Capítulo 8

El cielo está despejado y el viento ha cesado, solo el frío permanece. Respiro lento y profundo con mis manos bien guardadas dentro del abrigo. Me gusta el invierno y no porque deteste el calor, sino porque fue en este que me reinventé hace ya muchos años, fue donde aprendí sobre mi fuerza y mi jardín.

Acomodo la bufanda en mi cuello y miro desde lejos el pequeño brote en el suelo. La respuesta al por qué le tengo miedo y por qué ayer me sentí así está en el espacio donde se puede ver la tierra abierta y sin el amarillo pasto cubriéndole. Hace tiempo allí nació un verdadero baobab, solo que lo desconocía e hizo mucho daño. Sacarlo fue extremadamente difícil, porque sus raíces habían penetrado profundamente la tierra y en ese lugar la vegetación no volvió a nacer. Este brote se parecía demasiado a aquel anterior baobab.

Soplo aire caliente en mis manos, pero ese vapor se enfría y condensa sobre las mismas, generando una sensación para nada agradable. Miro a mi izquierda y veo las ramas del jazmín que nació tiempo después de arrancado el baobab, con este jamás hubo miedos o inseguridades de ningún tipo, desde un principio supe de qué planta se trataba y le ayudé a crecer.

Vuelvo a ver mi pequeño baobab y mi mente se silencia un momento.

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