Capítulo 50 "No eres un juego para mí"

¡Hola, chicas!

Ete capítulo está dedicado a Andreapaola2312 pues le prometí que cuando Cristian narrara se lo dedicaría.

— Hola, mi hermosa y candente Andrea, se que me amas — Suelto con egocentrismo, ella entrecierra los ojos y le sonrío con picardía. — Lo que no sabes es que soy ese que también está loco por ti, te amo, nena.

Saludos a todos aquellos que aun permanecen aquí.

Ahora si, vamos a leer.

Estoy en las instalaciones de True Style, es el nuevo negocio en el que decidí invertir en conjunto con Marcelo hace un tiempo,  teníamos todo bajo perfil, porque mi amigo no le gusta hablar de sus cosas y de sus  proyectos con nadie, salvo conmigo, pues los motivos que lo llevaron a esto, son meramente familiares.

Decidimos hacerlo juntos, es decir, emprender este nuevo proyecto, porque me interesa invertir en nuevos horizontes, quiero no depender tanto del dinero de la familia, es decir, quiero crear mi propio patrimonio.

Ahora mismo me encuentro en una pequeña sala esperando que Keily salga de la oficina de Marcelo, esos dos son un caso perdido y me da mucho gusto por ambos. Al cabo de unos minutos la veo salir con una sonrisa, esta chica es bastante guapa y sobretodo le hace bien a Marcelo.

— Señorita Andersson, — Llamo su atención por su apellido, puesto que hay monos en la costa y no quiero malas interpretaciones y habladurías sobre ella, me observa con atención y me regala una linda sonrisa que siempre me ha parecido tan sincera. — ¿Le ha ido bien con su nuevo jefe?

Ella entrecierra los ojos y le sonrío con malicia, ella sabe  como soy y mi sentido del humor morboso.

— Señor Serrano, — Suelta ella dulcemente, pero sospechosa, ella no es de la que se queda quieta y por eso me cae super bien para Marcelo. — El señor Sandoval es muy complaciente y muy profesional en todos los sentidos, así que no tengo quejas.

La observo y un atisbo de sonrisa amenaza por salir, se que las palabras que ha dicho tienen doble sentido y eso hace que me caiga mejor de lo que ya lo hace, quiero responder con una de las mias, sin embargo, la asistente de presidencia disimula poco sus intenciones de no escuchar.

— Ya veo — Suelto picaramente y ella guiña un ojo en mi dirección haciendo que mi sonrisa se agrande. — Fue un placer verla nuevamente.

— El placer fue todo mío, señor, con su permiso, debo retirarme. — Habla mientras pasa por mi lado mientras le doy un asentimiento de cabeza y le guiño un ojo. -

— Pase usted.  – Es lo último que digo mientras que ella desaparece por el pasillo que conduce al elevador.

Mientras tanto, emprendo mi camino hacia la oficina de Marcelo, no me tomo la molestia de avisar que voy a entrar, no veo para qué. Abro las puertas de la oficina, tiene un gran escritorio con dos sillas para visitantes en frente, un juego de sofás a su derecha,  estas no es tan grande como la de la constructora, pero si  tiene su encanto y es digna del hombre que se encuentra de pie junto al ventanal, en ocasiones, me pregunto que es lo que tanto piensa al mirar la ciudad a través de la ventana.

— Nunca pondrás tus modales en práctica. — Habla sin mirarme y sonrío, aunque no me pueda ver.

— No se me da la gana ponerlo en práctica contigo, bebé.

Gira en mi dirección y lo veo sonríe un poco.

— ¿Qué tal te has sentido en este lugar?  — Pregunto mirándolo a los ojos y él suelta un suspiro cansado. — ¿Es lo que esperabas?

— Es muy pronto para decir si lo es o no, — habla seriamente, como siempre lo hace cuando se trata de negocios, camina hacia el lugar que le corresponde en el escritorio y toma asiento,  mientras que yo me siento en una de las que están destinadas para visitantes. — Pero de lo que si estoy seguro es de que se convertirá en la mejor empresa de diseños de interiores.

— Es una excelente iniciativa, Marcelo, y más aún con lo que pretendes hacer, — hablo emocionado del asunto, pues también he invertido en ello. — Ya todo esta listo en la constructora para que puedas presentar tu nueva adquisición y más aún, la visión que tienes para ambas, aunque sean negocios independientes.

— Si, ya todo esta listo, los socios, incluyendo a mi madre, están de acuerdo con todo esto, — Habla con seguridad, algo que siempre he admirado de él. — Lo vieron satisfactorio para la empresa y por defecto, sus bolsillos, así que debemos trabajar duro para potenciar este negocio.

— Si, aunque con la auditoria realizada a esta empresa, sabemos que mal no esta. — Él asiente con un movimiento de cabeza. — Además, últimamente se han firmado nuevos contratos que le resultarán beneficioso  a True Style,  como el "proyecto Perla", por ejemplo.

La cara de mi amigo cambia inmediatamente y un atisbo de sonrisa aparece en su rostro.

— Si, es un buen negocio, dejará ganancias sustanciales. — Habla orgullos, mientras sonríe. — También hay otros que están en puerta, que son importantes.

— Si, de eso quiero hablarte. — Me mira interesado mientras que acomoda un poco en su lugar. — Cuando estuviste de viaje la semana pasada tuve el placer atender a unos posibles clientes que están interesados en establecer una sede de su revista aquí en la ciudad de Mérida. — Me mira sin ningún tipo de expresión, pero sé que esta interesado en escuchar lo que le voy a decir y yo continuo. — Quieren llegar a un acuerdo con la constructora para que nos encarguemos de ello.

— Eso es excelente — habla mientras remueve algunos papeles. — ¿De qué revista hablamos y quiénes son los representantes?

— La Revista Legacy Ferrer —  le informo. — Los propietarios son Los Hermanos, Ivan e Imanol Ferrer y tengo entendido que hay otro socio, son personas de mucho renombre en San Francisco, — Expreso según lo que he investigado de ellos. — hemos quedado de acuerdo para agendar una cita para la próxima semana, puesto que desean tratar contigo directamente.

Marcelo da un asentimiento de cabeza. — La verdad es que si he escuchado hablar de ellos, son muy conocidos en San Francisco y también estoy enterado de que tienen otras sedes en otros Estados. Los Hermanos Iván e Imanol Ferrer son personas influyentes en la sociedad. — Aclara con su vista puesta en los papeles y continúa.  — ¿Ellos vendrán personalmente o enviaran a un representante? — Pregunta.

— Tengo entendido que vendrán personalmente, no quieren intermediarios.

Asiente.

— Nos encargaremos de todo lo relacionado a su estadía y de más.  — Informa y asiento.  — Ya nos pondremos de acuerdo más adelante.

— Si logramos concretar las negociaciones con los hermanos Ferrer, serían dos los negocios sustanciales tanto para la constructora como para True Style.

— Si, vamos a ver lo que sucede en su momento.  — habla determinado al tiempo que firma unos papeles. — Recuerda que de ellos entrar en negociaciones con la constructora, no están obligados a elegir True Style para que diseñen y trabajen su interior.

— Lo sé, pero no pierdo la esperanza de que nos elijan. — Hablo hacia él seriamente. — Así como nos eligió la señora Bertran quien también dejará excelentes ingresos y todos sabemos gracias a quien decidió negociar con nosotros.

Él asiente mientras sonríe, sé cuál es el rumbo de sus pensamientos.

