Capitulo 76: Tarde

El silencio en casa era sofocante. Desde mi habitación podía sentir la tensión que llenaba cada rincón, como si el aire mismo se resistiera a moverse. Había esperado que la noche anterior fuera olvidada, enterrada bajo el peso de nuestra rutina, pero sabía que eso era imposible. Esta vez, el límite había sido cruzado, y yo era tan culpable como cualquiera.

El murmullo de voces provenientes del comedor comenzó a intensificarse. Primero bajo, luego más alto. Reconocí la voz de mi madre alzándose, furiosa, exigiendo respuestas. Cerré los ojos con fuerza, deseando poder desaparecer, pero las palabras llegaban hasta mí, cada una más afilada que la anterior.

“No me vengas con complicaciones, Itachi.”

Mi estómago se revolvió al escuchar su tono. No había espacio para el perdón en esa voz. Me levanté de la cama, incapaz de seguir escuchando sin saber exactamente lo que ocurría.

Cuando llegué a las escaleras, mi cuerpo se paralizó. Podía verlos desde allí: mi madre de pie frente a Itachi, su mirada dura y llena de algo que nunca había visto antes en ella. Mi padre estaba al fondo, mirando por la ventana, pero su postura no era la del hombre fuerte y autoritario al que estaba acostumbrado. Parecía… derrotado.

—Hablen— exigió mi madre nuevamente, su voz cargada de una ira contenida que me hizo estremecer.

—Es complicado— respondió Itachi, pero su tono seco solo pareció enfurecerla más.

—¡Complicado!— exclamó, golpeando la mesa con ambas manos.

El sonido resonó en mis oídos como una sentencia de muerte. Quería dar media vuelta y volver a mi cuarto, esconderme como el cobarde que era, pero mis pies no se movieron.

—¿Cómo llegamos a esto? ¿Cómo permitimos que nuestra familia se convirtiera en esta… aberración?— La voz de mi madre se quebró al final, pero su furia seguía intacta.

Mi padre finalmente giró la cabeza hacia ella, su rostro inexpresivo, como si no supiera qué decir.

—Lo siento— murmuró.

Mi madre soltó una risa amarga, fría.

—¿Eso es todo? ¿Lo sientes? ¿Eso va a borrar lo que escuché? ¿Lo que vi?—

Sentí un nudo en la garganta. Sabía que no podía quedarme más tiempo escondido en las sombras. Me forcé a bajar las escaleras, aunque cada paso se sentía como si estuviera caminando hacia mi ejecución.

—Dejen de gritar— dije, mi voz apenas un susurro.

Todas las miradas se volvieron hacia mí. Mi madre me observó con una mezcla de asco y decepción que me atravesó como una daga.

—Tú tampoco te salvas, Sasuke— dijo, su tono tan frío como un iceberg. —Eres tan culpable como ellos.

No pude sostener su mirada. Bajé la cabeza, sintiendo cómo la culpa y la vergüenza me envolvían.

—Yo… no sé qué decir— admití.

—Entonces no digas nada— respondió. Su voz era dura, pero quebrada. —Pero escucha bien, porque esto termina hoy.

Mi pecho se apretó al escuchar esas palabras. Levanté la mirada hacia ella, pero la expresión en su rostro me hizo desear no haberlo hecho.

—Fugaku, Itachi y tu se van de esta casa ahora mismo. No quiero volver a verlos aquí hasta que pueda mirarlos sin sentir repulsión.

El aire abandonó mis pulmones de golpe.

—¿Qué?— murmuré, sin poder procesar lo que acababa de decir.

—No estoy repitiendo nada, Sasuke— dijo, su voz firme. —Esto termina aquí.

Miré a mi padre, esperando que dijera algo, que hiciera algo, pero permaneció en silencio.

—Mikoto, por favor…— comenzó finalmente, pero mi madre lo interrumpió con un grito.

—¡No! No voy a ceder esta vez, Fugaku. Lo que hiciste… lo que hicieron, no tiene perdón.

Quise protestar, defenderme, decir que no había sido mi intención que todo llegara a esto, pero las palabras se atoraron en mi garganta. Antes de que pudiera reaccionar, mi cuerpo se movió por sí solo.

Corrí.

Salí de la casa sin mirar atrás, sin siquiera detenerme a recoger nada. Mi pecho ardía, no por el esfuerzo físico, sino por el dolor, la culpa, la vergüenza. Las lágrimas caían sin control mientras corría hacia cualquier lugar lejos de ese infierno que yo mismo había creado.

Finalmente, mis piernas cedieron y me desplomé en un banco de algún parque que apenas reconocí. Mi respiración era un desastre, al igual que mi mente.

—¿Qué he hecho?— susurré, llevando las manos a mi rostro.

Por primera vez en mucho tiempo, me sentí completamente perdido. Había comenzado esto como un juego, una manera de vengarme, de manipularlos a todos para mi beneficio. Pero el precio de mi egoísmo había sido demasiado alto. Había destrozado a mi familia.

Miré hacia el cielo, que comenzaba a teñirse con los colores del atardecer. Algo dentro de mí cambió en ese momento. Ya no podía seguir jugando este juego. No podía seguir siendo la causa del dolor de los demás.

Me levanté lentamente, limpiándome las lágrimas con el dorso de la mano. No sabía exactamente qué haría a continuación, pero tenía claro que necesitaba alejarme de todo. Necesitaba encontrar una forma de redimirme, aunque no estuviera seguro de merecerlo.

Con un último vistazo al horizonte, comencé a caminar.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top