Capítulo 27 ☆
Marcelo
Aun me pregunto como demonios permití que esto llegara tan lejos, hace unos días nos dimos cuenta de la situación, estaba siendo vigilado constantemente y resultaba sospechosa tal acción, en realidad eran señales que no estaban claras para nadie, sin embargo, para mi no pasó desapercibido el hormigueo en la nuca cada vez que salía, me sentia observado y así era, por consiguiente, mis sentidos de alerta se activaron, y ni hablar de los autos negros blindados que recorrían los alrededores de mi casa y los que me seguían a cada momento.
Hice lo que tenia que hacer para salvaguardar las apariencias de que no estaba enterado de todo esto esperando que el modus operandi de los responsables saliera a la luz, sabía que me seguían y que la vigilancia fue constante hasta el punto de sentirme totalmente fastidiado. Lo que no vi venir, para ser sincero, fue el momento elegido para su acción y que en este asunto se vieran involucradas más personas como Cristian, Elena y ella, la niñita endemoniada.
En el momento que Cristian me dijo que lo acompañara, pensé en negarme y lo hice, sin embargo, terminé accediendo, pero nunca imaginé encontrar el origen de mis tormentos en las últimas semanas, mi amigo idiota se puso muy intenso y pasó lo que tanto temía, los miserables actuaron cuando tenía personas a mi alrededor.
Tengo deseos de golpearlos a todos hasta que dejen de respirar.
Cuando estaba en el estacionamiento y vi a esa niña que se a convertido en mi tortura interior, quise dar un paso atrás, dar media vuelta y volver por donde vine, sin embargo, no podía ser descortés y sobretodo las ganas de verla fueron más inmensas todavía, la extrañaba, a pesar de que me había propuesto no verla, no pude aguantar la tentación de acercarme y encontrarme con su mirada. Esa niñita, genera en mi, un maldito conflicto interno que me confunde y con ello viene la desesperación y el cabreo porque nunca había sentido tales cosas.
Siempre hay una primera vez, Marcelini.
Si no fuera porque me encuentro en esta maldita situación con estos hijos de puta le diera un sape a mi cabeza para que mi consciencia aprenda a no llevarme la contraria.
Entonces, no se si alegrarme o no por la situación, Marcelini...
¿Podrías desaparecer aunque sea para siempre?
No seas cabrón...
Lárgate...
Ok, ok.
Al recordar el momento en el estacionamiento cuando los hombres se acercaron pensé que podía controlar la situación, pero al ver a Keily siendo amenazada con un alma en su cabeza sobrepasó todos los límites, no podía poner a la niñita en peligro, jamás me perdonaría que le sucediera algo, es por esa razón que hoy tuve que acudir a mi indiferencia y decirles a estos imbéciles que ella no me importa, que no me interesa su bienestar, necesito ganar tiempo.
Ahora mismo me encuentro sentado en una silla de metal atado de manos con unas esposas, los bastardos estos me han golpeado, sin embargo, me encuentro bien.
— ¿Entonces, Sandoval, no vas a cooperar? — suelta el maldito moreno que me las debe con burla en su rostro— estas lo suficientemente golpeado como para moverte y nosotros preparados para ir a jugar con una muñequita que nos espera en unos de los cuartos.
Este tipo no sabe quien soy, de donde vengo y como me educó mi padre adoptivo, quiero reír, pero no es el momento. Juro que no me largo de aquí hasta hacerle pagar el golpe que le proporcionó a Keily y cada toque lascivo a su cuerpo que le hizo, lo pagará muy caro, de eso no hay duda, de solo recordar la forma de como la tocaba quiero mandar todo a la misma mierda y golpearlo hasta verlo agonizante.
— Pueden hacer lo que quieran — hablo sin ningún tipo de expresión en mi rostro, estoy fatigado, cansado, golpeado y cabreado — no me importa lo que hagan con ella.
Esas palabras hacen un hueco profundo en mi pecho y me saben amargas, pues me encantaría que fueran ciertas, sin embargo, no puedo borrar de mi memoria la mirada de decepción que hace un rato pude visualizar en los ojos más hermosos que haya visto jamás.
— De las quince horas dadas para que hagas la transacción — ahora es el tal Canelo que habla y lo miro con desdén -— solo te quedan siete ¿tendrás los huevos para ver como mis hombres disfrutan de esa hermosa carrocería?
Trato de no tragar grueso, no quiero mover ni un músculo ante lo que a dicho, aunque de solo imaginar algo así me dan ganas de asesinarlos aquí y ahora.
— ¿Entonces tengo seis horas con cincuenta y siete minutos para que la chica sea violada y asesinada si no hago lo que ustedes me piden? — hablo débilmente y sin mirarlos, estrategia se llama.
El castaño quien está de pie con los brazos cruzados sobre su pecho y agregado a la mesa que contiene los equipos tecnológicos para las operaciones de desfalcos, me mira sin ningún tipo de expresión y luego mira su reloj para proceder a hablar:
— De hecho, tienes seis horas cincuenta y seis segundos, Sandoval.
No respondo nada y solo me limito a observar el lugar en donde estamos y las personas que hay dentro, es importante no dejar escapar ningún detalle que me pueda servir después. Miro atentamente las proyecciones de las cámaras, no son equipos de calidad, veo la habitación en la que nos estamos quedando, los pasillos que tienen cámaras y de más, puedo ver que hay puntos ciegos, es decir, no hay cámaras de vigilancia e incluso se pueden observar algunos hombres en algunos pasillos.
— Lo llevaremos a su suite, majestad, y volveremos en unas horas — habla el hombre casi muerto del lugar en tono burlón — en la próxima ocasión que nos encontremos será nuestra despedida.
— Créeme que ansío el momento — hablo hacia el moreno — todo a su tiempo.
