☆~●•°Capítulo 73°•●~☆


La canción Can- can, comenzó a sonar y no pude evitar reír al ver la cara de Marcelo. Estaba con su habitual gesto libre de expresión mirando a los hombres vestidos de chicas. Su mirada se cruzó con la mía y la confusión reinaba en ella. Sonreí ampliamente al ver su cara.

—Van a bailar — respondí, su pregunta interna.

—¿Con esa ropa? — Preguntó, horrorizado haciéndome reír fuertemente.

—Es solo actuación, mi amor — aclaré con una sonrisa que él correspondió —. Ven. Acércate un poco más a mí.

Lo hizo. Se colocó junto a mí, abrazándome desde atrás.

El espectáculo estaba muy animado, las risas y gritos alegres no se hicieron esperar por parte de las personas. Amo el baile y ellos lo hacen muy bien, comencé a aplaudir, a bailar y celebrar con ellos, llamando la atención de los chicos y uno de ellos se acerca a mi con la intención de que me les una al baile, me niego repetidas, pero fue inútil, con ayuda de Marcelo, quien no hizo nada para ayudarme, prácticamente, fui arrastrada al escenario que habían montado.

Unos minutos más tarde, estoy derretida de la risa, pues estos locos, han puesto una falda por encima de mi pantalón y me obligaron a bailar como ellos. Miré al frente y vi a mi rubio sonreír de boca cerrada ante la escena que tenía en frente. Nunca apartó su mirada de la mía, es como si estuviera ido en sus pensamientos.

Me divertí muchísimo con estos muchachones, me dolían los pies de tanto brincar y la barriga de tanto reírme. Sin embargo, Marcelo Sandoval, seguía en la misma posición de antes y con la misma expresión en el rostro.

Fruncí el ceño acompañado de media sonrisa, extrañada por su mutismo, es como si estuviera en otro planeta.

—A ver — comencé con una sonrisa, llegando hasta él y abrazándolo por su torso —. ¿Se puede saber que es lo que te tiene tan distraído?

— Por supuesto que puedes — dijo, rodeándome con sus brazos protectores —. Estaba pensando en lo preciosa que te ves cuando sonríes y lo mucho que me cautiva la manera en la que ves la vida. También me preguntaba cual seria la respuesta que me darías.

Sonreí, extrañada, sin dejarlo de abrazar. Marcelo, miró mis ojos y me regaló esa sonrisa que tanto me gusta de él.

—No te estoy entendiendo nada...

— ¿Recuerdas la canción? — Preguntó, de repente, dejándome aún más confundida.

—¿Qué canción? — solté, del mismo modo.

—La del restaurant —dijo, con calma —. La primera que escuchamos.

Fruncí el ceño, separándome un poco de él para mirarlo mejor. Quería entender lo que trataba de decirme.

—Si — acepté, luego de recordar —. Almas gemelas de Tercer Cielo.

— Si, esa — habló y un brillo se desprendían de sus ojos. Sus manos sostenían las mías con firmeza —. Creo que describe a la perfección todo lo que siento por ti, mi amor.

Una sonrisa se pinta en mis labios y mi rostro comenzó a calentarse.

—La canción es muy larga —comencé con picardía y un rubor extremo en mis mejillas, lo abracé más, si es que eso era posible —. Me gustaría que recitaras esa parte que más sé parece a lo que sientes por mi.

Un brillo especial se posó en sus ojos y sonrió, mientras sus brazos me encerraron por completo.

— Intentaré recordarla — musitó, sonriente, al tiempo que me miraba desde arriba —. Decía así...

Nunca sentí una conexión así.
No es tanto el tiempo que tenemos hablando, pero se siente como si toda una vida te conociera. Tu personalidad, tu forma de ser, tu manera de pensar y la vida ver. No cabe duda sé que mi alma gemela encontré — no sabia que decir, solo podía escucharlo mientras que un nudo se posó en mi garganta, esta vez, el motivo es de pura felicidad. Continuó recitando cada palabra despacio, sin prisa y nunca dejó de mirarme, de traspasar mi alma con sus ojos que son mi cielo personalizado y mi eminente perdición —. Y somos complemento, tu personalidad y la mía. Polos opuestos que se atraen y cada día esto va creciendo. Y tú me miras y yo te miro y siento el cielo...

Mi corazón comienza a latir desesperadamente ante sus palabras. No pude contener las lágrimas que ya habían inundado mis ojos, no puedo decir que amo más a Marcelo en estos momentos porque no sé si eso sea posible.

De pronto, lo abracé fuerte sin decir una sola palabra, no creo que nada de lo que diga ahora pueda comparar lo que acaba de decir.

—¿No estas de acuerdo, Keily? — Preguntó en un susurro, mientras me abrazaba más.

En este espacio aun continuaba el espectáculo montado por los chicos y los bullicios eran fuertes, pero en este momento éramos él y yo, no había nada más. Es por ello que pienso muy bien como responderle, pero inmediatamente llega a mi una canción que nos recuerda mucho a ambos y la manera de yo verlo, es de Luis Fonsi "Llegaste tú", es por ello que recito las letras para decirle lo que siento. Me separé de él y con una leve sonrisa emocionada, hablé:

Desde que llegaste, vida — comencé suavemente y juraría que mis ojos están cristalizados —. Le hemos hecho trampa al tiempo. Mi cura es tu abrazo. Tu suspiro una canción que me arrulla como el viento. Yo soy la mujer más afortunada, Me ha tocado un ser que conoce cada línea de mi mano. El que me cuida y camina a mi lado. Todo cambió por ti —Marcelo sonrió, de pronto y de boca cerrada. Su mirada reflejaba un brillo nunca antes visto, sonreí con él y continué —. Todo es amor por ti. Mi corazón te abrí y, desde entonces, llevo el cielo dentro de mí...

—Maldición Keily — masculló para luego besar mis labios con dulzura con amor —. Te amo tanto y cosas como estas hacen que ese sentimiento crezca si es que eso es posible.

Esta vez, rodeé su cuello con mis brazos, roce mi nariz con la suya y recite la última parte de la canción en un susurro:

Nunca jamás sentí una alegría así. Que bendición hallarte, al instante en que se fue la luz. Llegaste tú... — mi corazón latía fuerte al ver la expresión de felicidad en su rostro y no pude contenerme a la hora de volverle a decir —. Te amo, Marcelo Sandoval y nunca, nunca había amado como te amo a ti.

Sonrió, ampliamente.

—Entonces no creo que debamos esperar más, Keily — dijo de pronto, dejándome confundida.

— ¿A qué te refieres? — Pregunté, frunciendo un poco el ceño —. Desde hace unas horas atrás estas actuando muy raro.

— Mira hacia allá — giró mi rostro y señaló un lugar que juzgando por su apariencia y, luego de mirar el cartel con grandes letras, mi corazón se paralizó.

Tragué saliva al tiempo que giré mi cabeza como el exorcista.

