≪•◦ ❈. Capítulo 77. ❈ ◦•≫




Los días de iban muy deprisa, me sentía feliz por todo lo que estaba ocurriendo en mi vida, me iba a casar por la iglesia en menos de dos semanas, tenia la adrenalina a millón, son muchas las cosas que hay que preparar y, gracias a Dios, que tengo a Elena, Bianca, Cristina y Lisbeth conmigo.

Mi familia llegará en unos días, pues también hay una cena a la cual asistir.

Buscamos un organizador de bodas, pero que mejor que nosotras mismas para encargarnos de los detalles. La pobre organizadora se va a volver loca con Elena y Bianca, no paran de dar sugerencias de que esto si y aquello no. Las he soltado, es decir, las dejé tranquilas.

Hoy no he ido a True Style, ahora estamos todos acompañando a Elena para dónde su ginecóloga, le han un ultrasonido y tenemos la esperanza de que hoy, bebé en camino, se deje ver, pues hace unos días atrás no quiso nada.

Estamos en la sala de espera, Cristian es el más inquieto de todos.

—¿Cuantas pacientes es que han pasado ya? — Preguntó, impaciente.

—Esta con la primera aun, somos los siguientes — volvió a repetir por enésima vez, Elena.

—Pues ya tiene mucho tiempo ahí dentro — se quejó para que todos lo escucharan.

— Es una excelente doctora, revisa muy bien a sus pacientes y se toma su tiempo — dije, muy segura.

—¿Es aquí a donde vienes? — susurró, Marcelo en mi oído.

Di un asentimiento.

—De hecho, tengo cita en unas semanas.

—¿Pero te sientes mal? — Preguntó, preocupado.

Sonreí de boca cerrada mientras negaba con la cabeza.

—Solo es un chequeo control, cada seis meses.

Unos minutos después estábamos todos dentro del consultorio, la doctora Rodriguez, se sorprendió mucho a ver la cantidad de personas.

—No se sorprenda doctora, somos los tíos de bebé en camino — dije, y ella sonrió.

— Me imagino que aun no están todos — murmuró ella con una sonrisa.

— Imagina usted bien.

Mandó a Elena a ponerse una bata, mientras ella preparaba el espacio. Cuando la pelirroja avisó que estaba lista, pasamos al área de Sonografias.

—Bien, Elena — comenzó la doctora —. Vamos a ver si tenemos suerte el día de hoy.

Elena, sonrió.

Tomó en sus manos el aparato y dispersó el gel para desplazarse mejor por el estómago abultado de mi amiga.

—No vaya a hacer mucha presión con esa cosa, ¿Eh? — lanzó,  Cris, preocupado —. No sea que le vaya a doler.

La doctora, sonrió, sin detener su labor.

—En la citas anteriores, le he dicho que esto no causa dolor, señor Serrano.

Marcelo y yo nos miramos.

Cristian es un caso serio.

—Es extraño que Bianca no esté aquí — dijo, Marcelo —. ¿Está todo bien con ella?

—Si, esta todo bien, solo que se sentía un poco indispuesta.

Él dio un asentimiento.

—Bueno — comenzó la doctora Rodriguez —. Al parecer hoy ha dejado su timidez y se ha dejado ver.

Las caras de Elena y Cristian, eran épicas.

—Hable de una buena vez, doctora —  pidió, Cristian, desesperado.

— ¿Qué es doctora? — Preguntó, Elena.

Marcelo y yo, solo escuchábamos de pie, el me abrazaba desde atrás.

—Será una niña.

Se hizo un silencio sepulcrar.

—¿Es una niña? — murmuró, Cris, casi inaudible.

—Asi es, señor Serrano. Esta fuerte y todo marcha a la perfección.

Cristian, miró a Marcelo con estupefacción.

—Es una niña — dijo sin poder creerlo —. ¡Es una niña!

Gritó de Alegría. Tuve que apartarme para que abrazara a Marcelo.

Sus ojos se veían cristalizados.

Me abrazó y me cargó dando vueltas, luego fue a donde Elena y la besó y abrazó, hasta la doctora llevó su beso en las mejillas.

—Voy a ser padre de una niña, ¡Dios!, no lo puedo creer.

Marcelo y yo felicitamos  a los futuros padres la bebé en camino, estábamos muy felices por ellos.

Unos minutos más tarde, estábamos delante del escritorio de la doctora donde ella le daba algunas instrucciones a Elena para que su embarazo siga como hasta ahora.

—Como todo va bien hasta el momento, te doy el permiso de viajar, pero eso si, Elena, con mucha precaución, por favor.

Cristian, miró a Elena, sorprendido. Pero no dijo nada. La doctora continuó con sus instrucciones hasta que ya era hora de irnos.

Ya fuera del consultorio, Cristian, no podia quedarse quieto y lanzó la pregunta:

—¿Vas a viajar?

Ella lo miró.

—Es posible que lo haga, debo ir con mi familia a Europa, pero aun lo estoy pensando.

—¿Y yo?

—Te vas a casar en un mes — soltó, la pelirroja —. No creo que esa pregunta, tenga que responderla.

Un destello de tristeza cruzó  por los ojos del castaño, no dijo nada.

Elena, siguió su camino hacia la salida dejándonos atrás.

—No sé lo que haré con esa mujer — masculló, Cristian —. Si se va, me voy a volver loco, Marcelo.

—Organiza tus ideas, Cris — aconsejó, mi esposo.

—Creo que piensa ir en navidad a Europa — le dije —. Aún tienes tiempo, Cris.

Nadie más dijo nada.

Marcelo, llevó a Elena a casa, luego nos fuimos a buscar a la Amelia, tenía unos días con nosotros.

Los niños salian y se encontraban juntos con sus padres a la salida del colegio y, no pasa mucho tiempo, cuando la pequeña se dirige a nosotros con plena felicidad en el rostro.

—¡Vinieron por mi! — su felicidad era palpable.

Abrazó a su hermano y luego a mi.

— ¿Cómo te fue hoy, mi florecita?

—Muy, muy bien — dijo, feliz, mientras entraba a la parte trasera del auto —. Saqué nueve punto seis en matemática, la maestra me felicitó y me colocó una estrella.

Sonreí hacia ella y le di un beso en la frente.

—¡Es que eres una niña muy capaz! ¿Verdad, mi amor? — expresé con alegría.

—Asi es, mi vida  — concedió, Marcelo, detrás del volante —. La princesa es una chica muy inteligente.

Ella estaba feliz, se le notaba.

—Todo fue gracias a Kely, me ayudó mucho en la explicación que me dio.

Apreté los labios para no reír, no soy buena en las matemáticas, pero por lo menos me defiendo con lo básico.

—Y ya que nos fue tan bien en esa evaluación, ¿Cree usted, señor Sandoval, que tenga tiempo de media hora para llevaraa esta princesa al parque?

—¡Por favor, manito! — junto sus dos manos.

—¡Por favor, cielito! — continué yo, juntando mis dos manos.

Marcelo no tuvo más remedio que sonreír.

—Ustedes ganan — soltó.

Amelia y yo, chocamos las palmas victoriosas.

Fuimos al parque y nos quedamos por lo menos una hora, prometí llevar a la niña si obtenía una buena calificación, aproveché el momento y fui con el rubio, me sentía más segura de esa manera.

Últimamente, me sentía insegura.

Nos sentamos en unas banquetas y la observamos de cerca jugar en un tobogán junto a otros niños.

—En unos dias tienes la prueba de vestido, ¿Verdad? — Preguntó, Marcelo.

—Si — dije, con una sonrisa gigante —. Y no puedes acompañarme, no puedes ver el vestido de la novia.

—Pero ya estamos casados — replicó, indignado —. Puedo dar mi punto de vista y...

—No está en discusión, mi amor.

Sonrió con picardia y sus ojos cambiaron su tonalidad de un momento a otro.

—Siendo así — achicó los ojos y llevó una de sus manos a la barbilla —. Puedo elegir la lencería que llevaras ese día.

Mis mejillas se calentaron.

—Eso tampoco te toca a ti — frunció el ceño, frustrado —. Eso ya lo he elegido yo — me acerqué un poco para susurar a su oído —. ¡Prometo que no te decepcionaré!

Sus ojos brillaron como dos luceros.

—Nunca los haces, preciosa — me atrajo un poco más por la cintura —. Ahora lo único que quiero es llegar a casa para ver lo que traes puesto y ayudar a quitártelo.

Tragué saliva, imaginando todo aquello que podemos hacer en nuestra habitación.

Me acerqué a él par darle un corto beso en los labios.

—Estamos en un parque infantil, cielo, — lo miré pícara —. No podemos simplemente encender una llama que ahora se nos hace imposible apagar.

Tragó saliva y miró a nuestro alrededor.

Había muchos niños jugando, incluyendo nuestra amada Amelia.

— Lo único,  mi amor, es que esa llama en vez de apagarse, se enciende más.

Lo miré sonrojada.

—Estuve leyendo un poco de Derotz — informé y sus ojos se oscurecieron más que antes —. Y tengo una nueva fantasía que cumplir, si es que estas de acuerdo.

—Si quiero — dijo, rápidamente sin saber de que trataba. Sonreí y él también lo hizo —. No te rías, Kei, me tienes adicto a ti y a todos tus inventos.

—Entonces en la casa y cuando estemos a solas te platico de que se trata — dije, lo más seductora posible.

—Voy a decirle a Amelia que nos vayamos — propuso poniéndose de pie.

Me eché a reír, Marcelo no aguanta nada. Lo sostuve por una mano.

—Deja a la niña disfrutar de sus columpios, mi amor, no seas tan impaciente.

—Es tu culpa — lanzó, sentándose nuevamente.

—Además, vamos a trabajar, luego de dejar a Amelia en casa, aunque estaba pensando llevarla conmigo y dejarla con Elena y Bianca en el departamento, están locas con ella desde que la llevé hace unos días.

— Eres la reina — masculló, mirándome bonito —. Tu ordenas y tus fieles ejecutamos.

—¡Marcelo! — reprendí, dándole un pequeño y suave golpe en el hombro, se echó a reír —. Estoy hablando en serio.

—Yo también, mi amor — dijo, entre risas.

—Eres un pervertido.

No dejaba de reírse, me atrajo hasta él para abrazarme. Duramos alrededor de una hora en aquel parque hasta que llegó el momento de irnos.

Llegamos a casa y guié a la niña para que se diera un baño, luego almorzara, para luego llevarla con Elena y Bianca.

—Estoy muy feliz de estar aquí, Kely — expresó la pequeña tomando un pequeño bolso en sus manos haciéndome sonreír —. Y ya quiero ir a jugar con tía Bi y tía Elie.

—Yo estoy más que feliz de tenerte aquí, mi florecita — me puse a su altura e hice un piquete a su nariz —. Ahora voy a llevarte donde tus tías que están ansiosas por verte y jugar contigo a la hora del té.

Sonrió, hermosa.

—Pues vamos, Kely.

Me tomó de la mano y salimos juntas hacia la camioneta de Marcelo, quien ya nos esperaba.

Llevamos a la niña con mis amigas y luego de ahí fui a True Style a darle la bienvenida a nuestra nueva integrante en el departamento.

—Nos vemos más tarde, mi vida — se despidió, Marcelo con un beso —. Ahora debo ir a la constructora.

Di un asentimiento.

—Me preocupa el cúmulo de trabajo que tienes entre las dos empresas, Marcelo.

Sonrió.

—Quita esa carita de preocupación, mi amor — dijo, mientras acariciaba mi mejilla —. Estoy bien.

—No me digas eso, Marcelo — dije, preocupada —. Soy tu esposa y sé que no lo estas, cada vez estas más agotado, mi amor. Si no hubiese robado tu tiempo hoy, quizás ni nos vemos. Me preocupa tu salud.

Respiró profundo.

— Prometo llegar a casa temprano, ¿De acuerdo?

Di un asentimiento.

—Llegaras a casa a dormir, no a trabajar, Marcelo Sandoval, no creas que no me he dado cuenta.

Sonrió,  negando con la cabeza.

—Estoy acostumbrado a grandes esfuerzos y...

—Aún así — reprendí para luego darle un beso rápido —. Por favor, mi amor.

Miró mis ojos y dio un asentimiento mientras me abrazaba fuerte.

—Gracias por cuidar de mi.

