Capítulo 39 ☆
¿Alguna vez has querido que la tierra se abra y les trague sin contemplaciones?
Pues ese es mi caso en este momento en donde tengo un palo de escoba en mis manos a punto de pegarle al tarúpido de mierda quien se a aparecido aquí en la puerta de mi casa un par de segundos después de que el parásito de Diego se largara.
Lo veo sorprendída al no imaginar ni por una milésima de segundos que quien tocaba la puerta era otra persona diferente a Diego y mucho menos que era Marcelo. Los colores se manifiestan es mi rostro de la vergüenza tan grande y en un acto desesperado escondo el palo de la escoba detrás de mí espalda, pero es un caso perdido, pues ya él me vió y tiene una sonrisa tan engreída en su rostro que en verdad me están dando ganas de golpearlo con el arma que tengo en las manos, es decir, el palo.
Trago grueso y cuando mi voz logra salir hablo.
— Ho, hola — logro decir con tartamudez y evidentemente confundida. — ¿Qué haces aquí?
El muy desgraciado que lo tiene todo muy agraciado, enarca una de sus rubias cejas y estoy segura que esta a punto de soltar una carcajada.
— Hola, Niñita — suelta divertido aun en la entrada y yo con mis manos hacia atrás ocultando innecesariamente el bendito palo que él ya vió — respondiendo tu pregunta, vine a verte ¿puedo pasar? Y por favor no ocultes el arma letal que tienes en la espalda, ya la vi y me da tranquilidad que no la uses en mi contra porque de ser así ya estaría herido.
Suelta todo esto sarcásticamente y aprieto los labios para no reír.
— Puedes pasar y no estés tan seguro de salir ileso — hablo mientras coloco el palo a mi izquierda y veo como se adentra al lugar. — Solo procura no hacerme enojar.
— Lo intentaré. — habla divertido y yo procedo a cerrar la puerta e ir a ubicar mis utensilios de limpieza en su lugar, ya me encargo luego del pasillo — no quiero hacer enojar a la niñita más endemoniada que he conocido en mi vida.
Levanto una de mis negras cejas en su dirección.
— ¿Y ha cuántas has conocido que son endemoniadas, aunque sea un poquito menos que yo? — hablo con altivez mientras me cruzo de brazos para parecer, aunque sea un poquito más intimidante.
— He conocido algunas que presumen serlo, pero ninguna como tú. — me guiña un ojo mientras sonríe.
Eso me hace sonreír inmediatamente, mis mejillas toman su color acostumbrado cada vez que tengo a este hombre cerca, en fin, es un efecto secundario que causa en mi, me deshago el amarre de mis brazos.
Se queda viéndome fijamente y traga grueso, debe estar arrepentido de venir y encontrarme en estas fachas, pero es como dice mi mamá:
"Qué te vea tal cual eres y si no le gusta que se tape los ojos" .
El hecho de que mamá diga eso no significa que no sienta vergüenza, estoy en un short holgado, una franela y una coleta mal hecha en mi cabeza en donde sobresalen algunos mechones por doquier.
— Como dije anteriormente, nunca imaginé verte así — me mira nuevamente repasando su hermosa y profunda mirada azul por todo mi ser, veo como sube y baja su nuez de Adam, tragando con dificultad. — Eres sorprendente, mi cielo.
BOOM, BOOM... Así hizo mi corazón al escucharlo.
Lo miro detenidamente y no puedo evitar sucumbirme en tan hermosos ojos.
El color azul es mi favorito y ahora más que puedo contemplar el cielo en su mirada.
— Si, ya ya puedes reírte — hablo hacia él volviendo a la realidad, poniendo mis brazos en forma de jarra, estoy frente a él. — estaba haciendo el quehacer de la casa, ya que — apunto con mi dedo indice de mi mano derecha en su pecho, en su duro y firme pecho, y mi otro brazo aún esta en forma de jarra en mi cintura, — tú no tienes una amiga que es asquerosamente millonaria para pagar el servicio.
Sonríe abiertamente y me mira divertido.
— Pues no tengo nada de que reír, niñita enojona, — habla mientras agarra con gentileza mi mano que aún toca su pecho con mi dedo indice y ahí van mis nervios a dispararse más de lo que ya están. — como también te dije antes, te vez preciosa de cualquier forma que estés.
Me sonrojo nue-va-men-te y él por su parte sonríe victorioso al darse cuenta del efecto que causa en mi, pues este hombre me pone como luces de navidad, haciendo que mi rostro muestre lo que quizás no quiero vea.
— Deja de burlarte — hablo aun sonrojada y con una media sonrisa, tratando de retirar mi mano y bajando la mirada, él no me lo permite, lo miro y tiene su rostro muy serio.
— Nunca lo haría, Keily. — habla y mis piernas comienzan a temblar como gelatina. — Nunca miento cuando te digo lo preciosa que eres.
Trago saliva y me pierdo en la profundidad de su mirada, en ese cielo azul que derrocha sinceridad al hablar.
— Bueno, muchas gracias — hablo hecha liquido, pero lo oculto en mi sarcasmo — Nunca nadie me había halagado tanto despeinada, sudada y con estos trapos que me cargo.
Sonríe, pero sé que algo le pasa, no me pregunten como lo sé porque ni yo misma lo entiendo, quizás sea imaginaciones mías. Puedo ver como suelta un suspiro lento y lo halo por su brazo para que se siente.
— Disculpa por venir hasta acá, es que mañana salgo de viaje con Cristian y es por algunos dias — trago grueso y no se porque. — Espero no te molestes.
¿Porqué más va ser? Porque lo vamos a extrañar, sopenca.
Sopenca tu abuela.