Él solo sonríe confiado.
— Te llevarán a descansar, Sandoval, ahora lo necesitas, te ves muy mal.
Esta vez tampoco digo nada, trato de memorizar cada espacio del lugar mientras que dos hombres se acercan hasta donde estoy, me toman bruscamente por mis brazos para levantarme y prácticamente arrastrar mi cuerpo hacia el lugar que nos asignaron desde que llegamos.
Unos pocos minutos después llegamos a la habitación, estos abren la puerta y me arrastran dentro, mi camisa esta muy sucia y manchada de sangre, mi sangre de los rasguños que tengo y la sangre de la niñita quien después de ser golpeada por el mal nacido casi muerto, la colocaron sobre mi regazo en la camioneta que nos transportaban. De solo recordar eso, mi sangre se vuelve pesada y mi respiración se agita.
Al buscar con la mirada a la chica que inquieta mi estabilidad emocional y que despierta la parte curiosa que no sabía que existía en mi, no puedo evitar sentirme como un idiota al verla echa un ovillo en la pequeña cama que se encuentra en esta asquerosa habitación, por mi maldita culpa se encuentra en medio de este embrollo.
Los idiotas que me trajeron aquí me colocan en la silla sin ningún tipo de cuidado haciendo que un quejido salga de mi garganta para luego salir de aquí dejándonos solos. Ya debe ser tarde y por la visión que tengo a través de las ventanas del lugar puedo asegurar que es casi media noche lo que significa que debo actuar con rapidez.
Visualizo nuevamente el lugar y corroboro que no hayan más cámaras, pues la que hay en la parte superior de una de las esquinas de la habitación es un tanto obsoleta y no tiene micrófonos, es decir, pueden vernos por un par de horas para luego apagarse y reiniciarse durante unos minutos, pero no pueden escucharnos.
Esa es la ventaja que tenemos.
Me pongo de pie y me acerco a la cama lentamente y me acuesto al lado de la niñita con mucho cuidado de no despertarla, miro la cámara y veo que aún esta encendida. Vuelvo mi vista al torbellino endemoniado que tengo a mi lado, miro su rostro y confirmo nuevamente lo hermosa que es. Trago grueso al recordar como se enfrentó a los imbéciles para que no me hicieran daño, nunca nadie me había protegido de esa manera arriesgando su integridad física o en el peor de los casos, su vida, solo mi madre biológica.
Ver la valentía que posee esa fiera hizo que todo esta maraña de curiosidad y cada uno de mis sentidos se inclinaran aún más a su favor, cosa que me hace cabrear, sin embargo, ver la mujer que tengo en frente ahora mismo no solo es la más hermosa que haya visto jamás sino aquella que tiene las agallas suficientes y un poco más para defenderse, defender sus convicciones y defenderme a mí.
Que afortunado eres, Marcelini.
Lo soy, reconozco que lo soy.
Me renuevo un poco en la pequeña cama, las malditas esposas me molestan, el movimiento hace que ella se sobresalte haciendo que se siente de un solo movimiento, la he asustado, me quedo quieto porque la mirada que en estos momentos me da son dagas filosas, trago saliva, porque la niñita del demonio esta cabreada y tal parece que quisiera saltar sobre mi y estrangularme.
No muevas ni un músculo, Marcelini, no lo hagas.
¿Porqué no?
Se ve muy enojada y si no quieres perecer, no lo hagas.
Créeme no lo haré.
Ella no dice nada y solo me observa con el ceño muy fruncido, la observo sin ningún tipo de expresión, se cruza de brazos y aún me mira como si quisiera asesinarme y picarme en pedazos.
Después de unos segundos más que han transcurrido que aún estoy en la misma posición de antes en la cama a medio sentar agregado a la pared, ella aún sigue en silencio y decide ponerse de pie, no quiere verme.
— Espera, Keily — hablo rompiendo el silencio y ella se hace la que no escucha — debemos hablar.
No responde nada, no me mira, me esta ignorando, ¿pero qué se cree?
Es una creída y lo peor es que tiene de qué.
Me acomodo bien en la cama y suelto un suspiro cansado, al parecer las cosas serán un poco más complicadas de lo que pensé. La sigo observando como un desquiciado, toda ella es una obra de arte, esta de espaldas a mi de brazos cruzados y reconozco que me gusta verla cabreada, pero ahora no tengo tiempo para eso, me pongo de pie y me acerco hasta ella y decido volver a hablar:
— No entiendo lo que te sucede, Keily, pero quiero que estés lista porque nos vamos de este lugar en un par de horas.
Ella gira y su mirada se cruza con la mía y lo que puedo observar es un atisbo de ironía en ellos.
— ¿Ah si? — comienza a hablar alargando la i — ¿Ahora si le importa al señor algo más que no sea su cochino dinero?
Ruedo los ojos, ya sabía yo que por ahí venia el asunto, pero no quiero dar explicaciones ahora.
— Solo quiero que estés lista, niñita, a mi señal nos iremos.
Ella levanta una ceja, sigue de brazos cruzados y mueve consecutivamente la pierna derecha, esta cabreada.
— Tú, grandisimo idiota, tarúpido de mierda no me das órdenes. — suelta con voz dura. — Vaya y de órdenes a su novia, la rubia simpática, si es que está se deja.
Me imagino que habla de esta manera porque malinterpretó las cosas con Vanessa el día que estuvo en mi casa.
— Si lo que quieres saber es que si Vanessa es mi novia, puedes estar tranquila, no tengo nada con ella.
— Maldito tarado — Suelta ella con enojo — a mi no me interesa saber nada de ti, aún así eres un maldito mentiroso.
— ¿Celosa, niñita?
Me mira como si me quisiera asesinar. — Ya quisieras, tarúpido ridículo.
Sonrío en mis adentros.
