Capitulo 22 ☆

Keily

Fue una sorpresa para mi ver a Marcelo de pie en mi puerta, aunque este no tiene idea de lo que me pasó dejó que llorara en su pecho y me abrazó fuertemente haciéndome sentir segura en esos brazos tan perfectos que tiene, ahora mismo íbamos tomados de las manos hacia donde había dejado su coche y nos dirigimos a un Bugatti de color blanco que está valorado en miles y miles de dólares

¡Esto es tener dinero!

Es lo único que pienso mientras sonrío por la ironía de mi conciencia. Marcelo abre la puerta para mi en el asiento del copiloto, cierra esta y se dirige a su lugar delante del volante.

No puedo evitar prestarle atención a las sensaciones que emite mi cuerpo y la forma en la que  reacciona a este hombre con tan solo mirarlo, trago grueso ante la nueva situación.

"El rubio y yo estamos saliendo a comer".

Juntos.

Si, estamos saliendo, esta comportándose como todo un caballero, no es tonto, ni yo tampoco, él sabe que algo me pasó y por eso llegó a mi departamento y decidió sacarme de ahí, para distraerme, pero mi pregunta es ¿Cómo supo que no me sentia bien? En estos momentos no importa, lo único que interesa es ahora estoy camino no sé a donde con él.

Es un lindo detalle.

Marcelo y yo llevamos un tiempo hablando, varios días en los cuales nos llamamos y texteamos todos los días, aunque los últimos días nunca respondí.

Quizás por eso me fue a buscar.

Vamos en silencio, no es incómodo, en ocasiones, siento su mirada sobre mi cosa que logra ponerme un tanto nerviosa. Ya han pasado unos cuando minutos y decido romper el silencio.

— Muchas gracias por lo que estás haciendo – me mira por unos cuantos segundos con esos ojazos azules y vuelve su vista a la carretera con media sonrisa.

— Es lo que hacemos los amigos, Keily. -— trago saliva con eso último que dijo — sin importar lo que sea estaré para ti

Sonrío como tonta.

— Gracias.

Es lo ultimo que digo y me dedico a mirar por la ventanilla del auto y de cuando en vez miro al rubio a mi lado quien esta muy concentrado en lo que hace, lo miro y no puedo evitar el cosquilleo que emite mi cuerpo y los vuelcos que da mi estómago cada vez que pienso en él,  cada vez que lo miro, son tantas las emociones, que mi cabeza se encuentra más confusa.

Estoy más confundida que Adam el día de las madres buscando un regalo para su mamá.

No puedo evitar pensar en lo atractivo que es este hombre, sus rasgos son tan masculinos y bien marcados que cuando más lejos lo tengo me encuentro pensando en él y admirando cada parte de su existencia. No puedo evitar en pensar que ahora somos amigos y aunque empezamos las cosas al revés, es decir, primero hicimos eso antes de ser amigo, no puedo evitar sentirme bien en su compañía y puedo decir que hasta confianza le tengo.

— Llegamos — habla el rubio a mi lado mientras dirige su mirada hacia donde me encuentro —  sé que te va a encantar el lugar.

Sonrío.

Sale del auto y lo rodea para abrir mi puerta, tiende su mano hacia a mí y la tomo, caminamos por el lugar en silencio mientras que una sonrisa se pinta en mis labios, el lugar es precioso.

— Es precioso, Marcelo, este lugar es increíble – suelto mientras parezco niña pequeña mirando tan espectacular lugar.

— Sabía que te gustaría – dice el hombre a mi lado con una sonrisa mientras deja mi mano y la pone las suyas en sus bolsillos caminando detrás de mí — es uno de mis lugares favoritos.

Giro y lo miro fijamente a los ojos y por un momento vi admiración en su mirada, en verdad es maravilloso el lugar, no digo nada y él vuelve a hablar — aquí suelo venir cada vez que necesito pensar.

— Ya veo, es un lugar que se presta para eso, aquí se siente mucha paz. – expreso y ambos nos quedamos en silencio admirando el lugar.

