≪•◦ ❈◇Capítulo 65◇❈ ◦•≫

Hola, mis amores!

Muchas gracias por leerme...

Este capítulo, al igual que el anterior, se lo quiero dedicar a mi cariñitooo, frangil2425, recuerda que te quiero mucho y espero te recuperes pronto.  ❤️🧡💛💚💙

Ahora si, vamos a leer...


Han pasado varios días desde que estuve con Marcelo y supo sobre Diego, se enojó bastante conmigo porque no le dije nada, no cumplí la promesa que le hice, le di su espacio para que pensara las cosas, pero a los tres días, no aguanté más y quise explicarle, lo fui a buscar, sin embargo, no lo encontré, estaba fuera de la ciudad. Lo llamé y me dejó saber que hablaríamos personalmente.

Sé que está enojado, pero también debe entender mi posición, lo nuestro es tan extraño, no sé, siquiera, si el término "lo nuestro", está correctamente empleado entre nosotros. La situación es difícil, pues mi ex novio, quien no se cansa de molestar, es su hermano.

¿Cómo voy a ir a contarle que me persigue y, en ocasiones, actúa bruscamente?

No quiero más problemas para Marcelo, también influye el sufrimiento de la madre quien volvió a buscarme para ver si me encontraba bien, me contó que Marcelo buscó a Diego y volvieron a pelearse.

—Entiendo cómo te sientes — escuché a Elena hablar —. Pero si Marcelo, no se ha comunicado es por algo. No creo que aún siga molesto.

—Creo que se ha decepcionado, rompí mi promesa— dije, sintiéndome mal por todo esto —. Pero es tan difícil...

Elena, sonrió, soltando un suspiro.

—No digas eso, estoy segura que, en cuanto se vean, van a aclarar las cosas...

Solté un suspiro profundo.

—Solo espero que este todo bien con él — dije sin mirar en su dirección.

Ambas miramos el atardecer, estamos en unas tumbonas en la orilla de la playa. Decidimos escaparnos unos minutos antes del trabajo y venir hasta aquí, lo necesitábamos.

— Lo está, no te preocupes — dijo.

En el tono que lo dijo, me hizo mirarla.

— ¿Estás bien? — Pregunté, ella me miró, sabe que le estoy preguntando por su corazón.

Dio un asentimiento con media sonrisa al tiempo que desviaba la mirada hacia el infinito mar.

—Lo estaré, Kei, lo estaré — susurró.

Ella, me duele.

—¿Lo has visto? — me miró y sus ojos estaban levemente cristalizados, le cuesta hablar del asunto —. Me refiero a...

—Sé a quién te refieres — me interrumpió rápidamente en un susurro —. Y no, no lo he visto, he tratado de no encontrármelo por el momento.

—¿Qué pasará con ustedes? — Pregunté, curiosa —. Es decir, el algún momento se encontrarán y...

—Por mi parte —volvió a intervenir —. Todo estará normal, lo trataré como si nada, con la única salvedad de que el trato de: "todo sexo sin exclusividad", se terminó.

—Pero lo amas, Elena.

—Sí, lo sé, pero, así como he llegado a amarlo, así mismo voy a olvidarlo — manifestó, herida —. No le daré el gusto de verme en la mierda, sufriendo por él.

—Él también la está pasando mal — me atreví a decir.

— También lo sé, pero fue algo que él mismo provocó — dijo mientras limpiaba con brusquedad una lágrima que bajó sin permiso por su mejilla —. Por sus mentiras y sus estupideces.

— Elena...

— Estoy más enojada conmigo que con él, Kei —expresó sin permitirse llorar —. Me he cuidado de este tipo de relaciones, de no herir y que no me hieran y mira, jugó conmigo, me mintió, me dijo que me amaba, kei...

—No te lastimes más...

—Quiero hablarlo con la única persona con la que me permito llorar, con la única persona que le confío mi vida —dijo, desesperada dejando escapar un sollozo —. Contigo, amiga.

Me levanté y fui hasta donde estaba para abrazarla. La escuché atentamente. Dejé que se desahogara, que llorara y sacara esa rabia que tenía, su impotencia y de más.

No sabía que decirle, pues Elena solo sabía una parte de las cosas y yo tampoco era que sabía mucho. Después que ambas hablamos, nos fuimos a casa.

Después que regresó de New York, se ha quedado en su casa, no ha querido ir a su departamento, y yo le he hecho compañía, no la dejaría sola.

Los siguientes dos días fueron de mucho movimiento para todo el equipo de diseñadores de True Style, puesto que, teníamos presentación de nuestros proyectos a los socios, más aún, porque el nuevo accionista, quería ver los bocetos y los encargados de cada uno.

—Ya tenemos todo listo — escuché a Moisés —. Solo revisaré los bocetos en digital una vez más para llevarlo a la USB que usaremos.

—Si, por favor — pedí, sonriente —. La señorita Natalia lo revisará por última vez mañana a primera hora y ya sabemos que la reunión es a las diez.

Gracias a Dios y al esfuerzo del equipo, tenemos todo listo, solo hay que esperar el día de mañana y yo, como encargada del proyecto, tendré que presentar los avances.

—Espero que mañana no haya ninguna falla — habló, Natalia con voz recta —. Mi colega Alicia, está en Europa en estos momentos y yo estoy a cargo.

Ya sabíamos que Alicia estaba fuera.

—No las habrá — dijo, el señor Cartel —. Ya que, de lo contrario, serán despedidos.

Todo aquí se miraban las caras, estaban asustados y no es para menos, nadie quiere perder trabajo.

—Así es señor Cartel...

Natalia dio su discurso y, en vez de sentir tranquilidad, todos nos pusimos algo nerviosos, es una jefa extraña.

Cuando ya estaba por marcharme a casa, una compañera de trabajo se acerca a mí.

—Keily — llamó mi atención.

—Hola, Mara — respondí con una sonrisa.

—¿Cómo va el diseño de Dreams Hotels?

Sonreí.

—Todo va de maravilla — expresé con una sonrisa —. Ya los trabajos iniciaron, fue algo rápido, ya que el cliente se interesó por unos de los bocetos que ya teníamos en la cartelera.

—¿Es decir que no tuviste que diseñarlo? — Preguntó, con una sonrisa de sorna.

—Bueno, el boceto fue levemente modificado y el cliente quedó encantado — respondí —. Gracias por preguntar, Mara.

Sonrió sin querer hacerlo.

—Por lo menos, el cliente, quedó satisfecho esta vez — la miré con más ahínco, pues no entendí muy bien —. Era mi proyecto, Keily.

Mi sonrisa se esfumó poco a poco.

—¿Qué? — Pregunté, incrédula.

—Tenía ese proyecto, todo iba muy bien, pero el cliente vio el trabajo que estás haciendo en conjunto con tu equipo y pidió que ustedes lo diseñarán.

Oh, Dios...

—No lo sabía, Mara...

— No me digas eso, no soy tonta — dijo, exaltada—. Todo el mundo lo sabía, incluso, tú.

—De saberlo no lo hubiera aceptado — dije, sintiéndome muy mal por ella —. Jamás haría algo así.

—Tú lo presentaste hace unos días, te vi feliz haciéndolo, toda triunfante cuando debí ser yo la que estuviera en ese lugar, pero entiendo que no se pudo.

—Siento muchísimo lo ocurrido...

—No lo sientas, al fin y al cabo, obtuviste la gran comisión — manifestó, esta dolida —. Además... es entendible que te den los proyectos grandes, aun siendo una inexperta — su tono era sarcástico y mi corazón comenzó a latir con fuerza —. Se dicen ciertas cosas en los pasillos de True Style, Keily.

Frunzo mi ceño, sin entender.

—¿A qué te refieres?

—Ahora también te haces la que no sabes nada —dijo, mirándome —. Todo el mundo sabe que eres la favorita de los jefes.

—Eso no es...

Sonrió, nuevamente. Mi corazón late desesperado, pues no puedo creer que estén hablando de mí.

—Te quedaste con el mejor proyecto, habló del Perla, también tienes otros importantes, tomaste el del gran Hotel y el diseño de la sede de LEGACY FERRER — expresó, su tono era molesto, en verdad, esto no me hace sentir bien —. Aquí habemos más de diez diseñadores y tú lo quieres acaparar todo.

—No es mi culpa, Mara, no sabía nada de...

—Yo necesitaba el dinero — me interrumpió en un susurro, las lágrimas se amontonaban en sus ojos, me dio mucho pesar por ella —. Mi novio y yo, contábamos con esa comisión para terminar los preparativos para casarnos.

—Mara... — me acerqué a ella, sintiéndome fatal.

—Siento mucho haberte hablado de esa manera — dijo, con un nudo en la garganta —. Estoy tan molesta por todo lo que paso, lo desquité con quien menos tenía la culpa.

Me acerqué más a ella y puse una mano en su hombro, sentí como se tensó.

—No te preocupes, Mara, entiendo cómo te sientes, sin embargo, quiero aclarar que si hubiese tenido idea de que era tu proyecto, hubiese declinado.

—Tampoco es que tuvieras muchas opciones, Keily — dijo, levantando su mirada cristalizada.

Hablé un rato más con ella, se sentía muy apenada, me pidió disculpas repetidas veces.

Me sentí pésima con todo esto, hablaré con Alicia sobre el tema. Es cierto que tenemos muchos proyectos, incluso, El Perla, está por concluirse, solo nos falta el tercero el cual va muy avanzado, sin embargo, jamás quitaría el trabajo a nadie y menos a un compañero.

Solté un suspiro lento y me dirigí a casa, debo buscar algo de ropa para luego ir a casa de Elena, me estoy quedando con ella.

Cuando entro miré hacia donde se encontraba el teléfono de casa, tiene mensajes, ya que una pequeña luz roja enciende y apaga. Debo escucharlo, pero antes iré a darme un baño.

Aproveché y me lancé a mi camita, la extraño bastante, me muevo al lado que Marcelo está acostumbrado a dormir, abracé con fuerza la almohada, aun puedo sentir su olor.

