Los reencuentros son casualidad, ¿o no?
CAPITULO 2
DYLAN
Entré al departamento y por alguna extraña razón mi mente visualizó una vez más a aquella chica, el sonido del dichoso timbre interrumpió mis pensamientos.
No tenía ganas de ver a nadie, así que deje que pensaran que no había nadie, quizás dejarían de insistir y se largaría de aquí.
Sin embargo, el timbre sonó una vez más, y otra más, muchas veces más después de la primera. Al parecer la persona sea lo suficientemente estúpida para entender que no quería salir a recibirle, o quizás sea alguien que solo busca venir a molestarme.
Solté un gruñido sabiendo que no se iría al menos de que saliera, así que, sin remedio me puse de pie y abrí la puerta.
Ahí, al otro lado del pórtico estaba mi medio hermano: Alec. Hijo de mi verdadero padre, de quién no quiero en mi vida y mucho menos de que se enteren que tengo relación con ese señor.
— Traje comida — sonrió, mostrándome las bolsas que tenía en las manos, una de comida china y otra para hacer.
Abrí más la puerta.
— Pasa— dije haciéndome a un lado, dejando pasar a mi medio hermano.
Alec dejó las cosas sobre la mesa, para después dirigirse por unos platos y cubiertos a la cocina, sirvió la comida en los platos que eran de mi madre, quién había fallecido cuando yo tenía siete años.
—¿Cómo te fue en el trabajo, hermano? — preguntó, sonreí un poco, a pesar de repetirle muchas veces que no me llame así, lo hace siempre.
—Bien. — respondí con un poco de seriedad.
Pasamos unos minutos en silencio mientras comíamos sin que nadie dijera absolutamente nada. Hasta que de la nada preguntó:
—¿Por qué debemos de ocultar nuestra relación de hermanos?
Dejé de comer y lo miré directamente a los ojos:
—Alec, ya hablamos de esto, tu madre no quiere que los medios de comunicación se enteren que el millonario más reconocido de los Ángeles tuvo una amante y un hijo ilegítimo. Ni mucho menos que ése hijo, soy yo. — le recordé, agarrando el plato para comer tranquilamente. —¿Entiendes?
Alec suspiró y asintió lentamente.
Meses después
Me levanté temprano y empecé a vestirme para mi primer día, era mi último año de preparatoria. Los años anteriores había estudiado en otro instituto, dónde había visto por una semana a Adel hasta que se fue a otro instituto. Gané una beca por mis excelentes calificaciones y mis medallas de excelencia en matemáticas.
Al llegar, observé por unos segundos la edificación del lugar, no es tan grande como creí pero, en fin, es uno de los mejores. Aunque, mi sorpresa empezó cuando ví a la chica allí de nuevo, y creció al verla platicar con mi medio hermano.
Sinceramente, no creí que la volvería a ver. Tampoco debería darle mucha importancia, pasé a lado de ella, sin mirarla ni nada parecido, y, me dirigí en dirección a la oficina del Director. La secretaria estaba sentada en su escritorio mirando algunas cosas en su celular y riendo como si fuera lo más gracioso que nunca antes hubiera visto. No lo sé, lo que si sabía es que aún no se había percatado de mi presencia, aclaré mi garganta y al verme, me sonrió seductora.
«Estupendo, esto nunca cambia.» ¿Notan el sarcasmo?
—¿Eres el de nuevo ingreso? — asentí con un movimiento de cabeza —. Puedes pasar, el Director te está esperando — sonrió coquetamente.
Entré a la oficina cuyas paredes estaba adornadas con varios cuadros de quiénes creo son su familia, frente a mí se encuentra un hombre cuya seriedad en su rostro fue reemplazada por una cálida sonrisa y una frase de aliento para una integración adecuada a los demás alumnos que asisten al lugar, finalizando con la satisfacción de incluir a alguien con el reconocimiento académico como el mío en su plantilla de estudiantes, después de todo ello me entrega mi horario.
Miré el reloj que colgaba aun lado de una pintura, demasiado colorida y me di cuenta que llegaría tarde a mi primera clase, corrí por los pasillos hasta que encontré el dichoso salón de clases, y toque la puerta. Una mujer bastante joven, no creó que pase de 25 años, me abre la puerta y me mira de arriba abajo para después sonreírme.