En frente tenemos el imponente mar, una playa preciosa con tonos azules y verdes, un mini restaurant a la derecha donde se puede observar unas cuantas personas dentro y unas cuantas mesas fuera de este, a la derecha se encuentra la orilla de la playa con palmeras grandes y pequeñas.

— ¿Dónde prefieres comer? — me mira y lo miro — ¿fuera o dentro?

Miro nuevamente el lugar y una sonrisa se pinta en mis labios.

— Me gustaría esa mesa de allá — señalo con mi cabeza y él sonríe — ¿Qué?

Indago levantando una ceja y una sonrisa.

— En ese lugar me siento cada vez que vengo a este lugar — dice con una pequeña sonrisa.

— Bueno... — hablo en su dirección — por lo menos coincidimos en algo.

— Coincidimos en muchas cosas, niñita, desde el primer día que nos vimos —  suelta el muy idiota e inmediatamente me sonrojo porque se a qué se refiere, aparto la mirada, no digo nada y el muy tarupido este solo sonríe al verme en ese estado. — ¿No estas de acuerdo conmigo?

— No voy a responder a eso. — respondo con las mejillas ardiendo.

— Lo imaginé. — suelta sonriendo, tarúpido.

Caminamos en silencio hasta la mesa que hemos elegido anteriormente que se encuentra fuera del restaurant, retirada de las demás mesas debajo de un palmera no muy grande frente a la playa. Marcelo se adelanta y rueda una silla para mí, agradezco y él toma  la única silla que queda ubicada frente a mí. Un mesero se acerca y nos entrega la carta, se retira mientras decidimos que ordenar, ambos estamos en silencio observando el menú.

— ¿Ya sabes lo que vas a pedir? — indaga el rubio mirándome fijamente

— Si, ya se lo que voy a pedir, pediré un Picosito Pescado a la Veracruzana.

Sonríe mientras cierra la carta y la coloca sobre la mesa.

— Pediré lo mismo que tú — habla y sonrío.

El mesero se acerca a nuestra mesa y Marcelo procede a ordenar lo que ya hemos elegido y pide la mejor botella de vino del lugar. Pasamos algunas palabras hasta que el mesero regresa con el pedido, comenzamos a comer y debo de decir que esto esta delicioso.

— Mmmm esto esta delicioso, es el mejor pescado que he comido en mi vida – expreso y él sonríe de lado al tiempo de que lleva comida a su boca.

— Por eso te traje aquí, porque además de ser un lugar en donde puedes olvidar por un momentos los problemas — dice el rubio — puedes disfrutar de la mejor comida.

Trago grueso cuando vuelvo a recordar lo que sucedió, bajo la mirada, por un buen rato me había despejado de mis problemas.

— No quiero ver esa misma mirada otra vez, Keily — dice Marcelo seriamente — No te voy a pedir que me cuentes nada porque se que aun no tienes la suficiente confianza hacia mi, pero solo te digo que si necesitas cualquier cosa no dudes en decirme porque siempre estaré para ti.

Cuando Marcelo dice todo esto no puedo evitar que miles de sensaciones se remuevan en mi interior y a pesar de que como amigos es nuestra primera salida juntos no es falta de confianza, es la necesidad de no hablar de esas cosas que me duelen.

Y que lo sucedido involucra su hermano.

— No es porque no te tengo confianza, es que no quiero hablar de eso -expreso al rubio frente a mí.

Me mira como si me estuviera analizando, pero no dice nada, solo asiente con una pequeña sonrisa mientras le da un sorbo a su copa de vino. Comemos tranquilamente y degustamos un delicioso vino, cuando terminamos de almorzar una persona se acerca a retirar los platos y luego que estamos solos y es el quien empieza hablar,

— Háblame un poco de ti, niñita -dice mientras sonríe y cruza sus brazos – quiero conocerte más.

Sonrío como tonta.

— ¿Qué quieres saber de mí? — indago en tono burlón y levantando una ceja mientras que él sonríe ampliamente.

— Solo quiero saber lo que tu quieras contarme, ni más ni menos, preciosa. — responde el rubio tomando de su copa de vino.

