☆~●•° Capítulo 75°•●~☆
Me levanté temprano para ayudar a Martina con el desayuno, quería preparar algo delicioso para Marcelo.
—No creas que por ser la señora de esta casa — comenzó, Martina, muy seria —. Vas a quitarme mis funcionen.
La miré, preocupada. No quiero que ella crea que voy a exigirle nada, nunca lo haría.
— ¿A qué te refieres? — Pregunté.
—Yo soy la que siempre prepara el desayuno y de comer a mi muchacho, no vas a quitarme mi puesto.
—Solo quise preparar algo delicioso para...
—¿Me estas queriendo decir que mi comida no es deliciosa? — Preguntó, indignada.
—¡No! — respondí, rápidamente —. No quise decir...
No sabía cómo explicarle, no quiero que Martina, malinterprete las cosas.
Solté un suspiro profundo y es cuando la escucho reír con fuerza.
La miré confundida.
—Eres muy tierna, mi niña — dijo, entre risas —. Estoy bromeando, puedes hacer lo que quieras aquí, esta es tu casa, recuerda que ahora eres la señora.
Sentí como mi cuerpo se relajaba. Mis mejillas estaban levemente sonrojadas ante sus últimas palabras.
—Me asustaste, nana — solté, más tranquila —. No vuelvas a hacer eso.
—Acostúmbrate, cariño, que esto va para largo — murmuró con una sonrisa —. Pero, hablando en serio, no tienes que levantarte de la cama tan temprano, yo puedo encargarme del desayuno, disfruta de esas horas en la mañana en camita.
Sonreí, sonrojada.
—Lo tomaré en cuenta, pero no siempre — respondí —. Me gusta mucho la cocina y preparar cualquier tipo de alimentos, así que te haré compañía de vez en cuando, si estás de acuerdo.
—Está bien, niña — murmuró con una sonrisa —. Ahora vamos a lo que vinimos.
Y así hicimos el desayuno, entre platicas. Unos minutos más tarde Thomas, entró a la cocina por su habitual café, reí muchísimo por las ocurrencias de estos dos, siempre están peleando.
Todo estaba listo en el comedor, unos minutos más tarde, lo vi descender de las escaleras arreglando los nudillos de su camina, era una vista digna de admirar.
Cuando nuestras miradas coincidieron una sonrisa se pintó en sus labios. Fui a su encuentro y, cuando no había distancia entre nosotros, rodeé su cuello con mis brazos, los suyos fueron a mi cintura, rosé nuestras narices y nos dimos un beso en los labios.
— Buenos días, mi amor — murmuré, luego de separar nuestros labios.
Él sonrió.
—Buenos días, mi vida — respondió él, pegándome más a él —. ¿Se puede saber por qué desperté y no encontré a mi esposa a mi lado?
Sonreí, ampliamente, al escucharlo.
—Pues quise ayudar a Martina con el desayuno, mi amor.
—Yo le dije que no era necesario — respondió la aludida —, pero es muy terca.
Marcelo, saludó a Martina con un beso en la frente y a Thomas de una palmada en el hombro.
—Mmmm — murmuró, Marcelo —. Tenemos que llegar a un acuerdo, señora Sandoval, porque quiero que sea usted lo primero que vea cuando despierte.
Mis mejillas, se sintieron calientes.
—¿Podemos hablarlo después? — al ver como los dos viejos estaban observándonos embobados.
Marcelo, entendió. Soltó un suspiro lento.
—¡Ven, vamos a desayunar! — nos encaminamos a la mesa, abrazados.
— Aún no puedo creer lo que ven mis ojos, nuestro muchacho se ha casado — murmuró, Thomas, hacia su compañera.
—Es todo un hombre de hogar y con esposa muy linda — suspiró, Martina.
—Al parecer veían muy lejos que te casarías, Marcelo — murmuré, hacia mi esposo, con una sonrisa.
Él sonrió de boca cerrada.
—Hasta yo lo veía lejos, no los culpo — soltó, él con una sonrisa mientras nos sentábamos en el comedor.
—Ah, ¿Si?
—Mmm — ronroneó, él —. Solo que me enamoré como un idiota de una mujer preciosa y que no estaba dispuesto a dejar ir fácilmente.
Mis mejillas, se calentaron.
—Siempre encuentras la manera de sonrojarme — me quejé, llevando mis manos a mis mejillas, él sonrió más —. Eres un idiota al que amo.
Sus ojos le brillaron. Tomó mi mano y dio un beso en el dorso.
—Yo también te amo — masculló, bajito, mientras guiñaba un ojo en mi dirección y sostenía los cubiertos para empezar a desayunar.
Sonreí y dirigí mi vista al plato
Martina y Thomas, se sentaron con nosotros a desayunar, lo hicimos entre platicas y risas.
Luego de desayunar, me fui vestir para ir a True Style, después de tantos días. Admito que me siento rara al darme cuenta los cambios que ahora enfrento.
Marcelo, me trajo a la empresa, pero no se quedó, me dijo que iría a resolver unos pendientes a la constructora. Nos despedimos con muchos besos, admito que no quería separarme de él y por su forma de aferrarse a mí, creo que él tampoco.
Llegué a la oficina y saludé a mi equipo, todos me recibieron encantados de verme.
Me contaron que estaban bien y que el trabajo estaba de viento en popa.
No podía ser de otra manera.
— Estas hermosa, jefecita — piropeó, María, con una gran sonrisa.
Por defecto, me sonrojé.
— Si — chilló, Marcia, alargando la i. Sonreía a sus anchas y movía sus cejas para arriba y hacia abajo —. Esos días demás en Las Vegas, te sentaron muy bien. ¿Verdad, Moisés?
Miré a mi compañero y le brindé una sonrisa que él correspondió.
— Ella siempre está muy linda — aclaró, sonrojado.
—Gracias — agradecí con una sonrisa.
—Cuéntanos, ¿Qué hiciste todo este tiempo? ¿Adelantaste algo de los bocetos?
—Bueno, no precisamente... — dije, con mis mejillas sonrojadas.
— ¿Qué hiciste jefecita? — Preguntó, burlón, Ricardo —. Aparte de trabajar, te fuiste de rumba, ¿Eh?
— Se podría decir que si — dije, sonriendo —. También me he casado en la gran ciudad de Las Vegas, chicos.
Se miraron a la cara unos con los otros y, segundos después, estallaron en carcajadas.
Lo miré extrañada.
¿Por qué todo el mundo se ríe cuando le digo que me he casado?
— ¡Un diez para ti, Kei! — soltó, Marcia, matada de la risa —. Esa sí fue buena.
Los demás chicos la acompañaban.
—¡Me da tanto gusto que se estén divirtiendo! — llegó, Alicia, de pronto.
Ellos comenzaron a recomponerse.
—Es que Keily, nos estaba contando sus aventuras en Las Vegas — informó, Moisés, riendo.
—Entonces, ya se enteraron de que es una señora casada — agregó, Alicia, sonriendo normal.
Moisés paró de reír.
—¿Qué? ¿Entonces, es verdad? — Preguntó, María, sorprendida y poniéndose de pie.
Por enésima vez, después que llegué de mi luna de miel, mostré mis anillos.
Quisiera definir las caras que en estos momentos tienen mis compañeros.
—Pero... — comenzó, Marcia, sin saber que decir.
—¿En verdad te casaste? — Preguntó Ricardo.
—Así es, chicos — dije con una sonrisa —. Soy una mujer felizmente casada.
—¿Con quién?
—Por Dios, María — intervino, Marcia, de manera obvia —. Todos aquí sabemos con quién. Esa pregunta está de más.
— ¿Te casaste con Marcelo Sandoval? — Indagó, Moisés, su rostro reflejaba dolor —. ¿Fue con él que te casaste?
Ver a mi amigo y compañero Moisés con esa mirada triste, me ha hecho sentir mal en cierto punto.
Después que él me confesó sus sentimientos, fui clara con él, le dije que me alagaba que sintiera cosas tan bonitas por mí, pero que no podía corresponderle, pues amaba a alguien más.