Los recuerdos llegan a mí, todos aquellos momentos en los cuales he sido tan feliz a su lado, lo especial que me hace sentir cuando estamos juntos y, más aún, en la distancia.

Solté un suspiro profundo.

Tengo tantas dudas de lo que debo hablar y lo que no, con él. Nuestra relación, sea cual sea, es muy rara, pero, aun así, me siento feliz a su lado, no creo necesitar nada más que lo que tenemos.

Tiene sus razones de estar enojado, pues le oculté lo de Diego y sus intentos en buscarme en dos ocasiones, le había hecho una promesa de decirle y no cumplí.

Mi corazón se siente afligido al tener tantos días sin saber de él, he visto a Cristian, pues me ha visitado en la oficina, pero no hablamos del tema, solo le he preguntado si Marcelo está bien a lo que ha respondido que sí. Por consiguiente, dejé de llamarlo, cuando quedamos de acuerdo de que tendríamos una conversación seria personalmente, luego de eso, no hemos hablado.

Por mi parte, respetaré el espacio que ha tomado.

Me pongo de pie, hago lo que tengo que hacer y me voy a casa de Elena. Mañana debo estar en la empresa a primera hora, ya que la presentación al nuevo socio es temprano y se necesita estar listo cuanto antes.

Al otro día, en la empresa, se sentía ese ambiente tenso, pues el departamento de diseños, por primera vez en mucho tiempo, estaba muy concurrido, cada quien se preparaba para la junta que comenzaría en unos minutos. No puedo creer que tenga más de tres meses en el departamento de diseños y tenga casi listo un proyecto tan importante. Los cambios y modificaciones, físicas se llevan un par de meses más, pero ya los diseños de las dos primeras propiedades están listos y ejecutándose.

Natalia revisaba por última vez los bocetos y USB de cada equipo, cuestión de que todo estuviera en orden.

La mañana avanzaba de prisa, así mismo entraron los dos primeros equipos, los cuales salieron airosos de la reunión, mientras tanto, nosotros teníamos a nuestra jefa delante, haciendo sus respectivas revisiones.

Estaba frente a su escritorio, mi equipo me acompañaba, tomaba una taza de café mientras revisaba los bocetos manuales que pretendía mostrar.

—He de decir que han hecho un gran trabajo — dijo, para luego llevar un sorbo a sus labios. Tenía todos los bocetos cerca —. Sobre todo, su coordinadora.

Coloca su tasa de café en uno de los extremos.

—Todos hemos trabajado mucho en ello — habló, María, miembro de mi equipo.

— Si, eso es cierto — concuerdan los demás.

Natalia, se pone de pie y se dirigió a la puerta para cerrarla, dejándonos a todos dentro, incluyéndose.

— Sin embargo... — la escuchamos hablar mientras se dirigía nuevamente a su escritorio —. No podrán presentar estas porquerías al señor Saldívar, no son lo suficientemente buenos para hacerlo.

La miré, incrédula.

—Es lo que presentaremos a la junta, esos bocetos están...

La tasa de café se esparció por todos nuestros bocetos, el trabajo que habíamos hecho en equipo, estaba totalmente arruinado. Sentí mi corazón bajar a los pies, ni siquiera puedo dar crédito a lo que ven mis ojos.

Todos los presentes nos quedamos fríos con tal acción.

—¿Qué...? — comenzó, Ricardo, sin poder terminar la pregunta.

—Les dije que no van a presentar esto — volvió a decir con una sonrisa de suficiencia —. Y tampoco esto.

Toma la USB, giró y la colocó en una jarra de agua que había en uno de los estantes.

—Pero, ¿Qué es lo que estás haciendo? — Pregunté en un susurro sin mover ni una sola articulación de mi cuerpo. Ahora mimos, creo estar en un mal sueño —. Es nuestro trabajo...

— El trabajo que van a presentar es este — nos enseña su portátil encendida y es el mismo proyecto que tenemos, pero es el boceto anterior, sin las modificaciones sin nada.

— No vamos a mostrar eso — dije con firmeza —. No es lo que tenemos hecho.

— Es lo que tienen hecho y es lo que mostrarán — dijo, el señor Cartel, entrando a la oficina.

Natalia, sonrió más al verlo.

Mis nervios están en aumento. Miré a mi alrededor y mi equipo, se encontraba confundido con la situación.

—¿Qué es lo que está pasando? — Pregunté, alarmada —. Nos toca presentar el proyecto Perla, parte dos culminado y el tres en proceso de terminación. No tenemos esto y lo sabes Natalia, ¿De qué trata todo esto? ¿Qué hace el señor Cartel aquí?

—En primer lugar, todos deben de saber que si esto que ocurrió aquí el día de hoy sale de esta oficina, tendrán la desdicha de dejar True Style y sin carta de recomendación.

— ¿Qué...? — escuché a los chicos, susurrar, incrédulos.

No puedo creer esto, mi razonamiento quedó en blanco.

— Si tienen alguna duda, aquí tengo sus cartas despido por irresponsabilidad, incumplimiento de estatutos y otros motivos de despidos muy justificados —manifestó, Natalia, con ironía.

— No voy a entrar a la junta con esto — determiné.

La rubia, sonrió.

— Es la única opción que les queda — dijo, sonriendo tranquila —. No pueden recuperar los archivos que tienen en sus respectivos equipos de trabajo porque el sistema fue reiniciado a las dos de la madrugada y ustedes no fueron informados de ello.

— No puedo perder mi trabajo — escuché a María decir.

—Keily... — susurró Moisés.

—Imagínate tener tantos despidos en tu consciencia, Keily Andersson —escupió con Ironía, yo era incapaz de pronunciar una sola palabra —. Sin embargo, si presentas ese proyecto ahí, la única responsabilidad caerá sobre ti y serás la única que tendrás que salir de esta empresa.

Un nudo se cuece en mi garganta.

—¿Por qué es usted así? ¿Qué le hizo Keily? — Preguntó, Moisés, acercándose a mí para tomar mi mano en señal de apoyo —. Ella no merece esto.

—Ustedes me conocen, no es la primera vez que hago esto — miré a Moisés sin poder creer lo que ella decía —. Si la gente me estorba, la elimino y ella es una.

—Esta vez has llegado demasiado lejos — dijo, Paola con impotencia.

—¡Ya basta de habladurías! — intervino, el señor Cartel, con los papelitos de despidos en las manos —. Ustedes saben que no estamos jugando, no es la primera vez.

Escuchar eso, me aterra, no sabía que Natalia tenia esos alcances.

—¿Qué vas a hacer, Andersson? — volvió a preguntar, Natalia.

Mi corazón dio un tirón, latía muy fuerte. Miré a cada uno de mis compañeros, todos estaban de brazos cruzados y con la mirada perdida, las únicas personas que se atrevieron a mirarme a los ojos sin emitir una sola palabra fue Moisés y Paola.

Solté un suspiro lento, busqué una y otra vez una opción viable para no hacer caso a los chantajes de Natalia. No obstante, mi mente no generaba ideas. No puedo cargar en mis hombros el despido de tantas personas que trabajan para mantener su hogar. Natalia, está enojada conmigo sin razones y mis compañeros, no pueden pagar por eso.

Giré mi rostro encontrándome cara a cara con Natalia, su satisfacción era palpable, su sonrisa lo decía todo.

—Está bien — dije, resignada por el momento, su sonrisa creció —. Solo dame los malditos bocetos para estudiarlos y saber que decir.

—Buena decisión — dijo, tomando una USB y entregándomela —. Y cuidadito con hacer algo, porque no respondo y lo pagaran tus compañeros.

Otra vez no fui capaz de decir una sola palabra. Dejé que ella siguiera explicando sobre lo que quería que se dijera en la junta, nunca podría perdonarme si a estas personas les pasa algo o pierden su trabajo, muchos de ellos son el sustento de su familia.

Unos minutos después, escuché como Natalia y Cartel, salieron de la oficina.

Desde que Jason tuvo que sacrificar su libertad por mi culpa y tener una activa participación con el FBI para capturar a los mafiosos, no puedo tolerar que alguien pierda tanto por mí, nunca me lo perdonaría.

Me duele el alma, al saber que tanto sacrificio fue para nada, me derrumbé en una silla y enterré mi rostro en mis manos.

Quería llorar y mucho.

—No tienes que hacerlo — sentí la mano de mi amigo, Moisés, posarse en mi hombro —. Estoy harto de todo esto.

—Lo siento muchísimo, chicos — susurré aun con las manos en mi rostro.

—No es tu culpa — dijo Ricardo, yo no opino lo mismo —. Ella lo hizo otras veces.

Eso hizo que levantara mi cabeza.

—¿Cómo? ¿Cuándo? — Pregunté, confundida —. Nunca me di cuenta de eso.

—Sé ha aprovechado de su cargo, cuando alguien no le agrada, pasa esto — habló, María.

—Hace un par de meses lo hizo con Valeria, ella tuvo que fracasar en una junta y fue despedida.

—¿Pensé que ella había quedado mal y por eso la despidieron?

Ellos negaron con la cabeza.

— Ella fue una excelente diseñadora mientras estaba aquí, la señora Santana, antigua encargada del departamento, lo reconocía cada vez que podía — informó, Ricardo —. Pero a Natalia, no le parecía e hizo lo imposible para que Valeria, quedara mal en dos juntas, hasta que fue despedida.

No puedo creer que Natalia sea capaz de eso, de dañar a una persona de esa manera. Mis amigos están asustados, lo sé, puedo sentirlo, en cambio yo, lo único que quiero es llorar.

—¿Pero porque se quedaron callados?

—Por la misma razón que lo harás tú — dijo Moisés —. Porque estoy seguro que es lo que estás pensando hacer.

—Ahora mismo no tengo otra opción, no tenemos material, además, ustedes...

—Ya es hora — dijo, Lisbeth, entrando a la oficina, todos nos miramos a la cara —. Kei, debes entrar.