—Eres mi esposo — solté, separándome de él, dando un piquete en su nariz —. No tengo intenciones de enviudar nunca.

Marcelo se echó a reír.

—Dices unas cosas — habló entre risas.

Respiré pausadamente.

—Debo irme — dije, me miró y dio un asentimiento.

—Cuídate mucho, mi cielo.

—Igual tú.

Nos dimos un último beso y ponche el ascensor para adentrarme en el.  Por último, ya dentro, Marcelo, guiñó un ojo en mi dirección haciéndome sonreír y sonrojar.

Llegué a mi lugar de trabajo y saludé a todos mis compañeros, me quedé con ellos acesorando algunos bocetos que están en proceso.

Media hora después, fui a la oficina para avanzar unos proyectos que hay en puerta con un centro comercial del area administrativa y lugares fuertes que llamen la atención del cliente.

Fui llamada a la oficina de Alicia y en estos momentos, me están cediendo el paso.

—Hola, querida — se puso de pie para saludarme —. ¿Cómo estás?

Sonreí hacia aquella persona que se ha convertido en mi amiga.

—Todo bien, Alicia — respondí —. ¿Tú, cómo estás?

—Estoy bien — soltó con una sonrisa  para luego sentarse en su lugar —Me da gusto que tu lo estés.

— Gracias.

Ella se puso a revisar unos papeles mientras yo estaba aquí  y aproveché para mencionarle aquello que venia pensando hace días.

—Alicia — llamé su atención, me miró con esos ojos profundos —. Tu sabes que entré al departamento de Diseños a través del Proyecto Perla y a raíz de este me dieron la oficina y...

—Keily, después del proyecto Perla, han llegado otros a tus manos, querida, decidimos dejarte en ese lugar por que estas siendo muy demandada por nuestros clientes.

—No quiero malos entendidos con mis compañeros de trabajo.

Alicia, sonrió.

—No lo tendrás, ellos están al tanto de todo, así que seguirás en tu oficina como hasta ahora, salvo que tendrás mucho tiempo que compartir con alguien más.

Fruncí el ceño.

—¿De quién se trata?

—Déjame llamarla, ya debe estar aquí.

Descolgó el teléfono y llamó a Laura su asistente.

Hablaron un par de segundos y después de eso, tocaron la puerta.

—Adelante — concedió, Alicia.

Una chica entró por la puerta, es muy bonita.

—Buenas tardes — saludó, ella con mucha educación.

— ¡Querida! — exclamó, Alicia —. Ven, para presentarte.

Se acercó un poco, su miraba estaba en mi y la mía en ella.

—Ella es Keily Andersson De Sandoval — comenzó, Alicia, con una sonrisa hacia la chica, luego me miró a mi —. Keily, ella es Danna Villegas.

— Un placer inmenso en conocerle señora Sandoval — expresó con una sonrisa, mientras extendía una mano en forma de saludo.

No sé por qué razón me parece que la he visto antes.

— El placer es mio, señorita Villegas— dije con una sonrisa al tiempo que aceptaba su mano. Es una chica entre 20 a 25 años más o menos, de tez blanca y ojos azules —. Puedes llamarme Keily.

—Solo si me llama Danna

—De acuerdo.

Ambas sonreímos mientras soltabamos nuestras manos y nos sentábamos en frente a Alicia.

—Bien, chicas — comenzó, Alicia —. Necesito un trabajo en equipo entre ustedes dos — la miré interesada —. Hay un cliente que quiere la remodelacion total de sus 12 Hoteles a nivel nacional y han pedido que seas tu, Kei.

Abrí los ojos con sorpresa.

— Eso es mucho trabajo, Alicia — dije, asombrada.

—Si, es por eso que Danna, esta aquí, va a asesorarte en aquellas áreas que lo requieras. Ella tiene dos maestrías afines a tu area, una en arquitectura e interiorismo y la otra en Historia del Arte.

La miré sorprendida.

—Las cursé las dos juntas y como había terminado mi carrera de arquitectura, me convalidaron muchas asignaturas — respondió, ella humildemente.

Sonreí.

—Apenas llevo unas semanas cursando la mía, admito que las asignaciones son cada vez más fuertes.

—Te va a ir bien, estoy segura — dijo, ella con una linda sonrisa.

—Los chicos me informaron que pronto viajaran a España, tienen que tomar la evaluación cuatrimestral de manera presencial — expresó, Alicia.

—Si, así es — respondí —. A todos nos tocó en fechas distintas, pero en la misma semana.

—¿Y qué harás? — Preguntó, ella.

—Hablaré con Marcelo de ello, pues en esa misma semana es la boda eclesiástica, tengo una semana muy apretada.

Alicia, sonrió.

—De seguro, encontrarán la manera.

—Disculpen la intromisión — se disculpó, Danna—. Muchas felicidades por la boda.

—Muchas gracias — expresé, feliz.

La plática entre la tres continuó, hasta que llevé a Danna, junto al equipo para presentarla y explicarle el nuevo proyecto en puerta.

En este proyecto, tendremos que integrar a más personas del departamento, pues ya no solo seremos un pequeño equipo.

Confieso que estos días, han sido muy agotadores, pero fascinantes.

Ya en la noche, estaba preparando a Amelia para dormir, jugaba con ella mientras le ayudaba a poner el pijama, ya había hecho dos trenzas largas para que durmiera cómoda y su pelo no le molestara.

La acosté y yo también lo hice junto a ella para contarle un cuento.

—Hoy te contaré el cuento de Barbie Lago de los Cines — le informé y sus ojos brillaron.

—Estoy muy emocionada — dijo, mientras se acomodaba a mi lado, su cabeza estaba en uno de mis costados —. Ayer terminamos el de Blancanieves y ahora iniciaremos otro nuevo.

Sonreí por su forma de decirlo.

—Y cuando terminemos este, tu me ayudaras a leer uno a mi, ¿Qué te parece? — la animé, la maestra de su grado, nos dijo que no le gustaba leer y que había que reforzarla en esa parte —. También me gustaría que me leyeran un cuento, por lo menos a la hora de compartir el té con Flor y Betania, que también están ansiosas por escucharlo.

Ella me miró dudosa.

—Es que no se leer muy bien — confesó.

—No importa, queremos escucharte — la animé, con una sonrisa.

—¿No te vas a reír de mi?

Frunci el ceño.

—Claro que no, mi florecita — dije, rápidamente y mirándola —. ¿Porqué dices eso?

—Es que Natalia lo hacia cuando iba mucho a casa y tuve miedo de que otras personas lo hicieran.

Me da tanta rabia que aun Natalia le esté haciendo daño a esta niña.

—La palabra de Natalia, no cuenta, mi amor — dije, mirándola —. No debes de poner asunto a todo aquello que quiera decirte una persona solo para lastimarte y yo voy a enseñarte que hacer para ignorarlas, ¿De acuerdo?

— ¡Si! — dijo, con una gran sonrisa.

Sonreí con ella.

—Ahora vamos a leer el cuento, ¿Te parece?

—¡Si!

— Odette, era una doncella que vivía con su padre quien era panadero...

Le conté el cuento por mitad a mi florecita, pues se quedó dormida al instante. Le di un beso en la frente y tape bien con su manta.

Giré hacia la salida de la habitación y ahí estaba él, de brazos cruzados, mirando en mi dirección.

—¿Tenías mucho tiempo ahí?

—El suficiente para escuchar el cuento que leíste — confesó con una sonrisa —. No quise interrumpír. Ambas se veían muy cómodas sin mi.

Caminé hasta él y lo abracé.

—Espero y te hayas aprendido el cuento para cuando te toque contarlo algún día — solté así sin más.

Sonrió.

—Créeme que sé muchos, amor — confesó —. Nuestros hijos, tendrán unos padres que sabrán mucho de cuentos.

Eso me hizo sonreír.

—Serás un excelente papá, cielo mio — di un beso en su barbilla, mientras lo abrazaba por el torso.

—Y tu serás una excelente madre, mi vida.

Sonreí, sonrojada. Me dio un beso y se despegó de mi para caminar hacia la niña y darle un beso en la frente.

Definitivamente, será un padre como pocos.

—¿Vamos a platicar un poco antes de dormir? — Pregunté, mientras nos desplazabamos por el pasillo, que nos lleva a nuestras habitación —. Quiero consultar algo contigo.

— Claro que si — dijo, con un atisbo de sonrisa.

Nos pusimos algo cómodo para dormir y ya acostados en la cama platicamos de todo un poco, de aquello que hicimos mientras estuvimos separados y así.

—Cielo — llamé su atención y me miró —. Dos días después de nuestra boda tengo que tomar la evaluación cuatrimestral de la maestría y es...

— En España — terminó por mi y di un asentimiento, estaba preocupada, en verdad no recordé eso hasta el día de ayer.

— Con tantas cosas, esa fecha se me había pasado y la recordé ayer, lo siento.

Se quedó pensativo, una de sus manos hacia caricias en mi espalda.

— Entonces, hay que viajar a España.

Di un asentimiento.

— Pero quiero que me acompañes, amor — dije, abrazándolo más.

— Entonces, ¿Qué te parece si después que nos casemos pasamos unos días en París y de ahí, vamos a España a tomar esa evaluación?

Levanté la cabeza que estaba en su pecho.

—¿De verdad? —solté, emocionada, él sonrió —¿Harías eso por mi?

—Cualquier cosa haría por ti, mi cielo.

—Gracias, gracias...

Comencé a darle besos por todas partes y él muy contento, se aprovechó de eso para darme unos buenos y deliciosos besos largos.

—¿Algo más que quieras de mi en este momento?

Sonreí.

—En realidad, si — dije, acariciándolo —. ¿Puedo disponer del Jet? Dentro de unos días vendrá Francy, quiero mandar por ella a Colombia.

—Solo dispón de él, no debes pedir permiso, no me gusta que hagas eso — dijo en modo de reprimenda —. Todo lo que tengo es tuyo y te advierto que no tengas miedo al usar las tarjetas de crédito que te he entregado, son tuyas y las puedes usar libremente.

Mi cara se sintió roja.

—Eres un tonto — el sonrió —. Si sigues consintiéndome así, me voy a acostumbrar.

Sonrió.

—Acostúmbrate de una buena vez, porque eres mi consentida, mi cielo.

Di un corto beso en la punta de su nariz.

—Gracias, amor.

—No tienes nada que agradecer, somos uno, debemos apoyarnos y ser el bastón del otro — dijo, con media sonrisa, mirándome —. Eso es lo que me dices siempre, ¿No es así?

Lo miré de una manera especial, cada vez estaba más enamorada de mi esposo.

—Asi dede de ser, Marcelo.

Sonrió bonito y me abrazó.

—Te amo — masculló.

—Te amo mucho con demasiado.

—¿Y si un día me dices que ya no me amas? — Preguntó aferrándose más a mí.

Lo miré y sonreí hacia él.

—Entonces, estaría mintiendo — respondí, segura.

Sonrió. 

Platicamos un poco más y después de unas horas, me quedé dormida como siempre lo hacía sobre él, nada en el mundo me hacía sentir igual.

Dos dias después, las cosas se tornaron muy movidas por parte de todos, pues True Style iba en crecimiento, le entraban muchos proyectos importantes, las chicas estaban atareadas con los preparativos de la boda, Marcelo con lo mismo y la dos empresas y yo, ni se diga.

—Keily — llamó Danna, mi atención —. Debemos ponernos de acuerdo para ir a ver los demás Hoteles, aunque juzgando por lo que hemos visto, prácticamente tienen las mismas características.

—Si, ya envié a alguien para que tomara las fotografías para ir avanzando en esa parte.

Ella sonrió en aprobación.

—Bien hecho — dijo —. Me imagino que vas de salida.

Ella lo dice por el bolso que tengo en mano.

Sonreí hacia ella.

—Si. Ahora haré la prueba de mi vestido de novia — dije con evidente emoción —. Tengo una cita para dentro de una hora.

Ella sonrió, feliz.

—¡Ay, Dios! — exclamó —. Mira que bien se le ve a las personas siendo felices.

Mi cara se puso roja.

De pronto, alguien tocó la puerta de mi pequeña oficina y concedí el paso y era él.

—Buenas tardes — saludó, mi amor.

Sonreí hacia él.

—Buenas tardes — saludó, Danna.

Marcelo, dio un beso en las mejillas.