Esa noche me abrí con él, me dijo que se había dado cuenta de mis sentimientos por Marcelo Sandoval, por la forma en que nos mirábamos. Pero también, de que ese mismo hombre me había lastimado. Dijo que no se rendiría conmigo, sin embargo, lo convencí, le dije que no podría amarlo.
Alicia, me animó a responder con un leve toque en mi brazo.
Respiré profundo ante el ambiente tenso y hablé.
—Así es. Marcelo y yo, nos hemos casado.
Marcia y María, rieron emocionadas por la noticia, los demás estaban sorprendidos, Moisés dolido y enojado.
Las dos primeras, caminaron hasta mi para abrazarme y felicitarme. También los demás, sin embargo, Moisés, que estaba de pie, tiró de manera no tan brusca, una de las sillas de oficina y salió de aquí.
Todos se quedaron mirando por donde salió, pero pronto volvieron a abrazarme y desearme lo mejor.
Me siento mal por él, pero yo nunca le di esperanza de ir más allá. Espero en Dios, que pronto encuentre a alguien que lo haga feliz.
—Ahora eres una de las jefas, jefas — lanzó, Ricardo —. Soy amigo de la jefa.
Todos se echaron a reír.
— No digan eso — dije, apenada —. Sigo siendo Keily, una diseñadora más de este departamento.
—Por más que te sientas de esa manera, es lo que eres — expresó, Alicia, con una sonrisa —. No podemos olvidar el hecho de que eres la esposa de Marcelo Sandoval, presidente de esta empresa, niña.
Todos comenzamos a hablar, traté de conversar con ellos y explicarles que sigo siendo la misma de antes, simplemente yo, solo que ahora casada. Marcelo podrá ser el dueño de la empresa, pero aquí soy una empleada más.
Después de que todos me informaran sobre los avances de los proyectos en los últimos días, me dirigí a mi lugar de trabajo.
Me acomodé en mi pequeña oficina y comencé a revisar unos pendientes, no había mucho que hacer, pues mi supervisor, se encargó de todo.
No pasó mucho tiempo cuando recibí una llamada de Marcelo, me decía que me extrañaba mucho, le respondí que yo también a él.
El tiempo pasa volando y ya es más del medio día, ahora me encontraba en la oficina de Marcelo en True Style, me pidió que lo esperara aquí, pues algo tenía que decirme.
Estoy contemplando una fotografía del rubio cuando escucho esa voz que nunca olvidaré.
— Que mala suerte la mía al encontrarla en cada oficia que frecuenta Marcelo — dijo con voz profunda, ese señor —. No cabe duda de que eres de esas.
Giré lentamente para encararlo. Estaba de pie, con su traje impecable y su peinado perfecto.
—¿Otra vez usted, señor Patricio? — dije con calma.
—Señor Sandoval para usted — corrigió con voz recta —. Apréndaselo bien.
Su mirada era fuego puro.
—Me disculpo por no poder complacerlo, pues para mí solo existe un solo señor Sandoval y ese no es usted — me crucé de brazos, mirándolo. Es un señor muy altanero.
—Sigo pensando que eres una irrespetuosa que no tiene principios, sin moral.
A este señor, lo único que le importa es ofender a la gente.
— Y yo sigo pensando que usted es un maleducado — ataqué.
—Estas aquí en la oficina de Marcelo Sandoval, husmeando, al parecer, da usted unos buenos servicios — se burló en mi cara. Me está ofendiendo de la peor manera —. Porque eso hacías aquella vez en la constructora. Esperabas a Marcelo en su oficina para hacer quien sabe qué.
Dios mío, no permita que me salga de control.
—Le voy a pedir de la manera más amable que si conoce el significado de la palabra respeto y prudencia, lo ponga en práctica.
— No tengo porque respetar a una persona que no merece tal cosa — dijo, con el fin de herirme, pero no le daré el gusto —. Ya estoy cansado de encontrarla en las empresas de mis nietos, de mi familia, pero te aseguro que eso termina hoy, jovencita.
¡Ah!, Ahora sí, Marcelo, es nieto...
Eso me hace sentir mal. Sin embargo, no lo daré a demostrar.
—No me diga eso, señor Patricio — ironicé —. ¿Piensa hacer que me despidan como lo hizo con Lucy? —el señor de cabello blanco, apretó su mandíbula, mirándome fulminante —. Ahora que lo recuerdo, no la despidieron.
—¡No juegues conmigo, muchachita impertinente!
— Y yo le exijo que me respete — mi tono era duro y sugerente —. No le voy a permitir más insultos.
—¡No me conoces! — gritó, enojado.
—Usted tampoco a mí y eso no lo ha detenido a que haga suposiciones sobre mi vida — dije, fríamente.
—Sé que eres la hija de Kelfry Andersson y Sarah Presley — soltó, de repente, frunzo mi ceño, confundida, él sonrió —. Tu padre lo detuvieron por tráfico de sustancias ilegales en sus transportes y a tu hermano, lo acusaron de asesinato...
—Usted no...
— ¿Necesito saber algo más de ti? — dijo, victorioso, mis ojos picaban de la impotencia, me dio por donde más me duele —. ¡Ah, por supuesto! — ironizó —. Eres una drogadicta de mierda, una basura humana.
—¡No le permito que se meta con mi familia! — solté, firme, mis ojos estaban cristalizados —. Usted no sabe nada...
—Se lo suficiente como para quererte lejos de mi familia, no quiero que estés cerca de la familia Sandoval.
Sonreí, irónica.
—¡Vaya! Eso es lo que le preocupa.
—Esta vez, Marcelo, tendrá que escucharme — miró hacia donde tengo la identificación —. Ese gafete, indica que trabajas aquí, no sé con qué fin te has acercado a mi familia, pero no lo voy a permitir.
Fruncí mi ceño.
—¿A qué se refiere? — Pregunté.
—Primero te acercas a Diego, sostienes una relación con él, terminan por algo que le hiciste y unos meses después, te acercas a Marcelo. Esta raro, ¿no? ¿Qué es lo que quieres? ¿Dinero?
—No necesito su dinero.
—Claro que es eso, no dé a gratis estas aquí, abriendo tus pie...
—¡Patricio! — exclamó, una voz potente, enojada y de más.
Su tono era congelante.
Giré mi rostro para encontrar a un Marcelo, muy enojado, de pie en la entrada de la oficina.
—¡Qué bueno que llegaste, Marcelo! — exclamó, Patricio, muy sonriente —. Esta mujer...
—¡Discúlpate! — pidió, el rubio, retintín.
El anciano, fue borrando su sonrisa poco a poco.
—¿Qué dijiste?
—¡Quiero que le pidas disculpas, ahora! — su mirada, era fuego puro.
No quiero que Marcelo, tenga problemas.
—¡Escúchame...!
— ¡Estoy esperando! —volvió a pedir el rubio, impaciente, interrumpiendo a Patricio.
—Marcelo, por favor — pedí, un poco asustada.
Él me miró y comenzó a acercarse a mí, colocó su maletín sobre el escritorio, echo esto, con sus dos manos acunó mi rostro, mirándome preocupado.
—¿Estas bien? — Preguntó.
Seguridad, es lo que siempre me proporcionaba Marcelo Sandoval. Llevé mis manos sobre las suyas que aún estaban en mi rostro y di un asentimiento de cabeza.
— No te preocupes, estoy bien — dije, sinceramente y él dio un asentimiento de cabeza.
No voy a permitir que este hombre afecte mi vida.
—Ya veo que tú también has caído como lo hizo Diego en su momento con esta mujer — espetó, el Sandoval mayor.
Marcelo, bajó lentamente sus manos y se colocó de frente a Patricio. Su rostro inexpresivo lo caracterizaba.
— Es la última vez que voy a pedirlo —volvió a pedir, el Sandoval menor.
—No voy a disculparme con ella, rara vez lo hago.
—Recuerda que puedo enseñarte algo de humildad con hechos — respondió, Marcelo. Patricio, apretó su mandíbula, al parecer algo saben estos dos.
—¿Cómo piensas hacerlo? — Preguntó, sin embargo, creo que ya imaginaba las intenciones de Marcelo.
