≪•◦ ❈. Capítulo 58. ❈ ◦•≫


Una sensación agradable invade todo mi cuerpo al sentirme presa en sus brazos. No sé cuando terminé en esta posición porque en este preciso instante, me encuentro, prácticamente sobre Marcelo, mi cabeza descansa sobre su pecho y mis piernas están en medio de las suyas. Me siento tan bien así que no quiero moverme, quisiera permanecer así todo el día, pero no puedo evitarlo, levanto mi cabeza y dirijo la mirada a su rostro, se encuentra con sus ojos cerrados, se ve tan tranquilo, tan sereno.

Sonrío al ver su cabello rubio apuntando en distintas direcciones, me gusta mucho observarlo, cada una de sus facciones son fascinantes. Su pequeña barba, le hace ver tan masculino, guapo y todo lo que le sigue. Suelto un suspiro lento porque, bueno, como siempre, quiero devorarlo.

Muerdo mi labio inferior, al desplazar mi vista por su pecho desnudo y tengo la necesidad de ver sus abdominales, pero al estar sobre él, no puedo contemplarlas. ¡Qué lástima!

¡Qué barbaridad!

Vuelvo a mirar hacia su rostro y, de manera lenta para no despertarlo, llevo una de mis manos a su fina nariz, toco con las yemas de mis dedos cada una de sus facciones, paso por sus ojos que se encuentran cerrados, luego por su nariz, mandíbula... Es tan perfecto ante mis ojos.

Trago saliva al dar riendas sueltas a mis pensamientos y confirmar una vez más que estoy loca por él, me tiene totalmente embrujada, pero no es el aspecto físico sino su forma de ser y sus acciones, su forma de hablar, de reír, de actuar...

Estoy sumida en mis pensamientos, tocando las comisuras de sus labios cuando...

¡Demonios!

Se ha movido un poco, al parecer se está despertando. Inmediatamente y con cuidado, recuesto mi cabeza en su pecho y me hago la dormida, espero que el corazón no me delate, pues va a toda velocidad.

Se remueve con lentitud mientras suelta una respiración profunda, debe estar un poco incómodo por la posición en la que nos encontramos. Siento sus manos que aún permanecían rodeando mi cuerpo, se desplazan hacia la parte superior de mi espalda. Reparte besos en mi coronilla, es algo que me hace sonreír internamente, es muy tierno este hombre cuando le parece.

Me remuevo un poco y él se queda muy quieto.

— Sé que estas despierta — masculló con voz ronca. — No te hagas la dormida.

Maldición. Me ha descubierto.

Sigue fingiendo, Keilisita...

No me muevo, simplemente me quedo quieta con los ojos cerrados. Mientras tanto, siento como su pecho sube y baja, el muy idiota, se está riendo.

—Eres tan molesto desde temprano — susurro disque somnolienta para que crea —. No me dejas dormir.

Levanto mi rostro de su pecho para mirarlo de frente, pero apoyo mi mandíbula en el. Su cara es adornada por una hermosa sonrisa.

— No estabas dormida, niña mentirosa.

Frunzo mi ceño.

— ¿Por qué lo dices? Si lo estaba, tú me despertaste.

Sonríe divertido.

—Solo lo sé. — acaricia una de mis mejillas y pongo mala cara —. Tu cara me decía que estabas despierta.

—Si estaba dormida. – Contraataco.

Su risa se hace más grande.

—Sí, claro – responde, sonriente —. En tu rostro había una sonrisa traviesa, tenías un buen rato despierta.

Ruedo los ojos.

—Sí, ajá. ¡Cómo sea!

Tiene una sonrisa de boca cerrada tatuada en el rostro. Luego de unos segundos dirige su vista al reloj que se encuentra sobre la mesa de al lado.

— Debo hacer varias cosas antes de ir al aeropuerto. – Me mira con esos enormes ojos azules que me tienen más que cautivada.

Doy un asentimiento y trato de levantarme para dar espacio a que él también lo haga, pero su agarre se hace un poco más fuerte, su toque hace que todo mi organismo reaccione a él, eso es prácticamente inevitable, las corrientes electrizantes invaden cada célula de mi cuerpo.

Frunzo un poco mi ceño al ver que no quiere dejarme ir.

—No me has dado los buenos días – su voz sale ronca y mi corazón da un vuelco ante sus palabras, estoy sobre su prominente cuerpo.

Sonrío mirando directamente a ese cielo personalizado que me brindan sus ojos.

—Buenos días – lo complazco.

Ambos nos miramos unos segundos de más. Veo una pequeña sonrisa asomarse y empieza a negar con la cabeza.

— Falta algo — suelta, perforando cada uno de mis sentimientos con su mirada, sonrío sobre su pecho —. Anda, dame los buenos días como se debe, señorita.

Sonrío seductora mientras que me incorporo quedado mis piernas una de cada lado de su torso, mis manos están sobre su pecho, y las suyas están posicionadas en mi cintura, él solo sigue cada uno de mis movimientos con media sonrisa. Llega un momento en el cual nos miramos a los ojos diciendo tantas verdades a través de ellos. Sin poder evitarlo, unos segundos después, me inclino hacia su rostro y estampo mis labios en una de sus mejillas, ese beso dura más de lo previsto. Cuando creo que es suficiente, me separo y vuelvo a conectar mi mirada con la suya, ahora mismo, sus orbes están totalmente oscurecidos.

—Buenos días, cielo —susurré seductora.

De un momento a otro, un grito sorpresivo salió se mi garganta cuando Marcelo, a una velocidad impresionante, giró nuestros cuerpos quedando sobre mí. Mi corazón va a todo galope y mi desesperación por que pase algo más entre nosotros, se acrecienta cada vez más.

Miro sus ojos que se encuentran desbordantes en deseo, pasa su lengua por sus labios haciendo que lleve mi vista ahí e inconscientemente, muerdo los míos, tengo un deseo casi incontrolable por besarlo y hacerlo mío una vez más.

Siento como su corazón va deprisa, sus ojos me dicen todo lo que quiere.

—No juegues conmigo, niña — en su voz es contundente y sensual.

—Ahora eres tú que lo estás haciendo conmigo, viejito.

Su risa es música para mis oídos.

—Viejito, ¿Eh? – levanta una de sus rubias cejas diciéndome que algo se le ha ocurrido —. Ya veras, muchachita traviesa.

No pasaron cinco segundos cuando empezó a atacarme las costillas a punta de cosquillas, comencé a reír como una loca...

—¡No! ¡Ya, por favor!

Pero nunca se detuvo, su cuerpo casi me aplastaba, pero podía aguantarlo, mi pecho sube y baja de la risa tan grande que me provocan las cosquillas.

—Eres una niña muy traviesa, Keily Andersson. — Suelta, mientras que su ataque de cosquillas no se detiene.

Me he quedado seca de la risa, lagrimas brotaron de mis ojos retorciéndome una y otra vez bajo su cuerpo. Segundos más tarde, su ataque se detiene.

Mientras me recompongo de la risa que me ha causado todo esto, puedo sentir su mirada sobre mí y, al tranquilizarme por completo, lo observo con más detenimiento. Nuestros corazones, van al compás, a todo galope.

Así lo siento.

—Definitivamente, eres la mujer con la sonrisa más preciosa que haya existido jamás.

Ahora mismo me cuestiono por donde rayos es que se respira, no puedo moverme, mis manos están apoyadas en cada uno de sus fuertes brazos, nuestros rostros están muy cerca.

Trago saliva al tiempo que contemplo sus hermosos ojos.

—Y tú eres el hombre con los ojos más preciosos que haya visto jamás.

Su sonrisa de boca cerrada es uno de mis delirios.

— Así que tengo los ojos más bonitos que hayas visto.

Levanto una de mis negras cejas.

— Bonito no es suficiente, son más que preciosos. – Suelto haciendo que su sonrisa crezca.

— Pues ninguno se compara con los tuyos, mi cielo. – Da un beso lento en mis mejillas, su respiración golpea mi rostro y mi interior. — Tú no tienes punto de comparación.

Me quedo muy quieta, procesando cada una de sus palabras, pues es inevitable todo lo que me hacen sentir. Me mira con media sonrisa y traga saliva al mirar mis labios. Segundos después, se da cuenta que estamos en una posición bastante íntima y carraspea levemente.

— Debemos irnos. – Se separa de mí y se pone de pie, hago lo mismo. — Tenemos que ir a la empresa y luego a casa.

Frunzo mi ceño en señal de confusión.

—¿Tenemos? – Pregunté para confirmar.

Me mira con media sonrisa.

— Si, nos iremos juntos hasta el aeropuerto, si estás de acuerdo.

Lo miro y sonrío por inercia.

—Si quiero, pero aun debo hacer mi maleta.

—Para luego es tarde —habla mientras se mueve por la habitación en busca de su maleta, esa que había dejado aquí, no puedo evitar echar una ojeada a tan prodigiosa escultura esculpido por los dioses —. Prepara tu equipaje, aprovecharé para responder algunos correos desde mi computador o prefieres que te ayude.

Sonrío al tiempo que niego con la cabeza y miro disimuladamente los chocolatitos de su abdomen.

¡Dios mío, dame fuerza de voluntad para no caer en tentación, amén!