— Bueno — empiezo yo — en realidad no tengo mucho que contar, viví toda mi vida en Los Ángeles California con mi familia, mi padre murió cuando tenía quince años y desde ese entonces mi madre y yo nos mudamos aquí a Mérida, ya estaba finalizando el instituto y es ahí donde conocí a mis amigos, siendo Elena como una hermana para mí. Natalia también lo era, eran mi familia ¿sabes? — digo esto con tristeza, trago saliva al recordar. — confíe en ella y ya sabes lo que pasó — el solo me escucha en silencio y sin ningún tipo de expresión en su rostro.

— Conocí a Diego hace más de dos años — eso llama un poco más su atención y continúo — y desde entonces siempre mostro gran interés en mí, por mi parte solo me dedicaba a estudiar y trabajar como hasta el momento, fue tanta su insistencia que al final terminé enamorándome de él — trago grueso, pensando en el como sucedieron las cosas — acepté ser su novia y teníamos más de un año en nuestra relación hasta que sucedió lo que ya sabes.

— Ya veo – es lo que dice y veo como traga saliva - ¿sigues enamorada de Diego? — eso me toma por sorpresa, pienso en lo que le voy a responder y cuando estoy a punto de hacerlo me interrumpe: — no tienes que responder eso ¿Quieres caminar por la playa? —cambia rápidamente de tema, si, algo le molesta, aunque se esfuerza por no mostrar sus emociones puedo percibir que algo le incomoda.

Asiento mientras que nos ponemos de pie en silencio y comenzamos a caminar hacia la playa.

Decido quitar mis zapatillas al igual que Marcelo sus zapatos. Ambos aun permanecemos en silencio mirando el imponente mar frente a nosotros.

— ¿Cómo se llama tu madre, Keily? – indaga el hombre a mi lado mientras que sigue con su mirada perdida hacia el mar.

¡Qué ojos tiene este hombre, parecen el mar mismo!

— Mi madre se llama Sarah Andersson, es su apellido de casada, pero en realidad se llama Sarah Presley de Andersson – sonrío al pensar en mi madre y miro el agua de la orilla de la playa tocar mis pies – mi madre es una buena mujer, es increíble.

— Me lo puedo imaginar, niñita, puedo apostar que tú lo eres también – lo miro y el a mi e inmediatamente un cosquilleo en mi interior se desata, esos benditos animales que parecen tener un festín en mi estomago se empiezan a sentir, trago grueso y decido apartar la mirada, es muy intensa.

Arrasa, esos ojos, arrasan con todo a su paso.

— No me conoces, Marcelo, no puedes decir eso así sin más -suelto aun con mi vista pegada al suelo mientras caminamos.

— Es lo que creo – suelta sin más levantando sus hombros restándole importancia — ¿Entonces tu madre vive aquí en Mérida?

— Oh no, hace casi dos años comenzó a presentar problemas de salud y el médico recomendó que debía vivir en un lugar que le proporcionara tranquilidad y aire fresco, ya que sus pulmones no andaban bien. Se le a complicado muchas cosas, ella vive con mi tío fuera de la ciudad en un rancho.

— Debió ser duro para ti quedarte sola aquí. – dice

— Si que lo fue, pero hablo con ella todos los días, me hace una falta terrible — digo y me detengo al ver que el también lo hace — ¿Qué pasa?

Indago mientras lo miro con el ceño fruncido y él a mi de forma divertida.

— No quiero que te pongas triste así que dejemos de hablar de estas cosas, lo ultimo que diré es que quiero conocer a tu madre algún día.

Sonrío mientras que asiento, lo veo muy despreocupado con sus manos en los bolsillos mirando al mar y de un momento a otro se me ocurre tomar un poco de distancia de él y al verlo desprevenido  le lanzo un poco de agua de la orilla de la playa, es obvio que no lo veía venir, me mira con una expresión de sorpresa y luego con una mirada retadora y suelta:

—¡Con que esas tenemos, niñita del demonio! – una carcajada sale de mi boca y comienzo a correr como si un demonio me persiguiera y en realidad uno me persigue, Marcelo viene corriendo detrás de mí.

