≪•◦ ❈. Capítulo 80. ❈ ◦•≫
Saludos afectuosos, mis amores preciosos.
Aquí les traigo un super capitulo, pues esta muy largo, tiene dos de los que regularmente escribo, así que, has pausa y no olvides tomar agüita y continuar, es posible que te canses y si es así, me lo haces saber para dividirlo en dos.
Muchas gracias por estar.
Un saludo especial a IngridMorillo1 este capitulo va dedicado a ti. Gracias por tu apoyo, comentarios y esas palabras tan lindas hacia esta historia que tanto amo.
frangil2425 te quiero mucho con demasiado, espero que disfrutes este capítulo como los demás. Este capítulo también te lo dedico a ti por ser mi seguidor número 1.
AHORA SI, GENTE BELLA. VAYA A LEER.
—No saben lo que sentí cuando vi que Marcelo tenía nuestro hijo en brazos. Fue algo que ahora mismo no sabría como explicarles.
Keily, hablaba sobre lo que había ocurrido en casa de Elena. Sus emociones eran de pura felicidad.
—Hubiese querido estar ahí y verlos — manifestó, Amanda con evidente emoción, sus ojos estaban cristalizados —. Tengo tantos deseos de abrazar a mi hijo y de acabar con todo esto.
—No sé por que se ha cohibido tanto tiempo de ello, señora —habló, Martina, era ella quien tenía el bebé en brazos.
—Solo hacen un par de meses que recuperé mis recuerdos de aquel accidente y mi vida, Martina — explicó, Amanda con calma —. No podía simplemente aparecer y decir aquí estoy. Debía tantear el terreno, fue así que nos encontramos con la situación de Keily y nos dimos cuenta que mi hijo y su esposa estaban en peligro.
—El problema es que aparte de que sabemos que hay alguien en común que quiere hacerles daño, también hay otra escondida, que no da la cara y es a quien queremos descubrir — comunicó, Ángel.
—Yo soy partidaria de que se hable con Marcelo — aconsejó, Martina —. Es un hombre muy inteligente, estoy segura de que ayudará en todo esto.
—Estoy amenazada — anunció, Keily —. Debo mantenerme lejos de él para que no le hagan daño.
La pobre Keily, vivía en un sobresalto. Estaba teniendo ataques de ansiedad últimamente.
—Pues creo que es mejor que él sepa todo así podrá estar prevenido y cuidarse — habló, Sarah.
—Tengo terror de que lo lastimen tal cual lo hicieron con Jason hace unos meses y eso que estaba fuera de esta ciudad — manifestó, la pelinegra —. Pero...
—No es momento de hablar con él — soltó, Ángel, de repente quien solo escuchaba todo atentamente —. Marcelo está monitoreado y vigilado de todas formas, inclusive, tiene gente en las empresas que son cómplices de ese desgraciado detrás de la línea.
Keily, apretó los puños en su lugar.
— Quiero que sepa que tiene un hijo, Ángel — dijo, Keily, cansada —. No quiero esperar más, por lo menos que se entere de eso. No tiene que estar enterado de todo.
Ángel, la miró.
— Debes entender que no podemos poner en riesgo tu vida, la del niño y todos nosotros, simplemente por no esperar un poco más.
Keily, lo miró indignada, poniéndose de pie
—¿Crees que no lo entiendo? — musitó, desesperada y cansada —. Entiendo perfectamente todo lo que me dices y todo lo que hay que hacer para cuidar de todos, pero ¿Quién me entiende a mi? — las lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas —. Estoy cansada de todo esto, lo único que estoy pidiendo es que mi hijo conozca a su padre y que Marcelo sepa que tenemos un hijo, pues no sabemos que maldito día esa persona oculta quiera hacer de las suyas y no tengamos oportunidad más adelante.
—Debes tranquilizarte, hija...
—No, mamá — sollozó —. Marcelo está preparando los documentos del divorcio, cree que le fui infiel y esto en vez de mejorar es todo lo contrario. Ya estoy cansada de perder.
Ángel, la miraba inexpresivo.
—Sé que no ha sido fácil y...
—No lo ha sido, Ángel — interrumpió, dolida —. Tu mismo eres testigo de ello, de lo que he pasado, es justo que por lo menos me llegue un poquito de felicidad, un alivio, ¿No lo crees?
Fue tanta la impotencia que sintió, que dio un beso a su hijo y se lo encargó a las abuelas y se fue sin esperar a que dijeran nada.
Se dirigió a su habitación y comenzó a evocar esos recuerdos y todo lo que había pasado. Estaba dolida.
Mientras tanto, en la sala, las personas que allí estaban continuaron con su conversación.
—Debes de comprender, Ángel — habló, su madre —. Ha pasado por mucho y lo único que pide es que Marcelo conozca de su hijo.
—No quiero que les pase nada, no quiero que haya errores y salgan lastimados.
—Estoy segura de que Marcelo servirá de ayuda, además, tiene derecho a conocer a su hijo — manifestó, Martina, afligida.
—Creo que mi hija merece un poco de felicidad entre tanto desastre, hijo.
Ángel, se quedó pensado en todo lo que ha ocurrido durante todo este tiempo.
Flashback.
Estando frente a la iglesia, vio Ángel, aquella pareja feliz, que hacia poco habían contraído matrimonio.
Estaba con su madre y hermana, dándole el apoyo que su mamá necesitaba, ya que recientemente, se había enterado de que era posible que existiera otra familia.
Su madre había tenido un accidente hacia alrededor de veintiséis años y había perdido sus recuerdos de los últimos siente años de su vida.
—Mi hijo mayor, es muy guapo, se parece a mi — dijo, la madre orgullosa al observarlo de lejos —. Y su esposa es preciosa, hacen una linda pareja.
—Gracias a Alicia que pude entrar a True Style. Era tu amiga y ahora nos echó la mano cuando lo necesitábamos.
—Se sorprendió mucho cuando me vio en la puerta de su casa, no podía creer todo lo que le había contado.
—Entonces, ahora debemos de cuidar a esos dos que bastante grandes están — habló, Angel, indignado.
—Solo quiero conocer un poco de ellos antes de presentarme como su madre y a ustedes como sus hermanos — dijo, la señora —. Fue bonito escuchar a esa muchacha hablar con tanta pasión, con tanto amor hacia mi hijo aquel día en la prueba de su vestido de novia. Ahí se ganó mi cariño.
—Keily, es muy amable, mamá — habló, Danna.
— Lo sé, mi amor. Ahora debemos ayudarla y, de paso, a nosotros también. Esto nos copete a todos.
Ellos asintieron y dieron la razón a la rubia mayor, mientras continuaban con su plática.
Unas semanas más tarde, Danna, se había dado cuenta de los comportamientos extraños de Keily se lo comentó a su madre y decidieron investigar.
Fue hasta el día que Ángel chocó con Keily, quien estaba distraida, se le cayeron varias cosas, entre ellas, un sobre amarillo con las amenazas del extorsionador.
Desde ahí, comenzaron a seguirla para saber lo que realmente pasaba, incluso, pusieron un pequeño micrófono en un bolso que siempre usaba y fue así como se dieron cuenta de que estaba siendo extorsionada.
Ángel y su familia, se habían dado cuenta que Keily estaba siendo vigilada, no solo por el extorsionador, sino por alguien más que seguía todos sus pasos.
El día que Keily, fue atacada, Angel estaba con uno de sus colaboradores en el caso, quien era unos de los vigilantes que tenía la pelinegra.
Este último, estaba a una distancia prudente, puesto que, debía juntarse como Angel para rendirle algunos informes. Cuando ambos iban de regreso a la casa Sandoval, ya que esa era la dirección que emitía el GPS, se encontraron con que la señal estaba cerca y detenida. Sus alarmas, se activaron y se dieron prisa para llegar.
Un accidente de carretera y unas mujeres y dos hombres, golpeando a una persona en el piso. Entonces, cayeron en cuanta de que el vehículo era el que había usado Keily los últimos días y, la señal de ubicación, estaba justo al frente.
—Es ella...
Soltó, retintin, el Ángel, bajando del vehículo donde estaba con rapidez, mientras desenfundaba un arma, su colaborador también hizo lo mismo, no sin antes llamar a sus amigos del sistema de salud, quienes estaban prevenidos para cualquier eventualidad.
Dispararon al aire y a los dos hombres que estaban custodiando a las mujeres, quisieron enfrentarse, pero fueron heridos en las piernas.
Las mujeres, se asustaron y salieron corriendo, incluso, habia una que estaba en un avanzado estado de embarazo.
El Ángel, se acercó y trató de dar auxilio, pero no sabía como hacerlo.
—Esta inconsciente — anunció, Ángel, impotente —. Pero tiene pulso.
—Ya la ayuda médica viene en camino.
—¿Qué te hicieron, muchacha? ¿Qué te hicieron? — pronunció con los dientes apretados.
—Iré a ver si alcanzo a una de esas mujeres.
—¿Sabes quienes son?
El chico encargado de la vigilancia de Keily, dio un asentimiento.
—Por lo menos dos de ellas — dijo, seriamente —. De la otra puedo darte informes en veinticuatro horas.
Angel, dio un asentimiento, mirando el rostro ensangrentado de Keily y los múltiples golpes. Le pidió a su compañero que no se fuera y que ayudara a hacer algo con los hombres que se quejaban heridos en el piso.
La ambulancia en conjunto con el equipo médico, no se hicieron esperar.
Revisaron a la mujer que se encontraba malherida. La estabilizaron y llevaron a un lugar donde podían atenderla con todas las herramientas necesarias.
—La mujer de unos veinte a veinticinco años, esta en estado de gestación de unas trece a catorce semanas y presenta amenaza de aborto...
Informó una doctora de manera rápida a Ángel, Amanda y Danna, quien había llegado muy preocupada.
—Tienen que hacer todo lo posible por salvarlos, por favor — pidió, la rubia menor.
—Haremos todo lo posible, señorita Villegas.
—Y lo imposible, doctora — demandó, Angel, seriamente.
—La paciente esta muy mal, se encuentra delicada, se hará lo que se tenga que hacer.
El chico de cabello negro, dio un asentimiento.
Apartó a la doctora y le comentó algo que nadie podía escuchar. Más bien, le exigió lo que antes.
—No importa lo que tenga que hacer, no les puede pasar nada a ninguno de los dos, ¿Me entendió? Usted me responde por sus vidas.
Ella tragó saliva al ver el rostro duro de aquel hombre.
Volvió con su madre.
—Dios mío — sollozó, la madre de los jóvenes —. Esta embarazada, ¿Tú no sabias eso, Angel?
—No, mamá — dijo él, seriamente —. Montier, no me informó nada de eso.
—De seguro no estaba enterado — habló, Danna con evidente preocupación —. Keily, estaba muy asustada, mamá, es posible que no haya hablado de su embarazo con nadie.
—Ella hacia sus consultas medicas, pero siempre iba acompañada de una chica — informó el detective al llegar —. Siempre fue a acompañar a otra persona, si no era la chica de San Francisco, era a la pelirroja llamada, Elena.
Angel, sonrió.
—Fue muy astuta, aunque me pregunto, ¿Porqué nunca escuchamos nada a través del micrófono?
Danna, respiró profundo.
—Creo que esa respuesta solo ella dártela ella.
Así pasaron varios días y, Keily, no despertaba, seguía inconsciente.
Una semana después, las complicaciones aún seguían, Amanda, cuidó de Keily en todo momento y Danna la relevaba, en ocasiones, cuando podía ir, ya que a ausencia de Keily en True Style, ella y Elena, tenían toda la responsabilidad de un proyecto. Sin embargo, esa mañana estaban en la habitación en donde se encontraba la pelinegra, dándole un aseo y peinando un poco.
—¿Cómo la ves el día de hoy, Petra? — Preguntó, Amanda hacia una enfermera —. En mi opinión, la veo con mejor semblante.
La aludida, dio un asentimiento de cabeza.
—Fue un milagro que sobreviviera en las condiciones que llegó — murmuró, una de las enfermeras mientras revisaba el suero —. Ahora, esta estable, pero delicada.
— Esperemos que ella y el bebé puedan lograrlo — pidió encarecidamente, Amanda.
—Tengamos fe de que así será, mamá — habló, Danna, abrazando a su madre —. Ella no merece estar en esas condiciones ni lo que le han hecho. Es tan buena chica.
—Me di cuenta cuando la vi por primera vez.
De pronto, Keily, comenzó a mover un poco su cabeza, frunció el ceño entre quejidos.
—¡Ve a llamar al doctor, Danna! —demandó, Amanda, acercándose a Keily.
La rubia, salió en busca del doctor.
Keily, comenzó a abrir los ojos poco a poco, su ceño estaba fruncido debido al tiempo que allí llevaba.
Cuando pudo acostumbrarse a la luz, visualizó a la señora que se encontraba en frente. Lentamente, movió su cabeza, tratando de identificar el lugar donde estaba.
—Hola, hija — murmuró, suavemente, la señora —. ¿Cómo te sientes?
Keily, recordaba, vagamente, lo que había sucedido y su corazón comenzó a latir con fuerza, pensando que estaba en manos enemigas.
—¿Dónde estoy? — Preguntó con dificultad. Su garganta dolia. Trató de incorporarse, pero no pudo por el dolor corporal.
—Tranquila, estas en buenas manos...
—¿Dónde está mi familia y...
—No saben que estas aquí...
—¿Quién es usted? ¿Qué hago aquí?
Ella hacia una pregunta tras otra, estaba desesperada y tenía miedo.
—Soy Amanda, ya nos habíamos visto alguna vez, ¿Me recuerdas?
Keily, se quedó observando a la señora y dio un asentimiento.
—Es usted la señora de la tienda de novias — recordó —. ¿Qué hago aquí? ¿Qué hace usted aquí?
—Tuviste un accidente y te trajimos aquí para darte atención médica, estas muy delicada de salud.
El corazón de Keily, comenzó a latir muy fuerte, estaba asustada.
—¡Mi bebé! — exclamó entre sollozos, mientras, se tocaba el vientre repetidas veces —. ¡Mi hijo!
Amanda, se acercó a ella y la sostuvo por las manos.
—Tranquila —pidió con calma —. Tu bebé, esta bien.
—¿Está bien? — cuestión, insegura, preocupada —. No me están mintiendo?
—Nunca lo haría cariño...
Keily, respiró, profundo y agradeció de que su embarazo aún estuviera.
—Aquí esta el doctor, mamá — entró Danna con el galeno.
—¿Tú? —Preguntó, Keily, sorprendida —. ¿Qué haces aquí?
—Me da gusto que estés despierta — dijo, Danna con una gran sonrisa —. Ella es mi madre. Amanda.
Keily, la miró sorprendida.
—¿Amanda? — Preguntó.
La chica dio un asentimiento.
—No estoy entendiendo nada...
—No te preocupes, voy a explicarte todo, pero antes deja que el doctor te revise.
El doctor, informó que todo iba evolucionando de manera satisfactoria, pero que el sangrado aún persistía y se debía a un hematoma que estaba ubicado detrás de la placenta, el embarazo estaba en peligro de perderse.
Keily, comenzó a llorar, dolida, no podía creer que en su vida podían ocurrir tantas cosas. Danna, abrazó a Keily, consolando sus penas.
—Tengo tanto miedo de perderlo, no podría soportarlo...
—No vas a perderlo — interrumpió, esa voz apacible, que provino de la entrada de la habitación —. Te lo prometo.
Keily, se quedó observando aquel hombre de cabello negro y unos bonitos ojos verdes. Limpió de manera descuidada sus lágrimas manteniendo esa mirada desconfiada.
Danna, sonrió.
—Es mi hermano Ángel — dijo, ella.
Keily y aquel joven, se quedaron mirando sus orbes, sin decir nada.
—Desde ahora te digo que pareces un lirio maltratado — manifestó, Angel, con gesto petreo —. La paliza que te dieron te dejaron moretones por todos lados.
Keily, frunció el ceño.
—Gracias por el cumplido, es muy amable de tu parte — lanzó, Keily con sarcasmo haciendo reír el chico.
Las semanas iban pasado y Keily, aun seguía en reposo absoluto, no podía moverse, estaba totalmente consentida, pero algo le hacía falta, era él.
—Quisiera tener el poder de quitar esa mirada triste, Lirio.
Keily, ni siquiera lo miró.
—No sé nada de mi esposo y de mi familia.
—Marcelo, esta bien. Se ocupa de sus empresas y, tu familia, ya comenzó a buscarte.
—Necesito tenerlos aquí conmigo, Ángel, por lo menos a mi madre.
El chico se quedó observándola y se dio cuenta de que ya su vientre estaba creciendo rápidamente.
—Cuando sepa que es seguro, prometo ir personalmente por ella.
Ella dio un asentimiento.
—Gracias, en verdad.
Él respiró profundo.
—¿Hoy no vas a usar la cámara que te regalé?
Ella sonrió.
— Aproveché la linda mañana que me trajeron al jardín e hice mi grabación.
—Lo haces todas las semanas.
Ella sonrió.
—Quiero que Marcelo, no se pierda del todo del crecimiento de nuestro bebé, su evolución y de más.
—Iniciaste a grabar aún con tus moretones.
—Ya mi vientre esta creciendo y quiero que vea todos los detalles.
El chico sonrió.
—Me da gusto que pienses en todo y mantenga las esperanzas a pesar del panorama.