— Responde tus correos, — digo volviendo a mirar sus ojos y me da esa media sonrisa que hace liquido todo mi cuerpo —. Yo hago mi maleta, no llevaré tantas cosas.

Da un asentimiento de cabeza. Comienzo a caminar hacia donde se encuentra, rebusca algo en su maleta que se encuentra en el sofá, está muy concentrado en lo que hace y sin que lo vea venir doy un rápido beso en sus mejillas sorprendiéndolo, me mira y ríe de boca cerrada.

—Vuelve a hacer eso. – Pide, sonriente.

Niego con la cabeza con una sonrisa perversa mientras me dirijo al closet.

—Se va a hacer muy tarde.

— Eres una niña muy traviesa, Keily Andersson, pero mentiría si te dijera que no me gusta que lo seas.

Mi corazón da un vuelco exagerado ante sus palabras. Lo miro y solo espero que a través de mis ojos no delatar mis sentimientos.

No sé qué responder a eso y desvió la mirada con una sonrisa de boca cerrada, lo escucho sonreír mientras escucho el cierre de su maleta.

— Voy a revisar mi correo – lo escucho decir —. Pero antes me daré un baño.

— Esta bien — muerdo mi labio inferior.

Veo como se dirige al baño y no puedo evitar morder mis labios al ver su prodigiosa espalda y su trasero perfecto.

¡Esto no es de Dios!

Me pongo a acomodar algunas cosas que están tiradas, tiendo la cama y transcurridos unos quince minutos, lo veo salir del baño cubierto con una toalla en su cintura.

Santa María, madre de Dios...

En silencio, sigo haciendo mis deberes y trato de no mirar su divino ser, solo escucho los movimientos dentro de la habitación. Siento como acerca hasta donde estoy y, sin que lo vea venir, da un rápido beso en mi mejilla.

Sonrío al nuestras miradas coincidir. Se ve tan guapo, se colocó un traje formal de color blanco, su camisa es rosada y no lleva corbata.

Madre mía, siento como corre la baba por la comisura de mis labios.

— Estas echo todo un bombón — logro decir —. Te queda muy bien ese color.

Sonríe mientras arregla sus nudillos.

— A mí todo me queda bien.

Bufo y ruedo los ojos al mismo tiempo.

—Eso me pasa por alimentar tu gigantesco ego — suelto exasperada, pero a punto de reír — ¿Cómo pude olvidarlo?

Se acerca a mí con una sonrisa.

—No te enojes, niña.

—No estoy enojada y no me digas niña. — Hablo seriamente cruzando mis brazos sobre mis pechos y el muy idiota, sonríe.

— Esta bien, no te enojes — habla divertido —. Iré a revisar los correos en la sala de estar, niña.

Lo miro fulminante, me guiña un ojo y me da la espalda.

¡Me encanta como le quedan esos pantalones!

—Cuando estés lista, nos vamos.

Dicho esto, sale de la habitación, no me da tiempo de decirle nada. Bufo y solo lo dejo pasar, me pongo a preparar la maleta, mientras voy quitando de en medio, algunos que otros objetos para ponerlo en su lugar.

Después de media hora ya la tengo lista, incluso ya me di un baño. Ahora me encuentro preparando el pequeño bolso que llevaré en las manos y, de repente, miro aquel detalle que había comprado para Marcelo el día de ayer.

Aún recuerdo el gran dilema que tenía, pero Bianca, al ser la única que se dio cuenta de mis dudas, me convenció de hacerlo. Al ver un bolígrafo Parker hecho de oro y plata en unas de las tiendas que visitamos, no me pude resistir, pues solo podía ver a Marcelo firmando papelitos con ese objeto, lo bueno es que pude agregarle su nombre en el metal, así como otras iniciales.

Eso me costó un ojo de la cara, pero eso no importa siempre y cuando le guste, aunque no me conformé con eso y compré otras cosas para él.

También vi un suéter mangas largas que me encantó, es de color azul profundo y de solo imaginar cómo se vería con eso puesto, mi corazón se acelera y me dan ganas de besarlo.

Estoy indecisa de si entregárselo o no, pues me da un poco de miedo que no le guste, total, es un millonario que puede darse los lujos que quiera.

Después de unos mínimos más, salgo a la sala y veo al rubio hablando por su celular, le doy su espacio para que continúe hablando sin interrupciones. Voy a preparar un poco de café para ambos y es cuando me doy cuenta de que hay recién echo.

Siento sus pasos detrás de mí.

— Ven, te sirvo la leche con café.

Frunzo mi ceño con media sonrisa, nuestras miradas coinciden.

— ¿Preparaste café? — Pregunto incrédula y sonríe al ver mi expresión.

—No pongas esa cara de sorpresa, la cocina se me da bien.

A ti todo se te da bien, papasote...

Eso tengo que comprobarlo — me cruzo de brazos aun sonriendo.

Lo veo movilizarse en mi cocina en busca de dos tazas. Pone una gran cantidad de leche en una y le coloca un poco de café con dos de azúcar mientras que, en la otra deja el líquido negro y no agrega nada.

Me pasa la taza que tiene la leche y él toma la otra. Ambos tomamos un sorbo, aún estamos de pie en la cocina.

— Esta delicioso.

Me sincero, sonríe ante lo que he dicho, nuestras miradas siguen conectadas.

— Me da gusto que te gustara.

Me pierdo en el cielo azul que me brindan sus ojos.

— Me sorprende que mi amigo millonario, sepa hacer café. – Sonríe al tiempo que toma un sorbo.

No pierdo ninguno de sus movimientos, estoy cautivada con este hombre.

—Te sorprenderías por muchas cosas más que se hacer, nena. — Masculla sin despegar su mirada de la mía. — Cuando quieras te enseño con prácticas incluidas.

BOOM...

Ahí van corazón a todo galope, este idiota, me está provocando.

— Si, ya habrá tiempo para eso – suelto, sonrojada.

—Por supuesto que lo habrá, mi cielo. – Suelta sin despegar su mirada que derrite chicas como yo.

Mis mejillas se vuelven aún más roja.

—Lo que es tu seguridad, ego y convicción, asustan — llevo un sorbo de mi leche con café.

Él solo se limita a sonreír, tomamos el café entre platicas y de pie en la pequeña cocina. Después de eso, organizamos algunas cosas más en el departamento, pero creo que, si no es ahora, no será nunca.

—Marcelo —llamo su atención que esta puesta en una carpeta que tiene en su mano. Esta sentado en el sofá de la sala.

—¿Huh? – responde al tiempo que me mira expresando un poco de curiosidad.

Juego con los dedos de mis manos, estoy nerviosa.

—Quiero... —trago saliva y él frunce un poco su ceño en señal de confusión. Deja la carpeta a un lado y se pone de pie y se dirige hacia mí.

—¿Qué pasa? — Pregunta suavemente al tiempo que levanta mi rostro con una de agua manos.

Trago saliva.

—Quiero darte algo — me mira y una media sonrisa aparece en su rostro, al parecer le gustó la idea.

— ¿Quieres darme algo?

—Sí, eso dije —respondí rápidamente tratando de ocultar los nervios—. No sé si te va a gustar.

Me sonríe de boca cerrada.

—Quiero verlo.

Doy un asentimiento de cabeza y me separo de él para ir por las dos bolsas. Cuando vuelvo a la sala, lo veo de pie observando la misma foto de siempre que se encuentra en el estante. Es una donde estoy con un vestido rojo y una rosa del mismo color en las manos. Coloco las dos bolsas sobre la mesa y me acerco hacia donde se encuentra.

— Ahí recién cumplía mis veinte años. Elena insistió en tomar fotos con las rosas rojas.

—Son tus favoritas — suelta posando su vista sobre mí —. Es una excelente fotografía, ver dos rosas posar para la cámara.

— Gracias — respondo con una sonrisa y sintiendo mi cara arder.

—Me encanta tu sonrisa —dice de repente volviendo su vista la fotografía —. Me gusta todo lo que puedo y no puedo ver de ti.

Me mira.

Mi corazón da latidos apresurados ante sus palabras. Mis dedos comienzan a entumirse de los nervios y, como consecuencia, comienzo a jugar con ellos.

Cuando me mira de la manera que lo está haciendo, siento como si estuviera en otra galaxia, del mismo modo, experimento como todas mis extremidades reaccionan a él.

— Estoy realmente asustada — suelto en un susurro acercándome a él, ambos nos miramos y entrecierra los ojos que están mucho más brillantes el día de hoy —. Últimamente estas diciendo muchas cosas lindas que pueden conquistar a una que otra chica en un dos por tres.

Ladea su cabeza con media sonrisa, ambos estamos tan cerca que aprovecho y llevo mis brazos alrededor de su cuello, él lleva uno de los suyos para rodear mi cintura.

—¿Una que otra chica? — Preguntó observando mis labios.

—Si —respondo, seductora.

Traga saliva.

—¿Contigo está funcionando? —Indagó en un susurro al tiempo que acaricia mi mejilla con una mano.

De seguro debe sentir los latidos de mi corazón que va a toda carrera.

—Sí, puede que si — sonríe de boca cerrada, me mira a los ojos —. Vas por buen camino.

