≪•◦ ❈. Capítulo 72. ❈ ◦•≫

Se supone que en este momento debería estar en un restaurante lleno de gente y conversando tranquilamente con un socio de True Style y constructora Sandoval, sin embargo, justo ahora, soy fiel testigo de una frase muy trillada que dice:

"La vida es muy corta y efímera. Hoy estamos aquí y mañana quien sabe".

No debí salir sola a caminar por las calles de Las Vegas, pues si no lo hubiera hecho, no me encontrara con el individuo que ahora está frente mí.

Nos encontramos en un restaurante que está vacío, es decir, no hay otras personas aquí, más que el idiota que tengo en frente, quien me mira de vez en cuando, ya que está muy ocupado dando vueltas de aquí para allá.

Haciendo nada.

No voy a negar que la decoración del lugar es preciosa, una de las mesas está perfectamente arreglada para dos personas, hay arreglos de rosas rojas que adornan la estancia en conjunto con luces pequeñas que iluminan de manera increíble este lugar.

No dejo de mirar a mi secuestrador, el cual, desde que llegamos aquí, no se ha atrevido a darme la cara.

—¿Qué es lo que quieres? — cuestioné con el ceño fruncido, al hombre vestido completamente de negro que se encuentra frente a mí—. ¿A qué me trajiste a este lugar?

Me encuentro de pie, cruzada de brazos y moviendo la pierna derecha de manera desesperada.

El muy desgraciado que lo tiene todo muy agraciado, no responde. Solo se limita a mirarme con esos benditos ojos que quisiera arrancar de una buena vez.

—Por más pasamontañas que uses, te reconocería, Marcelo Sandoval —ataqué, nuevamente.

El aludido sonrió debajo de la máscara al mismo tiempo que pellizca el puente de su nariz.

—¡No puedo creerlo! — exclamó en voz baja —. Actúe muy bien...

—¡Ah, claro! —ironicé —. Mereces un Oscar, grandísimo idiota, ¿Quién te crees que eres? ¿Christian Hogue?

No tuvo más remedio que quitarse el pasamontaña y, en el trayecto, su pelo quedó totalmente desordenado dándole una apariencia ridículamente tan varonil que me cuesta creer que sea real.

—Tú sabes cuales son las consecuencias de llamarme así, ¿Verdad? — soltó, sonriendo.

Mi corazón latió fuerte y hago caso omiso a sus indirectas.

— ¿Qué es lo que quieres de mí?

Soltó un suspiro profundo.

—Quiero que hablemos de una buena vez, Keily —informó, seriamente.

—Pues yo no quiero hablar — dije, tajante —. Además, ahora tengo una cena a la cual asistir y no es contigo.

Su mirada se endureció.

—No me hables de ese tipo, Keily Andersson.

Aun con los brazos cruzados, lo miré directamente a los ojos. Lo estoy retando.

—¿Por qué? — Pregunté con altivez.

Apretó su mandíbula, frustrado.

— Tú sabes por qué.

En sus ojos veo ese fuego que lo corroe cada vez que está celoso y no se imaginan la satisfacción que me da.

—¿Estás celoso?

—Estoy de la misma manera que tú cuando escuchaste que me iba a ver con alguien más que no eras tú.

Estoy indignada, ¿Cómo se atreve a mencionar esa chica?

—Yo no sentí celos — repliqué de inmediato.

— Oh, sí lo sentiste, preciosa.

Mientras hablaba, se acercaba de manera sigilosa hacia a mí. Mi sonrisa fue disminuyendo poco a poco, pero eso no impidió que le diera una mirada fulminante.

—¿Qué... qué haces? No te acerques más — avisé, en guardia, por su cercanía. Hace caso omiso y continuó a paso lento con una sonrisa maliciosa —. Detente Sandoval, ni un paso más.

Advertí, señalándolo con mi dedo índice.

Este se detuvo a sólo centímetros de mí, pero no se inmutó. Me observó serio, no obstante, este gesto estaba acompañado con un toque de picardía y una determinación voraz en sus ojos. Mi corazón latía violentamente, imaginando sus intenciones.

Me quedo quieta, no quiero que se note ni un poquito lo nerviosa que estoy a causa de su presencia y todas las emociones que este hombre causa en mí.

Tragué saliva.

—Déjame ir — pedí, entre dientes y una leve desesperación en mi voz—. O sino...

—¿O sino qué, mi cielo? — Sin verlo venir, se acercó rápidamente y, antes de que pudiera reaccionar, sus brazos rodearon mi cintura en una posición que nos permitía disfrutar de la conexión de nuestras miradas —. No me asustas ni un poquito Keily Elizabeth...

Me observó seriamente y un rastro de picardía se posó en su voz.

Mirarlo tan de cerca y sentir su respiración mezclándose con la mía es algo inverosímil, no puedo creer lo que me hace sentir después de tanto tiempo.

No cabe duda de que lo amo con todas mis fuerzas y por eso nunca desistí al momento de luchar por él, porque es tanto lo que siento, son tan grandes mis sentimientos que entiendo perfectamente porque es mi dolor, porque me lastimó tanto.

Nuestras miradas enlazadas decían tanto que no pude con el peso de sus ojos sobre los míos, mi corazón adolorido me pasó factura y un nudo se formó en mi garganta al recordar los últimos acontecimientos. Retiré mi mirada cristalizada de la suya, tenía tantos deseos de llorar.

—Te pido que me sueltes, por favor — logré decir, en un susurro, tratando de removerme sin éxito —. Quiero irme.

Su cuerpo se tensóa ante mi pedido.

—Mi cielo... — comenzó, su preocupación era palpable en su voz — No me pidas eso, por favor, debemos hablar y no es negociable.

Levanté la mirada de golpe y pude ver que hoy sus hermosos ojos azules, son más grises, como si estuvieran atravesando una gran tormenta. Está dolido.

Pero no puedo.

—No quiero — mascullé, mientras una lágrima traicionera bajó por mis mejillas.

Su rostro reflejó tanta tristeza al verme así que lo sentí en mi pecho. Marcelo también sufre con todo esto y el dolor se hace más intenso.

—No llores, por favor. No llores — pidió, afligido mientras unía su frente a la mía —. Esto es algo que me rebasa y no puedo, Kei. Me odio a mí mismo por ser el causante de tus lágrimas, por herirte.

Su agonía era grande y no pude evitar llorar más fuerte. Pues, me duele tanto todo esto y siento que me he quedado sin fuerzas para seguir luchando.

Ya no puedo más.

Lágrimas incesantes bajaban por mi rostro, mientras sollozos salen sin control, ya no puedo más. Me siento tan cansada de huir, de correr cada vez que lo tengo cerca, sin embargo, es inevitable. Es tanto lo que ha pasado que es justo que este prevenida y que mi muralla de protección este tan alta.

—Quiero que... — sollocé.

—Escúchame — su voz salió en un hilo, estaba preocupado, dolido. Acunó mi rostro entre sus manos mientras que yo no paraba de llorar —. Voy a respetar cualquier decisión que tomes, pero antes debes dejarme hablar.

—¡Es que no entiendes que no quiero que me lastimes más! — dije con desesperación mientras más sollozos salían de mi —. ¡No quiero...!

—Keily...

Mirar el mar que ahora mismo se encontraba en sus ojos, me ha dejado sin palabras. Su mirada cristalizada ha sucumbido mi alma.

—Por favor — volvió a pedir y, a pesar de estar tan enojada y con mi corazón hecho pedazos, lo amaba y no pude ser capaz de negarme. Su dolor también era el mío.

Quiero que estemos en paz y que pase lo que tenga que pasar de ahora en adelante.

Tragué saliva y di un asentimiento.

—Vamos a terminar con esto de una buena vez — pedí, abatida.

Soltó la respiración que, al parecer, tenía contenida hacía tiempo.

Volvió a descansar su frente con la mía por algunos segundos.

—Gracias, gracias — dijo, aliviado —. Prometo que no te arrepentirás.

Unos segundos después, se separó de mí y tomó mi mano para dirigirnos hacia una de las mesas, tomé asiento en una de las sillas y él arrastró una para quedar frente a mí.

Soltó un suspiro profundo mientras tomaba mis manos entre las suyas. Nunca dejé de observarlo, puedo jurar que estaba nervioso y para tranquilizarlo, di un apretón en sus manos.

— Tranquilo — susurré —. Voy a escucharte decir todo lo que tengas para decirme.

