un asentimiento.
—Me dijo que Jason tendría un accidente, pero que no sería nada grave y sucedió tal cual — explicó, rápidamente —. Cuando me enteré de que mi hermano había sido accidentado supe que no estaba tratando con cualquier persona y me llené de miedo, Marcelo.
No pude evitar apretar el puño de mi mano libre, hasta el punto de que doliera.
—Me dio la oportunidad de contarle todo a Elena, para que aliviara mi carga y creo que conocía muy bien de mi porque si no hubiese sido por eso, no hubiera podido sola con tanto.
—Elena sabía todo.
—Asi es, era la única persona con la que podía hablar sin temores, pues no sabíamos como, pero el extorsionador, el monstruo detrás de la línea conocía de lo que hablada y de lo que no.
—Tenían tu línea intervenida.
Ella dio un asentimiento.
—Es por ello que ya no confiaba en nadie que tuviera un celular en las manos o una computadora, fue como pude ocultar ciertas cosas para que no se diera cuenta.
—Por ejemplo...
Ella, sonrió levemente.
—Mi embarazo — confesó —. Para ir a la citas medicas, me cubría tras el embarazo de Elena y de Bianca, aunque ella ya no estuviera en la ciudad.
Sonreí levemente al pensar en todo lo que hizo para ocultar el embarazo de nuestro hijo.
—Eres una mujer muy lista — dije, haciéndola sonreír.
—Desde que sospeché de mi embarazo, mi objetivo era protegerlo, era lo más importante para mi.
Keily, era demasiado verdad. Al hablar de nuestro hijo, le daba paz por algunos segundos.
—Tú esfuerzo valió la pena, nuestro hijo nació y está muy bien.
—Si, pero casi no lo lograba.
Eso que dijo, hizo que un nudo se posara en mi estómago.
—¿Qué pasó? — Pregunté, suavemente —. ¿Te hizo daño físicamente esa persona?
— Al principio, creí que había sido él, pero me equivoqué.
Fruncí el ceño.
—Aquel día que tu y yo nos separamos, que me fui de casa, pasé unos días horribles, sufrí mucha ansiedad y estaba muy preocupada por ti y el como estarías pasando el proceso, así que tomé la camioneta y fui a buscarte para contarte todo, pero fui interceptada en el camino, me disparon y, gracias a la camioneta que me regalaste pude salir ilesa de aquellas balas, intente escapar, pero, al no tener visión por los cristales rotos, fallé. Me atraparon y golpearon hasta que perdí el conocimiento.
No pude evitarlo y mis ojos se cristalizaron al imaginar todo aquello.
—¿Te golpearon? — Pregunté con un nudo en la garganta.
Asintió.
—Desperté después que transcurrió más de una semana — dijo, dolida, sus lágrimas bajaban por sus mejillas —. Ahí me contaron que Ángel y otras personas, me ayudaron.
—¿Otras personas? — Pregunté, dolido, con el corazón roto.
— Si, pero no seré yo quien te hable de ellos.
Nuestras miradas estaban conectadas por algunos segundos.
—Quiero saberlo todo — hablé.
—Y lo sabrás, solo que esa parte no me corresponde — respondió en un murmullo.
Quise protestar, exigirle que me cuente todo, pero ella no merece más presiones, ni más tormentos.
—¿Por qué no buscaste la oportunidad para decirme las cosas, Keily? — no pude evitar preguntar, separándome de ella y poniéndome de pie, me sentía tan mal e impotente ante todo esto.
—¿Crees que no lo intenté? — sollozó y me quise golpear a mi mismo —. Pero no pude, Marcelo... no pude...
No pudo continuar, se fue en llanto y mi corazón dolió aún más.
—Cuando intenté ir a la policía, hizo que tuvieras aquel accidente en la moto — confesó, haciendo que me quedara muy quieto, la miré, mientras que lágrimas bajaban sin poder detenerlas —. Tuve un ataque de pánico ese día cuando vi esas fotos tuyas llenas de sangre, ¿Crees que fue fácil para mi verte en esas condiciones — sollozó —. Ver como el hombre que amaba podía perder la vida por mí culpa, no podía con tanto, Marcelo.
Su manera de hablar me decían lo agotada que estaba de todo esto, ha sufrido tanto.
—¿Fue el culpable de mi accidente?
Asintió con una mirada triste.
—No sabes el tormento que viví desde aquel día, tenia que buscar la manera de protegerte, así que preparé todo el terreno y ya sabes lo que pasó entre nosotros.
—¿Qué era lo que quería ese desgraciado en aquel entonces? — indagué con los dientes apretados.
—Que me alejara de ti y la familia Sandoval — respondió.
Mis pensamientos iban tan deprisa que en un momento sentí la necesidad de descansar mi espalda en la pared, crucé mis brazos y me limité a mirar aquellos ojos que me hipnotizaron desde la primera vez que los vi.
Eran tantas las preguntas que rondaban en mi cabeza.
—¿Te explicó sus razones?
Negó con la cabeza.
— Solo me dijo que yo era suya al igual que la otra — respondió.
La miré totalmente confundido.
—¿La otra?
—No sé de quien se trata, pero tengo algunas teorías que preferiría decírtelas cuando Ángel este presente.
Me quedé observándola y eran tantas las cosas que me limité a dar un asentimiento.
Pensé en todos los acontecimientos ocurridos antes de que ella desapareciera por siete meses de mi vida.
—Me dijiste que estuviste con Diego, siendo mentira, Keily — reclamé con dolor. Me miraba dolida, sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero no las soltaba —. Que querías vengarte de mi por lo que te había hecho con Mónica.
Ella tragó saliva.
—Era la única manera de mantenerte a salvo — explicó, firme.
—No te creí nada, Keily — solté, exasperado, estaba tan agotado, confundido —. Pero...
— Martina y Florencia, intervinieron y con eso fue suficiente para no poner en duda lo que te había dicho.
Sentí que eso le había dolido. Que le creyera era su objetivo, sin embargo, no deja de doler que haya dudado de ella y de su integridad.
—No fue suficiente — confesé, finalmente —. Duré tres largos meses volviéndome loco pensando la razón por la que habías hecho esa locura, trataba de encajar todo lo que habías dicho, con las palabras de Martina y mi madre, pero no pude — murmuré, abatido —. Esa no era la mujer que me demostraba cada día lo mucho que me amaba y que había luchado tanto porque estuviéramos juntos. Simplemente no eras tu.
Las lagrimas bajaron por sus mejillas.
—Contraté tres detectives para que dieran inicio a tu búsqueda, pero todo era bajo perfil — expliqué —. Cuando eso, tenía problemas legales que podían comprometerte y no quería te viera involucrada.
—Tus investigadores estuvieron muy cerca de descubrir mi paradero, pero, Ángel, logró despistarlos — informó.
—Fue angustiante no saber de ti en todos esos meses, pero luego recibí una carta de tu madre — Keily, frunció el ceño —. Era breve. Sólo me saludaba y me decía que todo estaba bien contigo, que pronto volverías.
— No sabia de esa carta...
— Quizás lo hizo porque vio mi desesperación — dije —. Iba cada vez que podía a Toluca sin levantar sospechas de que te buscaba.
Ella me miraba y, el juego que tenía con sus dedos, me decían lo nerviosa que estaba.
—Pensé que me buscabas para el divorcio o...
—En todo este tiempo, nunca pasó por mi cabeza divorciarme de ti.
Nuestras miradas conectadas, decían tanto. La cosa aquella que estaba en mi pecho quería salir volando de la caja torácica.
—Aunque aun estoy muy molesto contigo — la miré con determinación, mientras me ponía de pie y me acercaba a ella paso a paso, reclamándole —. Te pusiste en peligro todos estos meses, me mentiste, desapareciste y volviste como si nada. ¡La palabra molesto se queda corta ante lo que siento!
—Me da igual que estés molesto — respondió, poniendo su frente en alto, aun estaba sentada en la cama con los pies en forma de indio. Estábamos muy cerca —. Prefiero que estés reventando en molestia y a salvo.
Estaba de pie a su lado.
—Entonces, hiciste todo esto por mí — no era una pregunta.
—Lo hice por ti y mi familia, por las personas que amo — respondió, segura —. Así que si tu molestia persiste, tienes doble trabajo, Marcelo Sandoval.
Me incliné un poco hacia ella, retándola.
—¿Cuál?
—Enojarte y contentarte de nuevo — respondió, segura, haciendo que las ganas de besarla se intensificarán.
Sin embargo, ya no puedo más...
De pronto, me prendí de su nuca y la abracé con fuerza, ella rodeó mi torso y yo todo lo que pude de ella.
—No sabes cuanto te extrañé, mi amor — sollozó en mi pecho. Tenia tanto que sacar de adentro.
—Aún no entiendo como viví sin ti todo este tiempo, mi cielo...
Nos abrazamos con tanta fuerza, mientras ella mojaba mi camisa con sus lagrimas. Keily, se había sacrificado todos estos meses por mi bienestar y el de sus seres queridos, ahora lo único que tengo que hacer es retribuir todo lo que ha hecho por mi hijo, por su familia, por mi.
—Lo único que me mantenía en pie, era nuestro hijo y la esperanza de que un día no muy lejano, lo conocieras — manifestó en mi pecho, entre lágrimas.
Sonreí ante lo que ha dicho. Podría jurar que mis ojos están cristalizados.
—Lo único que me mantuvo en pie, fue la esperanza de volver a ver aquellos ojos que me enamoraron desde la primera vez que los vi.
La abracé más fuerte.
—Te amo, Marcelo — confesó, aun con su rostro enterrado en mi pecho —. Nunca sería capaz de fallarle a nuestro matrimonio si dije aquello es...
—Lo sé — interrumpí, siendo sincero.
—¿Lo sabes? — se separó de mi y me miró con sus ojos cristalizados.
Sonreí de boca cerrada al tiempo que limpiaba una lagrima que aún bajaba.
—Sé lo mucho que me amas — susurré —. Pero también estoy consciente de lo que eres, de tus principios, de tu lealtad y de tu entrega, mi amor.
Sonrió, preciosamente.
—Debió ser muy duro para ti todo esto.
—Lo fue aquel día que me dijiste aquello —me sinceré—. No pude creer aquello que me dijiste, pero el testimonio de Martina, no podía dejarlo pasar por alto, luego hablar con Amelia y me comfirmara lo mismo, me estaba volviendo loco, sin embargo, no soy una persona que se quede tranquilo, sabes como soy.
Ella frunció el ceño ligeramente.
—¿Qué hiciste?
—El comportamiento de Martina, no era el mismo de siempre y, cada vez que hablaba de ti, siempre tenia algo que hacer. Salía huyendo.
Mordió sus labios, acción que me encantaba de ella.
—Le pedí ayuda y me dijo que no corroboraria nada frente a ti que no haya visto y pues... — hizo un silencio que para nada me gustó —. Tuve que dejar que Diego me besara y ella tuviera algo que decirte.
Apreté la mandíbula, frustrado.
—Dejaste que te besara — refunfuñé, conteniendo las ganas de arrancar tan solo ese segundo de la vida de Diego.
Ella sonrió y con uno de sus dedos pinchó y masajeó la parte de mi ceño fruncido.
—Lo hice y no me agradó nada — dijo —. Pero es lo único que obtendrá de mi.
Sonreí con suficiencia, recordando aquel momento en que ella le puso las cosas en claro en mi oficina. Escuché toda la conversación y sentí un alivio en mi pecho que no tiene explicación.
—¿De qué te ríes? — Preguntó.
—De la forma en que dices las cosas...
Sonrió más, mientras se acercaba más a mi.
—Si, como no... —susurró —. No te creo nada Marcelo Sandoval.
Nos quedamos en silencio y no pude aguantar más, retiré un mechon de cabello de su rostro y la besé en sus labios.
Ella correspondió, inmediatamente. No sabía que necesitaba tanto besarla para sentirme tan vivo.
Sus labios se movieron con autoridad sobre los míos, es la respuesta a que ella también siente lo mismo que yo. La sostuve por la cintura y la levanté, ella rodeo mi torso con sus piernas, sus brazos fueron a mi cuello, sin despegar nuestros labios.
Si tan solo ella supiera lo que me hace sentir. Besar a mi esposa es como navegar en aguas profundas y peligrosas, por lo adictivos que pueden llegar a ser sus labios. No pudee contenerme y acaricié con mi lengua todos los espacios de su boca.
Ambos estábamos rendidos uno ante el otro hace mucho tiempo.
Poco a poco, la intensidad del beso va disminuyendo y nuestras respiraciones son un desastre.
Repartí besos que ella correspondió, juntamos nuestras frentes para tranquilizarnos.
—No sabes lo mucho que te amo — susurré con los ojos cerrados, aliviado por tenerla conmigo —. En tu ausencia mi vida no era vida sin ti, mi cielo.
—Lo único que me mantenía en pie era la lucha por mantener a nuestro hijo a salvo y de volver a verte, mi amor, pero estar sin ti es lo más difícil y doloroso que he experimentado.
Volví a besarla con ganas y con ternura a la vez. Unos segundos después, separamos nuestros labios y nos abrazamos con fuerza tratando de darnos el calor que no nos pudimos dar en meses.
Nos quedamos abrazados por unos minutos, sin decir ni una sola palabra.
Siento que ambos necesitábamos ese espacio.
—Hay noticias de Sarah — entró, Danna de pronto, haciendo que nos separemos un poco —. El doctor va hacia la sala de espera.
—Quiero escucharlo...
Se separó rápidamente de mi para colocarse sus sandalias y salir, sin embargo, la detuve de manera delicada por unos de sus brazos.
Su mirada chocó con la mía.
— Te voy a pedir que estés tranquila, no quiero verte en las condiciones anteriores.
—Pero...
—El doctor dijo que tienes que descansar, estar tranquila para evitar otro episodio.
Me miró, bonito.
—Prometo estar tranquila, pero quiero estar ahí, Marcelo.
—Y lo estarás, pero sin alterarte, ¿De acuerdo?
Respiró profundo.
—Prometo que estaré bien.
Salimos de la habitación, ella iba delante y, Danna y yo detrás.
—¿Todo bien? — Preguntó, la rubia a mi lado.
Sonreí de boca cerrada.
—Todo bien — respondí.
—Me da gusto — soltó, del mismo modo.
—Lo sé — respondí —. Muchas gracias.
Vi como Keily, se refugiaba en los brazos de su hermano y este la acogió de manera protectora.
—Logramos superar la crisis de la señora Andersson. Aún se encuentra en una condición delicada y las primeras veinticuatro horas son cruciales — informó, el doctor —. Es por ello que deben mantener la calma e ir a descansar a casa, pues en la sala de cuidados intensivos, no se permiten visitas y aquí no hay mucho que hacer, solo esperar.
Todos reflejaban una cara de preocupación, en especial los dos hermanos Andersson, quienes casi se volvían uno en un abrazo.