La misma tuya, Keilisita.
Aveces pienso que tu y yo nada que ver.
Por desgracia estamos unidas hasta la muerte.
Eres una perra mala, pero tienes razón en que lo voy a extrañar.
— ¿Porqué habría de molestarme? No te preocupes, no hay nada que disculpar, puedes venir cuando quieras, — lo miro y parece realmente aliviado, lo suelto del brazo y señalo el sofá — Tranquilo, ven siéntate.
Camina hacia el sofá y se puede ver a simple vista que es un hombre muy ocupado y que se preocupa mucho por su trabajo y sobretodo por esa empresa que ha mantenido en lo alto, es muy evidente su cansancio, tiene muchas responsabilidades en sus hombros, hoy viene vestido con un sueter mangas largas negro, un pantalón Jean y unos zapatos elegantes, esto le queda fenomenal, este hombre todos los días se ve más bueno, no me culparia si me encuentran babeando en este momento con semejante vista.
Este hombre hace que se me pare...
¡Consciencia!
La respiración, Keilisita, la respiración...
Suelta un suspiro cansado y recuesta su cabeza en el sofá y cierra sus hermosos ojos. Es malditamente guapo, es un hombre con facciones tan varoniles. Mi corazón late tan rápido en estos momentos que tengo miedo que me vaya a dar un paro cardíaco, veo sus labios tan bien formados, parece una fresca fresa apetecible.
Quiero comerla.
¡Conciencia!
¿Queee? Es la verdad, solo digo lo que tu no te atreves a decir en voz alta.
— No me mires así, niñita, que me vas a gastar — habla con una sonrisa burlona y doy un respingo ante el hecho de que me ha descubierto mirándolo, se me suben los colores al rostro, pues ¿Cómo demonios de dio cuenta que lo miraba si aún tiene los ojos cerrados? — Daría lo que fuera por saber que pensabas mientras me mirabas.
Me remuebo incomoda en mi lugar, estoy en el otro sofá pequeño que queda en frente.
— Bue, bueno, yo solo... — No sé ni que demonios decir, este hombre tiene la capacidad de que la conexión que debe mantener mi cerebro y mi voz se vaya a la mismísima mierda. — Sólo estoy un poco incomoda, quiero darme un baño.
El abre esos ojos que derriten mi alma y los posa sobre mi y sonríe pícaramente.
— Yo también me quiero bañar — abro y cierro la boca sin saber que decir, mi cara debe ser un maldito poema mal hecho, el me mira divertido y continua, — pero lo haré cuando llegue a casa, debiste ver tu cara.
— Eres un grandísimo hijo de....
— Las malas palabras, niñita, las malas palabras. — suelta divertido.
— Vete al carajo, tarúpido de mierda. — bocifero mientras me cruzo de brazos.
Suelta un suspiro cansado.
— Esa boquita, señorita. —habla alargando la última sílaba, esta a punto de soltar una carcajada.
— Eres un idiota.
— Ya extrañaba tus alagos, mi cielo.
Me sonrojo.
— Te odio.
— Si, niñita, como digas. — ruedo los ojos — ¿puedo esperar aquí mientras te das el baño?
Levanto una de mis cejas, sigo aún con mis brazos cruzados. Lo pienso detenidamente y claro que no le voy a decir que no, él se ha portado muy bien conmigo y me he dado cuenta de que es un hombre correcto, incapaz de propasarse.
Aunque me gustaría que lo hiciera...
— Claro y si quieres puedes —lo pienso un poco más antes de hablar, pues tengo miedo que se niegue, el me mira curioso y decido soltarlo . — Si quieres puedes quedarte a cenar.
Me mira y un brillo se refleja es esos imponentes ojos azules que se gasta el muy desgraciado, aunque no muestra ningún tipo de expresión. Al ver que no dice nada, nerviosa decido llenarlo de nuevo.
— No tienes porque hac...
— Si quiero, — me interrumpe con una sonrisa divertida, — y solo ruego a Dios no morir de intoxicación esta noche.
— Eres un maldito idiota, — suelto con una sonrisa y él corresponde, — por primera vez en tu vida te vas a chupar los dedos, ya verás.
— No estoy tan seguro. — habla mientras ríe. — ve a darte un baño, yo espero aquí, aunque si quieres compañía yo...
— Ya Cállate, pervertido. — gruñó al tiempo que me pongo de pie.
Comienzo a caminar para ir a la habitación, cuando paso por su lado de un momento a otro me hala por mi mano y un grito sale de mi garganta al no esperar esto, caigo sentada en sus piernas de frente a él, mi rostro muy cerca del suyo, nuestras miradas coinciden y me pierdo, me pierdo totalmente en su mirada, mi respiración es errática, la suya también, me mira y traga saliva, yo hago lo mismo, mi cara debe ser un tomate rojo.
— ¿A dónde va tan rápido, señorita? — pregunta con voz suave y ronca al mismo tiempo sin perder la conexión de nuestras miradas, en mi estómago se crea un nudo y mi corazón se acelera con tanta intensidad, que temo por mi vida. — Usted no me a saludado como es debido.
Trago saliva y sé a que se refiere, es por eso que decido ser un poco atrevida con el hombre que me está volviendo loca.
— ¿Cómo debo saludarlo, señor Sandoval? — suelto de la misma manera y un brillo se desprende de su mirada, me doy cuenta de la atracción que ambos tenemos y que esto no dura mucho para explotar. — Me puede usted mostr...
