≪•◦ ❈. Capítulo 59 .❈ ◦•≫
Despues de salir de la constructora Sandoval, Marcelo y yo, vinimos a su casa, dijo que necesitaba hacer unas cosas y me pidió que lo acompañara. Solo unos minutos bastaron para llegar y, a lo que el rubio, se da un baño y se cambia de ropa, me quedo en la cocina platicando con Martina y Thomas, en verdad son muy amables conmigo, son adorables. Los tres estamos sentados en la cocina, tomando café, el mio con mucha leche, por cierto.
—Entonces se van solos por un fin de semana — soltó Martina, con picardía.
Mi cara enrójese.
— Al parecer estás quedando sorda, Mati — ataca Thomas con una sonrisita —. Ha dicho tres veces, que van ocho personas con ellos.
—Sí, Marcelo, nos invitó a todos a pasar un fin de semana en la playa — aclaro.
— Vaya, cuatro chicos para cuatro chicas ¿cuál es el tuyo? — la vergüenza surca mi rostro, su sonrisa pícara se acrecienta al máximo, esta jugando conmigo.
— ¡Por Dios, Martina! — grité alarmada — no lo mires de esa manera, no es lo que estás pensando...
— No sé ni para qué pregunté cual es el tuyo si se nota a leguas... — dice ella ida en sus pensamientos.
Thomas suelta un suspiro cansado al tiempo que toma su café.
— Cuando se pone intensa, ni te escucha, no pierdas tu tiempo.
—¿Siempre es así? — Pregunté con la cara como un tomate.
— Cuando se trata de su niño adorado, si — respondió él.
—¿Cuándo es que vienen? — Preguntó Martina y le brindo una sonrisa.
— Mañana, supongo. El lunes todos tenemos trabajo — hablo tranquilamente.
Ella me da un asentimiento.
— Quiero que vengas a comer con nosotros el lunes o martes ¿Qué te parece? — propone ella con una sonrisa gigante.
Frunzo mi ceño extrañada, pero no en mal plan.
— ¿A comer? — Preguntamos Thomas y yo al unísono.
— Si, a comer — determinó — sólo que si no es inconveniente, lo haremos aquí en la cocina, tú y yo.
Me extraña su petición, pero no me desagrada.
— No tengo inconveniente con eso, Martina.
Ella sonríe.
— En ese tú y yo, no quepo yo ¿Verdad? — dijo Thomas con cansancio.
— Exacto — soltó Martina con una gran sonrisa —. ¿Qué me dices, mi niña?
Doy un asentimiento de cabeza.
— Claro — digo con una sonrisa al ver la cara de Thomas — sólo dime el día y aquí estaré.
— Martes, vienes a almorzar conmigo.
—De acuerdo, entonces.
— Ah, una cosa más — Vuelve a hablar — al igual que Tnomas, Marcelo tampoco está invitado.
Eso me hace reir muchísimo.
— Esta bien — digo.
Thomas gira los ojos y se pone de pie para recoger las tasas.
— Ni falta que nos hace — masculló como bebé berrinchudo haciéndonos reír.
Miro mi reloj.
Se acerca la hora de ir al Paraíso de las aguas Rosa, tenemos el tiempo justo para llegar al aeropuerto, camino junto a Martina y Thomas hacia la sala para esperar a Marcelo, cuando llegamos a esta, ya él se encuentra al pie de las escaleras arreglando su reloj. Sonrío al ver su vestuario, se ha colocado el jersey mangas largas de color azul oscuro que le he regalado en conjunto con unos pantalones de color beige y unos tenis o zapatos deportivos de color blancos, me encanta ese estilo en él.
— Pero que guapo está usted — llamo su atención y me sonríe al nuestras miradas coincidir —. A ver, a ver, a ver... una vueltecita.
Me mira fulminante, mientras que Martina y Thomas, sonríen desde su lugar, están a mi lado, aunque un poco retirados.
— No haré eso — habla y le sonrío como un angelito levantando una de mis cejas
— Si, lo harás — determino y aprieta su mandíbula haciendo que mi sonrisa crezca —. Vamos, no seas amargado y da la vueltecita, vamos, vamos... — comienzo a aplaudir, sonriente. — una vueltita... una vueltita... una vueltita...
Suelta un suspiro cansado y lo hace, da su vuelta de manera lenta abriendo sus brazos, una pequeña sonrisa amenaza por salir de sus labios.
—Ya ¿Contenta? — Preguntó inmediatamente, pero su tono no fue áspero.
— Más que contenta, señor Sandoval — respondo, sonriente — Admito que está hecho todo un bombón.
Se pueden escuchar los susurros de Thomas y Martina, Marcelo los mira fulminante, pero luego me mira a mi y habla:
— Gracias — masculla al tiempo que se acerca y me toma de la mano — ¿Estas listas?
— Nací lista, cielo — susurré para él y me da un asentimiento en conjunto con media sonrisa.
— Se cuidan mucho, mis niños — habla Martina de manera tierna —. No hagan locuras.
— Pero si soy un angelito — respondo haciendo que todos rían.
— Pero del mal — masculló Marcelo y lo miro mortífero, sonríe victorioso, pero el muy idiota cambia de tema rápidamente —. Nos vemos luego, cualquier cosa pueden llamarme.
Ellos le dan un asentimiento mientras que pasan algunas palabras más, después de unos minutos, nos retiramos hacia el andén del jet que se caracteriza por las grandes letras que lleva en los laterales: Ing. Marcelo Sandoval.
Caminamos hacia donde encuentran los chicos, ya han llegado.
— Al parecer hemos llegado tarde — mascullo al oído de Marcelo —. Todos están aquí.
— Confieso que me gusta la gente puntual, no me gusta que me hagan esperar, pero supongo que hoy les tocó a ellos.
— No seas exagerado, aún faltan algunos minutos para la hora pautada, aún estamos a tiempo.
Suelta un suspiro cansado.
—Me gusta llegar por lo menos con media hora de antelación.
—Bueno, al parecer después que duermes conmigo has roto esos esquemas — suelto y mi rostro debe estar carmesí, el muy idiota sonríe — es decir, lo digo porque siempre llegas justo a tiempo.
Sonríe.
— Si, ajá — soltó sarcástico y sonrío —. Dime una sola vez que llegué tarde solo porque estaba contigo.
—Mmm —hago que lo pienso y continuo —, y aquella vez que saliste de viaje junto a Cristian, creo que fuiste a Buenos Aires.
Sonríe victorioso como si recordara.
— Aquella vez que nos besamos como dos locos en tu departamento — suelta de repente y me sonrojo.
Me mira, mi rostro ardiendo por la vergüenza que tengo, pero no me dejo intimidar, ni loca que estuviera.
— Si, exactamente, ese día fue.
Se detiene de golpe, en consecuencia, avanzo unos cuantos pasos dejándolo detrás. Giro hacia él y sus ojos me miran con admiración.
— Eres un pequeño demonio, Keily Andersson.
Sonrío ampliamente al tiempo que me dirijo hasta donde está para tomarlo del brazo y tirar de él.
— Venga que nos esperan.
Mi sonrisa es gigante.
Llegamos hasta los chicos, nos saludamos como siempre, con un fuerte abrazo.
— ¿Cómo están, nenas? — Pregunté.
— Todo bien — responde Sinclair — Muero por llegar al paraíso, este calor es infernal.
—Sí, la verdad es que hace mucho calor, quiero arena, playa...
— Y chicos sexys — interviene Elena, interrumpiendo a Bianca — Quiero ver una pasarela en la playa, chicos por aquí y chicos por allá con poca ropa.
— Por Dios, Elena — reprendo en un susurro — ¿No te da vergüenza?
Todas la miran y ella sonríe perversa.
— No, vergüenza daría no disfrutar la vista.
— Pero...
— Ya es hora — escuchamos a Cristian hablar — vamos a abordar el jet para que vayan a ver chicos con poca ropa.
Nos ha escuchado...
Inmediatamente cambiamos la conversación y hablamos de uno que otro tema al tiempo que subimos al avión. Transcurridos unos minutos prudentes, ya habíamos despegado e íbamos entre platicas, los hombres hablaban de negocios mientras que nosotras (Bianca, Sinclair, Elena y yo) vamos en silencio, decido que es un momento de informar algunos detalles del viaje.
— Ya todo está listo para recibirnos en los Chalet, son seis y todos tienen dos habitaciones, baños en cada una de estas, una sala, un recibidor y cocina, es decir, que son bastante cómodos.
— Yo me quedaré contigo Keily — es Elena quien habla.
— Esta bien, no hay problema, me imagino que Bianca, se quedará en otra con Sinclair o puedes quedarte con nosotras y hacemos una pijamada, son dos habitaciones, Elena puede dormir conmigo.
— Suena bien la idea, te la tomo y así dejo a los tortolitos solos – todas soltamos una carcajada.
El viaje fue súper rápido entre bromas y planes para distraernos un rato, llegamos al lugar y empezamos a bajar. En la pista de aterrizaje se estaban unos jeeps esperando por nosotros. Nos distribuimos de manera que Imanol, Bianca, Dorian y Sinclair van separados de nosotros.
