≪•◦ ❈◇Capítulo 62◇❈ ◦•≫


Han pasado varios días desde que recibimos la visita del socio de la empresa diseñadora de Interiores, no pude evitar sorprenderme un poco al verlo después de tantos años. Admito que después de realizar nuestra investigación, fue una sorpresa darnos cuenta de que Javier Saldívar, era quien había comprado las acciones restantes de nuestra empresa.

No puedo impedir sentirme incomodo con esta situación, pues me gusta tener el control de la situación y, en esta ocasión, no lo tuve.

—No sé lo que voy a hacer — habló, Cristian, sacándome de mis pensamientos a la par que veo como este pasa las manos por su rostro frustrado —. Todo esto es una mierda.

Sonrío al tiempo que despego el vaso de whisky de mis labios.

— ¿De qué estamos hablando ahora, Cris? —dije en tono cansado.

—¿Cómo que de qué, idiota? — dice exasperado —. Todo nos pasa. Por ejemplo: el asunto del nuevo dueño que resultó ser el padre de tu... bueno sabes quién...

—Puedes decirlo con calma, Cristian — solté un suspiro profundo — Es algo que ya no me molesta tanto.

—Eso merece otra copa, hermano — pronunció con una sonrisa de oreja a oreja, poniéndose de pie para ir por el trago, estamos en su casa —. Un momento —se detiene — ¿Desde cuándo no te importa que la nombren?

—Tú conoces bien mi carácter, no me gusta hablar de mis cosas, mucho menos de esa mujer, pero contigo es diferente, tú me conoces bien.

Su mirada analítica surca mi rostro.

—Pero ya no sientes nada por ella ¿Cierto?

Un silencio se apoderó del lugar mientras llevaba un trago a mi boca, por supuesto que tengo la respueata a eso y cuando estoy a punto de responder, Cristina hace su aparición en el salón.

— Hola, Cris — se lanzó a los brazos de su hermano quien la recibe sin protestar.

—Hola, cariño —respondió al tiempo que le daba un beso en las mejillas de su hermana —¿Cómo has estado?

—Bien, bien — dijo despegándose de su hermano para luego venir por mí y abrazarme — ¿Cómo estás, Marcelo?

Sonrío.

—Estoy bien — dije, correspondiendo al abrazo —. No te pregunto por qué a simple vista te ves muy bien.

— Gracias.

Nos separamos.

— ¿A dónde vas, Cristin? — Preguntó Cristian, se ve un poco incómodo, es un hermano celoso con su tesorito.

—Voy a tomar un café con una vieja amiga — respondió con una gran sonrisa y Cristian se relaja —. Me dijo que hoy saldría más temprano de su trabajo y he quedado con ella.

—Muy bien, me la saludas — dijo, el castaño con una sonrisa pícara y ella da un asentimiento — Dile a Andrés que te lleve — pidió, Cristian.

—No. Iré en mi auto, tengo ganas de conducir.

Cristian la mira un poco sorprendido, pero feliz de escuchar a su hermana, pues para mí no es un secreto lo mucho que ha sufrido esta chica hasta el punto de no querer ir sola a ningún lado, para todo, usaba uno de los choferes disponibles en la casa.

—¿Estás segura? — Preguntó Cristian, incrédulo.

—Lo estoy, hermano — dijo, con una gran sonrisa.

Ellos pasan algunas palabras más hasta que la chica decide marcharse.

— ¿Sabías que Cristina y Keily, se conocen de hace tiempo atrás? — eso definitivamente, llamó mi atención.

—¿Se conocen? — indagué, curioso. Me incorporo un poco para tener una mejor vista.

Cristian dio un asentimiento de cabeza.

— Estoy seguro que es con ella que tomará ese café.

Sonrío al recordar mi pequeño demonio.

—Hoy me rechazó una cita para almorzar, dijo que tenía algo que hacer en la tarde y que trabajaría corrido.

—Pues no cabe duda que es con ella que irá — afirmó el castaño —. En fin, ya lo sabremos más adelante.

En verdad me da gusto que Keily y Cristina, se conozcan. Lo que me intriga un poco es de donde lo hacen, pero más adelante se lo preguntaré a Cristian.

Nuestra conversación volvió a tomar rumbo a la empresa y que debemos estar preparados para cualquier eventualidad. Estar al mando de dos instituciones no es nada sencillo, por el tiempo que hay que dedicar a los negocios y, sobretodo, que todo cae sobre mis hombros.

Horas más tarde, me notificaron que mis nuevos autos llegaron al fin.

—Eso... eso... ¡Oh, por Dios! — exclamó, el castaño, evidentemente emocionado —. Por fin llegaron. Vamos de una vez a buscarlos.

— Hoy no tienes planes de trabajar, Cristian — solo teníamos dos horas en la constructora y había muchos pendientes.

— Pues no, Marcelo — dijo con obviedad —. Mucho menos ahora con esta notición. Sabes lo que esto significa, ya podemos ir...

Solté un suspiro profundo, dejé de escucharlo. Me pongo de pie y tomo mi celular.

— Marcelo, ¿Me estas escuchando...? — escuché a Cristian mientras colocaba en celular en mi oído. Tres tonos y por fin.




Ya me andan extrañando — la escucho decir y juraría que está sonriendo —. Hola, cielo.

Sonreí como idiota ante sus palabras.

—Quiero verte —dije sin rodeos —. Hola, preciosa.

Ella soltó un suspiro lento del otro lado de la línea.

No has admitido que me extrañas, señor Sandoval.

Sonreí, aunque no pueda verme.

Tengo dos días sin verla y la extraño mucho. Debo confesar que esto es tan irregular en mí, pero agradable.

—No es necesario, tu sabes que es así.

Se hace un silencio entre los dos.

Solo quería escucharte decirlo.

— En muchos aspectos, no es la pronunciación de las palabras, Keily, son los hechos.

Su respiración es pausada y tras unos segundos, habla:

Supongo que tienes razón.

—Quiero que me ayudes en algo — cambié de tema, rápidamente —¿Crees que puedas?

Por supuesto. Tú dirás.

Sonreí.

—¿Dónde estás ahora? — Pregunté mostrando más emoción de lo que hubiera querido, voy a verla.

Estoy saliendo de la empresa, tuve que volver por unos bocetos — dijo con calma.

—En unos minutos estoy ahí, ve por la parte frontal.

Ella dura unos segundos en responder.

Está bien — pronunció, dudosa.

Sonreí al escucharla dudar. Sé porque lo hace, a estas alturas, no me importa el que dirán, pero a ella debo cuidarla de las malas lenguas.

—Nos vemos en unos diez minutos.

Perfecto — respondió, cerrando la línea.



Giro hacia Cristian quien se encuentra de brazos cruzados.

—Ahora ella es más importante que yo.

Sonreí mientras adentraba mi celular en los bolsillos, comenzando a caminar, soy seguido por Cris y viene en silencio porque hay gente alrededor.

Cuando llego al estacionamiento de la constructora, me dirijo al vehículo que traje.

—Te espero en veinte minutos en el muelle —dije, sin mirarlo.

— Me dejaste hablando solo, Marcelo — replicó, indignado.

—Voy por Keily, Cris, la llevaré conmigo — avisé, arribando la camioneta Toyota Hilux.



—Me la vas a pagar, Marcelo, me has hecho el feo — lo escuché gritar —. Yo también iré por Elena, idiota.

Sonreí de boca cerrada. Sabía que así sería.

—Nos vemos en unos minutos, Cristian.

No puede culparme de nada, ahora mismo estoy muy ansioso por llegar a True Style, es por ello que conduzco lo más rápido que puedo.

Unos minutos más tarde, ya estoy estacionado en la parte frontal de la empresa y, al fin, puedo visualizar su silueta entre las personas que entran, salen y pasan por el frente de la institución, la reconocería a kilómetros, la cosa aquella que tengo en mi pecho comienza a latir muy fuerte con tan solo ver como se aproxima hasta donde estoy, trae con ella su bolso y una carpeta en mano. Me encanta como su largo y abundante cabello, sé mueve con el viento. Cuando ya la tengo en frente, mi deseo de abrazarla es casi incontrolable.

—Hola — dijo, con una sonrisa tímida dibujada en sus labios.

Recorrer su cuerpo desde los pies hasta la cabeza siempre seria mi pasatiempo favorito. Trae consigo un conjunto de falda tubo color beige con un cinturón de cuero, una camiseta Blanca manga corta con volantes descendentes en la parte frontal, plataformas de color marrón y su bolso. A ella todo le queda precioso.


No puedo aguantar más y, de manera lenta, tomo la mano que tiene libre y la atraigo hasta mi para para abrazarla.

Dios...

Nada, absolutamente nada, en este mundo me hace sentir de esta manera, nada me hace sentir igual. Ella cruza sus brazos alrededor de mi cuello, aún sostiene su carpeta y el bolso, pero eso no le impidió abrazarme.

—Hola, preciosa — susurré en el hueco de su cuello.

La siento reír.

—Siento que tenía años sin abrazarte — dijo en un susurro mientras se separó un poco de mí, sonreí aliviado. Para mi también fue una eternidad.

Nos miramos a los ojos y no puedo evitar enamorarme de ellos cada vez que los veo.

—Yo también te extrañé, niñita preciosa — dije, así sin más.

Ella sonríe, sonrojada.

— Ya sabía eso — expresó con suficiencia haciéndome reír.

Miré a nuestro alrededor y recuerdo que estamos frente a la empresa, no me gustaría que hubiera malos entendidos e hicieran comentarios que pudieran incomodar a mi preciosa.

—Debemos irnos — dije, separándome de ella para abrir la puerta de la camioneta y ayudarla a subir.

Unos segundos después, yo también estoy del lado del conductor.

—Me encanta tu vehículo — manifestó con una sonrisa mientras se colocaba el cinturón.

—Gracias — respondí al tiempo que comenzaba a conducir —. Lo mío es tuyo también.

La miré de pronto y ya estaba sonrojada, sin duda, es lo más adorable del mundo.

Íbamos platicando sobre lo que habíamos hecho en estos dos días sin vernos, aunque hablamos por videollamada antes de ayer, pero no la veía desde ayer y me estaba volviendo loco. Después de más de veinte minutos estamos en el muelle, puedo visualizar a Cristian quien está acompañado de la pelirroja, ambos se encontraban abrazados, mirando el paisaje.

Caminamos hacia ellos, nuestras manos unidas hicieron que corrientes eléctricas recorrieran mi cuerpo y esto es algo que solo me hace sentir ella.

—Hola bombón, ¿Cómo estás? — saludó, Elena, abrazándome.

Le correspondo, inmediatamente.

—Todo bien, ¿Y tú?

— Estoy bien, gracias...

Un beso sonoro se escucha y cuando giré mi rostro, me encuentro con que "Cristian casi muerto", tiene a mi preciosa levantada y, por si fuera poco, le está dando un beso en las mejillas, ella se encuentra feliz con tal acción. Frunzo mi ceño en señal de desaprobación.