—Muchas gracias, doctor — dije.
El galeno, se retiró y todos quedamos aquí.
—Yo me quedaré aquí — dijo, Keily decidida.
—No creo que sea prudente, Keily — me acerqué a ella —. Necesitas descansar y...
—No esta en discusión, Marcelo — soltó con determinación.
Respiré profundo, tomé su mano y la separé de Jason.
—Mi amor — comencé, pasado una de mis manos por su mejilla —. Sé que estás preocupada, que no quieres separarte de tu madre y juro que te entiendo, pero entiéndeme a mi. Estoy preocupado por ti, por tu salud y también pienso en mi hijo, Keily.
Ella me abrazó por el torso, podía sentir lo que sentía, estaba entre la espada y la pared. Pensaba en su madre, pero también en nuestro hijo.
—No quiero dejarla sola aquí — murmuró en mi pecho, dolida —. Quiero estar cerca por si ocurre cualquier cosa.
Respiré profundo, entendía su preocupación.
—¿Qué tal si vamos a casa, te das un baño, estamos con el niño unas horas y luego volvemos? — propuse.
Ella levantó la mirada.
—¿Te quedaras conmigo?
Sonreí.
—No voy a dejarte sala — aseguré.
Ella sonrió y me abrazó con fuerza.
—Gracias — dijo con un leve sonrisa.
—No agradezcas.
—Yo también me quedaré aquí — informó, Jason, llegando hasta nosotros —. No pienso ir a ningún lado.
Di un asentimiento, Keily, solo lo miraba, pero nunca se separó de mi.
—Marcelo — llamó, Ángel, mi atención —. Recuerda que tenemos una conversación pendiente y creo que es mejor esperar a que todo esto con Sarah, pase.
—Estoy de acuerdo — dije.
Nos dimos un apretón de mano en conjunto con media sonrisa y se retiró.
Así lo hicimos, nos despedimos momentáneamente de los demás y fuimos a casa para ver al bebé y para que mi pelinegra, se diera un baño.
Una hora después, Keily, salía del baño con una bata puesta, mientras que yo, me ocupaba de cuidar a nuestro hijo.
—¿Comió bien? — Preguntó ella, en cuanto salió del baño.
Sonreí al verla tan preciosa.
— Si, se tomó todo — respondí, mientras le daba pequeños golpecitos por la espalda para que salieran sus gasesitos —. Es un niño con un excelente apetito.
Keily, sonrió.
—Siempre ha sido así — confirmó, ella sentándose a mi lado.
Recostó su cabeza en mi hombro, no podía abrazarla, pues tenía el niño en brazos.
—¿Vas a dormir un poco? — Pregunté.
Ella negó.
—Voy a organizar todo lo del bebé, como no estaré con él esta noche, no quiero que vaya a necesitar algo y no lo encuentren.
—¿Quién se quedará con él? — Pregunté interesado.
Ella me miró de pronto.
—La madre de Ángel — respondió —. Es quien se ha quedado con David, todo este tiempo.
Di un asentimiento.
—Le diré a Martina para que venga y se quede aquí también, ¿Estás de acuerdo?
Ella sonrió.
—Por supuesto — dijo —. Creo que las dos abuelas estarán felices de cuidar del cielito de mami.
Le dio un beso en manita con una gran sonrisa.
—¿Dos abuela?
—Asi es, mi amor — dijo, poniéndose de pie.
—¿Y cuantas es que tiene?
Ella sonrió.
—Tres y las que se quieran pegar.
Eso me hizo sonreír y hablé hacia mi niño.
—Eres tan afortunado, campeón de papá.
Lo levanté un poco e hizo esfuerzo para abrir sus ojos y, unos segundos después, lo logró.
—Eres el perezoso de papá — dije con una sonrisa. Mire por unos segundos hacia Keily, sonrió sin mirarme. Estaba poniéndose ropa —. ¿Sabias que tienes a la mamá más guapa?
Ella, sonrió más.
—No hay dudas de ello —se jactó de decir haciéndome sonreír.
Más de dos horas estuvimos allí, disfruté de mi hijo y, Keily, organizó todo para poder ir al hospital.
Ella salió de la habitación y fue a hablar con la mamá de Ángel y explicarle algunas cosas, luego, entró con una señora de pelo castaño y Martina detrás.
—Hijo — saludó, mi vieja. Dando un beso en mi frente y luego uno a mi niño.
—Eres la cosa más preciosa de la abuela.
—Nana — llamó, Keily, su atención —. Dejé todo en orden. Por favor, cualquier cosa puedes llamarme.
Se acercó a nuestro hijo y, con mucho cuidado, lo tomó en sus brazos.
—Mami te ama, mi amor — lo acunó, acercando su rostro al del bebé. Se nota que le cuesta dejarlo —. No sabes lo mucho que voy a extrañarte, mi cielito precioso.
Se veía tan preciosa siendo madre que aún no puedo creer lo que veo, lo que tengo. Es el paisaje más perfecto que haya tenido, bueno, tengo muchos y todos la incluyen a ella, pero este...
—Ve sin preocupaciones, hija — dijo, Martina —. Prometo cuidarlo bien.
Keily, sonrió en agradecimiento para luego darle otro beso al niño. Me acerqué a ellos, yo también le di un par de besos al bebé, era precioso.
—Si sus ojos pudieran ver lo que yo veo — habló, Martina, con sus ojos levemente cristalizados —. Han formado una familia preciosa.
Keily y yo nos miramos y sonreímos al mismo tiempo.
—Gracias, nana — habló, la pelinegra.
Un par de despedidas con muchas besos y más a nuestro hijo, no queríamos separarnos de él, y nos dirigimos al hospital, allí estaba Jason y Cristina.
Keily y la antes mencionada, se dieron un abrazo fuerte.
—Mucho tiempo sin verte, Keily.
—Lo mismo digo — respondió con una sonrisa.
— Siento mucho todo lo que esta pasando con Sarah.
—Muchas gracias...
Ellas continuaron su plática, mientras que me dirigí hacia Jason.
—¿Aún sigues molesto conmigo? — Pregunté hacia mi cuñado.
—Aquella vez que fuiste a buscar a Keily a Los Angeles, te dije que te alejaras de ella.
Sonreí levemente.
—Bien sabes que nunca te hago caso.
—Siempre terminas lastimándola — reprochó, mirando hacia donde estaba ella —. No me gusta verla llorar, es suficiente.
Jason me miraba con determinación recitando cada una de esas palabras.
—A mi tampoco me gusta verla llorar.
— Mira que cosas, a ti es que quiero romperte la cara por lo mismo.
Sonreí levemente.
—Creo que esta vez, no fui el culpable directo de sus lágrimas — dije —, pero te juro que esas lágrimas le costará muy caro a quien las ha ocasionado.
El pelinegro, se quedó en silencio por algunos segundos.
—¿Ya te enteraste de todo? — Indagó.
—No del todo, pero si del por qué de nuestra separación, la razón de ella mentirme y alejarse.
—La he visto más tranquila después de que habló contigo.
La miré.
—Yo volví a la vida con tan solo tenerla cerca, Jason.
Sonrió.
—Y volvió con bebé en brazos.
No pude evitar sonreír ampliamente al escuchar hablar de mi hijo.
—Aún estoy asimilando que tenemos un hijo.
Él también estaba riendo.
—Y yo que tengo un sobrino.
—Es la mejor noticia que he recibido en mi vida — dije.
Ambos nos quedamos en silencio, mirando las dos mujeres que aún seguían platicando, estaban cerca de nosotros, pero hablaban muy bajo y tenían unas caras de seriedad cuestionable.
—Ahora que sabes sobre el imbécil que tiene amenazada a Keily, ¿Qué piensas hacer?
Mi gesto se endureció.
—Tengo que hablar con Ángel para que me ponga al tanto de todas las pistas que tiene — expresé —. Sin embargo, estoy en contacto con Asher Black, él solo esta esperando mi llamada para venir a Mérida.
—¿Y quien es ese?
—Es un amigo de muchos años, asistimos juntos a una academia militar, domina muy bien la tecnología, fue una de las ramas en la que se desarrolló, entre otras tantas y creo que nadie mejor que él para ayudarnos.
—Quiero encontrar a ese maldito que le hizo esto a mi mamá y a mi hermana.
Apreté los dientes, mi gesto continuaba serio.
—Te juro que no falta mucho para encontrarlo, te lo garantizo.
—El que me digas eso, me da un poco de tranquilidad — manifestó, Jason.
Ambos continuamos la platica y las mujeres se acercaron a nosotros.
La enfermera que cuidaba de Sarah salió unas cuantas veces a decirnos que la señora descansaba tranquilamente y que continuaba estable.
Las horas iban transcurriendo y Keily, se quedó dormida sobre mi pecho a eso de las cuatro de la mañana, Cristina, lo había hecho hace rato, su cabeza estaba recostada en las piernas de Jason y su cuerpo tendido en el sofá.
Las horas transcurrían y Sarah continuaba estable, eso era una buena noticia para todos. En horas de la mañana, los hermanos fueron a darse un baño para luego regresar.
Por supuesto que nunca dejé a mi niñita sola, fui a casa a darme un baño para luego regresar por ella e ir a ver a mi hijo.
No me canso de verlo, parece irreal.
Horas más tarde estábamos en la clínica y fuimos informados de que la señora había despertado, pero que aún seguía delicada.
—Pueden entrar dos personas a verla — informó el doctor —. Pero solo pueden estar unos minutos y la paciente, no puede esforzarse.
Nos miramos a la cara.
—Entren ustedes dos — le dije a los dos hermanos.
Ambos dieron un asentimiento y tomados de la mano corrieron a la habitación de su madre.
Al rato llegó Roberto y Fran Irene, quien por cierto, se veia alejada y extraña, venían a darle apoyo a sus familiares. Nos saludamos como siempre.
—Es un placer verlos, muchachos —dijo el tío —. A pesar de estas circunstancias.
— Lo mismo digo.
Fran irene, saludó como siempre, pero dijo que tenía algo que hacer.
—Por lo menos hemos rebasado esta — soltó, Ángel, agotado.
Se sentó de manera descuidada en el sillón.
—Te ves fatal — lancé, haciendo que el me mirara.
Sonrió de boca cerrada.
—Gracias.
Sonreí, igualmente.
Ambos nos miramos a la cara.
—Quiero que me des informes sobre las llamadas a Keily, por favor —pedí sin perder tiempo.
—Claro — cedió, él —. Creo que nos servirás de mucho en esto.
Di un asentimiento.
—Tengo a alguien que nos puede ayudar, desde que me digas lo que tienes, le diré que venga.
—Creo que lo ideal es que lo cites para que venga lo más pronto que se pueda, no sabemos cuando quiera volver a atacar.
Asentí.
—Keily, tiene su línea apagada — informé.
—Si, a sabiendas de lo que él hizo, creo que no hará nada para molestarla tan pronto, aunque eso no evita de que siempre se entere de todo o casi todo.
—Eso quiere decir que solo no es tecnología — dije.
—Son informantes de su entorno y la intercesión de otros aparatos tecnológicos.
Me da tanta impotencia.
— Hablaré con mi amigo y nos pondremos de acuerdo.
Los hermanos salieron de la habitación. Keily, venía llorando, acto que me puso en alerta inmediatamente.
Me puse de pie y corrí hasta ella. Me abrazó muy fuerte, estaba tan triste.
Le pregunté con la mirada a Jason.
—Las condiciones físicas de mamá son realmente horribles — manifestó, abatido —. Esta muy lastimada en su rostro.
— Es mi culpa... — Sollozó, Keily, rota —. Si la vieras, Marcelo...
Lloraba en mi pecho y me rompía el alma verla de esta manera.
—Lirio — llamó, Ángel, su atención.
Ella lo miró, pero nunca salió de mis brazos, pero él se acercó y colocó una de sus manos en la cabeza de mi mujer.
—Tú no tienes la culpa de nada, Keily — comenzó él —. Todo esto se debe a un desgraciado que va a pagar muy caro todo lo que ha hecho.
—Pero...
— Sarah, había decidido contarle toda la verdad a Marcelo — informó y eso me hizo recordar algo.
—Ella me llamó la noche antes de su accidente — informé.
—Eso explica porque se enteró ese desgraciado — soltó, Ángel.
—Pero mamá sabía de los peligros — habló Jason.
—Pero se vio muy desesperada del no poder ayudar a la niña — informó, Roberto —. Salió de Toluca convencida de hacer algo por su hija.
—Hicieron que todo pareciera como un accidente de carretera — expresó, Ángel —. Pero hemos detectado en las cámaras cercanas cuando el auto se lanzó sobre ella de manera premeditada.
—¿Y pudieron ver quien era? — Pregunté.
Negó
—Lo único que sabemos es que es una mujer y llevaba lentes oscuros. Fue lo que dijo un testigo de la zona.
—Pero sabemos que quien llama es un hombre — habló, Jason.
Todos estaban en silencio, asimilando todo las informaciones.
—Cuando llamó para decirme sobre lo que le había hecho a mi mamá —comenzó, Keily, casi inaudible, todos la miraron —. Pude darme cuenta de que conozco su voz, pero no recuerdo de donde.
Todos se miraron entre sí.
—¿Pudiste reconocerlo? — Indagó, Ángel.
Ella frunció el ceño pensativa.
—Se qué he escuchado su voz antes.
Ángel, sonrió.
—Al parecer el bloqueo del distorsionador de voz está funcionando.
Eso llamó totalmente mi atención y creo que no debo esperar más para llamar a la única persona que puede ayudarme con esto.
— Me disculpo — dije de pronto —. Voy a realizar una llamada.
Keily, me miró y se separó un poco.
—¿Vas a volver?
Sonreí de boca cerrada. Pasó sus dedos de manera delicada por una de sus mejillas.
—En unos minutos estaré contigo.
Ella dio un asentimiento y ambos nos acertamos para darnos un corto beso en los labios.
—No tardes.
— No lo haré.
Me separé de ella y me retiré a un lugar en donde pudiera hablar sin problemas.
Marqué el número de mi amigo.
Llamada telefónica.
—¡Marcelo Sandoval! —respondió detrás de la línea.
—Asher Black — dije del mismo modo.
—¿Para qué soy bueno?
—Te necesito aquí en Mérida.
Dije sin rodeos, pues ya él esta al tanto de muchas cosas.
Se quedó callado.
—Se trata del asunto de Keily.
—Asi es.
— Estaré ahí en dos días — aseguró —. Debo arreglar unas cosas con Kathe, pero ahi estaré.
—No se como voy a retribuir lo que has hecho por mi — dije, sinceramente.
—Ya nos pondremos de acuerdo para ir a tomarnos un par de tragos y tu los pagas.
No pude evitar sonreír.
—Trató hecho, Black.
La conversación no duró mucho. Pues casi todo estaba dicho.