Voy al lado del rubio, admirando el paisaje, es tan bello aquí. Miro en su dirección y tiene su cabeza recostada y sus ojos cerrados, frunzo mi ceño y procedo a hablar:
— Marcelo.
—¿Huh? — ronroneó sin inmutarse.
— ¿Estás dormido?
—No.
— Pues mira que hermosa vista tenemos, observa.
— Quiero descansar la vista, niñita.
— Eres un aburrido.
Lo siento sonreír, pero no abre los ojos en ningún momento.
—No es eso, niña berrinchuda, solo que al cerrar los ojos puedo ver mejores paisajes que este.
Mi corazón da dos saltos exagerados.
— ¿Me los puedes describir? — indagué emocionada.
Sonríe sin cambiar de postura.
— Sí, claro, algún día lo haré.
Giro los ojos, aunque no me pueda ver.
No digo nada y sigo disfrutando de la vista hasta que llegamos al lugar, es bastante hermoso y cálido, tal cual lo describieron mis amigos, aunque ya estuve aquí una vez hace muchos años junto a Elena y algunos compañeros de clases.
Estamos todos reunidos para esperar el recibimiento de los anfitriones del lugar. Una sonrisa se pinta en mis labios al mirar quienes se acercan a donde estamos.
— ¡Keily querida! ¡Mi amor, Elenita! – extiende sus brazos hasta donde estamos –. Cuanto tiempo sin verlas.
— Mi Juan hermoso – avanzo feliz hacia ellos y nos fundimos en un abrazo mientras Elena va con el otro chico llamado Miguel.
Siento una mirada pesada en mi espalda.
Elena y yo intercambiamos abrazos con Miguel y Juan, me da tanto gusto verlos, son excelentes personas. Miguel es más efusivo que Juan y me abraza hasta casi levantarme del piso.
De pronto, se escucha como alguien detrás de nosotros, se aclara la garganta y no necesito mirar detrás para saber que es Marcelo, al girar y mirar su expresión, me doy cuenta de que tiene el ceño un poco fruncido, los chicos se alejan de manera prudente, a decir verdad, la mirada del rubio es un poco intimidante. Me guardo una sonrisa porque todos se han dado cuenta de lo tenso que se encuentra en estos momentos. Se crea un silencio y decido llenarlo:
— Chicos, ellos son Juan y su esposo Miguel, dueños del Chalet Spa y Resort Paraíso de Agua Rosa.
Mi rubio precioso, es quien toma la palabra y se presenta, su semblante es serio y relajado al mismo tiempo.
— Buenos días. Soy Marcelo Sandoval — estrecha su mano hacia los anfitriones quienes la aceptan gustoso —. Es un placer conocerlos, gracias por recibirnos. Las señoritas son Sinclair y Bianca Vega, su prometido el Sr. Dorian Black, encargado de la seguridad de todos y mis socios Imanol Ferrer y Cristian Serrano.
Todos balbucean un mucho gusto. Juan y Miguel, dan una inclinación de cabeza.
— Bienvenidos todos, es un placer para nosotros recibirlos en nuestro paraíso. Para su mayor comodidad, les reservamos los seis chalets con mayor privacidad que tienen un espacio con playa privada solo para ustedes, vengan con nosotros por favor.
Caminamos detrás de ellos viendo todo a nuestro paso, este lugar es de ensueños. Al llegar a los Chalets, Dorian se encarga de la distribución de los mismos, pues al ser el encargado de la seguridad sabe cuál es conveniente para cada quien. Los hombres ocuparan los Chalet de los extremos, él y Sinclair, quedarían en medio, a su izquierda Bianca e Imanol, a su derecha Elena y yo, seguido de Marcelo y luego Cristian.
Decidimos adentrarnos a los respectivos Chalets, a ponernos ropa de baño para ir a la playa, la cual, es realmente de color rosa.
El chalet es un lugar muy acogedor y hermoso, estaba totalmente equipado para el fin de semana, es decir, no tendríamos que preocuparnos por nada.
— Me encanta — Chilla Elena, arrastrando su maleta y lanzando su bolso en algún lugar, siempre hace eso —. Estaremos más que bien en este lugar, Kei.
Sonrío.
— Si, está muy bien — concuerdo mientras pongo el bolso sobre la cama —. Disfrutemos al máximo de la playa y atracciones del lugar.
—Ni que lo digas — suelta al tiempo que se quita su ropa delante de mí, tenemos ese tipo de confianza —. Tengo muchos planes para nosotras.
En el tono que lo dice, me hace mirarla con recelo.
— No vayas a hacer de las tuyas, Elie — advierto con cansancio, pone cara de ángel —. No queremos problemas.
— Como se ve que no me conoces, soy un pan de Dios, mujer.
— Sí, claro — suelto sarcástica.
— Deja tus ironías para luego, me daré un baño para ponerme el bañador.
— Yo iré al otro dormitorio a hacer lo mismo.
Me da un asentimiento y se dirige al baño, por mi parte, recojo lo que había en la habitación y marcho a la que ocuparé en este fin de semana.
Después de unos cuarenta minutos, ya estamos listas. Elena se ha colocado un bañador de dos piezas de color negro, le queda bastante bien.
—Estas de infarto — le digo con una sonrisa —. Te queda espectacular.
— Lo sé, lo sé — Suelta con altanería divertida —. Muchas gracias, nena, tú también estas divinas — sonrío — uno más que otros quedaran embobados el día de hoy.
Mi cara comienza a cambiar de color de solo pensar en Marcelo.
— No digas eso — advierto con la cara ardiendo.
Sonríe ampliamente.
— No seas mentirosa, Kei, sabes que te colocaste ese bañador con el fin de volverlo más loco de lo que ya está por ti.
Juego con mis dedos.
— ¡Eso no es cierto! — protesté al instante, mis mejillas me arden.
— Sí, claro, miéntete a ti misma que a mí no puedes hacerlo.
— Cállate y vámonos.
Vuelve a sonreír negando con la cabeza, solo me limito a girar mis ojos.
Mi bañador es de dos piezas
en forma de corazón con dos aros en los cordones del bikini, es de color rosa pálido difuminado, me doy una última mirada y me quedo satisfecha de lo increíble que me resalta en el cuerpo.
Tomo en mi mano el bolso de playa y mis gafas de sol, salimos y nos encontramos con Cristian y Marcelo, quienes nos esperaban sentados muy cómodamente en un espacio de estar fuera de los Chalet.
Ambos tienen sus bañadores puestos, el de Cristian es un short que llegan hasta la mitad de sus muslos, son unos Jean y tiene una camisa blanca con matitas de coco de color morado oscuro, vaya que se ve muy bien. Pero para mí, el otro no tiene punto de comparación, el bañador de Marcelo también llega un poco más debajo de sus muslos, es de color negro dejándome apreciar algunos de sus tatuajes y en el torso tiene una camiseta blanca. Creo que me voy a volver loca el día de hoy.
Cristian, al vernos sonríe ampliamente.
— Pero que mujeres que ven ardientes con esos bañadores — su forma pícara de decirlo llama la atención del rubio, quien leía una revista.
—Nosotras somos ardientes con cualquier cosa que decidamos ponernos — protestó Elena.
Cristian gira lo ojos haciéndome sonreír.
Marcelo posa su mirada azul sobre mí, pero no dice ni una sola palabra, su escaneo lento provoca la sensación de querer salir huyendo y esconderme, son tantas las emociones que causa en mí que a veces me siento colapsar.
—La suerte que esta parte de la playa es privada, ¿verdad Marcelo? — Suelta Cristian con una pizca de burla — sino cuanto desmadre habría.
El rubio no dice nada, ni siquiera a apartado sus ojos azules de mí. Deja la revista a un lado y se pone de pie con media sonrisa, su forma de actuar me tiene sonrojada al máximo. Cuando se coloca justo frente a mí, casi estoy hiperventilando bajo los efectos que causa su cercanía en mí.
— Estas preciosa, siempre lo estas — masculla para mí.
Sonrío desviando un poco la mirada, mi cara debe estar roja. Por su parte, Elena y Cristian, están en su mundo, discutiendo por no sé qué.
—No digas eso — suelto avergonzada — pero, de todos modos, muchas gracias, Marcelo.
—Solo digo la verdad — su forma de mirarme es enloquecedora —. Ese bañador te queda fenomenal.
Mi rostro se calentó aún más, pero eso no impide que le responda.
— Pues verás, este bañador me lo obsequió un amigo por motivos de mi cumpleaños —suelto, sonriente.
— Ah, ¿Sí? — respondió levantando una de sus cejas al tiempo que se acerca un poco más a mí — pues ese amigo conoce mucho de ti, estas mucho más que preciosa.
— Si, eso parece — respondo con una sonrisa avergonzada, pero eso no me impide continuar: — Me dijo alguna vez que sabía tomar buenas medidas de manera visual y con las manos y, mírame aquí con un bañador que me queda perfecto.
