≪•◦ ❈ Capítulo 56 ❈ ◦•≫
Varias horas han transcurrido después que salimos de la constructora Sandoval. En estos momentos Elena, Sinclair, Bianca y yo, nos encontramos abriendo las puertas del centro comercial número cuatro, ubicado en la Plaza Americana de Mérida, los vestidos y accesorios de las tiendas anteriores, no llenaron nuestras expectativas.
El Centro Comercial Plaza Americana, es una hermosa edificación con cristalería en los techos de la recepción, dándole un toque antiguo al lugar.
Esta noche asistiríamos al club de Cristian, nos había invitado con la intención de que nuestros nuevos amigos, se pasaran un rato agradable.
Ahora me encuentro en unos de los vestidores, probándome un vestido, las tres chicas restantes, esperan por mí y así dar su opinión sobre la prenda de vestir, mientras tanto, conversan de diversos temas. Después de acomodar bien el vestido, salgo del cubículo:
— A ver chicas, ¿Qué les parece este?
Es un vestido blanco de hombros caídos, me sentía un poco incómoda con él. Las chicas frente a mí, se miran entre sí, dejando claro que no se me ve bien, sus caras lo dijeron todo. sonrío, porque opino lo mismo.
— Tienen razón, tampoco me gusta, me probaré otro. Doy media vuelta y entro al probador.
Mientras quito el vestido que llevo puesto y tomo otro, Elena, llama la atención de las chicas y, por ende, la mía, aunque no las pueda ver.
— Bueno, ¿Quién empieza a contar su historia y lo que las trajo a nuestro país?
Ya sabía que ella se aprovecharía de cualquier espacio para extraer información sobre las chicas. Ella es un caso perdido y sin ninguna posibilidad de encontrarla de nuevo.
— Pues soy una nueva inversionista en Legacy Ferrer. – Escucho a Bianca, comentar. — En vista de que Iván, no pudo viajar, vine en representación propia, debíamos asistir más del cincuenta por ciento para estar de acuerdo en las decisiones a tomar y por eso estoy aquí, – No puedo observarla, pero el entusiasmo en su voz indica, que está feliz y satisfecha con venir a Mérida. — Aunque no me puedo quejar, la estoy pasando bien, ustedes son muy atentos y ese Cristián es muy gracioso, nos hacen sentir a gusto.
Sonrío al escucharla hablar de Cris, porque tiene razón y eso, que solo han compartido con él, momentos efímeros. Miro mi atuendo y, hago una mueca, este vestido me queda horrible, parezco un barril deforme, ni siquiera pediré opinión, comienzo a quitarlo de manera urgente.
Me da gusto escucharla, saber que se han sentido bien compartiendo con nosotras, a simple vista, se puede observar, que todos ellos son buenas personas.
— No agradezcas, tanto el bombón andante como el Superman, son así, muy serviciales. – Sonrío al escuchar los apodos que les puso a Cristian y Marcelo. Con esto se puede ver que ya entramos en confianza con las chicas, estamos hablando de nuestras vidas como si nada.
— Debo reconocer que, Imanol, "labios provocadores", no está nada mal, sin ofender claro está.
— No la ofendes. – Escucho a Sinclair, hablar: — En algo tenemos razón, Imanol, esta como quiere, pero mi hermana aún no se decide. – Me imagino la cara de Bianca, debe estar roja, seguramente debió darle una mirada mortífera a su hermana, porque Sinclair, se escucha indignada, pero entre risas al hablar: — ¿Qué? Es la verdad, no me mires así, debes aprovechar estos días, ya te lo dije.
Al parecer, yo no estaba tan equivocada, entre Imanol y Bianca, hay esa aura de un sentimiento bonito, que apenas va resurgiendo.
— Entonces, ¿pasa algo entre ustedes? – Pregunta Elena, con picardía — no estaba tan mal, noté las chispas antes de salir hoy y en la cena. Se parecen a ciertas personitas que no quiero nombrar.
Mi cara comienza a cambiar de color con tan solo escucharla, ¿Cómo se atreve a decir eso? Quiero matarla, es por ello que pienso en un rápido insulto que no llega, debido a que el bendito vestido que ahora me estoy probando, se ha atascado en la parte superior, cabeza y brazos, casi me voy de bruces, un quejido sale de mi al no poder mover mis brazos.
Mierda.
— ¡Cállate, descerebrada! – Es lo primero que salió y todas comienzan a reír, logro bajar de forma exitosa, la prenda de vestir y al cabo de unos segundos, salgo del vestidor, mi cara debe estar ardiendo. — No digas lo que no sabes, entre Marcelo y yo, no pasa nada, solo somos amigos.
Esas palabras, me saben amargas, pero son ciertas.
Repítelo tantas veces hasta que te lo creas, Keilisita...
— Ujum. – Chilla, Elena, en tono bajo. — Amigo, ratón del queso, y ustedes se lo han comido.
¡Padre santo, mi cara es fuego puro! Es tan atrevida, ¿Cómo se atreve a insinuar esas cosas?
Todas estallan en carcajadas, observo como Bianca y Sinclair, no se sorprenden con eso, niego con la cabeza mirando a Elena, no me queda otra que reír también, con ella las cosas siempre han sido de esa manera.
— Conste que te estás riendo porque sabes que es así.
— Ya, ya cambiemos de tema – propongo entre risas y examinándome en el espejo. — Este me gusta y me lo quedaré, ahora es tu turno Sinclair, así nos cuentas como es que terminaste con un papasote como Dorian.
Una sonrisita de satisfacción se me escapa al observarme, bajo un poco el vestido en mi cuerpo, es muy corto, pero muy hermoso.
Dirijo mi mirada hacia Sinclair, su cara se encuentra sonrojada, ella me observa de manera analítica, el vestido elegido es de color gris, corto con brillantinas, de tiras cruzadas en la espalda, que resalta con el color de mi piel.
Sinclair, se dispone a contarnos un poco sobre su relación con el papucho de Dorian. Estamos algo retiradas en los probadores, solo estamos nosotras y la chica de la tienda y como no sabe quiénes somos, podemos hablar con tranquilidad.
La antes mencionada, toma el primer vestido, uno negro de mangas largas caídas a los hombros, corto. Se ve lindo, pero no nos convence.
— ¿Qué tal este? – Pregunta, Sinclair. — Me gusta, pero siento que le falta algo, ¿Qué opinan?
— En definitiva, te queda bien, pero es solo eso – comenta Elena. — No grita: rico papucho, arráncamelo.
Habla con una expresión que nos hace reír a todas.
—Estoy de acuerdo con ella, Sin, el vestido está hermoso, pero es muy simple, Pooh Bear —dijo Bianca levantando sus hombros como si le restara importancia—. Debe destacar, necesitas algo que sea más ¡Boom! Y ese definitivamente, no lo es.
Nos observábamos a punto de estallar en risas.
— A ver, primero que nada – comienzo a hablar entre risas – ¿Por qué Pooh Bear? No contestes ahora, – Le hago un gesto de stop con una de mis manos y continuo: — eso me lo dices en el almuerzo y, segundo, estoy de acuerdo con ellas, ese vestido es lindo, pero es solo eso, lindo, no es explosivo, tú necesitas algo que estalle y emocione a ese monumento que tienes al lado.
Sinclair, regresa al vestidor, toma en sus manos un conjunto de Crop top dorado, cruzado en la espalda y una minifalda del mismo color en forma de pico con brillantina, ella sale con y estallamos en aplausos, porque en verdad le queda espectacular.
— Ese es genial, es todo Grrr – Elena, hace un gesto de garras con las manos. — Me encanta, si no te lo llevas tú, me lo llevo yo.
— Perfecto – Dice, Sin, observándose en el espejo satisfecha. — Entonces, me lo llevo, ahora es tu turno hermanita, te toca.
Señala a Bianca, ella se pone de pie, toma en sus manos, unos vestidos muy lindos y un conjunto de pantalón. Se adentra al vestidor, nosotras tomamos una bebida llamada Happy Hour, que muy amablemente, nos han brindado en la tienda. Luego de unos minutos, vuelve a salir con el primer cambio.
— ¿Qué les parece? – todas colocamos una cara de desaprobación, ese vestido no le favorece. — ¿Tan horrible es?, quizás en otro color.
De inmediato todas negamos, por su parte, Elena, se levanta de su lugar y le quitó varias prendas que tenía colgadas en el probador, todo con la única intención de elegir uno, pero habían algunos que no estaban mal, sino muy formal para la ocasión. La pelirroja, hace la elección de algunas prendas que se adaptan al momento y que, por su figura espectacular, le quedarían genial.