Sus labios interrumpen cualquier cosa que iba a decir cuando estos toman posesión de los míos, estos se mueven con destreza, respondo de la misma manera haciendo que un gemido involuntario de satisfacción salga de mi, él poza una de sus grandes manos sobre mi nuca profundizando el beso y de paso, electrificado cada parte de mi cuerpo, yo llevo una mis manos a su pecho, del lado de su corazón y con la otra tiro de su rubio cabello que me encanta, el me rodea con su otro brazo, haciéndome sentir presa en él, nuestros labios se mueven en sincronía sintiéndose esto sumamente delicioso, nuestras lenguas rozan entre sí, tentando y buscando con desespero cada rincón de nuestras bocas, me siento desfallecer en cualquier momento por la magnitud de este beso que nos damos, esto me calienta como el demonio y es por eso que me acomodo más sobre sus piernas, lo siento duro debajo de mi y no puedo evitar removerme un poco sobre él para calmar mis ansias.
No sé cuánto tiempo vaya a aguantar para aliviar todas estas sensaciones que llevo dentro, todo este cosquilleo que siento entre mis piernas, siento su corazón, va tan deprisa como el mío, no le soy indiferente, un gruñido de satisfacción sale de garganta haciendo que mis hormonas y todo lo que llevo dentro de mi se vuelvan aún más vulnerable ante él.
Estoy perdida...
No tengo salvación alguna...
Unos segundos más tarde, nuestras respiraciones son un desastre y es cuando decidimos separarnos por falta de aire. Dejamos nuestras frentes unidas y con los ojos aún cerrados, una sonrisa se pinta en mis labios, mis mejillas deben estar rojas, toda yo estoy que hecha fuego en mi interior, aún tengo los latidos de mi corazón dislocado a toda velocidad.
Lo siento sonreír también, ambos lo hacemos y es cuando lo escucho hablar:
— Así es cómo debe saludarme, señorita. — Sonrío aún más y abro mis ojos y nuestras miradas coinciden y me derrito. — No lo olvides.
Sonrío, aún estoy en su regazo, me siento cómoda, no lo voy a negar y podría acostumbrarme facil a esto, nuestros rostros se encuentran a unos pocos centímetros, eso no es bueno para mis hormonas ni mi salud mental.
— No lo haré — respondo de la misma manera. — Por supuesto que lo tendré presente.
Sonríe victorioso y me encanta como lo hace, todo el me encanta. Después de unos minutos en la misma posición, me remuevo un poco para levantarme y puedo sentir lo duro que está su amigo, trago grueso una y otra vez, no es sano que este deseando hacer otras cosas aquí y ahora con este hombre.
— Tu amigo está feliz — hablo con una sonrisa perversa, mi cara debe parecer un tomate y él suelta una carcajada — Estas...
— Así es cómo me pones, mi cielo. — habla sensual mientras me da un beso corto en los labios. — Pero yo sabré esperar para por fin tenerte de nuevo.
Enarco una de mis cejas y una sonrisa amenaza por salir.
— ¿Cómo estás tan seguro de que voy a estar contigo de nuevo? — me da una sonrisa perversa que me hace tragar saliva, me encanta todo él, — no cantes victoria, cielo.
— Serás mía nuevamente, preciosa, — habla firmemente mientras coloca un mechón de mi cabello detras de mi oreja y trago saliva, porque no está jugando, — falta muy poco para eso.
— ¿Cómo sabes eso? — Indago curiosa y él me mira detenidamente atravesando mi alma con tan solo eso, mirarme.
Este hombre me desarma por completo...
— Tu me lo dices cada vez que te beso, cada vez que te toco, tu cuerpo reacciona a mis caricias, — lleva una de sus manos a uno de mis brazos acariciando suavemente de arriba hacia abajo enviando corrientazos a mi cuerpo, todo esto sin perder la conexión inexplicable de nuestras miradas, mi piel se eriza y él sonríe victorioso, — ves como tengo razón, mi cielo, al igual que mi cuerpo reacciona a las tuyas.
Nos miramos a los ojos, no puedo evitar pensar en todo lo que estoy sintiendo y no soy tonta para no darme cuenta que él siente esa misma tensión sexual. Sonrío en su dirección y él hace lo mismo.
— Debo ir a darme un baño, señor sabelotodo — hablo para mermar un poco el aura sexual que se respira ahora mismo en mi sala, en definitiva quiero salir huyendo. — Puedes esperar aquí.
Trago saliva al sentir su miembro erecto debajo de mi y el cosquilleo entre mis piernas me pasan factura, me pongo de pie lentamente y el me suelta a regañadientes, cuando ya voy a encaminarme al baño, vuelve a halar mi brazo suavemente y ahora es él quien se pone de pie.
Frunzo mi ceño sin entender.
— ¿Qué demonios es eso Keily? — habla sosteniendo mi brazo con suavidad, llevo mi mirada al punto donde él señala y es el raspón que me hice en el parque. — ¿Cómo te lastimarte así?
Nuestras miradas vuelven a coincidir, él aún me sostiene del brazo y veo determinación en su mirada, trago grueso, ese profundo cielo de su mirada es Mi Perdición.
Cuando ambos nos miramos nos perdemos uno en el otro, aún no logro entender a ciencia cierta lo que pasa, pero me lo imagino, no soy tonta. Después de unos segundos, respondo al rubio que está mirando de manera interrogante en mi dirección:
— Oh, no te preocupes, no es nada. — hablo mientras mi deshago de su agarre suavemente sin perder la conexión de nuestras miradas. — Me lo hice esta mañana.
Me mira como si me estuviera analizando. — ¿Estas segura? Cualquier cosa puedes decirme.
Inevitablemente sonrío hacia él, — lo sé, pero en verdad no es nada de cuidado, solo evité que atropellaran a un niño en la mañana, — me mira sorprendido y le brindo una sonrisa, — y para hacerlo ambos caímos al suelo y me hice esto — señalo el raspón del brazo — gracias a Dios no pasó nada.