—Ya conocías a Danna, ¿Verdad, mi amor?

Él la miró con rostro inexpresivo y ella se quedó mirándolo fijo.

—No, no tenia el gusto — dijo él, extendiendo su mano —. Alicia me habló de ella, pero fue Cristian quien la recibió. Un placer.

Ella tardó en responder, lo miraba con mucha atención.

—El gusto es todo mio, Ingeniero Sandoval — expresó ella con una sonrisa.

Él dio un asentimiento, mientras la miraba a los ojos. Luego, se aclaró la garganta y, luego, me miró.

—Voy a llevarte a la prueba del vestido, ¿Ya estas lista?

Di un asentimiento.

—Danna, nos vemos más tarde — dije, con una sonrisa —. Cualquier cosa, nos ponemos de acuerdo más tarde.

Ella, sonrió.

—Yo también voy de salida, tengo cosas que hacer y ya le había dicho a Alicia. ¡Qué les vaya muy bien!

Sonreí.

—Muchas gracias.

Unos minutos después,  estábamos en el estacionamiento abordando el vehículo de Marcelo, Elena me acompañará, sin embargo, me dijo que nos encontraríamos en el lugar.

Ya de camino, Marcelo y yo platicamos.

—Quiero verte con el vestido de novia, mi amor.

Su pedido, me hizo reír.

—No puedes, ya te lo he dicho — dije —. Tendrás que esperar el día de la boda para verlo.

— De todos modos, serás la novia-esposa más preciosa del mundo, del universo y todo su alrededor.

—De eso no hay duda, mi amor.

Fue mucho lo que tuve que rogarle a don Marcelo Sandoval para que se fuera y me dejara.

—Vengo por ti en dos horas, ¿De acuerdo?

Di un asentimiento.

—Yo te llamo — le dije.

—Bien.

Miró a todos los lados con el ceño fruncido.

—¿Pasa algo? — Pregunté.

—No — dijo, mirándome —. Llámame cuando salgas, que si no puedo venir por ti, lo hará Thomas, ¿De acuerdo?

—Elena vendrá, es posible que me vaya con ella.

—Esta bien, solo tengan mucho cuidado, ¿De acuerdo?

—Esta bien — dije, dándole un beso —. Nos vemos más tarde.

Nos despedimos y entre al lugar en donde se confeccionaban los vestidos de novias más preciosos y exclusivos de esta ciudad.

Ya Elena, estaba en el lugar, nos saludamos con un abrazo, me daba gusto verla plena y feliz con su embarazo.

—Bianca decidió no venir — informó, inmediatamente —. Creo que estas cosas la ponen sensible, tu sabes.

Entendí perfectamente lo que quiso decirme.

—Solo espero que su estado de ánimo mejore con wlos días.

—Estoy segura que hará el esfuerzo por su bebé.

Unos minutos después, una joven aparece con una gran bolsa.

— ¿Es usted la señora Sandoval?

—Asi es  — respondí con una sonrisa gigante que ella correspondió.

—Bienvenida una vez más, señora — dijo, amablemente —. Aquí le traigo su pedido, puede probarselo en ese vestidor de allá, cuando este lista, nos llama, por favor.

Tomé la bolsa en las manos con mucha delicadeza.

No podía con la emoción, sonreía todo el tiempo.

Elena estaba igual que yo de emocionada.

—Ve y póntelo de una vez — pidió con emoción —. Quiero verte con él puesto.

Así lo hice, fui al probador y, con sumo cuidado, me puse el vestido que usaré para uno de los días más importantes de mi vida.

Salí del probador y mi amiga Elena, se quedó paralizada.

—Estas... — comenzó, anonadada —. ¡Estas preciosa, mi Kei!

Se acercó, maravillada y no pude evitar mirar el espejo, me encantaba lo que veía.

— Esta hermoso — dije, con lagrimas en los ojos, lo único que podía sentir era pura felicidad.

—Te ves de ensueños, Keily, estoy tan feliz de que ocurran estas cosas en tu vida, te la mereces, amiga.

La miré con mucho agradecimiento.

—Lo sé, mi Elie. Muchas gracias por tanto.

De pronto, giró los ojos y se aferró, le bajo vientre.

—Voy al baño, últimamente, este bebé me esta presionando mucho para que vaya a hacer pis.

Sonreí.

—Ve, aquí te espero.

Ella se fue al baño, mientras que me quedé maravillada, observando el espejo, viendo mi vestido de novia soñado.

Cuando estoy ajustando algo en la espalda que me molestaba un poco, no puedo, puesto que, me queda un poco incómodo.

—Necesito un poco de ayuda — dije, para que una de las asistentes viniera.

—¿La ayudo?  — apareció una señora muy linda y elegante, tenía unos ojos preciosos.

—Hola — dije, porque no es la misma mujer que me recibió —. Si, por favor.

Dije, con una sonrisa.

—Será un gusto.

— Gracias — dije —. No se que es, pero hay algo que me molesta atrás.

Ella se acerca arregla la parte que le había dicho.

—Solo estaba un poco torcido — expresó con una sonrisa, ayudó a alisar el vestido desde atrás, podía verla a través del espejo —. Será una novia muy hermosa.

Sonreí, sonrojada.

—Muchas gracias — dije —. Seré una novia-esposa muy hermosa.

Ella sonrió bonito.

—Eso quiere decir que ya está casada y lo volverá hacer por la iglesia.

—Asi es — informé —. Me casé recientemente y decidimos hacerlo por el eclesiástico también.

—Por cómo le brillan los ojos, me imagino que ama a su esposo.

Sonreí y mi corazón latió rápido.

—Con todas mis fuerzas, es más, no podría imaginar hasta que punto lo amo.

Los ojos azules de la señora, coincidieron con los míos a través del espejo.

—Es lo más bonito que han escuchado mis oídos el día de hoy.

Sonreí, sonrojada.

—Gracias en verdad — dije.

—Gracias a usted por contarme un poco sobre su vida, muchacha.

—Keily — dije —. Puede llamarme Keily.

—Un gusto, Keily — murmuró —. Puedes llamarme, Daniela.

Cuando iba a responder, apareció Elena.

—¿Estas segura de que te quedó bien el vestido? ¿No hay que ajustarlo?

—Esta perfecto — expresé, feliz —. Me lo voy a quitar para que lo guarden.

Eso hice, fui a despojarme del hermoso vestido y se lo entregué a la señora Daniela.

—¿Nos vamos ya? Tengo hambre, Kei.

Sonreí.

—Les deseo toda la felicidad del mucho por su matrimonio — dijo, la señora Daniela en forma de despedida —. Dios los bendiga.

—Muchas gracias, señora.

—Que tengan una excelente tarde — se despidió, Elie, desesperada.

Me arrastró por una mano y fuimos hacia una cafetería que estaba cerca. Ya Elena, estaba devorando y bocadillo.

—Me encantó ese boutique, trabajan personas finas y educadas.

—Si, son muy amables.

Después de eso, Elena, me llevó de regreso a la empresa, habían muchos pendientes que resolver.

Estos días eran muy ajetreados.

Han pasado varios días, han sido días muy ajetreados, pero hemos salido adelante en cuanto a los preparativos de la boda y la iniciación de los proyectos de los Hoteles Rest & Peace, Danna es una chica muy amable y tiene muchos conocimientos, admito que me ha enseñado bastante.

Hoy recibí a mi familia en casa, precisamente para la cena que ha organizado la mamá de Marcelo para esta noche.

Mi madre, mi hermano, mi tío Roberto y su familia están aquí. Admito que estoy un poco ansiosa, pues nunca he compartido con la familia de mi esposo y se siente un poco extraño.

—Vives en una casa enorme, fiera — habló, Ivan.

Estábamos en el jardín y desde acá podíamos observar el lago artificial que hay en esta propiedad.

—Si, es grande — dije, distraída observando una revista que contenia los centros de mesas para boda.

—Me quedaré contigo unos días, mi niña, para ayudarte con los preparativos — dijo, mi madre.

— Yo también lo haré — se ofreció, Fran Irene —. Una no se casa todos los días.

—Por lo menos a esta boda asistiremos — lanzó, Iván, con veneno. Lo miré, fulminante.

—Solo espero que en verdad se casen para no matar de una buena vez a Sandoval.

— No le harás nada a mi marido — advertí —. Por que si lo haces, tendrás la posibilidad de no asistir a mi boda Jei.

—Eso si se da...

—Sé dará, mosca pegajosa, se dará con el favor de Dios.

—Más vale que así sea.

Sonreí.

—También tienes el apoyo de Lisbeth, María y Paola para la decoración del salon, me acaban de escribir.

Hice un puchero en agradecimiento.

— Se los voy a agradecer — dije, más tranquila —. Son muchas las cosas que faltan y solo confío en mi gente para que me ayuden.

— Aquí estamos, mi amor —dijo, mamá —. Ya estoy muy ansiosa por ver a Elenita y conocer en persona a Bianquita, por video llamada es una ternura esa niña.

Los días que he estado visitando a Bianca y Elena, he llamado a mi mamá y han hablado bastante.

—Es posible que más tarde vengan por aquí — informé.

Y así fue, toda la familia estaba reunida, incluso, mi rubio hizo un espacio en su agenda, últimamente, esta trabajando más de lo debido y me preocupa su manera de esforzarse.

Mi familia se quedó con nosotros hasta que llegó la hora de prepararnos para ir a la cena, pues todos se quedarán en la casa que mi hermano compró hace un tiempo.

Estábamos en la habitación terminando de alistarnos. No sé por qué daba tantas vueltas, me sentía algo nerviosa.

—¿Te sientes bien? — Preguntó, el rubio, preocupado.

Me miraba insistentemente, mientras colocaba su reloj. Froté mis manos una con la otra.

—Estoy nerviosa — confesé, mirándolo.

Su rostro estaba libre de expresión.

—Ven aquí —demandó, mientras se sentaba en uno de los sofás, palmeó sus piernas y, como una niña, obedecí, rodeé su cuello y lo abracé con fuerza —. ¿Me puedes explicar cual es la razón de estar así?

Negué con la cabeza.

—No sabría decirte —fui honesta, nunca me despegué de él —. Es algo que siento y ya.

Él rodeaba mi cintura aun estando en sus piernas. Se quedó muy quieto.

—Si no quieres ir podemos quedarnos aquí jugando cartas o haciendo el amor — lanzó de repente haciéndome reír —. Yo sería feliz con eso.

Me separé un poco de él.

—Sus planes, señor Sandoval, suenan a una tentación increíble para mí — dije, con una sonrisa gigante en el rostro —. Sin embargo, nunca le haría un desplante a tu madre de esa manera, pues ella se ha esforzado mucho en la preparación de esta cena, cielo.

Me miraba bonito.

—A mi lo único que me importa es que estés bien, Keily, que te sientas cómoda.

—Gracias, mi amor, yo sé que es asi,  pero estoy bien. De seguro estoy así por la expectativa de estar frente a tu familia. Eso es todo.

Dio un asentimiento con su gesto libre de expresión.

—Vamos a ir a esa cena, pero si en algún momento...

— Te lo diré, lo prometo, amor.

— Bien.

Sonreí, al tiempo que lo miraba.

—Estas muy guapo con ese traje.

—Yo siempre estoy guapo, preciosa — soltó y giré los ojos...

—Sé me olvidaba lo gigantesco que es tu ego, Marcelo Sandoval. Sonrió.

—Ten mucho cuidado con esos ojos, señorita...

—¿Señorita...? — murmuré, pícara.

Sonrió con astucia.

—Siempre serás mi Señorita...

—¡Eres un idiota!

—Yo también muero por besarte, amor.

Me besó con ternura y es increíble lo que se puede sentir con un beso de Marcelo Sandoval, no importa cuantas veces ocurra este acto entre nosotros, simplemente se siente majestuoso.

—¿Te sientes más tranquila? — Preguntó, entre besos.

—Si — murmuré, respondiendo a sus besos.

—Pues Vámonos — demandó con una pequeña sonrisa —. Que estoy loco por quitar esa ropa que te queda tan espectacular y hacerte el amor.



Sonreí, sonrojada, mientras me separaba de él.

—Tú siempre me quieres hacer el amor.

—Todo el tiempo. Y puedo apostar que a ti te pasa lo mismo.

Sonreí al tiempo que iba por mi bolso y caminaba hacia la salida.

