≪•◦ ❈◇Capítulo 68◇❈ ◦•≫


Eran alrededor de las once de la mañana cuando nos encontrábamos en dirección a la empresa LEGACY FERRER, en San Francisco. Decidimos viajar muy temprano para llegar a buena hora.

Gracias a las palabras de Cristian, decidí cancelar la junta que tenía para hoy y vine a disfrutar unos días con Keily, tengo tantos deseos de verla, que no sé cómo no me volví loco el día de ayer ante su ausencia.

Es increíble lo rápido que me he acostumbrado a ella, ha tenerla cerca y sus ocurrencias me hacen sentir pleno.

Estando en la empresa, las indicaciones que nos han dado nos llevan hasta una chica castaña quien, al vernos, se quedó algo congelada, cuando estamos frente a su lugar de trabajo, se levanta de golpe, sorprendiéndonos con lo que dice:

— ¡Jueputa! — soltó de repente — ¡Lo que hace Dios cuando está contento!

Cristian sonrió y yo solo me limité a mirarla. Ella no sabía a quién mirar de los dos.

Al no entender lo que dijo, hablé:

— Disculpe, ¿Qué ha dicho? — Pregunté confundido, ella me miraba embobada —. ¿Se encuentra usted bien?

— Perdón, es que a veces hablo sin pensar, pero no les negaré que están muy simpáticos — respondió. Esta chica sí que es rara. Rara, pero no en mal sentido —. ¿Son ustedes los proveedores?

Cristian la observaba con picardía y es él quien decidió responderle.

— Mucho gusto, soy Cristián Serrano y él es mi socio Marcelo Sandoval — la chica estaba anonadada, escuchando a Cristian, estuve a punto de reír, tiene una mirada limpia, honesta —. Estamos buscando al señor Imanol Ferrer. ¿Podrías ser tan amable de llevarnos con él, por favor?

— Yo a usted lo llevo donde quiera — respondió con descaro, sin embargo, se da cuenta de lo que dijo —. Perdón.

— A este paso nos van a beatificar de tanto pedir perdón — agregó, Cris, con picardía.

No me agrada su comportamiento.

— Cristian, compórtate — pedí entre dientes —. Señorita, por favor, nos podría llamar al Señor Imanol Ferrer.

— Sí se lo podría llamar, pero es que él no se encuentra en estos momentos en la oficina, en cambio, está la señorita Bianca que los podría atender o el señor Iván que también se encuentra en las instalaciones, sigan por acá por favor.

Nos conduce hasta lo que parece ser una sala de juntas y procede a llamar a Bianca.

— Ya la señorita Bianca no tarda en venir — informó, amablemente — ¿Desean algo de tomar?

— Sí, me gustaría un café, por favor — pedí y ella me da un asentimiento —. Gracias.

— Y a mí me gustaría un café con tu nombre y número de teléfono — soltó, Cristian, lo miré fulminante. ¿Cómo se atreve? ¿A qué está jugando? —. Es que me gustaría conocer la ciudad y si no hay problema, ¿Podrías enseñármela?

— Claro, por supuesto. No hay problema — respondió, la chica con una sonrisa —. Mi nombre es Katheryn Gil, es un gusto conocerlo, señor ojitos...

De pronto, la puerta se abrió y entraron las chicas, inmediatamente, mi vista viajó hasta ella, mi preciosa Keily quien, al igual que las demás, se sorprendieron al vernos. La señorita Gil, trató de hablar, sin embargo, Bianca, la interrumpió:

— ¡Marcelo! ¡Cristián! ¿Qué hacen aquí? — dijo, sorprendida —. No los esperábamos hasta mañana — miró a la chica y continuó —. Katheryn, ellos son los socios de la Constructora Sandoval de ciudad de México — ahora nos mira a nosotros —. Veo que adelantaron el viaje.

Keily y yo, nos miramos a los ojos y es como si todo en la vida valiera la pena de tan sólo mirarla.

— ¿Cómo estas, Bianca? — Saludé a mi socia —. Sí así es. No vimos la necesidad de venir hasta mañana.

Volví a mirar a Keily, quien se acercó a mí de esa manera que seduce a cualquier mortal e inmortal.

— Señor Sandoval — susurró con una sonrisa y picardía.

Esa mirada me vuelve un desquiciado.

— Señorita Andersson — sonreí del mismo modo —. Es un placer verla.

Tengo el impulso de rodearla y estrecharla entre mis brazos, la he extrañado tanto, me acerco a ella para abrazarla, sin embargo...

— ¿Y a mí no me saludas, mujeron andante? — intervino, Cris, abrazándola efusivamente, apreté los dientes y me aclaré la garganta. La atrajo más a él y me veo obligado a separarlos —. ¡Aguafiestas! Déjame abrazar al mujeron, no ves que la extrañé.

—Respeta – dije entre dientes –. Y compórtate — miré a la pelirroja quien estaba un poco divertida con la situación —. Hola, Elena. ¿Cómo estás?

— Hasta hace un momento estaba muy bien, Bombón — miró a Cristian quien desvía la mirada —. Ahora se me revolvió el estómago.

—Disculpe, señorita — Interrumpió la asistente —, le traigo algo para eso, un tecito le haría bien —Elena le regresa una sonrisa en agradecimiento y niega con la cabeza —. Está bien, cualquier cosa me avisa.

—¿Y a mí nadie me saluda? —manifestó, Sinclair — miren que ahora somos dos y estoy sensible.

No pude evitar mirarla y, es Cristian, quien la abraza efusivamente.

— ¡Enhorabuena! ¡Felicidades, Mama Pooh! ¿Dónde está mi ahijado?, recuerda que debes colocarle mi nombre al siguiente — soltó, el castaño rápidamente —. Me siento traicionado porque el primero no se llama así, pero me conformo con que, si es niña, se llame Cristie y yo seré su padrino.

— ¡Qué ocurrente eres! Pero ya veremos qué pasa, – habló entre risas, Sinclair, para luego mirar a la señorita Gil —. Katheryn, cariño, puedes traerme algo frío por favor, mientras estamos aquí.

Asintió y preguntó que, si queríamos algo más, sin embargo, nadie quiso nada.

—¡Oye! Recuerda lo del número — soltó el idiota de Cristian, quiere darle celos a Elena —. Que no se te olvide.

—Está bien, no se preocupe — respondió ella, luego salió de la sala.

Me acerqué a él y le susurré.

—Te estas comportando como un imbécil, Cristian.

Soltó un suspiro profundo.

—Me estoy muriendo de los malditos celos desde que supe que salió con alguien, le voy a dar un poco de su propio chocolate — dijo, dolido.

—No es la manera, Cris...

—No me digas nada, iré con Sinclair a preguntar por los demás. No quiero escuchar tus sermones.

— Después no te enojes cuando te diga las palabras que no te gusta escuchar, Cris.

—Si, aja... — se fue para donde Sinclair.

Respiré profundo.

Giré mi rostro y Elena estaba hablando con Keily, me acerqué a ellas.

—¿Qué es lo que haces para verte cada vez más preciosa? — Pregunté hacia mi pelinegra, creando el efecto que tanto me encanta, se sonrojó.

Elena sonrió y Keily, se acercó para susurrarme:

— Quiero abrazarte — todas mis extremidades respondieron a eso — y no sé si debo...

La atraje hasta mi para estrecharla entre mis brazos, yo también deseaba con urgencia tenerla así. Aspiré su delicioso aroma a flores y sentí tanta paz dentro de mí.

— Te extrañé — me dijo, rodeando mi torso, sonreí de boca cerrada.

—Yo también — susurré en su cuello —. Yo también, preciosa.

— Ustedes son tan lindos — manifestó, Sinclair, devolviéndonos a la realidad.

Nos separamos y ella queda a mi lado, su cara estaba roja.

— Eres una aguafiestas — reprendió, Bianca, a su hermana.

— ¿Qué...? — protestó la aludida con el ceño fruncido —. No me digas eso, recuerda que estoy sensible por el embarazo.

Todos rieron.

—Sí, ahora todas tus excusas serán porque "estoy embarazada" — imitó su voz.

—Respeta, Bi — dijo, Sinclair entre risas —. Recuerda que soy tu hermana mayor.

—Ya déjala, Bianca — pidió Elena, entre risas.

En eso llega la asistente con los pedidos y alguien más.

— Permiso, aquí les traje lo que me ordenaron.

Todos dirigimos la mirada a ellos.

— ¡Imanol, hermano! —exclamó el ojiverde abrazando al aludido —. Menos mal que llegaste, aquí las señoritas...

— Disculpa, estas confundido — expresó, separándose de él con una mirada interrogante, luego miró a Bianca —. Bianca, ¿Cómo estás?

— Muy bien, Iván. Disculpa, pensé que no estabas en la empresa – dijo ella muy seria. Me quedé observando a Iván y tiene un aura pesada —. Ven. Te presento a Marcelo Sandoval y su socio Cristián Serrano. Las chicas son las diseñadoras de interiores, Keily Andersson y Elena Álvarez.

Él extiende su mano hasta mí.

—Mucho gusto, Iván Ferrer — me dijo sin expresión alguna —. Bienvenidos a San Francisco.

— Es un placer, Marcelo Sandoval — respondí del mismo modo — muchas gracias por la bienvenida, espero no le moleste que adelantáramos el viaje. Este es mi socio y amigo, Cristián Serrano — estrechó la mano de Cristian y continúo —. La señorita Elena Álvarez y Keily Andersson, las diseñadoras.

Se colocó en frente de ambas para conocerlas, no me pasa desapercibido la mirada que les da.

— Mucho gusto, hermosas damas — toma la mano de Elena y deposita un beso en el dorso de esta —. Es un placer para nosotros contar con tan grata presencia.

— El gusto es nuestro – respondió ella con una sonrisa —. Te pareces mucho a Imanol.

— Sí, así dicen, pero aquí entre nos, yo soy más guapo — susurró solo para ella, sin embargo, todos escuchamos. Mi ceño se frunció y los bellos de mi nuca se erizaron cuando él puso su mirada lasciva sobre Keily, hizo un recorrido de pies a cabeza y esto hizo que la sangre se me calentara a niveles extraordinario. Debo controlarme... Dios, no permitas que haga un desastre aquí. La tomó de la mano y continuó —. Déjeme decirle, mi bella dama, que es usted muy hermosa.

La cosa aquella iba a toda velocidad. Me molesta su mirada descarada.