Su rostro refleja preocupación y suelta un suspiro lento, suelta la tensión contenida ante lo que le he dicho, me hala hacia él y me estrello contra su pecho, el cual late muy rápido, envuelvo mis brazos en su torso y él me rodea completamente con sus fuertes brazos, hinalo su aroma varonil que me vuelve loca y disfruto a mis anchas de este hombre que cada vez es más importante para mi, su abrazo sabe a seguridad y es protector, con esto, me hace saber que cuento con él, que me protegería siempre.
Sé que lo haría, estoy segura de que me protegería tal cual lo ha hecho hasta ahora, tal cual lo hizo aquella vez en el secuestro, hizo todo para mantenerme a salvo.
— No quiero que te pase nada, mi cielo — habla mientras da un beso en mi coronilla, — solo ten más cuidado ¿si?
Mi corazón da un vuelco con esas palabras y me derrito como cera en fuego en sus brazos. Sus palabras no me sorprenden y solo con decir esa frase muestra que en verdad si se preocupa por mi, sonrío en su pecho, me siento tranquila, me siento en paz.
— No te preocupes, voy a estar bien.
No dice nada y no hace falta pues los dos nos entendemos muy bien, así, sin palabras, después de unos minutos en los cuales permanecemos en silencio y abrazados decido separarme de él, me suelta a regañadientes y admito que tampoco quiero separarme.
Sonrío en su dirección y él hace lo mismo. Nuestras miradas hablan por si solas y dicen tantas cosas.
Trago saliva sin saber que decir. — Debo ir a darme un baño.
El sonríe en mi dirección y se ve tan guapo que me dan deseos de saltar sobre él y devorarlo a besos de nuevo.
— Ve tranquila, aquí te espero. — habla mientras me guiña un ojo y le hago lo mismo. — Si quieres ayuda, no dudes...
— Cierra la boca pervertido. — gruño y lo escucho reír a mis espaldas y yo también lo hago, aunque no me pueda ver.
Me encamino hacia la habitación, entro en ella y quito mi ropa, entro a la regadera y comienzo a bañarme, no puedo dejar de pensar en todo lo que me está sucediendo, Marcelo, me hace sentir como nunca nadie lo ha hecho, mi cuerpo reacciona a él de manera inexplicable, sus besos y sus caricias son...
¡Jesús!
¡Qué calor hace aquí!
Mi cuerpo comienza a calentarse ante los pensamientos que han surgido en mi cabeza, pongo el grifo en agua bastante fría y continuo mi baño sin darle riendas sueltas a mis pensamientos sobre el hombre que está en mi sala.
Al cabo de un momento más, salgo de la ducha y coloco algo de ropa, salgo a la sala con unos pantalones Chándal y la playera que no esa mía, pero que es mi favorita.
El rubio que está donde lo dejé anteriormente, en el sofá con su cabeza recostada en el mismo, al parecer está dormido, lo checo de cerca y efectivamente esta durmiendo, se ve tan sexy así, muerdo mis labios ante la vista que proyecta y me remuevo incomoda, estas hormonas están disparadas, estan en un nivel superior, alejo esos pensamientos de mi cabeza y voy a la cocina a preparar la cena, haré algo rápido y delicioso a la vez, Camarones con mucho limón y mucho picante, se me hace la boca agua, y por este tipo de cosas es que soy fan de la comida mexicana.
Solo espero que al ojos de cielo les gusten los camarones.
Tengo postre en el refrigerador, puesto que ayer hice un flan bañado en dulce de leche.
Me muevo con destraza por mi pequeña cocina preparando la cena, me hace falta mi música, el reproductor se apagó y ni cuenta me dí, sin embargo, no quiero importunar al rubio, mejor me aguanto y tarareo una que otra canción de Chayanne y en otro caso de Marc Antony que también me gusta, no tanto como a mi amado, único e incomparable de Chayanne. Tarareo la canción una y otra vez moviendo ligeramente mi cuerpo al ritmo de la música mental.
Torero
Poner el alma en el ruedo
No importa lo que se venga
Pa' que sepas que te quiero
Como un buen torero
Me juego la vida por tí
Te dicen que ya me vieron
Solitario en un callejón
Que ya no duermo y desvarío...
Han pasado alrededor de cuarenta minutos cuando tengo todo listo, sigo en lo mío cantando y bailando, me giro despreocupadamente al tiempo que con un paño seco mis manos para ir a despertar a Marcelo.
Un grito sale de mi garganta y llevo una de mis manos al pecho, cuando me encuentro de frente con el tarúpido este, quien está en el umbral de la cocina muy despreocupado con sus manos en los bolsillos de su pantalón, esa ropa lo hace ver tan sexy.
Pero que bueno esta...
No contradigo verdades.
Doy un respingo ante lo que estoy pensando.
— ¡¿Qué demonios, Marcelo?! — grito volviendo a la realidad, me mira divertido, — ¡me asustaste! ¿Cuánto tiempo llevas ahí?
— El suficiente para escucharte tararear y bailar con el ladrón de Chayanne. — Abro la boca como una O con indignación, ha ofendido a mi amado Chayanne, esto no se puede quedar así.
— Si no quieres tener problemas con una niñita verdaderamente endemoniada y en verdad use el arma con la que te recibí — hablo con tono amenazante, señalandolo con mi dedo indice y con mis ojos entrecerrados, — no te atrevas a ofender a mi amado Chayanne.
El idiota con su cabeza ladeada enarca una de sus cajas.
— ¿Ah si? — masculla en un tono que le queda tan malditamente sexy. — ¿Que tal si quiero correr el riesgo?
