Capítulo 8

Narrador Omnisciente

El rubio de ojos azules hablaba con su amigo en las comodidades de su oficina y este le manifestaba los inconvenientes que se habían presentado en la semana tan pesada que han tenido, el amigo aconseja ir a tomar un trago por ahí ya que ambos tenían tiempo sin salir a despejarse un poco debido al trabajo y las ocupaciones familiares.

El rubio lo piensa mientras mira su fino reloj que adorna su muñeca izquierda, se da cuenta que falta poco para entrar a las siete de la noche y al fin asiente poniéndose de pie e ir a un club que le gustaba frecuentar solo porque allí podía observar gente de diferentes niveles sociales y aunque este no se mezclara con ninguno de ellos le gustaba mirar a los demás como si el mismo fuera un ser superior aunque, sabe perfectamente que no lo es.

Ambos amigos deciden irse a sus respectivos autos puesto que el rubio de mirada azulada llevaba su chofer y hombre de confianza. El hombre apoya su cabeza en los asientos del auto y cierra los ojos, se encuentra algo estresado por las diferentes ocupaciones que ha tenido en los últimos días, es normal, no es fácil manejar un negocio como el de su familia y mantenerlo en los mejores estándares.

- Llegamos señor, - dice Thomas, su chofer después de unos minutos - llegamos al lugar que me ha indicado.

Este abre los ojos lentamente mientras gira la cabeza y mira las grandes letras del club "El volcán en Erupción". Suelta un suspiro lento mientras le da unas indicaciones a su chofer y luego se adentra al lugar, acomodando los gemelos de su traje, es un hombre que llama la atención en donde sea que llegue.

No le pasa desapercibido las miradas de las féminas del lugar, él las ignora tajantemente.

Su amigo ya se encontraba en dicho lugar y ambos se dirigen a una de las mesas de VIP que son exclusivas para clientes como ellos y sobre todo que su amigo Cristian Serrano es el accionista mayoritario del club y pertenece a unas de las familias más prestigiosas del Estado.

Un mesero se acerca a ellos con el fin de atenderlos, estos piden Vodka y se centran en ver los alrededores del lugar desde sus asientos ya que desde donde se encontraban podían observar todo.

Después de tres horas o más, el rubio mira hacia la pista de baile y ve como se mueven las personas, se ven felices compartiendo con amigos o conocidos, sin embargo, puede observar en especial a una solitaria chica, una pelinegra que se mueve como si no hubiera un mañana, ella sonríe y se mueve al ritmo de la música, moviendo sus caderas con sensualidad, segun su análisis a esta chica si que le apasiona bailar, el quiere desviar la vista y lo hace, sin embargo, al cabo de unos minutos más, no puede evitar que su mirada azul regrese al mismo punto de antes, la pista de baile.

Su amigo le pregunta si quiere compañía femenina mientras que este niega alegando que hoy no le apetece, hoy no quiere compañía de ese tipo, solo quiere tomar un trago sin ningún tipo de compañía, salvo su amigo.

- ¿Qué mosca te picó? - cuestiona confundido el castaño de ojos verdes al rubio de ojos azules, - Pensé que querías desestresarte y es raro que digas que no a unas buenos pechos y un buen trasero.

- Y es cierto, Cristian, - habla el rubio en un tono cansado, - solo que hoy no quiero, quizás mañana, - dice con una sonrisa ladeada que le queda tan bien. - sabes que hay muchas cosas en la que pensar, pero hoy solo quiero pasar un rato tranquilo, tomando un trago y si es posible con la única compañía que me entiende.

El castaño de ojos verdes arquea una de sus pobladas cejas en dirección a su amigo quien lo mira de forma divertida, el rubio solo se limita a levantar hacia su amigo el vaso que contiene el Vodka que está tomando.

- ¿Quién te dijo a ti que yo te entiendo? - cuestiona Cristian divertido.

- Aunque lo niegues, idiota, es así.

- Nunca lo admitiré.

- No hace falta, recuerda que las palabras sobran con mi intelecto. - habla el rubio divertido.

- Eres un desgraciado.

Ambos ríen.

Han pasado varias horas desde que ambos hombres llegaron al lugar y como era de esperarse los dos se han sentido bien al dejar de lado las preocupaciones. Por su parte, Cristian, quien es un castaño de ojos verdes, da unas cuantas órdenes a los hombres que trabajan en el lugar porque como se mencionó antes, él es dueño casi de la totalidad del lugar puesto que en un porcentaje menor, su hermana también es accionista.