— Me asesoré muy bien con mis abogados, Patricio — informó, mi esposo a su abuelo, este lo miraba expectante —. Sabes bien todo lo que puedo hacer antes de entregar en manos de Diego, la fortuna y las acciones de la empresa.
—No serias capaz — retó el viejo.
—¿En verdad lo crees? No hay nada que lo impida.
Patricio, apretó su mandíbula.
—Ella es una irrespetuosa — informó.
—Si es así, tú mismo te lo buscaste — respondió, Marcelo, con voz recta.
Patricio, formó una línea recta en los labios, me miró y pude notar lo indignado que se encontraba.
—Le pido disculpas por lo que dije antes — enunció, sin sentirlo —. No volverá a pasar.
No dije nada.
— ¿Ves como si se puede? — ironizó, Marcelo.
—Esta mujer será tu perdición, Marcelo — lanzó, el viejo, Marcelo, sonrió con ironía —. No la quiero en mi familia.
Marcelo, soltó un suspiro profundo. Tomó mi mano, me miró y sonrió.
—No te preocupes, no será parte de tu familia — el abuelo, respiró profundo con media sonrisa, en señal de aceptación.
—Me tranquilizas.
—Siempre has dicho que Amelia y yo, no somos parte de tu familia, que no somos tus nietos.
El abuelo, lo miró fulminante.
—Marcelo...
—Ahora que estas aquí, aprovecho para presentarte a mi esposa, Patricio — soltó, Marcelo, así sin más —. Keily Andersson De Sandoval.
La cara del anciano Sandoval, se desencajó por completo.
—No estoy para bromas — bramó, molesto —. Ya te dije, la quiero lejos de la familia Sandoval.
—Ya te dije no es parte de tu familia, ahora ella es la mía —dijo, mi rubio, orgulloso —. Formaremos nuestra propia familia que nada tendrá que ver contigo.
No sabía que decir, el señor estaba estático, mirándome con cólera. Nunca entenderé la razón de tanto odio, de tanta rabia hacia mí.
—Creo que podemos reunirnos en otra ocasión — soltó, mirando ahora mi esposo —. Venía a tratar un asunto sobre la herencia, pero entiendo que ahora no podemos.
—¿No podías ir a la constructora?
—Me dijeron que habías salido para acá y vine a buscarte aquí y así aprovechaba para conocer tu nuevo negocio.
— Puedes pautar una reunión para luego, ahora tengo cosas que hacer.
— Con permiso — fue lo último que dijo, el Sandoval mayor. Hasta aquí se sentía lo incómodo que estaba.
Salió de la oficina, sin decir nada más.
Solté un suspiro lento y abracé, de pronto a Marcelo. Él correspondió, inmediatamente.
Esta vez, no derramé ni una lágrima, pues un hombre como Patricio Sandoval, no lo merece.
—Lamento que tuvieras que pasar por ese mal momento, preciosa.
No dije nada, solo me aferré más a él.
—Tú abuelo es tan irritante —murmuré, en su pecho.
Una de sus manos, pasó a mi cabeza acariciándome con suavidad.
—No es mi abuelo, nunca lo sentí así.
—Pues tampoco será el mío — murmuré, en su pecho haciéndolo reír.
Levanté mi cabeza para mirarlo.
—A pesar de lo déspota que fue, tuvo razón en algo que dijo — lo miré, curiosa —. Solo te diré que te amo.
—¡Oye...! — repliqué indignada —. Dime en qué tuvo razón ese abuelo malvado.
—En que te amo...
Me besó
—Marc...
Volvió a besarme apasionadamente.
—No seas curiosa — pidió —. Te lo diré algún día.
¿Qué...?
—Pues quizás algún día puede que te acepte de nuevo en mi cama y no tengas que dormir en el incómodo sofá.
Me separé de él, con una sonrisa victoriosa, al ver su cara.
—Keily...
Lo detuve con un stop con mis manos y volví a abrazarlo como estábamos antes.
—Ya no quiero hablar de tu abuelo, que no es abuelo, pero he de decir que tengo hablarte de esto — dije, emocionada.
Sonrió.
—¿Y de qué quieres hablar?
Mis mejillas, se calentaron.
—Me gustó mucho cuando le dijiste que formaríamos nuestra propia familia — solté, feliz.
Sonrió.
—Tú y yo, somos una familia — dijo, con los ojos brillantes —. El viejo, Martina y Amelia, también lo son.
— Y mí familia también.
—Y tu familia — reafirmó él.
Me he dado cuenta de que Marcelo, ama a los suyos, pero no siente apego por ellos, más que por la pequeña Amelia.
—Nuestra familia es muy grande.
Me da un asentimiento de cabeza para luego darme un corto beso en los labios.
—Hablando de tu familia — soltó, separando nuestros labios —. Quiero que en una hora estés lista, viajaremos a Toluca para darles la noticia de nuestro matrimonio.
No pude evitar tragar saliva.
—¿Estás seguro?
—Por supuesto, preciosa. No quiero que de vayan a enterar por otra fuente, pues ya la noticia ha corrido un par de kilómetros.
Solté un suspiro profundo.
—Está bien. Pero antes debo resolver algunas cosas. Tengo que dar unas instrucciones al ingeniero Torres sobre unos bocetos.
Me miró.
—¿Saldrás de la empresa?
Negué con la cabeza.
—Nos reuniremos en la oficina.
—Entonces, termina tus pendientes y nos vemos más tarde.
Nos despedimos y luego fui a mi oficina a resolver algunos pendientes. Pregunté por Moisés y aún no regresaba, espero que este todo bien con él.
♡
Había pasado más de dos horas, tiempo perfecto para estar aterrizando en el rancho de mi tío Roberto.
Admito que me hace muy feliz volver a verlos.
—Keily.
— Vea lo que veas cuando este junto a Jason, no te inmiscuyas.
Fruncí, mi ceño.
—¿Jason, estará aquí hoy?
—Le pedí a tu madre que lo llamara con alguna excusa. Quiero ser yo mismo quien le dé la noticia.
—Va a querer matarme —chillé, un poco asustada.
Marcelo, sonrió.
—Lástima que no puedes volver el tiempo atrás en este momento, ¿Verdad?
Sonreí.
—No lo devolvería, aunque tuviera la oportunidad — le aseguré, mirando sus ojos —. Preferiría que me matara.
Una sonrisa más grande, tiró de sus labios.
—Recuerda que voy a cuidarte...
—... aunque no me dé cuenta — terminé por él, una frase que me ha repetido muchas veces en los últimos días.
Dio un asentimiento de cabeza y me atrajo hasta él para abrazarme.
Unos minutos después, ya estábamos entrando al campo abierto cuando, a lo lejos, un Jason muy enojado, se dirige hacia nosotros con el objetivo de matarnos.
Es el momento de comenzar a rezar...
Santa María, madre de Dios...
—Recuerda, no debes meterte en esto — murmuró, mi esposo, imperturbable.
—No voy a dejar que te golpeé...
Detrás de Jason viene Iván, tío Roberto y unos vaqueros del rancho corriendo detrás del psicópata de mi hermano.
Estoy asustada y quiero ayudar a Marcelo, pero era demasiado tarde.
Jason se abalanzó contra Marcelo, dando un golpe directo en el rostro, sin embargo, Marcelo, no se quedó quieto, también le dio un puñetazo a mi hermano.
—¡Te dije que no te le acercaras! —rugió, Jason, tratando de pegarle al rubio.
—¡Ya sepárense! — grité.
Los demás solo observaban.
—¡Hagan algo! — pedí a mi primo y el muy idiota, sonrió.
— Hay que dejar que se quiten las ganas de golpearse, fiera — soltó, muy tranquilo.
—No seas estúpido, Iván — repliqué.
— ¡Yo te dije que iba a luchar por ella! — se escuchó a Marcelo, hablar entre jaleos por los golpes que se están dando.
— ¡Ya sepárense! — pidió mi tío, con voz fuerte —. ¡Vamos, muchachos, ayúdenme a separarlos!
Los vaqueros, ayudaron a separarlos y en verdad se golpearon, pues Marcelo tiene una pequeña cortada en una de las cejas y Jason el labio partido.