— Soy honesto contigo, no tengo nada con ella.
Me mira y esa mirada filosa perfora cada uno de mis sentidos y la cosa aquella que llaman corazón late con fuerza.
— Pues eso no es lo que dice ella — mantiene sus brazos cruzados y ahora que lo pienso entiendo su actitud, al parecer Vanessa le mintió. — Pero esto realmente no importa, ni siquiera sé porque estamos hablando de esto.
— Es importante, pero no es el momento de hablar de eso, — hablo seriamente hacia ella — esta conversación no ha terminado, seguiremos hablando de este tema en su momento ¿De acuerdo?
— No veo para qué.
Ruedo los ojos ¿Porqué es tan terca?
— Lo importante ahora es salir de aquí, debemos irnos. — hablo.
— No.
— Nos iremos — hablo firme.
— No iré contigo a ningún lado. — me desafía.
— Si irás, si quieres ver a tu madre, tu familia y amigos tienes que salir conmigo de aquí.
Eso definitivamente logra llamar su atención y sus ojos se cristalizan, estoy seguro que cree que a Elena o Cristian están lastimados.
— ¿Qué pasó con Elena y Cristian? — pregunta con cautela y es palpable la preocupación en su voz. — Lo último que recuerdo es un disparo en su dirección, un golpe en mi cabeza y todo volviéndose negro.
Me mira insistentemente, esta esperando una respuesta y cada vez que recuerdo el casi muerto pegarle a Keily me hierbe la sangre y se nublan mis sentidos. Veo como traga saliva y sus ojos de cristalizan y decido responderle:
— Ellos están bien, — suelta un suspiro lento y con la mirada me insiste a que continuar y es hago — cuando Elena salió corriendo, Cristian también lo hizo y logró tirarla al piso para que nada pasara.
— Gracias, gracias, gracias Dios mío.
— La escucho decir aliviada y me da gusto verla más tranquila. — No sabes lo preocupante que fue no saber nada durante todas las horas que hemos estado aquí.
— Lo sé, lamento no haberlo dicho antes, pero estos hijos de puta no nos daban tregua.
Veo como sus defensas suben de nuevo, sigue cabreada y maldigo en mís adentros porque la muy condenada se ve aún más preciosa así, enojada y...
No es el momento Marcelini...
Trato de alejar los pensamientos que surgen en mi interior.
— No te preocupes, da igual. — responde secamente y trago grueso.
— Tenemos que salír se aquí — hablo mirando la única cámara del lugar — no tenemos mucho tiempo.
— ¿Cómo pretende usted salir de aquí? — pregunta y ruedo lo ojos por su actitud, — ¿volando?
— Lamento decepcionarte, niñita, pero no es tan sencillo.
Ahora es ella quien rueda los ojos.
— Ahora si te preocupas por mi y que no me vayan a violar y asesinar ¿Mmmm? — suelta de brazos cruzados, me he dado cuenta que hace eso por que cree que se ve más intimidante. — Eres un maldito idiota.
Suelto un suspiro cansado, esta mujer es tan difícil y como me molesta que siempre quiera llevarme la contraria.
Por eso te gusta, Marcelini...
Cállate.
— ¿Porqué lo dices? — indago aún sabiendo la respuesta.
— Tu sabes porqué, no te hagas el doblemente idiota — habla con firmeza y si no fuera por la situación muchas cosas podría hacer ahora mismo.
Como besarla, por ejemplo.
Pues si.
— No me hagas dudar de tu inteligencia, niñita. — hablo mirándola directamente a esos ojos que me traen hecho mierda.
Abre la boca y la vuelve a cerrar, no encuentra que decir y me da gusto que se haya dado cuenta.
— ¿A qué se refiere el señor sabelotodo?
Estoy consciente de que sabe la respuesta, sin embargo, la complazco volviendo a responderle:
— Solo fue una estrategia, niñita, para que no te hicieran daño. — me mira y un brillo se instala en sus bonitos ojos, pero desvía la mirada, aún está cabreada — si les decía que me importas y que eres alguien cercano te iban a hacer daño y eso de ninguna manera lo permitiría.
Ella no responde nada y solo continuo — Dieron solo un par de horas para volver por nosotros y estoy seguro que en esa oportunidad van a cumplir con lo que prometieron y yo no voy a permitir que nada te suceda.
— ¿Cómo vamos a salir de aquí? — habla ella bajando un poco la guardia.— Por si no te has dado cuenta estamos encerrados, un guardia custodia ahí afuera y por si fuera poco estas lastimado, no creo que sea tan fácil.
— No he dicho que sea fácil, preciosa — hablo y ella rueda los ojos sonrojada — además no estoy tan lastimado, solo son unos rasguños, pero les he hecho creer que si lo estoy.
Abre la boca como una O y entrecierra sus ojos y habla: — ¡¿Eso quiere decir que me has engañado a mi también?!
Mierda.
— No podía decirte — hablo en su dirección — tenia que ser creible.
— ¡Pero te abracé y lloré como tonta porque creí que morirías! ¡creí que estabas mal!
— Si, esa parte me ha encantado. — hablo y ella abre la boca como una O. — por eso a valido la pena y creo que si tu me creíste, ellos también lo hicieron.
— ¡Eres un maldito hijo de perra! — suelta con evidente enojo y trago grueso nuevamente ¿Qué me pasa? — ¡Un tarado y estúpido de mierda! ¡Un grandísimo idiota!
Suelta todo esto moviéndose de aquí y para allá, esta más que cabreada.
— Esa boquita, señorita. — suelto divertido.
— ¿Sabes qué? — habla indignada moviéndose para acá y para allá, de un momento a otro se detiene — vete a la mierda, Sandoval.