—Cristian —dije con los dientes más apretado de lo normal, él giró su rostro hacia mí al igual que Keily, quien se encuentra muy gustosa —. No te pases de listo y suéltala.

Él susurró algo en el oído de Keily y esta sonrió precioso, como siempre. El idiota de mi amigo, baja a mi chica y sonríe como angelito para luego acercarse a Elena, quien lo miró con complicidad.

—Ya debieras estar acostumbrado a que haga eso con el mujeron andante, Marcelo —expresó, Cris, y lo miro mortífero.

—No, nunca lo haré —solté, tajante y, Keily, me miró con el ceño fruncido.

—Deja los celos que tienes, hombre... —dijo el castaño, palmeando mi hombro.

—No son celos.

—Bien, ya dejen de discutir —intervino, mi preciosa con el ceño fruncido —. Ni tu estas celoso —pincha mi pecho con su dedo, ahora se dirige al castaño —. Y tú, no tienes que hacer caso a lo que él diga.

Me cruzo de brazos sin decir ni una sola palabra, mientras que mi amigo comenzó a reír de inmediato.

Unos minutos más tarde, ambas parejas se encontraban platicando entre sí, ninguna tenía ningún problema en mostrar sus emociones, pues para nadie era un secreto los sentimientos que albergaba cada uno.

Cuando al fin llega el momento de mostrar los FERRARI J50 que Marcelo y Cristian, esperaban con ansias.

Todos se vieron muy emocionados al ver los autos salir.


—Están preciosos — dijo, la pelinegra, con una sonrisa mientras miraba al hombre que la abrazaba desde atrás.

Al mirar al hombre, se dio cuenta del brillo que irradiaban sus ojos, al ver uno de los autos. Eran dos, uno de color rojo y el otro de color negro.




—Este es mi sueño hecho realidad — manifestó, Cristian mientras daba un beso a la pelirroja.

—La verdad es que los ame — agregó, Elena. — El rojo es mi favorito.

—Tenemos los mismos gustos, hermosa.

— Definitivamente, sí, mi Superman.

—Bien, preciosa — llamó, Marcelo la atención de todos, refiriéndose a Keily —. Un auto es mío y el otro es de Cristian — ella dio un asentimiento de cabeza —. Quiero que me hagas el favor de elegir el mío y así, no tendré problema con este idiota.

—¿Vas a dejar que ella elija por ti? — Preguntó Cristian, sin poder creerlo — Por Dios, Kei, debemos hablar en privado.

Keily, sonrió como un angelito y miró la oportunidad de su vida.

—No te dejes influenciar por él, mi cielo — ella lo miró con malicia.

—No soy fácil de convencer — dijo ella, muy segura.

Marcelo, sonrió con astucia.

—No fue lo que me demostraste el día que te invité a ver películas en casa. Aceptaste porque solo te ofrecí palomitas y refrescos.

Ella puso mala cara.

— Eso es diferente — se defendió.

—Mmm — masculló él.

—No me hagas mmmm, que estoy hablando en serio, Marcelo Sandoval — este se rindió y sonrió ante ella.

— Ve y elije mi auto.

Unos minutos más tarde, Keily, se encontraba delante de los autos y con el castaño al lado.

— Quiero el auto rojo, por favor — pidió él.

Solo ellos podían escucharse, pues Elena y Marcelo se quedaron detrás.

—A mí me gusta el rojo también — coincidió ella con malicia.

—Eres una chica de buen corazón, estoy seguro que me ayudaras con eso.

Ella sonrió.

— Sí, soy una chica buena — miró los autos —, pero también me encanta hacer negocios cuando encuentro la oportunidad.

El castaño la miró indignado.

—¿Qué? — dijo, incrédulo —. ¿Qué quieres?

La pelinegra, sonrió con astucia.

— Información.

—¿Qué Información? — Preguntó Cristian, achicando los ojos, aunque unos segundos después cayó en cuenta —. Juntarte con Marcelo ha tenido sus consecuencias.

— No me subestimes, Cris, no sabes quién era yo antes de él.

Este le miró indignado.

— Supongo que quieres saber sobre mi comentario del otro día.

— Exactamente.

Cristian suspiró.

— Supongo que me quedaré con el auto negro.

Ella lo miró desafiante, él tenía la mirada perdida en el auto rojo.

—No hablarás — concluyó ella.

—Solo te puedo decir que esa tayota rubia, no se limita para hablar de ti, siempre ha sido muy abierto conmigo, me habla de sus cosas, aunque aún hay algunas que le rebasan.

— Entonces, te habla de mí y lo que sea que tenemos.

Él la miró con una pequeña sonrisa.

—Más de lo que crees.

Keily sabía cuándo Cristian hablaba en serio y cuando no, por eso, sonrió a sus anchas, no pudo contener la alegría que sus palabras le causaban.

— Eso es suficiente para mí — dijo ella, sonriente —. Eso quiere decir que...

Ellos continuaron su plática mientras que a unos metros de distancia, Marcelo y Elena también lo hacían.

— ¿En verdad sientes celos de Cristian en cuanto a Keily? — Preguntó Elena, al rubio.

Este se encontraba de brazos cruzados en su lugar, observando a la pelinegra y su amigo.

—Sé cómo es Cristian, nunca irrespetaría a Keily y ninguna otra mujer — respondió él —, pero no puedo evitarlo, cada vez que alguien la toca, siento algo que nunca, nunca se había manifestado en mí.

— ¿Celos? — indagó ella, mirándolo, tratando de ver algo en él.

Él la miró a sus dos zafiros azules. Tragó saliva disimuladamente.

—Sí.

Respondió él, le costó decir aquello, puesto que, Marcelo es un hombre que le cuesta mostrar sus sentimientos desde pequeño y esto se afianzó con los años.

—¿A qué le temes, Marcelo? — volvió a insistir, Elena.

—No le temo a nada— dijo secamente, desviando la mirada al frente.

Ella sonrió comprendiendo totalmente las defensas que suele usar.

—Es bueno que te lo repitas muchas veces para que te conversas a ti mismo de eso — manifestó con calma la pelirroja, ella también había desviado la mirada hacia la escena de Keily y Cristian, ambos estaban sonriendo —. Espero que cuando te des cuenta no sea tarde — eso llamó aun más atención de Marcelo —, de que muchas cosas podrían perderse por la terquedad y la negación a lo inminente.

—¿Qué quieres decir, Elena? — Preguntó, el rubio, mirándola.

Ella le brindó una sonrisa genuina.

—Tú como ingeniero sabes que para edificar necesitas los materiales de excelente calidad y cuando estén listos, se necesita de mantenimientos continuos.

—Sí, eso lo sé — respondió.

—Así mismo son las relaciones, Marcelo, deben tener buenas bases para que sean duraderas.

El rubio analizó las palabras de Elena, sabía que ella lo decía por la relación que él tenía con su amiga y las barreras que lo acompañan.

—No quiero hacerle daño — dijo de repente —. Nunca me lo perdonaría. Ella es muy importante para mí.

Elena, sonrió.

—Eso se nota a distancias gigantescas — manifestó —. Solo cuídala y lucha con lo que sea, porque no solo estás enamorado, Marcelo — el rubio la miró, pero no dijo nada y ella continúo—: Tú amas a Keily.

El corazón del hombre casi se detuvo con tales palabras, no fue lo suficientemente capaz de emitir una sola sílaba para negarlo. Sólo volvió su mirada hacia la chica que caminaba junto al castaño en dirección a ellos.

Él sonrió levemente con su corazón latiendo fuerte y, Elena, lo notó.

—No he dicho nada — dijo, con una sonrisa leve.

—No hizo falta, bombón.

Unos segundos después Keily y Cristian se unen a ellos.

La pelinegra llega y abrazó a Marcelo por el torso y este la aceptó sin protestar dando un beso en la frente.

—¿Y bien? — indagó, Marcelo —¿Cuál te gustó?

Ella lo miró a los ojos y por unos segundos ambos se perdieron.

—El negro me ha encantado.

Marcelo, sonrió satisfecho con su elección.

—¡Si! ¡Lo tenemos, hermosa! — gritó, Cristian al tiempo que levantó a Elena en sus brazos y comenzó a dar vueltas con ella —. Ahora solo nos pondremos de acuerdo en la forma de pago.

Marcelo soltó un suspiro profundo y tomó a Keily de la mano.

— El Ferrari es todo tuyo — pronunció, sin mirarlo —. No me debes nada.

Cristian se quedó estático en su lugar sin poder creer lo que había escuchado.

—Tú sabes que no voy a aceptar una cosa...

— Si lo harás, Cristian — se giró, Marcelo para encararlo, nunca soltó a Keily de la mano —. Cuando pude conseguirlos, uno de ellos era para ti desde el principio.

Keily, sonrió al igual que Elena.

—Es mucho dinero...

Marcelo soltó un suspiro lento.

—Eso es lo de menos, Cristian Serrano, entre los hermanos no deberían existir estos prejuicios— dijo con media sonrisa —. Ahora, no sé tú, pero voy a estrenar mi nuevo auto con esta preciosa mujer al lado.

Besó la mejilla de la chica a su lado.

—No... no sé qué decirte, idiota — dijo sonriendo.

—Solo dile gracias —. Sugirió, Elena.

—Y no vengas a abrazarme — advirtió, Marcelo haciendo que todos rieran.

— Gracias, idiota — dijo al fin.

Marcelo lo miró por algunos segundos.

— Gracias a ti, por todo.

Dicho esto, se giró en conjunto con Keily para abordar el vehículo. Ya todos los papeles y recibos estaban en orden, solo había que ir por los autos.

—Te dejaste influenciar por Cristian y por eso elegiste el negro — manifestó, Marcelo, colocando su cinturón de seguridad.

La pelinegra, sonrió.

—Desde que los vi, sabia que elegiría el negro, solo quise ponerle un poco de emoción a esto — Marcelo, sonrió mirándola —. Además, vi como tus ojos brillaron al momento de ver el auto negro.

El rubio la miró por algunos segundos, admirado por ella y su forma de ser. Le sorprende que se haya dado cuenta de ese pequeño detalle.

—Eres una chica con muy buen gusto — manifestó con una sonrisa.

Ella se sonrojó.

—Tú también, guapo, tu también — dijo del mismo modo. Ambos hablaron en doble sentido.

Los dos sonrieron cómplices.

Más tarde ambas parejas circularon por las calles de Mérida, detuvieron sus coches en el Paseo de Montejo de esa ciudad.

Es una agradable avenida arbolada en la zona alta de Mérida, inspirada en los Campos Elíseos parisinos. A lo largo del paseo se puede admirar la arquitectura colonial como las Casas Gemelas o Casas Cámara, el Palacio Cantón que hoy alberga el Museo de Antropología, la Casa Peón del Minarete, la Quinta Montes Molina, la Casa Peón de Regil, la Casa Vales, así como varios restaurantes y cafeterías con terrazas.

Tanto Marcelo como Cristian, contaron a las chicas lo mucho que admiraban la arquitectura de este lugar.