Sonríe victorioso y se podría decir que con orgullo.
— Eres un pequeño demonio, niñita, estás acabando con lo poco cuerdo que hay en mi.
Sonrío levemente.
No respondo a nada de eso, solo nos miramos como de costumbre. Unos minutos después llegan Sinclair y Dorian, seguidos de Bianca e Imanol que, por cierto, vienen agarrados de las manos.
¡Esto se está poniendo bueno!
Nos encaminamos todos juntos hasta la playa privada, íbamos bromeando, riendo y burlándonos de Cristián, Elena que no dejaba de decirle cosas, pues para nadie es un secreto que ambos viven matándose, llegamos hasta el sitio que nos dejó impactados a todos. En el caso, de los que ya habíamos venido, nunca deja de sorprendernos, aunque de eso hace un par de años ya.
— ¡Increíble lugar! Es realmente hermoso— manifiesta Cristian, emocionado— ¿Será que, si me adentro, me convierto en Tritón? Digo, como el agua es rosada — todos reímos ante su ocurrencia — ¡No se burlen de mí que estoy hablando en serio!
Mientras más decía que no riéramos más lo hacíamos, incluso creí que en el algún momento Bianca se desmayaría, le dio un ataque de risa.
— En verdad sí que eres idiota – ataca el rubio con una sonrisa mientras niega con la cabeza —. No se te pudo ocurrir otra cosa para decir, jamás serias un tritón, cuando mucho a babosa puedes llegar — la crueldad del rubio es letal, pero todos sabemos que está bromeando —. Para ser un Tritón, te faltan muchos más músculos de los que ya tienes.
— ¿En serio? ¿Babosa? Eso no me decías anoche – todos los miramos con extrañes.
Anoche él estaba conmigo, Cris. Jeje.
Marcelo, tiene su semblante serio como siempre, pero relajado.
— ¡No te pases, imbécil! Recuerda que estás así – hace la mofa con los dedos – de perder algo valioso para ti, así que, mejor quédate tranquilo y disfruta de este paraíso.
El castaño gira los ojos.
— Ni modo, intentaré no transformarme, así que mientras...
Vemos como se acerca a Elena y, en un movimiento rápido, la carga en su hombro y la mete en el agua mientras ella insulta con miles de cosas. Cris, nunca cambiará.
Entre risas los demás chicos se encaminan al agua, Marcelo y yo nos quedamos unos cuantos pasos atrás.
—Entonces, ¿Qué le decías a Cristian anoche? — Pregunté, divertida hacia el rubio, mientras caminamos de manera lenta para adentrarnos a la playa.
Me mira de manera intensa con esos hermosos ojos azules.
—Pues que yo recuerde pasé la noche con una mujer preciosa, no pude decirle nada a ese idiota.
Mis mejillas cambian de color.
—¡Qué afortunada es esa mujer! — manifesté en un susurro lento.
—Afortunado yo de poder pasar tiempo con ella — me detengo de golpe y ahí va mi corazón a las carreras.
— ¿Eso crees? — indagué, nerviosa.
Se detuvo unos pasos delante de mí.
— Eso creo — confirmó con seguridad, al tiempo que me miraba con intensidad.
Su respuesta me hace sonreír enormemente, pasó la noche en mi casa, eso quiere decir que habla de mí, le gusta pasar tiempo conmigo y eso me hace tan feliz, cada vez estoy más enamorada de él y eso es aterrador.
No cabe duda de que Marcelo, ha avanzado mucho, se ha abierto más a mí y es algo que me llena de alegría, pero no sé por qué tengo esa
necesidad de saber más de él, de su pasado, de lo que le pasó.
—¿Puedo hacerte una pregunta? — solté de repente y sus ojos miraron más allá de lo normal, su expresión es sería, es difícil saber lo que está pensando.
Trago saliva.
—Hay preguntas que por ahora no tendrán respuesta, Keily — fue lo único que dijo, entendí perfectamente de que no desea hablar de ciertos temas.
De una manera u otra, supo que preguntaría algo de su pasado y es por eso su respuesta. Trago saliva, solo espero que, en algún momento, pueda romper esos muros que tiene.
Doy un asentimiento de cabeza, comienzo a caminar nuevamente hacia la playa y, al pasar por su lado, tiendo mi mano hacia él mirando directamente hacia sus ojos.
—¿Vamos al agua? — Pregunté.
Sin dudarlo, enlazó su mano con la mía.
—Sí, vamos al agua — respondió con una pequeña sonrisa.
Jugamos y reímos dentro de la playa, incluso hubo una guerra de agua, en verdad nos divertímos muchísimo.
Pasamos la tarde contándonos anécdotas y cuentos, ya entrada la noche decidimos hacer una fogata y cantar un poco. Cristian, nos ha maravillado totalmente tocando la guitarra, la sonrisa que ha dejado en nosotras es gigantesca, todos estamos alrededor de la fogata a excepción de Bianca e Imanol que decidieron salir a caminar por la playa.
Miro a Elena, sus ojos son iluminados por la luz que emite el fuego, estos dicen tanto, se ha enamorado de Cristian, eso me consta. Lo único que espero es que ambas podamos salir de todo esto con bien, aunque para ser honesta, la pelirroja, es mucho más terca que yo. No puedo evitar sentir un hoyo en mi estómago, estoy haciendo todo lo que está en mis posibilidades para conquistar a Marcelo Sandoval, lo amo y nunca me he rendido ante nada, pero tengo tanto miedo.
— Kei — llama Cristian mi atención, lo miro y me sonríe —¿Estas bien? Te veo un poco distraída.
Miro a mi alrededor y todos me miran excepto, Dorian y Sinclair, ellos están un poco más retirados y hablan entre ellos, no podemos ni siquiera escuchar lo que dicen.
Marcelo me mira directamente, su semblante es serio y no cabe la menor duda de que me está analizando. Vuelvo mi mirada hacia Cris, decidiendo responder a su pregunta:
—Claro, estoy bien — me sonríe y hago lo mismo —. Solo disfruto de este ambiente de paz.
No mentía, el hecho de que tenga ciertos miedos, no significa que no disfrute de las oportunidades que se presenten y tampoco voy a detenerme a la hora de luchar por lo que quiero.
—Kei, recuerdas que estuvimos aquí hace mucho tiempo ¿verdad? — suelta, Elena, sonriente.
Cristian y Marcelo, nos miran.
—Sí, desde ese entonces nunca perdimos contacto con Juan y Miguel, son unos buenos chicos — agregué.
—En aquel entonces, tu novio era...
—Steven — completé yo con una sonrisa.
Cristian da una rápida ojeada al hombre que se encuentra a mi lado y Juzgando por esa mirada perversa que tiene ahora en el rostro, algo que vio le ha gustado.
—¿Steven? — Preguntó Cristian con los ojos puestos en mí y doy un asentimiento — ¿Cuántos novios tuviste, mujeron andante?
— Cristian... — habla Marcelo, alargando la última sílaba, Elena se guarda una sonrisa.
—Sí, Steven — complementa, la pelirroja — ha tenido tres novios y este ha sido el que más ha querido, siempre fue un buen chico.
— Elena, no hay necesidad de...
— ¿El que más ha querido? — me interrumpe, Cristian, con asombro fingido.
Marcelo se acomoda en su lugar, pero no dice nada.
— Si, el que más ha querido — confirma, Elena.
—Entonces, ¿Por qué terminaron? — indagó, Cristian, se está divirtiendo a lo grande.
— Porque se fue a vivir a otro continente, — le explico suavemente —habló conmigo, me propuso ir con él, pero lo rechacé.
— Pero si lo querías, ¿Por qué lo rechazaste? — Preguntó Marcelo apretando ligeramente su mandíbula, su rostro no muestra ningún tipo de expresión.
— Porque era un cambio muy contundente para mi vida, apenas me recuperaba de ciertas cosas y, además, mi madre me necesitaba mucho en ese momento, para ese entonces, comenzó su crisis de salud.
— Recuerdo que te rogó mucho para que te fueras con él, me partió el alma aquel día que se despidieron.
— Supongo que si no hubiese sido por la salud de Sarah...
—Creo que ahora mismo estuviera en Asia — completé interrumpiendo a Cristian.
—Vaya que si lo querías — susurró Marcelo para sí mismo con ironía.
—Eres de las chicas que hacen todo por amor — vuelve Cris al ataque.
Sonrío.
— Si, se puede decir que si — Respondo con seguridad.
—Sí, ella es así — dice Elena con una sonrisa —. Es capaz de hacer cualquier cosa por el bienestar de su ser amado.
Elena y Cristian, no me miran a mí sino al rubio.
—Basta de hablar de mí, tu — me dirijo a Cristian —¿Cuántas novias has tenido?
Se queda pensativo.
—Novia, novia... solo una —responde y veo como Elena traga saliva—Ya hace muchos años de eso, pero no fue importante.
—Waoo, ¿Solo una? — cuestioné — nunca lo hubiera imaginado.