—Mi hijo debe conocer a su padre, aunque no estemos juntos, debe compartir con él — dijo, la pelinegra, convencida —. Marcelo, ha perdido demasiado en la vida. Creció sin su familia, fue un niño muy solo. Merece toda la felicidad que se le pueda dar.
—Es grato que piensen así de uno.
Ella sonrió.
—Lo amo con todo lo que soy y me da tanto gusto de que tenga a su madre biológica que tanto amó y, no solo eso, también tiene dos hermanos.
—Y esta esperando un hijo y te tiene a ti — agregó, Angel —. Creo que es un hombre con mucha suerte.
— Más bien, esta recogiendo lo que ha cosechado. Las personas buenas, reciben cosas buenas, aunque para unos, el tiempo le hace unas cuantas jugadas.
Había pasado tiempo y el peligro del embarazo aún continuaba. Todos cuidaban de la embarazada y habían creado un lazo de confianza, tenían objetivos comunes.
Sarah, estaba con Keily, desde hace unas semanas atrás. Así la embarazada consentida, se sentiría en más confianza.
—Ya verás que todo estará bien, hija mía. Muy pronto todo esto se aclarará.
—Eso espero, mamá — murmuró, ella. Su tristeza era evidente —. Porque no se cuanto pueda aguantar todo esto.
—Debes mantener la fe, Kei.
—Lo único que pido es que mi hijo esté bien, es lo único que me importa por el momento.
El estómago de keily, era realmente grande, pero la pobre, no podía realizar ninguna actividad física, puesto que, tenía que estar en reposo absoluto.
Aprovechaba las horas más bonitas del día para realizar las grabaciones de cada semana, tenia la esperanza de poder mostrarle algún día los avances del embarazo y contarle todo su proceso.
Las semanas iban muy deprisa.
Se encontraba en el jardín, sentada en un sillón que dispusieron para ella.
—Hola, papí — comenzó, Keily, delante de la cámara —. Esta es nuestra semana número veintidós — respiró profundo y continuó—. Nuestro hijo, esta en pleno desarrollo de sus emociones. Te cuento que se esta moviendo muchísimo — mientras hablaba, pasaba sus manos por el vientre y sonreía precioso —. Quiere nacer antes de tiempo, pero creo que será un niño bueno y esperará unas cuantas semanas más —la pelinegra, hizo silencio y un nudo, se apoderó de su garganta —. Todo va a estar bien y pronto conocerás a tu hijo.
Para ella era difícil la situación, trataba de ser fuerte día a día, por ella, por su hijo, pero se rompía en ocasiones.
—Te gusta hacer tus grabaciones aun con tus grandes ojeras, mi Lirio — soltó el chico —. Lo que pusiste en tu cara no te cubre del todo.
La pelinegra, sonrió.
—No quiero parecer un lirio más maltratado de lo que ya está.
Eso hizo que Ángel sonriera.
—¿Cómo te sientes?
—Estoy bien...
Angel, informaba a Keily de la situación de fuera, ellos estaban en otro Estado, querían despistar el enemigo.
—Eso me da gusto, por que te tengo una sorpresa.
Ella lo miró expectante.
—¿Qué es...?
El chico hizo una señal y, de pronto, salió esa persona tan querida para Keily.
Sus ojos se cristalizaron y quiso ponerse de pie, pero Angel, se lo prohibió de todas las maneras posibles.
La señora llegó hasta ella y la abrazó, mientras que algunas lágrimas salian.
—Martina.
—Hija mía — murmuró, ella —. ¿Cómo has estado?
—Estoy bien, dentro de lo que cabe — dijo, en un murmullo —. Ahora mejor, porque estas aquí.
Martina, sonrió.
—¿Y cómo está el embarazo?
—Este niño quiere nacer antes de tiempo, los doctores están haciendo lo posible para que espere un poco más, aun no es tiempo.
—Es muy pequeño aun.
Keily, dio un asentimiento. No pudo evitar hacerle la pregunta, inmediatamente.
—¿Y cómo está él?
—Marcelo esta bien, hija, concentrado en su trabajo.
—¿Esta comiendo y durmiendo bien? — Preguntó, Keily, preocupada.
—No debes preocuparte. De Marcelo, me encargo yo. Recuerda que soy quien lo crió.
Ella dio un asentimiento.
—Cuídalo mucho, nana — pidió, ella.
—Tú, cuida de ti y mi nieto, por favor.
—Lo esta haciendo muy bien — anunció, Amanda, llegando al jardín —. Es nuestra consentida.
Martina, sonrió.
—Señora — saludó.
—Martina, un placer volver a verte.
—Lo mismo digo...
Sarah, se unió a ellas un poco más tarde, pues estaba viviendo con Keily.
Martina, siguió visitando esa casa frecuentemente, quiso estar al tanto y cuidar de cerca a la que considera una hija y su nieto en camino.
A Keily, se le adelantó el parto, le empezaron las contracciones fuertes entrando las 28- 29 semanas.
Su hijo, nació y ha estado en constante vigilancia por los pediatras.
Mientras ella, tuvo un tiempo hospitalizada, pues le dio un paro respiratorio, no obstante, fue controlado por los médicos.
Pasó un tiempo de recuperación y fue así hasta que ella se sintió lista para regresar.
Tiempo presente.
Angel, tocaba la puerta de la habitación de Keily, quería hablar con ella.
—¿Puedo pasar? — murmuró, tras la puerta.
—Puedes.
Cuando él entró, ella se encontraba acostando el bebé en la cuna. Habían pasado tres horas desde el malentendido en la sala.
—¿Está dormido?
—Si — respondió, sin mirarlo.
—¿Podemos hablar?
Ella lo miró.
—Por supuesto.
Ángel, respiró profundo.
—Quiero que sepas que en los pocos meses que están con nosotros, se han dado a querer bastante — el rostro del hombre estaba levemente sonrojado —. No quiero que nada les pase.
Keily, sonrió.
—El que digas eso, me hace feliz, cuñado.
Él sonrió.
—No te acostumbres mucho.
—Tarde. Ya estoy acostumbrada a tu presencia y el bebé también.
Sonrió más, aunque estaba un poco avergonzado.
—Me disculpo por lo de antes, prometo tomar en cuenta lo que me pediste.
—Sabía que lo harias. Aunque, no tengo nada que disculpar, Ángel.
—Quiero que me acompañes al laboratorio y escuches algo, por favor.
Ella se dio cuenta de que su rostro estaba inexpresivo, eso quería decir, que era algo serio.
—Entonces, debo llamar a mi madre para que se quede con el bebé.
—Voy por ella y en cuanto ella venga, ve a laboratorio, te estaré esperando.
Así lo hicieron, doña Sarah, se quedó con el niño y Keily fue a aquel lugar que estaba equipado con la nueva tecnología, todo con el fin de identificar y poner en evidencia, sus enemigos.
—¿Qué es lo que sucede? — Preguntó ella, al llegar al lugar.
—Hola, Kei.
—Hola, Orlando — saludó, Keily, al chico encargado de la tecnología.
—Queremos que escuches esta grabación.
Ella da un asentimiento.
El chico, reproduce la grabación.
—Esa es la voz del extorsionador — dijo, ella angustiada —. Eso fue lo que me dijo en la última llamada cuando estaba con Elena.
Ángel, dio un asentimiento.
—Asi es — reprendió —. Desde el celular que tienes para comunicarte con él podemos grabar de manera fantasma y así lograr identificar en donde está su caballo de Troya y poder atraparlo.
Keily, sonrió esperanzada.
—En este momento estamos tratando de quitar el efecto del distorsionador de voz y escuchar claramente quien está detrás de la línea.
—¿Se puede hacer eso? — Preguntó, ella.
—Por supuesto, pero es muy difícil — confesó, Orlando, mientras tecleaba algo en la computadora —. Voy a intentarlo cuando vuelvas a tener comunicación con él, pero tienes que tratar de que en la siguiente ocasión la llamada tenga más duración.
—Tengo terror cada vez que me llama — dijo, Keily —. No sé cómo voy a hacer eso.
—Debes ser valiente, Lirio — se acercó, Angel y tomó su mano en señal de apoyo —. Prometo que todo va a estar bien.
Ella dio un asentimiento.
—Voy hacer lo que me digas — soltó, segura.
—Confío en ti — murmuró él, mirándola a los ojos.
—Necesitamos a alguien más que esté de nuestro lado, que sea atrevida y que se pueda mover con libertad en la casa Sandoval y en todos los terrenos que lo necesitemos.
Keily, miró a Orlando.
—¿Y eso para qué?
—Necesitamos vigilancia en la empresa True Style y la casa de tu esposo — informó Angel.
—Mi esposo que es tu hermano — respondió, ella sin mirarlo, algo que lo hizo sonreír.
—El caso es que las cámaras de seguridad que colocó Marcelo en ambas partes, no permiten que cualquier persona pueda jackearlas con facilidad, pues se darían cuenta inmediatamente — explicó, el Angel —. Hay que destacar lo astuto que fue mi querido hermano en cuanto a eso.
—Lo es — dijo, Keily, orgullosa —. Y en cuanto a la persona ideal para que se una a nosotros, dame una horas y lo pensaré. Ahora no se me ocurre nada.
Y así fue.
Luego de ahí, Keily, volvió a su habitación con su hijo para darle de comer y cambiarle el pañal.
—Jason quiere venir a verte — dijo, Sarah —. Eso de que solo sea de ves en cuando, lo tiene desesperado.
—Jason esta vigilado, mamá —dijo, Keily, cansada de no poder ver sus seres queridos cuando le plazca —. Odio que no pueda venir cuando quiera. Sin embargo, me las arreglaré para que nos veamos en casa de Elena o en otra parte que no sea aquí, no quiero poner en riesgo mi hijo.
—Entiendo perfectamente, mi niña.
Keily, sonrió, mientras miraba a su bebé.
—¡Es precioso, mamá! — exclamó, enamorada de su hijo, no podía creer que fuera suyo, que tuviese la oportunidad de dar vida —. Es el bebé más lindo que puede existir en el mundo.
Rozó su nariz con la del bebé, mientras lo arrullaba.
—Prometo que voy a cuidarte — murmuró, mientras lo miraba emocionada y feliz de tenerlo entre sus brazos —. Eres mi milagro del cielo, mi amor.
Sarah, se quedó observando a su hija con su bebé en brazos y deseó poder hacer algo para que su sufrimiento acabara, sentía la necesidad de ayudarla, sin embargo, no sabía como, pero algo se le ocurriría.
—¿Vas para la empresa hoy?
—Si, quiero ir, pero quería ver si podías cuidar del bebé.
Su madre sonrió.
—Sabes que Amanda y yo, nos desvivimos por cuidarlo, además, Martina vendrá esta tarde, si no me equivoco.
Keily, sonrió, mientras se dirigía a la cuna.
—Por eso me voy Tranquila, mi cielito precioso — habló, hacía el bebé —. Por que tienes unas abuelas que te tienen muy consentido.
Sarah, sonrió y se acercó a su hija.
—Ve tranquila, prometo que todo va a estar bien.
Keily, abrazó a su madre con fuerza, es como si no quisiera separarse de ella.
—Cuídalo mucho, mamá, por favor.
—Lo haré, mi amor.
Keily, vio a su madre por última vez, dio otro beso a su hijo y se marchó para True Style.
Horas más tarde, se encontraba en su pequeña oficina, revisando todos los proyectos que estaban en puerta y aquellos que se realizaron cuando ella no estaba.
—Han entrado mucho trabajo — dijo, ella, mientras revisaba un boceto —. Han trabajado excelente.
Elena y Danna, sonrieron haciendo lo mismo que ella.
—Si, han llegado muchos proyectos, principalmente de constructora Sandoval.
Keily, miró a Elena.
—Es por el contrato que existe entre las empresas.
La pelinegra dio un asentimiento y se quedó pensando en lo difícil que sería para los dos hermanos trabajar juntos después de todo lo que ha pasado.
—Ya el interiorismo de Los Placencia, va de viento en popa — expresó, Danna, concentrada en su trabajo —. Sería bueno que lo supervises tu Keily.
—¿Yo?
—Si, tu...
—Pero no conozco el proyecto y...
—Nosotras te lo mostraremos y creo que seria una buena idea ir ahora — propuso, la rubia.
—¿Ahora? — Preguntó, Keily, un poco confundida.
—Si, es que debíamos ir hace un rato atrás, pero por estar concentradas en el trabajo, se nos pasó — informó, Elena, poniéndose de pie —. Vamos que para luego es tarde.
Las chicas tomaron una ruta menos transitada para poder llegar más rápido, ya que era hora picó y el tránsito estaba terrible.
Al llegar entre platicas y risas, detuvieron su vehículo en un parqueo disponible.
—Es bastante grande esta propiedad — confirmó, Keily, mirando el edificio hacia arriba —. Si los demás son como este...
—Son todos exactamente iguales, corazón de melón — habló, Danna, adelantándose.
—Son personas muy ambiciosas —habló, Elena —. Son amigos de mis padres y conozco un poco de ellos.
Habían personas recorriendo el lugar de aquí para allá, pues los trabajos no paraban.
Las chicas dieron algunas instrucciones y es cuando están por marcharse que son intervenidas.
—No sabia que estabas aquí.
Keily, miró aquellos ojos azules y su corazón latió fuerte.
—Hola — él la miraba a los ojos, su rostro no mostraba nada —. Vine a acompañar a las chicas en la supervision de este proyecto, quise conocerlo.
Él dio un asentimiento.
Tanto Elena como Danna, se miraron cómplices y sonrieron con picardia.
—Elena, ¿Me acompañas a ver unos de los baños que esta en el tercer nivel, por favor? — Preguntó, la rubia de ojos azules.
—Por supuesto — respondió —. Marcelo, continúa explicándole a Kei, sobre el proyecto, ¿Puedes?
Keily, quiso protestar.
—Claro.
—Entonces, nos vemos más tarde.
Las chicas se despidieron y dejaron a los dos solos.
Ambos estaban en silencio, sin saber como iniciar una conversación.
—¿Cómo estás? — Preguntó, él.
—Bien — respondió, ella —. A ti no te pregunto por qué siempre estas bien.
Marcelo, sonrió de boca cerrada.
—En esta ocasión, podría decir que me faltan muchas cosas para estar del todo bien — expresó él, mirando aún con más profundidad los ojos de la pelinegra.
—Estoy totalmente sorprendida con que sea tú quien digas eso — soltó, ella con una sonrisa que él correspondió.
—Vamos a mostrarte el edificio — ofreció su brazo y ella dudó en tomarlo, pues esta consciente de que esta siendo vigilada.
Pero no le importó.
Enlazó su brazo con el de Marcelo y ambos comenzaron a pasear.
— Entonces este es un proyecto de empresa Sandoval.
—Lo construyeron en menos de cinco meses — dijo, él, mirando todos los detalles —. En verdad, no es lo que esperaba.
Keily, sonrió.
—¿Por qué lo dices?
—Constructora Sandoval, siempre ha dado lo mejor en la construcción de cada edificio, usando los mejores materiales y los arquitectos mejores preparados del Estado —miró a Keily, —. Esto no es lo que se ha hecho en todos estos años. Es distinto. No es la misma calidad y las terminaciones no son lo que esperaba.
Keily, lo pensó un poco.
—Cada persona deja una huella distinta en lo que hace, puede que la vision de cada quien, sea diferente — habló, con calma —. Es normal que ahora hayan cambios en la administración y otras ideas se tomen en cuenta.
Marcelo, respiró profundo.
—Lo que sucede es que hay visiones que no siempre traen consecuencias positivas para los negocios.
—Entonces, es bueno esperar a ver lo que deparará el futuro.
De pronto a Keily, le llegaron varios mensajes juntos. Ella sabía de quién se trataba y quiso no hacer caso, sin embargo, la insistencia, hizo que leyera.
"Te dije que te quiero lejos de Marcelo Sandoval".
"¿No lo entiendes?"
"No quiero enojarme"
"Tengo deseos de hacer cosas feas".
Keily, estaba cansada de tener miedo, de darle poder a esa persona detrás de la línea.
—¿Pasa algo? — Preguntó, Marcelo con el ceño fruncido, ella tragó saliva —. Cualquier cosa puedes decirme.
—No te preocupes — dijo, ella rápidamente, mirándolo —. Es solo un número equivocado.
Marcelo, no dijo nada.
—Quiero que habl...
—Sabía que eso pasaría — interrumpió, Mónica, enojada —. Te desentiendes de mi y nuestro hijo para andar detrás de esta...
—Ten mucho cuidado con lo que vas a decir Mónica — advirtió, Keily, con rectitud.
—Eso es lo que eres, ¿No? — lanzó con veneno —. Sabes perfectamente que estoy esperando un hijo de Marcelo y volviste para arruinarlo todo nuevamente.
Marcelo, sostuvo el puente de su nariz, estaba harto de Mónica y lo de su supuesto hijo.
—No te permito...
—Mónica — interrumpió, Keily, con rectitud, a Marcelo. Estaba haciendo uso de todo su autocontrol—. Marcelo Sandoval es mi esposo llevamos muchos meses de casados, así que la única entrometida eres tú.
Marcelo, se quedó muy quieto en su lugar.
—Te engañó conmigo — soltó, abriendo la herida de Keily. Marcelo, apretó su mandíbula —. Pudo decidir que hacer en aquel momento y lo hizo, me hizo suya en...