— Muchas gracias — él besó el dorso de su mano y Keily, se veía realmente incómoda por la situación, pero aun así se las arregló para sonreír. No pude evitarlo, mi molestia hizo que de un momento a otro me aclarara la garganta, lo miré mal, no pude contenerme, no quiero que nadie la toque. Keily, se dio cuenta y con su mirada me dijo que me calmara, luego giró su rostro hacia el imbécil y continuó —. Es usted muy amable.

— No es amabilidad, solo reconozco la belleza cuando la veo – pronunció con picardía. Di dos pasos hacia ella, Cristian me miraba mientras negaba con la cabeza en modo de advertencia —. Disculpe el atrevimiento, ¿Le gustaría salir a tomar algo esta noche?

No pude más.

— No creo que sea posible —hablé con firmeza, mi molestia era evidente, atraje a mi mujer hasta mí y su toque en mi pecho, fue suficiente para relajarme —. Ya tenemos planes para esta noche.

Todos nos observaban en silencio.

El muy imbécil, sonrió.

— ¡Ah! Disculpa, no sabía que...

— ¿Iván, necesitas algo? — Interrumpió, Bianca. Su molestia era palpable.

— Para nada, mi amor — dijo con sarcasmo, ganándose una mala mirada en el proceso —. Sólo pasaba a saludar, pero ya me retiro a mi oficina.

— ¡Oh! Perfecto. Entonces, ¿Puedes tu atender a los proveedores por favor? Yo debo salir a terminar unas cosas.

— Por supuesto, no hay problema, pero vas a deberme un favor, querida — sonrió —. No te preocupes después continuamos y te digo como me pagarás — desvía la mirada hasta nosotros —. Señores y bellas damas, ha sido un placer.

Dicho esto, se retira.

— Esta gonorrea que se cree — escuché la asistente decir, ellos siguieron su conversación, sin embargo, me centré en Keily.

— Es un imbécil — mascullé, respirando profundo, siento mi cara arder de la ira —. Estuve a punto de partirle la cara.

— Debes tranquilizarte, Marcelo — dijo en un susurro al tiempo que colocaba una mano en mi pecho, admiro la manera de ella calmarme —. No pasó nada.

Respiré profundo nuevamente.

—No me gustó la forma en que te trató. Juro que... — respiré profundo, buscando las palabras correctas —. Si hubiese dicho algo más, lo hubiera golpeado.

—Es un ladino, no debes ponerte de esa manera y caer en sus provocaciones — dijo ella con el ceño ligeramente fruncido.

—Te miraba como un trozo de carne, Keily — mascullé con los dientes apretados, estaba molesto —. Debí golpearlo.

—Tranquilo, Marcelo, por favor — pidió en tono bajo y volví a realizar unas cuantas respiraciones.

—Discúlpame, preciosa, pero es que...

— ¡Basta de comentarios! — escuchamos a Bianca con evidente molestia, no presté atención a su discusión —. Perdonen la escena de Iván y del comportamiento liberal de Katheryn — no sé de qué estaban hablando, pero imagino que de lo mismo —. Llamaré a Imanol para decirles que están aquí, mientras ¿Qué les parece si vamos a casa para que puedan descansar y dejar sus cosas?

— Me parece perfecto, Bianca — dije, seriamente.

Unas palabras más y comenzamos a salir de la empresa, noté como Cristian, se acercó a Katheryn Gil y dio una de sus tarjetas, al parecer, quedaron en salir.

Llegamos a la casa de Bianca, ahí se estaban quedando Keily y Elena, dejamos nuestras pertenecías y la acompañamos de compras, no nos entusiasmaba la idea, pero tampoco, fue desagradable. Cristian, Dorian, Imanol y yo, fuimos a tomarnos una copa mientras la esperábamos.

—Me da mucho gusto que hayan adelantado el viaje — habló, Imanol —. Bienvenidos a San Francisco.

—No duden en decirnos si llegan a necesitar cualquier cosa — agregó, Dorian.

—Muchas gracias, amigos — dijo, Cris.

—No tienen nada que agradecer — manifestó, Imanol.

Aprovechando que las chicas estaban de compras, pedimos a Dorian e Imanol, que nos acompañaran a un lugar, decidimos comprar el traje que usaríamos en la gala que, por las prisas, no compramos en Mérida.

— Bueno, al parecer las chicas de esta boutique, no están acostumbradas a ver hombres guapos — soltó, Cris, de repente.

—¿Por qué lo...? — Comenzó, Dorian sin poder terminar la pregunta.

Las chicas estaban a una distancia prudente, pero con sus ojos puestos en nosotros mientras se susurraban una con la otra.

—En total son nueve chicas tocan de a dos y yo me quedo con tres — soltó, Cris, divertido.

— Eres un idiota — atacó, Imanol, de pronto —. Te regalo las que ya habías elegido para mí, con Bianca es mucho más que suficiente, no necesito más.

— ¡Bien! ¡Qué aburrido eres!— exclamó, entre risas el castaño —. Cinco son para mí, dos para Dorian y dos para Marcelo.

Lo miré fulminante.

Dorian, soltó un suspiro profundo, cansado de las idioteces del ojiverde.

—Soy un hombre casado con un hijo y un bebé en camino — agregó el aludido con un brillo especial en los ojos —. ¡Mierda! ¡Aún no lo puedo creer! Amo lo que está ocurriendo en mi vida... mi esposa, mis hijos ¿Existe en la vida algo mejor que esto?

La forma en que lo dijo, hizo que todos sintiéramos con empatía por él.

— Muchas felicidades, nuevamente — volví a decirle —. La familia es tan importante.

— Gracias, hermano. Espero que ustedes también experimenten esta felicidad que hoy siento yo.

No pude evitar recordar la conversación que tuve con Keily, hace unos días atrás, eso me hace sonreír abiertamente.

— El que ríe solo, su buen recuerdo revive — dijo, Imanol, con una sonrisa, me atrapó sonriendo —. ¿No es así, Marcelo?

— Así es, hermano.

—¡Bien! — volvió, Cris a hablar —. Siete son para mí y dos para...

— Puedes tomar las nueve, idiota — dije, sin más, mientras tomaba en mano lo que iba a llevar.

—Son unos aburridos sin causa — soltó entre risas —. ¡Ya qué! — refunfuñó —. Vamos a cancelar esto y vámonos de aquí.

Estábamos esperando a las chicas en una cafetería conversando de ciertas cosas cuando la visualizamos, vienen hablando distraídamente.

Al estar junto a nosotros, Sinclair se lanzó a los brazos de Dorian. Bianca, saluda de besos a Imanol, Keily me saluda con un beso en la mejilla y una mirada cómplice, luego va hasta Cristian y, Elena, solo me saluda a mí con un abrazo, sé que los demás se dieron cuenta de eso.

— ¡Dejen de comer delante de los pobres! — exclamó Cristian, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

Él actuaba como un idiota, pero no sabe qué hacer con tanto dentro de él.

— No le hagas caso. Esta loco y, si sigue así, le diré a Marcelo que lo castigue — dice Imanol, lo suficiente alto para hacerlo bufar —. No me tientes, hermano — dirige su mirada hasta Bianca —. Hola, hermosa, te extrañé, ¿Cómo estuvo su tarde? ¿Está todo resuelto con los vestidos?

— Sí, hermoso, será una sorpresa que les encantará.

— ¡Y que sorpresota! — murmuró, Elena, con una sonrisa pícara y Keily, la reprende silenciosamente. Fruncí el ceño —. Digo... ¿Tienen hambre? Por que como estoy, creo que me comería un pollo televisado como el que vimos en aquel programa, lindura.

—Pero si eso no te gusta, bien recuerdo que dijiste que ni por todo el oro del mundo comerías algo así — argumento, Cris, ganándose una mala respuesta.

— ¿Y acaso yo te estoy diciendo a ti que es lo que quiero comer? — este le niega —. No, ¿Verdad? Entonces, no opines.

— ¡Elena, no seas cruel! — la regañó Keily, ella giró los ojos —. Y ya no discutan, ¿Chicos podemos ir algún lugar para comer? Y así calmar el mal humor de la nena que debe ser por hambre.

—Sí, por supuesto, vamos y, luego nos vamos a descansar. El viaje estuvo algo agotador y así poder salir en la noche a conocer la ciudad — dije.

— Solo esperábamos por ustedes para ir, pero si quieren vamos a un lugar donde puedan degustar eso que dice Elena — comentó, Imanol.

— ¡Perfecto! Me encanta la idea, porque tengo unos antojos de papas con helado ¿Será que si sirven eso?

— Osita, ¿Papa fritas con helado? Quizás las papas, pero el helado lo podremos comprar luego — dijo, Dorian a su esposa.

— ¿Ves?, hasta papas fritas tendrás nena, ya quita esa cara — habló, mi preciosa, hacia Elena quien tenía mala cara.

— No quiero papas fritas, no me apetecen — Keily y Cristian, se sorprendieron.

— Perdón, ¿Quién eres y que hiciste con mi Elena? — soltó mi pelinegra, sorprendida —. Porque, mi Elena, no rechazaría papas fritas. Recuerdas cuando casi me dejas sin un dedo porque tome una de tu plato.

— Pues ahorita no quiero, siento como repulsión, creo que me aburrí de eso y otras cosas más, así que vayamos por ese pollo, por favor — termina la pelirroja, desconcertándonos, pero al ver la situación tensa, Imanol decide intervenir.

— De acuerdo. Vamos — me miró —. Marcelo, si quieres toma uno de las camionetas y nos siguen para que puedan ir más cómodos, el lugar no está tan lejos de aquí.

— Esta bien, no hay problema — respondí, echando una mirada rápida al castaño quien se encontraba serio mirando profundamente a Elena.

Recibí el manojo de llaves que me ofreció Imanol. Unas palabras más y nos vamos.

Fuimos a un restaurante en donde tanto Elena como Sinclair, pudieron comer sus antojos sin ningún problema. Al parecer, si era hambre lo que tenía la pelirroja, pues su mal humor se evaporó cuando empezó a comer.

Atrapé a Keily mirándome mientras comía y, casi, mi cosa aquella, sale volando, guiñé un ojo en su dirección y, por defecto, se puso roja.

Después de unas horas, fuimos a casa a descansar, cada quien se encerró en su habitación. La situación, era algo incomoda con Cristian y Elena, no se hablaban y si lo hacían, terminaban peleados.

Miré como Keily, acomodaba las bolsas que trajo en el closet, al igual que las mías. De pronto, sentí ese deseo inmenso de abrazarla. Ella estaba de espaldas y caminé hasta rodearla por atrás, no se lo esperaba, pero inmediatamente correspondió al abrazo, girando para quedar de frente.

La abracé con fuerza y aspiré su aroma delicioso a flores. Estaba tan agotado que lo único que quería era dormir, pero con ella entre mis brazos.