— Sabemos que esa sonrisita no son por las ganancias sustanciales, Marcelito. —  Él no mueve ni un músculo de su rostro. — Si no por la persona que hizo posible que ese negocio se hiciera y que ahora mismo esta a cargo.

— No lo voy a negar, Cristian. — Habla sonriente, Keily es la única persona que lo puede poner así, correspondo con una sonrisa. — Me siento orgulloso de ella, que este emprendiendo sin ayuda de nadie, que se esfuerce por lograr sus objetivos, esa mujer es...

Hace silencio, entiendo el porqué lo hace, Marcelo aún tiene una barrera que derribar, aunque sea un hombre seguro de sí mismo, grandote y capaz de conseguir doblegar el mundo a sus pies, tiene esa maldita barrera que lamentablemente le ha sido difícil  hacer añicos.

— Es todo lo que tu quieres en tu vida ahora mismo — Hablo seriamente hacia él quien me mira profundamente, veo como traga saliva y desvía la mirada y suelto un suspiro cansado y hablo exasperado. — Oh vamos, Marcelo.

— Tú sabes que esto es difícil para mi, Cristian. — Habla con un atisbo irritación o más bien de frustración. — Todo es al paso, debo ir acostumbrándome a esto que estoy sintiendo, esto es nuevo para mi y lo peor del caso es que no lo quería en mi vida, todo era más sencillo antes.

— Pero te ha pasado, — suelto para ver si entiende de una buena vez que no está mal sentir miedo. — Y esa chica que acaba de salir por esa puerta — señalo el lugar con mi dedo índice mirándolo a la cara. — Te hace sentir lo que tu ni siquiera con la innombrable sentiste o ¿es qué aun sientes algo por la otra?.

Junta su entrecejo al máximo esplendor.

— Tú sabes que no la amo, dejé de amarla hace mucho tiempo. — Suelta convencido. — Lo que me hizo es imperdonable.

— Sé que la amaste, Marcelo, y para ser honesto, siempre pensé que si ella hubiese decidido volver a ti, tú la perdonarias. — Me mira y traga saliva, quiere protestar y continuo. — Tú estabas loco por ella y por eso estaba seguro que la perdonarias.

— La amé, si, pero no soy tonto. — Suelta entre dientes, esto aún le cuesta. — Lo que hizo es imperdonable y desde que se fue sabía que ella nunca más volvería a entrar en mi vida.

— Entonces, ¿Qué vas a hacer? – Pregunto de en su dirección. — ¿Dejarás ir a Keily por temor?

Me mira y traga saliva.

— No la voy a dejar ir, sé que puedo ser un desastre, pero estoy dispuesto a todo por ella. — Habla seguro de sí mismo y sonrío. — Ademas, es demasiado tarde para ello, esa niña se a metido aquí, — lleva su puño al pecho. — Y no tengo intenciones de renunciar a ella, pero necesito ir de espacio.

— Espero que mantengas tu palabra, Marcelo, — Hablo en su dirección mirándolo a la cara. — Sé que eres un hombre de una sola pieza, cumples con cada una de tus promesas, pero hay veces que temo a tus reacciones.

— Yo lo único que quiero es cuidarla. — Habla con convicción y me da gusto. — Ella es lo más importante en mi vida ahora mismo y más aun que se ha abierto conmigo.

Frunzo mi ceño sin entender. — ¿A qué te refieres?

— Me habló de su pasado, Cristian, — habla con rastro de dolor y continua. — Se abrió conmigo y la verdad, si antes me importaba, ahora mucho más.

Sonrío.

— Supongo que no me contarás. — Niega con la cabeza y lo entiendo a la perfección, lo que sea que hayan hablado es entre ellos. — Lo entiendo perfectamente.

— También, me habló de Diego, — Eso llama aún más mi atención. — De su relación y te juro que quiero golpearlo hasta dej...

— Me quitas un peso de encima. — Le interrumpo y frunce su ceño sin entender, el que ella le haya contado me quita un peso de encima, puesto que llevaba mucho tiempo pensando como decirle. — Me alegra que ella decidiera contarte porque todos los días me debatía entre sí debía decirte o no.

Él me mira sin ningún tipo de expresión, me esta analizando.

— Si, me ha contado todo, no sabía que estabas enterado, — habla con los dientes apretados, espero que no esté molesto conmigo por ocultar esto, mejor lo atrubuyo a que de tan solo recordar eso le da impotencia, al igual que a mi. — Pero es mejor de esa manera y es por eso que necesito escuchar tu versión, por favor.

— Si, bueno, hace unas semanas, Elena me ha contado. — Hablo y él mantiene su rostro inexpresivo,  frunzo mi ceño y continuo.  — Y dime, ¿para qué quieres que te cuente?

— Solo quiero escucharlo de nuevo. — Suelta con el rostro pétreo y yo le voy a dar lo que pide como siempre.

— Elena me contó lo que ese desgraciado le hizo mucho después de ellos terminar. — Veo como trata de acomodarse, traga saliva y se coloca un poco hacia adelante entrelazando sus dedos sobre el escritorio, prestando mucha atención a lo que le voy a decir. — ¿Es de eso que quieres que te hable?

— Por supuesto. — Responde tajante y como ya lo sabe solo le contaré la versión de Elena.

— ¿Recuerdas aquel día que saliste como loco a ver lo que le sucedió a ella? — El frunce su ceño un poco más y continúo — El día que la llevaste a tu cas...

— Si, lo recuerdo. — Concede y continúo mirando sus orbes oscurecidos.

— Días anteriores, el muy desgraciado se apareció en su departamento y la... — Hago una pausa, me da impotencia continuar, Diego fue un maldito cobarde, veo como Marcelo esta a la espera y su respiración se a vuelto irregular, aunque su niña, le haya hablado de esto, se siente muy mal al escucharlo por segunda vez. — Fue a su apartamento y trató de forzarla.

— ¿Qué? — Pregunta sin poder creerlo poniéndose de pie y frunzo mi ceño sin entender su reacción, me pongo de pie junto con él. — ¿Cómo que trató de abusar de..?

Deja las palabras a medio camino y lleva sus manos detrás de sí cabeza y me da la espalda, creo que el muy idiota lo ha vuelto a hacer.

— No fue eso lo que te contó, ¿verdad? — Pregunto y parezco un idiota, no responde y todo cae como un balde de agua fría, el muy desgraciado me ha engañado, su respiración es errática y su mirada es fría, decido llamar su atención una vez más. — Marcelo, mírame.

Voltea su mirada y sus ojos están un poco cristalizados, traga saliva y niega con la cabeza, su voz es un susurro. — ¿Porqué no me dijiste nada, Cristian?

— Porque yo sé como eres y...

— No debiste callarte una cosa así, yo... — Gira su cuerpo y toma su saco que descansaba sobre el espaldar de su silla giratoria. — Lo voy a matar.

Suelta entre dientes y trago saliva mientras lo veo colocar su saco, me atravieso frente a él, no lo dejaré salir así.

— Permiso, Cristian. — Habla mirando a cualquier punto, esta dolido. — No te atrevas a cruzarte en mi camino.

— ¡No Saldrás así, Marcelo! — Grito sosteniéndolo de los hombros. — Debes calmarte.

— ¡Qué me sueltes te digo! — Grita al tiempo que me aparta de su camino, pero soy más rápido que él y lo vuelvo a sostener con fuerza, pero sé sigue removiendo como animal enjaulado. — ¡Fuera de mi camino, Cristian!