—¡Basta! — exclamó, Keily, harta —. No fue lo que Marcelo me explicó, Mónica. Tú sabes perfectamente que fue lo que hiciste para poder estar con él, eso es jugar sucio, pero no se puede esperar otra cosa de una persona como tú.
— Sea como sea, soy la que está embarazada de Marcelo Sandoval, soy esa que le dará un hijo, ¿Qué harás contra eso, Keily Andersson?
—Keily De Sandoval, aunque te duela — dijo, altanera —. En cuanto a lo otro, no voy a hacer nada contra eso, Mónica — soltó tranquila —. Estoy dispuesta a ayudarselo a criar, a que me vea como una madre, por que juzgando por tus antecedentes...
Eso sorprendió tanto a Marcelo como a Mónica.
—Eres una...
—Sería el hijo de mi esposo, ¿No es así, Mónica? — continuó, la pelinegra, su ataque con altura. Por su parte, Mónica apretó la mandíbula en señal de frustración —. Así que no tengo problema en criarlo, quererlo, ser una madre para él, porque mi esposo me ha dicho en cuales circunstancias saliste embarazada.
—¡Eres una estúpida! — gritó, Saldival , enojada —. No hables de mi hijo como si fuera tuyo...
— Entonces, no hables de mi esposo como si fuera tuyo. Date tu lugar.
—Estoy enterada de que se van a divorciar.
El corazón de Keily baja a los pies y una sonrisa victoriosa se pintó en los labios de Mónica.
Un nudo en la garganta y una tristeza enorme se apoderó de la pelinegra en ese momento.
Miró a Marcelo, dolida mientras sonreía sin querer.
—Pues como dijiste, nos vamos a divorciar — comenzó, Keily echa pedazos, pero no lo demostraba —. Sin embargo, aún sigue siendo mi esposo y tú eres la otra, la de atrás, la que tuvo que hacer lo indebido para llamar su atención.
— Pero la tuve — dijo, ella —. Me acosté con él toda la noche, a él le gustó porque fue un salvaje como en aquell...
—¡Cállate! — intervino, Marcelo —. Vete ahora mismo.
—No es necesario — manifestó, Keily, con calma y mirando a su esposo —. Debo irme.
—No vas a irte — ordenó, él —. Ella se va y es ahora.
—No voy a irme...
—Te vas a ir porque así lo he ordenado — dijo, Marcelo, molesto —. Entiende una sola cosa, tú y yo no somos nada, nunca lo seremos y con relación al hijo que estas esperando, hablaremos de ellos cuando decidas hacer la prueba de paternidad — ella tragó saliva —. Y, Mónica, la verdad siempre sale a la luz, te queda poco tiempo porque esta a punto de nacer y ahí si nadie me va a detener.
—No entiendo por que dudas de mi de es manera — sollozó.
—Creo que no te gustaría entrar en esos detalles — refutó, Marcelo.
—Disculpen — volvió a intervenir, Keily, estaba tan dolida —. Debo marcharme. Con permiso.
Ella no esperó a que nadie dijera nada y fue con dirección a la salida, ahí estaban esperándola. Tenia ese deseo de llorar atascado en la garganta, pero no podía derrumbarse ahí.
Marcelo, la miró dolido. Quería mandar todo al diablo en ese momento.
Marcelo, se acercó sigilosamente hacia Mónica, quien se emocionó al ver la iniciativa del hombre. Se aproximó a su oído y, en susurro, le dijo:
—No creas todo lo que te dicen, Mónica — su voz varonil y segura lo caracterizaba —. Keily, es mi esposa y no pretendo cambiar eso.
Se despegó de ella y salió en dirección por donde se fue Keily.
Al llegar a la salida, se encontró con la escena de que aquel hombre de pelo negro que abrazaba a Keily.
No se detuvo, caminó con ímpetu hacia donde se encontraban.
Al llegar, ya Keily y Angel, se habían separado y platicaban de lo sucedido con los mensajes de textos recibidos.
—Tenemos que hablar — lanzó Marcelo de repente, haciendo que Keily y Angel, girarán a hacia él.
Estaba molesto, muy molesto.
—No veo de qué — soltó, Keily, del mismo modo, cruzándose de brazos.
— Tu sabes de qué.
Keily, se quedó muy quieta ante su respuesta. Luego, ella se dio cuenta de que Marcelo ya no la miraba a ella sino a Angel y viceversa.
Pestañeó dos o tres veces y cayó en cuenta.
—Marcelo — llamó la atención del rubio y acercó a él colocándose en medio de los dos hombres —. Te presento a Ángel — este lo miró inexpresivo —. Angel, él es Marcelo.
— Su esposo — ofreció su mano en modo de saludo.
—Su cuñado — respondió el otro, haciendo que el rubio frunciera el ceño confundido.
Keily, perpleja, mirando a los dos hombres.
—¿Su cuñado? — Preguntó él con los pensamientos a millón. Miró a Keily —. ¿Me puedes explicar eso?
Keily, giró los ojos a sabiendas por donde iban los pensamientos de su esposo.
—Es una larga historia, Marcelo.
El pelinegro, sonrió divertido, mirando a los dos esposos.
—Es un gusto conocerte, Sandoval.
Marcelo lo miró bien, pero su gesto petreo lo acompañaba.
—Igualmente — volvió a mirar a Keily —. Hablemos.
—Tú no me das órdenes — refutó, Keily, cruzándose de brazos.
Marcelo, apretó la mandíbula.
— Por supuesto que no — concedió, Marcelo, exasperado —. Pero necesito que hablemos ahora.
Keily, miró a Angel y este le dio un asentimiento de cabeza, sin embargo, se acercó a ella, habló para que solo ella escuchara.
—Nada de explicaciones, citalo para mañana y ahí podrán hablar de algunas cosas.
Ella dio un asentimiento.
Marcelo estaba que no lo calentaba ni el sol.
Ángel, se alejó y lo dejó solos.
—¿Me puedes explicar quien es ese?
Los celos hablaban por él.
—No voy a hablar de Angel contigo.
Este le dio una mirada fulminante.
—Ah, ¿Si? — soltó, acercándose a ella haciendo que los dos se vean muy juntos.
Las aproximaciones que tenían, hacían que sus corazones latieran muy rápido.
—Si — respondió en un susurro, elevando su cabeza haciendo que sus labios queden muy cerca.
—¿Qué haremos, entonces? — Preguntó, él, teniendo sed de sus labios.
—Mañana —susurró tan bajo que a él mismo le dio trabajo escuchar —. En casa de Elena, a las tres de la tarde.
Ambos se miraron como siempre lo hacían. Ella tragó saliva, recordó que no debía acercarse a Marcelo, eso lo pondría en peligro.
Keily, se separó de él y enderezó su postura.
—Hasta luego.
Marcelo, no respondió nada, pensaba en todo aquello que estaba pasando. No le quedaba más que esperar a que le aclaran las cosas.
Miró cómo Keily, se subió a aquel vehículo con aquel hombre y se marchó.
— Huelo los celos a kilómetros — se burló, Elena de Marcelo.
Este la miró y soltó un suspiro profundo.
—No has querido decirme quien es ese, Elena — soltó, Marcelo, en modo de regaño.
—Te dije que no te preocuparas por él...
—Si, pero no puedo evitarlo. Ese hombre, la toma de la mano, la abraza. Tiene mucha confianza con él.
Elena, sonrió.
— Creo que tienes mucha razón — lanzó, Elena con malicia —. Puede que haya algo entre ellos...
Marcelo, apretó la mandíbula, frustrado.
— ¡Me da igual!
Soltó para luego comenzar a caminar hacia el vehículo donde andaba.
Elena, sonrió. Sabía que no le daba igual. Fue por Danna, quien se había quedado dando algunas instrucciones a los chicos de la remodelacion.
Más tarde, Keily, volvió a la empresa y se puso a trabajar con sus compañeros.
—Hoy haremos un brindis por tu regreso, Keily — informó, María con entusiasmo —. Espero y puedas acompañarnos.
—Solo serán algunas horas — informó, Danna, con una sonrisa —. Podemos llegar temprano a casa.
—Yo iré, pero me iré temprano — dijo, Elena —. No quiero pasar tantas horas lejos de mi hija.
—Nos iremos juntas, entonces.
—¿A dónde es que vamos a ir? — Preguntó, Danna.
—Al volcán en erupción — informó, Paola.
Las chicas continuaron poniéndose de acuerdo, mientras que otra persona escuchaba a escondidas. Tenía sus planes para esa noche, no podía dejar pasar más tiempo.
Unas horas más tarde.
Ya culminado sus labores, estaba recogiendo sus cosas en su oficina para marcharse cuando recibe una visita.
—Que bueno que no te has ido.
—Buenas tardes...
—Lixie — completó ella al ver que Keily, no recordaba su nombre —. Hola.
La chica se sentó en una de las sillas para visitantes.
—¿En qué puedo ayudarte?
—Necesito que hablemos sobre los términos del divorcio — soltó, sacando unos papeles —. Sobre los bienes que existen y...
—Lixie — llamó, la pelinegra, su atención —. No tengo tiempo para esto, cualquier cosa, voy a hablarla con Marcelo, ¿Me ha entendido?
—Soy su abogada, estoy para eso.
—Y yo soy su esposa y creo que puedo establecer una conversación amena con mi marido sin tener la necesidad de intermediarios, así que por favor — le señaló la puerta con un gesto elegante con las manos —. No dispongo de mucho tiempo. Gracias y hasta luego.
Intentó refutar, pero Keily, no la dejó.
—Me iré, pero esta no será la última vez que nos veamos.
—Si, esta bien — volvió a señalar la puerta —. Adiós.
A Lixie, no le quedó más remedio que irse y dejar a Keily, sola.
No pudo evitar sentir que la tristeza invadiera su corazón. No quería perderlo a él a sabiendas de que muchas cosas empujaban a que eso fuera posible.
Muchas cosas debían de aclararse.
Unos minutos después, Danna fue por Keily para que, junto con Elena, irse para aquel lugar.
♡
Todos los del departamento de Diseños, se juntaron alli, brindaron por la felicidad que les daba el que Keily, estuviera de regreso.
—Nada se siente mejor que estar en casa — dijo, Keily, con una sonrisa —. Estar con mi gente querida, no tiene precio.
—Salud por que la mejor jefecita esta con nosotros — dijo, Paola.
—Eso debería molestarme, pero no es así — soltó, Elena, sonriente y haciendo que todos rieran —. ¡Salud!
—Se te extrañó mucho, Keily — dijo, Ricardo.
Moises, también estaba allí, pero hablaba muy poco.
—Salud, por todos ustedes — dijo, Keily, chocando sus copas.
¡Salud!
Dijeron al unísono.
Keily ni Elena, quisieron tomar alcohol, puesto que, debían de amamantar a los bebés. Optaron por tomar una cidra sin alcohol.
Rondas iban y venían, sus compañeros estaban divertidos.
Keily, solo llegó a tomar tres copas de cidras más y comenzó a sentirse un poco extraña.
— Debo ir al baño — dijo, Keily, de pronto.
—¿Quieres que vaya contigo? — Preguntó, Elena, divertida.
Keily, le hizo un gesto con las manos de que no era necesario.
Salió caminando en dirección a donde se encontraban dichos baños.
Al llegar aquí, se lavó repetidas veces el rostro, tratando de quitar el malestar de mareo que tenía.
Todo le daba vueltas. Salió del baño a tropezones en busca de Elena o unos de sus amigos.
—No me siento bien... — murmuró, ella sosteniéndose de la pared.
—¿Puedo ayudarte? — Preguntó un hombre, acercándose a ella.
—No —respondió, Keily, en alerta.
—Ven, te llevo con tus amigos.
Ella trató de rechazarlo, lo empujó sin éxito, pues el mareo y el malestar que sentía no le permitían moverse con libertad.
Todo le daba vueltas.
—Suélteme, por favor — repitió una y otra vez, empujándolo.
—Voy a darte un regalo, es cortesía de una amiga.
—¡No! — dijo, ella, oponiéndose —. ¡No me toque!
Siguió obligando a Keily a caminar hacia una dirección totalmente opuesta a donde estaban sus amigos.
—Vamos fuera de este lugar para que te sientas más cómoda. Será una habitación muy bonita para los dos.
Ella negaba con la cabeza y hacia fuerzas para zafarse, pero le era imposible.
Sostuvo a la pelinagra desde atrás, agarraba sus muñecas para dominarla y que no se le escapara.
—¡¿Qué sucede, Kei?! — exclamó Elena, alarmada al ver a ese hombre sosteniendo a su amiga. Keily, no tenia fuerzas para nada —. ¡Suéltela, ahora!
—No te metas en esto — aconsejó, el hombre aún caminando con Keily —. ¡Fuera de mi camino!
—¡Dije que la soltaras, imbécil! —gritó —. ¡Seguridad!
—¿Porqué tardas tanto, Ele...? — Cristian no terminó su pregunta al ver la situación que tenía en frente. Caminó varios pasos hasta colocarse delante de su mujer —. ¿Qué pasa?
Su pregunta era recta, sus ojos estaban llenos de enojo.
—Solo ayudaba a la chica a llegar con sus amigos, no se sentía muy bien.
—¡Eso no es cierto! — gritó, Elena con impaciencia —. Se quería llevar a Keily.
—¿Qué dijiste?
Tronó esa voz detrás de todos ellos. Todos miraron en esa dirección y era él, Marcelo Sandoval. Miraba en las condiciones que estaba la mujer frente a él.
Elena y Cristian, se miraron.
Cristian, volvió a mirar en dirección del hombre y la pelinegra.
—Suéltala — ordenó, Cristian —. Elena, ve y llama a seguridad, por favor.
El hombre, se río de lado.
—No puede caminar — dijo, el chico.
Keily, podía escuchar las voces, pero no tenía fuerzas para moverse.
Cristian se acercó y la tomó por la cintura, ella se sostuvo del cuello del que consideraba su amigo.
—Quería llevarme a un lugar para que me sintiera más cómoda — murmuró, Keily, estaba mal —. Fuera de aquí, a una habitación.
—¡Hijo de...!
— ¡Marcelo, detente! — ordenó, Cristian, aún con Keily en brazos.
Marcelo, se lanzó sobre el hombre golpeando el rostro.
—¡No vuelvas a tocarla!
Dio golpes repetidas veces, aquel hombre también trató de defenderse devolviendo un par de puñetazos.
Elena llegó con los de seguridad, con Danna y Paola detrás.
Los hombres de Cristian, hicieron lo posible por separar a Marcelo y aquel chico.
—¡Eres una maldita bestia! — gritó, el hombre en dirección a Marcelo, lo había golpeado fuerte.
Los dos hacían esfuerzos por zafarse de los hombres de seguridad para volver a golpearse.
—¡Te voy a enseñar lo que es ser bestial, maldito imbécil! — gruñó, Marcelo, quería golpearlo —. ¿Cómo te atreves a tocarla?
Danna, se acercó a Marcelo para calmarlo y Elena fue por Keily.
—No me siento bien, Elena — murmuró, Keily —. Necesito agua, por favor.
La sentaron en un sofá que había cerca del pasillo para auxiliarla.
Al Marcelo escuchar lo que ella decía, se enojó más y logró soltarse, logrando golpear al hombre nuevamente.
—¡Si le pasa algo, juro que no vivirás! — Marcelo estaba fuera de sí —. ¿Qué ibas a hacerle?
El hombre, sonrió.
—La iba a ayudar a sentirse mejor y...
Una golpe fuerte fue propinado en la nariz del hombre, era horrible.
Cristian fue a sostenerlo, porque los que estaban no eran suficientes para detenerlo.
—¡Ya cálmate, Marcelo! — ordenó, Cristian, con mucha autoridad.
—Me has roto la cara y una costilla, imbécil — soltó aquel hombre entre quejas —. ¿Qué demonios? Solo la ayudaba.
—Te la querías llevar — soltó, Danna, dolida. Se puso delante de Marcelo para evitar otro de sus arranques —. ¿Quién diablos eres tú? ¿Qué querías con ella?
—Solo divertirme un rato — respondió.
—¡Desgraciado! — quiso golpearlo nuevamente, pero los de seguridad y Cristian, lo detuvieron.
—¡Ya cálmate! — volvió a pedir, Cristian a su agitado e airado amigo.
—Quiero ir a casa — pidió, Keily, sintiéndose muy mal, pero estaba consciente —. Llevenme a casa, por favor.
—Yo la llevo — se ofreció, Danna, rápidamente.
—No vas a conducir tu sola — dijo, Cristian —. Tú tampoco irás, Elena. Yo la llevo a casa.
Determinó al ver las intenciones de la pelirroja.
—Yo la llevaré — soltó, Marcelo, más calmado.
—No...
—No está en discusión — interrumpió, Marcelo, lo que Keily, iba a decir —. En cuanto a este tipo — señaló, al hombre —. Lo quiero tras las rejas, va a pagar esto.
Cristian dio un asentimiento.
—Llevenselo de aquí — ordenó, Cristian, a su cuerpo de seguridad.
Marcelo, se acercó a Keily, para ayudarla a ponerse de pie. Lo hizo sosteniendo su cintura, ella rodeo el cuello con uno de sus brazos.
—Te juro que vas a pagarme esta golpiza que me diste, bestia — amenazó, aquel hombre.
—Dónde y cuando quieras, animal — rugió, Marcelo con los dientes apretados, mirándolo fulminante —. Tengo deseos de hacer algo con tus manos, pues intentaron tocar lo que no han debido — Marcelo sonrió, recordando algo que había hecho hace mucho tiempo cuando estaban secuestrados —. Créeme, uno lo intento y no le fue muy bien.