— ¡No! – grito mientras corro por mi vida y ya me duele la panza de tanto reírme —– no, no, no, no...

— No debiste hacer eso  niñita.

Sigo corriendo a todo lo que dan mis pies y de un momento a otro siento como soy atrapada y me agarra por la cintura elevándome en el aire y me laza en la arena con cuidado quedando él sobre mi inmovilizándome totalmente de piernas y brazos.

Nos miramos a los ojos, estamos muy cerca y por un momento creo que mi corazón se va a salir del lugar de donde se encuentra, trago saliva duramente, esto no es bueno para mi salud mental tenerlo tan cerca y sin miedo a jurar me atrevo a afirmar que mi cara no puede estar más roja.

— ¡Te atrape, niñita endemoniada! — suelta el rubio con voz ronca y con su mirada pegada en mis labios, no digo nada, nuestras respiraciones son un desastre.

Me sostiene, su agarre es fuerte, pero delicado, ya que ha colocado mis brazos por encima de mi cabeza, nuestras bocas están a pocos centímetros de hacer contacto, el mira mis labios, traga saliva y eso logra ponerme mas nerviosa, yo miro los suyos y tambien trago grueso.

¡Te mueres por besarlo!

Cállate – le digo a mi desvergonzada conciencia internamente.

— Sss... sí que lo hiciste, me atrapaste  —  es lo único que logro decir, pero inmediatamente se me ocurre preguntar en tono retador y burlón — ¿Qué vas a hacer ahora? – el ladea su cabeza levantando una de sus rubias cejas — No te tengo miedo don tarúpido.

Quita su vista de mis labios para ahora mirarme a los ojos.

— No debiste decir eso, niñita – se separa de mi rápidamente poniéndose de pie y yo hago lo mismo luego en un movimiento que no vi venir me toma y me coloca encima de sus hombros como si de un costal de papas se tratara y corre conmigo playa adentro, solo puedo ver su buen trabajado trasero.

¡Madre mía, alejarme del pecado es tu trabajo, así que hazlo bien porque no te está funcionando!

— ¡No te atrevas, Marcelo! — grito entre risas — no te atrevas arrojarme al agua, por favor.

— Di que me temes, niñita - suelta y puedo asegurar que se esta divirtiendo el muy desgraciado que lo tiene todo muy agraciado — te daré la oportunidad de retractarte de lo que dijiste ¿lo harás?

— ¡No! — suelto entre risas y el ríe también –— nunca me retracto de lo que digo.

— Y yo tampoco suelo perdonar muy fácil a niñitas endemoniadas como tú —  de un momento a otro soy lanzada al agua sin contemplaciones ¡el muy desgraciado lo hizo! ¡lo hizo! Saco mi cabeza de agua y veo como el muy tarupido ese se está riendo.

— Eso es por retarme, pequeño demonio. — lo escucho gritar.

Se ve tan bien así.

¡Esto no se quedará así! digo para mí misma, empiezo a moverme, entrando y saliendo del agua como si me estuviera ahogando, levanto frenéticamente mis brazos.

¡Demonios debí ser actriz!

— Oh por favor, Keily, ya sal de ahí y deja de jugar — sigo en lo mío, actuando sin piedad — ¿Keily? — lo escucho decir — ¡demonios! ¿No sabes nadar?

Eso ultimo lo dice preocupado, me quedo quieta y es ahí cuando lo siento correr a toda velocidad hasta donde me encuentro.

— ¿Keily?

Cuando intenta sacarme del agua aprovecho para halarlo y así se moje por completo, lo sostengo del cuello y lo hundo conmigo al agua.

Cuando logramos salir a la superficie no aguanto la risa.

— ¡Maldición niñita, me asustaste!

Lo veo moverse de un lugar a otro ya estamos en la orilla — te saliste con la tuya — dice divertido — ahora los dos estamos totalmente empapados.

— Siempre me salgo con la mía, don gruñón — suelto sin parar de reír, el me mira divertido y con algo que no se interpretar.

