Capitulo 22: Transformación

Había pasado tanto tiempo desde la última vez que me había permitido sentir algo, algo que no fuera la amargura constante que había acompañado mis días. Itachi había regresado, y como era de esperarse, todo lo que había intentado construir alrededor de mi dolor se desmoronó en un instante. La habitación, el pasillo, mi cuerpo… todo estaba colapsando bajo el peso de los recuerdos y los sentimientos reprimidos. Pero algo en mí había cambiado.

Esa tarde, después de salir a caminar, después de tratar de escapar de las sombras de mi mente, algo dentro de mí se rompió. Ya no podía seguir pretendiendo que todo estaría bien, que la indiferencia me curaría. Mi corazón ya no sangraba de la misma manera. Había alcanzado un punto donde, aunque todo me doliera, no me importaba. Ya no quería aferrarme al pasado, ni a la idea de lo que había sido Itachi para mí.

Aquel beso en la cocina, las noches llenas de deseo, la traición que él había dejado en mi pecho… Todo había cambiado. Ya no podía hacerme daño con los recuerdos. Si iba a permitir que algo pasara entre nosotros, que fuera lo que fuera, no permitiría que fuera más que lo que él estaba dispuesto a darme: nada. Ya no esperaba nada de él, no esperaba amor, no esperaba cariño. Ya no quería vivir con la esperanza de algo que no existía. Y si él quería usarme, aprovecharse de mi cuerpo, que lo hiciera. Ya no me dolería.

Así que, cuando aquella noche tocó mi puerta, sabiendo lo que quería, ya no me detuve. Ya no me importaba.

—Sasuke —dijo su voz suave, como siempre, al otro lado de la puerta.

No respondí, pero no lo necesité. Él sabía que lo estaba esperando. Escuché sus pasos acercándose, ese sonido familiar que se había convertido en un latido constante de mi vida. No lo miré cuando entró, no lo hice porque sabía que si lo hacía, me perdería de nuevo en esa mirada que había sido mi condena.

Me tumbé en la cama y cerré los ojos, sintiendo cómo su presencia se llenaba de nuevo en el aire, como si todo lo que había sucedido en el pasado regresara en ese instante. Pero esta vez, no sentía la misma desesperación. Ya no estaba buscando amor, ya no lo esperaba. Solo lo quería porque mi cuerpo lo deseaba, porque mi mente no sabía cómo dejar de desearlo.

Itachi se acercó lentamente y, sin mediar palabra, comenzó a desvestirse. Ya no era como antes, no había promesas silenciosas, no había susurros dulces ni esa ternura que alguna vez me hacía temblar. Esta vez, todo era directo, impersonal, como si ambos fuéramos solo cuerpos destinados a encontrarse en un momento fugaz de deseo. Nada más.

Mis dedos tocaron la tela de mi camiseta, y en un movimiento cansado, la dejé caer sobre el suelo. Ya no sentía vergüenza, ni incertidumbre. Lo que había pasado entre nosotros no importaba más. Lo que me quedaba era solo este vacío que ahora compartíamos. De alguna forma, ya no me importaba lo que significaba. Ya no me importaba lo que él sentía, si es que sentía algo. Lo único que importaba era que ambos estábamos allí, con la misma necesidad de algo físico.

Me giré hacia él, y su mirada me atravesó. Era tan fría, tan distante. Sus ojos ya no me veían como antes. No había nada de amor, ni siquiera de simpatía. Solo era él, buscando algo para llenar un vacío propio, algo que, al igual que yo, no quería o no podía reconocer.

Dejé que sus manos me tocaran, sin resistirme. Ya no me dolía. Ya no me importaba. Si él quería esto, si lo único que me ofrecía era su cuerpo sin palabras, lo aceptaba. Ya no me quedaba nada más que eso. La expectativa de que un día volveríamos a ser lo que una vez fuimos se había desvanecido, y con ella, cualquier esperanza de sanar. Así que solo me dejé llevar.

A medida que sus dedos recorrían mi piel, sentí que mi mente se desvanecía lentamente, pero ya no era la angustia de antes. Ya no había un vacío que se llenara, ni un dolor que me quemara. Solo era la sensación de algo físico, algo tangible, que me recordaba que no todo estaba perdido, que aún podía sentir algo, aunque fuera solo el roce de nuestros cuerpos, tan fríos y distantes. Era como si estuviera buscando mi propio escape, pero a través del deseo que nos unía de una manera tan sombría.

Me dejé dominar por la necesidad, sin pensar, sin preocuparme por lo que venía después. Sabía que todo esto no era más que un escape. Un escape para ambos. Un juego sin reglas ni consecuencias.

Cuando finalmente caímos juntos, ya no sentí el dolor de antes. Ya no me dolía entregarme a él sin más. Ya no me importaba que él me tuviera de esa forma tan vacía. Estaba cansado de sufrir por algo que nunca iba a ser. Sabía que él no volvería a ser el hermano que amaba, el hermano con el que había compartido tantas cosas. Y aunque mi cuerpo lo buscaba, mi corazón ya no lo necesitaba de la misma manera. Sabía que el amor que había tenido por él ya no existía.

Itachi no me dijo nada cuando terminamos. Simplemente se levantó, se vistió, y sin decir una sola palabra más, salió de mi habitación.

No me levanté de la cama. No lo seguí. No había nada que buscar en él. Solo me quedé allí, mirando el techo, escuchando cómo el sonido de la puerta al cerrarse me llegaba como un eco lejano. Ya no me importaba. El dolor que había sentido antes ya no existía. Había aprendido a vivir con él de una manera que ni yo mismo comprendía.

Quizás era esa la forma en la que todo debía terminar. Ya no tenía fuerzas para seguir amando a un hombre que nunca me amó como yo lo había hecho. Y si él venía a mí solo por su deseo, solo para usarme, yo también lo usaría. Porque, al final, no me quedaba más que eso.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top