El hombre se quedó callado y los de seguridad lo arrastraron a la salida.
—Marcelo, yo...
—Dije, que yo me encargo, Danna.
Danna, sabía que no podía dejar a Keily en esas condiciones. Sin embargo, no pudo hacer nada. Marcelo, no dio su brazo a torcer.
Marcelo, colocó la mano que tenia libre en la mejilla de Keily y, luego, en la frente.
—¿Cómo te sientes?
—Estoy bien... — soltó, Keily, con voz gruesa, trataba de imitar a Marcelo. Se echó a reír a carcajadas —. Yo siempre estoy bien.
Elena y Danna, apretaron los labios para no reír y Cristian sostuvo el puente de su nariz para no burlarse de su amigo.
Marcelo, apretó su mandíbula.
—Abre los ojos — ordenó, Marcelo hacia Keily.
Ella volvió a reír.
—No puedo — manifestó, sincera.
Él levantó sus párpados y ahí fue que se dio cuenta.
—Estas drogada — dijo él, seriamente, estaba enojado.
—Si, es eso — respondió ella, mareada —. Son los síntomas, recuerda que sé mucho de ello.
—Te ayudo a caminar — ofertó, él.
Ella negó con la cabeza, aferrándose más al cuello del rubio.
—¡No quiero! — dijo, como niña pequeña —. Quiero que me cargues.
Él la miró, respiró profundo y accedió a su pedido. La cargó como si de una princesa se tratara.
Elena, agarró el bolso de Keily y en ningún momento se lo entregó.
Marcelo, se dirigió a su auto con la pelinegra en brazos.
La colocó en el asiento del copiloto y le puso el cinturón de seguridad.
—No entiendo, ¿Porqué consumiste drogas?
Estaba enojado. Cerró la puerta del copiloto y, unos segundos después, ya estaba en el lugar del conductor.
Estaba frustrado, tenía tantas cosas en la cabeza. Conducía en silencio, tratando de entender.
—Yo no consumí nada — murmuró, Keily, luego de unos minutos, tenía su cabeza recostada. Marcelo la miró con el ceño fruncido, mientras conducia —. Ni siquiera estaba tomando alcohol.
—¿Qué quieres decir con eso? — Preguntó, confundido.
Orilló el vehículo para poder verla y prestar atención.
—Elena y yo, solo tomamos cidras de frutas, Marcelo.
— ¿Eso quiere decir que te drogaron? — Preguntó, con los dientes apretados.
—Alguien puso algo en mi bebida — le costaba mucho hablar, se estaba quedando dormida.
Marcelo, tomó su celular y llamó a Cristian. Después de dos tonos, este respondió:
☎️
—Quiero que investigues quien servía los tragos en la mesa donde estaba Keily y sus compañeros de trabajo, por favor.
—¿Qué pasa? ¿Keily, esta bien?
—Alguien la drogó a propósito y quiero saber quien fue.
— Eso es grave — soltó un suspiro —. Elena, me dijo que no tomaron alcohol.
— Si, eso me dijo Keily — concedió, mientras la miraba, su perfil estaba de lado y su abundante cabello negro, a un lado de su costado —. Quiero matar a quien está haciendo todo esto. Le quieren hacer daño.
—Te escucho a punto de estallar, Marcelo. Debes tranquilizarte.
—Estoy harto de toda esta mierda, Cristian.
—Voy a investigar lo que me pediste.
—Cualquier cosa, me informas, por favor.
—Cuenta con eso.
Terminaron la llamada y Marcelo, revisó que Keily estuviera bien, sin embargo, la sentía muy fría. Quiso preguntarle una y otra vez la dirección de donde se estaba quedando, pero no respondió.
—¡Maldita sea!
Se propuso conducir rápidamente hacia su casa y allí, cargó a Keily entre sus brazos para llevarla a su antigua habitación, aquella que compartían juntos.
—Prepara una bebida caliente, esta muy fría y sus labios no tienen el tono de siempre — pidió, urgido, hacia Martina, mientras subia muy de prisa las escaleras con Keily en brazos.
—¡Dios mío!
Mientras Martina hacia lo suyo, el rubio, quitó la ropa que llevaba puesta y puso algo cómodo.
Unos minutos más tarde, la obligó a tomar el té que le habían preparado y se durmió.
Marcelo, la observaba desde el sofá que había frente a la cama. Sus codos descansaban en sus rodillas, mientras que sus dedos estaban enlazados.
—Tienes muchas cosas que explicarme, Keily — murmuró, suavemente —. Y muy pronto tendrás que hacerlo.
Keily, comenzó a moverse y él se acercó para ver que todo estuviera bien.
Tocó su frente para ver que la temperatura estuviera bien y se acostó a su lado observándola detenidamente, detallando cada espacio de ella.
Ella, al sentir y extrañar el calor, del hombre que amaba, de manera inconsciente, se subió sobre él y colocó de la misma manera que cuando dormían juntos.
Se acomodó tanto, que continuó dormida, mientras que Marcelo, extrañaba tanto esa forma de ellos estar que, por primera vez en muchos meses, se quedó dormido, abrazándola, como antes.
A la mañana siguiente, Keily despertó primero y se dio cuenta de que estaba sobre Marcelo, que había pasado una noche con él.
Su corazón latió con fuerza al detallar el rostro dormido del hombre que amaba. Por inercia, lentamente, llevó una de sus manos a las mejillas y luego a los labios de él.
De pronto, el deseo de besarlo, se apoderó de ella, tenía tanto tiempo sin hacerlo, sin sentir el calor de su esposo que no pudo evitarlo.
Nada malo podría pasar, Marcelo estaba profundamente dormido.
Acercó sus labios a su esposo y dio un fugaz beso en la mejilla, pero, al ver que no se movía, besó los labios de aquel hombre que vivía en su cuerpo, en su corazón y en su alma, aunque estuvieran separados.
Se le cristalizaron los ojos y estuvo a punto de sollozar, pero prefirió besarlo una vez más.
—No sabes cuanto te amo —susurró, solo para ella. Le dio un último beso y, de manera lenta, se puso de pie.
Sabía que no debía cometer errores porque pondría en riesgo toda su familia, sus seres queridos y eso no podía ser posible.
Buscó su boldo en la habitación y no lo encontró, luego tomó de su guardarropa, unas sandalias cualquiera en las manos y salió de la habitación como rayo, encontrándose con Martina en el camino.
—Debo irme — dijo, con urgencia, sin detenerse.
—¿No vas a desayunar?
—No...
—Llamé al muchacho guapo para que pasara por ti, pero no sé si ha llegado.
Keily, dio un beso en las mejillas se Martina, agradeció y salió corriendo hacia la salida, mirando en todas las direcciones. Era observada desde los grandes ventanales de la casa Sandoval Andersson.
Ya en la salida de la gran mansión, Keily se detuvo abruptamente al mirar aquel hombre que la esperaba.
—Nunca pensé que te iba a ver en esas condiciones, mi Lirio hermoso — soltó Ángel al ver las fachas de esa mujer —. Pero entiendo el dicho que dice: "Cada día se verán cosas nuevas y peores"
Keily, se miró a sí misma y se puso roja de la vergüenza cuando se dio cuenta de que estaba con un pijama de short cortos y las sandalias en las manos.
—Cállate y llévame a casa — soltó subiendo al auto muerta de la vergüenza —. Extraño mucho a mi bebé.
Ángel, sonrió y subió al auto.
—Perdí mi bolso — informó, inmediatamente.
Él la miró y luego le pasó su bolso.
—Lo tenía Elena y pasé por él antes de venir. Has tenido mucho tiempo fuera del radar y no nos conviene.
Ella mordió los labios.
—¿Y si lo dejamos así hasta que hable con Marcelo?
El Ángel, negó.
—No te preocupes, te protegeremos en ese momento, ese imbécil del extorsionador, no sabrá de mi sobrino.
Ella dio un asentimiento y encendió su celular.
—Gracias, Ángel — agradeció, la pelinegra con una sonrisa.
—No me agradezcas nada. Mi familia es lo más importante y siempre velaré por que estén bien.
—¿Incluyendo a Marcelo?
—Incluyendo a ese idiota — gruñó, mientras conducia.
— Es tu hermano.
— Si, como digas — Keily, sonrió —. Ahora cuéntame lo que sucedió anoche.
—Pues verás...
Ella le contó todo y él solo escuchaba con gesto inexpresivo, mientras analizaba todo. Pues no podía perder ningun detalle.
Ya en la casa, Keily mimaba a su pequeño hijo.
—¿Cómo ha estado el bebé más precioso del mundo? — lo arrullaba con ternura, con amor —. Mami, te ha extrañado mucho, mi cielito precioso.
En esa ocasión, el bebé abrió sus ojos y la sonrisa de Keily, creció más.
—No puedo creer que seas tan guapo, mira esos ojos, tan iguales a los de tu padre...
—Y a los de su abuela — intervino, Amanda, entrando con una sonrisa a la habitación —. Esta familia solo está compuesta por personas guapas.
Keily, sonrió.
—No contradigo verdades.
—¿Y cómo te fue anoche, cariño?
Keily, le contó todo lo que había pasado.
—Algo me dijo Angel — habló —. También, me dijo que hoy hablaras con Marcelo y le dirás que tiene un hijo.
Keily, asintió.
—Creo que merece saberlo y disfrutar de su hijo como lo hacemos nosotros.
Amanda dio un asentimiento, pero su tristeza era evidente.
—Tienes razón, cariño.
—¿Pasa algo? ¿Cree que no es tiempo?
—Al contrario, corazón, creo que es tiempo — dijo, sinceramente —. Lo que pasa es que yo también quiero que todo esto pase y disfrutar de mi hijo, decirle que lo amo y él lo es todo para mi al igual que Angel, Danna y mi nieto.
Keily, sonrió, conmovida. Se acercó a su suegra y le puso una mano en su brazo en señal de apoyo.
—Prometo que voy a ayudarte — manifestó segura la pelinegra —. Pronto harás eso con tu hijo.
Amanda, miró y sonrió hacia Keily con mucho agradecimiento.
—Eres un sol, cariño. Mi hijo no pudo elegir mejor a mi nuera.
—Gracias, Amanda. Esperemos que el divorcio, no siga su curso porque de ser así...
—Yo misma me presentaría frente a Marcelo y le diría la verdad — anunció, la señora rubia —. No voy a permitir más desgracias en esta familia.
Keily, soltó un suspiro profundo.
—Gracias por apoyarme.
—No agradezcas.
♡
Unas horas más tarde, Keily, tuvo que dejar el bebé con Amanda, pues Sarah había salido a Toluca a resolver unos asuntos, informó que volvería pronto.
En True Style, específicamente, en la oficina presidencial, se efectuaba una reunión entre los dos hermanos.
—Se te ha hecho costumbre venir mucho por aquí — soltó, Marcelo, indiferente.
—Solo superviso los proyectos que tienen en común las empresas — expresó, Diego.
—Creo que solo vienes para ver por donde puedes atacar, ¿Me equivoco?
Diego, sonrió.
—Solo cumplo con mi deber, hace unos días estuve a punto de demandar tu empresa y como otros proyectos han salido quise ver si ya iniciaron.
—Que eso no te quite el sueño — aconsejó, Marcelo.
—Soy tú y busca la solucion a las firmas de tu accionista mayoritario por que de cometer un soló error más, te demandaré, lo sabes, ¿Verdad?
Marcelo, sonrió, a punto de responder.
—Eso no será necesario — intervino, Keily, entrando a la oficina con porte seguro —. Ya eso no será un problema, Diego.
Ambos hombres se quedaron observándola, portaba un lindo vestido color pastel que llegaba un poco más arriba de sus rodillas. Destacaba todos sus atributos.
—¡Qué grata sorpresa! — continuó, Diego, embobado.
Marcelo, solo podía mirarla a ella también.
—¿Cómo estás, Diego? — Preguntó, ella, cordial.
Él se acercó a ella y le propinó un beso en la mejilla, gesto que no le agradó a algunos.
—Estoy mucho mejor ahora que te veo.
Para nadie era un secreto de que Diego, estaba coqueteando con Keily, lo peor de todo era que lo hacía delante de Marcelo para molestarlo. Aunque, también creía que había ganado terreno con la pelinegra por la ocasión de que ella se dejó besar por él en aquel jardín.
—Bueno, ¿A qué se debe esta reunión tan relámpago?
Marcelo, miró a Keily.
—¿Y a mi por que no me saludas con un beso? — Preguntó, el rubio, celoso.
Ella lo observó y sonrió levemente.
—Lo hice esta mañana, no creo que haya la necesidad de un segundo saludo.
La miró.
—Tienes razón – soltó, Marcelo con malicia —. No hay necesidad de un cuarto o quinto saludo.
La cara de la pelinegra se puso roja de la vergüenza. Sabía que Marcelo, hablaba de los besos que ella le dio en la mañana y que posiblemente la había escuchado decirle que lo amaba.
Consideraba que había metido la pata y no podía darse el lujo de cometer un error, pues la seguridad de sus seres queridos, estaba en juego.
—¿De qué hablan? — Preguntó un confundido Diego.
Aunque para él no pasó desapercibido las palabras de doble vía de sus socios.
—Iniciemos la reunión, por favor, tengo cosas que hacer —ordenó, la única mujer en la sala.
Marcelo, no pudo evitar sonreír.
—Vengo a darle seguimiento a los proyectos que vienen de empresas Sandoval.
—Esos proyectos están de viento en popa — respondió, Keily, cruzando sus piernas con elegancia —. Esta vez, no te daré el gusto de demandar mi empresa.
Keily, lo miró desafiante y Diego, tragó saliva con tal hecho.
—Sabes que esos son afanes del oficio, no era mi intención, hice lo posible porque la demanda no procediera.
—Estoy segura que hubieras podido hacer más — soltó con seguridad –. Casi me metes en problemas legales y a tu hermano también.
—Sabes que no te lastimaría, Keily — dijo, sinceramente.
Marcelo, se tensó.
—Hay ocasiones que lastimamos sin querer, Diego — manifestó, con pesar —. Son situaciones que no podemos evitar, que se escapan de nuestras manos.
Marcelo, se sintió identificado y recordó aquella ocasión que discutió con Keily y se dijeron cosas muy hirientes y las otras veces que lo hizo sin pensar.
Se hizo un silencio entre los tres que hacia muy pesado. El teléfono de la oficina comenzó a sonar, salvando el momento tenso que se había creado.
—¿Qué pasa, Sora? — La chica dijo algo —. Dile que voy en un minuto.
Unos segundos después, cerró la línea y miró a las dos personas que tenía enfrente.
—Tengo que recibir unos clientes que han llegado de Suiza — explicó, Marcelo —. Solo les daré la bienvenida.
Los dos dieron un asentimiento.
—Si quieres cancelamos aquí y…
—Esperemos — pidió, Diego —. Así hablamos un poco.
Marcelo, estaba con su habitual gesto pétreo.
—No hay problema.
—Trataré de ser breve – agregó, Marcelo, poniéndose de pie.
—No te preocupes, estaremos bien — soltó, la única mujer.
Marcelo, salió de la oficina y ellos se quedaron platicando.
—Keily — comenzó, Diego —. Estas hermosa.
—Gracias.
—Supe que te vas a divorciar — lanzó, desesperado, Keily lo miraba seriamente.
—Es posible, si.
—Quiero luchar por ti, ¿Crees que tenga alguna oportunidad?
Ella respiró profundo.
—Sabes que no, Diego.
El corazón del pelinegro, cayó de picada.
—No soy el mismo de antes, tengo una empresa, he entendido muchas cosas, sobretodo que te amo. Te daría todo, joyas, propiedades, riquezas.
—Ya te dije cuales eran mis sentimientos por ti.
—Dejaste que te besara, muñeca, sentí que volvía a la vida con tan solo rozar tus labios.
—Siento mucho todo esto, pero nunca respondí a tus besos, lo hice que un fin.
—Aún no entiendo tu juego — soltó, exasperado —. Le dijiste a Marcelo que te habías metido conmigo, siendo totalmente falso…
—Cosa que tu aprovechaste para empeorar la situación, para lastimarlo.
—Me dio mucho gusto romperle el alma con eso.
—Tarde o temprano, sabrá la verdad…
—Solo espero que sea muy tarde, mi muñeca amada — dijo, sarcástico —. Él cree que fuiste mía y eso es suficiente.
Keily, lo miró.
—Y tú tendrás que vivir con la idea de que nunca he sido ni seré tuya, de que me enamoré perdidamente de tu hermano, ese que tanto odias, que es el único hombre que he amado y que me entregaría una y otra vez sin pensarlo —. Soltó, uja palabra tras otra —. Me casé con él sin pensarlo dos veces y lo volvería a hacer si fuera necesario. Es algo que nunca podrás evitar.
Diego, apretó los labios en una línea recta. Estaba enojado por no lograr su objetivo con la pelinegra.
—Yo puedo hacerte feliz, tengo la empresa y…
—Eso a mi no me importa, Diego. No estoy enamorada de la empresa Sandoval. Estoy enamorada, amo a Marcelo Sandoval, como persona, como mi esposo, como todo.
—Entonces, ¿Por qué lo engañas? ¿Cuál es tu juego?
Ella lo miró.
—Es un juego en donde no me puedo mover con libertad — dijo con rectitud —. Un juego en donde, lamentablemente, soy un simple peón.