—¿Qué... que me estas queriendo decir? — Pregunté con el corazón galopando a millón —. ¿Qué es ese lugar...?

Marcelo, sonrió.

— A ver, niñita de mi vida — tomó mi mandíbula para mirarme mejor —. Estoy seguro de que sabes que se hace en ese lugar.

Estoy en blanco, mi cerebro no responde.

—No sé que se hace en una capilla — dije, al tiempo que se me cristalizaron los ojos.

Me miró con tanta seriedad que hizo mis piernas temblar y, a continuación, pronunció aquellas palabras que hicieron mi corazón colapsar.

—Quiero que te cases conmigo, Keily.

Morí...

¿Sus palabras en realidad fueron esas?

Quiero que te cases conmigo, Keily...

¿Fue eso?

Me parece que estoy viviendo un sueño...

—¿Qué...? — murmuré, tratando de confirmar si en verdad era lo que había escuchado.

Marcelo, tomó mis dos manos, las apretó sin llegar a lastimarme, él también estaba nervioso. Me miró a los ojos y con una convicción voraz y volvió a repetir su oración inicial:

—Quiero que te cases conmigo, Keily.

Las lagrimas inundaron mis ojos, no sabia que responder, tenía todas mis emociones revueltas.

—Pero como nos vamos a casar si ni siquiera me has pedido ser tu novia, idiota — sollocé al tempo que limpiaba una lágrima.

Eso lo hizo reír.

—Al parecer contigo se me da bien empezar las cosas al reverso — dijo riendo al tiempo que pellizcaba el puente de su nariz con una de sus manos —. Pero supongo que puedo corregir esa parte — suspiró y me miró bonito—. Keily, me he dado cuenta lo mucho que te amo y quiero pedirte que seas mi novia, ¿Aceptas?

—Eres un tonto... — dije sonriendo y más enamorada que nunca —. Por supuesto que quiero ser tu novia, idiota.

Marcelo, sonrió tan sinceramente que este preciso instante será unos de mis mejores recuerdos.

Me abrazó con fuerza.

—Ya eres mi novia — soltó, feliz, haciéndome reír —. Eres casi mía, mí cielo.

—Y tú eres casi mío.

Me besó repetidas veces en mi rostro y, unos segundos después, se detuvo en mis labios, me besó con ternura y amor, es unos de los mejores besos que nos hemos dado. Correspondí del mismo modo.

No se cuanto tiempo duramos así, pero de un momento a otro, soltó mis manos y comenzó a rebuscar algo en sus bolsillos. Luego de encontrar lo que buscaba, sacó una pequeña caja de terciopelo, color negro y se hincó en una pierna, llamando la atención de todos a nuestro alrededor.

—Keily Andersson — manifestó seriamente haciéndome morir de tantas emociones —. ¿Aceptas casarte conmigo y unir tu vida a la de este hombre que tiene como único deseo es hacerte feliz?

No puedo creer que esto esté pasando, Marcelo Sandoval Betancourt, me está pidiendo matrimonio. Es como si estuviera en un sueño, uno en donde solo existen las más sublimes alegrías.

Sonreí ampliamente y, con una felicidad que no cabía en mi pecho, pronuncié:

—Acepto... Si a todo, contigo — dije, con evidente emoción haciendo que el rubio coloque el anillo en mi dedo con una sonrisa y rápidamente se ponga de pie para cargarme y dar vueltas conmigo —. Claro que acepto, cielo...

— Me haces el hombre más feliz del mundo, Keily — dijo, emocionado, mientras me bajaba y acunaba mi rostro con sus manos —. Prometo ser un mejor hombre cada día para devolverte un poco de esto que me haces sentir, mi cielo.

Su mirada y la mía conectada, decían tanto. Nunca dejé de mirarlo, de sonreír.

— Eres el amor de mi vida, Marcelo...

—Y tú el mío — dijo, rosando mis mejillas con sus dedos —. Y es por ello que no saldremos de Las Vegas sin casarnos.

Lo miré directamente a sus ojos sin dar cabida a sus palabras.

—No te estoy entendiendo.

—Nos cansaremos ahora mismo, si estas de acuerdo.

No puedo creer que el gran Marcelo Sandoval, me esté proponiendo un noviazgo y un matrimonio el mismo día. Estoy evidentemente atónita con todo esto, es demasiado para mi en un mismo día.

Es demasiada felicidad acumulada.

—¿Ahora?

— Si, en esa capilla que te enseñé hace un momento, ¿Qué dices?

En menos se 20 segundos, pensé en todo, en como seria mi boda soñada junto a mi madre y Elena, ayudando en mi peinado, mi hermano caminando conmigo hasta el altar, mis seres queridos compartiendo mi felicidad. Sin embargo, nada es normal con Marcelo, y no tengo ninguna duda de que él es el gran amor de mi vida.

—Pero...

— Prometo que nos volveremos a casar — me interrumpió con calma, con una sonrisa genuina. Aun no entiendo como es que tiene la capacidad de leerme tan fácilmente —. Haremos la boda de tus sueños, pero quiero regresar a Mérida contigo como mi esposa.

Sonreí ante sus palabras y lo hermoso que se escuchó eso. Me separé de él sin dejar de mirarlo. Aun no puedo creer que vaya a hacer esto.

— ¿Y qué esperas, entonces? — ofrecí mi mano para que la tomara —. Vamos a esa capilla a casarnos.

— ¿Qué...? — dijo sin poder creerlo y con una sonrisa que no cabía en su rostro —. ¿Estás segura? ¿Te quieres casar conmigo?

Di un asentimiento en conjunto con una sonrisa y Marcelo miró a su alrededor sin poderlo creer.

—Señores — empezó a gritar como loco, llamando la atención de todos —. Esta mujer aceptó casarse conmigo haciéndome el hombre más afortunado de todos.

La gente comenzó a aplaudir y a felicitarnos.

—Estás loco, Marcelo Sandoval — dije al tiempo que nos besamos.

—Por ti — dijo, feliz. Nunca lo había visto así —. Estoy loco por ti y ahora vamos a esa capilla, porque hoy nos cansaremos y serás completamente mía.

Sonreí.

—Tú serás mío y yo seré mía...

Macelo, me miró fulminante para luego sonreí y tomarla de la mano.

—Soñar siempre a sido gratis, Keily — dijo, al tiempo que la abrazaba comenzando a caminar —. Tu siempre has sido mía, pero hoy lo vamos a sentenciar en un papelito.

—Concuerdo contigo en que soñar no cuesta nada, cielo...

— Keily...

—Te amo — dije.

— Yo más, mi amor.

La felicidad de la pareja que ahora se dirigía hasta la capilla Wedding Chapel, era extraordinaria. La decisión estaba tomada, ambos estaban seguros del paso que iba a dar para iniciar sus vidas juntos.

Llegaron de manera apresurada a la capilla y una chica alta de ojos cafés lo recibió con una gran sonrisa.

—Bienvenidos a Wedding Chape, ¿En qué podemos...?