Hicieron el intento de volver a pelearse, pero no lo dejaron.
— Espero y no vuelvan a pelearse — habló, mi madre con voz recta —. Será la última vez que los vea en esas, de lo contrario, me veré en la obligación de tomar medidas contra ustedes.
Los dos escuchaban atentamente.
—Lo siento mucho — el primero en disculparse fue Marcelo —, no quise dar este espectáculo, pero...
— Espectáculo, te voy a dar si sigues detrás de mi hermana, imbécil.
Marcelo, sonrió.
Giré los ojos y me coloqué en medio de los dos.
— Tú sabes que odio la violencia, Marcelo Sandoval — expresé, enojada y con firmeza —, no me gusta que se anden golpeando porque si, espero y lo tomes en cuenta en la próxima ocasión.
Me miró con ojos brillantes. Sé que algo pasó por su cabeza cochambrosa.
—Un día me demostraste que no odiabas tanto la violencia, mi amor.
Mis mejillas se calentaron. Lo dice por el día que lo golpeé en el gimnasio e hicimos el amor, fue sexo duro y...
Dios...
—¿Qué quisiste decir con eso, Sandoval? — cuestionó, mi hermano, molesto.
Fruncí el ceño y lo miré.
—Y tú, deja de golpear a mi esposo o si no te las veras conmigo.
Escuché a Marcelo reír.
Todo estaban sorprendidos por lo que acababa de revelar.
— Quisiste decir novio, ¿Verdad? — Preguntó, mi hermano con cautela.
— Dije claramente, mi esposo, Jason.
— ¡Dios mío! — escuché a mi madre exclamar —. ¿Es eso cierto?
Miré a todos y ninguno reaccionaba.
— Te dije que quería ser yo quien diera la noticia.
— Rara vez te hago caso, Marcelo Sandoval — ataqué, retintín —. Que no te parezca extraño.
Me di media vuelta para ir con mi mamá. Sentí su mirada en mi espalda, pero no me volví a comprobarlo.
La saludé como era debido, pues por los pleitos de estos dos, no nos habíamos saludado.
—¿Es verdad, mi niña? — Preguntó, mi madre con voz entrecortada, pero emocionada —. ¿No están engañando a mi viejo corazón?
Sonreí hacia ella.
— Nos casamos hace unos días, mami — informé, más que feliz.
Ella volvió a abrazarme, estaba incrédula con la noticia, sus ojos le brillaban.
—Ahora soy yo el que quiere golpearte, Sandoval — expresó, Iván —. ¿Cómo que te has casado con mi fiera?
—Me he casado con ella — respondió, orgulloso.
—¡Pues esto es una notición! — chilló, Fran Irene con alegría —. Voy a abrazarte, cuñado.
Como lo dijo, fue a abrazarlo, él le correspondió.
Mis tíos, me felicitaron y desearon lo mejor, aunque aún se les notaba la estupefacción en el rostro.
—¿Me pregunto por qué razón no te di mi bendición antes? — lanzó mi tío, de repente.
Jason, estaba pasmado en su lugar.
Solté un suspiro lento.
—Antes de que se hagan las ideas equivocadas, les contaré...
Y así, les dije todos los detalles de cómo fue nuestra boda, me emocioné bastante al recordar lo perfecta que fue.
Mi hermano aún estaba sentado en una silla siendo curado por Fran Irene, quien pasaba un algodón por uno de los labios que sangraba. Parecía ido en sus pensamientos.
Fui hasta donde estaba, me puse en cuclillas para verlo mejor. Apoyé mis brazos en su regazo.
— Te casaste — fue lo primero que dijo al mirar mis ojos, es como si le costara asimilar esa noticia.
—Lo hice — respondí del mismo modo, en un susurro.
—Pero apenas eres una niña, monstruo —dijo con sus ojos cristalizados.
Una pequeña sonrisa tiró de mis labios.
—Soy una adulta, Jei — solté, pausadamente, en un susurro —, pero, siempre seré tu pequeña monstruo, Hulk.
—Le prometí a papá que te cuidaría, que te llevaría al altar, pero antes amenazaría de muerte a tu futuro esposo, Keily.
Se me cristalizaron los ojos.
— Le has roto la cara a Marcelo en dos ocasiones, Jei — dije, con una pequeña sonrisa —. Le advertiste que se me hacía daño lo matarías, así que lo único que falta para cumplir al cien por ciento la promesa a nuestro padre, es que me lleves al altar.
— Pero ya te casaste — murmuró, pasando la yema de sus dedos por mis mejillas.
—Marcelo me prometió la boda de mis sueños — informé, con una pequeña sonrisa, él me miró con curiosidad —. Siempre pensé en casarme rodeada de la gente que amaba, la bendición de mi madre e ir al altar atada de tu brazo. No obstante, he de decir, que mi boda fue perfecta, ame cada momento, pero, aun así, ese hombre que está sentado a unos metros de nosotros, quiere complacerme. Nos cansaremos también por la iglesia y tendrás la oportunidad de cumplir tu promesa.
Jason, sonrió.
De pronto, me atrajo hasta él para darme ese abrazo protector, que transmite todo ese sentimiento de hermandad que existe entre nosotros.
—Eres lo más importante en mi vida, mi pequeña hermana, mi monstruo — confesó, mientras su abrazo se intensificó —. Deseo toda la felicidad que la vida pueda darte, te lo mereces, mi niña.
—Manito... — No pide evitar derramar un par de lágrimas ante sus palabras.
—Pero si me llego a enterar de que Sandoval te hizo llorar, juro que acabaré con él.
—Prometo no defenderme, si eso llega a pasar — respondió, Marcelo, llegando hasta nosotros.
Jason y él, se miraron directamente a los ojos, ambos estaban muy serios, sin embargo, mi hermano soltó un suspiro profundo y dio su brazo a torcer.
Extendió la mano hacia Marcelo y, este último la estrechó.
Sonreí, feliz, al verlos de esta manera.
—Hazla muy feliz, cuida de ella — pidió, Jason —. Es mi tesoro, Marcelo.
—Prometo hacerlo, cuñado — soltó, mi esposo, sonriente.
Me acerqué a Marcelo para abrazarlo por su torso. Estaba feliz por la reacción de mi familia ante mi matrimonio.
Todos se acercaron para darnos sus abrazos y desear lo mejor.
Horas más tarde.
Mi madre, estaba loca con la noticia. Estábamos en la mesa, cenando entre platicas.
—Marcelo — llamó, mamá nuestra atención —. Aquel día que salimos a pasear en moto, te aconsejé con el fin de que hubiera una reconciliación, pero te salió mejor de lo que esperaba, se casaron y no dijeron nada.
Sonó a reproche, pero no fue así.
—Creo que tuve bastante suerte — soltó, el aludido a mi lado —. Confieso que me costó mucho convencerla.
—No seas mentiroso — repliqué, entre risas.
—Lo volvería a hacer al triple, si es para obtener el mismo resultado — susurró en mi oído. Mis mejillas, se calentaron.
—Eres un romántico— susurré del mismo modo.
Jason, suspiró.
— Supongo que ese cuchicheo entre esposos es normal, ¿Verdad? No hay que matar a nadie.
—Entre esposos son muchas las cosas que son normales, primo — lanzó, Iván, su veneno —. Ellos hacen muchas cosas que...
—Si quieres tener tu linda cara sin moretones, es mejor que no digas nada — sentenció, Jason, tranquilamente —. Aún estoy en proceso de asimilar de que mi hermana, se ha casado para que vengas a salir con tus tonterías.
Iván levantó las manos en señal de rendimiento.
Cenamos en familia, nos enteramos de que mi hermano a estado viajando a Mérida muy a menudo, esta frecuentado a Cristina, la hermana de Cristian e Iván lo acompaña, pues tiene interés en Lisbeth, quien lo tiene comiendo de su mano.
Pregunté por Esther y tío Roberto, dijo que anda resolviendo algo sobre un trabajo, que vendrá a casa en algunos días.
Marcelo y yo, decidimos quedarnos en el rancho a pasar la noche y viajar mañana temprano a Mérida e ir a trabajar. Pues la reunión familiar, se prolongó más de lo debido y, bueno, nos sentíamos tan bien que nos quedamos.
