Un Acto de Amor
Gracias por estar.
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- Un Acto de Amor -
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Stella quiso salir inmediatamente de la casa de los McBride. Se sentía avergonzada, molesta y ya totalmente fuera de lugar en aquella lujosa casa.
Miró con recelo a Clyde. Le miraba con el rencor que le guardaba a toda la gente que le había hecho saber el precio de sus errores.
Quiso golpearlo; pero, ¿de que serviría? Él no era culpable. De hecho, él siempre había sido muy amable.
Era ella, como siempre, la que echaba todo a perder donde quiera que fuera. Respiró con profundidad.
-Así que tus padres se enteraron de "eso".- Dijo con voz resignada.- Y supongo me quieren lejos por ser una mala influencia para ti.- Se puso de pie. -Bien, entonces, creo que es hora de que me vaya.
-Espera, Stella, eso no es lo que quise decir, para empezar, a mí no me importa si es cierto o no, tú eres mi amiga.-
-No voy a esperar a que me hagan un desprecio, Clyde. Prefiero conservar los recuerdos que ya tengo de aquí, así como están- Y Stella se dirigió a la salida.
El chico se puso rápidamente de pie y se colocó frente a su amiga. -Tienes razón, pero a mí no me importa en lo absoluto y para mis padres solo es un rumor mal intencionado. No te van a juzgar por un rumor, ellos no son así.
-¿Y si no fuera un rumor?
Clyde no supo que responder, Stella sonrió. -Demasiado para la familia perfecta.-
-Eso...no es justo.- Replicó Clyde sin mucho ánimo.
-Lo sé, yo solo...déjame pasar, Clyde, en serio.-
El chico se quito del medio con la cabeza baja.
-Mis padres podrán ser sobre protectores, -dijo- y podrán no estar de acuerdo con mis amistades pero no te harían un desplante.-
-Quizá, Clyde, pero he visto padres "preocupados" por mi compañía. Fue uno de los motivos por el que cambiamos de casa. Por cómo me veían...cómo me trataban...-
-Una razón más para que no te vayas. Yo no te cité aquí para juzgarte ni para que te sintieras mal, yo quería que supieras que existía ese rumor y...quizá...querías hablarlo.-
-¡Hablar de qué, Clyde, maldita sea!-Exclamó empujándolo con el rostro descompuesto.- ¡¿De que me encontraron en el gimnasio de mi antigua escuela con un muchacho mayor, desnuda?! ¡¿Que me engañaron como una estúpida?! ¡¿Que nadie me creyó nada?!...- Stella se soltó a llorar llevándose las manos a la cara.
-...que mis padres me odian....- Stella se pegó a la puerta y se dejó caer sentada.
Clyde le miró sorprendido por la reacción, sintió un fuerte nudo en la garganta al ver a su amiga totalmente desecha en llanto, en el suelo. Se sentó a su lado, lo dudo un poco, pero luego la abrazó. En el momento que lo hizo, ella le devolvió el abrazo sin parar de llorar.
-Todos...todos me veían como alguien que apesta...-
Él la estrechó un poco.
-¡Como una puta fácil que se mete con todos!-
Clyde se estremeció, pero la sostuvo. La verdad era que el chico era bastante impresionable y se sentía asustado por la forma en que Stella estaba manifestando su dolor.
-N-no estás sola.-Respiró con dificultad.- Ahora nos tienes a nosotros y no te vamos a dejar nunca. No cité a Linka hoy porque era algo muy delicado, pero, ¿te molestaría si le digo que venga? Ella, al igual que yo...solo...te queremos mucho.
-Ella me va a odiar también.-
-¿Linka? ¿Nuestra Linka? Sabes que no.-
Stella se separó un poco y vio a Clyde a los ojos.
-Yo creo que sí. Pero llámala...ya no tiene más caso no contarle...
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Stella se había enamorado.
A sus 14 años, un muchacho 3 años mayor la engatusó con palabras suaves, con pequeños detalles, con un espejismo de figura paterna.
En una casa donde la atención se dividía entre el trabajo, sus hermanos y las largas e inexplicables ausencias parentales; no había ni halagos, ni regaños, ni tiempo, ni guía. Luego el furioso frio de la constante indiferencia que le da su peso en oro, a la atención.
En una escuela donde todo le era extraño, donde su físico era burla, donde defenderse era un día a día; una naciente amistad romántica con alguien mayor a ella le fue un sueño, una chispa, una novela.
Y fueron un par de semanas maravillosas.
Allí dejó su primer beso y conoció la vendimia de las primeras caricias; esas que en la inocencia están ligadas al amor, a los sueños, a la fantasía y, a como es la vida cuando uno viaja a la deriva, también al horror.
Fue citada una tarde en el gimnasio de su escuela. Le dieron unas rosas rojas, le ofrecieron un anillo de chapa y, servido en una falsa copa, le ofrecieron felicidad eterna.
Stella entregó todo por amor, en la bodega de deportes.
La nota fue un escándalo. La escuela vio comprometida su reputación. El periódico dijo que el maestro de educación física había encontrado a dos alumnos en paños menores en una situación comprometida; pero la realidad era que estaban totalmente desnudos, que habían sido espiados por otros estudiantes que los habían delatado y que, con la facilidad de estos tiempos, habían grabado parte de aquel mal llamado acto de amor.
Un acto de amor es mutuo, y la única que amó allí, era Stella.