Juro que estoy muy mal porque no es posible que esta hija del diablo se vea así de linda cabreada haciendo que todo mi instinto bestial se sienta muy inquieto.
Te veo mal, Marcelini... Je Je, muy mal.
Si, hasta yo me veo mal, pero eso es solo curiosidad por esa maldita mirada inocente que se trae, solo eso.
— Oh vamos, ya te expliqué el porque lo hice. — hablo restando importancia al asunto.
— Solo te dirigiré la palabra porque quiero salir de aquí — habla y sé que ha bajado un poco la guardia. — ¿Cuál es el plan?
Sonrío de lado mientras le invito a sentarse en la cama para explicarle en voz baja todo. Ella asiente y hace sus preguntas de vez en cuando, no me pasa desapercibido que esta muy nerviosa.
Le explico lo de las cámaras, los hombres afuera y lo que debe hacer para salvaguardar su vida.
— Entiendo todo lo que me has dicho.
— ¿Segura?
Ella asiente con la cabeza y la veo tragar saliva.
— Chica inteligente – hablo para tranquilizarla.
— De eso no tengas dudas — suelta con altivez.
— Nunca las he tenido – hablo nuevamente.
— Eso no fue lo que me dijiste anteriormente.
Sonrío.
— Solo dije que no me hicieras dudar de tu inteligencia, niñita, no que dudaba.
Ella aprieta sus labios para no reír.
— Eres un maldito idiota.
— Ya he escuchado eso antes.
Ya solo nos quedan un par de minutos para acabar con esta mierda.
— Ahora necesito que tomes esto que tengo en las manos, se trata de un objeto punzante pequeño, lo extraje de la sala de operaciones, te colocarás detrás de mí y trataras de quitar las malditas esposas que tengo puestas, tienes que hacerlo disimuladamente, la cámara aún está encendida.
— ¿Cómo haré eso? — inquiere sorprendida e incrédula.
— Yo te explico el como lo harás.
Ella se mueve a mi espalda posicionándose con una pierna en cada lado de mi torso, su respiración acaricia mi nuca y trago saliva al sentirla tan cerca, es una posición muy íntima. Siento su respiración pesada, creo que no soy el único con las sensaciones extrañas en mi interior.
Alejo los pensamientos de morbo de mi cabeza, no es el momento para eso. Tomo una respiración profunda y comienzo a explicarle lo que debe hacer para quitarla, ella se concentra en lo que hace tomando en consideración todo lo que le he dicho.
— ¡Si! — la escucho gritar victoriosa. — Lo he logrado.
— Eres una chica con audacia. — hablo con altivez.
— Si, lo soy. —responde con orgullo y me gusta mucho su personalidad. — No tengas dudas de eso, Cielo.
Dijo: cielo.
No me pasa desapercibido el como me ha llamado y la cosa que tengo en el lado izquierdo de mi pecho se acelera con tan solo esa maldita palabra, hago a un lado esos pensamientos.
Al parecer te has convertido en un experto en hacer a un lado tus pensamientos, Marcelini.
Obviando rotundamente lo que ha dicho mi inestable consciencia, comienzo a hablar:
— Bien, niñita, esa cámara de allá — miro con disimulo — se apagará muy pronto y ese será el momento de actuar con rapidez.
Ella escucha con atención lo que le explico y en más o menos treinta segundos, la cámara se apaga.
— Bien, niñita, — hablo en su dirección y ella me mira con una sonrisa divertida — es hora de dar tu mejor actuación.
— ¡Qué empiece la función! — habla ella emocionada y no sé como puede estar así en medio de este lío.
De un momento a otro ella empieza a gritar y tirar todo lo que encuentra en el lugar mientras grita cosas.
— ¡Eres un maldito desgraciado! ¡Perro infeliz! ¿Cómo te atreves? — sigue gritando y vociferando cosas mientras arrastra y golpea el pido con la silla de metal y la verdad me tiene muy sorprendido — ¡Hijo de puta, infeliz!
Ella me da miedo...
A mi también.
Unos segundos transcurren y veo que el plan va funcionando a la perfección, la perilla comienza a emitir un sonido de que esta siendo abierta y eso hace que me coloque en posición, es mi turno de actuar. Cuando el hombre entra a la habitación y mira a una Keily nerviosa y sonriente a la vez se queda pasmado, en eso aprovecho y le doy un buen golpe en la cabeza que hace al hombre caer en el piso.
Miro a la mujer que esta conmigo y ella me mira sorprendida, inmediatamente salgo de mi trance y tomo unas cuerdas que estaban acá para sujetar al individuo, queda un poco más de esta cuerda y la llevo conmigo, la necesitaré, hecho esto, reviso los bolsillos y tomo su celular, marco el número de Cristian y este al segundo tono responde:
— Dime que eres tu, cabrón de mierda.— Es lo primero que dice.
— Si, no tenemos mucho tiempo — hablo mientras me cercioro que no haya más vigilancia. — los necesito en menos de veinte minutos, Cristian.
— ¿Pero estan bien? — pregunta preocupado y juro que escucho la pelirroja hablar de trasfondo.
— Si, lo estamos, solo date prisa.
— Ya vamos.
Terminamos la llamada y procedo a enviar la ubicación a Cristian de donde estamos, tomo la mano del torbellino de mujer y comienzo a dirigirnos hacia la salida. Con mucho cuidado observo que el gran pasillo oscuro, iluminado solo por la luz de la luna que filtra por las ventanas, que tenemos por delante esté libre y al estarlo comienzo a moverme con rapidez con la mano de ella entrelazada a la mía, aún en estas circunstancias siendo el maldito cosquilleo en mi interior.
— Estoy muy asustada — la escucho susurrar y me detengo un poco para calmarla, la miro — estos tipos están preparados y saben lo que hacen.