—Estás cansado — me dijo en un susurro —. Vamos a dormir un poco, pero antes date un baño.

Solté un suspiro profundo. Ella salió de mis brazos para dirigirse al baño y prepararlo, no sin antes besarme en los labios.

— Quiero que nos bañemos juntos — pedí y ella me miró por unos largos segundos, sonreí, porque sé lo que está pensando, pero no está vez —. Solo será eso, preciosa.

Ella sonrió y dio un asentimiento.

Poco a poco los dos quedamos sin nada de ropa y nos adentramos a la bañera, verla desnuda delante de mí no ayuda en nada a mi autocontrol, sin embargo, hoy solo quiero adorarla con mis ojos y tocarla, pero no de manera sexual.

No te hagas Marceliniii, siempre que la tocas es de manera sexual...

Eso es cierto.

La ayudé a poner jabón, recorrí todo el mapa de su cuerpo, muchas veces la vi morder el labio y traté de concentrarme en lo que hacía. Del mismo modo, ella tomó la esponja e hizo lo mismo conmigo. El que ella me toque, no importa la forma que sea, me lleva a otro universo, es como si ella pudiera traspasar los límites de mi piel.

Cuando terminamos allí, salimos del baño y pusimos ropa cómoda para descansar, ella usó unos pantaloncitos, de esos que me hacen perder la razón, a veces creo que lo hace a propósito para volverme loco.

Por mi parte, solo me coloqué un pantalón Chándal, a petición de una señorita que solo quería acariciar mi abdomen. Media hora después, fue la primera en quedarse dormida y unos segundos más tarde, lo hice yo.

Tres horas más tarde, ya había descansado lo suficiente, pero, Keily, aún seguía dormida en mi pecho, quiero tenerla siempre así conmigo. Comencé a acariciar su larga cabellera, había crecido mucho últimamente, al igual que ella, había agarrado un poco de peso, se veía preciosa. Llevé mis dedos a sus labios que se encontraban entreabiertos para acariciarlos y esto fue suficiente para que abriera las puertas del paraíso infinito, sus ojos.

Sonreí.

—Hola, mi cielo — susurré y ella sonrió.

—Hola, cielo — respondió con voz adormilada —. ¿Pudiste descansar?

—Perfectamente — le dije —. Es hora de prepararnos, debemos encontrarnos con Imanol y los demás en una hora.

Ella se acomodó y se aferró más a mí.

—Cinco minutos más, por favor...

Sonreí.

—Solo cinco minutos — mascullé acariciando su pelo y depositaba un beso allí.

Cuarenta minutos después, ya estamos abordando la camioneta que Imanol puso a nuestra disposición, Keily y yo, íbamos perfectamente combinados, pantalones color beige y un jersey color negro mangas largas.

—Ustedes están divinos — chilló, Elena desde la parte de atrás de la camioneta, ella iba vestida con un Jean y una blusa color rosa que se le veía parte de su estómago, una chaqueta y su abundante pelo, iba suelto —. Vámonos, que me están esperando.

Miré a Keily, ella tenía toda su atención en nuestras manos unidas, ella iba de copiloto.

—¿Pasa algo? — Pregunté hacia ella.

Sonrió.

— ¿Me permites una foto? — indagó, la pelinegra.

— Claro — dije sin dudarlo.

Sonrió bonito, mientras sacaba de su pequeño bolso su celular. Hizo una selfi en donde también quedó Elena y otra donde estamos nosotros dos y así. Elena también tomó unas cuantas.

Unos minutos después, ya estábamos en la feria, las chicas estaban felices con los juegos y atracciones. Parecían unas niñas pequeñas.

— ¡Al fin llegan! Ya quiero subirme a todos los juegos — gritó, Elena, hacia Imanol y los demás que habían llegado. Tomó al bebé en brazos — ¡Mi sobrino, ven con tía! Hoy estas más hermoso —el bebé sonrió —. Awww, me ama. lo ves lindura, soy su otra tía favorita.

— ¡Ay, por favor! No me hagas reír — habló, Kei para luego dirigirse al pequeño — ¿Dónde está mi pequeño, Booh? — la pelinegra se acerca a él, quien, sin dudarlo, se lanza a sus brazos y se acuna en su pecho.

Bebé suertudo...

No puedo evitar que la cosa aquella comience a latir con fuerza imaginándola con un hijo nuestro, serían niños perfectos. Ella levantó la mirada y me sorprendió mirándola, guiñó un ojo en mi dirección y sonreí de boca cerrada.

Definitivamente, ella es...

— Ves, descerebrada, que me quiere más a mí — volvió a hablar mi adorado tormento.

— Te lo dejo pasar solo por hoy y que creas que eres la tía favorita — sonrieron cómplices.

Elena, me miró con malicia.

— ¿Bombón? — llama, Elena, mi atención.

— Dime, Elena.

Miré al hombre que anda con ella y algo llama mi atención, sé que lo conozco de algún lado.

— Deberías cargar al pequeño Christopher, así prácticas para un futuro —observé a Keily y sus mejillas estaban totalmente rojas, yo también sentí mi cara roja —. Digo, para cuando nazca la ahijada, ya tengas práctica.

— Ya tengo práctica con mi hermanita, gracias. Además, se ve que está cómodo — dije, mirando la preciosa escena de Keily con un bebé. De pronto, giré mi rostro hasta Imanol, llamando su atención y desviando la de Elena —. ¿Entonces por dónde empezamos?

— ¿Qué les parece si damos una vuelta y así decidimos al pasar?

Elena, se adelanta con aquel hombre que me parece tan familiar.

Comenzamos a caminar, todos iban tomados de la mano, menos Keily y yo, ya que ella llevaba el bebé en brazos.

Unos comentarios que hacen Dorian y Sinclair llaman mi atención.

— Sí que no pierde tiempo mi cuñado, la verdad — dice, Sinclair.

— Bien sabes que le encantan las pelirrojas, y desde que conoció a Elenita, esta como embobado, mi Osita.

—Disculpen que les haga esta pregunta — comencé para aclarar mis dudas — Él es tú hermano, ¿Cierto? ¿Siempre ha estado aquí? —Dorian me da un asentimiento de cabeza —. Es porque siento que me es familiar de alguna parte.

Me dice que su hermano, no vive con ellos debido a su trabajo, habla de él con mucho orgullo.

—... Pero por como lo observas creo que no te lo presentaron ¿O sí?

— Hasta el momento, no. Cuando llegamos, él ya nos estaba esperando aquí, en ese momento llegaron ustedes y no se dio el tiempo de las presentaciones.

— En cuanto estemos con él te lo presento, sé que se llevarán bien — dijo, sonriendo —. Por cierto, ¿Dónde dejaron a Cristian?

— Tenia una salida con una de las chicas de la empresa, quedó en darnos alcance aquí, de seguro no tardamos en encontrarlo — respondí.

Seguimos el recorrido y más adelante, nos encontramos con Elena y el hermano de Dorian.

— Hermano, no te presentamos a nuestro amigo — habló Dorian colocando una mano en su hombro —. Él es Marcelo Sandoval, socio de Imanol y es de Ciudad de México en conjunto con las chicas.

El hombre, arrugó el entrecejo y me miró interrogante.

—¿Sandoval?, me suena — dijo, chasqueando los dedos —. Quizás eras aquel chico que solo se le veían sus grandes ojos azules, todo debilucho y sin gracia.

No pude evitar sonreír.

— Y tú, aquel que tenía los dientes de lata y anteojos grandes que espantaban a cualquier ser humano — contraataqué —. Asher Black.

— Al parecer, me recuerdas bien — me ofrece la mano y la acepto —. Por supuesto que también te recuerdo, Marcelo Sandoval. Qué bueno volver a verte, la verdad tenía rato tratando de recordar de donde te conocía.

Seguimos conversando sobre nuestras vivencias en el campamento, ahí encontré buenas amistades que aún conservo muy bien.

— Te acuerdas de aquella chica que siempre estaba detrás de ti tratando de hacer que comieras de sus inventos — soltó de repente y me quedo pensativo y, al recordarla, doy un asentimiento —. Pues te cuento que es una de las mejores pasteleras gourmet de todo Europa.

— ¿En serio?, No soy muy fanático del dulce, pero, puedo hacer una excepción — dije, mirando a Keily con malicia, quien tiene el ceño fruncido.

¡Demonios, ella se ve fascinante en esa faceta!

— Sé que te van a encantar — dice Asher, sonriendo —. Quién lo diría, que después de tantos años nos volveríamos a encontrar, Sandoval.

—Lo mismo digo, Black.

— Bueno, muchas lágrimas y anécdotas, pero, ¿Qué creen? estamos aquí para pasarlo bien así que sigamos a los juegos, quiero ir a ganarme un recuerdo — habló, Elena, emocionada.

— Tienes razón, belleza. Vamos, ganaré algo para ti — finalizó, Asher, sonriendo.

— Yo quiero llevar al paseo en el caballito a mi bebe así que, ven con mamá precioso — el pequeño, quien aún estaba con mi preciosa, va con su madre sin dudarlo —. Ven...

Un carraspeo por parte de Keily, llamó mi atención:

—Entonces, iras a Europa a probar los dulces de tu amiga — habló, mi preciosa, de manera irónica hacia mí. Eso me hizo sonreír.

—Dice Asher, que son deliciosos.

Frunció el ceño aún más, se ve más que preciosa.

—Los míos son súper delicioso y te ha dado trabajo comerlos, Marcelo Sandoval.

Quiero jugar con fuego.

— Haré una excepción, esta vez para decirte cual es mejor...

— Eres un...

— Niñita, cuidado con lo que dices, ya sabes las consecuencias a eso.

— No te tengo miedo — retó, mirándome desafiante.

Amo esa parte de ella, bueno... ¿Qué es lo que no amo de ella?

Miré a Dorian y hablé:

— Dorian, adelántate con Bianca, nosotros iremos en un rato — dije, desviando la mirada hasta Keily, mi tono también era desafiante —. Quiero mostrarle algo a la señorita Andersson.

Ambos nos miramos intensamente, desafiándonos.

— No hay problema Marcelo, nos vemos en un rato.

Las chicas se despidieron, quedando de juntarse en unas horas.

Caminamos, ella iba delante de mí, su forma de caminar llamaba la atención de todos, ella seduce sin tener la intención de hacerlo.

Estaba molesta, podía sentirlo.

—Keily, espera...

—Ve a comer dulce donde tu amiguita europea — soltó, haciéndome reír.

Caminé más rápido para alcanzarla y tomarla por el brazo.