— ¡Maldita sea, Marcelo! — De un momento a otro se suelta de mi agarré y lo que hago es mi último recurso para detenerlo, propino un puñetazo en su pómulo derecho, gira su rostro por el impacto. — Te dije que te quedes quieto, ¡joder!

Mi respiración es errática, no es fácil contener un saco de músculos como este, trago saliva, este hombre no se mueve, no levanta su rostro, Marcelo está tan quieto que temo por él, veo como se recompone y habla:

— Esta bien. — Lo escucho decir en voz baja. Veo como da media vuelta camina hacia su silla giratoria y se sienta.

— Siento lo del puñetazo, Marcelo. — No me mira, no dice nada, pues él no es ese tipo de hombres que se queda quieto, si hubiese querido lastimarme lo hubiera hecho.

Esta lidiando con algo más fuerte que él ahora mismo...

— Quiero golpearlo. — Suelta de repente, sus puños están cerrados y hace una respiración pausada, esta tratando de tranquilizarse. — Y si no lo hago no sé lo que pasará.

— Ya eso pasó hace mucho tiempo, Marcelo, — Suelto con el fin de hacerlo entrar en razón. — Sé que esa mujer te importa demasiado, pero ya superó eso y está tratando de construir su vida lejos de eso.

— La lastimó, Cristian. — Habla con voz entrecortada, nunca antes lo había escuchado así de triste. — No conforme a engañarla con su mejor amiga, trata de violarla... ¡Me lleva el diablo! — Grita con frustración golpeando su escritorio y repite la misma acción. — ¡Maldita sea!

— Tranquilo. – Hablo para calmarlo, por lo menos he logrado que no salga de aquí y para cerciorarme de que no cometa una locura, no lo dejaré solo. — Solo piensa en que ella está bien ahora.

Suelta un suspiro cansado, sé que se está tranquilizando.

— Si vuelves a golpearme no me quedaré de brazos cruzados, idiota — Suelta con un atisbo de sonrisa. — Pero gracias.

Sonrío.

— Para eso estamos los amigos, para golpearnos en caso de ser necesario.

Se levanta de su lugar y toma sus cosas y la acomoda, yo estoy a la expectativa, sin embargo,  esta más tranquilo.

— Voy a casa. — Habla mientras se dirige a la salida. — Necesito entrenar.

— Te acompaño. — Hablo rápidamente y él me mira fulminante. — Quiero entrenar también.

— Si, claro. — Suelta incrédulo, pero no replica. — Solo no molestes.

— Soy un angelito, no daré molestias. — Hablo.

Salimos de la oficina de True Style, sé que en estos esta con mucha adrenalina en su cuerpo y eso de entrenar es para calmarse, no lo voy a dejar solo porque es capaz de desviarse y hacer el desmadre.

Es después de un tiempo prudente estamos en la casa, vamos en silencio y puedo ver como Marcelo se dirige al mini bar de la casa, se sirve un trago de whisky, se lo toma de una sola vez y repite la misma acción. Me quiero acercar a él, detenerlo, pero si lo hago será peor.

Martina entra a la sala y observa a Marcelo con cautela, se da cuenta de que no está bien, me mira y su mirada inquieta trata de descifrar lo que está pasando, niego con la cabeza desde mi lugar, estoy de pie con las manos dentro de los bolsillos.

— Mi niño, — Llama Martina a hombre aquí. — ¿Estas bien?

— Estoy bien. — Se limita a responder mientras sale del mini bar para dirigirse a las escaleras.

Suelto un suspiro cansado y me siento en unos de los sofás que hay aquí.

— Me sirves un trago, por favor. — Le indico a Martina, quien esta de pie, al tiempo que paso mis manos por el rostro. — ¡Qué día!

Martina pone el trago frente a mí y agradezco su amabilidad, tomo de mi vaso.

— ¿Qué le pasó a Marcelo, Cristian? — Cuestiona la única mujer en la sala. — No sé ve nada bien.

— Supongo que no lo está. — Respondo y ella me observa con el ceño fruncido. — Solo tiene ganas de matar a alguien.

— ¿Tiene que ver con esa muchacha? — Pregunta preocupada, — ¿Pasó algo con ella?

— ¿A quien te refieres, Martina? — Hago la pregunta sabiendo perfectamente de quien habla, puesto que nadie conoce a Marcelo, mejor que ella, vuelvo a tomar de mi trago. — ¿Qué chica?

— Tu sabes muy bien a quien me refiero, niño, — Habla ella con calma mirando en mi dirección. — Marcelo, hace meses que no es el mismo y la chica que estuvo aquí con él hace un tiempo es la razón de que se esté comportando diferente.

Parece bruja esta mujer.

Suelto un suspiro cansado. — No pasó nada con ella, Martina,  puedes estar tranquila. — Ella suelta un suspiro de alivio, pero aún su rostro refleja preocupación. — Sólo se enteró de algo que le pasó y está furioso.

— ¿Ella está bien? — Pregunta y asiento. — Gracias a Dios.

Vemos como Marcelo desciende las escaleras en pantalones cortos de color rojo y unos tenis del mismo color, lleva una franela negra, el hombre se dirige por el pasillo donde se se encuentra su amplio gimnasio y agradezco a la vida que se haya tomado las cosas así, porque no quiero ni imaginar que hubiera pasado si se hubiera encontrado con Diego.

— Voy con él. — Hablo hacia Martina mientras le doy un beso en la frente y comienzo a caminar por el pasillo del gimnasio, llevo mi vaso en mano.

Cuando entro a este lugar, escucho la música de los altavoces, es buena para entrenar, puedo ver que Marcelo ha quitado sus tenis y franela, ahora mismo se encuentra frente al saco de boxeo dando una  que otras patadas y puñetazo al saco de boxeo, da fuertes golpes, contundentes y precisos.

Estoy sentado en unos de los grandes sofás negros que hay en este gimnasio y solo me limito a observarlo y analizarlo, me preocupa que se ponga de esta manera y estoy molesto conmigo mismo por no darme cuenta que el muy desgraciado me estaba engañando, solo quería sacarme información ¿cómo vine a decirle esas cosas de esa manera?

Ya ha pasado alrededor de una hora y lo veo detenerse junto al saco de boxeo, descansa su frente en el mismo tratando de calmar su respiración, eso demuestra que su cabeza ahora mismo está siendo un desastre.

Después de unos segundos más, se dirige donde se encuentra el agua y de una sola vez se toma una de las botellas.

— ¿No dijiste que venias a entrenar? — Cuestiona en mi dirección y es verdad, ahora lo recuerdo, sonrío. — Supuse que no harías nada.

— Se me fueron las ganas.  — Suelto divertido.

El me mira seriamente. — No tienes que cuidarme, Cristian, puedes irte si quieres, — habla mientras sube a un cuadrilátero que hay en el lugar. — No pienso ir a ningún lado.

— No te estoy cuidando, idiota, — miento. — No quiero ir a mi casa a escuchar las cantaletas de Cristina sobre el porque no llegué a casa en todos estos días.

— No tienes que mentir. — Responde mientras hace unos movimientos de combate dentro del cuadrilátero. — Sé que estás aquí porque quieres proteger al imbécil de Diego, no quieres que le parta la madre al muy desgraciado.

— No estoy protegiéndolo, Marcelo. – Hablo seriamente hacia él. — Yo quiero que le des su merecido, pero en las condiciones en las que te encontrabas hace unas horas no era recomendable.

— Tienes razón. — Habla mientras sigue su entrenamiento. — Gracias por cuidarme, papi.

