Capítulo 26 ☆




Keily

Trato de abrir mis ojos lentamente y un dolor azota la parte trasera de mi cabeza haciendo que lleve mis manos allí al tiempo que me quejo debido al dolor. Cuando logro abrir mis ojos veo de forma borrosa, no puedo distinguir nada con claridad,  trato de moverme y puedo decir que tenia mucho tiempo sin sentir tanta pesadez en mi cuerpo, me encuentro en algo blando, al parecer me encuentro en una cama.

Vuelvo a cerrar mis ojos y los aprieto fuertemente agudizando drasticamente mi dolor de cabeza. Apoyo mis manos en contra de lo que creo que es el colchón y me levanto, abro mis ojos lentamente y al fin puedo ver con claridad, estoy en una habitación de lo que parece ser un almacén o algo así, tiene grandes Ventanas en la parte superior, todo es tan gris.

Trago grueso, no se donde estoy y trato de recordar el último episodio, al hacerlo, mi corazón se hunde en mi pecho al recordar todo, los golpes hacia Marcelo y el disparo que lanzaron hacia Elena.  Un grito ahogado y doloroso sale de mi garganta ¿Qué fue lo que pasó?

Escaneo el lugar con mucho cuidado, tengo miedo, trago saliva y me pongo de pie rápidamente sintiendo un pequeño mareo instantáneo, mi corazón se acelera al verlo ahí, atado en una silla de pies y manos,  esta inconsciente, me paralizo, no tengo las fuerzas y acercarme a verificar que este bien.

Mis ojos se cristalizan al tiempo que un dolor en mi pecho se hace presente, no puedo detenerme, no ahora que Marcelo me necesita, camino lentamente hacia él mientras que lágrimas y sollozos salen de mi. Me coloco en cuclillas delante de él y al tocar su rostro me doy cuenta que si respira, pausadamente, pero lo hace.

En estos momentos no me importa nada, lo único que quiero es que Elena, Cristian y Marcelo se encuentren bien. Toco su rostro nuevamente, él continúa con sus ojos cerrados y con parte de su rostro ensangrentado. Lagrimas bajan por mis mejillas al tiempo que toco su rostro y su brazos buscando más heridas.

— Marcelo, — sollozos salen de mi, mi voz sale rasposa — despierta, por favor.

No hay respuesta, miro a mi alrededor y solo esta una pequeña cama en donde me encontraba anteriormente, una mesa y la silla en la cual se encuentra el hombre aquí. Me pongo de pie y me dirijo a la única puerta que esta aquí y trato de abrirla, sin embargo, esta no cede, así que dejo de intentarlo. 

Vuelvo al lugar de antes,  me pongo de cuclillas y toco al rubio nuevamente y lágrimas vuelven a salir de mis ojos al  mirarlo tan golpeado, tan débil cuando siempre lo he visto tan fuerte, me siento sola e inútil, no sé qué hacer para ayudar, ni siquiera sé la razón por la que estamos aquí.

Comienzo a desatar los pies de Marcelo para luego continuar con sus brazos y lo escucho quejarse, debe estar adolorido, al tiempo que hago esto no dejo de llorar, sostengo su cuerpo con dificultad para que no se me vaya a caer y juro que no sé qué hacer.

Pienso en Elena y Cristian, no podría superarlo si a uno de ellos le pasa algo, en medio de mi desesperación y aún en cuclillas sosteniendo a Marcelo, lo abrazo fuerte, lo abrazo como si mi vida y la de él dependiese de ello, lloro como una loca mientras grandes sollozos salen de mi.

— No te atrevas a dejarme sola en este lugar — sollozo en su cuello mientras lo abrazo — no te atrevas a dejarme sola porque sino nunca te lo perdonaré ¿me escuchaste?

De pronto unos brazos rodean mi cintura elevándome un poco y atrayendome hacia él, sé que es él.

— Nunca te dejaría sola, niñita — masculla en voz baja y una ola de alivio me golpea haciendo que me aferre más a él, aun sigo con mi rostro enterrado en su cuello. — nunca haría eso.

No digo nada, solo me limito a llorar y el pasa sus  manos por mi alborotado cabello, nunca en mi vida había querido escuchar a alguien tanto como ahora.

Me separo lentamente de él y me suelta poco a poco a regañadientes y lo miro, paso mi mirada por cada rincón de su rostro y su cuerpo buscando algo que me diga que esta muy mal o que esta a punto de morir, así como en las películas y series, pero no veo daños graves en él.