—Juzgando por como late la cosa aquella que tienes, creo que si voy por muy buen camino.

Una sonrisa nerviosa se forma en mis labios.

Ambos nos quedamos así, mirándonos directamente a los ojos, los de él tienen ese brillo especial que lo caracteriza en ciertas ocasiones, los míos deben estar igual. Me muero por besarlo y es tanto mi deseo que no puedo evitar morder mis labios.

—No hagas eso — masculló suplicante juntando nuestras frentes, su ceño se encuentra ligeramente fruncido y sus ojos están cerrados —. Quiero besarte, muero por hacerlo y no me estas ayudando a mi autocontrol.

Santo Dios, yo también muero por besarlo. Es por esa razón que aprovecho que sus ojos están cerrados, nuestras frentes aún están unidas y decido mandar al diablo el maldito trato una vez más, aunque sea por algunos segundos, me acerco y doy un beso en sus labios, no es un beso rudo, sino tierno y fugaz, es evidente que no se lo esperaba. Esto hace que todas mis emociones se levanten, tengo deseos de más y por la forma que ha hecho presión en mi cintura, he de decir que quiere mucho más que esto.

Nos separamos y él abre las puertas del cielo, haciendo que nuestras miradas coincidan. Sus ojos brillosos y esa sonrisa que amenaza por salir de sus labios, me dicen que le ha gustado lo que hecho.

—¿Y eso? — Pregunta con voz ronca.

Sonrío como un angelito, pero con los nervios a flor de piel.

—Bueno, yo solo... — comienzo con mis mejillas coloradas, la verdad es que no sé ni que decir —. No quiero un muerto en mi sala y decidí besarte.

Sonríe de boca cerrada sin separar mucho nuestros rostros.

—Ah, ¿Sí? — Indaga en un susurro al tiempo que poza una de sus manos en mi mejilla.

—Si — respondo, sonrojada y de un momento a otro me llega a la mente lo que sucedió anoche cuando trate de besarlo y trago saliva, ya no quiero esto — sé que anoche me dijiste sobre el trat...

— No digas nada, no hablaremos de eso ahora ¿De acuerdo? — sonríe boca cerrada —. Ahora me vas a decir que eso que quieres darme.

Doy un asentimiento de cabeza.
Me separo de él y voy por las bolsas, lo siento acercarse.

— Espero te guste.

Se queda viendo las bolsas y sonríe levemente.

—¿Todo eso es para mí?

— Unju — llevo mis manos delante de mí y comienzo a jugar con mis dedos.

—Saliste de compras con las chicas y trajiste todo esto para mí.

Soy un asentimiento de cabeza al tiempo que trago saliva. Creo que me pasé. El rubio aún sigue sonriendo.

Comienza a desatar la primera bolsa encontrando y de esta extrae un suéter mangas largas de color azul profundo, su rostro no muestra ningún tipo de expresión.

—Un suéter — suelta a punto de reír.

Sonrío nerviosa.

— Pues sí, estuve en la tienda y cuando lo vi lo primero que me dije: sé que mi amigo millonario tiene muchos outfit bonitos, pero este le quedará más hermoso aun, no me pude aguantar, ese color hará que muchas chicas suspiren por ti.

Una pequeña carcajada masculina, se le escapa.

—Solo me interesa que una sola suspire por mí.

Mi corazón se detuvo. ¿Y ahora por dónde demonios es que se respira?

Con su mirada tan intensa derrite cada una de mis defensas. Ahora es como si el tiempo se hubiese detenido, trago saliva al darme cuenta del significado de lo que acaba de decir.

— Entonces... —comienzo sin apartar la mirada de la suya, mi corazón late tan fuerte ahora mismo que duele —. Ella también va a suspirar por ti.

—Siendo así, muy pronto lo usaré.

Sonrío nerviosa.

—Unju — mascullo —. Abre lo demás.

Comienza a abrir la otra bolsa en silencio y continuo mi explicación.

— Esto es un set de notebook, bolígrafo, USB, llavero, entre otras cosas, esta todo personalizado con tu nombre.

—Estaba a punto de pedir una agenda a Lucy, — manifiesta con media sonrisa observando el detalle —. La que tengo está casi llena.

Sonrío al ver su expresión relajada.

—Te vi usarla un día de estos y me di cuenta de ello — poza sus ojos sobre mí y trago saliva por la sensación agradable que emite su mirada sobre mí —. Espero que en verdad te guste.

—Es un excelente detalle, me gusta muchísimo — observa con más precisión los otros objetos y habla — pero este bolígrafo no pertenece al set.

Sonrío porque es verdad.

— Es usted muy observador, señor Sandoval.

Lo toma en la mano y lo observa minuciosamente con una sonrisa de boca cerrada.

—También tiene mi nombre —dice con su vista puesta en el bolígrafo y sonríe ampliamente al darse cuenta de algo más —. Y unas iniciales que no sé qué significan. (SSMCP), dime que es.

Sonrío sonrojada negando con la cabeza.

— De hecho, la agenda, el llavero y los demás también tienen las iniciales, solo que no son muy visibles — le explico —. Sé que el bolígrafo no es de lo que estás acostumbrado a usar, pero...

—Desde hoy solo usaré este — dice mirándome haciendo que me pierda totalmente en él —. No podría ser de otra manera. Confieso que estoy realmente intrigado con el significado de las iniciales.

Sonrío.

— Al igual que yo con las iniciales de mi collar — respondo al tiempo que tomo por el colgante la prenda que permanece en mi cuello. Esa respuesta lo hace sonreír aún más —. Supongo que estamos a mano.

—S.S.M.C.P. —masculló para sí mismo mirando el bolígrafo —. Muchas gracias por todos estos detalles, mi cielo, el que me tengas presente es lo más gratificante de esto.

Solo sonrío sin decir ni una sola palabra, si tan solo supiera que no puedo apartarlo de mis pensamientos ni un solo segundo.

—Siempre — suelto en voz alta y él sonríe ampliamente mientras se acerca a mi haciendo que los latidos de mi corazón sean más constantes. Al darme cuenta de lo que afirmé, mis mejillas comienzan a cambiar de color y trato de rectificar lo que he dicho, él levanta una de sus cejas cuando ya no hay distancia que nos separa —. Bueno, yo... quiero decir, siempre a la orden.

— Unju — gesticula divertido, creo que no me creyó nada, haciendo que sonría en el acto —. Muchas gracias, preciosa.

Me da un beso lento en las mejillas.

—Creo que es hora de irnos —. Lanzo mi ruta de escape ante las tantas emociones que experimento en este momento.

Vuelve a sonreír.

— Lo que diga la señorita Andersson.

Ambos nos miramos por más tiempo de lo normal, no puedo creer que una simple mirada de Marcelo Sandoval, me haga sentir tanto.

—Dijiste que no llevarías muchas cosas —suelta al tomar una de mis maletas, sonrío como un angelito.

—Pero si son poquitas cosas, solo llevo lo esencial.

—Ya veo. Si esto es lo esencial...— masculló mirando la otra maleta.

Sonrío al ver la cara del rubio, está un poco sorprendido y divertido al mismo tiempo.

—Una chica nunca lleva lo suficiente cuando sale a vacacionar, así que apréndete eso, cielito—, hablo mientras paso por su lado con aires de superioridad, siento su mirada sobre mí.

Escucho como una risa masculina se le escapa.

—Lo tendré muy pendiente, niñita.

—Buen chico.

Unos minutos más tarde ya estamos en el auto y nos marchamos con dirección a su empresa.

Transcurridos un poco más de cuarenta y cinco minutos, nos encontramos en la empresa Sandoval.

— Tengo una reunión que no puedo posponer con unos posibles socios. — Me informa al tiempo que esperamos que las puertas del ascensor sean abiertas, él sostiene mi mano. — Pero haré todo lo posible para que no se prolongue más de lo necesario.

Sonrío.

—No te preocupes, puedo esperarte el tiempo que sea.

—Gracias, mi cielo.

Observo a mi alrededor y hay muchos movimientos por parte del personal a pesar de ser el día que es.

— Según lo que he visto, aquí laboran como un día normal, es decir, es sábado.

— Constructora Sandoval, labora hasta los sábados al medio día – explica con calma mientras subimos a la caja metálica —. Es así en todas las sedes que tenemos.

— Ya veo, me imagino que tus empleados no tienen inconvenientes con eso.

—No, el sueldo y beneficios que reciben por su trabajo compensan todo eso, además, antes de su contratación, se les evalúa y hace una serie de preguntas para determinar qué tan comprometidos estarán con la empresa, la evaluación de escrutinio, es determinante y muy compleja.

— ¡Vaya! — suelto, sonriente —. Eso hace que ustedes contraten al personal idóneo y que la empresa vaya sin desvíos hacia la meta propuesta.

Me mira y una sonrisa se pinta en sus labios.

—Eres una mujer muy lista, preciosa.

—Nunca tengas dudas de eso, Marcelo – suelto con altivez.

—Nunca las he tenido — mira su reloj, al tiempo que sonríe —. Confío plenamente en tus capacidades.

Sonrío ante sus palabras.

— Waoo, el gran Marcelo Sandoval, confía en mi — hablo un poco sarcástica, pero divertida al mismo tiempo —. Eso es increíble, me siento afortunada.

