≪•◦ ❈. Capítulo 79. ❈ ◦•≫
En este preciso momento, todos los seres queridos de Elena, se encontraban en un centro de salud, puesto que, la pelirroja estaba a punto de tener a su bebé.
Cristian sostenía su mano, mientras que ella pujaba con todas sus fuerzas para poder ver por primera vez a su bebé.
—¡Esto duele como el infierno! — gritó ella, mientras una contracción más la atacaba y ella pujaba.
—¡Tú puedes, mi estrellita! — animó, el castaño, al tiempo que besaba su mano —. Eres la mujer más valiente del mundo.
El llanto de un bebé inundó la estancia llenando de alegría a todas las personas que allí estaban.
Elena, estaba agotada por el esfuerzo que había hecho al dar a luz a su hija y, Cristian, estaba anonadado, no pestañaba, seguía todos los movimientos de la enfermera.
Unos segundos después, la niña fue puesta en los brazos de su madre, era pequeñita y tenía rastros de cabello color rojo. Nunca se había visto a Elena tan feliz, sus lágrimas rodaron sus mejillas, esta vez, de pura felicidad. Mientras tanto, Cristian, miraba a su hija y descubrió un sentimiento que no había sentido nunca y que creyó que no existía.
—Bienvenida al mundo, mi amor — murmuró, ella sosteniendo los deditos de su bebé.
Cristian, se acercó a las dos pelirrojas y, Elena, dirigió la vista cristalizada hacia él.
Sonrió.
—Mi amor, conoce a papá...
Cristian no podía creer lo que veía, su hija, era el bebé más precioso que había visto nunca.
La tomó en sus brazos y las lágrimas no se hicieron esperar. Era la emoción más grande del mundo, nada se había sentido igual.
—Eres lo más importante en mi vida — murmuró, feliz —. Tu y tu madre, son la razón de vivir, mi nenita...
La escena era muy conmovedora, tanto Elena como el equipo médico, quedó totalmente enamorado de las emociones que sintió Cristian al ver su hija por primera vez.
Los días siguientes, ya estaban en casa, cuidar de un bebé conllevaba muchas cosas, sin embargo, era una etapa que siempre traía mucha felicidad.
—Es la niña más hermosa del mundo, Marcelo — se jactó, Cristian, de decir —. Estoy tan feliz, enamorado de mi hija.
Marcelo, sonrió.
—Se parece mucho a su madre — manifestó —. No sacó nada de ti.
—Tienes razón — le brillaban los ojos cada vez que hablaba de su hija —. Quiero que algún día experimentes esto que siento, Marcelo.
El gesto libre de expresión de Marcelo, lo acompañaba.
Unos segundos después, Cristian, se dio cuenta de lo que había dicho, pues, lamentablemente, para Marcelo, las cosas no estaban muy bien que digamos.
—¿Has visto a Mónica? — Preguntó, el castaño.
—No — respondió, indiferente.
—¿No has sabido nada de los avances de su embarazo?
Marcelo, respiró profundo.
—No hay necesidad de preguntar nada, ella se encarga de dejarme saber.
—Sé nota mucho lo interesado que estás en ella y ese proceso.
—Es que aun no puedo creer que esto me esté pasando a mi — dijo, tomándose un trago, se sentía mal —. No quiero esto.
—¿Y Keily? — se atrevió a preguntar.
Desvió la mirada.
—¿Qué con ella?
—Tú sabes de lo que hablo, Marcelo.
—No he sabido nada de ella desde aquella noche que salió de nuestra casa.
Cristian, lo miró fijo.
—Aún no puedo creer lo que me contaste.
—Te juro que si Martina...
Hizo silencio y se tomó otro trago, no quería hablar de ese asunto.
—Que si Martina y tu madre, no te hubieran confirmado lo de las fotografías...
—No quiero hablar de ella, Cristian — manifestó, poniéndose de pie —. Ahora debo preocuparme por este problema que se avecina.
—Aunque quieras enfocarte en la demanda que Diego interpuso en tu contra y el desvio de dinero, no puedes mentirme, sabes que te preocupa la desaparición de Keily.
Marcelo, tragó saliva.
Habían transcurrido semanas desde aquel acontecimiento, Keily estaba desaparecida, nadie sabía de ella.
—No quiero hablar de ese asunto en este momento — soltó.
Estaba siendo difícil para él lo que estaba ocurriendo, no quería que se tocara el tema de su esposa.
Cristian, respetó su decisión.
— ¿Y de Diego? ¿De él no quieres hablar?
Marcelo, se tensó en su lugar.
—No he querido cruzar nuestros caminos por que de hacerlo, voy a matarlo.
—Eres un hombre inteligente, Marcelo, no actúes por impulso.
—De solo pensar que puso las manos sobre ella, que la hizo...
Hizo silencio y cerró los ojos con fuerza. No quería pensar en aquello, bloqueaba ese tipo de pensamientos, ya que sentía que moría por dentro de solo imaginar a su mujer en esa situación.
—Debes pensar con la cabeza fría y...
— ¿Puedes olvidar el tema por lo menos por un mes? — Preguntó, cansado.
Cristian, soltó un suspiro lento.
—Esta bien, voy a soltar eso, por ahora — dijo el castaño —. Háblame de Lixie Bernar, me dijiste que ella será quien tome tu caso en conjunto con otros abogados.
—Asi es, llega esta tarde y me pidió que fuera por ella al aeropuerto.
—Supongo que esa cara es porque no quieres ir.
—Te iba a pedir que te encargara de eso, por favor, debo ir a hacer unas cosas.
Cristian, sonrió.
—Lo haré...
Ellos continuaron su plática.
Los días y las semana fueron pasando, la preocupación de Elena por Keily era palpable, estaba moviendo cielo, mar y tierra para encontrarla.
— Lo último que tenemos de ella es que llamó a Cristian y Marcelo hace un poco más de dos meses — dijo, Elena, desesperada —. Una persona no se desaparece así como así, detective.
Elena estaba preocupada, pero también sabía que Keily, no estaba en el poder del extorsionador, ya que este se ha comunicado con ella para hacerle saber que aún se encuentra vigilada y, aunque quiere hacerle creer que la pelinegra está con él, no le cree.
Lamentablemente, Elena, no podía decir lo que sabia, estaba de por medio su familia.
—Estamos haciendo lo posible por encontrarla, señora.
—Pues haga lo imposible y, si es necesario, contrate a más personas, le pagamos lo que sea.
—Lo tendré pendiente...
Mientras tanto, Marcelo estaba luchando contra Diego, este lo había acusado de desembolsar una fuerte cantidad de dinero sin ninguna justificación.
—Lo que más te perjudica en esta parte es que la transacción, se hizo desde tu computadora y usaron el código secreto que tienen socios para este tipo de transferencias — dijo, Lixie, su abogada.
Ahora estaban en casa de Marcelo, en su despacho, tratando de reunir todas las evidencias para su caso.
—Esa transferencia, pudo hacerla cualquiera desde mi computadora, Lixie — manifestó, Marcelo, cansado de tantos problemas —. Todos los socios tienen el mismo código.
—Si, pero no todo el mundo tiene acceso a tu computador personal.
—Mi portátil, siempre está conmigo.
—Puede que haya ayudado una persona de fuera o de tu casa — lanzó, la mujer, sin ningún tacto.
Marcelo la miró, inexpresivo.
—No tengo sospechas de nadie.
—¿Ni de tu esposa?
Marcelo, la miró fulminante.
—Ella no sería capaz de hacer eso — soltó, con los dientes apretados.
—No te enojes, solo busco las posibilidades. Además de que esa transacción se hizo unos días antes de que se separaran.
Que ella hablara de Keily, lo hería demasiado, apretó los ojos con fuerza.
—Doy por terminada esta reunión — informó, de repente, el rubio.
La mujer, apretó un poco la mandíbula.
—No puedes simplemente cerrarte cada vez que se habla de ella, Marcelo, tenemos un caso que resolver y hay que descartar todas las posibilidades. Además, debes de tener pendiente que, al ella tener parte de tus bienes, de tu fortuna, también está implicada en este caso, tiene la posibilidad de que también la involucren en el proceso penal.
Marcelo, apretó los puños en señal de frustración.
—Buenas noches, Lixie — insistió, Marcelo, sin decir una sola palabra sobre el tema —. Thomas, te llevará a donde desees.
La chica lo miró, frustrada, pensaba que Marcelo era un hombre difícil.
—Pensé que nos tomaríamos un trago, Marcelo — replicó, inconforme —. Tenemos mucho que no compartimos como amigos, como antes.
Marcelo, la miró. Sabía de sus intenciones.
—Tengo muchas cosas que hacer, Lixie, en otro momento será.
— Pero me la debes, ¿Eh? — advirtió ella, con una sonrisa.
Él dio un asentimiento.
Lixie, no tuvo más remedio que ir a su casa y dejar a Marcelo solo, quien después de que ella se marchara, se quedó en su despacho buscando la mil y una forma de entender todo lo que estaba pasando.
Cuando la frustración llegaba, se iba a su gimnasio a descargar todo el peso mental que llevaba en su saco de boxeo.
Las semanas iban tan deprisa y los problemas entraban más en su apogeo.
A Marcelo, le congelaron todos sus bienes hasta que se demuestre que no usó el dinero de la empresa Sandoval para hacer crecer su fortuna. Keily, sería su cómplice por su reciente sucesión de bienes, sin embargo, los abogados alegaban que Marcelo podía hacer lo que fuera con su fortuna antes de que sus bienes fueran intervenidos.
El pleito en los tribunales estaba en los periódicos y todos los medios de comunicación.
Marcelo y Diego, tuvieron una pelea tan fuerte, que se golpearon y fue la comidilla de toda una nación.
Diego, quería bloquear todos sus caminos y lo estaba logrando.
En True Style, se habían normalizado un poco las cosas, Marcelo aún estaba bajo investigación y tenía libertad bajo fianza.
—Entonces, tenemos un proyecto en puerta que viene desde empresas Sandoval —habló, Danna, quien había ayudado bastante a Elena y Marcelo en los proyectos en ausencia de Keily.
— Es muy grande, ya hicimos un presupuesto y es uno de los más grandes que ha tenido la empresa, este es, incluso, más elevado que el proyecto Perla y el de la cadena hotelera, comandados por Keily.
—Es necesario abrir un presupuesto superior a esos proyectos — informó, Alicia.
— ¿De cuanto estamos hablando? — Preguntó, Cristian.
Alicia, pasó un informe detallado por escrito de todo lo que conllevaba aquel proyecto.
Todos estaban muy concentrados mirando el informe.
—Este presupuesto es muy elevado — habló, Mónica, quien también participaba de la junta, debido a que es representante de un porcentaje de las acciones. Su vientre abultado la caracterizaba —. No estoy de acuerdo con todo esto.
Ella miraba a Marcelo, quien en ese momento la miró, su gesto inexpresivo.
—No es que tengas que estar de acuerdo o no — refutó, él —. La empresa tiene un contrato con la constructora y no podemos decir que no.
—El presupuesto es muy alto — habló, el contador de True Style —. La empresa no tiene problemas para desembolsar esa cantidad, sin embargo, necesitamos la firma física de la Señora Sandoval para que se lleve a cabo la transacción.
Marcelo, apretó los puños en su lugar, nadie se dio cuenta de este hecho.