Aquel muchacho al saberse sorprendido tomó su ropa y escapó por una de las rendijas sueltas de la bodega y no volvió a dar la cara. Siendo de una familia comerciante acaudalada, amenazaron que se le dejase en paz, so pena de demanda ya que, como tal, no había delito que perseguir.
Los videos de los celulares confiscados dieron pie a que no hubo en ningún momento, acto forzado. Y era cierto de igual forma, que Roberto, como se llamaba aquel chico, aún era menor de edad con 17 años y tres meses.
Además, hacía medio año que ya no era estudiante de esa escuela, pero aun la rondaba por viejas amistades.
No hubo delito que perseguir más que la falta a la moral a la Escuela Secundaria Lake Blue.
Stella salió envuelta en una sábana bajó la mirada de todos, derrotada bajo la risa de muchos, mirando solo sus pies descalzos cruzar la duela de la cancha.
"Estudiante Stella Zhau, en efecto consecuente de los hechos suscitados hace tres días en las instalaciones de la presente institución, y no siendo su comportamiento reflejo de los valores y códigos de ética y moral que esta casa representa, queda usted expulsada sin probabilidad de reintegración..."
Era lo que decía un papel membretado y que le pesaba en el cuello cuando salió por la puerta principal.
De sus padres, solo supo que aceptaron un dinero para dejar el asunto por la paz. Dinero que les ayudó a mudarse.
-Voy al mercado y ¿sabes lo que escucho, Stella? ¿Lo que oigo? ¿Lo que tenemos que soportar? ¡la vergüenza que trajiste?-
"...esa muchacha es mañosa, se le nota..."
"...es alta de estatura porque la desarrollaron..."
"...obligada no fue..."
"...claro que le gusta, se hace la mosca muerta, mandale otro mensaje..."
"...si te veo con ella, te voy a ir a buscar de los pelos..."
Claro que Stella lo sabía. Mensajes de todo tipo le llegaron.
Y aún no podía dormir tranquila aterrada de que algún video no haya sido borrado y pudiera, Dios no lo quiera, hacerse público.
Eso no lo soportaría...simplemente no lo soportaría.
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Un visaje blanco con naranja cruzaba velozmente la acera.
El "tap-tap-tap" de unos zapatitos de charol negro resonaban sin detenerse; de pronto cruzaba la esquina, de pronto seguía de frente.
El largo cabello de plata de aquella joven pecosa revoloteaba en su espalda mientras, con mirada decidida, corría velozmente rumbo a aquella casa que conocía muy bien desde muy niña: la casa de Clyde, de papá Oso y de papá Castor.
Clyde le había mandado un mensaje de texto diciéndole que urgía que fuera a su casa, que Stella estaba mal, y desde entonces no había parado de correr.
"Que tiene Clyde??"
"Acá te cuento, ven!"
-No, no, no, que le hicieron a mi Stella.- Pensó preocupada mientras, después del último giro, logró ver la puerta de caoba importada de Honduras (dato que había escuchado en una conversación privada de papá Castor), de la casa de Clyde.
Aun corriendo, sacó hábilmente del moño de su cabello la llave que le habían dado desde hacía varios años; la insertó, abrió, cerró, y siguió corriendo hasta que vio a Clyde abrazando a una Stella, que tenía un semblante atroz, sentados ambos en el suelo del pasillo.
-¡¡Stella!!- Gritó y sin pensarlo bien, pegó un salto y se fue sobre su amiga cayendo las dos bruscamente al suelo, acostadas. Linka la abrazó muy fuerte, luego se separó para verla a los ojos.
-¡¿Que te pasó, mi amor?! ¡¿Qué te hicieron?! ¡¿Quién fue?! ¡¿Te corrieron de tu casa?! ¡Puedes venir a vivir a la mía, a mi papá no le importará! ¡¿Estás embarazada?!¡¿Es eso?! ¡¿Te rompieron el corazón?! ¡Dime, lo que sea y lo solucionaremos juntas!-
La albina respiraba super agitada con el rostro rojo por la falta de aire (aunado a la carrera que pegó) sin dejar de ver a Stella, quien, por su parte, estaba tan abrumada y sorprendida que, sin darse cuenta, había dejado de llorar y solo veía a su amiga sin poder reaccionar.
-¡Dime!- Siguió Linka quien presentaba los ojos húmedos.
Stella sonrió y el pecho se le lleno de una calidez impresionante, volvió a llorar.
-Eres una tonta.- Le dijo casi entre labios y se lanzó a los brazos de su amiga, donde se dejó llorar nuevamente.
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Lynn padre colgó el teléfono. Caminó lentamente al sillón de la sala y tomó asiento.
Su hija había logrado contactar al médico que había tratado el embarazo de su madre y no tenía ni idea de cómo.
Tuvo la suerte de que el doctor no le dijo absolutamente nada, pero, aun así, estaba asustado.
Fue hasta el sillón de la sale y se quedó mucho rato en silencio, meditando si ella pudiera saber algo más. ¿Cómo abordarla? ¿Qué decirle?
¿La verdad?
Eso era imposible.
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Stella no le ha ido bien, y bueno, un poco de su pasado.
Clyde se pudo nervioso.
Linka al rescate.
Lynn ya no sabe que hacer para que Linka deje el tema de su madre por la paz.
Con esta actualización he dado la vuelta a todos mis fics de los Louds. La próxima actualización posiblemente sea Electrashok ya que ya tengo idea de como terminará.
Saludos a todos y bonito fin de semana.
Gendou Uribe
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