—No seas presumido, Marcelo Sandoval De Andersson.

Su risa se escuchó por todo el pasillo. Él seguía mis pasos.

—¿De Andersson?

—Si... — dije, al tiempo que giré sorpresivamente hacia él y lo rodeé por su torso —. Tu eres mío, solo mio...

—Solo tuyo — murmuró y volvió a besarme apasionadamente como siempre lo hacía después de unos más, nos separamos —. Macelo Sandoval De Andersson. Me gusta.

Sonreí ampliamente y él hizo lo mismo.

— Ahora vámonos de una vez porque estoy a punto de secuestraerte y llevarte a nuestra habitación.

Salimos tomados de la mano, ya Thomas y Martina nos estaba esperando, pues también asistirán a la cena con nosotros, ya que forman parte de nuestra familia.

—Estas hermosa, nana — habló, Marcelo hacia su madre de crianza.

—Gracias, mi niño — respondió ella.

—Thomas, te ves muy, pero muy guapo — alagué yo, al viejo.

—Gracias, niña — murmuró, sonrojado.

Más tarde, íbamos entre platicas y risas para la casa en donde creció mi esposo.

Ya en el lugar, nos dirigimos al jardín, la cena se llevará en este lugar. Hay muchas mesas, en donde se encontraban los invitados y, entre ellos, algunos conocidos como Diego y Patricio Sandoval.

Apreté el brazo de Marcelo, estaba nerviosa, sin embargo, solo lo sentía por dentro porque por fuera, caminaba con mucha seguridad junto a mi marido.

La madre de Marcelo, salió a nuestro encuentro, vestía muy elegante un vestido plateado largo, caminaba junto a su esposo.

—Bienvenidos a esta casa, hijos — dijo, ella con una gran sonrisa —. Su casa.

—Muchas gracias, señora — dije, en su dirección.

—Ya eres parte de nuestra familia, Keily, llámame Florecía.

Di un asentimiento.

—Muchas felicidades, muchacho — manifestó, el señor Ernesto —. Tienes una esposa hermosa.

Marcelo, sonrió.

—Muchas gracias, Ernesto — se dieron un apretón de manos.

Unos minutos más tarde, mi familia se unió a nosotros.

Mi madre venía vestida elegantemente atada del brazo de mi hermano, tío Roberto, Iván, Fran Irene y Esther. Todos estaban bien vestidos y, para ser honesta, el que estén aquí, me hace sentir mucho mejor.

Fuimos a su encuentro junto con los anfitriones, saludaron a Marcelo y a mi, como siempre, con mucho cariño.

—Mamá — llamó, Marcelo a su madre, su gesto estaba libre de expresión —. Te presento a mi otra familia, Sarah Andersson, madre de Keily, Jason Andersson, su hermano,  su tio Roberto Presley y sus hijos, Iván, Fran Irene y Stacy.

—Un placer, soy Esther, no Stacy.

Marcelo la miró con gesto petreo y no se molestó en disculparse, no le agrada mi prima, ¿Porqué será?, Miró a mi familia.

—Ella es Florencia, mi madre y él es Ernesto...

Todos intercambiaron palabras y se saludaron.

— Sarah — Florencia, llamó la atención de mi mamá con una sonrisa — porque puedo llamarla así, ¿Verdad? — dio un asentimiento —. Vamos todos, le presentaré la familia.

La señora tomó a mi madre por el brazo y comenzaron a caminar en dirección a una de las mesas.

Presentó a los que eran hermanos de Fabricio, el padre adoptivo de Marcelo, en total son tres un hombre y dos mujeres.

En verdad, no sabia que Patricio Sandoval tuviera mas hijos.

—Tienes una linda esposa, sobrino — dijo, una de las mujeres con una sonrisa —. Hacen una pareja fabulosa.

Sonreí, sonrojada.

—Muchas gracias — respondí.

Marcelo solo se limitó a dar un asentimiento de cabeza.

Ahora, la madre de Marcelo, se dirigió a la mesa en donde se encontraba Patricio y unos señores.

Cuando el antes mencionado y mi madre cruzaron sus miradas, no supe como interpretarlas.

—Sarah — murmuró, él, un poco sorprendido.

—Patricio Sandoval — dijo, con altura.

Él se puso de pie y tomó el dorso de mi madre y depositó un beso. Fue un acto que nos sorprendió a todos.

Jason miró la acción con gesto libre de expresión.

Marcelo y yo nos miramos un poco confundidos.

—Tenía años sin verte — continuó, Patricio.

—Asi es. Son muchos años ya.

—Por lo visto conoces a mi ex suegro, Sarah — habló, Florencia, igualmente sorprendida.

—Fuimos amigos hace unos años atrás — informó, mi madre, sin dar muchos detalles.

Se hizo un silencio incómodo, nadie sabía que decir. Luego, la mirada de Jason y Patricio coincidió.

—Sandoval — expresó, mi hermano.

—Andersson — respondió con gesto pétreo.

En verdad, estoy tan confundida, no sabía que parte de esta familia y la mía se conocía. Mi mamá nunca mencionó nada de haber conocido un Sandoval en el pasado.

La conversación incomoda, se cortó cuando llegó alguien a saludar a Marcelo y su familia, por lo que pude entender, era esposa de su tío.

Fui presentada a la familia completa como la esposa de Marcelo, hasta el momento, he tenido un buen recibimiento.

Estaba sentada en una mesa de honor, estábamos Marcelo, toda mi familia y yo.

— Tú familia son excelentes anfitriones, Marcelo — habló, Fran Irene, mirando a mi esposo —. Esta velada es espectacular.

—Gracias — se limitó a responder.

—Ustedes han tenido que trabajar por muchos años para llegar a tan elevada posición económica — dijo, Esther con una sonrisa —. ¡Qué suerte la de Keily el haber encontrado marido con tanto dinero!

—Deja esos comentarios tan fuera de lugar — reprendió, mi tío, hacia mi prima.

—Como quisieras estar en ese lugar, ¿No, prima? — comentó, Jason, burlón —. Siempre has deseado encontrar un esposo con mucho dinero para no tener que dar un golpe en tu vida.

Mi prima lo miró fulminante.

—No veo que tenga de malo querer un marido con mucha posibilidad.

—El hecho de que cada ser humano debe tener aspiraciones de superación en algún momento — lanzó, Jei.

—Pero ella nunca las ha tenido — volvió a a hablar, Iván.

—Si las tiene — intervino, Fran Irene —. Quiere un hombre rico.

—¡Ya, chicos! — reprendió, mamá —. No sé vayan a pelear.

—Pero para como vamos — siguió, Fran Irene, haciendo caso omiso a mi mamá —. Te vas a quedar a vestir santos, ni novio tiene.

Todos comenzamos a reír.

— De santo no se vestirá, pues al cielo no llegará por lo maligna que es — comentó entre risas, Iván.

Mi prima tomó una copa y no dijo nada.

Marcelo, tomó mi mano llamando mi atención.

—¿Cómo te sientes? — me preguntó en un susurro.

Sonreí, mirándolo.

—Estoy bien. Tú, ¿Cómo estás?

Dio un beso en mi mejilla.

—Si tu estas bien y cómoda, yo también lo estoy.

Sonreí, sonrojada.

—¡Qué lindo es el amor! —suspiró, mamá, mirándome —. Ya quiero ver todos mis niños casados.

Todos nos miraban con una sonrisa.

—¡Ay, tía, por Dios! — soltó, Iván —. Eso es demasiado azúcar para este cuerpo amargo.

—Bueno, mamá, mi boda esta lejos, pero muy lejos — argumentó, mi hermano.

—Yo me casaré a escondidas como lo hizo Keily, nadie lo sabrá.

Jason, miró fulminante a Fran Irene, ese tema aún es sensible para él.

La conversación y las burlas familiares continuaron fue hasta el momento que Florencia, subió a una pequeña tarima, detrás había una pantalla gigante.

—Familia — llamó la atención de todos —. Este momento es muy especial para mi, ya que hoy estamos aquí para celebrar el matrimonio de mi hijo Marcelo. Para mi y todos aquellos que lo amamos, es de gran orgullo ver que ya eres un hombre de familia, hijo.

La sonrisa de su madre, era grande.

—Keily, hija, porque eso eres desde ya, parte de esta familia — ella me miraba feliz y le sonreí un poco, me sentía algo incómoda —. Espero y te sientas acogida, ahora somos tu familia y deseamos lo mejor para ese matrimonio.

La gente aquí presente aplaudía ante las palabras de la señora.

—Hijo — continuó, ella —, eres una de las mejores cosas que me han pasado en la vida, tu llegada a esta familia, ha sido una bendición, amor, y, ahora nos das la oportunidad de tener una integrante más que amaremos de la misma forma que a ti. Feliz matrimonio, hijo de mi alma.

Marcelo, sonrió de soslayo y levantó la copa hacia su mamá.

La señora cedió el micrófono hacia las personas que quisieron decir algunas palabras, por parte de mi marido, solo dos de sus tíos subieron  y hablaron cosas bonitas de él y, los demás, se quedaron mirando desde su lugar.

—... nunca teman por la cara que siempre trae ese rubio de allá — dijo una prima de Marcelo —. Es su esencia, es natural en él...

Todos se echaron a reír por su comentario, hasta yo lo hice.

—¡Ay, mi amor! — murmuré hacia él —. Tu prima, te puso al descubierto.

Sonrió.

—Asi soy, no es un secreto para nadie.

—No puedo decir lo mismo, no pienso asi — me jacté de decir con suficiencia —. Sonries a menudo cuando estamos juntos.

—Me das motivos para hacerlo, es todo lo que diré.

—Eso es suficiente para mi.

Dije con una sonrisa mientras miraba hacia la señora Florencia, quien tomó el micrófono de nuevo con su habitual sonrisa.

—Creo que ya sabemos suficiente de la vida de Marcelo — se pronunció con mucha alegría —. Ahora es momento de conocer a la nueva integrante de la familia y que mejor manera de hacerlo que sus propios familiares contándonos sobre ella y de su infancia.

Mi madre me miró con una gran sonrisa y Jason sonrió con maldad.

Sentí mi cara arder.

—¡Llegó la hora de mi venganza, monstruo! — lanzó, mi hermano, sin piedad.

—Jei...

—¡No seas cruel, Jason! — soltó, Iván, burlesco —. Mira que estamos delante de muchas personas que no conocemos.

—No sean idiotas — refunfuñé y todos rieron —. No me avergüencen, miren que no conozco a estas personas.

Sentí a Marcelo reír.

—Iré yo primero — dijo, mi madre.

—Te acompaño, Sarah — habló, mi tío Roberto.

Ya en el lugar, la señora Florencia, le entrega el micrófono a mi madre y tío Roberto, se posiciona a su lado. Mi mamá sonríe, preciosa.

—Buenas noches para todos —saludó con una sonrisa —. Para nosotros es un placer estar aquí con ustedes y poder verificar que nuestra familia esta creciendo.

Las personas la obsorvan y sonríen hacia ella, otras conversan entre sí.

—¿Qué puedo decir de mi hija? — Preguntó ella con sus ojos brillantes.

—¡Qué es un sol! — dijo, el tío Roberto con una sonrisa que contagió a mi mamá.

Mi mamá dio un asentimiento.

—Siempre ha sido una excelente hija, obediente, bien portada, una guerrera. Mi niña es puro amor.

—Keily, ha sido ejemplo de lucha, de perseverancia, nos ha enseñado en ocasiones que estar en un hoyo oscuro donde se presume no hay salida, es nada para cuando se quiere salir adelante — agregó el tio Roberto —. Puedo decir muchas cosas de ellas, pero la resumiré e  una sola —. Eres una excelente hija, mi nena.

No pude evitar derramar un par de lágrimas ante las palabras de mi mamá y mi tío.

Marcelo, me miraba y sonreía de boca cerrada.

Mi mamá bajó del escenario y subieron Jason e Iván, su sonrisa era malvada, me asustaba el hecho de que me dejaran en ridículo delante de personas que no conocemos.

—Bueno, monst... — se aclaró la garganta, llamando mi atención y la de todos —. Mi hermana siempre ha sido, lo más especial que he tenido, es todo aquello que mamá yEq el tío Roberto mencionaron hace un momento, Keily, siempre fue, es y será ese motivo para dar pelea en cualquier circunstancia. Soy tu hermano, mi deber es cuidarte, protegerte, mi monstruo. Así que Escúchame bien, Marcelo Sandoval, tu integridad física y mental estará intacta hasta el día que decidas hacerle daño a mi hermana, ¿Entendiste?

