IV


Una historia de Linka Loud.

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Mi Pasado en Plata

4ta. Parte.

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Alrededor de las 2 a.m.

Linka solía visitar el cuarto de servicio, siempre que, por algún motivo, peleaba con su padre.

Ese lugar no era más que una pequeña habitación en donde se habían dejado muchas cosas olvidadas en el tiempo. El olor a viejo, la falta de aseo y un olvido intencional, rememoraban en la joven una extraña nostalgia de cosas que jamás vivió.

Ahora, metida en el viejo closet de aquella habitación, Linka revisaba una vez más la ropa que había pertenecido a su madre. Siendo sincera, aunque la había curioseado muchas veces, nunca la había revisado con profundidad. Lo habitual era simplemente, tomar una blusa y abrazarla hasta dormirse.

Cosa que dejó de hacer porque desgraciadamente, el olor característico de la ropa guardada y el polvo acumulado, le fastidiaron la nariz y había terminado en un alergólogo. Así que, desde hacía unos años, había optado por no ir más.

Pero esa madrugada no estaba para abrazar una blusa; si no para revisar todas y cada una de las prendas en busca de cualquier cosa, de lo que sea. No tardaría mucho de todas formas, eran, a lo sumo, 15 piezas.

Aunque la excusa de tan extraña tarea era encontrar algún tipo de información que le sirviera, inconscientemente, lo que Linka buscaba era despejar un poco la ansiedad que sentía con el asunto de su madre (que se había incrementado ante la pobre respuesta del señor Lynn) y poder así, calmarse.

Al final, lo que buscaba entre la ropa de su madre, era su propia paz mental.

Recopiló en un lado en el suelo, todo aquello que fue encontrando: un clip en una blusa, cabello en otra, tierra en un short, trocitos maltrechos de papel, bolas y bolas de pelusa.

Se sorprendió al revisar uno de los últimos pantalones, del ancho que este tenía.

-Mamá sí que tenía caderas.- Pensó para luego mirarse un poco y descubrirse enclenque; algo que nunca le había molestado pero que esa madrugada, le amargó un poco. -Me pregunto si yo llegaré a llenar este pantalón, algún día. Seguro que llamaría mucho la atención. - Se imaginó de pronto posando frente al espejo de cuerpo completo de su cuarto, mientras contoneaba unas hermosas y amplias caderas, enfundados en un pantalón de mezclilla.

-Je, je, sería un imán de chicos.- Pensaba ensimismada.

Tonteando con ese pensamiento estaba que apenas notó que, de aquel pantalón vaquero, en el bolsillo que viene dentro del bolsillo normal, se formaba una pequeña protuberancia.

Regresó a su delgada y enclenque realidad para meterle más empeño al bolsillo y tratar de retirar lo que sea que fuese aquello.

Sus dedos apenas entraban y el objeto estaba hasta el fondo.

-Vamos....vamos...un poco más...-

Con algo de dolor en su mano logró, con la punta de sus uñas, atrapar lo que sintió como una hoja. La fue jalando hasta dejarla a su alcance total y de allí la retiró.

No era más que un pequeño rectángulo doblado y sucio.

Linka sintió un golpe de emoción extraña. Se acomodó el cabello que ya le había caído un poco sobre la cara.

Lo desdobló, lo limpio de polvo.

Era una tarjeta de presentación que apenas se veía.

Dr. hans n Ram s C ten

Mé c G ecobs etr

Era todo lo que se leía. Si alguna vez tuvo algún número telefónico o algún dato más, este no aparecía ya por ninguna parte.

Aun así, a Linka le brillaron los ojos de emoción.

Por fin tenía algo. La desvelada había valido la pena.

Regresó con sigilo a su cuarto, no sin antes llevarse consigo el pantalón, pues quería pensar un poco más en como se vería con unas caderas de ese tamaño.

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Pobre niño rico

-Es que, ¡wooooooow!...- Exclamó Stella mientras veía de un lado a otro aquella enorme pantalla. ¿Es en serio que aquí juegas videojuegos?-

-Y si, Stella.- Dijo el chico.

-Tú no juegas videojuegos, Clyde, vives videojuegos con esta cosa.- Contestó la chica.

-¿Verdad que es genial?-

-Más que genial, Linka. Ya quiero patear sus traseros en esa pantalla.-

Era la primera vez que Stella visitaba la casa de Clyde. Estaba bastante sorprendida del estilo de vida de los McBride, sobre todo porque el chico no aparentaba ser, bueno, tan bien acomodado.

Cortinas automáticas, luces regulables, portarretratos pantalla que repetían imágenes gif, consola de última generación y ese televisor en la habitación de Clyde; bastante más grande que el que Stella tenía, en el centro de su casa. No se imaginaba como sería la televisión de la sala.

De pronto, Stella se sintió un poco atosigada con todo. Era demasiado. Temió romper algo.