Elena gira los ojos.
—Es mejor andar de flor en flor — agregó Elena sarcástica — En mi caso sería de clavel en clavel...
Cristian la mira fulminante mientras que yo sonrío ante la locura de estos dos.
— ¿Y tú? — pregunté hacia Marcelo, casual, su mirada se oscurece y frunce su ceño — ¿Cuántas novias has tenido?
— No.
Sonrío divertida y comienzo a pinchar y tirar levemente de su brazo. —No seas amargado y dinos...
Inmediatamente, todos lo miran a él, Cristian le da una advertencia con tan solo mirarlo, pero eso no bastó.
—No me apetece hablar de mi pasado ¿De acuerdo? — suelta con voz dura y mi corazón se estruja desvaneciendo al instante la sonrisa que adornaba mi rostro.
—Marcelo...
—Lo siento —solté rápidamente interrumpiendo a Cris. El rostro de Marcelo, se relaja inmediatamente, al parecer se ha arrepentido del tono que ha usado —. No debí insistir.
Suelta un suspiro cansado apretando sus ojos, sé que no quería decirlo así, pero no se contuvo, no debí presionarlo. Soy consciente de lo que es crear muros y levantar barreras para que no te lastimen, eso es lo que tiene Marcelo pavimentado en su corazón y le da miedo derribarlo, pero estoy segura de que lo hará muy pronto. Sin embargo, eso no quiere decir que no me duelan ciertas cosas, soy humana y estoy enamorada.
—Disculp...
Un chillido por parte de Sinclair interrumpe lo que el rubio iba a decir. Todos miramos hacia donde se encuentran ellos y vemos como Dorian la levanta en sus brazos, ambos están felices.
No necesitamos preguntar el motivo de tanta felicidad, ya que Dorian se adelanta a hablar:
— Necesitamos un ministro — Suelta emocionado — Marcelo ¿Crees qué nos podrías ayudar con eso?
Todos dirigimos la mirada hacia el rubio quien tiene un semblante libre de expresión.
— Claro, seguro que puedo hacer algo, pero disculpen que les pregunte, un ministro ¿Para qué?
Estoy segura que ya se imagina para que el ministro, solo lo hace para confirmar su teoría.
— Porque mi osita y yo — dice un Dorian radiante y lleno de felicidad estrechando en sus brazos a su amada—. Decidimos casarnos mañana.
Un silencio se apodera de este espacio, pues todos quedamos totalmente confundidos ¿Se van a casar mañana? Sin embargo, este no dura mucho porque Cristian, comienza a gritar y silbar como loco.
Elena y yo, al aterrizar y asimilar las palabras que había dicho Dorian, saltamos de la alegría.
—Muchas felicidades — gritamos Elena y yo al unísono mientras corremos a abrazar a los futuros esposos.
— Gracias, chicas — dice Sinclair con una sonrisa gigante —. Necesito de su ayuda, por favor.
— Ni que lo digas — habla Eli — estamos aquí para lo que necesites.
— Así es— respondo emocionada —. aquí estamos para preparar una hermosa boda.
Los hombres están hablando de los detalles del ministro y esas cosas. Unos minutos más tarde, Bianca se une a la plática, se ha puesto muy contenta con la boda.
—Tengo varias ideas que plantearte, Sin— hablo emocionada hacia la novia y las chicas sonríen— solo debes decirme lo que tienes en mente, aquello que te gustaría tener en tu boda, sin olvidar de que es mañana y tenemos poco tiempo para adquirir ciertas cosas, pero el suficiente para que tengas una boda maravillosa.
—Estoy tan nerviosa, me caso en unas horas, — los nervios y la felicidad están pintados en su cara— ¿Creen que nos dé el tiempo de organizar todo?
Todas sonreímos.
—Por supuesto—suelta Elena, sonriente. Toma a Sinclair de las manos en señal de apoyo—. Vamos a iniciar los preparativos desde hoy.
—Además — interviene Bianca —te casas mañana y tienes la suerte de contar con las dos mejores diseñadoras de esta ciudad y una hermana que todo se le da bien.
Todas soltamos una carcajada.
—Eres una egocéntrica — declara Sinclair, divertida y sus ojos cristalizados —. Vengan aquí, chicas, necesito un abrazo grupal.
La rodeamos en un abrazo entre platicas y risas, deseando lo mejor en la conformación de su nuevo hogar. Después de unos segundos más, nos separamos y seguimos platicando de la boda.
— Keily, ¿podemos hablar un momento, por favor? — Interrumpe Marcelo, mi charla con las chicas.
Todas quedamos en silencio y ellas se miran entre sí, mientras yo miro a Marcelo.
Su mirada es indescifrable.
Doy un asentimiento de cabeza.
— Chicas , vengo en un momento.
—Tarda todo lo que quieras — suelta Sinclair de manera pícara.
Sonrío de boca cerrada.
Salimos a caminar cerca de la playa, al ver que no decía nada, me coloco frente a él y hablo:
— ¿Y bien? ¿Para qué quieres hablar conmigo?
Suelta un suspiro cansado.
— Solo quiero disculparme por lo que pasó en la fogata, no debí reaccionar de esa manera.
Sé que es sincero, incluso estoy consciente de que nunca quiso expresarse de esa manera.
—No tengo nada que disculparte, tranquilo.
—No me digas eso, Keily, te hablé de una manera inadecuada y tu me dices que no tienes nada que disculparme.
—Asi es — me cruzo de brazos —. Créeme, te entiendo más que nadie, así que quédate tranquilo.
—Sé que eso te ha afectado — soltó de repente y trago saliva.
—Mentiría si te dijera que no, pero en verdad estoy bien — lo miro y llevo una de mis manos a su mejilla —. Esta mañana, me dijiste que no podía mentirte, así que debes saber que ahora hablo con sinceridad.
—No quiero que te alejes de mi — soltó y por primera vez, vi sus emociones, percibí un poco de miedo en él.
Sonrío levemente mientras sigo acariciando su mejilla.
—Necesitarás mucho más que eso para alejarme de ti.
Suelta un suspiro lento. La sonrisa de boca cerrada adorna su rostro. Retiro mi mano y llevo mi vista a otra parte.
— Debo irme, las chicas me esperan — vuelvo a hablar.
Me da un asentimiento de cabeza. Doy la media vuelta para marcharme y cuando ya estoy un poco lejos de él lo escucho:
—¿Nos vemos más tarde? — Preguntó y sonrío.
— Es lo más probable — respondí sin girarme al tiempo que sonreía, seguí mi camino sin mirar hacia atrás.
No voy a negar que estoy un poco asustada, si su reacción fue esa a una simple pregunta, ¿Qué se puede esperar si se profundiza un poco más de ese asunto?
Ahora mismo necesito despejarme y es por ello que voy por las chicas quienes se encontraban entre platicas. Cuanto sienten mi presencia, se quedan en silencio y frunzo mi ceño.
— ¿Qué les pasa? — Pregunté.
— Estamos esperando que nos cuentes de que quería hablar ese rubio encantador contigo — habló Sinclair entre risas.
—¿Quieren saberlo todo con pelos y señales? — Indagué con una sonrisa.
—¡Claro! — responden las tres emocionadas acomodándose en su lugar.
— Muero por escucharte — dice Bi.
—Calmense y déjenla hablar, por Dios — dice Elena.
Esos tres pares de ojos me miran expectante y decido responderles:
— Pues que les parece que se quedarán con las ganas — todas giraron los ojos y empezaron a refunfuñar — Son unas chismosas en potencia
Empezamos a discutir y reír de nuestras ocurrencias, en verdad estoy amando estas mujeres y siento que una hermosa amistad a nacido entre nosotras cuatro.
♡
Habíamos decidido dar una vuelta por la costa en la noche, estamos viendo un hermoso espectáculo, solo estamos Bianca y yo, perdí de vista a Elena y Sinclair hace unos minutos atrás, pero no están lejos.
— Te ves muy contenta, Bianquita, ¿Eh? — Suelto de repente, mientras ella se coloca un sombrero que están de venta en unos de los puestos que están cerca del espectáculo —. No creas que no me di cuenta.
— ¿Tanto se me nota? — Preguntó sonrojada —. No puedo negarlo, estoy que doy saltos de felicidad, Kei, Imanol y yo hemos hablado y aclarado muchas cosas.
Eso me hace sonreír.
— Tanta alegría contagia, amiga mía. Me da tanto gusto por ustedes.
—Te prometo contarte los detalles más adelante, — doy un asentimiento en conjunto con una sonrisa— ahora no quiero hablar de ello, ¿te parece?
Ella coloca un sombrero en mi cabeza, su sonrisa es contagiosa.
—Me parece bien — respondo, sonriente.
— Ese sombrero te queda espectacular — me dice.
— Gracias.
Ella me observa con cautela, al parecer quiere preguntar algo y no se atreve, es por ello que le doy la confianza para que lo haga.
— Puedes preguntar lo que quieras — vuelvo a hablar hacia ella — Seré sincera.