Elena, regresa al lugar que ocupaba antes y continúa con su interrogatorio.
— Entonces, eres fotógrafa. – Ella hace un asentimiento de cabeza confirmando. — ¡Eso es genial! – expresa con emoción — debe ser increíble pasar el día tocando, digo, fotografiando modelos.
Una sonrisa pícara se forma en su cara, no puedo creer que hable así delante de unas chicas que apenas está conociendo, ¿Qué van a pensar de ella? ¡Por Dios!
— No puede ser, ¿Cómo vas a decirles eso, Elena?, en serio que no tienes filtro – Murmuro entre risas y ella solo se limita a responderme con un movimiento de cejas, sonriendo. — Eres un caso perdido.
— Pero así me amas lindura...
— Obviamente, no tengo más opción – Respondo.
— No te mientas, sabes que me amas, – me guiña el ojo y reímos juntas.
Unos segundos más tarde, vemos salir a Bianca del probador y todas quedamos encantadas.
— ¡Ay, pero que linda mamacita! – Piropea, Sinclair. — ¡¿Todo eso es tuyo?! – Continúa ella. — Hoy vas a arrasar en ese lugar.
Ella se observa un poco insegura.
— ¿De verdad si creen que me quede bien? ¿No es muy corto?
Sonrío ante su pregunta.
— Te ves devastadora como un tsunami – Suelto de repente — hoy atraparás miradas y robarás suspiros, nena, estas muy hermosa.
Bianca, se sonroja y se queda pensativa, lleva un vestido color canela de tirantes bastante escotado que resalta su piel un poco morena y le da un toque divino, esta regresa al probador por sus cosas y llevar esa prenda.
Ahora es el turno de Elena que lleva consigo un cargamento de ropa.
Entablamos una conversación animada, hablamos de todo un poco de nuestro hogar y el suyo, con el fin de ir conociéndonos un poco más. Estamos muy sumidas en la conversación, cuando escuchamos a Elena, exclamar.
— ¡Oh mi Dios! ¡Este es perfecto! Creo que lloraré de lo hermosa que me veo – todas sonreímos y ella se quita una lágrima imaginaria. — Definitivamente, este será mi nuevo color.
Lleva un conjunto de Crop top de color verde aguamarina con brillantina de tiras, es un poco más corto que el que eligió Sinclair, esto la hace lucir espectacular.
Después de tener las prendas que usaremos esta noche a mano, damos otra vuelta por el centro comercial buscando accesorios, zapatos e incluso ropa interior y así completar nuestros trajes.
Pasamos a una feria de comida y nos detenemos en un KFC, todas coincidimos que necesitamos grasa en nuestro cuerpo y aquí estamos retirando nuestro pedido al tiempo que buscamos una mesa para sentarnos a degustar todo lo que hemos comprado.
Ya sentadas en la mesa, continuamos con nuestra conversación mientras comenzamos a comer croquetas, ensalada dulce y extra de papas fritas, todo está sumamente delicioso.
En realidad, la estamos pasando bien y como hay una conversación pendiente y una pregunta que aún no tiene respuesta, así que me animo a saciar mi curiosidad.
— A ver, nos dirás a Elena y a mí porque el papucho, te llama Pooh Bear. – Pregunto, sonriente.
— Es algo de Dorian, – Comienza, Sinclair. — Yo adoro el té con miel y limón, y aparte de eso, me encanta dormir, pero cuando lo hago no hay poder humano que me levante por eso me llama Pooh Bear, de cariño.
Elena y yo la observamos con ternura, es tan bello lo que nos cuenta.
— ¡Awww, es un tierno! – Exclamo, conmovida. — Aunque se le nota la adoración que siente por ti, así como las miradas de ensueño que le lanza Imanol a tu hermana – Giro mi rostro para mirarla a ella directamente. — Hay que ser un ciego para no notarlo.
Bianca, ha enrojecido al límite en un segundo, aclara su garganta antes de responder:
— Bueno no voy a negar que Imanol, es muy simpático y ha sido lindo conmigo, pero son muchas cosas que aún no pueden suceder, de pronto, más adelante – Todas la observamos y escuchamos la chica, con atención. – Hay muchas cosas aún de por medio que aclarar, pero mientras tanto, trataré de disfrutar en este viaje cada momento.
— ¡Así es que se habla! – exclama, emocionada, Elena – disfrutemos del equivocado mientras llega el correcto.
— Ese es el detalle, no creo que sea el incorrecto. – Responde, Bianca, se nota a kilómetros de distancia que su cerebro va a toda velocidad, todas estamos un poco sorprendidas con su confesión, aunque ya lo veía venir. — Ahora cambiemos de tema, no creas que no me fijé como intercalan miradas con los chicos, es su turno de contar.
¡Santa cachucha, líbrame de esta, amén!
Elena es la primera en hablar:
— Yo no tengo mucho que decir, el Superman y yo, la pasamos bien, es solo eso, lo único que hay es un trato entre él y yo. – Traga saliva, cambia de tema rápidamente y todas nos damos cuenta, pero no decimos nada, ella decide continuar, dirigiendo su mirada a la hija de machepa, o sea, yo: — En cambio, mi amiga aquí presente no puede decir lo mismo – Casi me ahogo con la bebida. — Dice ser amiga del bombón andante y eso ni ella se lo cree.
— En serio, que poca de tu parte, mira que insinuar que entre el tarúpido y yo hay algo más que una amistad, por lo menos yo no me lo como con los ojos cada que lo veo – Elena, sonríe – Eres una ridícula, Elena, no te rías de mí.
¡Mentira, te lo comes con la mirada, con la boca y con otras cosas, Keilisita...!
— Sí, ese es el mantra que te repites todos los días – dice aun riendo – sabes que te gusta, deberías reconocerlo, puede que te lleves una sorpresa, es más sigue el concejo de Bianca, olvídate hoy de todo y aprovecha la noche con ese bombón.
Definitivamente, me sonrojo y me renuevo incómoda, pues entre Marcelo y yo, han pasado tantas cosas, Elena, lo sabe, pero quiere que yo lo deje fluir ante los demás y no es que no quiera hacerlo, el problema es que este asunto, se torna complicado.
— Que graciosa eres, en tu vida pasada debiste ser comediante – Suelto, sonriente, liberando la tensión de mi cuerpo.
— Lo que no podemos negar es que tenemos mucho que contarnos mutuamente. – Habla, Sinclair, mientras toma de su jugo. — Las cuatro.
— Pero lo haremos más adelante, aún hay tiempo. – Bianca, toma la palabra.
Suelto un suspiro lento.
— Solo espero que entiendan mi gran drama. – Hablo con dramatismo, eso me recuerda a Cristian, ellas sonríen.
— Créeme, no eres la única con dramas interesantes. – Comenta Sinclair. — Díselo a Bi, dímelo a mi, hemos vivido el drama de nuestras vidas.
— Mi historia completa es un solo dramón. – Dice Elena, al tiempo que come papas hasta más no poder. — Debiéramos llamarnos "El cuarteto dramático".
Reímos con las ocurrencias de Elena.
Pasamos un rato agradable, reímos a las ocurrencias de Elena y seguimos pasando una amena tarde, luego nos vamos al Spa donde nos dan el mejor paquete que incluye masaje corporal.
Nos despedimos para ir a prepararnos para la salida de esta noche.
Ya en casa, comienzo a recoger algunas cosas que deje fuera de su lugar antes de irme en la mañana, de pronto, visualizo una carpeta de color verde debajo del sillón de la mesa del comedor, me acerco y la tomo en mis manos, se encuentra identificada y rotulada con el nombre de: "Ing. Sandoval" y de tan solo leer su bendito nombre, mi corazón me da un tirón y se echa a correr. Obviando un poco lo anterior, continúo leyendo más abajo la nota que tiene en la parte delantera: (Documentos importantes para la semana...). Me doy cuenta que estos documentos, son realmente esenciales para estos días, según lo que dice una fecha que viene adjunta en la portada.
Dejo de lado la carpeta, preguntándome que es lo que debo hacer.
Unos minutos después, Elena me avisa que viene para acá, junto a Cristian. Este último, viene a traerla, debido a que nos iremos juntas al club.
Transcurridos veinte minutos, escucho el timbre
— Tendrás que darme una llave. – Dice Elena, justamente al abrir la puerta, pasando por mi lado como un rayo.
Giro los ojos al vería lanzar su bolso sobre el sofá, siempre hace eso. Vuelvo mi mirada hacia el castaño quien me mira con una sonrisa pícara.
Se acerca a mí y me da un abrazo fuerte.
— Bienvenido a mi dulce morada, Cris.