Miro sus ojos a través de la poca iluminación que tenemos en estos momentos, están tan hermosas como siempre y entiendo sus miedos. Le tomo el rostro acunandolo con ambas manos y procedo a hablar:
— ¿Confías en mi? — indago mirándola a los ojos.
— No — responde con firmeza, sonrío y ella hace lo mismo, porque sabía que diría eso.
— Sé que lo haces — hablo sinceramente — prometo sacarte de aquí.
— Sé que lo harás — responde y sonrío.
— Eso quiere decir que si Confías en mi — hablo arrogante.
—No, no lo hago, — habla ella perforando mis ojos causando estragos en mi — solo eres un creído.
Sonrío.
— Vamos, terminemos con esto. — hablo en su dirección y ella asiente, ya no tengo mis manos en su rostro. — No te separes de mi.
— Aún sigo molesta — suelta y Sonrío.
— Sé que lo estás — hablo mirando a los lados, estoy vigilante — tendremos nuestro momento de reconciliación.
— Eres un engreído, tarado , estúpido e idiota.
Sonrío.
— Ya vamos aumentando el número de insultos. — hablo mirando hacia el largo pasillo — ahora debemos irnos.
No dice nada, algo raro en ella.
Volvemos a entrelazar nuestras manos y comenzamos a dirigirnos hacia lo que creo es la salida. Al doblar por el pasillo número cuatro nos encontramos con dos tipos más, ellos se sorprenden al vernos y antes que nada me enfrento a los dos gorilas mientras que Keily espera en una esquina. Me encargo fácilmente, puesto que mi entrenamiento militar fue arduo, duro y eficaz.
Reparto uno que otros puñetazos a los guardias hasta que lo amarramos y entramos a un cuarto cualquiera de todos los que hay en el lugar. Tomo a la niñita de la mano y procedo a continuar con todo esto.
— Quedan alrededor de cinco hombres más — mascullo para ella mientras cruzamos de un pasillo a otro, nunca me suelta de la mano, ni yo a ella — las camaras aún están apagadas, solo nos quedan diez minutos de ventaja.
— ¿Cómo diablos sabes tanto de esto? — indaga curiosa. — te defiendes muy bien.
— Larga historia, niñita, larga historia.
— ¿Me la contarás?
— Ya veremos.
No la he visto porque tengo mi vista al frente, pero juraría que ha rodado los ojos y esta contando hasta cien para no golpearme.
— Vete a la mierda, Sandoval. — la escucho susurrar y sonrío.
— ¿No tienes otro lugar donde mandarme?
— Créeme tengo muchos, grandisimo idiota.
Sonrío en mis adentros y cuando estoy a punto de responder dos hombres más aparecen en nuestro campo de visión.
— Espera aquí, preciosa, ahora vuelvo. — hablo hacia ella.
— Ten mucho cuidado — veo preocupación en su mirada.
— No te preocupes, soy el mejor en esto. — ella rueda los ojos y se cruza de brazos, ahí va de nuevo, ha levantado sus defensas.
— Maldito ego que se carga este idiota. — la escucho susurrar y me divierte.
Guiño un ojo en su dirección, doy media vuelta y camino hacia donde se encuentran los imbéciles, al verme se sorprenden y lo primero que hacen es sacar sus armas, disparan, pero no logran dar en el blanco, maldigo porque eso alertará a los demás hijos de puta.
Logro desarmar a uno de ellos, lo golpeo en su estómago y rostro mientras que el otro viene hacia mi y también logro controlar la situación, a pesar de que ambos quieren golpearme en conjunto, no me dejo, no son muy buenos en defensa o yo soy el mejor en esto. En eso cuando pienso dar la vuelta para ir por la niñita, escucho el rechistar de un gatillo en mi cabeza, mierda y recontramierda, no me muevo porque quien sea que esta detrás de mí puede disparar en cualquier momento y no pienso dejar Keily sola en esta maldita mierda.
— Se le acabó el juego al hombre de las grandes pelotas — habla el cerdo que me apunta con el arma.
Cuando estoy a punto de girarme para defenderme y poner control a la situación, la escucho:
— Y al de las pelotas y pene pequeños también.
Inmediatamente un golpe en seco se escucha y al girarme veo sorprendido a la pelinegra con un trozo de madera en sus manos, ha golpeado al hombre que me tenía amenazado haciendo que este caiga de rodillas en el piso sosteniendo su cabeza.
— Hija de pura, ya verás — habla el hombre y le doy una patada en el hocico que tiene dejándolo inmóvil.
Ambos procedemos a amarrarlos con el cinturón que portaban sus pantalones, ya que la cuerda se había terminado y los encerramos en silencio.
— Veo que eres muy buena golpeando. — hablo frente a ella mientras termino de amarrar a los idiotas.
— ¿Qué puedo decir? — suelta ella egocéntricamente pasando de mi lado sin mirarme — soy la mejor en esto.
Una carcajada silenciosa sale de mi, esta nena me sorprende cada día más. Camino hacia ella y procedemos a salir de la habitación en donde dejamos a los imbéciles atados. Vamos por los distintos pasillos y en el transcurso hemos eliminado a dos más, al parecer eran más de ocho. Ya las cámaras están encendidas y los de control deben haberse dado cuenta del desmadre.
De un momento a otro, con mucho cuidado y con nuestras manos entrelazadas estamos a punto de cruzar por una de las salidas de este lugar cuando escuchamos a uno de los hijos de perra hablar.
— No creo que sea buena idea, Sandoval — habla el moreno casi muerto e inmediatamente llevo a Keily detrás de mí, la veo tragar grueso, esta asustada y me hierbe la sangre — no puedes irte sin antes cumplir con lo prometido.
Veo al Canelo apuntar y acercarse en nuestra dirección con una metralleta, el moreno también hace lo mismo, solo que este no tiene un arma.