Ruedo los ojos, por lo menos ya está bromeando un poco. Después de media hora, Marcelo se encuentra en medio del cuadrilátero sentado en el suelo, tiene sus guantes de boxeo puestos y sus codos descansan en sus rodillas que se encuentran un poco flexionadas, por mi parte, me encuentro en el mismo lugar, solo que me estoy tomando un vaso de whisky.

Movimientos por la entrada del gimnasio capta nuestra atención y es Martina quien entra.

— Marcelo, hijo. — Comienza Martina dirigiéndose al cuadrilátero. — Florecía, está aquí.

Mi amigo suelta un suspiro cansado y se pone de pie mientras agradece, sale del cuadrilátero y se para frente a mí.

— Mi madre no pudo elegir mejor momento, estoy todo sudado. — Habla de forma sarcástica.

— No hay momentos especiales para una madre visitar a su hijo. — Suelta Florecía entrando por la puerta.

Ambos dirigimos nuestras miradas hacia ese lugar y para nuestra mala suerte, la señora Florecía, no viene sola. Dirijo la mirada hacia Marcelo y se encuentra con su rostro inexpresivo y sus puños apretados mirando a las personas que acaban de entrar, en especial a Diego.

— Marcelo, – llama nuevamente su madre con una sonrisa y él continúa con la mirada sobre Diego, como si fuera un león acechando su presa. —  ¿Cómo estás cariño?

— Estoy bien, madre. — Responde mientras ella le da un beso en la mejilla a su hijo sin importar qué esté se encuentre sudado, aunque ya se había sacado con una toalla. — Tú, ¿cómo estás?

— Bien, mi amor. — Expresa ella con una sonrisa y se dirige a mi para saludarme, yo estaba de pie esperando esa acción. — Cristian, cariño.

— Florecía, estas guapísima. — Hablo y ella sonríe aún más.

— Gracias, hijo.

— ¿Entrenando, hermanito? — Pregunta Diego en dirección a Marcelo, quien se tensa aún más en su lugar. — Eso me trae buenos recuerdos.

Marcelo lo mira con su rostro pétreo, se nota que no se soportan y eso que Diego aún no sabe nada de la relación existente de la mujer que era su novia y que supuestamente ama, con su hermano.

— ¿Qué te trae por aquí? — Pregunta Marcelo sin ningún tipo de expresión y su hermano sonríe.

— ¿No puedo visitar a mi hermano? — Responde Diego y Marcelo ríe sarcástico.

— Oh, vamos, Diego. — Habla el único rubio del lugar con un semblante libre de expresión. — Déjate de tonterías y ve al grano.

Diego sonríe de boca cerrada.

— Está bien, — Levanta las manos  en señal de paz. — Necesito dinero.

Marcelo comienza a reír sarcásticamente y yo solo lo observo al igual que Florencía.

— Eso no me sorprende — Suelta Marcelo.

— Entonces, no te hagas el difícil, Marcelo. — Habla Diego. — Necesito dinero para resolver unos unos cuantos asuntos.

— Se te deposita la mensualidad que te corresponde con puntualidad, no veo que pueda hacer. — Expresa Marcelo con tranquilidad aparente.

— Mi padre estipuló que debías mantenernos de un todo, así que no te quejes. — Habla Diego. — Si necesito dinero debes dármelo, esta fielmente estipulado que no debo pasar necesidades.

— Si, se te entregaron todas las propiedades que se quedaron en tu nombre y no se sabe en que esta eso y tu mensualidad se deposita en tu cuenta puntual, se ha cumplido con lo establecido. — Responde Marcelo entre dientes, se está conteniendo. — Lo que pasa es que estas acostumbrado al despilfarro y por eso necesitas más cada mes.

— No quiero que vayan a discutir, — Interviene Florecía antes de que Diego le respondiera a Marcelo y ambos la miran, ella vuelve a habla con dolor. — No quiero peleas entre mis hijos, ya fue suficiente con aquella vez que los vi casi destruidos por la decisión de Fabricio.

Marcelo suelta un suspiro cansado mirando a su madre y estoy seguro de que Diego ganó la batalla, pues independientemente de todo, Marcelo sabe que su madre ha sufrido por las constantes peleas de ellos dos.

— Mañana en la constructora te hago un cheque. — Habla mientras da la espalda para entrar al cuadrilátero. — Lo hago por mi madre, así que si necesitas más dinero ponte a trabajar en algo extra.

— Siempre fui el mejor en King Boxing — Habla Diego en dirección a Marcelo quien ya se encuentra en el ring lanzando golpes al aire, omitiendo el consejo del hombre. — ¿Qué tal si lo intentamos, hermanito?

Marcelo se detiene de golpe y un brillo siniestro pasa por su mirada y sé perfectamente lo que está pasado por su rubia cabeza.

— No creo que sea conveniente. — Habla mi amigo, es un zorro el muy desgraciado, quiere atraer a su presa. — No estoy para juegos el día de hoy.

— Oh vamos, hijo. — Suelta Florecía ansiosa de ver a sus hijos compartiendo como los hermanos adorables que son (nótese el sarcasmo). — Dame ese gusto de verlos a ambos juntos, como hermanos.

— ¿Tienes miedo? — pregunta Diego a Marcelo y este último levanta una de sus rubias cejas y sonríe perverso.

— No quiero romper unos de tus huesos, hermanito. — Contraataca Marcelo. — Porque si hacemos esto no será una práctica de King Boxing "amigable" porque no sería divertido.

Cuando termina de hablar vuelve a lo suyo, a tirar golpes al aire, poco interesado en lo que Diego diga, estrategia le llaman.

— Vamos a hacerlo hasta que uno de los dos se rinda. — Suelta Diego muy confiado, el muy maldito de Marcelo lo está arrastrando a su terreno. — Luchemos hasta que no podamos más.

— Déjense de tonterías. — Intervengo y Marcelo me da una mirada fulminante y ruedo los ojos. — No van a hacer eso.

— Acepto. — Confirma Marcelo a su hermano mirando en mi dirección con malicia.

— Si van a hacer esto, no quiero que se vayan a lastimar mucho ¿De acuerdo? – interviene Florencía.

— Estas en el lugar equivocado, madre, porque lucharemos como en los viejos tiempos y sabes que esto se pone feo. — Suelta Diego y la sonrisa que Marcelo me da es infernal. — Quiero ponerme cómodo.

— Si, odio cuando Fabricio hacia eso con ustedes, no me gusta verlos golpearse así, hijos.

— Solo será una buena práctica, madre. — Habla Diego, sin interés. — Un poco de sangre al año no hace daño, ni que nos fuéramos a matar.

— No tienen que llegar a ese limite. — Continúa ella tratando de tranquilizar a sus dos hijos. — Pero que hacer si están acostumbrados a esto, fueron muchas las veces que les curé las heridas a causa de esto, un día más que lo haga no es nada, solo sean cuidadosos, por favor.

— Quiero ponerme cómodo — Musita Diego, haciendo caso omiso a las palabras de su madre. — ¿Me ayudan?

Le indico a Diego donde están los utensilios de boxeo para que vaya a prepararse mientras tanto me acerco a Marcelo hablar con él.

— Ten mucho cuidado con lo que haces. — Hablo hacia él.

— No te preocupes, tu sigues cuidando de mi trasero, nada puede salir mal. – Finaliza mientras se acerca a una de las esquinas.

En unos minutos más vemos como Diego entra al lugar con unos pantalones cortos de color azul y descalzo , tiene unos guantes de negros al igual que Marcelo. Él de azul, entra al cuadrilátero y hace diferentes maniobras de calentamiento.