Esto resultará cansado.
—¿Tú eres el nuevo alumno? — pregunta sin quitar esa sonrisita que me molesta profundamente, afirme —, pasa. — se hizo a un lado, dejándome entrar, pero al pasar por su lado pude escuchar que susurraba: "que sexy"
A lo cual, no respondí ni siquiera volteé a verla. Continué mi camino y ví a Adel por unos segundos, hasta que miré hacia delante, la profesora cerró la puerta, caminando después hacia mí y toco mi hombro miró a los demás.
— Él es Dylan, su nuevo compañero, espero que lo hagan sentir incorporado entre ustedes. Ve a sentarte. — dijo la profesora.
Fije mi vista en todos los lugares disponibles, hasta que pare en el último de la primera hilera, no había nadie a los lados solo había una persona enfrente y esa persona era Adel.
Podía escuchar el suspiro de la mayoría de las chicas, cuando pasaba por sus lugares y también me sonreían coquetas, sin embargo, no hice caso. Probablemente, sí fuera Alec estuviese gozando ser proclamado el chico más guapo del salón, pero él y yo somos demasiado diferentes. Mientras él estuviera encantado de ser el centro de atención de todas las chicas, yo me siento como la presa por la que pronto los buitres pelearán, sencillo e irritante. Pues, pareciera que en cualquier momento se lanzarían por carne nueva, por un poco de atención ante un rostro y nada más, algo que no dejaba de ser “vacío”.
Lo peor de todo esto, es que me pasa desde que entré a la primaria, puede sonar absurdo pero es cierto; y me disgusta, es demasiado incómodo que te regalen cosas o que te den cartas, todo con un mismo objetivo y sin respetar en lo más mínimo lo que piensas, solo ven lo que quieren.
Y a mí me dejan como el villano que les rompe el corazón con su indiferencia, cosa que no me molesta, sí así las mantengo lejos de mí volando hacía otra presa, perfecto. En toda la clase mi mente no podía borrar el hecho de que Adel estuviera al frente mío, por más que intentaba evadir ese tema poniendo atención en la clase, terminaba intercambiando miradas furtivas entre el pizarrón y su cabello.
Cuando el timbre sonó fui por algunos libros a la biblioteca y cuando quise entrar al salón sentí una chica chocando contra mi pecho.
—Los siento. — escucho que habla, al abrir los ojos me di cuenta que era, Adel.
—No pasa nada — digo sin ninguna expresión retomando mi camino para entrar al salón y empezar mi clase de historia.
Tomé asiento en uno de los primeros lugares, pero, a los poco minutos llegaron las chicas a pelearse por la banca que se hallaba a mí lado. Esto era hartante, porque unas se jalaban del cabello o se pegaban con las libretas, al final de todo no permití que ninguna lo ocupará. Así que, puse mi mochila de ese lado, entró el profesor y me sorprendí, porque él había sido novio de mi madre antes de morir, se fue de Los Ángeles hace un par de años, ya que, no podía olvidar su ausencia después de tanto tiempo.
Cayden Sprout.
Él era un hombre muy sabio, juguetón y divertido, quién me cuido y me ayudo a superar un poco la muerte de mi madre antes de irse. Pude notar que le guiño el ojo a Adel, por dentro sabía que solo estaba jugando, pero por algún motivo me dio un poco de enojo. No entiendo por qué.
— Esta bien. — dijo observando el espectáculo del que yo era participe sin tener intención, negó divertido, para después salvarme— Chicas a sentarse, ya dejen al chico, vamos a comenzar la clase — hablo Cayden.
Tiempo después el profesor dijo que tendríamos que hacer un trabajo en equipo, y bueno me toco compartir clase con Adel y Alec (el mejor jugador de videojuegos).
ADEL
Había pasado algún tiempo desde la última vez que lo ví, nunca hablamos cada vez que lo intentaba, él me esquivaba. Así que, dejé de insistir, no es como si quisiera entablar algo con él, simplemente quería agradecer y regresarle la sudadera que me prestó, la cual, aún tengo.
Maldita sea.
No lo he podido sacar de mi mente, ¿será por lo que Scarlett me contó? O por la intriga que me causa el misterio que emana como el antisocial más antisocial del instituto por el que todas las chicas mueres. ¿A alguien más le parece un cliché?