— Estoy bien — masculla en tono cansado, aun con los ojos cerrados. — Dime que tu lo estas, por favor.

Suena suplicante.

— Lo estoy — suelto con rapidez tragando en seco y esta vez tengo mi boca seca, tengo mucha sed. — No te preocupes, estoy bien.

Levanta la mirada lentamente, sus ojos tan azules y hermosos como el cielo y los míos coinciden por primera vez en este lugar y puedo ver que tiene la misma mirada feroz de siempre, una sonrisa perversa se pinta en sus labios.

— Es lo mejor que he escuchado en mucho tiempo. — masculla en voz baja, mi corazón se acelera queriendo abandonar su lugar en mi pecho, sin embargo, aunque su tono es bajo puedo escucharlo perfectamente. — me da gusto escuchar  eso.

— Tu no te vez muy bien, Marcelo — hablo mirando a nuestro alrededor — tenemos que encontrar la manera de salir de aquí.

— Lo haremos — suelta  seguro de si mismo ¿Porqué habla tan bajo si estamos solos? — te sacaré de aquí, lo prometo.

Sonrío.

De pronto, se empieza a escuchar ruido del otro lado de la puerta, introducen lo que parece una llave en la perilla y después de unos segundos más se abre lentamente, me levanto rápidamente de donde estaba, aún estaba en cuclillas, me coloco como escudo delante del rubio y en guardia en contra de quien sea que vaya a entrar, estoy con el corazón latiendo a todo galope.

Estoy a la expectativa de quien entrará y cuando por fin puedo verlos son dos hombres con un uniforme negro y con armas largas, al parecer son los mismos  que nos atacaron solo que ahora están sin las capuchas que cubrían sus rostros.

El primer hombre que entra al lugar, es alto, de piel morena, ojos castaños y de contextura fuerte. Entra al lugar con un porte arrogante y una estupida sonrisa ladeada en su rostro. El segundo hombre, es alto, pelo castaño y alborotado, piel blanca, su semblante es serio y su porte es impecable.

— Hola lindura — habla el primer hombre,  el moreno — veo que ya despertaste.

Veo como me mira con lascivia y trago grueso, el rubio quien se encuentra detrás de mí se mueve un poco y masculla entre dientes que me quede tranquila, tan bajo que solo yo pueda escucharlo.

— Veo que eres  el mismo mierda que me golpeo en la cabeza.

Su sonrisa se acrecienta y mira directamente a mis ojos.

— Daños colaterales, lindura, lo lamento.

Este da un paso hacia donde me encuentro y retrocedo por inercia.

— No tengas miedo, solo vengo por Sandoval él y yo tenemos una charla pendiente.

— No te atrevas a tocarlo, grandisimo imbécil o te juro que lo vas a lamentar.

Se acerca lentamente y cuando esta lo suficiente cerca lo detengo en seco con mi puño en su nariz, me quejo del dolor que dejó en mi mano, pero eso no lo detiene  y trata de acercarse al rubio nuevamente, no permitiré que le hagan daño.

De un momento a otro salto encima del idiota y empiezo a golpearlo con todo lo que puedo, arañando y golpeando con todas mis fuerzas.

— Cálmate fiera. — grita el afectado logrando inmovilizarme. — o te golpearé de nuevo.

— Suéltala ahora — masculla Marcelo con los dientes apretados y mirando hacia el estúpido con el ceño fruncido.

Su mirada es infernal.

— Es hora de que dejes el juegos — habla el otro hombre que no había pronunciado una sola palabra — no golpearas a la chica porque no lo permitiré.

— Ya te prendaste de ella, Canelo, — suelta el moreno en dirección al castaño — no es difícil caer ante esta lindura.

Estoy de frente al rubio y este aprieta los puños en su lugar, esta controlandose, hay algo que lo detiene y es mejor así, no quiero que lo lastimen, bastante tengo con no saber de Elena y Cristian, mi corazón se hunde en mi pecho cada vez que pienso en eso, solo pido a Dios que se encuentren bien, si algo les pasa me volvería loca.

— No seas cabrón — vuelve a hablar el castaño — solo no la lastimes.

— No se porqué te preocupas tanto, puesto que de todos modos morirá.

Trago grueso ante tal afirmación y Marcelo me dice con la mirada que me tranquilice.