Se encontraba desesperado.
—No veo para que se necesita la presencia de esa en esta empresa — despotricó, Mónica, enojada—. Con los que estamos aquí es más que suficiente.
—La presencia de "esa" como tú la llamas — comenzó Danna, indignada —. Es fundamental en esta empresa por sí no lo sabias, exijo más respeto.
Mónica, la miró fulminante.
—¿Y quien te crees que eres para hablarme de esa manera?
— Es la que esta encargada de los grandes proyectos en conjunto conmigo — intervino, Elena —. Ten mucho cuidado de como te refieren a mi amiga porque muy pocas cosas me van a importar a la hora de defenderla.
—Vamos a calmarnos, estamos en una junta — habló, Cristian.
—Pues me indigna que aun estén mencionando a esa mujer en mi presencia — lanzó, Mónica aun más enojada —. Tengan presente que ahora soy yo la que lleva un hijo de Marcelo Sandoval, no quiero que la mencionen.
Danna y Elena, se rieron de manera sarcástica.
— Falta que en verdad ese hijo sea de Marcelo — devolvió, Danna sin ningún tacto.
—¡¿Cómo te atreves?! — se airó, Mónica, poniéndose de pie, trató de pegarle a Danna.
Marcelo, la detuvo por un brazo y con los dientes apretados habló:
—No te atrevas a armar otro de tus numeritos...
—Ellas iniciaron...
Él la sostuvo por el brazo con más precisión.
—No vuelvas a hablar de Keily de esa manera, te recuerdo que ella sigue siendo mi esposa y no voy a tolerar que ni tú ni nadie le falte el respeto en mi presencia.
En ese momento Elena y Danna, se sintieron aliviadas, pues el resentimiento que Marcelo sentía por Keily durante todo ese tiempo, no lo cegaba.
—Soy la madre de tu hijo...
—Cuando decidas demostrarlo, entonces, hablamos de ello.
La soltó y salió de la sala de juntas irritado.
Cristian soltó un suspiro lento.
—Estoy muy preocupado por Marcelo, siempre ha trabajado mucho y ahora se está saturando de trabajos extras, no duerme, no come bien y, por si fuera poco, no escucha nadie.
—Pues debería enfocarse en lo que en verdad importa, su hijo y yo — soltó, Mónica.
Elena, giró los ojos.
—¿Acaso no te has dado cuenta de que ese hombre te ignora totalmente? — lanzó, la pelirroja con sarcasmo.
— Ella es muy tonta para darse cuenta de eso — dijo, Danna.
—¿Quién te dijo a ti que te metieras en esto, estúpida?
—Nosotras somos las amigas de Keily y eso nos da el derecho a defender lo de ella —respondió, Elena.
Mónica, trató de pegarle a Elena y Cristian, le sostuvo el brazo.
—Es mejor que te quedes tranquila, Mónica y al fin cedas en que le hagan la prueba de paternidad de tu hijo, pues no obtendrás nada de Marcelo hasta tanto.
Ella tragó, saliva.
—No hay necesidad de eso, me ofende.
—Eso deja mucho que decir, ¿No? — habló, la rubia con una sonrisa victoriosa.
—Les voy a callar la boca a todos cuando mi hijo nazca y se parezca a su padre. Marcelo no tendrá la necesidad de hacer ninguna prueba de paternidad.
—Hablaremos de eso hasta entonces — terminó Elena la conversación.
Ella salió a su oficina, seguido de Danna y Cristian, dejando a Mónica, sola en aquel lugar.
—En unos minutos, iré a ver a Marcelo, puede que necesite algo. Hoy esta más susceptible que nunca.
Elena se quedó pensando en eso por algunos segundos.
—Hoy es el cumpleaños número veintitrés de Keily — informó, la pelirroja.
Eso hizo que Cristian abriera los ojos en sorpresa.
Danna, solo escuchaba.
—¡Mierda, Elena! — exclamó, Cristian, cayendo en cuenta de lo que pasaba —. Con razón, esta que no lo calienta ni el sol.
—Es desesperante no saber nada de Keily hace más de tres meses —dijo, Elena, afligida —. Los detectives, no avanzan en las investigaciones de su paradero.
Danna, que escuchaba la conversación, se sintió un poco incómoda, quizás el no poder ayudar la hizo sentir así.
—Creo que ella misma se está escondiendo — continuó, Cristian —. Su familia la vino a buscar hace más de un mes y no han regresado, al parecer saben donde se encuentra.
—Tengo semanas que no hablo con algunos de ellos, tendré que llamarlos — Elena, sabía muchas cosas, pero no podía hablar, sabía que estaba siendo vigilada constantemente.
—Si logras enterarte de algo, me lo haces saber, por favor.
Ella dio un asentimiento de cabeza.
— Lo haré.
Cristian, se quedó mirándola por algunos segundos y sonrió.
—Voy a ver a Marcelo. Hasta luego, chicas — dio un beso en los labios de Elena y se despidió de Danna.
Se dirigió hacia la oficina del rubio y lo primero que Sora, su secretaria, le dice es:
—El ingeniero no quiere ver a nadie, arquitecto.
—Me da igual — respondió, Cristian, sin detenerse y adentrándose en la oficina.
Lo primero que mira es a un Marcelo con su rostro enterrado entre sus manos en unos de los sofas que estaban en la estancia, se notaba preocupado.
Cuando, el rubio, se percató de que alguien había entrado, quitó sus manos y miró en dirección a la puerta.
—Le dije a Sora que no quería ver a nadie, Cristian — su tono era cansado.
—Yo no soy cualquier persona, soy tu hermano — respondió, Cristian, al tiempo que se sentaba frente a él, en otro sofá —. Tienes tiempo que conmigo no hablas, no te desahogas y eso me preocupa.
Marcelo, sonrió, de sorna.
Se puso de pie y se sirvió un trago. Cristian, no quiso, alegó que era muy temprano para eso.
—Estoy bien, Cristian — manifestó, mientras volvía a su lugar —. Sólo que tengo varias cosas en qué preocuparme.
—Keily, es una de ellas, ¿Verdad?
Se quedó callado y giró su rostro a otro lugar.
—Los asuntos con la constructora, van marchando por buen camino, Lixie y sus abogados, han hecho un excelente trabajo — alegó, Cristian —. Lo unico es que el proceso aún continúa.
—Diego, ha tratado de cesar sus ataques en la demanda y, todo esto, es...
— Por Keily — terminó, Cristian, por él —. Explícame.
— Sus bienes, no han sido tocados, pero quieren que ella rinda sus declaraciones sobre los hechos, además, se hablaba de que ella tendría sanción por todo esto, pero se ha logrado demostrar que no tiene nada que ver — explicó, Marcelo.
—Pues estoy seguro de que esa parte te tiene un poco más tranquilo.
Se hizo un silencio y, Marcelo, aprovechó para tomarse unos tragos mientras miraba una fotografía que estaba sobre la mesa.
Era una foto de Keily y él, en Las Vegas después de su matrimonio.
—Hoy es su cumpleaños — murmuró de pronto, mirando la foto —. Hoy cumple sus veintitrés años.
Cristian no dijo nada. Es la primera vez en tres meses que se ha atrevido a hablar sobre Keily.
—No entiendo que nos pasó — continuó, Marcelo, el dolor reinaba en su voz —. Ella era feliz conmigo, me lo hizo saber todo el tiempo. Me pregunto una y mil veces porqué dejó que ese imbécil la tocara.
—Marcelo...
—Ese último día que la vi, estaba empeñada en que le creyera, que supiera que Diego la hizo suya, pero su mirada, su bendita mirada...
—Te decía lo opuesto, ¿No es así?
—Mi madre me dijo todo aquello, Martina también y, aun así, tengo tantas dudas, Cristian. Hablé con Amelia y me dijo que no entendía porque Keily, se quedaba en varias ocasiones en la habitación de su hermano que no era yo. ¿En qué momento dejé de conocerla? ¿huh?
Cristian, respiró profundo.
—Creo que tus instintos son muy precisos, no creo que te dejes llevar tan fácilmente por los demás sin antes investigar.
Marcelo, respiró profundo.
—La he buscado, he contratado a varios detectives y no han dado con su paradero. Es como si se la hubiese tragado la tierra — soltó, desesperado —. Creo que se esta escondiendo de mi.
—Su familia sabe de ella. No tengo dudas.
—Sarah, nunca ha estado cuando fui a buscarla en tres ocasiones y Jason esta muy molesto conmigo.
—No creo que Keily, tenga razones para esconderse.
Marcelo, se quedó en silencio y tomó en sus manos aquella fotografía.
—¿Sabes que fue lo último que le dije? — murmuró con el alma rota —. Le dije que ella era mi peor error y que nuestro matrimonio también lo era.
Cristian, cerró los ojos con fuerza.
—Eso fue cruel, Marcelo — dijo, Cristian, decepcionado —. No puedo imaginar lo duro que fue para ella escucharte decir eso...
—No sabes lo difícil que fue para mi escucharla decir que ella me había traicionado, que se entregó a otro hombre, a Diego, al hombre que más me detesta y yo también, ¿Alguien puede entender eso?
—Te entiendo perfectamente, en verdad lo hago, pero necesitas controlar tus impulsos...
—No quiero verla, pero al no saber como esta, ni donde está me está matando, estoy preocupado, no se si esta bien y...
Se derrumbó, en ese momento, Marcelo, dejó salir todo aquello que lo atormentaba. Contó a su amigo todos sus temores.
Cristian también le habló sobre algunos comportamientos extraños sobre Elena y ataron algunos cabos que ahora deben de descifrar.
Era mucho en lo que tenían que pensar para luego actuar.
Una semana después, Marcelo acompañaría a Mónica a su cita control, ella lo había invitado en varias ocasiones, sin embargo, él no había accedido.
—Hoy verás a nuestro hijo por primera vez — dijo, Mónica, emocionada, mientras trataba de sostener la mano del rubio.
Inmediatamente, fue rechazada. Marcelo le dio una mirada de advertencia delante de varias mujeres que allí estaban.
—Ten muy claro que no somos pareja, no somos nada.
Mónica, apretó su mandíbula, pensaba en lo difícil que era ablandar a Marcelo.
Unos minutos más tarde, fueron llamados al consultorio y el doctor que la atendía la revisaba cuidadosamente.
—Embarazo va avanzando satisfactoriamente a sus veinte semanas — hablaba el galeno, mineras desplazaba el aparato por el vientre de la mujer —. ¿Quieren saber el sexo de su hijo?
—¡Si! — exclamó, Mónica, emocionada —. Queremos saberlo.
La mujer miraba a Marcelo con sus ojos brillantes, sin embargo, a él nada le daba emoción, lo único que podía imaginar era una situación así con la mujer que amaba y que ahora no estaba.
Lo único que quería era salir corriendo de aquel lugar y buscarla.
El rubio miraba la pantalla en donde se encontraba su supuesto hijo, pero era lamentable, no podía sentir ningún sentimiento paterno hacia esa criatura. Sin embargo, si llegase a ser su hijo, respondería por él, lo amaría y daría todo aquello que necesitase.
—Es un varón — informó, el doctor.
La alegría de la madre era única y Marcelo, con gesto inexpresivo, nada lo hacía sonreír.
—Debemos de buscar un nombre, corazón — manifestó, Mónica, feliz.