Trago saliva ante lo bueno que está.
— Créeme que no querrás hacerlo, Marcelito — suelto con los ojos entrecerrados, ya saben, para ver si lo intimido, aunque sea un poquito. — Creo que por Chayanne mataría y no voy a permitir que lo ofendas en mi presencia ¿me entendiste? Ahora que si quieres cenar tendrás que hacerme caso.
—Ya, lo haré — masculla levantando las manos en señal de paz y apretando los labios para no reír, hace una pausa y continua — por ahora.
Entrecierro los ojos y le señalo con mi dedo indice nuevamente y una sonrisa que amenaza por salir, — más te vale, Marcelito, más te vale.
Sonríe a sus anchas...
Maldito.
— Ya la cena está lista ¿tienes hambre? — cambio de tema para evitar un asesinato en mi cocina.
— Si, tengo hambre.
Le brindo una sonrisa mientras paso por su lado para ir llevando lo que ya he preparado la mesa. Él se acerca con un recipiente más ayudándome, no lo detengo, puesto que ya hemos creado un lazo de confianza para eso.
Tremenda confianza, Keilisita...
Después de unos minutos más ya estamos en la mesa y comenzamos a comer entre pláticas
— He de admitir que te ha quedado deliciosa la cena — sonrío mientras disfruto mi comida — y ya me demostraste que no usaste combinaciones raras en la comida.
— Te dije que a pesar de mis combinaciones raras también sé preparar platillos decentes, tarúpido.
— Ya ha quedado demostrado.
Sonreímos.
Estamos comiendo animadamente entre pláticas y haciendo algunos halagos a la comida así como algunos chistes sobre la misma. Llega un momento en el que me pongo de pie para ir a buscar el postre, busco lo que necesito y vuelvo a la mesa.
— Vamos a ver que te parece el postre. — Él me mira y mira el postre, traga saliva, me mira y vuelve a mirar el postre. — ¿Qué pasa?
— No, nada, no pasa nada — responde, aunque no me dejó muy convencida.
Procedo a poner un poco del flan en su plato y luego en el mío. Comenzamos a comer y puedo ver que lleva a su boca una cantidad muy mínima del dulce, lo veo disimuladamente como traga lo que tiene en la boca con dificultad, una sonrisa se pinta en mis labios al darme cuenta.
— No te gusta el Flan — hablo en su dirección y me mira apenado.
— En realidad no me gusta nada que sea dulce, — suelta y sonrío negando con la cabeza.
— ¿A quién no les gusta las cosas dulces? — Cuestiono indignada.
— A Marcelo Sandoval no le gusta, — suelta él con una sonrisa ladeada y correspondo de inmediato, — al menos eso creia hasta unos meses atrás que probé un tipo de dulce que no pensé que existía.
— ¿A qué te refieres? ¿Qué tipo de dulce le gusta a Marcelo Sandoval?
Se queda mirándome fijamente y sonríe de lado. — No te lo diré, por ahora.
Ruedo los ojos porque siempre me sale con lo mismo.
— Esos ojos señorita.
Sonrío.
— No tienes que comer eso ¿te ofrezco algo más? — Indago para cambiar de tema mientras retiro su plato, él niega con la cabeza. — Yo me lo voy a comer por ti.
— Eres una niñita muy glotona.
Sonrío.
— Solo a ti se te ocurre rechazar mi flan — suelto haciéndome la indignada — Nunca más te daré dulces.
— Eso veremos, niñita — habla mientras toma un poco de jugo — eso ya lo veremos.
— Siempre dices lo mismo — me cruzo de brazos indignada con el ceño fruncido y el sonríe, — no te rías.
El me mira y sonríe de nuevo y eso hace que me vuelva loca, — Deja el enojo, niñita, te van a salir arrugas.
Abro la boca como una O.
— Eres un hijo de per...
Se acerca rápidamente hacia mi y estampa sus labios sobre los míos evitando que diga palabrotas, su beso es dulce y pausado, ambos saboreamos nuestras bocas y miles de sensaciones se desatan aquí y ahora.
Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores...
Esto es demasiada tentación para mi...
Cuando nos separamos, el me brinda una sonrisa victoriosa y mientras limpia un poco los bordes de mi boca masculla:
— Esa boquita, señorita... — sonrío en el momento y el también lo hace. — Esa boca me encanta.
BOOM... y ahí va mi corazón a colapsar. Este hombre va a matarme de un infarto.
Lo miro detenidamente y sonrío, le doy un beso corto en los labios y luego me dirijo a su oído para susurrar:
— A mi me encanta todo tú.
Vuelvo a mi lugar con una sonrisa en mis labios y lo veo observarme con un brillo en la mirada y sonríe, se ve tan guapo así, con ese sueter mangas largas de color negro, hace un contraste perfecto con el color de su piel, el color de su cabello.
— No llames la atención y sigas provocándome, niñita, — habla firmemente mirando mis ojos y trago saliva ante la intensidad de su mirada, — que puedes hacer que pierda el control en cualquier momento.
Me remuevo un poco en mi lugar para aliviar el cosquilleo que emana de mi cuerpo ante sus palabras. Quiero dar un sape a mi cabeza por meterme en juegos que simplemente no se jugar.
— ¿Quieres algo más? — cambio el tema y me sonríe abiertamente, sabe que me ha intimidado.
Maldito.
— No, preciosa, no quiero más nada, muchas gracias por la cena, estuvo deliciosa.
Sonrío ante sus palabras.
— De nada, cielo, ha sido un placer el suyo cenar conmigo esta noche.
Una carcajada sale de él y me encanta escucharlo reír.
