≪•◦ ❈◇Capítulo 61◇❈ ◦•≫


¡Saludos, mis amores!

En esta ocasión, dedico este capítulo a una persona muy especial. Muchas gracias por estar y por ese apoyo incondicional que brindas tanto a MI PERDICIÓN COMO A CAMINO DE ESPINAS.

ERES UNICA, CIELO frangil2425

AHORA SIII... VAMOS A LEER. 📖 📕

Me siento un poco frustrada, estoy diseñando una de las salas de estar de una de las casas del Proyecto Perla. Mercedes, dio instrucciones para el amueblado y por más que he tratado de ajustarlo en mi boceto, no he podido, tengo muchos días en esto. Es un poco más de las cinco de la mañana, me levanté más temprano para trabajar en este aspecto.

Vuelvo a trazar la línea con la escuadra de 45° unos centímetros más a la derecha y casi chillo frustrada, no me sale. Alicia, me dijo que tratara de encontrar la forma de ajuste y que, si no lo hacía para mañana, me diría que es lo que le falta.

Ella ha sido una excelente instructora, he tenido que hacer muchas preguntas, pues no es un secreto para nadie que experiencia no tengo, solo tengo varios bocetos que han salido de mi imaginación y nada más.

Ahora me encuentro nerviosa, aprieto mis ojos porque no me gusta sentirme tan presionada por mi misma y últimamente es lo que estoy haciendo. Suelto el lápiz que tengo en mano y bajo la cabeza al escritorio, apoyada en mis antebrazos.

—¿Qué te pasa? — su voz es suave, pero preocupada, levanté la mirada para encontrar mi cielo azul personalizado. Se acerca a mi y poza una de sus manos en mi mejilla. — ¿A quien debo golpear por ser la razón de ver esos ojazos así?

Eso definitivamente me hace sonreír y a él también.

—A mi — dije con una sonrisa haciendo que el rubio frente a mi frunza su ceño mientras me analiza y suelta un suspiro lento.

—Pues mi oferta de golpear al culpable se cae por completo — dice suavemente haciendo que sonría —. Cuéntame.

— Es que por más que he tratado de encajar esto — señalo el boceto de la mesa, él lleva su vista ahí — no me sale, Mercedes pidió una medida en especifica y he tratado, pero...

Hago silencio.

— ¿Qué te ha dicho, Alicia? — Preguntó —. Ella debe instruirte.

—Me lo dejó de tarea — dije sonriendo — me hizo saber que lo descubriera por mi misma y que si no lo hacía para mañana, ella misma me explicaría que es lo que debo hacer.

El rubio me mira pensativo.

— ¿Y te molesta que ella te asigne esas tareas?

Niego con la cabeza.

—No, no me molesta, ya lo ha hecho antes y me ha ido bien, al final termino cumpliendo con su asignación, siento que cuando descubro por mi misma las dudas que me puedan surgir, el aprendizaje es más significativo.

— Eso es cierto, mi cielo — masculló él y lo observo con admiración—. Déjame ver el boceto y explícame lo que buscas.

Se coloca de pie detrás de mi, pero tiene que inclinarse un poco para poder ver mejor.

— Mercedes quiere que este juego de sofás que tienen estas medidas — señalo mis apuntes — estén en esta sala, pero por más que trato de acomodar ambos no caben.

— A ver... — lo escucho mascullar —. ¿Te dio otras instrucciones para esta sala?

Niego con la cabeza.

—Me dijo que solo quería ver esos sofás y esos accesorios en esa sala, que hiciera lo que fuera necesario.

— Muy bien — dice el rubio, observando el boceto —. El gran problema es que para esta sala esos muebles son muy grandes.

— Lo sé, aunque si caben en ella, se vería todo sobrecargado, la decoración quedaría fatal y en vez de parecer un espacio acogedor, resultaría desagradable.

— En eso tienes razón — dice mirando minuciosamente el plano de la casa — ¿Qué hay aquí?

— Es otra sala, aún la decoración está en proceso.

Se queda pensativo.

—¿Qué pasaría si está pared no estuviera?

— Pues se unirían ambas convirtiéndose en una.

— Exacto, pero no es lo que ella quiere.

—No, quiere seguir conservando ambos salones.

—Entonces, lo que necesitas es...

— Derribar ese muro de acá, pero... — Dije un poco más animada, señalando el plano — ¿Qué hacer si lo derribamos?

Muerdo el lápiz mirando el boceto. Unos segundos después, lo miro y me encuentro con la perdición misma, sus ojos.

Dios mío, nunca me voy a acostumbrar a su forma de mirarme y desarmarme por completo.

Trago saliva y vuelvo a mi realidad, ahora si veo el camino un poco más claro y todo gracias a Marcelo.

— Creo que si quitamos este muro y colocamos dos torres de esta manera... — le platico la idea que se me ha ocurrido gracias a sus consejos — este salón quedará más amplio y este será afectado en espacio, pero si acomodamos los muebles y otros accesorios, no habrá problema.

Le expongo todo lo que se me ha ocurrido y él me escucha con atención. Después tiempo transcurrido, ya tengo todo más claro.

— ¿Ya sabes que hacer?

Doy un asentimiento.

—Hay que remover.

— Si — responde él —. Te dieron libre albedrío para hacer de ese espacio lo que quieras.

—Muchas gracias, Marcelo — dije mirando sus ojos desde abajo, él aún permanece de pie.

—Estoy seguro que ese es el objetivo primordial de Alicia, que te des cuenta por ti misma de todo.

Me quedo pensativa.

—Lo sé — dije después de unos segundos, volviendo la mirada al boceto y mordiendo mis labios — pero a veces siento que no merezco esta oportunidad y que hay gente con mucha más capacidad que yo.

—No digas eso, Keily, mereces estar ahí por tus méritos — se coloca en cuclillas delante de mi, sus manos descansan en mis muslos desnudos — la gente ha observado lo que has hecho, tus bocetos, tu trabajo, el apoyo que siempre le has dado a ese departamento de esa empresa sin recibir nada a cambio, ningún beneficio has tenido, solo lo hiciste para ayudar a tus compañeros de trabajo — Suelta esto con tanta seguridad, no sabia que pensaba eso de mi y eso me calienta el corazón —. Estas en ese puesto por que lo mereces, porque tienes un gran talento diseñando y porque le pones corazón a todo lo que haces.

Se hace un silencio ambos nos miramos y trago saliva, mientras que una sonrisa tira de mis labios, nunca lo había escuchado expresarse de esa manera, no tenía ni idea que sabia esas cosas de mi.

— Para estar ahí, no fue solo decisión de Alicia, para eso se reunió un equipo experto y observaron tu trabajo y se determinó que podías lograrlo teniendo una asesoría a tu lado, pues al no tener experiencia, necesitarías ayuda para aquellas dudas que surgieran — desvío la mirada a otro punto, no sé porqué tengo tantos sentimientos encontrados. Escucho como este emite un suspiro lento —. Ven aquí.

Hace que me ponga de pie y procede a sentarse en el lugar que me encontraba, en la mesa de diseñar que mi hermano me regaló el día de mi cumpleaños y palmea su regazo para que me siente sobre él, mi perfil queda de lado.

—Mírame — pidió al tiempo que rodeada mi cuerpo por la cintura y obedecí de inmediato —. Dime que es lo que te pasa.

Tiene su ceño un poco fruncido y no puedo dejar de admirar cada una de sus facciones, ver su rostro iluminado levemente por la luz que proyecta mi lámpara de estudio, hace que un hormigueo se apodere de mis labios y me anime a besarlo, pero me contengo desviando la mirada a otro punto.

—No es nada...

—No vuelvas a decirme que no es nada importante, Keily — me interrumpió con voz suave, pero firme —. Todo lo que digas, no importa qué, siempre, siempre será de gran importancia para mi.

Al mirar sus dos pozos azules, no puedo evitar perderme en ellos y complementado con sus palabras hace que mi pecho se caliente de una manera especial.

Desde mi posición sobre su regazo, puedo visualizar su rostro iluminado levemente por la luz que emite la lámpara y se ve tan guapo, tan hermoso que me cuesta no suspirar por él ahora mismo.

—Gracias por hacerme sentir de una manera tan especial, Marcelo — susurré, al tiempo que llevé una de mis manos a su mejilla.

— Es que eres especial, nunca dudes de ello, niñita — responde de la misma manera haciendo que miles de mariposas revoloteen en mi estómago —. Ahora dime que sucede.

Lo miro.

— Solo tengo miedo — me sincero y su rostro se vuelve aún más preocupado —. Tengo miedo a fallarle a Alicia, a True Style y... a ti.

— ¿A qué te refieres?

Trago saliva.

—Todos ustedes han puesto su confianza en una persona que no tiene experiencia, han puesto en mis manos un proyecto millonario, Marcelo y... — desvío la mirada a otro punto, me da tanta vergüenza, pero él toma mi rostro por el mentón y hace que lo mire, sus ojos azules son indescifrables, su rostro se encuentra libre de expresión —. En ocasiones, creo que han puesto mucho en mis manos y que no podré con todo esto.

Se hace un silencio entre los dos.

—¿Sientes que esto es mucho para ti? — Preguntó.

—Es que solo basta con esto que acaba de ocurrir, por ejemplo, ¿Cómo no supe ver eso que me explicaste hace un momento?

—Debes trabajar en equipo, ingenieros, diseñadores, cuando estés así, con dudas es valido buscar apoyo. Para eso elegiste personas que son excelentes en su campo.

—Tienes razón, pero esto quise lograrlo por mi misma y ya ves.

—No respondiste mi pregunta, ¿Sientes que es mucho trabajo?

—Si es mucho, pero estaba convencida de que podía con todo, pero...

— Se presentó esta dificultad — me interrumpe y doy un asentimiento sin mirarlo —. Es normal que eso suceda — lo miro —pero siempre debes tener presente que tú, mi cielo, puedes con todo, — lleva un mechón de cabello detrás de mi oreja que se me había escapado —nunca dudes que por más difícil que veas el camino, tu puedes lograr todo aquello que te propongas. Vas a encontrar trayectorias más difíciles que esta y no debes dejar de creer en ti, en lo que eres y tus conocimientos por tropiezos que solo están en medio para tu aprendizaje, es decir, solo sirven como lecciones, Keily.

