≪•◦ ❈. Capítulo 67. ❈ ◦•≫
Estábamos mirando los avances de la construcción de lo que será la Sede de la revista LEGACY FERRER, aquí en Mérida, los trabajos estaban casi culminados.
—Ya pronto entregaremos esta obra — habló, Cris a mi lado.
Ambos estabamos con nuestros respectivos cascos y equipo de protección.
— Si, creo que en unos dias estará listo.
—Entonces, Keily y Elena comenzaran con los diseños — dijo el castaño, verificando todo.
Sonreí pensando en ella.
—Creo que han estado hablando con Bianca para ponerse de acuerdo sobre cómo quieren la decoración de interiores.
—Te brillan los ojos de solo hablar de ella — soltó, mirándome con una sonrisa —. Te ves feliz.
Sonreí de boca cerrada, mientras supervisaba el área.
—Admito que tener a Keily, esperándome en casa me hace feliz, Cris — expresé, sintiéndome un hombre pleno como hacia tiempo no me sentía —. Mi casa ahora se siente completa, es... es increíble como es ella y sus ocurrencias... es la mujer más fascinante que he conocido en mi vida.
— ¡Demonios! — dijo, mirándome —. Si vieras tu cara.
Sonreí.
—Me hace sentir de todo — dije.
—Me da tanto gusto, ella es muy buena para ti — dijo, sonriendo —. Confieso que la llegada de Mónica, me asustó bastante.
Dejé de sonreír poco a poco.
—No veo porqué —dije, mirándolo seriamente —. Ella salió de mí vida hace muchos años.
—Pero aquel día que la viste en el restaurante, te vi Marcelo, te afecto verla.
—No de la manera que crees — dije, honestamente —. Solo recordé todo lo que pasó hace tanto tiempo, sabes que fue una etapa bastante difícil, no estoy interesado en ella.
— La foto en el periódico dejó entre dicho que ustedes tenían algo.
—Si, — suspiré —. Tuve que hablarle a Keily sobre eso, no quiero que ella piense que estoy con ella y otras más. Eso jamás me lo perdonaría.
—¿Ya le dijiste que la amas? — Preguntó y sentí mi cuerpo entero tensarse.
Él sabe lo que me cuesta decir esas palabras.
—No, no — dije, dudoso —. Pero creo que no faltará mucho para decírselo, Cris.
El castaño, sonrió.
—¿Cuándo te vas a animar a darle eso que tienes escondido en tu maletín hace tantos meses? — lo miré rápidamente, tragué saliva —. Porque no me vas a decir que eso no es para ella.
Apreté la mandíbula en señal de frustración.
—¿Cuándo... cuando lo viste? — Pregunté, sintiéndome en evidencia.
Sonrió, complacido.
— Unos días después de que Dorian y Sinclair, se casaran me enviaste a buscar unos documentos en el maletín y lo vi.
Mierda.
—No voy a hablar de eso contigo, Cristian — solté —. Es mi asunto.
Cristian se encogió de hombros.
—Como quieras, bebé — dijo, sin más —. Solo espero que no sea demasiado tarde cuando decidas hacerlo.
Eso llamó mi atención y lo miré con más ahínco.
—No me digas eso, Cristian — pedí —. Lo estoy intentando.
—Aveces creo que tus intentos podrían ir más allá — expresó —. No esperes mucho tiempo, recuerda que no siempre estamos dispuestos a seguir esperando.
Esas palabras...
Suspiré.
Eso lo dijo por Keily, lo sé. Me siento tan jodido por no poder expresarme como se debe, sin embargo, me siento tan afortunado de tenerla y ni voy a descansar, voy a luchar por ella y por lo que sentimos.
—Revisemos aquel lugar que sería la oficina principal — cambie de tema —. Quiero ver como ha quedado.
—Si, claro — dijo, irónico —. Como digas.
Seguimos revisando todo con detalles, queremos entregarle un edificio sin ningún percance a mis socios de San Francisco.
El día pasa rápidamente y, después de ir a la constructora a terminar con los pendientes de allí, me dirigí a True Style, Keily esta a punto de salir. Quiero ir a buscarla, ya le he extrañado bastante el día de hoy.
Cuando ya estoy en la empresa voy directamente a su oficina, el equipo de trabajo de todos los diseñadores aun esta aquí y cuando ven que entro, corresponden mi saludo, no me pasa desapercibido las miradas que se dan uno con otros y con razones, he frecuentado más de lo normal esta oficina.
Toqué la puerta y escuché un "adelante". Entré a la oficina y la veo muy concentrada en la mesa de diseñar, cuando levantó la vista y miré sus preciosos ojos, sentí que en mi interior se removia todo.
Sonrió.
—Eres tú —dijo, apartándose un poco para ponerse de pie y saludarme con un beso que correspondí de inmediato —. ¿Qué tal tu día?
Me encanta cuando se interesa por mi y mis cosas.
Aunque aveces reaccionas como un idiota, Marceliniii...
—Extrañándote mucho — solté al tiempo que la besaba y ella rodeaba mi cuello —. Después de eso, todo bajo control, ¿Y tú?
Soltó un suspiro profundo con una sonrisa.
— Bien, ya estamos dando los últimos toques a los diseños de la Sede de LEGACY FERRER — dijo, emocionada —. Gracias por mostrarme las imágenes de como quedaría el edificio por dentro y por fuera, eso ayudó bastante a la hora de Bianca orientarnos con sus expectativas.
Sonreí.
—Estamos a la orden, preciosa mía.
Sonrió, dió un casto beso y se separó de mi para ir a su lugar de trabajo.
—Vine por ti para que vayamos a casa — dije, al tiempo que tomaba asiento en una silla para visitantes.
Ella tragó saliva disimuladamente y comenzó a remover algunas cosas.
— Saldré un poco más tarde hoy — dijo, mirando un boceto.
— Puedo esperarte — ofrecí y eso hizo que me mirara.
—No sé a que hora termine este pendiente...
— No voy a dejarte sola, Keily — interrumpí su oración.
Su mirada seguía puesta en mi y sonrió bonito.
Después que le ocurrió el atentado en su contra, tengo miedo de que algo le suceda, todo está en las manos de las autoridades, pero no han logrado avanzar en las investigaciones.
Me da rabia todo esto, se supone que hay cámaras, pero ese mismo día empezaron a instalar las nuevas y por eso no todas estaban funcionando. Lo único que tenemos claro es que están involucrados tres personas.
Se ha hecho pruebas de huellas, pero el resultado es totalmente confuso, pues muchas personas pasan a diario por los baños y diferentes pasillos de la empresa.
— No debes preocuparte, voy a estar bien...
—No esta en discusión, no me iré — sus ojos brillaron más que antes.
Soltó un suspiro profundo.
— Esta bien, en verdad estaría más tranquila si estas conmigo — confesó, mirándome —. Pero no quiero que dejes de hacer tus cosas por estar aquí.
Hace un par de días la siento extraña, es como si algo le estuviera afectado y, por momentos, se detiene o se frena cuando estamos juntos.
Le pregunté las razones y me dijo que no pasaba nada y que no quería hablar.
Esta actuando un poco distante conmigo y eso no me gusta para nada.
— Ven aquí, por favor — pedí con mi rostro libre de expresión, ella me miró dudosa.
—Estamos en...
—Sé donde estamos — le interrumpí con calma.
Ella respiró profundo y se puso de pie, para proceder a sentarse en la silla que esta a mi lado, sin embargo, la halé hacia mi para que se sentara en mi regazo.
Quiso protestar ante lo que hice, pero al mirar mis ojos, ningun reclamo salió de ella.
Sus ojos perforaron cada uno de mis sentidos. Sonreí al ver que llevaba puesta aquella cadena que le regalé, esa que tiene las iniciales ocultas (PMDC, MC), yo tengo todo lo que ella me ha regalado muy bien guardado.
"Pintaste Mis Días De Colores, Mi Cielo".
— Quiero que tengas presente — comencé sin despegar mi mirada de la de ella, rodeé su cintura y tuve que incliar un poco la cabeza hacia arriba para verla mejor —, que nada es más importante que estar aquí contigo y que dejaría de hacer cualquier cosa por estar donde estés.
— No digas esas cosas, Marcelo... — Sus mejillas cambiaron de color, me vuelve loco el efecto que causo en ella —. Me siento una ladrona...
— Tú puedes robarme lo que quieras y yo estaría encantado de que lo hagas, mi cielo —sus ojos brillaron y su respiración se detuvo por algunos instantes —. Puedes robarte mi tiempo, mis miradas — doy un rápido beso en sus labios —. Puedes robarte mis besos y mis pensamientos, no pondré resistencia, lo prometo.
Me abrazó por el cuello con más intensidad.
— Eres un romántico — dijo, besándome en los labios.
Sonreí, siempre me dice eso. Si ella supiera que ese lado solo me ha salido con ella.
—¿Te ha quedado claro lo que dije? — Pregunté, mirándola.
Ella sonrió, preciosa.
— Si, muy claro.
— Bien — dije, sonriendo —. Ahora vaya a trabajar que no me moveré de aquí.
Después de besarme una vez más, se puso de pie para ir a su lugar de trabajo y comenzó a realizar sus cosas. Me miraba de vez en cuando y yo nunca despegué mi mirada de ella.
Me he acostumbrado mucho a su cercanía, creo que a ella le pasa lo mismo. Un día de estos llegué a casa, la vi y sus ojos no brillaron como siempre. Me dijo que sentía bien y que era hora de volver a su casa. Me desconcertó mucho su decisión, sabía que algo pasaba, pero nuevamente, no quiso hablar.
Lo cierto fue es que le pedí que se quedara unos días más conmigo, insistí y cedió.
La vi trabajar hasta que terminó, luego nos fuimos juntos a su departamento, tenia que ir a buscar algunas cosas, pues nuestro viaje a San Francisco era en algunos días.
Llegando a casa con las manos enlazadas, subimos a la habitación en donde tomamos un baño en el jacuzzi, dos copas de vino y nuestros sentimientos eran los protagonistas de aquel lugar. La vi tomar un sorbo de su copa, su cabello estaba en un moño desordenado y su cuerpo cubierto de espumas hasta sus pechos. Idolatré cada espacio de ella, quería guardar en mi memoria cada una de sus expresiones.