Su mirada, su personalidad, la seriedad que inspira su actitud.
Necesito sacarlo de mi mente, por mucho que quiera descubrir que hay detrás de él, en estos momentos es imposible.
Después de la charla con mi hermana, decidieron cambiarme de nuevo a otro colegio, quise oponerme, pero un día simplemente llegué y me dieron la noticia que para el siguiente día iría a otra escuela.
No comprendo, sí le es tan indiferente porque hacer tanto ajetreo solo por un ex. Me gustaría decir que aquí me va mejor pero no, hay una estúpida maestra con el cabello zanahoria que me odia y la odio. Para acabarla de amolar, también resulta ser una de las mejores amigas de mi hermana, y no porque tengan la misma edad, solo porque se conocieron en un estúpido campamento donde ella era la supervisora de su grupo.
—Tierra llamando a Adel, ¿me escuchas?
¿Qué? Lo miré sorprendida ¿Qué hace Alec aquí? ¿Desde hace cuánto me ha estado llamando? Él me mira divertido.
—¿Qué haces, tonto? — preguntó dándole un ligero golpe en la frente.
—¡Auch! Tan agresiva como siempre Ad — se queja, sobándose la frente.
Cosa que solo me hace pensar una cosa: “Qué niña, ni siquiera te pegue fuerte”.
Sin evitarlo suelto una carcajada, ante lo poco varonil que en ocasiones resulta éste amigo mío. Siento que alguien pasa a mi lado, debo estar imaginando ¿será? No puede ser es él, ¿o sí?
Es él.
¿Qué hace aquí? Intenté seguirlo con la mirada, pero Alec se para en frente de mí. Es mi amigo y lo adoro, pero en estos instantes, sólo quiero goloearlo. Lo hago a un lado, ya no lo veo, probablemente no se trataba de él y mi mente solo se creó una ilusión, quizás solo exagero. Como sea, no tiene la suficiente importancia.
—Será mejor que vayamos a clases, a mí me toca con mi crush ¿y a ti? —. dice en un suspiro, ruedo los ojos. ¿Cómo puede agradarle la zanahoria?
—Me toca literatura.— ambos nos encaminamos, me lleva a mi salón y se dirige al suyo.
No tarda en llegar la profesora, me agrada, pero debo admitir que sus clases son bastantes aburridas, su voz me desespera un poco, y es que, siempre al término de cada frase pareciera como si masticara un chicle que está a punto de explotar.
Tal vez era, el hecho de que los chicos prestaban más atención al aspecto de la maestra o que el día soleado no me llamaba mucho la atención como para distraerme; pero en cuestión de minutos, la plataforma delantera obtuvo toda mi atención, y fue cuando, aquel chico entró, no había sido una alucinación. Realmente se trataba de él. Dylan.
Cuándo lo vi entrar no podía creerlo. Pero lo que más me consterno fue el momento en qué la profesora lo miro de manera poco apropiada, aunque, tampoco es que me sorprendiera mucho, — en el anterior Instituto era lo mismo—.
—Él es Dylan, su nuevo compañero. Vete a sentar.
Las chicas suspiraron, no puedo evitar rodar los ojos. ¿Cómo podrían distraerse por algo tan insignificante? Ósea sí, es guapo, pero no deben convertirlo en su nueva razón para querer venir más seguido al instituto.
Puedo decir la clase fue tal como siempre: aburrida. Ninguno de los dos hizo afán de hablarse o recordar que nos conocíamos, ambos nos ignoramos. Una vez que tocaron el timbre, todos salimos, no me detengo a hacer la plática con ningún compañero, busco la máquina y sacó un par de chocolates, que amo con toda mi vida.
¡Joder! Se me ha hecho tarde. Corrí, miré por la ventana y aún no llega el profesor de historia. Estaba distraída que antes de dar la vuelta para entrar choqué con alguien que —al parecer — también iba a entrar.
—Lo siento— murmuré sobando mi frente.
Ahí está, Dylan. Me disculpa con la misma frialdad que siempre lo ha caracterizado, así que, no ha cambiado ni un poco, sigue siendo un amargado.
Quise hacer lo mismo que él y continuar con mi camino, las piernas no me responden, así que, estúpidamente continuo tirada en el piso.