— Suéltame, idiota — gruñó, molesta.

La atraje hasta mi cuerpo, rodeándola por completo.

—Quieta, fiera — mascullé, mirando sus labios que estaban tan cerca de los míos.

Quiero besarla y cuando estoy a punto de hacerlo, desvió el rostro y besé su mejilla. Enterré mi cara en su cuello, frustrado.

—No vas a besarme, Marcelo Sandoval.

—Dime porque estas tan molesta, niñita — Pregunté aun sabiendo la respuesta, van dos veces que lo veo en sus ojos.

—Tu sabes porque, idiota...

Mi interior se llenó de una emoción que no sabría explicar y quiero que lo diga.

—Dímelo, Keily.

Me miró determinada y apretó los labios en una línea recta para luego hablar:

— Estoy celosa, Marcelo — soltó por fin, y me siento el hombre más feliz de este mundo —. Me siento estúpidamente celosa de una chica que fue tú amiga y que hace dul...

Estampé mis labios sobre los de ella, sintiéndome el hombre más afortunado del mundo. Besarla es mi momento favorito, recorrer con mi lengua cada centímetro de su boca, es como dar vida a mi vida.

Nada me hace sentir igual.

De un momento a otro, dejó de corresponder el beso y abrí mis ojos para ver los suyos que estaban abiertos.

Fruncí el ceño.

—Te dije que no me besaras, Marcelo Sandoval.

—Keily... — reprendí —. No tienes por qué estar celosa, mi cielo, solo le dije eso a Asher para molestarte.

Abrió la boca como una O.

—¿Con que fue por eso? — masculló, con los ojos entrecerrados —. Querías ponerme celosa.

Sonreí, satisfecho.

— Sí.

—¿Porqué?

—Para comprobar que mi imaginación tenía razón y que en esa faceta también te ves más que preciosa.

Sus mejillas cambiaron de color.

— Eres un idiota.

Sonreí.

Siguió caminando y corrió hasta una carpa donde había una serie de peluches, no pude evitar admirar su perfecto trasero.

Respiré profundo. Me trae loco esta mujer.

—¡Qué hermosos están! — sus ojos le brillaron —. Quiero ese grandote, por favor.

Habló hacia el señor que estaba del lado adentro de la carpa.

— Para eso, belleza, debes pagar 20 dólares y con esa arma, tirar y pegar al blanco de cada una de esas casillas.

Keily lo miró mal.

— Son ocho peluches, yo solo quiero ese— señaló el gigante.

—Para ganar ese, debes derribar los demás — informó él —. ¿Quieres intentarlo, belleza?

Me acerqué a ella y me miró con los ojos preciosos.

—Tú fuiste a un campamento militar y te he visto disparar muy bien.

—No recuerdo como disparar — dije, sonriendo.

Ella entrecerró los ojos.

—Inténtalo, por lo menos — pidió.

Solté un suspiro lento. Pasé los veinte dólares al señor y me preparé para el primer tiro. La sonrisa de Keily, no tiene punto de comparación.

Fallé, a propósito.

Keily, me miró como un corderito, pero desafiante a la vez.

¡Santo Dios, amo cada parte de ella!

—Tal vez necesito un incentivo — dije en su dirección, ya saben, quiero mi beso —. Quizás si me das un beso...

— No me besarás, Marcelo Sandoval y quiero ese peluche como sea.

Ese como sea... Me interesa.

Sonreí.

— No veo como lo conseguirás — dije, desafiante —. Prometo que, si me das el incentivo que te estoy pidiendo, te llevas todos los peluches que quieras.

Apretó la mandíbula en señal de frustración, sonreí victorioso, al ver que podría resultar vencedor, sin embargo...

No tientes al demonio versión pequeño, Marceliniii...

— Te voy a dar ese incentivo que tanto me estas pidiendo, cielo mío — masculló, con una mirada angelical y desafiante a la vez —. Cierra los ojos, Sandoval.

Sonreí, haciendo lo que me pidió.

Unos segundos después, cuando creo que me besará, se apartó de mi lado y, al abrir los ojos, la busqué con la mirada y se encontraba hablando con un chico que estaba disparando en otra de las casetas y lo hacía bien.

Apreté mi mandíbula hasta más no poder.

—Bueno, Dante — la escuché decir, tocando el hombro del tal Dante. Ese ya es un casi muerto en mi lista —. Quiero el peluche gigante que se encuentra allí y mi amigo de allá no ha podido conseguirlo — habló con una sonrisa en el rostro y el chico la miraba embobado ¿Cómo que su amigo? —. Pero te he visto y disparas muy bien y quería ver si podías ayudarme.

La mirada que Keily le da, convence a cualquier ser sobre la tierra, el cielo y el mismísimo infierno.

Él dio un asentimiento.

¡Lo dicho, es un hombre casi muerto!

—¿Él es tú novio? — le preguntó él y ella sonrió hacia mi como angelito.

Ni se te ocurra, Keily Andersson.

—No, no lo es, Dante.

¿Qué?

Mi enojo era evidente.

El chico, sonrió satisfecho.

Ay, Dios... Lo voy a matar...

— Entonces, si consigo ese peluche, me darás un beso — dijo, él. Keily, sonrió hacia mí —. E iré a comer un helado contigo.

Ni en tus mejores sueños, imbécil.

— Por supu...

No esperé que ella terminara de darle la respuesta cuando comencé a derribar uno a uno los peluches, la mirada de Keily estaba en mí y la mía en ella. Derribé cada uno sin la necesidad de ver el blanco, ya lo había medido antes.

El imbécil, me miró sorprendido al igual que las demás personas que estaban alrededor.

Keily, sonrió victoriosa, sabe perfectamente los efectos que causa en mí. Unos segundos después, volvió a mirar el casi muerto de Dante y habló:

—Bueno, Dante —comenzó ella con una sonrisa angelical en su rostro —. Mi amigo amnésico, recordó como disparar.

—Quería mi beso y una salida a comer helado contigo, bella — dijo el imbécil con una sonrisa.

Un gruñido salió de mi sin poder evitarlo.

—Ya tengo tu número, Dante, lo planearemos para luego — palmeó el hombro del chico en forma de despedida.

Ay, lucifer... dame paciencia.

Eso jamás, Keily Andersson

Corrió hasta la caseta en busca de sus premios. Su sonrisa decía lo feliz que se encontraba.

Miré al idiota que aún la miraba embobado.

— Para que sepas y lo tengas claro, ella es mi mujer — aclaré con mi mandíbula tensa aún, el chico tragó saliva —. Lárgate.

Y lo hizo, se fue sin decir nada.

Giré mi rostro y me encontré a Keily regalando a los niños cercanos los demás peluches, a cada uno le dio un beso en las mejillas, a eso le llamo suerte.

Después de que los niños se fueran, me miró y sonrió con las mejillas coloradas.

—Eres una niña muy traviesa, Keily Andersson — mascullé hacia ella, sus ojos estaban brillantes —. Jugaste tus cartas muy bien.

Se acercó hasta mí y rodeó sus brazos alrededor de mi cuello.

—Querías un incentivo y te lo di — besó mi nariz, haciéndome suspirar.

Esa si es una buena manera de esfumar mi frustración anterior. No obstante...

—Le ibas a dar un beso a ese imbécil — dije, un poco molesto.

Ella sonrió y negó con la cabeza.

—Sabía que tu ganarías ese peluche para mí.

Fruncí el ceño, confundido. Pero la verdad es que tiene razón. Por lo menos su respuesta, calma mi yo celoso.

Ella se separa de mí en busca de su premio.

Cuando voy a responder, mi celular emite un sonido. Lo reviso y tiene varios mensajes.

— Son los chicos, nos esperan.

Trae con ella el peluche de tamaño desproporcional, la ayudé con él, ella no borraba su sonrisa triunfal.

— Vamos, cielo, que nos esperan.

—¿No me besarás? — Pregunté hacia ella.

—Estás castigado hasta nuevo aviso, Marcelo.

Respiré profundo y comenzamos a caminar hacia los demás. Cuando llegamos allí, las demás chicas se quedaron maravilladas con el peluche de Kei.

— Eso es... — comenzó, Bianca.

— Si y, de ahora en adelante, esta belleza me acompañará en mis noches frías — respondió, mi preciosa, sonriendo mientras abrazaba su peluche tamaño real.

Me dejó de lado, respiré profundo nuevamente, pero no pude evitar sonreír.

— Hermano — llamó, Imanol, mi atención —. ¿Cómo hiciste para ganar eso?

— No fue nada fácil, créeme — dije pensando en los pormenores —. Me lo llevaré a la tumba.

— Pero bien que te gusto ganarlo, Cielo — respondió mi preciosa mientras guiñaba un ojo, la miré divertido.

Pregunté por los demás y es cuando vemos a Cristian llegar con una franela de alguna caricatura de Disney, los chicos lo interrogaron a lo que le echó la culpa a Elena, al parecer hizo su travesura.

Estaban todos sentados comiendo un helado. Elena, se levantó de su lugar.

— Vámonos, papucho, llévame a la luna por favor.

— Como gustes, rojita — dijo, Asher con una sonrisa —. Familia, feliz noche, nos vemos en casa. Sandoval, fue un gusto verte y recordar viejos tiempos. Serrano es un placer.

Luego de eso, se retira.

— Serrano es un placer, idiota - balbuceó para el mismo, el castaño — ¿Me podrían explicar de dónde salió este Robocop?

— Idiota, ese que se acaba de ir con Elena es el hermano de Dorian y uno de mis ex compañeros de la academia, compórtate y deja los celos.

— Perdón, Dorian. Y, no son celos.

Yo lo conozco, esta celoso de Asher.

— No te preocupes a veces si es un Idiota — dice Dorian, quien continúa con su helado —. Ahora si nos contarás que pasó y porque vienes vestido con una franela de Mickey Mouse como si estuviésemos en Disneylandia.

Cristian comienza su relato, reímos hasta más no poder. Seguimos en la feria por unas horas más hasta que nos tocó regresar a casa.

Entramos a la habitación y veo como la pelinegra acomoda en la cama el oso que gané por ella y recuerdo que aún no me dado el premio por ganar esa cosa, así que decido molestarla un rato, quiero mi beso.

—¿En serio ese oso dormirá en la cama?

—Sí, así es — respondió ella.

—Pero, no es una noche fría.

—Para mi si lo es —respondió, acariciando el gran oso.

El paraíso infinito que son sus ojos, me miraban con picardía, sé lo que planea este pequeño demonio, pero no se la pondré fácil.

La miré desafiante.