Estoy sin palabras, ahora mismo me encuentro observando a Marcelo Sandoval con admiración, es increíble que de su boca hayan salido tantas palabras hermosas, pero sobretodo, tan ciertas.

Como seres humanos que somos tenemos derecho a luchar por nuestras convicciones, nuestros sueños, lo hacemos luchando como guerreros incansables, pero llega un momento en donde nuestros brazos, pies y fuerza de voluntad flaquean, nos cansamos de echar esa pelea que, en ocasiones, parece no tener fin y es entonces cuando caemos de manera abrupta en el suelo, nos duele y empezamos a convencernos a nosotros mismos que ya no damos más, que no hay fuerza para levantarse. Sin embargo, no es tiempo de quedarse ahí, es tiempo de mirar hacia atrás y ver el largo camino recorrido y preguntarte si vale la pena seguir lamentándose o levantarte, tratar de limpiar tus rodillas y seguir caminando con ellas heridas, pero dando guerra, porque eso es lo que somos, personas que nos caemos mil veces y nos levantamos dos mil más con mucha más fuerza.

Me siento afortunada en encontrar personas en mi vida que me ayuden a dar un empuje cuando lo necesito, cuando me este convenciendo a mi misma de que no puedo. Es realmente reconfortante escuchar a Marcelo decirme esas palabras, a Elena, Lisbeth, Fran Irene, mi madre y mis nuevas amigas porque debo agradecer en gran manera a Bianca y sus palabras tan acertadas, por que tuvo mucho que ver en el rompimiento de este trato del cual hemos evitado hablar.

Marcelo sostiene mi rostro por el mentón y lo miro, su ceño se encuentra fruncido en señal de preocupación. Le sonrío en agradecimiento y él hace lo mismo, pero aliviado.

—¿Estas bien? — Pregunta, mientras afirmo con un movimiento de cabeza y suelta un suspiro profundo.

Lo observo con detenimiento y sin decir ni una sola palabra, sus ojos nunca se despegan de los míos.

—¿Qué pasa? — insiste.

— Quiero besarte — suelto de repente y sonríe aun más.

— ¿Y qué esperas para hacerlo?

Sonrío en el acto, contagiándolo.

No dudo ni un momento en juntar mis labios con los suyos, lo beso lentamente, pero con firmeza siendo correspondida inmediatamente.

Besar sus labios me hacen sentir en otro universo, estoy tan adicta a sus besos, a su forma de hablarme y susurrar en mi oído que tendré muchos problemas cuando no los tenga. Unos segundos después nos separamos y dejamos nuestras frentes apoyadas.

—Gracias por decirme tantas palabras hermosas, por tu apoyo, por siempre estar — anuncié con una sonrisa de agradecimiento —. Encontrar a alguien que nos hable de la manera que hoy lo hiciste conmigo, no tiene calificativos. Muchas gracias, cielo mío.

— No tienes nada que agradecer, solo lo dije la verdad — acuna mi rostro con ambas manos —. Cuando te vi aquella vez en el club, diste pelea a alguien mas fuerte que tú, nunca te vi rendirte. En tu trabajo eres excelente, muy colaboradora y te gusta ver crecer el equipo, eres admirable, Keily.

Mi corazón da latidos acelerados, y mis emociones están al millón es por eso que de un momento a otro me prendo de su cuello y hablo sin meditar:

— No sabes cuanto te quiero...

Lo siento tensarse y es cuando me doy cuenta de lo que dije, tengo tanto miedo de que se aleje por esto. No sé cuanto tiempo transcurre, pero para mi es mucho, no quiero que se cierre por mi culpa. Es entonces, cuando sus brazos rodean mi cintura y soltando un suspiro lento, habla:

— Al igual que tú, yo también lo hago — soltó de repente y sentí mis ojos cristalizarse al escucharlo.

No puedo creer que lo dijera que haya aceptado y mostrado algo de lo que siente, es un gran paso para Marcelo y estoy tan orgullosa. Mi corazón va tan deprisa que temo quedarme sin él.

No digo nada, lo único que hago es abrazarlo más fuerte que antes, pues conociendo un poco de sus barreras lo ideal es no hablarlo, no ahora. Unos segundos después, nos separamos un poco, aún estoy en su regazo. Nos miramos fijamente a los ojos y estos entablan su acostumbrada conversación, no hay necesidad de nada más.

—Quiero que me prepares café — le dije de repente y sonríe con picardía —. Me encantó como lo hiciste el otro día.

Levanta una de sus rubias cejas.

—Querrás decir, la leche con el café — manifestó con media sonrisa, le correspondo, sonrojada.

— De todos modos, es café — solté, llevando mis labios a los suyos para darle un beso fugaz y continúo rozando nuestras narices — ¿Me lo vas a preparar?

—Si me lo pides así, no podré negarme — enunció, al tiempo que dio un rápido beso en mis labios haciéndome reír.

—Gracias, cielo.

Nos damos un par de besos entre risas y coqueteos. Unos minutos más tarde, me pongo de pie y él hace lo mismo, pero quedamos muy cerca.

— Voy a preparar tu leche con café — dijo con media sonrisa.

— Gracias — doy un beso y vuelvo a hablar muy cerca de sus labios —. Mientras lo haces, me daré un baño.

Levanta una ceja en mi dirección.

— Y si dejamos la leche con café para más tarde y te acompaño a darte ese baño — manifestó, seductor haciendo que mi cuerpo quiera más de él.

Sonrío en sus labios mientras niego.

—Quiero mi café, señor Sandoval — dije y sonrió en mis labios.

— Esta bien, esta bien — se rindió —. Ve a darte un baño mientras preparo tu leche.

Sonrío.

Después de besarnos como locos, el se moviliza a la cocina y yo a la habitación para organizarme e ir a trabajar.

Llegamos a True Style, Marcelo se encuentra muy concentrado aparcando el vehículo, no hablamos mucho en el trayecto, cada uno venía sumidos en nuestros pensamientos.

—Sana y salva, señorita —dice al tiempo que abría su puerta para bajar del vehículo. Unos segundos después, como todo un caballero, abre el lado de copiloto — Te dije lo hermosa que te ves con esa ropa.

Sonreí inmediatamente, sonrojada.

—Si, ya me lo dijiste muchas veces — respondí acercándome a él y procediendo a arreglar su chaqueta, sonríe al instante mientras mira mis labios —. Muchas gracias, señor Sandoval, usted está guapísimo, aunque eso ya lo sabes.

Sonríe mientras se acerca y besa mis labios.

— Aprovecharé para ir a mi oficina por unos documentos — Susurra para mi, sus manos están en mi rostro, sus ojos en mis labios —. Debo ir a la constructora el día de hoy, tengo unos pendientes que resolver.

— Gracias por traerme, cielo — le digo con una sonrisa pícara.

— Siempre es un placer pasar tiempo contigo, niñita — susurró para luego besarme.

Nos separamos por obligación para adentrarnos tomados de la mano a la casa diseñadora, por lo menos hasta donde no nos encontremos con nadie, pues entiendo perfectamente lo que hay entre nosotros.

Marcelo llega a su ascensor personal que lo lleva al departamento donde está ubicada su oficina y yo tomo el que me corresponde para ir a mi lugar. Nos despedimos con una sonrisa y, el muy idiota, guiña un ojo ante de que la puerta de la caja metálica se cierre por completo, el calor sube a mis mejillas, no sé cuando me voy a acostumbrar a esto.

Ya en la oficia, me pongo a trabajar con algunos pendientes de la casa que esta en remodelaciones, debo preparar el informe para la junta que tendré en algunos días con la junta directiva, puesto que se cumple el plazo de la primera entrega de los bocetos, tengo todo casi listo.

Tocan a la puerta y se escuchan que pasan de inmediato.

—Jefa — Ricardo llama mi atención, levanto la cabeza para mirarlo — necesito que cheques el correo privado, te envié unos datos que debes colocar en el boceto manual, esos que me sugeriste la semana pasada.

Doy un asentimiento desde mi lugar, estoy sentada en la silla detrás de mi escritorio.

—Muy bien, Ricardo. Lo checaré de inmediato — dije con una sonrisa —. Muchas gracias.

Dice un par de palabras más y se marcha. Sigo diseñando y revisando los trabajos del equipo, a simple vista se puede contemplar lo comprometidos que están con esto.

— ¡Querida! —entra Alicia a mi pequeña oficina, la miro y sonrío —. Ya revisé los bocetos que me enviaste a la oficina con María, admito que me siento satisfecha.

—Me da gusto que haya cumplido tus expectativas, tienes claro que son las ideas provisionales.

— Así es, cariño — dijo, mirándome a los ojos —. Me pregunto como lograste hacer eso por ti sola, no era una tarea fácil.

Sonrío.

—No lo fue — confieso con tranquilidad —. Admito que llegó un momento en donde me vi frustrada.

Ella me da media sonrisa.

— Para esas cosas debes tener paciencia, linda — me deja saber —. Pero lo importante es que lo lograste.

—Si — respondí con una sonrisa —. Pero te confieso que obtuve ayuda — ella se incorpora mejor en su lugar, está sentada frete a mi —. Sin la ayuda de esa persona no lo hubiera logrado.

Hablar de Marcelo Sandoval siempre traía sus consecuencias, que mi cara enrojeciera y que mis dedos se sintieran tan fríos.

—Vaya — dice Alicia, sonriente —. Eso está muy bien, me imagino que quien te ayudó tiene conocimientos de ingeniería —mis mejillas se calientan aun más —porque solo una persona con esos conocimientos daría esas sugerencias.

Doy un asentimiento.

—Si, la persona que me ayudó es un ingeniero — dije tratando de actuar normal, pues con tan solo recordar a mi rubio, las mariposas comienzan a hacer de las suyas —. Me dio varias sugerencias, pero las dos que te plantee en el boceto son las que más se asemejan a lo que la señora Beltrán, pidió.