Saco mi celular, una promesa es una promesa y busco el apartado de la cámara para comenzar a grabar.  Cuando ambos contrincantes están listos, Florecía hace sonar una campana que hay aquí y es así como el juego comienza.

— Tenía muchos deseos de tener un encuentro como este contigo, Marcelo, aunque los demás crean que es un simple entrenamiento, tú y yo sabemos que no es así.

El aludido sonríe perverso. — Créeme que no lo ansiabas más que yo y por supuesto que soy consciente de que esto no es lo que parece ser.

— Es notable que nos aborrecemos, yo lo hago por que me quitaste a mi padre y por lo que por derecho me corresponde, pero lo único que no entiendo es porque tu me odias.

— Razones hay, pero me da pereza hablar de eso ahora. — Ambos se desafían con la mirada. — Y yo a ti no te he quitado nada.

Ambos dan saltos alrededor del ring sin tocarse y es Diego quien lanza su primer golpe, pero Marcelo, logra esquivarlo. Este último también lanza un golpe que Diego esquiva, ambos son buenos en esto.

— Veo que no lo haces nada mal. — Suelta Diego dan pequeños saltos.

— Tú tampoco, hermanito. — Expresa Marcelo de la misma forma.

Florecía se encuentra en el sofá que está un poco alejado del cuadrilátero y por eso poco puede escuchar de lo que ellos hablan puesto que en el trasfondo hay música instrumental en las bocinas, en volumen bajo, pero esta.

La verdadera acción comienza con ambos golpeándose y creo que esto se puede poner feo, de un momento a otro, veo como Marcelo, lanza un Jab, el brazo se extiende desde el lado del torso que se gira rápidamente al mismo tiempo que esta acción, este fue dirigido a la cabeza de Diego combinado con un golpe Cross.

— Eso es para que no te metas con míos. — Gruñe Marcelo, esta enojado.

Esto hace que el afectado se queje de dolor al tiempo que lleva su antebrazoa la parte afectada, pero sé recompone rápidamente y trata de dar una patada frontal a Marcelo este atina pudiendo golpear a mi amigo en la parte superior de su rostro.

Diego, aprovecha la distracción para volver a atacar a Marcelo, pero el rubio, logra controlar la situación esquivando el golpe.

Ambos se acercan y el rubio propina un golpe ascendente golpeando la barbilla de su contrincante haciendo que este sangre por la boca.

Un grito desgarrador sale de la garganta de Diego. — ¡Me la vas a pagar, desgraciado!

Bocifera Diego adolorido, Florecía quien estaba sonriendo ya no lo hace, puesto que las cosas no se ven bien.

Marcelo aprovecha la situación y golpea una y otra vez a Diego, logra derribarlo no conforme con esto se le sube encima y comienza a repartir golpes por su rostro.

— ¡Eres una maldito cobarde! — Grita Marcelo con enojo.

Miro el semblante de mi amigo y esta golpeando a su hermano con enojo y eso resulta ser muy peligroso. Sigue propinando golpes repetitivos en el abdomen y su rostro con mucha destreza, Diego no logra defenderse.

— Es suficiente – grita Florecía preocupada al darse cuenta de la situación, ella comienzaa caminar hacia el cuadrilátero.— ¡El juego terminó, Marcelo, detente ya!

Marcelo no se detiene y eso me preocupa, trago saliva y dejo el celular a un lado, entro corriendo al ring y cuando estoy cerca lo tomo por detrás y lo aparto, este lucha, quiere seguir pegándole, pero ya es suficiente, Diego se ve mal, este decir, su rostro de ve horrible.

— ¡Qué no vuelva a tocarla..!— Ruje y solo yo pude escucharlo o al menos eso creo, este se remueve inquieto. — Juro que si vuelve a hacerlo, lo mato, Cristian.

— Cálmate, Marcelo. — Hablo entre dientes y siento como su cuerpo tiembla, se está controlando, su respiración es errática, pero no se resiste a que lo sostenga. — Ya, ya, Cálmate hazlo por tu madre.

No dice nada.

— ¡Eres un animal! — Se queja Diego, tratando de sostener el puente de su nariz.

Veo como Florecía se acerca a Diego quien se encuentra sobre ring tendido, con uno de sus brazos abierto y el otro agarrando su nariz, su rostro se encuentra ensangrentado, tiene varios golpes en las distintas partes de su cuerpo y su respiración es agitada.

— Dios, mio.  — Grita Florecía preocupada por su hijo, — No debieron llegar a tanto, me odio a mi misma por dejarme convencer.

Trato de sacar al saco de músculo de Marcelo del ring, este se resiste  pero al final cede, aprovecho para llamar algunos hombres de los que trabajan aquí para que ayuden a sacar a Diego del ring y es después de unos minutos que ya esta en uno de los sofás del lugar, han llamado al médico de cabecera de la familia, lo revisan y debe ir al hospital porque tiene dos posibles fracturas de costillas.

Veo como Marcelo sale del gimnasio y lo sigo, va escaleras arriba en silencio, decido dejarlo tranquilo y esperar a que se calme. Decido ir por otro trago mientras envio el video a la pelirroja.


Estoy que me lleva el demonio, estoy cabreado y por tal razón he golpeado a Diego dejándolo muy mal, se que no es grave lo que tiene, pero si le recordará no meterse conmigo nunca más.

Al Cristian confesarme esa canallada, me sentí impotente ante la situación que vivió Keily, sé que quizás estoy exagerando, pero mi pecho se hizo puño al imaginar el terror que vivió la primera vez que le hicieron daño y no conforme a eso, el desgraciado de Diego intentó hacerle lo mismo. Ella me duele y siento impotencia de no poder protegerla, y de no haber estado para librarla de la maldad que la acechaba anteriormente, pero ahora quiero hacerlo.

Cuidaré de mi niña...
Ella es tan importante para mí...

Entro a la ducha a darme un baño, quiero bajar los niveles de adrenalina que aún están al máximo, dejo que el agua golpee mi rostro y es ahí donde puedo respirar profundo y tranquilizarme. Pienso en todo lo que ha pasado, en la golpiza que le di a Diego, se que eso podría traer sus consecuencias, pero no me importa, al verlo me imaginé el miedo de mi pequeño demonio a la hora de él cometer esa canallada. Trago saliva y mi pecho se estruja de tan solo pensarlo.

Ayer me sentí tan bien con su familia, la pasé como hacía mucho no lo hacía, me sentí en familia porque esas personas son pura calidad humana, salvo con algunas excepciones, claro.

El agua cae por todo mi cuerpo y le doy riendas sueltas a los pensamientos positivos y ahi donde entra ella, pienso en Keily, hace unas horas estuvo en mi oficina y les confieso que ese vestido que llevaba puesto corrió peligro de salir volando en todo el tiempo que estuvo conmigo.  Ella es la única mujer que causa todas estas tormentas en mi interior. Lo que siento por ella esta fuera de serie y no se puede comparar con ningún otro tipo de sentimientos que haya sentido jamás.

De tan solo pensar en lo ocurrido el día de ayer, mi dia mejora notablemente, hacerla mía una y otra vez ha sido la mejor experiencia que haya podido vivir, tenerla en mis brazos es todo lo que se siente bien, es como si todo estuviera en el lugar indicado.

Keily, ella es el detonante de mis extremos, es decir, tiene la capacidad de hacerme enojar con sus locuras y que me enoje con los demás si la lastiman, pero también tiene esa chispa que alegra mi existencia de tan solo imaginar su sonrisa.