—Quiero hacer una prueba de paternidad, doctor — fue la primera oración que salió de Marcelo, dejando perpleja a Mónica y al doctor un poco confundido.
—¿Cómo dijo?
—No es necesario tal cosa, Marcelo — refutó, Mónica, incorporándose con ayuda del doctor.
— Para mi lo es — respondió el rubio —. Me puede informar, doctor, por favor.
—Claro, hay dos formas de realizar dicha prueba, señor Sandoval. La ciencia ha avanzado mucho en lo últimos años y se pueden realizar las pruebas de paternidad al feto sin riesgos al embarazo.
—¿A partir de que tiempo?
—Todo va a depender del método a utilizar, pero ya a partir de la séptima semana de gestación, se pueden llevar a cabo. Ambas tienen un 99% de confiabilidad.
— Entonces, es lo que deseo — insistió, Marcelo.
—No estoy de acuerdo y...
Marcelo, se acercó y habló para que solo ella escuchara.
—No me hagas obligarte e irme por la vía legal, sabes perfectamente lo que pasó entre nosotros, tu puedes ser acusada hasta de violacion — su tono era frío, sin ningún tacto —. Tengo pruebas de aquello que depositaron en mi bebida y también testigos, así que no te conviene entrar en negativa porque no me va a importar que estés embarazada para demandarte.
La mujer que se había puesto su pelo rubio hacían unos meses atrás, tragó saliva y no tuvo más remedio que quedarse callada.
Se pusieron de acuerdo para la realización de la prueba.
Mónica ya tenía sus planes hechos e iba a hacer lo posible e imposible para que nada se saliera de control.
El doctor le dio varias indicaciones y programó la siguiente cita.
Mientras los días y las semanas iban avanzando, la situación en True Style, se complicaba aún más. Sin embargo, Marcelo se tomó un respiro y fue al club de su amigo a tomarse un trago. No obstante, esa misma noche, los caminos de los dos hermanos se cruzaron y ahora ambos estaban tomando juntos unos tragos.
—Me gustaría saber como va el asunto del interior de Los Placencia —lanzó, Diego con gesto victorioso —. Supe que tienes problemas para dar inicios en el mes entrante.
La idea era despejarse del trabajo y las otras preocupaciones, sin embargo, estos los persiguen.
—Si — respondió, Marcelo, siendo honesto con su hermano —. Necesitamos una firma que aún no hemos podido conseguir.
Diego, sonrió.
— Me imagino que es la firma del accionista mayoritario — manifestó —. Por ahí supe que es Keily.
Marcelo, lo miraba seriamente.
— Asi es — coincidió.
El pelinegro, sonrió.
—Sería bueno que te vayas preparando para enfrentar sanciones legales para esta empresa si incumplen el contrato que tienen con la constructora.
Marcelo, respiró profundo.
—Creo que estas ansioso porque esa firma no aparezca, lo único que quieres es hundirme.
— Las cosas siempre te han salido bien, es justo que ahora se pongan a mi favor.
—¿Qué ganas con todo eso? — Preguntó, tranquilo.
— Quitártelo todo — lanzó con ironía —. Así como lo hice con Keily. Después de que la hiciste tu esposa, la hice mía una y otra vez — mintió, descaradamente —. Creo que con eso me doy por bien servido.
— Fue duro darme cuenta de que entre ustedes había un pasado y que ahí aun había cenizas.
Diego, sonrió satisfecho.
—No sabes como disfruté hacerla mía — lanzó, de repente, quería provocar a Marcelo de todas las maneras posibles —. Recorrer cada curva de su cuerpo y hundirme en ella como siempre había querido.
Marcelo, se quedó muy quieto, mirando los ojos negros de su hermano.
—Estar con Keily fue mi perdición — tomó, Marcelo, otro trago profundo, largo —. También recuerdo a cada instante cuando la hacía mía — miraba a Diego, quien se encontraba sonriendo de sorna —. Besar cada rincón de su cuerpo, incluyendo aquel lunar que se encontraba justo en sus caderas, era algo fascinante, era mi lugar favorito.
—Pensaba que tu y yo nunca íbamos a coincidir en algo. Fue lo que más disfrute la última vez que la hice mía.
Marcelo, sonrió, pero lo único que quería era golpear a su , sin embargo...
hermano
—También tiene otro lunar en sus senos...
—Ese era mi favorito — manifestó, Diego tranquilo.
—Qué ironías tiene la vida, hermano — soltó, Marcelo, de repente, respiró profundo —. Nos hemos enamorado de la misma mujer y es tan astuta que quiso engañarnos a los dos.
Diego, frunció el ceño sin entender. Marcelo, sonrió.
—Te dejó a ti por que la trataste de la mierda, la engañaste, casi la violaste, le hiciste muchisimo daño. Luego, me conquistó a mi, me enamoré de ella, fuimos felices todo el tiempo y luego resulta que me engañó, le faltó a nuestro matrimonio, precisamente contigo, con quien menos lo esperaba — todo lo dijo con calma —. Es muy astuta, ¿No? Sabe fingir muy bien.
—Nunca pensé que fuera tan buena actriz.
—Lo es — coincidió, el rubio —. Sobretodo los últimos días que estuvo en nuestra casa.
Marcelo, se puso de pie, enojado consigo mismo. Se sentía impotente ante todo lo que había pasado. Se tomó su último trago, ahí de pie y se fue en busca de Cristian con quien se desahogó entre tragos.
Las semanas transcurrían tan deprisa.
El caso de la constructora y el desvio de fondos estaba yendo en dirección a que un técnico del área de informática de la empresa Sandoval fue el que realizó la transacción cuando revisaba la computadora de Marcelo o usando su cuenta personal desde otro equipo.
Desde la computadora de Marcelo, no se había encontrado nada, no había evidencias de que la hubieran manipulado para realizar la transacción.
—Creo que muy pronto estarás libre de cualquier acusación — lanzó, Lixie, muy contenta —. Creo que eso merece un abrazo.
La mujer, se lanzó a los brazos de Marcelo, este se tensó en su lugar.
Los dos estaban en la sala de su casa.
—Te agradezco lo mucho que te has esforzado para que sea de esa manera.
Marcelo, se separó de ella con mucho tacto.
—No sabes lo excelente que puedo ser si me propongo algo —soltó con un toque de seducción —. Eso aplica en todos los campos.
Marcelo, la miró.
—Espero y no confundas las cosas, Lixie — advirtió, el rubio —. Eres mi abogada.
—Pero sabes que hace meses quiero algo más contigo, Marcelo. No es un secreto para ti.
—Soy un hombre casado.
—En este caso, no debes sentirte culpable por nada, no debes guardar respeto por quien no lo ha hecho contigo.
Marcelo, la miró con el ceño fruncido.
—Es un tema del que no te compete hablar — respondió, fríamente.
Ella tragó saliva.
—No voy a dejar de intentarlo contigo — continuó, ella —. No te estoy pidiendo que sea algo público o...
—No está dentro de mis principios, Lixie, así que no continúes con eso, por favor.
Ella dio un asentimiento, ha sabiendas de que no dejaría de hacer su lucha por ese hombre.
—Marcelo — llamó, Martina, la atención de las dos —. Al teléfono, se encuentra esta muchacha — se quedó pensando por algunos segundos —. Danna, dice que necesita preguntarte algo.
Marcelo, se dirigió al teléfono de su casa y habló:
Llamada telefónica ☎️
—Danna.
—Marcelo — respondió, ella —. Necesito consultarte algo sobre el proyecto, prediseñado que tenemos, es un asunto más de estética exterior que de interior y tengo varias dudas.
—Mañana a primera hora estaré en la empresa, puedes ir y discutimos eso, ¿De acuerdo?
—De acuerdo y disculpa por haberte molestado a esta hora.
—No es molestia, puedes llamarme si me necesitas.
—Gracias.
Se despidieron y Marcelo, volvió a su lugar de antes, esta chica, Lixie, aún lo esperaba en la sala.
—Tomemos una copa juntos — pidió, ella.
—¿Nos sirves, nana, por favor? — Martina, que miraba a la mujer como si la fuera a matar, dio un asentimiento —. Me gustaría que fuera de la botella que se encuentra en la vitrina, eres quien tiene la llave.
Martina, sonrió, orgullosa.
—Como digas, mi amor.
Marcelo, no confiaba en nadie después de que cayó en la trampa de Mónica y sus secuaces.
—Me quedaré despierta esperando a que termines y vayas a acostarte — informó, la apoyadora de Martina —. Así conversamos un poco tu y yo.
—Esta bien, nana.
Luego de eso, Marcelo, se tomó un par de tragos más hasta que la chica decidió marcharse de la casa.
Como lo había informado anteriormente, Martina, esperó a Marcelo para ir a conversar. En esta ocasión decidieron entrar a la habitación matrimonial de la casa.
—La tal Lixie, me cae mal.
Marcelo, sonrió.
—Todas las mujeres que vienen aquí a sabiendas de que es por trabajo, te caen mal.
—Eso no es cierto — refutó, la señora —. Han venido Elenita y esa otra muchacha, la rubia y no me han caído mal.
—No se que raro...
Martina, sonrió.
—Solo que sé reconocer a las mujeres saltamontes y ellas no lo son.
—Tienes razón — murmuró él, quitándose los zapatos.
—Por cierto, la chica esa, quería entrar al baño y precisamente al de esta habitación.
Marcelo miró, rápidamente a Martina.
—No entró, nana, ¿Verdad? — su forma de preguntar, era demandante —. No quiero que nadie entre aquí, solo tu y yo...
—No entró porque siempre la tengo bajo llave, Marcelo — lo tranquilizó —. No voy a permitir que nadie entre, sí así me lo pediste.
El rubio, no pudo evitar soltar un suspiro lento.
—Bien.
Fue lo único que respondió volviendo a su labor de quitar sus zapatos.
—Marcelo — llamó, Martina su atención —. En unos dias, tengo que salir, quería pedirte permiso porque no vendré en dos días.
Él volvió a mirarla, extrañado.
—¿No estarás aquí por días días? — repitió, sin poder creer lo que escuchabas —. ¿Me vas a dejar solo, nana?
A Martina, se le arrugó el corazón y fue a abrazar a su muchacho, pues ella en escasas ocasiones a salido y lo ha dejado.
—Solo serán dos días, prometo estar de regreso pronto.
—¿Y donde vas? — Preguntó, interesado.
—Iré a ver mi comadre que se siente un poco mal de salud, es algo que me preocupa.
Marcelo dio un asentimiento.
—No me gusta que salgas así, pero entiendo que tienes tus cosas y no puedo limitarte solo a mi.
La vieja, sonrió.
—Amo atenderte, aunque cuando Keily, estaba poco hacia, ella se encargaba de todo.
A Marcelo, se le hundió, su corazón. Martina, se dio cuenta.
—Con relación a ella, tu y yo tenemos un tema pendiente hace meses.
Martina, tragó saliva disimuladamente.
—De ella, no tengo nada que decir por ahora — miró el reloj de pared —. Debo ir a la cocina y calentar la cena de Thomas quien esta a punto de llegar.
—Martina...
—Hablamos después, mi niño.
Salió de la habitación como rayo, haciendo que Marcelo se creara en su cabeza un sin fin de telarañas.