A la mañana siguiente, nos despedimos de nuestra familia y abordamos el helicóptero para regresar.
llegamos a la empresa, esta vez, Marcelo se quedó en True Style, ahora me encontraba fuera de la empresa, junto a Alicia y Mercedes, pues estábamos entregando formalmente, el proyecto Perla.
—Estoy maravillada con su trabajo — habló, Mercedes —. Tú y tu equipo hicieron una labor excelente, Kei.
—Nos complace sus palabras —confesó, Alicia, con una sonrisa.
—Muchas gracias, Mercedes — dije, feliz, por los resultados.
No hubo que hacer ningún cambio, ella quedó encantada, es así como cerramos un proyecto más.
Ahora debemos de dar seguimiento a los últimos detalles a las instalaciones de Legacy Ferrer, que en algunos también haremos entrega.
He hablado con Bianca el día de ayer y le dejó muy preocupada, al parecer están pasando una situación difícil por allá. Tendré que preguntarle a Marcelo, pues las chicas de San Francisco, no abundaron mucho de lo que pasaba.
Horas más tarde, Alicia y yo, llegamos a la empresa y nos encontramos al comandante Trujillo en la salida. Nos informó que el caso de Mara, iba avanzando.
Ya en mi oficina, estoy muy concentrada trabajando cuando la escucho.
—¿Es verdad lo que se dice en los pasillos?
Levanté la mirada hacia ella y enderecé mi postura.
Solté un suspiro profundo.
—¿Qué será lo que se dice en los pasillos, señorita Lombardi?
Ella me miró expectante. Con curiosidad.
—¿Es verdad que te casaste en Las Vegas? — Preguntó, casi urgida, tenía un brillo especial en la mirada, podría jurar que estaba feliz.
— Si, así es. Me han pedido matrimonio y he aceptado.
Sonrió.
—Entonces, ya no representas un peligro para que decidas volver con Diego — soltó más para ella que para mí.
—Nunca representé un peligro para ti, nunca tuve intenciones de volver con Diego, Natalia.
—Él hasta ahora guardaba las esperanzas de volver contigo, de conquistarte, pero ahora te casaste, quizás se dé por vencido — no sé si lo que siente Natalia por Diego, sea amor —. Siendo honesta, nunca pensé que sanarías y aceptarías a alguien más.
La miré, traté de entender sus palabras.
—No soy de las personas que se rinden fácilmente, Natalia.
—Pero eres demasiado buena, Keily, la gente así sufre bastante, viene uno más vivo y le quita todo.
—No creas eso, Natalia, las cosas no son así.
—Para la muestra un botón — dijo, señalándonos a ambas —. Tu eres una chica buena, tenías un novio rico, muy guapo y detallista, yo era tu amiga, me gustaba tu novio e hice lo posible por quedarme con él, ahora lo tengo en mi cama todos los días, fui más viva que tú.
Cada palabra la soltó con maldad.
—¿De qué te ha servido eso? — Pregunté con calma —. Lograste el objetivo de tenerlo en tu cama todos los días, pero no te ama, no eres feliz.
—¿Y a quién le importa si soy feliz? solo cumplí mi objetivo, acabar con tu maldita relación perfecta.
—Ahora te doy las gracias, Natalia, me libraste de una vida miserable al lado de un hombre como Diego, que es capaz de engañar y mentir.
—Yo no creo que te hayas casado por amor, lo hiciste por un escape a tu realidad — escupía cada palabra con rencor —. ¿Quién fue el hombre que se casó contigo? ¿Uno igual que tú? Un mesero, un idiota...
No entiendo su comportamiento. Pero no puedo evitar darle la razón a mi antigua amiga.
Sonreí al recordar de que Marcelo y yo nos complementamos tanto, nos parecemos y somos tan distintos...
Con mucha seguridad, respondí.
—Es un igual que yo, sí. Es también un idiota al que amo y, en ocasiones, se ha convertido en mesero, solo para mí.
Las expresiones de su rostro me decían que creía en mi palabra, sabía que yo estaba feliz.
— Pero ¿quién es? — pregunto, insistente.
Sonreí. Cuando estuve a punto de responderle, Alicia irrumpió en la oficina.
—Disculpen la intromisión, pero nos necesitan en la sala de juntas número 4 con urgencia.
Natalia y yo nos miramos extrañadas. Esa sala se usa solo para reuniones masivas.
—¿Pasa algo? — Pregunté, confundida.
—No sabría decirles, solo me llamaron para que les dijera.
—¿Habrá algún inconveniente con algún proyecto? — Indagó, Natalia.
—Vamos a ver qué es lo que quieren — sugirió, Alicia.
Salimos ante la vista de todos y veo que el personal en general, se está movilizando en la misma dirección que nosotros.
—¿Ellos también asistirán? — Preguntó, Natalia.
—Así es — respondió, Alicia.
Cuando llegamos, ya en la sala había mucha gente, entre ellas Marcelo, Cristian y el comandante Trujillo.
Marcelo conversaba con Cristian y el comandante.
Me dirigí a unos de los lugares disponibles, junto a mis compañeros quienes estaban muy intrigados por lo que pasaba. Natalia, se sentó junto a Alicia en unos de los lugares, cercanos a la directiva.
Los anfitriones, tomaron asiento en sus lugares y la mirada del señor Sandoval, se cruzó con la mía y, creo que nunca podré acostumbrarme a tal intensidad, en la profundidad de su mirada.
Marcelo, guiñó un ojo en mi dirección y, por defecto, me sonrojé.
— Buenas tardes — saludó, el comandante —. Los reunimos aquí para informarles sobre los avances del caso que está en mis manos, que es sobre el atentado en contra de la señorita Andersson, ocurrido hace unas semanas atrás.
Casi todos miraron hasta donde me encontraba.
—La señorita Valdés, aún se encuentra detenida y nos ha dado algunos datos...
—Disculpen la tardanza — Interrumpió, Mónica en la sala con una sonrisa —. Tenía otro asunto que atender.
Llamó la atención de todos con su entrada y su vestimenta perfecta. Portaba un vestido color esmeralda moldeado a su figura. Su cabello castaño, iba suelto en hondas hasta la mitad de su espalda.
— No se preocupe — dijo el comandante Trujillo, embobado.
— Gracias — respondió ella con suficiencia —. Puede continuar.
El comandante, aclaró su garganta y continuó. Dio las gracias por la colaboración de todos en la investigación del caso y que hoy sería su último día en True Style. Es lamentable, ya nos habíamos acostumbrado a verlo merodeando por aquí.
Unas palabras más del hombre y cede el turno a Marcelo, quien, al parecer, tiene algo que decir.
—Buenas tardes para todos — comenzó, él con elocuencia —. Hago uso de este espacio para felicitarlos por el desempeño que han tenido todos ustedes en sus labores, gracias a eso, True Style, ha crecido, no sólo en la magnitud de proyectos en puerta, sino en solvencia. Tanto así, que ya tenemos conversaciones con personas de otros países para crear nuevas oportunidades internacionales.
Las personas estaban sorprendidas y maravillada escuchando a Marcelo.
—Todo esto es gracias a sus esfuerzos en sus funciones. Felicitaciones — un aplauso gigantesco se escuchó en toda la sala, mi esposo, da un asentimiento en agradecimiento. No pude evitar sonreír por él —. Debido a lo anterior, como gratificación al trabajo colaborativo de todos los empleados de esta empresa, en sus cuentas aparecerá un bono especial en efectivo. Lo tienen muy merecido.
Las caras de felicidad de cada una de las personas que estaban aquí, no tiene punto de comparación, aplaudieron sin cesar.
Me da mucho gusto por cada uno de ellos.
Marcelo espera pacientemente que los murmullos por la buena noticia cesen para continuar.
— En otro orden —comenzó él, nuevamente. Su rostro inexpresivo que tanto amo, lo acompañaba —. Tengo el honor de informarles que hace unos días atrás, he contraído matrimonio con una mujer excepcional.
Mis mejillas se calentaron.
Todos estaban asombrados con tal noticia. Las caras de la directiva, era increíble. Las ovaciones eran increíbles.