— Si, así es — dice Alicia con una sonrisa cómplice —. Esa asignación tuvo como objetivo que aprendieras a buscar ayuda, no importa si es fuera o dentro de tu equipo de trabajo. Sé perfectamente que se te da muy bien trabajar en conjunto, lo haces excelente, pero no estás limitada a los chicos que están contigo en el proyecto —habla con seguridad y con mucha profesionalidad —. No te limites en buscar asesoría, Keily, que por más eficaz que seamos, en ocasiones, necesitamos de un par de ojos más que miren lo que nosotros no podemos.

Y ahí esta la voz de la experiencia hablando. Son las palabras que el mismo Marcelo, me dijo. Me siento tan aliviada.

—Pensé que debía de descubrir la manera por mi misma — confesé a mi jefa y ella sonríe —. Por eso no pregunté a nadie.

—El hecho de que ese ingeniero misterioso te haya sugerido, no significa que estas dejando de hacer tu trabajo, al contrario.

—Muchas gracias, Alis — le digo con una sonrisa —. Gracias por instruirme y decirme las palabras adecuadas.

—Debes aprender a delegar funciones, el proyecto es tu responsabilidad por que en tus hombros tienes la carga pesada, pero no por eso debes saturarte de trabajo y romperte la cabeza con ciertas situaciones, tienes un equipo capaz que te pueden ayudar y si no buscar apoyo externo es la opción, querida.

Sonrío porque tiene razón.

— Entendí perfectamente lo que me quieren decir ambos — hago silencio al darme cuenta de lo que he dicho. Alicia levanta una ceja con media sonrisa —. Bueno, este... quiero decir...

Muerdo mi labio inferior y mi cara comienza a arder.

— ¿Ambos? — dice con una sonrisa pícara —. Al parecer mis palabras coincidieron con las de alguien más, ¿Verdad, Keily?

— La verdad es que si — dije, sonrojada al recordar a mi rubio.

— ¿Puedo saber de quien se trata? — Preguntó achicando los ojos como si sospechara.

—Me lo reservaré...

— Y yo lo descubriré — manifestó, desafiante mientras sonreía y mis mejillas se calentaron a millón —. Estoy bromeando, chica. Mirar esas mejillas tan coloradas me dan ganas de seguir haciéndolo — confesó entre risas —. Solo dales las gracias por su colaboración.

Se pone de pie y hago lo mismo, dice unas palabras más y se marcha.

El día pasa volando, he hablado con Bianca, hoy van a casa, haremos una cena en donde también estarán el rubio y Cris.

— ¿Ya nos vamos? — Preguntó Elena entrando a mi oficina —. Hoy te ayudaré a preparar la cena.

Sonrío ante lo que dice.

— Cualquier persona que te escuché — hablo al tiempo que recojo algunas cosas de mi escritorio, estoy de pie — diría que sabes cocinar, Elena.

— Bueno, Kei — dice entre risas — te veré cocinar.

Ambas reímos al tiempo que tomo mi bolso y salimos de la oficina para ir a mi departamento.

Una vez en casa, quito mis zapatos dejándolo en medio de la sala y voy directamente a la cocina a adelantar algunas cosas.

—¿Te ayudo a picar esto? — Preguntó la pelirroja, tomando un cuchillo en sus manos.

Camino rápidamente hacia donde se encuentra recordando la última vez que la vi usar uno de esos.

— Y ver como te cortas los cinco dedos de una mano... — suelto quitando con cuidado el cuchillo de sus manos —. No, gracias.

Rueda los ojos y se cruza de brazos.

— Si no me dejan nunca aprenderé — se queja, Elena —, aunque pensándolo mejor, para eso soy rica, puedo darme el lujo de pagar una cocinera.

— Pues a mi me gusta la cocina, puedo enseñarte cuando quieras a cocinar.

— Aunque no lo creas, me gustaría aprender a cocinar.

La miro con extrañes, no parece que ella esté diciendo eso.

—¿Quieres aprender a cocinar?

Me mira un poco avergonzada.

—Bueno, si. Me gustaría.

Sonrío mientras me acerco a ella.

—¿Algún motivo en especial? — me mira con su carita roja, nunca la había visto así —. Dime, Elie.

—Solo quiero aprender a preparar platos por mi misma quiero que cuando vayan a mi casa poder atenderlos como se merecen.

Que Elena dijera esas palabras me sorprende mucho, pues no es de esas personas que se preocupan por nada. No quiero agobiarla con mis preguntas, son muchas y sé que me contará cuando se sienta lista, porque estoy más que segura, que hay otro motivo más.

— Puedo enseñarte a cocinar cuando quieras — me mira con sus ojos brillantes, una sonrisa sincera y gigante en el rostro.

—¿Es en serio? — Preguntó, doy un asentimiento de cabeza mientras sonrío —. Muchas gracias, Kei.

Me abraza y la verdad es que me da gusto que se encuentre tan contenta, ella lo merece.

— Ahora toma el cuchillo de esta manera y comienza a picar esto — le paso algunas verduras — en cuadros pequeños.

Ella comienza a picar, lo hace de espacio y sonrío al ver lo concentrada que esta.

— Harás la salsa que le pondremos al pescado a la Talla y yo haré la sazón de la carne.

Ella me mira horrorizada. — Kei, no. Es muy rápido, yo...

Sonrío.

— Lo harás bien, yo te explicaré.

Me mira bonito, así como es ella.

— Gracias, nena — dice con media sonrisa —. No sabes cuanto te quiero.

— Yo también, Elie.

Ambas tenemos los ojos cristalizados.

— No seas tonta, vamos a cocinar, nada de lágrimas — soltó, volviendo a lo suyo, picar verduras.

— Dañas los buenos momentos, Elena, eres una antirromantica.

Comenzamos a reírnos de nuestras ocurrencias, Elena prepara paso a paso la salsa correspondiente y una ensalada, en lo que a mi concierne, hice lo demás incluyendo los postres.

Pasan alrededor de tres horas y decidimos ir a darnos un baño, pues ambas olemos a sazón y especias de la cocina.

Ya arreglada me dirijo a la cocina y me encuentro con Elena mirando curiosa el horno.

— El pastelón es muy fácil de hacer, quiero perfeccionar la práctica.

Sonrío.

— De seguir así te volverás una experta en la cocina.

— Quiero sorprenderlo — suelta, emocionada con una gran sonrisa. La miro y ella hace lo mismo —. Tu sabes que hablo de Cristian, quiero que se trague sus palabras.

Eso me hace reír.

— ¿Qué fue lo que te dijo para que despertara tu interés por la cocina?

— Me dijo que nunca pondría la cocina de su casa en mis manos porque la quemaría, es un idiota.

Río con ganas mientras acomodamos algunas cosas para llevarla al comedor.

— Ese Cristian, es un exagerado y lo sabes.

— Lo que es, es una sanguijuela sinvergüenza — dice entre risas al tiempo que me ayuda a poner la mesa —. No tiene filtros para andar con sus bromas.

—No me lo insultes así, por favor.

Me mira indignada.

— Mira que, si eres traidora, Keily Elizabeth — dice, apuntando con su dedo índice —. Ahora lo vas a defender.

— Claro que lo defiendo, todo el mundo lo hace — solté riendo al tiempo que acomodaba los cubiertos —. Hasta tu lo haces.

— Eres una... — No encuentra las palabras.

— Voy a la habitación a buscar mi celular — le Interrumpo para que no diga palabrotas —. No olvides colocar las rosas en un jarrón.

—Esta bien, lo haré.

Elena decidió encargar unas cuantas rosas rojas para colocarlas en el salón, dijo que las quería de mis favoritas.


Hace un momento escuché el timbre sonar, al parecer han llegado, eso me emociona muchísimo, tener a mis amigos aquí es un gran placer y saber que mi rubio precioso también esta, me emociona al triple.

Voy a la sala y es cuando escucho a Bianca hablar:

– ... Y tu hermoso estas igual que ella muy bien...

No se de que hablan, pero al verlos tan juntos, me da cierta alegría interior que no puedo explicar.

— Sí, yo también estoy muy bien – responde Imanol con picardía mientras la atrae por la cintura y da un beso en las mejillas.

— ¡Awww! Pero que tiernos se ven — solté alargando la w, me acerco a ellos para saludarlos a cada uno con un abrazo —. Viste, nena. Te lo dije —miro a Bianca con picardía mientras le guiño un ojo —. Se ven hermosos.

Ella se sonroja.

— Gracias Keily, pasamos a comprar un vino para la cena y un postre – habla Imanol, mientras me extiende una bolsa.

— No se hubiesen preocupado por eso, pero igual gracias — miro a la pareja, han llegado solos, ¿Será que no vendrá más nadie? — ¿Y Marcelo y Cristián? Pensé que estaban juntos.

— Y así fue, pero Marcelo debía ir a un lugar antes no deben tardar en llegar — dice Bianca y no puedo evitar preguntarme a donde iría.

— Bueno, mi casa es su casa, pasen y siéntense mientras esperamos que ellos lleguen.

Comenzamos a platicar de cualquier cosa mientras ellos llegan.

— En verdad me da tanto gusto verlos así de feliz — me sincero ante los chicos quienes están sentados uno al lado del otro en el sofá —. Se ven tan hermosos.

— ¡Son unos hermosos! — manifestó Elena, alegre.

—Muchas gracias — habla Imanol, sonriendo de lado —. No podía estar más tiempo lejos de esta mujer.

Da un beso en la mejilla de Bianca. No puedo evitar preguntarme si algún día Marcelo diría lo mismo de mi, ambos estamos sumergidos en algo que no tiene nombre ni explicación, que a la larga puede salir bien, pero también existe el riesgo de perder y salir herido.

En ese barco con dirección incierta, he decido navegar, quiero apostar mi llegada a un puerto seguro y no a una travesía que me llevaría al naufragio.

—Keily — llama, Imanol mi atención, todos me miran — ¿Estas bien? Te quedaste ida, como si estuvieras en otro lugar.

Elena me mira como si supiera y Bianca también.

— Si, claro. Lo estoy — respondí, dudosa, jugando con mis dedos —. Solo que me emocioné al ver lo hermoso que es el amor y ver parejas tan lindas como ustedes poder manifestarse su amor con libertad.