Una leve sonrisa salió de sus labios y le correspondí el gesto.

Respiró profundo, tragó saliva y, sin perder tiempo, comenzó a hablar:

—Desde que tengo uso de razón he sido un idiota y, desde que te conocí, he tratado de no serlo, pero, lamentablemente, no funcionó — cada palabra la dice seriamente y perforando mis ojos con su cielo azul —. Te lastimé y es algo que no podré perdonarme, ya que tú eres la persona más importante en mi vida, Keily.

Mi corazón se detuvo ante sus palabras, traté de hablar, pero me detuvo.

— Déjame continuar, por favor — pidió, seriamente —. Sabes que crecí en una familia que le acogió desde pequeño, pero antes tenía la familia más amorosa del mundo, Keily. Mi madre, se llamaba Amanda, cómo pudiste ver las fotografías en casa, era preciosa y tenía una sonrisa encantadora — al hablar, le brillaban los ojos y me calentó el corazón. Sonreí de boca cerrada y lo animé a continuar —. Me cantaba y leía cuentos a la hora de dormir y a cada instante, me recordaba lo mucho que me amaba. Mi padre era igual, solo que viajaba mucho y no pasaba tanto tiempo con nosotros. Sin embargo, el tiempo que estaba presente jugaba conmigo y demostraba tanto amor a mi madre y a mí que era imposible no sonreír todo el tiempo.

Soltó un suspiro profundo para tranquilizarse, estaba nervioso. Me miró y continuó, solo me limité a escuchar todo aquello que quería decirme.

— Era imposible para mi asimilar que esas dos personas ya no existían, Keily. Cuando meses después de la muerte de mis padres, la familia Sandoval, fue por mí a la casa hogar, estaba rodeado de gente, pero me sentía más solo que nunca y, a pesar de que ellos luchaban por hacerme sonreír por su buen trato, no eran mis padres, no me decían que me amaban, no me cantaban y leían historias como lo hacía mi mamá a la hora de dormir.

Ahora su mirada se encontraba perdida, le dolía hablar de esto, volví a apretar su mano. Me duele que haya pasado por tanto desde pequeño.

No pude evitar derramar unas lágrimas por lo triste que fue ese momento para él.

— Crecí sin escuchar esas palabras y cuando tuve varias relaciones con distintas mujeres, no me molesté en manifestar mis sentimientos. Me enfocaba en demostrar y no en hablar — respiro profundo, como si le costara continuar —. Hace unos años atrás, me enamoré de Mónica, ella era encantadora y supo cómo conquistarme. Me buscaba y compartíamos tiempo juntos, pero nunca, ninguno de los dos, nos atrevimos a decir lo que sentíamos.

—No tienes que hablar...

—Quiero hacerlo — me interrumpió. No sé porque intervine, porque en verdad si quiero saber todo —. Cuando me animé a decírselo, salió huyendo y me dijo que debía de guardarlo, que las demostraciones de afecto no se hicieron para ella y que eso solamente nos hacían ver débiles ante los demás.

¿Cómo un sentimiento tan profundo y bonito como lo es el amor y las demostraciones de afecto pueden ser vistas como debilidades?

A decir verdad, el amor es un sentimiento genuino, bonito y que tiende a darnos felicidad al ser correspondidos, pero también lastima y daña.

Marcelo, me miró intensamente y pasó saliva antes de continuar:

—Ese mismo día se enteró yo no era un Sandoval por genética, sino por adopción y se enojó tanto que me gritó y culpó de haberla engañado, que ella no podía mezclarse con un hijo de nadie, un bastardo como yo.

No puedo creer que aún haya personas que piensan de esa manera.

—¿Pero eso que tiene que ver? — Pregunté en un susurro, confundida —. Amar a una persona no implica esas cosas, nada de eso importa.

Sonrió con amargura.

— A ella y su familia, si — respondió él —. Después de eso, inicié una investigación sobre ella y su familia. Me enteré de que sostenía una relación con alguien más cuando inició a salir conmigo y que solo se acercó a mi porque necesitaba más rating en su programa de televisión. Yo era el empresario del momento y todos los noticiarios empezaron a hablar de mí y mis logros. Era la presa perfecta y ella me necesitaba, pues su familia no estaba atravesando un buen momento en cuanto a su economía.

¿Qué...? No puedo creer que mi rubio haya pasado por todo esto.

Me duele.

— Cuando se sintió descubierta y supuestamente traicionada por mí por no haberle hablado de mis orígenes, busco a Diego, era la otra opción del momento, era el posible heredero de la familia Sandoval — una sonrisa sarcástica salió de él —. No estuvo tranquila hasta que lo sedujo, estuvieron juntos una noche, los dos estaban muy tomados, y yo los encontré en el departamento que nos veíamos de cuando en vez.

Estoy sin palabras ante todo lo que me cuesta. Mónica, hizo tantas estupideces y todo por mantener una posición económica. Mónica y Diego, estuvieron juntos, ahora entiendo que muchas cosas sucedieron para que la relación entre los hermanos estuviera tan deteriorada.

— Siento muchísimo todo lo que tuviste que pasar. Debió ser muy duro para ti darte cuenta de eso, de sus mentiras.

—Fue doloroso, si — dijo seriamente —. Toda ella fue una mentira.

—¿Qué hizo ella después? ¿No te volvió a buscar más? ¿No te explicó nada?

Sonrió de boca cerrada. Gesto que amo en él.

—Me buscó dos semanas después, me pidió perdón y trató de justificarse, pero ya era tarde. No quería nada con una mujer que era capaz de engañar a su antojo a la persona que decía amar.

— ¿Por todo esto te cerraste a tal punto que no hablabas de tus sentimientos? — Pregunté, con el corazón latiendo rápido.

— No soy bueno con las palabras o al menos, no había sentido tanto para querer decir o expresarme, creí que con demostrarlo era suficiente y, siendo honesto, creo que tanto mi familia y ella sembraron en mi mente que decir esa palabra hacia huir a las personas, así que, me convencí a mí mismo que no las diría más — dijo con una pequeña sonrisa —. Nunca había tenido la necesidad, hasta que llegaste tú a mi vida.

Eso me hace mirarlo con más ahínco.

— ¿Yo?

— Si, tú — respondió —. No voy a negar que todo eso ha incidido a que me comporte como un idiota, pero cuando empezamos a tratarnos, mis pensamientos y emociones cambiaron, todo giraba en torno a ti y por eso me odiaba — escucharlo hablar de mi es extraño, pero siento que muros cayéndose y es agradable —. No solo por lo que sentía, sino porque sabía que, si te lastimaba, no iba a perdonármelo, Keily.

—¿Por qué? — Pregunté

— Me enamoré de tu sonrisa, de tus ojos transparentes y tu forma ser —respondió con calma, haciendo que mi corazón colapse —. Es por ello que me acerqué a ti y traté de hacerte saber mis sentimientos con hechos, pero eso no evitó que en el camino también te lastimara.

Estas palabras las dice con seguridad, pero con un rastro melancólico en ellas.

Mis emociones están todas disparadas y no puedo creer que mi rubio idiota me esté hablando de lo que siente.

—Quiero de...

— Permíteme continuar — pidió, mientras colocaba su dedo índice en mis labios —. Y respondiendo a la pregunta que me hiciste en aquel álbum; por ti siento de todo, Keily y junto a ti soy el hombre más feliz del mundo.

¡Dios mío! Este rubio me quiere, tiene sentimientos por mí. Eso me hace muy feliz.

Mis pensamientos van a toda velocidad, recordando todo aquello que vivimos juntos. Fui tan feliz a su lado, si me demostró fue sentimientos y nunca lo he negado, sin embargo...

Dios... Dios...

Por mi siente de todo, pero, a pesar de haber roto con su ex, tenía recuerdos con ella, tenía sus anillos y fotografías. ¿Aún sentía algo por ella?

Me siento confundida y en momento de desespero, me puse de pie, soltando sus manos y le di la espalda.

—No entiendo nada — logré decir —. Sientes algo por mí, pero eso no fue suficiente para que confiaras en mí y me mandaste a investigar y, además...

Sonrió.

—Sé que debes estar muy confundida por lo que viste en casa, pero es algo que tiene explicación.

Lo miré directamente a los ojos y la seriedad de su rostro me decía que lo que diría a continuación, no me iba a gustar.

—Pues hazlo. Explícame.

