Capitulo 11: Limites rotos

El reloj marcaba las once de la noche y la casa estaba sumida en un silencio absoluto. Estaba en mi habitación, sentado en mi escritorio con un libro abierto frente a mí. Intentaba concentrarme en las palabras que tenía frente a los ojos, pero mi mente estaba en otra parte, vagando en círculos alrededor de un nombre que no podía dejar ir: Itachi.

Habían pasado días desde nuestra última confrontación. Desde entonces, él había estado más distante que nunca. Apenas nos cruzábamos en la casa, y cuando lo hacíamos, era como si yo no existiera para él. Cada mirada evitada, cada palabra no dicha, era una puñalada más. Pero por alguna razón, no podía dejar de pensar en él. En cómo se sentía su piel contra la mía, en el calor de sus labios, en lo mucho que lo extrañaba, incluso sabiendo que era un error.

Me pasé una mano por el cabello, frustrado. Estudiar era inútil; no podía concentrarme. Cerré el libro de golpe y me recosté en la silla, mirando al techo.

Entonces, escuché el ruido de la puerta principal abriéndose.

Fruncí el ceño. Era raro que alguien llegara tan tarde, especialmente un sábado por la noche. Mis padres estaban fuera, visitando a unos amigos, y no regresarían hasta la mañana siguiente. Por un momento, pensé que podría ser un ladrón, pero entonces escuché pasos inestables en el pasillo.

Supe quién era antes de que tocara la puerta.

—Sasuke... —la voz de Itachi llegó ahogada a través de la madera.

Me quedé congelado, mi corazón latiendo con fuerza. ¿Qué hacía aquí a esta hora? ¿Y por qué sonaba así?

Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió lentamente. Allí estaba él, apoyado contra el marco, su cabello ligeramente desordenado y los ojos brillando de una manera que no había visto antes.

—Itachi, ¿estás borracho? —pregunté, sorprendido.

Él no respondió de inmediato. En lugar de eso, dio un paso dentro de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Podía oler el alcohol en su aliento, mezclado con su perfume, un aroma que me resultaba demasiado familiar.

—Quiero hablar contigo —dijo finalmente, pero su voz era más suave, más vulnerable.

—¿Hablar? —repetí, levantándome de mi silla—. ¿Ahora? ¿De qué?

—De esto... —respondió, haciendo un gesto vago con la mano, como si eso explicara todo.

—Itachi, estás borracho. No tienes idea de lo que estás diciendo.

—Lo sé —dijo, dando un paso hacia mí. Sus ojos estaban fijos en los míos, y mi corazón comenzó a latir más rápido—. Pero eso no cambia lo que siento.

—¿Y qué sientes? —pregunté, mi voz temblando ligeramente.

Por un momento, pensé que no respondería. Pero entonces, de repente, me agarró por los brazos, acercándome a él.

—Esto... —murmuró antes de inclinarse y presionar sus labios contra los míos.

El beso fue diferente a cualquier otro que habíamos compartido. No había desesperación ni rabia, solo una necesidad cruda y pura. Sentí cómo mi cuerpo reaccionaba de inmediato, incluso cuando mi mente me decía que lo detuviera.

—Itachi, no deberíamos... —susurré cuando se separó lo suficiente para respirar, pero sus labios estaban de nuevo sobre los míos antes de que pudiera terminar la frase.

—Cállate —murmuró contra mi boca, sus manos moviéndose hacia mi cintura—. Solo... cállate.

Y lo hice. Porque en ese momento, no me importaba si era un error. No me importaba si iba a arrepentirme más tarde. Todo lo que importaba era que lo tenía aquí, conmigo, y no podía resistirme.

Sus manos comenzaron a desabotonar mi camisa con una habilidad sorprendente para alguien que había estado bebiendo. Mi piel se erizó al sentir el aire frío de la habitación, pero rápidamente fue reemplazado por el calor de sus labios, que se movieron desde mi boca hasta mi cuello y luego más abajo.

Mis propias manos se movieron por su espalda, tirando de su camisa hasta quitársela. Su piel estaba caliente contra la mía, y no pude evitar arquearme hacia él, buscando más de ese contacto que tanto había extrañado.

Nos movimos hacia la cama, tropezando ligeramente en el camino. Itachi me empujó suavemente hacia el colchón, inclinándose sobre mí con una intensidad en sus ojos que me dejó sin aliento.

—Eres tan hermoso... —murmuró, su voz apenas un susurro.

Mi corazón se detuvo por un momento antes de acelerarse aún más. Quería responder, decirle cuánto lo necesitaba, cuánto lo amaba, pero las palabras no salieron.

Sus manos viajaron hacia mis pantalones, desabotonándolos con una facilidad que me sorprendió. Mi respiración se volvió más rápida cuando comenzó a deslizar la tela por mis caderas, dejando mi cuerpo expuesto a su mirada.

No podía pensar. No podía moverme. Todo lo que podía hacer era sentir.

Cuando finalmente se desnudó por completo y se inclinó sobre mí, sentí que el tiempo se detenía. Sus manos recorrieron mi cuerpo con una familiaridad que me hizo temblar, y sus labios no dejaron un solo rincón de mi piel sin explorar.

Sabía que estaba mal. Sabía que esto solo me haría más daño. Pero mi cuerpo lo extrañaba demasiado, y no podía detenerlo.

Cuando se posicionó entre mis piernas, sus ojos se encontraron con los míos.

—¿Estás seguro? —preguntó, su voz ronca y llena de deseo.

No respondí con palabras. En lugar de eso, lo atraje hacia mí, presionando nuestros cuerpos juntos en una respuesta silenciosa.

La primera sensación fue abrumadora, una mezcla de dolor y placer que me dejó sin aliento. Pero no me importó. Todo lo que importaba era él, aquí, conmigo, llenando ese vacío que había dejado en mi corazón.

Nuestros cuerpos se movieron juntos, cada roce, cada caricia, cada susurro profundizando esa conexión que había estado rota durante tanto tiempo.

—ahh Iatchi... mi cuerpo grita por ti... Itachi ... —gemí, completamente ido, durante varios minutos más.

Cuando finalmente terminó, ambos estábamos jadeando, nuestros cuerpos cubiertos de sudor. Itachi se dejó caer a mi lado, sus brazos rodeándome con una ternura que no había sentido en mucho tiempo.

Por un momento, me permití disfrutar de esa calidez, de esa ilusión de que todo estaba bien. Pero sabía que no duraría. Porque esto no era amor, no realmente. Era un error, una forma de llenar un vacío que ninguno de los dos sabía cómo enfrentar.

Cuando sus brazos finalmente me soltaron y escuché su respiración volverse más profunda, supe que se había quedado dormido. Me giré para mirarlo, mi pecho apretándose al ver lo pacífico que parecía.



Me quedé despierto el resto de la noche, observándolo y preguntándome cuánto tiempo más podría soportar esto antes de romperme por completo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top