Sonríe de boca cerrada.

— No lo digas de esa manera, confío en ti — suelta al tiempo que vuelve a mirar su reloj.

— ¿Estas a tiempo para la reunión? — indago cambiando de tema.

—Sí, solo compruebo los minutos que tengo disponibles antes de que se presenten.

Vemos como las puertas de la caja metálica son abiertas, dando paso al área de Presidencia, un lugar muy espacioso y elegante en donde se encuentran varias asistentes. Este lugar me trae buenos recuerdos con el tarado este, ¿Quién diría que llegaríamos a ser...?

¿Qué somos nosotros?

No tengo ni la menor idea, pero sea lo que sea, hemos avanzado mucho.

Camino de la mano del rubio, llamando la atención de las personas del lugar, me pego un poquito más a él para tratar de pasar desapercibida y me mira con una sonrisa.

—Tranquila.

—Lo estoy — le brindo mi mejor sonrisa y afianzo mi agarre.

Da un asentimiento y gira su rostro al frente nuevamente.

—Buenos días —lo escucho decir.

Las personas que se encuentran aquí, lo miran y responden al unísono. Todos llevan disimuladamente, su mirada hacia nuestras manos atadas y él se encuentra tranquilo e imperturbable, entonces yo también lo estoy, no hay nada a que temer.

Cuando llegamos frente a su asistente, está ya se encuentra de pie con un iPad en las manos.

—Buenos días, Ingeniero Sandoval.

—Buenos días, Lucy — saluda con su rostro indescifrable. —¿Ya está preparada la sala de juntas?

— Sí, señor, esta todo como usted lo ordenó.

— Bien. Gracias.

La chica me observa disimuladamente con una sonrisa genuina al tiempo que mira rápidamente nuestras manos unidas, estoy segura que me recuerda.

—Seré rápido en la reunión, no te haré esperar mucho — llama El rubio, mi atención haciendo que lo mire, ahora estamos de frente.

—Ya te dije que no debes preocuparte — nuestras miradas conectadas, él me sonríe levemente —. Tómate el tiempo que sea necesario, esperaré donde me digas.

— Muchas gracias.

Mira a su alrededor y hago lo mismo, se da cuenta que llamamos la atención de todas las personas aquí, ellos tratan de disimularlo, pero le es imposible. Marcelo, suelta un suspiro lento, me sonríe y vuelve a hablar:

—Ven, vamos a mi oficina.

Doy un asentimiento de cabeza y emprendo mi camino junto a él, dejando un sin fin de miradas curiosas detrás, pero no hago ningún comentario al respecto.

Entramos a la oficina y una sonrisa se pinta en mis labios.

— Esto está tal cual lo recordaba — pienso en voz alta al entrar a la oficina ganándome una sonrisa del rubio.

—Así que recuerdas bien aquella vez que estuviste aquí, ¿eh? – Suelta con un atisbo de sonrisa.

—No podría olvidarlo — expreso con mi rostro ardiendo por lo que he dicho, me mira con ese cielo azul que me cautiva cada vez que lo veo—. Bueno yo...

—Yo tampoco podría olvidarlo — me interrumpe al tiempo que sostiene mi mandíbula con delicadeza, ambos estamos de frente y muy cerca uno del otro —. Nada, absolutamente nada que tenga que ver contigo podría olvidarlo, Keily.

Mi corazón echa su acostumbrada carrera ante sus palabras y trago saliva con disimulo.

—Eso quiere decir que soy inolvidable — Suelto con picardía disimulando los latidos apresurados de mi corazón a causa de los nervios que me embargan.

Sonríe de boca cerrada, nuestras miradas conectadas llenas de tantas emociones y mis nervios están a flor de piel.

—Definitivamente, eres inolvidable, preciosa mía.

Dos latidos anormales azotan mi corazón nuevamente al escucharlo mascullar esas palabras.

—¿Preciosa tuya? – Pregunté, nerviosa. Una sonrisa amenaza por salir.

Quita su mano de mi mandíbula y la lleva a mi mejilla, la acaricia lentamente con sus nudillos, sus ojos puestos en los míos y la tensión al máximo esplendor en este espacio.

Traga saliva para luego proceder a hablar:

—Preciosa mía — masculló con seguridad.

Dios mío, creo que moriré en este preciso momento.

Se hace un silencio prolongado entre los dos, solo nos limitamos a mirarnos. Quiero decirle tantas cosas, quiero decirle que lo quiero, que es una persona muy importante para mí, pero creo que no es el momento para hacerlo, puesto que, no sé cuál sería su reacción.

Trago saliva.

Veo como lentamente, se acerca a mi rostro y besa mis mejillas, cierro mis ojos en el acto, son tantas las emociones que se arremolinan en mi interior; ese zoológico de animales vuelve a levantarse ante mis sentimientos.

Se separa de mí lentamente.

Estoy completamente estática en mi lugar asimilando cada una de las palabras de esa última afirmación que hizo, pues no puedo evitar sentir tanto con tan solo decir esa pequeña oración. Después de unos segundos más, llevo mis brazos a alrededor de su torso atrapándolo en un abrazo, mi cabeza se encuentra sobre su pecho, él rodea sobre mis hombros con sus fuertes brazos llevando una de sus palmas a mi cabeza, su corazón va muy deprisa y esto hace que todo en mi reaccione a su cercanía, me siento segura estando bajo sus alas.

Da un beso en mi cabeza y vuelve a abrazarme. Pasan varios minutos y ambos estamos estáticos, en la misma postura, abrazados.

— Disculpe, Ingeniero — Interrumpe, Lucy. Marcelo, se separa de mí sin ninguna prisa, expulsando todo el aire que había en sus pulmones —. Lo siento.

Mira a Lucy con expresión apacible, ella traga saliva y su rostro enrojece por lo incomodo que le resulta haber interrumpido. Por mi parte, estoy un poco ida por el abrazo del hombre que amo porque no soy tonta y sé lo que significa todo esto.

— ¿Qué se le ofrece? – Su tono es un poco sugerente y eso da paso a que lleve mi mirada hacia él.

Me mira y un atisbo de sonrisa amenaza por salir. Vuelve su mirada hacia la chica que también es de pelo negro. Ella tiene el pelo muy lacio hasta un poco más abajo de los hombros, es de piel blanca y ojos verdes.

— Todo está listo para la junta, los accionistas y posibles clientes solo lo esperan a usted.

—Gracias, Lucy. – Agradece mirando hacia ella.

—¿Algo más, Ingeniero? – Pregunta ella normal, es decir, al parecer no se ha intimidado por el tono que usó el hombre aquí presente al principio y mi rubio, niega con la cabeza — siendo así, me retiro. Con permiso.

— Propio — digo. Ella me sonríe amable.

Marcelo se posiciona nuevamente ante mí.

— ¿Algo que decir, señorita? — Pregunta mirando mis ojos.

— Asustaste a Lucy con tu genio amargado que mostraste al principio.

—Ella es una de las personas que más conoce de mi carácter, esto no debe asustarla.

—Me imagino que aguantar al señor gruñón debe ser un trabajo bien remunerado — hablo a punto de reír.

—Lo es — masculla acercándose más a mí y yo doy un paso hasta él.

— Debe ser una tortura — contraataco seductora, mientras arreglo su traje. El muy tarúpido, sonríe de lado mirando mis labios.

— Para ser sincero — suelta del mismo modo que yo lo he hecho, roza nuestras narices haciendo que todo mi estómago sea un circo de animales en fiesta y continúa: — Muchas se han ofrecido a hacerlo gratis.

Me separo de él y lo miro, está sonriendo con mi expresión.

— Eres un maldito idiot...

Su sonrisa se acrecienta y lo miro fulminante.

—No tientes al demonio, niñita.

Se refiere a la palabra que trae las ricas y deliciosas consecuencias. Sonrío como un angelito.

— No estoy tentando nada — cruzo los brazos y él sigue sonriendo —. Solo ve y haz lo que debes hacer, ve a la junta, se te hace tarde.

—Puedes ir conmigo, si quieres — propone y me es inevitable no sonreír.

—Es una junta, Marcelo, ve y resuelve tus asuntos, puedo esperar aquí – expreso, sonriente.

Su mirada es tan profunda que, en ocasiones, se me hace tan difícil decirle que no, pero, también estoy consciente sé que este es su espacio laboral y necesita total concentración.

—No quiero dejarte sola – dice con su rostro libre de expresión y vuelvo a sonreír.

—No te preocupes, ya tengo un plan.

Me mira curioso.

—¿Un plan? – Pregunta —. ¿Qué plan?

Doy un asentimiento de cabeza con una sonrisa traviesa. Me mira con los ojos entrecerrados.

— Incluye el sofá de tu lujosa oficina, mi celular y un chico llamado Derozt.

Su mirada se oscurece poco a poco al darse cuenta o más bien al recordar, lo que lo que estoy acostumbrada a leer en las páginas y redes de este chico.

— ¿Vas a leer sobre...? – Su voz es ronca.

—Si — respondí segura, pues quiero provocarlo.

—Mierda, Keily... – Masculló pasando su mano por su rubio cabello —. Te haré pagar cada una de tus provocaciones, te lo juro.