Cristian y Elena, se sentaron en unas de las bancas mientras que la otra pareja siguieron su camino atados de la mano. Caminaban lento, admirando detenidamente el lugar, aunque ellos lo habían recorrido anteriormente, ese día lo miraron con más precisión.

—En lo que a mi concierne, me encantan los árboles, los edificios. Todo — expresó, la pelinegra con una gran sonrisa.

—Eres amante de la naturaleza — anunció el rubio.

—Me gusta admirarla — aclaró ella admirando uno de los grandes hoteles que hay por la zona —. Ese es enorme, es una obra de arte.

Marcelo, sonrió.

— Si, lo es.

—¿Cómo se siente saber que puedes diseñar y construir monstruosidades como esas? — Preguntó, Keily.

El hombre soltó un suspiro profundo antes de responder.

—Cada vez que terminamos de diseñar y construir una casa, un hotel o cualquier tipo de edificio — expresó, orgulloso —. Siento que podemos con cualquier cosa, es como si hubiera magia para hacer eso.

Ella sonrió.

—Así me siento cuando diseño el interior de una casa, me siento poderosa.

Eso, definitivamente, lo hace reír.

—Hablando de poderosos — dijo de pronto, mientras tiraba de Keily para atraparla en sus brazos, la chica gritó en sorpresa —. Tengo como dos meses que no he besado tus labios.

Ella sonrió, mientras su cara cambiaba de color.

— Solo son dos días, más un par de horas...

— Que parecen meses — Interrumpió, mientras afianzó su agarre en la cintura, ella llevó sus brazos alrededor del cuello —. Quiero besarte, quiero sentirte...

Miró sus ojos, luego sus labios y no esperó un segundo más para besarla, ella correspondió al instante. Ambos se besaron con vehemencia como si sus vidas dependiera de eso. Sus lenguas danzaban entre sí y su interior quemaba de tantas emociones juntas. Cuando ambos estaban juntos, no importaba nada más. Solo ellos.

—Besarte me hace sentir poderoso — susurró él en sus labios.

Keily, mordió su labio inferior.

—Quiero que el señor vuelva a sentirse poderoso — él comprendió de inmediato.

La besó nuevamente aprovechando y recuperando esas horas que no lo hicieron. Ambos sabían que estaban perdidos uno en el otro.

No pasó mucho tiempo cuando decidieron irse para compartir con los nuevos socios y amigos de San Francisco, fue así como pasaron los días en donde, en ocasiones, se juntaban e iban construyendo más que una relación de negocios, iban enlazando una bonita amistad.

Elena y Cristian, habían fortalecido su relación, ambos sabían que aquello que se plantearon desde el principio, se fue al caño, los dos estaban completa e irremediablemente enamorados, uno del otro. Sin embargo, él sufría por lo que estaba haciendo, no quería perderla, ese era su gran temor.

Keily y Marcelo, mantenían una relación que para ninguno de los dos tenía nombre, ni etiquetas, solo se dejaban llevar por lo que sentían, se besaban en cada rincón, cada vez que podían unirse en uno solo lo hacían, pero todo bajo perfil, muy pocos se daban cuenta de su relación.

Mientras tanto Dorian y Sinclair, seguían de luna de miel, Bianca e Imanol, disfrutaban de estar solos en casa gozando de su amor, compartiendo y conociéndose más a fondo.

Ahora todo se encontraban reunidos, irían a dar un recorrido en moto y también se adentrarían al bosque en carros buggies.

En esta pequeña excursión estarían las tres parejas: Marcelo, Keily, Cristian, Elena e Imanol y Bianca.

Del mismo modo estarían Brandon, hermano de Vanessa, Tres chicos más que siempre participaban de la actividad Julián, Ramón y Miguelito, entre otros. Son contemporáneos de Cristian y Marcelo.

Entre las chicas, estarían Vanessa, Perla y Zoyla, estas últimas son amigas de Vanessa.

Todos iban en moto, en pareja recomiendo calles que los llevarían a hacia la pequeña aventura que los esperaba durante esos dos días.

Las miradas que recibieron Keily, Elena y Bianca, por parte de las chicas que ya estaban acostumbradas a asistir a esas actividades realizadas por los hombres, fue de pura envidia.

—Me gusta el pelinegro llamado Imanol — susurró, Perla, para que solo Vanessa y Zoyla la escucharan —. Voy a hacer mi lucha contra la araña que lo lleva enrollado.

Ella observaba a Bianca, quien iba entre platicas con Imanol, ambos se notaban muy enamorados.

Ellas sonrieron.

— Yo voy a seducir a mi Cristian — anunció Zoyla, con mucha seguridad —. Siempre terminamos enredados en estos encuentros y esta vez no será la excepción.

—Marcelo es mío — dijo, Vanessa—. Aunque esa gata que trae con él es muy importante para él.

—Para Marcelo ninguna mujer es importante, Van — manifestó, Perla —. Las usa y luego se retira, mira lo que hizo contigo.

Vanessa sintió un punzón en el pecho, ella sabía que era cierto, pero la mujer que ahora estaba con él era especial, nunca lo había visto actuar así.

— Tienes razón, Perla — estuvo Vanessa de acuerdo, aunque sabía que su panorama, no era nada alentador, pero confiaba en ella y sus atributos, nada podía salir mal —. Ese hombre más de una vez fue mío y ahora no tiene por qué ser la excepción.

— Ya que hemos repartido los hombres, podemos armar los planes perfectos para que caigan.

Es así como ponen en marcha el primer plan, lo harían llegando al lugar donde se debían dejar las motos para adentrarse al bosque.

Antes de llegar hicieron una parada para comprar algunas provisiones.

— Te ves preciosa, mi cielo.

Ambos se encontraban de pie agregados en la moto, ella entre sus piernas con los brazos alrededor de su cuello. Ella también llevaba ropa de cuero de color negro y una coleta en su pelo.

— Tú te ves muy guapo con esa pinta de chico malo.

— Soy un chico muy malo — dijo él a punto de besarla.

—Diría que no comieran pan delante del pobre, pero recuerdo que soy millonario en besos y abrazos — Interrumpió, Imanol, con una sonrisa —. ¿Verdad, hermosa?

—Claro, hermoso, aquí hay mucho para darte.

— Unjuuuu — farfulló, Elena, uniéndose al igual que Cristian, a la conversación —. Eso puedo interpretarlo a mi antojo.

Todos sonrieron.

— Eso eres tú que eres una mal pensada — agregó, Cristian —. Aunque yo pensé más allá que un beso.

La cara de Bianca estaba muy roja.

— Ya déjenla en paz — pidió, Imanol, al tiempo que besaba las mejillas de su novia.

—Ustedes no dejan vivir — expresó la pelinegra entre risas, aún estaba muy pegada al rubio.

De pronto, Elena se percata del grupo de chicas que estaban a una distancia prudente de ellas, miraban hacia donde se encontraban. Como Elena, era una de esas chicas que sabía reconocer las intenciones de otras en cuanto a hombre se tratara supo de inmediato.

—Miércoles... — masculló la pelirroja — ojalá y este paseo termine sin ningún herido.

Todos fruncieron el ceño ante lo que dijo ella, pero al percatarse sonrió como angelito.

— Yo me entiendo — agregó, sonriendo —. Chicas, tenemos cosas que platicar.

Ellas entendieron la indirecta, enseguida.

— Creo que Aprovecharé e iré al baño — Bianca fue la primera en hablar, Keily tomó la señal.

— Yo te acompaño, Bi — dijo, separándose del rubio.

— Yo no seré la única chica en el grupo. Iré también — inventó, Elena.

Todas fueron al baño dejando los chicos ahí.

—Hay reunión de chicas en el baño — pronunció, Cristian —. Eso fue sospechoso.

— Déjalas en paz, Cristian, deja pasar una—suspiró, Marcelo —. Las chicas siempre tienen algo que decirse.

—Bueno, a decir verdad, me siento algo incómodo con la mirada de una de las mujeres de ahí atrás — expresó, Imanol —. Me mira como si fuera un pastel que devorar.

Marcelo y Cristian, sonrieron.

—No eres el único, solo ignóralas — aconsejó, el castaño —. Si es que quieres.

— En verdad eres un idiota — masculló, Marcelo —. ¿Cómo se te ocurre decir eso?

—Yo le soy fiel a mi hermosa — aclaró, Imanol.

—Yo solo decía — dijo, Cris, en tono bajo.

Imanol, sonrió.

—Si no tienes nada productivo que aportar, no hables —aconsejó, el rubio.

— No me maltrates así...

Siguieron su conversación mientras que, en el baño, Elena ponía sobre aviso a las chicas y las miradas de las otras mujeres. Tanto Bianca como Keily, prestaron mucha atención a todo lo que le decían.

—Ya me había dado cuenta de la miraditas de la chica pelos mechados — dijo, Bianca con el ceño fruncido —. No dejaré que se acerque a mi hermoso.

— Por mi parte, lo dejaré fluir — dijo Keily, muy tranquila —. No impediré nada de lo que Vanessa quiera hacer.

Ambas chicas se miraron incrédulas.

— ¿Lo dejarás así, sin más?

— Si, así es.

—Te alabo esa tranquilidad —ironizó, Elena.

Es así como las chicas al cabo de un rato salieron del baño encontrándose con el resto del equipo. A decir verdad, ellas también tenían sus admiradores y las miraban con cautela, pues Marcelo Sandoval y Cristian Serrano, son hombres que no cualquiera los quiere de enemigos y juzgando por ellos, pensaron que tampoco les convenía meterse con Imanol Ferrer.

El paseo en moto transcurrió tranquilo entre platicas, ahora habían llegado a un terreno donde tenían que usar los carros buggies para transportarse.

— Las chicas tienen que prepararse, deben cubrir sus hermosas cabelleras — anunció, Julián, en voz alta y con una sonrisa gigante en el rostro —. Ahora comienza la acción.

Marcelo, miró a Keily y viceversa.

—Trajiste el equipo de protección, ¿No es así? — ella dio un asentimiento —. Debes cubrirte bien.

Mientras le decía esto, le sostenía el rostro con ambas manos.

—Lo haré — respondió ella —. Pero tú también debes hacerlo.

Él sonrió, satisfecho.

—Lo haré.

Después de eso, las chicas se dirigieron a un baño compartido y se ayudaron entre sí a acomodar sus cabellos dentro de unos gorros de protección. En ese mismo baño, también estaban Vanessa y su equipo, también otras chicas que nada tenían que ver con ningún grupo, solo estaban allí para acompañar a sus parejas.

— Ya estas listas, Kei — dijo, Bianca —. Ahora necesito ayuda con mi cabello, por favor.

Al tener largas cabelleras, se les dificultó colocarse el gorro solas, Elena fue la única que lo hizo sin ningún problema.

—Kei, esto me trae muchos recuerdos de años atrás — expresó, Elena con una sonrisa.

—Cuando llegamos y vi los autos buggies, no pude evitar pensar en Raúl, lo extraño tanto.