Marcelo, sonrió y levantó su copa hacia mi hermano. Por su parte, Iván, se acerca al micrófono y habla.

—Solo diré que mi fiera es mi fiera, cualquier cosa yo sacaré la cara por ella, aunque ella es una mala agradecida, siempre termina golpeándome, así como la ven es fuerte y pega duro...

La gente comenzó a reír con él.

—Te amo, fiera...

Todos aplaudieron cuando lo vieron bajar de la pequeña tarima. En eso, veo a Fran Irene subir, en compañía de Esther. Fran Irene, fue la primera en hablar:

—Ven aquí, Keily — llamó, mi prima en mi dirección, con una sonrisa gigante —. Estas personas tienen que ver muy bien de quien voy a hablar.

No quiero ir, me da pena que me vean así. Me sostuve del brazo de Marcelo, quien estaba a mi lado.

—Ve allá, Kei — pidió, el rubio con media sonrisa.

—¡Me da pena, amor! — susurré para él.

—Ve, cariño — pidió, mi madre con una sonrisa —. No la hagas esperar.

—Ve de una ves, niña — apuró, Martina con media sonrisa —. No te hagas de rogar.

Sonreí.

Solté mi brazo del de Marcelo y le di un beso corto en los labios para proceder a caminar hacia la tarima.

Las dos se colocaron una de cada lado y Fran Irene, continuó:

—¿Recuerdas las veces que jugamos a las escondidas?

Sonreí, recordando todo aquello, fue una buena infancia.

— ¿O las veces que jugamos a quien llegaba primero a las caballerizas — la acompañó, Esther, divertida.

—Los bailes que hicimos en navidad...

—Siempre has sido la mejor en todo, la más querida por la familia —agregó, Esther con una sonrisa, mientras tomaba un trago de vino tinto.

— Es que ella tiene de todo un poco — soltó, Fran Irene —. Que me perdonen las demás, pero, Kei, es la mejor prima que puedo tener.

Sentía mi cara arder, ya era demasiado.

—Asi es, Fran — lanzó, Esther con una sonrisa para luego mirarme —. Keily, es alguien que ha sido excelente en todo lo que hace, incluso...

Fran Irene y yo sonreímos a Esther.

—Incluso, cuando estaba muy joven — continuó con una sonrisa triunfar en el rostro —. Cayó en el vicio de las drogas, eso también se le dio muy bien...

Mi sonrisa y la de todos los que estaban presentes, se fue borrando poco a  poco.

Se hizo un silencio sepulcrar.

Miré las personas que estaban frente a mí y muchas de ellas me comenzaron a juzgar con la mirada.

Sentía, mi cuerpo pesado, no podía moverme.

—¡Dame eso...! — intentó, Fran Irene, quitarle el micrófono.

Evidentemente, ella se resistió.

— ¿Porqué me lo quieres quitar? Si ahora es que viene lo interesante.

—¡Esther...! — escuché la voz de tío Roberto, pero fue inútil.

—¿Qué pasa, papá? ¿De mi no te sientes orgulloso? — Preguntó con ironía y rabia a la vez —. Siempre es lo mismo con ustedes, tapando el maldito sol con un dedo, ¿Verdad, Kei?

Tiró sobre mi el resto de vino tinto que tenia en su copa, me quedé sorprendida por todo esto.

Sentía mi alma helada. Mi corazón roto.

Ella comenzó a reír como loca, quería humillarme y lo ha logrado.

— La familia Sandoval, quería conocer su nueva integrante, pues ahí la tienen, vestida de ángel y manchada de sangre, por que eso es lo que es...

—¡No te atrevas desgraciada! — escuché a mi hermano muy cerca de la tarima, pero era demasiado tarde. En mi caso, no podía moverme, estaba paralizada.

— Una ASESINA... — bociferó para la multitud —. ¿Te acuerdas de Danilo Cárdenas, Kei?

La cara de doña Florencia estaba perpleja al igual que la de toda la familia Sandoval.

—¡Esther, por favor! — pedí, en un murmullo. Las lagrimas inundaron mi rostro.

Dolia.

Sonrió hacia victoriosa.

—Marcelo — llamó, Esther la atención de mi esposo. No me atrevía a mirarlo, no era capaz —. Te casaste con una drogadicta y una asesina, por que esta mujer que vez aquí, mató a un hombre cuando apenas tenía 17 años y se vistió como esta justo ahora,  de un ángel ensangrentado.

Las ovaciones de las personas presentes eran sorprendentes, mi corazón dolia tanto. Las lagrimas comenzaron a bajar sin control.

Jason llegó hasta donde estábamos  y arrebató el micrófono a Esther y, mi tío Roberto, se posicionó al lado de mi hermano. Miró a su hija y con lagrimas en los ojos propinó una bofetada que hizo que Esther girara su rostro bruscamente.

—¿Cómo te atreviste? — gritó, él.

Dolor y vergüenza era lo que sentía en este momento.

Solo podía escuchar las murmuraciones de la gente.

—¿Eso quiere decir que te casaste con una drogadicta, Marcelo? — Preguntó en voz alta uno de sus tíos  —. Con una asesina...

Giré mi rostro y me di cuenta que Marcelo estaba muy cerca de la tarima y se detuvo para encararlo.

—¡Callense! — exclamó, mi esposo, impotente.

No puedo creer lo bajo que has caído, pensé que esa chica era de buena familia.

El matrimonio es reciente, puede ser anulado — dijo otro.

—¡Esa chica es una vergüenza para la familia Sandoval!

—No se atrevan a... — comenzó, Marcelo, sin poder terminar la oración.

Es una asesina...

Asesina...

Asesina...

Asesina...

Tapé mis oídos y retrocedí.

—Por fin hubo algo que no te salio bien, prima — se jactó de decir, Esther —. Mira la cara que ahora tiene tu esposo, es de puro asco.

—¡Cállate! — gritó, mi hermano con impotencia —. No te quiero volver a ver nunca más.

Mi tío agarró su pecho, lloraba como un niño ante las acciones de su hija.

Nunca pude comprender cual fue el daño que le hice a Esther para que actuara de esa manera.

Jason me miraba y negaba con la cabeza, trató de acercarse a mí, pero antes de que pasara, me alejé.

No supe en que momento salí corriendo hacia la salida. No miré a nadie, lo único que podía ver que estaba llena de sangre y avergonzada delante de la familia de mi esposo.

Lagrimas salian de mis ojos sin cesar, me dolia el alma, me sentía herida.

—Keily, espera — escuché a Marcelo decir, pero no iba a detenerme.

Corrí tanto que me faltaba el aire y lloré a mares cuando llegué al auto de mi esposo. Traté de abrir la puerta, pero no pude y mi desesperación era tan grande por salir de aquí que me dirigí a la salida, sin embargo...

—Yo la llevo, niña — escuché, la voz del viejo Thomas.

Al girar, ahí estaba, de pie.

—Thomas — dije, entre sollozos.

—Ven, cariño...

Abrió sus brazos y me abrazó con fuerza, lloré fuerte, tenía la necesidad de hacerlo.

—Quiero irme de aquí — murmuré, en sus brazos, aprentándolo fuerte.

—Entonces, avisemos a Marcelo y...

—¡No! — casi, grité, asustada separándome de él —. No quiero verlo... no quiero que me vea así...

Me dolia pensar todo lo que quizás debe estar pasando por su cabeza.

Quizás se ha arrepentido de casarse conmigo, una asesina.

Porque nada de lo que dijo Esther, es mentira. Todo es verdad.

—Pero...

—Por favor, Thomas —dije, con un nudo en el garganta.

—¡Keily...! — Sé escuchó, la voz de Marcelo.

Thomas y yo, miramos en su dirección. Luego, nos miramos nosotros y después de unos segundos, habló:

—¡Vamos!

Arribamos el vehículo y unos segundos después iba de camino a no se donde.

Nunca dejé de sollozar en el trayecto, era mucho lo que dolia.

Estaba sentado en la mesa de la familia de mi esposa, quienes ahora también son mi familia.

Todos dirigimos nuestra atención a la pequeña plataforma, que mi madre había habilitado para las presentaciones.

En este momento, mi niñita estaba con sus primas, en donde las dos decían las travesuras que hacían en su niñez.

—Mi niña es un sol — escuché a Sarah, decir.

Sonreí.

Para mi ella es el cielo...

Ya sabes que si le haces daño...

—Me matarás, lo sé —Interrumpí a mi cuñado con media sonrisa.

—Ya hijos, dejen de amenazarse, miren que puedo darles una tunda a los dos.

Jason, giró los ojos.

—Mamá, solo yo soy tu hijo — dijo, celoso.

—Y yo — soltó, Iván, mientras comía un bocadillo.

Ella, sonrió.

—Lo siento, hijos, pero, Marcelo también lo es, así que de nada vale sus rabietas.

—Vengo en un rato — soltó, Jason, poniéndose de pie.

Lo vi alejarse.

La señora se acercó a mi y me sostuvo por uno de los brazos, ella estaba sentada a mi lado, el lugar de Kei, estaba del otro.

—También eres mi hijo, no le hagas caso, cariño — murmuró con ternura.

Le correspondí con media sonrisa.

—Gracias, Sarah.

Ella sostuvo mi mano y ambos dirigimos la atención al escenario.

—...Los bailes que hicimos en navidad...

Fran Irene y su hermana Estela, hablaban de mi niñita con mucha alegría.

—Siempre ha sido la mejor en todo, la más querida por la familia —agregó, Stacy con una sonrisa, mientras tomaba un trago de vino tinto, se veía contenta.

— Es que ella tiene de todo un poco — soltó, Fran Irene —. Que me perdonen las demás, pero, Kei, es la mejor prima que puedo tener.

No pude evitar sonreír con mi niñita, me sentía pleno con tan solo mirarla sonreír.

—Asi es, Fran — dijo la otra mirando a la pelinegra  —. Keily, es alguien que ha sido excelente en todo lo que hace, incluso...

La celebración iba muy bien hasta que...

—Incluso, cuando estaba muy joven — continuó con una sonrisa llena de maldad —. Cayó en el vicio de las drogas, eso también se le dio muy bien...

La cosa aquella, latió fuerte y miré rápidamente al escenario.

Me puse se pie de un salto al ver el rostro avergonzado de mi mujer. Sarah, comenzó llorar sosteniendo su pecho, no podía creer lo que estaba pasando.

Negaba con la cabeza viendo a su hija sufrir. Cuando traté de correr a detener todo esto, la señora se sostiene de mi, le faltaba el aire, estaba respirando de manera forzada.

Miré rápidamente a la al escenario, preocupado por Keily.

Fran Irene pretendió quitarle el micrófono a su hermana, pero fue imposible.

Mientras sostenía a Sarah, la chica seguía despotricando cosas sobre Keily, todo era un caos.

—¡Mi hija!— exclamó, la señora, casi desmayada en mis brazos —. ¡Mi hija! ¡Ayuden a mi hija!

Llamé una ambulancia a lo que todo se desarrollaba, nadie se dio cuenta del malestar de la señora porque estaban muy concentrados en lo que pasaba en tarima.

Iván vino a mi encuentro y sacó algo de la bolsa de Sarah, era algo que le ayudaba con la respiración.

Cuando llevo la vista hacia Keily, me quería morir aquí mismo, al ver su ropa blanca llena de vino tinto.

Su cara solo reflejaba estupefacción, tristeza, vergüenza.

— La familia Sandoval, quería conocer su nueva integrante, pues ahí la tienen, vestida de ángel y manchada de sangre, por que eso es lo que es...

—¡No te atrevas desgraciada! — lanzó, Jason, llegando al lugar, pues había salido al baño.

— Una asesina... — bociferó para la multitud.

¿Qué?

Mis manos comenzaron a temblar y mi corazón se desvaneció ante tal acusación.

—¡Esther, por favor! — pidió, Keily entre lágrimas.

No aguanté más y solté a Sarah, la coloqué en los brazos de Iván para ir por ella, no podía permitir que estuviera sucediendo esto en mi cara.