En realidad, ella era la única invitada, de sobra sabía que Linka era como de casa. Miró a lo lejos a Clyde acomodando una amplia y gruesa colchoneta con varias almohadas, mientras Linka corría de un lado a otro, sacando algunos juegos de mesa. Suspiró un poco.

Siendo una noche de viernes, habían conseguido permiso para hacer una pijamada, y se había pactado que sería con Clyde. Stella no estuvo muy de acuerdo al inicio, pero la insistencia de Linka le había terminado convenciendo. Obviamente no le mencionó a la albina que sus padres creían que estaba en casa de ella. No les diría que sería en la casa de un chico o jamás la dejarían quedarse.

Y obviamente no esperaba encontrarse con aquella casa de ricos.

Stella acomodó su mochila con algo de timidez en la cama.

La noche estaba más que planeada: jugarían videojuegos y juegos de mesa, verían alguna película de zombis y quizá, realizarían alguna hechicería para ver el futuro (instrucciones bajadas de internet para reuniones nocturnas).

Linka se acercó a Stella, quien admiraba de lejos, una especie de nave flotante (una nave de la Guerra de las Galaxias de unos 10 cm que flotaba en una base magnética).

-Je, y deberías ver su refrigerador.-

-¿Snacks y bocadillos?- Preguntó Stella sonriendo un poco.

-Seeeee, papas fritas, dedos de queso, nuggets, nachos, frituras, gaseosas y todo en una enorme heladera.-

-Bueno, Linka, tú sabes que esas cosas solo las podemos comer los sábados, bajo estricta supervisión de mis padres.-

-¿Es decir que tienes todo eso y no lo comes?.- Intervino Stella.

-Mis padres vigilan mucho mi consumo calórico y la ingesta de alimentos saludables.-

Linka se acercó al chico y le pasó el brazo por el cuello.

-Tranquilo, Clyde, amigo, osito; dime, ¿que podría salir mal? Solo serán unos snacks para la nueva invitada del club. ¿No me digas que vas hacer que coma palitos de zanahoria y apio en su primera pijamada con nosotros?.-

-Es que mis padres...-

Linka se puso frente al niño y jaló a Stella con ella. -Has lo que yo haga.- Murmuró.-

-Linka, mira...- Dijo Clyde, pero se detuvo.

Linka puso ojos de cachorro, Stella entendió y accedió al plan.

-Chicas, no...-

-¿Si, Clyde?- Dijeron al unísono aumentando el brillo de sus ojos.

-Un ataque doble, ¡no, rayos!.- y él no era tan fuerte.

-Yo...yo...¡Aaaah! Está bien. Solo que yo no comeré. - Dijo derrotado mientras Linka le susurraba a su amiga, que no se preocupara, que siempre terminaba comiendo, aunque dijera que no.

La noche siguió sin problemas. La verdad es que tanto Linka como Clyde procuraban que la "novata" se sintiera cómoda. Harold y Howard interrumpieron como 5 veces, pero solo se asomaban por la puerta para preguntar si todo iba bien o si querían algo. Ambos le tenían una confianza total a Linka y si sus niños traían a una nueva amiga, que mejor. Solo por eso les dejaron conservara las frituras que habían asaltado del refrigerador.

"Pero mañana desayunan cereal sin azúcar y leche de almendras" Habían sentenciado aquellos padres desalmados.

-Harold...¿No crees que Clyde...ya no esta tan pequeño como para que se reúna con sus amigas así?- Preguntó preocupado Howard, mientras terminaban de guardar algunos enseres de la casa.

-¿A qué te refieres, Howie?-

-Bueno, él...ya va a cumplir 14 años y...no sé cómo decirlo...¿No es ya inapropiado?-

-Ahora que lo dices, creo que tienes razón. Lo dejaremos hacer esto hasta que tenga 14 años. De allí habrá que poner algunas reglas.-

-No digo que no vengan a la casa, Harlod, tu sabes que yo quiero que Linka venga siempre, hasta que tengan la edad para casarse, y organizamos su boda.-

-Estas divagando de nuevo, Howie. Tu sabes que Clyde aun nos dice que Linka es como su hermana.-

-Dale un poco de tiempo. Él descubrirá que ama a esa niña desde que la conoció.-

Harlod sonrió y decidió molestar un poco a su pareja. Comentó de forma suspicaz: ¿Y si se enamora de la niña nueva? Es bonita.

-No digas tonterías.-

-Como tú dijiste, está creciendo. Ahora en su habitación no hay una niña que considera su hermana, si no una chica que apenas conocemos.-

Harlod se detuvo y se le quedo viendo con mucha seriedad. -Síguele y voy y Clyde duerme en la sala.-

Harold soltó una carcajada.

-No pasa nada, Howie. Sabes que lo educamos mejor que eso. Y, además, esas reuniones ya no se realizarán de esa forma. Creo que esta será una de las ultimas veces. Solo te estoy molestando.-

-Pues no me hace gracia.-

-No va a pasar nada.-

2:19 am

"¿Por qué no tienes novia, Clyde?"