— Mujeron andante, muchas gracias. – Me suelta lentamente y continua. – Ahora mismo me preguntaba la razón por la cual no había venido a este lugar. – mira todo a su alrededor con una sonrisa, mientras se pasea hasta llegar al sofá de la sala. — Me gusta.
— Porque no habías sido invitado, tonto. – Responde Elena, con una mueca.
Cristian, pone mala cara.
— No necesito invitación para venir aquí. – Contraataca el castaño. — ¿Verdad, Kei?
— Eso es muy cierto, Cris.
— Dios los crea y el diablo los junta. – Sisea Elena, poniendo sus ojos en blanco. — Eres una traidora, Keily Elizabeth.
Sonrío.
— Tú sabes que no lo soy, Eli. – Hablo suave hacia ella. — Tengo amor para los dos.
Elena pone mala cara y Cristian, sonríe, satisfecho.
— Oye, Kei, hablando de amores, no me dijiste lo mucho que te gustó mi regalo. – Habla Cristian, cambiando de tema con picardía y mi cara comienza a arder en llamas. — Esa cara me dice lo mucho que te gustó, ¡eh!
— Solo a ti se te ocurre dar ese tipo se regalos. – Evito su mirada, la vergüenza me mata.
Él sonríe ampliamente y Elena aprieta los labios para no reír.
— Verás, soy un hombre que le gusta dar los mejores regalos. – Su forma de decirlo indica que se está divirtiendo a lo grande. — Con eso puedes hacer tantas cosas.
— No tienes que dar explicaciones, vienen en el manual. – Suelto de repente, sintiéndome avergonzada.
Él sonríe a sus anchas.
— Me da gusto que hayas leído el manual de instrucciones y si aún te quedan dudas, coloqué uno extra con posiciones y formas de uso diferentes.
— ¡Ya Cállate! – Gruño con la cara ardiendo, la vergüenza se ha apoderado de mí.
Elena, comienza a reír.
— Si la hubieses escuchado, Cris. – Sonríe muy divertida. —Cuando me llamó pasadas las doce de la noche, alarmada, diciendo como fuiste capaz de eso y regalarle un...
— ¡Ni se te ocurra decir el nombre de esa cosa! – Exclamo, horrorizada.
Ellos se ríen de mi expresión.
— No tienes por qué sentir vergüenza por eso, Keily. – Habla Cristian, recomponiéndose de su ataque de risa, lo miro fulminante mi rostro aún sigue carmesí. — Es normal que las mujeres los usen estando solas y, del mismo modo, con su pareja.
¡Dios, qué vergüenza!
— Déjala, Cris, ella lo usará. – Asegura Elena. — Solo que ahora no te lo va a decir.
— ¡Hagan silencio, los dos! – Chillo y ellos ríen, sin importar mi incomodidad. — Dejemos ese tema. Más bien díganme que desean tomar.
Preparamos algunas botanas y comemos plácidamente, hablamos un poco sobre Imanol, Bianca, Dorian y Sinclair, de lo buenas y agradables personas que son y lo bien que la pasamos en la salida del día de hoy. También nos cuenta que hoy habrá muchas sorpresas en el club y que tendrá que llegar un poco más temprano porque tiene que encargarse de ciertos aspectos que solo él puede manejar.
De pronto, recuerdo la carpeta que encontré el día de hoy.
— Cris, necesito que veas esto. – Hablo de repente, poniéndome de pie para ir por la carpeta verde que encontré. — La encontré aquí y necesito que se la entregues a Marcelo.
El castaño, frunce su ceño y toma la carpeta en sus manos, le echa un vistazo.
Silba...
— Marcelo, sin esto – Señala los documentos. – No es nada, mañana tiene una junta a primera hora y necesita estos papeles.
Me imaginé que eran importantes.
— ¿Puedes entregárselos, por favor? – pido.
Niega con la cabeza.
— No, ese idiota dijo que no quería verme ni en pintura hasta la noche. – Suelta tranquilamente. — Me golpeará si me aparezco donde está.
Suelto un suspiro profundo.
— ¿Qué le hiciste? – Pregunta Elena.
Cristian, se encoge de hombros.
— Solo me burlé de él, por idiota y terco que es...
Ellos siempre viven amándose y peleando.
— Eso no explica nada, quiero saber todo. – Vuelve a insistir, Elena.
Cristian sonríe burlón.
— Te quedarás con las ganas, estrellita de mi corazón.
Elena pone mala cara y yo, ruedo los ojos.
— ¿Qué hago, entonces? – Pregunto. — Le diré que venga por ellos.
— Ve a llevárselos. – Propone Cris.
— El pobre está muy cansado, estuvo fuera de la ciudad hoy y lo peor que ahorita tendrá que salir de nuevo. – Cita Elena, como si hablara con un cachorro.
— No quiero ir a la constructora.
— Esta en su casa. – Habla el castaño. — Ve a llevárselos, le va a gustar mucho verte ahí.
Trago saliva.
— En serio, ¿No se lo puedes llevar tú? – Niega con la cabeza.
— Lo siento, mujeron andante, en verdad, no puedo.
— Solo vas y regresas de una vez, lástima que no puedo acompañarte, tengo dolor de cabeza y el ruido de la ciudad lo intensificará si voy.
Pongo mala cara porque no le creo nada.
— ¡Ya que! Me iré a dar un baño para ir. – Lo hago porque me muero de ganas de verlo. ¿Para qué negarlo?
Después de un par de palabras más, me dirijo a mi habitación, entro al baño y me pongo algo cómodo para ir. Pantalones Jean, una blusa con mangas tres cuartos y unos tenis, hago media coleta en pelo, pongo algo de loción y vualaaaa.
Tomo la mochila, entro mis pertenencias y lo más importante, los documentos del rubio.
— Me voy. – Hablo hacía los dos tortolitos que están devorándose en el sofá.
— ¡Santo del día de hoy! – Exclama Cristian. — Estas hermosa, mujeron andante.
Mis mejillas toman el color carmesí acostumbrado.
— Tremendo trasero. – Piropea, Elena.
— Supongo que debo decir gracias a eso. – Expreso con una sonrisa.
— No te sientas obligada —Suelta al tiempo que sube los pies en la mesa central del sofá, restando importancia al asunto, ruego los ojos y él sonríe burlón. — Pero si quieres...
— Ve con cuidado, aquí te espero. – Musita, Elena, callando a castaño.
— Tarda lo que quieras, Kei. – Aconseja Cristian y lo miro fulminante.
— Nada de compartir fluidos en mi sofá, ni en mi cama, ¿Entendido?
Ambos aprietan los labios para no reír.
— Como diga la comandante. – Acepta Cristian, no muy convencido.
Veo como le Susurra algo a Elena, haciéndola reír y luego, me mira a mi como un angelito.
— Hablo en serio, Cristian.
Levanta las manos en señal de rendimiento y sonrío.
— Ni en el sofá, ni en la cama. Copiado. – Musita, convencido.
Elena sonríe, respiro hondo y me voy.
El camino a la casa de Marcelo, no es largo, solo nos tomó unos quince minutos. Entrar a este lugar, es increíble, me encanta el jardín y el lago que tiene esta propiedad.
El coche del taxi se detiene, le pido a Don Juan, que me haga el favor de esperar y este me da un asentimiento de cabeza. Un par de minutos más, me encuentro tocando el timbre de la gran mansión.
Una mujer que no reconozco, abre la puerta.
— Buenas tardes. – Saluda, la señora.
— Buenas tardes, – Le brindo una sonrisa amable. — ¿Se encuentra el señor Sandoval?
Cuando está a punto de responder, Martina aparece en mi campo de visión.
— Yo me encargo, Olguita. – Habla hacia la señora que también pertenece al servicio de la casa. — Cuanto tiempo, criatura. Pasa y toma asiento.
Me mira y saluda con mucho cariño, es extraño, puesto que, solo nos hemos visto dos veces con esta, aunque la primera vez hablamos como si nos conociéramos de toda la vida.
— Hola, Martina. – El saludo de la misma manera que ella lo ha hecho, la llamo por su nombre al recordar que así me lo pidió la primera vez. — Un gusto volver a verte, ¿Cómo has estado?
Sonríe, amable.
— Estoy bien, Cariño. Haciéndome más vieja todos los días, pero contra la vejez, no hay remedio que valga, así que, preocuparse está de más.
Sonrío ante su respuesta.
— Me gusta mucho tu optimismo. – Expreso, sonriente.
— Trato de nunca perderlo. – Musita. — No te pregunto como estas, te ves muy bien, cariño.