—¿Ese es el nombre del chico del que me hablaron el otro día? — Preguntó, Bianca. Tanto Elena como Keily, dan un asentimiento —. Es muy buen amigo.

—Si — agregó, Elena —. Cuando estábamos en la preparatoria hacían campamentos de fin se semana y aprendimos muchas cosas gracias a él.

—Nunca olvidaré sus enseñanzas y su protección hacia nosotras.

Keily y Elena contaron a su compañera sus aventuras de campamentos y todas reían.

Las demás chicas, acompañante de Vanessa, la miraron reír sin ninguna preocupación y decidieron seguir con sus planes de reconquista.

—Deben prepararse para los juegos que trae la coordinación — dijo Vanessa, en voz alta —. Hay algunas competencias y debo de decir que soy la mejor.

— Ya veremos qué tan buenas son escalando y corriendo autos — agregó, Zoyla —. Suerte, chicas.

Elena, Keily y Bianca, se miraron a la cara, no sabían que tenían que competir, pero como se trataba de un juego, no había de qué preocuparse.

Ya estaban todos listos para vivir la mayor aventura en sus carros buggies.

—¿Tienes experiencia manejando esta cosa, Cris? — Preguntó una asustada Bianca, hacia el castaño, continúo hablando, dramática—. No quiero morir a mis veintitrés años.

Imanol, sonrió al ver su novia tan asustada.

— No te preocupes, hermosa. Yo te protejo.

— No sé si sentirme mejor con eso, hermoso, porque si te pasa algo, moriré.

— Ya dejen la paranoia — pidió, Elena con una sonrisa —. Que si van a morir, lo harán divirtiéndose.

—Eso no ayuda mucho que digamos, Estrellita hermosa — anunció, Cristian, divertido mientras aceleraba el auto buggie —. Pero tienes toda la razón.

— ¡AY...! ¡NO SE QUIEN ME MANDO A MONTARME CON ESTE LOCO...! — gritó, Bianca, al Cristian poner en marcha el auto de forma estrepitosa — IIIIMAAANOLLL...

El pelinegro no hacia otra cosa que reír de lo asustada que estaba Bianca y lo divertido que le parecía la situación...

—Cristian, me dejarás sin novia si sigues conduciendo así...

—Y SI TE SIGUES RIENDO IGUAL TE QUEDARAS SIN ELLA...

Todos rieron de la chica, sin embargo, Imanol no quería quedarse sin su novia, así que aguanto la risa.

— Sostente bien, morena, que aquí viene lo bueno — gritó el castaño.

Elena no paraba de reír y gritar por lo emocionante de la situación, ella iba al lado de Cristian mientras que Imanol y Bianca, venían detrás.

En otro buggy que no pertenecía al rubio, ese era rentado por los administradores de la cabaña, el de él llegaria más tarde, venían Marcelo y Keily, ese era solo para dos personas, ambos se miraban y reían, se estaban divirtiendo, juntos.

—Al parecer descubrí algo que en verdad lo divierte, señor Sandoval.

El hombre sonrió.

—Sí, esto es uno de mis pasatiempos favoritos — la miró con picardía y ella lo hizo con sus ojos brillantes —. Aunque no es mi favorito del todo.

Sin duda alguna, para Marcelo, Keily iluminaba cada espacio de su mundo.

—¿Y cuál es tu pasatiempo favorito?—Él sonrió levemente al pasar por un charco de barro —. Eres un idiota, casi comí barro — farfulló a punto de reír.

—Eres muy preguntona, Keily Andersson — dijo en voz alta, ya que el sonido del buggy lo ameritaba, él sonrió victorioso al escucharla —. Ya estás en deuda conmigo, nena.

Ella por defecto, se sonrojó.

—Te lo pagaré al doble, idiota — masculló, sonriente, mientras giraba el rostro al lado contrario de él para que no viera su cara roja.

Pero fue prácticamente inútil.

En otros autos venían los demás, eran alrededor de ocho quienes también la pasaban bien en la actividad.

—Le dije a Marcelo en una ocasión que lucharía por él, pero me la pone difícil, me dice que no hay oportunidad para mí —dijo Vanessa, von voz melancólica a su amigo Julián —. Ahora se ve muy interesado en esa chica, no es la primera vez que los veo juntos y...

—Estas Celosa, Nessa — manifestó, Julián —. Es obvio, has estado enamorada de Marcelo por años.

—Cuando lo intentamos hace años no funcionó, pero creo que yo misma no le puse carácter, me interesé en viajes y vanidades creyendo que nos mantendríamos unidos, pero me equivoqué.

—Para nadie es un secreto que Marcelo, no estuvo interesado en absoluto, lo hizo por la relación que existe entre la empresa Sandoval y tu familia.

—Sí, pero tuve la oportunidad y no la aproveche, Julián. Ahora me arrepiento y más aún al ver que sí logró interesarse por alguien más.

—Quizás sea una chica que le calienta la cama y nada más, así como lo hiciste tú en su momento — Vanessa, lo miró indignada —. No me mires así, es la verdad. Aunque mirándolo bien, sólo hay que observar esa mujer, no sólo es su belleza, es algo más que llama la atención de los hombres, a mí me gusta mucho.

Ella giró los ojos.

—Me da rabia todo esto, se ve que no es un acostón y ya, basta con ver como la mira, sus ojos nunca habían mirado a ninguna mujer así, ni siquiera a Mónica, lo conozco muy bien.

—Entonces, es bueno que pases la página y mires a otro lado.

— Eso nunca, Julián — determinó ella, molesta —. No dejaré que me lo quite así sin más.

El chico, soltó un suspiro profundo.

—Tienes razón, puedes con eso y mucho más.

Ya habían recorrido kilómetros de distancia, hasta el momento todos los participantes estaban viviendo una gran experiencia con sus compañeros y amigos.

De pronto, el buggy en donde se transportaban Marcelo y Keily, presentó un problema mecánico.

— Keily — llamó él su atención con tranquilidad, ella lo miró con una sonrisa —. Quiero que te sujetas muy bien.

La sonrisa de la pelinegra, va disminuyendo poco a poco.

— ¿Porqué? ¿Qué pasa? — Preguntó, asustada.

—No tenemos frenos — soltó de repente.

— ¿Qué? ¿Y lo dices así tan tranquilo? — chilló, asustada.

Sonrío levemente.

—No dejaré que te pase nada... — dijo mirando al frente, el buggy, iba a una velocidad considerable —. Tranquila.

— No quiero que te pase nada a ti... — manifestó Keily, preocupada.

Marcelo, sonrío y sus ojos brillaron al escuchar que ella se preocupaba por él.

—Estaremos bien, solo que para detener esto tengo que maniobrar con el freno de emergencia y como vamos a una velocidad considerable, será un poco brusco. Confía en mí, preciosa.

—Confío en ti — le dijo, mirándolo —. Siempre.

Él sonrió y, por unos segundos, mantuvieron esa conexión inexplicable a través de su mirada.

— Atención, aquí Sandoval — habló, Marcelo, a través de la radio que los mantenía comunicados y desviando la mirada al frente,—. Tenemos problemas con los frenos, tendré que maniobrar.

Ten cuidado, Marcelo — dijo, Cristian a través del interlocutor —. Cinturones bien puestos. Vuelvo por ustedes.

Todos lo haremos — Agregó, Brandon —. Hay que volver por ellos, equipo y si alguien quiere continuar, nos veremos en las cabañas.

—Gracias — finalizó el rubio, dejando la radio.

—Marcelo... — masculló, asustada al ver que iban a bajar una colina empinada.

— Quiero que te sostengan bien, Keily — su voz salió un poco más fuerte —. AHORA...

Un grito seco salió de la garganta de la pelinegra, al sentir como el auto iba a toda velocidad mientras que el rubio a su lado trataba de controlar la situación, unos segundos más tarde, cuando ya han bajado completamente la colina, el coche sigue a una rápida velocidad y es entonces, cuando Marcelo, hace su maniobra frenando el coche de repente, haciendo que los movimientos sean bruscos.

Al ver que Keily, no se sostenía correctamente, quito su cinturón de seguridad y se abalanzó sobre ella protegiéndola con su cuerpo para que no se golpeara con los laterales del coche arriesgando su propia seguridad.

Él sabía lo que hacía, por ningún motivo permitiría que algo la lastimara, eso lo rebasaría.

Ambos quedaron abrazados cuando el coche se detuvo impactando con un árbol, sus corazones estaban muy acelerados.

—¿Estas bien? — Preguntó, Marcelo, sin moverme de su lugar, estaba en el pecho de Keily.

—Sí, lo estoy — dijo, en un susurro al tiempo que trabajo de controlar los latidos de su corazón —. ¿Cómo estás tú?

No respondió nada...

—Marcelo —llamó.

No dijo nada.

—Marcelo. Responde...

Nada....

—Cielo... — comenzó a removerlo, sin mucho éxito —. No me hagas esto, dime que estás bien — sollozó ella, tocando su rostro, estaba muy asustada —. Por favor...

—Podría morir entre tus tetas — dijo, al fin, con una sonrisa.

Ella respiró aliviada.

—¿Estas bien? — el asintió — ¿Estás seguro?

—Sí, solo que me encontraba cómodo aquí — manifestó, moviendo su cabeza entre los pechos de Keily y la abrazaba.

Ella se quedó tranquila al corroborar que el hombre estaba perfecto, pasó sus manos por el rostro de él y sonrío, pero pronto dio un respingo al darse cuenta.

—Entonces, ¿Por qué no respondías?

Él sonrió levemente, satisfecho.

—Solo me gustó escucharte y sentirte preocupada por mí.

Ella frunció el ceño completamente.

—Eres un maldito idiota — farfulló, molesta mientras lo empujaba —. Quítate, quítate...

La pelinegra lo empujo y el rubio comenzó a reírse.

Ella estaba sentada en el área de copiloto del carro y el con la mitad de su cuerpo sobre ella.

— No te pongas así, nena —dijo, sonriendo.

—He dicho que te quites — vociferó, enojada.

El rubio se separó un poco de ella para acomodarse y, la pelinegra, aprovechó para salir del auto.

—¡Oh, vamos, preciosa, no te enojes!

La verdad es que Marcelo idolatraba cada faceta de esa mujer. Cuando ella salió del carro, se quedó admirando el trasero de la única mujer que lo volvía loco.

—Dios... es loco que me tienes, nena —masculló para el mismo con una sonrisa, mientras rascaba su cabeza.

Él soltó un suspiro profundo y sonrió, al tiempo que se preparaba para ir detrás de ella quien caminaba rápidamente, estaba cabreada.

Marcelo, salió rápidamente del coche y corrió detrás de ella para alcanzarla, la escuchó farfullar y decir barbaridades, eso lo hizo reír más.

—Es un maldito — gruñó con los dientes apretados, mientras pisaba fuerte —; un tarado, un triple idiota...

Dando pasos agigantados, llegó hasta ella y la tomó por el brazo haciendo que ella gire hasta él.