Había preguntado Stella.

Linka solía roncar y eso Clyde lo sabía desde hace mucho. Y sabía que lo haría después de que entre los tres habían acabado con varias bolsas de papitas, nachos y 3 órdenes de Nuggets, además de gomitas y algo de pay. De verdad que Clyde no sabía como es que a sus dos amigas les podía caber tanto alimento.

-Para la otra mejor les compro ropa.- Pensó.

Los ronquidos de su amiga le habían despertado y bueno, como era de costumbre cuando se quedaba, ella dormía en la cama y él en la colchoneta. En este caso, tanto Stella como Linka, habían quedado en la cama (que era de tamaño matrimonial).

Tratando de conciliar el sueño estaba, cuando, entre los ronquidos de Linka, Clyde escucho una voz suave, desde el lado de la cama que le quedaba directo.

"¿Por qué no tienes novia, Clyde?"

-Stella...estás despierta, me asustaste. –

-Linka ronca muy fuerte y la tengo aquí al lado.- Dijo mientras se asomaba de arriba de la cama. En la penumbra, Clyde apenas la alcanzaba a ver; ayudado por el reflejo de una pequeña luz azul que siempre dejaba para evitar la oscuridad total.

Ella le sonreía y le miraba con una extrañez que no pudo descifrar.

-¿Entonces?- Insistió ella.

-Bueno, en realidad, no lo sé bien, Stella. Aunque he analizado y al parecer las chicas gustan de chicos fuertes.-

Stella pensó un poco, luego dijo -Y es verdad que nos gustan los chicos creo yo, más que fuertes, intrépidos. Pero igual habemos chicas que nos gustan niños sensibles y que nos escuchen. Luego algunos de los chicos "valientes" no nos prestan atención o valoran como debe de ser. Una se interesa también por alguien que te trate lindo.-

-Pues, al parecer, a mi no me ha tocado aun, que me elijan por eso.-

Stella le acarició la cabeza.

-Ya verás que pronto encontrarás a alguien.-

-Je, je, gracias. Y, a todo esto.- Interrumpió Clyde.- ¿Por qué preguntas?-

Stella se sintió sorprendida. -Bueno, pues, porque eres un chico lindo, tierno y educado.-

-¿Y porque mis papás tiene dinero?-

Stella dejó de acariciar el cabello del chico.

-Yo...buenas noches, Clyde.- La chica se recostó de nuevo y se tapó con la sábana.

-No, espera, Stella, no lo malinterpretes. - El chico se acercó a la cama donde pudo ver el rostro de la niña (que era lo único que salía de entre la sábana). Su semblante era de alguien herido.

-No lo dije por ti.-

-Me estás diciendo interesada, y yo solo te quería ayudar.- Stella apretó los labios.

-Perdóname, por favor, nunca lo diría por ti. Es que, mira, me ha pasado, si ha habido niñas y niños que se me han acercado solo porque quieren conseguir cosas.-

-¿Y crees que soy como ellos?-

-Nunca. Te pregunté, porque es fácil pensar que alguien como yo conseguiría relativamente fácil, una cita.-

Stella suspiró un poco, se restregó un poco la vista.

-Esta bien. Te creo. Pero...de todas formas ya es tarde, será mejor dormir.-

-De verdad, ¿todo está bien?-

-Si, sin problemas...-Respondió.

-Ok, pues, buenas noches, Stella, y gracias por el ánimo.- Dijo el chico con una sonrisa antes de volverse a acostar.

Stella acortó la distancia, le dio un beso en la mejilla.

-Buenas noches, Clyde.- Y se tapó hasta la cabeza.

*******

A las afueras de una clínica Ginecobstetra, Linka esperaba sentada. Algunas personas, al verla allí, no podían evitar murmurar.

Ella sabía lo que podían pensar, pero le daba igual. De hecho, decidió jugar una broma para distraerse en lo que la secretaria se desocupaba. Sacó su celular y fingió una llamada:

-Si, ya estoy aquí. Ya sé, ya sé, amor, es el primer mes, pero es mejor darle seguimiento.-

Luchó con todas sus fuerzas para no reírse de algunas señoras que se tapaban la boca haciendo expresiones y gestos.

"Pobre niña" "Tan joven" "Que juventud esta"

-Ja, ja, idiotas.- Pensó la albina.

-Si, si, amor. Llegando te doy tu premio, ya sabes.-

"Ah" Exclamó una señora que no resistió más y salió del consultorio.

Linka no pudo evitar soltar una carcajada.

-Joven, que desea.- Dijo por fin la secretaria al ver que aquella extraña chica albina, causaba alboroto.

-¡Ah!, Disculpe, yo, necesito hablar con el Dr. Johansen.- Dijo Linka Loud, con firmeza entregando aquella vieja tarjeta de presentación.

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Historias entre historias. Saludos a todos los que leen. Gracias por comentar.

- Gendou Uribe -

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