—Y yo le juro no poner resistencia a su castigo, mi señor — mi voz sale con firmeza, pero con toda la intención de seducirlo.

Al diablo las palabras que dijo anoche y el maldito trato.

Su cara se ilumina, sus ojos de cielo dicen tanto ahora mismo me tienen hechizada, nunca aparto mi mirada de la suya, pues estas mantienen una conversación en la que no es necesaria la utilización de las palabras.

Traga saliva.

— Eres un pequeño demonio. —sonrío.

Se acerca lentamente y me toma por la cintura, llevando su rostro al hueco de mi cuello, deposita un beso allí haciendo que mi piel se erice al instante.

—Ahora debo irme, niñita traviesa — soltó en un susurro, su aliento golpeando mi cuello, me desestabiliza, me lleva directamente al borde de la locura, mira mi expresión y continúa —Disfruta tu lectura, luego me dices que es eso que quieres experimentar y con gusto te enseño.

Mi cara comienza a arder, recordando aquella ocasión que le dije que quería que fuera mi maestro.

— Claro que lo hare, disfruto leerle a Derozt, pero también esas imágenes que... — detengo el hilo de mis pensamientos, creo que necesito un baño en agua bendita — bueno, vamos a ver con qué me sale ahora ese guapísimo chico.

Aprieta la mandíbula y me mira fulminante, pero no hace ningún comentario sobre lo que dije, más bien, se separa de mí, ahora con su rostro libre de expresión.

Se enojó.

—Este es tu espacio, úsalo como desees, cualquier cosa que necesites habla con Lucy y ella estará al pendiente — doy un asentimiento de cabeza y el continúa apacible —: trataré de que la junta sea breve, pero mientras tanto, disfruta la lectura de tu guapísimo chico, hablamos en unos minutos.

Me mira por unos segundos y luego, da la media vuelta dirigiéndose a la salida de la oficina.

Pero... ¿Qué le pasa a este...?

Sonrío al ver su expresión, podría jurar que se ha puesto celoso de mi comentario. Chillo de alegría al darme cuenta de que causo ese tipo de emociones en él, eso quiere decir que no le soy indiferente, aunque no lo crean, para mi ese hecho es un gran paso.

Luego de unos minutos más de procesar lo que acaba de pasar y con más entusiasmo que antes, me pongo a leer un post de lo que ha publicado, mi querido Derozt.

Tengo alrededor de quince minutos sumergida en la lectura, pues cuando inicio no puedo parar de leer. En verdad, hay unos de los posts que me ha causado más curiosidad que los demás, pero ni loca le digo algo así al rubio, por lo menos no por ahora. Mi imaginación va a toda velocidad de tan solo imaginarme haciendo estas cosas, a causa de esto, mi rostro está ardiendo, es algo que no puedo evitar. Me remuevo incomoda en mi lugar, ya que al darle riendas sueltas a mis pensamientos, no podría estar de otra manera...

—¿Quién eres tú, jovencita?

Levanto mi rostro de golpe encontrándome con la figura de un señor avanzado de edad, pero que se ve muy bien. Su cabello es canoso y se encuentra perfectamente peinado hacia atrás, su barba impecable y su porte indican que es un señor distinguido.


Estaba tan sumergida en la lectura que no escuché cuando entró a la oficina.

Mi rostro enrojece aún más, puesto que, estaba muy cómoda en el sofá. El señor tiene su vista fija en mí y su semblante es serio, me mira de arriba a abajo.

Me pongo de pie inmediatamente.

—Buenos días, señor.

—Buenos días — responde con gesto pétreo —. Le he hecho una pregunta, ¿Qué hace usted en esta oficina y sola?

No puedo evitar sentirme un poco intimidada por este señor, su mirada es tan penetrante que da escalofríos

—Yo solo... — trago saliva. — Soy Keily Andersson, señor.

Tiendo mi mano y lleva su mirada hasta allí.

—¿Andersson? — Murmuró con altivez, esta vez dirige su mirada a mis ojos, pero nunca toma mi mano.

— Si, como ha escuchado, Andersson — Recalqué con seguridad mientras bajo mi mano que aún estaba extendida hacia él.

Su expresión es impasible, sus ojos me ponen inquieta.

—Como no tienes identificación de estar trabajando en esta empresa quiere decir que has venido por algo.

Su tono de voz me da escalofríos.

— No, yo no trabajo aquí, solo espero por Marcelo.

Él me mira con su semblante serio y,  unos segundos después, una sonrisa sarcástica sale de él.

—Ya comprendo, eres ese tipo de chicas, con razón te encontré tan cómodamente en ese sofá —soltó mirando directamente a mis ojos —. Ahora Marcelo, trae todo tipo de mujeres a esta institución, pensé que había dejado esas costumbres de lado, pero veo que no.

Mi corazón da latidos fuertes e irregulares, dice que Marcelo trae chicas para...

Un sabor amargo se instala en mi boca y mi ceño se frunce entendiendo perfectamente lo que quiso decir y es algo que me indigna totalmente. Este señor piensa que soy una de las "amantes de oficina" del rubio y de tan solo pensarlo mi corazón se estruja y siento ganas de vomitar al imaginar a Marcelo con otras mujeres en esta oficina, aunque él y yo no tengamos nada, no puedo evitar sentirme mal. Es por ello que decido aclarar las cosas de una vez.

—No, yo no soy la amante de nadie — aclaro con firmeza —. No me falte el respeto de esa manera, señor.

Una sonrisa de lado se asoma en la comisura de sus labios.

—Mi primera impresión sobre usted — me mira de arriba a abajo —, fue esa y es imposible equivocarme.

Mi corazón se hace un puño, pero no me quedaré callada.

—Pues se ha equivocado — me cruzo de brazos —, no le permito que me falte el respeto, usted no me conoce para hacer juicios apresurados.

—Usted me permite lo que sea — Contraataca perverso —. Usted está cómodamente en esta oficina y sé perfectamente que no es de la familia Sandoval para tomarse la libertad de sentarse y pasearse como se le dé la gana.

—Me dieron la autorización de usar el espacio a mi antojo, señor — respondo, tratando de apaciguar el enojo —. Pero lamento mucho, si en algo le ha ofend...

— Señor. Aquí está su caf.. — Soy interrumpida por Lucy, la asistente de Marcelo.

La chica da un traspié y por desgracia, el café cae sobre el señor que aún no sé quién es.

—¡¡Eres una inepta!! — gritó el señor, colérico haciendo que mi corazón se eche a correr, no puedo imaginar el de Lucy.

—Lo siento, señor. Disculp...

—¡No sirves para nada! — Volvió a gritar, está enojado, las venas de su cuello resaltan.

Al ver su expresión enojada y una Lucy muy asustada, decido intervenir:

— Cálmese, señor —, me acerco un poco para ayudarle con unas de las servilletas que quedaron en la bandeja —Venga, siéntese aquí.

Lo voy a tomar del brazo para ayudarle y de muy mala gana se separa.

— ¡No me toques! – brama muy molesto, trago saliva y Lucy, se encuentra temblando de los nervios, tiene los ojos llorosos. —¿Quién te ha dado el derecho de hacerlo?

—Solo intenté ayudarlo, señor, — volví a decir, esta vez un poco más firme —. Solo fue un accidente, ella se ha disculpado con usted.

—A ti, muchachita, nadie le ha pedido su opinión — su ceño se encuentra fruncido, está muy molesto, su mirada es fulminante —. Así que absténgase de darla.

Eso definitivamente, me ha causado gran molestia, ¿Qué se cree este señor para estar insultando a los demás, así como así?

—Pues usted tampoco tiene el derecho de gritar en este espacio, esta no es su casa — mi tono de voz no es elevado, pero si es firme.

—¡¡¿Quién te crees que eres para dirigirte a mí de esa manera?!! — vocifera dando un paso hacia adelante—. ¡¡Ya he hablado y he dicho que no me interesa escuchar su opinión y claro que puedo hacer lo que quiera aquí!!

—Usted no ha hablado, usted ha gritado, señor — contraataco, estoy muy molesta con la actitud que ha tomado —. No hay razón para ponerse de esa manera.

— Ya por favor, no discutan — habla Lucy, en un susurro, se nota que se encuentra muy intimidada —. Señor, lamento mucho lo ocurrido, yo...

—¡No me interesan sus disculpas, a simple vista, me doy cuenta de que esta empresa está rodeada de gente incompetente como ustedes...! — dirige su mirada infernal sobre mí y continúa: — Solo espero que las cosas cambien en un futuro no muy lejano.

—Es usted un maleducado — frunzo un poco más mi ceño para decirle un par de verdades, aunque un nudo a causa de los nervios, se apodera de mi estómago —. Usted no puede ir tratando mal a las personas por cosas como estas, puedo entender que se moleste porque un café le haya caído encima por accidente y haya manchado su perfecto y arreglado traje, pero no la actitud sobre los demás.

—Usted no tiene que entender nada, yo hago y actúo como quiero y, para que vea que, si estoy en mi espacio, aquí y teniéndola a usted como testigo — se harta de decir el hombre frente a nosotras con una sonrisa de superioridad en el rostro, en esta ocasión, mira la pobre Lucy —. Esta despedida, muchachita inútil y dele gracias a esta mujer que usted tiene aquí en frente.