Me atrapó mirándola y sonrió, gesto al que llamo "arte", porque cuando Keily Andersson, sonríe... es arte. Quisiera verla así por siempre.
De pronto, colocó su copa en unos de los bordes y se acercó a mi quedando ahorcadas, no dijo nada, solo me besó y entre caricias y besos, terminamos haciendo el amor en aquel lugar, no era la primera vez, pero cada vez que sucedía, se sentía como si lo fuera.
Al otro día, fuimos juntos a trabajar, hoy se sostendrá una reunión con los inversionistas y los representantes de cada equipo de trabajo, pues hay nuevos proyectos en puerta.
Últimamente, la empresa tiene más demanda que antes, vamos muy bien.
—Tenías que venir precisamente tú — soltó, Cris hacia Mónica, quien estaba sentada en unas de los asientos de la gran mesa rectangular —, aunque no me agrada tu padre, lo prefiero a él.
— Lástima que no pudo venir — respondió ella con ironía, esa parte tampoco a cambiado en ella —. Aunque debes acostumbrarte, pues me veras más seguido por aquí.
La cara de Cristian, se contrajo y cuando estuvo a punto de preguntar, los representantes de cada equipo de diseñadores entran al salón en compañía de Alice.
Todos saludaron y se sentaron, mi vista viajó hasta ella, quien se sentó al lado de Cristian y Alice. Su vestuario perfecto consistía en un traje formal de pantalón y chaqueta color beige, una camiseta blanca, zapatos altos. Su pelo estaba recogido en una coleta muy alta y su maquillaje discreto, le quedaba más que precioso.
Su mirada chocó con la mía y sus mejillas adquirieron ese rubor que tanto me gusta, guiñé un ojo en su dirección y sonrió precioso. De pronto, su mirada estaba en Mónica y sentí como se tensó en su lugar.
Fruncí el ceño, confundido.
La reunión da inicio y Cristian es el encargado de hablar del presupuesto que se invertido en los últimos meses.
— En verdad ha sido un porcentaje muy alto — expresó, Mónica mirando el informe que tiene delante de ella.
— Asi es, pero ha valido la pena — agregó, Alice —. Las ganancias han sido sustanciales.
— Si eso también es cierto — volvió Mónica a hablar —, pero el proyecto Perla, según los datos ofrecidos, tiene más del treinta por ciento del presupuesto, demasiado dinero.
—Es por la magnitud del proyecto — intervino, Cristian —; son muy amplias las propiedades y se han hecho reparaciones y construcciones.
Siguió hojeando el informe.
—Creo que no había necesidad tanto derroche de dinero — soltó y todos miramos en su dirección, esperando a que continuara, vi a Keily fruncir el ceño —. Los otros proyectos se las arreglaron con el cinco por ciento y menos, solo cuatro pasan de ese porcentaje, los materiales utilizados son muy costosos.
—Fue lo que dije en sus inicios — habló, Nataly, la que comparte el puesto con Alice —. El presupuesto de ese proyecto es muy alto.
La rubia y Mónica compartieron una mirada cómplice.
Mi niñita, se mantenia en silencio, escuchando todo.
— ¿Tiene algo que decir a eso, señorita Andersson? — Preguntó, Mónica, todos dirigimos la vista a la pelinegra quien estaba muy seria en su lugar.
—Por supuesto — comenzó ella —. El cliente de ese proyecto es muy exigente, dijo que quería lo mejor y en True Style, solo acatamos los requerimientos.
— Podias buscar otras opciones de materiales, hay una de las propiedades en donde el costo se elevó mucho.
— El material usado en las remodelaciones exteriores, se necesitaba — respondió con calma —. De nada vale usar uno que en dos años esté dando problemas, solo daríamos una mala reputación a la empresa.
Mónica apretó su mandíbula, pero sonrió sin querer hacerlo.
Sonreí en mis adentros.
— Pero podíamos ganar más dinero con ese proyecto — volvió a intervenir.
— Aveces el dinero no lo es todo — dijo Cristian —. Como institución, la aprobación del cliente es fundamental.
—A pesar de las inversiones, las ganancias han sido excelentes — agregó, Alice —. No veo cual es el problema, señorita Saldívar.
— Solo quiero dar respuesta a mis interrogantes, Gerente.
— Siendo así... — masculló, Alice, sin darle importancia.
—Con el diez o quince por ciento, se hubiese resuelto todo — insistió, Natividad muy segura —. Debíamos ver más opciones de materiales, debimos revisar mejor los presupuestos, es lo que he dicho desde el inicio de ese proyecto.
— ¿Qué dices a todo esto, Marcelo? — Preguntó la castaña en mi dirección.
La miré directamente a los ojos.
— Soy un hombre de negocios, me gustan las cosas bien hechas — dije con firmeza —. El cliente pidió lo que quería y nosotros teniamos el compromiso de cumplir sus expectativas, para eso se hace una evaluación inicial y varios presupuestos para que se acomode en el que más le convenga, no simplemente, se puede hacer lo que dijo Nancy, porque él cliente fue especifico.
—Me llamo Natalia, Señor.
La miré.
— Pues eso, Nayely — dije.
Ella me miró con el seño fruncido, ¿Porqué será?, sin embargo, no dijo nada.
No sé porque Keily, sonrió y sus mejillas cambiaron de color, mientras que Alicia y Cristian, sonrieron por lo bajo, sosteniendo el puente de su nariz.
No le di importancia.
Hubo un silencio de varios segundos.
—¿Alguna duda, Mónica? — Preguntó, Cristian, con ironía a punto de reir.
Ella lo miró mal.
—Es normal que apoye todo lo que diga ella, ¿No? — dijo, con una sonrisa y la miré con el ceño fruncido.
Keily, se tensó en su lugar, su cara lo dijo todo.
Que no se atreva a meterse en mi relación personal con Keily, esta no tiene que ver con la laboral.
— ¿A qué te refieres? — Preguntó, Alice.
— Cuidado con lo que vas a decir — masculló, Cris, atravesando a Mónica con la mirada.
Ella tragó saliva.
— Solo... solo lo digo porque me he dado cuenta que ella tiene un trato especial por parte de todos ustedes — conociéndola como lo hago, esta mintiendo, no era lo que iba a decir.
— Ella se lo ha ganado — habló, Alice con una sonrisa.
— Eso es cierto — agregó, otro compañero de trabajo, creo que este esta encargado de la remodelaciones de un hotel —. Keily, es muy amable y colabora con todos.
— Gracias, Oscar — dijo, mi preciosa.
Miré al tal Oscar por algunos segundos, tutea a Keily y ella también. Sin embargo, es algo normal entre compañeros, pero ajá.
Celos... malditos celos.
La reunión continuó y se estaba elaborando un nuevo presupuesto para los nuevos proyectos en puerta, cada quien dio su punto de vista y entregó su informe correspondiente. Al finalizar el encuentro todos se ponen de pie y comenzaron a salir de la sala. No obstante, Mónica, llama mi atención:
—Marcelo — comenzó ella haciendo que la mire, su manera de hablar, tiene doble sentido —. Recuerda que debemos vernos, te prometo que esto te va a interesar... Y mucho.
Sentí la mirada de Keily y desvié la mía hasta ella.
Sus preciosos ojos mostraron algo que supe interpretar al instante... Si ella supiera que no tengo ojos para nadie más, que ella es la única que es capaz de poner mi mundo al derecho y al revés, si así lo quisiera.
Keily, apartó la mirada de mi y salió del salón.
—Los negocios los trato en conjunto con Cristian — dije, volviendo mi vista a la castaña —. Es mi socio en partes iguales.
Su sonrisa vaciló.
— Te conviene porque la oferta solo te incluye a ti.
Cristian, respiró profundo al tiempo que se ponía de pie.
—Me voy, no tengo deseos de escucharla — dijo, sin más el castaño mientras llevaba sus manos a sus bolsillos, continuó con una sonrisa —. Iré con mi amiga que trabaja en el departamento de diseños, que tiene una larga cabellera negra de ensueños y unos ojos divinos.
Sonreí con él.
Mónica, giró los ojos.
— ¿Le doy un beso de tu parte, Marcelo? — Preguntó con picardía.
Entrecerré los ojos mirándolo.
—No te pases de listo, Cristian — dije en modo de advertencia, él sonrió —. Aunque, siempre lo haces.
—Me iré entonces y con gusto se lo daré.
Fue lo último que dijo para luego marcharse.
—Y bien, ¿Qué es lo que tienes que decirme? — Pregunté con mi rostro libre de expresión.
Ella sonrió mientras cruzaba las piernas de manera elegante.
—Tú sabes que entre tu y yo han ocurrido muchas cosas, Marcelo.
La miré en modo de advertencia, no quiero hablar de nosotros.
—No es una reunión para hablar de nada personal, Mónica —dije con firmeza —. Dijiste que tienes una oferta, así que ve al grano.
—Te sigo amando — soltó sin mas, obviando lo que había dicho antes. Mis músculos se tensaron al instante —. Quiero que comencemos de nuevo, construyamos un futuro juntos.
Sus palabras no me saben a nada.
—No es posible lo que me pides — solté con seguridad, no quiero hablar con ella —. Entre tu y yo no existe posibilidad de nada.
—¿Porqué? ¿Por ella? — Preguntó, molesta.
Sonreí, sarcástico. No puedo creer que tenga las hágallas de preguntar eso.
—¿Ahora te interesa el hombre que soy Mónica? — Pregunté mirándole los ojos —. ¿Qué cambió ahora? Te recuerdo que sigo siendo el mismo adoptado de la familia Sandoval con la única diferencia de que ahora manejo todo su dinero.
Ella se tensó en su lugar.
—En ese entonces era muy joven y me dejé influenciar por mis padres, Marcelo, pero... todos estos años han servido para demostrarme que aún te sigo amando, que eres todo lo que quiero.
No quiero remover el pasado, fue una etapa difícil.