Regresé con los demás a la sala de espera y, desde que llegué, tomé a Keily de la mano, la pegué a mi cuerpo y abracé, no tardé en unirme a la conversación y dar mi opinión.
Las horas iban avanzando y la mejoría de la salud de Sarah fue notoria, la pasaron a una habitación para mantenerla en observación.
En el transcurso del día, Cristian me llamó, me dijo que necesitaba hablar conmigo, nos encontraríamos en la comisaría, estaremos dándole seguimiento al imbécil que quiso pasarse de listo con mi mujer.
Ahora íbamos de camino a la empresa, habían algunos asuntos que atender. Decidimos venir juntos, pues Roberto, Jason y Fran Irene se quedaron con la señora.
—Mi amor — llamé su atención, ambos estábamos en mi auto —. Tengo que salir a hacer algo con Cristian.
Asintió.
—¿Todo está bien?
Sonreí de boca cerrada, mientras miraba la carretera.
—No te preocupes por nada, todo esta bien y lo estará.
Su cara reflejaba la preocupación que trataba de disipar.
—Cuídate mucho, por favor — pidió, preocupada —. Si te pasa algo, yo...
Detuve el coche en cuanto pude y la miré seriamente.
— Voy a estar bien, mi cielo — tomé su mano y la enlacé con la mía —. Nadie va a hacerme daño y tampoco permitiré que le pase algo ni a ti, ni a mi hijo.
—He estado tan asustada todo este tiempo — confesó en un susurro. Eso ha sido doloroso para mi —. No quiero que esta persona siga haciendo de las suyas.
Llevé una de mis manos a su mejilla
—¿Confías en mi?
—Cien por ciento — respondió con una sonrisa.
—Créeme cuando te digo que vamos a descubrir quien es el responsable de todo esto.
Respiró profundo.
— Te creo — dijo, mirándome —. Solo que no puedo evitar preocuparme.
—Vamos a hacer una cosa — pedí —. Cualquier cosa, la hablaremos los dos, tus cargas son mías...
—Son nuestras — interrumpió, con una sonrisa y esa mirada que me enloquece.
Sonreí de boca cerrada.
—Asi que cuidadito con querer llevarla sola, porque no te lo voy a perdonar.
Ella respiró profundo.
—No sabes cuanto te había extrañado — murmuró.
Tragué saliva.
—Yo también te extrañé tanto, mi amor — confesé, pensando en aquellos días —. Y de ninguna manera pretendo volver a vivir sin ti.
Sonrió levemente y, con la dificultad de que estamos dentro de mi automóvil, me abrazó con fuerza, me necesitaba, pero yo mucho más a ella.
Más tarde llevé a Keily, a True Style, le pedí a Thomas que viniera y tuviera al pendiente de ella, por si necesitaba cualquier cosa, para que la cuidara, es una de las personas que confío ciegamente.
Ya en la comisaría, me encontré con Cristian, que, como dije antes, ya me esperaba.
—Es un gusto verte, Cris — manifesté, a mi amigo, pues ha estado resolviendo sus asuntos con su padre, el muy desgraciado, quiere hacer de las suyas. El castaño sonrió —. ¿Cómo van las cosas?
Respiró profundo, mientras me daba un apretón de mano.
—Por el momento, todo bajo control, hermano — manifestó, se veía cansado —. Mi padre se ha vuelto loco y lo único que quiere es desquitarse conmigo y con Elena, porque, según él, lo arruinamos.
Me había contado que su madre con ayuda de un abogado, ha tomado el control de los bienes de su familia y ha despojado a su padre de casi todo lo que habían construido juntos.
—Solo espero que todo salga bien — deseé.
—Gracias — expresó con una sonrisa —. Ahora vamos a resolver esta situación con el comandante que esta a cargo.
Di un asentimiento, mientras nos dirigíamos a una oficina que conocía muy bien.
—Comandante Trujillo — saludé con un apretón de mano que correspondió de igual forma —. ¿Cómo ha estado?
—Ingeniero Sandoval, es un placer saludarlo — expresó, cortés —. Todo bajo control por el momento.
— Es él quien está llevando el caso del tipo que se quiso propasar con Keily — me informó, Cristian.
Cada vez que me acuerdo de esa ocasión, mi instinto animal vuelve a aparecer.
—Tomen asiento, por favor — pidió, el comandante y nosotros lo hicimos y él también —. El señor Serrano, presentó la denuncia de que el joven Alvaro Peña, estaba drogando y pasándose de listo con sus clientes en el club del cual es propietario.
—Fueron dos ocasiones, comandante.
—Eso es suficiente para proceder y que le den su merecido y tenga un buen tiempo en mi hotel cinco estrellas favorito — manifestó, el comandante.
—Quiero que diga cuales fueron sus motivos para hacer lo que hizo — dije, con los dientes apretados —. Tocó a mi mujer y eso se paga caro.
Al comandante le brillaron los ojos.
—Yo mismo me encargaré de eso, ingeniero — propuso, Trujillo.
Miré al comandante, sabía a que se referia y él entendió que estaba de acuerdo.
Cristian, aclaró su garganta.
—¿Y qué ha dicho el rastrero ese? — Preguntó, él castaño —. ¿Ha confesado algo?
—Solo ha dicho que siguió órdenes de una mujer — respondió.
Fruncí el ceño.
—¿Una mujer? — Pregunté, molesto.
—Si, fue un encargo. Estamos trabajando para que nos diga el nombre.
—Quiero hablar con él — pedí —. Quizás a mi me diga lo que no le a dicho a usted.
El comandante, sonrió.
—No tengo problemas en concederle su petición, ingeniero, siempre y cuando usted me haga un favor.
—¿De qué se trata? — Pregunté.
Me miró un poco misterioso.
—Le diré después que cumpla mi parte, ¿Está de acuerdo?
No tuve más remedio que aceptar, no iba a desaprovechar la oportunidad de resolver, aunque sea uno de los problemas que enfrentamos.
Unos minutos más tarde, estoy en la cerda en donde tienen al tipo ese, el comandante lo trajo a un lugar en donde mas o menos aceptable para que pudieramos hablar.
Ahora lo tengo en frente y cada vez que recuerdo que quiso hacerle daño al amor de mi vida, quiero desaparecerlo, desintegrarlo de la faz de la tierra.
Sonrió de lado al verme, creo que fue la última persona que pensó que vería hoy.
Estaba sentado y delante de él había una mesa de hierro y otra silla.
—¡Bestía! — murmuró, entre dientes.
—¡Pero que buen te ves! — lancé con sarcasmo.
Sonrió.
—Se lo debo a un animal que no se midió para hacerme esto.
—Eso no fue nada comparado con lo que ese animal puede hacerte si vuelves a tocar su tesoro.
—Asi que esa linda chica es algo suyo...
Lo miré penetrante, con gesto duro.
—Mi esposa.
Sonrió más.
—Que suerte tienes al tener una mujer así — soltó y me limité a sonreír.
— Tienes razón — dije.
Ambos nos quedamos en silencio por algunos segundos, mirándonos.
—¿Y qué es lo que buscas aquí?
Comencé a pasearme por este lugar, estaba limpio, pero era desagradable a mi gusto.
—Quiero que me digas quien te pagó para que drogaras a mi mujer.
—Nunca doy información de mis clientes.
Sonreí con suficiencia.
Me acerqué a él con porte seguro, me senté en la silla disponible.
—También puedes ser mi cliente en los próximos diez minutos — lancé sin rodeos, mirando mi costoso reloj. Me miró confundido.
—¿Qué quieres decir con eso?
Respiré profundo.
—Pensé que eras un hombre más astuto — dije, burlesco —. Quiero que trabajes para mi.
—¿A qué estás jugando, Bestía? — Preguntó, con los dientes apretados.
—Solo quiero saber quien te pagó para que drogaras a mi mujer y le hicieras daño.
—¿Qué voy a recibir a cambio de la información?
—¿Qué deseas?
—Que tu amigo retire la denuncia en mi contra y me des medio millón de dólares para irme de la ciudad — pidió, victorioso —. A fin de cuentas te sobra el dinero, solo hay que ver tu camisa fina y tu reloj caro.
—Lo tendrás — dije, sin duda.
—¿Qué me garantiza que no me estas engañando? ¿Qué tu amigo te hará caso?
—Tendrás que confiar en mi — dije, desinteresado.
—Tengo una hija, su madre no quiere saber nada de mi — informó —. No me he portado muy bien y si puedes hacer algo por ellas dándome ese dinero, yo...
Se quedó cayado, no continuó, así que volví a insistir.
—¿Hablarás o no? — solté, fríamente.
— Fue una mujer joven, de pelo negro, tenia un parecido a tu esposa, pero sus ojos eran distintos — confesó, rápidamente —. Me dijo que esa chica era adicta a las drogas y que se acostaba con quien la hiciera feliz, que me pagaría solo por placer, por darle un regalo a su prima y acepté.
Juro que estoy usando mi autocontrol al máximo para no matarlo ahora mismo.
—¿No te dijo un nombre? — Pregunté, con los dientes apretados.
Se quedó pensando
—Francis... — Lo dudó por algunos segundos —. Fran... Fran Irene. Si, ese fue el nombre que me dio.
No pude evitar sorprenderme con lo que me terminaba de decir.
—¿Fran irene?
—Si — confirmó.
Eso es prácticamente imposible, Fran Irene es la prima incondicional de Keily, de ser cierto, esto sería un golpe duro para ella, sin embargo...
—Voy a confirmar todo lo que me has dicho y si estas mintiendo...
—No tengo porque hacerlo — interrumpió —. Ya no tengo nada que perder.
Sabia que no estaba mintiendo, pero esto era tan difícil. De solo pensar que le causaba daño a la mujer que amo con esto, me rompe.
Lo observé por algunos segundos, no puedo siquiera imaginar las manos de este hombre sobre mi mujer.
—Si hubieses puesto, aunque sea un centímetro más, tus manos sobre mi mujer, no estuvieras aquí contándome todo esto — solté con los dientes apretados y mirándolo directamente a los ojos.
Tragó saliva.
—No pasó nada — aclaró.
—Lo sé — dije, fríamente —. Por eso estas ahí dándome explicaciones.
Ambos nos quedamos callados, unos segundos después, me dirigí a la salida cuando lo escucho.
—¿Vas a cumplir con tu palabra? — Preguntó.
Giré hacia él y lo miré penetrante.
—Te dije que serias mi cliente en los diez minutos siguientes y ya pasaron más de quince, así que nuestro trato acabó hace más de cinco minutos.
Sus ojos se inyectaron de odio.
—Eres un desgraciado.
—No voy a abogar para que salgas de aquí, porque si lo haces, te estaré esperando allá fuera, pero si buscaré a tu hija y a tu ex mujer y veré que puedo hacer por ellas.
Su mirada reflejaba el asombro que le causaban mis palabras. Sin embargo, no pronunció ni una sola palabra.
—Esto no lo hago por ti — aclaré, seriamente —. Lo hago porque soy un hombre de palabra y, está, de ninguna manera, es ni será cuestionable.
No esperé a que dijera nada y salí de allí, ya Cristian y el comandante, me esperaban. Escucharon toda la conversación.
—Debemos interrogar a su esposa, ingeniero, es la agredida principal — solicitó, Trujillo —. También a su prima, Fran Irene, debido a la confesión del joven Peña.
Me da mucho pesar que Keily tenga que pasar por esto, pero es necesario para ir cerrando ciclos.
—Debes hablar con Keily, Marcelo — aconsejó, Cristian.
Di un asentimiento.
Salí de la comisaría para ir a buscarla, este asunto no podía esperar.
Ya en la empresa, fui a su oficina, esto no pasó desapercibido por su compañeros de trabajo.
Toqué, levemente, la puerta y escuché su voz dándome pase. Cuando entré, me encontré con el chico que cambia de colores cada vez que ve a mi adorado tormento.
Se encontraba de pie frente a Keily y esta por igual, pero sus brazos estaban cruzados y su ceño fruncido. Estaba molesta.
Fruncí el ceño.
Cuando la mirada de Keily, se cruzó con la mía, trató de disimular su molestia.
—Buenas tardes — saludé.
Moises se alejó unos centímetros.
—Hola — respondió, ella.
—Buenas tardes — respondió él.
Hubo un silencio en donde le limité a observar aquel chico, su apariencia hacia cambiando mucho en los últimos meses, se veía agotado.
—¿Estás ocupada? — Pregunté —. Necesito hablar contigo.
—Ya, Moisés, se iba — soltó con seriedad.
El mencionado la miró con gesto ensombrecido. Quiso decir mucho, pero al final no dijo nada.
— Con permiso — dijo, para luego retirarse.
Esa última mirada que le dio a mi esposa no pasó desapercibido para mi.
Cuando ambos estábamos solos, ella me miró y sonrió bonito, como siempre lo hacía. Sonreí de igual forma hacia ella.
Caminé en su dirección y la atraje a mi para abrazarla.
—Vine por ti para que vayamos a ver a tu madre — le dije, mientras la mimaba un poco —. ¿Ya has terminado aquí?
Respiró profundo, pero nunca se separó de mi.
—Si, Danna y Elena han hecho un excelente trabajo.
—Me da gusto que así sea, amor.
Los dos continuamos la plática por unos minutos más, media hora después volvimos a la clínica y nos tocó ver a Sarah, ya la habían pasado a una habitación, aun permanecería en observación.
Me dio mucha tristeza verla en esas condiciones, la atropellaron y estuvieron a punto de quitarle la vida, pero juro que esto no se quedará así.
Los días fueron transcurriendo con normalidad, Keily, no quería separarse de su madre en los días que estuvo hospitalizada.
En los últimos días, el extorsionador no se había comunicado con Keily, todos estábamos a la expectativa de que lo hiciera.
Habían pasado cuatro largos días desde el accidente de Sarah, ya estaba en casa siendo mimada por sus hijos, por todos. Nadie había querido mencionar el asunto del atentado contra ella, pues es entendible de que no quieren agobiarla con ese asunto que nos tiene a todos tan angustiados.
Jason la llevó a la casa que había comprado aquí en Mérida.
—No saben lo feliz que me hace el tenerlos a todos aquí — se expresó, la señora convaleciente —. Que todos estén bien.
Estábamos en la habitación que fue acondicionada para ella. Keily, arreglaba unos de los almohadones de su espalda.
—Lo importante es que la reina de la casa se sienta bien y feliz — expresó, Jason con una sonrisa —. Aquí estarás bien cuidada, mamá, no te faltará nada y no debes preocuparte por ningún asunto.
La señora miró a su hijo y dio un asentimiento.
—Agradezco todo lo que han hecho por mi — comenzó, ella —. Le pido disculpas por lo que hice, por preocuparlos, por ponerlos en riesgo, pero ya era demasiado, no quiero más sufrimiento para mi hija.
Keily, estaba en silencio, solo escuchaba la conversación que se desarrollaba, admito que se veía muy cansada.
—Si algo te hubiese pasado...