Estoy perdida...

Tanto trabajo para nada...

Tanto nadar para morir en la orilla...

Trato de caminar, pero mis pies me pesan. Sin embargo, no pasa mucho tiempo cuando entro por las grandes puertas de la sala de juntas, lo primero que visualizo es la gran mesa rectangular de Cristal con más de diez sillones en su alrededor, los cuales estaban ocupados por la directiva de la empresa.

Mi vista va al sillón de la cabecera, el cual está ocupado por nada y nada menos que Marcelo Sandoval. Su vista esta puesta en mí, su rostro es indescifrable y mi corazón al saber que está cerca, comienza con su acostumbrada carrera.

No puedo evitar sentir tantas mariposas en mi interior cada vez que lo veo. Sin embargo, la incertidumbre a lo que viene, opaca cualquier sensación.

—Bienvenida, señorita Andersson — habló, Cristian, sonriente, aunque esta no es la misma de sonrisa de siempre —. Señores, les presento a la diseñadora que tiene el proyecto más cuantioso del momento — el castaño, habla desde su lugar —. Keily, este señor es Javier Saldívar, accionista de la empresa y su esposa.

Mis dedos se sienten fríos... estoy tan nerviosa.

—Un placer...

—Habla usted del proyecto Perla — intervino un señor de mediana edad, su cabello tiene algunas canas y sus ojos son verdes.

— Si, así es —respondió, Cristian.

El castaño y yo nos miramos por algunos segundos, frunció el ceño confundido, al parecer notó un poco los nervios que tengo.

—Es bueno aprovechar el tiempo, señorita — tronó sus dedos al no recordar mi apellido y al hacerlo, continúo —... Andersson, es su turno.

Marcelo, tenía su vista en mí, no había emitido ni una sola palabra desde que entré a la sala.

—Señorita — habló, Natalia, volviéndome a la realidad —. Puede iniciar su presentación.

Su tono triunfante, casi me da náuseas.

De inmediato, mis manos comienzan a sudar y por más que busco, no encuentro mi voz. Natalia goza mi desgracia.

Marcelo no muestra ningún tipo de expresión, me analiza, lo puedo sentir en mi piel.

Cristian, me mira confundido y otra señora que no sé quién es, pero acompaña al señor Saldívar, solo espera a que hable.

—Es para hoy, niña — dijo, el señor Saldívar.

Tragué saliva y siento como mi corazón lucha por salir por mi boca.

Lisbeth, me hace una señal de que pronto saldrá en la pantalla la presentación y, cuando por fin lo hace, busco las palabras exactas para poder salir de esto.

—Este proyecto — comencé — es el que...

—Ese proyecto es una porquería — me interrumpió, el señor Saldívar —. Ya lo habías presentado anteriormente y se les habló sobre las adecuaciones y no las veo. Al parecer, no las hizo.

Pero este señor nunca ha visto mi proyecto, de seguro, los estudió mucho antes de la junta.

El señor me mira desafiante, como si yo fuera inferior a su merced.

Mis nervios van en aumento, no sé qué hacer.

—Pido disculpas en nombre del departamento de diseños — es Natalia quien toma la palabra nuevamente —. Yo soy la responsable por dejar que la señorita presentase este trabajo que no está adecuado para la junta y que no cumple con los requerimientos, sin embargo — su satisfacción era palpable —, al ver que la señorita insistió tanto en hacerlo, no pude negarme solo para que no digan que, en True Style, no le damos la oportunidad cuando se las pide.

Siento como todo a mi alrededor, me da vueltas, estoy tan nerviosa.

—Es un hecho que en True Style  se le da la oportunidad de expresión a sus miembros —habló, Marcelo por primera vez, mi loco corazón quiere ir a su encuentro —. Si  embargo, debe usted y cada uno de los empleados de cumplir con sus responsabilidades, es su deber.

Mi corazón latió más fuerte aún.

—Lo que puedo observar es que esta niña es una irresponsable e inmadura —expresó, el señor Saldívar, molesto —. ¿Cómo presenta un trabajo como este ante una junta tan importante?

Tragué saliva.

—Déjeme explicarles, por favor — logré pedir.

—¿Qué es lo que vas a explicar? — volvió a hablar —. ¿Crees que, por tu linda carita, puedes venir aquí a hacernos perder el tiempo?

Fruncí el ceño totalmente. ¿Qué se cree?

—Usted no sabe nada, señor —mi voz salió firme —. Ni siquiera me ha dado la oportunidad de explicarme y no le permito que...

—Usted me permite lo que sea... — Interrumpió como voz dura —. No sea irrespetuosa. Esta usted desp...

— ¡Suficiente! —exclamó, Marcelo, con voz dura haciendo que todos lo miremos —. No le vuelvas a levantar la voz, Saldívar, no lo hagas.

Advirtió, mirándolo profundamente, su rostro y tono eran congelantes.

—Debemos calmarnos, señores — intervino, Cristian.

—No sé cómo han funcionado las cosas hasta ahora en esta empresa, sin embargo, esto deja mucho que decir — me señaló como si no valiera nada —. Pero no voy a tolerar este tipo de actitudes.

—Tiene dos opciones, Saldívar — expresó, Marcelo —. Te hice la propuesta, hace menos de dos horas.

Un duelo de mirada, se forja entre los dos. Sin embargo, no pasa mucho tiempo cuando el señor Saldívar, vuelve a pedir que hable y presente el proyecto.

Siento la mirada de Marcelo en mí, me está analizando, mientras que Natalia esta que baila en aro.

Le devolví la mirada, pero la mia estaba tan enojada, llena de tanta impotencia. Lo mejor es que deje todo así, no hablaré, renunciaré y asumiré las consecuencias.

—Yo... — comencé en un susurro —. No present...

—Disculpen, señores — habló, Lisbeth, formal —. Señorita Andersson, un miembro de su equipo quiere hablarle — la miré extrañada —, tiene que ser antes de que continúe con la presentación.

Moisés entró a la sala, solo que se quedó muy cerca de la puerta.

— Esto es inaudito — gruñó, el nuevo accionista, con ironía.

Miré a Cristian.

—¿Puedo escucharlo? — Pregunté, en un susurro.

—¡Claro que no! — se escuchó la voz de Natalia.

—Claro que puedes... — respondió, Cristian, desafiante.

Sonreí a mi jefe, el castaño.

Me acerqué a Moisés, quien me miraba con sus ojos brillantes y una sonrisa.

— Toma — me entregó el iPad personal, que me regaló Marcelo de cumpleaños, lo miré interrogante —. Fui por ella a tu bolso, hace unos días aproveché que la enlazamos al sistema y entré toda la información del proyecto.

— Pero...

— Ahí está todo lo que necesitas para la junta, Kei, no te detengas, haz tu trabajo y tomemos el riesgo.

—El equipo...

— El equipo está de acuerdo — tomó mi mano en señal de apoyo mientras sonreía —. Así que, andando, barre con todo — le sonreí en agradecimiento y él guiña un ojo en mi dirección —. Si a la mala leche, se le ocurre hacer algo en nuestra contra, hablaremos con los jefes de jefes, total, sé que te escucharían, ¿Verdad?

Me sonrojé.

Lisbeth, se acercó y también me habló para convencerme. El equipo estba unido, sabíamos que muchas cosas de la que pasaban son ilegales, prometo tomar cartas en el asunto, después de esto. Apreté la mano de Moisés y mascullé un "gracias".

Un escalofrío se apoderó de mi, puesto que, sentí una mirada pesada. Su mirada.

—Señorita Andersson — Marcelo, llamó mi atención, su rostro pétreo lo caracterizaba —. ¿Se encuentra lista?

— Sí, señor Sandoval — dije, determinada.

Miré a Natalia, quien me sonrió con burla.

—Por fin... —ironizó ella.

—El escenario es todo tuyo — dijo, Cristian, con una sonrisa.

—Mi equipo y yo, decidimos mostrar el boceto anterior para que los cambios y remodelaciones que se mostrarán a continuación, sean más evidentes — dije, muy segura de mi misma, pero por dentro estaba nerviosa —. Queríamos presentarles los bocetos manuales, pero, lamentablemente, sucedieron unos percances antes de entrar.

Mi amiga, la rubia, me miró desafiante y con su mandíbula apretada.

Le expliqué el boceto que Natalia recomendó en la pantalla 3D y, luego pedí a nuestra querida Lisbeth, que enlazara el iPad al proyector y así lo hizo. Todos estaban muy concentrados, les mostré los dos primeros proyectos concluidos en diseños más no en remodelaciones físicas, esas aún están en proceso. Más adelante, les presenté los avances del "Perla tres".

Sus rostros festejaban satisfacción.

Los ojos que más me han cautivado en la vida, brillan de una manera especial. Cristian, sonrió y levantó un pulgar en mi dirección, en cambio, el señor Saldívar, solo me miraba y, como no lo conozco, no supe interpretar en qué manera lo hacía.

—¿Tiene usted alguna pregunta, Saldívar? — le preguntó, Marcelo, al señor, quien lo miró seriamente.

—No, ninguna — respondió, mirándome —. Es usted muy joven para tener proyectos como estos en sus manos.

—Cuento con asesorías, señor — aclaré, pensando en Alicia y Marcelo —. Además, esto no es mérito mío, sino de todo el equipo.

Marcelo, sonrió en mi dirección y mi corazón dio un tirón.

Las preguntas de ese señor continuaron, se las respondí todas.

Natalia no volvió a emitir una sola palabra, su enojo era evidente y sé que va a actuar en mi contra.

Terminada la junta, todos empezaron a abandonar la sala.

Natalia pasó por mi lado y masculló algo que no entendí y, para ser honesta, no me importa nada ahora.

Comencé a recoger mi iPad, la USB y la libreta que traía, sin mirar a los dos hombres que están en este lugar, sin embargo, la mirada pesada de Marcelo, está puesta en mí, me lo dice cada una de las extremidades de mi cuerpo.