El rostro de Lucy, palidece.

—No señor, por favor, necesito mi trabajo — habla Lucy muy asustada, su mirada solo refleja una gran preocupación. — Necesito mantener a mis niños, por favor.

Mi corazón va a millón, no puedo creer lo que ha dicho. Esto me ha dolido.

¿Pero quién es este señor?

—Usted no puede hacer eso — mi voz sale dubitativa, un nudo se empieza a cocer en mi garganta.

Lucy se pone en alerta, está muy nerviosa y de sus ojos bajan un par de lágrimas.

El hombre sonríe sarcástico y victorioso a la vez.

—Sí, señorita Andersson, puede hacerlo — la escucho hablar en un susurro, su vista se encuentra en el piso, mi corazón comienza a latir más rápido aún —. El señor es Patricio Sandoval, padre del fundador de esta empresa y, por ende, abuelo del presidente y viceversa de la misma.

—Corrección, niña, mi padre fue unos de los fundadores, yo su heredero y mi hijo decidió comprarme todo cuando un día quise deshacerme de esto, pero aún sigo manteniendo el mismo poder aquí.

Abro poco a poco la boca por la incredulidad, miro al hombre frente a mi quien sonríe en victoria. Este señor es el abuelo de Marcelo, Diego y Amelia. Trago saliva, porque por mi culpa alguien ha perdido su trabajo, es algo que no puedo perdonarme.

—Ahora quiero que se larguen las dos de esta oficina, no las quiero ver — habla el viejo esta vez más calmado, pues ha ganado el pleito.

No sé qué hacer, ¿Cómo es posible que este hombre actúe de esta manera?, el hecho de que sea uno de los dueños de esta empresa no le da el derecho a ofender y maltratar a los demás cuando se le dé la gana. Esto me tiene muy enojada, me siento impotente, pero no me romperé aquí y tampoco le daré el gusto.

— Si no quiere vernos aquí, váyase — mi voz sale firme, las lágrimas amenazan por salir por la impotencia que siento —. Aquí nosotras llegamos primero.

— Eres una chica irrespetuosa e insolente— suelta entre dientes— ¡Largo!

Tengo ganas de llorar del enojo que siento.

—Ya le dije que no nos moveremos de aquí — hablé.

—Señorita Andersson, por favor... — escucho a Lucy con voz entrecortada. —No complique más las cosas.

—No nos vamos a ir — miro a Lucy y ella a pesar de estar pasando un trago amargo me sonríe levemente, pero sus ojos aún siguen llenos de lágrimas — No le daré el gusto a este señor maleducado, estoy esperando a Marcelo y no me moveré hasta que llegue.

—No sabes con quien te estás metiendo, no me conoces, no me gustan las piedras en el camino y estas siendo una, muchacha impertinente — interviene él, mira a Lucy. — Usted, llame a seguridad, no quiero a esta mujer en mi espacio.

Lucy, lleva su mirada hacia mí y luego hacia el señor Sandoval, se llena de impotencia y rabia a la vez, pues tampoco puede concebir tanto atropello, luego de unos segundos, habla:

—Como ya me despidió, ya no estoy en labores, no lo haré, señor.

La cara de Patricio Sandoval, es un poema.

—Me voy a encargar de que nadie contrate gente tan inepta como ustedes. Tú también te arrepentirás de haberme retado — su enojo es evidente —. Y a ti, muchachita impertinente — ahora se dirige a mí con un gesto no muy amable —. Te vas a arrepentir de haber metido tus narices donde no se te ha pedido.

—Vaya con sus amenazas a otro lado, no le tengo miedo a nada de lo que usted vaya a hacer —mi voz sale dura, estoy a punto de explotar, mis ojos arden.

—Como se nota que no me conoces, niña malcriada... ¡Fuera de aquí!

—¿Qué está pasando aquí? — Pregunta Cristian, su gesto pétreo mirando al abuelo, luego a Lucy y, finalmente, a mí —. Tus gritos se escuchan allá fuera, Patricio.

Todos lo miramos, no soy capaz de responder pues si lo hago rompo en llanto, Lucy, tampoco. Es por ello que, el abuelo Sandoval, decide responder llamando la atención del castaño.

—Pasa que lo único que tienen en esta empresa es gente incompetente, pero yo mismo me encargaré de solucionar esa parte.

Cristian pasa su mirada por donde Lucy, quien baja la mirada y luego por mí, admito que mis manos me tiemblan y el nudo en mi garganta se hace más grande, tengo deseos de llorar.

— ¿Qué haces aquí, Patricio? – Pregunta de manera neutral, Cristian.

— Vine aquí con el fin de hablar con Marcelo de algunas cosas, pero ya no estoy en condiciones de hacerlo — se mira a si mismo asqueado, la parte sucia de su traje esta horrible —. Me voy, vuelvo en otro momento y cuando no tenga gente desagradable a mi alrededor. En cuanto a ustedes dos — nos mira con desprecio a Lucy y a mí —. Espero no encontrármelas por aquí en una próxima ocasión, aunque desde ya, me encargaré de eso; y tú — se dirige precisamente a mí —, no creas que porque no trabajes aquí te has liberado de mi mano, no creas que esa muchacha que está a su lado fue la única que perdió su trabajo el día de hoy.

Lucy y yo, nos miramos, pero no decimos nada, siento tanta impotencia ahora mismo. Por su parte, Cris, se encuentra de pie con su rostro libre de expresión, mira al abuelo analizando cada uno de sus movimientos.

¿También perderé mi trabajo?

Dios.

—No creo que te convenga amenazarlas, Patricio — expresa un tranquilo castaño.

—Tú sabes que lo mío no es amenaza, Serrano, yo actúo.

—A Marcelo...

—Marcelo, nada... ya veremos quién tiene la última palabra.

Cris, suelta un suspiro cansado, pero no vuelve a decir nada.

Todos estamos en silencio y observamos hacia la salida, por donde se acaba de ir el viejo maleducado.

—¿Qué pasó? – Vuelve a preguntar el castaño, ahora me mira directamente a mí.

Lo miro y como si esa pregunta fuera el detonante de todo, las lágrimas comienzan a bajar por mis mejillas, me siento en el sofá que se encuentra detrás de mí y entierro mi rostro en las palmas de mis manos.

—Mierda, Kei, cálmate... — siento como Cris, se acerca y se pone en cuclillas y poza sus manos en mis rodillas, todas mis extremidades me tiemblan del coraje, sollozos salen sin control —. A Marcelo, no le va a gustar esto, mira como estas.

Lo dice más para él que para nosotras.

También se pueden escuchar los sollozos silenciosos de Lucy.

Comienzo a negar con la cabeza, lloro porque tengo rabia y tiendo a hacerlo cuando hay tantas injusticias, me siento culpable por que Lucy fue despedida y por la discusión con ese señor, me enojé tanto.

Siento como tocan mi hombro y retiro las manos de mi rostro, es Lucy, quien me tiende un vaso de agua, lo tomo bajo la atenta mirada de los dos. Cristian, me mira desde abajo, está en cuclillas delante de mí con el ceño fruncido. Cuando ya lo he tomado todo, respiro profundo pero no es suficiente, lagrimas vuelven a bajar sin permiso.

— Mira como estas — dice limpiando una lagrima que bajaba — debes calmarte, Kei.

Mientras mas me lo decía más lloraba, vuelvo a hacer dos respiraciones y me calmo un poco.

— ¿Qué fue lo que pasó, Lucy?

Ella y yo nos miramos por unos segundos, comienza contarle con lujos, pelos y señales todo lo que pasó. Cristian, no muestra ningún tipo de expresión a medida que Lucy le va contando.

— Le juro que fue un accidente, arquitecto, me disculpé, pero la situación empeoró con eso.

— No me pude contener, dijo cosas horribles e hizo insinuaciones que lamentablemente me afectaron y bueno, ya sabes... — agrego yo, aun con voz entrecortada, aun quiero llorar —. Le dije un par de verdades.

—No se preocupen por nada, todo estará bien — anima el castaño procediendo a sentarse a mi lado—. Patricio siempre ha sido de esa manera, un prepotente de mierda.

Lo dice en un tono despreocupado y no puedo evitar sonreír al igual que Lucy.

—Es un maleducado —hablo yo.

— Todo el dinero que tiene, no le ha dado para educarse bien.

—Para ser educado, no se necesita tener dinero, arquitecto — interviene Lucy, aún tiene una servilleta con la que limpia su nariz que ahora está muy roja.

— Eso es verdad — concuerdo con ella —. Es lamentable que me haya puesto con un señor mayor, pero no pude, todo lo que dijo me rebasó.

— Ya les dije que no...

—Estoy muy preocupada —expresa Lucy, mirándome e interrumpiendo a Cristian —. Soy madre soltera, tengo dos niños que dependen de mí.

La miro y me dan ganas de llorar nuevamente.

—Lo lamento mucho, fue mi culpa —ella me mira y se acerca un poco más —. No debí...

— No lo es, aunque él haya dicho que es por su culpa, no es así, — expresa Lucy— sólo buscaba que usted se sintiera mal, señorita, aquí todos lo conocemos, de todas maneras, me iba a despedir.