Cuando ya esta cerca de la media noche el rubio echa un vistazo en el lugar volviendo a encontrar la pelinegra solo que ahora esta en problemas, un tipo la tiene acorralada y no la deja ir, el hombre se debate en ir a ayudar o no, pues según lo poco que ha visto, la chica al parecer anda sola, al final despues de unos segundos toma la decisión de interceder y mientras observa con asco la escena que se desarrolla frente a él.

El rubio se encuentra tenso y aprieta sus puños, le asquea que un hombre quiera tocar y abusar de una mujer, el castaño de ojos verdes mira a su amigo y ve que tiene su ceño fruncido y los ojos oscurecidos del enojo, busca con la mirada el punto que observa y abre los ojos con asombro y suelta rápidamente al tiempo que se pone de pie:

- Mandaré a llamar a los de seguridad.

- ¡No! - escupe el rubio con enojo, - iré yo.

Se levanta de su lugar con una postura intimidante, se dirige al lugar donde se encuentra la pelinegra en problemas y al castaño no le dio tiempo de detenerlo.

- ¡Marcelo! - grita el castaño sin éxito, pero era demasiado tarde, ya se había levantado de su lugar. - ¡No vayas!

El rubio camina de forma intimidante y retadora hacia el hombre abusador con sus puños bien apretados, su quijada bien contraída y una mirada que podría congelar al mismo infierno, al cabo de unos segundos esta en el lugar donde se desarrolla tan desafortunada situación.

Sin esperar un segundo más, da un jalón al hombre que tenia a la pelinegra prisionera, la chica se tambalea y el rubio logra estabilizarla sosteniéndola de la cintura, ambas miradas coinciden por unos segundos, la de ella cristalizada y la de él feroz, pero inmediatamente, mientras tanto, el hombre cae al piso sin ningún cuidado, el rubio suelta con cuidado a la chica en apuros y aprovechando la situación, se apresura hacia donde está el hombre abusador y lo sostiene del cuello propinado unos cuantos puñetazos haciéndole saber que las mujeres se deben respetar.

El rubio golpea una y otra vez, esta enojado, no le agradan para nada este tipo de abusos, sin embargo, sabe que debe de parar, se detiene mientras que deja que los de seguridad saquen al tipo asqueroso con un rostro ensangrentado.

El hombre gira su rostro y encuentra la mirada de sorpresa y cristalizada que aún tenía la chica de ojos avellanas, él la reconoció, supo que la había visto en algún lugar, pero no recordaba exactamente en donde, ni cual era su nombre.

Él da varios pasos hacia la chica que aún se encuentra muy asustada e indaga cautelosamente:

- ¿Se encuentra bien, señorita? - ella se queda perpleja del susto, pero logra articular unas palabras, diciendo:

- Ehh si, muchas gracias - su voz es un susurro y se nota lo afectada que aún esta - no sé qué hubiera sido de mi si usted no intervine, señor.

El rubio de ojos azules la mira intensamente mientras trata de recordar donde la vio, pero se obliga a salir de sus pensamientos, ya que la mirada asustadiza de la chica era muy penetrante, muy intensa y prolongada para su gusto.

- No fue nada y debería tener más cuidado.

Ella asintió mientras le agradecía. La pelinegra se queda viendo al rubio de ojos azules y luego al recordar quien era abre los ojos con sorpresa y logra articular unas palabras medio arrastrando algunas por su estado de embriaguez:

- Él es... ¡oh por Dios! ¡Santa cachucha y la virgen de las cacatúas juntas! usted es Marcelo, Marcelo Sandoval ¿Cierto?

Él asiente sin ningún tipo de expresión, pero su curiosidad por ella y la sensación de haberla visto antes decide a preguntar la chica:

- ¿Usted es..?

- Keily, Keily Andersson, mucho gusto - se dan las manos en forma de saludo y ambos se sintieron extraños al hacer contacto uno con el otro, un corrientazo inusual.

- Un placer, - articula él retirando la mano inmediatamente. - Solo Cuídese señorita. - hace una reverencia inclinando un poco su cabeza - si me lo permite, me retiro.

No dice más y se va dejándola sola ahí.

La chica se dirige hacia la barra, está nerviosa aún mientras que el rubio llamado Marcelo, se dirige a su mesa y su amigo le mira con desaprobación.

-¿Qué demonios te pasa a ti, Marcelo Sandoval? ¿Cómo se te ocurre hacer eso? Para eso están los de seguridad - su tono deja saber que está molesto.

-Si no hubiese intervenido esa chica estuviera siendo maltratada o violada en estos momentos.

-¿Y eso a ti que te importa? - cuestiona el castaño de ojos verdes con tono un poco molesto. - a ti nunca te ha interesado nadie, así que no salgas con eso.

