Capitulo 27: ¿Venganza?

La cena transcurría con una calma que me resultaba extraña, pero que, a la vez, se sentía como una rutina que había dejado de preocuparme. Todos reían, platicaban, y se sentían cómodos, como si no hubiera nada fuera de lugar. Mi madre y padre charlaban animadamente con Izumi, y ella, con su energía habitual, reía y contribuía con historias sobre su vida. Itachi, como siempre, era el centro de atención, su mirada serena, su voz tranquila. Y yo, simplemente, observaba desde la periferia.

Las risas a mi alrededor parecían distantes, como si no formaran parte de mi mundo. Cada vez que alguien me hablaba, respondía con la misma indiferencia, el mismo tono de voz sin emoción. No me interesaba lo que decía Izumi, ni lo que los demás opinaban. Mi mente estaba ocupada en otra parte: en lo que había ocurrido, en lo que pasaba entre Itachi y yo, en el vació que sentía, siempre presente, a pesar de que mis padres no lo notaran.

Mientras todos compartían anécdotas, yo sentía que ya no pertenecía a ese espacio. Mi mirada se centraba en Itachi, observando cada gesto suyo, cada palabra que le decía a Izumi, y aunque mi cuerpo permanecía quieto, por dentro mi corazón no dejaba de latir frenéticamente.

De repente, mientras todos reían por algo que Izumi había dicho, me percaté de un gesto que me congeló en el lugar: Itachi, con una sonrisa suave en los labios, se inclinó hacia Izumi y la besó. Un beso en los labios, lleno de la familiaridad y ternura de quienes se entienden sin palabras.

Mi respiración se detuvo, y aunque mi mente me decía que debía ignorarlo, mi cuerpo no pudo evitar sentir esa presión en el pecho, esa incomodidad indescriptible que se apoderaba de mí. Sentí como si todo el aire se me escapara, como si mi estómago se revolviera en un torbellino de emociones no resueltas.

—Voy a subir por un obsequio para ti —dijo Itachi mientras se separaba de ella, y me sentí como si mi mundo se hubiera detenido un instante. El tono de su voz era suave, lleno de cariño hacia Izumi, algo que me desbordaba por completo.

Sin decir nada, me levanté de la mesa, en silencio, sin que nadie lo notara, y me dirigí hacia las escaleras. Mi cabeza era un caos, mi corazón latiendo desbocado. ¿Por qué tenía que ser tan difícil? ¿Por qué no podía simplemente dejarlo ir?

Al llegar a la entrada de la sala, vi cómo Itachi subía por las escaleras, con su paso firme y tranquilo, como si nada sucediera. Como si todo fuera normal. Pero yo sabía que no podía seguir ignorando la verdad. No podía seguir ignorando lo que él significaba para mí, lo que hacía por mí, lo que había hecho. Todo esto estaba ardiendo dentro de mí, y tenía que decirlo, aunque sabía que no sería fácil.

En un arrebato, salí de la sala y seguí sus pasos. Subí las escaleras con pasos rápidos, respirando pesadamente, hasta que, antes de que llegara a la puerta de su habitación, lo alcancé.

Itachi se detuvo al oír mis pasos, y volteó hacia mí, con una expresión de sorpresa, pero sin mostrar preocupación, como si supiera que de alguna manera esto era inevitable.

—Sasuke —dijo con su voz suave, pero también con un toque de intriga.

Me acerqué sin pensarlo más, y antes de que pudiera hacer nada, lo tomé del cuello de su camisa y lo besé con desesperación. Un beso feroz, desesperado, sin palabras, como si intentara consumirlo entero. Mis manos se aferraron a su cuerpo, y sus labios, por fin, correspondieron a mi fervor. Pero en ese momento, algo cambió en mí. Era como si ya no me importara el control, como si todo se hubiera desvanecido y solo quedara él y yo, atrapados en este juego peligroso de lo prohibido.

Me separé de él, respirando pesadamente, mientras mis ojos buscaban los suyos, ahora confusos, sorprendidos por lo que acababa de ocurrir. Mi pecho aún subía y bajaba con rapidez, y sentí que, por un instante, algo dentro de mí se liberaba.

—¿Cuáles besos te provocan más? —le pregunté con una sonrisa pícara en mis labios, sabiendo que mis palabras no solo eran una provocación, sino una forma de desafiarlo.

Su rostro mostró una mezcla de sorpresa y algo más, algo que no pude leer completamente. Pero no dijo nada, solo permaneció allí, mirándome con una expresión que me desbordaba.

Sin decir una palabra más, me giré y caminé rápidamente hacia mi habitación. Cerré la puerta tras de mí, sintiendo el peso de lo que acababa de hacer, pero a la vez, una sensación extraña, como si algo se hubiera roto dentro de mí. Sabía lo que estaba haciendo. Sabía que no era lo mejor, pero, por una vez, ya no me importaba. Quizás solo quería ver qué pasaba, quería ver si él realmente sentía algo por mí, o si todo era solo un juego.

Me tiré en mi cama, respirando aún con dificultad, mientras escuchaba el sonido de los pasos de Itachi bajando las escaleras. Entonces lo escuché decir, con voz tranquila, pero llena de una desconcertante sorpresa:

—Se me ha olvidado el regalo. Subiré nuevamente.

Una risa salió de mis labios sin poder evitarlo. El pensamiento de Itachi bajando nuevamente, de repente como un niño perdido, me hizo sentir un tipo de satisfacción amarga. ¿Qué había estado pensando? ¿Que todo sería tan fácil? ¿Que yo seguiría siendo su juguete? No, ya no.

Me senté en la cama, apoyando mi espalda en la pared, y me dejé llevar por una risa silenciosa que, por primera vez en mucho tiempo, me pareció sincera. Sin saber qué iba a pasar, sin saber cómo reaccionaría Itachi, me sentí... un poco más libre.

Sabía que había dado un paso importante, y aunque no estaba seguro de lo que eso significaba, no podía negar que sentía una extraña sensación de venganza, de control. Ya no sería su marioneta. Si él quería jugar, yo también podría hacerlo.

La noche continuó sin que nadie sospechara lo que acababa de suceder. Mientras Itachi subía nuevamente por las escaleras, aún sin saber cómo había terminado todo, yo sabía que el juego entre nosotros no había terminado. Tal vez acababa de comenzar.

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