Ella tiene sus ojos cristalizados e incluso tomó otra servilleta sorber su nariz nuevamente mientras se dirige al teléfono que no para de sonar.

— No debes ponerte así por él, Kei — habla Cristian con el ceño fruncido —. No vale la pena.

Cristian, posa su mano sobre mi hombro.

—Es que me dio tanto coraje, no sabía cómo liberarlo y creo que llorar ha sido lo más factible, pero tienes razón, mi Cris, — le brindo una sonrisa al tiempo que hago unas algunas respiraciones profundas, esto no ayuda mucho, las ganas de llorar aún continúan — voy al baño, quiero lavar mi cara, ya veremos cómo solucionamos esto.

Y eso hice.

En realidad, aún me siento fatal, me siento culpable por lo de Lucy, aún persiste un nudo en mi interior por la falta de respeto de ese señor y el coraje que me hizo pasar, pero no lloraré, no lo haré.

— Ya estoy como nueva — digo al regresar del baño.

— Eso. Así se habla, nena.

—No le comentes a Marcelo sobre lo que ha pasado, Cris, es su abuelo y no me gustaría que se sienta en la obligación de intervenir y su relación familiar se vea afectada.

Bufa.

—Como si tuviera que hacerlo, Keily, ese amargado te conoce mas que tu misma — comenta en tono despreocupado y mi cara enrójese —. Pero vamos a hacer el intento.

En eso llega Lucy nuevamente, esta echa un mar de lágrimas.

— El señor Sandoval, se comunicó con recursos humanos, — un sollozo se escucha de su parte y trato de tragar el nudo de mi garganta —, se va a hacer efectivo mi despido.

— ¿Tan pronto? Dios mio...— lloriquié.

—Tranquilas mujeres de por Dios — dice Cristian —. Lucy, todo va a estar bien, se están ahogando en un vaso de agua.

Nosotras no pensamos igual que el castaño.

Pues ver a Lucy llorar, me ha arrugado más el pecho, me siento culpable, pero me aguanto, no voy a llorar, tengo la esperanza de que Marcelo pueda ayudarla, es por ello que busco la manera de distraernos un poco para que no siga llorando  y, de paso, yo tampoco.

— Dijiste que tienes dos niños — hablo hacia ella, sonríe dando un asentimiento de cabeza —. Deben ser hermosos.

Su sonrisa crece aún más.

—Sí, lo son — responde —. Vivo solo para ellos, son dos varones Luis y Lucas, seis y cuatro años.

Su cara se iluminó con tan solo hablar de sus hijos, se nota que los ama mucho.

Ya no lloramos, estamos entre platicas, ella nos cuenta de las travesuras de colegio de sus niños. Es un par de mínimos después que escuchamos la puerta principal de la oficina abrirse y es entonces cuando pasa...

Marcelo entra hablando por su celular y si antes lo idolatraba, ahora mucho más al escucharlo hablar el idioma francés.

Oui, Dubois, je paraîtrai en France dans quelques semaines. (Sí, Dubois, iré en Francia en unas semanas).

Se hace un silencio, al parecer escucha lo que dice la otra persona detrás de la línea. En ningún momento ha dirigido la vista donde estamos.

Nous allons tout préciser dans ces jours-là, je ne peux pas aller avant. (Aclararemos todo en esos días, no puedo ir antes).

Silencio...

Se coloca detrás de su escritorio, pero aún persiste de pie.

Vous devrez m'en convaincre, je n'aime pas discuter de sujets importants au téléphone. (Tendrás que convencerme de eso cuando vaya por allá, no me gusta discutir los asuntos importantes por teléfono).

Silencio...

—Ça m'intéresse de t'écouter, mais encore plus que tu m'écoutes...

(Estoy interesado en escucharte, pero más aún en que me escuches ...)

Mira en nuestra dirección, mira primero a Lucy, su cara se torna confusa y a las nuestras miradas coincidir, frunce su ceño totalmente.

—¿Pero qué demonios...? — Suelta en español, su mirada me analiza profundamente y continúa con el ceño fruncido —: Excusez-moi, Dubois, j'ai eu une urgence, je dois raccrocher.

(Disculpa, Dubois, se me ha presentado una emergencia, debo colgar).

Trago saliva y desvío la mirada por algunos segundos, la suya es muy pesada.

Cierra la línea sin esperar respuesta y camina hacia nosotros.

—¿Qué pasa? — Preguntó inmediatamente, sus ojos están puestos en mí — ¿Por qué tienen esas caras? ¿Qué te hizo este?

— ¿Yo? ¿Porqué yo? — respondió Cristian indignado —. Todo yo, todo yo...

—¡Cristian, habla ya! — pide Marcelo, impaciente.

—Nada, solo hacíamos chistes y ellas se rieron tanto que tienen esas caras.

Marcelo mira fulminante a Cristian.

— No estoy para tus juegos — Dice este posicionándose a mi lado y poniéndose en cuclillas —Lucy, Keily ¿Qué sucede?

No lo miro, porque tengo vergüenza me he puesto con su abuelo y, aunque se lo merecía, no sé cuál sería su reacción al saberlo, es su familia y es normal que este se ponga de su parte.

— ¿Tendré que preguntar de nuevo? — se pone de pie.

Su tono es sugerente y siento su mirada sobre mí, más no lo miro, estoy muy nerviosa.

—Les dije que no tenían de qué preocuparse, pero las mujeres rara vez hacen caso cuando hablo — miro a Cristian de reojo y soltó un suspiro cansado —. Sabía que no había necesidad de que no te dijera, te darías cuenta en seguida de tan solo mirarla.

Levanto mi rostro y me encuentro con que Marcelo me mira a mí.

— Ingeniero, lo que pasó fue...

—Lucy... — Interrumpo a la chica y ella me mira con pesar, con eso me deja saber que hablará sobre lo que pasó.

—Estoy esperando — insiste el rubio mirando a su asistente.

Esta comienza a hablar, le cuenta lo que ha pasado con lujos y detalles lo ocurrido, obviando algunos comentarios malintencionados de ese señor.

Mi corazón late fuerte y las ganas de llorar vuelven de nuevo, tengo impotencia por lo de Lucy, pues es madre de dos niños que debe mantener y sacar adelante; vergüenza, esto último es porque no quiero que Marcelo, vaya a pensar mal de mí, que soy una malcriada y todo lo que conlleva.

Mi mirada está puesta en él, su rostro está muy serio mientras escucha con atención a Lucy.

—Sí, yo escuché prácticamente todo —agrega Cristian, lo miro incrédula, pues pensé que había llegado en el último momento de la discusión —. Me enteré de que Kei, estaba aquí y venía a saludarla cuando escuché la discusión.

Marcelo no dice nada, se encuentra de frente y su mirada está puesta en mí en estos momentos.

— ¿Eso fue todo? — Preguntó el rubio, siento como Lucy me mira.
Al nadie decir nada este vuelve a hablar —: Déjenme solo con Keily, por favor.

Mi corazón quiere salir por la boca con esa petición. Cristian, se pone de pie y palmea el hombro de Marcelo.

—Recuerda que a las nueve debemos estar en el aeropuerto, Imanol, Dorian y las morenas despampanantes, nos estarán esperando.

El rubio no dice nada, solo me mira y trago saliva con dificultad, pues me pone nerviosa. Lucy y el castaño nos dejan solos. Marcelo se moviliza hasta mi lado, se sienta en el sofá y hace que ambos quedemos de frente.

—No voy a preguntar nuevamente lo que pasó, Keily, pues creo en la palabra de Lucy, sin embargo, — comienza y quisiera decir que nada pasa cuando me mira de esa manera tan profunda, es como si viera a través de mí —. Quiero que me digas que te puso de esa forma, — coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja y continúa — estoy seguro de que hay algo más.

Trago saliva desviando la mirada.

—Lucy te ha dicho todo — con una de sus manos levanta mi rostro por la barbilla para que lo mire —. No se le ha escapado nada.

Su rostro libre de expresión analiza el mío.

—Me vas a decir porque lloraste y todo lo que te dijo Patricio y, por favor, no me digas que nada más pasó, a mí no puedes mentirme.

Me extraña un poco que llame a su abuelo por el nombre, pero no le doy importancia. Niego con la cabeza ante lo que ha dicho.

— Pero...

—Keily...  — advierte.

Suelto un suspiro profundo y comienzo a hablar:

—Me dio coraje su actitud, fue horrible y solo porque un café cayó en su perfecto traje. Lucy se disculpó y yo trate de ayudarlo con la mancha, pero nos vio como basura, Marcelo. Comenzó a ofender y lanzar amenazas, traté de no ser grosera, pero me resultó muy difícil.

Su mirada es profunda y su rostro libre de expresión. Muerdo mis labios, las ganas de llorar vuelven a mí, bajo la mirada. El rubio no dice nada.

Un nudo se instala en mi garganta nuevamente.

—Al no quedarme callada y tratar de hacer que entrara en razón, se enojó más y como consecuencia — hago silencio por algunos segundos y una lagrima baja sin permiso —, despidió a tu asistente, no sin antes dejar claro que era gracias a mi actitud.