—Todo a su tiempo, Keily — habla Bianca con una leve sonrisa —. Todo a su tiempo.

— La paciencia es un don a cultivar y más en estos casos — agrega, Elena.

—Disculpen que quizás este de entrometido, pero Marcelo y tú hacen una pareja estupenda, lo que no me queda claro es que son.

— Es algo complicado — digo con media sonrisa.

— ¡Ustedes lo hacen complicado! — hablan Elena y Bianca al unísono con tono cansado, haciendo que sonría.

Imanol también sonríe bonito.

—Si me permites opinar — me mira a los ojos y doy un asentimiento de cabeza —. Luchar es la clave para vencer, nunca debemos rendirnos y tu forma de mirar a Marcelo Sandoval dice lo mucho que lo quieres y lo poco que él deja ver de sí, me ha dejado ver la manera tan especial con la que te mira.

—¿Cómo tú me miras a mi, hermoso? — indagó, Bianca con los ojos brillantes.

Son tan lindos.

Imanol gira su rostro hacia ella.

— Como yo te miro a ti, mi hermosa — responde con una sonrisa, da un beso en los labios de esta para luego mirar hacia mi —. No sé lo que hay entre ustedes, pero de lo que estoy seguro es que existe algo mágico, ¿Verdad, hermosa?

Ella sonríe.

— Así es — responde ella.

—Todo el que los conoce ve eso — complementa, Elena —. Ambos se ven perfectos, son bellos, pero tercos y para eso el único remedio son personas más tercas aún.

— Tú y tus locas ideas no me convencen del todo, Elena.

Todos ríen.

— Un empujón no cae nada mal — dice, Imanol.

— Imanol — llama, Elena, su atención —. Tú como hombre enamorado dinos un par de consejos para hacer reaccionar a ese bombón andante de una vez y por todas.

— No se a que se refieren, pero denle tiempo...

Comienza a hablar sobre cómo funciona el sistema de enamoramiento de los hombres para unos es muy fácil expresarse y decir lo que sienten, pero para otros no lo es, pues necesitan su tiempo para hacerlo.

Pasa alrededor de media hora cuando se escucha el sonido del timbre, sonrío inmediatamente porque sé que son ellos. Me pongo de pie para abrir la puerta y una sonrisa enorme adorna mi rostro al verlos, traen consigo unas bolsas.

Saludo a Cris y él hace lo mismo, nos damos un abrazo.

—Estas muy hermosa, mujeron andante — susurró en mi oído haciendo que sonría.

— Ya suéltala, Cristian — pidió, Marcelo en un susurro y Cris rueda los ojos.

— Bueno, tal parece que tendremos mucho vino para degustar el día de hoy – dice una Elena muy animada detrás de nosotros.

— Y tu triste por eso — le replica Cristián ganándose una mala mirada de la pelirroja al tiempo que se separa de mí —. Todo en juego Elenita, solo es broma.

Marcelo y yo quedamos de frente, nos miramos a los ojos y mis mejillas se calientan al mirarlo, esta guapísimo, hoy lleva solo una camisa blanca remangada hasta los codos, pantalones de vestir de color gris oscuro y sus zapatos negros. Al parecer dejó su chaqueta en algún lado. No puedo dejar de babear por tan divino ser, pero él tampoco puede dejar de mirarme y es algo que me pone nerviosa y pongo en marcha mi escape...

— Si.... Bueno, antes de que ocurra un asesinato — hablo mirando a los chicos y por el fuego que destilan los ojos de Elena hacia Cristian, mejor prevenir la guerra — porque no mejor pasamos a cenar ¿Qué dices lindura? ¿Ya todo esta listo, cierto? — esta asiente afirmando — perfecto solo falta colocar unas cosas. Bianca vamos, dejemos a los chicos aquí mientras colocamos todo en la mesa.

— Esta bien – dice esta para ponerse de pie, pero antes le da un beso a Imanol mientras le susurra algo y viceversa.

Cuando ya estamos en la pequeña cocina puedo respirar profundo, los efectos que causa la presencia de Marcelo Sandoval en mi, son impresionantes.

— Kei, deja los nervios — pide Bianca al tomar unos de los platillos que están sobre la encimera —. Ustedes son tan lindos.

— Unos tercos es lo que son — agrega, Elena —. No se si te has dado cuenta del aura que se forma cuando están juntos.

Mis mejillas comienzan a calentarse.

— Chicas, ya por favor — pido avergonzada —. No ayudan mucho el día de hoy.

Ambas ríen.

—Bianca, necesito que me hagas un favor — pide, Elena con picardía y entrecierro los ojos —. En un momento cualquiera pregunta por...

Es así como se ponen de acuerdo y hasta mi me involucran, no se cual es la intención de Elena con todo esto.

Todos estamos en la mesa degustando la cena y no es porque la hayamos echo Elena y yo, pero quedó deliciosa.

—Creo que no volveré a comer en otro lado, desde ahora en adelante tendrás que poner un plato extra en la mesa, Kei — dice, Cristian —. Todo esta delicioso.

— No tengo problema, mi Cris, cuando quieras venir.

—No le digas eso que después no querrá salir de aquí — dice mi rubio.

—Esas manitas tan lindas prepararon este delicioso pescado, esas carnitas y ese pastelón — dice embobado por la comida haciéndome reír —¿Quién lo diría?

Pongo mala cara, me indigna que haya pensado lo contrario.

— Te dije que cocinaba delicioso — vuelve a hablar Marcelo.

— Si te lo dijo — intervine, Imanol con una sonrisa —. Esto está delicioso.

Marcelo estuvo hablando de mi comida con los chicos, Dios mío, de tan solo pensarlo, mis emociones se ponen a millón con ese simple echo.

— Creo que engordaré en estas semanas — habla Bianca —. No puedo dejar de comer estas delicias.

— Yo te amaría igual, hermosa — dice su compañero mientras se acerca para darle un beso en las mejillas.

— La verdad es que no cociné yo sola, Elena me ayudó.

Cristian se atraganta a causa de mis palabras ganándose una fuerte palmada en la espalda por parte de Elena.

— ¡Imposible! — dijo Cristian, aun tosiendo —. Ella no prepara platillos deliciosos, suele quemar las ollas.

Elena pone mala cara y sonrío al igual que los demás.

—Pues ese pescado que casi has devorado tu solo lo preparé yo, estúpido — soltó la pelirroja, orgullosa.

— ¡Mentira! — enunció, mirándome mientras que yo le asentía con la cabeza. Vuelve su mirada a la pelirroja, ella lo mira desafiante y orgullosa —. Sigo diciendo que es mentira, eh.

Dice al tiempo que toma lo que queda del pescado para comerlo, sé perfectamente que dijo lo último para hacer enojar a Elena. Ambos comienzan su acostumbrado juego de ver quien come la comida más picante y así nos hacen la velada más amena.

Al cabo de un rato, ya hemos terminado de cenar y Bianca pone en marcha la petición de Elena.

— ¡Qué rosas más hermosas, Kei! — dice la morena, mirándome pícara y yo casi me atraganto con el jugo —. Creo que me dijiste que eran tus favoritas.

Imanol la mira y ella se pone roja.

— Si, hace unas horas tocaron la puerta y la trajeron — agrega, Elena.

Un silbido por parte de Cristian se escucha.

—Por parte de Diego no son, ese no sabe ni cuales son tus favoritas — lo miro fulminante, no tiene ni que mencionarlo — ¿Qué? Es la verdad.

Marcelo se mantiene en silencio, mirando las flores, las cuales tienen una tarjeta que ya leí.

—Te trajeron flores — logra decir mirándome, Bianca y Elena, se miran cómplices a punto de reír.

—Bueno, la verdad es...

—Creo que es hora de ir por el postre — intervine Elena, interrumpiendo la explicación de las flores —. Vamos, Kei.

Marcelo me mira y yo a él, pero ninguno se atreve a decir nada.

— Están locas — solté llegando a la cocina —. No había necesidad de eso, ¿Qué quieren lograr con todo esto?

—Que se de cuenta que hay más personas detrás de ti — expresa Bianca al llegar a la cocina —. Ya preguntó que quién las había traído — continúa con una sonrisa —. Esta celoso, Kei.

— Esa es la intención, nena — dice Elena, mirándome —. Dar un empuje a sus sentimientos.

— Gracias, chicas en verdad — nos damos un abrazo grupal las tres.

—Para eso estamos — dice, Elena.

—Claro que si — dice, Bi, sonriente.

Ambas me ayudan a llevar los postres a la mesa y comienzan a repartirse entre ellos mismos, el rubio no come porque no le gusta el dulce.

Voy a la cocina, me dio tiempo de hacer un postre sin azúcar para cierta persona que no mencionaré.

Cuando estoy de regreso, lo coloco en su lugar y me mira extraño.

— Sabes que no me gusta el dulce, Kei — aclaró inmediatamente y mis mejillas se calentaron.

— Yo me lo quedo — pidió, Cristian estirando el brazo hacia mi para que le dé el dulce.

— Deja — dice Elena al tiempo que da un manotazo a Cristian —. Todo lo quieres para ti.

—Pero no me maltrates así, estrellita hermosa — dice entre quejidos el castaño, parece niño pequeño.

—Pobrecito — dice Bianca, sonriendo e Imanol la mira con adoración —. No lo maltrates, Elena.

— ¡Qué suerte la tuya! — dice Imanol con una sonrisa —, te salen defensoras por todos los lados.

—No me puedo quejar — dice Cristian, sonriendo entre quejidos.

—Sé que no te gusta el dulce — dije volviendo la mirada hacia el rubio —. Pero este no tiene endulzante, lo puedes comer si deseas.

— ¿Lo preparaste solo para mi? — Preguntó con media sonrisa.

Doy un asentimiento con mi cara ardiendo.

—Mi oferta sigue en pie — habla Cristian — si no lo quiere me lo como yo.

Marcelo lo mira fulminante.

— Es mi postre, no comerás de él, idiota.

Cristian pone mala cara y todos ríen. Voy a mi lugar a comer mi ración de postre, a mi me encanta el dulce.