—Suéltame, idiota... — Soltó, tratando de resistirse a su toque.

—Quieta, fiera — masculló en su oído, al tiempo que la rodeaba con sus brazos.

Los latidos del corazón de Keily, fueron más irregulares aún, pero siguió protestante.

—Eres un tarúpido, un idiota — gritó con sus ojos cristalizados —. Me asustaste — dijo en un susurro perdiendo las fuerzas, llevando sus manos a los bordes del cuello de su camiseta —. Te odio, idiota, no me vuelvas a hacer eso...

Enterró su rostro en el pecho de Marcelo, sintiéndose patética, él se quedó muy quieto, arrepintiéndose, no le gusta verla llorar. Sin embargo, una sonrisa tiró de sus labios al darse cuenta del como ella se preocupaba por él.

— Lo siento, nena — la acercó más a él, si es que eso era posible —. No imaginé que te pondrías de esa forma, solo bromeaba.

Ella suspiró.

—Lo siento, Marcelo, no debí reaccionar así, pensé que te había sucedido algo — dijo en un susurro, pero inmediatamente frunce su ceño y lo miró fulminante —. ¿Cómo demonios se te ocurre deshacerte de tu cinturón y arriesgar tu vida para protegerme?, eres un maldito idiota — dio puñetazos leves en el pecho del hombre —. No vuelvas a hacer eso o te golpearé.

— Tranquila, mi cielo —masculló él dando un beso en la frente de la chica y abrazándola —. No te sostenías correctamente e ibas a golpearte y eso — hizo que le mirara a los ojos acunando el rostro de Keily en ambas manos —. Nunca me lo perdonaría.

Ella lo miró y sintió que su corazón abandonaría su pecho. Keily sabía que él sentía algo por ella y confiaba en que fueran los mismos sentimientos que ella sentía por él.

—Y decidiste bromear con algo tan serio — dijo ella con un atisbo de sonrisa.

Él sonrió de boca cerrada.

—Estaba cómodo entre tus tetas —dijo, divertido y ella lo miró fulminante —. Solo quise permanecer por más tiempo ahí.

—Eres un pervertido y un maldito tarúpido e idiota.

Él la miró con ojos brillantes e hizo lo que tanto deseaba hacer, besarla.

Sus labios se juntaron en un beso anhelado por ambos, un beso lleno de sentimientos. Sintieron que algo estallaba en su pecho y que corrientes eléctricas recorrían sus cuerpos, ellos lo sabían y estaban claro de lo que sentían el uno por el otro.

Los labios de Marcelo, acariciaron con suavidad y firmeza los de Keily, las manos de ella viajaron lentamente desde el pecho del rubio hasta llevarlas y enlazar sus brazos alrededor de su cuello, como ya era costumbre entre ellos mientras que él aprovechó para bajar los suyos al trasero de ella y apretarlo a su antojo, un gemido de aceptación salió de la chica, nunca despegaron sus labios. Fue hasta unos minutos después que se separaron.

—Eres un pervertido, ahora agarras mi trasero sin ningún reparo y sin permiso.

Marcelo, sonrió de boca cerrada.

—Toda tú, eres mía, Keily Andersson.

Su corazón se paralizó.

—Solo si tú eres mío, Marcelo Sandoval.

El rubio la miró con sus ojos brillantes y con el corazón dislocado, sin embargo, no tardó en responder.

—Todo tuyo, nena — dijo, sintiéndose libre.

Ella dejó de respirar en ese momento, no podía creer lo que había escuchado, su cara cambió de color inmediatamente. Él la miró y sin que ella emitiera una sola palabra, supo lo que ella tanto quería decirle, pero las palabras, simplemente, no salían.

Al fin, sonrió y se acercó para besarlo, sin embargo...

—¡Keily! — gritó, Elena, quien corría hasta donde estaba ella —¿Te hiciste algo? ¿Estás bien?

Ella se separó de él, sintiendo el no poder besarlo nuevamente en ese momento.

—Si...

—¿Estas segura? — Ahora intervino, Bianca.

— Si. No se preocupen.

Marcelo y Keily, ni siquiera escucharon el sonido de los buggies, estaban muy concentrados en ellos.

—¿Están bien, no les paso nada? — Preguntó, Imanol al llegar junto a Marcelo.

— Si, estamos bien.

Las chicas inspeccionan a Keily aportándola un poco de los hombres, mientras que, en el grupo de los chicos, Cristian, observaba a Marcelo con cautela.

—Sé que sabes conducir esas cosas, estas entrenado para cualquier emergencia, por eso mi preocupación no fue alarmante, pero Keily, estaba contigo y sé de lo que eres capaz de hacer por ella.

— Todo está bien que es lo que importa —dijo pasando su mano por su cabeza, se miró la palma de la mano y vio un poco de sangre.

— Estas herido — dijo, Imanol.

—Solo es un rasguño, cuando el auto rebotó, me golpeé al protegerla.

Marcelo la buscó con la mirada y ella se encontraba sonriendo junto a Bianca y Elena a unos metros de ellos.

Los demás compañeros llegaron al lugar y preguntaron a los chicos por su bienestar. Por otro lado, al Vanessa llegar al lugar, comenzó a correr a los brazos de Marcelo agarrándolo por sorpresa.

—¡Amor! — gritó ella, preocupada, —¿Estás bien? ¿Dónde te duele?

—Estoy bien, Vanessa, gracias — se limitó a responder.

—Y lo vas a lesionar si continuas en esas, liebre — dijo, Cristian con indiferencia.

— Tú te callas — contraatacó ella.

—Gracias por preocuparte, Vanessa, pero ya puedes soltarme por favor.

Mientras tanto, las tres chicas súper poderosas, se encontraban observando la escena. A Keily, casi le salía humo por los oídos al ver como la rubia abrazaba a Marcelo, quien se notaba incómodo con la situación.

— ¿Aún así piensas quedarte de brazos cruzados, Kei? — Preguntó, Elena, sin apartar la vista de ellos.

—Esa rubia quiere con el rubio y no le importa que ande acompañado. Me molesta ese tipo de mujeres — se cruzó Bianca de brazos al hablar, ella también no despegó sus ojos de ellos —. No saben respetar.

Keily, tragó saliva y, por un instante, los ojos azules más precisos y que desde el inicio de su historia han sido su perdición, la miraron. Ella le sostuvo la mirada por algunos segundos hasta que la apartó y miró a las chicas.

—No haré nada — dijo con una tranquilidad que no sentía.

Al carro en donde Marcelo viajaba descomponerse, tuvieron que buscar la manera de transportarlos a las cabañas, estas ya no estaban tan lejos.

El buggy de Brandon tenía dos lugares, ya Marcelo se encontraba sentado en la parte de atrás con su cabeza recostada, pues debido al impacto, le produjo un pequeño dolor en esa parte.

—¿Cómo sigues, amor? — Preguntó, Vanessa, sentándose a su lado.

Marcelo, soltó un suspiro cansado, sin cambiar de postura.

—Estoy bien, gracias.

Ella sonrió, mirándolo.

—Me quedaré contigo para cerciorarme de que así sea.

—No hace falta — dijo, tranquilamente —. Sólo espero por Keily, quien viene conmigo.

Los celos se apoderaron de Vanessa, sin embargo, no actúo de manera imprudente. Se limitó a sonreír y nunca se movió de su sitio.

Keily se encontraba junto a Elena y Bianca, esta última, no quería montar nuevamente el buggy con Cristian de conductor.

— Comí barro, Kei, tu te puedes creer — comenzó, Bianca a contarles —. ¡Ah, pero eso no es lo peor! ¿Sabias que conduce como un maniático? Ni de chiste me vuelvo a subir con él.

—No eres la única que comió barro, yo también lo hic...

—Hay que ver que es una zorra — soltó, Elena viendo a Vanessa al lado de Marcelo —. Quiero golpear a alguien y no será a ella, es a ti Keily.

Las dos chicas restantes llevaron su mirada hasta allí.

—No te preocupes tanto Elena, que si las cosas siguen así, Keily tendrá que ir en otro auto.

Keily la miró con el ceño fruncido.

— No nos mires así, es la verdad — reafirmó, Bianca.

—No señor, claro que no — dijo la pelinegra, determinada —. Eso jamás.

Caminó hasta donde estaba Marcelo y Vanessa, mientras que Bianca y Elena chocaron sus manos en señal de victoria con una gran sonrisa.

Cuando Keily llegó hasta ellos, quedando fuera del buggy, habló:

—Ya estoy aquí, Marcelo. ¿Te sientes mejor? — Preguntó, al tiempo que pasaba una mano por la cabeza del hombre para acariciarla.

Él abrió sus ojos para mirarla y sonrió de boca cerrada.

— Si, nena. Gracias — ella sonrió hacía él.

—Me da gusto — sonrió más y luego se dirigió a la rubia —. Bueno, Vanessa, ya es hora de irnos y ese es mi lugar.

—Mi hermano quiere que vaya con él y este es su auto, linda — manifestó tranquilamente con una sonrisa de suficiencia —. Creo que irás junto a Julián o eso creo.

Eso, definitivamente llamó la atención de Marcelo.

—No irá con nadie más que conmigo— determinó con su ceño fruncido.

Marcelo, jamás permitiría eso.

Ella tragó saliva al ver la reacción del hombre del que estaba enamorada.

—Ya no hay lugar aquí, amor...

—Pero si por eso no hay problema — dijo, la pelinegra con una sonrisa desafiante.

—Nos iremos en...

—No te preocupes, cielo — Interrumpió, Keily, sonriendo como angelito —. Si hay lugar aquí.

Vanessa la miró confundida. Marcelo, quiso leer sus intenciones sin éxito.

Keily trepó con cuidado el buggy, sorprendiendo tanto a Vanessa como a Marcelo. La pelinegra, se sentó en las piernas del rubio, acomodándose sobre él, al fin y al cabo, ya estaba acostumbrada a hacerlo y él a recibirla sin protestar.

—¿Qué estás haciendo? — Preguntó, la rubia echando fuego por sus ojos verdes —. No puedes ir ahí.

— ¿No puedo ir aquí, cielo? — Preguntó, Keily, en tono indiferente, hacia el rubio mientras se acomodaba.

Él la miró orgulloso y sonrió.

—Sí, puedes.

Mientras Vanessa, no podía creer lo que veía y lo diferente que se comportaba Marcelo Sandoval con esta chica. Un nudo gigante, se instaló en la garganta de esta, deseó ser la pelinegra en ese momento, pero lamentablemente, no era y nunca lo sería.

En ese momento llegaron Brandon y su copiloto para continuar con el recorrido.

—¿Qué demonios? ¿Qué hace ella ahí, Marcelo? — indagó.

—Irá aquí conmigo, ya que decidiste traer a Vanessa a este auto.

Keily se sentó de lado, de modo que puede rodear a Marcelo por el cuello.

— Yo no... — comenzó, Brandon, pero no terminó la frase —. Bueno, no importa, solo que no soy responsable de su seguridad, va sin cinturón.