— Lo primero que debes saber es que la investigación que viste sobre ti es cierta — mi corazón cae a los pies de golpe y él se da cuenta, por eso continúa su explicación con rapidez —. El único detalle es que no tiene la fecha real en que fue realizada — fruncí el ceño, confundida —. Yo era muy meticuloso, Kei, si iba a estar con una mujer, debía saber quién era y cuando tú y yo nos vimos por primera vez y tuvimos juntos, nunca usé protección, no sabía si te había dejado embarazada o tú te aprovecharías de eso — lo miré fulminante y él sonrió —. En mi defensa, no te conocía.

Este idiota. ¿Cómo se atreve? Sin embargo, es algo que haría una persona meticulosa como él.

—En verdad, te entiendo — dije, comprensiva, pues nosotros tuvimos juntos sin conocernos —. Pero lo que no entiendo es que la investigación que vi tenia fecha de unos tres meses atrás.

Soltó un suspiro profundo.

—Así es, pero entenderás al final de nuestra platica.

Lo miré y juraría que con tal gesto hago millones de preguntas.

—Continúa — pedí.

—Yo no tenía guardado ningún recuerdo de Mónica ni de nadie más en casa, Keily — dijo, seriamente —. Recuerdo que me deshice de todo eso a los pocos días de muestro rompimiento.

—¿Qué? ¿Entonces? — mis pensamientos iban a toda velocidad —. ¿Por qué estaban ahí, la foto, anillos...?

—Alguien los puso ahí — manifestó con gesto pétreo —. Sabía que tú los verías y los colocó en un lugar que pudieses encontrarlo.

Mis emociones estaban revueltas, no podía creer todo lo que Marcelo me estaba diciendo, pero sabía a la perfección de que no me estaba mintiendo.

Pasé mis manos desesperadamente por mi rostro.

— ¿Quién podía atreverse a colocar eso ahí? ¿Acaso alguien entró a casa y los puso sin que nadie se diera cuenta?

—Mirian y Mónica, se conocen desde hace años atrás, fueron muy amigas en aquella época y, al parecer, la primera ayudó a su amiga a colocar evidencias falsas para dañar lo que teníamos.

Por más que lo intente, no puedo dar cabida a todo esto. Estoy pasmada en mi lugar. ¿Mi amiga Mirian fue capaz de hacer eso?

—Debes estar equivocado, Marcelo, ella no sería capaz.

—Tenemos pruebas, Keily.

Por más vueltas que le doy al asunto no puedo imaginar quien más podría haber puesto esas cosas en nuestra habitación. No puedo creer que haya sido tan ciega todo este tiempo.

Ahora todo tiene sentido.

—Mirian puso todo aquello allí — dije más para mí que para Marcelo —. ¿Cómo fue capaz de tal cosa?

Estaba indignada. Le brindé mi amistad sincera y mira lo que hizo.

—No sé qué la llevó a eso, pero si fue ella, está comprobado.

Lo miré con mis ojos cristalizados, estaba tan enojada, pero más que eso gobernaba la tristeza al enterarme de todo esto.

Fui tan estúpida.

—¿La enfrentaste? — Pregunté con rapidez, estaba decepcionada —. ¿Qué razones te dio para defraudar no solo mi confianza sino la tuya, es decir, es tu casa, tu espacio y ella...

— No le he dicho nada — respondió con los dientes apretados. Marcelo esta igual de dolido por esta situación.

— ¿Pero por qué no lo has hecho, Marcelo? — cuestioné, indignada y dolida.

— Porque quiero que estés presente cuando la cuestione. Quiero ver su reacción y su cara cuando ambos la pongamos al descubierto — todo esto lo dijo rabia e impotencia y no era para menos —. Quiero que lo hagamos juntos.

Tragué saliva.

—No veo para qué — dije a la defensiva, cruzándome de brazos y dándole la espalda.

Estaba nerviosa.

Sentí sus pasos detrás de mí, mientras se acercaba. Tomó mi brazo de manera delicada haciéndome girar y que nuestras miradas coincidieran.

— Lo que ocurrió antes nos ha afectado a los dos — masculló suavemente, no quiero demostrarle lo mucho que me hace sentir, pero no pienso ceder —. Sé que estas a la defensiva y lo entiendo porque te dije palabras muy feas que te dolieron, pero que en verdad no sentía, Keily.

No pude evitarlo, se me cristalizaron los ojos al recordar sus crudas palabras.

— Fue un golpe muy duro, Marcelo — mascullé con amargura y un nudo en la garganta —. Me sentí tan mal.

Él tragó saliva.

—Mi mayor miedo era ese, mi cielo — habló en un susurro mientras tomaba mis manos entre las suyas y las apretaba con delicadeza —. Todos los días luchaba con ese demonio, pero lamentablemente, no logré mi objetivo. Te pido perdón por haberte hecho daño y no darte el lugar que mereces. Te pido perdón por dejar que mis miedos cubrieran mis emociones y me permitieran estar a la defensiva contigo cuando lo único que hacías era hacerme feliz.

Mi corazón late fuerte y contundente, quiero abrazarlo, besarlo y decirle que sí. Quiero decirle que no hay nada que perdonar, que lo amo más que a nada, pero tengo miedo. Sin embargo, tampoco soy capaz de dejarlo en esta agonía tan profunda y si necesita perdón, se lo daré.

Sus manos cubrían las mías y, en un acto reflejo, moví las mías para ahora ser yo quien cubra las suyas. Tragué saliva y lo miré a los ojos.

—Te perdono, Marcelo — dije, en un susurro, sinceramente. Su rostro se mantenía serio y sin ningún tipo de expresión. Intuía que tenía algo más que decir —. En verdad, lo hago, pero eso no significa que volvamos a estar juntos.

La tristeza gobernaba en sus preciosos ojos azules, mi corazón se sentía roto al haber pronunciado aquellas palabras.

Un nudo se formó en mi garganta.

Separé mis manos de las suyas y di la espalda para comenzar a caminar hacia la salida, sin embargo, antes de dar tres pasos, lo escuché decir:

— También te pido perdón por no tener la valentía de responderte aquel día — me detuve y quedé quieta. Giré lentamente hasta quedar frente a él. Sé de qué me habla y todas mis emociones tiemblan ante sus palabras, pues un lío de sentimientos encontrados me gobierna y duele —. En mi defensa, había recibido tres golpes el mismo día y dos de ellos te involucraban — soltó con calma, mientras me miraba —. Ya no es un secreto para nadie lo importante que eres para mí y todo lo que concierne a ti, me afecta. No es una excusa, pero te aseguro que el cobarde de Marcelo Sandoval, tuvo terror al responderte.

Comienza acercarse lentamente. Lo miré confundida, comenzando a retroceder.

Necesito huir.

—¿A qué te refieres? — dije retrocediendo con dirección a la salida.

Sonrió de boca cerrada, sin detenerse

— A eso — masculló suavemente un león asechando su presa y sin despegar su mirada de la mía —. A qué yo también te amo, Keily Andersson.

Me detuve al escucharlo.

¿Me ama? ¿Eso fue lo que escuché?

—¿Qué...?

—Que te amo, niñita — volvió a decir, terminando con todo el espacio que había entre nosotros y rodeando mi cintura con sus fuertes brazos —. Y qué no soy capaz de dejarte ir. De este espacio no saldremos más que de la mano y con una eminente reconciliación.

Siento su corazón marchar con rapidez, el mío esta igual. Mis piernas y todas mis extremidades temblaban con cada una de sus palabras. Marcelo Sandoval, nunca había sido tan expresivo.

Me ha dicho que me ama. Estoy tan alta en las nubes que no he logrado reaccionar.

—¿Por qué? — Pregunté sin saber que era lo que quería saber. No estoy razonando.

Él parece darse cuenta y sonrió mirando mi rostro. Uno de sus brazos queda rodeando mi cintura y el otro va a mi rostro.

— Solo soy ese hombre que no supo cómo decirte lo mucho que te ama —masculló suavemente, mientras nos mirábamos —. Pero también soy este hombre que ves frente a ti, que hará lo que este en sus manos para que estemos juntos.

—Pero — estaba tan feliz y confundida. Marcelo me ama y ahora no sé cómo responder —. ¿Por qué yo? ¿Me amas a mí?

Sonrió al ver que estaba hablando sin parar.