Vuelvo a tapar mi rostro con ambas manos, pues las lágrimas comienzan a salir sin permiso, me siento impotente. Un sollozo sale de mi, me siento más sensible de lo normal.

—Tiene dos niños, Marcelo — digo entre sollozos —. Por mi culpa la...

—No llores — pide mientras toma mis manos interrumpiéndome, mi mirada cristalizada se cruza con la suya —. No hagas eso, no me gusta verte llorar.

—Pero...

—Por favor —me interrumpe, sus ojos preocupados perforan los míos que están cristalizados, limpia de manera delicada las lágrimas que habian caído —, no llores más.

Nos miramos fijamente por algunos segundos.

En la forma en la que me lo pide me hace saber que le duele verme llorar y le sonrío levemente, pues creo que ya es suficiente, aunque el nudo en mi garganta persiste.

—Lo siento, es que creo que estoy más sensible de lo normal, pero en verdad, sentí mucha impotencia —bajo la mirada nuevamente y esta coincide con mis manos dentro de las del rubio y trago saliva mientras me preparo para lo que diré — Sé que es un señor mayor, que es tu abuelo, pero dijo cosas feas —trago en seco y él aprieta mi mano—. No quiero que pienses mal de mí, sé que quizás piensas que no tengo justificación, pero...

—No pienso eso, nena —Vuelve a levantar mi rostro para que lo mire interrumpiendo lo que iba a decir y me da media sonrisa —. Estoy seguro que se lo merecía.

Miro nuestras manos.

— ¿Cómo puedes decir eso? — vuelvo a mirarlo —. Es tu abuelo, es un señor mayor y creo que debí contenerme, aunque para ser honesta tampoco es que me arrepienta del todo.

Sonríe levemente.

— No pienses en eso ahora, mi cielo.

Comienzo a hacer círculos con unos de mis dedos en el dorso de su mano. Quiero decirle que su abuelo me confundió con unas de sus amantes, esas que él está acostumbrado a traer a su oficina, pero no puedo, no quiero darle veracidad a nada de lo que dijo y mucho menos quiero que vea en mi lo que siento por él.

Las palabras del viejo Sandoval, me supieron amargas, sentí celos, aun sabiendo que no tengo derechos a sentirlos, pero no puedo evitarlo.

Su mirada es indescifrable, me está analizando.

Me remuevo un poco.

—Mírame, Keily, — pide el rubio. Eso hago, su escrutinio en mis ojos es evidente —. Vas a decirme eso que no te atreves.

—No tengo nada que decirte — miento y él suelta un suspiro lento.

—Te he dicho que no puedes mentirme — soltó con calma, odio que me conozca tan bien, trago saliva, pero le sostengo la mirada tan profunda que tiene —. No quiero que salgamos de esta oficina teniendo dudas, creo que es suficiente el tiempo que llevamos conociéndonos para no tener la confianza de hablarnos claro, ¿no lo crees?

Mi rostro de calentó.

Eso es cierto, si no decimos aquellas cosas que nos afectan a ambos, si no aclaramos las dudas, entonces de nada sirve que hayamos dado el tiempo para conocernos mejor y así, aclarar todo eso que sentimos, aunque en lo que a mi concierne, no hay nada que aclarar, lo amo y punto.

—Sí, tienes razón —concedo mirando a sus hermosos y encantadores ojos azules que me traen loca —, pero en verdad es una tontería, no tiene caso.

—De todos modos, quiero saberlo, Keily —, soltó convencido y trago saliva una vez más —. Quiero que me lo digas, por favor.

No tiene caso callarme, además, quiero saberlo, pues mientras más conozca de él y sus facetas, mucho mejor para mí.

— Esta bien, te diré — cedo al fin y me da media sonrisa y un leve asentimiento con la cabeza, nos miramos fijamente, mi corazón va muy deprisa, tengo miedo a como reaccione, hago una respiración profunda y continuo —. Es solo que bueno, tu abuelo me confundió con una de las chicas que sueles traer a esta oficina para...

Hago silencio, me da un poco de vergüenza continuar, siento mi rostro ardiendo.

—Para tener sexo con ellas — concluyó él con el rostro libre de expresión — ¿No es así?

Trago saliva. Sus ojos perforan los míos. Doy un asentimiento de cabeza.

—Sí, eso me dijo.

—¿Qué piensas de eso que te dijo? — su semblante serio, esperan por una respuesta que no tengo, ahora estoy un poco confundida.

—No sé, — libero mis manos de la suyas y miro a otro lado —. Sería los más natural, eres un hombre libre y...

Con una de sus manos gira mi rostro con delicadeza para que lo mire, un atisbo de sonrisa amenaza por salir de sus labios ¿Pero por qué?

—No, Keily, no suelo traer mujeres a las oficinas para eso — su seguridad es increíble —. Tampoco te considero mi amante de turno, jamás te pondría en esa posición en mi vida — su rostro se encuentra relajado, una pequeña sonrisa amenaza por salir de mis labios, y con uno de sus dedos, hace piquete en mi nariz, eso me hace reír —. Eres mucho más que eso, así que no vayas a crear ideas erradas en esa cabecita, ¿De acuerdo?

Me hace sonreír enormemente, nunca pensé que me daría eso.

—De acuerdo, mi señor —suelto, sonriente — gracias por eso.

Me da un asentimiento.

—Bien, señorita, ¿otra cosa que necesites saber?

Me quedo en silencio, quiero decirle tantas cosas, pero no puedo soltar todo lo que siento de golpe, es por ello que, con mi corazón apresurado y los nervios a flor de piel, le digo lo siguiente:

— Eres importante para mí, Marcelo.

Trago saliva.

Sonríe de boca cerrada.

—Lo sé, no tienes que decirlo, también lo eres para mí – responde acariciando mi mejilla y esa respuesta deja en mi corazón huellas gigantes de alegría, por su parte, carraspea un poco y cambia de tema, me hace sonreír internamente — ¿Te ha dicho algo más que deba saber?

Niego con la cabeza y una sonrisa en el rostro.

— No, nada más — sonríe — aunque necesito saber si en verdad Lucy será despedida, si es así no podría perdonármelo.

Suelta un suspiro cansado.

—Comprende que Patricio, lo hizo para que te sintieras exactamente como estas ahora — aprieta su mandíbula en señal de que le incomoda esto —. No quiero que te sientas culpable de algo que no eres y para que estés tranquila, Lucy no saldrá de la empresa.

—¿De verdad? — Una sonrisa gigante se apodera de mí.

Me da un asentimiento de cabeza con una sonrisa preciosa y es tanta la emoción que me lanzo a su cuello para abrazarlo.

—Gracias, gracias, gracias, cielo...

Me corresponde el abrazo entre risas, me siento tan bien al saber que esa chica y sus dos niños estarán bien.

—No des las gracias — masculla en el hueco de mi cuello —. Esa es la sonrisa que quiero ver siempre.

Que me diga estas cosas me hace sentir tan feliz y no puedo evitar sonreír aún más llena de ilusiones.

—Eres todo un romántico, cielo —, mascullo feliz.

Nos separamos lentamente y sonríe de boca cerrada.

—No sé lo que es eso, preciosa.

—Ajá — farfullo y entrecierra los ojos.

—Ajá — repitió el mismo gesto que yo haciéndome reír.

—En verdad muchas gracias, Marcelo — nos miramos a los ojos.

—¿Estas más tranquila? — Pregunta y doy un asentimiento —. Es hora de ir a casa, se nos hace tarde.

— Esta bien.

Nos ponemos de pie, él hace algunas cosas en su escritorio, también escucho como habla con el departamento de recursos humanos sobre el asunto de Lucy, del mismo modo, llama a la afectada, da unas cuantas indicaciones y le notifica que no se ira de la constructora, se puso tan feliz que abrazó a Marcelo y luego a mi dando las gracias.

Unos segundos después, salimos de la oficina tal cual entramos, agarrados de las manos, vamos entre platicas ganando miles de miradas, pero que al final, no nos importan en lo más mínimo.

Antes de entrar al auto, me mira directamente a los ojos y me pregunta:

—¿Vamos a mi casa?

Sonrío levemente al tiempo que lo tomo de la mano.

—Contigo voy al fin del mundo.

—¿En serio lo harías? — preguntó con un atisbo de sonrisa.

Sonrío de boca cerrada y respondo:

—Sí, lo haría.

Un brillo especial se instaló en su mirada, da un ligero apretón en mi mano y es así como abordamos el auto para marcharnos a su casa.



◇♡◇


🌟NOTA DE LA AUTORA🌟

Capítulo nuevo.

Espero les guste.

En una parte del capítulo encontramos nuevamente unos posts de nuestro querido DEROZT, él es increíble y lo que escribe es puro fuego 🔥. Esos escritos sin de su total autoria. Vayan al Instagram y encuentrenlo por su nombre y también tiene su propio canal en Telegram, van a quedar maravilladas con sus letras como lo he hecho yo y todas aquellas que le leemos.

Miren esto 👇

Continúa...

Amo este...

En fin, hay infinidades de post que amarás, ve a visitar sus redes sociales y conozcan a este escritor erótico.

Muchas gracias por leerme y por favor, no olvides comentar y votar.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top