Ambos se quedaron en silencio y cuando Diego iba a decir algo, entró Sora para informarles de que Marcelo no podría llegar a tiempo para reunirse con ellos. La chica se marchó, inmediatamente.
—Voy a luchar por lo nuestro.
Keily, había escuchado tanto esa frase que no dijo nada más.
—Hasta luego, Diego.
—Hablemos...
—Tengo cosas que hacer, hablamos luego.
—Te invito a cenar.
—No…
—Esta bien, pero no voy a dejar de insistir.
No dijo nada.
Ella esperó a que él saliera primero de la oficina, pues no lo dejaría solo allí, puesto que, no permitiría que le hiciera daño con algún documento o algo a Marcelo.
Keily, va a su oficina y habla con Elena y Danna, sobre el encuentro de la tarde en donde Marcelo conocería a su hijo.
♡
Los nervios se hacían notar desde la habitación de Elena, allí estaba las todas, incluyendo a Amanda quien no quería perderse la reacción de su hijo al saber que es padre.
—Entonces, ya esta aquí, Elie — soltó, la pelinegra, nerviosa.
Elena, sonrió al igual que las demás.
—Hace más de media hora que esta aquí, Kei, solo que tu no has querido salir.
Ella, tragó saliva.
—¿Y si no quiere a mi bebé? ¿Y si cree que no es de él...?
Amanda, se acercó a ella con una sonrisa.
—No pienses en eso, cariño.
—Usted sabe que él cree que lo engañé con Diego y puede pensar que es suyo.
La pelinegra estaba realmente nerviosa.
—No sabrás nada hasta que salgas ahí y le cuentes — agregó, Danna, era quien tenia a su sobrino en brazos.
Keily, respiró profundo.
—Muero si me dice que no es suyo —lloriqueó, ella en busca de su bebé.
—Debes tranquilizarte, hija...
Ella hizo un par de respiraciones y se armó de valor.
—Voy a verlo, cuiden de mi hijo, por favor — hablaba rápidamente.
—Es nuestro sol, por supuesto que lo cuidamos — expresó, Amanda.
Ella dio un asentimiento, abrazó a su amiga, dio varios besos al bebé y fue hasta donde se encontraba Marcelo.
Elena lo había llevado al jardín y allí estaba a la espera, hablando con Cristian.
Cuando ella llegó a donde estaban, ambos se pusieron de pie.
—Buenas tardes — saludó, ella.
—Mujeron andante — caminó el castaño para abrazarla —. Cuanto había extrañado estos abrazos.
—Yo también, mi Cris — dijo, ella feliz.
Unos segundos después, se separaron.
Marcelo, la observaba inexpresivo.
—Bueno, debo voy con mis mujeres — comenzó, Cristian. Mientras caminaba hacia la entrada de la casa, sin detenerse, continuó —. Hablen mucho... bueno hagan mucho y hablen poco, por favor, que nos tienen hartos y sufriendo con su separación.
Marcelo, aclaró su garganta y Keily, se puso roja.
—Ya lárgate, idiota — gruñó, Marcelo.
Cristian que ya no se veía desde el jardín porque estaba en el interior de la casa, gritó:
—¡Estas en mi casa, gran idiota!
—¡Y tú estás en la mía, superman! — exclamó, Elena, desde el segundo nivel.
—¡Estrellita! — refunfuñó, el castaño.
Elena rió como una loca, contagiando a algunos.
Marcelo y Keily, observaban y eran felices con la forma de ser de sus amigos.
Keily, volvió la vista hacia el rubio quien tenía una mini sonrisa en los labios mirando hacia donde se suponía que estaba su amigo.
Ella respiró profundo y él la miró.
—Siéntate — pidió él haciendo un ademán, a la silla que estaba a su lado.
Keily, trago saliva, aun estaba nerviosa.
—Gracias.
Ambos, se sentaron y se quedaron mirando por algunos segundos.
—¿Y bien, Keily? — comenzó él —. Aquí estoy.
—Sé que debemos hablar sobre los trámites del divorcio — manifestó, no pudo evitarlo, estaba dolida —. Mandaste a tu abogada a mi oficina, pero entiendo que no hay problemas de comunicación entre nosotros, Marcelo.
Él la miraba inexpresivo.
—¿Cuando fue eso?
La pelinegra, lo miraba confundida.
—Ayer.
Marcelo, respiró profundo.
—No fui yo que la he mandado — se sinceró él.
Ella frunció el ceño, pues no estaba entendiendo nada.
—¿Entonces? — Preguntó, ella.
—Tengo muchas cosas que explicarte sobre eso — respondió él con calma —. Pero antes necesito que hables tú.
Ella mordió sus labios, acto que él disfrutaba. Dio un asentimiento y fue al grano.
—Voy contarte algo, pero antes quiero que me prometas que no harás preguntas, que te conformarás solo con lo que pueda decirte.
Marcelo, frunció el ceño.
—¿Por qué? — ella sonrió y el también lo hizo —. Tampoco puedes decirme — ella apretó los labios —. ¿No me tienes confianza?
—Si hay alguien en quien confío ciegamente es en ti, Marcelo — respondió, ella con seguridad —. No es cuestión de confianza.
Marcelo sabía que algo pasaba, sabía que la apariencia física de la pelinegra había cambiado un poco, para él seguía siendo la mujer más preciosa del universo, sin embargo, sus ojos seguían siendo ese cristal del que se había enamorado.
—Trataré de no hacer preguntas, pero no prometo nada — dijo, él con una mini sonrisa que ella correspondió —. ¿Y bien?
Ella respiró profundo.
—Esto que voy a decirte no tiene que cambiar nada entre nosotros, lo hago por que tienes todo el derecho saberlo.
Marcelo, frunció el ceño.
—¿De qué se trata? — Preguntó, enderezado un poco su postura.
Las manos de Keily, comenzaron a sentirse frías.
—Cuando me marché de casa hace unos meses — su corazón iba a toda velocidad —. Tenía catorce semanas de embarazo.
Marcelo abrió los ojos en sorpresa.
—¿Cómo? — Preguntó, evidentemente confundido. Tardó un poco en volver en si —. ¿Pero porqué no me dijiste nada?
—Me enteré cuando apenas tuviste el accidente, luego de eso, sucedió lo de Mónica, los problemas entre nosotros y...
Sus ojos comenzaron a cristalizarse.
—Siento mucho el no habértelo dicho, pero no podía...
—Supongo que las razones no puedes dármelas — soltó, exasperado y poniéndose de pie.
Ella negó con la cabeza, tenia su mirada clavada en el piso.
—¿Qué pasó con él? — Indagó, confundido, nervioso —. ¿Lo perdiste?
La desesperación se escuchaba en la voz de Marcelo.
—Claro que no — respondió, poniéndose de pie.
Marcelo seguía cada uno de los movimientos de ella, estaba confundido y su mirada estaba cristalizada.
—¿Entonces...? — No sabia que decir —. Para este tiempo tendrías que...
—Hubo muchas complicaciones en todos estos meses — interrumpió, entre sollozos, recordando todo lo que había vivido —. Creí que iba a perderlo, pero pudimos llegar a las casi veintinueve semanas y...
Ella no pudo continuar.
Marcelo, la miraba y una lagrima bajo por su mejilla, la limpió rápidamente y se acercó a ella para abrazarla. Sabía que todo esto le costaba, que ella atravesaba por algo tan grande y difícil.
—Pensaba que no iba a lograrlo, pero, nació siendo un bebé muy fuerte.
Ella se aferró a él como si la vida dependiera de ello. Lo necesitaba.
—Yo sé que entre nosotros hay muchas cosas que aclarar — dijo entre sollozos, sin levantar la cara del pecho de Marcelo —, pero te juro que es tu hijo y estoy dispuesta a que le hagas un prueba de paternidad.
Él la separó lentamente e hizo que lo mirara.
Con sus miradas conectadas, acunó el rostro de ella y habló:
—Si tu me dices que es mio, yo te creo — ella sonrió y otra lágrima descendió por su mejilla —. ¿Es mio?
Ella dio un asentimiento.
—Es tuyo — respondió con una sonrisa.
La sonrisa que Marcelo tenía en el rostro, no la había tenido nunca antes. Sostuvo a Keily por la parte de atrás de su cuello y la abrazó de pronto.
Miró hacia el cielo, buscando en su memoria lo bueno que había hecho para merecer tanto. Agradeció a su dios en silencio por aquello.
—Quiero verlo — dijo, de pronto separándose de ella, pero nunca soltó sus manos —. ¿Qué es? ¿Es un niño o niña? Creo que es niño, por que dijiste que era mi hijo... ¿Lo trajiste contigo?
Hacia una pregunta tras otra, estaba feliz, no podía creer que era padre.
—Cálmate — pidió, ella en un susurro, mientras acunaba el rostro de Marcelo con sus manos. Los dos se miraron a los ojos y sintieron tanto —. Es un niño precioso y fuerte así como tú.
Marcelo, no pudo evitar reír, sus ojos seguían cristalizados.
—¡No puedo creerlo! — llevó, sus manos a la cabeza. Estaba incrédulo —. ¿Puedo verlo?
—Por supuesto, es tu hijo — respondió ella con una sonrisa —. Te llevó, esta dentro.
La miró sorprendido para luego, mirar a la casa.
—¿Está aquí?
Ella dio un asentimiento.
—Vamos.
Ella comenzó a caminar, adelantando algunos pasos, pero él la alcanzó y sostuvo su mano.
Ella miró sus manos y luego dirigió la mirada a sus ojos azules.
Sus labios no podían pronunciar una sola palabra, pero esa mirada y los latidos de sus corazones, lo decían todo.
No hicieron más que eso, mirarse y caminar juntos a donde se encontraba el niño.
Al llegar a la habitación, Keily, se adelantó un poco y abrió la puerta. Allí estaba Elena, con au hija en brazos, mientras que el bebé de Keily, se encontraba en la cuna dormido.
Elena, sonrió al ver a Marcelo, buscar con la mirada insistente a su hijo.
—Aquí está — dijo, suavemente, la pelirroja.
Keily, volvió a tomar a Marcelo una de sus manos, se había quedado congelado en su lugar. Tiró de él lentamente y juntos se posicionaron al lado de la cuna.
Marcelo, sonrió ampliamente al ver a su pequeño en aquella enorme cuna.
Keily, se inclinó para tomar el bebé en brazos, le dio un beso en la frente para luego, colocarlo despacio en brazos de su padre.
—Es mi hijo — dijo, con una felicidad nata, algo que rara vez le ocurria —. Es el mismo bebé que tenía en brazos el día de ayer.
—Asi es, Marcelo — respondió, Elena, con una pequeña sonrisa y los ojos cristalizados —. Keily, quiso que lo vieras, aunque desconocieras que era tu hijo.
—Dios, tuve a mi hijo en brazos y le di de comer y no sabía...
Estaba incrédulo.
Marcelo la miró a su esposa y sonrió de boca cerrada.
—Quería que nuestro hijo estuviera cerca de su padre — explicó, con las mejillas coloradas —. Sé que debí hablar contigo antes, pero...
—No pudiste — completó, él —. No sé cuales fueron tus razones de ocultarme las cosas, pero te entiendo y voy a esperar el momento en que decidas aclararme las cosas.
Ella dio un asentimiento.
Marcelo, volvió a mirar a su hijo, no podía creer que fuera suyo y de la mujer que amaba. Dio varios besos en la frente de su hijo.
—Eres un niño precioso — el bebé comenzó a moverse y fruncir el ceño quería llorar —. No llores, mi amor, estas con papá.
Los ojos de Keily, se cristalizaron al igual que los de Amanda y Danna, que observaban todo desde el pasillo que daba al guardarropa. Elena decidió retirarse e ir con Cristian para llevarle a su hija.
—Creo que es hora de comer — informó, la pelinagra con el corazón pleno, lleno de felicidad por lo que estaba experimentando.
—Esta fuerte — dijo, Marcelo con orgullo —. No parece ser un niño que nació antes de tiempo.
—Desde que comencé a presentar complicaciones en el embarazo, tuve un equipo médico sobre mí, me mantenían en vigilancia todo el tiempo y cuando nació, varios especialistas lo han evaluado periódicamente y todo ha estado muy bien con él.
Marcelo, dio un asentimiento.
—Quiero saberlo todo — le hizo saber.
—Todo a su tiempo — respondió ella.
El niño comenzó a llorar fuerte y ella se preparó para darle de comer directamente del seno.
—Voy a darle de comer — informó, ella y Marcelo, asintió.
—¿Quieres que te deje sola?
—¿Quieres irte?
—No — respondió, rápidamente —. Quiero ver como le das de comer.
—Entonces, quédate.
Ambos, sonrieron sintiéndose en paz, por lo menos unos momentos.
Keily, tomó al bebé y lo colocó en una posición en donde pudiera tomar el seno sin problemas. El niño comenzó a comer inmediatamente haciendo que su padre sonriera.
—¡Es un comelón! — exclamó, con la misma sonrisa —. ¡Mira como come...!
Marcelo, parecía un niño pequeño mirando a su hijo.
—No puedo creer que sea nuestro hijo — volvió a repetir lleno de orgullo —. Te ves preciosa con el bebé en brazos, siendo madre.
Keily, sonrió bonito.
—Tú te ves muy guapo, siendo padre, Marcelo.
Los dos se quedaron mirando por algunos segundos, hasta que el niño llamó la atención de los dos al alar fuerte el seno de su madre, haciéndolos reír.
Unos minutos después, ya Keily, había terminado de darle de comer y le dio palmada en la espalda para que salieran los gasesitos. Marcelo, disfrutaba con tan solo mirar el proceso.
— Ya esta listo, ¿Quieres...?
—Por supuesto — respondió sin esperar a que ella terminara de hablar. Se puso de pie para tomarlo en brazos —. ¿Se durmió?
Keily, sonrió, mientras se acomodaba la parte descubierta de su ropa.
—No lo creo. Es un perezoso para abrir los ojos, pero pronto habrá que cambiarle el pañal y ahí si dormirá muchas horas.
Marcelo, arrullaba a su hijo.
—Soy tú papá, mi amor — arrullaba él mirándolo y paseándose por toda la habitación —. Te voy a enseñar a jugar fútbol, béisbol, lo que quieras...
—Para eso falta mucho.
Marcelo, sonrió. Mientras lo miraba y se quedó pensativo por algunos segundos.
—¿Qué nombre le pusiste?
Ella se mordió el labio inferior.
—David.
A Marcelo, le brillaron los ojos, era tanto lo que sentía que no podía expresar el grado de felicidad que estaba experimentando.
Sonrió tan sinceramente. Miró a su hijo, que aún permanecia en sus brazos.
—David, tienes un nombre muy especial, significa amado — respiró, profundo, estaba anonadado con su hijo —. Tienes el nombre de mi padre biológico, David. David Sandoval.
Keily, sonrió.
El niño, frunció el ceño, está vez trató de adaptar sus ojos a la luz y poco a poco los fue abriendo.
Marcelo, sonrió por defecto.
—Tiene los ojos azules, como los míos — confirmó, el rubio. Estaba tan orgulloso que sentía que no cabía en su propia ropa —. Es idéntico a mí.
—Tiene los ojos de cielo, igual que tú — manifestó, Keily, mirándolo con una pequeña sonrisa.
Sus miradas conectadas, lo decían todo. Sin embargo, el toque de la puerta hacen que ellos vuelvan a su realidad.
—Adelante — dijo, Keily, llevando su vista a la puerta.
Era Angel.
—Discúlpenme que los interrumpa, pero necesito hablar contigo unos segundos, Keily.
Ella dio un asentimiento. Tenía claro de que si Angel se lo pedía, era urgente.
Volvió su mirada hacia Marcelo.
—¿Puedes esperar un momento, por favor?
Él dio un asentimiento, su rostro permanecía inexpresivo.
—Me quedaré con nuestro hijo. Ve sin preocupaciones.
Ella asintió. Se acercó a su hijo y dio un beso en la frente.
—Mamí viene en unos minutos, mi cielito — murmuró, con una pequeña sonrisa —. Te quedas con papí, sé un niño bueno, mi amor.
El bebé trataba de buscar el sonido de la voz de su madre. Era un amor.
Unos minutos, Keily, salió y fue a donde se encontraba Ángel.
—¿Qué sucede?
—Tú línea de rastreo esta muy activa — informó, seriamente.
—¿Lo dejaste activo aquí? — Preguntó, preocupada.
—No te preocupes, Orlando ha bloqueado el rastreo, para el extorsionador estas en True Style.
Soltó un suspiro lento.
—No quiero que sepa de mi hijo, Ángel.
—¿Y cómo piensas evitarlo? —Pregunto, seriamente —. Le contaste a Marcelo, Kei. ¿Cree qué él se quedará callado? Sólo basta con verlo como está. Esta que revienta de la felicidad.
Sonrió
—Yo estoy muy feliz también — manifestó con una sonrisa que Ángel correspondió —. Verlos juntos, era mi mayor anhelo.
—Me da gusto verte sonreír, mi Lirio.
—Gracias, grandulón.
Se hizo un silencio entre dos.
—Lee los mensajes quebte ha puesto.
Tomé el celular en las manos y abrí la bandeja de entrada. Fruncí el ceño:
"Hoy estoy de buen humor, mi panterita".
"¿Sabes porque eres mi panterita?"
"Mmmmm"
"Un día decidí llamarte así porque eres una fiera".