Vaya enredo el de mis emociones...

Ahora me encuentro en mi closet, me coloco un Outfit, el suéter mangas largas de color rojo con rayas grises horizontales, un pantalón gris y unos zapatos de color marrón, no pretendía salir, pero solo quiero una sola cosa y es verla el día de hoy, quiero estar con ella.

Ay Marceliniii...


Salgo de mi habitación, no sin antes recoger algunas cosas. Me dirijo a las escaleras y me encuentro con Cristian y me detengo.

— Me voy — es lo único que le digo y frunce el ceño confundido. — Ya no tienes que cuidar de mi.

— Claro que no, idiota  — Habla con sarcasmo en mi dirección. — ¿Cómo se te ocurre mandar a Diego al hospital, Marcelo? Te puedes meter en problemas.

Levanto mis hombros restando importancia al asunto, pues estoy seguro de que los daños no son graves, solo estará adolorido por algunos días, supe donde golpear, en el campamento militar me enseñaron donde debo hacerlo y como hacerlo.

— Se lo merecía. — Suelto sin ningún tipo de expresión. — Y si lo vas a defender lo haces luego que ahora no estoy de humor.

— Se lo llevaron al hospital porque le duelen mucho las costillas y tiene varios golpes en el rostro. — Habla y para ser honesto no tengo ningún tipo de remordimiento. — Lo dejaste muy mal y ahora no se si reír o llorar, porque no quiero verte en problemas.

Sonrio de boca cerrada.

— Puedes reír a tus anchas, — hablo convencido y tranquilo. — Si hay problemas se resolverán en su momento.

— Como si fuera tan fácil. — Agradezco tanto tener un amigo como él. — Florencía estaba muy alterada, pero con ambos, la suerte que ella estaba presente, aunque no entiende el porqué llegaste a ese extremo.

— Él puso las reglas. — Hablo sin mucho interés.

— Tú lo llevaste a eso, no creas que no me di cuenta. — Sonrío porque tiene razón. — Hasta a tu madre manipulaste, Marcelo.

— No sé de qué me hablas. — Miento y rueda a los ojos soltando un bufido. — Puedes irte, llegaré tarde, voy a estar bien.

— Como no estarlo, — suelta con una sonrisa burlona. — Le partiste la mandarina en gajos a Dieguito.

No digo nada porque tampoco es algo de lo que me sienta orgulloso porque no me gusta usar mis habilidades para lastimar a los demás, pero fue algo que me rebasó y lamentablemente no me arrepiento de nada de lo que paso el día de hoy.

— Nos vemos luego, Cristian. — Hablo mientras doy la espalda para irme, sin embargo, antes de salir por completo de la casa lo escucho hablar.

— ¿Vas a verla? — Sé perfectamente a quien se refiere, giro hacia él, lo miro con los ojos entrecerrados, me sonríe descaradamente. — Por esa mirada que me das es evidente que vas a verla, me le das saludos.

— No le daré ni una mierda. — Suelto para molestarlo.

— No te preocupes, cuando la vea la abrazaré y la besaré en alguna parte de su rostro — Habla y sé que lo hace para molestarme, lo miro con mi rostro pétreo. — Y no me mires así que conmigo eso no funciona.

— No la besarás. — Determino y me sonríe con malicia.

— ¿Quieres apostar? — Me reta y yo lo miro fulminante.

Levanto los hombros restando importancia al asunto. —  Si quieres hacerlo, no tengo problemas. — Sonríe victorioso y continuo. — Tú tienes más que perder que yo, recuerda que tengo ese auto que tanto sueñas tener.

Borra su sonrisa triunfal.

— Eres un desgraciado, Marcelo. — Sonrío victorioso y doy la media vuelta para marcharme mientras lo escucho hablar. — Un día me las cobraré, ¿oíste?

Sonrío.

De camino a mi garaje de encuentro con Thomas.

— ¿Va a salir, joven? — Pregunta el hombre frente a mí.

— Si, y no te preocupes, — hablo al tiempo que plameo su hombro y me sonríe. — Iré en unos de los autos.

— Tenga cuidado, por favor. – Pide y doy un asentimiento de cabeza mientras agradezco su preocupación.

Me subo a uno de mis autos, en el
Aston Martin de color negro específicamente, lo enciendo y voy de camino a mi destino.

Unos minutos más tarde, me encuentro en el edificio de la niñita endemoniada y saludo con un asentimiento de cabeza al señor que siempre está aquí. Es después de un tiempo trascurrido que me encuentro frente a su puerta, toco el timbre y procedo a entrar mis manos en los bolsillos, unos segundos después la puerta es abierta y unos preciosos ojos avellanas coinciden con los míos, ella se sorprende un poco al verme, veo que esta vestida con una blusa de tirantes de color blanco unos pantaloncitos muy cortos de color azul, me gusta como le quedan.

Esos pantaloncitos me quedan muy bien, causan muchas cosas en mi...

— Hola. — Saluda en mi dirección llamando mi atención, se queda mirando mi cara, debe estar viendo los dos moretones que te tengo, traga saliva, no digo nada, no soy capaz, solo me limito a mirarla y mi respiración se vuelve pesada y de solo recordar lo que me contó Cristian mi corazón se vuelve nada, me duele, ella vuelve a hablar, esta preocupada. — ¿Estas bien?

Aun no entiendo porque me duele tanto...

Si lo entiendes Marceliniii...

Cierto.

No le respondo nada, sin embargo, de un rápido movimiento me acerco a ella y la estrecho entre mis brazos, ella se sorprende de mi acción, pero no protesta y corresponde mi abrazo rodeando sus brazos alrededor de mi torso, es un abrazo que tiene como finalidad que ella sepa que cuenta conmigo, que la quiero, que no quiero que nadie la dañe.

Diselo, Marceliniii...

No puedo.

Doy un beso en su coronilla y puedo sentir que ella se relaja en mis brazos, se siente bien estar así con ella, sé que no le soy indiferente, me lo dice su cuerpo cada vez que la toco, me lo dicen sus labios cada vez que la beso, me lo dicen sus ojos cada vez que la miro, esos que me tienen cautivado.

Siento como se remueve un poco entre mis brazos y levanta la mirada, aún rodeo su cuello por detrás con uno mis brazos y con el otro su cintura, para poder mirarme despega la cabeza que descansaba en mi pecho, su rostro refleja preocupación y la escucho hablar; — ¿Estas bien?

Asiento con un movimiento de cabeza mientras depósito un beso en su frente. — Ahora estoy bien, mi cielo.

Ella traga saliva y asiente con un movimiento de cabeza, ella no preguntará nada, por ahora, la conozco, sé que me dará el espacio y se lo agradezco. Ella da un casto beso en mi barbilla y sonrío, sé separa de mí lentamente.

— ¿Ya cenaste? — Pregunta al tiempo que cierra la puerta que aún permanecía abierta, yo niego con la cabeza, no había pensado en eso. — Te prepararé algo.

— No te molestes, no tengo hambre. – Hablo y ella coloca sus brazos en forma de jarra y frunce un poco el ceño.

— ¿Acaso te pregunté? — Habla como mamá regañona y aún así se ve tan preciosa. — Dije que te prepararía de cenar, jovencito.

Sonrío por la forma de decirlo, me recuerda a Martina, definitivamente ella es la dueña de mis extremos. — Como diga mi comandante. — Suelto mientras hago un saludo militar y ella suelta una carcajada.

— Asi se habla soldado. — Concede ella en tono militar. — Puedes esperar donde desees, estás en tu casa.