— Te ves hermosa cuando sonríes, Keily — suelta e inmediatamente parece arrepentirse porque evade mi mirada — debemos irnos, podemos enfermar si nos quedamos empapados por mucho tiempo.

Asiento

— Está bien, pero no queremos empapar tu coche ¿Qué haremos?

— Eso no importa, ya mis colaboradores se encargaran de dejarlo como nuevo – me gusta mucho como Marcelo se refiere a sus empleados como "colaboradores" no como sirvientes o empleados en si — ¿te parece bien si pasamos por mi casa a cambiarnos de ropa? No queda muy lejos aquí.

Eso llama mi atención inmediatamente, lo miro y veo que habla en serio.

— Bue... yo... bue... — no se que decir, ir a la casa de Marcelo es algo que nunca imaginé, cuando estoy a punto de responder lo escucho hablar.

— No te preocupes, solo lo propuse para que no vayamos a pescar un resfriado, pero si gustas te llevo a tu casa sin ningún problema.

En eso tiene razón si nos quedamos de esa manera podemos enfermar y por ahora no me puedo dar ese lujo y mucho menos como están las cosas en el trabajo y ya falté el viernes.

— Tienes razón, podemos enfermar, vamos a tu casa – veo como sonríe y yo hago lo mismo — solo espero no molestar.

— Nunca darás molestias, Keily, no digas eso — suelta el rubio, sonrío mientras que él toma mi mano y nos dirigimos a su Bugatti, enciende la calefacción y nos dirigimos a su casa.

Después de unos pocos minutos llegamos a una gran mansión y grandes puertas se abren para dar paso al auto, cuando entramos quedo maravillada, este lugar es mágico, tiene un gran jardín y un lago enorme, miro todo atónita desde la ventanilla.

Cuando el auto se detiene veo en frente la casa, es amplia, de dos niveles y sus colores en mármol y detalles en piedras, estoy mirando todo como niña chiquita desde mi lugar hasta que siento que alguien abre mi puerta, Marcelo me toma de mano, no sabría explicar si es por mi ropa mojada o por el toque de sus manos, ya que sentí una electricidad recorrer mi cuerpo.

— Tu casa es preciosa — digo maravillada – es un lugar increíble.

— Gracias — dice el rubio quien camina con dirección a la entrada de la casa –— bienvenida a mi hogar.

Cuando entro me quedo con la boca abierta, la decoración es perfecta solo al cruzar la puerta nos encontramos una mezcla de diferentes estilos, una escalera con pasamanos de hierro y al pie de esta se encuentra una estatua de hierro que se une a la escalera.

En lo alto de la escalera se puede observar un candelabro muy elegante, a la izquierda un sofá rojo enorme en forma circular con cojines amarillos y verdes que contrasta mucho con las sillas, longue de color violeta, detrás de este hay un piano, en esa misma dirección a la izquierda se puede ver otro salón con otros sofás y sillones, una mesa baja y una barra donde esta el bar de la casa y a la derecha de la entrada se puede observar el gran comedor. En los distritos lugares de la casa hay diferentes objetos costosos y muebles ultramodernos combinadores con los diferentes accesorios con estilo oriental, clásico y maya.

— Definitivamente – hablo yo – la casa diseñadora de interiores se lució con esta hermosa decoración.

— Si, la verdad es que me gusta mi casa, tiene colores vivos que le dan un toque especial, sin embargo, — suelta el rubio seriamente y lo miro con atención –– le falta algo que no logro saber que es.

Lo miro atentamente, el hace lo mismo, me devato en que si digo o no lo que pienso y  al final se que nadie me detendrá a hacerlo y lo hago, decido hablar.

— Pues en mi punto de vista y basada en mi experiencia como diseñadora, no le hace falta nada, pero puede ser que no sea a la casa que le haga falta sino a ti.

Me mira y me analiza, su cara se torna fría, no parece el hombre de minutos atrás.

— ¿Qué es lo que según tu me hace falta? – indaga con un tono frio y un poco distante.