— Muchas gracias. – No puedo evitar sonrojarme.
— ¿Deseas algo de tomar? – Pregunta.
—No te preocupes. – Respondo. —Eres muy amable, Martina.
Ya en unos de los salones, tomo asiento en unos de los sofás, nunca me cansaré de admirar la decoración de esta casa.
— Me imagino que buscas a Marcelo. – Asiento con un movimiento de cabeza. — Esta en el gimnasio, puedes encontrarlo ahí.
— ¡Oh...! – Exclamo, sintiéndome perdida, pues no conozco mucho de la casa.
Ella se da cuenta y sonríe.
— Te indico el camino. – habla.
— Te lo agradezco mucho.
Me pongo de pie, ambas estamos muy centradas en una plática trivial y me veo siendo guiada por ella por un largo pasillo que se encuentra en la parte baja de la casa, este lugar es sorprendente, es tan hermoso.
— Es ahí. – Me señala una puerta de cristal, a través de esta no se puede ver nada del interior. — No hay necesidad de anunciarte, puedes pasar. Traeré algunas botanas en unos minutos.
Sonrío en agradecimiento.
Martina, se retira y me deja parada frente a la puerta del que se supone que es el gimnasio, tomo una respiración profunda y abro, camino al interior y esto es increíble, es un apartado gigantesco y tiene todo tipo de maquinarias de entrenamiento con colores o tonos grises y negros e Incluso un ring de boxeo, esto grita Marcelo Sandoval, por donde quiera que lo mires.
Hago un recorrido con la vista y me encuentro con él haciendo algunos ejercicios muy concentrado en unas de las maquinas, tiene unos audífonos en los oídos y su respiración es pausada debido a lo que hace.
Mis ojos no pueden apartarse de su anatomía, su torso se encuentra desnudo y no me culparía si ahora mismo me encuentro babeando por este divino ser. Camino lentamente, sin apartar la mirada del hombre que ahora mismo me tiene caliente de solo mirarlo, tomo asiento en unos de los sofás que se encuentran aquí.
Mira esos chocolatitos, Keilisita...
¡Oh, madre de todos los santos!
Puedo darme cuenta de que por más que vea a este divino ser, no podré acostumbrarme a lo bueno y delicioso que esta. Sé que soy una mujer enamorada hasta la última médula, pero no hay nada que no ame de él.
Amo cada parte de su existencia, su risa fugaz, sus bromas cuando está conmigo, sus atenciones, su gesto pétreo e indescifrable, su inteligencia, su porte seguro, su forma de cuidarme y, por si fuera poco, todo lo anterior que mencioné, viene enfundado en este divino cuerpo que es dueño de las más gustosas y bien definidas tableticas de chocolate.
Vamos a contarla de nuevo, Keilisita...
Siempre me pierdo haciéndolo, las matemáticas no se me dan muy bien, ahora mismo lo estoy acosando con la mirada, muerdo mi labio inferior una y otra vez, estoy realmente maravillada con este hombre y tengo deseos de hacer tantas cosas ahora mismo que no me importaría mandar todo al mismo diablo.
Él no se percata de mí presencia, está muy concentrado en sus ejercicios.
Se detiene un momento y se dirige hacia donde se encuentra el agua, toma una botella, bebe de ella y el resto la lanza sobre su cabeza.
¡Virgen Santísima!
¡Esto no es de Dios!
Las gotas de agua, se mezclan con las del sudor, haciendo que mi interior queme más de lo que antes lo hacía. Recorro su torso desnudo y sigo la dirección que toman las afortunadas gotitas, mi rostro se encuentra ardiendo, me siento embobada con cada parte de él. Muerdo mi labio inferior (otra vez), es demasiada tentación para esta pequeña mente, quiero piropearlo, decirle lo buenísimo que está.
Y es por ello que es inevitable que de mi boca salgan las siguientes palabras...
Después de la reunión que sostuvimos esta mañana en la constructora, Imanol, Dorian, Cristian y yo nos quedamos platicando de negocios y conociéndonos un poco más. En realidad, quienes hablaban eran ellos, en mi caso, me limitaba a escucharlos.
Tan simpático como siempre, Marceliniii...
Admito que son unos caballeros, son personas muy profesionales, es por ello que, su negocio es tan prospero. Es la revista más vendida en su país y en las otras sedes que tienen.
Debido a la gran demanda en el mercado y lo mucho que gusta su revista a nivel Internacional, decidieron traer a "Legacy Ferrer" a Mérida, siendo una excelente idea para su crecimiento empresarial.
Me siento satisfecho en haber hecho negocios con ellos y de tenerlos dentro de la clientela exclusiva de Constructora Sandoval, puesto que ambas partes, tanto ellos como nosotros, nos veremos beneficiados con este nuevo contrato, en verdad, hemos hecho un buen negocio y no solo eso, sin que tuviéramos que proponérselo, decidieron encargar la remodelación del interior a True Style, todo gracias a Elena y Keily.
Ellas tienen un gran reto por delante con el Proyecto Perla", el cual va muy bien, y ahora con este, aunque sea para dentro de varios meses.
Llega un momento, en el que todos nos quedamos en silencio, Dorian era el más callado de los cuatro y nos preguntamos con la mirada, que sería aquello que ocupaba tanto sus pensamientos. De pronto, Cristian, hace la pregunta en voz alta que todos nos hacíamos en silencio:
— ¿Nos vas a decir que es lo que te tiene en otra galaxia, Dorian?
A Imanol, se le escapa una sonrisa.
— Estaba a punto de preguntarle lo mismo, no es normal tanto silencio en él.
Por mi parte, no digo una sola palabra, puesto que ese hombre, ahora mismo, está definiendo lo que quiere hacer con su vida, es decir, una decisión muy importante, ¿Cómo lo sé? Es solo intuición. Sin embargo, esa mirada perdida que tiene, no puede ser de otra cosa.
— Al parecer no me escuchaste, Dorian. – Vuelve a insistir, Cristian.
Dorian gira su rostro y frunce el ceño en señal de confusión.
— ¿Me decías algo? – Pregunta, confuso.
Cristian, gira los ojos e Imanol, se ríe abiertamente, yo, solo soy espectador, mientras espero tranquilamente lo que sea que, Dorian, tenga que decir.
— Te pregunté que si nos vas a decir que es eso que te tiene perdido en otro universo.
— Ah, eso era. – Masculla, pero vuelve a hacer silencio.
Todos nos miramos y por las caras de tragedia que tienen Cristian e Imanol, estuve a punto de reír.
— Habla de una vez, idiota. – Sisea, Imanol.
Se hace un silencio prolongado y después de unos segundos más, suelta algo que nos deja confundidos:
— Necesito ir por un anillo.
— ¿Un anillo? – Intervengo, esta vez evidentemente confundido.
—Sí, un anillo. – Confirma lo que antes escuchamos.
— ¡Estás loco! ¿para qué quieres un anillo? – Suelta un confuso Imanol, acomodándose en su lugar.
Cristian, se ríe abiertamente y habla:
— Segurito que ahora nos dice que se quiere casar.
Este en conjunto con Imanol, comienzan a reír ante la ocurrencia de mi amigo, hasta yo doy mi sonrisa de boca cerrada, todos reímos menos Dorian, pero es entonces cuando me doy cuenta de...
¡Oh, santa mierda!
Mi pequeña sonrisa, se desvanece, el hombre está hablando en serio o eso creo.
Un atisbo de sonrisa aparece nuevamente en mi rostro ante la idea, sin embargo, los otros dos siguen riendo como si no hubiera un mañana y, al percatarse de la cara de seriedad que trae Dorian, supuse al igual que ellos, que Cristian no estaba lejos de la verdad.
— ¿Es en serio? – Pregunta Imanol, Incrédulo. — ¿Estás seguro?
— Lo estoy. – Confirma, soltando un poco la tensión de sus hombros. — Nunca he estado tan seguro de nada, quiero proponerle matrimonio a mi osita.
Se hace un silencio eterno, me imagino que Imanol y Cristian, están en modo de asimilación y rebobinación cerebral.
— Yo... yo solo bromeaba, amigo. – Dice Cristian, titubeante. — No tienes que tomarlo tan en serio.
Sonrío de boca cerrada.
— Yo si estoy hablando muy en serio, Cristian. Quiero que me ayuden a buscar un anillo especial, quiero que sea algo único, que nos represente. – Habla con emoción, ya está completamente claro sobre lo que hará. — Necesito su ayuda para ir a las joyerías que ustedes entiendan que pueda encontrar eso que busco.
Mira de hito a hito entre Cristian y yo.