"Me golpeaste y desde ese día quedé fascinado contigo".
—Aquí hay una pista de quien es — dijo, Keily —. Dice que lo golpeé y que desde día, quedó prendado.
—¿A quien has golpeado, Kei?
—He golpeado a mucha gente.
—Aquí nos da la pista de que es hombre y lo golpeaste. Has memoria.
Me quedé pensando y no me llega nada.
—Podría ser Diego, a él lo golpeé cuando nos conocimos.
—Puede ser —dijo, pensativo —. Puede que el golpe haya sido emocional.
Por más que intentó recordar no pudo, no llegaba nada.
—No sé — dijo desesperada.
Ángel, se dio cuenta.
—No te preocupes por ahora, haremos algo para que se descubra solo — puso una mano en el hombro de la mujer —. Ve con Marcelo y mi sobrino y no te preocupes por que se enteren de que es tu hijo, lo vamos a proteger.
—Tengo miedo — manifestó.
—Vamos a cuidarlos, así que es hora de que todo empiece a acomodarse y no vamos a esperar el consentimiento de un cobarde, un desgraciado que disfruta del dolor de los demás.
—Eso quiere decir...
—Que hablaré con mamá y le diré que es el momento de empezar a planear su encuentro con su hijo mayor. Sin embargo, necesito a alguien de confianza que pueda ir donde sea sin sospechas
La pelinagra, sonrió, nerviosa.
—Santo cielo, Ángel...
—No será fácil para él, tendrá que enterarse de tantas casas que ignora.
Keily, sonrió.
—No será fácil, pero estaremos nosotros para apoyarlo.
El pelinegro dio un asentimiento.
—Ahora ve con ellos, iré con Orlando, quiero que hagamos algunas cosas.
Keily, abrazó en agradecimiento a Ángel.
—Gracias por todo.
—Ya vete.
Soltó riendo.
Eso hizo, fue a la habitación en donde se encontraba Marcelo y su hijo.
Cuando abrió la puerta, se encontró a Marcelo aún con su hijo en brazos, el niño estaba dormido.
—¿Tiene mucho tiempo dormido? — Preguntó con una sonrisa.
Marcelo, sonrió.
—Hace unos minutos —susurró —. No quiero acostarlo, temo que si lo hago, despierte de un sueño y no quiero hacerlo.
—Esto no es un sueño — susurró ella, con una sonrisa —. Tienes un hijo que se parece mucho a ti.
—Es nuestro hijo — dijo, mirándolo —. No puedo creer que no me haya dado que estabas embarazada.
Keily, sonrió bonito.
—Me decías que tenia un brillo especial en la mirada — recordó, ella.
Él sonrió.
—Si, estabas más preciosa de lo normal y eso es mucho que decir
Keily, se sonrojó un poco.
El bebé hizo un pequeño sonido, haciendo que sus padres, lo miraran.
—Es momento de acostarlo — expresó, Keily.
Marcelo, se dirigió a la cuna y lentamente, lo acomodó allí. Keily, le ayudó a ponerlo de ladito, era su postura favorita.
Marcelo, lo miró dormir por largo tiempo, en silencio.
—¿Puedo saber en donde estas viviendo ahora? — Preguntó, aún mirando a su hijo.
La pelinegra de ojos avellanas, mordió sus labios, mirándolo.
El rubio, sonrió.
—No puedes decirme — determinó —. Por eso me citaste aquí.
—No puedo — informó, con pesar.
—Quiero saberlo, ocuparme de las necesidades de mi hijo, de las tuyas — manifestó.
—No es...
—Para mi si lo es, Keily – interrumpió, con calma —. Y aunque ahora no me puedas decir dónde se están quedando, tendremos que ponernos de acuerdo porque quiero ver a mi hijo.
Keily, pensaba en Amanda y Danna, aun no le decían la verdad a Marcelo y si él frecuentaba la casa podía descubrir la verdad de una mala manera.
Sabia que ambas rubias estaban cerca, quería consultar primero su opinión, pues no quería que dar una respuesta.
—Comprendo — manifestó, pensativa —. Mañana nos ponemos de acuerdo, ¿Si?
Marcelo, dio un asentimiento.
Los dos se quedaron en silencio hasta que llegó el momento de despedirse. Marcelo, no quería dejarlos ir.
—Aún no puedo creer que sea tú hijo, Marcelo — soltó, Cristian, incrédulo —. Lo tuviste en tus brazos sin saber nada.
—Esa era la idea, cariño — dijo, Elena, con una sonrisa.
—Tú no me hables, sabias todo y no me dijiste nada.
— No seas malo con Elena, ella solo guardó mi secreto.
—De seguro que a estas alturas ya Marcelo lo hubiera sabido de haberse enterado antes — soltó, Elena a punto de reír.
—Asi es que me tienes, como un chismoso — manifestó, Cristian indignado —. Aunque creo que tienes razón.
Todos rieron. Todos estaban en la sala. Keily, era quien tenia al niño en brazos.
— Es un niño precioso, Cris —soltó el rubio, orgulloso. Sus ojos estaban muy brillantes ese día.
—Será todo un galán como su padre — dijo, el castaño con una sonrisa.
— Y tendrá la calidad humana de su madre — aportó, Elena —. Será puro amor.
Keily, sonrió. Cuando estuvo a punto de decir algo, Ángel, entró a la sala.
—Ya estamos listos.
Era hora de regresar a casa.
Keily, dio un asentimiento, mientras que se ponia de pie con el niño en brazos.
Marcelo, la miraba a ella y a su hijo, no quería alejarse de ellos, sin embargo, iba a tratar de tomar las cosas con calma.
—¿Puedo llevarlo a fuera? — Preguntó, Marcelo y ella dio un asentimiento.
—Claro que si.
Tomó el niño con cuidado en sus brazos.
—Muchas gracias, Elena, por todo — habló la pelinegra.
—Tú sabes que siempre voy a estar aquí, así que no tienes que agradecer nada.
Se despidió de Cristian con un abrazo y salieron a la parte delantera de la casa en donde esperaba una camioneta blindada de color negro.
—Nos vemos mañana, campeón de papá — murmuró, Marcelo hacia su hijo, mientras le daba un beso en la frente —. Te portas bien con mamá, ¿De acuerdo?
A Keily, se le calentó el corazón. La mirada de ellos coincidieron y Marcelo, respiró profundo, no quería soltar el bebé.
—Ya tengo que irme — dijo, ella con el corazón pequeño, tomando el bebé en sus brazos —. Prometo que mañana nos ponemos de acuerdo para que lo veas.
Asintió.
—¿Puedo llamarte a tu celular?
—Puedes darle la línea uno, Keily — se acercó, Ángel con el celular de Marcelo en las manos. Miró a Marcelo, inexpresivo —. Está limpio. Me disculpo, pero lo único que hago es proteger a los míos.
Angel, le había quitado todo aparato tecnológico a Marcelo antes de entrar.
—Comprendo — soltó, Marcelo, mirándolo —. Gracias.
—Te espero en la camioneta — habló hacia, Keily —. Hasta luego, Marcelo.
—Hasta luego, Ángel.
Se dieron un apretón de mano que hizo sonreír a la Keily.
Angel, entró a la camioneta.
—Nos vemos mañana — soltó, nerviosa y con un brillo especial en la mirada.
—Nos vemos mañana — respondió, del mismo modo.
Ella dio la media vuelta y se dirigió al vehículo con el corazón latiendo rápidamente.
—Y Keily — llamó su atención e hizo que se detuviera y girara hacia él. La miró y sonrió sinceramente —. Siempre has sido un motivo de constante felicidad en mi vida, pero hoy me has hecho el hombre más pleno de todo el planeta y de todo el universo.
Ella sonrió con sus ojos cristalizados.
—Me da gusto el haberte traído algo de dicha a pesar de todo lo que te he hecho pasar, Marcelo.
Él se acercó sin dejar de mirarla.
—Estoy seguro que muy pronto tendremos una larga conversación y aclararemos muchas cosas.
Ella dio un asentimiento.
—Estoy segura de que así será.
Marcelo miró a su hijo con una sonrisa de boca cerrada y le dio un beso. Luego, miró a Keily, desde la misma altura, a los ojos y sus corazones comenzaron a latir juntos y fuerte.
Se acercó y le dio un casto beso en las comisuras de los labios, dejándola plasmada en su lugar.
—Hasta mañana — dijo, él, retrocediendo tres pasos.
Ella lo miraba confundida, pero no dijo nada. Se dirigió al vehículo donde ya la esperaban.
Se subió a la camioneta con una gran sonrisa en los labios.
—Estoy lista — dijo.
Ángel, la miraba desde el lado del copiloto.
—Te ves hermosa cuando sonríes así.
—Gracias, mi Angel.
El chófer, arrancó con destino a la casa de que una vez le perteneció a Amanda.
◇
Lo que era Amanda, Danna y Keily, no dejaban de hablar de aquel encuentro de Marcelo con su hijo, estaban felices por la cara de aquel rubio al enterarse de que era padre. Era épica su felicidad.
—No sabes las ganas que tenia de salir de mi escondite y besar a hijo, abrazarlo — manifestó, Amanda —. No veo el momento de hacerlo.
—Mi hermano es un amor, mamá — soltó, Danna, feliz —. Detrás de esa cara fría, es todo lo que esta bien.
—Especifica el hermano —dijo, Ángel, celoso.
—Tú eres un amorsote — se puso ella de pie y fue a apapachar a su hermano.
El pelinegro sonrió.
◇◇♡◇◇
Al otro día, antes de que Keily, irse a True Style, Ángel habló con ella, necesitaba a alguien de confianza para poder terminar con todo esto.
—Keily — llamó, Ángel su atención —. Necesito que pienses en alguien que nos pueda ayudar, que no sea digno de sospechas y pueda entrar a la casa Sandoval sin problemas.
—Aún no se me ha ocurrido alguien que pueda hacer tal cosa — manifestó, mientras acomodaba algo del bebé —. Eso es muy peligroso.
—Quiero instalar un micrófono en el despacho y necesito acceso a las cámaras de esa casa — dijo, seriamente —. Tiene que ser alguien que conozca bien a esas personas y que su visita no resulte nada extraño, que sea lanzada y que no tema a nada, sobretodo, no deben sospechar que nos ayuda a nosotros.
Keily, buscaba en su cabeza quien podría ser, pero no se le ocurria nada.
—Prometo comsultarlo con Elena y hoy mismo te doy una respuesta.
—Bien — respondió él —. Me dijeron que hoy piensas manejar.
—Tengo deseos de conducir, tomaré tu auto favorito.
—Si le haces aunque sea un rayón...
—No le pasará nada, grandulón — soltó, sonriendo.
—Estas advertida.
—Me voy, entonces.
— Tendrás a alguien cuidando tus espaldas, así que, sola, sola no estarás.
Ella dio un asentimiento.
Keily, pasó un par de palabras más, se despidió de su bebé y salió hacia la empresa.
Una vez allá, socializó con Elena sobre la persona que necesita Angel para hacer su montaje.
—Es difícil pensar en alguien que no quiera saber mucho de ti, Kei y que a la vez, pueda ayudarte.
Soltó un suspiro cansado.
—No tengo ni idea.
—¿Y qué es lo que hará el pelinegro delicioso?
—Entrará a la casa Sandoval, quiere revisar su sistema y algo más.
—¿Y eso para qué?
—Necesita ayudar a su mamá con unas informaciones.
Elena asintió.
—Pues debemos buscar a alguien...
—Yo puedo ayudar con eso — interrumpió, Cristian, relajadamente.
Tanto Elena como Keily, se asustaron al verlo entrar por las puertas de la sala de juntas en donde estaban reunidas.
—¡Cristian! — exclamó, Elena, sorprendida, no esperaba que él estuviera cerca.
—Estrellita — soltó, seriamente el ojiverde.
Keily, solo lo miraba. Tenía miedo a lo que eso podría desatar.
—¿Cuánto tiempo llevas ahí? — Preguntó, preocupada.
—El suficiente para escuchar de que necesitan a alguien de confianza para ayudarte a solucionar no sé que mierda, Keily.
Tragó saliva. Y ambas mujeres, se miraron por algunos segundos, no sabiendo que hacer en ese momento.
—Pues te...
—No me vayas a mentir, Keily — advirtió, Cristian. Su gesto era serio —. En primer lugar, todos nos hemos dado cuenta de que suceden cosas muy extrañas y, segundo lugar, escuché casi todo.
Ambas chicas, estaban incómodas.
—Será mejor que le digamos la verdad, Kei.
Ella la miró aterrorizada.
—Elena...
—Lo único que quiero es ayudar — dijo, Cristian.
—Te podría en peligro.
—Creo que todos hemos estado en peligro, estando y no estando enterados, Keily — habló él.
—No puedo darme el lujo de que el extorsionador sepa y haga de las suyas — manifestó, asustada y con sus ojos cristalizados —. ¿No entienden que estoy asustada, aterrada? Tengo un hijo, un esposo, mi familia, a ustedes. Ahora estamos hablando como si nada con la posibilidad de que esa persona escuche y se atreba a atentar en contra de la gente que quiero.
Cristian, se puso de pie y fue a consolarla cuando la vio derrumbarse.
—Kei...
—Estoy tan cansada — sollozó, era uno de esos momentos en que ya no podia más —. He intentado ser fuerte, poder con todo esto, pero es tan difícil...
—Entonces, vamos a ayudarte con tu carga — susurró, Cristian, dolido por verla de esa manera, sobaba su espalda, mientras Keily, sacaba todo aquello —. Eres parte de mi familia y prometo que voy a ayudarte en todo lo que me digas.
Keily, asintió.
—Por lo pronto necesitamos a alguien que pueda ayudarnos a entrar a casa Sandoval y que sea...
Keily, le explicó lo mismo que Ángel le había pedido.
Cristian, enderezó su postura y comenzó a caminar por la sala de juntas pensativo.
Las mujeres, se limitaron a observarlo. Frunció el ceño y sonrió.
—Ya tengo a la persona ideal — dijo, de repente —. Tiene que ser alguien que pase desapercibido, que haya tenido roses contigo, pero que sea confiable.
Keily y Elena, se miraron por algunos segundos, para luego mirarlo a él.
—¿Quién es?
Cristian, sonrió.
—La mujer más desvergonzada que puede existir — sonrió y las chicas, lo miraron confundidas —. Vanessa.
—¿La rubia simpática?
—¡Estas loco, amor! — soltó, Elena.
—Estoy seguro que es la mejor en esto, no nos va a defraudar.
—Falta que acepte — murmuró, Keily.
—Estoy seguro que lo hará. Deja eso en mis manos.
Keily, respiró profundo, pero aún así, no pudo disipar el nudo que tenía ennsu estómago. Estaba muerta de miedo.
—Marcelo, no puede enterarse, Cristian — advirtió, la pelinegra hacia el castaño —. Lo pondríamos en peligro.
—No te preocupes, Kei. No voy a decirle nada. Voy a respetar tus decisiones, aunque no estoy de acuerdo.
—Hay muchas cosas de por medio, Cristian — manifestó, Keily.
—Lo sé — dijo, él —. No te preocupes. Y, en cuanto a Vanessa, yo me encargo, esta tarde les daré respuesta.
Keily soltó un suspiro profundo, estaba cansada y no podía dormir en paz pensando en todo lo que pasaba.
Durante el periodo que estuvo oculta, trataba de estar tranquila por los riesgos de su embarazo, sin embargo, nuevamente, se siente ansiosa por el porvenir y todo lo que sucederá.
Cristian, se retiró de la sala de juntas dejando a las dos mujeres allí, pensativas. En tanto, pusieron a Ángel al tanto de lo que estaba pasando.
En horas de la tarde, Vanessa y Keily, quedaron de reunirse en la cafetería que se encontraba cerca de True Style.
—Cristian, habló conmigo y me dijo que querías hablar conmigo — soltó, Vanessa, cruzando las piernas con elegancia —. ¿De qué se trata?
—Se qué no soy de tu agrado, Vanessa y no sabes como te agradezco el que estés aquí.
Vanessa, sonrió.
—Tienes toda la razón, no eres de mi agrado y me intriga muchísimo saber por qué me mandaste a llamar — dijo, mirando a la pelinegra —. Y te advierto que si se trata de Marcelo, debo de decir que yo no lo he vuelto a buscar, al menos, no con la intención de estar con él, respeto el hecho de que es un hombre casado.
Keily, sonrió.
—Me da gusto escuchar eso, pero no vengo a hablar de Marcelo... bueno, si y no — soltó la pelinegra, haciendo que la rubia frunciera el ceño confundida —. Necesito tu ayuda para poder mantener los míos a salvo, incluyendo a Marcelo.
Eso hizo que Vanessa, se interesara en el asunto.
—¿A qué te refieres?
—Hay alguien que me esta llamando hace meses y ha amenazado con hacerle daño a los míos y necesitamos saber de quien se trata y para eso necesitamos la ayuda de una persona que no resulte sospechosa ante los ojos del enemigo y nos ayude a descubrir de quien se trata.
— Y pensaron en mi para esa misión.
Keily, dio un asentimiento.
—Te necesitamos.
—Dame un solo motivo para ayudar a aquella mujer que me quitó al hombre que amaba.
Keily, sonrió.
—Creo que tienes muy claro que yo no te quité a Marcelo, Vanessa Rinaldi. Desde que ese hombre y yo nos vimos por primera vez algo surgió que nos llevó a enamorarnos, a amarnos como hasta ahora — Keily, la miró con empatia —. Estoy segura de que te diste cuenta desde que nos viste juntos por primera vez.