Asiento y veo como se pierde para ir a la cocina, voy a dónde se encuentra el sofá más grande y puedo ver que Keily, estaba anteriormente aquí, pues hay unos bocetos que esta trabajando, tomo uno de ellos en mis manos y sonrío al ver lo bien que hace su trabajo, son bocetos provisionales, puesto que tienen algunas notas escritas, pero le están quedando increíblemente bien. Este que tengo en mano es precisamente del proyecto que esta por emprender y la muy condenada es tan buena en lo que hace que estoy totalmente maravillado.

Tu quedas maravillado con cualquier cosa que ella haga, Marceliniii...

Casi ruedo los ojos a mi consciencia.

Miro todos los otros bocetos que están aquí, unos son de espacios pequeños, otros de espacios amplios, ella sabe como hacer volar su imaginación.

Y la nuestra también, Marceliniii...

No contradigo verdades.

Tomo en mis manos unos audífonos que están a un lado de la mesa, están rotos, pero al parecer aun le funcionan porque los veo conectados a su celular que también se encuentra aquí. Ruedo los ojos y sonrío, esta niñita es increíble, ¿Cómo los usa así estando rotos?

Suelto un suspiro cansado  y es después de un tiempo trascurrido, me pongo de pie y me dirijo a la cocina, no quiero estar solo aquí, me quedo en el umbral de la puerta que da a la cocina y puedo ver como se mueve con destreza en el pequeño espacio, me quedo viendo su trasero, pues todo lo de ella llama mi atención y más aún con esos pantaloncitos que lleva puesto, se ve preciosa y me dan ganas de tenerla entre mis brazos una vez más. No es la primera vez que la veo en pantaloncitos cortos, pero lo que es este azul y uno morado que tiene, me vuelven loco.

Estas loquillo, Marceliniii, ahora tienes un fetiche con los pantaloncitos de la niñita...

Adoraria esos pantaloncitos en cualquier espacio, conciencia.

De un momento a otro, ella gira hacia donde estoy y casi se le cae el recipiente que trae en mano por el susto que se da.

— ¡Me asustaste! — Grita y giro los ojos para molestarla más  y ella frunce su ceño. — No hagas eso, idiota.

Ella sabe lo que sucede cada vez que ella me llama de esa manera, la miro intensamente y una sonrisa perversa se forma en mis labios, ella entrecierra los ojos y retrocede un poco al ver cuales son mis intenciones. Camino hacia ella y la veo sonreír un poco haciendo que yo lo haga también.

— ¿Cómo me llamaste? – Pregunto desafiante hacia ella, mientras me acerco lentamente.

— ¿Acaso estas sordo? — Responde seductora y por Dios que esta mujer me va a volver loco, bueno, más de lo que estoy. — Te dije que no me asustes de esa manera, i-di-o-ta.

Llego rápidamente hasta donde esta ella, haciendo que un grito salga de su garganta al tiempo que ríe por mi acción, y atrapo sus labios en un beso lento, pero firme, ella corresponde de la misma manera haciendo que todo mi cuerpo reaccione ante su cercanía. Sus labios son dulces y demandantes al mismo tiempo, son la perdición de mi vida misma.

Nunca me cansaré de probar mi dulce favorito, el único dulce al que soy adicto. Ella lleva sus manos hacia mi cuello sin despegar nuestros labios, pero no lo rodea, puesto que aún tiene sus manos cubiertas con sus guantes de cocina y un recipiente ligero en una de sus manos.

Después de unos segundos, la temperatura sube y la intensidad de nuestro beso también, nuestras lenguas se encuentran en un beso apasionado, ese que tanto deseaba como un mendigo deseando que comer, su lengua y la mía se tocan de manera insistente demostrando el deseo y la pasión  que nos une. Nuestros labios se mueven hacia arriba y hacia abajo saboreando todo a su paso, un gemido de satisfacción se escapa de ella y eso hace que mi cuerpo la desee aún más. Es después de unos segundos que nos separamos lentamente, dejo un casto beso en sus labios y otro en su nariz antes de separarme por completo.

— Te ayudo a preparar la mesa. — le digo al tiempo que la miro a los ojos, tienen un brillo especial en ellos y trago saliva porque sus ojos me tienen hecho mierda, ella me sonríe y asiente.

— Solo lleva esto – me pasa unos platos y unos cubiertos. — Yo me encargo del resto.

Y es así como ambos nos sentamos a cenar, ella platica de cualquier cosa mientras sonríe, eso era lo que necesitaba, que ella, quien es la única capaz de hacerme sentir de esta manera, me calmara, me llevara a ese espacio de paz y tranquilidad que no tenía desde esta tarde.

Ella es la brisa que desordena mi viento y calma mis tempestades...

Ahora estoy en la sala sentado esperando a que ella vuelva, estuvo hablando con su madre al teléfono. Después de unos minutos más la veo regresar y camina hacia mi y me sorprende un poco lo que hace, ella se sienta en mi regazo, parece una niña sentada en las piernas de su padre, me agrada tenerla así, ella se sienta de lado y me abraza rodeando el cuello, por mi parte escondo mi rostro en su pecho disfrutando de los latidos acelerados de su corazón, se a que se debe esto, el mio debe estar igual.

— Marcelo. – Llama mi atención.

— ¿Uh? — Respondo sin mover ni un músculo, tampoco abro los ojos.

— ¿Estás bien? — Su pregunta hace que levante la mirada y me encuentro con un rostro lleno de preocupación y trago saliva. — Disculpa que te insista, pero si en algo puedo ayudarte no dudes en decirme.

Sonrío y la abrazo pegándola aun más a mí cuerpo, me siento tan bien aquí con ella y ver que le importo me hace sentir pleno.

— Estoy bien, no te preocupes por mí, niñita. — Ella me da una sonrisa y estoy seguro que no me a creído nada. — Solo tuve una discusión con alguien.

Ella asiente. — ¿Discutiste con alguien hasta llegar al extremo de golpearse? — no me sorprende su pregunta, pues los moretones de mi rostro hablan por si solos. — Mira como te lastimaron aquí — deposita un casto beso en el lugar, en el pómulo derecho y sonrío al tiempo que mi cosa esa, la que esta en mi pecho, late con fuerza. — y aquí también. — repite la misma acción en mi ceja izquierda y juro que sigue de esta manera no respondo, pues la deseo cada vez más. — No me gustan las peleas.

Trago saliva y procedo a explicarle.

— En realidad, fue una pelea en un entrenamiento de Kickboxing, me retaron y no pude negarme. — Ella me mira y trata de analizarme, paso saliva con dificultad, no me gusta mentirle y no lo haré. — Las cosas se complicaron en el ring y pues nos dimos en la madre, eso es todo.

Ella entrecierra los ojos y sonrío mientras le doy un rápido beso en los labios haciéndola sonreír.

— Dime que por lo menos el otro quedó peor que tú.  — Habla ella divertida y estoy seguro que lo hace por mi para restar tensión al asunto.

Sonrío victorioso. — Le di algunos puñetazos para llevar y guardar. — Suelto divertido mientras le doy un beso en sus mejillas y ella suelta una carcajada, se ve tan hermosa cuando sonríe. — Pero no me gusta la violencia, no me siento orgulloso de ello.

Su sonrisa va disminuyendo poco a poco y habla: — A mi tampoco me gusta la violencia — trata de peinar mi cabello hacia atrás, casi suelto un suspiro de paz por tal acción. — Eso no trae nada bueno.