—Queremos casarnos — respondió, Keily, rápidamente sin soltar la mano del hombre al que amaba.

—Perfecto — manifestó la chica con una sonrisa amable —. Tenemos varios Pack para realizar la boda de sus sueños, solo tienen que elegir el día y...

—Es hoy — Interrumpió, Marcelo —. Ahora mismo.

La chica los miró Atónita.

—¿Hoy? — Preguntó asombrada —. Es casi imposible, ya que deben de tener una serie de requisitos y...

La chica comenzó a explicar los motivos y cuales son los requisitos para poder casarlos.

—Usted acaba de decir que es casi imposible — volvió a decir Marcelo con seguridad y una determinación voraz —. Así que dígame que debo hacer porque me tengo que casar con esta mujer hoy.

La chica sonrió dulcemente. Le encantaba el romanticismo y al mirar la pareja que tenía en frente, se dijo que podía hacer algo para poder ayudar.

—Bien. Ya el señor Elvis, no iba a oficiar más bodas el día de hoy, pero creo que no se negará, ahora bien, tienen que estar listo para dentro de dos horas y deben entregarme esto — pasa una hoja con algunas indicaciones y Marcelo la toma en sus manos —. En media hora...

La chica siguió explicando como sería todo, tanto Marcelo como Keily, querían una boda tradicional por el civil, pero no se pudo, tuvieron que aceptar casarse con la temática de Elvis.

Salieron de la capilla a buscar aquello que les hacía falta, estaban contra el reloj.

Keily, tomó el celular y marcó el número de la única persona con la cual podía contar en este momento.

—Alicia — dijo, con una sonrisa en la cara. Su emoción era demasiado grande —. Nos vamos a casar y necesitamos...

Keily explicó todo lo que se necesitaba y la mujer al otro lado de la línea expresó su total disposición en ayudar a la causa.

—Los tres testigos, ya los tienes —habló, Alicia feliz por la noticia —. Llegaremos a la capilla en unos minutos, iré con mi amiga quien me ayudará también. Marcelo y tú vayan por la documentación, nosotros nos encargamos de la organización...

Se pusieron de acuerdo en todo lo que iban a hacer. Luego de una hora después, ya todo estaba casi listo, lo único que faltaba era la preparación de los novios, quienes estaban nerviosos por todos los acontecimientos.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? — Preguntó la pelinegra a su futuro esposo —. No quiero que...

—Estoy más que seguro —le interrumpió él, con media sonrisa —. ¿Tú lo estás?

Ella sonrió, mientras se acercaba.

—Nunca había estando tan segura de algo en mi vida — respondió para luego darle un beso.

—Keily, Marcelo — irrumpió, Alicia en el apartado donde se encontraban —. No saben lo feliz que me hacen con esta noticia.

Ambos se separaron y la miraron con una sonrisa.

—Voy a casarme, Alicia — habló, Marcelo con alegría.

—Si, hijo. Tus padres estarían orgullosos de ti y de la excelente elección que has hecho — respondió la mujer acercándose para abrazarlo —. Muchas felicidades, cariño.

El hombre se dejó abrazar recordando la imagen de sus padres biológicos, los extrañaba.

—Gracias, Alicia —murmuró, él. Ella le correspondió con una sonrisa y una caricia en la mejilla.

—Mi querida Keily, muchas felicidades — abrazó a la pelinegra con cariño —. Estoy muy feliz por ustedes.

—Muchas gracias, por tanto, Alicia — agradeció la pelinegra nostálgica.

— Ya, ya... — manifestó, Alicia, tratando de disipar el nudo de su garganta debido a las emociones que este momento evocaba —. Dejemos el sentimentalismo y vamos a prepararlos que la ceremonia será en menos de una hora. Trajimos todo lo que usaremos por el momento. Mi amiga nos estará esperando en un hotel aquí cerca, pues no podemos perder tiempo.

Y así lo hicieron, fueron a un hotel que quedaba muy cerca de la capilla, no había tiempo que perder.

Ya en el lugar, se dirigieron a la habitación donde los esperaba la gran amiga de Alicia. Era una mujer de unos cuarenta y tantos años, pero que no los aparentaba. Es de tés blanca, pelo negro y le llega más abajo de los hombros.

—Hola — Keily, fue la primera en saludar. La señora, se quedó observándola y una gran sonrisa de pintó en sus labios.

—Hola, niña linda —saludó mientras se acercaba para darle un abrazo —. Me han hablado tanto de ti que siento que ya te conozco. Soy Francy Arroyo, amiga de Alicia.

Keily, sonrió bonito al tiempo que su cara se ponía roja.

— Soy Keily Andersson — dijo, sonriente —. Y él es Marcelo Sandoval, mi prometido. Es un placer conocerla.

—Ay, niña, el placer es mío — lanzó la mujer de cabello negro —. Es usted más guapo en persona, Marceliiniii...

El aludido, se aclara la garganta.

— Me llamo Marcelo — dijo con su gesto libre de expresión.

Keily, le dio un codazo discreto y lo miró fulminante. El aludido, se quejó con discreción hacia la pelinegra.

— No importa — dijo, Francy, haciendo un gesto con la mano, restando importancia a lo que dijo Marcelo —. Para mí siempre serás Marcelini...

Marcelo, no cambió su semblante, pensó que la señora era de esas personas que irradiaban confianza desde el inicio. Dio un asentimiento a Francy en señal de aceptación.

—Bueno, a lo que vinimos — dijo Alicia arrastrando a Marcelo hacia la puerta —. Te llevaré a que te vistas.

—Ni hablar —replicó el rubio, deteniéndose a mitad de camino —. Me quedaré donde este Keily, no quiero separarme de ella.

Marcelo tenía miedo de que la pelinegra se retractase de su decisión. Keily, sonrió de manera genuina al darse cuenta de los temores de su futuro esposo.

Ella se acercó a él conectando sus miradas.

—Ve a arreglarte y a ponerte más guapo si es que es posible — dijo en un susurro, posando una de sus manos en la mejilla del hombre —. Prometo estar contigo muy pronto para confirmar una vez más lo mucho que te amo.

Marcelo, soltó un suspiro profundo y una sonrisa que se podría decir que fue producida por el nerviosismo.

— ¿Lo prometes? — Preguntó, dubitativo.

—Lo Prometo.

—Entonces, prometo estar junto a ti y hacerte saber que nadie más amará en este mundo como yo te amo a ti, mi cielo.

Los dos se dieron un tierno beso y se abrazaron con amor.

—Amo ver esto de cerca —soltó Francy, devolviéndolos a la realidad —. Estoy tan feliz.

Los futuros esposos la miraron extrañados, pero a lo bien.

—Hablas como si los conocieras de antes — lanzó, Alicia.

—Puede ser, mi Ali, puede ser — respondió, la mujer ordenando algunas peinetas —. Ahora vamos a arreglarlos porque solo queda media hora y bueno, si quieren casarse hoy...

Tanto Keily como Marcelo, apresuraron para arreglarse un poco antes de dar inicio al acontecimiento más importante de sus vidas.