–– Preciosa, te recuerdo que ese peluche suertudo que acaricias con tus preciosas manos, aún me lo debes y por lo tanto es mío, porque yo lo gané.

Veo como me regresa una mirada coqueta, de esas que encienden el paraíso para convertirlo en el mismo infierno. Con media sonrisa, se levanta y camina hasta quedar frente a mi.

La miré embobado.

— Cielo — masculló de manera sensual, se pegó a mi y sus manos acariciaron mi pecho, tocando cada una de mis fibras —. Tienes razón, debo ser una chica buena y pagar mi deuda. Que no se diga que Keily Andersson no cumple su palabra.

Me inclino solo un poco cuando ella coloca sus suaves manos sobre mi rostro haciéndome cerrar los ojos en el proceso, me preparo para recibir mi beso, ese que he estado anhelando como un loco.

Siento tan de cerca su calor, su olor a flores que si continuo de esta manera, la cosa aquella en mi pecho estallará. De pronto, plasma sus dulces labios cerca de la comisura de los míos y no puedo evitar suspirar, esto, en definitiva, me hace abrir los ojos.

—Listo, allí está, ya está saldada mi deuda, se habló de un beso más no donde y de aquí a china ese, para mi, lo fue.

Evité abrir los ojos más de la cuenta, es una tramposa.

—Eres una tramposa, Keily Andersson.

Termina con una sonrisa cargada de maldad, dándose media vuelta para entrar al baño y dejarme allí echo nada, esa niñita acabará conmigo definitivamente.

El momento de la gala había llegado, Elena se había ido con Asher y, Cristian, me dijo que me esperaba cerca del evento, todos entraríamos juntos. Aún es temprano, bueno, tenemos el tiempo justo para llegar.

Keily, se estaba terminando de arreglar, dijo que solo faltaba poner su vestido, el cual, no quiso mostrarme antes.

Cuando escuché unos tacones, giré hasta ella y mi respiración se detuvo literalmente.

Ella llevaba un vestido color beige, de tela tul estampado en flores, manga larga con sellado en las muñecas, en el pecho estaba cruzado seguido de los hombros hasta rodear su cuello y su escote es en forma de V, que la hace lucir increíble, despampanante y muy sexy con ambas aberturas en sus largas piernas, el vestido está hecho a su medida.

— ¿Qué...? — las palabras no salían de mis labios, ¿Qué voy hacer esta noche?

Ay, Dios mío...

Quiero guardarla, no quiero que nadie la vea, por otro lado, quiero que el mundo la vea colgada de mi brazo y ser ese que tenga el privilegio de estar adornado con su belleza.

Me brindó una sonrisa tímida, su rostro se encontraba rojo, ella sabe lo preciosa que está y el efecto que ha causado en mí. Mordí mis labios, recorriendo cada centímetro de su cuerpo, cada espacio de su ser, ese que he besado y adorado tantas veces y que ahora mismo, tengo ganas de hacerlo nuevamente.

—¿Dirás algo, Marcelo Sandoval? — masculló, seductora y eso me hizo mirarla directamente a los ojos.

Mis ojos ardían en deseo. Me acerqué y levanté una mano para acariciar su piel desde su mejilla hasta sus hombros, nunca despegamos la mirada, ellas hablaban por sí solas y ambos sabíamos a lo que esto llegaría.

—Estas jodidamente, preciosa — murmuré acariciando el escote de su pecho, sus senos se veían perfectos. Keily mordió sus labios y su mirada brillaba en deseo —. Eres la mujer más sexy que haya visto jamás.

Cerró sus ojos cuando pasé mis dedos sobre su seno izquierdo, por encima de la tela de su vestido.

— Marcelo... — gimió, mi nombre de una forma que me hizo enloquecer.

La rodeé por la cintura atrayendo su cuerpo hasta el mío y la besé con fuerza, devorando cada espacio de su boca, ella correspondió al instante con muchas ganas, como siempre lo hacía. Mis manos inquietas viajan por una de las aberturas de sus piernas y voy directamente a su feminidad, me siento victorioso por lo rápido que reacciona su cuerpo a mis caricias, está totalmente lista para mí.

Hice el vestido a un lado para no estropearlo, es fácil escabullirse por las aberturas que tiene, la tomé por la cintura y ella rodeó sus piernas en mi torso, la estampé contra la pared, vuelvo a tocarla en su feminidad y ella se estremece...

— Marcelo... ¡Ah! — masculló desbordante en deseo —. Es tarde...

Sigo mi labor con mis dedos.

— ¿En verdad piensas que voy a detenerme? — manifesté con voz ronca, mientras devoraba su cuello.

Ya no puedo más.

Retiré mi mano de su feminidad, ella protesta y sonreí victorioso. Sin poder aguantar más, me separé de ella para liberar mi miembro, ella aprovecha y con sumo cuidado quita su vestido para no estropearlo y yo aprovecho para deshacerme de mi traje.

Unos segundos más tarde, ella habla:

— Te necesito, ya, Marcelo — pidió, volviéndome loco —. Quiero que me hagas tuya a sabiendas que también te haré mío.

Eres mía y yo soy tuyo, mi amor...

Mi miembro erecto, roza su feminidad y sus gemidos, se vuelven más fuertes.

— Esta vez, no seré gentil, Keily...

Ella me miró con esos ojos echo fuego.

— No esperaba que lo fueras...

Eso fue suficiente para penetrarla con fuerza, ambos gemimos ante la sensación tan placentera que nos envolvía. Moví mis caderas estrellándola contra la pared, temí por ella, no quería lastimarla, sin embargo, sus gemidos placenteros, me hacían saber de que le gustaba lo que estábamos haciendo.

Somos dos piezas que encajan de manera perfecta.

Traté de controlarme y disfrutar este momento con ella, esa sensación de estar piel con piel, de tocarnos porque no es solo sexo, es lo que ella me hace sentir.

— Marcelo...

No puedo dejar de mirarla, se ve tan preciosa así de vulnerable y sus mejillas sonrojadas. Levanté aún más sus piernas, profundizando mis movimientos y siento como voy a llegar, pienso en ir más lento, pero ella me pide que continúe. Unos segundos después, ambos llegamos al orgasmo.

Tener sexo con Keily, se siente extraordinario, no es el aspecto físico, sino la conexión inexplicable que ambos sentimos, esas emociones que siento y, sé que ella también, con cada caricia, con las miradas, es sencillamente a otro nivel.

Ambos estamos totalmente sudados y con la respiración desenfrenada.

—Tanto trabajo en arreglarme para nada — dijo entre risas, aun la tengo sobre mí.

—Para nada no fue, nena — dije con malicia.

Ella giró los ojos a punto de reír, mientras me besaba una y otra vez.

— Ahora deberás esperar mucho más, debo hacer el mismo proceso que antes para arreglarme.

Sonreí.

—Puedo esperarte una vida entera, mi cielo.

Ella me miró y sonrió, no se atreve a decirme nada cuando le hablo de esa manera, si ella supiera las ideas que me hecho y todas las incluyen a ella.

Nos besamos como dos locos nuevamente y más tarde, nos fuimos a bañar juntos, fue algo rápido, ya nos estaban esperando. Keily, volvió a peinarse y maquillar como antes, se veía más preciosa aún. Cuando iba a colocarse el vestido, la miré profundamente, pensando en que hoy tendré un arduo trabajo, estaba pensando seriamente si ir o no a la dichosa gala.

—Aunque me mires así, de todos modos, me lo voy a poner.

Respiré profundo.

—Solo espero que no tenga que partirle la cara a alguien.

— Si te atreves a hacer eso, me iré y nunca más te hablaré — dijo, determinada.

— No harías eso — repliqué.

Levantó una de sus negras cejas.

—Has la prueba, cielo — dijo, sonriendo.

Apreté mi mandíbula y no dije nada. Se acercó a mí, me dio un rápido beso en los labios y fue por el bolso.

Una hora después, llegamos a la gala y nos encontramos con nuestros amigos y anfitriones.

— Bianquita, ¡Qué hermosa estás! — Imanol, se aclaró la garganta, haciéndolo reír — Hay perdón, pero es la verdad y, esta mamá osito, no se queda atrás, te ves radiante, no como otras — hace una mueca observando con disimulo a la pelirroja quien lo ignora —. Hasta el mujeron andante, esta despampanante.

— Cristian – dije entre dientes, quiere echarle leña al fuego —. No empieces de nuevo —. Volví mi mirada hacia los demás al sentir el toque de Keily —. Buenas noches, disculpen la demora, se nos presentó un pequeño inconveniente, pero nada que no se pueda resolver.

Las mejillas de Keily, se pusieron rojas.

— No te preocupes, Marcelo — dijo Imanol —. Sean bienvenidos. Tomen asiento.

Entre pláticas tomamos lugar en una mesa y la rivalidad de Elena y Cristian, se notaba bajo sus pleitos y de más, al cabo de un rato, Cristian se retiró de la mesa, alegando buscar a alguien, sin embargo, sé que no está bien, los celos lo están matando y no sé cuánto tiempo podrá aguantar una situación así.

De un momento a otro, Imanol, llega con dos personas a nuestra mesa.

— ¡Buenas noches! — Todos correspondimos el saludo —. Ellos son Edmond Williams y su esposa, él es nuestro socio en Seattle y encargado de construir la sede de allí.

Todos dan un asentimiento y él continúa:

— Ellos son Marcelo Sandoval, mi socio en Ciudad de México y las señoritas son Elena Álvarez y Keily Andersson, sus diseñadoras de Interiores.

Extendí mi mano hacia el hombre con mi rostro inexpresivo. Las chicas saludan de manera cordial.

— Él es Dorian, mi encargado en la seguridad, su esposa Sinclair y nuestra fotógrafa y, por último, nuestra Socia Bianca Vega y mi novia.

— Un placer conocerlos — hablé, cordial.

— El placer es nuestro, ella es mi esposa Tabatha.

Saludamos y al parecer son personas muy gentiles, las chicas iniciaron una conversación con la esposa de Williams, de seguro se harán tan amigas como el cuarteto, la reciben como si la conocieran de siempre al igual que a Edmond, quien se integró a la plática a la perfección.

Trascurrido alrededor de una hora, se retiran a su mesa. Keily, aprovecha y va al tocador, me quedo platicando con Cristian, advirtiéndole que está actuando como un idiota.

—No me regañes, no soy un niño, Marcelo — protestó.

—Pareces uno, estas actuando peor que mi hermana de siete años.

—Estoy que me exploto, Marcelo — expresó, molesto.

—Piensa como adulto, Cris.

—No seas exagerado... — dijo, sin embargo, miró detrás de mí y... —¡Oh, mierda!

