Capitulo 25 ☆
¡Hola, mis pequeñas niñitas endemoniadas y valientes!
En esta ocasión, el capítulo será dedicado a Andreapaola2312 quien me ha hecho saber lo mucho que ama la historia, en especial a Marcelo, Cristian y Keily. Muchas gracias por todo tu apoyo, preciosa mía. 💖
♡
Keily
Han transcurrido varios días desde que Lisbeth y yo nos quedamos en True Style para la revisión de los bocetos, aunque esa no sea su área, sabe muchísimo, además, de que cualquier duda que se le presentará yo le auxiliaba, fue un gran trabajo en equipo. En estos momentos solo me he limitado a trabajar en True Style saliendo tarde, aunque tengo dos días saliendo en horario normal.
Cuando suelo llegar a casa estoy muy agotada e incluso siento que he perdido un poco de peso, no mucho, pero si he perdido. El trabajo se ha vuelto muy agotador, es como si en ocasiones, me costara, no quiero ir, luego recuerdo que es mi sustento y se me pasa.
Ahora me encuentro fuera de la empresa, estoy en horario laboral, sin embargo, no pude evitar sentirme fastidiada y salir a comer algo fuera. Aprovecho el espacio para ir a ver a Elena a su departamento puesto que no se ha sentido muy bien en los últimos días, al parecer algo le cayó mal en su estómago y ahí las consecuencias.
— Ya me siento mejor, Kei — habla Elena — solo me queda la molestia y la sensación de que algo no anduvo bien en estos dos días.
— Es que solo a ti se te ocurre ponerte a competir con Raúl para ver quien se comía tres raciones de pasta, Elena, — hablo con desaprobación hacia mi amiga, estamos sentadas en su cama — no dejarás de ser una niña nunca.
Ella sonríe al tiempo que se pone de pie para buscar algo que ponerse en su guardarropa, todo bajo mi atenta mirada.
— Y tu nunca dejarás de ser como una mamá regañona, Keily Elizabeth — sonrio por que es lo que siempre me dice. — y aunque me duela hasta el culo, tengo la satisfacción de que le gané al saco de músculos ese.
Sonrío.
— Le hiciste trampa eligiendo la comida, Elena, a Raúl no le gusta mucho la pasta y lo sabes.
— Bueno, ¿para qué puso Dios tanta inteligencia en mi? — habla ella sonriendo y hago lo mismo, es una tramposa. — Para eso Kei, para que la usara, además, lo convencí diciéndole que le presentaría a un chico.
— Eres una manipuladora de mierda.
Sonríe.
— Para que te digo que no si, si.
Veo como se mueve de un lugar a otro buscando que ponerse al parecer pretende salir.
— ¿Vas a salir? — pregunto al verla ponerse sus pantalones. — no creo que sea buena idea.
— Si, lo haremos.
— Ese "lo haremos" suena a manada, Elena.
— Si, saldremos, somos una manada de dos.
— Elena, tengo que volver a True Style.
— No te preocupes, le pedí a Lisbeth que me ayudara con eso. — habla despreocupadamente mientras coloca sus calzados.
— Sabes cómo están las cosas en la casa diseñadora, Elena. — suelto desde la cama, aún estoy sentada con mi espalda apoyada en el barandal y un cojín entre mis piernas — están muy calientes y Natalia esta insoportable.
— A Natalia que se vaya a la mierda, Keily, deja que haga lo que quiera no estas sola.
— No quiero ser despedida, Eli, me gusta mi trabajo — hablo desde mi lugar en la cama, ella está delante un gran espejo haciendo una coleta — además, no quiero darle el gusto de verme en la mierda.
— Pues eso es lo que has demostrado hasta el momento — voltea y me mira fijamente — has hecho lo que esa insípida a querido porque sabe a la perfección que valoras tu trabajo.
— Necesito mi trabajo, Elena. — suelto en tono cansado.
— No necesitas ni una mierda y lo sabes. — habla ya un poco cansada del tema, desvío mi mirada porque sé a lo que se refiere. — tú y tu maldita terquedad de no usar tu dinero solo porque aún te encuentras enojada con tu hermano por cosas que ya pasaron y que sucedieron por tu propio bien.