Alicia fue junto a Marcelo, quien estaba nervioso, en la habitación se encontraba su amigo Andrés quien será unos de los testigos de la boda junto a Alicia y Francy.

Tanto Andrés como Alicia trataron de calmarlo, pero era inútil, lo único que quería Marcelo, era ir a la habitación de Keily y asegurarse de que ella no se arrepintiera de convertirse en su esposa.

Por otro lado, una nerviosa Keily, se había colocado un vestido blanco, corto y tipo campana con espalda descubierta y un abrochado en la parte superior con unos pequeños botones de satin en forma de perla.

El escote de dicho vestido, era en forma de corazón y estaba ajustado en la cintura, también tenía un bordado en el ruedo del vestido.  En verdad, se veía preciosa.

—Estas muy hermosa, Kei — masculló, Francy, mientras ayudaba en su peinado —. Soy tu fan número uno.

Keily, sonrió.

—Muchas gracias — dijo, la pelinegra —. Nos conocimos hoy y siento como si hubiera sido antes.

—Me pasa lo mismo, niña. Solo que, en mi caso, me han hablado mucho de ti.

—Espero y hayan sido cosas buenas —manifestó, con una sonrisa —. Gracias por estar aquí.

—¿Qué dices, niña? Para mí es un honor ser testigo de la unión de Marcelini y mi tomatico.

Keily, frunció el ceño en conjunto con una sonrisa.

—¿Tomatico?

Francy, sonrió, al tiempo que miraba a Keily a través del espejo.

—Te pones roja cuando estas al lado de Marcelini, incluso con tan solo mencionarlo — a Keily, se le calentaron las mejillas —. ¿Ves? Eres un tomatico...

Keily, comenzó a reír con ella disipando un poco los nervios que la acompañaba.

—Es unos de los efectos que ese hombre causa en mi —expreso con una sonrisa genuina —. Nada ha sido sencillo con Marcelo Sandoval, Francy.

—Se muchas cosas, niña — manifestó la mujer mientras acomodaba el cabello de Keily, la pelinegra la miró con mucha atención —. Lo único que te puedo decir es que ustedes merecen estar juntos. Luchen por su felicidad y espero puedan salir victoriosos ante las adversidades que posiblemente se presenten.

—Me imagino que hablas por la experiencia que tienes en tu matrimonio — comentó, Kei —. No es fácil llevar un matrimonio. Porque estas casada, ¿Verdad?

—Tengo un esposo y tres hijas, es mi gran bendición y su bienestar es lo más importante — respondió, Francy con seguridad —. El matrimonio no es nada sencillo, hija, pero es lo más maravilloso que me ha pasado en la vida. Soy muy feliz.

—Espero mi matrimonio sea igual de hermoso que el tuyo —pidió, Keily, nerviosa—. Muchas felicidades por tu linda familia.

—Gracias, Kei. Ya verás que serás muy feliz.

—Mi Dios quiera y así sea —respondió con una sonrisa.

—Le pediré por ello, lo prometo.

—Gracias, Francy.

—De nada, mi tomatico.

Se hizo un silencio entre las dos y, luego de unos minutos, Keily, hablo:

— Creo que ya es hora — dijo, la pelinegra y los nervios estaban a flor de piel, nuevamente —. Solo estoy a unos minutos de unir mi vida al hombre que amo.

Keily estaba que no podía creer lo que estaba sucediendo en su vida.

—Lo ideal es que la novia llegue unos minutos tarde — dijo, Francy con una sonrisa —. Pero sabiendo como es Marcelini de desesperado y después crea que la novia se ha arrepentido, mejor nos vamos de una vez, antes de que se vuelva loco y haga una tontería.

Keily, sonrió, sonrojada.

—Hablas como si lo conocieras — dijo, Keily, extrañada.

—Algo así — expuso, sin más —. Pero no te preocupes, soy inofensiva.

Keily sonrió y recordó aquello que le dijo Alicia.

—Sí, ya Alicia nos había advertido algo de tus actitudes.

—Aclarado el punto, mejor vámonos.

—Tienes razón. No quiero que mi novio le dé un ataque de histeria, Francy — alegó, la pelinegra con una sonrisa.

—Mejor nos vamos de una vez — aconsejó con una sonrisa —, pero antes, debo entregarte algo.

Comenzó moverse por la habitación.

Keily, la miró extrañada mientras la seguía con la mirada.

Regreso hasta ella con un hermoso buqué en más manos, hecho con rosas blancas y rojas.

Keily, quedó maravillada con lo que veía. Se le Cristalizaron los ojos y recordó a su madre y lo mucho que le hubiera gustado que la acompañara en este momento de su vida.

—Esto... — Keily, no pudo evitar derramar algunas lágrimas —. Esto esta precioso, Francy.

—Me alegro que te haya gustado, niña — expresó con una sonrisa —. Estoy perfectamente enterada que eres amante de las rosas rojas y por ello quise hacerte esto.

—Supongo que Alicia te dijo algo sobre esto — dijo, Keily, sonriendo al tiempo que admiraba su ramo de flores.

—Solo puedo decirte que sé muchas cosas y no porque Alice me las haya dicho.

Keily, la miró interesada y extrañada.

—¿Cómo es eso?

—Digamos que tengo conexiones con seres especiales que pueden revelarme algunas cosas de ciertas personas.

Keily, frunció el ceño.

—¿Eres adivina o algo así?

—No, no, cariñito — dijo, riendo al tiempo que la tomaba de las manos —. Solo tengo una conexión especial con la persona que mueve los hilos de este mundo y a veces me revela cosas.

La pelinegra, suspiró, sin entender.

—¿Eso quiere decir que sabes algo sobre nuestro futuro?

—Muchas cosas, si — confirmó, Francy —. Pero no lo suficiente como quisiera, créeme tu Dios es un caso muy serio y le gusta dejarme en la intriga total.

Keily, sonrió y pensó que la mujer que no tenia mucho de conocer le estaba jugando una broma antes de su matrimonio.

—Gracias, Francy, por no dejar que los nervios tomen el control en este momento.

—Me da gusto haber ayudado — expresó, la señora —. Ahora dame un abrazo y vamos a esa capilla antes de que Marcelini pierda el control y cometa otra idiotez.

Ambas se abrazaron y unos segundos después fueron a la salida.

— Si no fuera porque eres amiga de Alicia, juraría que no eres de este mundo, Francy.

—¿Por qué lo dices?

—Porque conoces mucho de Marcelo y de mi. Me inspiras confianza y siento que te conozco de antes o de otras vidas.

La mujer sonrió.

—Solo te diré que conmigo puedes estar tranquila, puedes confiar.

Keily, la miró.

—Lo hago. Aunque eso no se me da bien con las personas.

—Eso es porque crees que todo el mundo tiene las mismas intenciones que tú, niña.

—Quizás...

Ambas sonrieron y se dirigieron a la limusina que las esperaba.