— Me sorprenden tus habilidades de combate, Sandoval — habla el Canelo por primera vez — me gustaría que hicieras algunas demostraciones públicas, solo contando con la presencia de ellos dos — se refiere al casi muerto y a la niñita.
— Cuando gustes — hablo mirándolo directamente a los ojos, nos desafiamos como dos hombres defendiendo sus convicciones, el me sonríe y yo no le muestro nada, ningún tipo de expresión se refleja en mi rostro.
— Me agradas, Sandoval — habla nuevamente y mira detrás de mí en donde está Keily — Bella, necesito que te apartes.
¿Porqué demonios le dice "Bella"?
Lo voy a dejar tieso, lo juro.
Uy... ¿Celoso?
No sé lo que es eso.
Te lo presentaré, es lo que sientes en este momento.
Ya Cállate.
Obviando la que no debería ser mi consciencia, siento como Keily afianza más su agarre y se acerca mucho más a mí.
— Verás, lindura, — ahora es el moreno casi muerto que habla — si no te apartas mataré a tu amiguito y luego tú y yo nos iremos a pasarla bien.
Ella está asustada y al ver que los imbéciles están hablando en serio trata de soltarse y yo me resisto a perder el contacto que mantengo al tener su mano dentro de la mía.
— Una pelea de cuerpo a cuerpo — continua el maldito moreno, no tengo alternativa, no quiero poner nuestras vidas en riesgo — toma a la chica y ponla en en ese lugar. — habla en dirección al Canelo mientras que este último me sigue apuntando — hazlo ya, no tenemos mucho tiempo para juegos.
— Nadie pone sus asquerosa manos sobre ella — gruño para los dos, estoy cabreado y cansado de esta situación — porque les juro que lo lamentarán.
Ambos sonrie.
— Al parecer nos has mentido, Sandoval, la chica si es importante para ti. — habla el Canelo. — Esto se pone cada vez más interesante.
— Lastima — habla sarcásticamente el moreno — dentro de mis planes esta follarla hasta quedar satisfecho.
Es penoso que se busque la muerte por decir cosas como esas. Juro por Dios que este cabrón se va a arrepentir por cada una de las estupideces que han salido de su asquerosa boca.
— Marcelo — la escucho hablar en un susurro — si no hacemos lo que piden te van a lastimar y no quiero eso.
— Tranquila, todo va a estar bien, lo prometo.
— Lo sé, simplemente acabemos con esto. — se suelta de mi agarre y la miro, sus ojos desprenden esa estupida inocencia que me cautiva, esa mirada me dice a toda voz que confía en mí, le doy asentimiento con la cabeza indicándole que he captado. — estaré bien.
Veo como Keily aguarda en una de las esquinas del lugar y veo como el Canelo se le acerca, este aun sigue con la metralleta apuntando directamente hacia mi. Cuando ya esta con ella, aprieto fuertemente mis puños y mi mandíbula, estoy cabreado.
El moreno se acerca a mí de forma amenazante y ni me inmuto, no le temo a nadie y mucho menos a los bufones como él.
— Las cosas estarán así — habla el imbécil casi muerto — primero te golpearé, luego harás la maldita transferencia de los millones que te exigimos y por ultimo, me quedaré con ella, me la voy a goz...
Sus palabras de mierda quedan a medio camino puesto que lo golpeo en su rostro haciendo que su nariz sangre y trata de defenderse, pero no lo dejo, doy golpes consecutivamente en su rostro y estómago, él por su parte tira un golpe hacia mi y logra golpearme, admito que fue un buen golpe en mi estómago, sin embargo, eso no me detiene, lo golpeo una y otra vez con deseo de matarlo.
— Veo que eres bueno en esto, — habla el desgraciado entre jadeos, esta sangrando por diferentes partes de su rostro. — pero esto es solo el comienzo.
— Eso puedo verlo, parásito de mierda — hablo con ironía — vas a arrepentirte de haberle puesto un dedo encima a ella.
— De eso se trata — habla con ironía y una sonrisa que me sabe a despedida — la quieres para ti.
Sonrío de la misma manera.
— No la quiero para mi. — mascullo con firmeza para que solo el idiota pueda escucharme y una convicción que me asusta mientras lo sostengo de su cuello — ella es mi mujer, grandisimo imbécil. — sonrío para mí mismo — aunque eso ella no lo sabe.
¿Desde cuándo, Marcelini, no estaba enterada?
Deja pasar una ¿Quieres?
No.
Con esas palabras comienzo a golpearlo nuevamente, ambos estamos en el suelo, yo encima de él, doy golpes consecutivamente en su boca bufona, estaba harto de escuchar sus estupideces. De un momento a otro, saca un cuchillo de sus botas y lo entierra en mi hombro, me duele como el infierno, sin embargo, saco este de mi hombro con rapidez ignorando cualquier rastro de dolor y lo entierro primero en su mano izquierda, logrando que salga de su garganta un grito aterrador.
Su mano sangra bastante, sin embargo, vuelvo a repetir la acción en ella, entierro la nabaja una y otra vez en su mano, repito lo mismo con su mano derecha, ambas manos están hechas un asco, he destrozado bastante esa parte de su cuerpo, no me arrepiento y se que no lo haré.
Sus gritos son aterradores, pero no me importa.
— No te asesino aquí mismo porque no suelo hacer esa mierda, sin embargo, vuelves a poner un solo dedo sobre esa mujer que ves allá — hablo con la mandíbula bien apretada, estoy sudado, las manos llena de sangre y lo peor bien cabreado, aprieto su mandíbula con una de mis manos obligándolo a mirar hacia donde esta la niñita — te juro que serás mi experimento, serás el muerto número uno en la lista de Marcelo Sandoval.