Nuestras miradas coinciden, no me explico porque se ha molestado tanto y para ser honesta, me molesta que se ponga de esa manera y hablo:

— No lo se Marcelo, solo tú debes saber qué es lo que en realidad te hace falta, no soy quien para decirte eso puesto que no se nada de tu vida — digo esto en un tono calmado y sin ningún tipo de expresión.

—- Será mejor que te des un baño y te quites esa ropa, sígueme – el rubio habla y yo me limito a seguirlo, no se que fue lo que en realidad le molesto, pero no lo voy a averiguar.

Entramos una de las habitaciones, esta es bastante espaciosa con un gran juego de habitación y muebles lujosos en tonos verdes, me dice dónde está en baño y que en este encontraré lo que necesito para mi baño, entro a este, me tomo unos minutos prolongados y decido salir de la regadera, pongo una toalla en mi cabeza y una alrededor de mi cuerpo que me queda un poco corta, cuando salgo, Marcelo, entra al mismo tiempo con una ropa en mano, nuestras miradas coinciden y este repasa mi cuerpo, traga grueso mientras que mis mejillas se ponen rojas y mis nervios se disparan.

— Te traje esto – habla retirando su vista de mi y mira hacia otro punto – es una camiseta mía y estos pantalones chándal espero que te queden y no te moleste usar mi ropa.

— No te preocupes, muchas gracias por todo – asiente y se va.

Me coloco la ropa rápidamente, me queda enorme, pero es cómoda y trato de secar mi pelo lo más que pueda, hecho esto me pongo unas cantinflas que me quedan enormes y decido salir de la habitación, bajando las grandes escaleras me encuentro a Marcelo con una mujer Rubia, ojos verdes, muy bonita, se dirigen a la salida y cuando notan mi presencia ambos se giran.

La mujer me mira y frunce el ceño, mira a Marcelo y luego a mí, hace eso por dos veces más, esta confusa y al parecer enojada porque me mira como si me quisiera matar.

— Hola — decido romper el silencio – disculpen la interrupción – me siento extraña por que la mujer ni respondió mi saludo y Marcelo sigue siendo Marcelo que no refleja ningún tipo de expresión en su rostro.

— ¿Necesitas algo? – indaga el rubio.

No se porque la tipa esta me mira como si le estuviera robando su dulce favorito, no sé ni como se llama, pero para lo que me importa y le respondo al único hombre del lugar.

— ¡No! Gracias, solo necesito pedir un taxi para ir a casa, por favor.

— En primer lugar -expresa el rubio – no te irás hasta que tomes algo caliente que Martina está preparando, no queremos un resfriado ¿verdad? Y segundo yo te llevaré a tu casa.

La mujer que esta de espectadora mira muy atentamente a Marcelo y lo analiza, es evidente que esta mujer esta interesada en él, trato de no pensar en eso.

— No quiero dar más molestias, Marcelo – hablo nuevamente.

— Eso está fuera de discusión -y dicho esto mira a la rubia quien aún está mirándome raro y un poco sorprendida por la actitud de Marcelo hacia mí, él vuelve a mirarme y lo veo pasar saliva duramente.

La rubia al fin decide hablar y en la forma en la que lo hace mi pecho da un vuelco.

— ¿No nos vas a presentar, amor? ¿Quién es esta chica, cariño? – eso sin duda no me lo esperaba ¿amor? ¿cariño? Una ola de decepción azota mi pecho y la verdad no logro explicarme el porque me están pasando estas cosas, miro rápidamente a Marcelo y digo hacia la rubia aquí presente.

— Soy Keily Andersson, mucho gusto – ella me mira con desdén, con aires de superioridad y como si yo no fuera nada.

— El placer es mío, soy Vanessa Rinaldi – me mira de arriba abajo y estoy segura de que no le caigo bien.

— Sigan en lo suyo, yo iré por acá – me sentí estúpida al no saber para donde dirigirme puesto que no conozco esta casa, sigo un largo pasillo que va directo al comedor, continuo caminado hasta que me encuentro una cocina esplendida con tres personas en su interior preparando algo.