Suspiró profundo y fue aquel lugar que tanto le recordaba a ella, miró aquel peluche que había ganado para ella en San Francisco. No pudo evitar sentirse vacío.
Al otro día, Marcelo, llegó temprano a la empresa como se lo había prometido a Danna, ella también llegó a buena hora.
—Es que siento que cuando el cliente llegue a este lugar se sentirá un poco cohibido, estrecho o no acogido con esta pared de aquí.
La rubia, le explicaba con detenimiento todo aquello que le parecía y las ideas que tenía.
—Cuando se hizo este diseño, ya no estaba a cargo, Cristian era que revisaba esos detalles, pero al él renunciar cuando dejé la presidencia, empresa Sandoval, se quedó sin el mejor arquitecto.
La chica suspiró.
—Sé que ya no puedes orientar en cuanto a la arquitectura interiorista, pero no se si se podría hablar con los dueños de esto. ¿Me darias un consejo?
—Puedes hacer lo que te haga sentir mejor, Danna.
—Siento que si no le digo nada, me estaría fallando a mi misma.
Marcelo, sonrió.
Esa chica le recordó a la mujer que amaba, pues ella también era amante a la arquitectura interiorista.
—Si necesitas los ingenieros para que te apoyen en eso, habla con Alicia y ella te orientará.
Ella, sonrió.
—Muchas gracias.
Él se quedó observando a la chica por algunos segundos más como siempre lo hacía evocando los vagos recuerdos de su pasado.
Mientas tanto, Danna observaba con detenimiento una fotografía que allí se encontraba, eran Keily y Marcelo, en París. Era la misma fotografía que adornaban una gran parte de su Jet.
—Es una linda fotografía — comentó ella con una sonrisa genuina.
Él miró en la misma dirección que ella lo hacía.
—Lo es — concedió él, tranquilo.
La chica, sonrió, sincera. Mientras que él, respiró profundo y se puso de pie para ir a su lugar de trabajo detrás del escritorio.
Cuando ella estaba recogiendo los planos y parte de sus bocetos, recibió una llamada que la dejó helada.
—Dusculpame, debo responder.
Marcelo, dio un asentimiento.
Ella tomó sus cosas y habló:
—Si..
Al escuchar lo que rápidamente le dijeron al teléfono, su corazón comenzó a latir muy fuerte.
Marcelo, se puso de pie y volvió a estar muy cerca de ella.
—¡Pero eso es imposible, no es tiempo! — Marcelo, frunció el ceño ante la preocupación de la mujer —. Esta bien, voy para allá...
Cerró la línea y miró a Marcelo con la misma cara de preocupación.
—Debo irme, ¿Crees que haya algún problema?
—¿Puedo ayudarte en algo? — Preguntó.
Ella tragó saliva.
—No. Solo es que alguien muy especial, no se siente muy bien y debo ir a ayudar...
Él dio un asentimiento.
—Puedes irte y, si en algo puedo ayudarte, no dudes en decirme.
Ella sonrió.
— Gracias — soltó rápidamente y dio un fugaz beso en las mejillas del rubio.
Salió corriendo dejando a Marcelo un poco sorprendido con su accionar, sin embargo, sonrió levemente ante su atrevimiento.
Mientras tanto, en un lugar a las afueras de la ciudad, un equipo médico trataba de detener lo inevitable. Un bebé llegaría al mundo antes de tiempo, pues solo eran 28 semanas de gestación las que había transcurrido.
La madre, se esforzaba por pujar con todas sus fuerzas a pesar de la debilidad que había presentado todas las semanas transcurridas. Luchó fervientemente para lograr que su hijo llegase a las 37 semanas, sin embargo, no se pudo.
—¡No permitas que le pase nada a mi hijo, Angel! — exclamó, aquella mujer con desesperación, mientras el sudor empapaba su rostro, su respiración era irregular debido al dolor que tenia —. ¡Por favor! ¡No dejes que se muera!
—Todo va a estar bien — respondió con seguridad mientras la miraba con sus ojos verdes —. Voy a cuidarlos.
—Si me pasa algo, debes... —un dolor fuerte se apoderó de ella, haciendo que hiciera un esfuerzo mayor para mantenerse en la conversación —. Debes decirle todo y llevar a mi hijo con él. ¡Prometelo, Angel!
—Lo haré — le aseguró con firmeza —. Aunque tampoco voy a permitir que te pase nada.
Una contracción más y pujó con todas sus fuerzas. Aquel hombre llamado Angel, apretó su mano y la apoyó en aquel momento.
Unos minutos más adelante, después de varios esfuerzos, la mujer dio a luz a su bebé, no obstante, este no lloró a primera instancia llenando de preocupación al cuerpo médico y las personas que allí se encontraban.
—¿Porqué no llora? — Preguntó, la madre de aquel bebé prematuro con tanta desesperación, hacia esfuerzos para ponerse de pie, pero Angel la sostenía —. ¡¿Porqué no llora?!
La angustia se había apoderado de ella, mientras miraba al equipo médico movilizarse, fue unos segundos después que el bebé lloró fuerte, llenando de felicidad y alivio a todos los presentes.
La madre con todo el agotamiento que la gobernaba cuidaba de su hijo, no dejaba de mirarlo.
—¿Cómo está? — Preguntó, la joven en un susurro debido al agotamiento que la gobernaba —. ¿Cómo esta mi hijo?
Escuchó todo lo que hablaban los médicos sobre el niño, iban a hacerle una revisión completa, mientras que ella era atendida.
Sonrió.
Pero estaba mal, no se sentía muy bien y es entonces cuando sucedió.
La chica comenzó a respirar de manera anormal, con dificultad.
—¿Qué pasa, hermosa? — Preguntó, aquel hombre desesperado —. ¡Hagan algo!
El equipo médico comenzó a atenderla tratando de estabilizarla, pero fue muy difícil, la chica perdió el conocimiento y los médicos trataron de reanimarlo.
Era mucho lo que aquella mujer había pasado en los últimos meses.
°•○●♡●○•°
El tiempo había pasado muy deprisa para unos, muy despacio para otros.
Diego gozaba con todos los problemas que le causaba a Marcelo en su empresa, llevándolo al sometimiento de otro proceso legal por el incumplimiento de los inicios de la remodelacion interior de unas personas influyentes.
Debían iniciar en un día, pero el presupuesto millonario no había sido aprobado por el accionista mayoritario. El poder de manejar las acciones y bienes que Marcelo le habia hecho firmar a Keily, era limitado.
Ahora se encontraban en una junta en donde se encontraban todos los que estaban ligados a este proyecto, incluyendo Diego, quien era el máximo representante de la constructora Sandoval.
—Ya todas las revisiones, diseños y de más están listos, solo hay que ejecutarlo en cuanto el presupuesto sea liberado — habló, Elena.
—Yo, como el representante de las finanzas de esta empresa no puedo autorizar el desembolso de esa cantidad, pues no puedo saltar a los estatutos de la empresa.
—Entiendo todo eso, no se preocupe, Rojas — manifestó, Cristian.
—Yo soy responsable de que el contrato que Constructora Sandoval tiene con esta empresa se cumpla — aclaró, Diego, mirando a todos —. De no iniciar los trabajos a primera hora el día de mañana, entonces esta empresa será intervenida judicialmente.
Marcelo, lo miró apacible. Sabía que se encontraba en grandes problemas.
—Usted habló con el cliente y le explicó la situación — intervino Danna hacia Diego, estaba allí como la representante del proyecto en conjunto con Elena —. Le habló de una prorroga.
El pelinegro, sonrió.
—Si, pero no quiere dar su brazo a torcer.
Marcelo, sonrió con ironía. Sabia que este mentía.
—Todos aqui sabemos que eso no es cierto, Diego — lo enfrentó, Cristian —. Así que no perdamos tiempo y di que es lo que quieres.
—Quiero comprar el 35% de las acciones que te pertenecen, Marcelo — no dudó en pedir delante de todos —. Quiero que empresas sandoval solo sea familiar, nuestra.
Marcelo, sonrió.
—Eso no esta en discusión.
—Entonces, mañana a primera hora acabaré con tu empresa —despotricó, poniéndose de pie.
—Eso esta por verse — lanzó, Elena, muy segura.
—Juro que muy pronto todos ustedes estarán sin trabajo.
Diego, no dijo más nada y salió por la puerta con un gesto triunfar.
Todos en la sala se quedaron en silencio.
— Podríamos desembolsar el dinero de cualquier cuenta personal, pero va en contra de los estatutos de la empresa — habló, Cristian —. Pensaba que a estas alturas, Keily estaría entre nosotros.
Marcelo, lo miró dolido.
—Es como si se la hubiera tragado la tierra — volvió a hablar el castaño —. Pero donde este, su familia sabe de su paradero, pues no han vuelto a venir por aquí.
—Preparemos todo para mañana, nos espera un proceso fuerte de ser intervenidos legalmente — habló, Marcelo, abatido —. Crist...
— Señor Sandoval — entró Laura, una de las asistentes de la empresa —. Alguien quiere entrar a esta junta, dice que quiere ayudar.
Todos se miraron y Elena, sonrió por lo bajo. Danna, apretó los labios y Cristian y Marcelo, se miraron inexpresivo.
—Dile que pase — Elena, fue quien habló —. Cualquiera que pueda ayudarnos, será bienvenido.
Unos segundos después, entró aquella mujer con porte seguro y con mucha elegancia a aquella junta. Vestía un elegante conjunto enterizo de color negro y detalles blancos, le quedaba genial. Llevaba su pelo suelto, en hondas que siempre había resaltado su belleza.
Todos la miraron con asombro, incluyendo aquel hombre que tenía tantos meses sin verla, preguntándose en donde estaba.
—Buenas tardes — dijo, Keily con su corazón a todo galope.
Nadie respondió por algunos segundos.
—¡Mierda! — exclamó, Cristian —. ¡Eres tu, mujeron andante!
Se puso de pie y fue hasta ella para darle un abrazo.
Elena y Danna, hicieron lo mismo, fueron hasta ella muy emocionadas.
—Mi Cris — correspondió, el abrazo de aquella mujer que estimaba mucho —. Cuanto extrañarte.
—Lo mismo digo —respondió él.
—Amiga — dijo, Elena —. Ven que deseo abrazarte una vez más.
Y lo hicieron con mucha alegría.
Cuando la mirada de Danna y Keily, coincidieron, algo pasó. Sin embargo, la rubia le sonrió y Keily, procedió a abrazarla.
—Me da tanto gusto que vinieras — susurró ella.
— Lo sé — dijo, Keily.
La rubia y la pelinegra, se miraron por algunos segundos. Luego, Keily, miró hacia el contador y Marcelo que aun estaba estático en la gran mesa rectangular.
—Señor Rojas, ¿Cómo ha estado? — Preguntó ella, como siempre, muy amable.
—Todo bien señora — respondió.
Ella dio un asentimiento.
— Me da gusto — dijo, ella —. Hágame el favor favor de buscar los documentos que tengo que firmar para autorizar la transacción para que se inicien los trabajos el día de mañana.
—Si, señora.
El contador, salió para su oficina a buscar aquellos documentos.
Keily, miró de pronto a Marcelo, quien la miraba con gesto inexpresivo. Cuando su mirada coincidieron, fue como la primera vez, un sin fin de emociones despertaron en ambos.