— Yo solo decía — dijo el castaño con la boca llena de dulce —. Quiero más.

—Voy por el — propongo haciendo un ademán por ponerme de pie, pero siento una mano en la mía.

— Come primero — dice, Marcelo, en un susurro —. Él aún no termina de comer ese.

—No te preocupes, Kei. Yo mismo voy y lo busco, al fin y al cabo, se donde esta todo aquí.

Marcelo lo mira interrogante y el castaño le sonríe victorioso.

—Uy — dice Imanol, divertido —. Alguien quiere morir esta noche.

Es así como todos pasamos una velada tranquila y divertida. Llego el momento de despedir a Bianca e Imanol quienes fueron los primeros en marcharse. Elena y Cristian, están en la cocina, decidieron lavar los platos, dijeron que no querían a nadie más en la pequeña cocina.

—El postre estaba delicioso — dice Marcelo atrayéndome más a él, estoy en mi sofá favorito, sus piernas —. Muchas gracias, mi cielo.

Sonrío.

— Fue un gusto prepararlo para ti — dije mientras acercaba mis labios a los suyos para darle un beso —. Aunque con más gusto te doy estos besos.

Vuelvo a besarlo, acomodándome mejor en su regazo.

— Ah, ¿Sí? — susurró en mis labios para unos segundos después, volver a besarme —. Para mi es delicioso besarte — me da un beso en los labios — mimarte —me besa la nariz, sonrío —. Y...

—¿Y...? — insistí al ver que no continuaba y lo veo sonreír.

— Eres muy curiosa, Keily Andersson— me da otro beso —. No voy a decirte nada.

Me dice y pongo mala cara.

— Entonces no habrá más besos — solté y frunce su ceño, sonrío victoriosa.

—Y hacerte mía.

Mi respiración se detiene en el acto mientras mis mejillas empiezan a calentarse.

—Eres un pervertido.

— Tú me obligaste a decirlo — dijo, riendo —. Ahora no te quejes.

Río con ganas.

— No me estoy quejando — dije entre risas.

El solo me mira y no puedo evitar sentir tantas mariposas en mi interior. Amo cada detalle de él.

—Eres impresionante, tienes la sonrisa más preciosa que haya visto— dice sin apartar sus ojos de mi —. Sonríe por siempre, Keily.

Mi corazón da volteretas exageradas al escucharlo, sonrío para él y lo abrazo desde mi postura en su regazo.

—Eres todo un romántico, Marcelo Sandoval.

Sonríe.

—No sé lo que es eso, niñita — ambos nos quedamos quietos, sin decir nada, mirando nuestros ojos—. Tenemos que hablar de un tema que no has querido tocar.

Se a lo que se refiere.

—¿Qué es? — Pregunté, mordiendo mis labios y desviando la mirada.

Toma mi mandíbula con delicadeza para que lo mire.

—Tú sabes de lo que hablo — dijo y me pierdo en sus ojos por algunos segundos —. El acuerdo que hicimos aquella vez.

—¿Qué acuerdo? — finjo demencia y él sonríe por inercia —. No recuerdo haber hecho nada.

Sonríe a sus anchas.

—Es en serio, Keily — ahora habla seriamente.

—No recuerdo nada — vuelvo a decir y el comienza a negar con la cabeza.

Suelta un suspiro profundo.

— Si sabes que has perdido, ¿Verdad? — frunzo mi ceño.

— No he perdido.

— Si, lo hiciste niñita — dice muy convencido y le pongo mala cara —. Y quiero mi premio.

Dice esto mientras rodea mi cintura con sus brazos y entra sus manos por debajo de mi blusa para acariciar mi espalda.

—Yo gané ese trato hace un tiempo, cielito lindo — solté muy convencida —. Pero dime que es lo que quieres de premio en caso de que sea cierto y hayas ganado.

Sonríe con sus ojos brillantes.

— No quiero que te sientas obligada a hacerlo si no quieres — comienza y juraría que se puso un poco nervioso.

—¡Vaya! Estoy totalmente intrigada — solté.

—Siempre te he llamado "niñita endemoniada", ¿Cierto?

— Cierto — estuve de acuerdo, mirando sus orbes hecho fuego desde arriba, pues al estar sentada en su regazo debe levantar la cabeza para mirarme.

— Lo que quiero es que tú... — comienza a decirme lo que quiere y no puedo evitar ponerme roja, no puedo creer que quiera eso.

—Eres un maldito pervertido y yo no haré eso... — dije rápidamente con mi cara ardiendo.

Suelta un suspiro cansado.

—Tenía que intentarlo al menos— dice dando un beso en mis labios —. Dime lo que quieres tú.

—Una cena en París, quizás — bromeo y me mira.

—¿Eso quieres? ¿Ir a París a cenar? — Preguntó, serio.

Sonrío.

— Quién no querría ir solo a cenar a París con una persona especial, es el sueño de toda mujer, pero... Es una broma, tontolino, — le digo pinchando sus mejillas con mi dedo índice, su mirada es indescifrable, su rostro esta tan serio en estos momentos que decido pedirle algo que lo haga sonreír —. Lo que pido es que cantes para mi.

Sonríe divertido.

— No haré eso, nunca — dice y sonrío al recordar.

—Recuerdo que, hace no mucho tiempo, alguien me dijo "Nunca digas nunca" — enuncié con una gran sonrisa.

— ¡Auch! Eso fue un golpe bajo, nena — dijo al tiempo que llevaba una mano a su corazón y la otra descansaba en mi cintura —. No recuerdo haber dicho eso.

— Nunca dije que fueras tu, cielo — solté sonriendo —. Tu sólito te delatas.

Ambos reímos, sus ojos nunca dejan los míos. Me parece que esto fuese un sueño, pues compartir cada instante con Marcelo, es magia para mí.

—Eres una mujer tan lista, eres sorprendente – me dice.

— Esta mujer lista y sorprendente — mascullo rozando nuestras narices y una sonrisa que no puedo borrar de mis labios —. Muere por besar a un hombre rubio — doy un beso fugaz –, inteligente, sorprendente...

— Pues ese soy yo — me besa.

Sonrío correspondiendo al beso por unos segundos.

—No dije que fueras tu... — digo entre besos al tiempo que me acomodo más en su regazo, el lleva sus labios a uno de mis oídos.

—No, pero hablaste de un hombre guapo, inteligente, sorprendente y rubio — murmuró y siento mi piel arder cuando su aliento golpea mi rostro —. Yo tengo todas esas características, preciosa mía.

Sonrío.

— Eres un egocéntrico de mierd...

Sus labios se apoderan de los míos con firmeza haciendo que un estallido eléctrico muy agradable recorra mi cuerpo, su lengua demandante pelea con la mía queriendo demostrar quien tiene el control, llevo mis brazos alrededor de su cuello y aprovecho para acercarlo más a mi. Marcelo lleva sus manos por debajo de mi blusa en busca mis senos y es entonces cuando pasa...

— Si saben que en ese sofá se sientan las visitas — me separo rápidamente del rubio, la vergüenza se apodera de mi y mis mejillas deben estar rojisimas —. Estuve sentado ahí, hace menos de una hora, par de inconscientes.

Marcelo suelta un suspiro lento.

— Ya deja de molestar, idiota.

Ya no recordaba que había alguien más en mi casa.

— No puedo creerlo, molestando otra vez — reprendió, Elena, con los dientes apretados, jalando por la oreja a Cristian —. Vamos, que te faltan unos platos que secar.

— ¡Aw, aw, aw! — se quejó el castaño mientras la pelirroja tiraba de él para volver a la cocina —. No lo vuelvo a hacer, lo juro.

Marcelo y yo reímos.

—No recordaba que estaban aquí — le dije sonriendo.

— La verdad es que yo tampoco — manifestó al tiempo que me daba un beso en la nariz —. ¿En qué estábamos?

Nuevamente toma posesión de mis labios, le correspondo inmediatamente, sintiéndome perdida en él.

— Elena, se quedará conmigo hoy — le hago saber al despegar nuestros labios.

—Eso quiere decir que soy el que tiene que irse.

Doy un asentimiento muy cerca de su rostro.

—Es usted el que tiene que irse — dije de manera pícara —. Aunque si quieres quedarte...

— De seguro tienen que hablar cosas de chicas — dijo, casual con una sonrisa de lado —. Y yo no soy una chica.

— Eso me ha quedado bastante claro, Señor Sandoval — dije cerca de su oído, seductora. Me muevo en su regazo, su erección habla por si solo.

— No juegues conmigo, niñita perversa — dijo en un hilo —. Que el que Cristian y Elena, estén en esa cocina, no me detendrán para hacerte mía.

Mi corazón va todo galope.

—No eres capaz —lo reto sin una pizca de vergüenza, sus ojos brillantes me dicen que he dado en el clavo con sus intenciones.

—Estaba esperando que dijeras eso — enunció, al tiempo que se ponía de pie conmigo encima para dirigirse a la habitación.

— Marcelo...

— Nadie nos escuchará, será rápido y silencioso, lo prometo.

—Eres un demonio, Marcelo Sandoval — solté entre risas, sosteniéndome de su cuello.

—Tú me haces ser un demonio, nena — dijo al tiempo que me besaba con vehemencia y apretaba sin ningún pudor mi trasero.

Cuando llegamos a la habitación, me pone en la cama con cuidado. Ambos nos ayudamos a deshacernos de nuestras ropas, nunca dejamos de mirarnos y sonreír.

Y es así como me hace suya. Cumplió con su palabra, fue rápido y silencioso. No puedo evitar sentirme en el cielo en ese momento, pues la conexión de mis ojos con los suyos nunca desapareció.

Elena se quedó conmigo esa noche, me confesó todo lo que sentía por él castaño, ya me había dicho algo aquella noche en el club, esta tan ilusionada que contagia a cualquiera con su alegría.

Yo también me confieso con ella, aunque lo mío es demasiado obvio. Ambas nos quedamos dormidas en el cuarto extra de mi pequeño departamento, dijo que mi habitación ya no era solo mía y que respeta los espacios conyugales. Le puse mala cara, pero ella comenzó a reírse se mi. Fue así hasta que nos quedamos dormidas, ya mañana era un día más y había que ir a trabajar.