- Lo único que te puedo decir es que en mi presencia ninguna mujer es humillada ni maltratada la conozca o no, se que soy un hijo de puta con quien tengo que serlo, pero tengo madre y hermana, no me gustaría que ningún imbécil hiciera tal cosa.

- ¡Ok ya! Tienes razón, te creeré sólo porque yo también tengo a mi hermana y si alguien se pasa de listo conocerán una parte de mi que nadie a visto, - dice Cristian un poco molesto y con los dientes apretados - mejor no pienso en eso porque cambia mi humor y eso no lo permitiré - toma un trago largo de su vaso y continua - no voy a discutir contigo sobre la estupidez que hiciste al entrar tus nariz donde no debías y ya que te negaste a ir por un buen trasero yo si iré por algo de placer carnal, amigo.

Marcelo asiente con un movimiento de cabeza mientras toma su trago, se hace a la idea de que por el resto de esta noche estará solo.

Este se pone de pie, le hace una señal a una chica castaña y se va a una de las tantas habitaciones del club que son para los clientes adinerados dejando a Marcelo solo en su mesa.

La música esta alta, resuena fuertemente por todo el lugar y la personas se pierden en ella, bailan y se divierten como si fuera el último día de sus vidas.

El rubio observa a la pelinegra tomar un trago tras otro en la barra, algo en esa chica llama su atención, aún no sabe lo que es, sin embargo, tampoco está dispuesto a investigarlo.

Al cabo de unos minutos decide apartar la mirada, pide otro trago y en media hora decide levantarse e irse del lugar haciéndole saber a su chofer que debe estar listo. Sale por unas de las salidas exclusivas para clientes de su estatus social y mientras camina tranquilamente escucha unos sollozos y forcejeos, Thomas, su chofer, sale del auto para abrir su puerta al tiempo que Marcelo cuestiona.

- Thomas, ¿escuchas eso? - Este pregunta mientras que se acerca más al lugar de donde se escuchan los sollozos y forcejeo.

- Si, señor, lo escucho, - contesta Thomas mientras le toma la delantera a su jefe, - pero si es... la Señorita Andersson.

- El rubio solo se limitó a caminar al lugar ignorando que su chofer conoce de algún lado la chica que le a tocado salvar dos veces en una noche. A medida que se acerca, escucha las palabras de aquel hombre que tenia a la chica acorralada a un auto.

- ¿Quién podrá defenderte ahora? - Suelta el abusador.

Escuchar aquello hizo que el rubio se entrara las manos a los bolsillos de su pantalón con despreocupación y suelta un suspiro cansado cuando se queda pensando que hoy le ha salido muy bien el papel de superhéroe y salvar a las damiselas en apuros, mejor dicho, a la damisela en apuro en singular puesto que, solo había ayudado a una pelinegra borracha. Caminaba a paso lento y empezando a articular las siguientes palabras:

- Al parecer los hijos de puta como tú, merecen más que unos puñetazos para entender que a las mujeres no se les toca en contra de su voluntad. Lo diré una sola vez ¡Suelta a la chica, ahora!

-¿Otra vez tú, mal nacido? sigue tu camino y déjame con la zorrita esta - brama aquel hombre que sostiene a la chica quien aún forcejea con aquel hombre y debido a lo robusto y fuerte que es, poco puede hacer.

De un momento a otro, Marcelo estaba a su lado separando a la chica de un tirón del hombre aquel, la chica cae al piso, puesto que perdió el equilibrio, es auxiliada por Thomas mientras que este le pregunta que si se encuentra bien a lo que ella responde que si con un asentimiento de cabeza.

El ojiazul le pega unos buenos puñetazos en el estómago y en su rostro con una agilidad increíble, el hombre trata de defenderse, pero el otro no le da la oportunidad, Thomas llama a la policía y en pocos minutos ya se encuentran en el lugar llevándose detenido al hombre abusador.

- ¿Sabes quién es ella? - pregunta Marcelo a su chofer después de que se llevarán al hombre, - se que la he visto, pero no logro recordar donde.

- Sí, señor - responde este, - es la señorita Andersson, novia de su hermano Diego.

Marcelo suelta un suspiro lento pensando en lo que debía hacer, a él poco le importaba que haría la chica después, pero al verla en el estado que se encontraba y pensando en que la había salvado dos veces en una noche y para que esto no fuera en balde le ordena a su chofer que suba a la chica al auto para llevarla a la casa de su hermano ya que como esta no puede andar sola por ahí.

Con razón se le hizo conocida, la vio una vez en compañía de su hermano en una de las reuniones, sin embargo, nunca fueron presentados.