—No eres culpable de nada, mi amor — la interrumpió, su madre —. Y para ser honesta, creo que fue lo mejor — me miró y sonrió de boca cerrada —. Marcelo, esta aquí entre nosotros, con su esposa, con su hijo.
Sonreí, pensando en mi hijo. Me tiene totalmente enamorado. Ver su desarrollo cada día, me tiene hipnótico.
—Me da gusto verte tan recuperada, Sarah — dije.
Ella sonrió.
—Gracias, cariño.
—¿Recuerdas lo que pasó? — Preguntó, Ángel, de repente.
Parece un fantasma, aparece cuando menos se espera.
—Bueno, hijo, lo único que recuerdo es un auto yéndose sobre mí, pero más nada.
Todos nos quedamos en silencio procesando todo lo que ha pasado.
—Mi amigo de San Francisco, llega mañana — todos me miraron, incluyendo a mi preciosa —. Es quien nos ayudará en este caso.
Ángel, dio un asentimiento.
—Pues creo que es momento de que te muestre como estamos trabajando y los avances que hemos tenido en este tiempo.
Di un asentimiento.
—Ángel, ha trabajado mucho para mantenernos a salvo — habló, Keily. Estaba al lado de su mamá —. Creo que nuestro hijo, ni yo hubiéramos sobrevivido.
Un escalofrío, recorrió mi espina dorsal al imaginar mi vida sin ella y sin mi hijo.
—Entonces, no tengo la manera de agradecerte lo que has hecho por mi esposa, por mi hijo, Ángel. No tengo tengo las palabras exactas, es más, no creo que las haya.
El pelinegro, sonrió.
—Es mi familia, Marcelo — soltó, haciendo que Keily, sonriera de manera genuina —. Hago lo que sea por ellos.
Comprendo perfectamente de que mi esposa se dé a querer con rapidez, pues soy una prueba viviente de eso. La ame al instante, Martina por igual, entonces entiendo a Ángel y su familia.
Sonreí de boca cerrada.
—Gracias.
—Entonces, ¿Hablarás con él hoy? — Preguntó, Keily.
—No, será mañana en horarios de la mañana, ¿Crees que puedas?
—Por supuesto que sí — aseguré.
Sonrió.
— Hasta entonces, hermano — palmeó mi hombro y se dirigió hasta Sarah y Keily, le dio un beso en las mejillas de ambas.
Al parecer, este chico es muy confianzudo, me llamó hermano y apenas me conoce.
No fue mucho el tiempo que permanecí allí, pues debía trabajar esta noche en unos planos, pues tenía un proyecto en mente y debía trabajarlo para luego pedir la ayuda de mi amigo Cristian.
—No quiero dejarlos — susurré, entre besos —. No sabes como me cuesta.
Ambos estábamos fuera de la casa de Jason, ella se quedaría con su madre, Martina también, ya que nuestro pequeño se quedaría aquí.
Esta tan fuerte, grande. Fue difícil soltarlo y dejarlo ahí dentro.
—Me pasa lo mismo — respondió del mismo modo.
—Quiero tenerlos conmigo, en nuestra casa.
Sonrió en mis labios.
—Ya falta poco para eso, mi amor.
Respiré profundo.
—Falta menos tiempo del que tu crees, Keily.
Ella se separó un poco.
—Tengamos paciencia...
—No me pidas algo que esta fuera de mi alcance, por favor, amor — dije, exasperado —. Tuve paciencia por mucho tiempo, así que no hablemos de eso.
Ella me miró, no dijo nada, solo me abrazó.
—Te amo — dijo.
—Yo te amo mucho más.
Nos despedimos unas cuatro veces más, en verdad me costaba alejarme de ellos, pero debía hacerlo.
Llegué y bajé de mi automóvil, caminé distraído hacia la entrada principal. No dejaba de pensar en todo lo que estaba pasando, pero aún más en Keily y mi hijo, ocupaban todos mis pensamientos, necesitaba tenerlos cerca.
Sonreí al pensar en mi pequeño, hoy estaba muy sonriente, es increíble la sensación que sentí en mi pecho al experimentar aquello.
Cuando iba a entrar a casa, me encontré con Thomas, estaba recargado en la puerta, mirándome detenidamente.
—Esa cara de felicidad que traes es épica — soltó, mi viejo.
Sonreí más.
—No puedo creer que quepa tanta felicidad en mi pecho — me sinceré.
Sonrió y enderezó su postura, se acercó y palmeó mi hombro.
—Aún no puedo creer que la niña Andersson este de vuelta — expresó, mientras caminábamos al interior de la casa —. La vi aquel día en la empresa, esta muy linda y sigue siendo la misma de siempre. Ahora bien, no he podido conocer a su hijo. Aún estoy asimilando que eres padre y que soy, prácticamente, abuelo.
—Yo también, estoy en esas — me quedé pensando un poco en todo —. Es extraño que no hayas ido a ver a mi hijo.
—Aún no es el momento, Martina me dijo que ella misma me llevaría.
Respiré profundo.
—Martina supo de Keily todo este tiempo — informé —. No puedo enojarme con ella porque puedo imaginar que sus motivos fueron de peso.
—Lo fueron — respondió y lo miré —. Ya sabes parte de sus motivos.
—¿Y tú me ocultaste algo por algún motivo? — Pregunté.
—Sabía que la niña Andersson no era capaz de engañarte, nunca amaneció fuera de la casa y que cuando fue a ver a Amelia porque estaba enferma, estuve ahí.
—¿Por qué nunca me dijiste nada? — Pregunté evidente molesto.
—Porque ella me lo pidió, me lo suplicó — respondió, seriamente —. Me dijo que por el bien tuyo, no podía decirte nada.
Estoy enojado.
—Estoy harto de que me oculten las cosas por protegerme, no soy ningún bebé para que me estén cuidando la espa..
—Ten mucho cuidado del como me hablas, Marcelo Sandoval — reprendió, con gesto duro —. Aún puedo tumbar algunos dientes.
Apreté la mandíbula frustrado. Respiré profundo. Debía controlarme.
Volví a respirar.
—Lo siento — me sinceré, avergonzado —. Pero este asunto me rebasa. El pensar de que Keily, hizo todo por mi y...
—Lo hizo por ti, por su familia, por todos — me interrumpió —. Esa chica se ha ganado mi respeto desde que la conocí, pero después de esto, no sé decirte en qué grado está mi estima por ella.
Me sentía agotado.
—Es tan valiente — susurré —. Aún no comprendo como ha podido con tanto.
—Es una guerrera — contribuyó, el viejo —. Es imparable esa chica.
—Y es mi esposa — dije, orgulloso.
—Y es tu esposa — repitió, suavemente y con una leve sonrisa —. Ahora te corresponde a ti cuidarla.
—Lo haré, aunque sea lo último que haga en mi vida.
—Sé que lo harás, eres un hombre protector, que cuida de los suyos.
Hubo un silencio entre los dos. Sabia que la conversación había llegado a su fin.
—Voy a la cocina — dijo de repente —. Tengo hambre y toca hacer la cena porque la abuela esta de abuela el día de hoy.
Sonreí.
—Iré al despacho a terminar un plano — informé —. Necesito terminarlo lo más pronto posible.
—Se me había olvidado decirte que tienes una visita en la sala.
Frunci el ceño.
—¿Quién?
—Florencia — informó.
—¿Y ahora es que lo dices? — reproché, indignado —. Tengo rato que llegué, Thomas.
—Esta con su marido — informó, él —. No creo que esté molesta por esparar un poco.
No dije nada y comencé a caminar hacia el interior de la casa.
Inmediatamente, entre a la sala principal, ahí estaba ella, cómodamente al lado de su esposo Ernesto.
—¡Qué sorpresa! — dije, Inmediatamente la vi.
—Hijo — se puso de pie —. Cuanto te he extrañado, mi corazón.
Me dio un beso en las mejillas y luego me abrazó.
—¿Cómo has estado, mamá? — Pregunté, correspondiendo al abrazo.
—Estoy bien, solo que ya te extrañaba y quise venir a verte.
Se separó de mi y permitió que Ernesto también me saludara.
—Te ves bien, muchacho — me dio un apretón de mano.
—Tú igual, Ernesto — dije —. Tomen asiento, por favor.
—Gracias — respondieron al unísono y procedieron a sentarse.
—¿Desean tomar algo?
Mi madre sonrió.
—No te preocupes, las servidumbres nos han atendido muy bien.
—Cualquier cosa pueden pedirla.
—Gracias — respondió, Ernesto.
—Eres un ingrato, Marcelo, si no vengo a verte, no lo lo haces tú.
Sonreí de boca cerrada.
—He estado muy ocupado, madre, pero tienes toda la razón.
—Amelia ha preguntado mucho por ti, incluso, del colegio han solicitado tu presencia para sostener un diálogo con la maestra de la niña.
Frunci el ceño.
—¿Pasa algo con ella?
Negó.
—Solo que la niña se ha descuidado un poco, pero no me dijo mucho, ya que solicitan que seas tu el que se presente.
Respiré profundo.
—Iré mañana en la tarde, puesto que, tengo un compromiso que no puedo suspender en horas de la mañana.
Ella dio un asentimiento.
—Gracias, hijo.
—No es nada.
Mi madre, echa un vistazo a la casa.
—Es raro no ver a Martina rodando por aquí — comentó.
—Esta resolviendo algo personal fuera de la ciudad, se tardará algunos días.
Asintió.
—Es bueno que se distraiga, la pobre se ha dedicado tanto a ti que no realizó su vida amorosa y se quedó sin una pareja, sin hijos.
Ese comentario no me afectaba, pues Martina muchas veces me había dicho que nada de eso le había hecho falta, que yo era su hijo y que con eso era más que suficiente.
—¿Hay algo más en lo que te pueda ayudar, mamá? — Pregunté.
—De echo si — dijo, mirándome para luego mirar a su esposo que solo estsba en silencio su lado —. Creo que seria bueno que te dieras una vuelta por la constructora, hijo, pues creo que las cosas no marchan muy bien que digamos.
Tenía semanas que no iba a la constructora, eran muchos pendientes y quise soltar muchas cosas, incluyendo las empresas Sandoval.
Respiré profundo.
—Diego, bien puede encargarse, Florencia — dije, agotado.
—No está de más que vayas — intervino Ernesto —. Se que no es mi asunto, pero manejaste esa empresa por años y lo hiciste de manera excelente, puedes dar tu punto de vista en la próxima junta.
El que Ernesto interviniera me dejó pensando, pues es un hombre muy callado y respetuoso con los asuntos familiares.
—Iré cuando en unos días — aseguré.
Ambos dieron un asentimiento.
Mi madre y su esposo no se quedaron por mucho tiempo, pues alegaron que tenían otros asuntos que atender y se marcharon.
En cuanto a lo que a mi respecta, fui al despacho y trabajé hasta tarde.
Pasadas ya de las una de la madrugada, fui a mi habitación y me di un baño, admito que duré más de lo habitual, necesitaba poner mis ideas en orden.
Coloqué un pantalón chándal y me quedé con el torso desnudo, tomé mi celular y comencé a mirar las fotografías de mi hijo, las cuales, Keily, había enviado por WhatsApp.
Cuando lo veía, mis emociones se disparaban y comentaba a sonreír, no podía creer que esto estuviera pasando en mi vida.
Me detuve en una sola fotografía, ella lo tenía en brazos, en su rostro había una sonrisa gigante que contagiaba al bebé. Mi hijo tenia sus grandes ojos azules abiertos, miraba a su mamá embobado al tiempo que sonreia, así como debo verme yo cada vez que la tengo cerca.
Acercaba y alejaba la fotografía perfecta, buscando algo que no me agradara, pero era imposible, era lo más precioso del mundo. No dudé ni un instante colocarla como fondo de pantalla de mi celular.
Escribí al chat de Keily, con la esperanza de que estuviera despierta, pero no respondió, al parecer estaba muy agotada y no es para menos, ha tenido tantos días difíciles.
Coloqué el celular en el buró y me disponia a dormir cuando unos leves toques en la puerta, hicieron que me sentara en la cama.
Es raro que mi personal de trabajo de molestias en la madrugada, no pude evitar preocuparme, el único que seria capaz era Thomas y seria en casos extremos.
Me levanté y me dirigí hacia la puerta.
Fue grande mi sorpresa al mirar de quien se trataba.
—¿Tú?
Sonrió con malicia, mientras se adentraba con paso seguro a la habitación.
—¿Quién más si no soy yo puede pasar a esta habitación, Marcelo Sandoval?
Trague saliva al detallar su figura, estaba preciosa como siempre.
Sonreí de boca cerrada.
—Solo tú puedes entrar aquí.
Ella no dijo nada, se acercó a mi de manera lenta, recorría con sus benditos ojos, cada espacio de mi.
—¿No me vas a preguntar que hago aquí? — Preguntó en un susurro, su voz seductora a todo esplendor.
No fui capaz de responder, solo la seguí con la mirada.
—¿Te has quedado mudo, esposo? — sus dedos tocaron mi torso desnudo.
Eso fue suficiente para rodearla por la cintura y pegarla completamente a mí.
—¿Qué es lo que buscas aquí? — Pregunté suavemente en su oido y sentí como su piel se estremecía con tan solo tocarla.
Ella no dudó en colocar sus brazos alrededor de mi cuello. Acercó sus labios a mis oídos y mordió el lóbulo suavemente haciendo que todo razonamiento se fuera al caño. Unos segundos después, susurró en mi oído:
— Busco a mi esposo para que me haga suya a sabiendas de que yo también lo voy a hacer mio...
No perdí tiempo y busqué sus labios para besarla con pasión, ella respondio inmediatamente de la misma manera que yo.
La necesitaba más que cualquier cosa, estos meses han sido un calvario sin ella.
Bajó una de sus manos a mi virilidad y esta ya estaba totalmente erecta, un gruñido placentero salió de mi al sentir como esto la ponía.
La levanté, de pronto, por su cintura y ella no perdió tiempo para envolver sus piernas alrededor de mi.
Me sentía en la gloria con tan solo experimentar lo húmeda que estaba...
—No quiero tanto preámbulos — susurró envuelta en una nube de deseos desgarradora que nos arrastraba a los dos a la misma perdición —. Te quiero ahora dentro de mi.
La tumbé en la cama, no perdí tiempo y asalté su cuello, haciendo que su cuerpo de estremeciera.
Ella, como pudo, se inclinó y mientras me besaba comenzó a quitar mis pantalones, no dudé en desatar el abrigo que tenía para luego ir por lo demás, me separé un poco para mirarla y me sonrió, mientras mordía su labio inferior, para mi sorpresa, solo venia con un vestido muy corto debajo y sin sostén.
Eso me volvía loco totalmente.
Ella terminó de quitar su abrigo y volvió a recostarse en la cama, nunca apartó la mirada de mi.
—Me encanta ver tus ojos llenos de puro deseo...