— Vamos a lo que vinimos — habla el castaño — Sandoval ¿sabes porqué estás aquí?

El rubio niega con la cabeza mirando fijamente al castaño.

— Bien, te explico — vuelve a hablar el hombre castaño — estas aquí porque por voluntad propia harás una transacción millonaria a unas cuantas cuentas bancarias que te facilitaremos.

Con que de eso de trata son estafadores que se encargan de manipular a familias millonarias para que le depositen dinero en cuentas bancarias fantasmas que se mueven rápidamente para no ser detectados.

— ¿Y que te hace pensar que haré eso? — cuestiona el rubio indiferente — sé de lo que trata todo esto.

— Mucho mejor para nosotros — habla el moreno — vamos hacer esto sin tantos rodeos.

— Lobo, rayo — grita el castaño hacia dos de sus hombres.— lleven a Sandoval a la sala de operaciones.

Dos hombres entran al lugar tomando bruscamente a Marcelo.

— Y tú, trae a la chica — suelta el castaño — la necesitaremos.

El morenaje que me tiene cautiva me sostiene de un brazo, rodea mi cintura mascullando en mi oido:

— Te quedas tranquila ¿me escuchaste? Si intentas algo ni el Canelo te salvará, lindura.

— Y si me sigues tocando de esa manera, te prometo que al amanecer quedarás castrado, es una promesa.

— Vale la pena el intento, lindura.

Marcelo lo mira y si las miradas desaparecieran personas este que me sostiene ya no existiría, trago grueso al ver como sacan al rubio de aquí y en  seguida me llevan detrás, camino aún siendo sostenida por el idiota del moreno.

Nos llevan por un pasillo igual de oscuro y siniestro como la habitación en donde estábamos y al igual que esta tiene ventanas en la parte superior, son tan pequeñas que un niño de cinco años no podría caber por ahi.

Estoy a la expectativa analizando todo el lugar y creo que no soy la única porque Marcelo esta haciendo lo mismo, pero es más cuidadoso que yo.

Después de caminar por el largo pasillo y de girar más de dos veces de izquierda y derecha llegamos a una de las tantas habitaciones que tiene el lugar. El castaño quien iba adelante gira la perilla y las personas que sostienen Marcelo entran con él seguido de nosotros y veo como sientan al rubio bruscamente en una silla y le colocan unas esposas en sus muñecas, este ni se inmuta.

Ruego porque salgamos de todo esto, tengo un maldito nudo en mi garganta, solo quiero llorar y trato de no pensar en mis amigos y los disparos que escuché al tiempo que golpeaban mi cabeza.

Todo va a estar bien, ellos están bien.

Estamos en una habitación que está totalmente equipada con equipos tecnológicos por doquier y hay dos tipos más manipulando ágilmente los aparatos.

— ¿Está todo listo? — pregunta el moreno que me sostiene en dirección a los hombres que controlan las computadoras — No queremos retrasos.

— Ya esta todo listo, señor. — responde uno de ellos.

— Bien, entonces que comience la función.

— Verás, Sandoval. — habla el castaño dando vueltas por de un lado a otro con las manos hacia atrás, parece militar — esto es sencillo, solo nos autorizas la transacción por unos buenos millones de dólares.

— No haré ni una mierda — suelta el rubio. — ¿no lo entendiste la primera vez?

El castaño por primera vez se nota enojado y eso no me agrada para nada.

— Si, lo harás, Sandoval, si lo harás.

Marcelo, no dice nada, ambos se miran y tienen esa mirada retadora que asusta y que deja entre dicho que esto podría terminar muy mal para cualquiera de los dos y para nadie es un secreto que nosotros, es decir, Marcelo y yo, llevamos la de perder.

— Ves a la lindura aquí presente — habla el moreno burlón pasando sus sucias manos por mi rostro — esta aquí para ayudarnos un poco.

¿Qué? ¿Yo? ¿En que podría yo ayudar si solo soy una pobre mortal que aún vive porque no la quieren en el paraíso?

Y mucho menos en el infierno.

Marcelo mantiene su rostro inexpresivo y trago grueso al verlo con una mirada que puede congelar el mismo infierno si así lo deseara.

— Si no quieres cooperar con la noble causa de hacer ese pequeño deposito a nuestras cuentas entonces — habla el moreno con desdén — haré lo que tanto he deseado y lo disfrutaré.

— Y esta vez no lo pienso detener — habla el castaño. — harás eso que me platicaste.

