Cosas Indebidas
Seguimos con Linka y compañía.
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Mi Pasado en Plata
- Cosas Indebidas -
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Presionar el botón de enviar representaba esa noche, mucho más que hacer el bien a una niña.
Representaba jugarse, por buena voluntad, sus 15 años de servicio leal a un despacho en el que había dejado buena parte de su juventud, y perdido más de un sueño.
¿Qué daño podría hacer? El doctor Johansen no le había dado más datos y ella sinceramente no recordaba demasiado de aquella rubia mujer de la fotografía.
Era obvio que aquella antigua paciente, debía pertenecer a ese selecto grupo que el Doctor atendía sin intermediarios. Personas que solo llegaban, entraban y se iban.
Incluso, el archivo que ella había recuperado de todos y cada uno de ellos, estaba incompleto.
Verdad era también que aquellos misteriosos clientes a ella no le importaban poco y nada. No era como que sus ingresos se vieran mejorados con saber quiénes eran o por atenderlos como cualquier otro. Por tanto, le eran totalmente indiferentes.
Solo el eterno preguntar ¿Por qué el misterio? La duda tan humana. Y luego los supuestos.
Si el Doctor tenía sus negocios turbios; alegría le daba que no la involucrara. En Beach City desde hacía algunos años ya estaba permitido el aborto así que ese negocio debió terminar.
Pero hay más cosas médicas, que solo sesgar un embarazo. Mucho más.
Demasiado secretismo.
Suponer estaba demás; pero no arriesgaría demasiado tampoco.
Así que aquella morena mujer de buen corazón, borró el nombre y apellido de aquella imagen dejando solo el numero "1". La niña debería conformarse con eso.
Sin embargo, aun no podía apretar el botón de enviar.
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Llamada entrante: Linka Loud.
-Linka, buenos días.- Contestó Clyde.
-Hola, Osito, bueno días. ¿Cómo amaneciste? –
Una sensación cálida hizo que Clyde sonriera. Linka se escuchaba inusualmente calmada. Podía percibir en su voz la pena de lo sucedido el día anterior y estaba seguro hacía donde iría aquella llamada tan temprana de domingo.
-Yo...pues bien, Linka, gracias. ¿Tú cómo estás? -
-Osito yo...me siento un poco mal por lo de ayer. Salió todo mal. Nunca esperé que Stella se fuera. De verdad yo no hubiera dejado que esperaras afuera solo.-
-Si, yo...debí irte a buscar y decirte, pero te vi muy entretenida y no quise...-
-Debiste hacerlo. Ir y decirme que estabas solo y yo me hubiera ido contigo.-
¿De verdad?... ¿De verdad lo harías? ¿O es solo porque es hoy y no ayer?
-¿Clyde?-
-Si, aquí estoy, es solo que...vengo despertando y estoy algo adormilado. Si, tienes razón, para la otra te aviso.-
-¿Te parece si pasamos juntos la tarde? Prometo aplastarte en Free Flame.- Y Linka rio.
La risa de cascabel de la pequeña Linka había sido un permanente en la vida de Clyde.
Al hacer memoria, el chico se encontraba que no recordaba nada, antes de ella. Su vida empezaba, en aquel sube y baja del parque donde su cabello blanco y su tez tan pálida, propia de los hurones en invierno, le había ganado la curiosidad infantil.
Pero ese "hoy" ya estaba comprometido.
-Hoy no puedo, Linka. Tengo algunas cosas que hacer de la escuela y estaré ocupado.- Mintió. Y se dejó sonar algunos segundos de silencio.
-¿Linka?-
-¿No me estarás evitando por lo de ayer?- La niña sonó angustiada.
-¿Que? No, Linka, ¿cómo crees?, mira, podemos reunirnos mañana en la tarde o cualquier otro día.-
-Si estás molesto, dímelo, Clyde. Dímelo y veré como compensarte. -
-No, de verdad mira...-
-¿Quieres un pack?-
-No, Linka solo que... ¿Qué?-
-Un pack. Dice Stella que si te envió una foto de mis calzones te pondrías feliz.-
-¿Que? ¿Como? ¡¿QUÉ?!-
-Ja, ja, ja apuesto que te lo imaginaste.-
-...-
-¿Te sangró la nariz como aquella vez que entraste al baño mientras me cambiaba?-
-Esa vez fue un accidente, yo estaba buscando mi bañador y dijiste que ibas por un jugo.-
-Sentí tu mirada Clyde, desde ese día me siento sucia-
-¡Linka!-
-Ja, ja, ja, ya pues. Si no quiere el señorito que vaya hoy a su casa por que su tarea y su futuro como profesional es mas importante que yo, está bien, lo entiendo.-
Clyde comenzó a reír. Eran esas cosas, a lo que estaba tan acostumbrado. La chispa que Linka le daba a todo lo que tocaba.