Vanessa, sonrió.
—Fue tanto así que me sentí amenazada y te dije que él era mi novio.
Keily, sonrió más al recordarlo.
—Lo aparté de mi vida después de eso, pero ya vez, no duró mucho, la vida nos volvió a juntar.
—No te imaginas la cátedra que me dio cuando se enteró de lo que te hice — dijo, con una sonrisa genuina —. ¡Madre mía! No quiero ni recordarlo.
—Marcelo Sandoval, es muy hiriente cuando se lo propone.
—Es muy cuadrado — dijo, Vanessa.
Ambas sonrieron y se miraron por algunos segundos.
— Voy a ayudarte, solo dime lo que tengo que hacer.
Keily, sonrió ampliamente.
—Estas consciente de que esto puede resultar peligroso, ¿Verdad?
—Amo el peligro, mocosa, así que no te preocupes por eso.
Keily, sonrió.
—Entonces, debo llamar a alguien, vendrá aquí y te explicará todo lo que haremos.
Ella dio un asentimiento y Keily, llamó Ángel para que fuera a su encuentro. A lo que el hombre llegaba, ellas continuaron su plática. No pasó mucho tiempo cuando el ojiverde de pelo negro llegó con ellas.
Vanessa lo miró expectante y él frunció el ceño ante la rubia de ojos verdes.
—Los presento — comenzó, Keily, —. Vanessa él es Ángel, es quien no ayudará.
—Un placer — soltó, ella con elegancia, mientras lo miraba expectante.
El dio un asentimiento.
—Un gusto, señorita.
—Soy Vanessa — volvió ella a decir.
El ojiverde, sonrió levemente. Mientras retiraba su mano.
Keily, se quedó observándola y sonrió al ver a esa chica segura de si misma observar con tanto detenimiento al hombre frente a ella y viceversa.
La pelinegra, aclaró su garganta con media sonrisa, llamando la atención de los dos.
—¿Ángel, podrías explicarle todo a Vanessa? — pidió la pelinegra —. Sabes que debo ir a casa.
El dio un asentimiento.
—Mamá dice que no hay ningún problema con que Marcelo vaya a casa, ella estará al pendiente y hará lo que tenga que hacer para mantener todo en su lugar.
Keily, sonrió y miró hacia la rubia.
—No tengo maneras de agradecerte lo que vas a hacer por nosotros.
—Prometo un día cobrarme este favor — dijo, sonriendo.
Ambas sonrieron.
—Haré todo lo posible por pagarte...
—Será una deuda que yo mismo me encargaré de pagar — soltó, Ángel de repente, mientras miraba a la rubia.
Eso llamó totalmente la atención de ambas mujeres.
Keily, levantó una ceja, cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando.
—Se cobrar muy bien los favores — murmuró, ella, coqueta.
—Se retribuir muy bien a los que bien me sirven...
—No voy a servirte — replicó, ella —. Voy a colaborarte.
—Si te fijas bien, es lo mismo — respondió, mientras la miraba.
Una sonrisa genuina, se pintó en los labios de Vanessa.
Keily se dio cuenta de lo que ambos estaban haciendo así que interrumpió sus miradas aclarandose la garganta y poniéndose de pie.
— Bueno... como tengo muchas cosas que hacer — dijo, ocultando una sonrisa pícara —. Me retiro, creo que quedas en excelentes manos, Vanessa.
—¿A dónde vas? — Preguntó, Ángel.
Ella sonrió.
—Voy a ver a Marcelo, quiero platicar algunas cosas con él.
Él dio un asentimiento.
—Me lo saludas — soltó, la rubia con una sonrisa.
—Lo haré.
Se despidió de los dos y se fue caminando hacia True Style, pues la empresa quedaba muy cerca.
Cuando por fin había llegado a las instalaciones, se encontró con Mónica, la cual se sostenía el vientre, al parecer no se sentía muy bien.
Keily, no se detuvo, pero su redujo el paso.
La rubia que antes era castaña, frunció el ceño del dolor, ahí entendió. Tenía contracciones.
Keily, se acercó a ella.
—Vete — dijo entre quejidos —. No te quiero deber nada.
—No voy a dejarte sola en esas condiciones...
La pelinagra, sacó su celular del bolso y procedió a llamar al 911 para que fueran por ella.
La unidad, al parecer, estaba cerca, ya que llegaron muy rápido.
Keily, subió por el ascensor y se dirigió a la oficina de Marcelo, tenia el corazón pequeño, solo pensaba en la posibilidad de que ese hijo fuera de Marcelo.
—Necesito ver a Marcelo, por favor: habló hacia Sora, la asistente.
—Pase, señora.
Keily, aceleró el paso, tenía ese nudo en el estómago que no la dejaba en paz.
Se adentró a la oficia y se encontró con Marcelo, estaba muy concentrado en su trabajo.
Al mirar a donde estaba ella, sonrió levemente, poniéndose de pie.
—Hola — dijo, él, acercándose —. ¿Cómo has estado?
Ella lo miraba, pero sus pensamientos estaban en Mónica y que su hijo estaba a punto de nacer.
—Bien — dijo, dubitativa.
Marcelo, enserió el rostro.
—¿Qué pasa? ¿Mi hijo está bien? ¿Tú lo estás?
Keily, tragó saliva.
—Todo esta bien con nosotros — dijo, mirándolo —. Venia por ti para llevarte con nuestro hijo.
Marcelo, sonrió ampliamente. Se acercó a ella un poco más.
—¿Y qué pasó?
—Me encontré con Mónica en el primer piso — Marcelo se separó un poco de ella —. Se la llevaron a urgencias, creo que va a tener su bebé.
Marcelo, cruzó sus brazos y llevó una de sus manos a la barbilla, estaba pensativo.
Keily, lo miraba.
—Tú segundo hijo esta a punto de nacer.
El dolor que causaban estas palabras en la pelinegra, no tenia precedentes.
Marcelo, sabía lo que todo esto causaba en interior de ella.
—¿Puedes acompañarme al centro de salud, por favor?
Ella lo miró. Mordió, sus labios, pensando en cómo darle la respuesta negativa.
—Desde que nazca el bebé, le harán una prueba de ADN y no quiero estar solo cuando me den el resultado — confesó, hacia ella —. Te necesito ahí conmigo, Keily.
A Keily, se le arrugó el corazón al escucharlo, sabía que no podría dejarlo solo en un momento así.
Ella dio un asentimiento. Marcelo soltó un suspiro profundo y fue por su chaqueta.
Ambos salieron juntos al centro de Salud. Ya en la sala de espera, un médico, preguntó que si el padre entraría a la sala de cirugías, pero Marcelo, se negó.
Había un tiempo prudente y ambos estaban sentados uno al lado del otro y en silencio, esperando noticias.
—¿Por qué no quisiste entrar con ella, podría ser tu hijo, Marcelo
Él la miró.
—No me nace hacerlo y nunca hago aquello que no quiero — su voz era carente de emoción —. Además, no pude estar en aquel momento en el que tuviste a mi hijo, Keily, menos estaría con ella.
—Quisas no estuviste conmigo por las circunstancias que nos separaron — dijo, ella, refiriéndose a su supuesto engaño con Diego —. Pero ahora puedes ser el primero en ver a tu hijo con Mónica
—No importa los motivos que nos separaran, yo estaría contigo, sin importar qué — dijo, mirándola, sabiendo a que se referia —. Pero con ella no.
A Keily, se le puso el corazón pequeño, escuchándolo.
—¿Por qué? — murmuró ella, con sus ojos levemente cristalizados.
Marcelo, sonrió.
—Por ella no siento nada — nunca despegó la mirada de ella —. Y por ti siento de todo.
La respiración de Keily, se detuvo literalmente. Marcelo, le hablaba de sus sentimientos.
—Familiares de Mónica Saldival — llegó, un enfermero a la sala. Marcelo y keily, se pusieron de pie —. Todo salio bien, el bebé nació saludable.
Marcelo dio un asentimiento.
—¿Y ella está bien? — Preguntó, Keily.
—Si, la señora Saldivar pide verlo, señor.
Marcelo, se quedó inexpresivo.
Por su parte, la enfermera, se retiró dejando solos a la pareja de esposos.
—Yo puedo...
—Si voy ahí dentro quiero que me acompañes.
—No creo que sea prudente y tu lo sabes, Marcelo — dijo.
No podía negar que estaba nerviosa.
Marcelo sabía que Keily, no se sentía cómoda con todo lo que estaba pasando, sin embargo, ahí estaba con él, apoyándolo.
—Voy a entrar, pero prométeme que no te vas a ir.
—Aquí voy a estar cuando salgas.
Eso hicieron, Keily, se quedó en la sala de espera, mientras que Marcelo fue a la habitación en donde estaba la recién parida.
—Te estaba esperando — dijo, ella con una gran sonrisa —. Mira a nuestro hijo. Es hermoso.
Marcelo, miró a los dos y pensó que ciertamente, era un niño precioso, no podía ver mucho, debido a la manta que lo cubría.
—Muchas felicidades, Mónica — dijo, él, siendo amable —. Me da gusto que todo haya salido bien.
Ella, sonrió ampliamente.
—Muchas gracias — manifestó, con lagrimas en los ojos —. Pero, ven, acércate y míralo. Puedes cargarlo, si quieres.
Marcelo, se acercó y detalló aquel bebé que por meses le han dicho que era suyo. El hombre se quedó en silencio mirando aquel bebé y no pudo evitar pensar en su hijo.
—Tengo una lista de nombres y pensé en ponerle como tú, ¿Qué te parece? — no respondió, solo miraba aquel bebé —. Dime algo, por favor.
—Tú eliges el nombre — dijo él —. Cualquiera que elijas está bien.
Ella sonrió.
Marcelo, se acercó al niño y lo tomó en sus brazos, sonrió levemente por la ternura que le causaba. Monica, se sintió totalmente feliz, al ver lo que había logrado.
En tanto, Marcelo, observó al bebé por mucho tiempo y pensó en su hijo con Keily.
—Se llamará como tú — lo he decidido.
—Soy partidario de que no lo llames como...
—Eres su padre, quiero que así sea.
Marcelo, no dijo más nada, no duró mucho tiempo en aquella habitación y, desde que salió, fue por Keily.
Ella lo esperaba pacientemente en donde él lo había dejado.
—Discúlpame por hacerte venir aquí — dijo, él —. Sé que no debes estar cómoda con esta situación.
—No voy a mentirte, no lo estoy, pero tampoco te voy a dejar solo si me necesitas.
Marcelo, se quedó mirándola por un momento y, rápidamente, se acercó a ella y la abrazó, ella estaba desprevenida, sin embargo, correspondió.
—Estoy seguro que ese bebé no es mío, Kei — dijo, aun estaba abrazado a ella —. Solo voy a esperar los resultados de la prueba de paternidad.
Ella dio un asentimiento.
—¿En qué tiempo sale?
—Le dije al doctor que lo necesitaba lo más rápido posible. Unos siete días más o menos.
Ella soltó una respiración lenta y nerviosa.
—¿Y si es tuyo?
Se quedó mirándola por algunos segundos y volvió a abrazarla. Marcelo, sabía que todo esto estaba siendo difícil para ambos y, aunque estaban separados, no dejaba de doler.
—Vamos a esperar que llegue el momento — murmuró él.
Unos minutos más tarde, cuando Marcelo hacia dejado todo listo en el centro de salud, le dijo a keily, que salieran de ese lugar.
—¿Y ahora? — Preguntó ella.
Marcelo, sonrió.
—Quiero ir a ver a mi hijo — soltó con orgullo —. ¿Aún puedo ir?
—Por supuesto que puedes — manifestó, con una sonrisa.
Abordaron el vehículo en donde andaban y se marcharon de allí.
—¿Y bien? — dijo, él —. ¿Hacia donde vamos?
Ella lo miró.
—Me estoy quedando en la antigua casa de tus padres biológicos.
Marcelo, se sorprendió un poco con su respuesta y ella se dio cuenta.
—Lamento mucho el no haberte pedido la autorización de quedarme allí, pero...
—Es tu casa, no tenias porque pedirme permiso.
Él no dijo nada más, pero no podía evitar cuestionarse sobre todo lo que estaba pasando.
Keily, le avisó mediante un mensaje de texto a Amanda de que iría con compañía a su casa así que no habría ningún problema.
Cuando Marcelo entró a la que una vez fue su casa, se dio cuenta de que había mucha vigilancia y alta tecnología alrededor de la casa, pero no dijo nada.
Keily, entró y se encontró con Nina, era quien ayudaba con el cuidado de su hijo cuando su madre no estaba y Amanda estaba ocupada.
—Esta en su habitación, señora — informó la muchacha mientras iba a la cocina —. Ya es hora de su mamila y voy por ella.
Keily, sonrió en agradecimiento.
—Muchas gracias.
Cada quien siguió su camino y la pelinegra, llevó a Marcelo a la que era su habitación cuando vivía en su casa.
—Espero y no te moleste, pero ahora es tu hijo quien ocupa tu antigua habitación — soltó, ella, con una sonrisa, mientras entraban a la estancia.
Marcelo, sonrió ampliamente al ver que todo seguia casi igual.
—Me hubiese enojado mucho si le hubieras dado otra habitación al príncipe de papá —soltó, mientras veía a su hijo moverse en la cuna, se inclinó un poco para cargarlo en sus brazos — ¡Cuanto te había extrañado, mi amor! ¿Cuéntame lo que has hecho hoy?
Marcelo, cargaba a su hijo y no podía sentirse más feliz. Keily, solo se limitaba a mirarlos con una sonrisa desde un rincón sin intervenir.
Marcelo, le dio la mamila al niño, incluso, le pidió a Keily que le enseñara a cambiar el pañal.
—Nunca quise hacerlo con Amelia, pues era una niña — informó, mientras acomodaba el pañal.
Keily, sonrió.
—Te intimidaste por que era una niña — murmuró, Keily, mientras observaba todo —. Eso es normal que suceda.
El pañal quedó perfecto y ambos no ocultaron la felicidad que eso le traía, el estar juntos.
Pasaron la tarde juntos con el bebé, al llegar la noche, el rubio no quería separarse de su hijo, pero era algo que no podía evitar por el momento.
Se fue a su casa y contó a Martina lo feliz que estaba con su hijo.
—Quiero mandar a acondicionar una de las habitaciones, nana — soltó, pletórico —. La que está a la izquierda de la principal, es más grande, mañana mismo, me pongo en contacto con Elena para que me ayude con eso.
— Te ves feliz, mi niño — manifestó, Martina con una sonrisa mientras colocaba una taza de té.
—Lo estoy. Si vieras a mi hijo entenderías...
Martina, se quedó muy quieta al ver que Marcelo no continuaba. Giró su rostro y se encontró con esa mirada analítica y seria sobre ella.
—Tú lo sabias — dijo, de repente.
Ella tragó saliva.
—¿De qué hablas? No te pongas a imaginar cosas...
Ella arregló algo que estaba cerca de él.
—Si, claro — murmuró él —. Solo sin imaginaciones mías.
De pronto, el teléfono del despacho sonó y Marcelo, pronto respondió.
—Buenas noches...
—Que bueno que te encuentro, hijo.
El rubio, frunció el ceño, al escuchar su nerviosismo.
—¿Cómo estás, Sarah?
—Necesito hablar contigo y quería saber si me puedes recibir en True Style, mañana.
—Por supuesto...
— Estaré a eso de las nueve.
No esperó a que Marcelo le respondiera, pues había cerrado la línea.
Esto no pudo evitar preocuparle aún más.
◇
Al otro día, en True Style, estaba todo muy movido, ya era más de las nueve de la mañana.
Keily, encontraba junto con Elena y Danna, quienes saldrían a supervisar personalmente algunos proyectos.
— Hoy no puedo tardar mucho, pues debo llevar a David a su consulta médica — informó, Keily, con una sonrisa.
—¿Y ya le dijiste a Marcelo para que te acompañara?
—La verdad es que he querido decirle, pero no quiero que se vea obligado a compartir conmigo.
—¡Por Dios, cuñado! — soltó, Danna —. Solo tu no te has dado cuenta de cómo te mita.
—Además, han compartido espacio juntos incomodo yo no lo he visto — manifestó, Elena con picardia.
Keily, se sonrojó y en sus labios, se formó una sonrisa.
—Me ha basado en la comisura de los labios y me ha abrazado fuerte — confesó con una sonrisa avergonzada.
Tanto Elena como Danna, chillaron de la emoción que esto le causó.
—Esto esta mejor de lo que pensaba — chilló, Danna.
— No saben lo que sentí al tenerlo tan cerca fue algo increíble — expresó con alegría y anhelo a la vez —, extraño tanto su compañía.
—Ya verás que todo va estar bien — dijo Danna.
Keily, respiró profundo.
—No les había contado, pero ayer Mónica tuvo su hijo.
Las dos mujeres, se miraron a la cara sorprendidas.
—¿Qué? Pero...
Danna, no sabía que decir.
—¿Y cómo te sientes? — Preguntó, Elena, condescendiente.
—Estoy tratando de asimilar de que es posible de que mi esposo tenga otro hijo y no es conmigo.
—En eso tienes mucho meses, Kei — soltó, Danna —. Y por más que digas sabemos que no es una situación fácil para ti.