—¿Qué...?

Mis palabras quedan en el aire al mirar hacia la misma dirección que él. Mi sangre comenzó a circular a toda velocidad cuando vi al hermano de Imanol, coquetear con Keily, y no solo eso, está acercándose a ella...

Cerré los ojos con fuerza y comencé a caminar, no obstante, Cristian, me detuvo.

—No vayas a armar un escándalo — advirtió entre dientes.

Lo miré fulminante.

—Quiero golpearlo — rugí entre dientes —. Pero...

Me solté de su agarré y caminé hacia ellos. Keily, estaba incómoda, se le notaba.

— Gracias, pero usted es quien se lleva todos los créditos por su belleza... — extendió su mano para tocarla y mi cuerpo entero se tensó. Se dio cuenta de mi cercanía y sonrió en mi dirección —. Sandoval.

Lo miré fríamente, quiero hacerle entender que no me gusta nada lo que está haciendo.

— Ferrer — mascullé con voz gélica y pegué a Keily a mi cuerpo. Quiero decirle sus dos verdades y luego golpearlo, pero le hice una promesa a esta mujer. Giré mi rostro hasta ella —. ¿Estás bien, preciosa?

— Sí, estoy bien — respondió, con una sonrisa incomoda.

Ella toca mi pecho, trata de tranquilizarme. La miré por algunos segundos y le sonreí de boca cerrada para tranquilizarla. Luego, lo miré a él quien se tomaba un trago, me sonrió, pero no le devolví el gesto, su mirada es oscura, muy distinta a la de Imanol, no es una persona de fiar, no es de confianza.

— Felicidades por la gala — hablé con el mismo semblante de antes —. Debe usted sentirse satisfecho.

— No podría estar mejor, las mujeres de esta noche sí que hacen un ambiente agradable en este lugar — extendió su mano a un mesonero y tomó otro vaso — ¿No le parece?

— Sí, tiene razón – concedí, mirando la preciosa mujer que está a mi lado —. No podría estar más de acuerdo con usted.

Tomó otro trago.

—¡Qué suerte la suya! – dijo mirando a Keily —. Su compañera está muy hermosa.

Keily, estaba incómoda, me apretaba una mano para que lo dejara.

Sonreí de boca cerrada y miré hacia ella.

—Mi acompañante no solo esta hermosa, está mucho más que preciosa — a ella se le calientan las mejillas y vuelvo a mirarlo —. Muchas gracias, por su amabilidad.

Iván Ferrer, es un hombre inteligente, con la mirada que le doy ya se ha dado cuenta de que no me gustó lo que hizo. También le di una mirada de advertencia, no quiero que se acerque.

—No es nada, solo soy sincero.

Le doy un asentimiento.

— Disculpe que lo tengamos que dejar, pero me gustaría llevar a esta señorita a la pista de baile, fue un placer hablar con usted, y felicidades de nuevo.

Caminamos y siento como Keily se relaja.

—Es un imbécil — mascullé.

— Tranquilo, Marcelo — dijo ella —. Solo trataba de provocarte.

— Estuve a punto de... — me detuve —. Si no lo hice, fue por ti.

Ella me miró bonito.

—Pues quiero que hagas otra cosa por mí — pidió, pícara.

—Ah, ¿Sí? — mascullé del mismo modo.

—Unjuuu — murmuró —. Llévame a bailar.

Sonreí por y para ella tomándola de la mano.

No pasa mucho tiempo cuando estamos en la pista bailando, somos muchas las parejas que lo hacemos. Miré los ojos más fascinantes de todo el universo y sus alrededores, esos que me cautivaron desde el primer momento en que los vi.

—Eres tan preciosa — dije al tiempo que llevé una de mis manos a su mejilla, nunca dejamos de bailar —. Que no me sorprende que más de uno se encuentre rendido a tus pies esta noche y todas las venideras.

Incluyéndome.

Sonrió, sonrojada.

—Pues usted tampoco se queda atrás, señor Sandoval, aquí hay muchas miradas sobre usted, e incluso, me siento intimidada.

Sonreí.

— Solo me interesa que tú me mires — manifesté, honestamente.

— Y yo te miro incluso al cerrar los ojos — dijo, sinceramente y un brillo se desprendía de su mirada.

Dios...

Las emociones que experimenta mi cuerpo ahora mismo son descomunales, ella me mira, aunque cierre los ojos y yo también lo hago.

—Yo tamb...

Mi celular interrumpe lo que iba a decir, pero no quiero hablar con nadie ahora.

—¿En que estábamos? — Volví a atraerla a mi cuerpo mientras bailábamos.

Su carita tierna, me vuelve loco.

—Me decías que tú también me mir...

El celular vuelve a sonar y está vez decidí mirar de quien se trataba.

Era Mónica.

Ella dijo que me avisaría cuando tuviera respuesta de las ventas de las acciones y quiero salir de esto, tenerlos a ellos en mi espacio no es de mi agrado y mucho menos con lo que he descubierto de su padre.

—Debo tomar esta llamada — expresé, seriamente, pues no me gusta que interrumpan mis buenos momentos con Keily —. Debo apartarme, la música no me dejará escuchar.

—No te preocupes, estaré bien.

La expresión de Keily, había cambiado totalmente.

—¿Esta segura? Puedes acompañarme — ofrecí, el celular vuelve a sonar.

—Ve tranquilo. Te voy a esperar en el pequeño umbral que da al jardín.

—Ven — la tomé de la mano —. Te llevo allí.

— Pero la llamada...

—Eso puede esperar — determiné sabiendo que algo más sucedería si la dejaba sola.

La llevé al umbral e inmediatamente, el celular volvió a sonar.

— Vuelvo enseguida, ¿De acuerdo?

Ella dio un asentimiento. Besé el dorso de su mano y respondí con la esperanza de sacar esa gente de la empresa de una vez por todas.



—Buenas noches — respondí.

—¿Dónde estás? — fruncí el ceño.

—¿Qué quieres?

—¿Estás con ella?

Eso, evidentemente, me molestó.

—Pensé que llamabas para darme respuesta de las ventas de las acciones.

— Te llamaba para decirte que sé muchas cosas, que esa mujer con la que estás no es lo que...

—No sé te ocurra ni siquiera mencionarla — escupí con los dientes apretados.

— Ella está con un compañero de su equipo, se llama Moisés...



Cerré la línea, no podía seguir escuchando tantas estupideces. Estaba enojado, muy enojado. Debía tranquilizarme.

A lo lejos, vi a Keily, sola.

Me dolió.

¿Cómo vine a dejarla sola? Soy un estúpido.

Caminé hasta ella y al llegar ella me observó un poco más allá, frunció el ceño.

—¿Estas bien? — Preguntó mientras se acercaba.

— Si, todo está bien — respondí, seriamente, recordando el maldito motivo de la llamada.

Para nada doy crédito a las palabras de Mónica, pero me molestó que hablara así de...

—Pero no te vez bien, Marcelo — insistió, preocupada —. Si necesitas algo, no...

Contuve la respiración y luego solté un suspiro profundo, mi mente se puso en blanco.

—Te dije que estoy bien, Keily — dije un poco a la defensiva mirando a los ojos de la pelinegra —. Son asuntos personales, no hay nada de qué hablar.

— Esta bien, lo siento — dijo y, la forma en que me miró, Dios... la he lastimado.

—Lo sien...

—No te preocupes — Interrumpió, sin ser brusca, mirando a otra dirección —. Ahora... debo ir al baño.

—Keily... — mascullé, preocupado. Me duele, verla así y más por mi culpa —. Por favor, lo siento, nena.

— Esta bien — dijo acercándose a mí. Posó una de sus manos en mi mejilla, sin apartar la mi mirada de la suya —. Todo va a estar bien.

Tragué saliva al tiempo que llevé una de mis manos sobre la de ella que se encontraba en mi mejilla.

Las cosas no andan bien, la pelinegra no lo está.

—No debí hablar así, soy un idiota.

—En eso si estamos de acuerdo — dijo, sonriendo y correspondí con una sonrisa de boca cerrada —. Ahora debo ir al baño, debo retocar mi maquillaje.

— Pero si estas preciosa — dije con una sonrisa como fachada, sabía que la había regado, continúe sinceramente —. Tú siempre te ves preciosa — la miré profundamente —. ¿Estás bien?

Asintió.

—Vuelvo enseguida unos minutos.

Antes de marcharse nos miramos unos segundos a los ojos tratando de descifrar que es lo que verdaderamente está ocurriendo en el interior del otro, el contacto es interrumpido al llegar hasta nosotros Imanol.

—Marcelo, necesito hablar... — al ver mi cara, se sorprendió bastante y miró hasta Keily quien se perdía entre la multitud, volvió su vista hacia mi —. ¿Está todo bien?

— Soy un idiota — respondí, exasperado, Imanol, me miró seriamente y no pude quedarme callado —. La he lastimado.

Pasé, desesperadamente, las manos por mi rostro.

— Ven, vamos por aquí — indicó, Imanol, cuando ya estamos en un lugar más calmado, volvió a hablar —: ¿Qué pasó?

— Me he comportado como un imbécil, he lastimado a Keily una y otra vez con mis estúpidas reacciones, odio esto de mí.

No podía calmarme, caminaba de un lado a otro, desesperadamente.

— Entonces, si reconoces que hay algo mal en ti, debes tratar de mejorarlo.

Lo miré.

—He tratado de hacerlo, pero llega un momento en que me siento vulnerable ante ella con ganas de decirle todo, pero estoy tan jodido.

—Tú eres más que tus barreras, Marcelo — lo miré detenidamente —. Reconozco que son las barreras que creaste por algo que ocurrió en tu pasado lo que ahora te llevan a actuar de esa manera.

Respiré profundo, calmándome y por inercia, comencé a contarle todo a Imanol, estoy harto de todo esto.

— Soy miembro de la familia Sandoval por adopción. Mis verdaderos padres murieron cuando apenas tenía cuatro años — respiré profundo para  continuar —. La familia Sandoval, llegó a mi vida, dándome todo lo material, pero no eran muy expresivo, salvo mi padre Fabricio, quien me demostraba cariño, pero nunca dijo amarme — recordé aquellos momentos de mi infancia —. Nunca dejaron un te quiero o un te amo, crecí sin escucharlo y cuando por fin me animo a decírselo a alguien, lo que me dijo fue que eso hacía débil a las personas, que el amor no era más que una fachada que destruía a las personas y sabes — lo miré —. Me lo creí tanto que ahora que en verdad amo a alguien, que soy capaz de dar mi vida en caso de ser necesario, no puedo decírselo y la lastimo con mis idioteces, pero al hacerlo, también me lastimo a mí mismo.