—Porque si te comparo con las maravillas del mundo y con todo lo que he conocido y vivido, tú sonrisa brilla más, no hay nada que la iguale— murmuró con seguridad, mi corazón luchaba por salirse de mi pecho —, tu mirada no tiene punto de comparación, tus ojos me tienen esclavizado ante ti, mi amor, desde el primer día en que nos vimos.

Sus ojos azules tenían un brillo especial.

Me sentía como si estuviera flotando. Como si estuviera en el espacio exterior. Marcelo, continuó:

— En este mundo no hay nada que iguale lo que tú me haces sentir. El roce de tu piel, tu mirada, tu calidez, hacen que luche por ti. Me moriría si no intento que me perdones una vez más.

Un nudo de felicidad se posa en mi estómago. Este hombre es tan romántico.

—¿Solo por eso? — indagué en un susurro, dejándome mimar.

— Porque tú y yo nos amamos — respondió pasando sus nudillos por mis mejillas —. Y creo que, en este caso, el amor es una razón para olvidar todo y perdonar, empezar de nuevo. Tú me amas y yo a ti, no hay necesidad de aplazar lo inevitable.

—¿Qué es lo inevitable?

Miró mis ojos con determinación y fiereza.

— Nunca voy a rendirme contigo — dijo, perforando mi alma entera —. Voy a ser lo que sea para que estemos juntos, quiero demostrarte día tras día lo mucho que te amo y estoy seguro que, ojalá sea dentro de cincuenta años; por mi insistencia y persistencia, estaré detrás de ti para que me perdones, me darás la oportunidad de hacerte feliz. Así que, no hay que aplazar lo inevitable, mi cielo.

Sus palabras me sacan una sonrisa nerviosa, pues ha logrado bajar mis defensas.

—Eres un idiota.

Sonrió.

—Tú idiota, mi amor — dijo, mirándome con devoción y no pude evitar sonreír más —. Aunque me digas que "no" mil veces, siempre habrá un motivo para intentar conquistarte por última vez.

Dios... en este momento siento tanto que no sabría cómo explicarlo.

—¿Me amas? — Pregunté con mi corazón dislocado y ansioso por escucharlo una vez más.

Su mirada nunca abandonó la mía.

— Creo que la palabra amor se queda corta ante lo que siento por ti, mi cielo — soltó un suspiro profundo para continuar —. Te amo muchísimo.

Rodeé su cuello con mis brazos, nunca dejé de sonreír, perdida ante él. Roce mi nariz con la suya, este momento sabe a libertad.

Me rindo.

—Bésame —pedí.

Sonrió satisfecho, podría decir que feliz, como si le hubieran devuelto el motivo ideal para sonreír. No dudó en cumplir mi petición. Este beso fue tierno, lleno de emociones y sentimientos, en él transmitimos nuestros sentimientos.

—Te amo, Keily — dijo, entre besos.

Sentía como sus extremidades temblaban. Mi piel estaba erizada ante su toque, lo extrañaba tanto.

—Te amo, Marcelo — respondí del mismo modo con una gran sonrisa que él correspondió.

Nuevamente, sus labios invadieron mi boca con fiereza, con autoridad mientras miles de emociones se desataban entre nosotros.

Sus labios se mueven con rapidez, la desesperación y el deseo que nos gobierna es descomunal, pues ambos esperábamos esto. Lo besé de la misma manera que él lo hacía, con fuerza, con ansiedad.

El beso fue disminuyendo la intensidad. Debíamos calmarnos, estábamos en un restaurante, aunque no había nadie que nos viera.

—Vamos a cenar — anunció, el rubio, con una sonrisa —. De seguir de esta manera, no podremos controlarnos por mucho tiempo.

Mis mejillas estaban sonrojadas al máximo esplendor y sonreí, porque es cierto.

Tomó mi mano y me invitó a sentar en la mesa que estaba debidamente preparada desde el principio. Él se sienta en la silla que está frente a mí, nunca borra su sonrisa de boca cerrada. Hace una señal y unas personas salen a servir un poco de vino y unos músicos, que no sabía que estaban aquí, comienzan a entonar una canción romántica, la reconozco es "Mi alma gemela" de Tercer cielo.

https://youtu.be/gbGYsU3inbM


Marcelo, no apartaba la mirada de la mía, mientras tomaba su copa de vino. Decía tantas cosas con esos preciosos ojos azules y acompañado de esa canción que estoy segura que ha elegido para nosotros esta noche.

—Eres la mujer más preciosa que existe en este mundo y el universo con todos sus alrededores, Keily.

Mis mejillas se calentaron y tomé un sorbo de mi copa para disimularlo.

—Tú también eres un poco guapo, si... — solté, de repente, divertida.

Él entrecerró sus ojos con un atisbo de diversión en ellos.

— Es que tu belleza opaca la de cualquier ser humano, preciosa.

Tragué saliva y una sonrisa gigante se forma en mis labios. Me extraña tanto escucharlo ser tan expresivo, pero sin duda alguna me encanta.

—Muchas veces te he dicho que eres un romántico, Marcelo Sandoval —dije, tomando otro sorbo de mi copa, me siento tan feliz.

—Y, en aquel entonces, te respondía que no sabía lo que era eso, pues ahora es de echarle la culpa a cierta señorita que se ha metido aquí — señala su pecho —. Me hace hacer y decir cosas que jamás pensé decir.

—¿Cómo cuáles? — Pregunté con una sonrisa.

—Ven aquí y te las digo al oído —masculló suavemente, señalando su regazo.

Sonreí ampliamente mientras me ponía de pie e ir a sentarme en mi lugar favorito, sus piernas. No sabía que había extrañado tanto estas pequeñas cosas con él hasta que la estoy volviendo a experimentar. Me acomodo bien, me senté de una manera que pueda visualizar su rostro.

—¿Y bien? — Pregunté, feliz, rodeándolo por el cuello.

Sonrió.

— Te amo — susurró y mi piel completa se erizó —. Y no quiero volver a experimentar lo que es estar sin ti nunca más.

Coloqué una de mis manos en sus mejillas y miré mi cielo personalizado que estaban más brillantes que nunca esta noche.

—Yo también te amo — dije, suavemente —. Y tampoco tengo la intención de volver a experimentar lo que es estar sin ti, cielo.

Sonrió, para luego besarme con firmeza. Estar con Marcelo es algo que no puedo explicar, me hace tan feliz. Nos separamos cuando pesamos que era suficiente. Nos pusimos a cenar, nunca bajé de sus piernas. Me encantaba estar de esta manera con él.

Luego de cenar, ya era tarde en la madrugada, pero aun así eso no nos impidió salir a caminar por las calles de Las Vegas.

En esta ciudad, la gente no duerme.

—¿Estás segura de que no quieres quedarte en mi departamento — cuestionó, mi secuestrador con una sonrisa gigante en el rostro —. Son las cinco de la mañana y me vas a dejar solito.

Sonreí ampliamente, mientras caminábamos.

—¿Segura, segura? No estoy, así que ya no preguntes.

— Más a mí favor — soltó, mientras tiró de mi para enredar sus brazos a mi alrededor, nuestros rostros están muy cerca —. Quiero que estés conmigo todo el tiempo. Así que no voy a dejarte ir así.

Sonreí.

— Esta bien, pero...

—No haremos nada — terminó de decir por mí —. Llevaremos las cosas con calma, si es que así lo quieres, mi cielo. Solo dormiremos abrazados.

— ¡Huh! ¡Cómo si fuera tan fácil! — ironicé haciéndolo reír —. Además, tengo una reunión con Alicia a primera hora y es en el hotel. Solo dormiremos tres horas, Marcelo.

—Prometo llevarte temprano — propuso. No da su brazo a torcer —. Yo también debo estar en la constructora a primera hora.

Doy un beso en su mandíbula y él da uno en mi nariz. En verdad quiero ir con calma, quiero que disfrutemos de esos pequeños momentos sin tener que involucrar el sexo, aunque no será sencillo, lo amo y deseo de igual magnitud.

Quiero que entre nosotros no haya ni una sola laguna.

— Aún debes aclararme algunas cosas, Marcelo Sandoval — dije, recordando algunas cosas que me dijo hace unas horas en aquel restaurante —. Sobre lo que pasó aquel día que nos distanciamos.

Él soltó un suspiro profundo.

—Cada vez que recuerdo eso me quiero golpear a mí mismo — dijo, con amargura.

— No lo dije para que te sientas mal — masculle, poniéndome de puntitas para dar un beso en su nariz. Mis brazos están rodeado su torso —. Solo quiero que todo quede claro entre nosotros y no haya ninguna duda.