—No lo es — confirmó —. Pero también estoy consciente de que Marcelo no faltaría a nuestro matrimonio a drede, sin embargo...
Un nudo, se formó en la garganta de aquella mujer. Sus amigas, se acercaron y la abrazaron.
—Si quieres llorar hazlo — aconsejó, Danna, aun abrazándola.
—Estoy muy agotada mentalmente y si aun sigo en pie, es por mi hijo, por mi esposo, mi familia — soltó, con pesar —. La carga ha sido muy pesada durante estos meses y cada vez me siento peor.
—Esto pronto acabará.
—Y contaremos esta historia nuestros familiares, sabrán lo fuerte que hemos sido, especialmente tú — concedió, Danna.
Keily, sonrió.
—Eso espero...
En eso, su celular emitió el sonido de que estaba entrando una llamada. Keily, lo tomó en sus manos y se dio cuenta de quien era.
☎️ ☎️
—¿Qué quieres? — Preguntó, Keily, con rectitud.
—No sabes cuanto amo tu carácter, no en balde te puse, la panterita.
A Keily, le dio escalofrío al escuchar esa voz y se sorprendió bastante, sin embargo, recordó lo que le pidieron los hombres que la estaba ayudando.
—Estoy tan cansada de este juego — dijo ella —. Tenemos meses en esto, ¿Qué es lo que quieres?
—Después de nuestro último encuentro, tuve muchos problemas y quiero que pagues la deuda que tienes conmigo, con mi familia, además —continuó —. Le estorbas a alguien que es especial para mi.
Keily, frunció el ceño.
—¿Para qué llamaste? — Preguntó, ella.
—Estoy muy enojado, panterita — soltó de repente —. Estas haciendo que me enoje...
—¿Por qué?
—Te he visto en más de una ocasión con Marcelo Sandoval y nuestro trato es mantenerlo lejos...
—Somos socios y tenemos cosas de que hablar...
—No me gusta — soltó enojado —. Tu eres mía, al igual que la otra.
—¿Quién es la otra?
Sonrió detrás de la línea.
—Pronto te enterarás.
—Y si no vas a decirme nada importante, ¿Para qué llamaste?
Su risa ronca, se escuchó.
—Casi lo olvidaba — manifestó, burlesco —. Tu madre quiso pasarse de lista, mi panterita...
A Keily, se le paralizó el corazón.
—¿Mi mamá? ¿Qué pasó con ella?
—Iba a soltar la lengua y tuve que darle un escarmiento, pero creo que se me pasó la mano.
Las lagrimas de Keily, bajaron como cascadas por su rostro, llenando de preocupación a las dos mujeres que la acompañaban.
—¡¿Qué le hiciste a mi mamá?! — gritó, desesperada haciendo que las demás chicas se acercaran? —¡Te estoy preguntando! ¡Responde!
Keily, había perdido el control.
—Te voy a mandar las fotos para que entiendas que soy quien tiene el control y no me importa a quien tenga que llevarme por delante.
Keily, quitó con manos temblorosas el celular de su oreja y miró el archivo adjunto que le había llegado.
Eran fotos de su madre, llena de sangre.
—¡NO! —gritó, descontrolada, cayó al piso desesperada —¡MI MAMÁ!
Elena fue al encuentro de Keily, Quien temblaba en el piso, lloraba descontroladamente mientras veía las fotos de su madre.
—¡¿QUÉ FUE LO QUE HICISTE?! —gritaba sin control, era mucho lo que llevaba dentro.
Elena, trató de calmarla, pero no pudo.
—Te dije que debían estar tranquilos y desobedeciste mis ordenes por eso no me importó llevarme a tu madre por delante.
El corazón de Keily, se hundió totalmente.
—¡ERES UN MALDIRO! ¡DESGRACIADO! — gritaba, mientras lloraba y de alaba el pelo—. TE JURO QUE YO MISMA TE MATARÉ...
Elena, arrebató su celular y Keily, se quedó sentada en el piso, sus temblores y gritos, no cesaban...
—Debes calmarte, Keily, por favor — pidió, Elena —. Llama a urgencias Danna.
—Mi mamá esta muerta, Elena —sollozó.
De pronto, Keily, ni escuchaba más nada que voces lejanas a su alrededor y su vista se mantenia fija en un solo lugar.
—¡Keily, por Dios! — gritó, Elena, preocupada.
Mamá...
Esta muerta.
Keily, comenzó a golpearse a sí misma y alar su pelo...
—No, Kei, por Dios, no...
Danna y Elena, hicieron lo posible por detenerla para que no se hiciera daño.
—Tiene un ataque de pánico y ansiedad extrema — informó, Elena, tratando de controlar la situación —. Pero nunca se había tratado de hacer daño.
—Mi mamá... mi mamá...
Sus temblores eran mayores, Elena trató de darle agua, pero ella la rechazó. Sus movimientos eran incontrolables.
De pronto, Marcelo, entró a la sala y miró las condiciones en las que estaba Keily...
—¡¿Qué sucede?!
Gritó alarmado.
—Tiene un ataque de pánico — soltó, Danna, entre sollozos.
—¿Ataque de pánico? — Preguntó, acercándose a ella.
—Suelen darle cuando está bajo presión y...
Hizo silencio, no quería hablar de más. Marcelo la miró, pero rápidamente, se concentró en Keily, quien aún estaba en el piso.
—Vamos, nena — murmuró, Marcelo hacia la pelinagra —. Tranquila, mi cielo, por favor.
Temblaba sin control.
Al Keily, escucharlo, se prendió de su cuello abrazándolo. Enterró su rostro en el hueco de su cuello.
Él correspondió su abrazo, rodeándola, preocupado.
La levantó del piso y se sentó en un sillón con ella en su regazo. Aún temblaba.
—Mi mamá... mi mamá...
Era lo único que repetía entre sollozos.
El rubio, miró a Elena y Danna, con la mirada, le hacia miles de preguntas que ellas entendieron a la perfección.
—Ve a investigar lo que está pasando — habló, Elena hacia Danna —. Informale a Angel lo ocurrido y, cuando sepas de Sarah, avísame.
La rubia, dio un asentimiento.
—Lo haré.
—No puedo dejar a Keily así. Voy a esperar tu llamada.
Danna, salió dejándolos solos.
—¿Tengo que preguntar que es lo que esta pasando?
Elena, tragó saliva.
—No puedo hablar...
—Maldita sea, estoy harto de tanto silencio, de gente que no quiere hablar que solo guarda silencio...
Keily, lloró fuertemente al escucharlo, se aferró a él como si su vida dependiera de eso.
—Ya no puedo más...
Decía una y otra vez. Los temblores continuaban, pero no a gran escala.
—Estoy aquí, mi amor... — le decía él, sobando su cabeza.
Ella se aferraba más.
—No me dejes sola...
—Nunca lo haría, mi cielo...
Keily, sollozó.
—Necesito saber de mi mamá, quiero saber si esta bien...
—Ya, Danna esta en eso, Kei — informó, Elena —. Debes tranquilizarte, ¿De acuerdo?
—Mi mamá...
El personal de urgencias y primeros auxilios, llegaron a la empresa para revisar a Keily.
—Debe acostarla en el sillón, señor.
Cuando Marcelo, trató de hacerlo, ella se aferró más a su cuello, no quería separarse de él.
—Deben revisarte, preciosa.
Ella no respondió.
Elena, miraba la escena con preocupación.
— Van a tener que revisarla donde esta — aconsejó, la pelirroja.
— Le colocaremos un tranquilizante que la hará dormir al menos una hora.
— Este lugar no es adecuado para ella dormir cómodamente — dijo, el auxiliar de salud.
—Haga lo que tenga que hacer — ordenó, Marcelo —. Yo me encargo de lo demás.
El chico, revisó a Keily y le colocó el tranquilizante y dio algunas instrucciones para controlar la situación en caso de ser necesario.
Marcelo, no dudó ni un segundo en cargar a Keily en sus brazos y llevarla hacia su oficina ante los ojos de todos, pues allí tenía un sofá en donde ella podría descansar cómodamente, sin embargo, al momento de acomodarla, ella se aferró tanto que no dejó que la acostara. Tuvo él que acostarse con ella para que pudiera estar tranquila.
Le besaba una y otra vez, su cabeza. Estaba preocupado por todo lo que estaba pasando, no podía permitir que esto continuará sucediendo y dañando a la mujer que amaba.
Dos horas más tarde, Keily había despertado. Estaba más tranquila, pero su corazón estaba hecho pedazos.
Marcelo, estaba en silencio observándola.
—¿Sabes algo de mi mamá? — Preguntó en un murmullo.
—Esta en el hospital, esta delicada, pero estable — informó, Marcelo con mucho tacto.
Ella comenzó a llorar, se sentía tan cansada.
—¿Me puedes llevar con ella, por favor?
Marcelo, dio un asentimiento.
—Pero debes prometerme que estarás tranquila, Keily — pidió —. No quiero volver a verte como hace unas horas, ¿De acuerdo?
Ella no dijo nada, Marcelo tampoco hizo preguntas.
Ella se puso de pie, él la ayudó a sostenerse y juntos salieron hacia el centro de salud.
Mientras tanto, en la sala de un hospital, Sarah, se debatía entre la vida y la muerte. Elena y todas las personas cercanas a Keily, habían llegado, ella por su condición, aún no lo hacía.
—No entiendo como pasó esto — expresó, Jason dolido — me dijo que la trajera a Mérida y la dejara en casa que iba a hacer unas diligencias y mira.
Jason estaba abatido, triste con todo esto.
Jason, se lamentaba por no haberla acompañado.
En ese momento, Keily, llegó en compañía de Marcelo y, al mirar a su hermano, no pudo evitar derrumbarse nuevamente.
—Jei — su dolor era tan hondo que la estaba matando.
Corrió y se lanzó a los brazos de su hermano llorando desesperadamenre.
—Si le pasa algo, no podré soportarlo — lloraba descontroladamente —. Todo esto ha sido mi culpa y...
A todos lo presentes, se le cristalizaron los ojos al ver la escena de los dos hermanos.
—No digas eso, mi niña.
—Ese maldito me lo dijo. Dijo que lastimaria a los míos si no lo obedecía...
—Te juro que lo voy a encontrar y lo voy a matar — gruñó, dolido, mientras abrazaba a su hermana.
Las lagrimas de Jason, no se hicieron esperar.
—Esto es mi culpa...
Decía Keily, una y vez.
—Familiares de la señora Andersson.
—Somos nosotros, doctor — se apresuró, Elena.
—Les informo que la señora esta delicada de salud, los múltiples golpes recibidos, han causado hemorragias internas, estamos tratando de controlar la situación, pero...
—¡Doctor! — llegó una enfermera a toda prisa —. La paciente 8, ha entrado en crisis.
Todos miraron al doctor alarmados.
—Los mantengo informados...
—¿Qué? ¿Mi mamá? — gritó, Keily, desesperada, hecha pedazos —. ¡NO, DOCTOR!
Keily, iba corriendo detrás del doctor y fue detenida por su hermano.
—¡Suéltame! ¡Jason, Suéltame! — ella se retorcía en los brazos de su hermano —. ¡Quiero ver a mi mamá!
Marcelo, corrió hacia ella, tratando de controlarla, pero no podía.
—¡Keily, por favor! — trató, Marcelo, de sostenerla —. Te vas a hacer daño.
—¡No me importa! — gritó, ella, perdiendo las fuerzas —. Todo esto es mi culpa, ella está así por mi...
Ella perdió el conocimiento.
Marcelo, la sostuvo en sus brazos.
—¡Ayuda, por favor! — pidió, preocupado, mientras la cargaba en sus brazos.
Danna fue por ayuda médica. Mientras Keily, era atendida en emergencia, todos estaban preocupados por todo los acontecimientos.
Marcelo, se encontraba sentado frente a la cama en donde estaba la pelinagra dormida, sus codos apoyados en sus rodillas y sus dedos entrelazados. Su ceño estaba fruncido totalmente.
—Si algo llega a pasarle a Keily, juro que las cosas no van a terminar bien para algunos — murmuró, Marcelo, entre dientes —. Estoy harto de todo esto.
Todos se miraron a la cara.
—¿De qué hablas? — Preguntó, Elena.
— Tú sabes perfectamente de que hablo — lanzó del mismo modo —. ¿Dónde está Ángel?
Danna, miró a Elena.
— Esta resolviendo algo, pero no debe de tardar.
—Quiero hablar con él.
Todos escuchaban lo que él decía. Se puso de pie y acercó a Keily, acarició su rostro, su dolor se hizo más grande al verla en esas condiciones.
—Quiero estar presente cuando hables con él — pidió, Jason con gesto inexpresivo.
El rubio dio un asentimiento.
Keily, fue pasada a una habitación a petición de Marcelo y su hermano, pues necesitaba tranquilidad, sus nervios no estaban bien y el médico recomendó descanso.
Una parte de la familia estaba en la sala de espera, pues estarían atentos a las noticias y evolución sobre Sarah.
Los médicos, informaron que la situación estaba controlada por el momento, pero que se debía esperar.
En la habitación, se encontraban Marcelo y Jason, ambos en silencio, pues en los últimos meses, sus roces habían sido fuertes.
Tiempo más tarde, Ángel y Elena, llegaron con ellos, pero el hombre, siguió su camino hacia donde se encontraba Keily dormida.
Dio un beso en la frente y no pudo evitar preocuparse.
—Este tipo de eventos, le dio en dos ocasiones en mi presencia — informó, el pelinegro.
—Siempre han ocurrido, pero no con tanta frecuencia como ahora — informó, Elena.
Marcelo, pasó sus manos por el rostro.
—Estuve con ella tanto tiempo y nunca había presenciado este tipo de ataques — murmuró con pesar.
Elena, sonrió.
—En ese entonces, no había nada que la perturbara.
—No quiero ver a mi hermana así de nuevo — soltó, Jason con tanta tristeza —. Fue suficiente verla destruirse a sus 15 y 16 años, verla padecer estos ataques y ahora vuelven.
—Creo que lo mejor es que seamos sinceros — soltó, Marcelo, mirándolo a Ángel —. Quiero saber que es lo que está pasando.
Ángel, miró a Marcelo y Jason sonrió por lo bajo.
—No vengas a decirme que no sabes lo que ocurre.
—Sé muchas cosas, pero tengo muchos huecos que llenar y exijo saber lo que sucede.
—Tú a mi no me exiges nada — replicó, Jason —. Son asuntos de mi hermana.
—Te recuerdo que tu hermana es mi esposa — habló, Marcelo.
—Por ahí me dijeron que vas a divorciarte...
—De mi boca nunca a salido la palabra divorcio, Jason, pero ese no es el punto — habló con rectitud —. Quiero saber todo lo que sucede con Keily, tengo todo el derecho, es mi mujer.
Ángel, soltó un suspiro cansado.
—Creo que es hora de que te enteres de todo lo que sucede.
Marcelo, dio un asentimiento.
—¿Crees que sea prudente? — Preguntó, Jason. Marcelo lo miró —. Lo digo por el lugar, por las líneas.
—Bloquearé todo aparato tecnológico que haya en esta habitación, es lo que hemos estado haciendo en los últimos días para poder proteger a Keily y a David — habló, Ángel.
—Creo que es mejor que los deje solos — habló, Elena — Iré a ver si hay novedades de Sarah.
Los tres hombres dieron un asentimiento.
—Hay cosas que no puedo decirte — advirtió, Ángel —. Por que no me corresponde.
Marcelo, sonrió, sarcástico.
—Quiero saberlo todo, no quiero verdades a medias.
—Y lo sabrás todo el día de hoy, pero tendrás que esperar.
Marcelo, respiró profundo.
—Habla.
— Un día...
—Ángel — intervino aquella voz rasposa. Todos miraron hacia ella, quien se estaba incorporando.
Marcelo, se acercó más a ella.
—¿Cómo te sientes? — Preguntó en un susurro.
—Estoy bien — expresó del mismo modo —. ¿Cómo esta mamá? Dime que no...
—Esta estable — respondió, Jason mientras se acercaba a su humana —. Todo estará bien, lo prometo.
Ella dio un asentimiento. Miró a Ángel.
—Ángel — llamó ella su atención —. Volvió a llamar.
—Lo sé — respondió —. Pero no hablaremos de eso ahora, debes estar tranquila y Sarah, necesita recuperarse.
—Quiero pedirte un favor — pidió ella —. Quiero ser yo quien hable con Marcelo.
—Tú sabes que mamá...
—No te preocupes, no tocaré ese tema.
Ángel, asintió.
—Entonces, saldré.
—Yo también — secundó, Jason.
—Marcelo — volvió, Ángel, a llamar su atención —. Cuando termines con el Lirio, te estaré esperando.
Marcelo dio un asentimiento.
—Muchas gracias, Angel.
El pelinegro, salió de la habitación, seguido de Jason, dejando a solas a los dos.
Marcelo, miró a Keily. Estaba sentada en la cama y su vista estaba puesta en sus manos.
Se sentía nerviosa, no sabía por dónde comenzar, sin embargo, sabía perfectamente que en ese momento se terminaría aquel enredo de mentiras.
No obstante...
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🌟 NOTA DEL AUTOR 🌟
CAPÍTULO NUEVO.
—Ufff... capítulo muy largo. Espero les haya gustado.
Estamos entrando a la fase final de esta historia. Agradezco infinitamente su apoyo con sus votos y comentarios.
Con los votos en cada capítulo me has hecho feliz y me has motivado a escribir. Muchas gracias.
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