— Lo lamento, hay veces en que soy muy evidente — suelta apenada.
— No te preocupes, Bi, ya somos dos.
Sonríe.
—Me di cuenta que si te atreviste a entregarle el obsequio a Marcelo — eso me hace sonreír, mi rostro se calienta —. El jersey le quedó estupendo, se veía muy guapo con esa prenda.
—Sí, lo hice. Te confieso que dudé mucho en hacerlo, pero decidí llevarme de tu consejo.
— Verte delante de esa vitrina por más de treinta y cinco minutos fue una tortura — manifestó con una sonrisa genuina —. Me da gusto que al fin lo hicieras, estabas muy ilusionada cuando lo compraste.
—Gracias a lo que me dijiste en ese momento, me decidí.
Se crea un silencio cómodo entre las dos. Al mirar a Bianca, puedo reafirmar que es muy hermosa tanto por dentro como por fuera. Ella decide hablar:
—Solo confía en tus instintos, Kei — dice con una sonrisa y continúa — Bueno, ya que me has dado la libertad de preguntar, quiero que me digas que tipo de relación existe entre tú y Marcelo — trago saliva, sabía que por ahí venia el asunto —. No respondas si no quieres.
Suelto un suspiro lento.
— Si quiero — expreso sinceramente y me da una sonrisa genuina — entre Marcelo y yo no existe una relación en sí, se podría decir que somos amigos, pero evidentemente no solo somos eso, pero tampoco tenemos una relación de pareja.
Ella ladea su cabeza y me mira con confusión.
— Es decir, que no son una pareja en sí.
— Así es — confirmo — es una completa locura ¿verdad?
— Pues me vas a perdonar, amiga mía, pero entre ustedes dos existe una atracción que se percibe a kilómetros, no son una pareja de novios, sin embargo, todos los que tenemos la oportunidad de mirarlos, pensamos lo contrario, parecen una pareja fabulosa.
Mis mejillas comienzan a calentarse.
—No sé qué decirte, Bi.
Más aun por lo que paso hace rato, le hice una simple pregunta y su reacción fue muy acida, me da miedo que por más que lo intente, no pueda lograr mis objetivos y termine rota. No estoy enojada con él por su reacción, conociendo un poco de lo que le pasa es normal, solo debo ser un poco paciente, pero también debo ir preparándome mentalmente por si nada sale como lo espero.
— Estas enamorada, ¿verdad? — la miro y ella me brinda una sonrisa sincera, le doy un asentimiento de cabeza —. Lo sabía, la forma en que lo miras es especial y esas mejillas carmesíes, te delatan al vuelo.
Trago saliva.
—Tuve una relación con su hermano, Bianca — me libero de eso — ¿no te parece raro?
— Para nada, ya aquel tuvo su tiempo y no lo supo aprovechar, según lo que me has contado y lo que pude percibir el día que nos lo encontramos en la constructora, te engañó, así que no viene al caso.
—En verdad, ya eso no me importa, lo único que quiero ahora es luchar por esto que siento.
—No sé lo que esperan, la verdad. Marcelo, también te corresponde, — la miro con las ilusiones al máximo, pues cuando se está enamorada no hay otra forma de reaccionar —Por si no te has dado cuenta, ese hombre nunca te quita la mirada de encima cuando están cerca, es más, desde el primer día que nos vimos, pensé que había algo entre ustedes.
— ¿De verdad? — Pregunté, feliz.
— De verdad — afirma convencida. —Creo que debes seguir luchando por ese hombre, no dejes para luego lo que puedes hacer hoy.
— Estoy de acuerdo contigo, Bi, — sonríe. — Los seres humanos pasamos la vida planificando el futuro dejando de lado el presente, hay que enfocarse en el hoy.
— Estoy totalmente de acuerdo, Kei, solo ten presente que nunca debes rendirte y luchar por lo que quieres, ya el futuro dirá si debes permanecer ahí o hacer la retirada, pero haciendo la lucha es que se sabe.
Ahora lo veo más claro.
— Muchas gracias por escucharme, Bianca.
— Siempre será un placer, Keily.
Seguimos la plática mientras nos probamos algunos sombreros y bufandas del puesto.
— Con respecto a la boda, me tomé el atrevimiento de hablar con Juan y Miguel, nos ayudarán con el banquete y la decoración, tengo una idea de algo sencillo y hermoso, pero antes debo consultarlo con Sinclair.
Sonríe agradecida.
— No sabes cómo te lo agradezco, es un pendiente menos en la larga lista.
— Todo va a estar bien — le animo —. Hay muchas personas apoyando esa maravillosa pareja.
Continuamos hablando del tema y es hasta que llega Elena por nosotras, pide que la acompañemos, puesto que, necesita ayuda con Sinclair.
Caminamos hasta ella, la cual, está sentada viendo a la nada, perdida en sus pensamientos, está a punto de llorar, nuestras alarmas se activan de inmediato.
Bianca se adelanta hacia ella, su preocupación es palpable.
—Sin, hermana ¿Te encuentras bien? — toma sus manos y ella se derrumba, se pone a llorar mientras se funden en un abrazo — ¿Qué pasa hermana? me estas preocupando.
Expresa una preocupada Bianca. Elena y yo estamos de pie sin saber qué hacer.
— Es que no se si deba casarme — eso definitivamente llama mi atención, las tres miramos incrédula a Sinclair —. Y no es porque no quiera a Dorian, jamás había estado tan segura de algo, él es el amor de mi vida, pero creo que es apresurado y temo que la boda no salga como espero.
Dios, está nerviosa y es normal.
— Sin, cálmate aquí estamos para ayudarte y entre todas puedas lograr tu boda soñada, sencilla pero memorable — Bianca, toma la palabra —. Es más, de eso estábamos platicando Keily y yo antes de que llegara Elena, ella conversó con el señor Juan y él se hará cargo de la comida y de la decoración, puesto que, ella dejará las indicaciones de lugar. Ella y Elena son las expertas aquí, ¿lo recuerdas?
Me da tranquilidad ver como una sonrisa se pinta en la cara de Sinclair, ella da un asentimiento de cabeza, está más calmada.
Bianca continua su explicación sobre lo que ya habíamos hablado:
— Nosotras iremos al pueblo por el vestido y las flores, y Elena se encargará de maquillarte y peinarte, no tienes que preocuparte, todo saldrá bien.
— ¿En serio harán eso por mí? — Preguntó mirándonos.
—Claro que sí, nena, estamos para apoyarnos — respondo de inmediato, — será una hermosa boda ya lo veras, déjalo en nuestras manos, así que trata de olvidar todo eso y solo preocúpate de hacer feliz al papucho.
—Eso es cierto aquí estamos para ti, es más necesitas relajarte y conozco el sitio perfecto — habla Elena y no puedo evitar mirarla con cautela, pues es sus ideas nunca son las más acertadas —, la pasaremos genial así que vamos antes que los hombres de las cavernas se den cuenta y nos detengan.
—¿Qué tramas ahora, Elena? — Pregunté por curiosidad.
— No creo que sea algo bueno, pero qué más da, necesitamos esto, Sin. — es Bianca quien habla dejándonos con la boca abierta —. Me apunto, Elena.
Ambas chocan las manos ¿Desde cuándo se nos transformó Bianquita? ¡Cristo, Jesús!
— Bueno, entonces vámonos si no quieres que nos descubran — habla Sinclair, al tiempo que se levanta y una eufórica Elena, da saltos de alegría.
Esto no me gusta nada. Sin embargo, me emociona el peligro.
— Sí, vamos rápido antes de que nos vean - soltó Elena y emprendemos la caminata sin ser vistas.
— No estoy muy segura de esto y si algo ocurre fingiré demencia – hablo divertida, la adrenalina se ha apoderado de mi sistema –. Si por alguna razón somos descubiertas y se arma el desmadre, yo, Keily Andersson, sufriré de lagunas mentales profundas.
Ellas ríen ante lo que he dicho.
La escapada fue todo un éxito, logramos burlar la seguridad que nos había puesto Dorian. Después de unos minutos de caminata, llegamos a un lugar llamado "Los Amaneceres del Paraíso", nos adentramos a este y de inmediato todo llama nuestra atención, Bianca, abre sus ojos y mira a su hermana muy asustada. Elena, esta fascinada y yo, comienzo a negar con la cabeza, no puedo creer que se haya atrevido a traernos aquí, aunque de esa pelirroja, se puede esperar cualquier cosa.
— Esto es... — comenzó, Sinclair.
— Sí, esto es, no puedo dejar pasar tu boda sin una despedida adecuada — Interrumpe Elena, con una sonrisa gigante, es la que más complacida se encuentra —. Vamos, aquí hay un lugar donde nos podemos sentar sin ser vistas.
Caminamos detrás de ella mientras observamos con más detenimiento el sitio. Llegamos a una mesa que se encuentra apartada de las demás, hay más privacidad.
—Elena, te recuerdo lo que habíamos hablado en la playa, si Dorian, se entera me matará — expresa Sinclair, pero se puede ver en su mirada que está maravillada con el lugar.