— Hola, señorita — habla una señora con una hermosa sonrisa que parece ser muy amable – ya le llevo algo al comedor principal, no sabía que había bajado.

-— Hola — hablo con una sonrisa — ¿puedo quedarme aquí?

Ella me mira un poco sorprendida pero asiente.

— ¿Qué desea comer? — pregunta ella amablemente.

— No quiero nada de comer, solo una bebida caliente si no es molestia, por favor.

— En un momento le sirvo, señorita.

— Me puede llamar Keily, sin ningún problema -expreso y ella vuelve a sorprenderse.

— No, claro que no — suelta ella — usted es una señorita, amiga del del señor de la casa y...

Sonrío tiernamente hacia ella – Llámame Keily o me enojar.

Ella sonríe y asiente.

— Mi nombre es Martina y vivo con Marcelo desde su nacimiento, es decir, soy su nana — suelta ella con orgullo y sonrío al descubrir esto.

— Vaya, me da gusto saber eso – respondo

Me da una tasa de chocolate que por cierto esta delicioso, platico muy cómodamente con Martina quien es una señora muy agradable y que según lo que me cuenta conoce a la perfección al tarúpido, estoy cómodamente con ella entre platicas y risas.

Llega un momento en donde me quedo sola en la cocina, sentada en unos de los taburetes mientras disfruto mi segunda taza de chocolate. Me pregunto quien será la persona que estaba con Marcelo en sala, mi corazón da vuelcos de solo pensar que sea algo de él y de ser así porque no lo dijo. Estoy sumida entre tantas cuestionantes que no me percato cuando alguien entra a la cocina.

— ¿Quién eres tú y qué haces en esta casa? — cuestiona la rubia aquí presente — ¿Qué haces en la casa de Marcelo?

No respondo nada, sigo como si nada tomando mi taza de chocolate en el taburete.

— Te hice una pregunta, mocosa.

— ¿Es a mi? — pregunto indiferente debido al tono de voz que ha usado conmigo.

— ¿Ves a alguien más aquí?  Cuestiona con voz dura.

— Claro, te veo a ti. — respondo y sé que se ha  cabreado más.

— ¿Qué haces aquí? — vuelve a preguntar.

Suelto un suspiro lento, bajo del taburete para poner la taza en su lugar y decido responderle.

— Marcelo me trajo aquí para...

Una bofetada se escucha por todo el lugar, mi mejilla arde ante el golpe inesperado que he recibido.

— Escúchame bien mocosa de poca moral — suelta ella con enojo — no te permito que estés en la casa de mi hombre con su ropa, maldita estúpida.

Mi corazón late fuerte y un nudo se cuese en mi garganta que casi no me permite respirar. Sin embargo, no me quedo quieta y otra bofetada se escucha, en esta ocasión, mi mano se ha estampado sobre su mejilla.

La sorprendo en gran manera y veo como lleva una de sus manos al lugar afectado.

— Escúchame bien, no te voy a permitir que me insultes y me agredas ¿me escuchaste?

— Eres una mocosa impertinente y te advierto que no sabes con quien te estas metiendo,  lárgate de aquí y deja a mi novio en paz.

Mi corazón y el nudo que se ha formado en la garganta están en competencia a ver quien  se quiebra primero, no quiero este tipo de problemas en mi vida, no ahora, aunque Marcelo y yo seamos solo amigos  me hizo suya y me besó teniendo a alguien.

Me siento usada.

No sabes nada aún, Keilisita, investiga.

No quiero, no quiero saber nada.

— Hable usted con su novio y dígale que no me busque más — suelto en su dirección — es él quien insiste en estar cerca.

— Ya quisieras tú, que Marcelo Sandoval estuviera detrás de ti, — habla ella sarcástica con una sonrisa de superioridad — mocosa de mierda.

Sonrío sarcásticamente.

— Yo no quiero, pero el no piensa lo mismo — suelto con superioridad — ¿Vanessa verdad? Ve con él y pide las explicaciones que necesites que yo no tengo tu tiempo.

Doy media vuelta y ahí esta Martina, tiene una cara de disgusto increíble. La señora mira a la tal Vanessa con un semblante serio, al parecer no le cae bien.

