7. Calentura en el salón

Desde que Mochi y yo nos sinceramos y decidimos dar rienda suelta no solo a nuestros sentimientos de amor mutuo; sino también a la ola de deseo y pasión que se desencadena cada vez que estamos juntos, ha pasado ya un tiempo. Tiempo en el que no solo nos hemos llegado a conocer profundamente, en todo sentido, sino que también ha sido un tiempo en el que hemos tenido que lidiar con las ganas de saltar sobre el otro, cuando la calentura apremia, dentro del salón, porque es una inmensa lata controlarnos, sabiendo que somos alumno y maestro, pero que nos amamos y necesitamos como dos fieros animales salvajes en la intimidad de cuatro paredes, lejos del colegio.

No ha sido fácil para nosotros, ya que a nuestras familias les ha costado aceptar la situación, pero poco a poco hemos logrado conseguir que no se opongan. Después de todo ¿Qué se puede hacer contra un amor tan real como el nuestro? Tan fuerte que es imposible romper los lazos que nos unen. Cada vez que siento a Mochi, retorcerse de placer entre mis brazos, sé que no hay error, amo inmensamente a mi profesor, y él me ama a mí.

Mochi no era un profesor sádico que andaba embaucando jovencitos, para fallárselos ¡no! Era un amante excepcional, del que sólo podía disfrutar yo, y hablo en pasado porque ahora, no solo es él quien gime y grita bajo mi cuerpo.

«Ya no quedaban alumnos en el salón, es más, no había casi nadie en el colegio, pero Mochi debía revisar algunas pruebas, antes de poder salir, el fin de semana había llegado, pero nos negábamos a perder el tiempo con cosas del colegio, en casa, esos dos días debían ser exclusivamente para disfrutarnos. Así que ahí estábamos, yo borrando el pizarrón y él... incapaz de terminar con lo suyo.

Volteé a mirarlo y me mordí el labio, "sigue con lo tuyo" le dije y guiñé un ojo para él "yo seguiré en lo mío". Y sí, lo mío en ese momento era provocarlo, pues al tan solo abrir la puerta de la casa quería perderme en su hermoso culo. Claro, pero no había caído en cuenta de que, al hacerlo de esa manera, me estaba convirtiendo en una presa.

Continué con mi tarea y giré la vista hacia la puerta, donde el conserje, estaba parado.

—Profesor Park, es el último en el colegio, bueno, son —dijo mirándome directamente—. Debo hacer mi ronda empezaré por el piso de arriba, termine pronto para poder apagar las luces.

—No se preocupe, solo necesitamos cinco minutos más.

—Está bien. Que tenga buen fin de semana.

—De igual manera. —Se despidió Mochi y yo solo asentí hacia el hombre mayor.

Escuchamos los pasos pegar fuerte y sonoros contra los azulejos del piso y de pronto sentí su mano tomar la mía para hacer girar mi cuerpo. El borrador de pizarra cayó al piso, y lo siguiente que supe fue que mis pies estaban en el aire —tan alucinante, teniendo en cuenta que Jimin era y 'es' más bajo que yo—. Sus labios estaban pegados a los míos y me besaban como si fuera la última vez que pudieran hacerlo.

Nuestras lenguas se enroscaban y chasquean, buscando absorber al otro. Me tomó entre sus brazos y me levantó aún más, con mi espalda terminando de borrar el pizarrón y su pene erecto, pegado a mí. Fue cosa de un segundo, pero mis piernas ya estaban rodeando su cintura y sentía como mi polla se humedecía, al sentir la suya, reposando en la entrada de mi culo, rozándolo levemente.

Le mordí en el hombro, clavando mis dientes sin piedad, cuando sus grandes manos pellizcaron mis nalgas. Normalmente eso lo hacia él, pero por alguna extraña razón esa vez era yo, y lo estaba disfrutando como si fuera parte de un ritual amatorio y señal de la pasión que me embargaba y calentaba más y más.

Clavó sin piedad sus dedos en mis nalgas y me levantó, separándome del pizarrón. Giró hacia la puerta del salón, que estaba abierta y llevándome como si no pesara nada, cual si fuese una pluma, la pateó con la punta de su pie. Cuando estaba a poco de cerrarse, aplastó mi cuerpo contra la puerta, y mi pecho se fundió con el suyo, se sentía como si quisiera romper mis huesos cuando, en realidad, lo que quería era fundirse conmigo, visceralmente, con piel, entrañas, uñas... todo, y yo deseaba exactamente lo mismo.

Lo mordí una vez más y tomé su cabello, tirando de él con frenesí, separando nuestros labios, para poder empaparme del olor de su cuello, lo recorrí con mi lengua y fui directamente al lóbulo de su oreja. Su respiración era agitada, y su voz ronca cuando me susurró al oído:

—No te imaginas cuantas veces separo tus nalgas, en mi mente, y vislumbro tu ano abriéndose para mi polla. Oh Jungkook, cuanto deseo fundirme en tu interior. —No me dio opción a responder, cuando su boca capturó la mía con deseo, con una necesidad hambrienta de devorarme, sus manos amasaron mis nalgas y me fui sintiendo cada vez más húmedo en mi parte delantera—. Tu cuerpo está palpitando de deseo, Jungkook, puedo notar tu ansiedad y te juro que no es menor que la mía. Sé que debo controlarme, que debo sacar, de donde ya no hay, un poco de cordura, antes de que este instinto animal que despiertas en mí, termine por controlarme y me abalance sobre ti, aquí mismo en el salón, sobre este escritorio, o simplemente presione tu cuerpo contra ese pizarrón. —Dijo y mi cuerpo se estremeció ante esas palabras»

𝕰𝖛𝖎𝖎 𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ

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