—No me interesan tus sentimientos, Mónica — Hablé sinceramente —. Desde aquella vez que te fuiste y el motivo por el cual lo hiciste, borró cualquier oportunidad.
—Me dijiste que me amabas — dijo con los ojos cristalizados —. Me asusté...
—Me dijiste que que esos sentimientos te hacían débil — le recordé sus palabras —. Y ese mismo día, me dijiste que tus lazos sanguíneos no podían mezclarse con una persona como yo, quien era un adoptado sin orígenes claros.
—Yo...
—Ese mismo día te enteraste de que no pertenecía a la familia Sandoval, que no era de su sangre, que era un simple "hijo de nadie" — aquellos recuerdos llegan a mi como una ola —. Quiero que sepas que eso no me dolió, siempre he estado orgulloso de donde vengo, pero lo que hiciste antes y después de eso, no tiene justificación, no tiene perdón.
—Yo me enamoré de ti.
—Pero eso no fue suficiente, tenias una pareja cuando empezaste a salir conmigo, terminaste con él porque te enamoraste de mi, viste mas oportunidades conmigo, habia mucho dinero que manejar y luego que descubriste que era un adoptado, pensaste que la la familia Sandoval nunca dejaria sus bienes a un niño que no era nada suyo — solté cada palabra una tras la otra, —. No conforme a eso, buscas a mi hermano porque supuestamente yo te había ocultado mi verdad, te metiste con Diego porque sabias perfectamente que eso me afectaría — le dije cada palabra sin exaltarme, con calma —. Y por último...
—Ya no sigas abriendo la herida, Marcelo — dijo, entre lágrimas.—. No puedo con tantos reclamos.
—No me malentiendas, Mónica — dije del mismo modo que antes, tengo los pensamientos revueltos —. No te estoy reclamando nada, a mi no me afecta nada de eso, solo te estoy recordando el porque, tu y yo, no tenemos oportunidad, además, de que estoy totalmente interesado en alguien más.
Su cara se contrajo en ira.
— Sé que eso es un espejismos, estas enamorado de la juventud y lo fresca que es esa chica — dijo, rápidamente —. Solo estas confundido.
Eso me enojó, pero no se lo hago saber.
—No, no lo es — dije, firmemente —. Pero no es algo que voy a discutir contigo.
—Te voy a demostrar que tu eres para mi —dijo muy segura se si misma —. Ni siquiera le has dicho que la amas abiertamente, si no lo has hecho es porque no lo sientes.
Fruncí el ceño. Me gustaría saber de donde tiene tanta información.
—Entre Keily y yo pasan cosas que van más allá de las palabras o de cualquier cosa que podamos decir — vi sorpresa es sus ojos, es como si hubiera dicho algo que ya conocía —. Así que no pierdas tu tiempo en entender lo inexplicable.
Una lágrima bajó por su mejilla, pero la limpia rápidamente con brusquedad.
—Yo sé lo que te hago sentir — dijo, desde su lugar —. Prometo muy pronto hacértelo saber.
Ya estoy fastidiado de este tema. Mi pulso esta un poco acelerado, debo tranquilizarme.
— Si no tienes un tema de negocios que tratar, entonces me retiro.
Tomé mi maletín y ya iba de salida cuando vuelve a llamar mi atención.
—Voy a ayudarte con mi padre para que te venda las acciones de esta empresa.
—Sí crees que con eso...
— No creo nada, — dijo, sin mirarme —. Pero mientras tanto, estaré llevando sus asuntos aquí, espero me habiliten una oficina, ¿Puedes ayudarme con eso?
Por más que quiera negarme, no puedo, cada socio tiene derecho a tener su oficina en la empresa.
—Le diré a alguien más que se encargue de eso — dije, con mi rostro libre de expresión —. Ahora debo irme. Con permiso.
Debo tranquilizarme y solo hay una manera de hacerlo, siento como mis extremidades tiemblan. Tenía años sin remover el pasado y ahora llegó todo se golpe.
Me dirigí hasta el departamento de diseños, llegué a este y todos los trabajadores se quedaron viendo cuando crucé frente a ellos para ir a la oficina de Keily.
Entré sin tocar y la veo sentada, revisando algo, cuando su mirada y la mía coinciden, se quedó estática, pero lo supo, sabía a lo que venía, se puso de pie rápidamente y se dirigió hasta mi para abrazarme.
Enterré mi rostro en su cuello, aspire desesperadamente su olor, sentía como mis articulaciones se relajaban. Ella, sin decir una sola palabra, acarició mi nuca suavemente, tranquilizándome.
No sé cuánto tiempo permanecimos así, pero debió ser mucho.
—¿Estas bien? — Preguntó suavemente, sin apartarse.
Negué con la cabeza.
—¿Quieres hablar de eso? — indagó con cautela.
Volví a negar.
—Esta bien — susurró aun acariciándome —. Todo estará bien, cielo.
Esto era lo que necesitaba, mi lugar seguro.
No sé en que momento terminamos en el sofá que hay aquí, Keily, estaba sentada mientras que mi cabeza descansa en sus muslos. Hay un silencio entre los dos que no es incómodo. Se sentía tan bien estar así, sus dedos se movían con suavidad en mi cabeza, mis músculos estaban totalmente relajados.
Suspiré, aliviado.
Que mis padres murieran estando yo tan pequeño, crecer en medio de una familia que me dio todo, pero que las palabras de afecto y de cariño eran muy carentes, dio paso a que me cerrara a manifestar ese tipo de sentimientos.
Admito que Florencia, me dio cariño y, Fabricio, lo hizo a mayor escala, pero los "te quiero, hijo" "te amamos, campeón..." nunca los escuché y cuando por fin decido decirle a alguien lo que sentía, me dijo que eso me hacía débil.
Mónica, me hirió con sus palabras, pero no porque haya sido una persona importante en mi vida, sino porque tenía las mismas características de Fabricio y Florencia, los afectos no se decían con palabras, se demostraban.
Mónica, demostró que me amaba hasta ese día que le dije que le hablé de lo que sentía, salió huyendo de mi y mis sentimientos, nos reconciliamos y no me quedé tranquilo, la investigué y muchas cosas encontré.
En ese momento entendí que debía de demostrar mi cariño, mis sentimientos con hechos, no con palabras que se las lleva el viento.
Si la amaba, pero ese sentimiento se queda pequeño ante lo que siento ahora, si los comparo, podría decir que nunca antes había amado a nadie, hasta ahora.
Juré que no me volvería a enamorar y todo se fue a la misma mierda desde que vi a Keily por primera vez, cuando miré esos ojos que hablaban por sí solos y que yo era capaz de escuchar.
Porque pude ver y escuchar a través de sus ojos, sus preciosos ojos que tanto me cautivan.
Keily es todo verdad, con ella no debo preocuparme en descifrar si lo que dice es cierto o mentira, ella es como un cristal, totalmente transparente.
Sentí sus manos acariciar mi cabello, solté una respiración profunda, no hay nada mejor que esto para aliviar mi tormenta interna.
Al cabo de más de media hora en la misma posición, se escuchó un leve toque en la puerta de su oficina. Ella no se movió, siguió acariciando mi cabello, sin embargo, me vi obligado a hacerlo, puesto que, ella debe atender sus asuntos de trabajo. Me moví y quedé sentado en el sofá.
Era Alicia, quien no se sorprendió para nada de verme aquí, le traía información sobre la beca auspiciada por la empresa, que tiene mi niñita y parte de las personas del departamento de diseños para realizar una especialidad intensiva para ampliar sus conocimientos en sus áreas, durará año y medio. Fue una gran oportunidad para ella y sus compañeros.
Al cabo de unos minutos, Alice se marchó y volví a adoptar la misma posición de antes.
Ver a Marcelo llegar en las condiciones que lo hizo a mi oficina, me ha devastado, al parecer algo le sucedió que lo alteró mucho, pero me reconforta el hecho de que pudo tranquilizarse, lo mimé lo más que pude, quise hacer más, sin embargo, sabia que no era el momento para hacer preguntas.
Volvimos a casa y no hablamos mucho, cenamos en la habitación para luego acostarnos juntos en la cama. Durmió pegado a mi toda la noche, su cabeza estaba recostada en mi pecho, su rubio cabello, rozaba mi cara en ocasiones. Lo abracé todo el tiempo como él siempre lo hacía conmigo.
Estoy segura que algo pasó en la conversación que tuvo con Mónica Saldivar.
Solté un suspiro profundo pensando en todo lo que estaba pasando. El día que encontré el anillo y la foto...
Miraba el anillo y la foto una y otra vez, no podía creer que Marcelo tuviera esto guardado por tanto tiempo. No pude evitar derramar lágrimas, era muy grande la opresión que sentía en mi pecho.
Me sentía derrotada.
Estaba luchando contra lo que parecía prácticamente imposible, porque si Marcelo aún tenía estos recuerdos con él, entonces todo lo que he hecho hasta ahora era en vano.
En ese momento, había tomado la decisión de irme, de rendirme, de dejar todo atrás y tragarme todos mis sentimientos, pero es entonces cuando la puerta de la habitación es abierta, por un momento pensé que era él, que me había descubierto llorando, sentada en su cama, sin embargo, Martina entró y, al mírame, su rostro se contrajo.
—Keily... — fue lo primero que dijo, acercándose de manera cautelosa —¿Qué pasa, hija?
La miré, pero en ningún momento pude hablar, el nudo que se había apoderado de mi garganta.
—Martina... — Sollocé sin poder más, era mucho lo que sentía dentro, ese sentimiento de derrota y el mal sabor de amar y no ser amada.
La mujer llegó hasta mi y me abrazó, los sollozos eran tan continuos que no me permitían respirar con regularidad. Martina, se mantuvo en silencio hasta que se separó de mi y miró el contenido de mis manos, fue así como entendió el motivo por el cual estaba así.
—¿Dónde encontraste eso, dulzura? — Preguntó en un susurro.
Señalé el cajón que aun permancia abierto.
—Renuncio — dije con un anugo en mi garganta, su sorpresa era grande, incluso creo que la asusté —. No quiero luchar contra esto.
Le entregué lo que tenía en mis manos, no creo ser capaz de luchar con su pasado.