— Tienes razón, pero hay veces que simplemente no podemos controlar ese instinto que tenemos dentro, — Hablo mirando sus bonitos ojos que me tienen al borde del colapso. — Cuando sabes que lastiman a las personas que amas, sabes que hay algo dentro de ti que se forma con el objetivo de defender eso que tanto quieres y muchas veces es tan doloroso que es imposible controlar la situación.

— Si, me ha pasado. — Dice mirando en mi dirección. — Espero que ya estés tranquilo y que no pienses en seguir golpeando a alguien.

Sonrío.

— Ya estoy tranquilo. — Hablo y ella sonríe y por inercia hago lo mismo. — Tú me ayudaste con eso.

Me mira confundida y traga saliva. — ¿Yo? Pero si no he hecho nada.

— Claro que si. — Hablo dando un beso en sus labios y ella corresponde, el beso es corto. — No sabes el bien que me haces, nena.

Se hace un silencio entre los dos, ella me mira y traga saliva, sé perfectamente que tenemos muchas cosas de que hablar, cosas que aclarar, ella y yo hemos estado juntos, hemos tenido intimidad y no hemos tocado el tema.

Ella se remueve en mi regazo, esta incomoda y no lo digo porque se encuentre mal sentada ni nada de eso, si no con esto que esta ocurriendo con nosotros, tuvimos sexo y luego de eso no hablamos nada de lo que ocurre entre ambos, si, lo sé, pero quiero que ella sepa que no es juego para mí, jamas lo sería.

— Keily – Llamo su atención y ella me mira con sus preciosos ojos y trago saliva porque no se que decir, no estoy listo para hablar del asunto. —  Yo soy un desastre de ser humano, mi vida solo se limita al trabajo y las relaciones superficiales y sin ningún compromiso. — Ella mantiene su mirada en mi y traga saliva, me imagino como debe estar su cerebro en este momento, rebobinando a millón. — Pero esto que ocurre entre nosotros, no es un juego para mí, es decir...  — Por primera vez en muchísimo tiempo, no se que decir y no quiero que ella piense que es un juguete para mi y que solo me acerco a ella por sexo y trato de continuar. — Yo no quiero que pienses que...

— Lo que ha pasado entre nosotros hasta ahora — Me interrumpe mirando directamente a mis ojos, su voz es firme y contundente. — Es por que así lo he querido, no porque hayamos tenido sexo significa que crea que haya algo más entre nosotros, así que tranquilo.

Trago saliva, odio sentirme de esta manera quiero decirle muchas cosas, lo que siento por ella, lo que me hace sentir, sin embargo, no puedo, no quiero que salga huyendo de mi y así darle el poder de que me destruya como casi pasa alguna vez.

Pero ella no es esa mujer, Marceliniii...

Lo sé, pero aún no me encuentro listo para dar ese paso agigantado.

— No eres un juego para mí. — Reafirmo lo que dije anteriormente tratando de que vea en mi lo que quiero expresarle sin tener la necesidad de hablar de ello. — No pienses eso, por favor.

— No lo hago, — responde con calma y no sé porqué siento que la he lastimado. — Tengo claro que no eres de esos que juegan con las mujeres así como así, o al menos, eso es lo que creo.

— Siempre he sido muy honesto, — hablo seriamente hacia ella. — No me gustan las mentiras.

Sonríe de boca cerrada.

— No esperaba menos de ti. — Trago duramente, siento un pinchazo en mi pecho, porque ella no podrá darlo a demostrar,  pero esta incomoda, se remueve en mi regazo desviando la mirada para ponerse de pie y la detengo a trayéndola más a mí, no la quiero lejos.

— ¿Estas bien? – Pregunto, ella me mira y me da una sonrisa tranquilizadora.

— Lo estoy — Responde dando un beso rápido en mi mejilla. — Solo debo ir a...

La rodeo completamente con mis brazos, no quiero que se aleje, la conozco muy bien y esta situación la tiene incomoda, siento como respira profundo en mis brazos, esta soltando todo el aire que contenía. — No quiero que te alejes, por favor, mi cielo. — Le pido.

Unos segundos después, corresponde mi abrazo y masculla. — No voy a ningún lado, cielo.

Ella es una persona muy especial para mi, a veces me pregunto como fue que encontró la forma de entrar tan hondo en mi corazón, pero es que ella es tan diferente, auténtica y su mirada inocente me tortura, me vuelve un demente.

Comenzamos a platicar, ella baja de mi regazo para recostarse en el sofá apoyando su cabeza en mis piernas, estamos viendo una película, ella ríe de algunas cosas que salen allí y yo me río de su risa. Después de unas horas se queda dormida y paso mis manos por su frente quitando algunos mechones de cabello, miro con insistencia su cara y al sentir su respiración pausada, me llena de alivio.

Me remuevo un poco procurando no despertarla, la tomo entre mis brazos con mucho cuidado, y al parecer esta profundamente dormida porque no ha despertado, ni se mueve, camino hacia su habitación y la coloco con mucho cuidado en la cama, trago saliva al observarla, no quiero lastimarla, no me lo perdonaria si lo hiciera. Doy varios besos en su frente y en el último duro unos segundos más, aprieto mis ojos, ella me hace sentir tanto.

Después después de unos minutos más, me separo de ella, es momento de ir a casa, ya es tarde, me dirijo a la salida de su habitación y antes de que pueda cerrar la puerta la escucho hablar:

— ¿Ya te vas? – Vuelvo mi vista hasta donde se encuentra y trago saliva.

— Si – Respondo no muy convencido, pues no quiero irme, no quiero llegar a casa. — Es tarde.

Se hace un silencio y trago en seco y aprieto mi mano en el pomo de la puerta.

— ¿Te quieres ir? — Pregunta en un susurro, sin moverse de su lugar, me da la espalda y mi corazón late fuerte.

Como dije anteriormente, no me quiero ir, quiero estar aquí y es por eso que decido ser sincero. — No, no quiero irme.

— Entonces, quédate. – Su petición hace que todo lo que tengo dentro se remueva, es algo que tiene una sola explicación y que por ahora no le atrevo ni a mencionar en mis pensamientos. — Solo dormiremos y nos haremos compañía.

El que diga eso me tranquiliza, pues no es que no quiera tenerla entre mis brazos otra vez, sino que quiero llevar las cosas con calma hasta que arregle el maldito desastre que llevo dentro,  lo último que quiero es que ella salga lastimada por alguna estupidez mía, seria algo que nunca me perdonaria.

Camino en silencio hasta donde se encuentra ella, quito mis zapatos, pantalones y suéter, quedo en ropa interior, me acerco a la cama y ella se remueve sin mirarme y hace un espacio para que entre, levanto la cobija y entro, me acomodo bien y no dudo ni un segundo en atraer su cuerpo al mío sosteniéndola de la cintura, ella no protesta, su espalda toca mi pecho y trago saliva, no quiero perder el control de mis emociones y ahora mismo estamos en una posición muy íntima.

Estas en la posición de la cucharita, Marceliniii picarón...

Esfúmate conciencia resbalosa.

Mantengo mi vista en el perfil de su rostro, tiene sus ojos cerrados, pero sé que esta despierta y los latidos apresurados de su corazón me lo hacen saber.

— Buenas noches, Marcelo.

— Buenas noches, mi cielo.



◇♡◇

♡♡NOTA DE LA AUTORA♡♡

Capítulo nuevo.

Espero y les haya gustado.

LAS AMO MUCHO CON DEMASIADO, MIS GUERRERAS VALIENTES 💋 💚

Marcelo Sandoval 🤤🤤

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