05| Mala Vita

Apenas habíamos andado tres calles cuando llegamos al local. La fachada era de color gris y se podía leer el nombre del estudio en un letrero diseñado con un lettering de puntillismo: Mala Vita.

Levanté una ceja. Buen nombre y buen diseño.

Subió la persiana hasta la mitad y me hizo un gesto para que pasara primero. Él lo hizo tras de mí y después de bajar la reja, abrió la puerta del recinto.

—No entres todavía —avisó y tecleó un código en la alarma que había justo al entrar—. Ya.

Las luces se encendieron y con ellas la decoración de aquel lugar quedó al descubierto. Había muñecos tamaño real de esqueletos y muchísimos diseños enmarcados en la pared. A un lado, una mesa baja con revistas de tatuajes y varios sofás para que los clientes esperaran, mientras que al otro lado se encontraba el mostrador con un teléfono fijo estilo antiguo, de esos que tenías que marcar girando una rueda.

Fue un flechazo.

—Flipas —alcancé a decir, aun examinando cada rincón del lugar.

—¿Te mola?

—Y tanto. —Señalé a los diseños enmarcados de la pared—. ¿Son todos tuyos?

—No, algunos son de mis socios y compañeros de trabajo —explicó mientras se acercó a una estantería que había detrás de la mesa de la recepción y agarró un libro bastante grueso—. Mira —abrió a partir de una página concreta—, aquí están los míos. Si te gusta alguno te lo puedo tatuar algún día.

Apoyé el libro en el mostrador y miré atentamente las ilustraciones. El estilo de Aníbal era muy variado. Había diseños realistas de icónicos personajes cinematográficos, otros que tiraban más por el 'blackwork' y otros con cierto rollo 'old school'.

Comencé a sentir cierto calor en el estudio, supuse que era por las fechas en las que estábamos; aún era septiembre, hacia algo de calor y encima en Valencia, el clima es húmedo y que aquello varias horas cerrado no ayudaba. Por suerte, entre tantas pulseras en las muñecas siempre llevaba alguna goma del pelo. A veces llevar el cabello tan largo era una auténtica tortura. Me lo recogí en un moño improvisado, posiblemente no estaba bien peinado ni era lo que más me favorecía en aquellos instantes, pero se agradecía algo de oxígeno alrededor de mí.

Continué pasando las páginas del muestrario cuando noté un dedo pasear con suavidad y lentitud por mi nuca. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo ante aquel delicado e inesperado tacto y, repentinamente, toda su mano cubrió mi cuello ejerciendo una ligera presión.

—¿Qué haces? —cuestioné ante aquel acto.

—Lo siento. No podía dejar de mirarte el cuello al descubierto —volvió a hacer un poco de presión, la suficiente como para notar su firmeza, pero no para hacerme daño y acto seguido la aflojó por completo, aunque aún notaba su mano en esa zona—. Era bastante tentador.

Apartó su extremidad de mí y, antes de poder voltearme, que era mi intención, sentí como hundía su cabeza en el costado de mi cuello, el cual mordió con suavidad, generando que se erizara cada poro de mi piel. Sus manos se posaron en mis caderas y ascendieron por mi barriga, introduciéndolas con tranquilidad por debajo de mi camiseta y continuaron ascendiendo con dicho sosiego hasta que se pararon sobre mis pechos.

—Algo he podido notar a lo largo de la noche en el piso, pero me alegra comprobar que no llevas sujetador —susurró en mi oído. Podía notar su aliento en mi lóbulo y aquel comentario emitido por su ronca voz hizo que experimentara un calambre en mi intimidad mientras se mantenía mi piel erizada y, por consiguiente, mis pezones, con los que no paraba de jugar—. ¿Te molesto?

Aquella pregunta me devolvió a la realidad. No estaba convencida de si quería ir más allá con él, y menos en dicho lugar. Vale que me volvía loca, pero estaba confusa. Aunque no me estaba molestando nada de lo que me estaba haciendo.

—No... —ronroneé tras unos instantes, sorprendiéndome a mí misma por mi propio tono de voz.

Daba la sensación de que mi respuesta lo animó para subir su mano derecha otra vez por mi cuello, para acabar sujetándome con sus dedos mi mentón con bastante firmeza, obligándome a hacer la cabeza hacia atrás. Noté que mi rostro estaba en llamas de la fiebre que me estaba provocando.

—Me estás sorprendiendo... —comentó alargando las palabras—. Apenas te estoy tocando y ya haces esta expresión...

Acercó su boca a la mía para que nuestras exhalaciones pudieran mezclarse y yo estaba deseosa de que terminaran de juntarse cuando su móvil empezó a sonar. Estuvo a poco de besar mis labios con los suyos cuando chasqueó la lengua molesto y se apartó de mí.

Me incorporé al instante, abanicándome con mi propia mano.

Madre mía, que momento tan intenso.

Contestó al teléfono mientras se alejaba de allí, entrando en una de las salas que había en el corto pasillo.

—¿Has bebido? —Fue lo único que le escuché decir.

Al cabo de pocos segundos, regresó.

—Me temo que me tengo que ir —dijo mientras se acercaba a mí.

En aquel momento no me di cuenta, pero creo que le estaba mirando con demasiada expectación.

—Vaya.

Acarició mi cara con delicadeza y frotó su pulgar en mi labio inferior.

—Otro día probaré esto, entonces —me observó directamente a los ojos con una mirada intensa que era capaz de quemar y yo era incapaz de articular palabra—. ¿Qué pasa? ¿Te he dejado muda?

Por fin regresé al planeta tierra.

¡Cuánto tiempo sin pasar por aquí, eh! ¡Qué sofoco, madre mía!

—La verdad que un poco sí —admití encogiéndome de hombros—. ¿Haces esto con todas tus clientas?

Levanté las cejas y me crucé de brazos.

—Con algunas. —Dibujó una sonrisa. Aquel comentario logró escocerme, pero fingí que no me importaba en lo absoluto—. Va, te acompaño un poco.

Aún no era capaz de comprender lo que acababa desuceder, solo sabía que un deseo había despertado en mí como un animal salvaje.Cuando llegué a mi casa, solo fui capaz de darme amor a mí misma y, una vezsaqué ese cosquilleo que no me permitía pensar, me pregunté cómo sedesarrollarían los próximos acontecimientos. 

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