— La otra mujer que también amaste te lastimó, ese es tu miedo — agregó, Imanol.

Solté todo el aire que no sabía que contenía.

— Si me pongo a comparar lo que sentí antes por Mónica y lo que realmente siento por Keily, puedo asegurarte que nunca había amado en la vida, ambos sentimientos se diferencian bastante.

— Estas consciente de que la amas, pero no te atreves a a dar el siguiente paso.

—Me quiero golpearme a mi mismo, ella me duele.

—La amas por eso te duele su dolor — dijo, Imanol —. Tu estas consciente de que tus reacciones la lastiman, entonces, eres el que debe poner la solución a eso.

No dije nada.

— Habla con ella, los sentimientos de ella no son diferentes a los tuyos — lo miré y todo se removió en mi al escucharlo decir eso —. Solo basta ver lo que son cuando están juntos y, Keily, tiene una ventana abierta en sus ojos, Marcelo — sonrió —. En eso se parece mucho a Bianca, son muy transparentes.

Solté un suspiro profundo.

—No querrá hablar conmigo — solté, preocupado —. La conozco y sé que no lo hará, esta dolida.

— No lo hagas hoy — aconsejó —. Mañana aprovecha y dile todo.

—Prometo que lo haré — dije, sonriendo hacia Imanol en forma de agradecimiento —. Muchas gracias por escucharme.

— Recuerda que no está mal hablar de los sentimientos, vale la pena luchar si estos son verdaderos, sé que el miedo a salir herido es horrible, pero eso no puede detenernos, a ti eso no puede detenerte, a un hombre como tú, no— habló él, con tanta seguridad —. Hay que tomar riesgos, si las cosas funcionan, pues hacemos fiesta y, si no, nos emborrachamos hasta olvidar todo.

Respiré profundo asimilando cada una de sus palabras.

—Tienes razón — dije, más tranquilo —. Nuevamente, muchas gracias.

—No es nada, amigo — manifestó—. Ahora vamos a la mesa y trata de hablar con Keily cuando te sientas listo.

Di un asentimiento y nos dirigimos a la mesa. Mi vista viaja por cada uno de ellos, me preocupa que Keily aún no haya regresado, trato de ir a buscarla, pero, Imanol, me detiene.

— Dale su espacio, ya regresará — me dijo, pero no me siento tranquilo.

Los chicos comenzaron a platicar entre ellos, respondía una que otra pregunta que me hacían, pero mis pensamientos estaban con ella. ¿Estará bien? ¿Por qué tarda tanto?

Unos minutos más tarde, la veo regresar, sus ojos no brillaron como antes. La cosa aquella, dio un tirón.

Observé como Bianca, se acercó a ella y la tomó por el antebrazo.

—¿Kei, me acompañas a dar una vuelta al jardín?

Vi su expresión dolida y eso me estaba matando.

— Claro — me miró, estaba seria, y habló suavemente —. Voy con ella, nos vemos más tarde.

No puedo con la incertidumbre de saber si se encontraba bien, aunque sé perfectamente que no lo está. Me puse de pie y caminé hasta ella tomándola por el brazo de manera delicada.

—¿Estas bien? — Pregunté y mi preocupación era evidente, ella dio un asentimiento —. Kei...

Se separó de mí, sin emitir una sola palabra y dio media vuelta para ir con Bianca.

Dios, ¿Qué voy hacer?

—Tranquilo — Imanol, puso la mano en mi hombro —. Todo va a estar bien.

Pasan los minutos y no regresan a la mesa, pasa más de media hora y nada.

Las locuras de Cristian y el contraataque de Elena, están divirtiendo los demás, no sabiendo que están peleando de verdad.

La vi regresar con sus ojos rojos, estuvo llorando, esa noche se sentó a mi lado, pero las palabras entre nosotros fueron escasas.

Regresamos a casa y traté de hablar con ella, pero me dijo que ahora no se encontraba en condiciones de hablar y que prefería dormir.

Se dio un baño y salió de la habitación, fue para donde Elena. Fui a tomar un vaso de agua y me encontré con Cristian tomándose un trago.

— ¿Problemas en el paraíso? — Preguntó sin girarse, observaba su vaso como si fuera lo más interesante del mundo.

—Por lo visto, tu tampoco la estás pasando bien.

— Soy un imbécil — anunció con coraje —. En vez de tratar de buscar una solución a las cosas con Elena, la he regado de nuevo.

Solté un suspiro lento, mientras me sentaba a su lado, también voy a tomar un trago.

—Pues aquí se juntaron dos imbéciles — mascullé al tiempo que me tomaba el trago de un solo tirón.

—Tú eres un idiota desde que naciste, así que no me extraña lo que dices.

Sonreí.

—Lo sé — dije.

—Traté de darle celos a Elena con Katheryn, pero no resultó.

—Sé que no quieres escuchar esto, pero, te lo dije, Cris.

Soltó un suspiro cansado.

—Tienes razón, no lo quería escuchar — expresó tomando un trago —, pero lo merezco. Trataré de hacer las cosas bien a partir de ahora.

—¿Piensas decirle todo? — negó.

—No, por el momento. Voy a tratar de tener las cosas claras y luego le diré a ver qué pasa.

—Ella es una mujer muy madura — agregué.

— Y muy testaruda.

Sonreí, él también lo hizo.

—No te rindas, Cris.

—Nunca lo haría, Marcelo — manifestó, determinado —. Tu tampoco lo hagas — negué —. Ahora cuéntame que le hiciste a Keily.

Suspiré y conté todo lo que había pasado, incluso, le dije que había tenido una conversación con Imanol y lo que me había aconsejado.

—Siempre te he dicho que temo que algún día no puedas controlar tus impulsos y hables sin pensar —dijo, con el ceño fruncido —. Sueles ser muy hiriente en ocasiones, Marcelo, y no es la primera vez que lo haces con Kei.

Cierro los ojos con fuerza. No quiero perderla.

—No quise lastimarla, Cris.

— No tienes que convencerme de nada, te conozco y sé que es así — argumentó, seriamente —. Pero no sé si Keily piensa igual que yo.

Dejé mi vaso en la encimera y me puse de pie.

—Voy por agua y me iré a dormir — dije, sin más —. Buenas noches, Cris.

—Buenas noches, hermano.

Fui por la jarra de agua y regresé a la habitación ya Keily, estaba allí, se había acostado.

Hice lo que tenía que hacer y me metí a la cama con ella, no dijo nada. Pegué mi cuerpo al suyo y la abracé como de costumbre, no protestó.

—Perdóname, mi cielo, por favor — mascullé en su oído —. Muchas veces suelo decir las cosas sin pensarla, soy un idiota.

No dijo nada, solo se acomodó más. Respiré profundo, Keily estaba bien enojada y con razones suficientes para estarlo.

No dormí nada esa noche y, al parecer, Keily tampoco, se movió mucho en la madrugada.

En la mañana nos estábamos preparando para volver a Mérida, las cosas se sentían tensas. Sin embargo, me ayudó a acomodar algunas cosas en la maleta que había traído.

—Creo que no se queda nada — la escuché decir, mientras revisaba la habitación.

—No quiero que regresemos enojados, Kei, por favor — pedí, mirándola.

Respiró.

—Para eso debemos tener una conversación larga y tendida, Marcelo — habló, seriamente hacia mí, me duele su mirada triste —. Sin embargo, hoy no tengo el deseo de hacerlo, no me siento lista para hablarlo en este momento — hizo una pausa —. Sé perfectamente que no fue tu intención hacerme sentir mal con tu comentario, tengo claro que lo último que quieres es lastimarme, pero lo has hecho.

— Hablemos, por favor...

—Ahora no, por favor — pidió, firme, mirándome a los ojos, su determinación era grande.

Di un asentimiento y ella volvió a lo de antes, terminar las maletas.

Respeté su decisión, no mencioné más el tema. Nos fuimos al aeropuerto en compañía de nuestros amigos quienes se portaron de maravilla en estos días. Agradecimos su hospitalidad y abordamos el Jet. El viaje fue silencioso casi nadie habló, salvo Elena con Keily en ocasiones.

La pelinegra iba perdida observando por la ventanilla del avión, solo respondía una que otra pregunta cuando iban dirigidas a ella.

Elena me miraba y me decía que tuviera paciencia.

Después de seis horas ya estábamos en Mérida, Keily fue conmigo a casa, pero no me habló, fue con Martina y Mirian, con ellas pasó el resto del día. No obstante, en la tarde, la vi en el jardín, estaba dibujando, la había visto hacer eso en varias ocasiones.

Me acerqué a ella y me senté en silencio frente al gran lago que había en la casa.

—¿Puedo ver lo que dibujas? — Pregunté con cautela.

Ella sonrió, sin mirarme.

—No, aun no — dijo con la misma sonrisa —. Es una sorpresa.

Sonreí.

—Eso quiere decir que lo veré en cualquier momento.

—Puede ser — dijo, sin detener su labor.

Al cabo de unos segundos, miré como guardó todo en una larga caja rosa. Ahí debe guardar sus utensilios de dibujos a lápiz.

—Quiero invitarte a cenar mañana — le dije muy seguro de mí mismo —. ¿Aceptas?

Ella me miró, analizándome.

—¿Quieres salir a cenar conmigo?

— Sí, quiero que hablemos de nosotros.

Su expresión fue de pura sorpresa, no se esperaba eso.

—¿De nosotros? — Preguntó sorprendida.

—Nos debemos una conversación larga y tendida, Keily — usé sus propias palabras.

Tragué saliva disimuladamente, estoy aterrado.

—Siendo así, acepto — dijo con sus mejillas sonrojadas.

Eso me hizo sonreír.

—Debo ir a la constructora, puede que regrese muy tarde — expliqué con calma —. Tengo muchos pendientes que resolver.

Ella sonrió dulcemente mientras me miraba.

—Está bien, solo cuídate mucho, Marcelo.

Sonreí de boca cerrada.

—Tú también, cuídate. Cualquier cosa que necesites habla con Martina o Thomas — dio un asentimiento —. Pero también puedes llamarme.

— Gracias.

Me puse de pie y le di un beso en la cabeza. No me atrevo a besarle los labios, sé que aún está enojada.

—Nos vemos más tarde.

Fue lo último que dije y salí de la casa con dirección a la empresa. Trabajé hasta tarde y cuando regresé a casa ya Keily, estaba dormida, me di un baño y me acosté a su lado. Contemplé su rostro por un largo rato, detallé cada rasgo que la caracterizaba, la amo más que a nada y aún no sé cómo voy a decírselo. Besé una y otra vez, su mejilla, sus ojos con todo el cuidado de no despertarla. Después de un largo rato, me quedé dormido.