Todas prestamos atención, observando todo con cautela, es hasta que un hombre con una pajarita en el cuello, speedo negro y un antifaz, se acerca hasta nuestra mesa y la cara de Bianca, es irreconocible de lo roja que esta, yo debo estar igual.
— Buenas noches, señoritas hermosas, — comienza el hombre de brazos fuertes, tiene una sonrisa encantadora —. Bienvenidas a Los amaneceres del paraíso, hoy seré su anfitrión. Esta noche todo lo que deseen, se los cumpliré.
¡Miércoles! ¿Todo lo cumplirá?
El chico no está nada mal es alto, moreno, bastante musculoso, sus seis tabletas de chocolates bien marcados y un bulto que no deja nada a la imaginación.
Hace calor aquí...
— ¡Buenas noches! Nosotras desearíamos algo de discreción, nos podrían ofrecer el paquete de antifaz y pelucas para todas — Elena, hace su pedido mientras que nosotras estamos entretenidas con las cualidades prodigiosas del moreno —. Es que mi amiga se casa mañana y no queremos que su novio nos identifique si por cosas del destino llegara a aparecer.
El gorila voltea su mirada hasta Sinclair y sonríe e inmediatamente, unos lindos hoyuelos se le marcan en sus mejillas.
—¡Oh, felicidades! — interviene el morenazo —. En ese caso ya les traigo lo que solicitan y el paquete especial para despedidas, no tardo ya regreso.
Da la vuelta y se va.
— ¡Elena, nos van a matar! — exclamó Bianca — Y digo "nos" porque no creo que salgamos muy bien libradas si nos descubren.
Elena solo sonríe. Al ver la expresión de la pelirroja, Bianca continúa.
— Cuando dije que vendría, pensé que solo serían unos tragos entre nosotras, no que vendríamos a ver tipos en cueros y... — hace silencio al ver un hombre junto a ella, pues sus atributos son espectaculares, esto no le permitió continuar con sus ideas coherentes —. Hoo... la...di...di...disculpe podría darnos un momento — voltea a mirar a Elena para susurrarle— ¿Ves?, esto es lo que te decía.
—Relájate Bianquita, es solo un rato, un show y regresamos para que los chicos no se den cuenta — habla Elena muy convencida.
Mi cara debe estar roja, pues ver los chocolatitos de este hombre me tienen mal.
Eres una traidora, Keilisita... pobre rubio.
Ese rubio bajo puntos el día de hoy...
Dijiste que no estabas enojada con él, Keilisita...
Talvez solo un poco sentida, Pancracia.
Bueno, vamos a ver chocolatitos con buen molde...
Sacudo mi cabeza para que mis locos pensamientos se esparzan.
— Elena, ¿Cómo se te ocurrió traernos a este lugar? — Suelto de repente viendo los escenarios que tengo a mi alrededor —. Sabes bien lo que las bebidas en exceso me causan, imagina lo que pasaría si le hago caso a mi conciencia y le da por tocar esos chocolaaaatitosss de ahí... — Esto último, lo digo más para mí que para el resto, puesto que, han llegado hasta nosotras cuatro hombres con muy poca ropa —. Bu... bu... enas.
Bianca carraspea, se encuentra sonrojada, ella es la que toma la iniciativa para hablar:
— Buenas noches ¿Qué se les ofrece? — vemos que aparece el hombre que nos dio la bienvenida.
— Señoritas, ellos son sus acompañantes —todas nos miramos interrogantes —. Y este es su paquete VIP.
Nos extiende unas pelucas y accesorios para no ser reconocidas, esto está de lujo.
—Gracias, amable caballero, pero creo que por el momento solo queremos unos tragos — escucho hablar a Sinclair, aunque no presto mucha atención, puesto que, los chocolatitos del moreno me tienen un tanto distraída.
— ¡Sí, unos tragos especiales! — confirma Elena, guiñando un ojo al anfitrión — aún no necesitamos a los chicos, por ahora.
Estoy tan perdida en el entorno que no escucho la plática que sostienen las chicas con el Wolf. En las diferentes mesas se desarrolla un ambiente erótico y relajado, inclusive, hay chicas tomando y tocando rocas de hombres que ahora mismo se mueven como si no hubiera un mañana sobre una mesa.
Es un buen lugar para despejar la mente y olvidar un rato los tragos amargos.
— ¿Si creen que esto nos disimule un poco? — escucho a Kei hablar, trata de cubrir su larga cabellera negra con una peluca rosada —. Tengo demasiado cabello, aunque creo que ya está. Ven te ayudo, Bianca.
Ahora estamos tratando de disimular un poco nuestra apariencia para no ser reconocidas en caso de emergencias.
— No lo sé, pero hay de ti, Elena, que algo le pase a mi cabello con esta peluca — giro los ojos, mientras coloco mi peluca gris, la peluca de Bianca es de color rojo —. No es fácil cuidar esta melena, así que, te entiendo Keily.
— ¡Bueno ya! - exclamó de pronto Sinclair, llamando la atención de todas, su peluca también es gris—. Ya estamos aquí, Elena nos trajo para distraernos, olvidemos un momento todo y aprovechemos mi última noche de soltería.
El Wolf llega hasta nosotras con unos tragos de color azul con verde, esto se va a poner bueno.
— Gracias. Llegas justo a tiempo, tomen sus copas, chicas, todas a brindar que, por unas horas no nos matarán, así que ¡A mi salud! ¡Adiós soltería! — habla Sinclair con euforia —. ¡Uummm, qué rico estuvo esto! Tráenos más por favor.
— Enseguida regreso — manifiesta el Wolf al tiempo que se retira.
Sinclair, se ve más relajada y esa es la intención que tenía con ella está noche, puesto que, la veía muy agobiada después que comenzamos a hablar de los preparativos de su boda.
Es probable que los hombres nos estén buscando e incluso, estoy segura de que puede que lleguen aquí, sé que se enojarán, pero ella necesitaba votar el estrés y estar más que lista para su gran día. Confío en que Dorian y los demás sepan entender.
Todas comenzamos a tomar de los tragos y en verdad, son suaves y dan ganas de seguir tomando.
— Entonces, ¿Quién conmigo? — Preguntó Sinclair, sonriente.
— Yo... — Respondemos todas al unísono, levantando las manos al aire. Estamos muy contentas, la estamos pasando muy bien.
El Wolf, no nos dio tregua, no terminábamos bien el trago cuando ya teníamos el otro a nuestra disposición.
— Esto fue una excelente idea — expresa, Keily, arrastrando las palabras, tomar no es lo de ella, Sin embargo, se ve muy feliz, me da gusto que también se distraiga, pues no debe sentirse muy bien después de lo que pasó en la fogata —. Los chooocolaaatitoss de aquel moreno, están bieeen moldeaosss.
Bianca suelta una carcajada, ella es otra que está con los niveles de alcohol un poco alto.
— Ahora a esos paquetitos, se le llaman chicooolaaatiitosss — Vuelve a reír con más ganas — En serio, Kei... no puedo contigo— ríe de nuevo.
— Creo que están muy contentas — Susurra, Sinclair y sonrío.
— Pues es la idea, vamos a disfrutar.
Decidimos hacer un juego de shot donde Keily y Bianca, llevaban la desventaja, se veían más animadas, y al acercarse Wolf a nuestro lado no se sonrojaban o tartamudeaban, incluso, se había unido otro chico, era quien daba los tragos a las perdedoras.
— ¡Keily...! — llama una Bianca muy contenta, con tono muy alto — ¡Mira los chocolatitossss de aquel rubio de allí! ¡Está lindo!
Todas giramos hacia donde señala la morena y en verdad había un rubio semidesnudo bailando a una chica sentada en una silla.
Keily, se parte de la risa al mirar al rubio.
— ¡Siii! — gritó arrastrando las palabras y muerta de la risa — pero de todos los hombres, — toma un trago y hace una mueca que nos hace sonreír — mi rubio es el más perfecto.
Todas soltamos una carcajada.
— Se nota que te mueres por ese rubio de ojos azules — habla Sinclair.
— ¡Eso, eso, eso...! — grita rápidamente Bianca.
— Se nota a millas — añado.
— Se.... se meee nota, se me nota, se me nota mamá, se me nota... — comienza la pelinegra a cantar.
—¿Esa no es la canción de Joe Veras? — Pregunté a Keily extrañada, en verdad está muy tomada.
— Siiii, siiiii — ríe nuevamente, hasta se le salieron un par de lágrimas, — a mi maaamaaaá — vuelve a reír — leee guuusssstaaaa.
¡Keily borracha es un caso serio!
— Por eso lo conozco, Kei, — hablo con cansancio — mamá Sarah, nos hacía escucharlo una y otra vez.
Da un asentimiento de cabeza y veo como poco a poco frunce su ceño y se le cristalizan los ojos.
¡Oh, mierda! ¡No!
La fase cuatro que experimenta una mujer borracha está a la vista.