— No hablemos de eso, por favor.
Aún tengo mi vista en un punto que no sea Elena y trago saliva al escucharla, me cruzo de brazos como defensa.
— Claro, te duele que hable de Jason, sabes perfectamente que siempre te hablaré con la verdad y él fue una maldita víctima en todo esto.
— No quiero hablar de eso, Elena, así que no remueva el asunto — hablo con la voz un poco dura — hablemos de otra cosa.
— No tengo problemas con hablar de otra cosa contigo, Keily — me mira seriamente y se encuentra de pie y de brazos cruzados delante de la cama, frente a mi — sin embargo, nunca me reprimiré de decirte lo que siento y en ocasiones me asusta la manera en que te encierras.
La miro y ahora puedo notar que esta preocupada, trago grueso y ella continua.
— Tu sabes mejor que nadie que todos nuestros problemas se resuelven hablando y no huyendo y tú estás huyendo hace más de cinco años de una persona que lo ha dado todo por ti.
Elena tiene toda la razón, sin embargo, ella ni mamá entienden que tengo miedo y que aún no me encuentro lista para enfrentarlo.
— Lo haré cuando me sienta lista.
— Lo sé, cariño.
Ella me sonríe.
Sé que ya no hablará más del asunto por ahora. Elena es sumamente especial y sabe respetar mis decisiones, aunque no esté del todo de acuerdo.
— Fran Irene vendrá pronto, Kei. — cambia de tema y de verdad se lo agradezco. — esta terminando algo para hacerlo.
— Ah si, ella me escribió hace unos días y me ha dicho que esta esperando terminar algo en su trabajo.
— Si, le prometí que iríamos a perrear por ahi.
— Tú y tus términos.
Rueda los ojos y sonrío.
— Pues así es que se dice. — habla ella restándole importancia al asunto — aprende de la mejor, nena.
Sonrío.
— Iremos a perrear con Fran Irene y Lisbeth muy pronto.
— Eso, ¿ves lo buena alumna que eres? — suelta con emoción. — Pues nos iremos pronto.
— Tu sabes que como alumna siempre fui la mejor — suelto con una sonrisa de superioridad — y más en estas cosas.
— Eres una perra Keily Andersson — suelta divertida mientras me hala de la cama para que me ponga de pie. — y me encanta que lo seas.
— Eres el diablo, Elena.
Ella sonríe ampliamente mientras toma su bolso.
— Ya estoy lista, vamos.
Comenzamos a caminar hacia la salida mientras que continuamos hablando.
— Vuelvo a repetir, no creo que sea conveniente.
— Ya me siento como nueva, además quedé de encontrarme con Cristián, tengo que entregar algo que me pidió son unos bocetos.
Veo como toma una carpeta que se encontraba en la mesa de noche, últimamente habla mucho de Cristian.
— Oh. ¡Qué bien!. — me limito a decir. — dijiste a Cristian ¿verdad?
Ella asiente.
Trago grueso porque no puedo evitar pensar en el mejor amigo de este, aquel al que no quiero ver, no quiero escuchar, de tan solo tener un maldito pensamiento suyo comienza mi cuerpo a reaccionar y un cosquilleo en mi interior se desata ¿Porqué rayos siento esto? Eso no es normal.
— Solo es pasarlo y ya, después te llevo a que veamos zapatos. — habla Elena mirando fijamente mi rostro — deja de estar haciéndote ideas en esa cabezota pensando en un rico bombón que no mencionaré porque me lo tienes prohibido disque por que tiene novia
— Ya Cállate, tonta desconsiderada. — hablo desviando la mirada — y sí tiene novia.
— Eso no es lo que me dijeron — suelta ella y trago grueso — pero si quieres seguir creando una maldita barrera, hazlo Keily, trabajarás en balde y en cualquier momento se caerá.
— No quiero problemas, esa mujer me ve como una amenaza, cree que le robaré "su hombre".