Cuando estaba a mitad de camino, esa chica, llamó mi atención:

—Marcelo — la miré mortífero —. Te casaste con una drogadicta y una asesina, por que esta mujer que vez aquí, mató a un hombre cuando apenas tenía 17 años y se vistió como esta justo ahora, de un ángel ensangrentado.

Mi familia, comenzó a comentar sobre el asunto a agobiarme con sus opiniones irrelevantes para mi.

Ahora mismo, lo único que me importaba estaba en esa tarima, con su rostro empapado de lagrimas, desorientada y avergonzada.

Fui por ella, pero salió corriendo, no me quedé quieto y la seguí,  sin embargo, Diego, se me atraviesa en el medio.

—No vas a creer esas estupidez, ¿Verdad?

Lo miré directamente a los ojos.

—¡Es algo que no te importa!

Quise seguir mi camino, pero fue inútil.

—Keily, es una excelente mujer, Marcelo. Cuídala.

Nos miramos fijamente a los ojos y sin decir ni una sola palabra. Nada importaba más que ir por ella.

Seguí mi trayectoria, la llamé por su nombre y no respondió.

Luego la vi arribar el auto con Thomas, quien me hizo una señal de que no continuará, que luego me llamaba.

No estaba tranquilo, necesitaba hablar con ella o simplemente no hablar.

Unos minutos más tarde, la ambulancia llegó y auxilió a Sarah, sin embargo, tuvieron que atender a Roberto y llevarlo a urgencias, pues le dio un pre- infarto.

— Hijo...

—No me digas nada, Florencia — advertí, molesto y preocupado.

—¡Queremos que te dovorcies! — pidió tía Catalina. La miré fulminante —. No la queremos en esta familia, es una...

—Catalina — llamé su atención con los dientes apretados —. Keily no es tu familia y de ninguno de ustedes, es mi esposa, mi familia.

—¿Acaso no escuchaste lo que dijo esa mujer? Es una...

—¡No voy a permitir que le sigan faltando el respeto a mi esposa! — solté para que todos me escucharan —. Siempre he tenido claro que no soy santo de su devoción por el simple hecho de ser adoptado. Me da igual si son de mi familia o no, mi esposa y yo no necesitamos a nadie para ser una familia, ella y yo somos una. Así que no se preocupen por aceptarla, no hay necesidad.

—Es una vergüenza...

—Les pido de favor que se calmen y respeten a Marcelo y su esposa por favor — pidió mi madre.

—¿No te das cuenta de lo que pasaría si los medios de comunicación saben una cosa así? — dijo, alarmada, Catalina —. Seremos la comidilla mundial...

No escuché más.

Salí de esta casa y fui a urgencias para ver como seguía Roberto, pues no quiero ir con Kei, sin saber sobre su estado de salud.

Se encontraba estable, pero lo mantendrán en observación por un tiempo.

Aclarado esto, llamé a Thomas. El celular del viejo, sonó un par de veces.

—Buenas...

—¿Dónde está? — Pregunté inmediatamente. Estaba preocupado.

—Ella no quiere verte — informó —. Creo que se siente algo avergonzada por lo que sucedió.

Respiré profundo.

—Quiero verla, Thomas — dije, urgido.

—Le prometí que no te diría donde estaba — soltó el viejo ese.

—¡Al por favor, Thomas! Quiero verla y ...

—Le prometí que no te diría donde estaba asi que te tocará adivinar — soltó, él.

—¿Qué...? ¡Por favor! No estoy para...

—Es un lugar que tiene playa y es tu casa — lanzó de repente.

Abrí los ojos con sorpresa.

—Es la casa de la playa en Puerto Progreso.

—¡Exacto! — exclamó. Unos segundos después, soltó un suspiro lento —Es bueno que vengas, te necesita mucho, no  ha dejado de llorar desde que pasó lo que pasó.

Trague saliva.

—Estaré ahí en unos minutos.

Cerré la línea y creo que nunca había conducido tan rápido en mi vida, llegué a Puerto Progreso, en menos de veinte minutos.

Entré a la casa y, de inmediato, visualicé a Thomas.

—Esta por ahi —señaló, el pasillo que va a la playa.

Di un asentimiento.

—Gracias por estar con ella, Thomas, por cuidarla.

Sonrió.

— Es tu esposa, Marcelo — palmeó, mi hombro —. Tu eres mi hijo, esa la convierte en mi hija también.

Sonreí de boca cerrada.

—Gracias — murmuré, estaba bastante agradecido con él —. Ahora voy a verla.

Dio un asentimiento.

Comencé a caminar en dirección a la playa, la brisa estaba un poco fría, puesto que para este tiempo el clima se empieza a sentir frío.

Visualice la silueta de Keily, estaba frente a la playa, sentada en la arena abrazando sus rodillas.

Tragué saliva al mirar su perfil, las lágrimas secas acompañaban su rostro y esto me partió el alma.

Al sentir mi presencia, miró en mi dirección, pero rápidamente, escondió su rostro entre sus rodillas rodeándolo con sus brazos. Estaba tratando de esconderse de mi.

Me senté a su lado en silencio, mirando en la misma dirección que ella lo hacía hace un momento atras.

Pasaron unos minutos cuando la escuché hablar:

—Debes estar enojado conmigo —murmuró, casi inaudible, aun seguía con su rostro escondido.

—Si estoy un poco enojado contigo — me sinceré con ella. Eso hizo que levantara su rostro y me mirara. Sus preciosos ojos tenían una tristeza tan grande que no podía asimilar el daño que eso me hacia a mi —. Pero no por lo que pudo decir tu prima en la cena, sino por que te marchaste sin mi, Keily.

Su mirada estaba puesta en mi.

—Lo siento — se disculpó y yo comencé a negar con la cabeza.

—Tú, en más de un ocasión, me has dicho que somos uno solo. Que somos el bastón del otro, entonces, pasó esto en donde necesitabas tu bastón para sostenerte y lo dejas así, sin más.

Una leve sonrisa, tiró de sus labios.

Desenredó sus brazos de sus rodillas y se acercó a mi. Enredó su brazo con el mio. Tenía frío, podía sentirlo.

—Pensé que mi bastón se había arrepentido de casarse conmigo — manifestó y esto me duele.

Hice que me mirara y acuné su rostro con una de mis manos.

Se sentía fría.

—Yo nunca voy a arrepentirme de los motivos que me llevaron a convertirte en mi esposa, mi amor  —dije con sinceridad —. A mi no me importa nada de lo que pasó en tu vida antes. Te amo y punto, Keily.

Sonrió, precioso.

—Eres un romántico —soltó con sus mejillas sonrojadas.

Sonreí de boca cerrada.

—Solo soy un romántico con mi esposa, señora Sandoval.

Ella se aferró más a mí sin decir una sola palabra.

Se hizo un silencio entre los dos, solo se escuchaba el va y ven de las olas, se respiraba paz.

—Cuando me ingresaron en aquel centro de rehabilitación — comenzó ella, sin mirarme. La dejé que continuara sin interrumpirla —. No tenía mucho tiempo consumiendo las drogas, allí había muchos chicos de mi edad con distintas adicciones.

Hizo silencio por unos segundos para luego continuar:

—Allí conocí a Cristina, la hermana de Cristian — me confesó. Recuerdo que hace mucho tiempo, Cristina presentó problemas con el alcohol, desde su juventud —. Ella estaba allí  por el alcohol, decía tener problemas con los constantes viajes de sus padres y que no toleraba su ausencia, se sentía muy sola.

Cristian, en esa época estaba fuera del país, haciendo un máster.  Lo hicimos al mismo tiempo.

Nunca interrumpí a Keily. Sentía que necesitaba hablarlo.

—Nos hicimos muy amigas, ahí me enteré de que tenia cuantos meses más que yo en ese lugar y que había un enfermero que, últimamente, iba todas las noches a visitarla. La inyectaba y comenzaba a tocarla por todo su cuerpo.

Me tensé, no puedo creer que Cristina haya pasado por este tipo de abusos.

Mi respiración se paralizó al escucharla.

—Yo había pasado por algo igual, Marcelo, sabia que eso dejaba marcas desastrosas en nuestras vidas, no quería que nadie más pasara por lo que yo pasé.

— Una noche, Cristina y yo quedamos de vernos en la azotea de  nuestro edificio para ver las estrellas juntas y conversar, pero ella no llegó y decidí ir a buscarla, fue entonces cuando me encontré a Cristina luchando con aquel enfermero para que no abusara de ella, ese hombre estaba a punto de violar a mi amiga.

Respiró profundo.

—Entré a la habitación de manera cautelosa, tomé un objeto de la mesa de noche que él mismo había llevado y lo golpeé en la cabeza con todas mis fuerzas, no lo derribe del primer golpe, aproveché su debilidad y seguí golpeando hasta que cayó en el piso inconsciente.

— Tomé a Cristina por un brazo y salí de allí con ella, enfrenté la justicia siendo una menor de edad y se determinó que fue en defensa propia.

Respiró profundo, sabía que traer esos recuerdos, le dolía.

No juzgo ni por un segundo sus acciones, pues yo hubiese hecho lo mismo en su lugar.

—¿Te sientes culpable por eso?

Sonrió levemente.

— Lo más curioso de todo es que, a pesar de que fui yo quien propinó su muerte, no me siento culpable, pero eso lo aprendí a lo duro, Marcelo, a base de psicólogos y ayudas terapeutas.

Me da tanto gusto escucharla hablar así, creo que es un asunto superado en su vida.

—Después de eso, Cristina y yo, juramos no hablar del asunto. Sus padres se la llevaron de viaje y yo seguí con mi vida. Eso es todo.

Me removí un poco para mirarla.

—¿Sabes, amor? — acuné su rostro y sonreí levemente hacia ella —. No sabia que podía amarte más, pero en este momento lo hago, pues me he casado con la mujer más preciosa y valiente de todo el universo. Amo tu lucha y lo que haces por los tuyos, mi cielo. Te amo tanto, mi amor.

Un par de lágrimas salieron de su rostro.

—Yo te amo a ti, mi vida — dijo, en un susurro —. Tenía tanto miedo de que te arrepintieras de haberte casado conmigo, Marcelo, creí que eso no podría soportarlo, te amo demasiado para perderte.

Sonreí, orgulloso.

—Yo te amo más — dije —. Y nunca vas a perderme, porque no estoy dispuesto a dejarte ir. Nunca.

Sonrió, mientras me abrazaba por el cuello.

Se hizo un silencio, aproveché para abrazarla más y besar su cabeza repetidas veces.

Decidimos entrar a la casa, pues ya estaba frío y no queríamos enfermar. Keily, quitó su ropa manchada de aquel vino tinto, me daba impotencia recordar lo que vivió el día de hoy.

Ella se dio un baño y colocó una de mis camisetas blancas, sus muslos estaban al descubierto.

La observé por un largo periodo y la noté muy callada, pensativa.

Me miraba de vez en cuando y mordía sus labios, eso era señal de una sola cosa.

—Puedes preguntar lo que sea, Kei —dije, para animarla.

Soltó un suspiro profundo y se acercó a mi. Se sentó a mi lado y me miró.

—¿Qué pasó con tu familia? ¿Te dieron algo más de mi?

La miré directamente a los ojos, nunca le mentiría.

—Mi única familia eres tu Kei, si alguien quiere ser parte, bienvenido sea, sino que le vaya bien.

Ella dio un asentimiento, comprendiendo la situación.

Después de eso, la invité a cenar a la cocina y no quiso, era raro que dejara de comer, pero hoy fue distinto. Me dijo que quería dormir aquí y la complací totalmente, le dije a Thomas que podía marcharse y regresar por nosotros mañana.

Los siguientes días fueran muy complicados, entre las empresas y las ocupaciones de la boda eclesiástica, no tenemos respiro, pero no ser más afortunado en tener la oportunidad de convertir a Keily en mi esposa nuevamente y por todas las leyes existentes.

Ahora estamos en nuestra casa y me dirijo a la habitación en donde se encontraba Keily con Elena, Bianca, Fran Irene, Lisbeth y la modista de las otras chicas, se estaban probando unos vestidos que usarán en la boda.

—Kei — llamé su atención y me miró. Tenía unas cintas en las manos —. ¿Puedes venir un momento, por favor?

Ella dio un asentimiento. Ya estando junto a mi, sonrió y dio un rápido beso en los labios.