— Debo cancelar algunas citas, – Respondo, tomando el teléfono para avisar a Lucy y cancelar los pendientes de hoy. — Hay que ir por ese anillo.
Todos sonríen en especial, el hombre que está a punto de lanzarse por el precipicio del matrimonio.
¡Qué valiente!
— Esto debe saberlo Bianca. – Expresa Imanol, emocionado, tomando su celular en la mano.
— ¡No! – Gruñe, Dorian, deteniendo la acción de Imanol. — Lo arruinarás, quiero preparar todo para esta noche y quiero que sea una sorpresa y si le dices a la dulce Bianca, ella que no sabe mentir se lo dirá sin dudar a Sinclair.
— ¡Qué deseo tan grande de echarse el lazo tiene este! – Exclama, Cristian. Aún no ha asimilado esa decisión tan repentina. — Pero bueno, solo dinos que hay que hacer.
Es así como él nos cuenta la proyección que tiene sobre lo que desea hacer, nos advierte que lo único claro que tiene de todo esto es la forma de su anillo, por lo menos, sabe que es lo que buscará.
Por mi parte, solo me queda apoyar a mis huéspedes y ahora socios, en lo que sea que necesiten.
Minutos más tarde, vamos a la salida de la constructora, nos dirigimos en busca del anillo ideal para la novia. Admito, que hago esto por ellos, pero no sé si me sienta listo para muchas cosas, hace muchos años estuve a punto de casarme y no me gusta pensar en ello, hoy esos recuerdos vuelven a cobrar vida, esa sensación amarga quiere ocupar espacio en la cosa esa llamada corazón.
Mi experiencia, no fue buena, fue algo que me marcó, pero no por eso dejo de creer en que hay personas que pueden hacer la diferencia, no todo el mundo actúa de la misma manera.
Un ejemplo de ello es Dorian y Sinclair, no tenemos mucho de conocernos, sin embargo, ya nos pusieron al tanto de muchas cosas, su relación no es de años atrás, es decir, no tienen ese tiempo prolongado que "disque" se necesita para conocer a alguien bien, pero eso no lo limitó. Dorian, sabe que, esa mujer es el amor de su vida y hoy quiere ser más valiente de lo que ya es, dando ese paso agigantado entre ellos.
Dicen por ahí, que el tiempo lo decide o arregla todo, pues tiene la magia de acomodar todo en su lugar y con explicaciones incluidas, pero lo que algunas personas no se han detenido a pensar es que, el tiempo exacto no viene definido, es decir, el tiempo puede darte respuesta en meses o años, pero también en días o semanas e incluso en algunas horas.
Lo anterior, lo tengo comprobado, tanto en los negocios como en mi relación por casi dos años con aquella mujer, creí que la conocía y me enamoré, pero nada de lo que yo creía que era, nunca fue.
Bajamos las escaleras, cada quien en sus propios pensamientos y es cuando, decido asegurar de que su decisión no cambiará y es por ello que me dirijo a Dorian:
— ¿Estás seguro de lo que quieres hacer?
De seguro tengo mil dudas pintadas en la cara. Cristian e Imanol, observan a Dorian detenidamente y con curiosidad esperando su respuesta.
— Jamás había estado más seguro de hacer algo. — Vuelve a reafirmar con una sonrisa ladeada.
Eso es suficiente para dejarme claro que esto no es una decisión precipitada, él en verdad lo quiere hacer y por lo que veo, no hay vuelta atrás.
— Pues como decimos en mi país – habla Cristian y todo lo miramos. — ¡Vamos, sin miedo al éxito!
Dorian, sonríe nervioso, porque a pesar de estar cien por ciento seguro de lo que va a ser, no puede evitarlo, lo comprendo muy bien y estoy seguro que Imanol y Cristian, también.
Los demás también sonríen y yo solo me limito a seguirlos. Horas más tarde, nos encontramos en un Centro Comercial de Toluca, buscando la joya ideal para la que será su prometida.
Eso es si acepta...
Cristian, ha hablado más que nunca el día de hoy, el muy idiota, no se ha callado, creo que, en ocasiones, ya ni lo escucho, pero lo último que dice llama mi atención.
— Imanol – Al parecer, el mencionado, estaba en las mismas que yo, sus pensamientos estaban en otro lugar. — ¿Escuchaste lo que te dije? – Esta más intenso que nunca el día de hoy. — Amigo, no me estas prestando atención, te pareces tanto a alguien que no quiero nombrar. – Lo miro y me limito a negar con la cabeza, este no tiene remedio alguno.
— ¡Cállate, Cristian! – exclamo — no comiences con tus idioteces, ya me debes varias y de seguir así, – pienso como amenazarlo para que se calle de una buena vez. — Tendrás que cantar el día de hoy.
Aunque eso no es problema para él.
— ¡Uy, pero que miedo...! – Exclama el antes mencionado, cantarín.
Cristian sonríe de forma retadora.
Lo miro fulminante y una media sonrisa perversa se asoma en mis labios. Por su parte, el entrecierra los ojos, sabe a lo que voy.
— Hoy tendrás que cantar y de no hacerlo tendrás que pagarme con algo que no querrás — Sonrío victorioso, al ver su expresión y cuando está a punto de responder, escuchamos a Dorian hablar:
— Esperen – todos nos detenemos frente a una joyería, observamos el punto que está mirando Dorian, al parecer ya encontró lo que buscaba. — Ese es perfecto, vamos lo compraré.
Todos nos adentramos a la joyería, veo a mis tres compañeros de viaje, esparcirse por el lugar, observan todo y hasta deciden hacer sus compras, por mi parte, solo me siento a esperarlos en un sillón que hay en este lugar, miro mi reloj y saco mi celular para checar los mensajes.
Luego de un minuto, me pongo de pie y echo una rápida mirada a una de las vitrinas y algo llama mi atención e inmediatamente un hormigueo se desata el cual hace que apriete los puños en mi lugar, trago saliva, porque inmediatamente pienso en ella, en todo lo que hemos vivido en estos meses y la manera en la que mi interior ha cambiado, estando con o no con ella a mi alrededor.
Inconscientemente, me acerco a aquel objeto que llama mi atención y una mujer que se encuentra detrás de la vitrina, me sonríe:
— Buenas tardes, señor. – Me da su mejor sonrisa.
— Buenas tardes. – Me limito a saludar.
Vuelvo a mirar en donde se encuentra la joya, son dos las que llaman las que me gustan.
— ¿Quiere que le muestre este? – No me permite responder cuando ya ha extraído el objeto de la vitrina. — Es una joya muy fina, ideal para...
— No estoy interesado en eso. – Detengo su letanía en el afán de vender, no puedo evitar sentirme asustado por los pensamientos que tuve. — Muéstreme esto, por favor.
— Oh, esa pulsera. – Sonríe, amable. — Es de oro blanco y sus pequeños diamantes son de...
Me explica lo de la pulsera con mucha profesionalidad y solo la escucho hablar mientras miro la prenda.
Desvío la mirada hacia él otro objeto y miles de sentimientos encontrados me embargan, trago saliva, no quiero esto, sin embargo, por más que quiera no lo puedo evitar. Lo mejor que hago es alejarme un poco, salgo de la joyería a tomar un poco de aire fresco, me siento en un pequeño parque que encuentra cerca a meditar sobre lo que está pasando en mi interior.
Suelto un suspiro frustrado, llevando las manos a mi rostro.
Esto no está bien.
Es así como pasa el tiempo, después de media hora más, veo como Dorian y Cristian salen del lugar entre platicas y risas, seguido de un Imanol exhorto en sus propios pensamientos, él es otro que, según mi percepción, lleva su propia cruz, se ve a leguas que es una persona muy entusiasta, pero según lo poco que nos ha dicho, ha venido atravesando un largo Camino de Espinas.
No hemos hablado mucho del asunto, solo que el atrevido e irrespetuoso de Cristian, le preguntó algo sobre su relación con Bianca y este le platicó sobre lo complicado que es eso, nos mencionó a su hermano gemelo y la relación que la chica tiene con este. Nos comentó también que, anteriormente, se enamoró y que tampoco terminó muy bien. Es por ello que supongo, el largo Camino de Espinas que ha vivido y más aún con la sombra de su hermano en ambas relaciones.
Me pongo de pie al verlos, platicamos un poco y decidimos ir a comer algo, ellos parlotearon de todo un poco, Cristian hace alardes de su talento para cantar y Dorian le hace una propuesta para esta noche, de todos modos, el castaño, tendrá que cantar, será sorprendente verlo después de un tiempo.