— Es que eres una amenaza y lo sabes, Kei, ustedes dos juntos son una bomba a punto de explotar, aun no logro olvidar la tensión sexual que se sintió aquella vez en su oficina, eso fue increíble.
Trago grueso, no quiero hablar de eso, mi corazón cruje al pensarlo.
— No hay un nosotros, solo somos amigos y él tiene novia y no me dijo nada.
— Habla con él.
— No hablaré de eso con él, no tengo derechos a hacerlo.
Elena rueda los ojos.
— Además no siento nada por él, — mi corazón entra en negación con solo pronunciar esas palabras — solo que esa mujer fue muy clara y no me gustaría que él tuviera problemas con ella por mi culpa.
— Si vieras tu cara toda roja cada vez que hablas de él no dijeras que no sientes nada por él.
Entramos al coche de Elena y ella comienza a conducir.
— Es en serio, no siento nada por él más que un cariño de amistad y eso.
— Si, Kei, repitelo tantas veces como quieras hasta que te lo creas. — suelta con la vista en la carretera — estas celosa de la rubia simpática, hasta aquí puedo olerlo.
Abro la boca como una O por la indignación.
— Eso no es cierto — hablo y juraría que mi corazón da un vuelco ¿celos? ¿yo celosa? — no sé lo que es eso, nunca los he sentido.
— Lo estas experimentando, amiga. — suelta ella.
— No sé lo que son los celos, Elena — hablo en tono demandante y decido cambiar el tema — y si vuelves a hablar del asunto voy a bajarme del coche y te irás sola.
— Para eso tendría que detener el auto y adivina quien esta conduciendo — habla ella sonriendo y divertida — yo y no me pienso detener.
Sonrío.
— Eres una loca.
— Si, siempre he sabido eso.
— Si me despiden será tu culpa.
— Ay ya cállate.
♡♡♡
Después de veinte minutos de camino entre platicas y risas, llegamos a una plaza en donde hay diversos negocios, Elena gira el auto y se parquea donde cree conveniente. Veo como escribe un mensaje y sonríe con la respuesta.
— Kei, saldré del auto, ya Cristian viene para acá. — habla ella al tiempo que sale, yo decido hacer lo mismo, abro la puerta y camino hacia ella – hay que esperar un poco.
Nos colocamos una al lado de la otra cerca de su coche, este estacionamiento es un poco solitario.
— No hay problema, de todos modos me van a despedir de mi trabajo.
— Ya te dije que eso no pasará, le dije a Lisbeth que te sentías mal y que por eso no regresarás.
— Lisbeth no te creerá eso, Elena.
— No lo hizo, pero me apoyó en mi loca idea de llevarte de compras dijo que si ella hubiese podido también se hubiera escapado.
Río y ella hace lo mismo.
— Lisbeth siendo Lisbeth siempre. — hablo hacia ella. — Debo agradecerle.
— Tenemos que llevarla a perrear duro junto a Fran Irene y emborracharnos hasta las chanclas. — suelta ella y yo la miro divertida. — Definitivamente ella no se puede quedar.
— Pues nos iremos a perrear y ha emborracharnos , ya lo dijimos antes.
Elena me mira de manera pícara y suelta una carcajada.
— ¿Y esos términos? — habla ella divertida — ¿No eres tu quien me corrige?
Río con ella.
— Sabes bien que mi boquita no es un santuario de virtudes.
— Lo sé, nena.
Después de un par de minutos más podemos visualizar a Cristian quien se acerca platicando seriamente con alguien y es entonces cuando mi corazón se paraliza por completo porque no viene solo, viene acompañado de aquel hombre que hace mi respiración flaquear y me hace sucumbir en su cielo personalizado que es su mirada, en donde me pierdo una y otra vez.
Trago grueso, esta más alto que la última vez que lo vi, esta más guapo que nunca. Ambos llegan a donde estamos Elena y yo, por más que quiera y por más que luche conmigo misma no puedo apartar mi mirada de la suya, él tampoco lo hace y juro que también lo vi tragar en seco.
— Hola ¿Cómo están, chicas hermosas? — habla Cristián con una sonrisa.
— Hola, Superman — habla Elena con una sonrisa.