La mañana se ha ido muy deprisa ya es un poco más de las once y estoy totalmente sumergida en unos bocetos, ya tengo casi todo listo para su presentación en unas semanas, tanto el diseño a mano como el digital, están casi listos.

Me tomo unos minutos y me dirijo a buscar unos archivos en la oficina de Alicia, aprovecho su experiencia y le hago algunas preguntas sobre un diseño de la cocina. Ella me da respuesta inmediata y, si, eligió el que ya tenia previsto.

Cuando voy de regreso a mi oficina, me distraigo un poco leyendo las anotaciones que hizo mi superior.

—Keily — lo escucho decir y me tenso de inmediato. Levanto la mirada y me encuentro con sus dos pozos negros —. ¿Cómo estás, muñeca?

Su semblante es de alivio como si estuviera esperando encontrarse conmigo.

— Estoy bien, gracias —respondí a su pregunta, sus ojos no dejan de mirarme.

Sonríe aliviado.

—Vine a buscarte, necesitamos hablar.

—No creo que este sea el momento adecuado ni el lugar, estoy trabajando, Diego.

— Sé que si no es de esta manera no hablaremos, tu no tienes interés de hacerlo, Keily — su tono de voz es amargo, le duele.

—Hace muchos meses dejamos las cosas claras, pero para ti no ha sido suficiente — le dije con calma.

— Te dejé tranquila un tiempo, no quise molestarte para que pensaras bien las cosas, pero ya no puedo más con todo esto que siento aquí — pone la mano en su pecho—, es como si te hubiera perdido por completo.

—Me perdiste desde aquella vez y lo sabes, Diego — mascullé, mirándolo —. Tu y yo no tenemos más nada que hablar, te pido que hagas tu vida y me dejes continuar con la mía de una buena vez.

Lo he herido, me lo dicen sus ojos cristalizados.

—Ya no me amas, ¿Verdad? — Niego con la cabeza.

Un silencio se apodera de este pasillo.

—Ya no te amo, no lo hago — sus ojos están tan tristes ahora.

— No, no lo creo, no — se acerca y por instinto retrocedo, pero no es suficiente.

Me toma con ambas manos por el rostro, trato de resistirme, pero me es imposible, por el forcejeó, los papeles que tenia en las manos caen al piso, y de un momento a otro besa mis labios por algunos segundos.

— Eres una zorra — la voz de Natalia se escucha y Diego, se separa de mí quedando como escudo protector, ya que la rubia venia sobre mi —. Te dije que te alejaras de él.

—No te atrevas a tocarla — gruñe, Diego atrapando las manos de Natalia —. O no respondo.

—Es una perra, una zorra — vocifera con rabia — ¿Cómo se atreve?

La verdad es que estoy tan agotada de esta situación, tanto Diego como Natalia merecen que les aclare un par de cosas.

—Escuchen bien los dos — ambos giran hacia mi, Diego me mira con devoción y Natalia con desprecio, pero no me importa en absoluto —. Quiero que entiendan algo.

—No quiero escuch...

—Si lo harás — interrumpo a Natalia con firmeza —. Ambos me tienen harta con sus estupideces, al parecer no entienden.

Se hace un silencio y como nadie habla continuo:

— Natalia, no estoy detrás de Diego, entiende eso por favor, ya no me interesa y sabes desde cuando — le digo con desesperación —. Enfócate en mirar mejor lo que hace porque es él que no deja de buscarme y ya estoy cansada de que no lo veas así, si no al revés.

— Es que eres tú la que...

—No, no soy yo, entiéndelo de una buena vez — la interrumpo nuevamente. Ambos me observan con un poco de sorpresa —. Es él ¿no lo ves? No creo que seas tan ciega.

Su expresión cambió radicalmente, ya no quiere pegarme.

— En cuanto a ti — señalo a Diego, quien traga saliva cuando lo miro fulminante —. Entiende que lo nuestro se acabó, tienes el descaro de venir a buscarme cuando aún tienes algo con esta, no es que me importe, pero quiero que estés claro en que estoy enterada, en fin, no cambias— le digo con calma y firmeza —. Ya no te amo, entiéndelo bien, NO TE AMO, así con letras grandes, —hago mímica con las manos abiertas — dejé de hacerlo hace mucho tiempo — el dolor que proyecta su mirada en verdad me da empatía, pero no hay vuelta atrás —. No me busques, porque será para nada, hoy les planteo que cada quien continúe con su vida, yo lo hice con la mía hace mucho tiempo, pero al parecer, a ustedes les ha costado un poco más.

—¿Es verdad lo que dice Natalia? — Preguntó, Diego en un susurro –– ¿Amas a alguien más? ¿Sales con alguien más?

Miro a la única rubia del lugar, ella me desafía a responder, sé que ella lo dice por lo que supuestamente bien en aquella ocasión con Moisés en la oficia.

Miro a Diego a los ojos para dar mi respuesta contundente.

— Si, estoy irremediablemente enamorada de alguien más — confesé sin titubear pensando únicamente en mi rubio —. Amo a alguien más y ese no eres tú, Diego.

Camina rápidamente hacia mi y me toma por el brazo.

— Eso es una gran mentira — manifestó con los dientes apretados —. No lo concibo, es... eso es... No, Kei, no.

— Lo es — digo tratando de zafarme, pero no lo consigo —. Esa es mi verdad, amo con locura a alguien más, entiéndelo de una buena vez.

Sus ojos destilan fuego y en ellos se encuentran la negativa de mis palabras.

— Lo dices para lastimarme, no es en serio — gruñó afianzando su agarre, me esta lastimando —. Tu no puedes dejar de amarme, no.

— Yo te lo dije, amor — la voz de Natalia se escucha, esta nerviosa —. Te dije que había alguien más en su vida.

—Tu cállate... —gruñó el pelinegro a la rubia.

— Suéltame, me lastimas — pedí frunciendo un poco el ceño y tratando de soltarme sin éxito.

—¿Quién es, Keily? — Preguntó desesperado, afianzando más su agarre en mis brazos —. Te hice una pregunta, ¡Responde!

Y como si la vida quisiera responderle, una voz potente se escucha:

—Suéltala ahora mismo, Diego — todos llevamos la mirada al rubio quien tiene su rostro libre de expresión, aunque su mirada es la de un león acechando su presa.

Cristian se encuentra a su lado con su ceño fruncido.

Mis ojos inquietos vuelven hacia Marcelo, su porte seguro lo caracteriza, se encuentra de pie con un porta planos en su hombro izquierdo, al parecer no hace mucho a llegado. Cristian, está a su lado de brazos cruzados, su rostro libre de expresión.

— Hermano...

— Te dije que la sueltes, ahora — su tono es demandante.

Lo hace, Diego, me suelta. Y por inercia llevo mi mano a la parte por la cual me sostenía.

El duelo de miradas entre los dos hermanos es angustiante.

—Lo lamento mucho, muñeca. Yo...

Marcelo lleva la mirada a mi brazo y aprieta su mandíbula al ver que esta un poco rojo.

— ¿Estas bien? — Preguntó hacia mí, ignorando totalmente a su hermano y lo miro.

— Si, lo estoy — respondí, honestamente.

— Ven aquí — me pide, quiere corroborarlo por si mismo, su ceño se frunce al mirar que la parte afectada está un poco roja, todos nos miran. Me toma del brazo de manera delicada y su rostro se vuelve más serio de lo normal — ¿Te duele?

Niego con la cabeza. Me suelta lentamente y me coloca detrás de él.

—Mira, kei, esto es tuyo — dijo Cristian, entregándome los papeles que se me habían caído.

— Gracias, Cris.

Me da un asentimiento.

Miro a Marcelo, este mira a Diego y viceversa, el primero está enojado, el segundo confundido al ver el trato de su hermano hacia mi.

— Escúchame muy bien, Diego — comenzó Marcelo, con su rostro indescifrable —. No vuelvas a tocarla, nunca.

—¿Porqué? Ella es mi novia — dice el pelinegro.

Estoy a punto de protestar, pero el rubio lo hace sin ningún reparo.

—No, no lo es, te lo ha dejado muy claro ¿No?

—Ella solo está enojada, no sabe lo que dice.

Mi indignación es tan grande que doy un paso hacia delante para protestar ante lo que ha dicho, pero Cristian, me sostiene por el brazo de manera delicada y me indica con un movimiento de cabeza que no es el momento. Sin embargo, no puedo quédame callada, miro a Diego directamente a los ojos.

—Te he dicho hasta el cansancio que no hay nada entre nosotros, hace mucho tiempo que lo nuestro acabo. Entiende eso de una buena vez.

—Te amo, muñeca —siento como los músculos de Marcelo, se tensan al escuchar a su hermano.

Esta vez se hace un silencio filoso, nadie se atreve a decir nada, pero esta vez tampoco me quedaré en callada:

—Sin embargo, yo no te amo.

La decepción de Diego es realmente dolorosa, sé que sufre, pero ya no quiero alimentar sus esperanzas. Ya no más.

—Eso es imposib...

—Ya deja de estar haciendo el ridículo —dijo Natalia, dolida y avergonzada —. Acepta que...

—¡Te dije que te calles! —gritó el pelinegro.

Inmediatamente, Natalia hace silencio y un par de lágrimas ruedan por sus mejillas.

Diego, vuelve a mirarme y con dolor en sus ojos, comienza a hablar:

—Sé que he cometido muchos errores —trata de acercarse hasta donde estoy dando solo un paso, sin embargo, Marcelo que se encontraba en silencio hasta el momento, habla:

—Te dije que no te acerques a ella —su voz sonó tan fría que mi piel se ha erizado totalmente.

— ¿Y quién eres tú para darme órdenes? — se acercó Diego al rubio y por un momento temí lo peor.

Marcelo da tres pasos en su dirección.

— Soy ese que te lo dejará en claro de la manera que sea si no haces lo que te pido, no me va a importar que seas mi hermano — dijo Marcelo, con la mandíbula apretada —. No me gusta que abusen de las mujeres y mucho menos de ella.