Sonrió.

— Lo sé, mi cielo — dio un beso fugaz en los labios —. Prometo que voy a decirte todo, aunque yo no tengo dudas de nada.

Sonreí.

— Ahora vamos. Quiero conocer tu departamento y ver la guarida de mi secuestrador.

Ambos sonreímos.

—Será usted mi víctima de esta madrugada, señorita Andersson.

— ¡Oh! — exclamé con voz fingida —. Solo por esta madrugada, que afortunada soy.

Eso lo hizo sonreír, es lo que más ha hecho en este tiempo.

—¡Demonios! — masculló —. Me he equivocado. Serás mi víctima una vida entera.

Sonreí ampliamente.

Volvió a besarme con ímpetu y desesperación haciendo que mi interior se convierta en un zoológico de animales salvajes. Sé que él está igual que yo, lo dice su manera de abrazarme, besarme y los latidos fuertes de su corazón.

— Es mejor que nos vayamos, antes de que esto se salga de control — masculló, entre besos, haciéndome reír.

—Vámonos ya. Tengo mucho sueño.

Dio un asentimiento y salimos en busca de un taxi que nos llevara al departamento. Estuve a punto de quedarme dormida, pero justo ahí, llegamos al gran edificio que parece de ensueños.

Lo único fue que no pudimos entrar al departamento del don idiota, pues había dejado las llaves en la habitación del hotel donde estamos todos y no quedó de otra que ir allá y terminar de amanecer ahí.

Me quedé en su habitación y como lo prometió, solo dormimos abrazados, bueno, yo sobre él. Lo extrañé tanto que no creo pasar día más sin él. Fue difícil no desatar nuestra pasión en ese espacio, pues la atracción que sentimos fue inminente todo este tiempo.

—Te amo — lo escuché mascullar en mi oído cuando estaba a punto de quedarme dormida.

Aun no me acostumbro a sus palabras, pero cada vez que lo dice, me hace la mujer más feliz del mundo.

— Yo también te amo, cielo.

Fue lo último que dije antes de quedarme dormida.

Me fui despertando poco a poco con las suaves caricias que Marcelo hacía en mi cuero cabelludo. No podía abrir los ojos, tenía mucho sueño.

— Es hora de levantarse, señorita — su voz varonil despierta todos los sentidos que hay en mí.

—No puedo abrir los ojos — dije, casi inaudible y su pecho subió y bajó. Estaba riendo.

—Es normal, estas muy cansada — lo escuché decir y levanté la cabeza que permanecía en su pecho encontrando a mi perfecto cielo personalizado que tengo en conjunto con ese desorden en su cabello que me encanta. Sonrió —. Buenos días, mi cielo.

Sonreí ampliamente.

—Buenos días — saludé dando un piquito en sus labios —. ¿Cómo dormiste?

—Tenía semanas que no dormía así de bien — respondió y tan solo con eso me doy cuenta que no solo fui yo quien la pasó mal —. Tengo a la cosa más preciosa sobre mí ahora mismo.

Sin dar tiempo a nada, atrapó mis labios con autoridad, correspondí el beso volviendo nuestro entorno aún más caliente.

Giró nuestros cuerpos y quedé debajo de él, permitiéndome sentir toda su perfecta gloria. Toda mi piel se erizaba con cada una de sus caricias. Tocaba todo lo que podía, me encanta todo de él. Chupé su cuello y un gruñido salió de su garganta.

—Quiero hacerte mía y que me hagas tuyo — masculló en un hilo de voz, extasiado.

Cuando estoy a punto de tomar la iniciativa, el celular suena inundando la habitación. Marcelo continúa su ataque y no pude evitar reír.

—Ve a tomar la llamada — dije, no muy convencida y un gruñido exasperado salió de él —. Puede ser importante.

Respiró profundo en el hueco de mi cuello, dándose por vencido.

— Voy a matar al que esté detrás de la línea — refunfuñó, poniéndose de pie.

Comencé a reír por su actitud. Admiré su espectacular figura mientras se dirigía a unos de los sofás de esta habitación.

—¿Qué quieres, Andrés? — Preguntó de mal humor. Me miró y no pudo evitar reír también. Escucha a su amigo y soltó un suspiro profundo —. Voy para allá — silencio —. No te hagas el gracioso...

Marcelo guiñó un ojo en mi dirección y, por defecto, me sonrojé.

Para ocultar lo evidente, me levanté de la cama y fui al baño a checar mi aspecto, tenía una de las camisetas del rubio sobre mi cuerpo. Recogí mi alborotado cabello en un moño desordenado y comencé a colocar mi ropa, pues debo ir a mi habitación a darme una ducha, también tengo que trabajar.

Unos minutos después, el idiota de Marcelo, llegó hasta donde estaba para besarme con desenfreno haciendo que nuestra atracción y deseo sexual aumenten.

Nos separamos a regañadientes y, luego de encender la habitación con besos y caricias calientes, salí huyendo a mi habitación del hotel y para mi sorpresa, estaba justo al frente, ¡Qué casualidad, ¿No?!

Una hora más tarde, llegué con Alicia a la reunión programada con Ismael. Estaba agitada, prácticamente corrí un maratón para llegar aquí.

—Perdón por el retraso — dije, sentándome frente a ella —. Se me pegaron las sabanas y bueno...

—No te preocupes, has llegado temprano — manifestó con una sonrisa genuina —. El señor Collado, informó que se retrasaría unos minutos.

Suspiré aliviada.

—¡Gracias a Dios!

—Aprovecha y cuéntame la razón por la que se te pegaron las sabanas.

Mis mejillas se sintieron calientes al recordar lo que había ocurrido. No pude evitar sonreír al recordar que había arreglado las cosas con mi rubio.

Alicia sonrió más al mirarme.

—Esa carita de felicidad solo puede ser por una sola cosa — volvió a hablar la mujer frente a mí.

Mi cara no pudo sentirse más caliente ante sus palabras.

—Pues veras...

—Buenos días, hermosas damas — saludó, Ismael, amablemente.

—Buenos días — respondimos al unísono.

La vergüenza vuelve a mí con Ismael, puesto que, no le avisé que no iría a cenar con él, prácticamente lo dejé plantado.

—Ismael, creo que le debo una disculpa por no asistir a nuestro encuentro anoche, pero...

—No te preocupes, Keily — me interrumpió con una sonrisa —. Me imagino que hubo un buen motivo para eso.

Sonreí, apenada.

—Fue algo que, en su momento, se salió de mis manos.

Alicia, sonrió.

—Espero haya valido la pena — volvió a decir él.

Sonreí y él me acompañó en el gesto.

—Créeme que sí.

—Entonces, estoy muy bien con eso, encanto — terminó, al fin, con una sonrisa.

—Muchas gracias, Ismael.

—No es nada.

—Bien, chicos — comenzó, Alicia —. Vamos a iniciar con el motivo de nuestra reunión.

Dimos inicio con el tema a tratar, Ismael quiere que el diseño de los casinos esté listo en tiempo récord, dice que por eso y lo bien que hicimos nuestro trabajo con el proyecto, decidió poner sus casinos en nuestras manos.

—Según nuestras proyecciones podríamos estar listos en dos meses — informé.

—Perfecto — respondió, satisfecho.

—Más adelante, te hago llegar el presupuesto del inmueble — agregó, Alicia —. Por lo general, siempre enviamos tres al cliente y así pueda acomodarse a sus necesidades.

—Lo estaré esperando, sin embargo, no voy a escatimar en gastos si voy a recibir lo mejor — puntualizó, el único caballero de la mesa.

—Entonces, con esto doy por terminado nuestra reunión —informó, Alicia, con una sonrisa en el rostro.

—Fue un placer hacer negocios con ustedes — habló, Ismael, mirándome —. Keily, espero que algún día podamos salir a tomarnos un café.

Sonreí en su dirección.

—Quizás dos amigos puedan ir a tomarse una leche con café algún día — respondí, mirándolo con una sonrisa en el rostro.

—Eso quiere decir que lo complicado se ha ido descomplicando — soltó de repente sin dejar de sonreír.

Entendí perfectamente que me hablaba de Marcelo.

— Ahora está menos complicado —respondí del mismo modo —. Pero alguien me dijo que en lo complicado estaba la emoción de la vida.

Sonrió a sus anchas.