—No, niña, esto debe ser un error — dijo, rápidamente, sosteniendo mi rostro para que la mirase —. Esto no puede ser.
Ella estaba tan confundida como yo.
—Martina... — mascullé y lágrimas salían de mis ojos sin cesar —. Tiene estas argollas, una foto de ella con el anillo de compromiso que esta ahí... — sollocé más —. La ama... Yo... yo me voy...
—No — dijo, rotundamente —. Ahí si no, Keily.
—Mart...
—No voy a permitir esto, — dijo, interrumpiéndome — no sé que hace esto en este cajón, dulzura, pero te puedo asegurar que Marcelo no siente nada por Mónica, solo hay que ver como te mira.
Hice un par de respiraciones para tranquilizarme, pero me fue imposible, comencé a llorar nuevamente.
— ¡Oh, mi niña! — me abrazó fuerte permitiéndome llorar en su pecho —. Calma, te aseguro que no es lo que estás pensando.
—Debo irme... — sollocé.
Ella me miró, seriamente.
—Entiendo perfectamente si lo haces, mi amor — comenzó ella, estaba desesperada —. Pero esto tiene una explicación y no es la que estás pensando — la miré con mis ojos inundados de lágrimas —, recuerda que yo crié a Marcelo y soy quien se encarga de sus cosas, esto — señaló los objetos —, no lo había visto.
—¿Entonces...? —murmuré, entre sollozos.
—Nunca te pediría que te quedaras si no estuviera segura de que eres la mujer correcta, no me perdonaría lastimarte.
—Entonces, ¿Qué debo hacer? — Pregunté, la desesperación se reflejaba en mi voz —. Quiero retirarme a tiempo, Martina. Aunque pensándolo bien, creo que es tarde, mis sentimientos por él se han multiplicado...
—Dame unos días, — pidió, sosteniendo mis manos —. Te aseguro que voy a explicarte y atrevo a apostar mi vida, que nada es lo que parece.
—Yo no...
—Por favor — volvió a pedir —. No te lo pediría si no estuviera segura de lo que hago.
Lo pensé por algunos segundos, me debatía en lo que debía o no hacer. Es entonces cuando recuerdo todo lo que ese hombre a hecho por mi y lo mucho que me ha dicho sin emitir una sola palabra, porque él mismo muchas veces me ha hecho saber que las palabras están de más si las acciones hablan por sí solas. Sin embargo, por más que haya hecho y este consciente de ello, no puedo dejar de sentir esta opresión en mi pecho.
—Esta bien — mascullé, con un nudo en el pecho —. Lo haré, pero...
—No te vas a arrepentir — expresó, su rostro se encontraba mojado un par de lágrimas habían salido —. Te prometo que esto tiene una explicación y no es la que estás imaginando.
Sonreí sin querer.
—Ya veremos, nana — dije, no muy convencida mientras limpiaba mis lágrimas —. Ya veremos.
Luego de platicar con Martina, me sentí más calmada, las ideas estaban más claras, lavé mi rostro y me fui con Mirian al centro comercial, eso me sirvió como distracción.
En la noche hablé con Marcelo, le dije que ya regresaría a mi casa, pero de una manera u otra terminó convenciéndome de no hacerlo. No pasaba desapercibido que me miraba intensamente es como si tratara de escudriñar en mis pensamientos y sentimientos.
No sé lo que estoy haciendo, no sé a donde me estoy dirigiendo, pero no quiero rendirme aún. No puedo negar que a pesar de las adversidades que se han presentado, he vivido las semanas más felices de mi vida con Marcelo y, en cada uno de esos días, he sentido su calidez y que soy una prioridad para él.
Solté un suspiro profundo, estaba hablando con Bianca al teléfono:
—Si no vienen pronto, moriremos con los preparativos para la gala Kei — dijo la morena a través de la línea.
Sonreí.
—Quedamos que iríamos en unos días, Bi — le recordé con una sonrisa —, pero si quieres...
—¡Por Dios, Kei! — exclamó feliz, interrumpiendo lo que iba a decir —. Mañana o más tardar pasado mañana, las esperamos aquí.
Abrí la boca como una O.
—Pero Elena...
—Ya hablé con ella y me dijo que ya estaba en México, así que no hay excusas.
Sonreí.
—Entonces, nos vemos mañana o pasado mañana.
— ¡Perfecto! — soltó, emocionada —. Así les damos retoques algunas cosas y aprovechamos de salir un rato, necesitamos un poquito de desestresante de chicas.
Sonreí al recordar la despedida de Sinclair y el problemon en el que nos metimos.
— Ay, Bi — dije a punto de reir —. Recuerdas lo que pasó la última vez que intentamos desestresarnos, ¿Verdad que si?
— No sé de que me hablas yo no recuerdo hombres semi desnudos — dice, con fingida inocencia con un tono de voz pícaro.
Sonreí.
— ¿Quién habló de hombres, Bi? —contraataqué —. Tienes una mentalidad increíble.
Ambas soltamos a reír y conversamos por unos minutos más hasta terminar en la promesa de vernos en casi nada. Procedo a llamar a Elena y ponernos de acuerdo para el viaje, aun debemos comprar los boletos para ir a San Francisco. También le envié un mensaje al rubio diciéndole que necesito hablar con él, me dijo que pasara por su oficina.
Unos minutos más tarde, la asistente de Marcelo, que hoy trae la falda más corta que antes, me miró raro.
—Me imagino que vienes a ver el señor Sandoval — dijo, sin más. Al parecer esta molesta o no le agrado.
—Imaginas bien — dije del mismo modo —. ¿Puedo pasar?
—Le avisaré — expresó tomando el teléfono con cara rara —. Señor Sandoval, la señorita Andersson, quiere verlo — ella escucha lo que tiene que decir, su rostro se contrae un poco y continuó —. Eh... si señor, lo siento — cerró la línea y me miró raro —. Puedes pasar.
—Gracias — y seguí el camino hacia la oficina del rubio.
Toqué la puerta y no esperé a diera la autorización. Al entrar, lo veo de pie delante de ese ventanal, se ve tan elegante, vestia un traje formal, pero ahora no llevaba su chaqueta, esa camisa blanca le quedaba perfectamente. Dirigió su vista hasta mi y sonrió.
—Te estaba esperando —dijo al tiempo que se acercaba y rodeaba sus brazos en mi cintura, se acercó a mis labios —. Necesito besarte ahora, nena.
Tomó posesión de mis labios con vehemencia haciendo que un gemido salga de mi, rodeé su cuello con mis brazos, se sentía tan bien estar asi. De pronto, el beso se tornó más caliente haciendo que nuestras temperaturas corporales se elevaran a grados inimaginables.
—Marcelo... — gemí su nombre mientras él atacaba mi cuello.
—¿Uh...? — murmuró él, sin detenerse, acariciaba mis senos por encima de mi vestido.
Estaba perdida entre sus brazos.
—Estamos... — comencé.
—No me voy a detener, te necesito — dijo, mirándome, sus labios se encontraban rojos y sus ojos ardían en deseo.
Mordí mis labios mientras lo miraba, creo que eso fue suficiente para que tomara la iniciativa de poner seguro a la puerta, yo también quiero esto, últimamente no he tenido suficiente de él.
Aun me encontraba de pie en medio de la oficina.
Cuando giró para mirarme, se detuvo en seco al ver lo que hacía.
Desabroché los primeros botones de mi vestido y lo bajé por mis brazos dejando al descubierto mis pechos, nunca dejé de mirarlo ni de morder mis labios para incitarlo.
Me miró con devoción y sus ojos brillaron más que nunca al mirar mis senos aún cubiertos por el sosten, he notado que esa parte de mi cuerpo le encanta.
Sentí el rubor llegar a mis mejillas.
Mordió sus labios y caminó hasta mi, me tomó rápidamente por la cintura y me levantó para sentarme en su escritorio, me miró desbordante en deseo, le devolví la misma mirada y, sin decir una sola palabra, nos volvimos a besar con desesperación. Abrí mis piernas y el coló sus manos entre ellas para tocar mi feminidad.
—Estas lista — movió sus dedos sobre mi ropa interior, mi deseo por recibirlo se acrecienta —. Me vuelves loco.
Abrí más mis piernas y lo rodee con las mismas, busqué, desesperadamente, con mis manos, el broche de su pantalón, no puedo más.
Me deshice del broche, no sé en qué momento mi vestido subió a mi cintura.
Y ahí, sobre su escritorio, me hizo suya llenando mi cuerpo de sensaciones maravillosas que solo he experimentado con él. Acarició y chupó mis senos a su antojo mientras entraba y salía de mi con rudeza, le ayudé impulsando mis caderas volviendo los movimientos más salvajes.
Unos minutos después, ambos llegamos al punto máximo, dejando nuestras respiraciones hecha un desastre, toda yo, soy un desastre con sensaciones alucinantes.
Marcelo repartió varios besos en mi rostro, una leve capa de sudor cubría su frente.
—Tuvimos sexo como dos locos — dije, entre risas. Mi respiración aún se sentía irregular.
—Teníamos mucho tiempo sin hacerlo, nena — respondió con una sonrisa pícara mientras acunaba mi rostro para besarme —. Es normal que sea de esa manera.
Sonreí correspondiendo a sus besos.
— No tenemos ni ocho horas, Marcelo — reprendí con las mejillas calientes, eso lo hizo sonreír más.
—¡Demonios! — exclamó —. Esas horas parecen meses.
No pude evitar sonreír al tiempo que mi frente descansaba en su barbilla.
—¡Eres un demonio, Marcelo Sandoval!
—Tú me haces serlo, preciosa.
Unos minutos después ambos nos arreglamos la ropa, por mi parte usé su baño para volver a ser yo, pues mi pelo y todo, parecían una completa locura. Cuando salí de allí, ya mi rubio, se encontraba detrás de su escritorio, trabajando. Recordé a que fue que vine y hablo:
—Hablé con Bianca y nos necesitan en San Francisco cuanto antes — eso hace que su mirada azul como el cielo, caiga sobre mi.
—En cuatro días iremos — me recordó.