Pienso ir con mis compañeros, me necesitan, no quiero que se enfrenten a Natalia solos, además, no tengo nada que hacer aquí, pues Marcelo, dijo que me buscaría para hablar y no lo ha hecho, no voy a ser yo quien lo busque si fue quien se alejó.

No es que este de orgullosa, no es así, solo que las tres veces que lo llamé, me dijo que hablaríamos en persona, quiso su espacio, pues yo se lo doy.

—¿Ya te vas, Kei? —Preguntó, Cristian.

Lo miré y ambos tenían sus ojos puestos en mí.

—Em, si — respondí —. Debo hacer algunas cosas.

—Pero no me has saludado como es debido —se quejó.

Me acerqué y le di la mano, pues aun estoy enojada , él es más efusivo, me da un jalón y me abraza.

—De eso hablaba — murmuró, separándose un poco.

Sonreí. Luego mi vista viajó hasta el rubio quien me miraba inexpresivo.

—Hola, Marcelo — lo saludé, cordial.

—Hola, Keily — escucharlo decir mi nombre, causa sus efectos, pero esta vez, lo sentí frío y distante —. ¿Podemos hablar unos minutos?

Mi corazón, latió fuerte.

— Ahora debo ir a informar al equipo de ciertas...

—Solo serán unos minutos — insistió.

Cristian, se despidió dejándonos solos.

—¿De qué quieres hablar? — Pregunté, normal, mirando sus ojos hipnotizantes.

— ¿Cómo estás?

—Todo bien, gracias — respondí —. No te pregunto porque, gracias a Dios, siempre estás bien.

Sonrió.

—Ahora estoy bien — expresó, mirándome.

Un silencio se apoderó del lugar, ambos nos miramos a los ojos, el no verlo durante todos estos días fue una tortura, tengo ganas de salir corriendo hasta él y besarlo, estoy segura de que él también quiere lo mismo, lo dice su forma de mirarme.

—Necesitam...

—Señor Sandoval — irrumpió con urgencia, Sora, en la sala —. Tiene una llamada de la empresa Sandoval, es urgente.

Marcelo la miró.

—Estoy ocupado — dijo, seriamente.

Ella negó con la cabeza.

— Hubo un percance en una de las obras, señor —informó ella, eso inmediatamente, alertó a Marcelo—. Su asistente dice que es importante.

—Si Lucy esta al teléfono debe serlo — dijo, mirándola, luego se dirige a mí —. Debo atender esta llamada, ¿Me esperas unos minutos, por favor?

— Claro — dije —. Voy a estar en mi oficina. Si me necesitas, no dudes en decirme.

Dio un rápido beso en mi mejilla, dejando mi corazón vuelto loco y salió de la sala, solo espero que todo esté bien con la empresa.

Fui a mi oficina, mi equipo de trabajo estaba reunido esperando información sobre lo acontecido, quedamos de juntarnos para hablar de ciertas cosas que hay que solucionar. Después de eso, realicé algunos pendientes y esperé a Marcelo por más de una hora.

Tuve que salir a casa de Elena, puesto que, Dorita, me llamó y me dijo que la pelirroja no se sentía muy bien. Fui a verla, pero antes pasé por la oficina de Marcelo para dejarle un mensaje con su asistente.

Esto de Cristian, le ha pegado fuerte para mi es duro ver a una persona que siempre ha sido tan entera, estar rota. Elena, no es de las personas que llora o se deprime fácilmente, solo que últimamente, está comiendo poco, su alimentación ha variado muchísimo y su alegría y fortaleza de siempre, no es la misma.

Así mismo transcurrieron dos días, no he sabido nada del rubio y me duele esta distancia que hemos tomado, reconozco que he tomado el celular para llamarlo, pero vuelvo atrás.

¿Y si le pasó algo? ¿Y si no se encuentra bien?

Ya Cristian me hubiera dicho o me hubiese enterado por otra manera. En fin, no quiero darle más vueltas al asunto.

Ahora todo el personal que pertenece al departamento de diseños de la empresa, nos encontramos en una pequeña recepción con motivo al buen trabajo que está desempeñando cada uno de los trabajadores de ese lugar.

Alicia, quien había regresado de sorpresa, manifestó su gran satisfacción con cada una de las presentaciones, los gerentes y el nuevo socio quedaron muy contentos.

— Cada uno de ustedes tienen una estrella dentro que los hace diseñar el mundo de las personas que deciden poner en sus manos dicha responsabilidad — dijo a través del micrófono al tiempo que levantara una copa para brindar con nosotros —. En otras palabras, son dioses cumpliendo el sueño en el pequeño mundo de esas personas. Salud y que sigan los éxitos.

Todos brindamos con ella.

Nos informó que hay diez becas disponibles para los diseñadores que aún no tenemos una especialidad, los rostros de los presentes se iluminaron con la noticia, dijo que nos daría más detalles en lo adelante.

—No me iré de aquí hasta tomar la última gota de este champán — expresó, María, eufórica —. Lástima que Elena, no está aquí para que me acompañe.

Sonreí.

—No pudo venir, tiene que salir de viaje y debe tener todo listo para mañana — informé.

—¿Cómo? ¿Se nos va el alma de la oficina? — chilló, María —. ¡No puede ser!

—Sí, irá por dos días, tiene trabajo fuera de la ciudad y para no estar yendo y viniendo, hará todo lo que pueda en esos días.

—Tiene razón, es la mejor opción — agregó, Paola.

—Incluso, no podré quedarme mucho tiempo, quedé que le ayudaría a empacar.

—No seas aguafiestas, Kei — dijo, Moisés —. Las bebidas y la cena son de primera. Solo mira ese vino.

— Lo siento, chicos — dije, sonriendo.

Siguen su conversación sobre comida y vino, sin embargo, Ricardo hace un comentario que llama mi atención.

—Hay que agradecer mucho a los gerentes, que aún en su situación, tuvieron la buena intención de agradar al equipo de diseñadores con esta recepción.

Frunzo mi ceño sin entender.

— ¿A qué te refieres? — Pregunté, confundida —. ¿Qué situación, Ricardo?

—¿No lo sabes? — Preguntó, Lisbeth, extrañada.

Mi corazón latió con irregularidad.

—No, no lo sé. ¿Qué pasó?

—Hubo un accidente en unos de los proyectos de la constructora Sandoval y un obrero murió.

Sentí mis dedos congelarse.

—¿Y...? — tragué saliva pensado en Marcelo y los problemas que debe tener en estos momentos —. ¿Y Marcelo?

Todos se miraron entre sí, confundidos. Pues mi preocupación era evidente.

—Aún se encuentra en Cancún, tratando de mediar la situación, pero los familiares, no están nada contentos.

Me pongo de pie rápidamente, no puedo creer que esto esté pasando, por una situación como esta la empresa podría presentar cargos y, Marcelo, podría ir a la cárcel, lo dice la ley.

—Debo irme...

Comienzo a alejarme de la mesa mientras saco el celular de mi bolso, debo llamarlo.

—Pero, Keily... — dijeron mis compañeros al unísono, no me detengo.

Cuando estoy a punto de salir del salón para ir al baño, Lisbeth, llama mi atención:

—¿A dónde vas, Kei?

Giré mi rostro para encararla.

—Necesito saber de él — dije llevando el celular a mi oído.

De inmediato, la contestadora emitió su mensaje, luego decidí dejar el mío.

—Hola... — hago una pausa, mi voz casi de quiebra —. Cuantos días han pasado... Yo lo siento... No sabía — lo único que me provocaba en ese momento era llorar —. Me gustaría saber de ti y que te encuentras bien — tragué saliva, estoy tan preocupada —. Si puedes, llámame por favor.

Lisbeth, me miró como si por fin le hubiese revelado mi mayor secreto.

— Es él, ¿Verdad? — dijo con una sonrisa.

Sabía a lo que se refería.

—Sí, es él — respondí, muy segura —. Ahora debo irme, prometo explicarte todo después, ¿De acuerdo?

—De acuerdo.

Pasamos unas palabras más y me dirijo al baño, necesito lavar mi cara para tranquilizarme y mientras tanto, marco el celular de Cristian, quien no respondió, pero que al final me devolvió la llamada y me explicó que no había hablado con el rubio, pero que si se encontraba bien. Me pidió que me tranquilizara, pero no pude.

Me siento mal, me duele esta distancia y no poder apoyar al hombre que amo cuando me necesita. Iré a verlo, no me importa donde esté, voy a buscarlo.

Lavo mi rostro y pienso ir donde Cristian a buscar todas las informaciones de lugar y si tengo que pedir el ayuda a mi hermano, lo haré. Estoy a punto de salir, sin embargo...





Han pasado varios días desde que estuve en el apartamento de Keily. Admito que me enojé bastante con ella por haberme ocultado las cosas, lo único que quiero es cuidarla, no quiero que Diego, ni nadie vuelva a dañarla.

Recuerdo aquel momento cuando salí de su departamento, estaba tan enojado que fui directamente a buscar a Diego.




Conducía como loco hasta la casa Sandoval, era un poco más de las cuatro de la mañana. Toqué la puerta de manera desesperada, haciendo que todo aquel que estuviera en la casa, se despertara.

Estaba tan molesto e indignado.

— Señor...

Masculló, María, al parecer se acaba de levantar.

—Con permiso, María — pasé por su lado a paso apresurados para ingresar a la casa. Mi sangre estaba caliente, el enojo era muy grande.

De camino, me encuentro a mi madre y Ernesto, quienes vienen bajando las escaleras.

—¿Qué pasa, Marcelo? — Preguntó mi madre, acomodando su bata de dormir.

No respondí nada, comencé a subir las escaleras rápidamente.

—¡Hijo...!

—No digas nada, madre.

—Marcelo...

Trató, Ernesto, de detenerme, pero era demasiado tarde...

Entré a la habitación de Diego y encendí todas las luces.

—¿Qué demonios? — se quejó.

—¡Levántate! —dije, airado.

—Marcelo...