—Dime — soltó, se veía un poco apurada.

—Traje estos documentos para que me lo firmes, por favor.

Frunció un poco el ceño, dudosa.

—¿Te quieres divorciar antes de casarte conmigo por la iglesia, Marcelo Sandoval?

No pude evitar sonreír.

—Si fuera relacionado a eso, tendrias que firmar otros papeles para volver a casarte conmigo.

Sonrió, bonito.

—¿Y de qué trata?

—Trata de que...

—,¡Keily! —gritó, Elena, como una loca —¡Date prisa con el lazo...

Me miró apenada y tomó los papeles en las manos y los firmó, eran tres firmas en total.

— Luego me explicas, cielo — dijo, urgida — si no vuelvo en este momento, le dará algo.

Di un asentimiento, ella se retiró apresurada y sonreí ante su premura.

Me siento más tranquilo con este paso que daré. Volví al despacho en donde me esperaba Cristian, me estaba ayudando a preparar una sorpresa para mi niñita y trabajando con relación a las empresas.

—¿Lograste la firma de Keily?

—Si — respondí, sentándome en mi lugar —. Ahora debo enviarle eso al abogado.

Deposité los documentos correspondientes para enviarlo con Thomas, es una persona de mi entera confianza.

—¿Y lograste comunicarte con el artista que vas a traer para tu boda? — Preguntó, el castaño, con una sonrisa.

Sonreí.

—No sabes lo que me costó convencerlo, pues alegaba que tenia compromisos familiares para esa fecha, pero lo convencí de que viniera.

—Eso merece un brindis, aunque sea con café, Marcelo — soltó, sonriente.

—Quiero que Keily, tenga su boda soñada. Estoy consciente de que es muy poco tiempo para prepararla, pero nada es imposible.

—Ella es feliz, solo basta mirarla para darse cuenta de que esta viviendo los momentos más felices de su vida.

Sonreí, complacido de que así sea.

—Es lo que quiero para ella, felicidad.

Cristian, sonrió.

—Pero tu también te ves muy feliz, Marcelito.

—Lo soy.

Suspiró.

—Me alegro mucho por ambos, la verdad.

Sonreí.

—Gracias, hermano.

La plática continuó, todo fue entorno al trabajo y mi boda.




Los días habían pasado muy de prisa y el día de la boda al fin había llegado.

Los novios, que ya son marido y mujer, estaban muy nerviosos, era tanta la felicidad que avergaban que no era para menos esa algarabía interior que experimentaban.

Ya todo estaba listo en la Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe, la decoración con flores blancas y color lila, embellecian aún más la estancia.

En la casa Sandoval Andersson, se encontraba la novia junto a todas las chicas que la habían acompañado hasta el momento.

—Estas hermosa, Kei — expresó, Bianca, con una sonrisa —. Marcelo, volverá a enamorarse de ti nuevamente cuando te vea.


A la novia le faltaban pocos detalles.

—No sabes la felicidad tan grande que siento en estos momentos, hija —confesó, Sarah, con lagrimas de emoción en sus ojos —. Mi sueño hecho realidad, de verte casada con un buen hombre. Tu padre estaría tan feliz.

La pelinegra se le cristalizaron los ojos, pues eran muchas las emociones que tenía.

—Ni se te ocurra llorar —advirtió, Elena, apuntándole con el dedo —. No vas a arruinar tu maquillaje.

—Estoy tan feliz de casarme de todas maneras posibles con el hombre que amo — manifestó, Keily —. No sabía que se podía sentir tanto de un tirón.

—Te mereces eso y mucho más, mi Kei — expresó, feliz, Fran Irene.

—Creo que ya es hora de partir, mi Kei — informó, Francy, quien estaba de pasada por aqui, una vez más —. Aquí tienes tu buqué.

Keily, sonrió tan feliz, recordando que en las dos ocasiones, ella ha sido quien ha confeccionado su buqué, quedando estos majestuosos.

—Gracias, Francy — agradeció, la novia —. No sabes lo que significa que estés presente en en mi boda por la iglesia.

— ¡¿De qué hablas, niña?! — exclamó, ella de pronto —. No me hubiese perdido esta boda por nada. ¡Ay, no!

—Ese buqué esta divino — dijo, Sarah.

—Si... — estuvieron de acuerdo las chicas al unísono.

—Para mi ha sido un gusto confeccionarlo — Keily, la miró bonito y Francy también

—Muchaa gracias por tanto, gracias por estar ahí para mi. Siempre.

La señora le sonrió bonito y con sus ojos cristalizados.  Abrió los brazos y ambos se dieron ese abrazo anhelado.

—No ha sido nada niña — dijo, nostálgica, la colombiana.

Ambas se separaron, abanicando sus rostros, no querían arruinar sus maquillajes.

—Ere una sol, muchas gracias.

Todas observaban la escena con una sonrisa.

—Bueno, chicas, me iré — soltó  ella de pronto, para alejar la nostalgia del momento —. Tengo cosas que hacer, nos vemos en la iglesia.

Ellas estuvieron de acuerdo en que así sería. Unos minutos después, parte de los invitados se dirigían al lugar en donde se celebraria la boda.

Marcelo estaba de camino a la iglesia, quería llegar temprano e impeccionar que todo estuviera bajo control, Francy, Alicia y Lisbeth estaban con él.

—Todo esta en orden — expresó, Alicia —. El sacerdote, dijo que en media hora da inicio a la ceremonia.

Marcelo, frotó sus manos, estaba nervioso.

—Bueno, Marcelini — comenzó, Francy —. Podría decir que esta guapo, pero más que eso. ¡Estas como quieres, niño!

Marcelo sonrió de boca cerrada.




—Gracias, Francy, por estar aquí y darnos tu apoyo una vez más.

—Para mi siempre será un placer compartir con una de mis parejas favoritas, mi Marcelini.

Dio un asentimiento, mirando hacia la entrada. Francy, se dio cuenta de que estaba nervioso y quiso tranquilizarlo.

—Kei, estaba preciosa — el la miró con interés, sus ojos azules brillaban aún más —. Y esta igual de nerviosa que tú — Marcelo, soltó un suspiro —. No te preocupes, la boda se realizará.

Marcelo, frunció el ceño y una leve sonrisa se extendió en sus labios.

—¿Eso te lo dijo el ser especial que te ha hablado de mi historia con Kei? — Preguntó, interesado.

Ella dio un asentimiento.

—Algo así, Marcelini, algo así...

—Podrías contarme más — al parecer, Francy, había despertado el interés total de Marcelo.

—Podría, si. Pero no puedo — informó ella con una sonrisa —. Lo unico que te voy a decir es que llegará un momento en donde tendrás que confiar a pesar de lo que veas.

Marcelo la miró inexpresivo.

—¿Por qué lo dices? — Preguntó.

—Solo confía —volvió a repetir ella —. No lo olvide, mi Marcelini.

La mujer palmeó el hombro de Marcelo y lo dejó ahí de pie procesando esas palabras.

—Esa mujer me cae bien — se acercó, Cristian a Marcelo. Había escuchado todo —. ¿Sabes lo que me dijo ayer?

—¿Qué te dijo?

— Que tendré tres niñas y que será un castigo de mi dios para que me vuelva más loco de lo que soy.

El rubio, sonrió.

—Bueno, la primera nace en unos meses, hermano — soltó, sonriente —. Su predicción va por buen camino.

Cristian soltó un suspiro lento.

—Como van las cosas con Elena, creo que solo tendré una sola porque no pienso tener más al menos que no sea con ella.

—Es fácil, cuéntale la verdad y punto.

—No es tan sencillo. Ella no perdonará mi mentira, pues de todos modos le mentí.

— Todo va a estar bien.

Los minutos pasaban de manera lenta, pues no había nada peor que estar esperando aquello que tanto se anhelaba.

Los invitados estaban en su gran mayoría en la iglesia, incluso, el sacerdote ya ocupaba su lugar.

La familia del novio, se encontraba ausente, a excepción de Florencia que se encontraba en la iglesia, ella necesitaba ver a su hijo casarse con aquella mujer que trajo división a su familia. Diego, también estaba allí, decidió presenciar como la mujer que amaba era feliz con alguien más.

Algunas personas, saludaban al novio, lo felicitaban por su matrimonio. Este, miraba el reloj de cuando en vez.

Marcelo estaba nervioso.

—Aún faltan diez minutos para que se cumpla la hora — informó Cristian con una sonrisa —, sin embargo, espera a la novia en una hora más, siempre llegan tarde es la tradición...

—Si no llega a en quince minutos, iré por ella — informó el rubio, convencido de que eso haría.

—Deja la paranoia, llegará, tarde pero llegará — se burló, Cris, del novio que estaba bien nervioso.

De pronto, se escuchó una voz:

—¡Llegó la novia!

Tanto Marcelo como Cristian, se miraron a la cara sin poder creerlo. El novio, sonrió, no podía negar que estaba nervioso.

—¿No que todas las novias llegan tarde, idiota? — se burló, Marcelo de Cris.

—¡Esa es la tradición! — se quejó —. Por lo visto, nada con ustedes es normal.

—¡Ve y ocupa tu lugar, ahora! — pidió, Marcelo impaciente.

Cristian se colocó en su lugar.

Por su parte, Florencia,  se acercó a Marcelo para darle la bendición.

—Hijo.

Él la miró.

—Florencia.

Marcelo era uno de esos hombres que no mostraban sus sentimientos muy a menudo, pero en ese momento, agradeció ver a la madre que lo crió, apoyándolo.

Ella sonrió hacia él.

—¿Puedo acompañarte?

—Por supuesto — manifestó él.

Ella le dio un beso en la mejilla y se colocó a su lado.

Marcelo miraba con insistencia la entrada, mientras que todos ocupaban el lugar correspondiente. 

La marcha nupcial da inicio y unos segundos después comenzó el desfile de la madre de la novia, luego, las damas de honor, la pequeña Amelia vestida de novia en compañía de Erick, nieto de Mercedes, ellos iban esparciendo pétalos de flores por el pasillo.

Al final, se visualizó a la novia atada del brazo izquierdo de su hermano. Su vestido se caracterizaba por tener tener una larga cola y un gran escote en la espalda, estaba más que preciosa.

Mientras Keily avanzaba junto a su hermano, sintió sus emociones revueltas, estaba feliz de cumplir su sueño de tener la boda que siempre quiso.

Marcelo, miraba a la que era su esposa con devoción, no podía creer que en una mujer hubiera tanta belleza. Sus ojos se cristalizaron al ver a la mujer de su vida entrar por esa puerta para convertirla nuevamente en su esposa.

Cuando todos habían ocupado su lugar, la novia llegó hasta él y en su mirada afloró esa conexión inexplicable que ambos sienten desde aquella vez que se conocieran. No había duda de lo mucho que se amaban.

Jason, se aclaró la garganta levemente para llamar la atención del novio, pues la pelinegra había acaparado toda su atención.

Jason miró a Marcelo con rectitud, pero sobre todo con respeto.

—Te hago entrega de nuestro mayor tesoro, Marcelo —soltó el pelinegro —. Cuídala y amala como solo ella lo merece.

Marcelo, apretó la mano de su cuñado y lo miró de igual manera.

—La cuidaré como lo que es — pronunció con mucha seriedad —. Mi vida entera.

El pelinegro, dio un beso en el dorso de su hermana y se fue a ocupar su lugar.

Marcelo la tomó de la mano y dio un beso en estas, mientras sus miradas estaban conectadas.

—Eres la novia más preciosa que haya visto en mi vida, amor — murmuró.

Ella sonrió, sonrojada.

—Gracias, amor...

El sacerdote saludó, llamando la atención de todos.

Keily y Marcelo, se pusieron de rodillas ante el santísimo para dar inicio a la ceremonia. Ataron sus manos con la emoción y su felicidad a flor de piel.

— Estamos aquí reunidos para celebrar la unión matrimonial eclesiástica de Marcelo y Keily Sandoval...

El sacerdote ofreció la eucaristía en donde se habló de la importancia de contraer matrimonio bajo las leyes y la bendición de Dios. Luego de eso, se dirigió a los novios.

—Marcelo — llamó, el padre, la atención del rubio —. ¿Aceptas por esposa a Keily, para amarla y  respetarla en la riqueza y en la pobreza, en la salud y la enfermedad, por todos los días de tu vida?

