Capitulo 23: Resignacion

El paso de los días era lento, tan lento que sentía que el tiempo se estancaba. Todo parecía ser igual, como si el mundo estuviera congelado a mi alrededor mientras yo avanzaba en este mar de indiferencia.

Itachi seguía viniendo de vez en cuando, y aunque en la superficie nada había cambiado, yo ya no lo sentía de la misma manera. Lo que quedaba de él en mi vida ya no me dolía tanto. Lo que había sido amor, ahora solo era un eco distante.

Esa tarde, como cualquier otra, me encontraba en mi habitación, mirando por la ventana. La lluvia caía con fuerza, golpeando las ventanas con un sonido constante y rítmico que me ayudaba a sumergirme en mis pensamientos. Era un sábado común, aunque mi alma no sentía la calma que la lluvia prometía. Mis manos jugaban con la taza de café frío que había dejado olvidada sobre mi escritorio, mientras pensaba en todo lo que había sucedido.

Itachi había vuelto a mi vida, y con él, toda la confusión y el caos emocional que había jurado dejar atrás. Sabía que nada de lo que había entre nosotros iba a ser real. Ya no lo esperaba como antes. Ya no me dolía como antes. Mi corazón había aprendido a bloquear sus sentimientos hacia él, pero aún así, cada vez que lo veía, algo en mí se quebraba. No importaba cuántos días pasaran. No importaba que ahora no buscara en él lo que una vez había deseado con tanto fervor. A veces, la oscuridad dentro de mí se encendía nuevamente, recordándome lo que había perdido.

Un sonido en la puerta me interrumpió. No era su voz, pero lo reconocí igual. Era Izumi. Se había convertido en una figura común en la casa, y aunque al principio me había afectado, ahora la veía con indiferencia. Había llegado el momento de aceptar que ella era parte de su vida, parte de la vida de Itachi.

-Sasuke -su voz me llamó suavemente desde el umbral-. ¿Te encuentras bien?

No respondí inmediatamente. Levanté la mirada hacia ella y, a pesar de lo distante que era, me sentí ligeramente incómodo con su preocupación. Al principio, había pensado que podría sentir celos de ella, pero ahora... ahora solo me sentía vacío.

-Sí -respondí con una simple mentira. Sabía que no había forma de explicarle lo que realmente sentía.

Izumi me observó por un momento, notando la falta de emoción en mi rostro. Sabía que algo no estaba bien, pero no me presionó. Quizá ya había entendido que no importaba lo que preguntara, mi respuesta siempre sería la misma.

-Itachi está buscando hablar contigo -dijo ella, como si fuera algo trivial, casi como si fuera un favor que me ofrecía. Lo peor de todo era que ya no me sorprendía. Ya nada de eso me sorprendía.

No dije nada. ¿Qué podía decir? Sabía perfectamente que no era su culpa. Izumi solo era una pieza más en el rompecabezas que había decidido reconstruir Itachi. Algo que nunca tendría sentido para mí. Algo que, aunque lo intentara, nunca podría encajar en mi corazón.

Izumi suspiró, como si ya hubiera anticipado mi indiferencia, y cerró la puerta tras ella. Sabía que en algún momento tendría que enfrentar la situación. No porque lo deseara, sino porque, de alguna manera, las cosas entre Itachi y yo nunca serían lo mismo, y yo tendría que aprender a vivir con ello. Vivir con la presencia de él, de ella, sin que nada de eso me destrozara.

Esa noche, como siempre, la casa se llenó de una extraña quietud. Todos estábamos allí, pero ninguno de nosotros lo estaba de la misma forma. La mesa estaba puesta, y aunque la conversación fluía entre Izumi y Itachi como si fuera algo natural, yo no podía concentrarme. Mi mente estaba completamente alejada, atrapada en un ciclo interminable de pensamientos oscuros y emociones disonantes. Intentaba comer, intentaba ser parte de esa familia que ya no sentía como la mía, pero la verdad era que cada bocado me sabía a vacío.

Itachi me miró en un par de ocasiones, pero su mirada no era la misma. Ya no era la mirada que me pedía perdón, ni la que me hacía sentir especial. Era la mirada de alguien que había aceptado su lugar, y que lo había hecho sin importar los sentimientos de los demás. Quizá ya había dejado de quererme, o tal vez nunca me había querido. Quizá todo había sido una mentira desde el principio.

-Sasuke -dijo él de repente, rompiendo el silencio que se había instaurado-. ¿Estás bien?

Me miró fijamente. Estaba intentando comprenderme, intentar penetrar la capa de indiferencia que había construido alrededor de mi corazón. Pero ya no podía llegar tan lejos.

-Sí, estoy bien -mentí de nuevo. Esta vez, no sentí el mismo dolor al hacerlo. Ya no me importaba lo que pensara.

Itachi se quedó en silencio por un momento, como si dudara, pero al final, no dijo nada más. Se levantó de la mesa, y su gesto me hizo sentir como si hubiera sido abandonado una vez más, aunque sabía que ya no esperaba nada de él. Su cuerpo se alejó de mí, y el sonido de sus pasos vacíos resonó en la casa. Yo ya no sentía la necesidad de detenerlo.

De repente, me sentí vació, en un limbo. Ni triste, ni feliz, ni molesto, ni calmado. Solo vacío.

Esa noche, no me acosté a dormir como solía hacerlo antes, abrazando la soledad. Hoy, decidí salir. Salir de esa prisión que era mi casa, salir de la prisión de mis pensamientos. Las calles estaban desiertas, la niebla caía sobre las aceras, y el aire frío cortaba mi piel, pero no me importaba. No sentía el mismo dolor que antes. Ya no sentía la necesidad de luchar contra mis propios sentimientos. Caminé por la ciudad, sin rumbo, sin propósito, solo buscando algo que me mantuviera distraído de la verdad.

La verdad era que todo lo que había sentido por Itachi, por él... ya no existía. Ya no tenía sentido aferrarme a un amor que nunca fue correspondido. La amarga realidad era que, al final, todo lo que quedaba era el vacío.

A medida que avanzaba, sentí una extraña sensación de liberación, como si al finalmente dejar ir todos esos sentimientos, estuviera dejando ir un peso enorme. Itachi no me quería. Nunca me lo había dicho directamente, pero lo sabía. Izumi estaba en su vida, y yo ya no era parte de ella. Ya no era su hermano. Ya no era nada para él.

Y aunque me doliera, aunque mi alma clamara por la cercanía de su cuerpo, por la calidez que alguna vez compartimos, ya no lo necesitaba. Había decidido dejar de amar a Itachi. Ya no importaba si él regresaba a mi vida o no. Lo que necesitaba, lo que debía hacer, era aprender a vivir sin él, aprender a seguir adelante con lo que quedaba de mí.

Quizá algún día volvería a amar, tal vez no con la misma intensidad, tal vez de una manera diferente, pero lo haría. Porque aunque Itachi se llevó una parte de mí, había algo dentro de mí que seguía luchando por sanarse. Y, por primera vez en mucho tiempo, me di cuenta de que no estaba solo. El tiempo me había dado una nueva oportunidad, una nueva forma de ver las cosas. Y aunque todo parecía oscuro ahora, podía ver una pequeña luz al final del túnel.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top