—¡No te metas, Florencia! — dije enojado.

—¡¿Qué diablos quieres a estas horas de la madrugada?! — exclamó, Diego.

—¡Te advertí que no te le acercaras y fue lo primero que hiciste! — grité, furioso.

—Si hablas de Keily, no tengo porque hacerte caso... — se pone de pie y se acerca desafiante —. Ella es...

Un puñetazo se escuchó en toda la habitación. Gritos ahogados por parte de mi madre y María, se escucharon.

—Eres un maldito...

Gritó, Diego, sosteniendo su nariz rota, vino sobre mi dando puñetazos. Ernesto trató de separarnos, pero era demasiado el enojo que había entre ambos.

Golpes y patadas reinaron en el lugar. La habitación quedó hecha un desastre.

—Llama a Basilio... — gritó, mi madre a María.

—Te dije que no la tocaras — grité, dando puñetazos en su rostro, ya había sangre —. Que no la lastimaras.

—No quise lastimarla — vociferó, tratando de defenderse.

De pronto, hizo un giro y quedé debajo, logró pegarme un puñetazo, pero no más...

En eso llegó Cristian y, con el apoyo de Ernesto y Basilio, lograron separarnos.

—¡Son unos animales! — gritó, mi madre entre lágrimas —. ¡No debiste venir a mi casa a golpear a mi hijo, Marcelo!

—¡Florencia! — exclamó, Ernesto, con voz fuerte.

—¡No! — gritó, con impotencia —. Ellos me van a matar algún día con sus pleitos y diferencias. Estoy harta...

Enterró su rostro y sollozó, pero esta vez, mi enojo era muy grande.

—¡Si vuelves a tocarla — grité, furioso —! ¡Es más, si vuelves tan solo a mirarla, no tendrás tanta suerte, imbécil!

Hizo un ademán para soltarse.

—No quiero hacerle daño — gritó, también —. Pero las cosas no te saldrán tan fácil, no vas a dañarla, esto es una venganza por lo que pasó hace años, ¿Verdad?

Todo el mundo hizo silencio, solo nos escuchábamos nosotros.

—No, para nada — rugí —. Lo que pasó antes, no tiene nada que ver con lo de ahora, eso no tiene punto de comparación.

Solo él y yo, sabíamos a lo que se refería.

—Yo amo a Keily, Marcelo — dijo, seriamente, su rostro estaba herido —. No voy a dejarla ir así de fácil, no soy tú, que dejaste ir a Mónica como si nada.

—¡Cállate! — dije, sintiéndome molesto, no tiene ningún derecho a mencionar ese asunto y mucho menos cuando él sabe lo que hizo —. Y tienes razón en decir que no eres yo, jamás lo serás.

Hice todo lo posible por zafarme y no pude.

—Cálmate, Marcelo — pidió, Cristian —. Ya es suficiente.

— Es bueno que se lo lleve de aquí, señor Serrano — pidió, Ernesto, al tiempo que sostenía a Diego —. Marcelo no se encuentra en condiciones de diálogo, esta muy enojado.

—Sácalo de aquí, Cristian — pidió, mi madre —. Estoy muy enojada contigo, Marcelo, ya hablaremos después...

—No hace falta que me mandes a sacar, mamá — dije, mirándola con mi ceño fruncido —. Pero antes de irme, te recomiendo que, si no quieres volver a ver a tu hijo en las condiciones que se encuentra ahora, hables con él y le informes de la importancia de no maltratar a una mujer ya sea física y mentalmente. Porque si vuelve a intentar acercarte a Keily, no habrá nadie que pueda hacer algo por él.

Me miró, dolida.

—Ya vete...

No esperé respuesta de nadie y salí de la casa azotando la puerta. Cristian, me seguía los pasos en silencio. Se dirigió a mi auto hacia la parte del conductor, no dije nada y subí a la parte del copiloto, comenzó a conducir hasta llegar a mi casa, ninguno de los dos dijo una sola palabra en el trayecto.

— ¿Cómo supiste que estaba en la Mansión a esta hora? — Pregunté, dirigiéndome al gimnasio, necesito bajar esta adrenalina que corroe mi cuerpo.

Soltó un suspiro profundo. Ahora que lo veo bien, trae puesto un pantalón chándal, una camiseta blanca, su pelo totalmente desordenado y unas ojeras que dan a entender que no ha dormido en años.

—Keily, me llamó y me dijo lo que había sucedido — explicó con calma —. Estaba muy preocupada por ti, dijo que temía que te metieras en problemas.

Así que ella lo llamo.

No dije nada y ya con mi ropa de boxeo puesta, comienzo a golpear una y otra vez el saco.

—Debes ponerte en su lugar, Marcelo...

—No me gustan las mentiras, Cristian — nunca dejo de golpear el saco —. Le pedí muchas veces que me dijera si el imbécil de Diego, la buscaba y, ¿Qué hizo? ¿Huh?

—Sé que ahora no ves las cosas con claridad, estas molesto, pero te pido que no actúes por impulso ni guiado por el enojo, no debiste ir...

—Sé lo que me dirás — lo interrumpí —. Ahórratelo.

Soltó un suspiro cansado mientras que él mismo se disponía a colocarse una ropa para entrenar, me sorprendió que lo hiciera.

—Vamos a tener un combate tu y yo — pidió, seriamente —. También estoy muy enojado, amigo.

Tenía mucho que no veía esa mirada triste, es por ello que esa noche, los dos combatimos amistosamente hasta quedar exhaustos.




Los siguientes días han pasado de manera lenta, he tratado de no pensar en ella, pero me resulta imposible, en cada espacio está su sonrisa preciosa, su cara sonrojada, sus ojos fascinantes, no puedo sacarla de mis recuerdos.

Al cabo de unos días, me llamó, me encontraba en Francia, en una reunión de negocios, le dije que hablaríamos personalmente, que la buscaría. Tenía pensado volar a México ese mismo día e ir a buscarla, sin embargo, tuve que viajar a Cancún, debía finiquitar ciertos asuntos de la nueva obra.

En este lugar, no había manera de comunicarse, más que un teléfono que se encontraba como a tres horas de donde estaba la obra. La razón de la poca comunicación telefónica y daños al internet, fue debido al impacto de un huracán hace algunas semanas, ya que esta zona de Cancún es muy vulnerable a ellos. Se dice que ya están en restablecimiento.

Es por ello que he tenido poca comunicación en México. Hace unos días fui a la reunión pautada con los diferentes equipos de diseñadores, llegué media hora antes de empezarla. Admito que todos están haciendo un excelente trabajo. Ver a Keily después de tantos días había disipado cualquier enojo con ella, estaba tan preciosa que no pude dejar de observarla en todo momento.

No voy a negar que tengo ciertas dudas sobre algunas expresiones que tenía, por un momento, sentí que no estaba bien, algo le pasaba. No obstante, llega el chico multicolores, ese que siempre cambia de color cuando ella está cerca, le habló, la tomó de la mano y su expresión cambia.

Mi mandíbula casi se desencajó de tanto que la apreté, no me gusta que nadie la toque, es algo que me rebasa. Luego de esto, ella hizo su presentación, quedó excelente y me siento tan orgulloso de lo que ha crecido. Estoy sumido en mis pensamientos cuando soy interrumpido.

—Señor Sandoval, las investigaciones aún continúan, debe esperar sólo un poco.

— Por favor, abogado Toledo — repliqué, desesperado —. Estoy harto de todo esto, quiero ir a casa.

— Debe tener paciencia, señor.

—No pida paciencia cuando ni siquiera puedo comunicarme con mi familia porque en este lugar no hay maneras de hacerlo — solté, impaciente.

—Ya tengo resuelto esa parte —dijo, rápidamente, tratando de calmarme —. Vengo a decirle que podemos esperar información en otro lugar a media hora de aquí, ahí podrá tener toda la comunicación que desee, ya que allí no hubo daños mayores por el huracán.

Solté un suspiro profundo. Tengo que tranquilizarme, hay una opresión en mi pecho que no me deja en paz.

—No voy a esperar más de tres días, ¿Me escuchó, abogado?

—Debe entender que esto es por su bien, señor, es lo más recomendable.

Horas más tarde, ya estamos en el lugar, nos hospedamos en un hotel, cuando estuve en la habitación lo primero que hice fue darme un baño y dejé mi celular en la cama, iba a explotar de tantas notificaciones que estaban entrando. Media hora después, ya estoy recostado en la cama, escuchando los mensajes que estaban en el buzón y, en el tercer mensaje, la escucho:

Hola... — hace una pausa, su voz rasposa y casi quebrada hace que quede sentado de un tirón —. Cuantos días han pasado... Yo lo siento... No sabía — quería llorar y eso me ha roto —. Me gustaría saber de ti y que te encuentras bien... Si puedes, llámame por favor.

Escucharla de esa manera tan preocupada, me ha dolido en gran manera. De solo imaginar sus ojos cristalizados...

Dios...

Tomo mi celular y comienzo a marcarle, sin embargo, sale la operadora. Me remuevo en la cama y vuelvo a marcarle, pero es el mismo resultado.

Otra vez tengo esa sensación en mi pecho que no me deja tranquilo, es como si algo no estuviera bien.

Vuelvo a marcar y nada...

Decido marcar al número de teléfono de su casa, a ese que he llamado casi todas las noches sin obtener respuesta, otra vez no responde.

De seguro debe estar dormida ya es más de las once de la noche, si... eso debe ser. Llamé a Cristian y me dijo que ella lo había llamado muy preocupada, pero que le dijo que yo estaba bien y, al parecer, se quedó más tranquila.

No puedo estar tranquilo, el sueño no llega y mi incomodidad no cede. Llamé a casa, hablé con Martina, y me hizo saber que todos están bien. No obstante, esa presión en el pecho continúa. Se lo atribuyo a lo que está pasando con la empresa.

Me pongo a revisar unos planos, luego unos documentos que me entregó el abogado. No sé en qué momento me quedé dormido.