Había un asunto que no salía de mi cabeza, por más que lo intentara, no podía pasarlo por alto, sin embargo, me obligo al doble a hacerlo. Después de tiempo transcurrido, Imanol y Dorian pasaron al centro comercial a buscar algo para usarlo esta noche, por su parte, Cristian, se desapareció no sé a dónde y en lo que a mi concierne, hice mi par de diligencias personales.
Quedamos de juntarnos una hora más tarde para partir hacia la ciudad de Mérida, la suerte que venimos en helicóptero, así el viaje se hace menos cansado.
♧
Estoy en casa, decidí no volver a la oficina, puesto que solamente faltan algunas horas para ir al club de Cristian, quedamos de ir con nuestros invitados y ahora amigos. Las mujeres están encantadas, se llevan muy bien con Keily y Elena, no podría ser de otra manera, he observado que tienen personalidades similares.
Me gusta que la niñita, haga amistades, que abra camino y para ella eso es fácil, su personalidad y forma de ver la vida le dan ventaja. No puedo evitar sentirme orgulloso de lo que ha logrado, se graduó con honores en la universidad, trabajó por más de dos años como asistente del departamento de diseños apoyando a los que allí trabajaban sin ningún tipo de remuneración, nadie vio el talento de ese pequeño demonio y es entonces donde entra Alicia.
Ella la vio.
Antes de que Alicia, se presentará a True Style, le pedí que me informara todo de cada uno de los empleados, es decir, debía hacerme un reporte semanal de sus actividades y el rendimiento que tenían, no voy a negar que cada vez que observaba la información de Keily, sonreía como idiota y mi orgullo iba en aumento, no podía esperar menos de ella.
También me he enterado de las capacidades de otros profesionales que se encuentran en los distintos departamentos, lo más conveniente y productivo es que cada quien trabaje en su área de conocimiento y es algo que está en planes para más adelante. No obstante, existen otros profesionales que, lamentablemente, tendrán que dejar sus puestos porque en vez de aportar a la empresa, le restan; eso es algo que también está en proceso, ya que todo tiene un protocolo por el cual hay que regirse.
— Cariño, te traje café. – Martina, entra a la pequeña sala. — Sin azúcar, como siempre.
— Gracias, nana. – Hablo, dejando la guitarra que tenía en las manos, en su lugar.
— Tenía tiempo que no te veía con ese objeto en las manos y mucho menos tocarla. – La miro sin ningún tipo de expresión y me sonríe tiernamente. — Tu madre se sentiría feliz al ver como la conservas.
— Fue lo único que quise llevarme de esa casa, al igual que el piano de papá. – Hablo mirándola. — Aunque era muy pequeño, tengo muchos recuerdos de ellos ahí.
— Lo sé, cariño, es por ello que nadie puede tocar esos objetos tan preciados para ti. – Musita, en calma. Sonrío ante su comentario. — No quiero recordar lo enojado que estabas cuando Mirian y la otra que no recuerdo su nombre, tocaron ese piano, parecías un animal enjaulado.
— No me gusta que nadie toque esto, es solo mío. – Me refiero a la guitarra y el piano que pertenecían a mis padres.
— Eso está más que claro, mi niño.
Suelta un suspiro cansado, yo continuo en silencio y ella vuelve a hablar:
— Aún no me dices porque te compraste esta casa, teniendo la de tus padres, sé que esta es más grande, pero no había necesidad.
— Solo quise estar más cerca de la ciudad. – Expreso, mientras camino hacia donde se encuentra el café. — No es que esté tan lejos, pero me siento más cómodo aquí.
No mentía, no quise irme a casa de mis padres porque no me encuentro allí sin ellos, son muchos recuerdos. Sé que han pasado más de veinticinco años de sus muertes, pero para mí es como si fuera ayer.
— Te entiendo, mi corazón. – Finaliza.
Doy un asentimiento, al tiempo que me levanto para ir a mi habitación.
— Me voy a dar un baño, pero antes iré al gimnasio a calentar un poco.
— Es cierto, no pudiste hacerlo en la mañana. – Suelta ella con fingida actitud sarcástica. — Se te está haciendo costumbre estar fuera de casa en las noches, Marcelo.
Pongo mala cara, pero no digo nada.
— A veces me pregunto qué es lo que tanto haces fuera cuando no estás de viaje.
Voy a molestarla un poco.
— Si quieres te digo que es lo que hago, nana, con lujos y detalles.
— Si me pongo a imaginar cosas, puede que comience a vomitar, así que mejor guárdalo para ti, pervertido.
Sonrío.
— No estoy para nadie, quien sea que venga. – Instruyo antes de irme. — No quiero que me molesten.
— Si, me imagino que, si Cristian viene, podré detenerlo. – Sonrío al recordar lo que le dije la última vez.
— No vendrá o al menos eso me dijo, pero si viene no lo dejes pasar.
— Ustedes son un caso serio. – Masculla, restando importancia. — Pero está bien, no estas para ciertas personas.
Se refiere a las personas que no les agrada.
— Martina... – Suelto alargando la última sílaba. — No estoy bromeando.
— Yo tampoco, hijo.
Evito rodar los ojos.
Doy un beso en la frente de mi nana y me dirijo al gimnasio, me gusta entrenar todos los días y esta mañana no lo hice porque me quedé a dormir con mi adorado tormento.
Mientras coloco mi ropa de entrenamiento que consiste en unos shorts con rayas verticales de color gris y blancas alternadas, unos tenis blancos con unas medias altas, me quedo con el torso desnudo y me dedico a realizar unos ejercicios de calentamiento. En primer lugar, uso la maquinaria de bicicletas para entrar en calor. Más adelante, decido ir a otra de las máquinas para hacer un poco de brazos.
Llevo alrededor de veinte minutos cuando dejo la Polea de ejercicios crossover Mi6 para ir a tomar agua, tengo sed, me siento en unos de los bancos que tengo aquí y coloco un poco de agua por mi cabeza, me siento muy acalorado. Estoy muy concentrado en lo que estoy haciendo, cuando escucho una voz que acapara totalmente toda mi atención:
—¡Quién fuera esas gotitas de agua!
Levanto la mirada de golpe y ahí la veo, sentada muy cómodamente en unos de los sofás.
No puedo evitar sentir una electricidad y adrenalina recorrer mi cuerpo al verla.
Que extraño verla aquí, en mi casa, es raro, pero a lo bien. Sonrío en su dirección y decido responder como sé que lo espera:
— Bien que puedes ser esas gotitas de agua, nena.
Sonrío al ver su mirada pícara, la cual se concentra más en mis abdominales, su cara se encuentra totalmente sonrojada. ¿Cuánto tiempo llevará ahí?
— Hola. – Mascullo mirando sus preciosos ojos y ella se concentra en los míos.
Se pone de pie, me quedo mirando cada uno de sus movimientos, pero, sobre todo, recorro cada centímetro de su cuerpo, trago saliva y, por Dios Santo que, esos pantalones que trae puestos, le quedan increíblemente bien, ya me tienen al borde del precipicio y solo la he visto por unos segundos, le quedan a la medida.
— Hola. – Se limita a responder, su cara es del color de un tomate rojo muy apetecible.
Traga duramente.
Me acerco a ella y su mirada es descarada, muerde su labio inferior.
Oh, mierda, no hagas eso, nena, que me pones mal... Muy, muy mal.
— No me mires así, niñita. – Murmuro, cuando estoy frente a ella. — Hay un trato que respetar y no estas ayudando.
Levanta la mirada que estaba en todas partes menos en mis ojos y sonrío perverso, la voy a molestar un poco:
— Pero en vista de qué sé que te encanta lo que ves, lo podemos dejar a un lado.
Pone mala cara.
— Ja, ja, chistosito. – Dice con una mueca en la cara y sonrío. — Tú ego es tan grande, pero si te hace feliz puedes creerlo así, una cosa es la que dices y otra es que en verdad estés en lo cierto.
Sonrío, mientras me acerco un poco y doy un beso en sus mejillas, me siento victorioso al ver lo erizada que se puso su piel al recibir mi tacto, siempre ha sido así y me vuelve loco la reacción que causo en ella.
Me separo un poco y la observo con detenimiento.
Se ve tan hermosa como siempre, no lleva la misma ropa de esta mañana, admito que le quedaba fenomenal, me quedé como un idiota, observando cada uno de sus movimientos y ese conjunto de flores que llevaba puesto, le hacía ver más encantadora de lo que ya es.
Ahora lleva puestos unos Jean perfectos, con una blusa de mangas tres cuartos de color rosa pálido y unos tenis de color negro, me gusta todo lo que esta mujer usa.
Te gusta todo de ella, Marceliniii...
