Capitulo 50: Mascaras en la mesa
El comedor estaba impecable, como siempre. Mi madre se había esmerado en preparar una cena especial para celebrar que la familia estaba junta de nuevo. Pero para mí, esa mesa parecía más un campo de batalla que un lugar para compartir en armonía.
Izumi se sentó a lado de Itachi, con su habitual sonrisa amable y un aire de confianza que me revolvía el estómago. Itachi, por supuesto, sentadl frente a mi, fingiendo que nada pasaba y siendo el hijo perfecto.
Pero yo sabía lo que había detrás de esa máscara, lo que ocultaban sus miradas furtivas y sus gestos contenidos. Y lo iba a usar a mi favor.
Durante los primeros minutos, la conversación se centró en cosas triviales: trabajo, proyectos familiares, planes a futuro. Izumi, como siempre, no tardó en tomar el control.
—Sasuke, ¿no has pensado en salir más? Conocer a alguien, quizá. Estás en la edad perfecta para empezar una relación seria. Quién sabe, algún día podrías casarte, como Itachi y yo. Es algo maravilloso. —Sus palabras estaban cargadas de una dulzura tan falsa que me daban náuseas.
Sonreí, fingiendo interés, pero ya estaba preparando mi jugada.
—¿Casarme? No lo sé, Izumi. Algunas cosas prohibidas son mucho más tentadoras, ¿no crees? —Deslicé mis palabras con cuidado, asegurándome de que sonaran ambiguas para mis padres, pero dejando claro el mensaje para ella.
Izumi parpadeó, su sonrisa apenas tambaleándose.
—Bueno, las tentaciones no llevan a nada bueno, Sasuke. Lo digo por experiencia.
—Oh, yo creo que depende de la tentación. Algunas pueden ser irresistibles, incluso necesarias —respondí mientras inclinaba mi silla ligeramente hacia atrás, cruzando una pierna sobre la otra.
La conversación siguió con mis padres discutiendo sus planes para un viaje, dándole a Izumi y a mí una oportunidad perfecta para nuestro duelo silencioso. Deslicé mi pie descalzo debajo de la mesa, buscando a Itachi. Encontré su pierna y la acaricié suavemente con mis dedos antes de moverlo hacia su muslo.
Vi cómo Itachi tensaba los hombros, pero mantuvo su expresión neutral. Izumi no apartaba la vista de mí, intentando descifrar mi juego. Decidí ir un poco más lejos. Deslicé mi pie entre las piernas de Itachi, separándolas ligeramente hasta alcanzar su entrepierna.
—¿Tú qué opinas, Itachi? —pregunté, mordiendo mi labio inferior de forma intencionada mientras fijaba mi mirada en la suya.
Itachi tragó saliva y, por un instante, pareció incapaz de responder. Su mano se movió hacia el vaso de agua, bebiendo lentamente para disimular.
—Creo que... cada quien tiene su propio camino, Sasuke. No todos necesitamos seguir los mismos pasos.
Izumi lo miró con una ligera confusión.
—¿Estás bien, Itachi? —preguntó, ladeando la cabeza como si intentara comprender por qué su esposo actuaba tan extraño.
—Sí, claro —respondió él rápidamente, devolviendo la atención a la comida.
Sonreí para mis adentros, sabiendo que Izumi estaba empezando a sospechar algo, aunque todavía no podía unir las piezas.
Cuando la cena terminó, mis padres se levantaron para recoger los platos, dejando a Izumi e Itachi solos en la mesa conmigo. Izumi me lanzó una mirada que pretendía ser casual, pero yo podía ver la tensión detrás de sus ojos.
—Sasuke, podemos hablar un momento a solas? —preguntó, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
Levanté una ceja, fingiendo sorpresa.
—Por supuesto. —Me levanté de la mesa y la seguí al pasillo, donde se aseguró de que estuviéramos lejos de nuestros padres.
—No sé qué pretendes, pero te advierto algo, Sasuke —susurró, su tono ahora frío y amenazante—. Itachi es mi esposo. Él me ama, no importa lo que creas o lo que intentes.
La miré con una sonrisa de suficiencia, cruzándome de brazos.
—¿Es eso lo que crees? Qué interesante. Pero dime, Izumi, ¿por qué parece que eres la única que necesita recordarlo?
Su rostro se endureció, pero antes de que pudiera responder, regresé al comedor. La había dejado con una semilla de duda, y eso era suficiente por ahora.
Esa noche, me encerré en mi habitación, satisfecho con mi pequeña victoria. Sabía que había dejado una grieta en su fachada perfecta, y con el tiempo, planeaba convertirla en un abismo.
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