Keily miró a Marcelo, quien le devolvió la mirada.

—Yo soy su cinturón de seguridad — pronunció el rubio, rodeando a la chica por la cintura —. Sostente bien, nena, nunca me sueltes.

A ella le brillaron los ojos y sonrió.

—Nunca lo haría.

— ¡Brand! — gritó su hermana —. Podemos meternos en problemas.

—Mira el tamaño de esos dos, Van, están bastante grandecitos para saber lo que hacen.

Miró a Keily, fulminante y esta le devolvió una sonrisa angelical guiándole un ojo.

La rubia simpática estaba enojada y pensaba en su próximo intento para acercarse a Marcelo.

Desde la distancia, Elena y Bianca, levantaron un pulgar hacia Keily, mientras Imanol, se limitaba a negar con la cabeza. Es así como pasa el tiempo de prisa, ya hace horas han llegado a las cabañas y se limitaban a descansar por la travesía.

— ¿Te sientes bien, estrellita? — Preguntó un Cristian muy preocupado hacia Elena —. Estas pálida.

—Creo que el viaje no me sentó muy bien que digamos, tengo el estómago revuelto — expresó, ella —, pero ya se me pasará.

—Quizás fue el desayuno que comiste — dijo él, con su ceño fruncido, no le agrada verla así —. No reposaste al terminar y eso pudo ser.

— Puede ser, así que no te preocupes, ya se me pasará.

Él da un asentimiento mientras se tumba a su lado y le da un beso en la frente y otro en los labios.

—Si no se te pasa en un par de minutos iré por algo para eso.

Ella solo sonrió al tiempo que dio un asentimiento de cabeza y se acomodaba en su pecho. Cristian posó una de sus manos en la cabeza de la chica para acariciarla. Es así como logra quedarse dormida y él media hora después, al percatarse que ella estaba mejor.

El equipo restante se encontraba en un lugar que se usaba para escalar, era una competencia entre equipos. Siempre había dos ganadores uno del sexo masculino y otro del femenino. El premio eran dos mil dólares, fondos para donaciones.

Las chicas eran las primeras en participar y todas estaban listas, tenían su equipo especial para hacerlo.

—Bianca — llamó Imanol, la atención de su novia —. No tienes que hacer esto si no quieres.

—Lo haré — dijo, ella determinada —. Es solo un juego.

— Pero nunca has hecho esto, hermosa —replicó él.

—Lo sé, pero lo intentaré.

Ambos continuaron con su plática, mientras que muy cerca de ellos se encontraban Marcelo y Keily.

—Solo sostente bien y en los empotres de rodillas — comenzó a explicar Marcelo mientras ajustaba y aseguraba los lazos de seguridad de Keily — haces palanca con el pie y rodilla, según la distancia haz fuerza levantando el talón...

Ella prestó atención a la explicación de su rubio, detallando cada una de sus facciones y su mirada que viajaba de un lugar para otro asegurándose de que todo con ella estuviera bien, eso la llenó de satisfacción, pues se daba cuenta de cuanto la cuidaba.

—Ya estás lista — dijo el rubio, mirándola a los ojos, estos les fascinaban.

Ella sonrió, sonrojada.

—Gracias por todo.

—Solo diviértete.

Elena ni Cristian competirían, pues aún seguían en la pequeña cabaña descansando.

— Prepárense, chicas, para perder — anunció, Perla con una gran sonrisa.

—Tú sabes que soy la mejor en esto — dijo, Vanessa.

Keily y Bianca, se miraron y levantaron los hombros restando importancia al asunto, la idea era divertirse.

La competencia inicia y las chicas comenzaron a escalar, todas lo hacían muy bien, pero la morena y Keily, al no tener mucha experiencia, llegaron solo a la mitad del camino, sus risas contagiaban a todos, ambas escalaron muy cerca y terminaron enredadas, estaban guindando y no podían bajar.

— Son unas tontas — dijo la campeona, Vanessa había ganado la competición —. Vamos a ver lo que hacen ahora para bajar.

Keily y Bianca, la miraron con indiferencia y luego comenzaron a reír de su situación.

Los chicos que las miraban desde abajo, se ofrecieron a ayudarlas a bajar, pero como era de suponerse Marcelo, no permitiría que nadie tocará a su niñita.

—Iré yo — dijo, con determinación.

—Te acompaño — propuso, Imanol.

Y así lo hicieron, escalaron hasta las chicas, ayudaron a desatarlas y bajarlas.

— Eres un caso serio, nena — dijo Marcelo a Keily mientras le ayudaba a quitarse los seguros de protección —. Hiciste todo lo contrario a lo que te dije.

Keily, puso mala cara.

—Hice todo lo que me dijiste —replicó.

Marcelo, suspiró.

—No voy a discutir contigo porque a la niña no le gusta perder.

— ¿Qué quieres decir con eso?

El adoraba verla enojada con él y por eso sonrió. Se escucha la voz de alguien llamado a los chicos, es su turno.

—Me toca competir, deséame suerte.

Da un rápido beso y se va.

Los hombres tenían experiencia en escalar y por eso no hubo inconvenientes a la hora de todos subir, pero solo habría un ganador y ese sería Marcelo Sandoval, pues para nadie era un secreto de que había asistido al campamento militar y esto era lo que más hacían, su entrenamiento fue duro, pero eficaz. Brandon terminó de segundo lugar e Imanol de tercero.

Keily y Bianca, celebraban mirando hacia las alturas donde se encontraban sus amores.

Cuando Marcelo e Imanol, llegaron hasta abajo, en donde estaban las chicas esperando, Keily corrió hasta él para felicitarlo dando un abrazo, lo mismo Bianca a su amado saltando sobre él y rodeando su cintura con las piernas.

La tarde iba cayendo y los juegos continuaban, ya Cristian y Elena, se habían unido al equipo. Ahora todos se encontraban en un campo abierto que era usado como pista de competencia entre los visitantes.

—En este juego, yo paso — dijo, Bianca, aferrándose a Imanol —. No sé conducir y, además, amo mi vida.

—Yo me quedaré con Bianca — expresó, Imanol.

—Yo aún me siento débil para competir, además, de sé que no ganaré.

—Y tú, preciosa, ¿Vas a competir? — Preguntó, Marcelo a Keily con media sonrisa.

—Si ella no quiere, mucho mejor, así no tendrá que mirar las luces traseras de mi auto —anunció, Vanessa, con suficiencia.

—Lo haré — dijo, tranquilamente, mientras acomodaba unos guantes en sus manos —. Al fin y al cabo, es un juego, ¿No?

Todos la miraban y sonreían, pues para ellos era una chica muy valiente que se enfrentaría a la mejor, Vanessa Rinaldi.

—Me gustan las chicas con agallas como tú — dijo uno de los hombres que estaban por ahí —. No abandonas el campo de batalla aun sabiendo que tienes todo en contra.

Keily, lo miró indiferente, pero Marcelo casi lo desintegró con la mirada, pero muy pronto ignoraron su presencia.

—Kei, esperaré tranquila para que nos vayamos a tomar una malteada.

—Yo también quiero —se apuntó, Bianca.

—Cuando regrese iremos, porque tengo mucha hambre —manifestó la pelinegra. Ahora mira al rubio seriamente.

—¿Qué auto vas a correr tú? — Le preguntó, mirando sus ojos.

— Es aquel todo terreno de color azul que puedes ver allá — respondió, Marcelo, señalando el auto.



—Me gustaría verlo de cerca, ¿Puedo?

Marcelo la miró con detenimiento.

—Por supuesto, vamos.

Ambos caminaron en dirección al coche y un par de minutos después, estaban inspeccionándolo. El rubio explicó paso a paso el uso y funcionamiento del mismo.

—Es un todo terreno muy completo —se sinceró, la pelinegra con una sonrisa.

— Lo es — dijo, sonriendo.

Ella lo miró, seriamente.

—¿Crees que pueda correr este? — Preguntó al rubio y este la miró con el rostro libre de expresión —. Prometo cuidarlo.

—No tienes que pedirlo — dijo, mirando sus ojos avellanos, estos que lo tenían hechizados desde el momento que la vio por primera vez—. No vas a correr otro auto que no sea este, Kei.

Ella lo miró, no pudo aguantar y endosó una sonrisa.

—Muchas gracias.

—¿Porqué? —Preguntó, él.

Ella se encogió de hombros sin dejar de sonreír.

—Por prestarme tu auto a sabiendas que lo puedo hacer añicos.

Marcelo frunció el ceño, si algo en verdad le asustaba era que ella pudiera salir lastimada.

—Sabes conducir un auto cualquiera, ¿Verdad, Keily? — no pudo evitar preguntar, pues nunca la había visto conducir.

Ella sonrió, divertida.

—Sí, eso creo.

—Iré de copiloto — dijo, rápidamente, Marcelo.

— ¿Las demás chicas tendrán copiloto? — Preguntó, ella con una sonrisa.

—No, pero...

—Pues me tendrás que esperar aquí.

—Te puedo explicar lo que harás durante la carrera — ofertó el rubio.

A ella se le calentó el corazón.

— No hace falta — expresó al tiempo que llevaba una de sus manos a la mejilla del hombre —. Conduciré con cuidado. Muchas gracias por preocuparte por mí.

Unos minutos más tarde, las chicas están en posición para dar inicio a la carrera. Brandon, da la explicación del recorrido, sobretodo de una curva medio complicada y unos tramos que deben cruzar.

Marcelo aún se encontraba pegado a Keily, quien estaba dentro del auto, lista para competir, él estaba en la ventanilla del lado afuera.

—Nena... — llamó su atención —recuerda que esto es un simple juego para divertirse, las otras chicas están acostumbradas a esto, tu no y no debes arriesgarte.

—¿Qué me darás si gano? — Preguntó ella, sonriente.

Esperando ver cuál sería su jugoso premio.

—Lo que quieras, preciosa — dijo el rubio, con media sonrisa, ella sonrió —. También si no llegas a ganar.

Su sonrisa se desvaneció al tiempo que encendió el auto, indignada.

—Gracias por confiar en mi de esa manera, Marcelo — dijo mientras aceleraba un poco el auto, ambos se miraban —. Gane o pierda, no quiero nada.

—Nena...

— Marcelo, ya déjala, es hora — gritó, Brandon.

Él la miró por algunos segundos y sonrió al verla tan hermosa. Dio un beso en la mejilla de la pelinegra, masculló:

—Suerte y cuídate mucho, mi cielo — y se alejó del auto.

Ella sonrió al verlo alejarse, pero no dijo nada.

Unos segundos más tarde, la señal para que los autos salieran fue dada y las cinco chicas salieron despavoridas.

Todas conducían muy bien, pero Keily tenía una agilidad increíble al desechar los obstáculos con tanta facilidad detrás de un volante, los espectadores estaban asombrados, entre ellos, Marcelo Sandoval.

—Creo que me he enamorado de esa chica —dijo, Julián, embobado por lo que observaba —. Además, de hermosa, conduce como diosa.