—Hola — lo saludó ella con el corazón a millón.
Él la miraba y sabía que en esos meses que estuvo ausente, muchas cosas habían cambiando en ella.
Cuando quizás estuvo a punto de decir algo, el contador entró con la documentación para que ella los firmara.
Unos minutos después, el proceso había terminado. Cristian, Elena y Danna, estaban muy contentos porque por fin había terminado aquella pesadilla.
Marcelo y Keily, no dejaban de mirarse, ella quería saber que tanto era lo que él pensaba de aquel encuentro, pero le era imposible.
—Podemos hablar un momento, por favor — pidió ella.
Él solo la miraba.
Los demás estaban a la expectativa de lo que él haría.
—Déjemoslo solos — fue Cristian el que cedió.
Keily, se despidió de cada uno de ellos.
Después de que ambos estuvieran solos, ninguno de los dos hablaba, entonces, fue ella quien dio el primer paso.
—¿Cómo has estado?
Continuaba con esa miraba indescifrable.
—Todo bien — respondió del mismo modo.
Ella dio un asentimiento de cabeza y una pequeña sonrisa se curvó en los labios de Keily.
Sabía lo frío que podía llegar a hacer su esposo.
—¿Qué es lo que quieres, Keily?
Su pregunta era tan fría, tan carente de emoción.
Ella tragó saliva disimuladamente, estaba nerviosa, pero eso no arruinaría sus planes.
Respiró profundo.
—Quiero cederte las acciones de la empresa para que tengas el poder absoluto en la toma de decisiones.
Él sonrió de sorna, desviando la mirada por algunos segundos.
—¿A eso fue que viviste? — Preguntó, dolido.
Ella lo miró.
—No quiero que tengas más problemas por mi culpa — dijo, ella.
—Nunca le he tenido miedo a los problemas, Keily, siempre los he enfrentado.
De alguna manera, ella sintió que se lo estaba diciendo a ella.
—Eso lo tengo muy claro, Marcelo.
—No quiero nada. Esas acciones son tuyas — manifestó él, con calma —. Fue un regalo de bodas.
Ella tragó saliva y dolió todo aquello, pues las últimas palabras que él le dijo, las lleva muy presente, aunque también tiene claro que era muy grande su dolor.
—Entonces, algo se debe hacer — dijo en ella con calma, imperturbable —. Por que no puedo venir aquí todos los días o en el horario regular de trabajo.
Marcelo, la miraba seriamente. Sus pensamientos iban a millón.
—¿Por qué?
Ella lo miró por algunos segundos y luego, su celular. Para Marcelo, esto no pasó desapercibido.
—Solo te diré que hay algo que debo hacer por lo menos cada semana, tendría que salir mucho de la empresa y no quiero que los demás empleados piensen que me aprovecho de la situación.
— Ven mañana a mi oficina y hablaremos de eso, ¿Crees que puedas?
Ella tragó saliva disimuladamente.
—Vendré a eso de las diez, ¿Crees que puedas recibirme?
—Por supuesto — respondió él, poniéndose de pie —. Te estaré esperando.
Ella dio un asentimiento.
—Muchas gracias — dijo, ella, mirándolo —. Ahora debo irme.
Se quedaron con sus miradas conectadas por algunos segundos.
—Nos vemos mañana — se despidió él, sin acercarse demasiado.
—Nos vemos mañana.
Ella dio la media vuelta sintiendo su corazón dislocado. Él no estaba diferente, solo que no se daría por vencido y se llevaría de sus sentimientos.
Salió de aquella sala de juntas y fue directo a saludar a sus compañeros de trabajo quienes se sintieron muy contentos de verla bien y más hermosa que nunca.
—No puedo creer que sea usted, mi jefesita — lloriqueó, María —. Teníamos meses sin saber de usted.
Keily, sonrió.
—Tuve cosas que hacer y por eso me perdí un poco.
—Estas muy linda, Kei — dijo, Moisés —. Te llamamos muchísimo y tu celular no funcionaba.
Keily, lo miró por algunos segundos.
—Perdí mi viejo celular, Moisés, pero ya les daré mi nuevo contacto a todos para que si me necesitan puedan comunicarse conmigo.
Todos sonrieron y hablaron sobre todo lo que había pasado en los últimos meses.
Luego de eso, Keily, se fue de la empresa, tenia cosas que hacer en casa.
Se estaba quedando en una propiedad a las afueras de la ciudad. Era aquella casa que le pertenecía a los padres de Marcelo. Sólo tenían dos días allí.
Cuando ella penetra las puertas de la casa se encuentra con aquella mujer de mediana edad de pelo rubio.
—¿Cómo te fue, cariño? — Preguntó con impaciencia.
Keily, sonrió y la abrazó con cariño.
—Me fue bien, fue difícil verlos a todos y no poder compartir como antes.
La señora dio un asentimiento.
—¿Y Marcelo?
—Esta bien, es un hombre muy fuerte, no se deja vencer por cualquier cosa.
—Salió a su padre — dijo, orgullosa, aquella mujer.
Keily, volvió a sonreír.
—Según lo que me has contado, puedo dar fe de ello.
—¿Y como reaccionó al verte?
Keily, disminuyó poco a poco la sonrisa que tenía en su rostro.
—Creo que aun sigue muy dolido conmigo por todo aquello.
—Siento mucho que así sea, cariño — murmuró la señora —. Pero ya esto está por terminar.
Dio un asentimiento.
—No quiero que le pase nada a las personas que amo — masculló, Keily —. Pero estoy cansada de tener miedo, de esconderme, quiero saber quien ha estado detrás de la línea y terminar con todo esto.
— Para eso estamos trabajando, mi lirio hermoso — soltó, Angel, entrando a la casa.
Keily, lo miró con mala cara.
— No me digas así, Angel.
El hombre de pelo negro y ojos verdes, sonrió.
—Hola, madre — dio un beso en la mejilla de la señora.
— Mi amor — correspondió ella.
Luego, el hombre miró a Keily.
—Compré algo para ti.
Le pasó una bolsa que llevaba en las manos.
Ella sonrió.
—¿Un celular? — Preguntó, confundida —. Pero si ya tengo uno, Angel.
El hombre sonrió.
—El que tienes de uso personal, esta protegido de los posibles Jaker, nadie podrá rastrerte por aquí, aunque lo intenten mil veces. Con este te comunicaras de forma segura siempre y cuando, el nuevo no este cerca. No obstante, este nuevo aparato, será el que usarás con todos aquellos que saben de nosotros, de aquello que te ocurrió.
—¿Pero cómo sabrá la persona detrás de la línea, mi nuevo contacto.
Angel, sonrió.
—Estoy seguro que su cómplice lo ayudará.
Keily, dio un asentimiento.
—Esta bien, luego seguimos hablando de eso — dijo, media urgida —. Ahora quiero ir a verlo.
La señora sonrió.
—Esta en la habitación con Nina, creo que te ha extrañado mucho el día de hoy.
A la pelinegra, no le quedó más remedio que sonreír. Subió las escaleras muy deprisa para ir a aquella habitación. Cuando abrió la puerta, miró para la cuna tallada en madera pintada de color blanco.
Se acercó y allí se encontraba un bebé de piel blanca, sus ojos permanecían cerrados, ya que estaba dormido. Su cabeza portaba un gorro blanco, estaba precioso.
—¿Cómo está el amor de mami? — masculló, Keily con evidente emoción al ver a su hijo —. Cada día estas más guapo, mi príncipe amado.
—El pequeño comió muy bien, mi señora — informó, Nina —. Durmió bastante, solo que se quejaba en ocasiones.
Keily, lo miró, preocupada.
—¿Llamaron al médico? ¿Está bie...?
— No te preocupes, hija — dijo, la misma señora rubia de antes —. Mi nieto está en perfectas condiciones. El doctor dijo que podría ser la falta de la madre quien no se había separado de él en casi dos meses.
La pelinegra, respiró aliviada.
—Asi que extrañaste a mamí, mi vida — murmuró, ella tomando Al bebé en brazos —. Yo también te extrañé muchísimo.
Acurrucó a su pequeño, amándolo como a nadie en el mundo.
—Le toca chequeo en cinco días, pero el doctor dijo que de seguir así las citas serán mensuales hasta que se descarte cualquier cosa.
Keily sonrió.
—Muchas gracias, Amanda, no sé que hubiera sido de mi sin ustedes.
—Tú y mi nieto, han sido la alegría de esta casa en muchos meses.
—Escuchándote hablar de esa manera, me pondré muy celosa, mamá — dijo, la rubia menor, al llegar a la habitación —. ¿No es así, hermanito?
Preguntó la misma chica a su hermano Angel, que entraba junto con ella.
—Diría que siento celos, pero no puedo, estoy de acuerdo con mamá, Dan.
Todos rieron.
—Me da tanto gusto ver a mis hijos unidos, solo nos falta él.
El pelinegro, soltó un suspiro lento.
—De él no puedo decir lo mismo, de seguro querrá quitarme a mi madre y mi hermana y, por si fuera poco, a mi sobrino.
Keily, sonrió.
—Creo que ustedes, se llevaran muy bien.
—Claro que lo harán, son mis hijos, no puede ser de otra manera.
—Quiero cargar a mi sobrino hermoso con ojos igual a los míos —habló, Danna con alegría y enamorada de su sobrino —. No saben lo contenta que estoy de que ya estén en la ciudad, me sentía muy sola aquí.
— No sabes como te extrañé, mi amor — dijo, la señora —. Pero tu padre aun más que yo.
—¿No vino con ustedes? — Preguntó ella.
—No, se quedó resolviendo un asunto, pero pronto lo tendremos aquí.
La chica, sonrió.
—Quiero que conozca a mi hermano, mamá, es muy serio y parece estar enojado, pero es una excelente persona, se parece mucho a ti.
La señora, sonrió feliz y con sus ojos cristalizados.
—Tengo tantos deseos de abrazar a mi hijo, de decirle que lo amo.
—Estoy segura de que al principio estará muy confundido, pero amará volver a verte, aun te recuerda.
—Era tan pequeño cuando ocurrió aquello — lloriqueó ella, dolida —. Pero juro que los culpables de que esto ocurriera van a pagarlo muy caro.
—Pienso luchar por mi matrimonio, no quiero perder a mi esposo — manifestó, Keily, en su tono, se podía reflejar la desesperación.
—Prometo que pronto estarán juntos, aunque no me gusta la idea que mi Lirio hermoso, este con ese idiota.
—Ese idiota es mi hermano, idiota — habló, Danna.
— Y mi esposo, Angelito...
— Y mi hijo al igual que tu, amor — manifestó la madre, abrazándolo.
—¡Ay, pero que bebé que esta guapísimo! —murmuró, Danna aferrada al bebé.
—Tengo que amamantarlo, Dan — dijo, Keily —. Me voy a higiénizar un poco y luego vengo.
—Ve tranquila, aquí te espero con esta hermosura.
Keily, salió de la habitación.
—Tenemos que cuidarla más que nunca y también a mi hijo, Marcelo — masculló, la señora Amanda, preocupada —. Haremos que ese hombre salga de su escondite y ellos son los primeros que están en peligro.
—Lo dices por la herencia.
Ella dio un asentimiento.