—WWWWWWWAAAAAAAAAAAA — comienza a llorar llamando la atención de todas.
Me muevo rápido hacia donde está, Sinclair estaba en medio de nosotras.
—¿Qué te pasa? ¿Estás bien? — Pregunté preocupada al tiempo que acuno su rostro.
Trata de negar con la cabeza, pero aún sigue llorando, sus lágrimas son abundantes.
— WWWWWWAAAAAAAAAAA...
—¿Queeeeé leeee pasa a mí — hipo— a miii amiiiga? — Preguntó Bianca en estado crítico de embriaguez.
—WWWWWWWAAAAAAAAAAAA... — sigue llorando Keily.
— Esto es crítico, Elena — habla Sinclair mientras sostiene a Bianca de un brazo quiere movilizarse hacia donde estamos nosotras — están muy tomadas, nunca la había visto a Bianca así.
— ¡Yiio no! — suelta Bi, arrastrando las palabras —. Lesss pueeedo hacer el cuatro siii quieren.
Sinclair gira los ojos.
—Ahora no puedes hacer el uno, mucho menos podrás hacer el cuatro, hermana.
Sonrío ante lo que ha dicho, pero me acuerdo que Keily me necesita y vuelvo a adoptar mi postura preocupada.
— ¡Ya dime qué te pasa, Keily...!
— EEEEELIIIIIEE — comienza con los ojos inundados de lágrimas —. TE QUIIIIIEROOO.
Frunzo mi ceño sin entender. Suelto un suspiro lento.
— Es decir, que este drama es porque me quieres.
— Siiii...
Sonrío, ella es tierna hasta borracha.
—Yo también te quiero, Kei...
— WWWWWWAAAAAAAAAAA, — grita Bianca, a través de la música, giramos todas hacia ella asustada— Yo taaaambién te quiiiero, Eleeeniiitaaa.
—¡Por Yisus! — exclamó Sinclair horrorizada — mi hermana está muy borracha...
—Si no te has dado cuenta, Keily también lo está — solté un poco pasmada viendo el panorama de estas dos.
—Vaaaaamooos a abrazarnos, Bianquita — dice una muy borracha Keily, abriendo los brazos — WWWWWWAAAAAAAAAAA...
Ambas se funden en un abrazo mientras practican la lloración sumergidas en "Te quiero, Keily" y la otra responde "Te quiero Bianca".
Sinclair y yo, solo la miramos perplejas.
—Definitivamente, Ninguna de la dos puede tomar — mascullé —. Se ponen insoportables.
Sinclair sonríe.
— Insoportablemente adorables.
— Para que te digo que no, si sí.
Todas tenemos alcohol en nuestro sistema, pero Keily y Bianca la llevan peor, puesto que, Sinclair y yo, estamos tomando, pero aún estamos en nuestros tres sentidos.
De pronto, se apagaron las luces y se enfocó solo una luz hacia el escenario en donde después de unos segundos más, se escuchó la voz del presentador.
— ¡Señoras y Señoritas! A llegado la hora de nuestro regalo especial para las solteras que están próximas a casarse — se escuchaban gritos y victoreos de las mujeres a nuestro alrededor, esto se va a poner aún mejor — aquí tenemos a Sultán, quien será su bailarín de esta noche, espero que lo disfruten.
Los gritos y aplausos no se hacen esperar, el hombre del escenario al parecer, se ha interesado en nuestra mesa porque su vista esta puesta en nosotras.
— ¡Muévelo sexy hasta abajo, papi...! — gritan al tal Sultán, en verdad, el tipo está como quiere.
Escuchamos como la música empieza a sonar y la luz del escenario enfoca al Sultán. El hombre tiene sus atributos bien definidos, tiene múltiples tatuajes, su cuerpo está cubierto solo con una bufanda en su cuello y un pequeño speedo negro.
Su cuerpo al compás de la música genera un vaivén de movimientos adictivos a la vista haciendo que los gritos de las chicas se escuchen en todo el lugar, poco a poco, se acerca a nuestra mesa y continúa su baile. Me quedo con la boca abierta al ver a Bianca, sacar de no sé dónde, unos dólares y se los coloca en el speedo, el Sultán, le guiña un ojo en señal de satisfacción, creo que los tragos hicieron su efecto al máximo esplendor en ella.
¡Oh, no!
¡Por las chanclas de Moisés y el suelo que pisaron!
Este hombre si sabe cómo hacer volar la imaginación a una chica.
Sigue hasta donde está Keily, se le coloca en frente y se mueve sensual frente a ella, los gritos y victoreos, no se hicieron esperar, mi amiga si se la está pasando a lo grande.
Todas gritamos al bailarín, la estamos pasando muy bien...
—¿Todo eso es tuyo, papasote? —gritó una chica del lugar.
— Vamos, baila, baila, baila... — celebra Bianca.
— Ven hazme un exorcismo, papi chuloooo — grité, ganándome un codazo por parte de Sinclair, quien estaba partida de la risa.
— ¡Yo soy la que se va a casar! — manifestó recomponiéndose de la risa —es mi despedida...
—Pues nos aprovechamos de tu despedida de soltera para hacer perversidades...
Sinclair ríe a carcajadas.
—Definidamente, estoy pasando muy bien. Muchas gracias por esto, Elena.
Sonrío.
—No es nada, cariño — respondo sincera — verte más tranquila era el objetivo, entonces me doy por bien servida.
—Entonces, objetivo logrado.
Ambas sonreímos cómplices en este asunto. Miramos nuestro panorama y vemos que, Keily, está loca con el moreno, ahora mismo, pasea sus manos por sus abdominales y sonríe con picardía.
—Esstaa... bieeennnn forrrtachooonnn, muchachoooteeee...—arrastra las palabras subiendo y bajando sus cejas.
Este Continúa bailando y se detiene dónde estoy y, aunque no tener tantos tragos encima, quiero dar mi probadita, pero recuerdo que no es mi despedida de soltera y se me pasa. Después de unos movimientos muy sensuales, continúa hasta donde se encuentra Sinclair.
El Sultán, le susurra algo al oído y ella da un asentimiento de cabeza, su cara es totalmente roja. Comienza su baile es más intenso que antes manteniendo presa a la novia.
De un momento a otro, se separa de Sinclair y sube hasta la mesa sin dejar de mirarla, bailando y moviendo su cuerpo sensualmente. Es todo un profesional, sabe cómo complacer a una mujer visualmente hablando.
Las chicas terminan de enloquecer y le gritaban cosas ya que, mediante su danza excitan a los presentes.
— ¡Vamos...!
— ¡Todo eso es tuyo, muñeco!
— ¡Qué bien lo haces! — gritó, Keily muy emocionada, pero lo que dice a continuación llama mi atención nuevamente — ¿Me dejas lamer esos chocolates?
Todas gritamos con euforia ante la petición de Keily.
En un movimiento lento y sensual vemos que él se acuesta sobre la mesa con una sonrisa gigante en el rostro y Keily, se acerca lentamente con la intención de lamerle las bien definidas tabletas de chocolate al hombre que se retuerce sin control sobre la mesa esperando que ella haga lo que quiere. Todas miramos divertida la situación mientras aplaudimos, pues tenemos alcohol en nuestro sistema.
— Vamos, Kei, cumple tu misión "Lame chocolatitos de Moreno delicioso" — grité.
— Hazlo por miiii... — continúo Sinclair.
—Siiii tuu pue...desss cumplir tu misión — hipo— yo también pueedo bailar en la... — escuchamos a Bianca decir — ahora vuel... — hipo.
No terminó la oración.
Todos aplaudimos a la pelinegra, pues esta solo a algunos centímetros del abdomen del moreno cuando una voz que conocemos a la perfección, se manifiesta causando que mi piel se erice:
— Ni se te ocurra permitir que te toque porque si ella lo hace, te juro que nunca más podrás levantarte de una cama.
Giro mi rostro hacia él.
Marcelo está muy molesto, sus ojos azules irradian fuego, no puedo evitar tragar saliva, pues nos han descubierto. Se acerca hasta nosotras las tres quedamos petrificadas ante su presencia.
¡Un momento!
¿Cómo que tres?
¿Dónde está Bianca?
Volteo mi rostro en busca de la misma y no la veo, lo último que dijo fue que ella también cumpliría su misión, pero ¿A qué se refería?
El moreno que estaba sobre la mesa, se separa rápidamente de Keily, no lo culpo, con la mirada que le da el rubio de ojos azules, debe de saber que corre peligro de muerte siento lastima por él.
—Cielo... — Habla Keily, arrastrando la palabra y quedando a mitad de camino ante la misión "lame chocolatitos de Moreno delicioso".
Ella se siente confusa ante la mirada intensa del rubio.
— ¡Cielo nada, Keily! — ella se recompone un poco para disimular un poco su embriaguez, pero no tiene mucho éxito — ¿Tienen idea de lo preocupado que estábamos? — el bombón andante, está muy molesto —. Y resulta que las niñas están viendo parásitos con poca ropa.