-Linka, tu sabes que...que siempre querré verte... y pues...ven, juguemos Free Flame.-
-No, ya no.-
-Linka.-
-No, ya en serio. Si tienes que hacer lo entiendo, estoy fastidiando nomas. Sabes que te quiero muchísimo y lo último que quiero es importunarte. Yo te llamaba realmente porque me sentía mal por lo de ayer, pero me da gusto que estés mejor. Nos vemos el Lunes sin problemas, ¿te parece?-
-Si, Linka. Gracias por llamar. Te quiero muchísimo.-
-Y yo a ti, Osito.-
* * * * * * * * *
Stella tocó el timbre de la puerta.
Eran diez para las tres de la tarde, hora que habían pactado para aquella reunión extraoficial que, de alguna manera, se sentía como algo indebido.
Indebido, nuevamente indebido.
Cosas indebidas. Frase que odiaba como nada en el mundo, pues le pesaban como una losa en sus jóvenes hombros más de lo que debiera.
Peso que no tenía por que cargar aun, pero que, por azares de la vida misma, ahora le seguían donde quiera.
Solo soy una maldita adolescente, carajo...
Stella Zhau provenía de una familia de inmigrantes filipinos. Se habían establecido un par de décadas atrás con algunos problemas debido a conflictos migratorios.
Su padre, un fracasado maestro de yoga, ahora, fuera de forma, vendía productos naturistas y lo que él llamaba "artesanías" que contaban con cierta demanda. Su madre, por su parte, hacía un poco de todo de los servicios de una estética y venta de productos varios. Además de atenciones especiales de cortes a domicilio para niños y ancianos.
Con dos hermanos menores y sus padres fuera la mayor parte del tiempo, la casa era bastante descuidada en todos los aspectos; la que llamaba casa en el suburbio que tuvieron que dejar. La que estaba mejor.
La de ahora, era mejor ni nombrarla.
¿Sabes lo que nos costaste, Stella? Vergüenza te debería de dar.
No es que la hubiesen tratado mal. No es que fuesen, del todo, malos padres. Es solo que, desgraciadamente, se enamoró muy pronto, y mal.
-Hola, Stella, pasa.- Dijo una voz que sacó de sus pensamiento a la chica.
-Ho-hola, Clyde.- Dijo adentrándose con prisa, como huyendo de algo.
-Tardaste algo en abrir.-
-Si, es que estaba cambiándome de ropa. Llegaste temprano, igual.-
-Me gusta ser puntual.-
Una vez dentro, la chica volvió a notar lo mucho que le agradaba la casa de Clyde. De entrada, no había calor ni frio, solo un templado agradable en todo el lugar. El aire tenía aroma a canela, café o galleta. Algo así, no lo definía bien. Sin embargo, si sabía que era el aroma que Clyde despedía casi siempre.
Teniendo menos presión que la última vez y mientras seguía a su anfitrión, fue degustando sus sentidos de aquella casa que le parecía maravillosa. Se aferró más a su verde mochila.
Las lámparas ocultas en el pasillo, le causaban curiosidad especial.
Dejando atrás la recepción, inmediatamente llegaron a la sala de estar. Muebles mullidos y limpios, una alfombra circular donde dormían los dos gatos.
Ser un gato en esta casa no está mal.
Y sonrió.
-Toma asiento, Stella, en un segundo vuelvo.-
-Clyde...-
Quiso interrumpirlo, detenerlo y decirle que por qué tanto misterio y por qué la reunión sin Linka. Pero verdad era que no tenía prisa por irse; menos ahora que nadie la veía y podía curiosear.
-T-te espero.- Le dijo sonriendo. Clyde se fue rumbo a la cocina y ella se acercó taimadamente a las repisas con fotos. Algunas de ellas tenían movimiento.
-Je, je, que curioso. Con una memoria SD tienen fotos movibles.- Pensó.
De otro lado había una gran cantidad de figuras de monumentos en diversos tamaños. Una torre Eiffel, una Esfinge, un Circo Romano, eran algunas de las que alcanzaba a identificar.
En la pared se veían algunas fotos que indudablemente eran de viajes. Clyde con sus padres en deferentes escenarios: La playa, la nieve, el bosque...
-Genial, esta es en Disneyworld.- Dijo Stella tomando una foto que lucía con el marco de dicho lugar.
La observó un momento, luego sintió algo extraño en el pecho. Miró hacía arriba y el techo estaba bastante alto, los corredores, extensos.
Luego lo miró a él, que venía con una bandeja con galletas y tazas. Sonrió.