— De eso no hay dudas, mi cielo.
Ambos sonreímos.
Cuando termino de comer empiezo a recoger la mesa con ayuda del rubio, voy de camino a la cocina cuando varios golpes fuertes se escuchan de forma continua en la puerta, me asusté tanto que deje caer en el piso lo que llevaba en las manos rompiendo los dos platos de postres en el acto.
Marcelo quien estaba en la cocina llega rápidamente hasta donde estoy, los golpes vuelven a escucharse una y otra vez.
Mi corazón baja a los pies al escuchar de quien se trata.
— Keily, abre la puerta, muñeca — Diego ha vuelto y por cómo arrastra las palabras está muy tomado, eso me asusta ¿pero porqué volvió? — vamos, amor por favor. Te traje un regalo.
Miro al rubio que está a mi lado y sus ojos están oscurecidos. Escucho como masculla algo para si mismo que no logro escuchar. Trago grueso, pues no quiero que Marcelo tenga problemas.
Una música de mariachi se puede escuchar fuera del lugar, al vivir en el segundo piso podría asomar la cabeza por la ventana y ver lo que pasa pero no quiero.
— Abre, muñeca, por favor — vuelve a hablar Diego arrastrando las palabras. — tenemos que arreglar las cosas, yo te amo, escucha esas canciones que dicen todo lo que siento por ti, amor.
Estoy muy asustada, tanto así que doy pasos hacia atrás mirando fijamente la puerta. Marcelo quién se da cuenta, toma mi mano para que me tranquilice, yo comienzo a negar con la cabeza.
— Tranquila, no va a pasar nada, ven siéntate aquí mientras recojo los vidrios rotos. — Me siento en donde me ha indicado mientras lo veo movilizarse de un lugar a otro recogiendo el tiradero.
Aun se escucha el alboroto fuera e incluso Diego hablando, golpeando y tocando el timbre de la puerta sin detenerse.
— Voy y abro — no es una pregunta, es lo que piensa hacer.
— ¡No! — grito inmediatamente al tiempo que lo alcanzo y le sostengo de unos de sus fornidos brazos, — no lo hagas.
Él frunce el ceño confundido al tiempo que nuestras miradas se cruzan.
— Está haciendo un escándalo ahí afuera, Keily — se que tiene razón, pero de ninguna manera permitiré que salga para que se arme la tercera guerra mundial. Además, no tiene ningún derecho a hacerlo ¿con qué propósito?
— No voy a permitir que salgas ahí afuera ¿me entiendes?
— ¿Porqué no?
— Porqué no es tu problema, Marcelo — suelto exasperada y muy asustada — y no vas a tener un problema con tu hermano por mi culpa.
— Todo lo que tiene que ver contigo es mi problema, además, problemas ya tenemos y no es por tu culpa.
Mi corazón late con violencia ante sus palabras, sin embargo, lo dejo pasar, hay cosas más importantes ahora.
—Por favor, por favor. — le pido suplicante. — si Diego se entera de que tengo contacto con su hermano va a buscar la menera de dañarte y no quiero, bajo la mirada, tengo mis ojos cristalizados y no quiero estar vulnerable.
El me mira y con una de sus manos levanta mi rostro por mi mentón. — No debes preocuparte, él no puede dañarme.
— Quizás pensarás que soy una tonta, pero como justificar que estoy encerrada en mi departamento con el hermano de mi ex.
— No le debes explicaciones a nadie, Keily — habla con el ceño fruncido, mirando directamente a mis ojos cristalizados — ¿O es que todavía te importa Diego y lo que piense?
Lo miro por unos segundos más pensando muy bien lo que voy a decirle, sus ojos analizan cada facción de mi rostro, esta esperando que le responda, aun mantiene su mano en mí mentón.
— No, no me importa — respondo con firmeza.
— No es lo que parece, Keily, ¿Me puedes explicar, por favor?
Lo miro directamente a los ojos y trago saliva, voy a responderle con lujos y detalles.
— Diego me importó mucho en su momento, lo quise, pero él no supo valorar eso, me usó, me engañó y no solo eso, lo hizo por meses con mi mejor amiga. — me escucha con atención y veo como traga grueso — lloré por meses por su maldito engaño y eso fue suficiente para darme cuenta de que estaba con alguien que no valía la pena, que he pasado peores cosas en la vida y que esto no fue nada.
Me mira y le sostengo la mirada, tengo que levantar mi cabeza porque él es mucho más alto que yo, mis ojos están cristalizados.
>> Tratando de levantarme de esto, cansada de tanto pensar en lo mismo y de estar encerrada en estas cuatro paredes voy a un club — ahora me estoy desahogado con este hombre que me escucha con mucha atención, sigue todos mis movimientos y esta a punto de escuchar todo, Diego aún sigue fuera con su maldito escándalo, pero eso no impide que continúe. — Me metí en problemas, un hombre me defiende dos veces en la noche, estaba tan tomada que lo seduje y me acosté con él.
Él sabe que hablo de él mismo, aparto mi mirada y lagrimas corren por mis mejillas, estamos de pie, yo en frente de él evitando que vaya hacia la puerta. Se hace un silencio, él no dice nada, quizás procesa la información y yo tengo un nudo en mi garganta. Aún así continúo.
>> Aunque no lo creas, Marcelo, no soy una mujer que anda brincando aquí y allá y esa noche cuando yo... — me detengo un momento preparándome mentalmente para lo que voy a soltar. — Cuando yo te seduje estaba consciente de lo que estaba haciendo, aunque estoy segura que el alcohol ayudó bastante, tú, un semejante hombre, delante de una chica que nunca en su vida había tenido sexo, fuiste una gran tentación, en esa noche fuiste Mi Perdición, levantarme al día siguiente y darme cuenta de todo lo que había provocado me produjo una vergüenza terrible, pues yo no soy así, no actuó de esa manera.