Aun estoy muy sumida en la profundidad de su mirada. Siento que cada barrera que he creado en estas últimas semanas se han caído por completo.
No tengo salvación, estoy perdida, esa profunda mirada, ese cielo azul que desprenden sus orbes serán Mi Perdición.
Se escucha un carraspeo y vuelvo a la realidad, trago grueso nuevamente y desvío la mirada hacia el castaño.
— Hola — es lo único que puedo decir.
Cristián sonríe en mi dirección y Elena me mira con diversión. Mis manos me sudan y mis dedos se sienten fríos y el nudo de mi estómago se intensifica cuando lo escucho hablar.
— Buenas tardes — se limita a decir y siento su mirada sobre mi.
— Hola — responde Elena y yo no digo nada, solo giro un poco mi rostro y lo miro, él hace lo mismo, me mira y vuelvo a tragar saliva.
¿Cuántas veces van ya?
Se crea un silencio y es un poco incómodo, Cristian decide llenarlo.
— Elena hay algo de lo que quiero hablar contigo, tiene que ser a solas, es sobre lo que me entregarás hoy y otro asunto que no puede esperar.
Marcelo y yo lo miramos y no hay que tener tres dedos de frente para darse cuenta de lo que están haciendo.
— Creo que lo ideal es que entremos a ese pequeño café que hay en el frente — sugiere Elena con una sonrisa — ustedes pueden acompañarnos al lugar y me disculpo, Kei, pero ando trabajando.
Yo sé perfectamente que anda en trabajo por eso trae la carpeta en sus manos, sin embargo, estoy consciente del porqué hacen esto.
— Elena... — hablo suplicante.
— No tardaré — habla ella con una sonrisa mientras me guiña un ojo. — Lo prometo.
— Cristian, no podemos tardar — habla el rubio aquí presente — Sabes lo que esta en juego.
Su mirada se torna fría, Cristian asiente mientras comienza a caminar, pero antes vuelve a hablar.
— Lo sé, no tardaré, es importante. — suelta con un semblante serio. — No te metas en problemas, bebé.
El rubio suelta un suspiro lento y observo como mira hacia los lados como si estuviera a la expectativa de que algo podría suceder.
Verlo después de tanto tiempo y tan apuesto como siempre hace que los animales que se adueñan de mi estómago se retuerzan, trago grueso, no quiero hablarle.
Eso quiere decir que quieres hablarle.
Tiene novia.
No te consta.
Si me consta, la rubia simpática lo dijo.
¿Y le crees?
Pues lo dijo ¿no?
— ¿Cómo estás, Keily? — indaga mirando directamente a mis ojos y yo le sostengo la mirada — mucho días sin vernos.
Puedo observar que sigue con su mirada fría, ya no es el cielo cálido lo que proyecta sino un frío que congela mis sentidos.
— Estoy bien — me limito a responder. — Gracias. ¿Tú cómo estás?
Da media sonrisa de boca cerrada y el corazón quiere salir despavorido por mi boca.
¿Porqué demonios está tan bueno?
Control, Keily, control.
— Estoy bien, gracias. — responde mirando por los alrededores.
Me mira y lo veo dudar, quiere decir algo más, pero se detiene, es después de unos segundos más que se anima a hablar.
— Quiero que sepas que si no te llamé ant...
— No tienes que darme explicaciones de nada — lo corto de tajo, no queriendo hablar de eso y veo como frunce el ceño — tu no estas obligado a llamarme, somos amigos.
Lo observo tragar duramente desviando la mirada y su rostro aun se torna muy serio. Para ser honesta, sentí un pinchazo al cortarlo así, sin embargo, no quiero que todo esto que esta dentro de mi, todo aquello que con su sola presencia causa se haga más gigante de lo que ya es.
— En eso tienes razón — concuerda él y suena decepcionado, pero ¿porque? Si tiene una maldita relación con una pinche rubia simpática.