Macelo, miró a Keily y sonrió  hacia ella quien estaba radiante de felicidad.

—Acepto — respondió con firmeza. Todos los presentes sonrieron ante su respuesta.

Keily — procedió —. ¿Aceptas por esposo a Marcelo, para amarlo y  respetarlo en la riqueza y en la pobreza, en la salud y la enfermedad, por todos los días de tu vida?

—Acepto — manifestó, segura.

Después de eso, los padrinos quienes eran Elena y Cristian, se acercaron y colocaron el lazo que simbolizaba la unión matrimonial de la pareja.

El sacerdote ofreció la ceremonia como se lo había pedido, fue algo realmente hermoso ante la vista de todos los presentes.

Los votos de los novios–esposos, hicieron llorar a las personas que allí estaban, más aun a aquella persona que se encontraba en un lugar no visible para los que estaban dentro de aquella iglesia.

—¿Hay alguien qué por una razón u otra se oponga a esta boda? — Preguntó, el sacerdote, a la multitud.

Un sonido se escuchó desde atrás y todos llevaron su atención allí, era Diego, se había levantado de su lugar con brusquedad para salir de la iglesia y no ver como perdía definitivamente a lo que más quería. Mónica también había salido de la iglesia, sintiendo más rabia que nunca.

Todos respiraron tranquilos al ver que no había de que preocuparse.

— ¡Qué lo que Dios ha unido, que no lo separé el hombre. Los declaro marido y mujer — dijo el sacerdote —. Puedes besar a la novia.

Marcelo sonrió, orgulloso. Atrajo a Keily y la besó con dulzura.

Las personas aplaudieron y ellos giraron a la multitud con una sonrisa gigante en el rostro.

Muchas de las personas vieron a Marcelo Sandoval, sonreír como pocas veces lo hacía y Keily llevaba su sonrisa como el mejor adorno que haya usado.

Los recién casados comenzaron a caminar hacia la salida de la iglesia y, en el trayecto, pétalos de rosas blancas caían sobre ellos.

Los novios fueron felicitados por la multitud, por sus seres queridos. Lo único que se sentía en ese preciso momento era felicidad.

En ese momento, alguien observaba todo desde la lejanía, pensando en todo lo que tenia que hacer de ahora en adelante para recuperar lo perdido. Lloraba a mares el no poder abrazar a la persona que le había arrebatado hacia ya un tiempo.

Miraba con anhelo, con deseo, la escena que se desarrollaba ante sus ojos.

—Pronto, prometo que pronto estaremos juntos, mi mar en calma.

Fueron las palabras que salieron de aquella persona atormentada. En total, eran tres que allí estaban.

—No tengo dudas de que así será — respondió, otra de las personas que allí se encontraban —. Pero antes debemos de agotar el primer paso.

La tercera persona que no había dicho nada, respiró profundo mientras miraba a los novios.

—Es hora de irnos, ya estoy fastidiado de esto.

Las otras dos personas se miraron y sonrieron ante la actitud del tercero.

—Me quedaré unos minutos más — dijo la primera.

—No creo que sea...

—No le quites eso — protestó la otra persona —. Debes entender que lo necesita.

Así lo hicieron, una de las tres personas, se quedó ahí hasta que todos los invitados y los novios se marcharon a la fiesta que se desarrollaría en unos de los salones más exclusivos de ciudad de Mérida.

Horas más tarde, todos estaban en la celebración en donde disfrutaban  de la música.

—¿Y dime, mi cielo? — llamó, Marcelo la atención de Keily —. ¿Está boda parece a la de tus sueños?

Ella sonrió, estaba totalmente complacida.

—Es una boda perfecta mi amor — dijo, con tanta alegria acumulada —. Gracias por tanto.

Marcelo sonrió.

—Y eso que aun no te he dado mi sorpresa — murmuró en su oído, haciendo que la pelinegra sonriera.

— ¿Y qué es? — Preguntó, ansiosa.

—Ya verás, no seas impaciente.

Ella lo miró entre divertida e indignada.

—¿Cómo si fuera tan fácil? — soltó divertida.

Unos minutos después, los músicos comenzaron a preparase y, de pronto, apareció en el escenario, Melendi.

Las avaciones no se hicieron esperar. Los invitados estaban complacidos totalmente con los que sus ojos veían y sus oídos escucharían.

Keily, miró a Marcelo, sorprendida.

—¡No puede ser! — exclamó, ella, maravillada.

Marcelo, logró el objetivo, sorprenderla.

Melendi, dio la orden a los músicos para que empezaran a entonar la primera canción.

Con el cielo y
Con la tierra
Con la luna y
Las estrellas
Te comparo
And the winner is
Tu mirada siempre...

—¡Esa fue la canción que me dedicaste en Las Vegas, mi amor! —exclamó, Keily con tanta alegría abrazando a marcelo por el cuello —. ¡No sabes cuanto te amo!

Marcelo, sonrió, satisfecho por la reacción de su esposa, era más de lo que esperaba.

Los dos comenzaron a bailar lento, los invitados y familiares lo rodeaban, estaban loco con el artista.

—Con esa canción quiero recordarte que eres y seras mía por siempre, que soy el único que habitará tu piel y que tendré cada día un motivo para luchar por ti.

La piel de la pelinegra se erizó a tal punto que tuvo que aferrarse a su marido.

—Entonces esa una promesa, mi amor.

—Asi es, mi vida.

Ella, sonrió.

—Entonces, yo también te haré una — dijo, ella con sus ojos cristalizados —. Prometo ser tu compañera de viaje, luchar cada día para que lo nuestro dure por la eternidad, prometo hacer cualquier cosa por ti, luchar por ti a cada instante, cuidarte, respetarte y sobre todo amarte hasta donde no se pueda más y aun así luchar para que se pueda.

El rubio, tragó saliva al escucharla.

Marcelo, tuvo que abrazarla rápidamente con una sonrisa en el rostro, solo para que ella no se diera cuenta  que tenia los ojos cristalizados.

—Te amo — murmuró, él.

—Te amo más — respondió ella.

—Eso es imposible — murmuró, él apretando más su abrazo —. Por que nadie ama más en este mundo como yo te amo a ti.

Ella se aferró a él, mientras seguían bailando despacio con las canciones que interpretaba Melendi.

Al cabo de un tiempo, el artista llamó la atención de todos felicitando a los novios.

—Para mi es un placer estar aquí con todos ustedes — expresó, Melendi —. Me da gusto ver que has dado este paso con una mujer tan hermosa como lo es tu recién esposa, Marcelo.

El rubio dio un asentimiento de cabeza en su dirección.  El artista y Marcelo, habían coincidido en muchas ocasiones y por eso se conocían.

—¡Ahora quiero ir a saludar a Melendi! — exclamó, Keily con una sonrisa.

—Te llevo, pero cero abrazos a otro hombre que no sea yo — soltó, posesivo.

Keily, sonrió.

—Es algo que no podrás evitar, Marcelo Sandoval De Andersson.

El aludido sonrió y tomó a su esposa de la mano para ir hacia la tarima.

Las chicas, Elena, Lisbeth, Bianca y las demás, incluyendo a Danna, abordaron al artista para abrazarlo y tomarse fotos con él.

Los hombres se quedaron muy cerca del lugar mirando a sus chicas con la intención de devorar al artista.

—Esas son las consecuencias de traer un artista guapo a tu boda, Marcelo — se jactó, Jason, en decir, mientras miraban la escena de las chicas ahogando al artista —. Ese podría ser el divorcio andante.

Marcelo, lo miró, mortífero.

—Lo mismo digo — atacó, el rubio —. Ahí veo a tu novia, loca por agarrar a mi divorcio andante, podría ser tu rompimiento de relación andante.

Cristian, Andres, Mariano, Iván y los demás comenzaron a reír.

—Esa si estuvo buena — concedió, Andrés.

Las mujeres se tomaron fotografías con el famoso y todo en la fiesta se iba desarrollando conforme a lo esperado.

La novia lanzó el ramo y, esta vez fue Elena quien lo atrapó, ella miró con nostalgia las lindas flores que lo componían, pero luego sonrió y se puso a platicar con las chicas.

Mientras tanto, el castaño de ojos verdes, observaba al amor de su vida y pensó que si podría tener esa oportunidad con ella, estaba dispuesto a apostarlo todo solo para tenerla a su lado.

Cerca de la tarima, se desarrollaba una escena, en donde los músicos se preparaban para la última canción de la noche.

Keily, estaba feliz hablando con sus familiares y amigos cuando de pronto, se escuchó aquella voz por el micrófono:

—Esposa — llamó, Marcelo su atención.

Ella lo miró y su corazón latió rápido al verlo en medio del escenario con la intención de cantar.

—¿Qué...? — murmuró, sorprendida.

—Al parecer va a decirte algo, mi Kei — expresó, Elena, emocionada.

—No — dijo, Keily, convencida, mientras caminaba al escenario sin apartar la vista de su esposo —. ¡No puedo creer lo que va a hacer!

El tampoco quitó la mirada de ella.

—Mi amor — volvió a decir él —. Hoy quiero saldar una deuda que tengo contigo — keily, se detuvo en su lugar, Marcelo, sonrió al verla sonrojada —. Quiero decirte tantas cosas, pero creo que con la siguiente canción sabrás lo que siento por ti.

La música comenzó a sonar y, Melendi, se sentó en un taburete en el mismo escenario. No tenía intención de cantar esta vez.

Yo te prometo que yo
Seré quien cuide tus sueños
Y cuando tú estés despierta
El que te ayude a tenerlos
Yo te prometo una luna desnuda
Que sea testigo de nuestra locura
Que al final de nuestros días, nos va a sobrar una sombra
Que no cortaré más flores solo por adornar otras
Que confundirás tus manos con las mías...

Marcelo se acercó a Keily y la tomó de la mano, ella se dejó llevar, pues sus emociones estaban por todo lo alto.

Atrajo a su esposa lo más posible hacia él y mirándola a los ojos, continuó:

Yo te prometo, amor, que eres lo más bonito que he visto en mi vida
Yo podría prometerte el mundo
Tú prométeme una madrugada
Pa' cantarte por Compay Segundo
Mientras tú me bailas como Lady Gaga
Te prometo, amor, que solamente
Yo tengo en mi mente pedirte una noche
Porque no necesitaré más que un muelle de San Blas
Sonando en nuestro coche...

Si me das la oportunidad, corazón
De que nos besemos a solas
Tu vida será una canción
"When a Man Loves a Woman"

Keily, abrazó a su esposo por el cuello, mientras el entonada cada letra de esa canción, bailaban de manera lenta, se veían hermosos, el rodeaba la cintura de la mujer con uno de sus brazos y con la otra el megáfono, era algo mágico lo que sucedía entre los dos en ese preciso momento.

Nadie podía creer lo que estaban mirando, pues Marcelo y Keily, han dado muestra de lo que es el verdadero amor.

Cuando Marcelo, terminó la canción, nadie se limitó a aplaudir en aceptación extrema a la hermosa sorpresa del rubio hacia su mujer.

Keily, lloraba de alegría, dando gracias a Dios por lo que ahora tenía.

—No se que decirte, cielo — murmuró, llorando de felicidad —. Nunca pensé que cantarías para mi delante de tanta gente. Te amo tanto, Marcelo Sandoval.

—Un día te dije que nunca dijeras nunca, amor — murmuró, mirándola a los ojos —. También te dije, que no hay nada que no haga por ti.

— Eres un tonto e idiota al que amo con todas las fuerzas de mi corazón.

Los recién casados se besaron en el medio del escenario, haciendo que todas las personas que allí estaba  quisieran tener la dicha de las dos personas que ahora manifestaban su amor.

Lo único que les quedaba era eso, disfrutar de su matrimonio y ser felices mientras la vida se lo permitiera.



♡ 🌟 ♡

🌟  NOTA DEL AUTOR 🌟


Capítulo nuevo.

— No tomen en cuenta los errores de ortografía, pues no corregí el capitulo, lo subí así.

Espero y les guste. Al mismo tiempo, me disculpo por lo extenso que ha sido.

He tratado de darles capítulos cortos, pero en verdad, no me salen. PROMETO INTENTARLO PARA EL PRÓXIMO...

LAS AMO MUCHO, MIS GUERRERAS . ❤️ 🫶 🖤 🤍

Esto es el más o menos que me imaginé.




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