La cara de Mónica y Natalia, era desconcertante.
La primera por la noticia inesperada y la segunda, porque seguramente debió atar los cabos.
—Quiero presentarles a mi esposa — dijo con orgullo —. Ella ha sido el amor de mi vida desde aquel día que nuestros caminos se cruzaron. Keily, ven al frente, por favor.
Mi corazón latió muy fuerte, todos estaban sorprendidos. No es para menos.
Caminé con porte seguro hasta mi esposo y me detuve junto a él. Miré a Cristian, quien me apoyaba con una gran sonrisa.
Sentía la mirada de Mónica sobre mí, su incredulidad ante la noticia era palpable.
—Ella es mi esposa, la señora Sandoval.
Los murmullos, no se hicieron esperar, pero unas hileras de aplausos seguidos se produjeron en el lugar.
Marcelo, tomó mi mano y dio un beso en el dorso.
—Ella y yo tomamos la decisión de estar juntos, de compartirnos, de caminar juntos — dijo, mi rubio —. Y hoy estoy aquí delante de ustedes porque no quiero ningún tipo de comentarios malintencionados como los hubo anteriormente sobre mi esposa, sobre lo nuestro.
Todos se miraron a la cara. Sé que Marcelo lo que quiere es cuidarme, de que no haya ningún tipo de habladurías.
— Así que lo único que nos queda — intervino, Cristian esta vez —, es desear lo mejor a este matrimonio.
Todos sonrieron y comenzaron a aplaudir y a felicitarnos nuevamente.
Agradecimos con gestos y algunas palabras.
Marcelo me miró bonito y sonrió de boca cerrada, abrazándome por la cintura.
—Estaba desesperado porque todos se enteraran de que eres mi esposa y que soy tu esposo — dijo, muy bajito, para que solo yo escuchara.
—Y yo estoy desesperada por besar a mi marido – dije en un susurro —. Pero entiendo que estamos en un espacio laboral y...
—Eso se puede arreglar — murmuró, Cristian llegando hasta nosotros —. Haré una excepción con ustedes.
—¿A qué te...?
—Mi gente de True Style, el aplaudo dado a la nueva pareja de recién casados, no me ha convencido mucho — soltó, Cristian con picardía y mirándome con complicidad —. Vamos a darle otro gran aplaudo, pero ellos deben darse un beso...
Todos rieron e hicieron lo que Cristian pidió.
Marcelo, me acercó más a él y selló nuestros labios en un beso que me ha dejado totalmente complacida.
—Espero que la señora Sandoval, este satisfecha — lanzó con picardía, el rubio.
Lo miré expectante.
—¿Satisfecha, satisfecha? — lancé, con una sonrisa pícara —. No, pero es suficiente por ahora.
Marcelo, sonrió con ese gesto que me encanta.
—Prometo compensarlo más pronto de lo que crees — soltó con calma, sus ojos estaban oscurecidos.
— Es una promesa, Marcelo Sandoval.
Él sonrió.
—Lo es.
Unos minutos más tarde, las personas salen de la sala, muchos se acercaron a felicitarnos y desear lo mejor.
Estoy con el hablando con el rubio cuando Mónica se coloca frente a nosotros, sus ojos estaban cristalizados y sus labios temblaban, quería llorar.
—¿Te casaste? — soltó en un hilo de voz, su mirada estaba en él —. ¿Cómo pudiste hacer eso?
Marcelo la miró con su rostro inexpresivo.
—Así es — respondió él, fríamente.
—¿Por qué lo hiciste? ¿Para darme celos? ¿Para castigarme por lo que te hice?
Me siento incomoda presenciando esta situación.
—Estas equivocada — respondió, Marcelo con gesto pétreo.
Me atrajo más hacia él. Ella percibió esa acción y eso la desconcertó más.
—Yo sé que aún me amas, tu... —las lágrimas inundaron su rostro —. No puedes amarla a ella, me amas a mí.
¡Esto no es de Dios!
¡Paciencia, señor!
Miré a Marcelo, él a mí. Se dio cuenta que no me siento bien con estos reclamos. Ella no me está respetando, es como si yo no estuviera presente.
—Creo que esta conversación no tiene sentido, mi mujer, no se siente cómoda ni yo tampoco.
—Hablemos de nosotros y eso que nos alejó, de lo que hay que hacer para reme..
—Lo siento, no puedo con eso — interrumpí de pronto —. Eres una descarada, no tienes respeto por nadie, pero eso era de esperarse, pues ahora mismo, no te estas respetando a ti misma.
—Cállate, que no estoy hablando contigo — escupió con enojo y lágrimas en los ojos.
—No, pero si con mi esposo y más te vale que vayas aprendiendo lo que es el respeto, Mónica — aconsejé con voz recta —. Marcelo es un hombre casado, así que por favor cultiva lo que es el amor propio y suelta lo que evidentemente ya no es para ti.
—Él siempre me ha amado y...
—Hace mucho tiempo dejé de amarte, Mónica — habló, Marcelo —. Te lo he dicho de muchas maneras y no lo entiendes. Dejaste de estar en mi vida hace muchos años atrás. Ahora mi presente y todo lo que conlleva a ello, esta con esta mujer a mi lado.
—¿Tanto la amas? — Preguntó con un nudo en la garganta —. ¿La amas más de lo que un día me amaste a mí?
— Ese es la disyuntiva, Mónica — respondió, frío —. Hoy no sé si realmente te amé, pues si comparo lo que siento por ella, lo que sentía por ti, se quedó pequeño.
El rubio habló con tanta frialdad, que hasta sentí empatía por ella, pero, lamentablemente, existen personas que no dejan otra salida.
—Con tu permiso — dijo, Marcelo.
Ella se quedó pasmada, no supo que responder. Marcelo, me tomó de la mano y nos condujo hacia la salida de la sala.
A mitad del pasillo, al ver que no decía nada, me detuve.
—¿Estas bien? — Pregunté, dudosa. Estaba preocupada por él.
Me miró y sonrió de boca cerrada.
—Lo estoy, no te preocupes. Ya nada de lo que tenga que ver con ella me afecta.
Lo miré dudosa, él acunó mi rostro en sus manos.
—Me gusta mucho cuando sacas tu carácter y pones a la gente en su lugar — soltó de repente —. Cuando te veo, quiero hacerte mía.
Mis mejillas se calentaron.
—Eres un pervertido — me quejé, entre risas.
— Te gusta que lo sea, mi amor.
— No lo niego — solté, sagaz, mientras quitaba una pelusa inexistente de su traje—. Pero es un asunto que discutiremos en casa y posiblemente con una cama o más bien un jacuzzi de por medio.
Los ojos de mi marido se oscurecieron.
—Eres un demonio, Keily Andersson De Sandoval.
—Te gusta que lo sea, no lo niegues — le devolví sus palabras.
Marcelo sonrió mientras negaba con la cabeza.
Nos fuimos a la oficina de Marcelo, pues al parecer, hay otra reunión a la cual tengo que asistir. Ya en el lugar, me sorprendió ver a Alicia, Cristian, Natalia y el comandante Trujillo.
—¡Qué bueno que ya están aquí! — se puso, Cristian, de pie para recibirnos —. Quiero terminar con esto de una buena vez.
Fruncí el ceño.
—¿Qué pasa?
—Toma asiento —pidió, Marcelo, al tiempo que señalaba un lugar junto a él —. Ya te pondremos al tanto.
El comandante, se puso de pie y comenzó a deambular por la sala.
—Estamos aquí para informarles que la señorita Lombardi, tiene algunas cosas que aclarar.
Ella se sorprendió y yo también.
—¿Yo?
—Según nuestra investigación, usted fue la persona que pasó los proyectos a la señorita Valdés para luego quitárselos y entregárselos a la señorita Andersson...
—Sandoval — corrigió, Marcelo —. Señora Sandoval, comandante.
—Me disculpo, tiene mucha razón—expresó, Trujillo.
Una sonrisa tiró de mis labios cuando la Mirada de mi esposo y la mía coincidieron.