Frunzo mi ceño al escuchar el sonido de mi celular, es el despertador, lo observo y no hacen tres horas que me quedé dormido. Me levanté para darme un baño y vestirme, tengo que hacer unas cosas, pero antes vuelvo a marcar el número de Keily, una vez tras otra sin ningún resultado.

¿Qué pasa niñita? ¿Por qué no respondes mis llamadas y mensajes? ¿Aún estas molesta conmigo?

Pasan las horas, ahora me encuentro de camino a Cancún en un auto junto al abogado.

—El caso es que los familiares piden una gran compensación económica — dijo el abogado.

—Aunque no la pidieran, de todos modos, la iban a tener.

En eso mi celular, suena emitiendo que está entrando una llamada.




—Buenos días — respondí sin mirar.

—Marcelo... — habló, con voz rasposa, mi pecho tuvo la intención de detenerse —. Dime...

Un sollozo, se le escapó, haciendo que toda parte de mi cuerpo se estremeciera.

—Chófer, deténgase donde pueda por favor.

—Elena... — mascullé, saliendo del auto —. ¿Estás bien? ¿Qué pasa?

—Dime... que ella está contigo o que han hablado, por favor.

Sentí como todo mi cuerpo se tensaba. Y mi pecho latió muy fuerte.
Sabía que refería a Keily, algo estaba pasando. Los sollozos de Elena, se escuchaban a través de la línea.

—Dime lo que está pasando por favor. Dime que Keily está bien, que todo está bien.

—No lo sé, quizás me estoy ahogando en un vaso de agua, pero presiento que algo le ha pasado.

Solté un suspiro lleno de preocupaciones.

—Cuéntame que es lo que te preocupa, por favor.

—Ella quedó de ir a mi casa, tenía días quedándose conmigo, anoche iba a ayudarme a preparar mis maletas, pero nunca llegó y su celular está apagado o no sé — dijo, desesperada —. Keily, no suele preocupar a nadie de esta manera, siempre encuentra la manera de comunicarse.

Miro mi reloj.

—Puede que esté en la empresa, que haya llegado.

—No, aquí estoy, Marcelo — manifestó con un nudo en la garganta —. No está.

Aprieto los ojos con fuerza con el pecho latiendo con fuerza, sabía que algo pasaba con un ser querido, mi intranquilidad se debía a eso.

—Voy para allá — fue lo único que pude de decir.




Cerré la línea, di media vuelta para volver al auto. Me encontré con el abogado, de frente.

—Señor Sandoval, debemos ir a...

—Me voy a Mérida — solté, determinado.

—No puede irse...

—Le dije que me iré, abogado... — manifesté, al tiempo que llevaba el celular al oído —. Si... Lucy, necesito que llames y contrates un helicóptero, lo necesito en veinte minutos en el helipuerto de Chetumal, no importa lo que cueste, lo quiero ahí en ese tiempo.

Cerré la línea y me dirijo a abordar el auto cuando escucho el abogado.

— Señor, entienda que es un riesgo que se vaya en...

— Escuche bien abogado Toledo — interrumpí lo que iba a decir —. Mi mujer, me necesita y no habrá nada que me detenga, ni siquiera las autoridades de Cancún.

—Veo que no podré hacer nada para que se quede — dijo, dándose por vencido —. Haré un amparo, mientras usted resuelve lo de su novia.

—Muchas gracias.

Abordé el auto y pedí al chófer que me llevara al hotel que me estaba quedado, debía recoger algunas cosas.

Que incertidumbre tan grande siento en este momento, es una sensación desagradable la que siento en mi pecho, es ese susto que por más que quisiera disipar, no puedo.

Siempre he sabido cuán importante es Keily en mi vida y no toleraría que algo le pase.

Unos minutos más tarde, estoy en el lugar acordado para arribar el helicóptero y en menos de media hora estaré en Mérida.

Solo le pido a Dios que nada le haya pasado a ella.



Caos, esa es la definición exacta para lo que está pasando, Keily, no aparece, está desaparecida desde anoche. Lo último que se supo de ella fue que salió bastante preocupada de la recepción que les tenían a los diseñadores, eso fue alrededor de las diez treinta de la noche.

Cuando pasó de media noche, comencé a llamarla, sin obtener respuesta, pues su celular, al igual que ahora, manda directamente a la contestadora.

Ante mi evidente preocupación, llamé a Jason, Marcelo y Cristian, quienes eran los únicos que podían ayudarme, pero no fue así, Keily no aparece por ningún lado.

— Esto no me gusta nada — expresó, Jason, el pobre hombre esta que no encuentra lugar de la preocupación —. Si Sandoval, no sabe nada de ella, me temo...

— Cálmate — pidió, Cristian al pelinegro, pero también reflejaba su desasosiego por la situación —. Sé que es difícil, pero te necesitamos entero para seguir su búsqueda.

— Las autoridades me dicen que debo esperar cuarenta y ocho horas para reportarla como desaparecida — dijo, desesperado —. ¿Qué le voy a decir a mi madre si algo le pasó?

— Sabes que no puedes decirle nada, Jei, — le dije, mirándolo —. Su salud se pondría en riesgo.

Jason soltó un grito de impotencia mientras alaba su negro cabello.

—Hemos llamado a todos los hospitales, hemos ido a los cuarteles y comisarías — habló, desesperado —. No sé dónde más buscar.

Esto era tan extraño.

Media hora más tarde, Marcelo estaba en la empresa y citó todo el personal en el salón multiuso, allí podíamos estar todos los empleados sin ningún problema.

El rubio, como le dice mi amiga, estaba bastante preocupado, sin embargo, su accionar, su manera de hablar y dirigirse a las personas era admirable.

Les habló de la pequeña recepción de anoche y que luego de ahí, Keily, no aparece. Pidió que, si alguien recordaba algo, por más insignificante que sea, que se acerque a nosotros, pues sería de gran ayuda.

Todos los empleados salieron, menos los del departamento de diseños.

—Puede que este por ahí — intervino, Natalia —. ¿No creen que se están ahogando en un vaso de agua?

—Keily no es así y lo sabes, Natalia — agregó, Iván.

—No sería que se fue... con alguien — volvió a lanzar su veneno.

Todos la miramos fulminante.

La voy a matar.

— Si te refieres... — comenzó el rubio, mirándola mortífero.

—No se fue con el novio si es lo que estás insinuando — protestó, Jason, con los dientes apretados interrumpiendo a Marcelo —. Así que deja de dar opiniones infundadas.

—Solo quiero que agotemos todos los recursos — volvió a hablar, Natalia.

Si las miradas mataran, ella estaría muerta por parte de todos los presentes.

—Es mejor que vaya a atender los asuntos del departamento — pidió, Alicia con una cordialidad inexistente, hacia Natalia —. Nosotros nos encargamos de esto.

—Está bien, hay mucho trabajo que revisar, me retiro — dio la media vuelta y con una ironía más grande que ella, se retiró de aquí.

—No debí dejarla sola — se lamentó, Moisés, su rostro afligido dejaba demostrado lo mucho que quiere a mi amiga —. Me siento un inútil.

—¿Pero al salir ella no les dijo lo que haría? — Preguntó, Marcelo, más calmado, pero con la misma preocupación, queriendo saber, aunque sea una pista de ella.

—Dijo que iría con Elena a preparar unas maletas — expresó, Paola. Eso llamó la atención del castaño que no he querido ver durante todos estos días.

—Sí, eso eran los planes, pero nunca llegó — dije.

—Llegué con ella hasta el pasillo, hablé un momento con ella... — dijo, Lisbeth.

—¿De qué hablaron? — Preguntaron Iván y Jason al mismo tiempo.

Por la cara que puso Lisbeth, sabíamos que no quería hablar frente a todos, es por ello que los demás, por prudencia, se alejaron un poco y comenzaron a conversar entre ellos.

—Ella estaba muy preocupada por usted, señor — dijo, Liz, hacia Marcelo —. Incluso, le marcó varias veces al celular en mi presencia, pero no pudo comunicarse. Vi su desesperación crecer cada segundo.

Marcelo, soltó un suspiro desesperado.

—¿Por qué la preocupación de mi hermana? — Preguntó, Jason.

—Ella se enteró del accidente que hubo en Cancún, en el cual Constructora Sandoval, está inmiscuida.

Marcelo, apretó los ojos con fuerza. Su rostro decía claramente, lo importante que es Kei, para él.

—Las comunicaciones en Cancún están suspendidas por el paso del huracán cerca de las costas de esa ciudad — explicó, Marcelo —. Las llamadas e Internet, no entran allí.

—Ella me llamó a mí y le dije que estabas bien — añadió, Cristian.

— Esto es muy extraño, Keily, no daría este tipo de preocupaciones — manifestó, Iván.

Las caras de impotencia de todos los presentes eran palpables.

No pasó mucho tiempo cuando el vigilante, pide hablar con el señor Sandoval. Sin embargo, todos nos quedamos en el lugar.

—Buenos días, Don Pedro — apretó, Marcelo la mano del hombre—. Ese es su nombre, ¿Verdad?

—Buenos días, señores — respondió, don Pedro —. Si, ese es mi nombre, un placer, señor.

El rubio dio un asentimiento.

—Ellos son...

Marcelo, presentó cada uno de las personas que estaban aquí, su hermano y familia. Sin embargo, todos pedimos que dijera eso que quería manifestar.

— Ayer me tocó el turno de la tarde — comenzó el señor Pedro —. Y, por ende, el de la noche, vi salir a cada persona que entró, pero nunca vi salir a la señorita Andersson.

Marcelo, se incorporó de inmediato, frunciendo el ceño.

—Había muchas personas — dijo Jason —. Puede que haya salido y no se diera cuenta, señor.

Don Pedro, negó con la cabeza.

—¿Cómo puede estar tan seguro de eso? — Preguntó, Marcelo, poniéndose de pie.