Es un milagro que los demás estudiantes no me pisotearan con lo distraídos e imbéciles que tienden a ser, pero, por las risitas que escucho cada que pasan por mi lado, es muy probable, que se estén burlando de mí. Cosa que me tiene sin cuidado, finalmente, todos alguna vez tendremos que ser la burla de alguien. No estaba muy segura de lo que me estaba pasando, mi resolución comenzaba a perder el control de lo que pasaba a mi alrededor, tan solo miraba un punto fijo como sí algo sorprendente estuviera a punto de ocurrir. Hasta que Alec llegó a lado mío y poniéndose a mi altura me extendió la mano.
—¿Qué haces ahí? — preguntó divertido sin dejar de lado un toque de curiosidad.
Le sonrío, y digo con maldad: — Es que el piso es cómodo. — reímos a todo volumen sin importarnos las apariencias, agarre la mano que me extendía mientras él se ponía de pie, para después ayudarme a mí.
—Tan loca como siempre. — comentó despeinado mi cabello.
—De verdad, el piso era cómodo. — insistí riendo un poco.
Entramos al salón y fui testigo de cómo sus ojos se iluminaron al verlo.
—¡Dylan! — saludo efusivamente al nuevo, aunque este ni siquiera se inmutó, al parecer estaba demasiado molesto con las chicas a su alrededor, peleando por ver quién sería su vecina de mesa.
No pude evitar soltar una carcajada por la escena. Por primera vez veía a mis compañeras querer tomar asiento en la primera silla.
—Alec, ¿lo conoces? — pregunté en un susurro, él y yo tomamos asiento en el centro, tenía una gran curiosidad y no era mi culpa, desde pequeña fui así.
—Si.
No era una respuesta que me saciara en lo absoluto, necesitaba más. No me importaba sonar cotilla, porque finalmente esta curiosidad que sentía en estos momentos era mucho más grande que la vergüenza.
—¿Es cierto que conoce a mi hermana? — cuestioné de nuevo.
Alec se tensó y comenzó a morder su labio con cierto nerviosismo.
—¡Oh, vamos! Soy tu mejor amiga. — dije poniendo cara de perrito abandonado — Por fis — no lo convencía —. ¡Vamos!, sólo es una pregunta con una respuesta demasiado sencilla— le sonreí—, no es como si ellos hubieran tenido algo que ver ¿o sí?
Tras su cambio drástico de expresión lo supe todo. Scarlett había dicho la verdad. Ella había jugado con ese chico y le había roto el corazón. La pregunta era: ¿aún sigue enamora de mi hermana?
No volví a tocar el tema, ni dije algo más, creo que ya tenía lo que necesitaba; recargué mi cabeza en el hombro de Alec y miré al nuevo profesor.
—Mi nombre es Cayden Sprout— se presentó sonriendo a todos, sin dejar ese toque de seriedad que se encontraba en su rostro, dándole un toque de profesionalismo.
¿Es mi imaginación o me acaba de guiñar un ojo?
Quizás debe ser porqué soy la única de las chicas que le pone atención, sí eso debe ser, las demás siguen embobadas con Dylan. Pobre.
— Me harán una investigación sobre el tratado de Versalles y que posición ocupó Estados Unidos. — dijo antes de dar por terminada la clase y comenzar a dar los equipos.
La mayoría de mis compañeras estaban atentas, nunca las había visto así, incluso a la última chica quien creí que estaría así, se encontraba sumamente atenta. Podía jurar que Sara Higgins rezaba para que la pusieran de equipo con el nuevo, sí algo extraño y más cuando ella es la primera en decir que es mejor hacer los trabajos individuales porque nuestros cerebros se desarrollaban mejor, cosa muy contraria a lo que sucedía ahora mismo. Y es que, se había quitado los lentes —que nunca se quitaba — y desatado la bella trenza de su pelirrojo cabello.
Quiero soltar a reírme, enserio quiero hacerlo. Quizás, lo que esperan es saber quién será la pareja del nuevo.
Pobre Dylan, lo digo enserio.
A pesar de ser mujeres nunca me he llevado bien con alguna de mis compañeras, siempre he sido más amiga de los chicos. ¿Raro?