— ¿A qué te refieres, maldito psicópata?   — hablo atemorizada.

— Sssssss lindura — habla el moreno en mi oído mientras deposita un beso en mi mejilla— te voy a explicar con mucho gusto. Si este idiota de aquí — señala a Marcelo y este lo mira con indiferencia — no hace la transferencia de lugar en quince horas, cada ser humano masculino que está aquí y en total somos ocho, hará lo siguiente — hace una pausa y mira al rubio quien mantiene su semblante serio, — te quitaremos la ropa y saciaremos nuestros deseos de follar contigo y todo delante del hombre de los miles de millones aquí presente.

Trago grueso de tan solo pensar en eso ¿Porqué me suceden estas cosas a mi? Miro nuevamente al hombre de los ojos azules y este sigue con su rostro pétreo, sin mostrar ningún tipo de expresión.

— ¿Qué me dices, Sandoval? — suelta burlón el moreno — la follaremos hasta el cansancio y luego la asesinamos.

Me tenso en mi lugar ante cada una de las palabras que ha dicho el maldito y mal nacido hombre este.

— ¿Estas listo, Sandoval? — cuestiona divertido — vamos a salir de esta mierda de una buena vez.

— Ya les dije que no haré nada de lo que me pidan ¿Cómo lo explico? ¿con peras o manzanas? — habla el rubio con altivez.

— Entonces comenzaremos el plan A con la chica

Me encuentro tan asustada que no puedo escuchar con claridad lo que hablan, sin embargo, lo que sale de la boca de Marcelo, hace que mi corazón se quiebre.

— Puedes iniciar cuando quieras, la chica no es importante.

Suelta todo esto con su mismo semblante frío y mi mirada va hasta él buscando algo que me diga que no es cierto lo que escuché, mis ojos comienzan a cristalizarse y un nudo peor al que ya tenía se forma en mi garganta.

— Sandoval, no juegues con nosotros — habla el castaño — nosotros cumpliremos lo que hemos prometido.

— Yo mantengo mi palabra, hagan lo que quieran con ella — habla el idiota de Marcelo y lágrimas comienzan a bajar por mis mejillas — no me importa nada de esto y no haré lo que piden.

— Eres un maldito idiota de mierda, — grito hacia Marcelo tratando de zafarme del agarre del morenaje y darle una paliza al rubio tarado — te odio, te odio.

Un destello de tristeza pasa rápidamente por sus ojos, sin embargo, vuelve a adoptar una postura intimidante e indiferente.

— Llevenla a la habitación donde se está quedando — ordena el tal Canelo a unos hombres y luego se dirige al moreno — tú, Rick, te quedas aquí.

Este último quiere protestar, sin embargo,  hace lo que le pide el Canelo.

Uno de los dos hombres me sostiene de uno de mis brazos y nos dirigimos a la salida de la habitación y dirijo mis húmedos ojos hacia el rubio y no digo nada, esta vez no quiero hablar ni pensar en este idiota, veo como traga saliva disimuladamente, pero su mirada aún sigue pegada en el piso.

Cuando ya estoy en la misma habitación de antes, al entrar aquí llego hasta la cama y es cuando me derrumbo, comienzo a llorar sin control, son tantas emociones reprimidas que no puedo dejar de llorar y de controlar la magnitud de dolor que ahora mismo padece mi pecho.

No sé cuánto tiempo llevo llorando, pero sé que es mucho tiempo  es hasta el punto que siento mis ojos muy hinchados, la pesadez llega a mi cuerpo y lucho con todas mis fuerzas por no quedarme dormida, no obstante,  son muchas las horas que llevamos aquí y el cansancio comienza a pasar factura haciendo que cierre mis ojos lentamente para al fin quedarme dormida.

No pasa mucho tiempo cuando comienzan unos ojos azules como el cielo a atormentar mis sueños, unos ojos que me recuerdan lo perdida que me encuentro en ellos y que no estoy segura a que se deba todo esto que esta ocurriendo en mi interior.

Llevo tiempo soñando con sus estúpidos y bonitos labios sobre los míos, sus manos tocando los rincones prohibidos de mi cuerpo, haciendo que me vuelva a sentir viva.



◇◇

♡♡ NOTA DE LA AUTORA ♡♡

Capitulo nuevo

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Nos leemos pronto.

Besitos a mis niñas endemoniadas y valientes. 💋

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