—Porque aquí laboramos muchas personas — explicó con una pequeña sonrisa —. Pero muy pocas saludan y se despiden, señor — todos lo miramos, interrogantes —. La señorita Andersson, es de las pocas personas que me saludan y se despide al llegar y salir. En los años que tiene aquí, anoche fue su primera vez.

Todos le miramos la cara al rubio.

—¿Qué pasa, Sandoval? — Preguntó, Jason.

—Está aquí en la empresa — dijo, comenzando a caminar rápidamente.

—Pero... — comenzó, Iván —. Eso es imposible...

—Vamos a buscarla — propuso, Cristian.

Esto parecía una locura... ¿Cómo va a estar aquí? ¿Dónde?

Nos dividimos en equipo, y comenzamos a buscarla, sin alertar a los demás empleados. Estoy con Jason e Iván, ellos no conocen nada de la empresa. Buscamos en todos los espacios de la empresa y cuando estábamos a punto de darnos por vencidos, Moisés llama a mi celular.

Tomo la llamada y lo pongo en altavoz.

—Si...

—Vengan rápido al sótano del archivo —demandó con rapidez —. Elena... — susurró como si no quisiera continuar —. Llamen a una ambulancia.

Mi corazón se puso pequeño ante lo que dijo...

Los tres nos miramos sin saber cómo reaccionar.

—¿Dónde queda ese lugar? — Preguntó, Jason.

—Esta...

Digo a los chicos donde está el sótano de archivos y nos dirigimos hasta allá.

Entrar allí y ver las condiciones en las que está el lugar, todo oscuro, solo alumbrados por la luz del teléfono. Había un fuerte olor.

Al verla, mi corazón se sintió helado.

Ninguno era capaz de hablar.

Comencé a llorar, no puedo creer lo que estoy mirando.

Keily estaba tendida en el piso, desmayada y con parte de su ropa desgarrada. Moisés estaba a su lado, con lágrimas en los ojos.

—Keily... — murmuró, Jason, llegando con su hermana —. ¿Qué...? ¡No!

Con manos temblorosas revisó el pulso de Keily...

En eso llegaron Cristian y Marcelo. Ambos se sorprendieron con el escenario que vieron.

Marcelo, se quedó estático, miró fijo hasta Keily, sus ojos azules, por primera vez lo vi cristalizarse, pero nunca soltó las lágrimas. Caminó hasta donde estaba la pelinegra, quien tenía sus ojos cerrados. Al igual que Jason, Marcelo revisó el pulso de la pelinegra.

— Tiene pulso — dijo, Jason lleno de impotencia.

Marcelo, no dijo una sola palabra, levantó con cuidado la cabeza de Keily y se dio cuenta que tiene un golpe allí. Apretó los ojos y decidió levantarla en sus brazos con cuidado.

— Marcelo...

—No es conveniente moverla, Marcelo — habló, Jason, preocupado, interrumpiendo a Cristian.

— Hay un fuerte olor a una sustancia química que tiende a intoxicar — dijo, inexpresivo y con Keily en brazos —. Si no la sacamos de aquí podría...

Hizo silencio, solo apretó los ojos y mordió sus labios. Comenzó a caminar hacia la salida. Unos minutos más tarde, ya la ambulancia había llegado, el rubio puso a mi amiga en la camilla en donde le dieron los primeros auxilios.

Llegamos al centro de salud y Keily, fue atendida, le tuvieron que poner una máscara por algunas horas, suministrándole una mezcla de oxígeno y aire a presión, pues su respiración era muy lenta y pausada. Del mismo modo, tuvieron que cerrar la herida de su cabeza, el doctor dice que recibió un golpe con un objeto, la suerte que no hubo daños al cerebro, pero que esto traería dolores de cabeza, mareos y otros malestares. Sin embargo, estaba estable y recuperándose, era lo que realmente importaba.

La sala de emergencias era un caos total, Marcelo y Jason, casi fueron sacados de aquí por armar un escándalo al doctor por no dar razones de mi amiga.

El ambiente era tenso, ya que nuestro amigo pelinegro, es decir, Diego, se apareció aquí para saber de Keily, como era obvio trataron de sacarlo a empujones, pero amenazaron con sacarnos a nosotros, así que se quedó en un rincón, observándonos de lejos.

A Marcelo, solo le faltaba hacer un hoyo en pasillo, Cristian y Jason, lo tranquilizaron.

Horas más tarde, ya era de noche, Keily, estaba en una de las habitaciones, se estaba recuperando favorablemente.

Me acerqué a los chicos para hablarles.

— Supongo que nos quedaremos todos, esta noche — dije, en dirección a Marcelo, Jason, Cristian, Iván, Lisbeth y Cristina que se había integrado recientemente.

—No creo que sea necesario — intervino el doctor, llegando hasta nosotros —. La señorita Andersson, dormirá toda la noche, pueden ir a descansar y venir temprano.

—Yo no me muevo de aquí — dijo, el rubio.

—Yo tampoco lo haré — habló, Jason.

El doctor suspiró.

— ¿Qué parentesco tienen con la paciente? — Preguntó el doctor.

—Yo soy el hermoso y él es el novio, doctor — soltó, Jason de repente.

Todos los presentes miramos a Marcelo, quien miraba a Jason, por un momento pensé lo peor.

—Así es doctor —confirmó, Marcelo —. Y no me iré de aquí.

Cristian, sonrió. Yo también hice lo mismo, pues él y yo sabemos la situación de ese Marcelo en cuanto a sus sentimientos.

—Solo ustedes dos pueden quedarse.

Y es así como nos despedimos de Marcelo y Jason, les prometí que vendría mañana temprano. Los demás, se fueron por su cuenta, creí que Iván iría al departamento de Kei.

Cuando estoy en la salida, lo escucho hablar detrás de mí.

—¿Piensas irte de viaje? — Preguntó, Cristian. Giré en su dirección y se encontraba inexpresivo con los manos dentro de sus bolsillos.

—No creo que eso te importe mucho — respondí, normal.

— ¿Vas a huir de mí? — Preguntó, fruncí el ceño, confundida.

—¿Huir de ti? — murmuré —. No tendría porque, Cris...

Frunció su ceño ante mi actitud pasiva.

—Lo digo por lo que pasó entre los dos.

Negué con la cabeza y hablé normalmente.

—No, Cristian, ya eso pasó — dije, con una sonrisa en el rostro, una que no se reflejaba en mis ojos, pero que evidentemente, a él le afectó —. Tu y yo comenzamos una relación de sexo, sin exclusividad alguna, dijimos que se terminaría en cuanto alguno de los dos encontrara una pareja o se enamorara, ya sabemos que mentiste, pero los dos sabíamos que eso sucedería, que algún día se acabaría.

Mentira, mentira...

—Tú sabes que, entre tú y yo, hubo más que sexo, Elena — dijo, desde el mismo lugar y tiene razón.

—Eso ya no importa — dije, segura de mi misma —. Lo que debemos tener claro es que ya no habrá más nada, estoy segura que lo que hubo, en dos semanas se disipará.

—Eso es imposible, Elena — dijo, dejando ver sus emociones —. No vas olvidarme, porque yo...

—No tiene caso hablar de esto — le interrumpí —. Seguiremos tratándonos como conocidos, pero nada más.

—¿A qué te refieres?

— Tú lo sabes — dije —. Mentiste Cristian, me usaste a tu antojo.

—Perdóname, nunca quise lastimarte con la verdad que ocultaba.

Sonreí, mirándolo. Esto duele.

— La verdad duele, Cris — mascullé mirándolo, sus ojos estaban cristalizados al igual que los míos —, pero no deja cicatrices como las mentiras.

—Elena...

—Si nos encontramos, nunca hablemos de lo que fue — pedí con el corazón hecho pedazos —. Vamos a llevarnos bien, olvidando lo que fuimos antes, ¿De acuerdo?

Me miró, dolido.

—¿Eso es lo que quieres, hermosa?

—Eso es lo que quiero, Cristian.

Soltó un suspiro lento.

—Entonces, es lo que tendrás.

Di un asentimiento de cabeza, incapaz de pronunciar una sola palabra.

Di media vuelta y él nunca trató de detenerme. No puedo evitar que me duela, pero como dije antes, sanaré, lo prometo. Llegué a casa, me di un baño y me fui a dormir.




Ya es de madrugada y la niñita duerme plácidamente, el doctor dijo que estaba recuperándose.

El susto que me he llevado con esta situación, no tiene límites. Ver a Keily, tendida en el suelo fue algo que no podré superar, ya van dos ocasiones en las que he creído perderla, pero gracias a Dios, solo fue eso, un susto.

—Gracia por preocuparte por ella, Sandoval — escuché a Jason hablar, lo miré —. En verdad, esperé menos.

—No agradezcas nada —respondí.

Jason miró a su hermana, dormida.

—Ella dice que no tiene novio — dijo con una sonrisa —. Se pone como una fiera cada vez que se lo insinúo.

Sonreí, mirándola.

— De seguro sus mejillas se pusieron rojas — dije del mismo modo —. Y comienza a jugar con sus dedos.

— Sí, claro — respondió, sonriente —. Veo que la conoces muy bien.

Lo miré sin decir una sola palabra. Él lo hizo seriamente

— No le hagas daño a mi hermana, Marcelo, porque no habrá lugar donde puedas esconderte, te buscaré y te mataré.

—Prometo no defenderme, si eso llega a pasar — le informé, sonriendo —. Aunque eso no pasará.

— Más te vale, Sandoval.

Ambos continuamos con una larga conversación durante esa madrugada, vigilamos a Keily toda la noche y, gracias a Dios, no hubo ningún percance. Jason y yo, nos turnamos para descansar por lo menos dos horas y ahora, se encontraba durmiendo.

Ya había amanecido y ahora me encontraba contemplando el rostro de mi pequeño demonio. Ya le había quitado la máscara respiratoria, el doctor dijo que fue una suerte que la intoxicación no haya pasado a mayores.