-Y...¿por qué me citaste, Clyde?- Le preguntó, luego recapituló exaltada. -Si es por lo de ayer, de verdad siento haberte dejado en el baile así, créeme si te digo que fue algo de fuerza mayor.-
-No es por eso, Stella. Jamás te citaría para reclamarte algo. Es verdad que la pase un tanto mal, pero nada grave realmente; y lo importante es que, al final, todo salió bien.- El chico se sentó e invitó a su amiga a hacerlo. Sentado y ella de pie, la veía inmensa.
-¿Puedo compensártelo de alguna manera?- Preguntó la chica.
-Ja, ja, ¿con un pack?-
-¿Qué?- Dijo Stella mientras se ruborizaba.
-Ja, ja, no, es que Linka...- El chico tomó aire.- esa Linka me habló en la mañana y me dijo que le dijiste que si me enviaba una foto de sus calzones me iba a sentir mejor.-
-Ah...¿Eso te dijo? Pero si la de la idea fue de ella. Esa rata.-
-Sé que de ella fue la idea. Es bastante maldosa.-
-Es más que maldosa...- Y ambos chicos rieron.
-¡Ay, ya!- Interrumpió Stella.- no te hagas el mártir, si te la envía bien que la usas para fines maquiavélicos.-
-Como buen caballero que soy, me niego a contestar esa pregunta.-
-¿Es el mismo caballero que fisgoneó mi foto con el corpiño?-
-Me fue mostrada con alevosía y ventaja. Declaro mi inocencia, señoría.-
-Eres un mosco muerto.- Le dijo la chica quien aun no se había sentado. Caminó alrededor de la mesa y se sentó en el mismo sillón de Clyde. Tomó una galleta y comenzó a comerla.
-Entonces...¿Por qué estoy aquí sin el Hurón, Clyde? Si se entera nos va a hacer un drama. Ya vez como es.-
-Y si, mira, te dije que vineras solo a ti porque, bueno, es algo que solo a ti te compete y, quería preguntártelo a solas.-
Stella detuvo su comer mientras veía al chico, quien solo miraba la charola en la mesa de centro, evidentemente nervioso. Algunas migajas resbalaron de su mejilla.
-¿Ajá?-
-Bueno, mira, Stella.- El chico tomó aire, mientras ella sentía que el corazón golpeteaba de pronto.
...será posible...
-Antes que nada, -dijo por fin Clyde- quiero que sepas que yo no creo nada de esto, de verdad, en serio, y si es verdad tampoco me importa. Solo que, es bueno que sepas por un amigo que hay...un rumor...mira, sucede que mis padres...supieron de...-
Stella Zhou dejó de escucharlo. Solo lo vio como algo que se aleja lenta e irremediablemente.
Como la risa de algunos niños sin corazón que le señalaban.
Como los mayores sin empatía que la juzgaban
Como la soledad después de la amistad tardía, que nunca terminó en amor.
* * * * * * * * *
El teléfono celular de Lynn Loud, sonó. El hombre se encontraba en la cocina preparando el desayuno de domingo para su pequeño núcleo familiar.
Ese día en particular se permitían comer un poco de más y sabía que su pequeña era adicta al azúcar y la miel. Así que esa mañana estaba preparando unas crepas de jamón con queso Philadelphia, pan con mermelada y mantequilla.
Sabía que el desayuno iba a ser una batalla para que su pequeña "devora todo" no se acabara los insumos. Una vez se descuidó y Linka se acabó toda la barra de mantequilla y medio bote de miel en dos hotcakes.
Había caído enferma del estómago, pero juraba en su retorcer que había valido la pena.
"Cada bocado, papá, lo valió ¡Lo valió! ¡ayayayay!"
Sonrió mientras mezclaba la masa. Recordó que Linka le había dicho en alguna ocasión que con los McBride no saqueaba el refrigerador porque hasta ella tenía algo de vergüenza.
Fue entonces que su celular timbró.
El hombre perdió el hilo del pensamiento y detuvo su tarea. Tomó el aparato. Era extraño una llamada a esa hora, en domingo.
Al verlo descubrió que no tenía registrado el número entrante.
No contestó. Nunca contestaba llamadas de números desconocidos. Era una precaución primordial en su vida.
Sin embargo, le carcomió la duda y pensó en devolver la llamada.
Podría ser, tal vez...
Sacudió la cabeza Eso era imposible.
El teléfono sonó nuevamente, pero ahora en el sonido característico de los mensajes.
Lynn abrió el mensaje que era, sin ninguna duda, del número que le acababa de marcar.
El mensaje venía de alguien de quien sinceramente, no esperaba saber jamás.
El texto decía:
"Buenas día, Señor Lynn Loud.
Soy El Doctor Johansen Ramos. Creo que debemos hablar."
* * * * * * * * *
Stella y su pasado, Linka y la foto de su madre, El doc hablando con don lynn.
Se viene una charla potente entre Linka y su padre y bueno.
¿Qué les gustaría que pasara?
Gendo -el muerto- Uribe
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