— Si no quieres arrepentirte de haber nacido — escucho que habla a mis espaldas — aléjate de lo que es mio.

No respondo nada, estoy cansada y salí de mi casa a despejar mi cabeza y ya ven siempre encontrando la piedra en el camino que te hace tropezar para que te duela el pie.

— Solo me alejaré de él si así lo decidimos nosotros y tú, querida mía,  no estas incluida en ese nosotros.

Su cara es digna de ver, esta enojada y es lo que quería logra r, camino fuera de la cocina y soy seguida por Martina, aún tengo el nudo en mi garganta, pero no voy a romperme aquí.

— Niña, espera — habla Martina — no hagas caso a lo que dijo esa arpía, no es verd...

— Está casa es tan grande — la interrumpo, no quiero hablar de nada. — No sé a donde ir.

Martina me sostiene levemente por el brazo y nuestras miradas coinciden, me mira con ternura, no me explico el porqué.

— ¿A dónde quieres ir? — la miro confundida y ella me sonríe al darse cuenta — ¿A qué lugar de esta casa quieres ir?

Sonrío en su dirección.

— Solo quiero ir a casa.

— Vamos, espera a Marcelo frente al lago.

Asiento mientras camino hacia el lugar donde ella me lleva. Ambas vamos en silencio y observo todo.

¡Es tan bonito aquí!

Estoy en un amplio jardín y no muy lejos se encuentra el lago con una fuente en medio, respito profundamente, aligerado las emociones que siente mi pecho, mi garganta y todo mi ser, no puedo explicar la magnitud de aire fresco que se respira aquí,  a mi madre le encantaría este lugar.

No quiero pensar en nada más, lo único que quiero es ir a casa. Voy creando mi barrera de protección, si Marcelo y yo solo somos amigos, nos conocimos y tuvimos sexo, nos hemos besado, si, pero nada más, entonces ¿Porqué me duele todo lo que la rubia "simpática"  me dijo?

Miro hacia el lago y trato de enviar todos mis pensamientos ahí, lejos de mi, llevo un par de minutos aquí. Sé que Martina aún está aquí, en silencio, al parecer puede darse cuenta cuando las personas necesitan sólo eso, estar en silencio y en verdad se lo agradezco.

No pasa mucho tiempo cuando  Marcelo llega hasta donde estoy.

— Es hora de irnos, Keily – dice el rubio mientras asiento.

Me despido de Martina y salimos de aquí.

Subo a uno de sus coches ya que ese no es el mismo que usamos anteriormente, el ocupa su lugar delante del volante, nos dirigimos hacia mi casa en silencio, me limito a pensar en todo lo que sucedió hoy, no quiero pensar en que Marcelo tiene novia, la verdad es que eso no me interesa o eso es lo que quiero creer. Llegamos al lugar de destino, bajamos del coche y Marcelo me acompaña a mi departamento, cuando llegamos a este me giro hacia él.

— Muchas gracias por todo lo que hiciste por mi hoy – le digo sinceramente –– puedo catalogar este como uno de los mejores días de mi vida, ah y tu ropa te la devolveré luego.

Asiente.

— No es nada, fue un placer acompañarte y por lo de la ropa no te preocupes — lo siento más serio de lo normal, pero no pregunto nada, no quiero saber nada — ya entra, nos vemos luego.

Me da un rápido beso en la mejilla y cuando esta seguro de que estoy sana y salva se va de aquí.

Definitivamente prefiero tomar distancia, no quiero que este hombre tenga problemas con su novia y sobretodo no puedo dejar de sentirme mal conmigo misma por la situación que se a generado con la rubia simpática que he conocido el día de hoy.



◇◇◇

♡♡ NOTA DE LA AUTORA ♡♡

Feliz año nuevo 2022 para todos ustedes, que todos sus propósitos se hagan realidad. Se les quiere mucho con demasiado 💕

- Capítulo nuevo

- Dejen sus comentarios.

- Nos leemos pronto.

- Besitos a todas MIS NENAS. 💋

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