Cuando ya están en el auto Marcelo y Keily en la parte trasera mientras que el chofer sube a su lugar para arrancar hacia el destino que había dicho el señor Sandoval, hay un silencio en el lugar que la joven no tiene problemas en llenar.

- ¿A dónde me llevan? - cuestiona arrastrando las palabras un poco.

- A casa del señor Diego señorita, el es su novio y el se encargara de usted, - responde Thomas amablemente.

- ¡No! Ese imbécil y yo ya no somos nada, Thomas, no lo menciones en mi presencia. - Ella empieza hablar mientras se rompe y comienza a llorar, y sigue escupiendo con enojo. - ese maldito, desgraciado, hijo de su puta y desconchuflada madre, sin ofender a su santa madre, no es nada mío.

- ¿Terminaron? - Pregunta Marcelo sin inmutarse y girando un poco su cabeza para mirar a la chica.

- Si, rompimos, bueno yo rompí con él - responde ella, mientras las lagrimas y sollozos se hacen presentes. - Lo encontré con una mujer en su departamento y no solo eso, esa mujer era mi mejor amiga.

Keily se rompe una y otra vez delante del hombre quien la escucha con atención y asi continuo ella contándole los por menores de ese día como si Marcelo fuera un conocido de toda su vida, el alcohol haciendo de las suyas en su sistema.

Marcelo entrecierra los ojos y apretó su mandíbula pensando en que su hermano a actuado como un idiota en la mayoría de las ocasiones y debido a todas sus estupideces su padre se vió envuelto en problemas legales en cuanto a la empresa, el patrimonio familiar se vio afectado y aún así el muy estúpido no aprende la lección.

- ¡Marcelo! - Lo llama Keily, al ver que el hombre esta muy sumido en sus pensamientos. - ¿Me estas escuchando?

- No, - suelta el rubio sin inmutarse y con aires despreocupado y continua sin mirarla. - no me tutees, no me conoces.

Keily se enoja y empieza a decir una serie de barbaridades:

- ¡Claaaaroo! Como me vas a escuchar si ustedes son tal para cual, son hermanos ¿no? - Habla ella torpemente, moviendo sus brazos y cuerpo con exageración, el alcohol esta haciendo su trabajo en su sistema. - Juegan con las mujeres y las engañan a sabiendas que le van a herir, pero ustedes no les importa eso.

Sigue diciendo y hablando una serie de insultos hacia el hombre de la mirada azul y se da cuenta de que el rubio la sigue ignorando, sigue indiferente a lo que ella cuenta, pues no hace caso a personas ebrias que no saben dónde están paradas y en este caso sentadas.

La pelinegra, se enoja al ver que no puede llamar la atención del hombre e hizo algo que en su sano juicio no haría porque en estos momentos, la pelinegra no conoce el sentido de la vergüenza, se sentó ahorcadas en él, mientras que este la mira con sorpresa.

- ¡Estas loca! - escupe el rubio, tratando de quitarse a la mujer borracha de encima, pero no pudo. - Bájate, niñita.

Ella enterró su rosto en el hueco del cuello de Marcelo y este se queda quieto, no se mueve, aspirando el olor embriagante de la mujer sentada en sus piernas haciendo que los sentidos se activaran, el aroma dulce de la chica, llegó a los sentidos más profundos del hombre, logrando que el instinto animal que gobierna a su raza fuera tentado a despertar.

Ella por su parte comienza a abrazarlo sin más y la cara del hombre era un dichoso poema, puesto que no podía creer lo que esta chiquilla se atreviera a tal cosa.

Keily se separa y aún en su regazo lo agarra por los hombros y quiere hablar, pero a ella no le salen las palabras, aunque todos sus sentidos no están sumidos en los efectos del alcohol, es capaz de perderse en la mirada tan penetrante del hombre frente a ella.

Él la mira y traga grueso, se queda estupefacto viendo los lindos ojos y labios perfectos de la chica, pero el sabe que no puede dar riendas sueltas a esos pensamientos y haciendo uso de su autocontrol le dice a la chica con voz ronca:

- ¡Levántate ahora, niñita del demonio! - él se remueve y ella logra acomodarse más. Ella por su parte, se remueve en el regazo del rubio aquel mientras trata de mirarlo a la cara, partes ocultas de su cuerpo rozan entre sí.

El chofer quien es espectador en primera fila a través del retrovisor, se guarda una carcajada con las ocurrencias de la chica y la cara que su jefe ahora tiene.

- ¿Ahora me va a escuchar, señor Sandoval? - logra decir ella mientras vuelve abrazarlo, él no dice nada, se encuentra inmóvil ante la osadía de la chica borracha que se carga.

