Capitulo 6: Dolor

El recuerdo de aquella noche volvía a mí como un espectro persistente, invadiendo cada rincón de mi mente. Había intentado ignorarlo, enterrarlo, pero los detalles siempre encontraban la forma de reaparecer. Recordaba sus manos sobre mi piel, sus labios recorriendo cada parte de mi cuerpo con una intensidad que me hacía sentir amado, deseado... importante.

Habíamos cruzado una línea que nunca imaginé, y aunque sabía que estaba mal, no pude evitar querer más. Ese deseo insaciable me había llevado a besarle de nuevo semanas después, en la cocina, justo antes de que la puerta principal se abriera y el hechizo se rompiera.

Izumi había entrado, y el mundo entero pareció desmoronarse. Todo lo que había creído entender de Itachi se esfumó en el instante en que la besó frente a mí. Ni siquiera había intentado explicarse. Simplemente tomó su mano y se fue con ella, dejándome solo, como si lo nuestro no hubiera significado nada.

La amargura de ese momento aún quemaba dentro de mí. Quería gritar, romper algo, pero lo único que hice fue quedarme inmóvil, en silencio. Después de todo, ¿qué derecho tenía de reclamarle?

El eco de los pasos de Itachi regresando esa noche a mi puerta todavía resonaba en mi mente. Me había buscado, había intentado hablarme, pero no quise escuchar. Lo mismo sucedió al día siguiente. Cada vez que intentaba justificar sus acciones, cerraba la puerta, no solo físicamente, sino también en mi corazón.

Un grito me arrancó de mis pensamientos.

—¡Sasuke! ¡Baja a desayunar!

Era la voz de mi madre. Cerré los ojos por un momento, respirando hondo para calmar el tumulto en mi interior. Cuando me sentí lo suficientemente fuerte como para enfrentar la rutina, bajé las escaleras.

Cuando llegué a la cocina, mi madre estaba en su habitual actitud ocupada, sirviendo el desayuno con una energía que parecía casi ofensiva considerando mi estado de ánimo. Mi padre, por su parte, estaba sentado a la mesa, hojeando el periódico sin preocuparse demasiado por lo que ocurría a su alrededor.

Me senté frente a mi plato, apenas mirando la comida.

—Sasuke, tenemos algo importante que decirte —anunció mi madre con una sonrisa que intentaba ser tranquilizadora, pero que solo me puso más nervioso.

—Izumi y sus padres vendrán a cenar esta noche —continuó.

Sentí como si alguien hubiera vertido agua helada sobre mi cabeza.

—¿Por qué? —pregunté, intentando mantener mi tono neutral, aunque sabía que la tensión era evidente en mi voz.

—Bueno... —mi madre hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Es una ocasión especial. Tu padre y yo hemos hablado con sus padres, y hemos decidido que es el momento adecuado para formalizar el compromiso entre Itachi e Izumi.

La palabra compromiso retumbó en mi cabeza, amplificando el dolor que ya sentía.

—¿Formalizar? —murmuré, más para mí mismo que para ellos.

—Sí, Sasuke. Esta cena es para que ambas familias lo anuncien oficialmente. Será algo íntimo, solo nosotros y los padres de Izumi.

No dije nada más. No tenía fuerzas para discutir o preguntar. Me levanté lentamente de la mesa y subí de nuevo a mi habitación.

Cerré la puerta y me dejé caer en la cama, con la mirada perdida en el techo. Las lágrimas amenazaban con salir de nuevo, pero esta vez las contuve. No quería parecer débil, no quería permitir que el dolor me dominara, pero era inútil. Cada vez que cerraba los ojos, veía a Itachi besándola, como si fuera la cosa más natural del mundo.












La tarde transcurrió con la misma pesadez que la mañana. Escuchaba los ruidos desde abajo: el tintineo de los platos, las risas de mi madre mientras daba instrucciones, y las voces ocasionales de mi padre e Itachi. Todo parecía tan normal, tan mundano, mientras yo sentía que me desmoronaba.

Cuando llegó la noche, me obligué a bajar. La casa estaba impecable, decorada con una elegancia sobria que hacía que todo se sintiera aún más opresivo. Izumi y sus padres ya estaban allí. Saludaron con esa cortesía que siempre me pareció vacía.

Itachi estaba junto a ella, con una sonrisa que nunca había visto cuando estaba conmigo. Esa idea me atravesó como una espada.

La cena comenzó, y aunque los platos eran perfectos y las conversaciones fluían con facilidad, yo apenas tocaba mi comida. Estaba demasiado ocupado luchando contra las emociones que amenazaban con desbordarse.

Finalmente, mi madre, con su característica delicadeza, pidió a Itachi que hablara sobre su relación con Izumi.

—Itachi, ¿por qué no les dices lo que más amas de Izumi?

Todo mi cuerpo se tensó. Levanté la mirada, observando cómo mi hermano se acomodaba en su silla, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.

—Bueno... —comenzó, con esa voz calmada que siempre parecía esconder algo más—. Lo que más amo de Izumi es su capacidad de comprenderme. Siempre sabe qué decir, cómo apoyarme. Es alguien en quien puedo confiar plenamente, alguien con quien puedo imaginar un futuro.

Cada palabra era como un cuchillo clavándose en mí. La presión en mi pecho se volvió insoportable. Antes de que pudiera controlarme, golpeé la mesa con el puño.

El sonido resonó en la habitación, y todos se giraron hacia mí, sorprendidos.

—Perdón —murmuré, levantándome de inmediato—. No me siento bien.

No esperé una respuesta. Subí las escaleras rápidamente y cerré la puerta de mi habitación, donde finalmente dejé que el llanto me consumiera. Mientras las lágrimas corrían por mi rostro, una sola pregunta resonaba en mi mente: ¿Por qué Itachi? ¿Por qué?.


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