—Definitivamente, eres increíble, encanto. En verdad, fue un placer inmenso haberte conocido — dijo, sinceramente —. Aunque hubiera querido que fuera en otras circunstancias.

Alicia se aclaró la garganta, sacándome de este aprieto.

—Nos veremos mañana, señor Collado —cortó de tajo, Alicia, el rumbo de la conversación —. Debemos de pasar por los casinos.

Ismael, entendió y sonrió.

—Entonces, nos volveremos a ver mañana —dijo, poniéndose de pie —. Me despido.

Dio un beso en el dorso de mi mano y un asentimiento de cabeza hacia Alicia quien corresponde del mismo modo.

—Hasta pronto, Ismael — dije.

—Hasta pronto, Keily.

Sonrió y dio media vuelta para marcharse.

—Es todo un caballero —dijo Alicia viéndolo marcharse —. Y muy guapo.

— Lo es — dije, hojeando algunos apuntes.

—Tú y yo nos quedaremos hasta pasado mañana aquí en Las Vegas y el resto del equipo se irá en unas horas, Keily.

—¿Nos quedaremos? — Pregunté, confundida.

—Sí, eres la encargada del proyecto de los casinos y yo debo acompañarte por si surge alguna duda en el trayecto.

— Perfecto — dije, con una sonrisa.

—Aunque si logramos avanzar hoy, podemos regresar mañana en la tarde, ¿Qué te parece?

—Pues para luego es tarde.

Luego de terminar de desayunar, fuimos a ver a los chicos que ya estaban listos para volver a Mérida en día de hoy. Decidimos acompañarlos al Jet que lo llevaría de regreso y luego de una despedida muy amena, Alicia y yo regresamos al hotel para buscar algunos materiales de apoyo para ir a los casinos, que ya conocía.

Aprovecho y doy una llamada a Elena para contarle los pormenores, se puso muy contenta cuando le dije que había arreglado las cosas con Marcelo.

Me dijo que todo esta bien con ella y su embarazo. Que se han resuelto algunos inconvenientes con la herencia familiar y que tendrá que estar allá por tres días más porque tiene que ir a una reunión con Hector, me dijo que estará incomunicada por dos días porque se irán a un lugar donde sus celulares no funcionan del todo. No entendí muy bien.

Te amo.

Las palabras de Marcelo llegan a mí mente y no pudo evitar sonreír. Es tanta la felicidad que siento.

Rápidamente vuelvo a la realidad cuando una chica deja caer algo cerca de mi. Aproveché y me puse a trabajar en esto, debemos avanzar.

Llevamos la mañana completa visualizando cada detalle que nos pueda ayudar para que los diseños queden perfectos. Ahora estamos en último casino.

Estoy tarareando una canción, una de mi amado Chayanne. Torero, mientras que hago unas anotaciones y tomo unas cuantas fotografías.

—Te ves muy animada, niña —soltó, Alicia, de pronto.

Nos miramos al mismo tiempo y mi rostro se calentó.

—¿Tanto se me nota? — Pregunté, un poco avergonzada.

— A kilómetros — respondió —. ¿Qué hiciste anoche? Fui a buscarte muy tarde y no estabas.

Mi cara no podía sentirse más caliente. Una sonrisa tiró de mis labios.

— Hablé con él — solté y ella sonrió conmigo —. Aclaramos ciertas cosas y...

— Es una gran noticia la que me has dado, linda — manifestó, Alicia con una sonrisa genuina al tiempo que se acercaba para darme un breve abrazo —. Ustedes hacen una pareja excepcional, así que arreglen todas sus diferencias y sigan brillando.

Sus palabras me hacen reír.

—Estoy tan enamorada de él, Alicia — dije, en mi nube —. Es inexplicable lo que siento.

Ella sonrió satisfecha.

—Los grandes sentimientos relacionados al amor, no tienen explicación, Keily.

—Pero, aun así — dije, disminuyendo mi sonrisa, estaba un poco asustada por todo esto —, tengo miedo.

Ella suspiró, pero nunca borró su sonrisa.

—Es normal que lo tengas por todo lo que ha pasado, pero eso también debes hablarlo con él. No te quedes con ninguna duda.

Solté el aire que tenía contenido.

—Lo haré.

— Entonces, lo único que te pido es que vivas cada momento. La vida no fue hecha con el fin de que los seres humanos seamos felices para siempre; la felicidad es un cúmulo de momentos felices. Nada es eterno.

— Tienes razón.

Ella miró detrás de mí y sonrió.

—Al parecer alguien ha venido a buscarte.

Giré rápidamente para mirar y mi corazón latió fuerte al verlo entrar por las puertas del casino, viene hablando con Ismael. Cuando nuestras miradas se cruzan, sonríe para mí y se disculpa con un gesto para acercarse donde estoy.

Cuando llega hasta nosotros, se sitúa a mi lado.

—Buenas tardes, Alicia — dijo mirándola.

—Buenas tardes, Marcelo — respondió, sonriente.

Luego me miró a mi y con sus ojos brillantes, habló:

—Hola, mi amor — masculló mientras daba un beso en mis labios dejándome sorprendida.

Madre mía, ¿Dónde está el otro Marcelo? Porque este no es.

—Hola, cielo — le devolví el beso con una sonrisa y mis mejillas estaban a punto de hacer ebullición, mientras él se quedaba junto a mi pasando uno de sus brazos por mi cintura —. ¿Qué haces aquí?

—Vine por ti para llevarte a comer. Tú también vienes con nosotros, Alicia — dijo, sin más —. Si no han terminado, puedo esperarlas.

Sonreí ampliamente.

—Creo que por hoy es suficiente —dijo Alicia frente a nosotros, cerrando su libreta de apuntes —. Hoy adelantamos bastante y, por otro lado, lamento rechazar tu invitación, Marcelo, pero quedé de verme con una vieja amiga para ir a comer.

—¿De verdad no puedes acompañarnos? Podemos ir todos juntos — insistí.

—El placer es todo mío, Keily. Ir a comer con ustedes, sería un honor, pero no puedo. Mi amiga y yo, tenemos mucho tiempo sin vernos y nos pondremos al día en unas horas de todo lo que nos ha pasado en más de quince años. Les cuento que es un ser especial, tiene la capacidad de ver cosas que nosotros no y es un poco... bueno, tan extraño.

Sonreí por su forma de decirlo.

—¡Qué lindo es tener una amistad así! — dije —. Confieso que me intriga un poco tu amiga con eso de que ve cosas.

— Que no te intimide — expresó, sonriendo —. Es una mujer admirable. Es una persona vitamina, solidaria, sabe acompañarte en tus caídas, te escucha y aparece cada vez que la llamo y se alegra de mis logros... ¿Qué más puedo decir? Son tantas cosas que me he quedado corta.

—Nunca te había escuchado hablar de alguien de esa manera, Alicia — expresó el rubio.

—Es lo mismo que pensé de tu madre en su momento, el que no lo diga, no significa que no lo sintiera.

Marcelo, sonrió de boca cerrada.

— Es tan lindo que lo tengan a uno en ese concepto — manifesté, sonriendo —. En verdad, es especial. Ojalá algún día alguien me diga que soy una persona vitamina.

—Lo es. Nunca podré agradecer sus palabras en momentos difíciles — confirmó ella, con ojos brillantes —. Pero ya — dijo de pronto —. Váyanse y tengan un buen provecho.

—Gracias, Alicia — respondió el rubio —. Ustedes también.

Unos minutos después, cada quien tomó su camino. Las manos de Marcelo y yo, siempre estuvieron unidas.

— Eres mi persona vitamina — lanzó, Marcelo abrazándome —. Eres mi medicina, la cura se todos mis males.

Sonreí, sonrojada.

—Eres un tonto — dije, un poco avergonzada, pero feliz —. Un tonto romántico al que amo.

Nos dimos beso. Amo estar así con él.

—¿Cómo te fue en la empresa? — Pregunté, mirando sus expresiones —. ¿Todo bien por ahí?

Lo pensó por un momento antes de responder.

—Se puede decir que sí, pero antes de hablar de eso quiero que vayamos a comer. Me imagino que tienes hambre.

Sonreí.

—¡Qué bien me conoces! — exclamé.

Él solo se limitó a sonreír.

El rubio, me llevó a comer a un restaurante que tenía vista panorámica, he de reconocer que la ciudad de Las Vegas, es increíblemente hermosa. Platicamos sobre Martina, Thomas y los angustiados que estaban por nuestra situación.