—Solo por ti — logré decir.
Me incliné hacia ella y la besé con fuerza, mientras mi miembro se posicionaba en su entrada y tuve el impulso de penetrarla de una sola estocada, pero comencé a desplazarme de arriba hacia abajo entre su feminidad, sin llegar a adentrarme.
Me estaba volviendo loco escucharla gemir, era mi sonido favorito. Levanté sus brazos por encima de su cabeza y la asalté a besos por doquier, llegué hasta sus senos y los chupé con vehemencia.
No podía más, iba eyacular sin necesidad de penetrarla, era tanto lo que sentía.
Nuestras respiraciones eran un desastre.
De pronto, ella me empujó y caí sobre el colchón, subió rápidamente sobre mi, posicionó mi pene en su entrada y se sentó de un tirón, haciendo que ambos gimieramos de manera estruendosa con todas las sensaciones a flor de piel.
Se quedó quieta, pero con su respiración agotada ante tantas sensaciones, tratando de acostumbrarse a estar llena.
Mis manos temblaban...
Extrañaba todo de ella, verla tal cual está ahora, deseosa, tan preciosa.
Comenzó a moverse en círculos, me volvía loco su forma de moverse.
Toqué, pellizqué sus senos una y otra vez haciendo que sus gemidos traspazaran los límites de esta habitación.
Yo no me quedaba atrás.
—No voy a durar mucho para...
—Yo tampoco, mi amor — me interrumpió, entre gemidos —, así que dámelo...
La atraje por la nuca para besarla y, desde mi posición, sostuve con mi mano libre su cadera y, desde abajo, profundicé las estocadas, hasta el punto de que ambos llegáramos a la liberación.
Tenía meses soñando con este momento y por fin estamos juntos.
Ella apoyó su cuerpo completo sobre mi, aun respiraba con dificultad.
—Te amo — tuve la necesidad de decirle.
—Yo también te amo.
No se cuanto tiempo estuvimos abrazados y desnudos, pero es una sensación de la que no quiero privarme en sentir.
—Quiero ir al baño — dijo, ella poniéndosede pie y caminando hacia esa estancia. Había pasado más de media hora —. Quiero que hagamos el amor en el jacuzzi, ¿Me acompañas?
Sus ojos con tonalidades oscurecidas encendieron todas las luces en mi, no podía rechazar tal oferta y la seguí hasta el baño en donde la hice mía y ella me hizo suyo una vez más.
En esta madrugada hicimos varias veces el amor hasta que nos quedamos dormidos, ella sobre mi como siempre acostumbraba a hacerlo y yo abrazándola con temor a que se marchara.
◇
Era difícil abrir los ojos, me sentía agotado, pero pleno, relajado. Sin embargo, siento mi cuerpo frío, abrí los ojos de un tirón al no sentir el calor de Keily sobre mi cuerpo.
La cosa aquella, latió fuerte.
Quedé sentado en la cama, asustado y cuando estuve a punto de salir de la cama, Keily sale del baño ya vestida y con una gran sonrisa.
—Buen día, cielo — dijo, al tiempo que se acercaba y daba un beso en mis labios.
—Buen día, amor de mi vida — susurré en sus labios.
Su sonrisa creció más, me dio otro beso y cuando estuvo a punto de alejarse, tiré de ella de manera sorpresiva y la tumbé en la cama, quedó debajo de mi.
Besé sus labios con pasión a lo que ella correspondió de la misma forma y con las mismas ganas.
El ambiente se fue calentando como siempre pasaba cuando estábamos juntos.
—Marcelo...
Murmuró, perdida en mis brazos.
—¡Huh! —susurré sin dejar de asaltar su cuello.
—Debo irme y... ¡Ah!
No tengo que dar muchos detalles de lo que volvió a pasar entre nosotros en este momento. Estar con Keily, mi mujer, mi esposa, no tiene punto de comparación.
Una hora después, ella se peinaba delante del espejo y me limité solo a contemplarla, a idolatrarla. En mi caso, ya estaba listo.
—No me mires así, Marcelo Sandoval — pidió con sus ojos brillantes.
Sonreí.
—¿Cómo?
Pregunté con una mini sonrisa de boca cerrada mientras me acercaba.
—Asi — respondió —. Como si quisieras comerme.
Giré su cuerpo por la cintura, se pegó a mi y rodeó mi cuello con sus brazos.
—Es que aun tengo ganas de eso — me sinceré.
—Marcelo....
—Es la verdad — dije, del mismo modo —. Fue mucho tiempo sin ti, amor.
Sonrió y me besó en los labios. Sin embargo, bajó la mirada un poco y se quedó pensando, pero no decía nada.
—¿Qué sucede? ¿Qué quieres preguntar?
Mordió sus labios.
—¿Estuviste con alguien cuando...?
—No — respondí con seguridad y mucha seriedad.
Ella me abrazó con fuerza y pude sentir el alivio que esto le había generado.
—Espero y no te molestes conmigo, amor — dijo e inmediatamente, cualquier molestia que haya causado en mi, desapareció.
—Me conoces, Keily — reprendí suavemente —. No podría faltar a nuestro matrimonio.
—Pero tu y yo pasábamos por una situación difícil, estábamos separados y es normal que...
—No pasó nada y te respeto estando o no juntos, amor.
—Yo tampoco...
—Lo sé, mi cielo — dije, sinceramente —. Confío en ti.
—Yo también, mi amor — dijo, abrazándome más —. Solo que tu abogada me dijo que entre tu y ella había pasado algo.
Fruncí el ceño, enojado con Lixie.
—No es cierto, Keily — aclaré, inmediatamente —. Nunca tuve nada con ella, ni con nadie.
Keily, respiró profundo.
—Te creo, Marcelo — dio un beso corto en los labios, sin embargo, frunció el ceño y continuó con mucha autoridad —. Pero te aclaro que no me gusta la forma en la que se dirige a mi con respecto a ti, quiero que quede claro que eres mi esposo, solo mío y que a quien amas es a mi y punto...
No pude evitar sonreír y tampoco pude contenerme en besarla.
—Eso esta más que claro, mi cielo — dije, sin dejar de besarla —. Eres mi señora, mi esposa, mi vida, mi amor, mi todo...
Sonrió satisfecha, al tiempo que me besaba.
—Aclarado el punto — murmuró entre besos —. Vamos a ver a nuestro bebé, lo extraño demasiado.
Sonreí y me apresuré en buscar aquellas cosas que necesitaba para algunas reuniones en este día.
En algún momento, respiré profundo y pensé en todo lo que ha pasado y sonreí, me sentía pleno teniendo que mi mujer a mi lado y no solo a ella, sino a un hijo de los dos.
Eso no tiene punto de comparación.
Ahora debía protegerlos con mi vida si era necesario, no quiero que Keily, sufra más, no quiero ver una lagrima más al menos que no sea de pura felicidad.
Tiempo más tarde, ya estábamos en la antigua casa de mis padres, específicamente, en la habitación que ahora le pertenece a mi hijo.
Los tres estábamos acostados en la cama tratando de que David sonriera.
—Es un niño muy bien portado — habló, Martina, mientras recogía algunas cosas —. Durmió la noche completa.
Keily, le hacia gracia y yo me quedé observándola embobado.
—Es que mi bebé es niño sabio — soltó ella, mirándolo solo a él.
No contuve el impulso de darle un beso en la frente a mi hijo, esto hizo que mi niñita me mirara.
—¿Nos amas? — Preguntó, en un susurro y con sus mejillas levemente sonrojadas.
—Con todas mis fuerzas y más allá de esta — dije, mirándola.
—Me encanta cuando lo dices así — manifestó, feliz —. Te amo.
Sonreí de boca cerrada.
Me dio un beso corto en los labios que correspondí inmediatamente.
Un carraspeo interrumpió nuestro momento. Era Ángel.
Lo miré y este ya tenía sus ojos sobre mi.
—Vine por ti.
Di un asentimiento para luego mirar a Keily.
Ella sonrió precioso como siempre lo hacía.
—Voy con Ángel — informé y ella dio un asentimiento.
—Cuando termines voy a estar aquí esperando por ti, amor.
No dije nada, me limité a darle un corto beso en los labios y a mi hijo en sus manitos hecho puños, me incorporé y me dirigí a la salida de la habitación.
—Voy a llevarte a laboratorio. Se encuentra en la planta más alta debido a que...
— Ncesitabas una mejor señal a las conexiones de los diferentes puntos en esta casa, debido a la vegetación que la rodea, era el mejor lugar.
Sonrió de boca cerrada.
—Se me olvidaba que esta también fue tu casa —soltó, sin detenerse.
—Si, ahora es de mi esposa.
Sonrió.
Cuando llegamos al lugar, me di cuenta que estaban equipados con una tecnología excelente, esto le gustará a Asher.
Habían tres chicos delante de los equipos que se encontraban en el lugar, incluso, estaban tan concentrados, que ni se movieron un poquito al sentir nuestra presencia.
—Este es el lugar que hemos creado, tenemos muchas informaciones, pero necesitamos algo más.
—Explícate — pedí.
—La persona que esta extorsionador a Lirio, es un hombre, aunque en algunas ocasiones, pudimos identificar el tono no tan grave.
—Lo que les lleva a pensar que hay una mujer involucrada.
Asintió.
—Hay más de uno metido en todo esto.
—¿Y tienes sospechas de alguien?
—Hay muchos sospechosos — informó —. Y otros confirmados.
—¿Cómo cuáles?
—Cuando golpearon a Keily, aquel día que la encontramos, estaban una mujer rubia embarazada, investigamos y su nombre es Natalia Lombardi, su prima de cabello negro y a la distancia pudimos observar a la otra mujer que tienes...
—No tengo otra mujer — repliqué, indignado.
—Bueno, tuviste un hijo con ella recientemente...
Apreté la mandíbula, frustrado.
— Eso esta por verse.
Sonrió. Ángel, alguien que podría sacarme de mis casillas fácilmente.
—Me da igual tener más que otro sobrino, pero creo que mi Lirio, no pensaría igual.
—Keily, me conoce, sabe perfectamente que no la traicionaria...
—Eso es problema de ustedes, vamos a lo nuestro — se desligó del tema de prisa.
—Perfecto — dije —. ¿Qué más tienes?
Ambos salimos de la sala tecnológica y nos ubicamos en otra sala que conocía muy bien, era el despacho de investigaciones.
—Las personas que atacaron a Keily, no son las mismas de las llamadas — continuó —. Pues después de lo que pasó, montamos varios operativos de vigilancia y nos dimos cuenta de que no tienen nada que ver.
Fruncí el ceño.
—La persona que la llama parece un fantasma y tiene que ver con su pasado.
Caminé de manera lenta por todo el despacho. Todo estaba tan igual.
—Al principio creí que era Diego, pero no creo que llegue a tanto.
—Aún tengo mis dudas y luego que volvamos a laboratorio te muestro por qué.
Di un asentimiento.
—También pensamos en aquel hombre que quiso hacerle daño cuando apenas era una niña de quince años — informó —. Pero investigamos y no creo que el asunto vaya por ahí.
Esto esta más complicados de lo que parece.
—Keily, me dijo que si no hubiese sido por ti, ella no estuviera con nosotros y nuestro hijo tampoco.
—Aquel día, si hubiese llegado unos segundos más tarde...
Hizo silencio. Creo que esto también es un asunto que lo llena de impotencia. Su rostro lo refleja, es algo que me intriga.
—Entonces, Kei, tiene muchas personas a su alrededor que quiere lastimarla — solté, con los dientes apretados —. No merece toda esta mierda, Ángel.
—No, lo merece.
Se hizo un silencio entre los dos. Eran tantas las cosas que estaban sucediendo que no puedo simplemente quedarme con dudas, debo proteger a mi familia que son mi mujer y mi hijo. No quiero confiar en nadie.
—¿Cómo entras tu en todo esto? — Pregunté, tratando de encajar todas mis piezas —. Por lo que me has dicho, estabas vigilando desde antes, ¿Qué pintas tú en todo esto?
Me miró y volvió a sonreír.
—Nos encontramos con esto por pura casualidad, vinimos aquí por otro asunto y ya ves...
Lo miré seriamente.
—¿Qué asunto?
—Vine por mi hermano mayor.
Fruncí el ceño, confundido.
—¿Tú hermano mayor?
Dio un asentimiento.
— ¿Y qué tiene que ver Keily en todo esto?
—Nada y todo a la vez — respondió tan seguro de si mismo.
Mi cerebro iba a estallar de tanto pensar en lo que me decía.
—No estoy entendiendo nada.
—No voy a andar con rodeos, Marcelo Sandoval — dijo, seriamente —. En las conversaciones el preámbulo no es lo mío.
—Me gustan las personas directas, así que habla.
Se encogió de hombros.
—Si así lo quieres — murmuró —. Vine con mi madre y mi hermana a buscarlo, pues no sabíamos de su existencia.
Esperé pacientemente a que continuara.
—Cuando investigamos sobre él nos dimos cuenta de que estaba a punto de casarse con una linda chica por la iglesia y que esta estaba siendo seguida por alguien más.
Fruncí el ceño confundido. Ángel tenía gesto serio.
—Mi madre quería saber que era de la vida de aquel niño después de ya había transcurrido más de veintiséis años.
No pude evitarlo, mi pecho latía muy fuerte.
—Sigo sin entender.
—Cuando mamá vino a buscarte, se encontró con el problema de Keily.
—¿Quien vino a buscarme? ¿Quién es ella?
—Amanda Villegas — respondió, seriamente —. Antes su apellido era Villaseñor.
Estaba totalmente confundido, tenía todos mis pensamientos bloqueados.
—¿Amanda Villaseñor?
Dio un asentimiento.
Era mi madre, era la primera vez que me sentía de esta manera, tenía la necesidad de sentarme.
Mis piernas temblaban.
Ángel, predijo lo que necesitaba y buscó una silla y la colocó cerca de mi.
Enterré mi rostro en mis manos, estaba temblando. No me sentía bien, esto no era real.
—Sé que esto es difícil de asimilar, Marcelo — continuó, Ángel —. Pero creo que es tiempo de que te enteres de toda la verdad.
—Es el nombre de mi madre — logré decir, en un murmullo —. Y ella está muerta. Murió en un accidente.
—No lo estoy, mi amor bonito — escuché esa voz que tanto había escuchado en mis sueños —. Estoy aquí. Contigo.
Mi pecho dio un tirón, eso había dolido.
Tuve miedo de retirar mis manos del rostro, no quería enfrentar mi realidad.
Esto era un sueño o una pesadilla.
Alguien se colocó en cuclillas delante de mi y unas suaves manos que no eran la de mi esposa, retiraron las mías de mi rostro.
Una mujer de mediana edad, muy hermosa y parecida a mi madre, estaban frente a mi.
No pude controlarlo, los ojos se me cristalizaron al instante, sabia que era ella. No fui capaz de emitir una sola sílaba, tenía tantas preguntas...