No se que más decir y miro a nuestro alrededor y a lo lejos visualizo a Elena y Cristian que están cerca del ventanal del café entre platicas y risas, vuelvo mi mirada al rubio y él se encuentra mirándome fijamente, analizándome y es donde vuelvo a flaquear, a tragar grueso, mis piernas a temblar, mis manos a sudar y las puntas de mis dedos a congelarse, le sostengo la mirada porque me siento en un estado de hipnosis difícil de salir.
Nuestras miradas hablan por sí solas, estoy segura que aquí, en este momento no hacen falta las palabras, él se encuentra tan perdido como lo estoy yo o eso cree mi mente tonta.
Trago saliva una y otra vez.
No puedo más con la sensaciones descontroladas de mi cuerpo y sobretodo la de mi corazón.
Esta no soy yo.
Esa eres tú, somos nosotras, viviendo.
Estamos en silencio y juro por Dios que no puedo más con el peso de su mirada y es por eso que con todo el esfuerzo que puedo poner en práctica en estos momentos desvío la mirada y él también. No quiero estar aquí, no quiero flaquear en mi meta de alejarlo y es por eso que decido romper el aura de silencio que reinaba entre nosotros.
— Me da gusto que te encuentres bien — él no me mira y yo de todos modos continúo — Debo irme.
Elena y Cristian aún siguen en el café, de donde nos encontramos podemos verlo hablar, veo al rubio mirar a nuestro alrededor nuevamente, estamos parados en un estacionamiento en donde casi no hay personas, él está recorriendo el lugar con la mirada, es decir, no me esta prestando atención a nada de lo que estoy diciendo y es por eso que decido dar media vuelta e irme.
Cuando estoy a punto de hacerlo él de un rápido movimiento sostiene mi brazo y me coloca detrás de él mientras que al mismo tiempo lo escucho maldecir. Cuando estoy a punto de protestar dos hombres totalmente encapuchados se acercan rápidamente con almas largas apuntando directamente hacia nosotros, no podemos ver sus rostros.
El corazón me comienza a latir con violencia, estoy muy asustada, Marcelo, sostiene una de mis manos y la aprieta levemente quiere brindarme seguridad.
— ¿Qué pasa? — mascullo hacia la nada.
— Tranquila, no hables, escuches lo que escuches no hables — suelta Marcelo con la mandíbula bien apretada.
Los hombres llegan hasta nosotros, apuntan al rubio, Cristian y Elena aún no se dan cuenta de la situación pues aún están muy lejos de nosotros, estoy muy asustada.
— Quédese quieto, señor Sandoval — suelta unos de los hombres — Si no quiere morir, no mueva un solo músculo.
Marcelo aprieta aún más su mandíbula, si es que eso es posible, sin embargo, se mantiene sereno, tranquilo en su lugar, aún sostiene mi mano.
— ¿Qué es lo que quieren? — habla el rubio de los ojos azules.
— Solo debemos dar un paseo, no pasará nada.
— ¿Qué es lo que quieren? — vuelve a demandar Marcelo, sin mostrar ningún tipo de expresión.
— Debe acompañarnos, maldita sea, — grita el otro hombre que se mantenía en silencio — suba a esa camioneta.
Señala con la cabeza la camioneta negra que esta detrás de nosotros. De un momento a otro Marcelo, propina un derechazo a uno de los tipos logrando quitarle el alma, mientras que con una agilidad increíble desalma al hombre que nos había mandado a subir a la camioneta, este último tira un puñetazo que Marcelo logra esquivar al tiempo que el rubio le da un golpe en su estómago.
Reparte golpes a ambos hombres logrando inmovilizarlos por completo, este hombre tiene una agilidad increíble para defenderse.
Cuando ya ha inmovilizado por completo los dos tipos y la sensación de alivio comienza a invadir mi cuerpo siento la punta fría del cañón de un alma situarse en mi sien, trago grueso ante el nuevo panorama que tenemos.
Un nudo se cuese en mi garganta, no quiero morir y tampoco quiero que le pase nada a Marcelo.
Me remuevo rápidamente tratando de defenderme, pero es inútil.
— Quieta, lindura — susurra muy cerca de mi oído el hombre que me sostiene — no querrás morir hoy.
Cuando salí de casa hoy nunca imaginé que esto podría pasar.