—Pues tengo para decirte — le digo normal mientras me sentaba en una de las sillas para visitantes, él se incorporó en su lugar, observándome —, que necesitan asesoría en la decoración en algunos aspectos y nos pidieron de favor que viajemos de mañana a pasado mañana, ¿Podemos adelantar el viaje?
Soltó un suspiro profundo.
—Lamentablemente yo no puedo viajar antes — me informó —. Tengo dos reuniones con los accionistas de la constructora.
Hice un puchero infantil.
—¡Qué lástima! —manifesté un poco afligida, quería que viajaramos juntos, pero entiendo su situación —. Entonces, Elena y yo, viajaremos mañana. Ustedes lo harán en los días siguientes.
Su rostro estaba inexpresivo, mirándome. ¿Qué será lo que estás pensando, rubio?
—Voy a pedir que el Jet este listo para mañana, les recomiendo viajar de noche, así el viaje es menos pesado — fruncí el ceño.
—No es necesario, Elena se encargará de comprar los boletos — expliqué.
Negó con la cabeza.
—Ni hablar, Keily — dijo, tomando el teléfono y marca un número, unos segundos después, sonrió al escuchar la otra persona detras de la línea —. Hola, Elena... —hace un silencio —. Bien, ¿Tú, cómo estás? — silencio —. Si, así es, debemos hablar sobre eso personalmente — silencio —. Te llamaba para decirte que viajarán en el Jet Sandoval, mañana o más bien de madrugada —silencio y mientras escuchaba el muy idiota sonreía precioso —. Esta bien...
Unos segundos después terminan la llamada.
—De seguro había comprado los boletos — dije con pesar y él sonrió.
Negó con la cabeza.
— Dijo que estaba esperando mi llamada, sabía que no las dejaría viajar si no fuera en mi Jet.
Sonreí.
— Elena es un caso serio — dije mientras miraba a Marcelo jugar con la pluma de escribir que yo le regalé, esas que tienen las iniciales ocultas.
Marcelo, me miraba intensamente.
— ¿Qué pasa? — Pregunté, curiosa.
—No quiero que vayas sola, Keily — soltó sin más —. No quiero que te pase nada.
Le brindé una pequeña sonrisa.
Me puse de pie y me dirigí a su lugar, se apartó un poco del escritorio para que me sentara en su regazo. Me rodeó con sus brazos por la cintura y yo crucé los míos, por su cuello. Él tuvo que inclinar la cabeza hacia arriba para mirarme.
—No te preocupes, voy a estar bien — dije, mirando ese cielo personalizado que me brindan sus ojos y que amo tanto, puse una mano en su mejilla —. Además, estaré con personas que están veinticuatro– siete, con seguridad, no puede pasar nada.
Soltó un suspiro lento, mientras cerraba los ojos disfrutando mi toque en su mejilla.
—De todos modos, voy a hablar con Imanol y Dorian para asegurarme de todo.
Sonreí mientras me acercaba a sus labios para besarlo. Cada vez que nuestros labios se unen es una explosión de emociones, es como si nunca fuera suficiente.
—Si te sientes más tranquilo haciéndolo, hazlo.
— Lo haré...
Unos minutos después, el teléfono de la oficina comenzó a sonar, Marcelo respondió y hace pasar a Cristian que viene con alguien más.
Me puse de pie rápidamente, ya estaba olvidando donde estábamos.
—Quiero que conozcas a alguien — dijo, Marcelo poniéndose de pie y rodeando su escritorio.
La puerta de la oficina se abre dejándome ver a Cristian quien se apresura para darme un abrazo.
—Mi hermosa pelinegra — masculló.
— Hola, Cristian — dije, correspondiendo su abrazo.
—Keily quiero que conozcas a Steve Torres — comenzó Marcelo, al tiempo que me separaba del castaño para mirar al tercer hombre.
Pero...
Una sonrisa gigante se formó en mis labios.
— Él es quien les apoyará con el Perla tres y la remodelaciones de los otros proyectos que lo requieran en el departamento de diseños — dijo, Cris.
No lo puedo creer...
Ambos nos miramos sin poder creerlo.
—Keily... — dijo, sorprendido y emocionado.
—Steve... — dije del mismo modo.
Marcelo y Cristian, se miraron sin entender.
Nos acercamos para darnos un abrazo.
—Cuanto tiempo, mi frutita — manifestó, Steve, mientras me abrazaba —. Estas más hermosa que antes.
Sonreí.
—Nunca imaginé volver a verte.
Tenia mucho sin verlo.
Alguien se aclaró la garganta y giré mi rostro para ver el de Marcelo que estaba totalmente inexpresivo y, el de Cristian, solo imperaba la diversión total.
—Ya veo que se conocen — dijo el rubio, en verdad se veía incómodo,su cara estaba roja.
—Nos quedó bien claro — dijo, Cris, divertido, mirando la cara de Marcelo —. Él es del Steve que nos hablaste alguna vez, ¿Verdad, Kei?
Sonreí ampliamente.
—Si... — solté, feliz.
— ¿Les hablaste de mi a tus jefes? — Preguntó el castaño de ojos cafés. Me acercó más a él para abrazarme —. No sabes cuanto he pensado en ti todos estos años.
Otra vez, Marcelo se aclaró la garganta y, por primera vez, vi en sus ojos que no está muy contento con lo que ve... ¿Qué pasa, rubio?
Me separé de Steve, pero no me alejé demasiado.
—Entonces, eres ese Steve — Preguntó, Cris, divertido —. El que fue...
—Mi novio — completé con una sonrisa.
—¡El que fue su novio! — chilló, Cris, palmeando el hombro de Marcelo quien no estaba muy contento —. ¡Si no mal recuerdo, el que más querías, ¿Verdad, Kei?!
Cris nunca me miró a mi sino al rubio quien lo fulmina con la mirada.
—¿Les dijiste eso, mi bella frutita?
Los hombros de Marcelo se tensaron.
— No — respondí, rápidamente. Me siento avergonzada e incomoda —. Tu sabes como es Elena, simplemente habla mucho.
— ¿Y cómo está ella? — Preguntó.
Comencé a hablar sobre ella y le dije que le dará mucho gusto verlo.
—Bueno —intervino, Steve —. Vamos para que me presentes ante el equipo de trabajo.
Tomó mi mano y sonreí un poco incomoda.
Cris que estaba cerca, habló, salvando mi día.
—Mejor vamos todos — dijo, acercándose a nosotros y metiéndose en medio de los dos.
Y así fue. Todos fuimos al departamento de diseños, presentamos a Steve quien le cayó bien a todos, no me sorprende, siempre ha sido un buen chico.
El rubio caminada junto a Cristian detrás de nosotros, veníamos platicando animadamente. Sin embargo, nunca escuché a Marcelo decir una sola palabra.
—Este departamento es bien amplio y se ve que todos son muy agradables — dijo, Steve.
—Si, así es — dije.
—Keily — se detuvo, Steve frente a mi —. Debemos salir un día de estos para platicar un poco de nuestras vidas.
El silbido de Cristian, hace que gire mi rostro en su dirección. Fruncí el ceño al ver lo mucho que se estaba divirtiendo el castaño de ojos verdes y lo serio que se encontraba su amigo, ese que me trae loquita.
Al parecer, la misión de Cristian es: molestar al rubio.
—Si, claro — le respondí tratando de sonar normal —. Invitaré a Elena para que la apapaches como siempre e invites a tu hermano Starlin, ella siempre pregunta por él, ya sabes, ellos hacen una excelente mancuerna.
La cara divertida de Cris, vaciló, era lo que quería.
—Es una excelente idea — dijo el otro castaño de ojos cafés —. A él le encantará verla.
—Ya te avisaremos, Steve — dije, sonriente —. Al fin y al cabo, estaremos muy cerca.
El castaño de ojos cafés, dio un beso en mis mejillas y volvió a abrazarme. Se despidió de los demás y se marchó alegando que tenía otras cosas que hacer.
— ¿Quién es ese Starlin? — Preguntó, Cris, con el ceño fruncido.
—El novio número siete de Elena y uno de sus favoritos — mentí descaradamente.
Marcelo me miró y se dio cuenta, más el castaño, no.
—¡Marcelo! — exclamó y el rubio, casi sonrió —. ¡Dime que ella esta mintiendo!
El rubio, soltó un suspiro profundo mientras me miraba.
—No, no lo está — respondió.
La cara del castaño era un poema. No puede evitar sonreír. Cristian, me miró como si me quisiera matar.
Es hora de huir...
Guiñé un ojo en su dirección, despidiéndome de los dos. Los dejé ahí de pie.
—Keily... — Lo escuché protestar, pero no me detuve.
Después de eso, cada quien se fue para su respectivos puestos de trabajo terminar nuestra jornada laboral.
En la noche, estaba preparando las maletas que llevaría a San Francisco, no serán muchas cosas, pues solo nos quedaremos unos días.
Ya había tomado un baño y me había puesto un pantaloncito verde de cuadros morados con una blusa de tirantes del color de los cuadros.
Marcelo salió del baño, estaba con tan solo un pantalón Chándal puesto de color blanco, en verdad ese hombre esta como quiere. Me miró por unos largos segundos y luego el equipaje.
Respiró profundo, pero no dijo nada.
Fruncí el ceño, sé que algo no anda bien, él no ha querido hablar mucho después que salimos de su oficina.
Caminé hasta él, quien estaba sentado en su cama recostado en el espaldar de la misma. Me senté ahorcadas sobre él y comencé a darle besos en la nariz, en el cuello, en los ojos. Nunca puso resistencia.
Sus manos estaban en mi trasero.
—¿Qué le pasa a mi rubio precioso? — dije al tiempo que continuaba con mi sección de besos por todo su rostro —. Dime...
—Estoy celoso, Keily — dijo, sin más y me detuve en seco para mirarlo.
Sus ojos me miraban, hablaba muy en serio.
—¿Qué...? — susurré, incrédula —. Pero... ¿Por qué?
Sus ojos perforaron los míos y entendí perfectamente lo que quisieron decirme...
—Tú sabes por qué —soltó sin despegar la mirada de mi.
Mi corazón latió con violencia, nunca lo había visto actuar así y mucho menos que se abriera de esa manera.