El Canelo se acerca con rapidez hacia donde estoy y de un momento a otro tomo el mismo cuchillo y lo lanzó en su dirección impactando en su hombro derecho haciendo que la metralleta caiga al piso, corro a toda velocidad y lo golpeo y él hace lo mismo, me da unos buenos puñetazos logrando darme en el rostro dos veces, logro inmovilizarlo con un golpe en la nuca haciendo que caiga al suelo de manera estrepitosa.
Se ha acabado.
Estoy respirando rápidamente y mi corazón late fuerte, miro al hombre en el piso, estoy de pie delante de él. Levanto mi mirada hacia donde se encuentra la pelinegra y la veo inmóvil con los ojos muy abiertos mirando hacia donde estoy, esta sorprendida y asustada al mismo tiempo. No digo nada y solo sigo mirándola, ella me observa y lentamente comienza a caminar hacia mi, veo como a medida va avanzando camina mucho más rápido, cuando la tengo en frente me abraza, trago grueso y correspondo inmediatamente rodeado su cintura con uno de mis brazos y levantó el otro para acariciar su largo cabello mientras doy uno que otro beso en su cabeza, siento un alivio gratificante al saber que se encuentra bien y que nada le ha pasado. Siento como la cosa que esta en el lado izquierdo de mi pecho late con fuerza al saber que este torbellino endemoniado esta tan cerca de el.
Después de unos minutos, nos separamos lentamente y puedo ver como ella me escanea con la mirada.
— Estas herido — habla preocupada al ver la herida de mi hombro — déjame ver eso.
— No es nada, no te preocupes.
No responde y empieza a quitar mi sucia camisa dejándome en una franela blanca que también se encuentra manchada de sangre, traga grueso, sin embargo, mira minuciosamente la herida.
— No es profunda, pero necesita atención para que no se vaya a infectar y agravar la herida.
Habla esto y comienza a revisar todo, buscando no se que. Miro a los dos bastardos, el casi muerto aun se queja y el otro está noqueado, pero sé perfectamente que el imbécil que está consciente no podrá moverse, esta muy lastimado.
— Esto servirá — la escucho decir y giro hacia ella y veo trae un pequeño frasco en una de sus manos. — Es alcohol y voy a ponerlo en la herida.
Asiento sin más, cuando se acerca hacia mi me toma de la mano y me sienta en un pequeño banco que se encuentra en el lugar y ella queda de pie, la miro a la cara y se encuentra muy concentrada en lo que hace, moja un poco mi herida con el alcohol y repite la acción dos veces más.
Se ve tan preciosa.
— Listo. — habla en mi dirección y no me mira — creo que servirá por ahora.
— Gracias — hablo en su dirección — ya Cristian debe estar por llegar con la policía y el FBI.
— Espero que lo hagan pronto — habla ella aún sin mirarme — quiero ir a casa.
— Ya falta menos para eso — expreso con sinceridad — y lamento mucho haberte involucrado en esto, no sabía que estos hijos de perra actuarían en ese momento.
— ¿Sabías que esto iba a pasar? — indaga con sorpresa.
— Solo sabía que me estaban siguiendo, estaban muy atentos a mis movimientos e incluso puse al tanto a las autoridades y nos pusimos de acuerdo porque a ellos les interesaba atrapar a esta banda de estafadores, me comprometí a ayudarlos, sin embargo, no sabia que iban a actuar cuando tenía personas a mi alrededor, no contamos que utilizarían a alguien para chantaje.
— Pero te has puesto en riesgo al aceptar algo como eso, Marcelo — me reprende y me parece imposible que en una chica de veintiún años haya tanta madurez — te mereces una paliza por eso. — habla cabreada, se cruza de brazos y frunce el ceño — además no tienes que disculparte, no fue tu culpa sino de estos hijos de su mala madre, no tengo nada que disculparte.
— Por mi culpa estas...
— Ya déjalo ¿si? — habla indignada y ruedo mis ojos, esta niñita me sacará canas antes de tiempo — te dije que no hay nada que disculpar.
Sonrío.
— Esta bien, esta bien — cedo al fin.
Después de unos minutos de escuchan vehículos llegar y me levanto del lugar en donde estaba, ella se aproxima más a mí y tomo a la mujer aquí presente de la mano para ir a la salida. Una vez fuera veo a los del FBI en posición de ataque.
— Son unos ineptos — suelta la pelinegra indignada — llegan cuando todo está resuelto.
— Lo importante es que vamos a casa, — hablo y ella me mira con una sonrisa — necesitamos descansar llevamos alrededor de dieciocho horas en esto.
Veo como los agentes se acercan a nosotros al igual Cristian y Elena, una vez junto a nosotros suelto a Keily quien se funde en un abrazo con su amiga quien la mira de arriba a abajo para contactar que está entera. Cristian, por su parte, me mira e insulta una y otra vez, pero treinta segundos después me da un abrazo de hermanos, mi hermano.
Unos minutos después explico a los agentes que todos los integrantes de la banda de estafadores están dentro del lugar y les informo en donde se encuentran cada uno y cuantos son. Veo como Elena camina con la niñita hacia la ambulancia para fines de revisión, puesto que recibió un golpe en la cabeza, pero creo que se encuentra bien, su cabreo y su actitud lo han demostrado.
De eso no hay duda...
Cristian nos guía hacia la otra ambulancia que de encuentra justo al lado de donde está la pelinegra, me revisan y curan mi hombro lastimado, los paramédicos hacen sus preguntas que contesto sin retirar mi vista de donde ella se encuentra, no puedo dejar de mirarla, ella está siendo curada y ríe de algo que su amiga le dice.
— Ella va a estar bien, Marcelo, ya Suéltala, deja de mirarla que la vas a gastar. — habla Cristián en mi dirección haciendo que salga de mis pensamientos — ¿tú te encuentras bien?