— Ella fue la que inició todo, Señor Sandoval — enunció Natalia, titubeante y con lágrimas en los ojos, todos la miramos —. Mi Diego, no hizo nada de lo cual avergonzarse.

La miro incrédula.

— No me importa como haya sido — vuelve a decir el rubio de ojos azules —. No vuelvas a tocarla. Mantente alejado.

La cara de Natalia es épica, no entiende nada.

La mirada de Diego es de total confusión, mira su hermano y luego a mi. Tengo miedo de que esto se salga de control.

—No haré lo que tu digas — soltó, el pelinegro, entre dientes —. Además ¿A qué viene todo esto? ¿Qué diablos te importa a ti si la busco o no?

Esa pregunta me hace mirar a Marcelo con más ahínco y mi corazón va a toda velocidad.

Los ojos de Marcelo son dos bolas de fuego que enuncian que dirá la verdad, aquella que no hemos ocultado, pero que tampoco hemos tenido intenciones de publicar.

—No tengo que darte explicaciones de ningún tipo — comenzó el rubio con gesto pétreo — pero ya que insistes, te la daré. Esa mujer— me señala sin dejar de mirarlo — es mi...

—Marcelo, él nuevo socio está es la empresa — Interrumpió, Cristian, seriamente —. No nos conviene hacerlo esperar.

El ambiente del pasillo es tenso, casi todos tenemos nuestra respiración en pausa.

— Es mejor que nos vayamos, Diego — dice la rubia mirándolo —. Yo te hago saber todo lo que quieras. Vámonos por favor.

Ella lo toma del brazo y comienza a tirar de él.

— Esto no se quedará así – expresó, Diego, alejándose.

—Me avisas cuando y donde, estaré esperando — contraatacó, Marcelo.

Al otro no le da tiempo a responder pues Natalia se lo llevó a rastras, es cuando puedo respirar.

El rubio lleva ambas manos a su rostro, esta frustrado. Unos segundos después se acerca a mi y me toma con delicadeza por el rostro

—Dime si en verdad estás bien — me pide, preocupado —. Porque si me dices lo contrario, te juro que...

—Estoy bien — me apresuro a decir llevando mis manos a su rostro, el besa mi frente y otras partes de mi cara —. No pasó nada.

—No lo quiero cerca de ti, ¿Me entiendes? — dice con desesperación y su mirada refleja lo serio que es esto para él —. Prométeme que si se acerca me lo dirás — me mira insistente —. Promételo, Keily. Por favor.

Y para su tranquilidad lo hago.

—Lo prometo – me mira con cautela y sonrío levemente.

— Bien — dijo al tiempo que daba un beso en mi frente —. Cualquier cosa, debes decirme ¿De acuerdo?

— De acuerdo — respondí.

Da un corto beso en mis labios y luego me abraza, le correspondo de inmediato. Sus brazos son el único lugar en la que me encuentro segura, en donde no siento miedo y donde puedo estar en paz.

—Debo ir a la sala de juntas — dijo, separándose un poco y acunando mi rostro con ambas manos —. ¿Vas a estar bien?

— Si, lo estaré.

— Si quieres cancelo todo y nos vamos de aquí — propone y sonrío en el acto —. ¿Qué me dices? ¿Nos vamos?

—Debes tranquilizarte, Marcelo — le dije, sonriente —. Tienes una junta con el nuevo socio y no la vas a cancelar — aparta un mechón de cabello de mi rostro —. Ve a la junta y nos vemos más tarde.

—¿Comemos juntos? — vuelvo a sonreír, si es que lo dejé de hacer en algún momento.

Niego con la cabeza y él frunce su ceño.

— Tengo una cita muy importante a la cual no puedo faltar.

— Ah, ¿Sí? — masculló, rodeando mi cintura —. Será con la persona que te envió flores el día de ayer.

Sonrío.

— Es con alguien más.

—Tendré que pelear muy fuerte contra muchos.

—Eres un exagerado.

—Es tu culpa — dice, sonriente mientras me da un beso —. Por ser tan completamente preciosa.

Le sonrío al tiempo que estrello mis labios con los suyos, besándonos de manera lenta mientras él me atrae más por la cintura, yo rodeo su cuello como de costumbre.

— En serio me dará un ataque diabético con ustedes dos — habló, Cristian haciendo que nos separaremos.

— ¿Aun estabas ahí? — Preguntó, el rubio con una sonrisa.

— ¿Tú que crees? — dijo, girando sus ojos —. Debemos irnos, esto es importante.

— Esto también lo es, Cristian — manifestó Marcelo, con tranquilidad mientras dada un beso en mis labios, nunca suelta mi cintura —. A niveles inimaginables.

Sonrío.

— Y después le dices a ella que no eres un romántico, idiota.

Eso llama mi atención y lo miro inmediatamente.

—¿Cómo sabes que...?

Marcelo lo mira fulminante por algunos segundos y con eso es suficiente para Cristian. Marcelo vuelve a abrazarme.

—No diré nada — me interrumpió, levantando las manos en señal de paz, lo miro indignada —. Ni una palabra saldrá de mi boca.

—Ya encontraré la oportunidad de extraer información — dije, segura.

El rubio solo se limita a abrazarme por la cintura, su rostro se encuentra en el hueco de mi cuello.

—Nada obtendrás de mi, mujeron andante — sonrío ante su desafío.

— Eso ya lo veremos — aceptando el reto.

—No le ganarás, Cristian — manifestó, Marcelo desde su posición —. No acepta las derrotas.

Hago que me mire.

— Tú — le apunto con el dedo — y yo debemos hablar de eso, perdiste hace tiempo el reto, cariño.

Su sonrisa se acrecienta.

— Eso esta por verse, cariño — hizo hincapié en la última palabra.

Lo miro con los ojos pequeñitos y lo único que hace es sonreír. Vuelve a tirar de mi para abrazarme, platicamos unos minutos más y quedamos de acuerdo para vernos luego.

Quiso saber a donde iría a comer y con quien, pero lo dejé con las ganas, no le dije nada. Dijo que quería saber solo por precaución, no quiere que vaya a pasar algo. A otro que le crea ese cuento porque yo no me lo creo.

Ya que es hora de la comida y le pedí a Thomas que pasara por mi quién, muy amablemente, acepto encantado. Le pedí que por favor pasara a una pequeña tienda, quiero llevar algo a Martina.

En el trayecto platicamos de cosas triviales, no fue mucho porque la constructora esta cerca de la casa.

—Como no soy invitado de Martina —farfulló, Thomas, rodeando el carro —. Me voy al garaje, necesito hacer algunas cosas.

Sonrío.

—Esta bien, nos vemos más tarde.

Camino hacia la puerta principal y poncho el timbre, unos minutos después abre la puerta una chica de estatura baja, de algunos veintiséis años, es de pelo negro hasta los hombros y delgada.

— Hola — me saluda con una sonrisa.

— Hola — respondo —. Vengo a ver a Martina.

— ¡Ah, Si...! — exclamó aun sonriendo —. Debes ser la vendedora de cosméticos a domicilio.

Sonrío hacia ella.

— No, solo soy una amiga — aclaré, normal.

—Lo siento, me había dicho que vendría alguien que vendía productos y como vienes con un bolso.

Pero si el cosmético que traigo no se ve en la bolsa de obsequio ¿Porqué lo diría?

—No hay problema con ser una vendedora de cosméticos — dije y le regalo una sonrisa — ¿Puedo pasar?

— Claro...

— Gracias.

Se aparta y me deja pasar.

— Martina me debe estar esperando en la cocina, ahí es que quedamos de vernos.

La chica pasa su mirada desde mis pies hasta mi cabeza hasta incomoda me siento.

—¡Oh, esta bien! — soltó con una sonrisa bonita —. Me imagino que no quiere incomodar a Marcelo con sus visitas.

¿Marcelo? ¿Porqué no lo llama señor como todos los demás? Bueno, sus razones ha de tener, aunque no puedo evitar sentir curiosidad por eso.

¿Celosa, Keilisita?

No.

Tu te la cantas y te la lloras solita, mamacita. Dile eso al puño que sentimos cuando lo llamó por su nombre.

Ignoro totalmente a mi conciencia.

—Debe ser eso — respondí a sabiendas que no es cierto.

Marcelo me ha dicho que Martina es como su madre, no creo que le vaya a molestar que ella reciba una visita en su sala.

La sigo hasta la cocina y me encuentro con Martina muy arreglada, con un vestido floreado muy elegante, sus accesorios, sus zapatos de tacón moderado y su pelo suelto. En verdad esta muy guapa.

Sonrío al mirarla.

—Por fin ha llegado mi cita — dice con una sonrisa gigante mientras se acerca para saludarme con un abrazo —. Estas preciosas como siempre, niña.

—Muchas gracias — le digo, admirando aun más lo hermosa que esta —. Me he quedado sin palabras, estas mucho más que preciosa.

Las palabras que suele decir del que considera su hijo la hacen reír.

—Gracias, niña — responde, separándose completamente de mi mientras me da una sonrisa —. Ahora puedes sentarte ahí.

— Gracias.

Dirijo la vista al lugar y allí se encuentra una mesa grande preparada con todo lo necesario para degustar un delicioso almuerzo.

—Mirian, puedes ir al mercado por lo que pedí, por favor — pide, Martina mirando a la chica que abrió la puerta —. Ahora es el momento.

La chica le da un asentimiento y vuelvo a mirar a la señora de pelo y ojos castaños muy hermosos, quien me observa. Le sonrío, me corresponde de inmediato. Aprovecho para entregarle el pequeño obsequio, se trata de un set de maquillaje de cartera, no muy grande y una pulsera de Pandora que se caracteriza por tener un pequeño corazón.

Ella toma la bolsa encantada y mira su contenido, al parecer acerté cuando elegí comprar maquillaje, puesto que, siempre anda muy arreglada y hermosa. El set tiene tonos pocos comunes, pero que se usan muchísimo, espero y le haya gustado al igual que la pulsera.

Unos minutos después las dos estamos frente a frente sentada en el comedor de la cocina, ella a adoptado una postura seria y su forma de sentarse es tan derecha, tan correcta que cualquiera que la conozca y la vea no la reconocería.