Esta celoso de Steve.
Abrí y cerré la boca, no sabía que decirle. Mi razonamiento estaba echo un lío.
Unos segundos después, cuando fui un poco mas consciente del asunto, hablé:
—No tienes porque estarlo — dije en un susurro —. No hay motivos.
Sonrió de sorna, desviando la mirada por algunos segundos y, rápidamente, tomé y acuné su rostro en mis manos para que me mirara.
—No puedo evitarlo, es algo que me rebasa — dijo con firmeza, mi corazón latió muy fuerte —. No quiero que nadie te toque y él...
Hizo silencio, como si meditara cada palabra.
—Steve y yo, teníamos años que no nos veíamos — expliqué suavemente, mirándolo —. Es normal que nos hayamos saludado con cariño después de tanto tiempo.
—Fue tu novio...
—Si, tu lo has dicho — dije en un susurro firme —. Fue mi novio...
—El que más querías y te dice "frutita" — soltó con sarcasmo.
Eso me hizo sonreír.
—Ya eso pasó —di un beso corto en sus labios, parece un niño pequeño —. Ahora siento un inmenso cariño por él, porque fue una persona amable y muy correcta conmigo.
Me miró con esos ojazos azules que me tienen en la misma perdición.
—Usted, señorita — pinchó suavemente mi nariz —. Aún no entiende muchas cosas sobre los hombres.
— Pues explícame...
Giró su cuerpo sorpresivamente, para quedar sobre mi. Nuestras miradas conectadas y nuestros corazones latian con fuerza. Llevó mis brazos por encima de mi cabeza, su mirada feroz causó estragos en mi, la anticipación hace que muerda mis labios.
—Lo único que te voy a decir es que tu... — me besa en los labios —. Eres mía, toda mía, ¿Lo sabes verdad?
Mi corazón echó su acostumbrada carrera.
Sé que no soy un objeto y que posesibidad no es buena, pero no puedo evitar sentir sensaciones agradables dentro de mi, mientras me habla de esa manera, del como me mira.
—No soy un objeto...
—Lo sé — me besó al tiempo que se colaba entre mis piernas —, pero nadie más puede tocarte, solo yo... ¿Huh?
Su aliento golpeando mi cuello, me volvía loca. Lo deseaba inmediatamente.
Sus ojos oscurecidos mezclados con ese fuego amenazando por devorar todo a su paso, es digno de admirar y quiero ser consumida en él.
—Dime que eres mía y que solo yo puedo tocarte — masculló al tiempo que mordía unos de mis pezones por encima de mi camiseta.
Un jadeo deseoso salió de mis labios. Atacó mi cuello y una de sus piernas viajó hasta tocar mi feminidad por encima del short. Mi deseo por él, creció más, no pude evitar retorcerme más en busca de su toque.
—Dime que eres mía...
Y sintiéndome perdida en él y su manera de tocarme, lo complazco:
—Soy tuya y solo tú puedes tocarme...
Eso fue suficiente para que poco a poco las prendas de vestir que teniamos puestas, quedarán en algún lugar de la habitación. Me hizo suya, una y otra vez en su cama.
Al cabo de unas horas nos quedamos dormidos, desnudos y abrazados, es la mejor sensación que he experimentado en mi vida.
♡
El tiempo pasó volando y llegó el momento de abordar el avión, me encontraba fuera del Jet y con Marcelo de frente, acunando mi rostro.
—Nada de hacer locuras, Keily Andersson — me dijo, sonreí en su cara, sé cual es su temor, me miró desafiante —. Estoy hablando en serio, niñita.
—Nunca he sido de esas que cumplen órdenes, Marcelo Sandoval — dije, seductora mientras le daba un beso en los labios.
—Keily...
—Pórtate bien, cielo — dije, con una sonrisa —. Nos vemos en unos días.
—Te voy a extrañar mucho — expresó mientras me abrazaba fuerte por la cintura.
— Yo te extrañaré mucho con demasiado — le hice saber.
Sonrió en mi cuello.
—Me avisas cuando lleguen y, por favor, anda con mucha precaución, ¿De acuerdo?
— De acuerdo.
Sube conmigo al Jet para ver que todo este en orden y luego de media hora de muchos besos y abrazos, nos dejó partir.
— Pensé que no te dejaría ir — habló Elena con ironía fingida haciéndome reír.
— Yo tampoco quería separarme de él.
— Ustedes dos están más que enamorados uno del otro. Me da tanto gusto por ambos.
Solté un suspiro profundo y comienzo a contarle todo lo que ha pasado. Elena me regañó por no haberle contado a tiempo todo.
Me aconsejó que soy yo la que debo dar el primer paso, que los hombres son unos idiotas y que necesitan ayuda para todo.
Me da miedo, pero creo que es lo mejor, ahora debo preparar mi camino.
Después de casi seis horas de viaje, llegamos a San Francisco. A lo lejos visualizamos a las dos hermanas, Bianca y Sinclair. Una sonrisa gigante se forma en mis labios al ver al hermoso bebé que tiene en brazos, debe ser nuestro nuevo sobrino.
— ¿Dónde están las mujeres más ardientes de San Francisco? ¿Y el bebé más hermoso? – Gritó, Elena muy contenta, me limité a sonreír
— ¿A poco no me extrañaron?
Las cuatro sonreímos, fundiéndonos en un abrazo fraternal y emocionadas por el reencuentro.
— Bienvenidas a San Francisco, mujeres bellas, ¿Qué tal estuvo el viaje? – preguntó, Sinclair.
— Muy bien, chicas. Un poco agotador, pero volar en aviones privados, se esta convirtiendo en mi nuevo pasatiempo — dije, haciéndolas reír a todas — Y esta cosa hermosa es mi nuevo sobrino, ¿Cierto? — el pequeño sonrió en mi dirección, es precioso —. Es una monada de bebé y muy risueño.
— Sí, que lo es. ¡Hola pequeño Christopher! — comenzó, Elena abriendo sus brazos y el no lo piensa dos veces para ir con ella —. Hay que ternura chicas, cuando estés grande romperá corazones.
— No discuto verdades, sé que será así — dijo, Bianca, con una sonrisa —. ¿Listas para ir a casa?
Damos un asentimiento y ella pide a los de seguridad que nos ayuden con el equipaje. Nos informó que nos quedaremos en su casa, ya que se está quedando con Imanol por el momento. Nos hizo muy feliz saber que han avanzado mucho en su relación.
No pude evitar mirar el celular, le avisé a Marcelo que ya habíamos aterrizado, me respondió inmediatamente, pero le puse otro mensaje y nada.
Unos minutos mas tarde, el celular volvió a vibrar con un mensaje de Natalia:
Mensaje de texto.
Me da gusto que hayas mejorado tus opciones de conquistas, amiga, ahora te acuestas con la alta alcurnia... Te estas comiendo a unos de jefes, pero, ¿Qué son ustedes? ¿Conocidos, novios o amantes?
Muero por saberlo.
Fin del mensaje de texto.
M
i corazón latió fuerte al mirar y leer una y otra vez, el mensaje. No quiero darle cavida a nada de esto. Ignoré el contenido del mensaje y puse atención a las chicas como si no hubiese pasado nada.
Seguimos conversando y tratando de ponernos al día, Elena y sus ocurrencias por hacer locuras en esta ciudad. Se tranquilizó un poco cuando, Sinclair, ofreció presentarle a su cuñado, en verdad, mi amiga no tiene filtros, aunque estoy segura que solo es por hacer conversión o algo así, porque estoy segura de que no tiene intenciones de relacionarse con nadie más por ahora, aunque con Elena nunca se sabe.
♡
Llegamos a casa y somos recibidas por el servicio que se encarga de subir las maletas a las habitaciones que nos ofrecieron. Sinclair, fue a acostar el pequeño, el cual se había quedado dormido en el trayecto.
Esta casa es muy bonita, ahora mismo nos encontramos en el salón y Bianca nos habla:
— ¿Y como esta todo en casa?
No pude evitar ponerme nerviosa por todo lo que he vivido en los últimos meses con el rubio, Elena sonrió con picardia.
—Todo está bien, los proyectos están encaminados con uno que otro contratiempo, pero solucionado — dije con una sonrisa. No quiero hablar de todo lo que me ha pasado.
—Que bueno escuchar eso — dice con una sonrisa, sin embargo, continuó —. ¿Cómo van las cosas con Marcelo?
Mi corazón latió fuerte.
Mi celular vibró en las manos y es mi hermano, esta molestando con qué debo volver a cada, ya que me encuentro bien, es un fastidioso al que amo, pero que no hago caso.
Miré el buzón de mensajes nuevamente y es otro mensaje de un número desconocido:
Mensaje de texto:
¿Eres la amante del jefe? Con razón tantas contemplaciones contigo. Dame las tácticas de conquista, Keily...
Fin del mensaje de texto.
Tragué saliva.
Dios... ayúdame, no me dejes sola en esto, por favor.
No quiero hacerle caso a estos mensajes, pero no puedo evitar sentirme incomoda. Muy incomoda.
Volví a concentrarme en las chicas y suspiré para responder sus preguntas:
— Las cosas con Marcelo — suspieré y observé a todas —. Son tantas las que suceden y las que no, que ahora mismo no tengo una explicación, ustedes saben que ahora estamos más cerca, pues es mi jefe — y vivo con él, pero eso no se los digo, mis mejillas se sienten calientes y continúo —. Tengo un enredo total en mi interior, pero de lo que si estoy segura es que, ese rubio ojos de cielo, me trae de un ala, me tiene loca y sin idea.
— Ya las cuatro que estamos aquí presente sabemos que estas perdida por ese hombre— habla Elena, la miré fulminante —, pero no te preocupes, seguiremos guardando el secreto, un secreto que es tuyo y lo sabe todo el mundo. Es por eso que no me complico la vida y soy un alma libre.
—No es cuestión de ser un alma libre o no Elena — hablé con calma —. A ustedes que se han convertido en mis amigas no les puedo mentir, me encanta todo de él y siempre he dicho que lo que siento por ese hombre es tan grande que creo que la palabra amor le queda pequeña. Pero hay ocasiones, que me siento no poder con ciertas situaciones, ese rubio idiota es tan difícil, no habla de sus sentimientos y por eso siento que vamos a la deriva.