— Marc... — quiso intervenir Sinclair y él levantó un dedo en señal de advertencia.
—No.
— Bombón andan... — repite la misma acción de antes conmigo, no nos permitió hablar.
— ¡Silencio! Ni se les ocurra decir ni una sola palabra — mira a nuestro alrededor y frunce más el ceño —. ¿Por qué solo hay tres de ustedes? ¿Dónde está Bianca?
Cada vez que íbamos a pronunciar una palabra, nos detenía, nos dio pánico seguir intentándolo.
Ahora si es momento de orar a las chanclas de Moisés y a los clavos de Jesucristo ante lo que ven mis ojos, veo como se acerca Imanol y su rostro refleja lo molesto que esta por esta situación.
En verdad, me estoy sintiendo muy mal, no quiero problemas para las chicas.
— ¿Qué está pasando aquí? ¿Dónde está Bianca? — su voz es contundente al ver que no nos atrevimos a abrir la boca vuelve a hablar —. Hice una pregunta.
Estaba a punto de dar respuesta a Imanol, cuando de la nada, vimos como Bianca, emerge de la tarima bailando de manera muy provocativa.
Abro la boca asombrada por lo que miro.
¡Santo Cristo! Esto se salió de control.
—¿Pero qué demonios hace? — soltó de repente Imanol, las venas de su cuello resaltan, está muy enojado—¡Bájate de ahí, ya!
Inmediatamente, Imanol, sube por ella y esta se negaba a bajar, continúo con su baile, logrando tumbar al pelinegro en una silla y ella sube a su regazo al tiempo que se mueve de manera sensual sobre él, por un momento olvidan que están frente a un público y dieron un pequeño espectáculo erótico.
Mientras tanto, Keily estaba refunfuñando, pues se había frustrado su misión de vida de esta noche.
— Vámonos, no puedo imaginar lo que has tomado—escucho a Marcelo decir —. No puedes ni estar de pie.
— De aquí no me voy sin que pueda comer un chocolatito de esos — arrastra las palabras por su estado de embriaguez al tiempo que señala las abdominales del moreno que ya se había alejado del lugar, el bombón andante, tiene su rostro fruncido, su mirada es muy oscura —. Tiene cuatro o seis tabletas cielo, quiero lamer los chocolatitos.
Esto último lo dijo solo para ellos, ella se prende de su cuello, él no la separa, pero se puede ver que aún está molesto. Veo como ella le susurra algo en su oído, sin embargo, decidimos darle espacio y nos alejamos de ellos, los dejamos en plena discusión. Caminamos a la salida cuando nos encontramos a Cristian.
—Muy bonito lo que hicieron —manifiesta negando con la cabeza y colocando una mano en su pecho, giro los ojos —. ¡Qué vergüenza la de ustedes! Y tú, porque sé que fuiste tú ¿Cómo pudiste llevarte a Sinclair? ¿No pensaste en Dorian? Esto no se hace Elenita — su tono es burlón y lo hace porque no lo he incluido en mi locura —. Por lo menos, me hubiesen incluido, me toco pasar la noche con tres amargados buscándolas — mira a mi lado —. Por cierto, Sinclair, tu prometido está afuera va llegando estaba en otro local buscándolas.
Ella traga saliva disimuladamente.
— Gracias — responde y comienza a caminar hacia la salida.
—El ambiente es muy bueno — dice Cristian observando el lugar —. He de reconocer que tienes ese toque de diversión que me encanta.
Sonrío.
— Supongo que debo decir gracias a eso.
— Supones bien — suelta el muy engreído —. Solo espero que después de esto, los planes de boda continúen.
Eso llama mi atención.
—¿Tan enojado esta Dorian?
— Más que enojado estuvo muy preocupado, pensó que les había pasado algo y, aunque traté de decirle una y otra vez de que estarían bien, no me hicieron caso — habla con tranquilidad mirando a mis ojos —. Y al ver este lugar y de solo imaginar lo que estaría haciendo su prometida, ya sabrás.
— Solo tomamos unos tragos y...
—Vieron mal proporcionados bichos con poca ropa, Elena —, eso lo dice frunciendo el ceño levemente —. Solo a ti se te ocurre.
— No hicimos nada malo.
— Mira el estado con el que encontramos a Bianca—mira detrás de mí —. Keily, tampoco está muy bien que digamos, no debió pasar eso.
— Si me vas a regañar...
—No quiero regañarte, solo piensa un poco las cosas — su tono es serio y contundente — una pareja de enamorados que está a punto de casarse podría cancelar su boda el día de mañana por tus ideas geniales.
Dicho de esa manera, me entra la culpa. No podría soportar si por mi culpa se cancela la boda. No hicimos nada malo, solo nos divertíamos un poco. Al Cristian ver que me he quedado callada vuelve a hablar.
—Pero a mi si me encantan tus ideas, estrellita hermosa — se acerca a mi agarrándome por la cintura y continúa en un susurro —. Debiste invitarme y así nos hubiéramos evitado males mayores.
Hago un puchero ridículo.
—Prometo tenerlo presente para la próxima ocasión, Superman.
Me besa, sus labios toman posesión de los míos haciendo que le corresponda de inmediato, su lengua acaricia la mía sin contemplaciones y un gemido involuntario sale de mi garganta. Esto lo hace sonreír en pleno beso, yo hago lo mismo, es después de unos segundos que nos separamos.
—Esa peluca te queda muy bien — soltó de repente.
Cuando estuve a punto de responder, vemos como Marcelo se acerca con Keily en brazos, ella tiene su rostro enterrado en el cuello del rubio y sus brazos alrededor de este.
—Marcelo se ve molesto.
—No sé ve, lo está, Elenita — expresó Cristian, mirando al mismo punto que yo — sin embargo, es raro que este de esa manera porque si estaba preocupado, pero no molesto.
Sonrío nerviosa.
— Puede que haya encontrado a Keily, a punto de merendar unos ricos chocolatitos.
El castaño me mira confundido.
—¿A qué te refieres?
Estuve a punto de responder, pero Marcelo pasó por nuestro lado sin decir una sola palabra, su rostro se encuentra fruncido.
Cristian y yo, nos miramos y comenzamos a seguirlo.
— Si yo las hubiera venido a buscar, no las reconocería con esas pelucas que llevan puestas, las disimulan muy bien— inició Cristian con una sonrisa perversa — ¿Cómo te diste cuenta de que en verdad eran ellas, Marcelo?
Él no responde nada porque trata de entrar en la camioneta con Keily en brazos.
Ya todos dentro, el castaño mira a Keily y hace una mueca.
— Al parecer tomó mucho.
— Y otras tomaron poco — agregó Marcelo.
Sonrío levemente.
—No iba a descuidarlas, bombón andante...
—Mejor hablamos de eso en otro momento, por favor — doy un asentimiento de cabeza.
Marcelo tiene a Kei, en su regazo, el rostro de ella se encuentra enterrado en el espacio de él, ella está en su regazo.
— Esas pelucas le quedan geniales — vuelve Cristian al ataque.
—Si lo que te interesa saber es como la reconocí, lo haría en cualquier circunstancia, Cristian, lleve o no peluca.
Eso me hace sonreír enormemente, este hombre está muy enamorado de mi amiga.
— Solo quise que me lo dijeras en voz alta, idiota, pero sabía que dirías eso.
—Teeengo mucha, mucha sed — expresó Keily, aún se ve muy alcoholizada, se remueve un poco acomodándose más sobre el hombre que la trae loca—. Quiero agua.
Marcelo, pasa una de sus manos por el pelo rosa de Kei, la está acariciando.
— Ya vamos a llegar, espera unos minutos — le susurró, pero logré escucharlo.
Es así como después de unos minutos llegamos a los Chalets, le propuse a Marcelo que me quedaría con mi amiga, que yo la cuidaría, pero con su rostro indescifrable me respondió "Yo me encargo de ella". Sé que ella estará bien, así que aprovecho el momento y me quedo con el castaño, él debe cuidar de mi esta noche.
Cristian y yo pasamos una larga noche jugando como sabemos hacerlo.
— Eres mi estrellita hermosa —expresó entre besos y toques sensuales que me llevan al borde de la locura.
— Tú eres mi súper héroe favorito —respondí mientras se hundía en mi con rudeza haciéndome jadear de placer.
—Eres mía, Elena...
— Solo si tú eres mío, Cristian.
◇
◇
◇♡◇
◇
◇
♡🌟NOTA DE LA AUTORA 🌟♡
Capítulo nuevo.
Espero les guste.
Las amo, mis chicas guerreras y valientes.
Recuerden ir a visitar el perfil de Lizzzoloz ella es el dios de la historia "Camino de Espinas" protagonizada por Imanol y Bianca, Dorian y Sinclair. Es una historia que te deja enganchada desde el prólogo. Ve y ya veras que no te arrepentirás.
Una vez más, muchas gracias Liz, por permitirme ser parte de tu historia, en mi caso, estoy sumamente feliz y me siento afortunada de que aceptaras ser parte de la mía.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top