—Te he invitado a mi dulce morada — comienza ella, manipulando de manera delicada la servilleta, yo hago lo mismo con una pequeña sonrisa —. Porque tienes unas cuantas cosas que aclarar, dulzura.

Frunzo mi ceño sin entender. Veo como sirve dos copas de vino, me ofrece una, le agradezco y se queda con la otra.

—No se a que te refieres, Martina — hablo, tomo un sorbo del vino, nunca dejo de mirarla, unos segundos después, continuo —. Podrías explicarte mejor, por favor.

—Por supuesto, es mejor hablar sin rodeos, Keily — definitivamente, dejé de respirar, la miro tomar de su copa y trago saliva, pues sea cual sea el asunto que ella quiere abordar, es serio —. Como comprenderás, Marcelo Sandoval, es lo más importante que tengo en la vida, es el hijo que Dios mandó para alegrar mis días — mis dedos se sienten tensos y cada palabra que sale de su boca la pronuncia con una seriedad absoluta —. No podría concebir que nadie lo dañe porque haría pedazos a cualquiera, por mi bebé soy capaz de lo que sea.

Tragué saliva al tiempo que mi piel se erizaba.

— Yo est...

—Lo único que quiero es que me aclares cuales son tus intenciones con mi niño, Keily Andersson — me he quedado sin palabras y mi corazón va tan deprisa que casi estoy hiperventilando —. Piensa bien lo que me dirás, por favor.

Ninguna despega la mirada de la otra. Me siento tan confundida.

— ¿Porqué me preguntas eso a mi, Martina?

—Porque en muchos años, eres la única mujer que ha conseguido tanto en poco tiempo — sonríe de sorna —. Tu no eres ninguna tonta, sabes lo que provocas en él. Así que dime ¿Qué sientes por mi muchacho?

Trago saliva nuevamente. La señora tiene toda la razón, no soy ninguna tonta, pero tampoco ninguna cobarde. Respiro pausadamente.

— Por su muchacho —comienzo yo con el corazón a millón —. Siento de todo — me da una sonrisa —. No sabría explicar con palabras mis sentimientos por él, solo... — me quedó pensando por algunos segundos —. Solo sé que daría mi vida por la suya si se presentara la oportunidad.

Se hace un silencio entre las dos. Sin embargo, vuelvo a tomar la palabra:

—Tengo las mejores intenciones con su niño, Martina — dije, sonrojada y sonriente —. Quiero enamorarlo completamente, que corresponda a mis sentimientos, con él lo quiero todo y con gusto iré con usted a descuartizar a quien sea que se atreva a hacerle daño.

Sonríe.

Su forma de mirarme es hermosa, me encanta como es tan transparente.

— ¡Vaya! — dijo, admirada, colocando sus manos sobre la mía—. Eso que dijiste fue muy profundo y sé que es verdad porque tu alma se refleja a través de tus ojos, eres transparente y honesta, mi niña.

— Eso decía mi padre cuando trataba de mentirle — digo con una sonrisa.

Ella sonríe de boca cerrada.

— Entonces he coincido con tu padre — doy un asentimiento, sonriente. Se hace unos segundos de silencio —. Ya que mencionas a tu padre, quiero saber un poco de tu familia.

Sonrío en conjunto con un asentimiento de cabeza.

—Tengo mi madre y un hermano mayor que yo, mi padre murió hace un poco más de seis años.

—Lo lamento — dice, Martina, empática.

—Muchas gracias —respondí y ella me escucha con atención —. Mi familia paterna es de los Ángeles California y allí crecí junto a mis padres y hermano. Tengo tíos y primos que viven en Toluca, tienen un rancho precioso.

—Hablas de ellos con admiración —manifestó.

—Mi madre y hermano son mi orgullo, los amo tanto — respondí con nostalgia comenzando a extrañarlos.

—Es hermoso que los hijos hablen así de una.

—Son mi adoración...

Sigo platicando de mi familia, le cuento a que se dedican y sobre la salud de mi madre. Martina, me dice que quiere a mi familia sobretodo a mi madre, dice que harían una excelente mancuerna.

—Muchas gracias por hablarme de tu familia, son adorables — habla con una sonrisa, se hace un silencio entre las dos, al parecer quiere preguntar algo, ella me miraba insistente.

—Puedes preguntar lo que sea, seré honesta contigo — le animé.

Me da un asentimiento de cabeza y media sonrisa.

—Lo haré y quiero que por favor seas lo más honesta posible, por favor — doy un asentimiento y ella continúa —. Tus ojos miraron a Marcelo, hace unos días en mi presencia y vi amor en ellos o ¿Me equivoco, mi niña?

Mi corazón late tan deprisa que temo quedarme descorazonada. Suelto un suspiro profundo para calmar mis nervios para luego responder:

—Tuvo que ser amor lo que viste, Martina, puesto que, es lo único que siento por él.

A ella se le cristalizan los ojos al tiempo que afianza su agarre en mi mano.

—Mi niño ha cambiado mucho de que estas con él — dice e inevitablemente, me sonrojo —. Sonríe más.

—No me atribuyas eso a mi — dije con mi rostro ardiendo.

—Es lo que pienso — dice con una sonrisa —. Pero bueno, eso no viene al caso ahora. Tu sabes que Marcelo Sandoval, es un hombre de decisiones firmes, pero es un poco terco para algunas cosas ¿Estas dispuesta a luchar contra eso?

— Lo estoy — respondí, segura —. Solo espero que él también esté dispuesto a hacerlo por mi.

Me refiero que también luche por derribar sus barreras no tanto por mi, sino por él mismo para que por fin pueda ser libre de eso. Yo estoy dispuesta a todo por él, pero no estoy presta a quedarme donde solo uno haga la lucha.

Me da una pequeña sonrisa y por la cara que veo en este momento, sé que preguntará algo que me incomodará.

—¿Y el otro? – preguntó sin dejar de mirarme y trago saliva —. Estoy enterada de tu relación con Diego.

— Hace mucho no existe tal relación — dije, segura.

Ella me da un asentimiento.

—¿Ya no hay un rastro de sentimiento por él?

—No, no lo hay — volví a confirmar convencida de que así es.

—Es lo mejor que he escuchado en mis años, niña — habla con una sonrisa mientras suelta mi mano, toma los cubiertos y presta atención al plato que tiene en frente —. Ahora vamos a comer, que esto frío no sabe bien.

Sé que Martina lo único que quiere es asegurarse de que Marcelo, él cual quiere como a un hijo no salga lastimado con todo esto, solo espero que tampoco yo salga herida. Pongo la atención al plato y comienzo a comer, pero unos segundos más tarde siento la mirada de ella, levanto mi rostro y se la devuelvo.

—Lamento mucho haberte puesto en esta situación — comenzó ella :
—. De indagar en tu vida como si tuviera derecho, pero lo más sorprendente de ti es que a sabiendas que no era lo correcto de mi parte, me diste gusto.

— Sé que solo estás preocupada por él y — me detengo por algunos segundos — por mi antigua relación con su hermano, créeme que lo último que quiero es que tenga problemas por mi culpa.

— No, niña, no... esos tienen problemas desde hace años atrás, — dice con obviedad —. Solo que ahora se van a potenciar porque según tengo entendido el otro aun anda atrás de ti.

No digo nada.

— Él todavía insiste, pero yo no quiero.

Ella vuelve a tomar mi mano y comienza a ganar con cariño.

— Todo va a estar muy bien, no te preocupes por nada.

Le sonrío.

—Gracias, Martina.

Me mira con malicia y entrecierro mis ojos. Comienza a picar un trozo de carne y habla así, sin más.

—No te voy a negar que me intriga muchísimo saber la razón por la que mi niño deja de venir a casa todas esas noches — casi me atraganto con la comida y mi rostro comienza a calentarse a niveles inimaginables —. Ya le pregunté y me dijo ciertas cosas que...

—No sigas — la detengo avergonzada y sonríe a sus anchas —. No continúes, por favor.

Ella no para de reír.

—Eres adorable, niña — dice recomponiéndose —.

—Hablemos de otra cosa ¿Si? — pido, suplicante y ella accede.

—Háblame de tu relación con el mal entraña de Dieguito — pide y doy un asentimiento.

Me sonríe bonito.

Comienzo a platicarle sobre cómo fue mi relación con Diego y el como conocí a Marcelo. Fue una comida que tuvo como objetivo, conocer de mi. Sé que ella está preocupada y para ser honesta, yo también. Al cabo de una hora más ya estoy de pie, me estoy despidiendo de ella cuando entra la misma chica que abrió la puerta al llegar.

—Traje todo lo que le pediste — manifestó al tiempo que colocaba las bolsas en la encimera—. Puedes corroborarlo.

—Muchas gracias, cariño — responde, Martina —. Ven. Te presento a una hija más.

Ella se acerca y las tres estamos a una distancia prudente.

—Keily, ella es Miriam, mi ahijada — comienza la mayor de las tres con una sonrisa —. Miriam, ella es Keily Andersson...

—Una hija más — completó ella, usando las mismas palabras que Martina había dicho antes —. Un gusto, Keily, ¿Te puedo llamar así?

Sonrío.

—Claro que puedes, Miriam.

Nos damos la mano y ambas sonreímos.

Me quedo unos mínimos minutos más platicando con la chica y Martina, admito que me cae bien, pero es momento de regresar a la empresa, debo terminar con unos pendientes. Thomas hace el favor de regresarme y, en el trayecto, platicamos de algunas cosas.

Es así como las horas y los siguientes días pasan volando trayendo con eso el fortalecimiento de nuestras nuevas amistades, el descubrimiento de ciertas verdades, la creación de nuevas parejas, unos sentimientos que son fortalecidos con el paso de los días, que va en crecimiento y que para eso no hay vuelta atrás.



♡🌟♡

🌟NOTA DE LA AUTORA 🌟

C

APÍTULO NUEVO.

ESPERO LES HAYA GUSTADO.

RECUERDEN IR A VISITAR EL PERFIL DE Lizzzoloz y leer su hermosa historia.

Aquí esta nuestra amada MARTINA, por lo menos me la imagino asi cuando suele arreglarse mucho: 👇

✨️✨️

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top