— Nada es imposible, Kei, todo a su debido tiempo o si no te lanzas sin paracaídas como lo hice yo — expresa, Sinclair —. Y fijate ahora soy mamá y la más sexi de todas.
Eso nos hace reír.
De pronto, la chica de servicio nos avisa que tienes unas bebidas listas para tomar y cuando nos pusimos de pie, Sinclair, se sostiene la cabeza y se tambalea.
— ¿Sin, qué pasa? — Bianca, fue a ayudarla, pero su hermana, se desmaya — ¡Sin! ¡Chicas, ayúdenme a subirla al sofá!
Nos asustamos bastante, en verdad se veía muy pálida. Elena ofreció llamar a alguien, pero Bianca fue por el botiquín de primeros auxilios. Unos minutos mas tarde, le pusimos alcohol y por fin volvió en sí.
— ¿Qué pasó? – preguntó, Sinclair llevando sus manos a la frente, cerrando los ojos —. Me siento algo mareada.
— Te desmayaste, eso paso – dijo, Bianca, aun esta muy asustada —. ¿Qué te parece si haces la cita con el médico lo antes posible? Esto no es normal.
— Espera, ¿Ya te ha sucedido antes? — Pregunté, preocupada —. ¿Qué otras cosas sientes?
Nos platicó sobre los otros síntomas que tiene. Todos, absolutamente todos, nos conduce a una sola cosa y para comprobar nuestras teorías, Elena buscó en Google y efectivamente.
Sinclair, estaba tan nerviosa, no podía creer en la posibilidad de estar embarazada
— Yo también creo que es eso – manifestó, Bianca, los ojos de Sin, se cristalizaron —. No, no, no llores esto es una buena noticia, Sin. te
Tendría sentido el porque estas así últimamente.
— Debes salir de dudas – expresé muy emocionada —. Y sea cual sea el resultado, estaremos aquí para ti.
— ¿Qué harás? – preguntó, Bi, hacia su hermana — ¿Por qué no te haces una casera?
— Creo que sería buena idea...
Todas quedamos de acuerdo de ir a la farmacia, pero antes desayunamos algo. Mientras tanto, Elena y yo, nos debatiamos por quien sería la madrina de bebé en camino, esto es tan bello.
Desayunamos sin problemas y muy bien, luego, Elena y yo, subimos a las habitaciones a darnos un baño para salir a la famacia.
♡
Nos subimos al auto de Bianca, Elena, va de copiloto y es quien se dedica a buscar la música mientras que Sinclair y yo, vamos en la parte de atras junto al pequeño que es tan adorable.
El lugar no estaba lejos, entramos a un centro comercial y fuimos directamente a la farmacia, tomamos lo que salimos a buscar y aprovechamos para dar un par de vueltas y comprar algunos recuerdos.
Entramos a una tienda de bebés y no pude evitar imaginarme embarazada, teniendo un hijo con el amor de mi vida, quizás un rubio de ojos azules o pelinegro como yo, el cual llamaríamos David. Son tantas las emociones y expectativas que llevo dentro, sin embargo, los recuerdos de la foto y los anillos, llegan a mi como una daga hiriente a mi corazón.
Un nudo se instaló en mi garganta y decido tragarmelo por completo. Veo al pequeño Chris y decidí olvidar mis penas y comprar varias cosas para él. Después de muchas vueltas, regresamos a la casa, pero antes pasamos a un McDonald, la posible embarazada, tuvo un antojo de papas fritas y helado, hubo que cumplir su pedido.
Continuamos el viaje a casa sin problemas, llegamos a esta, acomodamos las compras y bajamos inmediatamente, ya nos esperaban.
— ¿Te las harás todas? —Preguntó, Bianca, mientras saco las cajitas.
— No creo que todas, solo estas tres — señala y explica el proceso de cada una.
— ¿Ya estás lista? — le pregunté, viendo las pruebas en las manos —. Ven con tía, pequeño —hago señas al bebé y viene hasta mi sin protestar —. ¡Awww, si que eres una ternura!
— Si, estoy lista, ya regreso.
— ¿Qué nervios? — suelta Elena suspirando —. Yo estaría muerta de miedo.
Todas comenzamos una plática a lo que Sinclair realizaba su prueba, en mi caso, estaba totalmente enamorada del bebé.
Unos minutos después, se terminó la incertidumbre, Sinclair sería madre nuevamente.
Las siguientes horas, la dedicamos a preparar el escenario de como el futuro padre se enteraría de la noticia, fue muy divertido ver como se desarrollaba la gran idea de Bianca, la familia estaba muy feliz.
—Ingeniero Sandoval, las investigaciones han seguido su curso — respondió el comandante Trujillo, es el encargado del caso de Keily —. Tengo información, pero aún debo comprobarla.
Solté un suspiro profundo.
—Quiero saber el más mínimo detalle, comandante — dije con mi rostro inexpresivo —. No me importa si necesita un apoyo económico para avanzar en los procesos, yo estoy dispuesto.
—Entiendo su preocupación, ingeniero, pero no es necesario — dijo, del mismo modo —. Pero de lo que si necesito es un lugar cómodo en su empresa.
Frunci el ceño y él sonrió levemente.
—¿Qué piensa hacer?
—Voy a interrogar a cada una de las personas que estaban allí y tuvieron contacto con la chica Andersson, lo haría aquí, pero me gusta crear caos.
Sonreí de boca cerrada.
—Cuente con eso — confirmé —. Solo que debo salir de viaje en unos días y quiero estar presente.
—Mientras tanto, necesito comunicarme con alguien confiable que trabaje en recursos humanos, esa persona me ayudará con algunas informaciones que necesito antes del interrogatorio.
—Esta bien, ya tengo la persona ideal — dije, pensando en la chica de ojos rayados, esa que es muy amiga de mi adorado tormento.
—Según la declaración de la señorita Andersson y otros empleados, dijeron que había una recepción en la empresa — manifestó y le doy un asentimiento —. Eso quiere decir que contrataron un servicio para que atendieran al personal.
Eso es cierto.
—Sí, así fue — dije, con los pensamientos a millón —. Quiero encontrar el culpable lo antes posible, este hecho sucedió en mi empresa y, por si fuera poco, la agredida fue mi mujer.
— Le prometo que pronto tendrá noticias mías — suspiró pesadamente —. Pero ya su mujer y una amiga que tiene, me dieron su declaración y la pelirroja, dijo sus sospechas.
—Si. La señorita Álvarez, me habló de ellas.
—No sé preocupe, ingeniero, déjeme hacer mi trabajo y pronto sabrá de mi.
— Nos mantenemos en contacto, comandante.
— Perfecto.
Nos despedimos y me dispongo a salir de la comisaría.
En verdad este asunto me tiene bastante preocupado, no quiero que el culpable ande como si nada y quiero estar tranquilo en cuanto a Keily y su bienestar.
Solté un suspiro lento, encendí mi auto y me dirijo a casa de Cristian, hace un par de días que no lo veo bien y hoy no fue a la empresa Sandoval y mucho menos a True Style.
Cuando aparqué el vehículo en el lugar correspondiente, salí del mismo y procedí a tocar el timbre. La señora de servicio me deja pasar, pues me conoce de toda la vida.
— El señor esta en su habitación — dijo con una sonrisa —. Le diré que esta aquí.
—Gracias.
Al cabo de unos minutos, lo veo bajar las escaleras.
—Sabía que vendrías — fue lo primero que dijo —. Te estaba esperando para que nos tomáramos un trago juntos.
No se veía nada bien, estaba todo desalineado, había tomado mucho.
—Pero si ya te has terminado la botella, Cris.
Miró aquella botella que traía en manos.
—¡Ush...! — masculló, riendo —. Abriremos una nueva.
Suspiré.
Caminamos en silencio hasta uno de los salones que era poco frecutado por su familia, a él le gustaba.
—¿Qué pasa, Cris? — Pregunté a mi amigo, tenía años sin verlo de esta manera.
— Estoy tan cansado — dijo, dejándose caer en el sofá. Cerró los ojos, no dije nada esperando a que continuara —. Estos malditos preparativos de la boda me tienden harto. Para todo quieren mi opinión y yo lo único que quiero es terminar con todo esto, no me interesa de que malditos colores pueden ir los manteles o qué corbata quiero llevar...
Hizo una pausa, aun mantiene sus ojos cerrados es como si temiera abrirlos.
— Solo quiero verla a ella y estar con ella, no sé porque la vida se empeña en joderme de esta manera, Marcelo.
Mi amigo, me duele.
—¿Hablaste con los padres de Penelope? — Pregunté con cautela.
—¿Sabes lo que me dijeron? — habló con ironía al tiempo que abría sus ojos —. Que si deshacía el maldito contrato pagaría la multa de 20 millones de dolares y que haría a la cárcel por incumplimiento de contrato.
Cerré los ojos con fuerza.
—Yo podría...
—Ni se te ocurra decirlo, Marcelo — advirtió con firmeza —. Aún te debo parte del dinero de la compra de las acciones de la empresa y no voy a abusar de muestra amistad.
Solté un suspiro profundo.
—Me necesitas y yo siempre voy a estar — dije del mismo modo —. Siempre has estado para mi.
Por primera vez desde que llegué a esta casa hace rato, sonrió.
—Gracias, hermano — dijo, en un susurro —. Pero aún está la cárcel, no sé que tiempo podría estar allí.
Apreté la mandíbula en señal de frustración.
—Aún no entiendo porque tu padre firmó ese tipo de contrato — dije exasperado —. Todos las cláusulas te hechan a perder la vida, Cris.
—Lo peor de todo es que mi firma aparece en ese contrato — lo miré confundido —. Según eso, yo estoy de acuerdo con todo eso.
—¿Qué?
— Mi padre, me dió a firmar ese documento cuando cumplí la mayoría de edad, me hizo creer que eran los papeles de un auto que recién me había regalado.
Esto esta más complicado que nunca.
—Entonces Penélope debió formarlos también.