Eso es tu castigo por escapar de tu trabajo.
— Dejarás de golpear a mi gente, Sandoval, — habla el hombre que apunta con su alma mi cabeza, trago grueso y mis rodillas no sirven para nada — y subirás a la camioneta por tu propio pie.
Marcelo gira su cuerpo totalmente y traga grueso cuando su mirada coincide con la mía. El rubio tiene su mirada totalmente oscurecida, está muy enojado, veo como aprieta sus puños y la vena de su cuello comienza a palpitar, esta cabreado.
— Suéltala ahora — masculla demandante y molesto.
— No lo haré — suelta despreocupadamente el hombre detrás de mí — si no subes a la camioneta, morirá esta lindura y tus amigos de allá.
Suelta todo esto señalando con su cabeza hacia el lugar donde está Cristian y Elena, y mi corazón se hunde al ver que como ambos son apuntados desde una distancia prudente, ellos aún no se percatan de nada.
Miro a Marcelo y con la mirada le digo que no se preocupe por mi, que estoy bien. Miles de preguntas surgen en mi y él parece entenderlas todas.
— Iré con ustedes.
— Buena decisión, Sandoval, buena decisión.
Los tipos que aún estaban adoloridos en el piso, se ponen de pie y quitan las armas que Marcelo Aun tenia en su poder, este no hace nada, no se defiende solo me mira y un destello de preocupación pasa por su mirada.
Uno de los hombre de los que el rubio había golpeado, golpea a Marcelo y un grito estruendo sale de mi garganta, me remuevo como fiera viendo el rubio caer al suelo, sin embargo, el hombre afianza su agarre sobre mi, aún sigo removiendo con fuerza todo mi cuerpo, quiero verificar que Marcelo se encuentra bien.
— ¿Estás bien, Marcelo? — grito preocupada y removiendo mi cuerpo. — por favor...
— Estoy bien, niñita — lo escucho decir en un susurro adolorido y una ola de alivio me golpea — estoy bien.
— Suéltame bastardo de mierda. — bocifero al hombre que me sostiene y de un momento a otro logro soltarme y propino una bofetada con todas mis fuerzas, este no tiene pasamontañas.
— A parte de linda, eres una fiera — habla el hombre detrás de mí logrando sostenerme nuevamente — como me gustan.
Marcelo levanta la mirada de golpe, su mirada es elada, oscurecida, es feroz, me remuevo mucho más, he logrado arañar los brazos del tipo haciéndolo enojar.
— Quieta. — masculla Marcelo para que solo yo pueda escucharlo, desde el suelo, esta en cuclillas, analizando su alrededor como siempre hace — por favor, niñita.
Y así lo hago, me quedo tranquila, mi cabello cubre mi cara y mi respiración es caótica, el rubio sangra por la herida que propinaron en su cabeza, baja sangre por la parte frontal de su rostro, mi corazón duele al ver los tipos levantarlo bruscamente.
— Keily – grita Elena hacia mi al percatarse de la situación — Dios mio.
Corre hacia a mí y escucho a Cristian gritarle y lo veo correr detrás de ella, por mi parte, me remuevo aún más fuerte al ver mi amiga acercarse siendo apuntada por un hombre y su pistola.
— Keily, no — grita Marcelo con los dientes apretados y evidentemente preocupado — quédate quieta.
No lo escucho, solo puedo ver como Elena, mi amiga, mi hermana corre hacia mi y es apuntada con un arma de fuego.
Dios mío, no.
No, no, no.
Sigo retorciéndose una y otra vez, no quiero que le pase nada, sin embargo, un grito de desesperación y doloroso sale de mi garganta cuando escucho un disparo al tiempo de que recibo un golpe en mi cabeza que me hace perder todos mis sentidos y que todo se vuelva negro.
◇
◇
◇♡◇
◇
◇
♡♡ NOTA DE LA AUTORA ♡♡
Capitulo nuevo.
No olviden dejar sus comentarios y dar clic a la estrellita en forma de apoyo.
Muchas gracias por estar aquí.
Las amo, mis nenas. 💕
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top