—Marcelo tiene 31 años de edad, recibió su herencia hace más de cinco años, pronto entrará en vigencia la cláusula que dice que si este fallecía a sus 32 años o unos meses después no antes de 6 meses, sus tutores se quedarían con la fortuna.
—Pero esta Keily y él bebé — dijo Angel.
—Por eso debemos cuidarlos mucho por que ellos también están en peligro.
—Eso es una estupidez — lanzó, Angel —. ¿A quien se me ocurrió esa idea tan estúpida?
Amanda, respiró profundo.
—Fue idea del padre de mi primer esposo. Son personas muy raras.
—Estoy segura de que Marcelo no está enterado de ello — habló, Danna —. Soy partidaria de que debe enterarse.
— Creo que ha llegado el momento de que sepa todo.
—Denme unos días, por favor — pidió, Angel —. Debemos esperar a que nuestra carnada sea mordida.
—Solo espero que sea pronto, ya quiero que todo esto acabe — manifestó, Amanda.
El bebé comenzó a mover sus brazos pequeños de manera lenta, frunció el ceño, quería llorar.
—Dame la cosa buena de mamá — se acercó, Amanda a su nieto —. Eres idéntico a tu padre.
Danna, le pasó el bebé a su madre. El niño lloraba mientras su abuela, trataba de consolarlo.
En eso llega Keily.
—Ya, mi amor, mamá está aqui y va a amamantarte.
Keily, tomó al bebé en sus brazos, el cual seguía llorando.
—Voy a salir — informó, Angel, con una mini sonrisa.
Dio un beso en la frente del bebé y se retiró de allí.
—Nosotras también saldremos para que le des de comer cómodamente al tesoro de esta casa.
—Esta tan guapo — alagó, Danna emocionada —. Y lo mejor es que podré verte todos los días y comerte los cachetes regordetes.
—¿Ya te vas para la empresa? — Preguntó, Keily, mientras entraba el pezon en la boca pequeña de su bebé.
— Si — respondió —. A partir de mañana, comenzaremos el trabajo de Los Placencia y necesitamos terminar en tiempo récord, ya sabes para mantener la confianza del cliente.
—Gracias a Dios de que el médico me dio permiso de viajar al igual que a mi niño, pues de lo contrario...
— Te hubieras venido sin permiso — terminó, la chica rubia por ella —. Estabas desesperada, Kei.
— No iba a permitir que a mi esposo lo demandaran nuevamente. En la primera no pude estar por los peligros y riesgos del embarazo, ahora no podía dejarlo solo.
Danna, sonrió.
— Solo no esta, pero te necesita.
—Yo lo necesito a él — dijo un poco afligida —. Nuestro hijo, lo necesita.
Keily, estaba cansada de tanto llorar. Las preocupaciones, no ayudaban, pues necesitaba alimentar a su hijo con él método combinado y llorar hacia que la leche de los senos, se le agotara.
—Pronto, mi Kei, pronto estaremos todos juntos.
Keily, dio un asentimiento, tratando de disipar las lágrimas que pretendían salir. Danna, se despidió y se fue a la empresa en donde se juntó con sus compañeros a dar terminación a los bocetos.
Mientras tanto, Marcelo aún no había logrado hacer la prueba de paternidad al bebé que esperaba Mónica, quien estaba a punto de dar a luz.
—Estoy aquí por que he venido a resolver un asunto y me entero que no estas con tu esposa y que tienes a Mónica embarazada — lanzó Vanessa, sin ningún tacto frente a Marcelo —. No puedo creer que seas de esos idiotas que engañan a sus esposas. Pero tenias que ir a meter tu... — apretó los labios para no decidir una palabrota —. Eso... con la estúpida de Mónica Saldival.
La rubia, se sentía indignada.
—Las cosas no fueron así...
—Bueno, me echaron el chisme completo, amor — dijo, ella cruzando las piernas con elegancia —. Puedo creer todo, menos lo que se dice de tu esposa y el que yo lo diga es mucho que decir.
—Explícate.
—Llámanos instinto o como desees, pero creo que esa mujer te amaba demasiado para hacer una cosa así.
—Alegó que fue en venganza por lo que le hice — informó, Marcelo, sintiéndose interesado.
Vanessa, sonrió a sus anchas, sintiéndose victoriosa ante lo que iba a decir.
—Las mujeres decimos muchas cosas cuando estamos dolidas, Marcelo, puede que haya sido por dolor o no sé, eso lo descubrirás tú, pero no creo que ella sea de esas y por tu forma de ser, puedo asegurar de que tu también tienes tus dudas.
Marcelo, sonrió levemente hacia ella.
—Gracias por venir a saludarme, Vanessa.
—Siempre será un placer — dijo ella, poniéndose de pie —. Ahora debo irme, tengo cosas que hacer y ver como van las cosas en la constructora. Sabias que Diego, ofreció comprar las acciones de mi padre.
—¿Vas a vender?
—Si vendemos, no será a él.
Marcelo, dio un asentimiento. Ya se encontraba de pie.
—Que te vaya bien.
Ella sonrió, dio un beso en la mejilla del hombre y se marchó.
Ya en la noche, el rubio llega a casa y de encuentra con Thomas.
—¿Qué tal si nos vamos a tomar unos tragos? — Preguntó el viejo —. Tenemos tanto tiempo que no hablamos.
—¿Y Martina?
—Salió y aún no ha llegado.
Dio un asentimiento.
— En los últimos dos meses ha estado saliendo mucho — dijo Marcelo, entre un suspiro profundo.
—Tiene algunas cosas que hacer, eso es todo.
—Eso esta bien, tiene derecho a distraerse.
Ambos se quedaron en silencio.
—Si no tuviera una junta virtual importante, nos hubiéramos tomado esos tragos en un club cualquiera.
— No te preocupes, iremos otro día, pero no muy lejano.
Marcelo, sonrió, levemente y dio una palmada en el hombro del señor.
—Buenas noches, Thomas.
—Buenas noches, hijo.
Marcelo, subió las escaleras y se dirigió a su habitación y allí se encerró. Encendió su computadora y unos minutos después, tenía una videollamada en línea.
—Es un gusto saludarte, Sandoval.
—Lo mismo digo, Asher...
Ese hombre era el hermano de Dorian, aquel que fue a la misma academia militar que una vez asistió Marcelo. Asher Black.
Los dos hablaban de asuntos importantes, así como Marcelo, pidió su colaboración en ciertas cosas.
Su reunión fue larga y quedaron en comunicarse muy pronto.
Al otro día, Keily, se encontraba extrayendo la leche materna con ayuda del sacaleches, pues sabía que ese día, no podría alimentar a su hijo a sus horas y por ningún motivo permitiría que no recibiera tal alimento.
—Estas dando mucha leche materna — opinó, Amanda, era quien sostenía al bebé —. Eso es muy bueno, mira lo grande y hermoso que está mi nieto y es por la alimentación combinada que le estas dando.
Keily, sonrió.
—Fue la recomendación del doctor, suegra — habló, Keily, sin apartar la mirada de su labor —. El bebé, ha crecido y tomado peso de manera considerable en estos dos meses, me siento muy feliz porque todo ha estado bien con mi precioso, gracias a Dios.
—Eres muy cuidadosa, no se te escapa nada, es por ello que mi nieto, ha tenido esa evolución positiva.
—Sin ustedes, hoy no estuviéramos aquí, Amanda. No sé cómo pagarles eso.
— Con la manera de amar a mi hijo como lo haces, ya has pagado todo y yo quedo en deuda contigo.
Keily, sonrió, recordando que una vez, Marcelo le dijo algo similar.
—Aún no entiendo por que te hicieron tanto daño, te quitaron a tu familia — dijo, un poco afligida —, pero mejor no hablar de cosas tristes.
—Tienes razón — dijo, sonriente —. Háblame de lo que harás hoy.
— Lo veré dentro de unas horas — no podía evitar, sentirse nerviosa —. Firmaré un poder absoluto para que pueda manejar la empresa como desee.
—Ten mucha paciencia y toma las cosas con calma, no te desesperes, nunca olvides que debes cuidarte y cuidarlo a él, ya que no sabe todo esto y que esta en peligro.
—Prometo tener mucho cuidado con todo.
Amanda dio un asentimiento.
—Sarah, viene en la tarde — informó —. No ha venido porque ayudaba a tu hermano en algo, pero me aseguró que todo estaba bien.
— Gracias por todo, Amanda.
— No me agradezcas, cariño.
—Me da gusto de que mi mamá esté aquí, así podrá acompañarme a casa de Elena, iré con esa preciosura.
—El doctor dijo, que podías sacarlo de casa siempre y cuando este en un ambiente cálido y con mucha precaución.
—Quiero ver la hija de Elena y Cristian, será en su casa, ya que allí no pueden rastrear nuestros celulares y equipos tecnológicos.
—Creo que Angel, te acompañará.
—No me sorprende el que quiera acompañarme.
—Es entendible, se ha encariñado mucho contigo y el bebé.
—Y nosotros con él y todos ustedes.
Las mujeres continuaron con su plática, mientras que bebé estaba cómodamente con su abuela y Kei, terminaba de extraerse la leche materna para suplir en el transcurso del día y la noche.
Más tarde, ya estaba entre sus compañeros de True Style, platicaba con ellos e incluso, la incluyeron en un grupo de WhatsApp que habían creado.
—¿Te vas a reintegrar con nosotros a trabajar? — Preguntó Ricardo.
Keily, sonrió.
—No creo que trabaje más en este departamento — comenzó, Moisés, irónico —. Ustedes saben que ella es la dueña del sesenta por ciento de esta empresa.
En el tono que lo dijo, sorprendió a todos, nunca lo habían escuchado así.
—Por supuesto que voy a reintegrarme al diseño, pero será cuando este lista.
—¿Vas a trabajar como uno más del montón siendo la sueña de más de la mitad de esto?
Keily, lo miró seriamente.
— Puedo ser la dueña de todo, Moisés, pero soy una diseñadora que ama lo que hace, no dejaría mi pasión y...
— Y mucho menos teniendo un esposo que se le da muy bien las finanzas — habló, Danna —. Puedes hacer lo que quieras que tu marido cuida lo tuyo.
Moisés la miró, estaba molesto.
—Su esposo la cuida tanto que embarazó a otra en pleno matrimonio. ¡Qué linda forma de cuidar!
Eso hirió a Keily en lo más profundo. Para una mujer no sería fácil enfrentar una situación así.
Todos se miraron.
Elena, frunció el ceño.
—¿Pero que demonios te pasa a ti? — Preguntó, Elena, molesta.
—Estoy harto de que hablen de la maravillosa pareja, me restriegan en la cara todo a sabiendas cuales eran mis sentimientos por ti, Keily. Yo nunca te hubiera hecho eso, nunca sería como Marcelo Sandoval, nunca te faltaría el respeto.
—No hables así de él — lo defendió su hermana oculta —. No sabes como se han dado las cosas para estar hablando sin saber.
Moisés, se río de manera sarcástica.
—Tú, que no tienes dos días conociéndolo, lo defiendes. ¡Qué suerte tienen algunos.
—No necesito que nadie me defienda, señor Peralta — tronó esa voz apacible desde la puerta —. ¿Tiene usted algo que decirme?
Moisés, tragó saliva, y lo miró con algo de temor.
—No, señor — respondió, avergonzado.
—Eso pensé — soltó, Marcelo, indiferente.