—Esa es mi mujer, imbécil —dijo, Marcelo, frunciendo el ceño y sin despegar la mirada de la pista.

—Te la puedo quitar, ese no un problema.

Marcelo, lo miró mortífero y dio un paso hasta Julián.

—Inténtalo y...

—Quieto, John Cena — intervino Cristian, sonriendo y sosteniendo a Marcelo por un brazo —. No vas a hacer un Show aquí.

—Mantente a raya — aconsejó el rubio hacia Julián.

Este le sonrío.

—Solo bromeaba, Sandoval —le dijo y Marcelo sabía que no era cierto, pero lo dejó así, no quiso decir nada más.

Volvió su vista a la pista y todas las chicas maniobraron en la curva cerrada que debían cruzar, dos de ellas salieron de la pista quedando solo tres de ellas. Todos estaban sorprendidos, ya los autos estaban de regreso.

—Esa sí que no me la sabia — pronunció, Elena, con una gran sonrisa —. "Esa es mi mujer, imbécil " — repitió las mismas palabras que Marcelo —. Me encanta como va todo esto.

Marcelo la miró por algunos segundos y ella entendió que eso era algo que debía guardar.

Mientras tanto, las mujeres de los autos se comunicaban entre sí por la radio.

—Te dije que verías mi trasero, Keily Andersson — dijo la rubia, burlona.

— Aún no hemos terminado, rubia simpática — respondió, Keily, mientras movía ágilmente la palanca de cambio y acelerando, logrando pasar a Vanessa —. Ahora quien ve el trasero de quien, ¿eh?

—Eres una estúpida — bociferó la rubia —. No me ganarás.

—Alcanzame si puedes, Vanessa Rinaldi.

—Esto no ha terminado — gritó, Vanesaa, enojada.

En la meta esperaban todos.

—¿Quién demonios la enseñó a conducir así? — Preguntó Cristian, admirado.

Elena, sonrió al ver el interés de todos.

—Fue Raúl para un campamento de verano, ella necesitaba ganar esa carrera — dijo mirando los dos autos que se aproximaban a la pista —. Ella aprendió muy bien de él, por eso no participé, era inútil, sabía que ella ganaría.

—¿Cuál era el premio en ese entonces? — indagó, Marcelo, curioso, sin dejar de mirar los autos que se acercaban. Se sentía tan orgulloso.

—Pregúntale a ella, sabrá explicarte bien.

Dio un asentimiento.

—Corre excelente, es la mejor que he visto — dijo orgulloso.

—Se juntaron los mejores porque tienes años ganando a todos — dijo, Cristian.

—Tú has ganado los dos últimos años.

Cristian, sonrió sin mirarlo.

—Tú sabes porque, idiota.

Ambos sonrieron mientras disfrutaban de la carrera que acababa de terminar, Keily había ganado el primer lugar.

Todos se acercaron a los autos que habían traspasado la meta.

Marcelo se quedó estático en su lugar.

—Me has sorprendido, Kei — dijo, Imanol, abrazando a la pelinegra para felicitarla, al igual que Bianca —. Eres realmente buena conductora.

—Buena es poco, Imanol, es excelente —agregó, la morena, con alegría.

—Gracias, amigos — agradeció, sonrojada —. No es para tanto.

De pronto llegó Cristian y la abrazó mientras la levantaba para dar vueltas con ella.

Keily, reía fuertemente.

—¡Esa es mi mujeron andante! — expresó con euforia.

—Dejaste a todos sorprendidos, Kei —dijo, Elena con una sonrisa en el rostro.

—Muchas gracias, chicos — dijo con el rostro caliente.

Cristian la baja al suelo, pero ambos se quedan muy cerca.

—Te viste muy bien — agregó, Brandon con una sonrisa de lado, Keily lo miró y sonrío —. Nunca nadie había vencido a Vanessa.

—Bien no es la palabra indicada y lo sabes Brandon —pronunció, Marcelo, llegando junto a ellos. A Keily, le dio vuelco el corazón —. Es la mejor en lo que hace, es más que excelente — la miró a los ojos, aquellos que tanto idolatraba —. Felicidades, preciosa.

Si antes tenía el rostro rojo ahora lo estaba mucho más al escuchar el amor de su vida.

—Gracias, guapo...

—Eso fue trampa — se escuchó la voz de Vanessa —. No debió correr en otro auto que no fuera el que le facilitaron aquí.

Todos se quedaron en silencio.

—Hubiese sido el mismo resultado — intervino, Julián, con obviedad.

—Es bueno que aprendas a perder de una buena vez — aconsejó Cristian, burlón.

—Tú, cállate de una maldita vez.

—¡No le hables así, si no quieres quedarte sin extensiones, estúpida! — escupió, Elena, bastante molesta.

—Ya chicos — manifestó, Brandon —. Disculpen a mi hermana, no sabe lo que dice.

—¡Brandon! — replicó, la rubia.

— Si fuera como dices, siempre usas mi coche y nadie dice nada.

Hubo un silencio en el círculo, Vanessa, se sentía mal por la reacción que tuvo.

—Lo lamento —dijo mirando a Marcelo y luego a Keily, quien aún estaba al lado de Cristian —. No debí.

—No hay problema — respondió, Keily, sinceramente.

—Ven aquí — habló Marcelo hacia Keily extendiendo su mano hacia ella. No duda ni un momento en ir con él —. Vamos, quiero llevarte a un lugar.

— Te toca correr — le recordó Cristian —. No puedes irte.

—No lo haré esta vez — dijo sin mirarlo.

Luego que se habían retirado un poco agarrados de la mano, él la miró con orgullo.

—Quiero llevarte a un lugar antes de que anochezca — dijo con una sonrisa.

—Lamento rechazar su oferta, pero quedé con las chicas para ir a tomar una malteada — le explicó ella, sonriente — ¿Puede ser mañana antes de irnos?

Soltó un suspiro profundo.

—Será mañana, entonces.

—Aún estoy enojada contigo, Sandoval — dijo acomodando un poco la camiseta del rubio.

El aludido, sonrió mientras la rodeaba por la cintura.

—Hasta enojada, me encantas — expresó a punto de besarla.

— Así que le encanto, señor...

—Demasiado —manifestó, buscando sus labios, sin éxito.

El corazón de la pelinegra quería salir de su puesto.

— No me va a besar usted, señor Sandoval — dijo en un susurro, queriendo lo contrario — aún estoy muy enojada por su falta de confianza en mí.

—No es que no confiara en ti, solo no quería que te lastimaras — dijo mirando sus labios —. Me disculpo por mi falta de conocimiento en que conducías autos de una manera extraordinaria.

Ella sonrió mientras sus brazos rodeaban el cuello del hombre.

—Disculpas aceptadas — él sonrió Victorioso —, pero no me besarás aún.

—Keily...

Ella se separó de él sonriendo con picardía.

—Me voy a buscar las chicas — se acercó a él y dio un beso en la nariz haciendo que el respirara profundo —. Pórtate bien, cielo.

Se separó rápidamente y comenzó a caminar.

— Ve con cuidado —fue lo último que dijo Marcelo al verla caminar a pasos apresurados.

Es así como las chicas se reunieron a comer y tomar malteada antes de la cena. Los chicos hicieron lo mismo, pero fueron para el manantial que quedaba a unos kilómetros de las cabañas, casi nadie solía ir allí por la distancia. Allí tomaron un par de cervezas y hablaron de temas triviales.

Ya tarde en la noche, las chicas se reunieron en la cabaña donde dormiría Marcelo, allí se quedaron dormidas en gran cama, hablaron hasta por los codos y terminaron rendidas.

— Aquí están — habló en un susurro, Marcelo, para no despertarlas.

—Parecen unos angelitos — dijo, Imanol, embobado observándolas.

—Mañana te demostrarán que son unos angelitos del mal, nos mataran por llegar tarde.

Marcelo, sonrió y caminó hasta la pelinegra para acomodar la manta que la cubría, estaba haciendo mucho frío. Imanol se acercó, dio un beso en la frente y labios de Bianca, mientras que Cristian, puso una mano sobre la frente de Elena, cerciorándose de que se encontraba bien, pues tenía varias horas sintiéndose mal, acarició sus mejillas y luego se retiró.

—Me quedaré en la hamaca que está en la antesala — dijo, Marcelo.

Los demás chicos, se acomodaron en los sofás que había en la misma antesala, no se fueron a sus respectivas cabañas.

Al otro día, las chicas se levantaron e hicieron la ley del hielo a los tres hombres, ellos buscaron la forma de hablarles para contentarlas sin éxito.

La primera en caer fue Bianca, no pudo estar enojada con Imanol por más tiempo. Elena, le habló a Cristian porque lo necesitaba y Keily, seguía castigando al pobre rubio, ella disfrutaba hacerlo.

La mañana avanzaba y todos se divertían muchísimo. Ahora se encontraban todos reunidos pues tenían una dinámica que realizar. Esta consistía en formar parejas y esta debía de luchar para llevar una manzana que estaría posicionada en el abdomen de ambos y tratar de subirla a la boca sin usar las manos.

A la hora de elegir los papelitos, Zoyla, era quien los repartía, ya tenía el suyo en la mano. Ya las otras chicas tenían el suyo y cuando tocó el turno de Elena, de manera astuta quitó el papelito de la chica.

—Oye... — protestó, Zoyla —. Ese es el mío.

—Estas repartiendo, debes ser la última en elegir — anunció la pelirroja con una sonrisa de suficiencia mientras abría el papel —. ¡Si! —exclamó — me salió Cristian.

Las dos mujeres comenzaron a discutir y a decirse barbaridades mientras que
Keily y Bianca, miraron sus parejas y no le agradaron nada, pero como todo se trataba de un juego, nada podía pasar.

El juego comenzó y la primera pareja estaba haciendo todo el esfuerzo para no dejar caer la manzana, sus cuerpos estaban muy juntos y se rozaban bastante para poder mantener la fruta y subirla, el premio está vez era de cinco mil dólares.

Keily y Marcelo estaban sentados uno al lado del otro y miraban con horror la escena.

Marcelo imaginaba a Keily haciendo eso con otro y sería su punto de quiebra para armar el apocalipsis.

Ella no pensaba diferente, de ninguna manera permitiría que su rubio se estrujara así con la pareja que le tocó y menos con la rubia simpática.

Ambos se miraron.

—Tú no harás eso — dijeron los dos al mismo tiempo.

Él sonrió levemente.

—¿No que no me hablabas? — dijo con suficiencia.

Ella le puso mala cara.

—Si quieres no te hablo, pero no harás eso.

Él estuvo a punto de reír.

— Si quieres no me hables, pero no harás eso.

Ella, al fin, sonrió.

— Eres un idiota con rangos — lo insultó, sonriente.

—Vámonos de aquí — propuso Marcelo, perforando los ojos de Keily.

—¿Y el juego? Se van a molestar.

—Me vale, no me importa— dijo Marcelo —. Tu no harás eso al menos que no sea conmigo, nena.