A la mañana siguiente, me desperté buscando su contacto físico, más no estaba, me puse de pie y me fui a dar un baño, fui al ropero para prepararme, hoy debo llegar más temprano.

Cuando salí, la cama estaba perfectamente arreglada, en ella había una caja de regalo y de un momento a otro, salió Keily cantando cumpleaños junto a Martina, Mirian y Thomas.

Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños, Marcelo...

No pude evitar sonreír al verlos cantar de manera desafinada, Keily traía un pastel en sus manos y con una vela encendida.

—Debes pedir un deseo al soplar la vela — informó, Keily con una gran sonrisa.

Pedí mi deseo, mirándola.

Tomé el pastel y lo puse en una mesa. Hicieron una bulla y comenzaron a abrazarme.

— Feliz cumpleaños, mi niño — me abrazó Martina, con tanto cariño —. Dios te me bendiga, hijo.

— Gracias, nana.

— Felicidades, muchacho — ahora me abraza el viejo, Thomas.

— Muchas gracias, viejo.

— Feliz cumpleaños, Marcelo — felicitó, Mirian abrazándome.

— Gracias.

Busqué a Keily con la mirada, estaba sonriendo y en sus ojos vi lo que quería hacer.

—¿Tú no vas a felicitarme? — Pregunté mirando sus preciosos ojos.

Sonrió mientras que se apresuró a mi encuentro para abrazarme. La necesitaba, comencé a repartir besos en su rostro y enterré mi cara en su cuello aspirando su aroma.

Solté un suspiro lento, ella es mi perdición...

—Feliz cumpleaños, cielo mío — masculló aun abrazándome por el cuello —. Dios sea el guía de tus pasos y que conceda cada una de tus peticiones.

Paz... fue lo que sentí en ese momento.

— Los dejamos solos, niños — escuché a Martina decir.

— Gracias a todos por sus atenciones y felicitaciones.

Dijeron un par de palabras más y se marcharon.

—Eres preciosa, Keily, tanto por dentro como por fuera, gracias por ese detalle que tuviste de cantarme cumpleaños junto a mis seres queridos.

—Nació de aquí — señaló su pecho —. No agradezcas. Además, no te he dado mi regalo.

Corrió hasta la cama sentándose en ella, estaba emocionada por lo que iba a mostrarme.

Sonreí, ante su cara de niña pequeña.

Me acerqué y comencé a abrir la caja. Sonreí al extraer una taza de color blanco para café, en el centro decia:

"Cambia esa cara de amargado, Marcelo Sandoval".

Ella sonrió, preciosa. Cada detalle por sencillo que fuera, me encantaba, porque ella es única.

—Cada mañana cuando te levantes de mal humor, leerás esas palabras al tomar tu café.

Sonreí.

— Es original, solo a ti se te ocurriría algo así.

— Soy Keily Andersson, eso no debe sorprenderte — dijo, orgullosa, nunca borré mi sonrisa —. Anda, mira lo demás.

Saqué una caja sellada y la abrí emocionado, sonreí al ver lo que contenía. Era una chaqueta de cuero muy elegante y en unos de sus bolsillos delanteros decía mi nombre.

—¿Te gustó? — Preguntó, sonriente.

— Claro, esta perfecta.

Seguí viendo el contenido de la caja y saqué un pequeño álbum hecho a mano y comencé a hojearlo y sonreí al ver sus dibujos a lápiz, me pintó a mí.

Seguí viendo y me encontré con algunos dibujos de nosotros dos, en verdad estaban increíbles. Ver nuestro retrato enviaron tantas emociones dentro de mí, no terminé de verlo completo, solo... solo me limité a observarla, esto esta creado con tantos sentimientos.



—Cada fotografía, tiene una dedicatoria, está cubierta con la cinta de color que se encuentra al pie de la misma.

Mi corazón latió muy rápido.

Abrí el álbum para destapar la primera, pero ella me detuvo.

— Lo leerás en la noche, antes de que den las doce — pidió rápidamente con sus mejillas coloradas —. No ahora, por favor.

La miré intensamente, no tengo como agradecerle la manera de ella tocarme sin la necesidad de que nuestra piel se rocen.

—¿Te gustó tú regalo? — Preguntó.

— Tú eres mi mejor regalo — respondí al tiempo que me acerqué a ella para besarla.

Sus besos son una elipse que me dan vida. Siento tanto dentro de mi cada vez que ella me besa, me mira, sonríe, con lo que sea, ella traspasa cualquier barrera.

Quiero hacerla mia y que me haga suyo, pero nos debemos una conversación aun.

—Recuerda nuestra cena de hoy, mi cielo — dije despegando nuestros labios, pero dejando nuestras frentes unidas —. Hoy a las ocho de la noche.

Ella dio un asentimiento, la besé profundamente y tuve que separarme a regañadientes, porque hoy debo llegar más temprano a la constructora.

—Nos vemos más tarde — me dijo.

Sonreí. Dando otro beso de despedida. Creo que nada hará que arruine el buen inicio de este día. Sin embargo, una hora más tarde ya estaba en la constructora y estaba en la sala de juntas con Patricio y Diego.

Así iba mi gran día...

—¿A qué se debe esta reunión familiar? — Pregunté, irónico.

Patricio, sonrió de sorna.

—Me sorprendió que me llamaras, abuelo — expresó, Diego.

Aun imperaba un desafío en nuestras miradas.

—Estoy aquí para informarles algo muy importante a los dos — su tono de superioridad, llama más mi atención —. Hace años, cuando mi hijo murió y dejó todos los bienes en tus manos, Marcelo, me enojé mucho con él, porque no es un secreto que siempre he deseado ver a mi nieto al frente de la empresa, es lo que corresponde.

— Si, no es un secreto para nadie — dije con mi rostro libre de expresión —. ¿Qué es lo que vienes a pedirme? ¿Qué renuncie a mi puesto?

Negó con la cabeza.

— Vengo a informarte que mi hijo dejó un poder en mis manos — fruncí mi ceño y él sonrió victorioso, Diego lo miró interesado —. Es decir,   que antes de morir, me había comentado de la decisión que había tomado en dejarte al frente, no estuve de acuerdo y lo convencí de que Diego tenía derechos, fue tanto así que acepto en aceptar mi propuesta.

No sabía de ese poder.

—¿De qué hablas, abuelo? — Preguntó, Diego.

— De que tu padre dejó un poder donde autoriza que el puesto a la presidencia de su empresa sea manejado por ti después de siete años de su muerte.

Eso me sacó de balance. Eso no puede ser cierto.

—¿Qué dijiste? — Pregunté, confundido y molesto a la vez.

— Que debes entregar el mando de la empresa a mi nieto en unos meses, Marcelo — dijo el viejo con ínfulas de rey —. Te lo estoy informando para que vayas organizando la rendición de cuentas porque Diego manejará la Constructora Sandoval.

No puedo creer lo que me estaba diciendo, Diego está tan sorprendido como yo, pero él se encuentra feliz y en mi interior se está creando una hoguera descomunal.

— No te creo nada — protesté, con los dientes apretados.

Me pasó una carpeta que contenía los documentos que daban veracidad a sus palabras.

— Puedes llevarlos a los abogados que quieras, te van a decir lo mismo que yo, todo es legal, Marcelo.

Mis extremidades están tensas. No puedo creer que esto me esté pasando a mí, he dejado mi vida en esta empresa para que mi padre después de muerto, venga a hacerme esto.

—Ni modo, hermanito — habló, Diego victorioso en mi dirección —. Se acabó tu reinado en nuestra empresa.

Lo miré desafiante. Sin embargo, no le respondí.

—En el documento está estipulado el tiempo que te queda, así sabrás que hacer desde ahora — habló, Patricio.

— Doy por terminada la junta — dije poniéndome de pie.

— No te permito tal imprudencia, Marcelo.

Lo miré.

— Recuerda que sigo siendo el presidente de la Constructora y a mí me permites lo que sea — refuté, mirándolos a ambos —. Con permiso.

Llamé a Cristian, le pedí que pasara por mí, no estoy en condiciones de manejar, mi pulso estaba muy acelerado.

Cuando el castaño me vio, sabía que algo grave pasaba. Le conté todo lo que había sucedido en la junta.

— No entiendo porque Fabricio hizo esa mierda, Marcelo.

—Yo tampoco lo sé — expresé, estoy tan enojado —. Le enviaré el documento a mis abogados para ver que hay.

— Es lo ideal.

De pronto mi celular emite un sonido. Son unos mensajes de textos con archivos adjuntos.

Cuando los abro, todo mi razonamiento se va a la mierda.

Son fotos de Keily, abrazada con su compañero de trabajo en diferentes lugares.

Mi respiración se volvió irregular y Cristian, llegó hasta mi para mirar las fotos.

Maldita sea.

— Marcelo...

— Vamos, tengo mucho trabajo en True Style.

—Debes calmarte, eso no es...

— Ahórratelo.

Eso fue lo último que dije para irme de aquí seguido de Cristian. Unos minutos más tarde, al venir con Cris en su coche, nos aparcamos en el frente, salgo del mismo sin decir una sola palabra.

Cristian viene detrás.

—Debes pensar las cosas y razonar antes de actuar — aconsejó.

Cuando estaba a punto de entrar, a lo lejos la visualicé, la reconocería a kilómetros, sonreía mientras que un hombre daba vueltas con ella, la tenía abrazada y ella estaba muy gustosa.

Sentí mi interior arder, no podía creer lo que este día me traía. De pronto, su mirada chocó con la mía y me sonrió feliz.

Apreté mi mandíbula hasta más no poder.

— Marcelo...

Comencé a caminar al interior de True Style y llegando a mi oficina lo primero que le digo a Sora es que no quiero ver a nadie.

Esto no está bien, yo no estoy bien. Nada lo está y tampoco lo estará.

Es entonces cuando pasa...



♡ 🌟 ♡

🌟 NOTA DE LA AUTORA 🌟

Capítulo nuevo.

Espero les guste.

Les amo mucho con demasiado y un poco más ❤️ 💕 💖

Señoritas... Ejem, Ejem... muchas cosas vienen por ahí.

— Nos leemos muy pronto, sí, así es... cuando me entren ganas de ✍️ 😀

🌟 Nota especial 🌟

Muchas gracias Lizzzoloz por permitir que sus personajes vuelvan a esta su casa.

Si no has leído "Camino de Espinas", hazlo, es una excelente historia.

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