Todos se quedaron mirándolo. Su gesto duro y frío contagió el lugar.
Keily, no lo miraba, sabía que si lo hacía muchas cosas le diría con tan solo ese acto.
—Keily — llamó la atención de la mujer —. Necesito hablar contigo en mi oficina, ¿Puedes venir, por favor?
Ella solo le dio un asentimiento a los chicos y caminó hacia el pasillo que conducía a la oficina de presidencia.
La situación de Mónica y su embarazo la afectaban, pero sabía que Marcelo no le faltaría el respeto de esa manera, por lo menos a propósito. Sin embargo, trataba de no pensar en el hijo que supuestamente, Mónica iba a tener.
Dolía y mucho.
Antes de Marcharse, Marcelo miró a moisés y le habló.
—Cuando tengas algo que decir de una persona, espera que este presente y ahí resuelve todas tus dudas comprobando tus teorías — su tono era frío —. No seas un cobarde y si quieres luchar por la mujer que acaba de salir por es puerta, hazlo de frente y deja de sangrar por la herida.
Moisés quiso decir mucho, pero optó por quedarse en silencio. Sabía que no le convenía enfrentar a Marcelo.
—Discúlpeme, señor — habló, Moisés.
Pero Marcelo, no respondió nada.
—Con permiso.
El rubio dio media vuelta y se dirigió al mismo pasillo de antes para llegar hasta su oficina.
Estando allí. Ya Keily, se encontraba dentro, tenía todas sus emociones bajas, no era fácil el yugo que llevaba, sabía que estaba siendo vigilada y que solo esperaba a que esa persona volviera a aparecer.
—Discúlpame por hacerte esperar — dijo, Marcelo, a penas entraba a la oficina.
Ella dejó de mirar aquella fotografía para mirar en su dirección.
—No te preocupes.
Keily, lo siguió con la mirada, mientras él se sentaba en su lugar en el escritorio, no sin antes invitarla a sentarse en la silla para visitantes.
Luego de que ambos estuvieran sentados él inició la conversación.
—Quiero informarte de la situación financiera de la empresa de los últimos meses que estuviste ausente.
Ella lo miraba. Su rostro inexpresivo, su mirada fría, hacían que su pecho doliera.
—No es neces...
—Para mi lo es — interrumpió, Marcelo —. Eres la accionista mayoritaria y requiere de que estés enterada de lo que pasa en tu empresa.
Ella dio un asentimiento.
—Esta bien.
—En los últimos meses hemos tenido grandes proyectos que han dejado excelentes ganancias en la empresa y...
Marcelo, mostró cada una de las evidencias de aquello que le contaba a Keily, unos minutos más tarde, pasó a su lado para explicarle mejor, los dos estaban muy juntos, era tan así que los nervios de Keily estaban disparados totalmente. Marcelo no le era indiferente, sabía lo que ella causaba en él.
—¿Has entendido todo hasta el momento? — Preguntó él.
Ella dio un asentimiento.
Sus rostros estaban muy cerca.
— Has sido un excelente profesor — soltó, Keily, sin pensarlo.
Su cara se puso roja, gesto característico de ella.
Despues de unos segundos de intercambio de miradas, Marcelo, se incorporó y aclaró su garganta.
—Cualquier cosa puedes preguntarme.
—Gracias — murmuró, un poco nerviosa por la situación que había creado.
— Las ganancias por las acciones que has tenido, se han depositado en tu cuenta personal.
Ella mordió, sus labios.
— Eso te corresponde a ti — dijo, ella —. Tu has trabajado por todo esto y es lo menos que mereces por los problemas que has tenido últimamente.
Marcelo, no podía apartar la vista de ella.
—Los problemas van y vienen, eso es normal — dijo, él —. Eres accionista y es lo que procede. Punto.
Ella dio un asentimiento.
—Creo que todo esta claro sobre eso y no hay poder humano que logre convencerte de que puedes quedarte con eso.
Sus miradas conectadas.
Marcelo pensaba que Keily estaba equivocada, si había un poder humano que podía hacer lo que quisiese con él y era ella, pero esta vez no le daría ese poder.
—Aquí esta el nuevo documento para que, si estas de acuerdo, lo firmes, allí me das la libertad de actuar en tu nombre como me plazca, incluyendo en el aspecto financiero de la empresa.
— Lamento mucho todo lo sucedido anteriormente — manifestó con pesar, pensando en los inconvenientes que tuvo por su culpa —. No podía regresar antes y así ayudarte.
Él la miró y tragó disimuladamente saliva.
—Te busqué — confesó de pronto.
El corazón de Keily, comenzó a latir con violencia y su respiración se detuvo por unos instantes.
—¿Me buscaste? — Preguntó en un susurro.
Él dio un asentimiento.
—Tenemos cosas de que hablar — dijo él.
—¿Qué cosas? — Preguntó, ella olvidándose de todo.
—De los trámites del divorcio — intervino, Lixie, entrando a la oficina sin avisar —. Soy Lixie, abogada de Marcelo.
Keily, la miró y su corazón comenzó a latir muy rápido.
La chica, se acercó a Marcelo y le dio un beso en la mejilla, muy cerca de la comisura de sus labios.
Marcelo, miró aquella mujer entrometida de manera fulminante.
—¿Del divorcio? — Preguntó, Keily, como si nada, aunque por dentro estaba herida a morir —. ¿Nos vamos a divorciar?
Marcelo, la miraba.
—Tenemos que hablar, Keily — dijo, él, también estaba sufriendo con todo esto.
Ella dio una rápida mirada a la mujer que estaba muy cerca de su esposo. Pensó que era posible que sus pensamientos se desviaran por el dolor, pero nondescartaba que entre ellos huniera algo, puesto que fueron muchos los meses que Marcelo duró solo pensando lo peor de ella.
Keily, respiró profundo y lo miró a él.
—¿Dónde debo firmar los documentos para que puedas manejar la empresa sin problemas?
A Marcelo, tragó saliva, dolido.
Él tomó los documentos y señaló la parte en donde iba su firma.
—Debemos hablar, Keily...
Ella tomó los documentos y los firmó.
— Cuando los papeles del divorcio estén listos, me avisas — dijo dolida, pero no lo dio a demostrar —. Debo irme. Tengo cosas que hacer.
Marcelo, apretó la mandíbula y los puños en su lugar. Estaba frustrado.
—Un placer, Lixie — volvió a hablar la pelinegra como si nada —. Hasta luego, Marcelo.
Salió de esa oficina con un peso aplastador en los hombros. Ya no podía más con todo lo que estaba pasando.
Llegó, rápidamente a aquella sala de juntas en donde se encontraba Elena y es entonces cuando pasa...
Aquel celular comenzó a sonar, era de aquel número característico seguido de ceros que tanto la había atormentado.
Keily, no había entrado bien a aquella sala y Elena la vio tomar el celular en las manos. Los nervios volvieron a dispararse en ese instante.
La pelirroja, corrió donde su amiga, la animó a entrar y sentarse en una silla, estaba devastada. Sin embargo, tomó la llamada:
—¡Cuanto tiempo, mi panterita! — exclamó, aquella voz distorsionada —. Estoy muy enojado contigo por dejarme solo durante tantos meses.
—Me mandaste a matar — reclamó, ella.
La persona detrás de la línea respiró profundo.
—No fui yo, cariño — dijo —. Nunca te haría ese tipo de daños. Sin embargo, sé quienes fueron y sólo estoy esperando el momento para hacerles pagar.
—No te tomes atribuciones que no te corresponden.
—Tú eres mía, al igual que la otra.
Keily, frunció el ceño sin entender.
—¿La otra?
—Ella aun no sabe de mi. Mi único objetivo eres tú, aunque cuando nos veamos, la traeré y así recordemos viejos tiempos.
A Keily, se le erizó la piel. Elena solo escuchaba, estaba preocupada. Procedió a ponerle un mensaje a Angel por aquella línea segura para que viniera.
—¿A quien te refieres?
Esa voz tenebrosa, sonrió.
—Te exijo que te alejes de Marcelo y todo hombre, ¿Entendiste? Aun no logro identificar donde vives, pero pronto lo haré. Has sido muy astuta, mi panterita.
—No te tengo miedo.
—¿Quieres que hagamos una prueba?
Keily, se puso de pie, rápidamente. Recordó lo que le había pasado a su hermano.
—Haré lo que digas
Estaba aterrada de que algo le pasara a sus seres queridos.
—Asi me gusta, bella. Bien obediente.
Keily, se llenó de impotencia y las lágrimas corrían por sus mejillas.
—Hasta luego, me saludas a la linda pelirroja cuando la veas.
Cerró la línea.
Elena abrazó a Keily, sabía que lo necesitaba. En ese momento no tuvo temor de nada solo quería llorar y eso hizo.
— Necesito... – Un sollozo se escapa de su garganta que no le permitia continuar hablando, comienza a llorar desesperada en los brazos de su mejor amiga. — Te necesito tanto, Elena.
A Elena, se le rompió el corazón al escucharla de esa manera.
Sollozó nuevamente con el corazón en un puño. Su dolor era incesante.
No podía creer que la vida le estuviera haciendo esto, la vida que tenía junto al hombre que amaba, estaba a punto de terminar, se divorciarian y todo por un maniático, un loco que movía los hilos de su vida para que mantuviera la distancia.
Elena, no decía nada, solo esperaba a que ella pudiera hablar y sacar todo eso, pues llevaba tiempo soportando todo aquello, sin derramar una sola lágrima y hoy ese temple de mujer, no aguantó más.
— Me duele, Elena, no creo poder con tanto.
— Tú eres muy fuerte, Keily – Consolaba, la pelirroja a su amiga.— No vas a rendirte ahora.
Keily, niega con la cabeza.
— Tengo que separarme del hombre de mi vida para mantenerlo a salvo a él y mi familia. — No puedo con tanto, el precio es muy alto, Elena.
Solo se escuchan sus sollozos de impotencia en toda la sala de reunión.
— Habla con él, dile que lo amas — Niega con la cabeza, que aún se encontraba enterrada en el cuello de Elena. — Dile la verdad, que hay alguien atormentándote hace meses y todo aquello que ocurrió...
— No quiero ponerlo en riesgo, él y mi hijo son los más importante que tengo, son mi vida, Elena , y si les pasa algo, me muero, no podría soportarlo.
—Dile que nunca lo engañaste, que jamás te acostaste con nadie, que esas fotos fueron una trampa y que esa no eres tú.
—No puedo y lo sabes.
— Entonces, ¿Qué vas a hacer? – Preguntó, Elena, exaspera. — Dejar que unos imbéciles cobardes acaben con todo lo que has creado, con tu familia.
Keily se separó de ella y limpió sus lágrimas, pero sus ojos aún están muy hinchados y tienen grandes huellas de haber llorado.
— No los voy a poner en riesgo, no importa si tengo que firmar esos papeles.
— Keily... – Comenzó, Elena.
— Eso no está en discusión, esto... esto es solo un momento de picada, no me voy a retractar. Ya estoy bien...
— Keily...
— En verdad, estoy bien. – la interrumpió — Ahora debo irme, ya no tengo nada que hacer aquí.
Elena, la miró por algunos segundos, sabía que no lograría convencerla de nada. Era mucho lo que había pasado.
—¿Aún sigue en pie lo de hoy?