— Si sigues dándome estos sustos, no llegaré a viejo, muchachita traviesa — mascullé para mí mismo, mientras que mis dedos viajaban por una de sus mejillas —. Enamorarme de ti y amarte de esta manera, me han convertido en un hombre con debilidades, pero eres más que eso... eres mi mayor fortaleza, niñita mía.

Todo esto lo dije en un susurro, no puedo creer que esas palabras hayan salido de mis labios, no puedo creer que mis miedos se estén alejando y todo esto se lo debo a ella, a su paciencia, a su entrega y todo aquello que me da cada vez que me mira de esa manera tan especial, justo como lo está haciendo ahora.

Sonreí de boca cerrada al mirar sus preciosos ojos, mirarme.

— Hola, mi cielo — dije en un susurro, ella sonrió levemente —. ¿Te sientes mejor?

Trató de hablar, pero inmediatamente, hizo una mueca, al parecer le duele las cuerdas bucales.

—¿Cómo te sientes, Kei? — Preguntó su hermano,

—Llamaré al doctor — dije al tiempo que me ponía de pie.

— Yo voy... — propuso, Jason, al tiempo que salía de la habitación.

El doctor entró a la habitación y revisó que todo estuviera bien, recomendó que se quedará otro día más en observación. Nos comentó que es probable que le den dolores de cabeza y mareos mientras esté en casa de reposo.

—Te ves mucho mejor, Kei — manifestó, su hermano.

Ella sonrió, bonito.

—¿Y mamá? — dijo con voz rasposa.

— Ella aún no sabe nada de esto — respondió —. Pero la traeré para que este contigo al menos dos días, el doctor dijo que no puede viajar a la ciudad por mucho tiempo.

Keily, frunció el ceño, preocupada.

— No te preocupes, monstruo, nuestra madre está bien, solo que le dio una gripe y el doctor recomendó descanso.

Poco después, la habitación estaba llena de gente, sus primos habían llegado, Cristian, Cristina, sus compañeros de oficina, hasta Martina y Thomas están aquí.

—Marcelo — llamó, Jason mi atención —. Necesito hablar contigo.

Doy un asentimiento, inmediatamente, Keily, me miró. Me acerqué a ella.

—¿Estas bien? — Pregunté en un susurro.

Era consciente de que tenía más de una decena de ojos sobre nosotros.

—Sí, lo estoy — respondió, de igual manera, me miró seriamente y continuó —. ¿Vas a volver?

Su pregunta, me hizo mirarla más allá y lo vi.

—Volveré en seguida — dije sonriendo, al tiempo que pinchaba su nariz, eso la hizo sonreír —. Así que no te vayas a mover de aquí hasta que regrese, ¿De acuerdo?

Sonrió.

—De acuerdo.

Besé su frente y salí de la habitación.

— Quiero comprar una casa aquí en Mérida — habló, mi cuñado de repente —, quiero saber si me puedes ayudar con eso.

— Por supuesto, tengo una constructora y tengo disponibles — informé.

— Quiero obtenerla lo más pronto que se pueda, voy a dejar a Keily bien cuidada y con un personal que la cuide y atienda mientras no estoy, no puedo quedarme por mucho tiempo.

Eso llamó mi atención. De ninguna manera voy a permitir que alguien desconocido la cuide.

— Mientras no estés, se puede quedar en mi casa — propuse.

Jason frunció el ceño.

—No me agrada la idea, pero lo pensaré.

Seguimos hablando y al cabo de un tiempo, volvemos a la habitación, Martina y Elena, son las únicas que están aquí.

— Kei, voy a comprar una casa aquí en Mérida — soltó, su hermano apenas entrando —. Pero necesito que alguien cuide de ti mientras hago el negocio.

— Esa soy yo — intervino, Martina.

— Si, iras a casa de Sandoval — confirmó.

— ¿Qué? — Preguntó con la cara roja, es adorable —. Pero...

—Pero dormirás en...

— Mi habitación — completé yo y Jason, me miró fulminante.

La cara de Keily no podía estar más roja.

—Mejor cuidada no podrá estar — agregó, Elena con picardía.

— Eso cierto, Elenita — dijo, Martina.

Jason, me miró desafiante.

— En habitaciones separadas, Sandoval, es mi última palabra, además yo me quedaré con ustedes, dos días al igual que mi madre.

Sonreí de boca cerrada.

—No importa, mi casa se grande — respondí, al tiempo que miraba a Keily y ella a mí.

—Por lo mismo, habitaciones SE-PA-RA-DAS — volvió a hablar, Jason.

Elena, sonrió.

—Puede que Kei, no esté muy de acuerdo con eso, Jei — añadió, Elena.

— ¡Ya cállate! — pidió la pelinegra, avergonzada.

Elena y Martina, rieron hasta más no poder.

Hay muchas cosas de que hablar, este incidente no fue una casualidad, alguien trató de hacerle daño nuevamente a Keily, ya van dos veces y no habrá una próxima, de eso me encargo yo.

—Kei — llamé su atención y todos me miraron —. Quiero que por favor nos hables de lo que ocurrió, ¿Puedes hacerlo?

Ella tragó saliva.

Jason, soltó un suspiro profundo mientras se colocaba a un lado de la cama, yo me acerqué por el otro extremo.

— No queremos presionarte — intervino, Jason, tomando la mano de su hermana con cariño —, pero es realmente importante que nos cuentes todo.

Ella observó sus manos, tratando de recordar.

—Está bien — susurró —. Les diré.

Elena y Martina estaban en silencio esperando a que hablará.

—Vamos, tesoro — habló, mi nana y Keily la miró —, ahora estas a salvo.

Soltó un suspiro profundo y comenzó a contarnos.

—Estaba realmente preocupada llamándote a tu celular — me miró— quería saber noticias tuyas, fui al baño a lavar mi cara y hacer mis llamadas para saber de ti, me disponía a ir donde Cristian para que me dijera todo para luego llamar a Jason y me ayudara a ir donde estabas, sin embargo, cuando estaba... — se detuvo pensando un poco lo que iba a decir —, cuando estaba a punto se salir del baño, las luces se apagaron, me asusté mucho, pues para nadie es un secreto que le temo a la oscuridad.

Ella se detuvo nuevamente como si tratara de recordar cada detalle.

— Por un momento pensé que eran las luces de todo el edificio — continuó ella —, pero las puertas del baño se abrieron, no pude ver quiénes eran, lo único que sé es que eran tres personas... — nuevamente se detuvo —. De ahí en adelante todo fue muy confuso...

Flashback

—¿Quiénes son ustedes? —Pregunté, asustada, pues la oscuridad que había no me permitió verlos, solo podía ver sus siluetas.

Nadie dijo nada.

Traté de caminar rápidamente, pero fui detenida por alguien y por la fuerza que tenía podría jurar que era un hombre, me resistí...

—Suéltame... ¿Qué pasa? — grité, moviéndome desesperada, sentí como mi celular cayó bruscamente en el piso.

Me pusieron algo tapando mi nariz haciéndome perder la conciencia.
No sé cuánto tiempo duré en ese estado, pero cuando desperté ya no sabía dónde estaba porque la oscuridad no me permitía ver nada.

Estaba aterrada, tenía tanto miedo, le temo a la oscuridad y esto lo hacía más angustiante.

Comencé a pedir ayuda, grité lo más que pude y luego vino alguien a ponerme el paño de nuevo.

—Quédate quieta...

Era la voz de un hombre que no conozco.

No podía respirar, pero seguí luchando y como me resistí me golpearon la cabeza y no supe más de mí.

Fin del Flashback.

— Fue todo lo que pasó — dijo, mirándonos a todos.




No puedo asimilar todo esto, mi cuerpo entero se encontraba tenso, quiero golpear algo, no puedo creer lo que le hicieron.

—No quiero que vuelvas a trabajar — soltó, Jason de repente haciendo que todos lo miremos.

—No, Jason —respondió, Keily con el ceño fruncido —. Eso no está en discusión.

—¿Es que no entiendes que todo eso fue premeditado? — dijo muy preocupado —. Alguien en esa empresa quiere hacerte daño y no voy a permitir que te pongas en peligro sin necesidad.

—Amo mi trabajo...

—No necesitas trabajar y lo sabes, tienes tu propio dinero, puedes vivir toda tu vida con eso y no te haría falta nada.

Miré a Keily, estaba sin poder creer lo que su hermano le estaba diciendo.

—No dejaré mi trabajo al menos que sea despedida y si lo hacen, buscaré otro y punto.

— Sandoval — buscó, Jason, mi apoyo.

Levanté las manos en señal de paz, no voy a meterme en eso, aunque nunca despedirla a Keily de la empresa.

Estoy muy preocupado, Jason tiene razón, alguien quiere hacerle daño y tenemos que descubrir quién es.

—No puedo despedirla, Jason, pero te prometo que nada le ocurrirá, de eso me encargo yo mismo.

—¿Pero quién estaría interesado a hacerle daño a la dulzura? — Preguntó, Martina, preocupada.

— Natalia — dijo, Elena.

La miré interesado.

—¿Quién es ella? —indagué.

—La pareja o no sé qué de tu hermano Diego.

Ahora recuerdo

— No puedes asegurar que sea ella —agregó Keily.

—Todos saben que aún no te perdona el que Diego, éste detrás de ti y que no te haya superado.

—No sé cómo hacerle entender...

—Si Natalia está detrás de todo esto, la voy a aplastar — gruñó, Jason.

—No hables así, Jei, no la creo capaz — volvió a intervenir, la pelinegra —. Ella podrá ser lo que sea, pero...

Miré a Keily, la preocupación en su rostro era evidente.

—No vamos a hacer suposiciones por el momento — dije, con el objetivo de tranquilizarla —. Ahora lo importante es que estas bien.

Observé a los demás quienes entendieron el mensaje inmediatamente.

Ahora debo hacer lo posible y lo imposible por dar con el responsable de esto. Juro que esto no se quedará así.

Sin embargo...



♡☆♡

Capítulo nuevo.

Espero les guste mucho.

Cosas buenas vendrán señores...

Les amo mucho con demasiado 💕


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