—Solo hacia mi trabajo — se defendió, Natalia —. Los clientes se quejaban y solo hacia los que ellos pedían. Ya le dije eso cuando me ha interrogado, comandante.
—Disculpen la tardanza — Interrumpió, el señor Carter —. Acabo de llegar a la empresa y me han informado de esta reunión y que era requerido.
—Su asistente, no supo dar razones del porqué de su retraso — habló, Cristian, seriamente —. Al parecer no informó que llegaría tarde hoy.
—Tuve que resolver un inconveniente personal. Me disculpo.
—Se le han presentado muchos inconvenientes personales a lo largo de todos estos años trabajando para esta empresa — expresó, Marcelo, seriamente —. Pero no es algo a discutir en este momento. Prosiga, señor Trujillo.
Todos están muy tensos.
—Bien. señorita Valdés, ha confesado que usted no tiene nada que ver en lo acontecido, pero yo tengo mis dudas.
—No vaya hacer acusaciones en mi contra sin pruebas, comandante — pidió, Natalia, con rectitud —. Y si las va a hacer, debe permitirme llamar a mi abogado.
Todos nos miramos a la cara.
El comandante, sonrió de soslayo.
—Solo dije que tenía algunas dudas — comentó.
—¿Y por qué son las dudas? — Preguntó, Natalia —. No he hecho nada que vaya en contra de los principios laborales.
—Hablé con un cliente — intervino, Alicia, seriamente —. Le pregunté sobre cómo se sentía con el trabajo realizado y me dijo que le había gustado el trabajo de la primera diseñadora, quien era la señorita Valdés. El cliente, no entendía la razón del cambio, puesto que ya los diseños habían iniciado — Natalia, se tensó en su lugar —. Ella manifestó que se sentía muy a gusto con las terminaciones, con tu trabajo, Keily, pero nunca solicitó cambiar de diseñador.
Me quedé fría, todos en la sala estábamos igual.
—¿Qué proyecto fue ese? — Preguntó, Trujillo.
—El hotel de la señora Brina Duvernay.
Miré a Natalia, interrogante.
—No me mires así — replicó con altivez —. Solo te puse a ganar más dinero del que ya te entraba con el proyecto Perla.
—No me salgas con esa estupidez — solté con los dientes apretados —. Bien sabes que esas no fueron tus intenciones.
Ella giró los ojos y se cruzó de brazos.
— Es verdad que te pasé varios proyectos que eran de Mara, pero muchos eran requeridos por los mismos clientes, los otros, te los di porque cuando ella mostraba los bocetos, tenían muchos errores y...
— Pero su deber era orientar a la señorita Valdés para que fortaleciera sus debilidades — aportó, Alicia, con mucha seriedad y calma —. Esa era su función, señorita Lombardi.
—Cumplía totalmente con mi deber, solo que ella no era muy ágil en...
—O usted una incompetente — Interrumpió, Marcelo, con voz dura —. Usted tenía una responsabilidad, debía guiar a su equipo y no lo ha hecho.
— Me consta que a señorita Lombardi, realiza un excelente trabajo, señor Sandoval — salió en defensa, el señor Carter.
—No es lo que ha demostrado — replicó, Cristian —. Es un hecho que ha fallado.
—Además, no es solo por eso que estamos aquí — dijo, Alicia —. Tenemos evidencias de que has violentado las normas de True Style.
Natalia, frunció el ceño.
—Nunca he hecho tal cosa — se defendió, ella con rectitud —. Siempre he velado por los intereses de esta empresa.
—Me consta cada palabra — la apoyó, el señor Carter.
—A usted le consta muchas cosas, ¿No lo cree? — intervino, Marcelo, seriamente, mirando en su dirección —. Y gracias a eso, tiene muchas cosas que explicar.
El señor Carter, lo miró interrogante, luego me miró a mí y juraría que ha querido amedrentarme con esa mirada cautelosa. Pues, del equipo completo, soy la única a quien puede culpar de estar descubierto.
—Hablemos claro, señor Sandoval — pidió, el señor, indignado —. Aquí todos somos unos profesionales y no necesitamos andar con rodeos.
Marcelo y Cristian, se miraron cómplices.
—Usted en conjunto con la señorita Nairobi — comenzó, Marcelo, frunció el ceño y revisó rápidamente unos documentos que tenía delante —. Corrección, la señorita Natalia Lombardi, han atentado en contra de la empresa, causando daños y perjuicios hacia algunos empleados y es algo que está penado por la ley.
Natalia y Carter, compartieron una mirada de preocupación.
—Supongo que la señorita Andersson, ha contado cosas que no son — lanzó, Carter en su defensa. Fruncí el ceño —. Cualquier cosa que haya dicho, tiene una explicación.
—¿Por qué cree usted que yo he venido aquí a contarle a ellos los atropellos que ustedes en verdad han cometido? —Pregunté, con rectitud.
El hombre tragó saliva y Natalia, se sentía incomoda.
Cristian, sonrió.
—Es que delante del ahorcado, no se puede mencionar un lazo, mi señora.
Apreté los labios para no reír ante su ironía.
— Señor Carter — llamó, Alicia, su atención —. ¿Estuvo usted en la reunión que hubo hoy con todos los empleados?
—No — respondió —. Tenía que resolver unos asuntos y llegué hace más o menos media hora atrás.
—¡Oh!, eso lo explica — murmuró, Alicia.
—No sé qué es lo que está pasando, pero sea lo que sé que haya dicho, no es verdad — expresó con trata seguridad que parece creíble. Su forma de mirarme era aterradora —. La palabra de esta señorita, no debe ser tomada en cuenta, ya que sus antecedentes son cuestionables.
Fruncí el ceño y me preparé para hablar, sin embargo, Marcelo, se me adelantó.
—Le sugiero que modere la forma de dirigirse hacia mi esposa —pidió con voz dura. El señor Carter, se sintió pequeño en su lugar —. Que sea la última vez que despotrica o levanta falsos sobre ella.
—¿Su esposa? — susurró.
—Mi esposa — confirmó, en su lugar.
Carter, miró hacia Natalia y, está vez, ella evitó mirarlo.
—Yo nunca he incumplido con las normas de True Style — aseguré —. Aún me pregunto cuáles son esas razones por las cuales me culpa de faltas que no he cometido.
—No sabía que era su esposa, ingeniero — murmuró, mirando al rubio.
—Por eso dije que eso explicaba su falta de tacto al referirse a la señora Sandoval — aclaró, Alicia.
—Olvídese de que soy la esposa de Marcelo Sandoval — pedí, mirándolo —. Dígame ahora mismo, esas razones, muestre las pruebas que tiene sobre mi comportamiento cuestionable.
Tragó saliva y miró a Natalia, quien estaba muy callada en su lugar.
—Muchos empleados han...
—¿Esas son sus pruebas? — cuestioné, indignada —. ¿La palabra de algunos de mis compañeros? Muestre las evidencias que dan credibilidad a esas personas — pedí con seguridad, me sentía impotente ante tanto abuso de poder. No dijo nada —. ¿Sabe porque usted no puede demostrar nada, señor Carter — me miró a los ojos —? Por qué no realizó ninguna investigación, no se tomó la molestia de realizar un escudriñamiento.
—Es evidente que es la persona menos acta para estar en el puesto que ocupa — intervino, Cristian.
El señor Carter, levantó la cabeza de golpe. Natalia, también.
El comandante Trujillo, estaba muy callado en su lugar, escuchando todo.
—Cuando llegué a la empresa, tuvimos una discusión parecida a esta, ¿Lo recuerda, señor Carter? — intervino, Alicia —. Realicé mi propia investigación, sobre la señorita Andersson, ahora señora Sandoval, y no encontré nada.
—Yo...
—Está usted despedido de sus funciones — informó el rubio, con rectitud —. Por los daños causados a la señorita Minaya y sus compañeras, por amedrentar y amenazar a las personas que usted debía de apoyar desde su puesto de trabajo.
El señor Carter, se puso pálido.
—¡Usted no puede hacer eso! — exclamó, asustado —. Por favor, señor Sandoval.
— ¡Claro que puedo! — volvió a hablar, Marcelo.
—Marcelo — intervino, Natalia, preocupada —. Yo...