— Asi es, ella tampoco sabía nada — dijo, con melancolía — ella no esta en contra de todo esto, mas bien se siente feliz. Ella dice tener sentimientos por mi y yo no siento nada por ella.
— ¿Le dijiste que querías deshacer el acuerdo?
Asintió.
—Dice que una vez tuvimos algo y que nos queríamos — sonrió con melancolía —. En verdad tengo recuerdos con ella pasándola bien hace muchos años atrás, pero nunca la quise como a ella.
— Es Elena quien te tiene así, Cris.
— Me pidió que me alejara y cada vez que nos encontramos me trata normal, como uno de sus amigos, como si entre ella y yo no hubiese pasado nada — sus ojos no tenían esa diversión de siempre —. Cada vez que la veo, siento que vuelve mi vida Marcelo, pero cuando la siento tan alejada, mi mundo se rompe a pedazos.
Respiré profundo.
— Lucha por ella, dile todo de una vez, cuéntale lo que esta pasando.
Negó con la cabeza.
— No puedo, mi padre me dijo que también saldría perjudicada y yo no quiero problemas para ella.
—¿Qué vas a hacer? ¿Te vas a rendir así de fácil? — Pregunté.
—No creo que haya nada que hacer...
En eso, mi celular comenzó a sonar y, cuando miré la pantalla, sonreí al ver que mi preciosa pelinegra estaba haciendo una videollamada.
—Es Keily — dijo, Cris, sonriendo.
—Si, es ella — respondí —, le diré que...
—No, no — me interrumpió, incorporándose un poco —. Habla con ella, tu y yo seguiremos luego.
La llamada se habla caído.
—¿Estas seguro? — Pregunté.
—No seas idiota, estas loco por dejarme solo y salir corriendo para hablar con ella, te conozco.
Sonreí de boca cerrada.
—Voy a devolverle.— dije, pulsando el botón de llamada.
Unos segundos después, la llamada se cayó.
—Al parecer, se ha molestado — dijo, Cristian, burlón —. No me gusta ver a esa mujer enojada, nunca en mi vida había sentido tanto miedo de que me golpearan el trasero como esa noche en su departamento.
Sonreí, recordándola.
—Es la criatura más perfecta que existe, de todas las formas que puede actuar un ser humano, a ella le queda todo increíblemente perfecto.
Cris, giró los ojos.
—Estas tan enamorado, Marcelito — dijo entre risas —. Tienes que estarlo para no darte cuenta del peligro que corres con esa mujer cuando esta enojada.
No pude evitar sonreír recordando cada una de sus facetas. Volví a llamarla y nada, fruncí el ceño, no me gusta esto.
— No toma la llamada — dije.
— Esta molesta, las chicas siempre hacen eso...
— ¿Qué es lo que hacemos las chicas? — entró, Penélope al salón con una sonrisa radiante — Hola, Marcelo. No sabía que estabas en casa.
Me puse de pie, inmediatamente.
—¿Cómo estás, Penélope? — Ella dio un beso en mi mejilla.
—Todo está bien. Gracias — respondió, mirándome.
Cristian se quedó en su lugar.
— Me da gusto — dije, inexpresivo.
Ella volvió a sonreír.
—Aprovecho que estás aquí para decirte que te hemos tomado en cuenta para que seas el padrino de nuestra boda, eres el mejor amigo de Cristian y...
—Penélope —intervino, Cris, aun no se mueve de su lugar —. Quiero que por una hora en mi vida, no se hable de la boda, vine aquí para estar en paz, por favor.
Ella lo miró y su sonrisa se desvaneció un poco.
— Sé que esto es duro para ti, pero es lo que hay, Cristian.
—Créeme que lo sé perfectamente — dijo el castaño con los dientes apretados.
Ella no le respondió, me miró y habló:
— Ya sabes, Marcelo — dijo —. Espero que aceptes — no dije nada y unos segundos después se despidió —. Que tengan buena noche.
Y salió.
—Me tiene harto con lo mismo — dijo, Cris.
— Ella tampoco la está pasando bien con esto — le hice saber.
— Lo sé, pero debiera de ser un poco más considerada... es más, dejemos de hablar de esto —dijo exasperado —. Vuelve a llamar al mujeron andante.
Respiré profundo y eso hago. La llamada comenzó a efectuarse y cuando estaba a punto se caerse, la toma.
— Hola — saludó con una sonrisa que correspondí de inmediato.
La cosa aquella, latió muy fuerte con tan sólo mirarla. Al parecer ha terminado de darse un baño.
—¿Cómo estás, preciosa? — dije con media sonrisa.
—Estoy un poco agotada — suspiró con una sonrisa mientras buscaba algo en su maleta —. Fue un día de mucho movimiento.
— Ah, ¿Sí? — Pregunté, curioso, interesado por todo lo que ella quiera decirme —. Cuéntame.
Sonrió, preciosa.
—Te cuento que Sinclair tiene un bebé precioso, es hermoso y creo que se ha enamorado de mi — su sonrisa lo dijo todo, estaba contenta.
Sonreí.
—Ese bebé y yo tendremos una conversación muy seria — dije para llamar su atención y lo logré, se acercó a la pantalla, aun estaba envuelta en una toalla.
—No vas a venir a asustar al bebé Chris, con tu horrible cara, Marcelo Sandoval.
Eso me hizo reír.
—Solo debo aclararle algunas cosas — dije, con media sonrisa.
Ella entrecerró los ojos, estaba muy cerca de la pantalla.
—¿Cómo cuáles? — Preguntó.
—Que no tendrá camino fácil para conquistarte...
Sonrió preciosa.
—Me tiene cautivada ese bebé — expresó, contenta.
Sonreí.
—Ese bebé corre peligro — bromee haciéndola reír.
— Eres un idiota.
—Me dará un gusto enorme hacerte pagar eso...
Sus mejillas cambiaron de color.
—El placer será mío, señor Sandoval — soltó, seductora.
No pude evitar sentir de todo.
—Keily... Keily... — mascullé.
Mire a Cristian y me sonrió. Decido cambiar de tema.
—¿Estas sola ahí? — Pregunté al no ver a Elena.
Dio un asentimiento.
—Si, estoy sólita — dijo moviendo sus cejas —. Elena salió con el hermano de Dorian, él le iba a enseñar la ciudad.
Mierda.
Eso llamó la atención de Cristian, inmediatamente. Se incorporó en su lugar.
—¿Porqué no los acompañaste? — Pregunté y me miró mal.
—No voy a ser un mal tercio, Marcelo.
La quijada de Cristian se apretó más.
— Además — continuó ella —. Mañana saldremos a divertirnos un poco.
Eso si llamó mi atención. No quiero que vayan a ver hombres, casi muertos, desnudos.
—Keily...
Ella sonrió, preciosa. De pronto, ella frunció el ceño.
—Marcelo, debo tomar esta llamada — ahora quien frunció el ceño fui yo —. Es mi madre. Hablamos mañana. Te quiero.
La cosa aquella, me dio un tirón.
—Hablamos mañana y que tengas buenas noches — dije, me brindó media sonrisa y terminó la llamada.
—Salió con un tipo — soltó, Cristian de repente, estaba molesto —. No se lo voy a permitir y si ella juega así conmigo yo lo haré también.
—Deja de decir estupideces — repliqué —. Ella tiene todo el derecho...
—No la voy a perder, Marcelo — dijo, determinado —. Aunque no estemos juntos, le voy a recordar todo lo que hemos vivido, que nos amamos.
— Cristian...
—No voy a dejarla — me interrumpió, poniéndose de pie —. No puedo tener la cabeza tan fría, así como tu, que mirando el peligro que corres con perder a Keily, te quedas quieto.
Fruncí el ceño.
—¿Tranquilo?, jamás, Cristian — repliqué —. No hay nada que no haga por esa mujer.
—Aún te falta muchísimo por hacer por ella y lo sabes — volvió a decir —. ¿Sabes la cantidad de hombres que darían lo que fuera por tener la maldita oportunidad que tienes? No dudaría ni un segundo que ahora mismo en San Francisco, más de uno estuviera detrás de ella.
Apreté los ojos con fuerza, me siento tan jodido.
—No estamos hablando de mi, sino de ti — objeté.
— Si, claro — dijo, irónico —. Ya terminé de hablar. Voy a preparar mis maletas.
—¿Maletas?
—Me voy a San Francisco — dijo sin más —. No voy a permitir que la mujer que amo se vaya de mi vida así por así.
—Tengo una reunión mañana en la tarde — le informé.
—No te estoy pidiendo que vengas conmigo — en verdad esta molesto —. Pero eres el jefe de jefes, el dueño de la empresa y de las decisiones que se puedan tomar allí, puedes cancelar la maldita reunión.
Cristian tiene razón en decirme todo lo anterior, me siento tan afortunado de tener a Keily conmigo, ella es todo lo que esta bien para mi, es mucho más de lo que alguna vez le pedí a la vida.
De tan solo pensar en que alguien más la enamore, me asusta, no quiero que se aleje. Me aterra perderla, estoy consciente de que la he lastimado con mis estupideces y ella aún sigue ahí.
Me puse de pie y le dije:
—En tres horas nos vemos en el aeropuerto.
Sonrió
— Llegaremos en horas de la mañana y sin avisar — soltó, riendo.
—Solo quiero ver a mi adorado tormento, Cris.
—Lo sé, Marcelito, lo sé.
Y es así como decidimos viajar detrás de las mujeres de nuestras vidas, sin pensarlo, ni meditarlo, simplemente, ir por aquello que nos hace feliz.
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🌟 NOTA DE LA AUTORA 🌟
Capítulo nuevo.
Espero les guste.
Les amo mucho con demasiado y un poco más ❤️ 💕 💖
Señoritas... Ejem, Ejem... muchas cosas vienen por ahí.
Nos leemos muy pronto, sí, así es... cuando me entren ganas de ✍️ 😀
Muchas gracias por el apoyo, por sus comentarios y por los votos.
🌟 Nota especial 🌟
Muchas gracias a Lizzzoloz por permitir que sus personajes vuelvan a esta su casa.
Si no has leído "Camino de Espinas", hazlo, es una excelente historia.
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