—Mi niño, mi mar en calma — murmuró ella, prendiéndose de mi cuello —. Mi tesoro encontrado...
No pude moverme. Solo escuché una vez más todas esas palabras que tanto escuché en el pasado.
—No sabes cuanto te he extrañado, mi amor...
Sentía como sus lágrimas empapaban parte de mi ropa. Tenía tanta preguntas, ¿Porqué te fuiste? ¿Porqué me dejaste solo? ¿Qué fue lo que pasó? Eran tantas que me sentía mareado.
Entonces, entendí que ninguna respuesta importaba, que nada se comparaba con lo que ahora tenía en frente y pegado a mi.
No sé cómo, pero saqué las fuerzas de donde ya no habían para abrazarla, sentí aquellas lágrimas reprimidas bajar por mi rostro de tal manera que quemaban. Tenía a mi madre frente a mí, abrazándola, pues muchas veces le había pedido esa ultima oportunidad a dios.
—Mamá...
Mis sollozos, se escuchaban por todo el lugar, pero no me importaba, estaba abrazando al ser más precisado de mi vida, a mi adoración desde niño.
—Mi corazón sabía que algo faltaba en mi vida, siempre sentí la necesidad de hacer esto, pero no entendía...
Mi madre lloraba descontroladamente, mientras me apretaba más, creo que también para ella, esto parecía irreal.
No puedo determinar el tiempo que ambos estuvimos así, abrazados, tratando de calmar aquella necesidad que imperaba desde años atrás.
—Te amo tanto, mi mar en calma, mi cielo azul con sol brillante...
Sonreí entre lágrimas, así me decía de pequeño, eso me trajo tantos recuerdos bonitos en el jardín, en mi habitación y en cualquier rincón de esta casa.
No fui capaz de pronunciar una sílaba, estaba tan confundido.
Ella se separó un poco de mi, tomó mis manos y la unió a las suyas, se incorporó un poco y Angel, le colocó una silla de manera que quedara frente a mi.
—Sé que tienes muchas preguntas, amor — comenzó ella, entre lágrimas —. Prometo que voy a decirte todo. ¿Quieres que lo haga ahora?
Me limité a mirar aquel rostro que por tantos años deseé ver.
Di un asentimiento.
—Creo que mejor los dejo solos — escuché a Ángel decir.
La señora frente a mi le dio un asentimiento y este se retiró.
Me miraba insistente, se veía preocupada.
—¿Me dejaste solo? — esa pregunta salió así sin más.
—Jamás hubiese hecho tal cosa, amor de mi corazón, si estuviese consciente de tu existencia.
Tragué saliva, mirándola.
—Entonces, ¿Qué pasó?
Tragó saliva y apretó mis manos para empezar.
—Después que tuvimos aquel accidente desperté tres meses después, en una finca muy lejos de la ciudad — comenzó —. Desperté sin recordar lo que había pasado, recordaba toda mi vida, pero no los últimos siete años de ese entonces.
No dije, nada.
—Las personas que me ayudaron no dieron con mi familia, pues no sabían que habían fallecido entonces esperaron mi evolución y cuando desperté esa fue lo que le dije, que todos habían muerto y que estaba sola, pues no recordaba nada de ti y de tu padre.
—Perdiste la memoria de una parte de tus recuerdos — interioricé.
Dio un asentimiento.
—Las personas me ayudaron a crecer profesionalmente, años después me casé y tuve dos hijos más que me han hecho feliz hasta entonces, pero dentro de mi sentía un vacio que no llenaba con nada y hace apenas un año, recuperé todos mis recuerdos.
—Recordaste que tenias una familia —dije poniéndome de pie, tratando de asimilar todo esto.
—Me dolió mucho enterarme de la muerte de David, en darme cuenta de que estuve ajena durante tantos años de las personas que amaba — habló, dolida —. Fue un golpe muy duro para mí darme cuenta de lo solo que creciste. Aún duele.
—No fue tu culpa...
—Lo sé, cariño —murmuró —. Sin embargo, no puedo evitar sentirme mal con todo esto, no te vi crecer, no estuve contigo en tus caídas, en tus victorias, ni en los buenos y malos momentos — en su voz se podía percibir su dolor —. No obstante, me siento feliz por la persona en la que te convertiste, al darme cuenta de que te habías casado con una chica tan dulce.
No me cansaba de mirar a mi madre, esto parece mentira.
—Fui adoptado por Florencia y Fabricio — informé —. Hoy llevo el apellido Sandoval gracias a ellos.
Ella dio un asentimiento, era algo que sabía.
—Hay muchas cosas que quiero contarte, pero hoy lo único que deseo es abrazar a mi hijo, besarlo, mimarlo, estar contigo, que me cuentes de tu vida, que me hables de ti, de aquello que te apasiona, creo que es un derecho que tengo, mi tesoro.
Dijo cada palabra, mientras las lágrimas bajaban por su rostro.
—No soy muy allá de hablar de mi — informé.
Ella sonrió.
—Pues tendrás que decirle a tu madre toda tu vida — dijo, con una pequeña sonrisa —. Aunque me han hablado tanto de ti que siento que te sé todo.
Sonreí.
—Keily.
Dio un asentimiento.
—Es un amor genuino esa niña — murmuró con una linda sonrisa.
—Es por ello que hoy es mi esposa, el gran amor de mi vida — dije.
Mi madre sonrió.
—¿Qué te parece si hoy duermes en mi habitación como cuando eras pequeño?
—Si no te has dado cuenta, crecí mucho, mamá...
Sus ojos se cristalizaron bastante al escucharme.
—Me llamaste "mamá" — sollozó —. Fue eso lo que escuché, ¿Verdad?
—Eres mi mamá y estoy muy feliz al saber que estas con vida.
Me acerqué a ella para abrazarla.
—Mira que alto estas, mi tesoro — sollozó en mi pecho —. ¡Cuantos momentos me he perdido de tu vida!
Eso me ha dolido tanto.
— Prometo ponerte al día esta noche.
Se separó un poco de mi, tenía una linda sonrisa en el rostro, justo como la recordaba.
—Eso quiere decir que...
—Acepto tu pedido.
Me abrazó con fuerza, mientras sonreía más.
—Estoy tan feliz, voy a tener el privilegio de ver a mis tres hijos juntos.
Sonreí. No podía creerlo, tengo hermanos.
—No puedo creer que tengo hermanos.
Ella se separó y me haló por una mano para que nos sentaramos.
—Tienes dos hermanos menores que tu, Ángel con veintiséis años y Danna con veintitrés años.
—¿Danna...?
Asintió.
—Danna, tenía todo el deseo del mundo de conocerte y decidió entrar a tu empresa, contacté a mi amiga Alicia para que me ayudara.
Pasé ambas manos por mi rostro, no podía creerlo. Eso explicaba la razón de tanto parecido con mamá.
—Se parece mucho a ti — dije.
— Tú y ella se parecen mucho a mi. Angel, es muy parecido a su padre.
Di un asentimiento.
Unos toques leves en la puerta se escucharon. Unos segundos después, Danna y Ángel, hicieron su entrada de manera silenciosa.
—Aquí están tus hermanos, hijo mío.
Me puse de pie, sin saber que más hacer.
—Me da tanto gusto poder abrazarte como mi hermano que eres — se apresuró a Danna, abrazándome por la cintura —. Te amo mucho, hermano.
Correspondí su abrazo, en silencio.
—Lo único que no me gusta de todo esto es que el número de los rubios tomaron la delantera en mi familia, eso no es justo.
Ángel, se unió al abrazo de hermanos y unos segundos después, nuestra madre, trató de rodearnos a los tres entre sus brazos, no faltaron las lágrimas, no podía creer que ahora tuviera más de lo que había pedido.
Siempre pensé que estaba solo, que no tendría hermanos de sangre, pero que equivocado estaba y me da tanto gusto haberlo estado.
—Ustedes son el tesoro más precioso de mi corazón — manifestó, mamá, sin dejar de abrazarnos —. Ustedes y mi nieto.
Los cuatro nos quedamos en aquel lugar, no pude controlar el impulso de abrazarlos nuevamente, es que aun no puedo creer lo mucho que tengo.
—Que bueno que ya no tendré que aguantarme las ganas de llamarte hermano, Marcelo — dijo, la rubia menor. Sonreí hacia ella.
—No puedo creer que te tuve por muchos meses frente a mi y no te relacioné con mi familia...
—Es normal, pensabas que tu familia estaba muerta — dijo, Ángel.
Di un asentimiento.
—Entonces, cuando te presentaste frente a mi, lo hiciste en serio — murmuré, recordando aquel día —. Me dijiste que eras el cuñado de mi mujer.
Sonrió con suficiencia.
—Me encantó verte reventar de los celos pensando que entre mi Lirio y yo había algo.
—Nunca pensé que hubiera algo — manifesté sinceramente —. Confiaba en ella, pero en ti, no.
Las chicas presentes, sonrieron.
—Eres un celoso sin causa, hermano — dijo, Danna, sentándose a mi lado —. Elena y yo, nos reímos bastante con tus impulsos de hombre celoso.
—Pobre de mi hermanito mayor — se burló, Ángel —. Cuanto espectáculo has dado.
—Ya dejen a mi niño en paz — intervino, mi madre, mientras me daba un beso en la frente.
Tenía que inclinarme, pues era mucho más pequeña que yo.
—Déjalos, madre — dije, con calma, aun tratando de asimilar todo —. Solo están tratando de comportarse como lo que son; mis hermanos.
Mi madre se quedó observándome al igual que Danna y Ángel.
—Asi es, mi amor — dijo, suavemente —. Son tus hermanos.
Di un asentimiento.
Todos aqui estaban sonriendo y tenían sus motivos, sin embargo, a pesar de sentirme dichoso de saber que tengo a mi madre con vida, que tengo hermanos, necesito procesarlo con detenimiento, pues parece irreal.
—Marcelo — llamó, Danna, mi atención, me di cuenta de cómo miró a mamá y luego a mi —. Creo que te haría bien que vayas con Keily, esta nerviosa, quiere verte.
Di un asentimiento.
No sé como retribuirle esto a mi hermana menor, pues al parecer me conoce más de lo que creo. Dijo aquello para que pudiera salir de aquel despacho y asimilar todo.
—Ve con ella, mi niño grande, ya tendremos tiempo tu y yo, esta noche.
Di un beso en la frente de mi madre y la abracé con fuerza.
—Estoy muy feliz verte de nuevo, sana, viva.
—Y yo verte hecho un hombre correcto, un ser humano de bien.
—Y yo ver que mi hermano no es tan idiota como parece.
Eso, definitivamente, me hizo reír.
—Creo que serás un dolor de cabeza — dije, con media sonrisa.
—Estoy seguro de que así será — respondió.
Unos segundos después, extendió su mano hacia mi y no dudé ni un segundo en aceptar su saludo, sin embargo, me aló de pronto y me abrazó.
Inmediatamente, le correspondí. Era mi hermano, mi hermano menor.
Vaya que se sentía bien esto...
Nos separamos, aproveché para darle un beso a las mujeres que ahora pertenecen a mi vida.
—Voy con Kei y mi hijo.
Todos dieron un asentimiento y salí de allí. No pasó mucho tiempo cuando visualicé aquella puerta, sabia que detrás de esta, se encontraba ella y mi hijo, esperándome.
Me apresuré más y abrí con urgencia, ni siquiera me tomé la molestia en tocar. Allí estaba ella, de pie, se sorprendió un poco y no pasó desapercibido, su mirada curiosa en mi rostro, estuvo preocupada todo este tiempo.
—¿Estás bien?
No dije nada, solo caminé hacia ella y la abracé con fuerza. Era lo que necesitaba, mi lugar seguro.
—Lo estoy, amor, lo estoy.
Ella no preguntó más nada, sabía que lo único que necesitaba era mantenerme así, en silencio.
No sé cuantos minutos duramos así, pero fueron muchísimos.
Keily, me condujo al baño y lentamente quitó mi ropa, yo ayudé un poco. Me guió para que me sentara en un sillón que había en el baño, mientras la veía moverse para preparar la tina.
Vi como quitó su ropa, se quedó con en sostén y bragas. Después de unos minutos, tomó mi mano y me condujo a la tina. Prácticamente, me ordenó a que me sentara, comenzó a tirar agua sobre mi cabeza y a peinar mi cabello. Era algo que me relajaba y ella lo sabía.
Recosté mi cabeza, quedé en medio de sus piernas.
Me sentí tan relajado, que algún punto me quedé prácticamente dormido.
Keily, era de las pocas personas que tenían la facilidad de conocer mis puntos débiles, sabía como actuar cuando me sentía agobiado.
Ella masajeaba mi cuero cabelludo y me sentí en la gloria.
—No sabes cuanto te amo —murmuré y ella detuvo su labor por algunos segundos —. Eres lo más importante en mi vida.
—Yo te amo mucho con demasiado, cielo mio — la escuche decir, mientras comenzaba a peinarme otra vez.
Ninguno de los dos dijo más nada por muchos minutos.
—No puedo creer que tenga más familia que tú, mi hijo, Martina y Thomas — dije, en un susurro, nunca abrí mis ojos —. Nunca imaginé que mi madre podría estar con vida.
—¿Y qué piensas de todo esto? — Preguntó suavemente.
Sonreí de boca cerrada.
—Aún no me lo creo — dije, sinceramente —. No puedo creerlo, tengo a mi madre y unos hermanos. Creí que de mi familia era solo yo y ustedes. Estoy muy agradecido que, a pesar, de todo lo que ha pasado, mi madre siga aquí en este mundo.
— Creo que hay que agradecerle mucho al dios que nos creó para que esto fuera posible — la escuché decir.
—Tienes razón — acepté.
Keily, continuó con su labor, me bañó y luego secó mi cuerpo con una toalla. Buscó un pantalón chándal en mis cosas, pues recuerden que esta también fue mi casa y habían pertenencias mías.
Me sentía raro, pero a lo bien con todo lo que estaba pasando. Ella me obligó a dormir por algunas horas, lo hice, pero con ella y mi hijo entre mis brazos, los necesitaba.
Ese día, Marcelo y Keily, se quedaron dormidos con su hijo en brazos, quien los viera, era la imagen más preciosa del momento.
Marcelo había descubierto muchas cosas, pero aún faltaban más. En horas de la tarde, salió de la antigua casa Villaseñor, Keily lo acompañó hasta True Style, pero él continuó su trayecto hacia la empresa Sandoval.
Había un problema que requería la intervención de la junta directiva y ese momento estaban todos reunidos.
—No es posible que la calidad de nuestras edificaciones, este bajando, que los clientes, se estén inclinando por buscar otra constructora cuando nosotros le hemos servido por años — se quejó, uno de los accionistas.
—Se han ido tres proyectos cuantiosos de nuestras manos y no podemos continuar así —dijo otro.
