Capitulo 73: Placentero control
El clima en casa se tornaba cada vez más denso, una atmósfera que parecía pesar sobre todos, pero especialmente sobre mi padre.
Desde aquella noche en el despacho, Fugaku evitaba mirarme directamente a los ojos. Pasaba largas horas encerrado en su oficina, y su presencia en la casa se volvía un mero eco. La tensión entre nosotros era palpable, pero yo no podía evitar disfrutar del control que sabía que ahora tenía sobre él. Sobre todos.
Itachi, por su parte, empezaba a notar los cambios. Su mirada se volvía inquisitiva cada vez que pasaba junto a mí o a nuestro padre. Sin embargo, sabía que no podía permitirme bajar la guardia. Itachi siempre había sido demasiado perceptivo, y un solo paso en falso podría arruinarlo todo.
Esa mañana, al bajar a desayunar, me encontré con mi madre en la cocina. Estaba preparando té, y sus movimientos eran meticulosos, pero había una expresión de preocupación en su rostro.
—Tu padre no ha estado bien últimamente, Sasuke —comentó, sin apartar la vista de la tetera.
—¿Ah, sí? —respondí con indiferencia, aunque por dentro me deleitaba con la idea de ser la causa de su malestar.
—Pasa demasiado tiempo en su despacho, y anoche escuché ruidos. Creo que ha estado bebiendo otra vez. No sé qué lo está atormentando, pero espero que no sea algo relacionado con ustedes dos.
—Estoy seguro de que está bien, madre. Tal vez solo tiene estrés por el trabajo —mentí, fingiendo desinterés mientras me servía un vaso de jugo.
No quería prolongar esa conversación, así que me excusé rápidamente. Sin embargo, decidí aprovechar el día para observar a Fugaku. Sabía que tarde o temprano volvería a caer en mis manos.
Al caer la noche, me encontré con él en el pasillo. Estaba despeinado, con el kimono ligeramente desarreglado, y sus ojos evitaban los míos. Sin embargo, cuando pasé junto a él, no pude resistir la tentación de rozarlo levemente con el hombro, dejando un toque de insinuación en mi mirada.
—¿Te ocurre algo, padre? —pregunté, con un tono cargado de malicia disfrazada de preocupación.
—Deja de provocarme, Sasuke —murmuró en un susurro tenso, sin detenerse.
Sonreí. La noche apenas comenzaba.
Poco después, me dirigí al despacho. La puerta estaba entreabierta, y podía ver a Fugaku sentado en su silla, con una botella de sake casi vacía en la mano. Suspiraba pesadamente, como si estuviera cargando con el peso del mundo. Me apoyé contra el marco de la puerta y lo observé en silencio por un momento antes de entrar.
—¿Otra vez bebiendo? —dije en un tono casual mientras cerraba la puerta tras de mí.
Fugaku levantó la vista y me miró, su expresión una mezcla de cansancio y frustración.
—¿Qué quieres, Sasuke? —preguntó, sin molestarse en ocultar su irritación.
Me acerqué lentamente, disfrutando de cada segundo en que lo veía debatirse entre la culpa y el deseo. Me detuve frente a él y apoyé una mano sobre la mesa, inclinándome lo suficiente como para que nuestras miradas quedaran al mismo nivel.
—Solo quería asegurarme de que estuvieras bien, padre. Pareces… tenso. —Mis palabras eran un susurro, pero cargadas de intención.
Fugaku desvió la mirada, pero no hizo ningún intento por apartarme. Su respiración se volvió más pesada, y el leve rubor en su rostro me dijo que el alcohol comenzaba a hacer efecto.
—Sasuke… Esto tiene que parar —dijo finalmente, aunque su tono carecía de verdadera convicción.
—¿De verdad quieres que pare? —pregunté, dejando que mi voz bajara aún más mientras me acercaba a él. Mis manos se deslizaron suavemente por su pecho, y pude sentir cómo su cuerpo se tensaba bajo mi toque.
Fugaku cerró los ojos y dejó escapar un suspiro, como si estuviera librando una batalla interna que sabía que estaba perdiendo. Aproveché su momento de debilidad y me subí a la mesa, colocando una pierna a cada lado de él, encerrándolo entre mis muslos.
—Sasuke, esto está mal… —murmuró, aunque no hizo ningún intento por detenerme.
—Pero lo disfrutas, ¿no? tanto como yo —respondí, inclinándome hacia él hasta que nuestras frentes casi se tocaban. Mi aliento se mezcló con el suyo mientras mi mano descendía lentamente por su abdomen.
Fugaku abrió los ojos y me miró, pero esta vez no había rastro de resistencia en su mirada. Su respiración se volvió más errática, y sus manos, que hasta ese momento habían permanecido tensas a los lados, finalmente se posaron sobre mis caderas.
Lo besé, y esta vez no hubo dudas ni titubeos. Fugaku respondió con una intensidad que me sorprendió, sus labios moviéndose con desesperación contra los míos mientras sus manos exploraban mi cuerpo con una mezcla de urgencia y cautela. Los gemidos bajos y entrecortados llenaron el despacho, mezclándose con el sonido de los papeles que caían al suelo cuando me empujó sobre la mesa.
Cada movimiento era prohibido, cada toque una transgresión que ninguno de los dos debía disfrutar, pero no podíamos detenernos. El peso de nuestras acciones parecía desvanecerse en medio de ese caos desenfrenado, reemplazado por una pasión que ninguno de los dos sabía que podía existir.
Cuando todo terminó, el silencio volvió a llenar el despacho. Fugaku se dejó caer en su silla, con la mirada perdida y las manos temblorosas, mientras yo me incorporaba lentamente, ajustando mi ropa. Lo miré una última vez antes de salir.
—Tal vez ahora entiendas, padre, que no puedes controlarlo todo. —Mi voz era tranquila, pero cargada de una satisfacción que sabía que lo atormentaría mucho después de que me hubiera ido.
Cerré la puerta tras de mí, dejando atrás un hombre roto y un secreto más que añadir al caos que había desatado en nuestra familia.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top