— Si, lo estoy — me limito a responder — solo quiero irme a casa a descansar.
— Los llevaremos a casa — habla el castaño.
— Gracias, hermano, por todo.
— No tienes nada que agradecer — suelta mientras me da una palmada en mi hombro sano — para eso somos los hermanos.
— ¿Hiciste lo que te pedí? — pregunto y el asiente.
— Si, lo hice, todos piensan que estas de viaje y cómo Keily salió envuelta en esto, Elena consiguió una licencia médica por incapacidad temporal, nadie sabrá de esto.
— ¿Y la prensa? — indago, no quiero cabos sueltos.
— El FBI se encargó de eso puesto que fueron unas de las condiciones que pusiste para ayudarlos.
— Bien.
— Solo te digo que si vuelves a cometer una maldita estupidez como esta voy a golpearte hasta el cansancio — habla Cristián y sonrío, tardaba en ponerse intenso — me sacaste casi la mierda al ver como te subían a la camioneta y nunca hiciste nada, cabrón de mierda, en eso no fue que quedamos.
— No, pero ella estaba de por medio — hablo seriamente hacia él mirándolo a los ojos, él sabe a quien me refiero — y no iba a ponerla en riesgo.
— Te entiendo, hermano.
Después que terminan de revisarme, me levanto y camino hacia donde se encuentran las dos mujeres, Keily y Elena, la pelirroja está de pie delante de la pelinegra quien está sentada dentro de la abundancia con un paramédico a su lado.
— ¿Cómo está? — pregunto en dirección al paramédico.
— Está todo bien, señor — responde este.
Asiento con un movimiento de cabeza y dirijo mi mirada hacia la pelinegra y encuentro sus impactantes ojos avellanas mirándome con atención, trago grueso sin querer hacerlo, luego la escucho hablar:
— Muchas gracias por todo, Marcelo, — un atisbo de sonrisa aparece en mis labios y ella corresponde, pero inmediatamente se cruza de brazos y frunce su ceño — aún estoy enojada, eres un maldito idiota, no te perdonaré que me hayas hecho abrazarte y llorar en tu pecho siendo todo una mentira.
Habla y nuevamente esta cabreada, ruedo los ojos, esta mujer me esta sacando canas verdes.
— Ya te dije que era es- tra- te- gia, niñita. — hablo y silabeo hacia ella tratando de no fulminarla con la mirada, Elena nos mira divertido, sigo hablando mientras que levanto mis hombros restando importancia — fue para probar si estaba funcionando el teatro.
Me mira y por un momento creo que saltará sobre mí y me estrangulará.
— ¿Sabes qué? — habla indignada y muy molesta mientras se pone de pie y sale de la ambulancia con sus brazos cruzados — Vete a la mierda, Marcelo Sandoval.
Con eso se da media vuelta y comienza a caminar para luego detenerse y hablar con un agente, estoy maravillado con los cambios de humor de esta mujer.
— Me alegra que te encierres bien, bombón — habla Elena y esta se encuentra mirando a la hija del demonio y luego su mirada se cruza con la mía — te agradezco por cuidarla, ella me ha dicho que esta bien gracias a ti.
— Pues creí que no lo entendía — hablo viendo al torbellino.
— Si lo hace, fortachón — palmea suavemente mi brazo y da un beso en mis mejillas — hasta luego, bombón andante.
Sonrío mientras la veo dar media vuelta para ir junto a la pelinegra, ambas se dirigen al coche de Cristian, me agrada la pelirroja, es una buena chica.
Doy media vuelta y veo a mi amigo con el ceño fruncido y dándome una mirada fulminante.
— ¿Qué? – cuestiono.
— Nada.
— ¿Celoso?
— Vete a la mierda, cabrón.
Sonrío.
— Al parecer todo el mundo me mandará a la mierda el día de hoy.
Cristian sonríe y habla — te lo mereces.
— Tengo que ir con el agente — hablo cambiando de tema — tengo que dar mi declaración se los hechos.
Asiente mientras que vemos como pasa por nuestro lado dos camillas con los dos últimos hijos de putas que golpeé, uno de ellos sigue inconsciente y el Moreno aún lloriquea por sus manos.
— ¿Qué le pasó a ese? — cuestiona Cristian sorprendido — Se ve mal.
— Solo puso las manos donde no debía — hablo restando importancia al asunto y Cristian me mira con los ojos entrecerrados. — recibió su merecido.
— ¿Me contarás?
— Lo haré luego — suelta un suspiro cansado, porque sé que no descansará hasta que le cuente todo con pelos y señales. — Ahora debo irme.
— Yo también debo hacerlo, iré a llevar a Keily a casa, Elena se quedará con ella — habla Cristián y continua — el agente le permitió ir a descansar y luego tomará su declaración.
Asiento con un movimiento de cabeza mientras la busco con la mirada y no la veo, ya esta dentro del coche.
— Muy bien —hablo y el asiente — nos vemos más tarde.
— Bien.
Me dirijo hacia donde se encuentra el agente para terminar con esto de una buena vez.
No me da gusto la idea de que Keily Andersson haya pasado por esta situación, sin embargo, eso me permitió ver un poco más de ella y debo de admitir que cada vez que paso un poco de tiempo con ella logra incendiar un poco más la llama de mi curiosidad por ella.
Curiosidad, si, curiosidad, así se le llama ahora.
Ya cállate.
Bien, no quiero discutir, vete a la mierda, Sandoval.
Ruego los ojos y sonrío, hasta mi conciencia me manda a la mierda hoy.
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♡♡ NOTA DE LA AUTORA ♡♡
Capitulo nuevo.
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Muchas gracias por estar aquí.
Las amo, mis nenas. 💕
Marcelo 👇
Keily 👇👇
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