Sentí las miradas asesinas cuando el profesor dijo que Dylan y yo seríamos equipo, suspire con decepción y volví a encargarme en Alec quien con una risotada dijo:
—Suerte, a él jamás le han gustado los equipos. — se burló.
Ni que lo diga, recuerdo que en la única semana que estuve en la otra escuela sólo dejaban trabajos en equipo y todos estaban encantados de trabajar con él porque hacia absolutamente todo. Sin embargo, yo no dejaría las cosas así, eso era un abuso.
—¿Cómo es que lo conoces? — interrogue, por mucho que lo intentará ese lado curioso de mí, no se encontraba nada tranquilo.
Solo quería saber. Y nuevamente, su expresión cambio por una de nerviosismo
—Será mejor que nos vayamos a la siguiente clase. — dijo con la voz temblorosa, jalando de mi brazo para, técnicamente, correr.
Esto estaba mal.
—Alec detente.
Le pedí por cuarta vez, no me hizo caso.
—Alec.
Me llevaría al otro lado de la institución, pero continuaba sin escuchar
—¡Detente imbécil!
Lo peor de todo esto, es que me tocaría con la mujer que má odiaba de todo el lugar y esté continuaba ignorándome, me dolían los pies de tanto correr
—¡Alec, para! — grité y por fin paró.
¡Aleluya!
—¿Qué? — interrogó confundido, intente mantener mi respiración.
Mi pecho subía y bajaba, me sentía sofocada y con unas enormes ganas de patear el trasero de este idiota.
—Joder, me toca con la zanahoria.
—Ad, no le digas así. — me regaño, lo miré mal y retrocedió unos cuantos pasos hacia atrás.
Es que, en verdad que tenía unas ganas inmensas de matarlo.
—¡Imbécil! — escupí—, me has traído al otro lado de mi estúpida clase — le reclamé. Es que no podía creer como es que se puso así.
Miró a sus alrededores, estoy casi segura que ni siquiera se había dado cuenta el camino que tomaba
— Cierto. — admite en tono culpable.
—Gracias por darle un motivo más a la zanahoria para regañarme. — recrimine, corro de nuevo por donde vine, en verdad, solo un milagro me salvara de su estúpido hobbit por humillar a Adel, me imagino que es su favorito.
Nunca fui buena en los deportes, supongo que, por eso los odiaba. A penas y puedo respirar, es más, a duras penas puedo mantenerme de pie.
—¿Puedo pasar?
Me mira de arriba a abajo con desagrado, miren que ella no es mejor que yo.
—¿Habrá algún día donde llegue a tiempo? — usa un tono, no solo de desaprobación, sino también de desagrado y petulante. Se siente superior a mí, por llevar el estúpido título de profesora, no es que piense que ser profesora o profesor es estúpido, mejor dicho, creo que ella es estúpida.
—Lo siento—. Me trago todo lo que pienso de ella, carajos, no puedo regresar más a la Dirección, menos por culpa de esta mujer.
Sonrió, conozco es sonrisita, ahí va. 1… 2… 3…
—¿Y no puede tener mejor aspecto personal? — dice de nuevo, lo sabía, es una…. — Pasé, más le vale no poner el desorden. — puedo escuchar algunas risillas. El espectáculo que a esta mujer le gusta dar conmigo es muy placentero para muchos aquí.
Camino hacia el primer asiento que veo desocupado, ignorándola a ella y sus admiradores quien cree que es lo mejor, como si fuera la primera vez que hiciera esto, las matemáticas me gustan, no soy mala en ello.
Fijo mi vista adelante y ahí está una vez más Dylan. Vaya al parecer, hemos compartido todas las clases hasta ahorita. Cosa que resulta extraña.
Pasan las horas y las clases, efectivamente me ha tocado compartir todas con él.
Busco a Dylan, pero no lo veo, el ensayo es para mañana y desaparece, gracias a Dios que tuve una hora libre y aproveché para iniciar un poco la investigación.
—¿Dónde está? — me pregunto entrando a la biblioteca, sacó un libro sobre los tratados y puedo verlo, en el fondo lo más alejado de cualquier otra persona.
Usa sus audífonos y me acerco dejando caer el libro sobre la mesa.
—¿Qué pasa Scarlett? — dice serio.
¿Cómo me ha llamado?
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