Cómo todo empezó.

El sonido de la música recorrió suavemente el tímpano de su oído. El chico miró las gotas de lluvia cayendo sobre la ciudad mientras esperaba afuera de la cafetería donde hace tan solo cinco minutos había terminado su turno.

Estiró su mano hacia fuera sintiendo las gotas caer contra su palma, esperaba que pasara rápido, lo que menos quería era perder su tiempo ahí parado o coger un resfriado por irse a su casa a mitad de aquel aguacero, sólo pensó en las tareas que debía hacer y los trabajos que debía entregar para esa semana. Aún así, admitía que de alguna manera se sentía tranquilo, solo esperar sin ser molestado por las personas lo hacía sentir bien.

Nunca había sido fan de la atención que constantemente le daban, podía ser estúpido, pero él era la clase de persona que disfrutaba de la soledad, así que no importaba el tiempo, siempre y cuando siempre estuviera solo. Su vida siempre había sido así, no esperaba que nada cambiará, ¿o sí?

A lo lejos, miró a una chica correr debajo de la lluvia, cubriendo su cabeza inútilmente con un bolso. Rodó los ojos, sin entender a quien se le podría ocurrir usar eso en una temporada como esa.

«Supongo que solo a ella. O, alguien que quiere llamar la atención.» pensó.

La chica corrió hacia donde él estaba, aún así, él ni siquiera la miró, prefería concentrarse en el cántaro de lluvia que caía contra el piso, qué ni siquiera notó cuando la joven le hablo.

Pensó que la había visto en algún lugar, y recordó a la nueva estudiante, cuyo nombre si mal no recordaba era Adel. Aún así, ni siquiera pareció notar que la chica lo miraba suplicante, en realidad, no le importaba, lo único que ansiaba era que se fuera y lo dejará en paz.

De la nada, sintió como alguien le quitó el audífono haciéndolo fruncir el ceño molesto, se giró con la intención de hacerle saber que no le interesaba mantener una conversación con ella, entonces, escuchó a la chica hablar.  

—¿Me prestas tu suéter? — preguntó.

El pelinegro no dijo nada, le quitó el audífono para colocarlo de nuevo en su oído. Ambos se quedaron en silencio por un largo tiempo hasta que lluvia empezó a parar poco a poco, y sin decir nada o dar alguna explicación, se quitó su sudadera y la pasó por arriba de la cabeza de Adel, antes de tomar su bicicleta e irse de ahí, dejando boquiabierta a la joven.

¿Quién hubiera imaginado qué su historia no terminaría ahí?

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