Una sonrisa tiró de los labios de Keily, él ofreció su mano y ella la tomó.

—Quería esos cinco mil dólares —dijo ella con pesar —. Con los que gané en la carrera serian diez mil y sería una buena cantidad para donarla.

Marcelo la miro con curiosidad.

—¿Dónde lo ibas a donar? —Preguntó.

—A la institución que me ayudó en mi rehabilitación — dijo, tragando saliva recordando lo que allí vivió —. Hace un par de años, incluyeron en el programa la rehabilitación de personas de bajos recursos y esto es gracias a las donaciones, esas personas pueden estar ahí por la gente solidaria que contribuye para eso.

Ahí supo lo que ella hizo aquel entonces con el dinero cuando estaba en la preparatoria.

—Todos los días me sorprendes más — dijo con una sonrisa de orgullo —. Yo te daré el dinero completo para que lo lleves a la institución, es más, también se donará, el dinero que gané escalando.

Ella lo miro con los ojos bien abiertos.

—No es necesario y no lo dije para que te pongas a eso.

—Lo sé, mi cielo, pero quiero apoyarte y no acepto un no por respuesta.

Eso la hizo sonreír y lo abrazo fuertemente,

—Gracias, cielo.

Unos minutos después, ambos se fueron hacia el manantial, un espacio alto que solo Marcelo conocía, donde disfrutaron una tarde increíble, en donde se besaron y se entregaron uno al otro como siempre lo hacían.

—Quiero hacerte mía — pidió él, ambos estaban desnudos dentro del agua cristalina, abrazados, ella lo envolvía con sus piernas, él con sus brazos —. Lo quiero así, todos el tiempo.

—No se tú, pero yo no pienso esperar un segundo más para hacere mío, Marcelo Sandoval — anunció ella, seductora. Eso lo entendió más.

—Nunca voy a tener suficiente de ti, mi niñita preciosa — susurró en sus labios.

—Yo menos de ti —expresó al tiempo que se apoderó de los labios del hombre y se movió de una manera que se le hizo fácil deslizarse por el miembro de Marcelo.

—Dios... — masculló él con voz entrecortada —. Vas a matarme algún día.

Ella quizo decir tantas cosas en ese momento, se sentía plena. Del mismo modo, el sentía que no podía negarse que por primera vez se enamoró de una mujer hasta el punto de querer darlo todo por alguien.

No eran los únicos en aquel lugar porque, del otro lado, Imanol y Bianca, también estaban allí, platicando sobre sus vidas, sus planes a futuro.

—Entonces hermosa, no estés triste — habían estado platicando sobre lo que harían al llegar a San Francisco — ya veras que con el tiempo, mi hermano entenderá que con quien quieres estar es conmigo.

— Lo sé, mi vida, pero no puedo evitar sentirme mal, Iván no merecía lo que le estoy haciendo, él siempre se porto muy bien conmigo — Imanol solo rodo los ojos y la atrajo más hasta él, sabía que su hermano solo había jugado con ella y como muestra sus múltiples engaños.

—No pienses más en eso, ¿De acuerdo? Y disfrutemos de este hermoso paisaje que viéndolo bien, no le hace justicia a tu belleza.

— Esta bien hermoso, tienes razón – le dio un pequeño beso y continuaron profesando sus sentimientos.

Fue así como paso el tiempo, ya era hora de volver a la realidad de sus vidas. Estaban muy agotados por todo lo que vivieron en ese fin de semana de aventuras.

Ya habían pasado varios días desde aquel paseo hacia las cabañas, ya se había cumplido un mes desde la llegada de los amigos de San Francisco, ahora era hora de despedirlos.

Todos estaban en el aeropuerto, ambos cuartetos se habían hecho muy buenos amigos y, por ende, la despedida fue un poco melancólica.

Las chicas se abrazaron y quedaron de verse en algunos meses para una gala que tendrían para el lanzamiento de la nueva portada de la revista de Legacy Ferrer.

— Que tengan un buen viaje y nos vemos en unos meses — expresó, Marcelo, extendiendo la mano hacia Dorian y luego a Imanol.

— Gracias, Marcelo – Bianca le da un apretón de manos.

— Nos vemos en unos meses, nos pondremos en contacto para que vayan — agregó, Imanol.

— Claro que sí, nos vemos — se despidió, Cristian.

El cuarteto visitante, caminó hacia el jet que los esperaba, lo vieron abordar y, luego de unos minutos, el avión despegó llevándolo a casa.

—Bueno, en verdad los extrañaremos — dijo, Keily, un poco nostálgica.

—Sí, la verdad es que si — estuvo Elena, de acuerdo.

—Lo veremos en tres meses — anunció, el castaño tomando a la pelirroja por la cintura —. No es tanto, además estoy seguro que tienen su grupo de WhatsApp, por ahí hablaran todos los días.

Keily y Elena, sonrieron.

— Ya veo que acertaste, Cris — habló, Marcelo por primera vez.

Tenía a Keily abrazada por la cintura.

— No podía ser de otra manera — agregó, el castaño.

Mantuvieron su conversación al tiempo que subían a sus respectivos coches nuevos.

Todos se dirigieron a sus respectivas labores y en los siguientes días, Marcelo tuvo que salir de viaje por varios días, las sedes de otros países lo ameritaban.

No había día que no hablara con Keily, pues extrañaba cada momento con ella.

Del mismo modo, ella estaba muy acostumbrada a su presencia y a hablar con él, se habían unido mucho y acostumbrado a estar uno con el otro. Ella mantenía comunicación activa con las chicas de San Francisco, no había duda de que su amistad se había solidificado.

Keily pasó varios días en el departamento de Elena, pues Diego, estaba muy intenso esos días buscándola y ella tenía temor a quedarse sola. Allí eran visitadas por Cristina, quien compartía mucho tiempo con ellas, era muy adorable.

Otro día, Keily, visitó nuevamente a Martina, era fácil para ellas ponerse a platicar y hablar de cualquier tema, Miriam también las acompañaba cuando solía estar en la casa, se llevaban muy bien.

Marcelo ni enterado estaba del asunto, de que su dulce tormento, visitaba su casa a menudo.

Habia pasado un mes desde la ida del cuarteto, en True Style, Keily, no la llevaba fácil, pues Natalia, buscaba discutir con ella por cualquier cosa, debido a que estaba muy enterada de que Diego la buscaba con cualquier excusa.

Por otro lado, Marcelo acababa de llegar de viaje y lo primero que hizo fue dirigirse a la constructora para llevar unos documentos que no podían esperar. Una hora más tarde, fue a la casa diseñadora, no podía esperar más para verla a ella, la extrañaba demasiado.

En tanto, Keily estaba a punto de salir de la empresa, terminó unos minutos antes su labor.

—Keily, ¿Cómo estás? — saludó Brandon muy cortes.

— Hola. Todo bien ¿Y tú? — Le brindó su mano para saludar y él la tomó educadamente.

— Todo bien, gracias — dijo, sonriendo —. Solo vine a buscar a Cristian. Es bueno ver a la chica número uno corriendo autos.

Eso la hizo sonreír mucho.

—Gracias — dijo, sonriendo —. También es bueno verte.

Se despiden y cada quien toma su camino. Cuando Keily está fuera de True Style, se encuentra con Diego.

—¿Es Brandon Rinaldi el hombre del que estás enamorada?

Ella se sorprendió al verlo y los ojos de Diego, reflejaban la decepción pura acompañado de ira.

— Diego — comenzó ella, cansada —. Deja de seguirme por favor.

—No hasta que me digas quien es, maldita sea.

— No es asunto tuyo, ya te lo dije mil veces.

— Solo quiero dejarte ir sabiendo que vale la pena, Keily — dijo, más calmado —. Quiero que haga tu vida sin mí.

Ella lo miró y lo sopesó. Quizás si no fuese de su hermano del que ella está enamorada, se lo diría.

—Déjame en paz de una buena vez — escupió, enojada al tiempo que se dirigía a la derecha para irse, pero este no se lo permitió —Esta bien, si no es por ahí, me iré por acá, ya me tienes cansada con lo mismo.

—Espera — pidió, el pelinegro cuando vio que ella tomó dirección para cruzar al otro lado, pero no se detuvo — esta bien, lo haré.

— Gracias — dijo, sin cambiar de rumbo. Estaba enojada.

Ella continúo su camino para cruzar la calle.

Diego se quedó viendo como el amor de su vida le daba la espalda, sin embargo, se percató que un auto que estaba aparcado, arranco a gran velocidad y se dirigía hacia la pelinegra. Este corrió a gran velocidad para evitar que la atropellaran.

—KEILY... — gritó el pelinegro haciendo que esta se detenga en el medio del camino.

Al Keily, verlo correr y darse cuenta del coche que se aproximaba, se asustó y se quedó paralizada.

El coche estuvo a punto de impactarla, sin embargo, Diego, corrió lo más rápido que daban sus pies, logrando empujar a la pelinegra, logrando evitar que la arrollaran, pero tanto Diego como ella, se golpearon al caer al suelo de manera brusca.

Keily cayó inconsciente. Diego, se quejaba de su golpe en la cabeza, pero estaba despierto.

—KEILY...

Otra voz bastante preocupada se escuchó, Marcelo Sandoval, se dirigía al lugar corriendo y evitando todos los obstáculos.

Al llegar junto a ellos miró a Keily quien estaba tendida en el piso, su mundo se vino abajo al ver los ojos de la chica cerrados. Se inclinó hasta ella para revisarla.

—Keily, nena ¿Me escuchas? —Preguntó desesperado, retirando el cabello de la chica del rostro —. Háblame, mi cielo, por favor... — tocaba su rostro con desesperación —. LLAMEN UNA AMBULANCIA...

—Ya lo hice — llegó, Cristian, bastante preocupado.

Mientras Marcelo y Cristian estaban con Keily, Diego miraba la escena, estupefacto. En su cabeza solo rondaban las palabras de su hermano y la cara de dolor que ahora manifestaba. Su corazón comenzó a latir muy fuerte y no podía creer y mucho menos consentir, lo que ahora veía. La mujer de su vida, la que siempre ha amado está con el hombre que siempre a odiado, su hermano.



♡🌟♡

🌟♡NOTA DE LA AUTORA♡🌟

CAPÍTULO NUEVO


ESPERO LES GUSTE.

Hoy le damos las gracias a nuestra querida Lizzzoloz por permitir que nuestros bebés se conocieran y se hicieron amigos. Fue para mi un placer escribir en mi historia sobre ellos y acertar en las ideas, ya que su dios, siempre estuvo de acuerdo conmigo y yo con ella cuando se apropió de mis personajes en su historia. Hoy despedimos a Camino de Espinas de esta su casa, pero no se crean, más adelante veremos más de ellos. ESTA NO ES UNA DESPEDIDA, ES UN HASTA LUEGO.

Se les ama mucho Imanol, Bianca, Dorian y Sinclair.

Las amo mucho con demasiado, mis guerreras 💕

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