Cuando estábamos por terminar de comer, una pareja de se acercó a nosotros. Sus edades eran entre los 50 y 60 años.

— Buenas tardes — saludaron los dos.

Marcelo, se puso de pie y saludó al hombre con un apretón de manos.

—Buenas tardes, señor y señora Dominguez.

—Cuanto tiempo, muchacho — dijo, el señor con evidente emoción, dándole unas palmadas en el hombro a mi rubio.

—Tienes los mismos ojos de tu madre — dijo, la señora, con una sonrisa —. Amanda y David, te vieran ahora y se sentirían muy orgullosos de ti.

—Muchas gracias — respondió, el rubio con medio sonrisa.

—Mi mujer tiene razón — continuó, el señor —. Eres un hombre exitoso en los negocios.

—Solo aprovecho las oportunidades — agregó, el rubio.

La señora Dominguez, se quedó viendo en mi dirección y, Marcelo, me tomó de la mano para que me pusiera de pie a su lado. Los señores se quedan observándonos con una sonrisa.

— Les presento a la señorita Keily Andersson, mi novia — lo miré sorprendida. Definitivamente, hoy es el día de este hombre sorprenderme —. Ellos son Marcos Dominguez y su esposa Eloísa, fueron amigos de mis padres biológicos.

— Un placer, señores —dije, con una sonrisa. Al tiempo que le daba la mano en forma de saludo.

— Tienes muy buen gusto, Marcelo — aportó, la señora Dominguez.

—De eso no hay duda — respondió, mi rubio, con una sonrisa, mientras me miraba.

Mi cara se sentía roja.

—Creo que pronto te hare una visita a Mérida, Marcelo — informó el señor —. Mi mujer está interesada en cambiar el interior de nuestra casa y he escuchado de que tienes una empresa que se encarga de eso y estoy seguro que, por tu trayectoria, eres el más indicado para encargarte de eso. Además, me interesa hacer remodelaciones en tres departamentos, será el regalo para mis hijos por su graduación en la universidad.

Vaya, True Style, ha crecido mucho después del cambio de administración.

—Para mí será un placer tenerte en Mérida, Marcos — dijo, el rubio —. Serás bienvenido cuando gustes.

Los señores continuaron con su plática hasta que se despidieron y siguieron su camino.

—¿Quieres quedarte un poco más o prefieres caminar por los alrededores?

—Quiero caminar — respondí, firme, mirándolo.

— Bien.

Pagó la cuenta y unos minutos después, tomó mi mano comenzando a caminar fuera de ese restaurante.

— Son muy amables —dije, refiriéndome a los señores Dominguez.

—Sí, lo son — manifestó, Marcelo —. Me gusta platicar con ellos porque conocieron a mis padres y cada vez que los veo, algo tienen que platicar de ellos, eso me hace sentir un poco más cerca de Amanda y David, saber que fueron personas muy queridos por sus allegados.

La forma de Marcelo hablar de sus padres, me deja entender un poco su manera de ser en todo el trayecto de su vida. Perderlos tan pronto ha contribuido a su personalidad y su manera de comportarse.

—Me hubiese gustado conocerlos — dije con una sonrisa que lo hizo sonreír.

— Te hubiesen amado en seguida, así como lo hago yo.

Eso que dijo me hizo sonreír demasiado. Tanto así que lo atraje hasta mi para darle un beso apasionado en los labios.

—Aún no puedo creer que me digas que me amas — solté, de repente con una sonrisa gigante, aun pegada a sus labios y rodeando mis brazos alrededor de su cuello.

Él sonrió.

— Acostúmbrate a escucharlo, mi cielo, porque voy a recompensarte aquellas veces que no te lo dije.

Volvió a besarme con firmeza haciendo que quiera más de él, pero esta vez no fue tan prolongado.

—¿Ya no tienes miedo al decirlo? — Pregunté, sin pensarlo mucho. Él me miró un poco confundido —. Es decir, a que me amas o amas a alguien.

Sonrió.

—Estuve a punto de perderte, Keily — dijo, tranquilo, mientras caminábamos en las mediaciones de un parque precioso —. Por ser tan cerrado, tan idiota, te lastimé. No te hice saber cuál es el lugar que ocupas en mi vida y que tan importante eres para mí, solo por no hablar. No supe explicarme.

Sonreí. Tiré de él para que se sentara en unas de las bancas del lugar y, por defecto, me siento en sus piernas de una manera que pueda verlo de frente.

—Quiero que sepas, Marcelo, que siempre supe lo importante que soy para ti y que albergabas sentimientos por mí — confesé, mirándolo, no quiero que se sienta culpable por algo que tampoco hizo mal a un cien por ciento —. Con tus acciones y forma de comportarte conmigo, me decían que me amabas — una sonrisa de boca cerrada se plasmó en sus labios, peiné con mis dedos su cabello y continué —. Simplemente, las cosas se fueron complicando porque te negabas a hablar de lo que sentías y te cerrabas cuando intentaba acercarme a tu barrera.

Respiró profundo.

— Supongo que te dolió mucho mi comportamiento.

Hice un gesto pensativo y sus preciosos ojos azules me miraron con atención.

—No te voy a negar que, si me dolió mucho, pero te entendía. Sabía que lo nuestro era un proceso riguroso — agregué con seriedad, pensando en todo aquello —. Pero con la llegada de Mónica, sentí un poco inseguridad.

Él frunció el ceño.

—¿Por qué?

—Porque fue alguien importante en tu vida y pensé que... — me detuve, avergonzada, bajé la mirada y él la volvió a levantar por mi mentón con una de sus manos, perforando mis ojos con los suyos—. Pensé que aún seguías guardando sentimientos por ella y que quizás ella podía llenar el vacío que tenías.

Él frunció el ceño.

—¿Qué vacío? — masculló, casi indignado.

—Me dijo que venía a llenar el vacío que ella mismo había dejado y que por esa razón nunca te habías atrevido a confesar tus sentimientos hacia mí.

—Eso fue el día de la fiesta, el día que te encontré llorando, ¿Verdad? — Preguntó, frunciendo un poco el ceño, mientras que yo di un asentimiento —. El único vacío que he sentido en mi vida es por la muerte de mis padres, Keily — dijo, tranquilamente mirando mis ojos —. Y me sentí un miserable, el día que no te encontré en casa y que te habías marchado, todo por mis estupideces — explicó rápidamente —. Mónica, nunca me ha hecho sentir lo que tú, así que no quiero que pienses que ella significa algo para mí, porque no es así.

Sonreí, aliviada. Sin embargo, voy a decir todo lo que siento.

—Yo te amo, Marcelo — mascullé desde arriba, mirando sus preciosos ojos —. Te amo, como nunca pensé amar.

Sonrió con sus ojos brillantes, al tiempo que daba un tierno beso en los labios.

—Pero tengo miedo — dije, de pronto haciendo que él pose su mirada azul sobre mí —. Te amo tanto que tengo miedo a que todo salga mal y...

—Shuuuuuu — murmuró, colocando un dedo en mis labios —. Nada puede salir mal, mi cielo, porque nos amamos — pasó sus dedos por mis mejillas con delicadeza —. En una relación, no todo es felicidad, las dificultades se presentan de cuando en vez, pero sabremos cómo salir adelante.

Sonreí ampliamente.

—Voy a cuidar de ti, cielo.

—Y yo de ti, mi amor. Lo Prometo.

Nos miramos a los ojos y sonreímos para luego besarnos y abrazarnos. Aún no puedo creer que estemos así de juntos y diciéndonos que nos amamos.

—Quiero que hablemos de aquel día, Marcelo — dije, cerca de sus labios y peinando su desordenado cabello. Él soltó un suspiro profundo —. Si iniciamos esto, será con todo claro.

—Estoy de acuerdo en que así sea — dijo, seriamente, mientras llevaba un mechón de cabello detrás de mi oreja —. Voy a contarte lo que ocurrió ese día, pero no me agrada recordarlo.

—¿Tan malo fue lo que ocurrió?

—No me gusta recordarlo — apretó su mandíbula para luego mirarme y comenzar a hablar —: Cuando tú y yo bailábamos, en San Francisco, en la gala Ferrer, recibí una llamada — comenzó a explicar con calma. Recuerdo perfectamente aquel día —. La persona al otro lado de la línea, solo llamó para despotricar cosas en tu contra.