>> No tengo que decirte nada más, pues ya lo demás es historia, no me importó el haberme acostado con el hermano de mi ex — lo miro nuevamente y me mira sin ningún tipo de expresión. — Se que te metí en este lío y solo Dios sabe que por ningún motivo quiero problemas para ti y mucho menos por mi culpa.
— Quiero que sepas que no me has metido en ningún problema, Keily, — limpia mis lagrimas con sus manos de una manera tan tierna que acelera mi corazón y mi cuerpo comienza a reaccionar a él como de costumbre, me mira y continua — yo soy quien ha insistido en buscarte y estoy seguro que todo esto ha pasado sin intención de hacernos daño. Y de buscar culpables, pues yo también lo soy porque estaba en mis cinco sentidos, pude determe y no lo hice.
Nos miramos fijamente, solo Dios sabe cuanto me gusta este hombre, he tratado de no hacerme liquido y derretirme hoy, me toma gentilmente por una de mis manos y me hala hacia él.
— Ven aquí — me rodea con sus brazos, brindando esa ola se seguridad que tanto necesito en estos momentos. — No te preocupes, no voy a salir a partirle la cara, por ahora y no porque le tema sino porque aun no es el momento, ni el lugar.
Nos mantenemos abrazados por un tiempo prudente, hinalo ese aroma varonil que desprende ¿Porqué huele tan bien? Al escuchar los latidos de su corazón, me doy cuenta de que late más rápido de lo normal, al igual que el mio.
Este es uno de esos momentos en los que agradezco tener personas que brinden seguridad a mi vida y al parecer Marcelo es una de ellas.
— Keily, por favor muñeca — escuchamos a Diego arrastrando las palabras y lo ignoramos. — Yo te amo, eres toda mi vida, mujer.
Marcelo suelta un suspiro lento, no me suelta, ni yo a él. Es después que permanecemos unos minutos así, en silencio que lo hacemos.
Nos miramos y estoy segura de que ambos nos perdemos porque no decimos nada, estoy más que segura que sus ojos y los míos tienen una conversación entre ellos.
El poza una de sus manos en mi mejilla y comienza a acariciar con sus nudillos esa parte de mi rostro, ese simple acto me hace desfallecer y darme cuenta de que esto es inevitable.
El tiempo pasa y pasa de la media noche, el muy borracho de Diego aún sigue en mi puerta, aunque ya los músicos no se escuchan, el antes mencionado habla un sin fin de cosas que para él tienen sentido.
— Mañana tengo que salir de viaje y tengo que descansar, me espera un día muy pesado y al parecer no tiene intenciones de abandonar tu puerta, Keily.
— Me siento muy mal contigo, pero...
— No te preocupes, puedo dormir aquí en el sofá. — No digo nada, me siento tan culpable por esta situación, — se siente muy cómodo.
Sonrío y él hace lo mismo.
Estamos sentados, uno al lado del otro, estamos muy cerca,
— Puedes darte un baño si quieres — enarca una ceja y me mira divertido, se me suben los colores al rostro. — Bueno, sí es que quieres.
— No tengo cambio de ropa aquí, niñita. — lo miro detenidamente pensando en como solucionar esa parte y al tener como, me pongo de pie y lo halo de su brazo para que él también lo haga.
— Encontraré algo para ti — hablo mientras prácticamente lo arrastro a la habitación y cuando abro la puerta vuelvo a hablar — ya conoces el lugar, así que no hay que hacer presentación ¿verdad?
Sonríe abiertamente y al parecer la vergüenza esta en extinción en mi sistema ¿Cómo le dije una cosa así?
— En verdad tengo buena memoria y no recuerdo haber visitado tu baño.
— Bueno — lo tomo de la mano nuevamente, ya que lo había soltado al entrar para dirigirnos hacia el baño y al llegar continúo — Baño, te presento a Marcelo, Marcelo el es baño.
Suelta una ronca carcajada y sonrío en el acto.
— Un placer, señor baño. — suelta divertido.
Ahora es mi turno para reír fuertemente por sus ocurrencias, el sonríe mientras me mira y trago duramente porque él también lo hace.
— Yo iré por toallas limpias y algo para que te pongas.
El asiente.
Aún se escucha la letanía de Diego en mi puerta ¿será que no se cansa?
Voy hacia la habitación donde se quedan las cosas de mis amigos cada vez que vienen porque ellos siempre duermen conmigo. Sé que tengo una ropa de Marcelo conmigo, pero ahora mismo uso su playera y el pantalón, según lo que dijo aquella vez, no le queda.
Así que rebusco entre las cosas de Raúl que es más o menos de su talla y por fin encuentro todo lo que necesito. Vuelvo a la habitación y coloco todo sobre la cama. Es después de unos minutos que lo veo salir del baño.
¡Santa virgen de las tabletitas!
¿Por donde es que se respira?
¡Santa cachucha y todas las comadres juntas!
¿Y todo eso me lo he comido yo?
El hombre que sale de mi baño ahora mismo está envuelto en una pequeña toalla de la cintura para abajo, tiene su pelo mojado mientras usa otra toalla para sacarlo, su torso desnudo muestra sin contemplaciones las seis tabletas que volverían loca a cualquier mujer que lo vea.
Y en este caso, yo...
Gotas de agua bajan por su pecho, hacen un camino hacia su abdomen y se pierden entre V en donde se encuentra la toalla, no me sorprendería que ahora mismo estuviera babeando ante semejante vista.