De pronto, Keily, pensó en todo lo que había pasado y lo que estaba a punto de suceder.

Se iba a casar con el amor de su vida y nadie estaba enterado de ello. Marcelo y ella quedaron en no decirle a nadie, por su parte, Keily, llamó a Elena, pero no pudo comunicarse.

—Dios... Voy a casarme con el hombre que amo.

—Es algo que nos tiene felices a todos en este momento, cariñito.


No puedo creer que esto pasando, dentro de unos minutos voy a casarme con la mujer de mi vida, no fue difícil determinar que es lo que en verdad quiero porque no existe ninguna duda de que con esa mujer de a penas 22 años, quiero todo.

Estaba en Wedding Chapel, es una capilla de bodas en esta ciudad de Las Vegas. Toda la temática de la misma, era sobre Elvis Presley, incluso, el juez que nos casaría era una imitación de este, no es mucho de lo que estoy acostumbrado, pero luego le daré una boda de ensueño a mi mujer, aunque Alicia y su amiga, hicieron un buen esfuerzo para que todo quedara perfecto.

—Me sorprendió bastante esta noticia — habló, Andrés, sacándome de mis pensamientos —. No puedo creer que vayas a casarte, Marcelo.

Sonreí, mirando la entrada de la capilla. Estoy nervioso, no puedo negarlo.

—Créeme yo tampoco puedo creer que ella haya aceptado — alegué con una sonrisa.

—Debes agradecerme que te haya mandado aquel mensaje de texto con la fotografía. Llegaste en menos tiempo a la ciudad del que tenías previsto.

—Me dijiste que mi mujer se había enamorado de otro a primera vista y que era correspondida — solté, pensando en aquel mensaje. Estuve a punto de volverme loco —. Confío plenamente en los sentimientos de Keily, pero en el tipo ese, no.

— Es un buen tipo, Marcelo — se quejó, Andrés.

— Quería robarme a mi pequeño demonio. Para mí, no es un buen tipo — dije firme, mirando la entrada, desesperado —. Debí esperarla fuera de la habitación del hotel.

Por primera vez en mi vida, mis manos comenzaron a sudar, nada había causado tanta ansiedad como esperar a Keily en este preciso momento.

— Tranquilo — dijo, Andrés, colocando una mano en mi hombro.

—No me pidas eso...

—Estas nervioso. Cristian no podrá creer eso.

—No le dijiste nada, ¿Verdad?

—Claro que no, por eso, esa chica de allá — señala una mujer a nuestras espaldas —. Está grabando todo desde que pisaste este lugar. Se lo voy a enviar todo.

— Eres un imbécil.

— En esta ocasión, es un honor serlo, Marcelito— expreso, mi amigo. Quiero reír de las idioteces de mi amigo, pero los nervios no me dejan —. Aunque no entiendo porque no quieres que le diga aún.

Respiré profundo.

—Quiero decírselo yo cuando estemos de frente — dije, sinceramente.

—Comprendo.

Mis nervios iban en aumento, no puedo más con esta espera.

—¿Por qué no llega? — Pregunté al aire —. Iré a buscarla...

—Espera, Marcelo...

Cuando me disponía a hacerlo, Alicia y la mujer extraña llamada Francy, entran a este lugar.

Alicia, sonrió al verme en este estado.

No puedo creer que esa mujer me ponga de esta manera delante de los demás, pero para ser honesto, no me importa. Me voy a casar con ella, con la mujer que ha llegado a mi vida para complementarme

Alicia se acercó y dio un beso en mis mejillas, gesto que no me incomoda.

— Estas muy guapo — expresó, Alicia con una sonrisa.

—Estas como se lo ha recetado el doctor a Kei — lanzó,  Francy, haciendolos reír a todos.

Marcelo tenía un traje formal de color azul almirante, estaba muy elegante. Alicia le había colocado una flor de bolsillo en la chaqueta.

—¿Por qué no llega? — Pregunté, al borde del colapso —. ¿Estaba contigo, Francy? ¿Dónde está?

—Ya viene, Marcelinii — comenzó, Francy —. La deje en...

—Mejor voy a buscarla.


— Tranquilo, hijo — murmuró con una sonrisa genuina, al tiempo que trataba de detenerlo —. Ella ya está aquí y...

De pronto, una música comenzó a sonar y las puertas de la capilla se abren para dejar pasar a Keily, quien entra del brazo de Elvis, quien viene cantando "Can't help falling in love".

Nada en este mundo me había dado tanta paz como ver a mi niñita en este momento, caminar en mi dirección, estaba preciosa, ese vestido le quedaba fenomenal y su mejor adorno, era su sonrisa y esos ojos brillantes de la felicidad que sentía. Esa era ella, la mujer de mi vida.

No puedo evitar pensar lo mucho que mi vida a cambiado desde que me cruce aquella noche con ella.

Detallo cada parte de su andar, su sonrisa imborrable, ilumina cada rincón de esta capilla.

Su sonrisa hace mágico este lugar.

¡Santo Dios! Valió la pena todo lo que tuve que hacer para que ella estuviese conmigo y haría aún más si la recompensa es que ella esté a mi lado.

Me costo y mucho que Keily perdonara mi idiotez, casi la pierdo y, que todo esto esté ocurriendo, me parece mentira, aún no puedo procesar que estemos en esta posición, pero no tengo ninguna duda de que ella es la única mujer con quien haría esta aventura, la amo tanto y estoy seguro que, esta vez, el dios de nuestra historia nos está recompensando a ambos por todo y voy a aprovechar esta oportunidad.

No puedo despegar la mirada de mi preciosa niñita. Mía desde que nos vimos por primera vez, mía a partir de hoy y mía para siempre. Me aseguraré de que nada ni nadie, me aleje de ella.

En todo momento, sus ojos conectaron con los míos y no puedo evitar perderme en esa mirada que solo detalla el amor que al igual que yo, siente. Aún cuando sus ojos reflejan un poco de nostalgia, acompañada de la tonalidad de la melodía, la hacen ver angelical.

La melodía de Elvis Presley continúa, pero no pasa mucho tiempo cuando llega hasta mí, terminando con la misma.

— Buenas tardes —intercambiamos un apretón de manos.

— Buenas tardes — respondí, firme.

No supe nada más, lo único que podía ver era a la mujer que estaba tan cerca de mi. Cuando por fin tengo a Keily, en frente, extiendo mi mano, ella la toma y al estar mas cerca puedo ver sus preciosos ojos cristalizados.

Su tacto, de inmediato, hace que mi piel se erice, emitiendo señales de felicidad plena. No voy a negar que tengo miedo de que esto solo sea un sueño y que despertaré en cualquier momento, pero si es así, por favor, dios de nuestra historia, no me hagas despertar.

Mi preciosa pelinegra, me observa con cautela, detallando mis expresiones.

—¿Estas bien? — Preguntó, en un susurro.

Sonreí, complacido, nervioso.