Fruncí el ceño, confundida.

—¿Qué cosas?

—Eso no importa — dijo, desviando la mirada.

—Marcelo — tomé su rostro entre mis manos para que me mirara —. Quiero saberlo.

Nos miramos fijamente. Él sabía que no iba a desistir. Soltó un suspiro profundo y habló:

—Me dijo que tenías una relación con unos de tus compañeros de trabajo al mismo tiempo que estabas conmigo y que tenía prueba de eso — terminó de decir.

No puedo creer que ella se haya atrevido a decir una cosa así. Se hizo un silencio entre los dos.

— Entonces, fue por eso que te sentiste mal — afirmé, con pesar. Mi mente viajó a ese día y un sabor amargo se instala en mi boca al recordar todos los pensamientos que tuve —. Es decir, que le creíste.

Negó, rápidamente.

—No, Keily — dijo, tranquilo —. Jamás creí nada de lo que dijo y se lo hice saber en ese momento. Me enojé tanto con ella por todas las calumnias, que terminé siendo un idiota contigo.

—Ya no pienses en eso.

—Lo hago, mi cielo — protestó suavemente —. No es algo que podré olvidar fácilmente.

—Pues trata de olvidarlo, ya yo lo he hecho, quiero que este sea un buen comienzo, olvidando todo lo que hay detrás. — dije, dándole un breve beso en los labios que él correspondió de inmediato y con una sonrisa de boca cerrada —. A ver sigue contándome.

Suspiró.

—El día de mi cumpleaños, tenía una reunión a primera hora con Patricio y Diego en la empresa — continuó explicando con gesto pétreo —. Ese día me enteré de que debo entregar la presidencia de la Constructora en unos meses a Diego. Debo cederle aquello por lo que tanto he luchado en los últimos diez años de mi vida, Keily.

Puedo notar lo mucho que le ha dolido esta situación. Estoy sobre su regazo, escuchándolo atentamente. Mi mano da caricias suaves en su nuca.

Así que Diego tendrá lo que siempre a querido, la presidencia de su empresa. Recuerdo que hablaba mucho de ese asunto.

—Siento muchísimo que tengas que entregar la empresa, sé lo que eso significa para ti.

—Gracias — dijo, tranquilo —. Me costará acostumbrarme, pero ya pasará.

Sonreí.

—Las cosas siempre pasan por algo, algún propósito hay detrás, así que, lo único que queda es tirar para adelante y luchar por eso que te apasiona — traté de animarlo un poco y sonrió con ojos brillantes —. Puedes iniciar de cero y esta vez va a ser mejor, pues yo estoy aquí para apoyarte.

Sonrió, ampliamente.

—Definitivamente, eres todo lo que esta bien en mi vida. Gracias por hacerme saber que estas conmigo en esto.

Sonreí.

— Siempre voy a ser esa que te dé ánimos y te eche porras, mi amor.

Me besó suavemente y correspondí de la misma manera.

—Ahora continúa — volví a hablar entre besos.

Soltó un suspiro profundo y continuó:

— Cuando mi día no podía ser peor, llega un mensaje a mi celular y eran unas imágenes donde estabas abrazando a tu compañero de trabajo...

Fruncí mi ceño.

—¿Ricardo, Moisés? —Pregunté, rápidamente.

—Moisés Peralta — respondió, con los dientes ligeramente apretados —. No sé qué has hecho conmigo, aun no entiendo lo receloso que me he vuelto cuando se trata de ti. No me gusta que nadie te toque.

Eso es cierto. Marcelo, siempre ha manifestado esa parte posesiva.

— Marcelo...

—No es algo que discutiremos ahora, mi cielo — dijo cortando de tajo el tema, mientras daba un piquito en mi nariz, haciéndome reír y casi suspirar —. En fin, me sentía muy presionado con todo lo que estaba pasando, fui a True Style y me encontré con la escena de un tipo abrazando a mi mujer.

Fruncí levemente el entrecejo.

—¿Tu mujer? — Pregunté con media sonrisa.

Él sonrió.

—Mi mujer — confesó, seguro —. Porque eres mi mujer, solo mía.

—Estás loco — dije, sonriendo —. Yo solo soy mía.

— Y mía — respondió, tajante, pero con un toque de diversión —. Eres más mía que tuya.

Eso me hizo sonreír contagiándolo en el acto.

—Eres un tonto...

—Que te ama — continuó, dejándome sin palabras —. Y aunque no lo dijera en palabras, siempre te he considerado mía. Mi mujer, Keily.

Hay tanta seriedad en sus palabras que me es imposible no creerle. Me siento tan bien con todo lo que ahora ocurre. Marcelo y yo siendo sinceros con nuestros sentimientos.

Di un casto beso en sus labios que le dejara claro que yo también siento lo mismo que él.

—Quiero que sepas que entre Moisés y yo, no hubo, no hay ni habrá nada, más que una amistad de años, Marcelo — comencé a aclararle las cosas, él solo se limitaba a mirarme —. Desde que te conocí, no tuve ojos para nadie más. Esas fotos fueron tomadas en ocasiones especiales.

Él sonrió mirándome con dulzura.

—Lo sé. Me quieres a mí — manifestó con arrogancia —. Pero a él no le eras indiferente, cambiaba de color cada vez que estabas cerca. Está enamorado de ti.

— Si, ya aclaramos ese punto él y yo. Él siempre ha respetado mis decisiones y entiende que no puedo corresponder a sus sentimientos porque mi corazón le pertenece a alguien más.

Marcelo sonrió ampliamente y me besó repetidas veces.

— Tú sabes que soy tu idiota, tu tarupido — soltó, rápidamente —. A sabiendas de todo eso, de tus sentimientos, no pude controlar mis impulsos. Pero quiero que sepas que nunca dudé de ti y de tus sentimientos hacia mí.

Sonreí con las mejillas coloradas. Fui tan obvia.

—Siempre supiste lo que sentía por ti — dije, avergonzada.

—Si — respondió, satisfecho —. Es exactamente lo que siento por ti.

No pude evitar sonreír más ante todo lo que me dice. Mi cara no puede estar más roja y para disipar un poco mi rubor cambio el tema.

— Y con respecto a los abrazos, vas a tener que controlarte — advertí a mi secuestrador —, porque no voy a dejar de abrazar a mis amigos solo porque el don señor de mi idiota, cometerá una idiotez.

—No tienes por qué abrazarlos, Keily — rezongó con cansancio.

—No lo dejaré de hacer —dije retintín.

Soltó un suspiro profundo.

— Lo discutiremos después — no dio su brazo a torcer. Lo miré con los ojos pequeños y sonrió —. Dime si quieres saber algo más, si tienes alguna duda.

Sonreí.

—No — dije, dándole un beso —. Y no creas que no me di cuenta del cambio de tema, ¿Eh?

Volvió a sonreír.

—Eres una niñita muy lista — dijo, poniéndonos de pie —. Vamos a comprar una cosa de esas.

Señala una caseta donde venden helados.

—No te gustan los helados, Marcelo — reprendí, mirándolo.

Sonrió.

—Me gustan sin azúcar — aclaró de inmediato —. ¿Tú no quieres uno?

—Sí, pero...

—Con diez toneladas de azúcar — me interrumpió, con una pequeña sonrisa —. Créeme que lo sé...

Ambos pedimos helados y decidimos comerlo mientras caminábamos por las aceras de las calles de Las Vegas, hacerlo con él es increíble, todo se siente a otro nivel.

Llegamos a unos banquillos, hablamos de cualquier cosa y reímos de cada tontería.

De un momento a otro, un pequeño espectáculo empezó a desarrollarse en el parque y persona comenzaron a aglomerarse a nuestro alrededor, ya que un señor se encargó de poner la música y otros dos chicos vestidos de chicas con peluca y todo, iniciaron posicionándose a nuestro alrededor a realizar el espectáculo, bailando Can-Can. El show se montó rápidamente.

Y es entonces que, sin verlo venir, es cuando todo pasa...



♡ 🌟 ♡

🌟 NOTA DE LA AUTORA 🌟


Capítulo nuevo.

Espero y les guste.

Si quieres el próximo capitulo hazme saber en los comentarios que tal te han parecido los últimos capítulos y dime como ves el comportamiento de Keily y Marcelo a la hora de levantar esas barreras que tienen. Los leo....

Se les ama mucho con demasiado, mis pequeñas guerreras amo 💚 💜 💕 💛

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top