Debo confesar que la he pensado tanto el día de hoy, fue difícil quitarla de mi cabeza a cada instante, pero hice lo posible por concentrarme en la sorpresa que Dorian, tiene para esta noche.
Ambos estamos en silencio, nuestras miradas se encuentran enlazadas y no puedo evitar tragar saliva.
— Déjame y voy por una toalla para secar sudor. – Rompo la conexión sintiéndome en evidencia.
—Está bien, aquí te espero.
No me gusta sentirme así, pero no puedo hacer nada, ella toca cada fibra de mi existencia.
Camino hacia el apartado donde tengo la toalla, la tomo en las manos y comienzo a pasarla por mi cuerpo, cuando estoy a punto de tocar mi espalda sobre mis hombros, un calambre se apodera de mi brazo derecho, hago una mueca, es realmente incómodo.
— ¿Qué pasa? – la escucho preguntar preocupada, siento su mirada sobre mí.
— No te preocupes, solo es un calambre en mi brazo.
No sé en qué momento ella llega hasta a mí y se coloca en frente deteniendo mi acción de hacer masajes a mi brazo, esto me ocurre de vez en cuando.
— Déjame ayudarte. – Sus ojos están puestos en los míos.
— No es necesar... – Me detengo al ver la determinación en sus ojos, trago saliva, esto no ayuda en nada a mi autocontrol.
— Quiero hacerlo – Musita, convencida.
Su petición debiera de sorprenderme, pero no lo hace, ella y yo nos conocemos lo suficiente, aunque ella se niegue a aceptarlo y por eso el bendito trato.
Trago saliva, ella toma la iniciativa, tomando la toalla que aún estaba en mis manos, bajo mi atenta mirada, comienza a pasarla primero por mi rostro, lo hace de una manera lenta y dolorosa (Esto último es por lo que me está costando todo esto, cada caricia suya quema como el infierno mismo), siento como mi cuerpo comienza a reaccionar a ella, a su toque a través de la toalla, esto no es sano para mí, baja lentamente hasta mis hombros, su concentración es admirable. Ella sigue los movimientos de su mano con su mirada de fuego, se detiene en mi cuello al tiempo que tragar saliva cuando le doy acceso, cierro los ojos dejándome cuidar por la mujer que ha roto todos mis esquemas.
Lentamente, se mueve hacia mi espalda y pasando la toalla por doquier, no puedo evitar sentirme inquieto por todos los estragos que ahora mismo me pasan factura en mi interior. No puedo con todo esto, no soy de palo, todos estos días he estado controlándome, porque cada vez que la miro y la tengo cerca quiero abrazarla, besarla, cuidarla, hacerla mía.
Cuando vuelve al frente, miro sus orbes, están tan oscuros, sus pupilas están completamente dilatadas. Traga saliva, al llevar la toalla por mi abdomen, sus ojos miran esa parte con admiración, siento como exhala el aire de sus pulmones, lo hace de manera irregular, soltando pequeñas respiraciones profundas.
Quiero besarla, me muero por probar una vez más sus labios, mi única adicción, el único dulce al que soy adicto.
Su mano libre sube lentamente hacia mi torso, comienza a tocar sigilosamente mi abdomen marcado, pues no me pasa desapercibido que le llama mucho más la atención esta parte de mi cuerpo.
— Keily. – Murmuro, ella mira mis ojos, el deseo en ellos es palpable.
— ¿Si? – Masculla, con voz entrecortada, su rostro totalmente sonrojado. Su mano continúa en mi torso.
Trago saliva, ya no puedo más y mucho menos al ver que ella desea lo mismo.
Nuestras miradas aún conectadas dicen tanto. Estamos en silencio y de un momento a otro, ella muerde su labio inferior volviéndome un maldito desquiciado, eso, en definitiva, fue suficiente para que mi autocontrol flaqueara. De un rápido movimiento, tomo su cintura y la pego a mí, nuestros rostros a centímetros, nuestros labios a punto de encontrarse y ambos respiramos rápidamente casi hiperventilando.
—¿Qué crees que haces, pequeño demonio? – Sus mejillas sonrojadas, sus ojos están puestos en mis labios, los cuales van subiendo lentamente a mis ojos.
— Solo te ayudaba. – Masculla seductora, volviendo a morder sus labios, acción que hace que la pegue más a mí. — Pero al parecer te pusiste contento.
Sé que lo dice porque siente mi erección, sonrío y ella hace lo mismo. Ella y yo tenemos un acuerdo, lo sé, pero ya no me importa nada, estoy decidido a besarla y mandar todo a la misma mierda, ya no puedo más, acerco mis labios de manera lenta hacia los de ella, esperando a que me rechace y no lo hace, es entonces cuando siento un leve roce entre nuestros labios siento mi sangre circular a toda velocidad, es entonces, cuando sucede:
— Aquí les traje una limonada para el calor.
Keily, se despega de mi con una sonrisa avergonzada en el rostro, mientras que yo mascullo una maldición.
Miro a mi nana, fulminante y ella me sonríe como un angelito, mirando de hito en hito a Keily y luego a mí.
— ¿Qué estaban haciendo ustedes dos? – Pregunta Martina, lo hace a propósito.
— Emm... solo... – Comienza Keily con el rostro totalmente rojo.
— Solo me ayudaba a secar el sudor. – Interrumpo a la pelinegra, mi nana, levanta una ceja, se está divirtiendo a lo grande.
— ¡Vaya...! Secar el sudor se ha vuelto algo muy interesante y ardiente. Tendré que ponerlo en práctica. – Suelta, Martina, divertida.
Keily, sonríe y su cara refleja lo avergonzada que está.
— Nana, – me acerco a ella y me mira divertida, sabe que me di cuenta que interrumpió adrede. — Gracias por la limonada y las galletas.
— De nada, cariño. – Habla, dirige la mirada hacia la pelinegra. — Lindura, si necesitas algo más, no dudes en decirme.
— Muchas gracias. – Agradece con una sonrisa.
Martina, se da la vuelta y sale del gimnasio, miro a la mujer que tengo a unos centímetros de mí, sé guarda una sonrisa, pero su rostro sigue siendo un lindo tomate rojo.
— ¿En qué estábamos? – Pregunto haciéndome el que no recuerdo nada.
— No recuerdo. – Finge amnesia, la muy condenada. — Voy a comer mis galletas.
Sonrío al verla dirigirse a donde se encuentra el aperitivo que trajo Martina, me quedo admirando su trasero y lo bien que se ven dentro de esos pantalones. Se sienta en unos de los sofás que están aquí y no me mira, sé perfectamente que está pensando en lo que pasó, me lo dice el color de sus mejillas y el jugueteo de sus dedos, hace eso siempre que está nerviosa y trata de mentir.
Me acerco a ella y me siento en el sofá que queda en frente.
— Disculpa que haya venido sin avisar. – Comienza ella, me mira y hago lo mismo. — Pero no lo pensé hasta que estaba en el frente de esta casa.
— No te preocupes, puedes venir cuando quieras. – La tranquilizo y continuo. — ¿Cómo supiste que estaba aquí?
Sonríe.
— Cristian estuvo en mi casa. – Me explica con calma. — Fue a llevar a Elena y me dijo que estabas aquí.
No digo nada. Pero aún me parece extraño tenerla aquí.
— ¿Pasa algo? – Pregunto, curioso.
— No, solo que... – Comienza a rebuscar algo en una mochila que trae con ella. — Dejaste esto en mi casa y según la nota que tiene en la portada es importante.
Me tiende una carpeta verde que reconozco al instante, la necesito para mañana a primera hora, pensaba que la tenía en mi portafolio. La tomo en mi mano.
— Estaba en el piso, – Continúa ella. — al parecer, se cayó en algún momento en que la manipulaste.
Ahora que lo recuerdo, después de levantarme y prepararme para irme, abrí mi portafolios para revisar algunos documentos y aproveché para escribir la nota que dejé en su buró.
— Si, eso debió ser. – Hablo, al tiempo de que cierro la carpeta y la miro con un atisbo de sonrisa, esta tan hermosa. — Muchas gracias, si es importante, tengo una junta a primera hora mañana.
— No es nada. – Juega con sus dedos.
— ¿Cómo les fue hoy de compras? – Pregunto y ella me sonríe.
— Muy bien, nos divertimos muchísimo. – Sonrío a ver su entusiasmo. — Bianca y Sinclair, son unas chicas muy lindas.
— Si, lo mismo puedo decir de Imanol y Dorian. – Manifiesto. — Son unos caballeros.
Sonríe y se crea un silencio entre ambos.
Suelta un suspiro lento mientras se pone de pie y yo hago lo mismo.