— Estoy más que bien, mi cielo — respondí, observándola, tan bella y angelical —. Estas completamente preciosa, no hay palabras correctas que le haga justicia para describirte en estos momentos.

La veo ruborizarse y me enamoro más, estos son los momentos que hacen a Keily tan única y especial, los pequeños detalles que la hacen ser tan natural y transparente.

—Cielo...

—Te amo tanto, mi niñita.

Dije llevando mis nudillos a su mejilla y robándole un beso fugaz, pero es el juez quien nos hace salir de nuestra pequeña burbuja.

—Yo te a...

— Jóvenes, eso es para el final — Interrumpió, Elvis

Ambos nos disculpamos y nos colocamos frente a él ambos tomados de la mano, lo que me hace sentir en paz porque sé que no es un sueño y en verdad está pasando.

Hoy voy a hacer a la mujer que he elegido, mi esposa.

La pareja de enamorados que hoy había decidió unir sus vidas se veía tan feliz.

Ninguno de los dos imaginó que esto sucedería, ambos lo veían muy lejos.

Si un año atrás, le hubiesen preguntado a Marcelo, si pensaba casarse alguna vez, su respuesta hubiera impactado a varios, pero todo fue cambiando, su manera de pensar y de actuar después de conocer a la pelinegra que ahora se encontraba a su lado con una sonrisa radiante en su rostro.

Muchas barreras han caído, se han ido de su sistema, al igual que ese muro gigante que congelaba su corazón.

Los nervios estaban presentes en ambos novios, pero completamente seguros de lo que estaban haciendo.

El juez de peculiar traje, comenzó a cantar "Love Me Tender". Las bodas auspiciadas por Elvis son, en su mayoría, el sueño de muchos novios. Keily y Marcelo, no borran esa sonrisa que les dejaba saber a los presentes, lo feliz que se encontraban.

La canción va poco a poco disminuyendo el tono hasta que termina por completo y Elvis, comienza con la ceremonia.

—Señorita — llamó, Elvis, la atención de los novios —. Abrace el brazo del novio.

Keily, enlaza el brazo al de Marcelo con una sonrisa, Marcelo y Elvis, continúa:

— Estamos reunidos en este lugar para solidarizar el pacto matrimonial de este hombre y esta mujer que han decidido unir sus vidas. El matrimonio es un estado honroso, ha sido instituido para continuar la sagrada institución de la familia y también contribuye al bienestar de la sociedad, podemos decir que eso se atribuye a los valores que ambos poseen.

Las sonrisas estaban en todos los rostros, los acompañantes de los novios estaban igual de felices de presenciar la ceremonia y unión de Marcelo y Keily.

—Recuerden que los valores son como las huellas de los dedos. Nadie tiene los mismos, pero las dejas en todas las cosas que haces. Es por eso que hoy me complace ser parte de esta hermosa unión. ¡Felicidades!

El agarre de Keily, se intensificó en el brazo de su futuro esposo, sus nervios estaban a flor de piel.

— Marcelo — continuó, Elvis —. ¿Quieres prometer tomar a esta mujer, Keily, para vivir con ella conforme al estado del matrimonio?

—Si quiero — respondió, el aludido, con seguridad.

— Prometes amarla, honrarla, consolarla, respetarla y conservarla en el tiempo de abundancia y escasez, en tiempo de salud y enfermedad y prometes conservarte exclusivamente para ella mientras los dos estén vivos.

—Lo Prometo — volvió a confirmar, Marcelo, con una sonrisa, mirando a su novia, ella sonrió con tanta felicidad que era difícil no reír con ella.

—Keily — llamó, Elvis, su atención —. ¿Quieres prometer tomar a este hombre, Keily, para vivir con él conforme al Estado del matrimonio?

—Sí, quiero — respondió con una sonrisa de pura felicidad.

—Prometes amarlo, honrarlo, consolarlo, respetarlo y conservarlo en el tiempo de abundancia y escasez, en tiempo de salud y enfermedad, y prometes conservarte exclusivamente para él mientras los dos estén vivos.

— Lo Prometo —confirmó, la pelinegra, una vez más.

—Ahora, ambos se ponen de frente y se colocan los anillos mirándose directamente a los ojos. Repites después de mi Marcelo.

— Con este anillo me caso contigo, uniendo a ti mi corazón y mi vida. Prometo amarte, consolarte, respetarte y serte fiel — finalizó el juez.

—Con este anillo — inició, Marcelo con una sonrisa —, me caso contigo, uniendo a ti mi corazón y mi vida. Prometo amarte, consolarte, respetarte y serte fiel hasta que la muerte nos separe y si existe una vida después de la muerte allí te voy a encontrar para seguirte amando.

— Marcelo dale un beso al anillo por favor — pidió, Elvis con una sonrisa y lo hace —Keily, ahora tú mira a Marcelo a los ojos.

La pelinegra, mira a su cielo personalizado y todo se vuelve irreal, lo amaba tanto.

—Con este anillo — comenzó ella con los ojos brillantes y sin dejar de sonreír —, me caso contigo, uniendo a ti mi corazón y mi vida. Prometo amarte, consolarte, respetarte y serte fiel hasta que la muerte nos separé y si existe una vida después de esta, prometo encontrarte allí.

—Keily, dale un beso al anillo por favor — pidió, Elvis y lo hace con una gran sonrisa —. Sí que saben como emocionar a las personas.

Marcelo y Keily, sentían tanta felicidad en ese preciso momento que no podían creer lo que ahora estaba sucediendo.

—Marcelo, ¿Te gustaría decirle algo a esta mujer que tienes en frente?

—Si, claro — dijo, firme, mirando a Keily a los ojos.

—Este es el momento.

Respiró profundo, apretó las manos de su amada y comenzó:

—Mi amor, no llegas a imaginar la alegría inmensa que siento de compartir mi corazón con alguien como tú. Contigo todo es distinto, nada es igual y, por eso descubrí, que eres esa serendipia perfecta, el gran amor de mi vida. No podría si quiera a imaginar un solo día sin ti, eres lo más importante en mi vida y agradezco a Dios que estés junto a mi — Keily, lloraba de la alegría que sentía, sonreía ante las palabras del hombre que amaba —. Pido a ese mismo Dios, que nos mantenga unido por siempre en esta vida y, si hay una siguiente, de igual modo, pido que nos dé la oportunidad de estar juntos porque es tanto lo que siento por ti que, estoy seguro que te amaré hasta la eternidad.

Lágrimas inundaban las mejillas de la novia y de todos los presentes.

—Bien. Emotivas palabras a una novia — intervino, Elvis, miró a la pelinegra y continuó —. Keily, ¿Te gustaría decirle algo a este hombre que tienes en frente?

—Por supuesto — dijo, limpiando una lágrima.

— Es el momento, entonces — concedió, el juez.