—Señor Sandoval para usted — corrigió, él —. No se preocupe, que para usted también hay.
La forma de Marcelo Sandoval, hablar, era automática, fría.
Tragué saliva.
Cristian, toma dos carpetas en las manos y se las hace llegar a Natalia y Carter.
Ellos la revisaron y al darse cuenta de lo que contenía, palidecieron.
—Ahí pueden ver una investigación rigurosa que se ha hecho con el fin de evaluar la situación — informó, Cris.
—Están todos los atropellos que han cometido desde hace mucho tiempo atrás — informó, Alicia —. Nos llegaron algunas informaciones, pero no quisimos especular hasta que no se investigara la veracidad de las informaciones.
En pocas palabras, Alicia, le enseñó al señor Carter, que antes de dar crédito a las palabras de alguien debe hacer su propio juicio bajo las averiguaciones de lugar.
Miré a la que un día fue mi amiga y me duele que esto le esté ocurriendo.
—No me han dado la oportunidad de defenderme — replicó, Natalia, dubitativa —. Yo...
— Será mejor que se abstenga de decir cualquier cosa, señorita Lombardi — aconsejó, Cristian, dejándola confundida, al igual que a mí.
— A partir de ahora — habló, el comandante Trujillo —. Ambos están detenidos acusados por los delitos de daños y perjuicios hacia la señorita Minaya, la señorita Monegro, la señora Keily Sandoval y la empresa True Style.
—¡No, por favor! — pidió, Natalia, poniéndose de pie, todos lo hicimos —¡No me pueden hacer esto...!
Miré a Marcelo, no sabía que esto iba a proceder de esta manera, con su mirada recta y una convicción voraz en sus ojos, me hizo saber que esa era su forma de actuar.
—Tengo hijos, una familia, señor Sandoval, señor Serrano, por favor — pidió clemencia, el señor Carter.
No me gustaba ver este tipo de cosas. Dos oficiales, entraron a la sala y se acercaron a ellos dos.
—¡Keily, por favor! — se dirigió hacia a mí —. ¡Diles que no me acusen, por favor!
Me quedé pasmada en mi lugar. La mirada de Marcelo Sandoval, estaba sobre mí.
—Por favor, comandante, saque a estas personas de aquí — pidió, el rubio.
—¡No pueden hacerme esto! — volvió a gritar, mientras le ponían unos grilletes —. ¡Estoy embarazada!
No pude ignorar eso, jamás lo haría. Todos quedamos atónitos con su confesión. La miré y ella a mí.
—¿Qué?
—Tengo seis semanas — susurró entre lágrimas —. No puedo ir a la cárcel, no quiero.
Mis ojos, se cristalizaron.
—Lo siento — murmuré, dolida.
Me miró con odio, con desprecio.
— ¡No sabes cuánto te desprecio! — gritó, al tiempo que eran arrastrados a la salida —. Me has quitado todo, absolutamente todo...
—No lo hice — murmuré, impotente.
—Te odio...
Natalia, gritó cuanto me despreciaba, no pude evitar sentir dolor por ella, pues alguna vez fuimos amigas y, aunque ella me odie, yo no puedo hacerlo.
Marcelo, se acercó a mí y me tomó de la mano para acorralarme en su pecho. No pude evitarlo, me sentí muy mal por todo esto. Sus brazos rodearon todo lo que podía y sollocé en su pecho.
—Marcelo...
—Hay cosas que son inevitables, mi amor — besó, mi cabeza —. Sé que quieres interceder, pero no será posible.
Sabía que sería imposible, pero al menos, debía intentarlo. Me aferré a él lo más que pude, quería sentirme segura.
No sé cuántos minutos duramos así, pero cuando abrí los ojos, aun estando en su pecho, ya en la sala solo quedábamos él y yo.
—¿Te sientes mejor? — Preguntó, preocupado, acunando mi rostro entre sus manos. Di un asentimiento —. ¿Quieres ir a casa?
Otra vez volví a dar un asentimiento, pero...
— ¿Y el trabajo...?
—Eso puede esperar — manifestó, con una leve sonrisa —. Ahora vamos a casa.
Esta vez no puse objeción, pues me sentía muy agotada tanto física como mentalmente.
Marcelo, me llevó a casa y ambos nos metimos a bañar, sin hablar mucho, solo lo necesario. Nos metimos a la cama, siempre cobijada por sus brazos, me sentía plena, segura.
— Te amo — murmuré, sin mirarlo y acomodándome más en su pecho.
Marcelo, sonrió.
—Lo sé — susurró con suficiencia —. Yo también, mi amor.
Esa noche no pude evitar sentirme agobiada por todo lo que estaba pasando, sé que Natalia, solo estaba cosechando lo que había sembrado. Era mi amiga y, aunque ella ahora me odie, yo nunca he podido hacerlo y tampoco le deseo ningún mal.
A la mañana siguiente, tanto Marcelo como yo, llegamos tarde al trabajo, pues dormimos más de lo esperado, era de esperarse, hemos tenido días muy agotadores.
Marcelo me dijo que viajaría a San Francisco, la situación se había complicado bastante, Imanol lo necesitaba. Quise viajar con él, pero le pidió que me quedara, que luego iría.
He hablado con Bianca y la hemos notado muy distraída, triste y no es para menos con todo lo que estaba pasando.
Marcelo, se preocupó mucho con algunas cosas que le contó Dorian y decidió viajar solo hoy temprano, me dijo que se sentiría más tranquilo si lo hacía de esa manera. Ni modo, hoy me tocará dormir sola porque me dijo que vendría mañana, quería apoyar a los chicos como fuera y no es para menos, son nuestros amigos sinceros.
Había pasado un día con mucho trabajo, dando los últimos detalles a la cede de Legacy Ferrer, ya pronto estará en funcionamiento.
Era un poco más de las seis de la tarde y caminaba hacia el estacionamiento de True Style, pues había venido en unos de los vehículos de Marcelo. Desactivé la alarma cuando de pronto, fui interceptada. Sentí un fuerte tirón por unos de mis brazos, siendo girada con brusquedad.
Cuando me encuentro con esos ojos negros tan profundos y llenos de ira, mi corazón comienza a latir con desesperación.
—¿Es verdad? — escupió con rabia —. ¿Te casaste?
Trague saliva, mirando a todas partes. Estaba asustada.
—Suéltame — forcejeé con él.
—¡Te hice una maldita pregunta, Keily! —escupió.
—Me he casado — respondí, zafándome de su agarre —. Ahora soy una mujer que está haciendo una vida con alguien más.
—¡¿Con mi hermano, Keily?! — gritó, colérico —. ¿Con mi maldito hermano?
Sollozó. Estaba tan dolido.
—Las cosas simplemente se dieron, Diego.
Una lágrima bajo por una de sus mejillas. La limpió con brusquedad y se acercó a mí con rapidez.
—¡Sube a la camioneta! — pidió con autoridad, empujándome.
—¿Qué? No iré a ningún lado contigo — me resistí tratando de alejarme.
—¡Qué subas!
Me sostuvo fuerte rodeando mi cuerpo, logrando subirme a la camioneta de Marcelo.
Aun dentro de la camioneta, traté de resistirme, pero fue inútil, ya que Diego, puso un arma en mi cabeza. Sentí mi corazón colapsar en ese instante, mi cuerpo se enfrió con tal acción.
—Te juro que, si te mueves, te mato y luego me quito la vida para así terminar juntos, sería un buen final, ¿no estás de acuerdo, muñequita?
Las lágrimas bajaron por mis mejillas sin control, no podía moverme.
—¿Qué es lo que quieres? — sollocé.
No respondió, simplemente comenzó a conducir a un lugar desconocido para mí.
¿Qué es lo que pasará ahora?
♡
♡
♡ 🌟 ♡
♡
♡
🌟 NOTA DEL AUTOR 🌟
— Capítulo Nuevo.
— Espero les haya gustado esta publicacion.
— Recuerden que se les ama mucho con demasiado y un poco más ❤️ ❤️
Nos leemos en una proxima entrega, mis amores.
Muchisimas gracias por el gran apoyo que le han brindado a esta historia.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top