—De seguir de esta manera, esta empresa Entrará en crisis —aportó, Vanessa quien también participaba de la junta.
Marcelo, se encontraba apacible en su lugar, se limitaba a escuchar todo.
—Están exagerando — lanzó, Diego, entre dientes —. El que se quiera ir, puede hacerlo, la constructora no los necesita.
—Te equivocas, Diego — intervino, el rubio, por primera vez —. La constructora podría irse a la ruina si se retiran los proyectos importantes, si eso pasa, estaremos en peligro, debes cuidar a tus clientes.
—El señor Cepeda, solo le replicó la calidad de los materiales, licenciado; usted, lo mandó a buscarse otra constructora en vez de llegar a un acuerdo.
Diego, quedó en evidencia.
—Solo vine enojado de casa y la pagué con ese señor, eso es todo.
Marcelo, cerró los ojos con fuerza.
—No puedes mezclar tus asuntos personales con tu trabajo — aconsejó, el ingeniero Sandoval.
—No vengas a darme cátedras de lo que debo hacer — replicó.
—Solo quiero ayudarte —habló, Marcelo, siendo sincero.
—No necesito tu ayuda.
—Entonces, lo que hay que hacer es saltar del barco antes de que se hunda — soltó, Vanessa, poniéndose de pié
—¿Qué quieres decir con eso? — Preguntó, Diego, interesado y un poco alarmado.
Marcelo, se mantenia con tal serenidad en su lugar, sabía lo que Vanessa estaba haciendo.
—No voy a esperar que mi padre se vaya a la ruina con todo esto, prefiero vender las acciones a un mejor postor.
Los demás socios se miraron a la cara.
—Pues creo que nosotros haremos lo mismo — dijo uno de ellos —. En los últimos dos meses, esta constructora ha perdido millones de dólares y credibilidad, no voy a poner mi dinero en riesgo.
—No sean pesimistas — pidió, Diego —. Trataré de arreglar las cosas y...
—El valor de las acciones han menguado — habló, el rubio —. Fue el resultado del último estado financiero que pedí aquí.
—¿Con qué derecho? — Preguntó el pelinegro con los dientes apretados.
—Con el derecho de poseer el 35% de las acciones.
—Todo sería distinto si fueras tu el que estuvieras al frente, ingeniero Sandoval — dijo uno de los accionistas.
—Es la única manera de yo quedarme — confirmó, Vanessa.
—Creo que un poder que haya dejado Fabricio, no puede decidir ante la mayoría de la junta — habló, otro.
—Eso es imposible — intervino, Diego.
—Lamentablemente él tiene razón — manifestó, Marcelo —. Ante eso, no se puede hacer nada.
Diego, sonrió victorioso.
—Me retiro — dijo, Vanessa —. Tengo cosas que hacer.
—Te acompaño — habló, el rubio de ojos azules.
Todos los accionistas salieron de aquella sala de juntas dejando a Diego solo y preocupado.
Mientras tanto, Vanessa iba atada del brazo de Marcelo.
—¿En verdad piensas vender? — Preguntó él.
—Ya le había planteado la idea a mi padre, pues en la constructora están sucediendo situaciones que no me gustan para nada.
Marcelo, se quedó pensado.
—Cualquier decisión que tomes analizala y me dejas saber, por favor.
La chica rubia, asintió.
—Prometo que lo haré — dijo, separándose de él con una sonrisa —. Ahora debo irme. Tengo una misión que cumplir...
Marcelo, sonrió.
—Que te vaya bien.
—Gracias — expresó, con picardia al tiempo que besó la mejilla del rubio y se subia a su auto.
Marcelo, fue en busca de Cristian, quien lo necesitaba, estaba pasando por una situación difícil provocada por Cristobal, su padre. Se dice que ha perdido todo razonamiento y amenaza con hacerle daño a todo aquel que, según él, le dio la espalda.
En la casa Sandoval, Florencia recibía la visita de Vanessa Rinaldi.
—Me da tanto gusto verte, Vanessa — soltó, Florencia con una sonrisa —. Pero no entiendo que haces aquí.
Venessa sonrió.
—Hace días que quería venir a verte, necesito hablarte de algo importante respecto a la empresa.
Florencia, disminuyó su sonrisa y miró a Ángel, quien estaba de pie muy quieto en su lugar. Vanessa, llevó su vista en la misma dirección.
—No te preocupes por él, es mi guardaespaldas.
Florencia asintió.
—Pues podría esperar en otro lugar y así hablamos, no me siento cómoda.
—Ve a dar una vuelta por el jardín — ordenó la rubia al pelinegro y eso hizo.
—Que espere en la parte frontal — ordenó, Florencia.
El guardaespaldas, asintió.
Ambas mujeres se pusieron a platicar, Vanessa, le manifestó las preocupaciones sobre la empresa y su deseo de vender. Florencia, evidentemente, se preocupó, no le convenía un retroceso económico ahora que lo necesitaba tanto.
Mientras tanto, Ángel, se encontraba en la parte frontal del jardín a espera de la rubia, lo que no sabían era que este se caracterizaba por ser intrépido y escurridizo.
Se paseó de manera cuidadosa tanteando el terreno de aquella casa, visualizando todo aquello que le pudiera ayudar. Cuando llegó a la parte trasera del jardín, frunció el ceño, no pudo evitar sorprenderse al ver esta parte tan bien cuidada.
Sacó su celular para tomar fotografías, pero se dio cuenta de que no podia algo le hacía interferencia.
—¿Pasa algo? — llegó Vanessa junto a él.
—Quiero llegar hasta ese lugar de allá, pero seria muy arriesgado.
Ella lo pensó y miró a los vigilantes.
—En esa dirección están los baños de la piscina y otros salones que no se usan — informó, ella.
—Estas más informada que los mismos dueños de la casa — habló, Ángel con sarcasmo.
Ella sonrió.
—Hubo una época en donde no salía de esta casa, Ángel.
El no dijo nada.
Ella miró hacia el lugar indicado y comenzó a caminar para allá.
Ángel trató de detenerla, pero la terquedad era una de las características de esa rubia.
—Si quieres acercarte, esta es tu oportunidad.
Ella corrió hasta donde estaban los dichosos salones y área de los baños y cuando estuvo a punto de ser intervenida por unos de los guardias de la casa, Ángel la atrapó por un brazo, la aló y la besó.
Esto sorprendió a la misma Vanessa, pero correspondió inmediatamente, no era tonta sabia que si él lo hacía era por algo.
—¿Por qué haces esto? — Preguntó, ella en medio del beso.
Él saboreó los labios de aquella rubia.
—Porque necesitamos distraer al enemigo...
—Siendo así...
Ella se prendió más del cuello del pelinegro y lo besó con más ímpetu, mientras que los demás disfrutaban del espectáculo.
—No sabia que te besabas con los guardaespaldas, Vanessa — intervino, Florencia, llegando junto a ellos.
Se separaron lentamente.
Vanessa, sonrió con astucia.
—Es algo que hago en ocasiones — respondió.
—Pensé que te habías ido — manifestó, la señora.
—Vine por mi guardaespaldas que estaba perdido.
Florencia la miró seriamente.
—Es obvio que ya lo encontraste.
—Asi es — dijo, normalmente la rubia —. Muchas gracias por escucharme, Florencia.
—No es nada, cariño.
Vanessa, se separó de Ángel y enlazó el brazo con el de Florencia. Todos comenzaron a caminar hacia la salida de la casa Sandoval.
Ángel y Vanessa, estaban fuera de la casa Sandoval, iban de camino hacia el centro de operaciones que era la antigua casa de su madre, tenía muchas informaciones que darle al recién llegado, Asher.
—¿Y cómo nos fue? — Preguntó, la rubia, mientras lo observaba conducir.
—A parte de que he besado a una linda chica, nos fue excelente — respondió con una mini sonrisa, mientras continuaba conduciendo.
A Vanessa, se le calentaron las mejillas por primera vez en su vida.
—Me da tanto gusto, que te haya ido tan bien — soltó con la misma sonrisa y mirándolo.
Ángel, no pudo evitar sonreír con ella, mientras se miraban con atención.
Ambos continuaron su trayecto a casa.
Por otro lado, Keily, se encontraba viendo las instalaciones de las nuevas oficinas de una empresa, estaba en compañía de Danna, esta vez, Elena, se había quedado, pues tenía una problemática que resolver.
—Me preocupa la situación de Elena y su hija — dijo, Danna, mientras fotografiaba un área.
Keily respiró profundo.
— A mi también — manifestó, la pelinegra —. Pero, lo importante es que ya denunciaron al padre de Cristian, esperemos que las autoridades hagan su trabajo.
—No puedo creer que haya tratado de robarse a su propia nieta, solo para hacerle daño a su hijo — habló, la rubia, indignada.
—Creo que Elena, jamás superará eso, solo espero que no pase nada y ese hombre reciba su castigo — manifestó, Keily, mientras trataba de concentrarse en su boceto.
— Lo mismo espero que pase con aquella persona que quiere hacerle daño a los nuestros.
— Solo espero que esto pase pronto — soltó, preocupada —. No he querido usar la línea con temor a que vuelva a llamar, a que se dé cuenta de que volví con Marcelo.
Su preocupación era palpable.
—Te entiendo y...
—Marcelo, es el amor de mi vida, si algo llega a pasarle a él o a mi hijo, me muero, Dan.
—Todo va a estar bien — animó, la rubia, preocupada.
—Eso espero.
Las dos continuaron su labor y llegó el momento de irse a la empresa, cuando ya estaban allí, justo cuando iban a entrar a las instalaciones, fueron interceptadas.
—Te esperaba, querida amiga — se dirigió, Natalia a Keily.
Keily, se sorprendió bastante al mirarla, estaba tan elegante como siempre.
Danna, miró a Keily y se puso en alerta para cualquier eventualidad.
—Natalia — murmuró, la pelinegra.
La aludida, sonrió.
—Si, soy yo — dijo, con altivez —. Estoy libre de la prisión en la que intentaste refundirme.
—Estas libre, pero bajo investigación — replicó, la pelinegra.
—Mi padre tuvo que mover muy bien sus influencias para que me soltaran. Ayudó que las pruebas contra mi, no eran contundentes.
—En realidad, lo único que me interesa es que mantengas tu distancia para conmigo y de las personas que amo.
Ella sonrió.
—Solo vengo a pedirte que le pidas a tu esposo que retire la denuncia contra mi, pues el abogado, me dijo que podría volver a pisar prisión debido a que él está presionando con ese asunto.
—No voy a pedirle nada a Marcelo —informó, la pelinagra.
Natalia, apretó su mandíbula y trató de acercarse a ella, sin embargo, un guardaespaldas, llegó en segundos y se interpuso.
—Mantenga su distancia, señora — pidió él mismo, con gesto serio.
Natalia, se sorprendió al ver al hombre.
—Marcelo, se ha encargado de ponerle seguridad a su esposa — informó, Danna con suficiencia —. Para qué nadie se atreva a hacerle daño.
La rubia de ojos cafés, frunció el ceño.
—¿Y tú quien eres? — Preguntó, entre dientes.
—Es mi cuñada — informó, Keily, con una sonrisa —. Hermana de mi esposo.
La cara de Natalia era épica, pues para todos, Marcelo no tenía ningún familiar.
—Bueno, podría decirte que mucho gusto, pero no eres de mi agrado.
Natalia, apretó la mandíbula y miró a Keily.
—Tienes que ayudarme con Marcelo — volvió a pedir.
—No lo haré — confirmó.
—Te juro que te vas a arrepentir.
Natalia, se llenó de odio.
—¿Crees que voy a ayudarte después de que casi me matas aquel día?
Natalia sonrió de sorna.
—Ojalá lo hubiese hecho, estúpida — soltó con rencor —. Si ese hombre no hubiese llegado, juro que hoy no tuvieras aquí diciéndome nada.
Keily, estaba tan dolida.
—Hay que ver que tu descaro es grande, no niegas lo que hiciste.
—No solo fui yo, también habían más.
—Lo sé — respondió, Keily —. Tarde o temprano, tendrán lo que merecen. Les aseguro que esto no se quedará así.
—Fue nuestra venganza contra ti...
—Lo que eres es una ardida — replicó, Danna, indignada —. Pero pronto llegará el momento en el que pagaras lo que le hiciste a Kei.
—No tienen pruebas contra mí.
—Eso es lo que crees — intervino, Keily —. Pero no te daremos el gusto de ponerte al tanto de nada.
Natalia contrajo su rostro, no pudo evitar preocuparse.
—No sabes cuanto te odio —despotricó —. Y odio a la otra mujer que me ha quitado a Diego, quiero descubrir quien es.
—Esa es tu vida personal, Natalia, no es de mi incumbencia.
—Juro que te vas a arrepentir de no querer ayudarme y...
—Has lo que quieras, lo que dejes o no de hacer, no me importa. Sin embargo, te advierto que andes con cuidado y no hagas cosas que te perjudiquen más, ahora no estoy sola, tengo gente que me cuida, incluyendo un esposo que lo da todo por mi.
—La muestra, un botón — soltó, Danna, señalando al guardaespaldas —. Keily, no está sola.
—Le sugiero que se retire —habló el guardaespaldas con rectitud.
—Ya me voy, pero esto no se va a quedar así — soltó, enojada.
—Adiós, Natalia.
Keily, dio media vuelta y entró a las instalaciones con Danna detrás de ella.
—No dejes que esto te afecte — aconsejó, la rubia, al darse cuenta de la cara de la pelinegra —. Ella no lo merece.
—En realidad no me afecta nada que tenga que ver con Natalia, solo es que no entiendo como no cambia su actitud, tiene una hija pequeña, debiera hacer el esfuerzo y...
—Hay personas que no entienden de ninguna forma, Kei...
Ambas iban caminado, hacia la oficina.
—Solo espero que ya no cometa estupideces.
—Creo que eso no depende de ti.
— Tienes razón.
Las dos continuaron con su camino y se dispusieron a trabajar, ese día transcurrió sin ningún percance.
◇
En una parte de la ciudad, dos personas conversaban tranquilamente.
—No quiero que vayas a cometer alguna estupidez, estoy cansada de tantos problemas.
—Ya me queda poco aquí hermanita, lo único que estamos esperando es el dinero de la herencia, también debo preparar todo porque no me voy solo.
La mujer bufó, exasperada, estaba en desacuerdo con las ideas de su hermano.
—No entiendo cual es tu maldita obsesión con esas mujeres, por su culpa tuvimos que separarnos y mamá murió de tristeza.
—Eso no me importa, ellas son mías y no me voy sin ninguna de ellas.
—Para que el plan se ejecute, ella también debe de desaparecer.
—Eso no pasará, es fácil hacer pasar a una persona por muerta, sabes que eso no es imposible.
Giró los ojos.
—No has vuelto a llamarla — cambió de tema.
—La he lastimado mucho, es bueno que descanse por algunos días.