—Cielo — comenzó, nerviosa y sus ojos aún cristalizados. Marcelo, soltó lentamente el aire que contenía para disipar los nervios que tenia, no resultó, pero la miró enamorado —. Te amo... ¿Sabes lo que significa eso? — el hombre trago saliva y sonrió, ella continuó —. Significa que te acepto tal cual eres, me encantas así tal cual, eres el amor de mi vida. Sin embargo, quiero que sigas creciendo, que conquistes tus sueños, quiero verte brillar todo el tiempo y estar ahí contigo en las buenas, pero también en las no tan buenas. Quiero ser tu compañera de viaje por siempre, quiero hacerte feliz, hacerte sonreír todos los días — el novio sonrió satisfecho y ella continuó —. Te respeto, te admiro y sobretodo, te amo por la gran persona que eres y voy a pedir todos los días a Dios para que nos mantenga unidos en esta y todas las vidas que hayan, porque no tengo intensiones de soltarte, mi amor.

Marcelo, con sus ojos cristalizados, dio un beso largo en el dorso de su novia.

Elvis, sonrió, satisfecho.

— Muy bien... — comenzó, el juez —. Ahora por parte de este hombre, Marcelo y, por parte de esta mujer, Keily. Han consentido ingresar en el estado de matrimonio y ahora yo los declaró esposo y esposa. Felicidades — declaró, firme y, los novios, sonrieron en plena felicidad. Elvis continuó mirando al rubio —. Ahora si, Marcelo, puedes besar a la novia.

Alicia, Francy y Andrés, aplaudieron ante la declaración del juez, los ya esposos también al tiempo que se acercaban lo suficiente para darse el tan esperado primer beso como marido y mujer.

Ambos se besaron con tanto sentimiento para luego proceder a abrazarse.

—Te amo, esposa mía — dijo, Marcelo mientras la abrazaba fuerte a Keily, quien le correspondía rodeando su cuello aún sosteniendo el buqué, echo por Francy.

A ella se le erizó la piel.

—Te amo, esposo mío — respondió ella, feliz, sacando una sonrisa al aludido.

Los demás se acercaron para felicitarlos con abrazos mientras que Elvis Presley, cantaba al tiempo que tocaba su guitarra.

Los novios comenzaron a bailar la música, pues es algo tradicional y los dos estaban muy felices como para no hacerlo.

Unos minutos más tarde, los recién casados, se dirigieron a la salida de la capilla con sus manos atadas y la música de El rey, resonando detrás de ellos. Luego, recibieron el documento pertinente que los acreditaba como marido y mujer.

—Esto fue hermoso, más que precioso como dice Marcelo — masculló, Francy, haciendo que todos la miren.

—¿Cómo sabes que digo eso? — Preguntó, extrañado, el rubio de ojos azules.

Francy, sonrió, pícara.

—Ella puede ver cosas que nosotros no, cielo — informó su esposa, sosteniendo el rostro de Marcelo para darle un corto beso en los labios.

El correspondió el beso, rodeándola por la cintura.

— Mmmm... —ronroneo, Marcelo, mirándola con el rostro libre de expresión.

— No hagas eso — murmuró, Keily, frunciendo un poco el ceño, él la miró con media sonrisa.

—¿Ya estas dándome ordenes, mi amor? — expresó, besándola nuevamente.

—Si... — respondió, entre besos mientras lo rodeaba por el cuello.

—¡Ay, pero lindos! — exclamó, Francy, feliz —. Amo esto, en verdad...

—¡Qué mujer tan rara! — masculló, el rubio para que solo Kei lo escuchara.

—Es una bella persona, Marcelo — lo reprendió, la pelinegra —, y no sé porque la siento tan familiar.

Marcelo, respiró profundo.

— Creo que estoy enloqueciendo por lo que voy a decirte, pero la primera impresión que me dio fue esa, sentí que la conocía.

Keily, sonrió bonito.

— Entonces, por algo debe de ser.

El rubio, sonrió.

—Tienes razón, mi cielo.

— Todo fue tan rápido que no organizamos nada para celebrar este momento — se acercó Andrés a los ahora esposos.

—Creo que podemos ir a un lugar muy especial que conozco — ofreció, Alicia —. Podemos comer algo, brindar y bailar, ¿Qué les parece?

Marcelo y Keily, se miraron.

—¿Qué opinas?

Ella sonrió.

—Ella mencionó comer y bailar, no puedo rechazar esa oferta, mi amor.

El rubio, sonrió mirando sus ojos con diversión.

—Además, quiero compartir con ellos la alegría que siento al haberme convertido en tu esposa.

El rubio sonrió ampliamente, sin cohibirse.

—Eres la señora Sandoval — dijo, orgulloso —. Yo soy el que no puede creer que seas mi esposa, que haya tenido el privilegio de que me hayas elegido.

—Pues créelo, mi amor.

Ambos sonrieron y se dieron un beso para luego irse a un restaurante, allí podían cenar, bailar. En este momento, todos se encontraban en una mesa, brindando por los recién casados.

—Que su unión permanezca por siempre — brindó, Andrés, levantando su copa.

—Que sean unos excelentes compañeros de viaje y que ambos se ayuden con el equipaje cuando sea necesario — deseó, Alicia.

—Ay, no... — comenzó, Francy, emocionada —. Nunca imaginé que tendría la oportunidad de presenciar este matrimonio — casi, lloriqueó de la alegría —. Voy a pedir encarecidamente a su Dios para que les permita ser felices, se lo merecen.

— Muchas gracias, Francy — manifestó, Keily, sonriente —. El buqué es el más hermoso que he visto, en verdad tienes un excelente don de la creatividad.

— No fue nada, niña, para mi ha sido un placer inmenso haber tenido la oportunidad, de verdad —expresó, feliz —. Deseo que todo sea felicidad a partir de ahora y recuerden, mis amores, que la misma trae consigo pruebas que deben superar, pero lo harán juntos porque se aman y con eso nadie puede.

Marcelo, dio un asentimiento en agradecimiento a la señora, aceptando sus palabras.

—Muchas gracias, Francy — dijo, el rubio —. Gracias a todos ustedes por ser partícipe de este momento en nuestras vidas.

— ¡Salud! — dijeron al unísono, chocando sus copas y tomando un sorbo.

Luego de haber cenado entre platicas y risas, Marcelo invitó a Keily a su primer baile en la pista. Había muchas personas que no conocían, pero estaban felices de estar juntos.

—Nunca imaginé estar así contigo, es decir, casada en estos momentos — expresó con una sonrisa mientras se movían al compás de la música —. Era lo que tenía más lejos, Marcelo.

Marcelo, suspiró con una sonrisa mientras bailaba.

—Pues yo sabia que en cualquier momento sucedería — se sinceró, el rubio —. Estaba convencido de que no te hubiese dejado ir tan fácil, incluso, había comprado ese anillo hace unos meses, pero...

— ¿Qué dijiste? — Preguntó, asombrada —. ¿Tenías el anillo hace muchos meses?

—Cuando Dorian fue por el anillo de Sinclair, yo también había elegido el que quería darte, solo que fui un poco cobarde para hablar contigo sobre ello.