Mi rostro y otras partes de mi cuerpo comienzan a calentarse, me remuevo incomoda porque solo él puede hacer esto posible.
¡Ay, Dios mio, librame de las tentación, amén!
Carraspeo levemente y él me mira.
— Aquí tienes esta ropa para que duermas cómodo. — Mira la ropa y levanta una de sus rubias cejas — Es de mi amigo, se llama Raúl.
— ¿Tienes un amigo que deja sus cosas aquí? — Suelta con el ceño fruncido, se quita la toalla delante de mi y quiero morir ante lo que he visto, giro rápidamente, aunque demasiado tarde, ya que pude ver su parte gloriosa, me sonrojo en el momento.
¡Tremenda gloria hay entre sus entrepierna!
Comienzo a orar por mi alma que ahora mismo está envuelta en pecado lujurioso.
Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores...
¡Qué tentación tan grande!
¿Todo eso estuvo dentro de mi hace un tiempo?
Vuelvo a la realidad cuando entiendo la pregunta que me hace y por el tono que usa, debe estar confundido.
¿Esta Celoso..?
— Si, se llama Raúl — respondo ocultando un poco los nervios, dándole la espalda, — suele venir aquí junto a Elena y somos inseparables.
— Mmm — Es el único sonido que emite y no dice nada más.
— Mmmm — repito yo.
— ¿Cómo sabes que no le gustas a tu amigo? — Pregunta más para si mismo que para mi.
¿Celoso?
— ¿Porqué debería gustarle? - respondo con otra pregunta girando hacia él, ya que se encuentra vestido solo con unos pantalones Chándal blancos, esta con el torso desnudo.
Me calienta hasta la respiración verlo así, sus seis tabletas son tan apetecibles.
Mi lengua y yo dando un paseo por ahí es...
¡Conciencia!
¿Qué? ¿A poco tu no quieres?
Desvio el cause de mis pensamientos cuando lo escucho hablar.
— ¿A quién no le gustarías, Keily? — desvio la mirada a cualquier lugar, esa es una de las preguntas con más doble sentido que he escuchado, mis piernas se comienzan a poner como gelatina.
— Bueno, sé que a Raul no le gusto — nuestras miradas coinciden y me mira con los ojos entrecerrados, — aquí el que debería preocuparse de que Raúl te conozca y quede flechado eres tú — abre los ojos en sorpresa y yo sonrío — porque mi amigo es homosexual, es decir, le gustan lo de tu género.
— Mierda — masculla.
Sonrío.
— Esa boquita, señorito — suelto y el sonríe de lado mientras acomoda sus pantalones.
Veo como gira su rostro, parece avergonzado, es por eso que cambio de tema rápidamente.
— Hay otra habitación en el fondo puedes descansar plenamente — juego con mis dedos, no quiero quedarme sola, no con Diego en mi puerta. — pero no quiero estar sola.
Levanta su mirada y la poza sobre mi y me analiza.
— ¿Tienes miedo?
— No quiero estar sola porque temo a que entre y...
— ¿Alguna vez te ha hecho daño? — indaga cautelosamente.
— Emm no — digo rápidamente.
— No me mientas, Keily, tú no, por favor. — Lo miro fijamente y sus ojos penetrantes me perforan tampoco quiero hablar de eso. — No me gustan las mentiras.
— Te prometo que luego te hablo de lo que quieras ¿si? Ahora no quiero.
Suelta un suspiro cansado. — Esta bien, — cede no muy convencido — ¿Dónde voy a dormir? Y desde luego que en el sofá no dormiré.
Se cruza de brazos y sus músculos resaltan mucho más.
... Ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, amén.
— Dormirás en la cama... — no lo termino de decir cuando ya se ha lanzado en esta — oye, ese es mi lado, y solo te digo que manos fuera y bien despegadito que la cama es bastante grande.
— Lo prometo, nunca me propasaria — suelta y le creo, sin embargo, vuelve a hablar y lo quiero matar, — al menos que tu lo quieras.
— Ja ja — suelto con una mueca, mientras ocupo mi lado de la cama y él sonríe. Le doy la espalda coloco mi manta para taparme por completo
— Buenas noches.
— Buenas noches, niñita. — habla y puedo asegurar que esta sonriendo — Ah y por cierto, te queda muy bien mi playera.
Sonrío aunque él no me pueda ver.
— ¿Tu playera? — suelto divertida aún debajo de mi cobija. — ¿Cuál playera?
— Ja, ja graciosita — habla en con una mueca.
— Buenas noches, Marcelo.
— Buenas noches, Keily.
Siento como se acerca y rápidamente me da un beso en mi coronilla por encima de la sábana que me tiene cubierta.
Sonrio.
— No te vayas a ahogar ahí... — Lo escucho decir.
— Ya Cállate — replico y lo escucho sonreír.
Aún se escuchan algunas que otras cosas que dice Diego, sin embargo, esto no impidió que me durmiera con los nervios a flor de piel y mi estómago hecho un desastre por la persona que esta en mi cama con el torso desnudo.
¡Madre mía, librame de la tentación, amén!
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♡♡ NOTA DE LA AUTORA ♡♡
Capítulo nuevo
Déjen sus comentarios sobre como les parece la historia.
Recuerden que cada una de ustedes tiene un valor increíble. Son las guerreras más fuertes y las amo 💖 💋💋
Aquí les dejo unas cuantas imágenes de Marcelo 🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥
Así estaba vestido en mi imaginación 👇
Aquí después de que se pusiera el pantalón para dormir 🤤🤤🤤
Esta la pongo porque me gustó 😏 JAJAJJAJAJA ( santa, madre de Dios, librame de la tentación, amén)
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