— Debo irme.
No quiero que se vaya.
— ¿Tienes que irte? – Indago frunciendo un poco el ceño en señal de desaprobación. — Podemos ver una película.
Ella me sonríe.
— Es una oferta muy tentadora, señor Sandoval. – Masculla, seductora, es algo que le sale natural, se aproxima hacia mí.
Trago saliva.
— ¿Lo hacemos? – Pregunto, esperanzado.
Cuando está completamente frente a mí, lleva una de sus manos a mi cabello humedecido y comienza a peinarlo, me gusta tanto que haga eso. Por inercia, llevo mis brazos alrededor de su cintura.
— Dentro de dos horas tenemos que ir al club de Cristian, ¿lo recuerdas? – lleva una de sus manos a mi nuca, acariciando el cabello de esa zona, me siento idiotizado, la otra descansa en mi torso. — Debo ir a prepararme y usted también tiene que hacerlo.
Casi suelto un bufido.
— Cierto. – Concedo.
Ella me mira y al parecer se le ha ocurrido algo.
— Pero la propuesta de la película sigue en pie. – Aclara, sonriente. — Es más, las dos películas que tenemos en agenda, la veremos aquí.
— De noche. – Propongo y su sonrisa se convierte en una mueca de disgusto.
— Puede ser en una tarde. – Propone, casi sonrío por su rápida intervención.
— No podemos, ambos debemos trabajar. – Me excuso.
Pone mala cara y se ve preciosa.
— Puede ser sábado o domingo. – Insiste, es notorio su miedo a las películas de terror.
— Esos días no puedo. – Miento descaradamente.
— Ya veremos. – Dice poniendo mala cara, al quedarse sin alternativas. — Ahora debo irme, nos vemos luego.
Me da un rápido beso en la mejilla y se separa de mí para tomar la mochila que aún descansaba en el sofá.
Sale corriendo hacia la salida y la detengo.
— Espera. – me mira interrogante. — Le diré a Thomas que te lleve.
Me sonríe.
— No hace falta, me esperan en la entrada.
Frunzo mi ceño.
— ¿Quién? – Pregunto en automático.
Ella me sonríe perversa.
— Un amigo.
Un pinchazo para nada agradable, se instala en mi pecho y juro que no me gusta nada sentir toda esta mierda que ahora siento. No me gusta, no es bueno.
— Mmmm. – No digo nada y ella sonríe y vuelve hacia mí.
— ¿Pasa algo? – Indaga, divertida y mi rostro no muestra ningún tipo de expresión.
— No.
Gira los ojos.
— Solo es mi taxista de confianza, tonto. – Confiesa con una sonrisa e inmediatamente, siento un alivio interior. — Ahora si debo irme.
Vuelve a dar un rápido beso en mi mejilla y sale corriendo a la salida.
— Ah, antes de irme. – Se detiene en el umbral y me señala con el dedo. — Ve con ropa casual, nada de corbatas, ¿De acuerdo?
Levanto una ceja y ella entrecierra los ojos, mirándome de manera amenazante.
— De acuerdo. – Cedo, inmediatamente.
Sonríe y vuelve a correr hacia la salida, en verdad se ve apurada.
No puedo evitar sonreír, parece un torbellino esa mujer.
Después de unos minutos más de entrenamiento, no supe en qué momento se fue el calambre de mi brazo, pero lo que sí tengo es un sin fin de sensaciones en mi cuerpo, esa niñita sabe bien como dejarme bien contento. Suelto un suspiro lento y decido emprender camino hacia la habitación, para prepararme e ir al club "Volcán en Erupción".
♧
En este instante, estoy en el club, en compañía de Cristian, estamos tomando un trago mientras esperamos nuestros invitados.
Esta noche, el lugar está abarrotado de personas, aunque siempre ha venido mucha gente, hoy es un poco más de lo normal.
La música es muy buena y su volumen es bastante alto, tanto así que, el castaño y yo tenemos que hablar más alto para poder tener una interacción exitosa.
— No debe faltar mucho para que nuestros invitados estén aquí. – Pronuncia Cristian, mientras toma un trago de su vaso.
— Aún es temprano. – Me limito a responder mirando el lugar.
—Sí, tienes razón, además la hora en la que quedaron de llegar aún no se cumple.
—Solo debemos esperar. – Musito, mientras tomo un trago.
—Hay algo que debo de decirte. – eso llama mi atención. — Hace varios días que estaba por eso, pero entre tantos pendientes, se me había olvidado.
—¿Qué pasa? – Pregunto.
— Mikaela ha preguntado por ti en varias ocasiones. – Su rostro es serio. — Dice que ya no has vuelto tan a menudo por aquí.
— Ahora tengo más cosas que hacer. – Respondo al tiempo que tomo un trago.
— Sabes que ella solo viene aquí a ver si tiene suerte de encontrarte y bueno, ya sabes.
Suelto un suspiro cansado.
— Ya no ando buscando eso y lo sabes.
— Lo sé, pero tú también sabes cómo son las mujeres de caprichosas. No sería extraño que se acercara a ti en cualquier momento.
— Solo espero que no sea así. La última vez que nos encontramos fue hace meses y no quiero volver a lo mismo de antes.
— Me da gusto que estés claro en lo que quieres, Marcelo. – Sonríe satisfecho. — Ya era hora de que te centraras en una sola mujer.
Trago saliva lentamente ante su comentario.
— Lo dices como si me hubiera centrado en muchas mujeres, Cristian.
Sonríe perverso.
— Claro, solo andabas como un coliflor, pico aquí y pico allá. –
Lo miro fulminante y luego de unos segundos, vuelvo a tomar de mi trago.
— Ya podemos dejar el tema. – Replico. — No quiero hablar de mi vida pasada.
— ¿Y de tu vida presente sí? – Desvío la mirada hacia otro lugar, hay mucha gente aquí. — ¡Oh! ¡Vamos, cuéntame cómo te sentiste al ver tu pequeño demonio en tu casa el día de hoy!
Sonrío de solo pensar en ella.
— No te diré nada, idiota.
— Debes hacerlo, pues yo fui el causante de que ella fuera hacia ti, grandísimo idiota.
Frunzo mi ceño en señal de confusión, mi mirada está sobre él.
— ¿Por qué lo dices?
— Porque me enseñó los documentos que se habían quedado en su casa, le dije que eran importantes.
— ¿Y?
— Me pidió que te los entregara. – Continúa Cristian, levantando sus hombros restando importancia lo que cuenta. — Me negué alegando que no querías verme, solo para que se vieran.
Sonrío.
Este idiota.
— Debo reconocer que fue una sorpresa muy agradable verla en mi casa. – Confieso con media sonrisa. — Ella siempre busca inconscientemente, la manera de mejorar mi día.
— Demonios, Marcelo, se me eriza la piel de solo escucharte hablar de esa manera. – farfulla con incredulidad. — Es bueno que reconozcas lo que sientes y todo lo que te pasa con ella
Me tenso en el momento, pero trato de disipar dicha acción y confirmar hacia el castaño.
— Solo es la verdad. – Determino.
Su sonrisa es genuina. En verdad me cuesta mucho aceptarlo, pero con Cristian, todo me sale, con él puedo hablar de mis sentimientos sin ningún problema, confesar cualquier cosa con tranquilidad, es como ir a ese lugar en donde estas consciente que lo único que recibirás es apoyo incondicional.
— Vamos bien, Marcelo, vamos muy bien. – Suelta un suspiro lento y continúa. — Eres un hombre que sabe lo que quiere y vas por ello.
En verdad, siempre he sido así, pero hay luchas que se me hacen tan difícil, lo único que quiero es luchar por lo que quiero y a ella la quiero. No me culpen, estoy tratando de aceptar paulatinamente todo esto, es algo nuevo para mí.
Estoy perdido en mis pensamientos cuando escucho a Cristian, farfullar:
— Mierda, mierda, mierda... – Giro mi rostro hacía él, quien tiene sus ojos en otra dirección. — Tenemos mucho trabajo esta noche, muchos mosquitos que espantar.
Llevo mi mirada hacia donde se encuentra la de Cristian, a punto de tomar un trago y, es entonces cuando pasa...
🌟♡ NOTA DE LA AUTORA ♡🌟
Capítulo nuevo.
Espero les guste.
Aprovecho para agradecer nuevamente a Lizzzoloz, por permitir que su hermosa creación, venga hasta acá. LA HISTORIA QUE ESTA EN PROCESO ES HERMOSA.
Vayan y den una vuelta por su perfil, no se van a arrepentir.
"CAMINO DE ESPINAS".
Lizzzoloz
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top