Capitulo 87: Fantasmas

El ambiente en mi habitación era sofocante, como si las paredes se cerraran poco a poco. Desde el enfrentamiento con mi padre, no había podido encontrar un respiro. Su presencia seguía pesando en mi mente, y las palabras que habíamos intercambiado resonaban en un bucle interminable. Me senté al borde de la cama, con las manos enterradas en mi cabello, tratando inútilmente de calmar la tormenta que rugía dentro de mí.

Entonces, escuché un suave golpeteo en la puerta. No respondí, pero la figura de Izumi apareció de todos modos, vestida con algo que difícilmente podría llamarse pijama. Llevaba un camisón de seda negra que apenas cubría lo suficiente, y el brillo de su piel contrastaba con la penumbra de la habitación.

—Itachi —dijo en voz baja, casi como si no quisiera romper el silencio—. Pensé que estarías aquí.

Levanté la mirada hacia ella, y aunque quería decir algo, las palabras no salieron. Izumi cerró la puerta tras de sí y avanzó hacia mí con una calma que parecía ensayada.

—Has estado muy tenso últimamente —continuó, deteniéndose justo frente a mí—. Quizá debería ayudarte a relajarte un poco.

No respondí, pero tampoco me aparté cuando se inclinó y deslizó sus dedos por mis hombros. Sus manos eran cálidas, pero no lograban calmar el frío que sentía en el pecho. Izumi debió interpretar mi silencio como una aceptación, porque pronto sus labios estaban en mi cuello, suaves y exploradores, mientras sus manos comenzaban a desabotonar mi camisa.

—Déjame ayudarte a olvidarlo todo, aunque sea por esta noche —murmuró contra mi piel, su voz cargada de una mezcla de necesidad y desesperación.

Yo sabía que debería detenerla. Sabía que lo correcto sería apartarla, decirle que no podía hacerlo. Pero también sabía que, en ese momento, no tenía la fuerza para rechazar lo que me ofrecía. Tal vez, pensé, dejar que todo se desvaneciera en el calor del momento podría ser suficiente para apagar las llamas que ardían en mi interior.

Izumi me empujó suavemente hacia la cama, montándose sobre mí mientras sus labios buscaban los míos. Cerré los ojos, dejándome llevar por el acto, pero fue entonces cuando sucedió: en mi mente, su rostro comenzó a desvanecerse, y en su lugar apareció el de Sasuke.

Al principio fue solo un destello, un recuerdo vago. Pero cuanto más avanzábamos, más clara se hacía su imagen. Era como si mi mente se negara a aceptar que Izumi estaba allí, insistiendo en reemplazarla con la única persona que realmente deseaba.

—Sasuke... —murmuré antes de poder detenerme.

Izumi se tensó por un momento, pero no dijo nada. Continuó con sus movimientos, como si no hubiera escuchado, aunque el brillo en sus ojos revelaba lo contrario.

El acto continuó, pero para mí, ya no era Izumi quien estaba sobre mí. Era Sasuke, con su piel pálida y su aroma inconfundible. Mi mente se sumergió por completo en la fantasía, borrando cualquier rastro de realidad. Susurré su nombre de nuevo, esta vez con más intensidad, mientras mis manos recorrían el cuerpo que ahora imaginaba como suyo.

Era un autoengaño cruel, pero en ese momento, no me importó. Lo único que quería era aferrarme a esa ilusión, aunque supiera que no era más que eso: una mentira.

Cuando todo terminó, Izumi se quedó a mi lado, su cabeza descansando en mi pecho. No dijo nada, pero podía sentir la tensión en su cuerpo. Yo permanecí en silencio, mirando al techo mientras mi mente se debatía entre el placer fugaz que había sentido y la culpa que ahora se apoderaba de mí.

Sabía que lo que había hecho estaba mal. Sabía que Izumi merecía algo mejor. Pero, sobre todo, sabía que nunca podría dejar de desear a Sasuke, sin importar cuánto intentara negarlo.

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