—Claro. Nos vemos en la tarde.
—No te vayas aun, le avisé a Angel para que viniera hasta aquí a buscarte, no estas bien.
Unos minutos más tarde, Angel, llegó a la sala de juntas, estaba con su habitual gesto petreo.
—No pongas esa cara, Angel, todo está bien — manifestó, Keily.
—No creí que la persona detrás de la línea, se comunicara tan rápido.
—Es muy extraño — dijo, Elena.
—Lo ideal es llegar a casa y así revisar todo.
Keily, dio un asentimiento. El hombre, vio su tristeza, pero decidió no preguntar nada por el momento.
—Hasta luego, Elie.
Se despide de Elena, y cuando gira para marcharse, en conjunto con el Angel, se encontró con Marcelo, quien también estaba a punto de entrar a la sala. Sus miradas se cruzaron y el dolor las surcaba.
Miró a Angel y al ver que se encontraba muy cerca, ya que él le sostenía la mano, su gesto se endureció.
Él no pronunció ni una sola palabra a la pelinegra, su rostro estaba libre de expresión. Sin embargo, dirigió sus orbes hacia Elena y habló:
— Necesito hablar contigo – Elena, da un asentimiento de cabeza. — Es sobre un presupuesto que no cuadra.
— Esta bien.
Keily, desvió la mirada hacia la pelirroja:
— Nos vemos después — ella dio un asentimiento, luego miró al pelinegro de ojos verdes y se aferró más a él —. ¿Nos vamos, Angel?
Este asintió.
— Con permiso.
Ambos salieron dejando a Elena y Marcelo en aquel lugar.
Al llegar a casa, Keily, le contó todo a su madre, lloraba como lo hizo con Elena.
—Todo va a estar bien, mi amor — murmuró su madre —. Él no hará nada de eso, antes sabrá toda la verdad.
—Marcelo, también es vigilado por el monstruo detrás de la línea, no es buen momento para hablar con él — aconsejó, Angel.
—Hay que buscar la forma — dijo, Amanda —. Las cosas se están yendo demasiado lejos.
—Prometo buscarla pronto.
Las personas siguieron su plática en aquel lugar. Más tarde, Keily, fue a la casa de Elena como lo había prometido, ambas estaban en una de las salas con los bebés.
—Cristal, esta preciosa, Elie — soltó, Keily, enamorada de la hija de Elena —. Se parece mucho a ti, pero también tiene muchas cosas de su padre.
Keily, tenía a Cristal en sus brazos y Elena al hijo de Keily.
—Es una mezcla de ambos — dijo, la pelirroja con una sonrisa —. Pero aquí, solo pusiste tu vientre, porque David, es idéntico a su padre.
Keily, sonrió.
—Si despierta y abres sus ojitos, afirmarás aún más tu teoría —Keily, era una de las madres más orgullosas de su retoño —. Es un bebé precioso.
—Ha crecido mucho, nadie diría que fue un bebé prematuro.
—Asi es...
Un ruido se escuchó desde la otra sala.
—Tiene que ser Cristian, pero dijo que no vendría hasta en la noche.
Keily, se puso de pie y colocó la niña en un pequeño corral.
—Señora, llegó el señor Cristian y pide verlas a las dos — se refería a la Elena y la niña.
—¿Viene solo?
Preguntó, Keily, preocupada. Sabia que era muy raro que el castaño y Marcelo, se separaran en horas de la tarde.
—Viene con el señor Sandoval.
El corazón de la pelinegra cayó de picada.
Miró a Elena.
—No puede verme aquí.
—Ve al pasillo que va a los baños.
Keily, miró a su hijo y luego a Elena.
—Quiero que este cerca de su papá por primera vez, aunque él no sepa que es su hijo.
Elena, sonrió.
—Yo me quedo con el bebé — dijo, orgullosa de Keily —. Ve al pasillo.
Eso hizo la pelinegra con el corazón a millón. Se colocó en ese lugar y de allí podía observar todo en la sala.
Marcelo y Cristian, entraron a dicho lugar y se quedaron un poco confundidos al ver a Elena con un bebé en brazos y otro en el corral.
—Mi estrellita — soltó, Cristian con una sonrisa —. Esta mañana solo te dejé un bebé en casa y ahora tenemos dos. ¡Qué maravilla!
El castaño dio un beso en las mejillas de la pelirroja y luego fue donde su hija que se encontraba en el corral.
La cargó y se colocó al lado de Elena.
—Viéndote así, quiero otro hijo...
Elena, sonrió.
—Conmigo no cuentes, Cristian.
El antes mencionado, se queda observando el bebé.
—Pero que guapo esta ese bebé, ¿De quién es?
Los nervios de Keily estaban en aumento, pero estaba feliz de ver a su hijo tan cerca de su padre.
Marcelo, se encontraba de pie observando la escena de sus dos amigos y los bebés.
—Es de una amiga — respondió, Elena —. Me lo dejó un momento, regresa en una hora.
—¡Qué guapura de niños! — exclamó, el castaño —. Mira a tu padrino, mi nena — se acercó al rubio con su hija —. No te vayas a asustar con su cara fea, mi niña, que el no muerde.
—No seas...
—No palabras feas delante de los niños — reprendió, Elena.
—Discúlpame — dijo, Marcelo, tomando asiento en un lugar.
Elena se acercó y sabiamente, se sentó a su lado.
—Mira, mi amor, conoce a Marcelo Sandoval — comenzó, Elena.
Este miró al bebé, tenia los ojos cerrados.
Frunció el ceño al mirarlo.
Cristian que le hacía bulla a su hija, se fue acercando de manera lenta.
—Sé parece a ti, Marcelo — lanzó, Cristian, inocentemente, mientras arrullaba a su hija —. Debes cargarlo, quiero verte como te verías de padre.
—No lo cargaré...
—Si lo harás — determinó, Elena, levantándose un poco y dándole el bebé para que lo tomara —. Si sabes como cargar a un bebé. Me dijiste que tenias practica con tu hermana.
—Mi hermana no estaba tan pequeña y...
Elena, le colocó el bebé en brazos con mucho cuidado.
Marcelo, lo observó desde el primer instante, su corazón le palpitó de manera inexplicable.
Lo arrulló en silencio pensando y deseando tantas cosas al mismo tiempo.
Keily, observaba la escena a escondidas y sus lágrimas bajaron de la felicidad que sentía en ese momento.
Su hijo y su esposo, estaban juntos.
Los seres que ella más amaba estaban a unos centímetros de distancia. Quería abrazarlos, besarlos y gritarles que son padre e hijo.
—Tú amiga recién tuvo al bebé — murmuró, Marcelo, sin mirar a nadie, más que al bebé —. Es muy pequeño.
— Sé podría decir que si — dijo, Elena.
—Te ves muy bien de papá, Marcelo — manifestó, Cristian —. Serás muy feliz cuando lo tengas en brazos por primera vez.
Entonces, Marcelo, pensó que si sentía ese sentimiento extraño con un niño que no era suyo, no podría imaginar cuando tuviera su propio hijo en brazos.
El rubio, tragó saliva y se puso de pie.
—Dile a tu amiga que tiene un bebé precioso.
A Keily, se le arrugó el corazón de tantas emociones juntas. Su mente le gritaba "Es tu hijo, mi amor".
Cristian, frunció el ceño.
—No fuiste tu que dijiste eso.
—Lo dije — dijo, con una leve sonrisa.
El bebé comenzó a fruncir el ceño, iba a llorar.
—¿Qué le hiciste, Marcelo? — refunfuñó, Cristian.
—No le hice nada...
Trató de calmarlo.
Elena y Keily, desde su escondite, sonrieron ante la escena.
—Seguramente, vio tu cara fea...
—Ni siquiera a abierto los ojos —lo miró mal.
—Debe tener hambre —murmuró, Elena, con la misma sonrisa. Sus ojos estaban levemente cristalizados —. Voy por su mamila.
Los dos hombres, se quedaron solos en aquel lugar, con sus respectivos bebés en brazos.
—¿Has hablado con Mónica y de su hijo?
Marcelo, se le borró la sonrisa. Aun sigue tratando de calmar al bebé.
—No quiero hablar de eso.
—Siempre evitas esos temas con todo el mundo, Marcelo —. Debes hablarlo.
—No ahora, Cris...
—Ya estoy aquí — intervino, Elena.
Se acercó a Marcelo para entregarle la mamila.
—No voy a darle de comer — anunció retintin.
—Si, lo harás — determinó, Elena —. Debes ayudarme, pues tengo algo que hacer y Cristian, le dará de comer a su hija.
También entregó la mamila a Cristian.
—No quiero hacer esto, Elena — manifestó, Marcelo, asustado —. Esta muy pequeño.
—Debes practicar, bombón andante — soltó, alejándose hacia donde se encontraba Keily —. No sabes cuando tengas que dar de comer a tu hijo.
Marcelo miró al bebé e introdujo la tetera en la pequeña boca del bebé quien aún lloraba, pero al tener el artefacto cerca, comió con desesperación.
Era un bebé que le gustaba comer y gracias a eso, había agarrado peso muy rápido y su pequeño cuerpo parecía de un bebé de un mes de nacido, en estado normal.
—Este es el momento más feliz de mi vida — masculló, Keily, al momento de Elena llegar junto a ella —. Mis amores están juntos. Marcelo, le está dando de comer a su hijo, sin saber que ese bebé es carne de su carne.
—La escena es preciosa. Es más, eso merece una fotografía al descuido.
Elena, sacó su celular y con mucho cuidado tomó varias fotos sin que los implicados se dieran cuenta. Eso quedará para la historia
—Sabes algo, Elena — habló, Keily, sin apartar la vista de su lindo paisaje —. Voy a hacer lo posible para decirle a Marcelo de que tiene un hijo. Eso nos unirá, aunque la vida permita que nos divorciemos .
—No te des por vencido, Kei — animó, Elena, sobando el hombro de su amiga —. Estoy segura que lucharás por ese hombre y que no permitirás que ese loco se salga con la suya.
—Prepararé todo y muy pronto, Marcelo sabrá que tiene un hijo, un hijo que es fruto del amor que un día existió entre nosotros.
—Que aun existe, Kei...
—No sé si sobrevivirá a tantas intrigas.
— Lo hará — aseguró, Elena —. Solo mira lo que tienes delante y sabrás si vale la pena.
Keily, sintió su corazón latir rápidamente y supo lo que haría. Era justo que, al igual que ella, Marcelo disfrutara de su hijo.
Ella prepararía todo para presentarle a su hijo, DAVID.
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♡♡ 🌟 ♡♡
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Capítulo nuevo. (SIN CORREGIR)
Espero y les haya gustado.
— CONSULTA IMPORTANTE A MIS GUERRERAS VALIENTES:
—¿Quieren una narración de Keily o de Marcelo para el próximo capítulo o si desean el narrador omnisciente?
—¿Qué les gustaría que saliera en el próximo capítulo?
—¿Cómo va la narración omnisciente? No tengo mucha experiencia con esto... Bueno, con nada.
Déjame tus comentarios y prometo responderte.
Por favor, si no has votado ni una vez en esta historia y la estas leyendo, dale ese regalo, el que pulses la estrella 🌟 es muy importante para "Mi perdición".
FELIZ AÑO NUEVO PARA TODOS 01/01/2024
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