A la pelinegra se le cristalizaron los ojos, al tiempo que detuvo el baile.

—¿Ya quería casarte conmigo desde entonces?

—Si, ahí fue que me di cuenta de cuanto deseaba eso contigo.

El nudo en la garganta de Keily, se intensificó.

— Eres un idiota, ¿Sabes? — lloriqueó, con la emoción a flor de piel —. Solo a ti se te ocurre decirme todo esto en menos de 24 horas, Marcelo, pero admito que soy muy feliz.

—¿Y tú? — Preguntó con una sonrisa —. ¿Alguna vez visualizast...?

—Todo el tiempo — fue interrumpido por su esposa y Marcelo, sonrió bonito —. Desde que me di cuenta que te amaba, vi un futuro juntos, solo que no me hice muchas ilusiones, pues no sabía si lograría enamorarte.

Marcelo, comenzó a moverse junto con Keily a través de la música.

—Es que me enamoré de ti, de tus ojos y la calidez de sonrisa el mismo día que te conocí.

—Pues yo me enamoré de tus ojos y no de ti — soltó, Keily, de repente haciéndolo reír. Ella levantó una de sus manos y la colocó en el pecho de Macelo para comenzar a descender lentamente — ¡Ah, si! — masculló de manera lenta y sensual —Y de tus abdominales, que ahora son solo para mi...

Marcelo, sintió su sangre circular rápidamente por las caricias de Keily.

Se miraron directamente a los ojos.

—Quiero hacerte mía ahora mismo — soltó, seriamente, haciendo que Keily se erizara.

Ella mordió su labio inferior y esa fue la señal que Marcelo necesitaba.

—Vámonos de aquí — dijo en un hilo de voz y sus mejillas coloradas —. Quiero que me hagas el amor por primera vez.

Marcelo arqueó una ceja acompañado de media sonrisa y ella hizo lo mismo.

—Pero te he hecho el amor muchas veces...

— Ah, ¿Si? — Preguntó pícara mientras le daba un beso y rodeaba su cuello —. Pero no siendo tu espesa, Marcelo Sandoval.

Marcelo, sonrió mientras la pegaba más a él.

—Demonios... Es algo que debemos enmendar de inmediatamente —masculló, extasiado.

—Debemos avisar a los...

—Claro que no — se apresuró, Marcelo, a decir. Miró a todos los lados —. Nos escaparemos y ahora es el momento.

La pelinegra sonrió ampliamente con sus mejillas aun coloradas.

— ¡Estas loco...!

—Solo estoy desesperado por hacerle el amor a mi mujer por primera vez luego de casados.

La pelinegra sonrió mientras era tomada de la mano para ser arrastrada sin ningún esfuerzo hacia la salida. Ambos lograron salir del lugar sin ser vistos, consiguieron un taxi y llegaron al ático que Marcelo había comprado recientemente.

Marcelo, abrió la puerta con urgencia y, después de entrar, besó a su mujer con fuerza haciendo que ella se caliente aún más.

Ambos entran al departamento sin mirar a ningún lado, besándose como hacia tiempo no lo hacían.

— Te quiero hacer mía desde hace mucho tiempo — dijo entre besos mientras tocaba a Keily, esta le desabrochaba la camisa con desesperación.

—Quiero que me hagas tuya con fuerza — pidió ella, al tiempo que hacía volar la camisa del rubio y admirando sus abdominales —. Quiero sentirte, esposo.

Marcelo, sonrió presuntuoso mientras quitaba con desesperación el vestido que cubría aquello que tanto anhelaba.

Se dirigieron a la habitación en donde no faltaron las rosas rojas en el trayecto, en la cama y de más. Las luces tenues de las velas iluminaban el aposento.

Como es tradición en todos los recién casados, el rubio, levanta a Keily para llevarla a la cama, ella ríe fuertemente y él hace lo mismo.

Después de que no quedara una sola prenda se vestir en sus cuerpos, Marcelo, penetró a Keily lentamente y ambos sintieron tanto que tuvieron a punto de llegar al clímax.

Keily, estaba sobre su marido, disfrutando de la sensación de sentirse llena. Comenzó a moverse en círculos, arriba y hacia abajo, ambos experimentaban sensaciones alucinantes.

De pronto, el hombre detuvo la cintura de la mujer.

—Si me muevo o te sigues moviendo de esa manera, voy a liberarme antes de tiempo — pronunció, Marcelo, con voz entrecortada.

Su pulso le temblaba, pues esperaba este momento con ansias.

Keily, no aguantaba más, quería más y retaba a su esposo porque ella sabía lo que quería hace mucho tiempo.

—Quiero mi orgasmo — masculló, en un hilo de voz, mientras trataba de moverse, sus ojos estaban cerrados —. No me prives de el, Marcelo... —pidió presa en sensaciones deliciosas —. Dámelo...

—No sabes lo malditamente preciosa que te ves montándome y pidiéndome lo que quieres — reveló, Marcelo, al tiempo que hacía presión en la cintura de Keily para que se moviera —. No sabes las veces que soñé contigo, haciéndote mía y tú adueñándote de lo que siempre a sido tuyo, mi amor.

—Me encanta esto — murmuró, mientras Marcelo tomaba un de sus senos con pasión —. Además, tenemos una noche entera para hacer el amor cuantas veces queramos. — susurró, mientras se movía más —. ¡Aaahh! Te amo...

Esa palabra fue suficiente para que los dos perdieran el control y buscaran aquello que tanto anhelaban. Unos segundos después ambos obtuvieron su liberación.

—Eres el amor de mi vida — masculló, Keily.

—Y tú el mío, mi cielo — respondió, Marcelo.

Los dos se besaron nuevamente y platicaron un poco. Sin embargo, no pasó mucho tiempo cuando volvieron a convertirse en uno. Las caricias calientes reinaban en aquel ático y los dos ahora esposos se entregaron el uno al otro con pasión, con amor.



♡ 🌟 ♡

🌟 NOTA DE LA AUTORA 🌟

Capitulo nuevo.

Espero y le haya gustado.

— ¿Quién imaginó que estos tortolitos terminarían casados en Las Vegas?

Cuéntame tus impresiones sobre el capítulo y tus teorías a futuro. Los leo...

🌟  Nota especial...🌟

Este capítulo está dedicado a frangil2425 que está cumpliendo un año más de vida.

Mi cariño, todas las cosas buenas habidas y por haber, las quiero para ti. Eres un ser humano muy especial para mi corazón y espero que todas tus peticiones sean escuchadas por papá Dios y que sean concedidas.

No se si recuerdas que te decía que había un spoiler que no quería darte porque quería leer tus impresiones y vualaaaaá... Este es el capítulo, espero haber llenado tus expectativas y que hayas disfrutado este pequeño regalo...

Gracias por darme tanto a pesar de las millas que nos separan.

Feliz cumpleaños, Francy ✨️ 🎂 💕 💖 😊

— Se les ama mucho con demasiado a todos mis lectores 💕 💖 💜 ❤️ ♥️

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