—Puede que este creando un plan para atraparte.
—Es posible, sin embargo, estoy seguro de que alguien más la está ayudando, pero, no han conseguido gran cosa.
—Si nos descubren, se acaba todo — dijo, ella.
—Procuremos agilizar el proceso, debemos conseguir el dinero, puesto que, ya hemos usado mucho del tuyo y casi se agota. Además, no podemos levantar sospechas.
La mujer respiró profundo.
—En verdad, no quiero llegar al extremo de matarlo — en su rostro, se reflejó la tristeza que eso le había sentir.
—Desde el principio, fue así, sabias que este día llegaría.
—Pero son tantos años, además...
—No te mortifiques la vida, se te olvidará cuando tengas tantos billones en las manos.
—No es tan fácil...
—Pero no imposible, hermanita.
Los dos estaban acomodando la última fase de su plan, para así culminar con la venganza.
◇
Ya era de noche y Marcelo, había prometido a su madre que platicarian, ella lo arrullaria como cuando era pequeño.
Marcelo, estuvo con su esposa e hijo por horas hasta que había llegado el momento de cumplir su promesa. Se sentía extraño y no era para menos, vio aquella mujer cuando apenas era un niño casi sin recuerdos.
—Te has convertido en un hombre muy guapo, mi amor.
Marcelo sonrió. Estaban en un sofá, él tenía su cabeza recostada en las piernas de su madre, mientras que ella, acariciaba el cabello de su hijo.
—Es herencia familiar.
Eso la hizo sonreír. Ella también estaba nerviosa.
—No sabes cuanto esperé este momento, el tenerte así, hijo mío.
—Por mi parte, nunca imaginé tener la oportunidad de que acariciaras mi cabello una vez más, mamá. Te extrañé bastante.
Ella dio un beso a su hijo.
—Juro que si yo hubiese sabido...
—Lo sé — la interrumpió, él —. No pensemos en el pasado, ahora nos queda mucho por delante.
—Si, pero ahora es inevitable pensar en el pasado, porque para iniciar todo de nuevo, hay cosas que resolver.
Marcelo, frunció el ceño y se incorporó de tal manera que quedó frente a su madre.
—Tengo que decirte muchas cosas —Amanda, estaba dolida, no quería lastimar a su hijo, pero sabia que muchas cosas eran inevitable —. Pero hoy solo quiero saber de ti, de tu vida, de tus planes, de tus sueños, amor mío.
Y así fue, Amanda, arrulló a su hijo toda la noche y, al despertar, el rubio, se sintió pleno al ver a su madre dormir, pensó en todo aquello que tenía y se infló de alegría, decía no merecer tanto.
Se levantó del sofá y cubrió a su madre con una manta, habían amanecido platicando. Salió de la habitación y fue en busca de su mujer y su hijo.
Cuando entró a la habitación con mucho cuidado, se percató de que ya estaban despiertos, Keily, le daba el seno al bebé.
—Buenos días, mí amor — dijo, Marcelo con una gran sonrisa, al verlos —. ¿Cómo durmieron?
Keily, sonrió, mientras lo miró de pronto, pero regresó su vista al bebé para acomodar el seno que se había salido de su boca.
—Buen día, cielo — respondió con una sonrisa —. Dormimos bien, ¿Y tú?
Marcelo adoraba ver a su hijo comiendo.
Se acercó a Keily, para darle un beso en los labios. Él acarició la mejilla de la mujer que tango amaba y dio un beso en la frente de su hijo.
—Ahora estoy mucho mejor al verlos a ustedes — respondió —. Mamá y yo platicamos bastante.
Keily, asintió. Marcelo le contó los pormenores y ella lo escuchó atentamente.
Por otro lado, ese día, Asher, estuvo bien temprano en la sala de operaciones y revisó todas las pruebas y grabaciones que tenían de las llamadas realizadas. Le dijo a Marcelo, que se encargara de hacer sus cosas que él se quedaría en compañía de Ángel y sus trabajadores.
En otra instancia, Keily, le tocaba ir a dar sus declaraciones con respecto a la denuncia que Cristian había hecho contra el chico que la había drogado en el club y allí se había enterado de que Fran Irene, su prima tenia que ver en todo esto.
—Lo siento mucho, Marcelo — dijo, incrédula —. No creo que Fran Irene tenga algo que ver.
—Yo tampoco, amor, — dijo él —. Pero son las declaraciones del imbécil. Hay que agotar las investigaciones.
—Necesito hablar con mi prima, mi amor, por favor — soltó, preocupada —. No puedo esperar más.
La miró inexpresivo. Sabía que algo pasaba y no quería que ella sufriera.
—Yo te acompaño a verla.
Y así fue, Marcelo acompañó a ver a Fran Irene donde se estaba quedando que era en el antiguo departamento de Keily.
Fran Irene, abrió la puerta después de un par de toques. Vestía una ropa holgada y su sonrisa titubeo un poco al mirar a la pelinagra en compañía de su esposo.
—Hola — dijo, nerviosa la otra pelinagra.
Keily, se acercó a ella como siempre lo hacía, la abrazó con el mismo cariño de siempre.
—Me da tanto gusto verte, Fran — dijo, nostálgica.
—A mi me da mucho gusto que estés tan bien, mi Kei — dijo, sinceramente —. Pero pasen, no se queden ahí de pie.
Eso hicieron ellos.
Marcelo, se quedó mirando el apartamento y evocó todos los recuerdos maravillosos que tuvo con la que ahora es su esposa.
—Me imagino que estas aquí porque mi padre fue a verte — soltó, dd pronto, Fran Irene, un poco avergonzada.
Keily, frunció el ceño sin entender.
—¿Tío Roberto? — Preguntó extrañada —. No, no lo he visto.
Fran Irene tragó saliva y se cruzó de brazos.
—Mmmm — murmuró —. Es extraño que estén por aquí.
—Tenemos que contarte algo — comenzó, Keily, mirando rápidamente a su esposo —. Es un poco delicado.
—¿Qué sucede?
—Pronto recibirás un citatorio judicial — comenzó, Marcelo con gesto inexpresivo —. Un hombre que trató de dañar a Keily, dice que fuiste tú quien le pagó para que drogaran y...
—¡Eso es imposible! — soltó ella de pronto y mirándolos con convicción —. Jamás le haría daño a Keily, no de esa manera.
—Dijo tú nombre y dio un leve descripción tuya — informó, Marcelo.
—Nunca sería capaz de tal cosa, lo juro — explicó desesperada. Miró a Keily —. No te lastimaria, al menos, no intencionalmente.
Cuando dijo esto último, bajó la mirada con sus ojos llenos de lágrimas y la pareja que estaba frente a ella, se miraron rápidamente.
—Te creo, Fran — se acercó, Keily a ella —. Tampoco creí tal cosa.
Fran Irene la abrazó sorpresivamente, estaba hecha un mar de lágrimas.
—Te juro que no fui yo quien hizo aquello — dijo, entre sollozos —. Pero tampoco estoy libre de culpa, yo también te he lastimado.
Keily, miró a Marcelo y este ya la miraba.
—¿Qué quieres decir? — Preguntó, Keily, preocupada.
—Tengo que decirte algo, ya no puedo más.
Sus sollozos alargaron a Keily. Se separó de ella y trató de buscar la mirada de su prima, pero no la encontró.
Estaba avergonzada.
—Las dejaré solas...
—Prefiero que te quedes, Marcelo — pidió, Fran Irene, convencida —. Lo que voy a decirles, le compete a los dos.
Este dio un asentimiento.
Keily, miró a su prima y viceversa.
—Hace muchos meses — comenzó ella —. Estuve viajando de manera frecuente a Mérida, aprovechaba a mi hermano Ivan para hacerlo. En ese trayecto, comencé a sostener una relación con alguien, admito que me dejé envolver con sus palabras bonitas y su forma de ser.
—Fran...
—Déjame continuar — la interrumpió, un poco desesperada —. Era alguien que sabía que no era para mí, estaba convencida de que no era lo correcto, pero no pude evitarlo. Me enredé con él por meses a sabiendas de que eso no tenía futuro.
—Me sorprende que seas tu la que me digas eso, Fran — dijo, Keily, suavemente —. Eres una mujer tan decidida, que no puedo creer lo que me dices.
—Ya ves —dijo, con melancolía —.No siempre somos lo que aparentamos.
—Las personas solemos equivocarnos, Fran Irene, no seas tan dura contigo misma.
Sonrió, triste.
—Sostuve una relación por meses con Diego, Keily — soltó, fríamente y Keily, se sintió elada en ese momento.
Marcelo, miró rápidamente a su esposa y un gesto de dolor cruzó por su rostro.
—¿Qué dijiste?
—Lo que escuchaste, Kei — sollozó, dolida —. Me enredé con él sabiendo que no tenía ningún futuro con ese hombre, al principio, lo tomé con un juego, quería divertirme, pero...
—Te enamoraste — dijo, Marcelo.
Ella lo miró y no dijo nada.
—¿Y no podías elegir otra persona, Fran Irene? —Keily, estaba dolida, molesta —. ¿Tenía que ser Diego precisamente?
—No pude evitarlo —repitió, Fran Irene —. Sé que tuviste una relación con él y debes estar molesta conmigo por eso y yo...
—No estoy molesta porque haya tenido una relación con él y que tu también la tuvieras — aclaró, Keily, con gesto recto —. Me da rabia que a sabiendas que sabias el daño que ese estúpido me causó, lo imbécil que fue, te fueras a enredar con él...
—Creí que cambiaría...
—¡Pues no, Fran Irene! — soltó, con rectitud —. Creo que fuiste muy tonta al dejarte engañar de esa manera.
La otra pelinegra, frunció el ceño.
—¿Por qué lo dices? Porque es de ti quien sigue enamorado, ¿Crees que no puede lograr olvidarte?
Keily, bufó, exasperada.
—Diego, no quiere a nadie, Fran Irene. Te lo digo porque ha demostrado con hechos lo estúpido que es.
—Pensé que tú...
—Para nada — la interrumpió —. No me importa nada de lo que tenga que ver con ese hombre, soy una mujer casada y amo a mi esposo.
Fran Irene, bajó la cabeza.
—Mi padre esta muy dolido conmigo por todo esto, dice que traicione su confianza y la tuya — confesó, ella —. No quiero perder a mi familia.
—No lo harás...
—Estoy embarazada — soltó de pronto y las lágrimas inundaron su rostro —. Estoy embarazada de Diego Sandoval.
El corazón de Keily, bajó a los pies literalmente.
Keily, miró a su esposo quien se mantenia en silencio.
—Tengo cuatro meses de gestación — levantó su abrigo holgado y se notaba un poco su pancita —. Aún ni sé lo que es.
Keily, no dijo nada.
—Eras tu la que visitabas la casa de mi madre por las noches — habló, Marcelo, convencido —. Fue por ello que mi madre y Amelia dijeron que era Keily, pues su parecido físico es extraordinario.
—Si, era yo...
A Keily, se le cristalizaron los ojos.
—Y sabiendo los problemas que tenia con Marcelo, ni siquiera tuviste la intención de aclarar esa parte.
Keily, estaba dolida.
—Sé que te fallé, que te dejé sola con todo esto, admito que fui una cobarde.
—Esa no eres tu...
— Se que lo mío con ese hombre fue un error, te pido perdón por ser una estupida, una cobarde — dijo, desesperada —. Por favor, no me dejes sola, te pido que no me juzgues, no me abandones.
—Tengo meses luchando por salir adelante, por cuidar de mi familia de mi hijo — eso sorprendió a Fran Irene —. No quiero que les pase nada y a otros se les hace tan sencillo lastimar.
—Perdóname...
—No voy a dejarte sola, Fran Irene —soltó, Keily, dolida —. Jamás haría algo así, entiendo que las personas cometemos errores, que tenemos derecho a enmendarlos, pero debo asimilarlo, debo...
Keily, tomó su bolso y salió de aquel departamento sin que Fran Irene, pudiera detenerla.
—Lo siento mucho, en verdad — dijo a Marcelo, quien aún permanecia de pie.
—Te pregunté por ella muchas veces, Fran Irene, te conté lo que había pasado y no fuiste capaz de decirme que aquella mujer eras tú.
—Lo siento —soltó con la mirada en el piso.
—Entiendo que en ese momento tenia tus prioridades y Keily, no era una de ellas.
Ella lo miró.
—Amo a Kei...
—Lo sé, pero eso no fue suficiente para sacar la cara por ella.
Ambos se quedaron en silencio.
—Cualquier cosa, puedes contar con nosotros, no estas sola en esto, Fran Irene — volvió a hablar el rubio con gesto inexpresivo —. Ahora debo irme, Keily, me necesita.
Salió de allí en busca de su esposa, ella lo esperaba frente al elevador, las lágrimas bajaban por sus mejillas.
Él la abrazó sin decir una sola palabra y así permanecieron por algunos minutos.
—Te amo, Marcelo —dijo, en su pecho al sentirse tan protegida.
—Lo sé. Yo te amo mucho más, mi cielo.
Luego de unos minutos. Abordaron su vehículo para dirigirse a la clínica en donde le entregarían la prueba de paternidad a Marcelo del hijo que supuestamente tuvo con Mónica. Sin embargo, Marcelo, recibió una llamada de Asher Black. Llevó su teléfono al oído:
Llamada telefónica ☎️ ☎️
—Asher...
—Necesito que vengas al laboratorio.
—¿Sucede algo?
—Descubrimos el caballo de Troya.
Marcelo, se sorprendió bastante y miró a Keily quien estaba a la expectativa.
—Voy ahora mismo para allá.
—No olvides que Keily debe venir contigo.
—Por supuesto. Nos vemo en unos minutos.
—Marcelo — llamó, Asher, su atención con tono serio —. Debes venir preparado mentalmente.
Un frío se instaló en el pecho de Marcelo, sabía que algo pasaba y que posiblemente, esto lo lastimaria.
Cerró la línea.
Fin de la llamada.
—Debemos ir a casa, amor —habló, tomando la mano de Keily —. Creo que Asher tiene algo.
Ella asintió.
—Solo espero que esto se termine —pidió.
—Te prometo que esto pronto acabará y voy a cuidarte a ti y nuestro hijo.
Ella sonrió.
—Yo también cuidaré de ustedes, mi amor.
Ambos se besaron y abrazaron, tenían la fuerza suficiente para luchar contra el mundo.
Sin embargo, ninguno de los dos sabían a lo que se enfrentaban y eso le daba la desventaja.
♡
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♡ 🌟 ♡
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NOTA DEL AUTOR
Capítulo nuevo.
ESPERO Y LES GUSTE.
Les cuento que estamos muy cerca del gran final de esta historia.
Otra vez me excedí, es un capitulo super largo 🫣🫣🫣
Cuéntenme que les han parecido los últimos capítulos... (Los leo)
Las amo mucho con demasiado. 🥰🥰🤩🤩
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