¿Quién demonios me iluminó para cargar con este tormento en mi auto?

¡Qué tortura es esta chica! Bien pude darme cuenta que lleva los genes del demonio dentro.

El sigue perdido en sus pensamientos, ya que esta mujer que ahora esta sentada ahorcadas a él y que lo tiene abrazado lo esta volviendo loco, su tacto, su boca, sus ojos que destilan inocencia, su aliento dulce combinado con el alcohol que ha consumido momentos atrás. Ella lo sigue abrazando como si su vida dependiera de ello, el solo pensaba que la chica que tenía en su regazo estaba a punto de despertar a la bestia y no podía permitir eso.

¡Esta chica se ha atrevido a seducirme en mi propio auto! Cómo se atreve?

Ella se separa un poco de él y mirando los ojos del hombre, tan profundos, tan bonitos, quiere decir algo, pero vuelve hacer silencio, no sabe que decir, mira detenidamente las facciones del hombre que se encuentre cara a cara con ella.

¡Pero qué lindo es!

Keily borracha, Hormonas feliz, yo feliz. - resuena la consciencia de la chica.

Ella baja la mirada a los labios del hombre, le resultaban apetecibles, tenía ganas de besarlo. Él, por su parte, Marcelo, se da cuenta de las intenciones de la chica y la forma en la que ella lo miraba le daba a entender que ella también quería lo mismo.

A pesar de que él estaba sobrio y ella tenia mucho alcohol en su sistema no quiso contener el ferviente deseo que le había surgido, sin embargo, aun se debatía en lo que debía hacer porque el podrá ser el hombre más desgraciado de la faz de la tierra, pero nunca se aprovecharía de una mujer estando en sus cinco sentido mucho menos lo haría estando esta ebria.

En su interior se lleva a cabo una batalla, la parte racional decía que no podía dejar a la parte irracional ganar, debía contenerse, sin embargo, esto que ella hace al mirarlo de esa manera, mirarla tragar grueso, ella quería probar esos labios que tenia a centímetros de ella y él no deseaba otra cosa, todo esto hace que el poco autocontrol que le quedaba se fuera al caño.

A pesar de que él sabía que no era apropiado hacer esto en las condiciones en la que se encuentra la chica, decidió por primera vez en su vida dejar a un lado aquello que le parecía correcto y entonces pasa, éste la miró, la tomo con una de sus grandes manos por la nuca y la acerco a su rostro y estampo de forma apasionada sus labios con los de ella, dándose un beso profundo, rudo, ambos responden a ese beso como si la vida dependiese de ello, miles de sensaciones despertaron en ese momento para las dos personas en el acto, él mueve a agilmente sus labios sobre los de Keily, ella responde con la misma ganas. Sus lenguas se encuentran una y otra vez temiendo que ambas queden enredadas entre sí.

Ella empieza a sentir sensaciones que nunca antes había sentido, un fuego abrazador por el que ella teme ser consumida.

Ambos se besaban como si no hubiera tiempo, sus respiraciones aceleradas y un cosquilleo les recorría el cuerpo como si estos portarán electricidad alguna, las manos de Marcelo en encontraban inquietas y quería tocar más de lo debido, pero no se atrevió hacerlo porque sabe que la joven que tiene en su regazo y que le ha causado la erección más grande de su vida se encuentra tomada y él es ese tipo de hombres que no se aprovecha de las mujeres en su estado de embriaguez, sin embargo, Keily entierra sus dedos en el rubio cabello del hombre tirando de este con fuerza y un gruñido sale de la garganta de Marcelo.

Sus labios, sus lenguas se encontraron una y otra vez con deseo, con ganas de más, ambos estaban dando todo en un beso, dos personas que nunca habían hablado, nunca tuvieron una conversación se encontraban en un auto besándose desenfrenadamente. Él como hombre al fin no podía negar que la chica besa como una ninguna otra y ella con el alcohol haciendo estragos en ella era consciente de lo que estaba haciendo, sabía lo que ocurría.

Ella por primera vez en su vida sintió tantas sensaciones juntas que no supo como interpretarlas, solo un beso podría llevarla a la perdición misma, un beso combinado con los efectos envalentonado que le otorga el alcohol podría hacer que ella al igual que él se pierdan en sí mismos.




♡♡ NOTA DE LA AUTORA ♡♡

Capitulo nuevo.

¿Qué creen ustedes que pasará?

Pobre Thomas en el asiento delantero.

Nos leemos pronto.

Besitos para ustedes, mis guerreras.

💋💋💋

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